El Códice Aleppo - El Templo de Salomón

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El Templo de Salomón
El Códice Aleppo
El Codex Aleppo o Códice de Alepo (en hebreo: Û¶¼ê¶è вè¸Ý æչѸÐ, Keter Aram Tsova) es el mas antiguo y completo
manuscrito del Tanaj , confeccionado por el respetado erudito masoreta Aaron ben Moses ben Asher. Datado de 930
d.C., cerca un tercio de él, incluye casi toda la Torá. Se lo considera el manuscrito original de mayor autoridad
masoreta , que según la tradición familiar, estas Escrituras Hebreas fueron preservadas de generación en generación. Así
el Códice de Alepo es visto como fuente original y la mayor autoridad para el texto bíblico y los rituales judíos. Este probó
haber sido el texto más fiel a los principios de los Masoretas. El Códice de Alepo tiene una larga historia de consultas
por las autoridades rabínicas. Los estudios modernos lo muestran como la más exacta representación de los principios
masoréticos que pueden ser encontrados en todo el manuscrito, conteniendo poquísimos errores entre los millones de
detalles ortográficos que componen el texto masorético. Las consonantes usadas en el Códice fueron recopiadas por el
escritor Shlomo ben Buya'a en Israel, el año 920. El texto fue vocalizado con puntos concordantes con el estilo
masorético por Aaron ben Moses ben Asher. Ben Moses fue el último y mayor miembro prominente de la dinastía de
Ben-Asher, que dio forma a la versión más exacta de la Masora y, consecuentemente, del Tanaj. El Códice de
Leningrado, que data aproximadamente al mismo tiempo en que el Códice de Alepo, fue reivindicado ser una obra escrita
por Ben-Asher. El Códice de Alepo fue el manuscrito usado por el rabino y académico Maimónides (1135-1204) cuando
estableció los parámetros exactos para la escrituras de los rollos de la Torá, de Hilkhot Sefer Torah (“las leyes
de los rollos de la Tora”.) en su Mishneh Tora. En la actualidad se realiza una búsqueda en cuatro continentes
para encontrar las páginas perdidas de uno de los textos religiosos más importantes del mundo: una Biblia en hebreo
de mil años de antigüedad conocida como El Códice de Aleppo. Los cruzados se apropiaron de esa Biblia para exigir
rescate, el fuego casi la destruyó y según una versión, fue contrabandeada a través de las fronteras de Medio Oriente
oculta en una lavadora. Pero en 1958, cuando la Biblia llegó finalmente a Israel, 196 páginas habían desaparecido,
alrededor de un 40 por ciento del total. Para algunos estudiosos del Antiguo Testamento, esas páginas desaparecidas
se han convertido en una especie de santo grial. (Según la mitología cristiana, el Santo Grial es el plato o copa usado
por Jesús en la Última Cena, del cual se dice que posee poderes milagrosos). Investigadores que representan al
custodio del manuscrito en Jerusalén dicen que tienen algunas pistas sobre parte de las páginas desaparecidas, y que
se hallan cercanas al objetivo de completar en su totalidad el manuscrito. El Códice de Aleppo tal vez no sea tan
famoso como los Manuscritos del Mar Muerto. Pero para muchos eruditos, es inclusive más importante, pues es
considerado la edición definitiva de la Biblia judaica. La clave para encontrar las páginas perdidas podría radicar en la
diáspora de judíos que se radicaron en Aleppo, Siria, donde el manuscrito fue guardado durante siglos en un arcón de
hierro de una sinagoga. Un punto crucial en su historia se registró tres días después que las Naciones Unidas
aprobaron una resolución en 1947 aceptando la creación del estado de Israel. Una turba siria, indignada ante la resolución,
quemó la sinagoga hasta los cimientos. Los judíos de Aleppo rescataron el Códice, pero en los años siguientes la
comunidad, integrada por unas 10.000 personas, se vio obligada a abandonar Siria, rumbo a diferentes partes del
planeta.
