Una Propuesta de Actualización Permanente.

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 Mtro. Bruno Cruz Petit
Motolinía del Pedegral
LA ENSEÑANZA DE LA ÉTICA PROFESIONAL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR:
UNA PROPUESTA DE ACTUALIZACIÓN PROGRAMÁTICA
Resumen.
Este ensayo tiene el objetivo de sintetizar una reflexión en torno a la Ética
Profesional que sustente un programa académico sobre dicho tema. Se trata de
actualizar los contenidos que se imparten en nuestra universidad a partir de una
visión multidisciplinar del hecho profesional, enlazando las aportaciones de la
filosofía con la literatura empresarial y pensando en las necesidades que van a
tener los futuros egresados en un mundo laboral cada vez más complejo e
incierto.
Palabras clave: ética profesional, competencias laborales, virtudes, éxito, valores
Introducción
¿Qué es ser un buen profesional? ¿Por qué la ética tiene un papel relevante en la
actividad profesional? ¿Cómo explicarlo y articular un programa de Ética
Profesional que sea útil y atractivo para el alumno que está a las puertas de
graduarse? Estas son algunas de las preguntas que empezaron a orientar la
investigación que sustenta este ensayo, documento elaborado como parte del
trabajo de actualización de los programas académicos de nuestra institución de
cara a lograr una mejora continua en la calidad de la docencia. Ética Profesional
es una materia que se imparte en el 8° curso de nuestras carreras y que tenía un
programa confeccionado hace ya algún tiempo, sin duda con buenas intenciones,
1 pero poco concreto, con poca bibliografía, ambiguo y poco ambicioso en sus
objetivos. Como muchos programas de Ética Profesional consultados a raíz de
este trabajo, el nuestro era una programa que partía del ámbito teórico para
aterrizar en una propuesta de ética profesional poco conectada con los conceptos
abstractos anteriores, y más enfocada a la realización de valores colectivos, los
que representa cada profesión, que a valores vinculados a la realización personal.
De ahí su falta de atractivo para el alumno de hoy, el cual, después de licenciarse,
se enfrenta a un panorama laboral difícil en el que la realidad del subempleo,
desempleo y autoempleo, exige virtudes que van más allá de las que fomenta la
ética profesional tradicional.
Efectivamente, hay un acuerdo general en señalar a la voluntad de servicio y otros
valores que están en la base de cualquier profesional, de ello hablaré en estas
páginas. Pero la razón de ser de cualquier trabajo también tiene que ver con la
aspiración a la realización personal, aspiración contemplada por la ética, y en
muchos autores punto de arranque de cualquier reflexión sobre el telos de la
actividad libre del hombre. Lo que sugiero en esta discusión introductoria es que,
meditando sobre la posible mejora del programa existente, vi que si bien el término
“profesional” era desarrollado pertinentemente, por el contrario, el ámbito de lo
“ético” quedaba circunscrito a una descripción muy abstracta, que eludía el debate
y se alejaba de los intereses de los alumnos. Me pareció que la Ética general
contiene numerosas reflexiones útiles para el egresado que, con el título en la
mano, se formula una de las preguntas con las que Kant describía la antropología:
¿qué hacer? Una Ética de tipo centrífugo, que va de lo individual a lo colectivo,
podría ser un instrumento válido para guiar el comportamiento de personas que,
antes de poder aplicar los valores de su profesión, tienen que encontrar sus
medios de su subsistencia y su lugar en el mundo. Surgió así el objetivo de
elaborar un programa de Ética Profesional en función de las necesidades de un
egresado de hoy, que no sólo incluyera una ética del profesional que tiene trabajo,
sino una ética del profesional que busca trabajo, del que se capacita, sobrevive y
se reinventa para poder encontrar nuevos caminos de realización personal. Se
2 concretó el deseo que elaborar un discurso generador de un programa académico
que se apoyara en tres fuentes temáticas: la ética general de tipo filosófico, la
ética profesional tradicional y la ética del logro empresarial encaminada a la
confección de estrategias de vida. La reflexión que propongo es, pues, una
reflexión sobre valores, virtudes y hábitos del buen profesional, construida
pensando en el alumno que aspira a la vida profesional pero que aun está en una
aula universitaria.
