29.5.2003 ES Diario Oficial de la Unión Europea C 128/25 Exposición de motivos Teniendo en cuenta la importancia de los niveles regionales y locales para el éxito de la aplicación del programa, debe incluirse al CDR. Bruselas, 12 de febrero de 2003. El Presidente del Comité de las Regiones Albert BORE Informe del Comité de las Regiones sobre el tema «Medidas comunitarias en favor de las zonas de montaña» (2003/C 128/05) ÍNDICE 1. Marco general 1.1. Definición de zona de montaña 1.1.1. Objetivos de la Directiva 75/268/CEE 1.1.2. Reglamento (CE) n o 1257/1999 del Consejo 1.1.3. Dictamen de iniciativa del Comité Económico y Social (CES 461/88) 1.1.4. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente 1.2. Importancia de las zonas de montaña en Europa 1.3. Elementos de análisis respecto a la economía 1.4. Repercusiones de las políticas comunitarias y nacionales 2. Tratamiento del tema de las montañas por parte de las instituciones 2.1. Convenio para la protección de los Alpes 2.2. Carta europea de las regiones de montaña 2.3. Segundo informe sobre la cohesión económica y social 2.4. Año Internacional de las Montañas 2.5. Capítulo 13 del Programa 21 y la cumbre mundial de Johannesburgo 2.6. Carta Mundial de las Poblaciones de Montaña 3. Situación jurídica de las zonas de montaña europeas 4. Las montañas en el futuro de Europa 5. Las montañas y los espacios urbanos 6. Conclusiones y propuestas del Comité de las Regiones C 128/26 1. 1.1. ES Diario Oficial de la Unión Europea Marco general Definición de zona de montaña En la actualidad, existen numerosas definiciones de zona de montaña, pero ninguna goza de aceptación unánime y ninguna se utiliza de forma sistemática. Cada una de dichas definiciones destaca uno o varios valores específicos a los que concede especial importancia. A continuación, se exponen algunas de las definiciones existentes. Por lo tanto, se trataba de una diversificación de los incentivos financieros de la política de estructuras para evitar que las mejoras estructurales se concentraran, sobre todo, en las regiones más ricas y dinámicas. En las zonas de montaña, la altitud implica condiciones climáticas difíciles y un ciclo vegetativo corto, y la inclinación del terreno no favorece la mecanización de la agricultura; en las zonas desfavorecidas, la tierra suele ser menos fértil y los esfuerzos que se realizan para incrementar su rendimiento pueden ser desproporcionados en relación con los resultados que se obtienen. Por consiguiente, el mantenimiento de una actividad agrícola a largo plazo en dichas zonas depende, en último término, de la tenacidad del agricultor. Por lo demás, la ayuda que se le concede supera el ámbito puramente agrícola y favorece la conservación del paisaje, la protección frente a la erosión y el mantenimiento de una densidad demográfica adecuada en regiones con riesgo de despoblación. 1.1.2. R e g l a m e n t o ( C E ) n o C on se jo 1 25 7 /1 9 9 9 de l El artículo 18 del Reglamento (CE) no 1257/1999 del Consejo sobre la ayuda al desarrollo rural a cargo del Fondo Europeo de Orientación y de Garantía Agrícola (FEOGA) establece la siguiente definición de zona de montaña: «1. Se considerarán zonas de montaña aquellas que se caractericen por una limitación considerable de las posibilidades de utilizar la tierra y por un aumento apreciable de los costes necesarios para trabajarla a causa de: — la existencia, debido a la altitud, de unas condiciones climáticas duras que acorten sustancialmente la temporada de cultivo, — la presencia, a más baja altitud y en la mayor parte de la zona considerada, de pendientes que sean demasiado pronunciadas para el uso de maquinaria o que requieran la utilización de equipos especiales muy costosos, o — una combinación de estos dos factores cuando, siendo menor la dificultad resultante de cada uno de ellos por separado, tal combinación dé lugar a una dificultad de grado equivalente. 2. Las zonas situadas al norte del paralelo 62 y algunas zonas contiguas recibirán el mismo tratamiento que las zonas de montaña.» 1.1.1. O b j e t i v o s d e l a D i r e c t i v a 7 5 / 2 6 8 / C E E La Directiva 75/268/CEE tenía por objeto reducir la diferencia de renta que padecían los agricultores de las zonas de montaña y zonas desfavorecidas frente a los de las demás regiones europeas. En conjunto, se trataba de compensar las desventajas naturales de carácter permanente de unas regiones que representan el 25 % de la superficie agraria utilizada, el 15 % de las explotaciones censadas de la Comunidad y el 12 % de la producción agrícola comunitaria, así como garantizar de esta forma el mantenimiento y, en la medida de lo posible, la modernización de la actividad agrícola en dichas regiones. 29.5.2003 Este Reglamento sustituye al Reglamento (CE) no 950/97 del Consejo, de 20 de mayo de 1997, relativo a la mejora de la eficacia de las estructuras agrarias que, a su vez, había sustituido al Reglamento (CEE) no 2328/91 del Consejo, de 15 de julio de 1991, relativo a la mejora de la eficacia de las estructuras agrarias, y a la Directiva 75/268/CEE del Consejo, de 28 de abril de 1975, sobre la agricultura de montaña y de determinadas zonas desfavorecidas. Asimismo, incorpora la declaración 37 anexa a las Actas de adhesión de Finlandia y Suecia en la que se reconoce la existencia de dificultades naturales permanentes derivadas de la latitud (que, desde el punto de vista agrícola, se manifiestan en cortas estaciones de cultivo), equivalentes a las de las zonas de gran altitud. En el Reglamento se precisan los criterios generales de clasificación (altitud, pendiente muy pronunciada o combinación de ambos factores), pero no se establece ningún nivel mínimo que deban respetar los Estados miembros. En efecto, con arreglo a una aplicación más general de la subsidiariedad, ahora corresponde a las autoridades nacionales o regionales establecer los niveles que deben respetarse y realizar la clasificación de las zonas en cumplimiento de los criterios comunitarios de base. La interpretación más común de los dos primeros criterios que realizan los Estados miembros o las regiones es la siguiente: — la altitud que puede dar lugar a condiciones climáticas muy rigurosas se sitúa por encima de los 600-800 metros (para cada municipio o parte de su territorio); — la pendiente muy pronunciada que hace imposible la mecanización o que requiere el uso de material especialmente gravoso debe tener una inclinación superior, de media por km2, al 20 % (11° 18'). A continuación, se expone un cuadro con datos de 1996 sobre las zonas de montaña y zonas desfavorecidas desde el punto de vista de la superficie agrícola útil (SAU), con la advertencia de que se trata de superficies clasificadas con arreglo a la Directiva 75/268/CEE. Por lo tanto, la mayor parte de las zonas clasificadas como zonas de «montaña» de Finlandia y Suecia corresponde a zonas nórdicas frías, y sólo aproximadamente 150 000 ha corresponden a zonas realmente montañosas. 29.5.2003 ES Diario Oficial de la Unión Europea -1SAU total (Mha) País -2SAU de zonas desfavorecidas (Mha) C 128/27 -3-4(Porcentaje SAU de de SAU montaña (Mha) de zonas desfavorecidas respecto de 1) -5(Porcentaje de SAU de montaña respecto de 1) Bélgica 1,357 0,3 22,1 — — Dinamarca 2,770 — — — — Alemania 17,015 8,5 50,0 0,34 1,8 Grecia 6,408 5,3 82,7 3,91 60,9 España 26,330 19,5 74,1 7,50 28,5 Francia 30,011 13,9 46,3 5,30 17,7 Irlanda 4,892 3,5 71,6 — — 16,496 8,8 53,4 5,22 31,5 Luxemburgo 0,127 0,1 78,7 — — Países Bajos 2,011 0,1 5,0 — — Portugal 3,998 3,4 85,0 1,23 30,0 18,658 8,3 44,5 — — Austria 3,524 2,4 68,1 2,0 56,8 Finlandia 2,549 2,2 86,3 1,41 54,9 Suecia 3,634 1,9 52,3 0,53 13,8 139,780 78,2 56,0 27,44 19,5 Italia Reino Unido Total 1.1.3. D i c t a m e n d e i n i c i a t i v a d e l C o m i t é E con ómi c o y S o ci al ( C E S 4 6 1/ 88 ) «Una zona de montaña es “una entidad geográfica, ambiental, socioeconómica y cultural cuyas desventajas derivadas de la combinación de la altitud y otros factores naturales deben relacionarse con los condicionamientos socioeconómicos, con la situación de desequilibrio territorial y con el nivel de deterioro ambiental”.» En el documento informativo de la Sección de Desarrollo Regional sobre el tema «Una política para las zonas de montaña», el Comité