La epistemología de la política en Aristóteles Por Patricio Tierno1 La teoría política de Aristóteles nace del desencuentro entre la práctica política de la pólis (siglo VIII a. C.) y el pensamiento racional de la filosofía (siglo VI) o, dicho de otra manera, de la creación de un dominio propio de los asuntos humanos y la concientización reflexiva de la existencia de ese dominio2. Por una parte, la pólis resulta de una evolución y progresión, de la asimilación de los particularismos tribales al interior de instituciones políticas y religiosas comunes. En la época clásica (siglo V), es ya el modo heleno (étnico, lingüístico y cultural) de vida: el vivir juntos, el con-vivir, la comunidad que vive políticamente y, por ello, civilizada y organizadamente. Para la misma época, los griegos inventaron el teatro (tragedia, comedia), el arquetipo de la representación y el espectáculo. La política es también un escenario de acción y visibilidad, donde el hombre libre –adulto y masculino- pone en juego su valor, su virtud, su reputación y su obra. Por otra parte, en el declinar de esa sociedad (siglo IV), brilla la filosofía como aquel género de consciencia crepuscular del que hablara Hegel que viene a dar sentido a la experiencia histórica: primero con Sócrates y su condena, decretando el divorcio entre el filósofo y la ciudad; luego con Platón y su saber totalizador, en la unión perfecta del conocimiento y la política. Esas dos tendencias sólo coinciden en un mismo nombre, política, y se distinguen en cuanto a su conocimiento y objeto, la práctica política y la teoría política, en la filosofía de Aristóteles. En efecto, él será quien funde el reencuentro y la especificidad de ambas en su “filosofía política”3. En el aspecto práctico, la política no depende de una regla inmutable, sino de la acción oportuna deliberada por el hombre en condiciones particulares. En su aspecto teórico, la política no es sabiduría exacta, sino una ciencia general probable de formas e intervenciones humanas que suceden singularmente en la historia. La ciencia especial centrada en el estudio de la pólis es la “ciencia política” (politiké epistéme) o, simplemente, “política” (he politiké)4. En cuanto tal, cae en un lugar determinado dentro de la división aristotélica del conocimiento que sistematiza la estructura general del saber. En la Metafísica, a los primeros pensadores se los llamó physiológoi, estudiosos de la naturaleza, mas la denominación era demasiado vaga y adolecía de imprecisión. Aristóteles, afanoso en la tarea de recolectar datos y hechos y organizar un equipo de investigación científica, quiso en cambio delimitar el campo específico –el ámbito objetivo- de las diferentes disciplinas y forjar con ello la primera clasificación consciente e intencionada. Así y todo, observa Guthrie, “seguía confiando en que todo el campo del conocimiento entraba naturalmente dentro de la competencia de un hombre, o, al menos, de una escuela”5. Cada ciencia tiene sus principios o puntos de partida (arkhaí), puesto que cada una opera un recorte sobre un sector de la realidad o secciona un género particular del ser y se ocupa de él (cf. Met. 1025b3-18; 1003a20-33). No verlo de ese modo supondría incurrir en lo que solía llamar una “transición a otro género”, el intento de probar los principios de una ciencia mediante otra que no le está subordinada, verbigracia, probar la verdades de la geometría por medio de la aritmética (v. An. post. I, 7). De manera que la ciencia política se ubica en la segunda de las tres ramas principales del saber: todo conocimiento –todo pensar racional-6 es teorético, práctico o productivo (Met. E, 1; y cf. Top. 145a15-16 y EN 1142a17-18)7. Estos tres tipos de ciencias o disciplinas se distinguen por su fin, lo que en última instancia revierte en una diferencia de objetos para cada ciencia o disciplina particular8. El fin del conocimiento teorético es el conocimiento mismo (desinteresado); el