Ética, libertad, proactividad
Ante una posible falta de motivación ante los temas que se van a tratar la materia
de Ética Profesional hay que afirmar taxativamente que si la Ética importa es
porque ayuda a vivir una vida que no está predeterminada y que es por lo tanto,
una vida en la que caben elecciones guiadas por el pensamiento. Muchos
alumnos identifican ética con moral, y, al entrar en una clase de ética, esperan
pasivamente a que se les recite un decálogo de reglas de comportamiento que
hay que cumplir para ser aceptado en sociedad: nada que ver con su vida y sus
preocupaciones. Así que es prioritario diferenciar dos términos que, pese a que
comparten etimológicamente un referente común (ethos y mores, significaban
costumbre en griego y latín respectivamente) apuntan a dos ámbitos distintos: el
de las normas en el caso de la moral, y de la reflexión sobre dichas normas en el
caso de la ética. La ética es un campo abierto a la discusión (en los libros y en el
salón), al intercambio de ideas y a la creatividad filosófica. Para F. Savater “la
ética no es más que el intento racional de averiguar cómo vivir mejor“ (Savater;
1991; 14). J. A. Marina comparar vivir con navegar (en el que hay el peligro
constante de naufragar) y con la escritura; elegimos el argumento y el estilo
aunque no las letras y la gramática. Somos seres dotados de libertad y el
panorama abierto de nuestras vidas requiere unos “mapas para orientarte al
elegir” (Marcos, R.; 2006:27). Y si bien hay tramos de nuestra vida en los que
3 podemos seguir la tentación de dejarnos llevar, hay otros momentos en los que la
condición de personas libres se hace especialmente notoria. Uno de ellos es al
abandonar la universidad que nos ha cobijado durante años y nos ha dado un plan
de trabajo ya hecho. Al recién egresado se le abren varias alternativas en su
proyecto de vida y debe hacer uso de su libertad si es que su entorno familiar no
decide por él. Se enfrenta así a la responsabilidad que tiene todo ser libre, a la
aceptación de las consecuencias de su elección, a veces al error que supone una
determinada decisión. Se trata de una situación no todos viven con comodidad,
pues requiere un esfuerzo. Pero es un esfuerzo que vale la pena porque nos
ayuda a trabajar uno de los hábitos más valorados en el mundo laboral; la
proactividad. Stephen Covey, gurú de la enseñanza del liderazgo empresarial,
señala que la proactividad, la capacidad de tomar la iniciativa, se basa en la idea
de que de que la realidad no es fija, se puede cambiar y que cada persona puede
tomar decisiones que no sean meras reacciones al entorno exterior sino actos
que derivan de nuestra personalidad, deseos, valores e imaginación (Covey; 2010;
84).
En las personas proactivas, las acciones no son simples respuestas a
estímulos
sino
producto
de
proyectos
construidos
inteligentemente.
Evidentemente, el entorno nos afecta. Por ejemplo, la situación económica del
país puede entorpecer la creación de empleo para los jóvenes egresados. Pero la
respuesta al problema es algo sobre lo que podemos actuar haciendo uso del
margen de libertad del que disponemos en cada situación, que es lo que
determina un “círculo de influencia” opuesto al “círculo de preocupación” sobre el
que no podemos actuar (Covey.; 2010;97). El buen profesional actual es alguien
consciente del valor de la proactividad, básica en la búsqueda de empleo, en el
autoempleo, en la captación de clientes y en la adaptación empresarial a un
mundo en proceso de transformación.
Felicidad, autonomía, éxito
4 El siguiente paso que nos plantea la ética es interrogarnos hacia dónde dirigimos
nuestra libertad, cuál es el bien que nos es legítimo anhelar. Aspiramos, como
decía Aristóteles, al bien mayor que es la felicidad (eudaimonia). Pero si
preguntamos hoy por la calle qué se entiende por felicidad la mayoría de las
personas nos dirán que es la obtención de placer. Se trata de un hedonismo (de
hedoné, placer) posmoderno que no coincide exactamente con el de otro filósofo
griego, Epicuro, el cual pensó que ser feliz es evitar el sufrimiento, experimentar
placer intelectual y físico haciendo siempre un cálculo sobre las conveniencias de
los placeres, pues los hay de muchos tipos y algunos tienen efectos posteriores
negativos. Existe, pues, cierta controversia en torno al contenido de ese concepto
tan ambiguo como poderoso que es la felicidad. Para muchos, el placer es
insuficiente porque también anhelamos alegría y ésta se vincula con muchas otras
experiencias emocionales y simbólicas. Junto al deseo de disfrute hay en las
personas el deseo de ser mejores, de crear, construyendo relaciones y actividades
que proporcionan alegría. El proyecto de vida feliz en su sentido utilitario se
conjuga con el ansia de perfeccionarnos, de vivir la condición de seres libres
imaginando y realizando proyectos. En aras del deseo de superación incluso
podemos salirnos de la zona de comodidad para aceptar riesgos e incomodidades.
“Dos ejemplos se me ocurren: tener un hijo e ir a otro país a aprender un idioma.
Ambas actividades exigen salir de la comodidad y son creadoras” (Román. M., R.;
2006: 77). Otro ejemplo sería la realización de una vocación y la búsqueda de
excelencia en nuestro trabajo. En este sentido, ya el eudemonismo aristotélico se
oponía al hedonismo al considerar que ser feliz es desarrollar el potencial último
del ser humano que es su racionalidad, la que lo distingue como especie1. La
autonomía (palabra que deriva de nomos, ley en griego), fundamental en la
1
La realización de uno mismo mediante el ejercicio de las facultades racionales nos permite, según
este enfoque, la convivencia feliz en la polis; así, para Aristóteles, existe la posibilidad de armonía
y plenitud en la vida moral humana, individual y colectiva. En cambio, para autores
contemporáneos como X. Rubert, ésta es una ilusión que nace de una concepción unilateral del
hombre, la que privilegia una de sus facultades a expensas de otras. La vida moral es
fundamentalmente conflictiva pues nos movemos entre valores no siempre conciliables (Rubert;
1999; 32-34). 5 efectividad del profesional, la entendemos, siguiendo la estela de los pensadores
griegos, como la capacidad de no ser esclavo de los propios deseos, de los
estímulos más inmediatos, para poder seguir las propias normas. Los pensadores
clásicos y escolásticos nos dicen que venciendo a las tentaciones y ejerciendo la
virtud contemplativa llegamos a una felicidad de mayor rango, espiritual.
En
términos modernos, afirmamos que es bueno supeditar los deseos vividos a los
deseos pensados, puesto que los segundos permiten alcanzar metas lejanas en el
tiempo, más ambiciosas que las inmediatas y necesarias, por ejemplo, en la vida
laboral. Además, vivimos en sociedad, gracias a la cual accedemos a ciertas
ventajas, pero esto nos obliga a guiar el comportamiento según ciertas reglas que
hacen posible el funcionamiento de la vida social.