Económico y Social estableció una uniformización semántica del concepto de «zona de montaña» que engloba toda la gama de situaciones geofísicas, climáticas, ecológicas y socioeconómicas que caracterizan a las zonas de montaña europeas. Por consiguiente, en el Dictamen de iniciativa CES 461/88 se estableció y público la siguiente definición con carácter metodológico y práctico: De acuerdo con ella, el Comité Económico y Social reunió los criterios que usa cada Estado miembro para determinar las zonas de montaña con arreglo a la Directiva 75/268/CEE mencionada e intentó precisarlos distinguiendo, en la medida de lo posible, las zonas mayoritariamente de montaña «en sentido estricto» (regiones o municipios en los que más del 66 % del territorio es montañoso) de las zonas parcialmente de montaña «en sentido amplio» (regiones o municipios que tienen entre un 33 % y un 66 % de terreno montañoso). C 128/28 ES Diario Oficial de la Unión Europea 29.5.2003 Criterios Representatividad (***) Zonas mayoritariamente de montaña (> 66 %) Altitud Pendiente Otros criterios Zonas de montaña B 300 m — — — — D (*) 700 m — Dificultad geoclimática 27,3 % 6,5 % E 1 000 m < 20 % Desnivel > 400 m 26,0 % — F 700 m Vosgos 600 m < 20 % — 21,0 % — 200 m — — — — 600/700 m Pendiente pronunciada — 49,4 % 28,2 % 240 m — — 23,3 % — IRL I UK (**) (*) Alemania sin la antigua RDA. (**) Reino Unido sin Irlanda del Norte. (***) Porcentaje de la zona respecto de la superficie del Estado miembro. El Comité Económico y Social, a partir del informe mencionado, emitió un dictamen del que se reproduce lo siguiente: b) «Se impone la necesidad de homogeneizar los criterios jurídicos de clasificación de las zonas de montaña, aplicados hasta ahora tanto por los Estados miembros como por la Comunidad. Y ello para eliminar eventuales distorsiones de la competencia entre empresas de los diversos Estados miembros. Dicha homogeneización requiere un conjunto de criterios, definido a nivel comunitario, que incluye los diversos factores de desventajas, naturales y socioeconómicas, tal como sugiere la definición formulada [en el apartado 1.1] Los parámetros que deberán ser tenidos en cuenta a la hora de establecer dicho conjunto son: a) desventajas naturales. Sin limitarse a las variables establecidas en la Directiva 75/268/CEE (altitud, pendiente y combinación de ambas), deberá contarse con: — la latitud y la situación geográfica, además de la altitud, en lo relativo al régimen climático, — el relieve, la naturaleza del suelo y otros criterios, además de la pendiente, en lo relativo a los aspectos morfológicos y pedológicos; c) desventajas socioeconómicas: — baja densidad de población, — aislamiento debido a la lejanía de las aglomeraciones urbanas y de los centros económicopolíticos, — excesiva dependencia de la población de la actividad agrícola, — insuficiencia de salidas hacia el valle en las zonas fronterizas con países extracomunitarios con los que haya dificultad de comunicación; intensidad de la degradación ambiental La combinación, en las diversas situaciones, de las variables indicadas, define un territorio como “zona de montaña” y hace variar el límite altimétrico a partir del cual un territorio puede definirse como montañoso. Por ello, la elección, los parámetros aplicados y la combinación de los diversos factores no pueden ser únicos para toda la Comunidad, sino adaptados a las diversas situaciones. (...) 29.5.2003 ES Diario Oficial de la Unión Europea La mayor parte de las leyes nacionales y la propia Directiva 75/268/CEE hacen referencia, en la delimitación de las zonas de montaña, a territorios de municipios o a partes de éstos. Esto ha llevado en muchos casos a una excesiva fragmentación del territorio que se debe tomar en consideración. Es necesario que las medidas para las zonas de montaña se apliquen a “bloques” compactos de territorio (teniendo en cuenta también los problemas de integración entre las zonas de montaña y las zonas de falda de montaña) que comprendan las zonas de montaña propiamente dichas y las zonas inmediatamente contiguas, que forman con éstas una misma entidad geográfica, económica y social. (...)» La Oficina Europea del Suelo ha elaborado recientemente un mapa del suelo que podrá utilizarse para establecer nuevos criterios que determinen las zonas de montaña. 1.1.4. P r o g r a m a d e l a s N a c i o n e s U n i d a s p a r a e l Medi o Amb i ent e Habida cuenta de que el año 2002 se proclamó Año Internacional de las Montañas, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente se propuso definir el concepto de montaña y de zona de montaña: «La altitud, la pendiente y la variación ecológica que generan son factores clave de dicha definición, pero su combinación es compleja. Limitarse a establecer límites de altitud supone excluir sistemas montañosos más antiguos que los menos elevados y, al mismo tiempo, incluir zonas relativamente elevadas con poco relieve topográfico y escasa variación ecológica. El uso del criterio de la pendiente, sólo o en combinación con la altitud, puede resolver este último problema, pero no el primero.» De acuerdo con los datos disponibles a escala mundial, se han establecido de forma empírica las siguientes clases de montañas: C 128/29 — Altitud entre 2 500 y 3 500 metros; — Altitud entre 3 500 y 4 500 metros; — Altitud superior a 4 500 metros. 1.2. Importancia de las zonas de montaña en Europa A diferencia de otros continentes, la Unión Europea dispone de una amplia extensión de sistemas montañosos muy diversificados que van desde las regiones árticas hasta el Mediterráneo, pasando por los Alpes y otros macizos montañosos en zonas de clima templado. Las zonas de montaña cubren aproximadamente el 38,8 % de la superficie total de la UE. Asimismo, constituyen un patrimonio muy específico de recursos vitales para toda Europa: agua, bosques, especies y hábitats excepcionales, raíces culturales únicas, zonas de recursos y de descanso, etc. En la UE pueden distinguirse cuatro grupos principales de zonas de montaña: — Zonas de montaña y asimiladas (zonas árticas) del norte de Europa (Finlandia, Suecia, Escocia); — zonas de montaña de la Europa templada con la Cordillera Cantábrica, Pirineos, Macizo Central, Jura, Vosgos, Selva Negra, Alpes, Ardenas, Gales, etc.; — montañas mediterráneas como la Cordillera Ibérica, los Apeninos, las montañas de Grecia continental e insular y las de las grandes islas de Creta, Sicilia, Cerdeña, Córcega y Mallorca; — montañas-islas periféricas y algunas regiones ultraperiféricas como los archipiélagos atlánticos (región macaronésica con Canarias, Azores y Madeira) y los departamentos de ultramar (Guadalupe, Martinica, Reunión y Guayana francesa). Importancia de las zonas de montaña B D 360 000 ha, lo que representa aproximadamente el 4 % de las zonas desfavorecidas GR 50 % del territorio nacional 90,8 % de los bosques en zonas de montaña 79,5 % de los pastos en zonas de montaña — — — Altitud entre 200 y 1 000 metros y variación de altitud superior a 300 metros; Altitud entre 1 000 y 1 500 metros y pendiente superior a 5º o variación de altitud superior a 300 metros; Altitud entre 1 500 y 2 500 metros y pendiente superior a 2º; 46 % del suelo agrícola en zonas de montaña 3 293 municipios en zonas de montaña (59,8 % del total del país) 10,2 % de la población nacional en zonas de montaña Densidad de población de las zonas de montaña: 36 h/km2 (media nacional: 74 h/km2 ) C 128/30 ES Diario Oficial de la Unión Europea Importancia de las zonas de montaña E 38 % del territorio nacional Importancia de las zonas de montaña FIN 88 % de los bosques del territorio nacional 151 313 km 2 (45 % del territorio nacional) 95 % de los bosques del territorio nacional 16 % del suelo agrícola 85 % del suelo agrícola en zonas desfavorecidas y 6 % en zonas de montaña 35,7 % de los municipios en zonas de montaña F 29.5.2003 aprox. 