EL ARTE DEL RENACIMIENTO El Renacimiento es un período cultural que, hacia el año 1400 se empieza a desarrollar en Italia, donde se consolida a lo largo del s, XV (quattrocento) y, alcanza su plenitud en el s XVI (cinquecento), al tiempo que empieza a difundirse por el resto de Europa. Los principios que definen este movimiento artístico (razón, secularización de la sociedad y el conocimiento de la naturaleza) venían anunciándose desde mucho antes en los denominados “renacimientos” medievales. Pero es ahora cuando esos rasgos se convierten en partes integradas de un sistema global. Gracias a la imprenta se produjo una popularización y generalización de la cultura. El acceso al pensamiento escrito acercó el saber y el conocimiento a la sociedad, que pudo crear una conciencia crítica con las verdades absolutas dominantes hasta entonces. Los descubrimientos científicos y la apertura de nuevas rutas comerciales que permitieron la ampliación del mundo conocido despertaron el sentir general de la humanidad. Las ciudades y la población crecen y, con ellas, el comercio. Se desarrolla un incipiente capitalismo que permitió el enriquecimiento de nuevos grupos sociales deseosos de reflejar esta situación de privilegio. El arte se pone al servicio de esta clientela que compra obras para su disfrute personal y para embellecer la ciudad en la que habitan. Las relaciones entre el cliente y el artista cambian, nacen los mecenas (que mantienen a los artistas) y los artistas dejan de ser artesanos y logran el reconocimiento social de su profesión. También hay una nueva concepción de la obra de arte. El ideal no es ser fiel a la naturaleza, sino la búsqueda de la belleza y, por ello, la obra se somete a los principios científicos de la óptica y la geometría, nace la perspectiva. Esta racionalización del arte hizo necesario fijar unos modelos teóricos sobre los que el artista pudiera desarrollar sus ideas. Para lograrlo se tomo como marco de referencia la antigüedad, pues ofrecía como modelo un mundo en el que el individuo era la medida de todas las cosas y la obra de arte estaba destinada a proporcionar placer sensible e intelectual pues era el resultado de una elaboración racional. Pero no se trata de copiar los modelos clásicos sino de reinterpretarlos. Se toman los modelos clásicos pero se concilian con las necesidades de la época actual. La evolución del Renacimiento Italiano, propulsor de este estilo, se puede dividir en tres etapas: + El quattrocento es el siglo de la experimentación y de desarrollo teórico, gracias a la recuperación de los textos clásicos. El centro creativo se localiza en Florencia. + El cinquecento es la época de plenitud, de los grandes genios. Roma se convierte en el centro del mundo artístico gracias al mecenazgo de los papas. + El manierismo, en la segunda mitad del s XVI, es la etapa de transición hacia un nuevo estilo. Es el momento de la interpretación más personal y, en ocasiones, subjetiva del lenguaje artístico. ARQUITECTURA EL CUATTROCENTO El inicio de la arquitectura renacentista se distingue por la importancia, de los monumentos clásicos y de sus tratados teóricos. Una de las principales fuentes teóricas que sirvió como inspiración y referencia fue el tratado de arquitectura romana de Vitrubio, frecuentemente editado en estos años. También los dibujos de las ruinas o edificios antiguos junto a las referencias literarias fueron decisivos para la formulación del sistema arquitectónico renacentista. Los arquitectos del s XV conciben el edificio como un proyecto global, por ello se valora especialmente la actividad intelectual, el proyecto. Hubo una gran preocupación por la proporción matemática y la armonía. Apenas se crearon formas nuevas, se combinan e interpretan las tradicionales. Como elementos sustentantes utilizan la columna y la pilastra con capiteles clásicos, predominan los arcos de medio punto y se combinan las cubiertas planas con las bóvedas de cañón, ambas decoradas con casetones. Se generaliza el empleo de cúpulas semiesféricas. En el interior predominan los espacios diáfanos, resaltando