Valores, reglas, virtudes
Tenemos que hablar, pues, de normas, valores y virtudes, temas polémicos
porque existen múltiples posturas en el debate sobre su origen y fundamento. El
tema de los valores aparece como esencial y cualquier ética aplicada no debería
desconocer las grandes líneas de los debates que se han generado en torno a la
posible existencia y al fundamento de valores universales2.
¿Cómo justificamos las reglas, principios y valores que deberían guiar el
comportamiento correcto? o para decirlo en los términos pedagógicos de F.
Savater, ¿por qué está mal lo que está mal?. A grandes rasgos y siguiendo la
síntesis del filósofo vasco (Savater; 1991; 25), las justificaciones pueden ser de
tipo religioso, filosófico (la regla procede de la razón), humanistas-individualistas
(nos conviene seguir reglas altruistas para satisfacer el egoísmo)3 o sociopolíticas
2
S. Covey afirma que “la capacidad de subordinar los impulsos a los valores es la esencia de la
persona proactiva” pero creo que presenta el tema de los valores sin profundizar en el conflicto
que entraña. En su obra “Los siete hábitos…” los valores son descritos de manera tangencial y
general (el trabajo, el esfuerzo, la familia, la calidad de un servicio).
3
F. Savater propone un ética humanista del amor propio, interesante para la ética profesional, que
surge de la constatación de un impulso vital (el conatus spinoziano) individual está en la base de la
6 (sin unas reglas no sobrevive la comunidad que nos protege) aunque se combinan
entre sí en muchos autores.
El problema, si se plantea desde una perspectiva moderna y cientifista, arranca
con la imposibilidad de extraer el “deber ser”, del “ser”. Ya Hume señaló que la
ciencia nos dice cómo es la realidad pero no cómo debería ser la conducta
humana. Hay un salto entre las proposiciones descriptivas y las normativas, más
inciertas las segundas que las primeras. Quizás por esa razón la enseñanza oficial
moderna se ha concentrado en transmitir sobre todo conocimientos teóricos y
tecnológicos. Y, como han señalado M. Weber y Z. Bauman, la tecnología, la
burocracia y la eficiencia instrumental moderna se caracterizan por un énfasis en
los mecanismos, en los medios separados de los fines (“limitar el problema de los
medios y liberar a los medios de los fines-ahora reconstruidos como restriccionesfue el fondo de la revolución moderna”, (Bauman; 2006; 216). De ahí que se
constate una carencia general de conciencia ética, ámbito que ya sólo casi solo es
concebible como perteneciente a la esfera individual y familiar.
No es fácil determinar los criterios morales pues “los términos con los que se juzga
moralmente un acto o persona no hacen sino dar cuenta de la adecuación o
inadecuación del mismo a la función, papel o destino que quien juzga atribuye al
responsable de dicho acto” (Rubert; 1996; 52). MacIntyre afirma que el
desconcierto moral de nuestro mundo moderno se debe en parte al abandono del
concepto de virtud clásico sustituido por una búsqueda fallida de normas que
fueran justificadas, no a partir de un telos, de una idea determinada de hombre,
sino con argumentos provenientes de los propios individuos (de su razón y
razón práctica. Así, “lo moral no es la obligación de restringir el amor propio sino el arte
consecuente de practicar su libre juego (Savater; ), se logran resultados altruistas pues para
alcanzar el reconocimiento de los demás (la buena vida humana) tenemos que reconocerlos a
ellos. Efectivamente la aceptación del otro fortalece el amor propio (por lo cual buscamos la
perfección y el altruismo), pero no siempre necesitamos la aceptación de todos los otros; también
ocurren situaciones en las que se puede imponer el propio interés (con poder, engaño…) sin
consecuencias negativas, a no ser la falta de perfeccionamiento simbólico (con lo estaríamos ante
una falta de ética construida desde fuera del amor propio).
7 sentimiento). Actualmente no sabemos exactamente cuál es la función, papel o
destino del hombre, pues somos muchas cosas al mismo tiempo (seres
racionales, hedonistas…) a no ser que, como MacIntyre, privilegiemos algunos de
nuestros rasgos para poder tener una unidad narrativa vital que de sentido a la
existencia. Este autor estudió durante muchos años la historia de la filosofía moral
y vio que el concepto que la idea de virtud ha tenido, grosso modo, tres
formulaciones esenciales. En su versión homérica, la virtudes (valentía, fuerza…)
reflejaban las cualidades necesarias para desempeñar un papel social (el
ciudadano-guerrero) y mostrar la excelencia en una práctica específica. En
Aristóteles y la escolástica la virtud permite avanzar hacia la consecución de un
telos humano o divino. Para B. Franklin las virtudes (entre las que nombraba el
ahorro, la pulcritud…) eran cualidades útiles para conseguir el éxito terrenal y
celestial.