6,3 millones de habitantes en zonas de montaña (un 16 % de la población nacional) 441 municipios en zonas desfavorecidas y aisladas, 94 ciudades en zonas desfavorecidas y 10 ciudades en zonas aisladas Densidad de población de las zonas de montaña: 32,7 h/km2 3,5 millones de habitantes en zonas desfavorecidas (un 68 % de la población nacional, con un 9 % en zonas de montaña) 17,4 % del territorio nacional Densidad de población de las zonas de montaña: 2,6 h/km2 (media nacional: 16 h/km2 ) 33,7 % de los bosques del territorio nacional 31,4 % del suelo agrícola S 6 128 (17 %) municipios y 92 ciudades en zonas de montaña 3,6 millones de habitantes en zonas de montaña (un 7,7 % de la población nacional) Densidad de población de las zonas de montaña: 31 h/km2 (< 2/3 de la media nacional) 5 % de la población nacional en zonas de montaña Densidad de población de las zonas de montaña: 2 h/km2 UK Fuente: datos extraídos del estudio del Parlamento Europeo «Hacia una política europea de las zonas de montaña: problemas, impacto de las medidas y adaptaciones necesarias» (no existe versión española). IRL I 106 107 km 2 (35,2 % del territorio nacional) 1.3. Elementos de análisis respecto a la economía 58,1 % de los bosques del territorio nacional 24,4 % del suelo agrícola 2 605 (32,1 %) municipios en zonas de montaña 7,5 millones de habitantes en zonas de montaña (un 13,1 % de la población nacional) Densidad de población de las zonas de montaña: 70,7 h/km2 A 70 % del territorio nacional 57 % del suelo agrícola Alrededor de 3 millones de habitantes en las zonas de montaña (37,5 % de la población nacional) Alrededor de 1 170 municipios en las zonas de montaña (aproximadamente el 50 %) P 40 % del territorio nacional 50 % de los bosques y pastos del territorio nacional en zonas de montaña Las actividades económicas de las zonas de montaña se concentran principalmente en los valles, que constituyen pasos naturales. No obstante, hoy día muchos valles se han convertido en cuellos de botella para los transportes, y el aumento de la circulación de mercancías y personas supone una amenaza cada vez mayor para la seguridad y el medio ambiente, así como, en parte, para las condiciones de vida de las poblaciones. La actividad económica de muchas zonas de montaña se basa, cuando es viable, en la agricultura, el turismo y servicios varios. En otras, la actividad económica suele ser mínima. Aunque determinadas zonas de montaña tienen un potencial de desarrollo económico y se integran en el resto de la economía de la Unión, la mayoría presenta problemas diversos: el 61,5 % de las zonas de montaña y de las zonas árticas puede englobarse en el objetivo 1 y el 24,7 % en el objetivo 2 (Segundo informe sobre la cohesión económica y social (1). Puede establecerse una tipología sucinta de las zonas de montaña combinando los factores naturales y los indicadores socioeconómicos. Esta tipología es aproximativa, pero es útil para tener una visión adecuada de la situación. 50 % de las explotaciones agrícolas en zonas de montaña 23 % de la población nacional en zonas de montaña (1 ) COM(2001) 24 final. 29.5.2003 ES Diario Oficial de la Unión Europea C 128/31 Tipología de las montañas y de las zonas árticas de acuerdo con la definición adoptada por la UE de zonas de montaña y de zonas englobadas en los objetivos prioritarios de los Fondos Estructurales Objetivo 1 Objetivo 2 No subvencionable Zonas con condiciones climáticas muy difíciles debido a la altitud (altitud mínima entre 600 y 800 metros). Cadenas montañosas altas en el sur, centro y noroeste de España, en Córcega, en el sur de Italia (incluida Sicilia) y en Grecia (incluida Creta). Las montañas más altas de Suecia y Finlandia (Laponia). Partes centrales de los Pirineos, Macizo Central, Jura, Vosgos, Alpes franceses meridionales, Apeninos septentrionales y Alpes occidentales y orientales en Italia, gran parte de los Alpes austriacos. Determinadas zonas del noroeste de los Alpes franceses (Delfinado, Saboya), los Alpes centrales italianos (Piamonte y Lombardía). Gran parte de los Alpes alemanes. Zonas situadas a una altitud inferior o con un desnivel medio pronunciado (en general, más del 20 %). Otras zonas de montaña de Portugal, sur, centro y noroeste de España, Córcega, Italia meridional (incluida Cerdeña y Sicilia) y Grecia (incluida Creta). Otras zonas de montaña de Suecia y Finlandia (Laponia). Partes periféricas de los Pirineos, Macizo Central, Jura y Vosgos. Apeninos septentrionales y Alpes occidentales y orientales italianos. Determinadas zonas del noroeste de los Alpes franceses (Delfinado, Saboya), los Alpes centrales italianos (Piamonte y Lombardía). Gran parte de los Alpes alemanes. Otras zonas situadas al norte Llanuras de Suecia y Finlandel paralelo 62 y algunas dia situadas al norte del zonas adyacentes. paralelo 62 (sobre todo determinadas zonas del interior). Otras llanuras de Suecia y Finlandia por debajo del paralelo 62 (principalmente zonas costeras de Suecia y zonas del interior de la Finlandia meridional). El desarrollo sostenible de las zonas de montaña requiere eficacia económica, igualdad social, cohesión territorial e integridad del medio ambiente. En el siguiente cuadro se enumeran los principales retos y potencial de las zonas de montaña europeas: Retos y potencial de las zonas de montaña Retos Potencial Desde el punto de vista social — Grave riesgo de despoblación gradual pero irreversible. — Mayores distancias y, por lo tanto, distribución de las infraestructuras básicas más irregular que en la llanura. — Carencia de servicios para las personas, familias y explotaciones agrarias. — Falta de compensación de los servicios que presta la población de las zonas de montaña al conjunto de la sociedad en forma de gestión y protección de los recursos, paisajes y ecosistemas. — Oferta de ocio y descanso para los ciudadanos que permita satisfacer una creciente demanda de descubrimiento de otras formas de vida en entornos protegidos por sus características naturales y culturales. C 128/32 ES Diario Oficial de la Unión Europea Retos 29.5.2003 Potencial Desde el punto de vista económico — Creciente precariedad de las actividades tradicionales, como agricultura, silvicultura y turismo. — Nuevas fuentes de renta, típicas de las zonas de montaña, y de trabajo merced al desarrollo de las nuevas tecnologías, especialmente en el ámbito de la información y la comunicación. Desde el punto de vista ecológico — 1.4. Aumento de la presión sobre las zonas sensibles debido al abandono de las tierras, mala gestión de los recursos hídricos, afluencia estacional de visitantes y sobrecarga de la red viaria. Repercusiones de las políticas comunitarias y nacionales Determinadas políticas comunitarias han tenido hasta ahora una gran repercusión en la evolución de las zonas de montaña. Cabe citar las siguientes: — la Política Agrícola Común con la indemnización compensatoria en favor de las zonas desfavorecidas, las medidas agroambientales, la organización del mercado de los productores de zonas de montaña (leche, carne), etc.; — la política estructural (objetivos 1 y 2) y de cohesión; — las iniciativas comunitarias sobre desarrollo rural (Leader+) y cooperación transfronteriza, interestatal e interregional (Interreg III A, B y C) (por ejemplo, el programa de cooperación Interreg III B «Espacio alpino» que cubre Alemania, Austria, Francia, Italia, Suiza, Eslovenia y Liechtenstein); — la política forestal; — las reflexiones iniciadas sobre la ordenación del territorio mediante la Perspectiva Europea de Ordenación Territorial (PEOT) y su puesta en práctica; — la política común del medio ambiente con las «principales directivas» en el ámbito del agua, hábitats naturales y flora y fauna silvestres, suelos, etc.; — la política de investigación y desarrollo tecnológico, así como las enormes mejoras que deberían reportar para la vida diaria. — Nuevas perspectivas creadas por las tecnologías punta (energías renovables, transporte multimodal, sistemas informativos geográficos). — Evolución general hacia una colaboración dinámica entre el medio ambiente y el desarrollo. 