los elementos constructivos con colores. En el exterior se impone el almohadillado para los palacios. Los principales representantes son: BRUNELLESCHI fue un hombre polifacético, arquitecto, orfebre, investigador de la perspectiva y las ruinas clásicas y además un gran conocedor del sistema constructivo gótico. Sus creaciones artísticas se caracterizan por la escasa ornamentación y el interés por la proporción del espacio. La obra más destacada es la Cúpula de Santa María del Fiore, que cierra el crucero de la catedral gótica. Con un diámetro de 42 metros, levanta una airosa cúpula sobre un tambor octogonal que, a diferencia de las cúpulas clásicas, no queda embutida entre gruesos muros, sino que se recorta limpia el exterior. El proyecto es una cúpula de nervios, al estilo gótico, que ofrece un perfil apuntado, reforzados con ligaduras horizontales concéntricas. En realidad se trata de una doble cúpula o de dos cúpulas separadas por un espacio interior que sirve para aligerar el peso. Inspirándose en las basílicas romanas construye las Iglesias San Lorenzo y Espíritu Santo, en las que el espacio se racionaliza buscando la perfección geométrica. Ambas de planta basilical de tres naves separadas por arquerías que reposan sobre columnas clásicas. Pero la que sin duda es su obra más renacentista es la Capilla Pazzi de planta cuadrada con cúpula sobre pechinas y un pórtico en el que el arco central rompe el dintel. MICHELOZZO fija las características del palacio renacentista, alejado de la apariencia defensiva o militar. Los alzados, marcadamente horizontales, se organizan en pisos diferenciados mediante el uso de diferentes aparejos. En el interior las estancias se organizan en torno a un patio central. Su obra mas destacada es el Palacio MediciRicardi ALBERTI fue uno de los pilares de la estética renacentista tanto en su faceta artística como por los múltiples tratados que escribió. En sus obras supo conjugar el lenguaje clásico con el medieval, como demuestra en al fachada de Santa María Novella, a la que logra dar una solución unitaria utilizando volutas para pasar del cuerpo inferior, mas ancho, al superior ms alto y estrecho. Su obra de mayor envergadura es la Iglesia de San Andres de Mantua cuya fachada se concibe como un arco triunfal rematado por un frontón. En el interior un gran espacio longitudinal se cubre con bóveda de cañón continua y artesonada. EL CINQUECENTO En este siglo toda Italia se ve impregnada del nuevo espíritu renacentista, que junto a las tradiciones locales y la influencia flamenca dará lugar a numerosas escuelas regionales de gran personalidad. Pero por encima de todas ellas destaca la ciudad de Roma, que vive su máximo esplendor con Julio II, aunque ya desde finales del s XV los papas habían traído a Roma un gran número de artistas. En esta etapa se resaltan las líneas constructivas, se emplean simultáneamente frontones triangulares y curvilíneos y se generalizan las columnas abalaustradas. Los proyectos conceden una gran importancia a los efectos de la luz y las sombras en las fachadas. Los principales representantes son: BRAMANTE: arquitecto y pintor, fue la principal figura del pleno Renacimiento. Con sus obras recupera modelos y concepciones clásicas. Su primera obra en Roma fue el Templete de San Pietro In Montorio, un edificio circular, concebido como un tholos sobre basamento. Su interior cilíndrico se articula por pilastras coronadas por una cúpula sobre tambor y linterna. Poco después Julio II le encarga la remodelación del Vaticano, donde realiza el patio del Belvedere, articulado entorno a un eje longitudinal al fondo del cual se abre un gran nicho. También realizó un interesante proyecto para la Basílica de San Pedro en el que ideó un edificio centralizado, de cruz griega con una gran cúpula central, inscrito en un cuadrado, con ábsides circulares y torres en las esquinas. JACOPO SANSOVINO: que introduce las esculturas como elemento decorativo de las fachadas. En la Biblioteca de San Marco mezcla el lenguaje clásico con la abundancia de medallones, guirnaldas y