fin de la ciencia práctica, la acción (buena); el fin del pensamiento productivo, la producción de objetos distintos a la actividad que los produce. De este modo, pueden definirse los objetos de todas y cada una de las ciencias especiales en que se subdivide cada tipo. En primer lugar, la ciencia teorética comprende a la filosofía primera o teología, la filosofía natural y las matemáticas (cf. Met. 1064b1-3). A la filosofía primera se la denomina “primera” o “teología” dependiendo del punto de vista que se asuma frente al problema de si su campo es universal o se limita a una parte de lo que existe9. El tema tiene, pues, dos enfoques posibles: 1) el estudio de aquello que puede ser considerado real en el mundo que nos rodea, para lo cual el término substancia se aplica en su sentido más inmediato a los objetos sensibles, corruptibles o eternos (las plantas, los animales y sus partes, los cuatro elementos y sus producciones, como los cuerpos celestes; cf. 1069a30-b7); 2) el estudio de aquel ser que existe en acto puro, sin las trabas que la materia impone a los cuerpos físicos introduciendo un elemento de potencialidad (cf. 1071b3-22). El primer enfoque, el de la búsqueda de realidad del mundo físico, se desarrolla en Met. Z; el segundo, el del descubrimiento de ese algo que existe separado y divino, el motor o los motores inmóviles, causa final del universo y de todo lo que hay en él, en Met. L. La filosofía natural incluye a su vez algunas disciplinas específicas: física, biología, astronomía y psicología (cf. Phys. II, ab initio; DC III, ab initio; De an. 403a27-b2). La “física” en su sentido amplio (que abarca a las disciplinas antedichas) investiga las cosas capaces de movimiento, atendiendo a la definición o forma de ese tipo de entidad, en cuanto no separable de la materia (cf. Met. 1025b26-28; 1061b6-7). Como resultará evidente, a la ciencia natural sólo se la puede colocar a regañadientes, por razones clasificatorias, en el pedestal más alto de la ciencia teorética, ya que aquélla se ocupa de lo que supone cambio, mientras que en sentido pleno y estricto sólo puede conocerse o entenderse lo que siempre es (cf. 1005b1-2; v. An. post. 71b9-12, 73a21-23). Sin embargo, el conocimiento físico es independiente de una causa externa, pues considera todo aquello que tiene la causa de su movimiento y reposo en sí mismo, al tiempo que lo actuado y lo producido parten de la elección y la técnica o el arte humanos (cf. Met. 1025b1824). Las matemáticas, finalmente, se fijan en el aspecto cuantitativo de las cosas con abstracción de lo demás (cf. 1026a7-10; 1061a29-35). El matemático estudia los cuerpos de un modo aislado, separándolos en el pensamiento y sin que nadie se engañe a la usanza platónica. Las ciencias teoréticas forman así una jerarquía, en la que las matemáticas se localizan en un segundo escalón y la física en un tercero, de acuerdo al grado de distanciamiento respecto a la materia potencial. En segundo lugar, la ciencia práctica, explicada con menor detalle en EN II, 1, también exhibe diversas subdivisiones. Ella toma como objeto a la administración de la casa (economía), a la acción individual y social (ética)10 y a la pólis (política), aunque todas apuntan a la captación del bien como fin (1094a22-26): “Y así, ¿no tendrá su conocimiento gran influencia sobre nuestra vida, y, como arqueros que tienen un blanco, no alcanzaremos mejor el nuestro? Si es así, hemos de intentar comprender de un modo general cuál es y a cuál de las ciencias o facultades11 pertenece”. La respuesta no tarda en llegar: todas las “ciencias prácticas” (b4) se integran en la principal y eminentemente “arquitectónica” (a27), la ciencia política, constituyéndose de esa manera la “ciencia o filosofía práctica” en general (cf. Met. 993b19-21), que funda el objeto primario de esta investigación (méthodos), el cual es por tanto una disciplina política (EN 1094b11). En tercer y último