2. Tratamiento del tema de las montañas por parte de las instituciones Desde hace varios años, se suceden en Europa resoluciones y recomendaciones sobre la montaña adoptadas por los ministros competentes, la Conferencia permanente de poderes locales y regionales de Europa (sustituida en la actualidad por el Congreso de Poderes Locales y Regionales de Europa), así como la Asamblea Parlamentaria y el Comité de Ministros del Consejo de Europa. Cabe recordar en especial, por su valor político y técnico, los siguientes documentos: — Dictamen del CES (1988) sobre «Una política para las zonas de montaña»; — Dictamen del CDR (1995) sobre una «Carta europea de regiones de montaña»; — Dictamen del CES (1996) sobre «El Arco Alpino: una oportunidad de desarrollo e integración»; — Dictamen del CDR (1997) sobre «Una política para la agricultura de montaña en Europa»; — «Informe sobre una nueva estrategia para las zonas de montaña» (1998) de la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural, que hace referencia al estudio de la Dirección General de Estudios del Parlamento Europeo «Hacia una política europea de las zonas de montaña»; — «Resolución del Parlamento Europeo sobre 25 años de aplicación de la reglamentación comunitaria en favor de la agricultura en las zonas de montaña». 29.5.2003 ES Diario Oficial de la Unión Europea Por último, el CESE está elaborando un dictamen de enorme trascendencia (ponente: Sr. Bastian) sobre «El futuro de las zonas de montaña en la Unión Europea». 2.1. Convenio para la protección de los Alpes El Convenio para la protección de los Alpes fue firmado en octubre de 1991 por representantes de los gobiernos de los países alpinos y de la Unión Europea con el fin de establecer una política común para toda la región alpina, de conformidad con los principios del desarrollo sostenible. Por primera vez, todo el arco alpino visto como una unidad indivisible se consideró patrimonio común europeo. Los objetivos generales de referencia fueron los de conciliar las necesidades económicas y sociales de las poblaciones de los Alpes y las exigencias para proteger el medio ambiente. El Convenio entró en vigor en marzo de 1995 al ser ratificado por Austria, Alemania, Liechtenstein, Eslovenia y la Unión Europea, produciéndose poco después la ratificación de los demás Estados alpinos. El Convenio prevé el establecimiento de un programa de investigación sobre cuatro asuntos específicos (protección de la calidad del aire, hidroeconomía, reducción de los residuos, así como población y cultura), mientras que sus protocolos de aplicación deberían ofrecer estímulos para la aprobación de políticas sobre transportes, turismo, protección del suelo, patrimonio forestal, energía, agricultura, etc. El Convenio cuenta con órganos que se reúnen con regularidad y que se encargan de su aplicación. Por lo demás, no existen en la Unión Europea medidas políticas o instrumentos operativos que se refieran explícitamente al Convenio o a los protocolos de aplicación correspondientes, aunque sea parte contratante del Convenio sobre los Alpes. Incluso ha perdido la posibilidad de participar en los trabajos de los órganos del propio Convenio. Cabe lamentar esta situación, dado que la cordillera de los Alpes es la más importante de Europa en cuanto a territorio, población y Estados; por lo tanto, la Comisión podría haber actuado como impulsora de políticas comunitarias para las zonas de montaña. 2.2. Carta europea de las regiones de montaña La necesidad de una «Carta europea de la montaña» para determinar los principios de planificación, desarrollo y protección de los terrenos montañosos fue asumida por la II conferencia europea de zonas de montaña que se celebró en Trento en 1988, pero hubo que esperar seis años más (con motivo de la III conferencia que tuvo lugar en Chamonix del 15 al 17 de septiembre de 1994) para que el documento fuera aprobado por los delegados (más de 200 altos funcionarios y representantes de los Estados miembros del Consejo de Europa). El proceso para la aprobación definitiva de la Carta por parte de los Estados miembros todavía no ha culminado. El contenido de la Carta, que persigue la elaboración de una política europea C 128/33 para la montaña, es de tipo global e integrado, habida cuenta de las recomendaciones que adoptó la Conferencia de Río de Janeiro de 1992 sobre medio ambiente y desarrollo. Asimismo, cabe destacar el principio de subsidiariedad, que permite la intervención de los entes regionales y locales en las fases de elaboración y gestión de la política europea. De esta manera, se reconoce de forma específica el papel que deben desempeñar las poblaciones de montaña para lograr un equilibrio equitativo entre las actividades económicas y las exigencias medioambientales. A este respecto, conviene citar los fines de la Carta que se establecen en su artículo 6: «Las partes contratantes organizarán su política, legislación y actuación en la montaña en función de los siguientes objetivos: I. reconocimiento explícito de las regiones de montaña y de su especificidad; II. consideración y reconocimiento de la entidad geográfica de cada zona de montaña, para evitar que las divisiones administrativas existentes o futuras puedan suponer un obstáculo a la aplicación de la política en favor de la montaña; III. mantenimiento de las poblaciones locales y lucha contra el éxodo de los jóvenes; IV. creación o modernización de las infraestructuras y equipamientos indispensables para la calidad de vida de las poblaciones y el desarrollo de las regiones de montaña; V. mantenimiento y mejora de los servicios públicos de proximidad; VI. protección del suelo agrario y de pasto, así como mantenimiento y modernización indispensables de las actividades agrícolas merced a un enfoque específico para la agricultura de montaña; VII. fomento de los recursos energéticos endógenos; VIII. conservación de las actividades industriales y artesanales existentes e implantación de actividades basadas en las nuevas tecnologías; IX. desarrollo del sector terciario, especialmente del turismo, como complemento de las actividades tradicionales; X. salvaguardia de la identidad y difusión de los valores culturales propios de la montaña y de cada zona de montaña homogénea. Estos objetivos se realizarán respetando y protegiendo el medio ambiente merced a una valoración de conjunto de los recursos humanos y naturales, superando la dicotomía tradicional entre desarrollo económico y defensa del entorno natural y aspirando a conseguir un equilibrio entre actividades humanas y exigencias medioambientales.» C 128/34 ES Diario Oficial de la Unión Europea Tal como se puede observar, es un programa cuyo planteamiento sigue siendo plenamente adecuado y moderno. 2.3. Segundo informe sobre la cohesión económica y social La Comisión Europea aprobó recientemente el «Segundo informe sobre la cohesión económica y social». Asimismo, la Comisión analizó los debates mantenidos en el segundo Foro europeo sobre la cohesión, en mayo de 2001, llegando a la conclusión (1) de que la Unión Europea necesita una política de cohesión que pueda englobar tres tipos de regiones: — regiones con enorme retraso de desarrollo que se encuentran principalmente, aunque no de forma exclusiva, en los países candidatos; — regiones de los Estados miembros actuales que no han completado el proceso de convergencia; — regiones con graves dificultades estructurales, especialmente las zonas urbanas, las zonas rurales muy dependientes de la agricultura, las zonas de montaña e insulares, así como otras con desventajas naturales o demográficas. En la «Primera parte: situación y tendencias» del informe, de forma muy novedosa y significativa, se menciona explícitamente a las «zonas específicas» y se afirma lo siguiente: «Las islas y los archipiélagos, las zonas montañosas y periféricas (incluidas las ultraperiféricas) son una parte importante de la Unión y comparten muchas características físicas y geomorfológicas y desventajas económicas. Por lo general, estas zonas sufren problemas de accesibilidad que dificultan la integración económica con el resto de la Unión. Muchas de ellas ya reciben una ayuda regional de la Unión Europea: en efecto, el 95 % de las zonas de montaña y de las islas está cubierto por los objetivos 1 o 2. Al mismo tiempo, sus condiciones socioeconómicas varían en gran medida ...» Asimismo, al especificar las prioridades para la cohesión económica y social, en el informe se menciona a las «zonas con grandes desventajas geográficas o naturales» en las que los esfuerzos realizados hasta la fecha para lograr un buen nivel de integración se ven dificultados por las características específicas, precisando lo siguiente: «Estas zonas (regiones ultraperiféricas, insulares, montañosas, periféricas, con muy baja densidad de población) a menudo constituyen un componente fundamental del patrimonio ecológico y cultural de la Unión. A menudo sufren grandes dificultades para retener a su población. Los costes suplementarios de los servicios básicos, incluidos los transportes, pueden frenar su desarrollo económico.» 