F° 213 R 68 T° 10 - Poder Judicial de la Provincia de Santa Fe

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En la ciudad de Santa Fe, a los 19 días de abril del año dos mil doce, se reúnen en Acuerdo Ordinario
los Señores Jueces de la Sala Segunda de la Cámara de Apelación en lo Laboral, Dres. José Daniel
Machado, Sebastián César Coppoletta y Julio César Alzueta, para resolver los recursos de nulidad y
apelación puestos por la demandada, contra la sentencia dictada por el Señor Juez de Distrito 1 de
Primera Instancia en lo Laboral de la Cuarta Nominación de Santa Fe, en los autos caratulados:
“VILLAMAYOR, Francisco Benito c/ MALVICINO S.A. y otros s/ C.P.L.” (Expte. 8 - Fo. 94 Año 2012).
Acto seguido el Tribunal se plantea las siguientes cuestiones:
PRIMERA: ¿Procede el recurso de nulidad?
SEGUNDA: En caso contrario ¿se ajusta a derecho la sentencia impugnada?
TERCERA: ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?
Dispuesto el orden de votación, resulta: Alzueta, Machado, Coppoletta.
A la primera cuestión el Dr. Alzueta dice:
La parte demandada plantea, juntamente con el de apelación, recurso de nulidad pero,
en su escrito en la Alzada, los conceptos desarrollados, permiten el tratamiento de la cuestión sin
retrotraer el procedimiento. Por otra parte, no se advierten, en el proceso, vicios que impusieran de
oficio la anulación, el llamamiento de autos está firme y ejecutoriado, las consideraciones del fallo
resultan adecuadas y aquí se formulan observaciones de base tan exigua que impiden el acceso a
ellas desde la Jurisdicción,así como noticia, sin postulación alguna, sobre declaración de quiebra de
Malvicino SA, lo que no impide agotar etapa declarativa a su respecto.
A mi juicio y de acuerdo con las breves consideraciones expuestas, el recurso de
nulidad se rechaza. En consecuencia, voto por la negativa.
A la misma cuestión el Dr. Machado dice:
Que expone las mismas razones vertidas por el Juez preopinante y, como él, vota por la
negativa.
A igual cuestión el Dr. Coppoletta dice:
(Expte. N°8 - Año 2012)
Que comparte los fundamentos vertidos por los preopinantes, y como ellos, vota por la
negativa.
A la segunda cuestión el Dr. Alzueta continúa diciendo:
Se cuestionó lo resuelto “A quo” (fs. 119/121vto. y 123 y vto.) de fechas 23.06.11 y
29.07.11, respectivamente; del Juzgado de Distrito 1 de Primera Instancia en lo Laboral de la Cuarta
Nominación de Santa Fe.
El recurso fue concedido, decisión que cuadra confirmar, por advertirse cumplidos los
requisitos rituales para ello.
En la Alzada ambas partes evacuaron las respectivas cargas procesales, y, por lo tanto,
consolidado como está el decreto de f.181, han quedado los autos en condiciones apropiadas para
que se pueda dictar resolución.
No estará de más recordar, según hace reiteradamente esta Sala, los límites impuestos
al tribunal de alzada en tanto la naturaleza revisora de sus atribuciones, siendo la expresión de
agravios el fundamento y medida del recurso, pudiendo haber deserciones parciales cuando no
existen críticas serias sobre algunos puntos desarrollados en lo resuelto o están insuficientemente
desarrolladas y, por ende, no son idóneas para ser tratadas (v. Ibáñez Frocham, "Tratado de los
Recursos en el Proceso Civil", p. 193, Omeba 1963; Alsina "Derecho Procesal", t. IV, p. 289, Ediar
1961; Podetti, "Derecho Procesal, Civil, Comercial, y Laboral", V, "Tratado de los Recursos", p. 164,
Ediar 1958)
En lo referente a las pruebas asertivas de tiempo de trabajo realizado el mismo
demandado cita conclusiones “A quo” motivadas en la falta de contestación a la demanda y en la
falta de atención a la audiencia del art. 51 del C.P.L. y ello es así ya que la presunción legal no sería
tal si se exigiera prueba para presumir.
Respecto de los montos percibidos la demandada vuelve a argüir falta de prueba y
dudas derivadas de ausencia de reclamación, pero nada obsta a lo presumido, ni a las testimoniales
de autos, ni a la falta de producción, por su parte, de prueba asertiva que destruya esa construcción
procesal.
Marra también la accionada cuando arguye que correspondía al actor producir otra
prueba distinta a la ya consignada para acreditar su derecho a una satisfacción que, por
incumplimiento de la otra parte, motivó el despido indirecto.
La teoría de los actos propios, enarbolada por la recurrente en relación con el actor, se
diluye ante la existencia de violencia que vicia el consentimiento por estado de necesidad del actor
implícito en el contrato de trabajo.
El juzgador ha de basarse en las reglas de la sana crítica como método que deja libertad
de admitir la prueba que considere útil y apreciarla conforme la lógica, psicología y experiencia
común que permiten discernir lo verdadero de lo falso, quedando claro que el crédito a testigos
corresponde a los jueces, infringiéndose esas reglas sólo cuando se hace una valoración absurda o
cuando se extraen conclusiones contradictorias lo que aquí no ocurre.