Esta clasificación nos interesa porque la idea más antigua de virtud tiene mucho
que ver con las virtudes de lo que MacIntyre llama “prácticas”, categoría en la que
entrarían las actuales actividades profesionales. Por práctica “entenderemos
cualquier forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa,
establecida socialmente, mediante la cual se realizan los bienes inherentes a la
misma mientras se intenta lograr los modelos de excelencia que le son apropiados
a esa forma de actividad…” (MacIntyre; 1997; 233). Es decir, hay prácticas, como
ciertas actividades profesionales, que se asocian a los llamados bienes internos; la
salud en el médico, el aprendizaje en el maestro, la justicia en el abogado. Dichos
bienes se realizan solamente mediante esas prácticas y se oponen a los bienes
externos (dinero, prestigio…) que se obtienen en las mismas pero no son los que
dan sentido a la actividad. Cada práctica tiene sus modelos de excelencia y sus
reglas, dados por su tradición. La posesión de la virtud deriva de la capacidad
(adquirida mediante talento y aprendizaje) de hacer efectivos los bienes internos a
las prácticas en el marco de excelencia de cada una.
Hay virtudes más generales que conciernen a la mayoría de prácticas, algunas ya
han sido aquí señaladas como son la proactividad. Son virtudes como la voluntad
8 y la constancia, que se adquieren con la práctica y que son esenciales para la
consecución con el éxito. La voluntad, concepto que la psicología está
recuperando, puede entenderse como la determinación con la que perseguimos
un objetivo, la capacidad de elegir y mantener el propio comportamiento, de ser
fieles a una promesa, incluso cuando la motivación decae. En el camino al éxito,
nos señalan los manuales, es importante formular bien los objetivos de cualquier
actividad para que el empeño y voluntad no decaiga. Pero la clarificación de
objetivos supone un reto nada fácil para cualquier actividad compleja como es la
profesional. Dichos objetivos deben ser lo suficiente sólidos y atractivos, deben
estar bien conectados a las aspiraciones individuales más profundas y a valores
fuertemente internalizados en la persona, para que, en los momentos difíciles la
voluntad no claudique4. Hay técnicas para mejorar el comportamiento voluntario,
como el adecuado manejo de recompensas, no sólo externas sino internas, las
que uno se puede proporcionar cada vez que se acerque a la meta. Para ello es
importante una adecuada planificación de las actividades que nos llevarán al
objetivo, la confección de una agenda que contenga objetivos intermedios
necesarios y más asequibles. Todo ello ayuda a tener una evaluación positiva del
propio control sobre el problema, en definitiva, la confianza que, junto con la
constancia, la flexibilidad y la iniciativa, aparece como una virtud necesaria para
muchas la vida moderna en general, y la profesional en particular.
Junto al sentimiento de autoeficiencia, para mantener el equilibrio emocional es
necesario enmarcar la noción de éxito dentro de una valoración vital más amplia.
Muchos libros extienden la noción de éxito a la familia, amistad, con lo que se
aproximan al eudemonismo clásico. La felicidad a veces va más allá del éxito y
4
Aquí hay que ver dos procesos simultáneos. Por un lado, una meta puede motivarnos, activando
deseos (voluntad de ser efectivos o captados por el entorno por ejemplo) y ganas de actividad
conforme a valores. Por otro, son nuestros deseos y valores los que dan a la meta la capacidad
de seducirnos, de motivarnos (Marina; 1998; 56). Las personas reactivas esperan que la realidad
los motive, que aparezcan objetivos suficientemente poderosos para animarse a actuar. Las
proactivas tienen la capacidad de crearse ellas mismas metas seductoras o de implicarse por
entero en tareas que convierten en retos interesantes.
9 depende de otras variables. En este sentido, MacIntyre se pregunta por la posible
existencia de virtudes que colaboren en general a una vida buena, que incluya los
niveles sociales, emocionales, la consecución de bienes internos y
externos
dentro de una narrativa unitaria de lo que sería el telos humano. Y llega a la
conclusión de que “la vida buena para el hombre es la vida dedicada a buscar la
vida buena para el hombre y las virtudes necesarias para la búsqueda son
aquellas que nos capacitan más para entender más y mejor lo que la vida buena
para el hombre es” (MacIntyre; 1997; 271).
Valores profesionales
He señalado que una ética profesional en un sector concreto exige saber qué bien
interno se busca realizar. El sentido de una profesión y su legitimidad depende de
ello, es ahí donde se ubica la ética profesional. El profesional somete su conducta
a una regulación orientada por valores que pueden concretarse en un código
deontológico (palabra que proviene de deons deber) oficial (aprobado por un
Colegio profesional, cuya pertenencia es obligatoria), a normas tácitas que
comparte con sus colegas o a convicciones que definen el carácter de la profesión
frente a la sociedad. De hecho, la palabra “profesión” proviene del latín profesus,
participio de profiteri, que significaba declarar abiertamente, creer, afirmar,
“profesar” una creencia. De ella deriva “profeta” y “profesor”, quien enseña algo, y
“profesión”, actividad remunerada que se caracteriza por el vínculo con un cuerpo
de conocimientos y valores compartidos por una hermandad de colegas con los
que se comparte una preparación específica y grado académico. Las profesiones
más antiguas, Medicina, Derecho y Teología, eran aprendidas en las
universidades y” fueron las primeras ocupaciones no serviles que proporcionaron
a las gentes que no vivían de sus rentas o de sus dominios la posibilidad de vivir
honestamente sin tener que dedicarse al comercio o a una profesión manual; más