29.5.2003 Por consiguiente, parece que, al menos, la Comisión reconoce la especificidad de las zonas de montaña, siendo objeto de estudio y profundización. Una prueba adicional del nuevo interés de la Comisión hacia las montañas europeas es la conferencia que los miembros de la Comisión responsables de Política Regional y de Agricultura organizaron en Bruselas los días 17 y 18 de octubre de 2002, con la participación del Presidente, Sr. Prodi, y de otros miembros de la Comisión. Aunque la conferencia concluyó sin adoptar ningún documento final, el nivel de los trabajos y los temas abordados en profundidad permiten esperar que el nuevo período aportará resultados concluyentes y positivos. Por lo demás, esta atención a la montaña es reclamada de forma creciente y por distintas partes. Una vez más, el Comité Económico y Social Europeo ha aprobado recientemente un documento de gran interés en el que se pide la garantía de una visión común de la montaña reconociendo en los Tratados la especificidad de dichas zonas. Asimismo, se propone una estrategia basada en la compensación de las desventajas que no pueden eliminarse, la reducción activa de los factores de desventaja y la valorización de la identidad y de los recursos de la montaña. El documento concluye instando a hacer de la política europea a favor de las montañas un modelo de desarrollo sostenible y equitativo para las poblaciones. 2.4. Año Internacional de las Montañas Por lo tanto, parece evidente que la propia Comisión coloca las zonas de montaña en el mismo plano que las que se mencionan en el artículo 158 del Tratado. A raíz del debate sobre el segundo informe, la Comisión decidió realizar una serie de estudios sobre las zonas con graves desventajas geográficas o naturales. Ya se han realizado dos: uno sobre las zonas insulares y otro sobre las zonas de montaña (incluidas las zonas árticas). En ellos también se prevé la elaboración de criterios de delimitación. El 10 de noviembre de 1998, la Asamblea de las Naciones Unidas proclamó por unanimidad el año 2002 como «Año Internacional de las Montañas» con los siguientes objetivos: I. fomentar el desarrollo sostenible de las regiones de montaña; (1 ) COM(2002) 46 final. 29.5.2003 II. ES Diario Oficial de la Unión Europea mejorar la calidad de vida de los habitantes de las regiones de montaña; III. proteger el frágil ecosistema montañoso. En muchos países europeos se llevan a cabo iniciativas preparatorias de la conferencia que las Naciones Unidas organizarán en 2002 a escala mundial. Sin embargo, a nivel comunitario no se han realizado actos políticos formales ni se han adoptado iniciativas legislativas con arreglo a los objetivos de las Naciones Unidas. 2.5. Capítulo 13 del Programa 21 y cumbre mundial de Johannesburgo El Programa 21 se aprobó en la Conferencia mundial sobre la Tierra celebrada el 14 de junio de 1992 en Río de Janeiro. Muchos capítulos del Programa hacen referencia de forma explícita a las montañas, en especial los siguientes: Capítulo 2: Cooperación internacional Capítulo 3: Lucha contra la pobreza Capítulo 6: Protección y fomento de la salud humana Capítulo 7: Desarrollo sostenible de los recursos humanos Capítulo 8: Integración del desarrollo sostenible en la toma de decisiones Capítulo 11: Lucha contra la deforestación Capítulo 12: Lucha contra la desertificación C 128/35 Capítulo 36: Educación, formación y toma de conciencia de la opinión pública Capítulo 37: Constitución de capacidades para el desarrollo sostenible Capítulo 39: Instrumentos jurídicos internacionales Capítulo 40: Información para la adopción de decisiones En el capítulo 13 se aborda el tema de la definición de las montañas como sistema unitario. Con tal fin, se estableció una colaboración excepcional entre organismos de las Naciones Unidas, gobiernos nacionales, organizaciones internacionales, ONG y centros de investigación. Se considera útil citar la declaración inicial del capítulo 13: «Las montañas son una fuente importante de agua, energía y diversidad biológica. Además, son fuente de recursos vitales como minerales, productos forestales y agrícolas y medios de esparcimiento. Al ser un ecosistema importante en que está representada la ecología compleja e interdependiente de nuestro planeta, el medio montano es esencial para la supervivencia del ecosistema mundial. Sin embargo, los ecosistemas de montaña están cambiando rápidamente. Son susceptibles de erosión acelerada de los suelos, desprendimientos de tierras y un rápido empobrecimiento de la diversidad genética y del hábitat. La pobreza es generalizada entre los habitantes de las montañas y se están perdiendo los conocimientos autóctonos. Como resultado de ello, la mayoría de las zonas montañosas del mundo padecen un deterioro ambiental. De ahí que haya que adoptar medidas de inmediato para velar por una ordenación apropiada de los recursos de las montañas y el desarrollo social y económico de sus habitantes.» Capítulo 14: Agricultura sostenible y desarrollo rural Capítulo 15: Conservación de la diversidad biológica Capítulo 18: Protección y gestión de los recursos de agua dulce Recientemente, se ha dado continuidad a la Conferencia de Río con la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, celebrada en septiembre de 2002 en Johannesburgo. El punto 42 del informe final se dedica a las zonas de montaña: Capítulo 24: La mujer y el desarrollo sostenible Capítulo 26: Fortalecimiento del papel de las poblaciones indígenas Capítulo 27: Colaboración con las ONG Capítulo 28: Iniciativas de las autoridades locales en apoyo del Programa 21 «42. Los ecosistemas montañosos sustentan formas particulares de subsistencia y contienen importantes recursos relacionados con las cuencas hidrográficas, la diversidad biológica y una flora y una fauna singulares. Muchos de ellos son particularmente frágiles y vulnerables a los efectos adversos del cambio climático y necesitan medidas específicas de protección. Será preciso adoptar medidas en todos los planos con objeto de: Capítulo 32: Fortalecimiento del papel de los agricultores Capítulo 33: Financiación del desarrollo sostenible Capítulo 34: Transferencia de tecnologías compatibles ecológicamente Capítulo 35: La ciencia para el desarrollo sostenible a) Formular y promover programas, políticas y enfoques que integren los componentes ambientales, económicos y sociales del desarrollo sostenible de las zonas montañosas, y refuercen la cooperación internacional en cuanto a los efectos positivos para los programas de erradicación de la pobreza, especialmente en los países en desarrollo; C 128/36 Diario Oficial de la Unión Europea b) Ejecutar programas para combatir, según proceda, la deforestación, la erosión, la degradación del suelo, la pérdida de diversidad biológica, la alteración de los cursos de agua y el retroceso de los glaciares; c) Formular y aplicar, cuando corresponda, políticas y programas, incluso de inversiones públicas y privadas, que, teniendo en cuenta las consideraciones de género, contribuyan a eliminar la desigualdad de condiciones que deben afrontar las comunidades montañesas; d) e) f) 2.6. ES Aplicar programas de promoción de la diversificación y de la economía, los modos de subsistencia sostenibles y los sistemas de producción en pequeña escala tradicionales de las montañas, incluso organizando programas específicos de capacitación y mejorando el acceso a los mercados nacionales e internacionales, las comunicaciones y la planificación del transporte, teniendo en cuenta la fragilidad particular de las montañas; Promover la plena participación de las comunidades montañesas en las decisiones que las afectan e incorporar los conocimientos, el patrimonio y los valores autóctonos en todas las iniciativas de desarrollo; Movilizar apoyo nacional e internacional para la investigación aplicada y el fomento de la capacidad, prestar asistencia financiera y técnica para la ejecución eficaz del desarrollo sostenible de los ecosistemas de montaña en los países en desarrollo y los países con economías en transición, y hacer frente a la pobreza de las personas que viven en las montañas mediante planes, proyectos y programas concretos, con suficiente apoyo de todos los interesados y teniendo en cuenta el espíritu del Año Internacional de las Montañas, que se celebra en 2002.» Carta Mundial de las Poblaciones de Montaña La Carta Mundial de las Poblaciones de Montaña se adoptó el 9 de junio de 2000 en Chambéry, como culminación del Primer Foro mundial de la montaña al que asistieron representantes de 70 países. Se trata de un proyecto que deberá someterse a debate antes de convertirse en la base y la finalidad de la Organización internacional de las poblaciones de montaña, prevista para garantizar la realización de dicha Carta. Este proyecto se limita, por el momento, a indicar los principios generales y se completará con las sugerencias y recomendaciones más sectoriales formuladas en el Foro, así como con las contribuciones que se presenten en la nueva cita prevista para septiembre de 2002 en Quito, Ecuador. 