trofeos. EL MANIERISMO En esta etapa se hizo un uso arbitrario de los elementos y estructuras anteriores. Aparece el orden colosal, se concede gran importancia a la luz y a sus contrastes por lo que se buscan los efectos ópticos y lumínicos. Los principales representantes son: MIGUEL ANGEL: recibió el encargo de terminar la Basílica de San Pedro, en cuyo proyecto habían participado varios arquitectos. Fue él quien levantó la gran Cúpula de San Pedro, y fachada un doble pórtico adintelado con doble fila de columnas exentas. Donde mejor se plasma su genialidad es en la Remodelación de la plaza Capitolio y, en la Escalera de la Biblioteca Lurenciana. En ambos casos logra, en un escaso espacio dar la impresión e gigantesca majestad mediante la disposición de los elementos. En la escalera de forma tan simple como la alternancia de superficies curvas, dinámicas y superficies rectas, estáticas. VIGNOLA y DELLA PORTA: trabajan en la iglesia de Il Gesú. El interior, diseñado por Vignola reafirma el protagonismo de la luz y; la portada, terminada por su discípulo Giacomo della Porta, reinterpreta las formas albertinas. PALLADIO: es el creador de lo que se conoce como “orden gigante” en el que se utilizan columnas a dos escalas diferentes, la grande par el entablamento y la menor para los arcos. Con este sistema combina a la perfección el estilo estático griego con el dinámico romano. Aunque trabajo en diferentes tipologías, su mayor genialidad se manifiesta en las villas, tratadas como verdaderos templos que saben integrarse perfectamente con el paisaje. La más significativa de todas ellas es, sin duda la Villa Capra también conocida como La rotonda. LA ESCULTURA EL CUATTROCENTO La escultura de este siglo mantiene todavía rasgos góticos como el uso de un canon esbelto, la importancia de la línea y la inclusión de elementos anecdóticos en las representaciones. Pero a la vez se hace patente la influencia de los grandes maestros clásicos de los que se copia la concepción y los aspectos formales de la obra. El principal cambio que se produce en la escultura de este siglo es la búsqueda de la belleza ideal, lo que no implica la copia de la naturaleza, sino su mejora. Se recupera el desnudo y se favorecen las formas suaves, equilibradas y armoniosas y, las composiciones simétricas. La escultura se independiza de la arquitectura y se concibe para su exposición privada o pública. Se recuperan los relieves, propios del mundo romano, a través de los cuales se estudia la perspectiva. Tanto la temática como los materiales son diversos: escenas religiosas, funerarias, retratos o monumentos ecuestres se hacen de mármol, bronce, terracota o madera. Al igual que en la arquitectura el quattrocento es un siglo florentino, que comienza en 1401 cuando los patricios de la ciudad convocan un concurso para realizar las puertas del Baptisterio que quedaban sin realizar. Aunque se presentaron los grandes maestros de la Toscana, el concurso lo ganó un joven escultor Ghiberti, que empleará casi veinticuatro años en terminar el proyecto. Los principales representantes son: DONATELLO es el escultor más representativo del nuevo espíritu escultórico. Su obra toma al ser humano como razón de ser del universo y su evolución es una constante búsqueda para representarlo lleno de vida buscando el efecto psicológico y dramático de la expresión. Su San Jorge representa a un joven desafiante y altanero, sereno como un santo y elegante como un aristócrata. También sorprendió a sus contemporáneos el Profeta Habacuc, también conocido como el Zuccone, por su realismo y profunda dimensión humana. Su David de bronce desnudo y tocado con un sombrero propio de los campesinos toscanos de la época, sorprende al contraponer la sensualidad y la fragilidad del cuerpo con una mirada reflexiva, propia de un espíritu fuerte y victorioso. Con la estatua ecuestre del Condottiero Gattamelata recupera la tradición clásica de estatua conmemorativa y realiza un profundo análisis psicológico del guerrero. Destacan también sus relieves tanto en mármol como en bronce. En los que