tarde se añadiría la carrera militar y la naval” (Fernández, Hortal; 1994; 14). En
10 tiempos más modernos se usa el término para referirse a todas las personas que
poseen “un amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de problemas
vitales, recurrentes pero no estandarizables”. (Fernández, Hortal; 1994; 30). Con
los criterios de dominio de la teoría y de actividad no estandarizable se excluyen
de la categoría de profesión a los oficios y a los empleados, algo con lo que
algunos no estarán de acuerdo. Lo significativo aquí es que al profesional lo guía
no sólo el espíritu de lucro sino los bienes internos a su práctica (la salud en el
médico, la funcionalidad y estética en el arquitecto, la eficiencia en el
administrador…), los cuales no puede ignorar sin caer en una falta de ética
profesional. El profesional defiende uno valores propios de la profesión, haciendo
pedagogía de ellos ante sus clientes. Hay en el concepto de profesión elementos
que no pertenecen al ámbito de lo comercial sino al vocacional y a un espíritu de
servicio que lo vincula con la ética cívica. El éxito del profesional no depende sólo
de su éxito económico, del número de clientes que tenga, sino de la aceptación de
su actividad por parte de sus colegas, únicos dotados de legitimidad para juzgarlo,
porque detentan el conocimiento necesario para hacerlo. Por otra parte, el respeto
al código deontológico propio no sólo obedece a la garantía de calidad que cada
profesión trata de ofrece a la sociedad, sino que sirve para reforzar una
responsabilidad que es la contrapartida de la autonomía que tienen los
profesionales (y sobre todo los profesionales liberales, que trabajan por cuenta
propia). Efectivamente, el profesional reclama un amplio campo de autonomía
para desempeñar unas tareas en las que debe definir problemas, reparar en los
datos relevantes y buscar soluciones usando técnicas intelectuales específicas
que el cliente desconoce; usando la intuición que le da su experiencia (el “ojo
clínico” del médico), la creatividad o la inteligencia emocional y ética cuando se
enfrente a casos de dicha naturaleza. Esa autonomía que deriva de un “saber
esotérico” que se adquiere en el proceso de socialización dentro de la profesión
exige pues la fuerte internalización de códigos éticos, ya que el cliente debe estar
seguro que el profesional no se va a aprovechar de su ignorancia. Por ello, hay
11 unos límites al principio de utilidad y beneficio en las profesiones5, aunque no
dejan de ser éstas actividades que tienen un sentido lucrativo, y el profesional,
sobre todo cuando trabaja por cuenta propia, no puede dejar de tener nociones de
economía y mercadotecnia. “La salud no tiene precio pero sí un costo” es una
frase que emplean los gestores de la medicina que son conscientes de la
necesidad de cuidar las cuentas para que un servicio valioso pueda existir.
Ética profesional y economía
Efectivamente, las profesiones necesariamente pertenecen al mundo económico
presente, en el que rige la lógica del mercado y la maximización en el ciclo
producción-consumo6. En este contexto el profesional muchas veces se pregunta:
¿puedo ser al mismo ético y económicamente efectivo?, interrogante que surge
de otro: ¿es el mundo económico opuesto a la ética? Es común la creencia de
que “el negocio es el negocio” (por eso, hay que separarlo de la amistad y de
otros valores). Popularmente se cree que mientras las relaciones humanas se
guían por el afecto y la solidaridad, en el mundo del trabajo el criterio es el dinero y
el modo de operar la competencia, que es lo que lleva a la productividad, fin
económico distinto del fin ético7. También hay autores que sostienen que la
economía (y el capitalismo) no puede tratar de lo moral, porque pertenece al orden
5
O en relación al principio legal-instrumental de la burocracia. “Frente al ethos burocrático de quien
se atiene al mínimo legal, pide el ethos profesional la excelencia, porque su compromiso
fundamental no es el que les liga a la burocracia, sino a las personas concretas, a las personas de
carne y hueso, cuyo beneficio da sentido a cualquier actividad e institución social.” (Cortina
2000,28).
6
Hay varios textos que enfatizan este aspecto. “La profesión presenta en primer término un
carácter marcadamente económico, puesto que la economía también se refiere a las necesidades
humanas y al modo de satisfacerlas. En efecto, las profesiones se desarrollan en el campo de la
economía, obedecen a causas económicas y producen efectos de la misma clase.” (Álvarez; 1957:
171).
7
J. Ciulla opina, siguiendo a M. Fox, que esta postura puede llevar a las personas a una vida
esquizofrénica, con individuos moviéndose entre dos sistemas de valores opuestos según estén el
lugar de trabajo o en sus casas (Ciulla, J.; 2004, 29). 12 científico-técnico. El filósofo francés A. Comte-Sponville dice que “no es la moral la
que determina los precios sino la ley de la oferta y la demanda, no es la virtud la
que crea valor sino el trabajo” (Comte-Sponville; 2004; 92). Dejando de lado su
concepto antiguo y erróneo del valor (dado también por otras variables como la
escasez o la utilidad marginal que obtiene el consumidor), y que el trabajo puede
verse como una virtud, hay que reconocer que la ley del mercado, con su
objetividad y funcionamiento espontáneo, ha dado lugar a la creencia en una
esfera económica independiente de la voluntad de las personas concretas. Para
varios autores dicha ley es sólo un modelo al que se aproximan algunas
realidades económicas (porque pocas veces hay competencia e información
perfecta). De hecho, Adam Smith, el padre fundador de la economía moderna, no
pensó los mecanismos económicos independientemente de los sociales y
morales, como posteriormente harían los economistas llamados neoclásicos.