La nolición evidenciada por la demandada, al resistir el reclamo, resta fuerza a las
observaciones sobre la procedencia de los rubros otorgados, el defecto en la registración afecta el
carácter intrínseco de la misma y obvia las intimaciones que se pretenden como excusa.
Por lo expuesto me pronuncio por la afirmativa con costas a la recurrente.
A la misma cuestión el Dr. Machado dice:
En relación a la cuestión del quantum de las horas suplementarias trabajadas, el
discurso de la recurrente no se ajusta a la doctrina de esta Sala conforme a la cual -incluso si no
mediaran las presunciones procesales derivadas de la incontestación de la demanda e incomparencia
a la audiencia de trámite (como ha ocurrido en autos)- corresponde al empleador por efecto tanto de
lo que impone el art.52 L.C.T. en su última exigencia genérica, como por lo que específicamente
requiere el art.6 inciso “c” de la ley 11.544 y los Convenios 1 y 30 de la O.I.T. en punto a que debe
llevarse un registro especial de horas trabajadas en exceso de jornada legal. A ello se suma también
la exigencia de normas de policía provincial del trabajo muy precisas en orden a la registración diaria
(Expte. N°8 - Año 2012)
de ingreso y egreso y, por fin, la doctrina de la carga probatoria dinámica que, a todo evento,
desplaza el riesgo de incertidumbres al respecto en contra de quien se encuentra en mejor posición
técnica, profesional o fáctica para allegar la certeza faltante.
Por otro pero afín costado, la alegación de la teoría de los actos propios (que en materia
laboral impone una aproximación muy cauta y adecuada a la situación de dependencia del trabajador,
conforme lo ha expresado la C.S. en la causa “Llosco c/Irmi S.A.”, especialmente en los votos de los
Ministros Maqueda y Highton de Nolasco) soslaya que, en todo caso, el art.58 de la L.C.T. dispone
que el silencio del trabajador no puede sustentar presunciones en contra de sus derechos, ya que en
realidad el ordenamiento siquiera acepta que los renuncie de manera expresa (arts.12 y 260 L.C.T.).
Dicha consideración brinda una solución adecuada a la cuestión en examen y al agravio de la
recurrente, pareciéndome en cambio excesivas las afirmaciones terminantes del preopinante en orden
a los vicios obstativos de la libertad (violencia y estado de necesidad) que, si se los admitiera como
connaturales al estatus de subordinación, impedirían al trabajador producir cualquier acto jurídico
válido por ausencia de voluntad. Es cierto que en reciente contribución doctrinaria (L.C.T. dirigida
por Miguel Ángel Maza, editorial La Ley, de próxima aparición, comentario al art.240) he sostenido
que el intérprete laboral no puede aplicar la teoría de los vicios de la voluntad del C.C. de manera
idéntica que el Juez Civil y sin “adaptar” o modular sus requisitos conforme al dato no menor de una
dependencia laboral que, al decir de Llambías, o Cifuentes, o Compagnucci de Caso, no es sino parte
de las “condiciones personales” del afectado (art.938 C.C.). Pero de allí a considerar que toda acción
u omisión del trabajador padece de un defecto inmanente que, por definición, impide considerarle
acto voluntario, hay una brecha que no me parece legalmente sustentado ni lógico traspasar.
Por fin, en punto a las intimaciones que el recurso dice faltantes (arts.2 de la ley 25.323
y 80 de la L.C.T.), es política estable de precedentes de esta Sala que, en tanto la demanda judicial es
el modo más fehaciente de interpelación (al punto que interrumpe la prescripción, mientras las
intimaciones privadas sólo la suspenden), no puede prevalerse de la ausencia de requerimientos
anteriores quien a lo largo del pleito (desde el responde hasta la alzada) no solamente ha tenido
tiempo suficiente para estar a derecho sino que ha resistido las pretensiones, lo que no permite
suponer siquiera por vía conjetural que aquellas hubieran surtido el efecto pretendido por el
legislador al imponer tal carga (evitar el litigio, lograr la pronta entrega de los certificados de
trabajo).
Voto también por la afirmativa, con costas a cargo de la recurrente.
A igual cuestión el Dr. Coppoletta dice:
Que en virtud de lo expuesto por el Dr. Machado, vota en idéntico sentido.
A la tercera cuestión los Dres. Alzueta, Machado y Coppoletta dicen:
Que atento el resultado de las votaciones precedentes corresponde: 1) rechazar los
recursos de nulidad y apelación puestos por la demandada; 2) costas de alzada a la recurrente; 3) los
honorarios de los letrados por el trámite del recurso de apelación se regularán en el 50% de los que,
en definitiva, se regulen en primera instancia.
Por los fundamentos y conclusiones del Acuerdo que antecede, la
SALA II DE LA CÁMARA DE APELACIÓN EN LO LABORAL
R E S U E L V E:
1) Rechazar los recursos de nulidad y apelación puestos por la demandada.
2) Costas de alzada a la recurrente.
3) Los honorarios de los letrados por el trámite del recurso de apelación se regularán en
el 50% de los que, en definitiva, se regulen en primera instancia.
Resérvese el original, agréguese copia, hágase saber y oportunamente bajen.
Concluido el Acuerdo, firman los Señores Jueces por ante mí, que doy fe.
Dr. ALZUETA
Dr. MACHADO
Dr. COPPOLETTA
(Expte. N°8 - Año 2012)
Dra. Claudia M. BARRILIS
Secretaria
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