utiliza la técnica del schiacciato, una pequeña incisión tan sutil que parece un dibujo y ayuda a rebajar el volumen desde el primer plano para conseguir una sensación atmosférica. GHIBERTI es orfebre, arquitecto y teórico además de escultor. Fue el ganador del concurso para realizar la segunda puerta del Baptisterio de Florencia. En este concurso se dio un año para realizar un relieve en bronce sobre el Sacrificio de Isaac respetando el mismo formato que A. Pisano había realizado en la puerta sur. Ghiberti concivió la escena como una alegoría del ritual clásico. Las figuras se articulan en una composición centrípeta dejó espacios vacíos y colocó a los personajes principales en una diagonal que los distingue de los demás. La puerta norte del Baptisterio de Florencia mantiene un fuerte paralelismo con la sur, al respetar el mismo modelo con vente escenas del Nuevo Testamento, muy narrativas. A diferencia de Pisano en los cruces coloca cabezas de profetas (en lugar de leones) y los laterales se decoran con guirnaldas de frutas y flores. Poco después recibió el encargo de realizar la puerta Este, bautizada por Miguel Ángel como la puerta del paraíso. Si las limitaciones del proyecto anterior, redujo las escenas a diez dándoles mayor grandiosidad y monumentalidad. Tardó veinte años en realizar los bronces que narran escenas del Antiguo Testamento en orden cronológico. Las decoraciones laterales pasan a ser hornacinas con figuras de cuerpo entero, pero respeta las cabezas, en esta ocasión de sibilas y profetas y las guirnaldas exteriores. LUCA DELLA ROBIA fue un gran especialista en imágenes y medallas de cerámica vidriada. También trabajo el relieve con el mármol como demuestra su cantoría de la catedral de Florencia en la que une la serenidad clásica con el naturalismo de los gestos de los jóvenes cantores. VERROCHIO, maestro de Leonardo da Vinci, su obra más destacada es la escultura ecuestre del condottiero Colleoni una representación vivaz y expresiva que se aleja de la serenidad de Donatello. EL CINQUECENTO Es el siglo de MIGUEL ÁNGEL, cuya longevidad y personalidad eclipsa todo lo que le rodea. Hombre polifacético, su obra es variada y compleja ya que abarca la arquitectura, la escultura, la pintura y la poesía, aunque es en la escultura donde consolido su genialidad y donde él se encontraba más seguro. La grandiosidad de su obra nada tiene que ver con el tamaño, generalmente grande, de sus obras, sino con la espiritualidad que emana de ellas. Sus esculturas transmiten vitalidad contenida, algo más propio de los dioses que de los hombres. Nacido en Florencia realiza sus primeras obras bajo la protección de los Mediccis y Donatello. En 1498 se le encarga la Piedad del Vaticano, en la que concentra un profundo sentimiento. En 1501, de vuelta a Florencia, recibe el encargo de tallar el David, donde se mezclan sus conocimientos clásicos con el significado cívico de la figura. De gran tamaño, lo sorprendente no es su grandiosidad, sino la tensión que consigue transmitir al compaginar una postura helénica relajada con la tensión que transmiten el rostro y las manos. La obra que más interesó a Miguel Ángel fue el Mausoleo de Julio II, un complejo monumento exento que no llegó a terminar por quedar interrumpido en diversas ocasiones. A él pertenecen los esclavos, que, aunque están inconclusos parecen cobrar vida desde el bloque de mármol y, el Moisés, una estatua sedente que representa a un héroe de potente musculatura y fuerza sobrehumana que manifiesta en un gesto enojado con profunda mirada. En 1520 el papa León X le encarga las Tumbas dela familia Medici en la sacristía nueva de San Lorenzo, Florencia. En los sepulcros integra la escultura y la arquitectura al adosar las figuras a la pared y enmarcarlas en un marco arquitectónico. La figura sedente de los difuntos se convierte en un retrato del carácter: Giuliano encarna la vida activa, mientras que Lorenzo es la contemplativa. Ambas estatuas se acompañan de las figuras de la Aurora y el Crepúsculo, el primero y el Día y la Noche el otro, concebidas como alegorías