Desde su obra Teoría de los sentimientos morales, Smith se preocupó por
perfeccionar aquellos sentimientos que podían mejorar la vida social, entre ellos
los implicados en el intercambio económico. Vio, como Mandeville, que a partir
del interés individual (obvio en el mundo económico) se podía llegar,
paradójicamente, a un mayor bien público, una mayor riqueza, gracias al
mecanismo de la competencia. Se trata de un planteamiento alejado de la moral
kantiana (cumplir el deber por el deber mismo), pero no muy lejano a la ética del
amor propio; el egoísmo puede dar lugar al altruismo. Los beneficios que obtienen
las empresas requieren que se satisfagan necesidades concretas mediante
actividades que suponen un valor añadido en la cadena productiva general. Podría
debatirse hasta qué punto estamos en el ámbito moral, cuando se está llegando a
un bien por medio de prácticas sin intención ética. En el terreno que nos incumbe,
sin embargo, es válido hablar de un “profesional de la economía” cuando éste
defiende un valor específico que es la riqueza, pensada no sólo individualmente
sino colectivamente, pues la riqueza promueve el bien común. En la actual
sociedad de la información, la riqueza no es sólo producir cosas, sino servicios y
valores intangibles, incluidos los éticos. Hay compañías que, para cuidar su
imagen corporativa, promueven campañas humanitarias. La idea de riqueza
13 misma es una idea plenamente insertada en los valores y los especialistas en
marketing así lo reconocen8.
Interdependencia
Como vemos, el mundo económico está conectado a lo social por lo que participa
de las características propias de la vida en comunidad, entre ellas la existencia de
valores. Los negocios necesitan una seguridad que vaya más allá de la legal.
Sabemos que la confianza está en la base del desarrollo del capitalismo; los
países con alta inseguridad son también países con más dificultad de crecimiento
económico. En cuanto a la producción, la actual gestión corporativa orientada al
cliente y la complejidad económica actual pide que las empresas tengan multitud
de vínculos, trabajen en red9, así que el profesional cada vez trabaja cada vez
más en una realidad interdependiente (el perfil decimonónico de los “notables”
que trabajaban en solitario un despacho ya casi no existe). Hay autores que
señalan que su éxito depende en gran medida de la construcción de sus
relaciones.
La interdependencia, base de la división del trabajo, posibilita un aumento
geométrico de la productividad. Pero también entraña muchas dificultades a las
que nos podemos enfrentar si desarrollamos nuestra inteligencia emocional, una
de las competencias personales más importantes en la “empleabilidad” actual. D.
8
Los mercadólogos nos dicen que el cliente no compra sólo un producto, un servicio, una calidad,
experiencia o especialización (todo ello se asume que la marca lo cumple). El cliente en realidad
quiere establecer una relación exitosa con otro ser humano que comprenda su preocupación y que
sea honesto. Está comprando una relación de confianza que tiene una base profesional que al
sustenta, la mantiene y al desarrolla.
9
Dalla Costa afirma que “todo sistema de complejidad análoga a la de un ecosistema implica una
multitud de interacciones de las cuales la competitividad sólo es una” (Dalla Costa; 1999; 66). En la
naturaleza coexisten la competencia con la cooperación, reciprocidad, parasitismo…Dalla Costa
está de acuerdo con E. Wilson en la idea de que, desde el individualismo darwinista, se ha
sobredimensionado la selección natural, lo genético (lo vertical) en detrimento de lo ecológico (lo
horizontal), aquello que tiene que ver con las condiciones en las que se da la competencia, el
complejo sistema de interdependencias sin el cual no existe la posibilidad de selección natural.
14 Goleman define la inteligencia emocional como “la capacidad de reconocer
nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y
manejar las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos”
(Goleman; 1997; 29). Los sentimientos ya no son, como creían los románticos, el
camino a lo irracional sino que integran bloques enormes de información que
incluyen evaluaciones sobre las posibilidades de los proyectos personales
(Marina; 1997; 81), por lo que colaboran eficazmente a enfocar intuitivamente
problemas que el razonamiento consciente no consigue solucionar. Asimismo, el
reconocimiento de las propias emociones permite el autocontrol, el de las de los
demás permite la relación. Si estamos de acuerdo con la literatura moderna de
gestión en que hay que enfocar la interdependencia con el paradigma de
negociación “ganar-ganar” debemos saber qué quiere uno (lo cual se logra
trabajando la conciencia emocional, y las virtudes individuales de proactivdad en
valores y objetivos) y saber qué quieren los demás. Ahí se hace necesario ser
empático, saber escuchar y entender las necesidades del otro, del compañero de
trabajo10. O del cliente porque
de esa comprensión saldrá el concepto del
producto o servicio exitoso. La conciencia emocional también permite detectar
fortalezas y carencias propias, y por lo tanto el aprendizaje continuo y la confianza
necesaria para ser proactivo e innovador. A estas competencias, muy valoradas
en el mundo laboral, hay que añadir la capacidad de comunicación. Comunicar de
manera precisa y valiente lo propio y ser respetuoso para comprender al
interlocutor aparece, así, como una de las claves de una interdependencia
efectiva11. Ciertamente, en
los sistemas económicos de producción masiva
10
Parte de la ética moderna arranca con el hecho natural de la empatía (simpatía en A. Smith), la
cual, perfeccionada, puede dar lugar a las regla morales. “Nos es dable juzgar sobre la propiedad o
impropiedad de los sentimientos ajenos por su concordancia o disonancia con los nuestros” (Smith;
2004; 45).
