Breve historia de los ex libris Aunque los vestigios que nos han llegado del pasado son, obviamente, escasos, es lógico pensar que el exlibris nació con el propio libro puesto que su función principal siempre fue identificar al propietario del volumen e intentar persuadir, así, a los amigos de lo ajeno. Los ex libris de la Antigüedad Según todos los especialistas, el primer exlibris conocido –conservado en el Museo Británico de Londresperteneció al faraón Amenofis III y a su esposa Tyi. Estamos hablando del apogeo de la civilización egipcia (1405-1370 a J.C.) con su afán por conservar el saber en delicados rollos confeccionados con los papiros que crecían a la orilla del Nilo, la misma civilización que en el siglo III a. C. crearía, bajo la influencia de la cultura griega, la mítica biblioteca de Alejandría. El exlibris en cuestión es una pequeña tablilla de loza azulada que, se supone, se ataba al extremo de los rollos. También en el Museo Británico se conserva una tablilla de barro rescatada de la excavaciones realizadas en Níneve, en la biblioteca del Rey Assurbanipal (siglo VI a. C.) en la que se lee en caracteres cuneiformes que el resto de las tablillas allí depositadas – las cuales se cuentan por millares- pertenecieron al mítico rey babilonio. Exlibris en los códices miniados medievales Después de estos remotos antecedentes tenemos que esperar a la Edad Media con su producción de códices en pergamino pacientemente manuscrito y, en ocasiones, brillantemente miniados. Los exlibris más fascinantes de esta época son, precisamente, hispanos en los que se aprecian un claro influjo tanto del arte bizantino como del mozárabe. En un estudio llevado a cabo por el profesor Jesús Domínguez Bordona, se datan los más antiguos en el siglo VIII de nuestra era y, en ellos, siguiendo el esquema de las alfombras orientales, se insertaban las palabras en recuadros, rombos, rectángulos... dispuestos en vertical, horizontal y cruzadas donde podían leerse el nombre del propietario. Y aquí tenemos que recordar que en aquella época, por el alto coste de ejecución, los libros estaban realizados exclusivamente para los reyes, la nobleza o los altos dignatarios de la Iglesia. Los ex libris en los primeros años de la imprenta Exlibris de Ungt y Polono Sevilla, 1498 Con el invento de la imprenta de tipos móviles a mediados del siglo XV por el alemán Johan Gutenberg, hecho de todos sabido y conocido, el libro comienza a dar sus primeros pasos democráticos: sale de los monasterios y de las bibliotecas reales para pasar a formar parte del patrimonio cultural de la entonces emergente burguesía, ávida de conocimientos, de novedades y de una nueva filosofía más centrada en el hombre. A modo de exlibris, en estos primeros años en los que comienzan los incunables a abrirse camino, se opta por marcar a fuego los cantos de los libros, práctica que fue pronto abandonada por no ser muy respetuosa con los ejemplares. Es ahora cuando nace el exlibris propiamente dicho y no podía ser en otro lugar que Alemania, cuna de la imprenta y patria de las nuevas ideas religiosas. Es aquí donde dieron las mejores muestras de este arte haciendo cierta esa máxima que defiende la calidad entre la mayor cantidad (por un simple cálculo de probabilidades). Durante los siglos XV y XVI trabajaron por tierras germanas artistas que revolucionaron el arte universal, artistas de la talla de Durero, Lucas Cranach, Holbein... Las innovaciones técnicas que introdujo el primero de ellos en cuanto al grabado xilográfico se refiere –recordemos las ilustraciones para El Apocalipsis de San Juan, hito del libro ilustrado- fue de un refinamiento estilístico que aún hoy en día es de difícil superación. Exlibris de Carlos Amorós, 1525 Por supuesto, todos estos exlibris se engloban en el tipo denominado “arcaico” o “heráldico”, blasones o escudos nobiliarios o de dignidad eclesiástica de los que los propietarios de los libros gustaban tanto hacer ostentación. Este tipo de exlibris fue el que se estuvo haciendo por toda Europa prácticamente hasta finales del siglo XIX y principios del XX con el advenimiento