del devenir del tiempo. En los últimos años de su vida se siente atraído por el tema de la piedad, pero ahora la plasma con dramatismo, de mayor intensidad según pasan los años. La última, la Piedad Rondanini muestra la soledad de la madre y el hijo indisolublemente unidos. EL MANIERISMO Experimento una perdida de la serenidad clásica ya que el equilibrio se subordinó a la tensión y al creciente recargamiento y artificiosidad de las representaciones. Las figuras son esbeltas y muy estilizadas, pero las actitudes son extrañas y sinuosas, se imponen las composiciones helicoidales y serpenteantes. El claroscuro cobra un importante protagonismo. JUAN DE BOLONIA, con El rapto de las Sabinas representa tres figuras de mármol a diferente altura con un audaz equilibrio lleno de dinamismo y armonía. CELLINI con Perseo LA PINTURA Las raíces de la pintura renacentista deben buscarse en Giotto, el gran maestro del s XIV, que ya anunciaba una de las características de este período, la narración y el dominio técnico. Las figuras, proporcionadas y naturalistas participan de una historia que el espectador puede reconocer fácilmente. La armonía y el orden, la recuperación del ser humano como protagonista y al belleza de los cuerpos y las formas son algunas de las características de este período. La perspectiva fue el principal logro y a la vez la mayor obsesión de los pintores del Renacimiento. En el quattrocento los pintores investigaron la forma de representar objetos y personas conforme a su disposición real en el espacio tridimensional. De esta manera nace la perspectiva lineal, que fija un punto de fuga en el que convergen las líneas compositivas. Si a ello se une la paulatina disminución del tamaño de los objetos y las figuras conforme se alejan del primer plano, se configura una pirámide visual determinada por los contornos del cuadro. En el s XVI Leonardo da un paso más al utilizar la perspectiva aérea según la cual los objetos y las figuras más alejadas difuminan sus contornos para simular su distanciamiento. Junto a la perspectiva la otra gran aportación del Renacimiento fue la luz. A partir de ahora será protagonista indiscutible de los cuadros ya que define los volúmenes, el espacio y gradúa los colores. Durante el s XV se utiliza una luz conceptual, pero en el s XVI Leonardo y la escuela Veneciana ofrecen una luz selectiva y dirigida. En cuanto a las técnicas, el temple fue sustituido por el oleo, conviven la tabla y el lienzo y, sólo en Italia se mantiene la tradición de la pintura mural. El retablo desaparece y con él la subordinación del cuadro a un conjunto superior. Los temas dominantes siguen siendo religiosos, aunque se optó por mostrar los aspectos más humanos de los personajes frente a los contenidos teológicos y dogmáticos. También son frecuentes los temas mitológicos, aunque reinterpretados según la cultura grecolatina y cristiana. Como consecuencia del antropocentrismo que caracteriza al Renacimiento, el retrato se independizó y deja de ser parte de un tema superior. Poco a poco cobran importancia el desnudo y el paisaje. El primero como herencia del mundo clásico y el segundo cunado desaparecen los fondos arquitectónicos, aunque todavía no puede hablarse de un género independiente. No se somete al detalle de los primitivos flamencos, pero sirve para obtener efectos de profundidad. EL QUATTROCENTO En el s XV el dibujo es un elemento capital y la composición complicada. Es frecuente introducir diversas escenas en un solo cuadro. Los principales representantes de este siglo son: * En Florencia, FRA ANGELICO representa la transición entre la estilizada pintura del Gótico Internacional y el naturalismo renacentista en obras como La Anunciación, mientras Paolo Uccello ensaya efectos de perspectiva en cuadros como La batalla de San Romano. Sin embargo, las dos grandes figuras de la pintura quattrocentista florentina son Masaccio y Botticelli. Masaccio (1401-1428), equivalente pictórico de Brunelleschi en arquitectura y de Donatello en escultura, y seguidor directo de la obra de Giotto, acentúa la volumetría