lugar, el conocimiento productivo (también llamado tékhne, técnica o arte), se divide en artes mecánicas o útiles y artes imitativas o miméticas. Entre las primeras, cabe mencionar variedad de técnicas tales como la construcción naval, el tejido, la gimnasia, la medicina y la agricultura; entre las segundas, bellas artes como lo son hoy la pintura, la escultura, la música, la danza y la poesía (cf., p. ej., Rhet. 1371b4-8; Poet. 1). Por otra parte, la lógica, que no figura en esta clasificación pero de la que Aristóteles decía ser su inventor y cultivador, es presupuesta por todas las ciencias particulares en el abordaje de sus diferentes materias (cf. Met. 1005b2-5). Por esa razón, los aristotélicos posteriores la consideraron una propedéutica y un instrumento (órganon) de la ciencia, una herramienta previa y necesaria para el dominio y ejercicio de cualquier disciplina teorética, práctica o “poiética”. Teniendo en cuenta el status científico y práctico de la política aristotélica, intentemos echar luz sobre sus rasgos epistemológicos más notables y sobre la clase de relaciones que guarda con los otros tipos de conocimiento12. La ciencia política, aun siendo una ciencia en sentido amplio, no es “ciencia” en el sentido estricto de la epistéme y la theoría. En virtud de la fluctuación y variedad de sus objetos, se caracteriza por una menor exactitud o precisión (akríbeia) en las formulaciones (EN 1094b11-27): … no se ha de buscar el rigor por igual en todos los razonamientos, como tampoco en todos los trabajos manuales; la nobleza y la justicia que la política considera presentan tantas diferencias y desviaciones, que parecen ser sólo por convención y no por naturaleza. […]. Por consiguiente, hablando de cosas de esta índole y con tales puntos de partida, hemos de darnos por contentos con mostrar la verdad de un modo tosco y esquemático; hablando sólo de lo que ocurre por lo general y partiendo de tales datos, basta con llegar a conclusiones semejantes. Del mismo modo se ha de aceptar cuanto aquí digamos: porque es propio del hombre instruido buscar la exactitud en cada género de conocimientos en la medida en que la admite la naturaleza del asunto; evidentemente, tan absurdo sería aprobar a un matemático que empleara la persuasión como reclamar demostraciones a un retórico. De igual modo, tampoco es arte, porque tiene por objeto genérico a la acción en vez de a la creación o fabricación de cosas bellas o útiles. Pero, además, se diferencia específicamente de la ética dentro de una tarea intelectual única, la filosofía práctica o, como gustan de decir los teóricos, la teoría política. Pese a esa caracterización demarcadora, la política se concibe no como un compartimento epistémico estanco sino como un espacio científico multidisciplinario que entra en comunicación con las ramas principales del saber de tres maneras matizadas y diversas. Primero, establece una relación conceptual determinativa con la ciencia metafísica estricta pues supone, fundamentalmente, la aprehensión de ciertas categorías universales. En efecto, la teoría política de Aristóteles apela a los conceptos de la substancia y la forma para fundamentar el carácter natural del ser existencial y la organización sistémica de la pólis. A la vez, la ontología metafísica se vale de la realidad orgánica de la ciudad para elaborar sus propias teorías acerca de la substancia y la forma. La relación entre metafísica y política se revela en la compenetración de los conceptos teóricos y las prácticas políticas. Segundo, la política está en relación comparativa con el arte y, en particular, con las producciones técnicas similares a las de la gimnasia, la navegación, la medicina, el armado de barcos y la fabricación textil (cf., v. g., Pol. 1288b19-21, 1325b401326a3). Los símiles con la navegación y la gimnasia se muestran especialmente significativos pues permiten definir la meta y las funciones de la ciencia política en el