Los expertos creen que los judíos de Aleppo tendrían en su poder algunas de las páginas desaparecidas, en
tanto otras habrían sido adquiridas por comerciantes de antigüedades. Dos fragmentos han aparecido: una página
completa en 1982, y un trozo más pequeño el año pasado que había sido portado durante décadas por un residente
de Brooklyn, Sam Sabbagh, como amuleto de la buena suerte. Cuando el Códice llegó a Israel hace 50 años, fue
entregado a Izhak Ben-Zvi, entonces el presidente de ese país, y un experto en comunidades judías del mundo islámico.
Aunque el manuscrito se halla en el Museo de Israel, junto con los Manuscritos del Mar Muerto, el Instituto Ben-Zvi
fundado por el fallecido presidente continúa siendo su custodio legal y respalda la nueva búsqueda. Esfuerzos
previos, incluidos algunos realizados por diplomáticos israelíes y por agentes del Mossad, el servicio secreto israelí,
fracasaron. La nueva búsqueda ha reclutado a un pequeño grupo de judíos de Aleppo, capaces de ganar la confianza
de la comunidad, y ha redituado información sobre el destino de algunas piezas específicas y acerca de las personas que
las tienen en su poder, dijo Zvi Zameret, director del Instituto Ben-Zvi. Zameret informó que la búsqueda se lleva a cabo
en América del Norte, del Centro y del Sur, en Israel y en Inglaterra. "De acuerdo a los rumores, no sólo hay pequeños
fragmentos sino capítulos enteros, y eso ha causado gran entusiasmo", dijo Adolfo Roitman, curador del Museo de Israel
a cargo del manuscrito. El Códice, 491 páginas de pergamino de unos 30 centímetros de largo por 25 centímetros de
ancho, fue trascrito alrededor del 930 de nuestra era por el escriva Shlomo Ben Boya'a, en Tiberíades, en el mar de
Galilea. Fue editado por un famoso erudito de esa época, Aaron Ben-Asher. La conclusión del manuscrito señaló el fin de
un proceso de siglos destinado a crear el texto definitivo de la Biblia hebrea. Perteneció a la comunidad judía de
Jerusalén hasta que fue robado por los cruzados que capturaron y saquearon la ciudad en 1099. Tras pagarse un
rescate, el manuscrito fue llevado a El Cairo, donde fue usado por el filósofo judío Maimónides, quien declaró que era la
copia más precisa del Antiguo Testamento. "Para decirlo en pocas palabras: el proceso de ensamblar totalmente el
texto de la Biblia concluyó con el Códice", dijo Rafael Zer, del Proyecto de la Biblia de la Universidad Hebrea, en
Jerusalén. Es difícil determinar cómo el Códice llegó a Aleppo, en el norte de Siria. Algunos eruditos creen que fue llevado
a ese país por un descendiente de Maimónides a fines del siglo XIV. Allí fue guardado por los judíos como su posesión
más preciosa, y su talismán. Pero el 2 de diciembre de 1947, una turba incendió la sinagoga. Luego circularon rumores
de que los judíos de Aleppo se apresuraron a salvar algunas páginas de las llamas. Las páginas desaparecidas nunca
más han sido vueltas a ver, salvo dos excepciones. Una página del Libro de las Crónicas sobrevivió en el apartamento
neoyorquino de una mujer de Aleppo, y fue entregada por sus familiares en 1982. Otro fragmento sobrevivió en la
billetera de Sabbagh, otro exiliado de Aleppo radicado en Nueva York, que lo laminó con plástico y lo usó como amuleto
de la buena suerte. El año pasado, tras la muerte de Sabbagh, su familia llevó el fragmento a Jerusalén. Uno de los
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hombres que rescató páginas de la Biblia era Mourad Faham, que ingresó en la sinagoga disfrazado de beduino y encontró
el grueso del manuscrito en el piso, según narró su nieto, Jack Dweck. Dweck, un empresario radicado en Nueva York,
donde vive una de las mayores comunidades de judíos procedentes de Aleppo, dice que en su opinión, las partes
desaparecidas existen. "Creo que hay una gran pieza (del manuscrito) en alguna parte, esperando a ser hallada", dijo.
(Artículo aportado por Mary-Su Sarlat )
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