3. Situación jurídica de las zonas de montaña europeas Se ha pedido insistentemente a la Unión Europea que dedique atención a las zonas de montaña. 29.5.2003 Gran parte de los documentos elaborados por diversos organismos en los últimos años tenía por objeto lograr la aprobación de un reglamento (o una directiva) del Consejo o de la Comisión con medidas específicas para las zonas de montaña que dieran origen de esta forma a una política plurisectorial integrada. Más recientemente, se intentó obtener la adopción de un «objetivo» específico dedicado a las zonas de montaña que se añadiría a los previstos por la política de cohesión vigente hasta el año 2000. No obstante, resulta evidente que la Comunidad no puede adoptar ninguna iniciativa específica (más allá de la medida vigente, modesta y sectorial, en materia de agricultura de montaña) sin la correspondiente disposición del Tratado en la que se establezca la competencia al respecto. Por consiguiente, es imprescindible que la Unión reconozca la especificidad de la montaña y la necesidad consiguiente, con pleno respeto del principio de subsidiariedad, de establecer una política orgánica europea en la materia. Las características de la «especificidad de la montaña», aunque se den condiciones económicas diversas, son reconocibles de forma generalizada y determinan unas especiales condiciones de vida de las poblaciones, así como para la organización y gestión de los servicios, la información, el acceso y la movilidad. Respecto de las montañas europeas, resultan especialmente importantes y urgentes las políticas de protección y fomento del medio ambiente, el paisaje y la biodiversidad; las políticas de conservación de técnicas agrícolas de antiguas culturas propias de poblaciones establecidas desde hace siglos y procedentes de regiones muy lejanas; así como la salvaguardia de culturas locales de alcance excepcional y del patrimonio histórico y artístico. El reconocimiento formal de la especificidad de la montaña es esencial y propedéutico de cara a eventuales aplicaciones tras la aprobación de medidas en multitud de sectores. El artículo 158 del título XVII del Tratado CE (Cohesión económica y social) establece lo siguiente: «A fin de promover un desarrollo armonioso del conjunto de la Comunidad, ésta desarrollará y proseguirá su acción encaminada a reforzar su cohesión económica y social. La Comunidad se propondrá, en particular, reducir las diferencias entre los niveles de desarrollo de las diversas regiones y el retraso de las regiones o islas menos favorecidas, incluidas las zonas rurales.» 29.5.2003 ES Diario Oficial de la Unión Europea Si se quiere establecer las condiciones para que, en el futuro, las instituciones europeas puedan elaborar políticas o intervenciones específicas en favor de las zonas de montaña, es indispensable proponer que estas zonas se mencionen de forma específica, junto a las ya incluidas, en la última parte del artículo 158 citado. En la versión vigente, la expresión «zonas rurales» no se identifica con la montaña, ya que no existe una identidad entre ambos conceptos, lo que hace indispensable el reconocimiento formal de la «especificidad de la montaña». 4. Las montañas en el futuro de Europa En la actualidad, el tema del futuro de Europa constituye el asunto central, nodal y esencial para toda la población europea que se pregunta por qué sistemas se regirá el Viejo Continente en el tercer milenio. Cada vez resulta más evidente lo que podría llegar a considerarse un tópico, a saber, que Europa no podrá construirse con esquemas simples y mecánicos, ni con condiciones ilustradas concebidas totalmente en los despachos, ni solamente con acuerdos entre los Estados miembros. La nueva Europa será fruto de un procedimiento complejo en el que la unificación de la sociedad civil, así como la integración de los intereses, funciones, subjetividad política y relaciones con el exterior, deberán realizarse de forma gradual, a través de una mediación amplia y de alto nivel con arreglo a un diseño político y no tecnocrático. Si ello tiene sentido, la nueva Europa deberá basarse mucho en los aspectos que histórica, antropológica, cultural y físicamente constituyen un valor aglutinante, un tejido conectivo o un elemento de conjunción. Justamente, ¿no representan las montañas todo eso? ¿Es posible concebir una Europa del tercer milenio sin una política para las zonas que aglutinan físicamente las áreas más desarrolladas del continente? Quizá pocos hayan pensado en ello, pero las conexiones entre las zonas fuertes de la nueva Unión Europea están garantizadas por las «tierras altas» y ello evidentemente es válido tanto para los transportes como para la relación más general entre espacios económicos. El valle del Po se comunica con el valle del Rin merced a la cordillera alpina; Cataluña en pleno desarrollo económico se conecta con el Mediodía francés a través de los Pirineos; la propia Italia tiene en el eje Alpes-Apeninos el esqueleto que la sostiene, según la afortunada imagen del economista italiano Giustino Fortunato de los huesos (las montañas) y los músculos (la llanura). Por no hablar de la integración con el Este, donde los Balcanes constituyen el nexo con la realidad eslava, mientras los Montes Tatra establecen la unión entre Polonia y Hungría, nuevas regiones de la Europa de 2004. Tampoco hay que olvidar que en las zonas de montaña también existen lugares de excelencia, desde el punto de vista social y económico, de la realidad europea (sin salir de los Alpes, la senda imaginaria que va de Grenoble a Bratislava atraviesa lugares como Vorarlberg, Tirol, Carintia y Salzburgo, además de conocidas regiones italianas). C 128/37 Volviendo a la imagen de Fortunato, cabe preguntarse si tiene sentido una Europa de «zonas fuertes» unidas por los «huesos». La respuesta indudablemente es no. Pero en tal caso es imprescindible una política europea a favor de las zonas de montaña. Y ello no porque se deba añadir la palabra «montaña» a la lista de prebendas y ayudas que, por diversos conceptos y en diverso grado, se distribuyen a partir de Bruselas, sino porque la montaña es el paradigma de la integración europea. Las montañas de Europa han metabolizado desde siempre una visión política pluralista, intrínsecamente tolerante y abierta al debate y a la programación concertada. En cierta forma, está grabado en su ADN. Sin embargo, tampoco son ajenas a los retos que plantea la globalización ni a la agravación del fenómeno inverso, como es el incremento del sentimiento de pertenencia a un lugar. Si este último no se controla, lleva al localismo, particularismo o fragmentarismo, esto es, fenómenos que son el polo opuesto de la integración y que fomentan políticas antieuropeas. No es pura coincidencia que estos fenómenos comiencen a arraigar en las tierras de montaña, ante la falta de una política europea para dichas zonas y el hecho de que determinadas políticas de la Unión a menudo no tengan suficientemente en cuenta sus especificidades. La Comisión Europea y el Parlamento Europeo deben valorar más el papel potencialmente integrador de la montaña como elemento de síntesis de toda la Unión. Bastaría con poco: una gran idea como directriz, una elección quizá poco convencional y la voluntad de superar de una