de cuerpos y objetos y profundiza en la expresión gestual en sus frescos de la Capilla Brancacci (Iglesia de Sta. María del Carmine), donde representa escenas de la vida de San Pedro y una expresiva Expulsión del Paraíso; el conocimiento de la perspectiva ilusoria se pone de manifiesto su Trinidad de la Iglesia de Santa María Novella. Sandro Botticelli (1445-1510) exhibe un estilo mucho más sofisticado, marcado por el predominio de la línea ondulada y las anatomías sinuosas y nacaradas, casi escultóricas, enmarcadas con frecuencia en frondosos paisajes. Pintó escenas religiosas y, sobre todo, mitológicas, inspiradas en narraciones clásicas, como El Nacimiento de Venus o La Primavera. * Fuera de Florencia, destacan Piero della Francesca y Andrea Mantegna. Piero della Francesca (h. 14151492) muestra su dominio de la perspectiva (sobre la que escribió un tratado), la geometría y las composiciones reguladas por principios matemáticos en obras como La Flagelación, El Bautismo de Cristo o La Virgen con el Niño, santos y Federico de Montefeltro; también cultivó el género del retrato. Andrea Mantegna (h. 1431-1506), formado en Padua, combina su preocupación por la perspectiva y el escorzo, reflejada en obras como el Cristo muerto o el techo de la Cámara de los Esposos (Palacio Ducal, Mantua), con un marcado interés por las «citas arqueológicas» y una mayor sensibilidad hacia el color, fruto de su contacto con pintores venecianos. EL CINQUECENTO En este siglo el dibujo pierde importancia frente al color y la luz. Las luces y las sombras modelan las figuras y las dotan de profundidad. Superada la obsesión por la perspectiva la composición es clara y las figuras se relacionan con las miradas y las manos. En este siglo destacan los tres grandes «genios» del Renacimiento italiano, Leonardo, Rafael y Miguel Ángel, a cuya obra hay que sumar la de los pintores manieristas y los integrantes de la escuela veneciana. *LEONARDO DA VINCI (1452-1519), prototipo del uomo universale («hombre universal») renacentista, llevó a cabo en Florencia, Milán, Venecia, Roma y Francia una amplísima actividad creativa e intelectual que abarcó campos tan distintos como la pintura, las matemáticas, la biología, la escultura, la ingeniería, la aeronáutica y la música. Su obra pictórica refleja un profundo estudio del ser humano (de su anatomía, su expresión gestual, sus movimientos) y de la naturaleza circundante, perfeccionando la representación en perspectiva e investigando los efectos luminosos (claroscuro) y atmosféricos (recurso a la perspectiva aérea, que hace que los objetos se vean más pálidos, azules y nebulosos a media y larga distancia; y al sfumato, técnica consistente en difuminar los contornos de las figuras para dotarlas de una apariencia más real), todo ello en el marco de composiciones muy equilibradas, preferentemente piramidales. Entre sus principales pinturas destacan cuadros religiosos como La Virgen de las Rocas (con dos versiones, conservadas en el Louvre y la National Gallery de Londres) o La Última Cena (refectorio de Santa María delle Grazie, Milán), y retratos como la archifamosa Gioconda (Louvre), representación de una dama florentina (la esposa del rico comerciante Franceso del Giocondo) de penetrante mirada y sugerente sonrisa. * RAFAEL SANZIO (1483-1520), nacido en Urbino pero activo en Florencia y Roma, desarrolla en sus treinta y siete años de vida una obra ingente, realizada a menudo con ayuda de miembros de su taller, en la que destacan los imponentes retratos (El Cardenal), cuadros religiosos (entre ellos sus célebres Madonnas, muchas de ellas realizadas bajo la influencia de Leonardo) y los ciclos de frescos que decoran las Estancias Vaticanas (La Escuela de Atenas, El Parnaso, etc.), encargados por el papa Julio II, en los que apuesta por conciliar la fe cristiana con la cultura clásica. En sus obras se hace patente un impresionante dominio del dibujo y una enorme capacidad para equilibrar composiciones complejas. * MIGUEL ÁNGEL BUONARROTI (1475-1564) proyecta sus intereses como escultor al ámbito de la