nivel adecuado de amplitud y especificidad. Tercero, la ética y la política se encuentran en una relación de contigüidad. Aristóteles describe la complexión de ambas en términos de una filosofía o teoría general que viene a llenar el hueco dejado por las investigaciones de los predecesores (EN 1181b12-16): “Pues bien, como nuestros antecesores han dejado sin investigar lo referente a la legislación, quizá será mejor que lo consideremos nosotros, y, por tanto, estudiemos en general lo relativo a la constitución política a fin de completar, en la medida de lo posible, la filosofía de las cosas humanas (tá anthrópeia philosophía)”. Este estudio implica una investigación primaria en torno al hombre o, lo que es lo mismo, una teoría de la naturaleza humana o antropología. Más todavía, dicha ética no puede prescindir de una indagación profunda de las nociones populares (palabras y valores) imperantes en la vida cotidiana de Grecia en el siglo IV13. Recíprocamente, un estudio de naturaleza ético-política debe recurrir a una determinada concepción del bien y la razón del ser humano con el propósito de cubrir del modo más amplio el problema del fin y la meta de la buena vida (individual y colectiva). Incluso, tal como es dable entender, la política compone con la ética un mismo cuerpo de enseñanza y método que, por añadidura, no puede desarrollarse con independencia del contexto social en el que se origina14. En cuanto al sujeto de esa enseñanza, la misma tiene como discípulo activo al hombre político, dado que la política persigue la práctica y la teoría aplicada15, y se dirige a todos aquellos estudiantes que ya tiene experiencia de vida y han formado sus impresiones vivenciales sobre la base de las pasiones y el deseo orientados por la razón (EN 1094b27-1095a11)16: … cada uno juzga bien aquello que conoce, y de eso es un buen juez; de cada cosa particular el instruido en ella, y de una manera absoluta el instruido en todo. Por esta razón, el joven no es discípulo apropiado para la política, ya que no tiene experiencia de las acciones de la vida, y la política se apoya en ellas y sobre ellas versa; además, por dejarse llevar de sus sentimientos, aprenderá en vano y sin provecho, puesto que el fin de la política no es el conocimiento (gnósis) sino la acción (práxis); y es indiferente que sea joven en edad o de carácter, pues el defecto no está en el tiempo, sino en vivir y procurar todas las cosas de acuerdo con la pasión. Para tales personas, el conocimiento resulta inútil, como para los intemperantes; en cambio, para los que encauzan sus deseos y acciones según la razón, el saber acerca de estas cosas será muy provechoso. El practicante de esta ciencia es legislador y es político, hombre de ley y de Estado, y debe por consiguiente actuar en la pólis en sintonía con lo que le dicta la razón práctica17. Por lo que el gobierno político importará el ejercicio de las virtudes éticas y sobre todo de la justicia política, la cual es ejercida en el ámbito social de la práxis o esfera pública de lo político, entre personas que en su calidad de ciudadanos semejantes, libres e iguales comparten un poder simétrico. Con respecto al método ético-político, si bien está basado en principios como verdades universales, no funda una ciencia deductiva, sino una ciencia que parte de los hechos singulares e intenta llegar a enunciados generales probables sobre cosas que son de una manera pero podrían ser de otra. La estructura de lo contingente que distingue al mundo humano obliga a tener que lidiar con situaciones particulares a través de la deliberación moral en el universo de la acción social y política (1104a1-9)18: … todo lo que se diga de las acciones debe decirse en esquema y no con rigurosa precisión; ya dijimos al principio que se ha de tratar en cada caso según la materia, y en lo relativo a las acciones y a la conveniencia no hay nada establecido, como tampoco en lo que se refiere a la salud. Y