vez la tecnocracia y la burocracia. En resumen, bastaría con una política que parta del principio de que, si se logra construir Europa, ésta se realizará a partir de un nuevo concepto del estado, diferente del que caracteriza al estado nacional, que tendrá en los nuevos rasgos distintivos sus características propias fundamentales. No cabe duda de que la montaña es uno de ellos. Ningún modelo será convincente, sobre todo en los decenios venideros en los que la sociedad civil se verá fuertemente influida por el cruce de intereses y el papel de los agentes políticos y culturales. Entonces, será todavía más viva la necesidad de una alta política que construya el nuevo modelo de Europa a partir de los valores aglutinantes. Por todo ello, la montaña constituye un enorme reto para Europa. Y también por ello se tiene una idea elevada de Europa, de una Europa en la que el debate político no se centre sólo en la calidad y cantidad de la carne y la leche, y a la que la montaña puede contribuir siempre que se supere el trillado estereotipo de las botas de montaña y del montañés en los pastos y se evite caer en la tentación reduccionista de que la montaña es sólo un asunto medioambiental o agrícola, como más de uno sostiene en el Viejo Continente. C 128/38 5. ES Diario Oficial de la Unión Europea Las montañas y los espacios urbanos Huelga decir que el presente informe y las correspondientes consideraciones y propuestas se elaboran en favor de las poblaciones que aún residen, trabajan y constituyen comunidades civiles y políticas en las zonas de montaña. No obstante, hoy día se acepta de forma generalizada que estas poblaciones desempeñan un papel útil no sólo para su región, sino también, de forma cada vez más importante y evidente, para las poblaciones de las llanuras, ciudades y grandes zonas populosas y productivas en forma de ordenación del territorio; protección del medio ambiente y del paisaje; conservación del suelo; oferta de espacios y momentos para la cultura, la salud, el deporte y el ocio; producción de elementos estratégicos como la madera, el agua y la energía; origen de productos de especial valor porque son sanos y representan un equilibrio secular entre naturaleza y necesidades humanas; así como lugar de explotaciones mineras. Por consiguiente, una política europea en favor de las montañas no beneficia únicamente a sus habitantes. Se trata realmente de una política para todos los europeos. 6. Conclusiones y propuestas El Comité de las Regiones 29.5.2003 4. Destaca que en las montañas europeas se conserva gran parte de la biodiversidad y que la existencia de un porcentaje adecuado de población activa permite proteger el agua, el suelo y el medio ambiente; cuidar los bosques y los bienes culturales específicos; así como ofrecer productos y servicios de altísimo valor para toda la población europea. 5. Afirma que las montañas tienen especificidades propias y que, aunque buena parte de las «zonas de montaña» también son «zonas rurales», ambos términos no son idénticos; del mismo modo, aunque parte de las zonas de montaña sean, sin lugar a dudas, «zonas menos favorecidas», considera inadmisible que la atención de la Unión en favor de la montaña se limite a las dificultades económicas. 6. Expresa el convencimiento de que el Tratado debe tener en cuenta el concepto de «cohesión territorial» como componente complementario de la «cohesión económica y social». 7. Manifiesta que una mención explícita de la montaña en el Tratado serviría de fundamento para la competencia comunitaria en la materia, haciendo finalmente posible valoraciones y políticas orgánicas para las poblaciones y los territorios, con el reconocimiento formal de su especificidad de forma que se coordinen las distintas políticas comunitarias, aunque respetando plenamente el principio de subsidiariedad. 1. Destaca que ningún territorio de Europa puede destinarse a ser y mantenerse como zona marginal, condenado a un abandono progresivo. 2. Subraya que desde hace años llegan inútilmente a los órganos decisorios de la Unión peticiones apremiantes para considerar a las montañas europeas de forma adecuada debido a su especificidad territorial, que está determinada por las llamadas desventajas naturales, en razón de su posición altímetra y la pendiente; por las duras condiciones climáticas y por las condiciones geomorfológicas únicas, las grandes distancias y las especiales dificultades y los costes que conllevan para la construcción y el mantenimiento de infraestructuras de transportes. Las actuales condiciones naturales han generado una flora y una fauna que no sólo son únicas en sí mismas, sino también en su diversidad. Las especiales condiciones de vida comprenden también el suministro y gestión de los servicios, la información, el acceso y la movilidad. 3. Expone que las montañas europeas están habitadas desde hace milenios, y deben seguir estándolo, por poblaciones que no deben sentirse abandonadas, sino que deben gozar de un reconocimiento adecuado y de condiciones modernas de vida social y civil; asimismo, deben contar con posibilidades y ayudas para lograr un desarrollo económico sostenible de amplio alcance, al igual que debe garantizarse el respeto y la protección de las culturas locales y regionales. 8. Por lo tanto, pide que se modifiquen el artículo 158 del Tratado y el título correspondiente incluyendo la mención explícita de las «zonas de montaña» junto a las «regiones o islas menos favorecidas, incluidas las zonas rurales» ya citadas, y añadiendo la palabra «territorial» donde en la actualidad sólo se habla de «cohesión económica y social». 9. Considera necesaria, además de la consagración jurídica de la especificidad de la montaña, una normativa europea sobre competencia que se base en dicho reconocimiento y tenga como finalidad la reducción de las desventajas económicas y estructurales de los medios productivos y sociales de las zonas de montaña respecto de las demás zonas, mediante el establecimiento de ayudas financieras y económicas y desgravaciones fiscales de carácter estructural y duradero. 10. Destaca la existencia en las zonas de montaña de patrimonios culturales y de organización social y política que deben valorizarse y fomentarse. La identidad de las poblaciones constituye una riqueza que debe conservarse como elemento esencial de la complejidad positiva de cada nación y de Europa. 29.5.2003 ES Diario Oficial de la Unión Europea 11. Defiende sin ambages normas sostenibles en las políticas de transporte que garanticen condiciones básicas uniformes para la gestión de los flujos de tráfico viario y de las redes ferroviarias en las zonas de montaña. Estas últimas no pueden limitarse a ser simples corredores de tránsito. Deben encontrarse soluciones inteligentes que concilien las necesidades del crecimiento económico con la protección de la salud humana y del medio ambiente. Ello supone ampliar las infraestructuras y mejorar la oferta del tráfico ferroviario transfronterizo. Para financiar proyectos de infraestructuras especialmente costosos en las zonas ambientalmente sensibles, el derecho comunitario debe permitir la financiación transversal de infraestructuras ferroviarias mediante ingresos procedentes de redes viarias paralelas, con el fin de apoyar la necesaria transferencia del transporte de mercancías desde la carretera al ferrocarril. 12. Señala que las actuales políticas de racionalización de las finanzas públicas y de privatización de los servicios en toda Europa acarrean perjuicios, a veces irreversibles, para las poblaciones de montaña. La enseñanza, la sanidad, los transportes y los servicios de correos y telecomunicaciones se encuentran de forma prácticamente generalizada en fase de reestructuración. Una extensión suficiente y la buena calidad de estos servicios constituyen tanto condiciones esenciales de supervivencia para la población local como factores de crecimiento y desarrollo decisivos para las zonas de montaña en su conjunto. Por ello, es necesario que la administración pública, en toda modificación de la organización de estos servicios, asuma especialmente la responsabilidad y preste especial atención a la situación de estas zonas para que el nivel de los servicios no sólo se mantenga, sino que aumente. En todo caso, es preciso que el Tratado CE garantice claramente a las zonas de montaña el acceso en pie de igualdad a los amplios servicios de interés general orientados al bienestar. Por lo tanto, en las convocatorias de privatización deberán establecerse restricciones y garantías para mantener la calidad del servicio en dichas zonas. 