de la corriente artística denominada Modernismo. © Candela Vizcaíno Los ex libris desde la imprenta al modernismo Calcografía finales S.XIX Como es de suponer, e hilando con lo decíamos ayer, el primer exlibris de etiqueta (el impreso sobre papel en una hoja exenta) que se conoce en Europa corresponde al tipo heráldico grabado para los libros que el monje Hildebrando de Branderburg de Biberach donó al Monasterio de Buxheim y que está datado entre 1470 y 1480. De la misma tipología es el de Francisco de Tarafa (una xilografía fechada en 1568) y que es considerado, hasta que no se encuentre otro anterior, como el primer exlibris de etiqueta para un titular español. Posterior –y hacemos mención sólo por los personajes implicados- es el realizado por Francisco de Goya para su amigo ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos y cuyo original se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. La bibliofilia hasta el Siglo XIX Con más o menos altibajos en la calidad y en la cantidad de la producción fue lo que se vino haciendo hasta el siglo XIX, cuando con el abaratamiento de los costes de producción, la ascensión al poder de la burguesía urbana y la creación de las primeras bibliotecas públicas aparecen dos fenómenos distintos pero ambos tan entrelazados entre sí que no se entiende el uno sin el otro: por un lado, un volumen de libros nunca visto hasta entonces inunda las librerías y las suscripciones por correo de los periódicos y revistas y, por otro lado y en parte por reacción a este fenómeno de masas, la creación de exquisitas ediciones para bibliófilos. Y es en este grupo donde se encuadra el nacimiento del exlibris moderno que, con más o menos altibajos en su producción y coleccionismo –debido, sobre todo, a crisis económicas y a conflictos bélicos- ha sobrevivido hasta nuestros días. Es ahora cuando se abandona el exlibris heráldico para adoptar el alegórico mucho más rico en matices artísticos. Calcografía fnales S. XIX Los orígenes del movimiento internacional conocido como modernismo se encuentran en la atmósfera decadente de la Inglaterra victoriana bajo la influencia de la corriente artística conocida como “Arts and Crafts” cuyo lema era la revitalización de las artes tradicionales abandonadas por la incipiente y creciente producción industrial y seriada. En lo tocante a las artes del libro, fue el estampador de telas William Morris con sus trabajos salidos de su imprenta –Kelmoscott Press- quien sentó las bases para las ediciones de bibliofilia modernas con sus obras impresas al viejo estilo de Gutenberg (con tipos grabados ex-profeso) en tiradas cortas sobre buen papel. A partir de aquí –aunque en la Edad Media y en el siglo XVIII se realizaron libros de una calidad tan excepcional que han devenido en objetos de arte- se extendería por toda Europa la idea del libro como un objeto artístico; es decir lo que es conocido entre los iniciados como edición de bibliofilia. Los ex libris modernistas Si el libro podía ser considerado un bien artístico, no podía ser menos las marcas de propiedad del mismo. Empiezan, pues, los artistas de todo el continente (también tímidamente en América y Japón) a diseñar bellísimos exlibris para los pujantes coleccionistas burgueses y sus bibliotecas abarrotadas de volúmenes haciendo ostentación de saber y pujanza económica a partes iguales. Exlibris de José Triadó Se abandonan prácticamente los motivos heráldicos y se adoptan los mismos esquemas que caracterizan al movimiento con un predominio de lánguidas y hermosas jóvenes en grandiosos parajes naturales, volutas y roleos y todas las alegorías conocidas de la sabiduría y la lectura sobre abigarrados fondos florales. En España trabajaron artistas de gran talla internacional como Alexandre de Riquert, Triadó o José Mª Sert y se publicaron catálogos y estudios sobre exlibrismo en la línea de calidad inaugurada por la imprenta de Morris y sus seguidores. Desde finales del Siglo XIX hasta las primeras décadas del XX se realizan magníficos ex libris, cuya calidad solo ha sido superada por los artistas contemporáneos. © Candela Vizcaíno