si la exposición general ha de ser de esta naturaleza, con mayor razón carecerá de precisión la de lo particular, que no cae bajo el dominio de ningún arte ni precepto, sino que los mismos que actúan tienen que considerar (skoppeín) siempre lo que es oportuno (tón kairón), como ocurre también en el arte de la medicina y en el del piloto. El ejercicio de la sabiduría práctica o prudencia se verifica en el proceso de toma de decisiones que concluye en la acción deliberada19. Gracias al intelecto práctico, el agente identifica los medios más adecuados para los fines dados por medio de la percepción de las circunstancias atinentes a un curso de acción. El acto voluntario ejecutado envuelve así el juicio práctico del hombre prudente que bajo particulares condiciones determina la regla de conducta ajustable al término medio de la moralidad20. Para Aristóteles, la justicia es la piedra angular de la comunidad y de las demás virtudes éticas, del éthos constituido socialmente. El carácter de cada uno se manifiesta en los lazos de amistad tejidos en reciprocidad que permiten la cooperación familiar, asociativa y ciudadana. La justicia política, la organización de la pólis y sus instituciones, cristaliza en el gobierno de la ley común que rige la constitución. A su interior, la acción del ciudadano se coordina y procesa por su pertenencia a los diferentes grupos y partidos que intervienen en la deliberación democrática de asamblea. Este panorama condensa la casi totalidad de la teoría política aristotélica. La ciudad, el Estado, tiene un fin moral, a saber, la vida feliz de todos los que la componen como partes funcionales de un todo ordenado. Desde una perspectiva puramente epistemológica, no menos resulta posible entrever las dos categorías conceptuales claves de la ciencia política antigua y moderna: la constitución y la deliberación políticas. Lista de abreviaturas: An. post. De an. DC EN Phys. Met. Poet. Pol. Rhet. Top. Analytica posteriora De anima De caelo Ethica Nicomachea Physica Metaphysica Poetica Politica Rhetorica Topica Ediciones de las obras de Aristóteles: The Complete Works of Aristotle. The Revised Oxford Translation, edited by Jonathan Barnes, 2 vols., Princeton, New Jersey, Princeton University Press, 1995, 6.a ed., with corrections. Tratados de lógica (Órganon) I, traducción por M. Candel Sanmartín, Madrid, Gredos, 1994, 2.a ed. Física (edición bilingüe), texto revisado y traducido por José Luis Calvo Martínez (con introducción), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1996. Metafísica de Aristóteles, edición trilingüe por Valentín García Yebra, Madrid, Gredos, 1998, 2.a ed. Ética a Nicómaco, edición bilingüe y traducción de María Araujo y Julián Marías, introducción y notas de Julián Marías, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002, 8.a ed. Política, edición y traducción de Julián Marías y María Araújo, introducción y notas de Julián Marías, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997, 2.a ed. Retórica, edición del texto con aparato crítico, traducción, prólogo y notas de Antonio Tovar, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1999, 5a. ed. 1 Doctorando en Ciencia Política (Universidad de San Pablo). Docente e investigador en el área de Teoría Política y Social (Universidad de Buenos Aires). 2 Cf. Wolff, Francis, Aristóteles e a política, São Paulo, Discurso Editorial, 1999, pp. 7-19. 3 La expresión le pertenece por entero: cf. Pol. 1282b23. 4 Habría que obviar la separación moderna entre filosofía y ciencia o, incluso, entre filosofía, pensamiento, teoría y ciencia de la política. Del mismo modo, tendríamos que situarnos en la perspectiva antigua para la que apenas existía ciencia de la naturaleza basada en la experimentación y la observación, así como tampoco política indisociable de la ética y la moral (cf. Guthrie, W. K. C., Historia de la filosofía griega, vol. VI: Introducción a Aristóteles, Madrid, Gredos, 1999, p. 143 y Strauss, Leo, ¿Qué es la filosofía política?, Madrid, Guadarrama, 1982, cap. I). 