pintura, dando especial relevancia al dibujo e interesándose por la representación de monumentales y dinámicas anatomías en dos grandes conjuntos de pinturas al fresco que decoran el techo y el muro de cierre de la Capilla Sixtina del Vaticano (Roma). En la bóveda (1508-12), encargada por Julio II, despliega un entramado arquitectónico ficticio de raigambre clásica que enmarca un impresionante ciclo de escenas del Génesis, acompañadas de representaciones de profetas bíblicos (que anuncian la llegada del Salvador en la tradición cristiana), sibilas clásicas (encargadas de trasmitir los oráculos de Delfos en la tradición clásica), ignudi (jóvenes desnudos que enmarcan medallones con escenas del Antiguo Testamento) y otras figuras menores. Tras el altar pinta un dramático Juicio Final (1537-41) poblado de personajes torturados que giran en torno a un Dios imberbe (al estilo clásico), enojado y temible (cargado de terribilitá), mostrando gestos patéticos y violentos escorzos. EL MANIERISMO En el segundo tercio del s XVI el modelo clásico de perfección representado por Leonardo, Rafael y Miguel Ángel entra en crisis para dar paso a la pintura manierista: la armonía y el equilibrio dejan paso a la tensión en composiciones desequilibradas, con diversos ejes y abundantes diagonales, y figuras curvilíneas de cánones alargados que se recortan sobre fondos poco profundos. Las gamas cromáticas, preferentemente frías, se alejan del naturalismo y se vuelven más decorativas, mientras las temáticas, sobre todo mitológicas, se hacen más complejas y eruditas. Entre los numerosos pintores manieristas de los dos últimos tercios del siglo cabe destacar a Pontormo y Bronzino (que siguen la tradición más «lineal» de la escuela florentina), y Correggio y Parmigianino (más interesados por el color y la luz, bajo la influencia de la escuela veneciana). Mención aparte merecen los desarrollos pictóricos de la escuela veneciana, centrados en el estudio del color y la luz, y la importancia concedida al paisaje y el retrato. Su principal representante es el prolífico Tiziano (1489-1576), gran retratista (Carlos V en Mühlberg) y autor de composiciones mitológicas (Bacanal, Dánae) y religiosas (Asunción de la Virgen, Iglesia de Santa María dei Frari, Venecia) que preludian los avances de la pintura barroca de Rubens, Rembrandt y Velázquez. Otros componentes de esta escuela son Tintoretto, creador de tensas escenas religiosas con composiciones asimétricas y fuertes contrastes de luz ( El Lavatorio, La Última Cena); y Veronés, cuyos enormes lienzos describen con detalle opulentas celebraciones ( Las Bodas de Caná) o sensuales episodios amorosos. En los PAÍSES BAJOS, sigue desarrollándose la escuela flamenca iniciada en el siglo XV, marcada por la minuciosidad descriptiva, el uso preferente de la pintura al óleo sobre tabla (con frecuencia formando trípticos) y la importancia del paisaje y el retrato. Entre los pintores flamencos renacentistas más destacados figuran El Bosco (1450-1516), que plasma complejas alegorías sobre el pecado y los vicios humanos en pinturas como El jardín de las Delicias, pobladas de seres fantásticos que casi preludian la imaginación surrealista; Joachim Patinir, conocido por sus escenas religiosas enmarcadas en bellos paisajes de tonos verdeazulados (La barca de Caronte); Peter Brueghel el Viejo, creador de escenas campesinas que transcurren en detallados entornos paisajísticos y tienen con frecuencia una intención moralizante; y el retratista holandés Antonio Moro (Retrato de María Tudor). En ALEMANIA, destaca la figura del pintor, grabador y teórico del arte Alberto Durero (1471-1528), que traza un puente entre la tradición flamenca y norteuropea (detallismo y minuciosidad) y las innovaciones italianas (interés por la perspectiva, dominio de la representación anatómica) en retratos (Autorretrato), escenas religiosas (Adán y Eva) y grabados alegóricos (La Melancolía). Otros pintores relevantes son Mathias Grünewald (Retablo de Isenheim), Lucas Cranach (Venus y Cupido) y el retratista Hans Holbein el Joven (Los embajadores).