11
A la hora de trabajar en equipo “invertir emocionalmente en otros, tenerlos en cuenta,
comprenderlos, es la base de las relaciones de confianza que posibilitan equipos de trabajo
sólidos” (Covey; 2010; 230). Estudios sobre empleabilidad nos dicen que las empresas piden
experiencia y conocimientos, algo que con lo que cumplen numerosos candidatos a los puestos de
trabajo. Lo que termina por inclinar la decisión de contratar o ascender en la escala profesional son
las cualidades relacionadas con la inteligencia emocional (actitud positiva, capacidad de
15 (fordismo), pueden llegar a funcionar los enfoques autoritarios, pero no en los
sectores donde se requiere calidad, en los que se necesita que el empleado se
involucre personalmente en lo que hace, trabajando no sólo por un salario sino por
motivado por la satisfacción de la excelencia. El comportamiento ético se presenta
en las empresas como una solución más eficaz que el control permanente del
rendimiento laboral, más costoso. Es ahí donde funcionan los liderazgos que
crean ambientes de trabajo con altos niveles de responsabilidad y motivación.
Ver el mundo como escenario cooperativo es parte de una actitud cada vez más
necesaria en la actual sociedad del riesgo, con problemas ecológicos y
económicos globales que sólo se pueden gestionar combinando el enfoque global
con el local. Ya señalamos la relevancia simbólica que pueden lograr las
empresas que se involucran en labores humanitarias y ecológicas. Lo que obtiene
el profesional que desarrolla este tipo de sensibilidad es un aumento de su nivel
de compromiso, desarrolla su capacidad de pensar en a largo plazo y se motiva
por los valores positivos dados por el significado ético de su profesión.
Aplicación
Una materia con contenido humanístico siempre es difícil de impartir en carreras
que tienen una orientación tecnológica. Por ello, hay que hacer explícita su
importancia ante los alumnos y el primer tema del programa debe incluir este
punto. La inclusión de temas éticos en el plan de estudios de una carrera como
ingeniería, arquitectura o diseño se justifica no sólo desde la misión de nuestra
universidad (en la que figura la formación de profesionales con valores) sino por
las competencias que piden hoy las empresas a los trabajadores. En el mundo
laboral, los aspectos técnicos están siendo cada vez más automatizados e
persuasión, de resolución de conflictos, liderazgo…) junto con conocimientos complementarios que
elevan el perfil profesional: idiomas, dominio de tecnología…(Castillo; 2000; 107). 16 insertados
en
procesos
productivos
ya
confeccionados.
El
profesional
contemporáneo, sostienen varios expertos en recursos humanos, es valorado por
sus conocimientos en un área
pero también por cualidades más intangibles,
relacionadas con su inteligencia emocional, la cual es fundamental para
desarrollar una intuición que permita saberse desenvolver en situaciones humanas
complicadas. La formación ética, en este sentido, con su exigencia para pensar
implicaciones, contraponerlas y encontrar argumentos de apoyo a soluciones,
desarrolla capacidades (comprensión, flexibilidad, visión) a un nivel muy valorado
por los gestores.
La reflexión sobre un tema tan delicado como los valores, por la diversidad de
posturas encontradas que despierta, ayuda a enfrentar la complejidad y la
ambigüedad, rasgos cada vez más presentes en el mundo económico actual. La
dificultad teórica del tema requiere abordarlo con rigor (con los interrogantes
debidamente secuenciados). Su lado práctico exigirá una flexibilidad para poder
desplegar un tratamiento creativo frente a la incertidumbre, habilidad que se
adquiere con la experiencia pero que puede empezar a ejercitarse en clase con
ejemplos y varios apartados del programa que incluyan análisis de casos.
La inclusión lecturas y debates de Ética general me parece apropiada a partir de
esta reflexión. Dicho esto, la intención y del programa es no sobrecargar este eje
temático. La novedad y mejora que propongo es justamente trabajarlo siempre en
relación a las habilidades y virtudes que se le suponen a buen profesional. El hilo
del programa no se somete a la división disciplinar sino que sucede lo contrario. A
partir de unas preguntas y asuntos que surgen de la investigación sobre lo que
debemos hacer para encontrar trabajo y ser buenos profesionales (inquietud
esencial de los alumnos) se someten a análisis las propuestas de las distintas
disciplinas. Los aportes filosóficos vienen a enriquecer el debate sobre situaciones
y capacidades importantes en cada una de las fases del desarrollo profesional,
incluida la fase de búsqueda, de clarificación de objetivos y planes de vida, que es
importante para los futuros egresados. Hablamos de libertad para entender y
fundamentar la proactividad, tan útil para ver soluciones donde otros ven
17 realidades cerradas. La autonomía y las teorías del deber surgen como
explicaciones a la necesidad de autocontrol y voluntad para lograr los objetivos a
largo plazo que nos proponemos como futuros licenciados. El éxito es el anhelo de
muchos alumnos, por lo que es bueno discutir sus implicaciones, las capacidades
que exige situándolas dentro del marco una reflexión más amplia sobre el tema
de las virtudes, pues existen otros enfoques sobre lo que es la “buena vida”, y la
cultura anglosajona del éxito no debe hacernos olvidar toda la tradición de
pensamiento clásico en torno a la felicidad.
Sobre este punto, me pareció que se podía aprovechar, debidamente escogida y
analizada, un tipo de bibliografía muy socorridas por el público: la literatura sobre
el éxito profesional, alguna vinculada al mundo de la gestión empresarial, otra a la
autoayuda. Algunos académicos rechazarían este tipo de fuentes, que tienen, sin
embargo, la virtud esencial de responder a las inquietudes cotidianas de muchos
profesionales y la de ser claros en sus propuestas. En nuestro caso, consideré
que para motivar a los alumnos se podía partir de algún texto consagrado sobre el
éxito y someterlo a debate, viendo en qué aspectos se quedaba corto y proponía
soluciones o recetas demasiado simples. De modo natural se fue trazando un
recorrido desde la Ética General a la Ética aplicada, paso que en la mayoría de
programas se presenta como una división muy artificial.