13. Defiende que la economía de montaña debe considerarse vital, por lo que deben establecerse en los programas comunitarios: — el desarrollo de las redes de servicios y de proximidad, especialmente de las informáticas para las empresas, familias, escuelas, instituciones y ONG; — las políticas que favorecen la incorporación de los jóvenes a todo tipo de empresas, especialmente en el caso de los jóvenes empresarios; — el fomento y la simplificación de prácticas en favor de los que ejercen varias actividades; — el fomento de cualificaciones profesionales adaptadas a la evolución que se produzca. C 128/39 14. Considera útil proponer a la Comisión que el Sexto programa marco de investigación y desarrollo tenga en cuenta de forma adecuada, en la fase de realización, la problemática de las zonas de montaña y que se fomente la constitución de una red europea de todos los centros de investigación de las zonas de montaña. 15. Afirma con rotundidad que las diferentes zonas de montaña de Europa requieren una política comunitaria que ayude a sus poblaciones a gestionar medidas coherentes, coordinadas e integradas, en el marco de una mayor y más profunda autonomía local y regional. Se trata también de un requisito para la plena aplicación del principio de subsidiariedad. 16. Pide a la Comisión que, habida cuenta de la próxima ampliación, se establezca una estrategia comunitaria global para el desarrollo sostenible de las zonas de montaña de la Unión y de los países candidatos que englobe el desarrollo de las zonas rurales y la conservación de la agricultura de montaña. En especial, esta estrategia debería incluir la cooperación transfronteriza de las regiones de montaña y determinar medidas específicas dentro de los programas Interreg, Phare, Tacis y Sapard, con el fin de incorporar a los países candidatos y a otras regiones fronterizas con la Unión en las medidas para las zonas de montaña. Esto último es especialmente importante para los Sami, el pueblo aborigen que habita las zonas Norte y Centro de Suecia, Finlandia y Noruega, así como el norte de Rusia. 17. Considera fundamental que la Comisión promueva la realización de un estudio sobre las regiones de montaña europeas para favorecer una clasificación común y una reflexión sobre las consecuencias de los cambios climáticos. Asimismo, solicita que se apoye una marca de denominación de origen de los productos de las zonas de montaña comunitarias acorde con las normas europeas en la materia. 18. Pide a la Comisión que elabore una definición clara de zona de montaña basada en criterios referidos a las características naturales (como altitud, pendiente, acortamiento del ciclo vegetal y composición del suelo) y a los criterios socioeconómicos (como densidad de población, desarrollo demográfico, pirámide de edad, actividades que supongan una economía de escala y potencial de desarrollo de las zonas económicas) así como a la combinación de dichos criterios, para lograr una distinción clara, dado que los problemas respectivos difieren, entre zonas de montaña y zonas desfavorecidas, a la hora de establecer estrategias de desarrollo y mecanismos de apoyo. 19. Considera absolutamente necesario compensar las desventajas naturales permanentes con ayudas; por este motivo, dichas ayudas deben mantenerse como un elemento básico de la política en favor de las zonas de montaña, junto con una diversificación de las actividades económicas mediante ayudas compensatorias diferenciadas. C 128/40 ES Diario Oficial de la Unión Europea 20. Insiste en la necesidad de que, además de las ayudas del segundo pilar de la PAC, la economía de las zonas de montaña reciba apoyo complementario de los Fondos Estructurales, con especial atención a los transportes, telecomunicaciones y fomento del desarrollo para las empresas que no están directamente vinculadas a la agricultura y el turismo. Asimismo, incluye entre las directrices prioritarias de desarrollo la necesidad de dotar de forma progresiva a dichas zonas con infraestructuras y servicios mínimos esenciales en los sectores de la enseñanza, sanidad y transportes, así como en los relacionados con las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. 21. Subraya que las contribuciones en el marco del segundo pilar de la Política Agrícola Común deben poder combinarse con las contribuciones de los Fondos Estructurales. Por ello, el Comité de las Regiones propone que el segundo pilar de la Política Agrícola Común, el desarrollo rural, adopte una forma «a la carta», de manera que haya ámbitos de intervención que puedan ser combinados con contribuciones de las opciones que se discuten para los futuros Fondos Estructurales. Para que el resultado sea lo más eficaz posible, es necesaria una gran influencia de los niveles local y regional en las intervenciones. 22. Pide que la Comisión se comprometa a evaluar la posibilidad de permitir que los productos de calidad de las zonas de montaña, originados en zonas delimitadas de acuerdo con la normativa, puedan añadir una mención a la Denominación de Origen Protegida (DOP) o a la Indicación Geográfica Protegida (IGP) referida a la procedencia de zonas de montaña. 23. Apoya la celebración de convenios regionales en el ámbito de la cooperación transfronteriza, a imagen del Convenio de protección de los Alpes, para institucionalizar e intensificar la cooperación que permita solucionar problemas específicos de alcance regional y transfronterizo, a la vez que se ofrece un ejemplo concreto de realización de la Europa de las regiones. 24. Es necesario redoblar los esfuerzos para lograr la igualdad de condiciones entre mujeres y hombres. El Comité de las Regiones señala especialmente que, de acuerdo con los últimos estudios, la labor de igualdad constituye un factor de desarrollo en sí misma. En las zonas con problemas de 29.5.2003 emigración, un buen apoyo social y el acceso a una amplia oferta cultural tienen gran importancia para contrarrestar la marcha de mujeres y jóvenes de las zonas rurales y de montaña. La existencia de suficientes posibilidades de formación y perfeccionamiento profesional, especialmente para los jóvenes, incluidos los jóvenes agricultores, tiene una importancia decisiva para sus posibilidades de hallar un medio de vida. 25. Propone la adopción de medidas compensatorias nacionales y regionales en favor de las zonas de montaña, así como excepciones a la legislación comunitaria sobre ayudas estatales, para permitir la prestación de servicios de interés público en todo el territorio y compensar la reducción del apoyo estructural que padecerán debido al incremento de las peticiones de ayudas estructurales tras la ampliación. 26. Destaca la necesidad de dotar de forma adecuada a las zonas de montaña con instrumentos de política estructural después de 2006 y de mantenerlos mientras persistan sus problemas específicos. 27. Pide a la Comisión que establezca, dentro de la estrategia global para las zonas de montaña, mecanismos específicos de apoyo para el uso preferente en dichas zonas de fuentes de energía renovables compatibles con el medio ambiente y el paisaje, especialmente respecto del aprovechamiento de los recursos hídricos y la gestión sostenible de los bosques de montaña. 28. Pide a la Comisión Europea que participe con regularidad en los trabajos de los órganos del Convenio de protección de los Alpes. 29. Propone que las instituciones europeas fomenten la determinación y difusión de buenas prácticas sobre gestión del territorio de montaña, de medidas de desarrollo sostenible y de iniciativas para superar las dificultades de gestión de los servicios. Asimismo, el Comité subraya la importancia del intercambio transnacional de métodos y de experiencias locales y regionales. 30. Debe prestarse especial atención al sector lácteo de las regiones de montaña con el fin de intentar mantener en ellas a los pequeños agricultores y la agricultura extensiva. Bruselas, 12 de febrero de 2003. El Presidente del Comité de las Regiones Albert BORE