5 Guthrie, W. K. C., op. cit., loc. cit. 6 Aristóteles usa la palabra diánoia (pensamiento, razonamiento), que junto a epistéme o philosophía expresan más o menos el mismo significado. 7 Ésta es la clasificación usual, pero nuestro pensador no siempre se atiene a ella. La división puede variar en función del contexto de discusión en que se encuentre: cf. Top. 105b19 y ss., donde se alude a la separación en ética, física y lógica originada en Jenócrates y habitual en la Academia y otras escuelas, y Phys. 198a29 y ss., con sus tres “estudios” (pragmateíai), uno sobre las cosas inmóviles, otro sobre las que son movidas y no perecen, y un tercero sobre las que perecen. 8 Cf., para esta cuestión, Guthrie, W. K. C., op. cit., pp. 143-147; Miller, Fred D., Jr., Nature, Justice, and Rights in Aristotle’s Politics, Oxford, Clarendon Press, 2001, pp. 5-7. 9 La filosofía primera aparece, en rigor, caracterizada como: 1) ciencia de los primeros principios y causas (libro A); 2) investigación del ser en tanto que ser, o de lo que es en tanto que es, o del ente en tanto que ente (libro G); 3) ciencia de la substancia o entidad (libros G y Z); y 4) teología o ciencia de una ousía privilegiada y especial, suprasensible e inmóvil, o sea, dios (libro L). Esta última caracterización es la problemática, porque el estudio de semejante ousía no se compagina fácilmente con las primeras tres fórmulas que acentúan la universalidad de la filosofía primera y marcan su primacía frente a las demás ciencias. 10 O, como dice en An. post. 89b9, la “teoría ética”. 11 Facultad como capacidad de actuar, con particular referencia a la ciencia práctica. 12 Cf., en general, Miller, Fred D., Jr., op. cit., pp. 11-13. 13 Cf. Adkins, A. W. H., “The Connection between Aristotle’s Ethics and Politics,” in Keyt, David and Fred D. Miller, Jr. (eds.), A Companion to Aristotle’s Politics, Cambridge, Massachusetts, Blackwell, 1991, pp. 75-93. 14 Cf. Newman, W. L., “Appendix A”, The Politics of Aristotle, with an introduction, two prefatory essays and notes critical and explanatory, Oxford, Clarendon Press, 2000, vol. II; Irwin, T. H., “Moral Science and Political Theory in Aristotle”, in Cartledge, P. A. and F. D. Harvey (eds.), Crux, Essays in Greek History presented to G. E. M. de Ste. Croix on his 75th birthday, London, Duckworth, 1985, pp. 150-168. 15 La utilidad de la teoría práctica es ilustrada a partir de una simpática anécdota que Aristóteles cuenta de Tales de Mileto: v. Pol. 1259a3 y ss. 16 Cf. Kraut, Richard, Aristotle. Political Philosophy, Oxford, Oxford University Press, 2002, pp. 56-59, quien también destaca esos elementos que hacen al hombre práctico y experimentado. 17 V. Bodéüs, Richard, Le philosophe et la cité. Recherches sur les rapports entre morale et politique dans la pensée d’Aristote, Paris, Societé d’Èdition « Les Belles Lettres », 1982. 18 Cf. Lledó Iñigo, Emilio, “Introducción a las Éticas”, in Aristóteles, Ética Nicomáquea. Ética Eudemia, introducción por Emilio Lledó Iñigo, traducción y notas por Julio Pallí Bonet, Madrid, Gredos, 1998, pp. 83-91, el que asimismo señala el sentido dinámico del fin en función de la apertura a la decisión propia de la ética antigua. 19 Para la polémica contemporánea referida a la phrónesis y su errada o posible identidad con la ciencia política y el saber de la práxis, v. Berti, Enrico, “Phrónesis et science politique”, in Aubenque, Pierre (dir.) et Alonso Tordesillas (ed.), Aristote Politique. Études sur la Politique d’Aristote, Paris, Presses Universitaires de France, 1993, pp. 435-459 y Volpi, Franco, “Réhabilitation de la philosophie pratique et néo-aristotélisme”, in ib., pp. 461-484. 20 Cf. Zingano, Marco, “Lei moral e escolha singular na ética aristotélica”, in Zingano, Marco, Estudos de ética antiga, São Paulo, Discurso Editorial, 2007, pp. 327-362.