La ética de profesionales dada por la búsqueda de sus bienes internos,
lógicamente es un tema central del programa, pero su aprendizaje es más eficaz
si se efectúa a partir del debate previo sobre normas y virtudes. La recuperación
de la idea de virtud a partir de la renovación del enfoque clásico de MacIntyre era
muy interesante para tener el adecuado contexto de la ética profesional y enlaza
con las teorías de la voluntad y motivación de la psicología moderna. Avanzamos
hacia proyectos de vida, trazados colectiva e individualmente, con inteligencia
creadora (aquí la influencia del filósofo-psicólogo español J. A. Marina es clara),
que son los que determinan las virtudes necesarias para lograrlos. Ver la
importancia de la satisfacción que da la consecución de objetivos dados por
valores es uno de los objetivos de la materia. También lo es dibujar el panorama
18 general en el que se mueven los profesionales y las empresas de hoy, con la
necesidad de ética.
Los últimos temas abordan estos aspectos más prácticos del programa. En este
sentido, es interesante considerar que, a excepción de carreras como
Administración, Economía, Derecho o Mercadotecnia, en numerosos planes de
estudio no hay materias que traten específicamente asuntos relacionados con el
mundo laboral. Los arquitectos, diseñadores, ingenieros o educadores aprenden la
realidad de la empresa de modo abrupto, en el momento mismo en el que trabajan
en ella, o a través de diplomados y maestrías que complementan su formación y
les ayudan a adquirir responsabilidades organizativas en sus trabajos presentes o
futuros. Somos muchos académicos los que opinamos que es bueno que en la
misma carrera se entre en contacto con estos contenidos. Ética Profesional,
cuando no existen otras oportunidades, es una materia que puede incluir temas
(liderazgo, ética en la gestión de recursos humanos, competencia laborales….)
que ayuda a los alumnos a conocer el contexto económico y laboral en el que se
desarrollarán. De nuevo es importante hacer ver el papel que llega a tener ética en
la empresa, pues existe la idea preconcebida de que en el trabajo sólo intervienen
aspectos técnicos. La discusión de casos y dilemas que se presentan en la vida
cotidiana corporativa ayuda a esta labor, casos que se pueden extraer de la
prensa o de obras como la de A. Ibáñez en la que se proponen varias situaciones
laborales conflictivas junto con una o varias soluciones posibles (Ibáñez; 2008):
¿es lícito ocultar condiciones dañinas de un producto al comprador? ¿dar
información a la competencia a cambio de un mejor contrato? ¿Contratar al
familiar o amigo poco calificado? ¿Denunciar ante el jefe al colega que incurre en
un error o falta? En este manual de decisiones difíciles para recién licenciados
vemos que hay que evaluar cada situación en función de todos los elementos que
intervienen, los principios que entran en juego (eficiencia, lealtad, legalidad,
compromiso), sin olvidar lo que el curso ha puesto de relieve: se vulnera al ética
profesional cuando se pone en riesgo lo fundamental de la profesión, su bien
interno o valor propio (salud, funcionalidad,…). Finalmente, como se ha dicho, la
19 vida moral moderna es conflictiva porque hay una pluralidad de valores que llegan
a entrar en conflicto entre sí y hay que enfrentarla ejercitando todas las
habilidades cognitivas y emocionales que disponemos. Otro ejercicio que obliga a
ejercitar estas habilidades es la confección de una estrategia de vida propia, con
objetivos a corto y largo plazo, y una agenda de actividades que se corresponda
con ella. Evidentemente, todo plan de vida es abierto y flexible, pero meditar unos
minutos sobre estas cuestiones es positivo, sobre todo si hace junto con otros
ejercicios como son la elaboración de una tabla de carencias y fortalezas propias,
asunto delicado pero que mejora la conciencia emocional.
El curso quedaría incompleto sin la discusión de problemas globales como son los
ecológicos, los bioéticos, los referidos a la pobreza y la exclusión, o a las nuevas
tecnologías. Ahí es interesante que el debate sea muy abierto y que se discuta
cómo pueden las profesiones colaborar en la posible solución a dichos problemas.
Si los alumnos son de la carrera de arquitectura, por ejemplo, se puede pensar
colectivamente acerca de los vínculos que puedan tener los bienes internos de la
arquitectura con los valores requeridos para la mejorar el conflicto global;
sostenibilidad, recuperación de la diversidad cultural en las construcciones…Se
establecen así puentes interesantes entre los valores propios de cada profesión y
los valores cívicos contemporáneos.
Programa
1. Necesidad y utilidad de la reflexión ética
2. Libertad y proactividad
3. La autonomía
3.1 Valores vividos y valores pensados
20 3. 2 Teorías del deber: conflicto en la objetividad de los valores
3. 3 Tipo de virtud. La voluntad.
3. 4 Felicidad versus éxito
8. Los valores profesionales
8. 1 Concepto de profesión
8. 2 Bienes internos y bienes externos
8. 3 El código deontológico
8. 2 Profesión y economía
9. Ética e interdependencia en el mundo laboral
9. 1 Enfoques de negociación y de relaciones laborales
9. 2 Competencias laborales de inteligencia emocional
9. 4 Problemas en las relaciones laborales.
10. Estrategias de vida, fortalezas y debilidades propias, elaboración de un cv
11. El profesional y los problemas éticos globales
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