Título - Orden Jurídico Nacional

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Título: Antecedentes Históricos
Autor: Folchi, Mario O.
Fecha: 20-05-2011
Publicación: Tratado de Derecho Aeronáutico y Política de la
Aeronáutica Civil
Cita: RLADA-VII-453
Título I
Antecedentes Históricos
Por Mario O. Folchi
La evolución histórica del Derecho Aeronáutico se ha desarrollado durante todo el siglo XX, si
bien pueden mencionarse valiosos antecedentes en fechas previas. Es claro que esta
evolución se halla íntimamente ligada al desarrollo mismo de la actividad aérea y de la
aeronáutica civil, así como al progreso tecnológico que, en forma notoria, se ha manifestado
a través de los modelos de aeronaves con mayor capacidad y velocidad y de los elementos
técnicos que han garantizado en forma creciente la seguridad de los vuelos. Es por ello que el
Derecho Aeronáutico ha tenido - y sigue teniendo - una evolución fascinante, porque debió
seguir el crecimiento técnico de la aviación en todos sus aspectos. Como bien dijo Videla
Escalada ya en 1948, el derecho aeronáutico “ha avanzado con la misma velocidad que el
avión”.[1] Es más: muchas de sus instituciones y principios debieron responder a ese
crecimiento y por ende fueron adaptándose al mismo.
Creo así que podría hablarse de una época prehistórica - por cierto con la relatividad que
puede tener este criterio -, con los datos que los autores han señalado hasta la Convención
de París de 1919, ya que en mi opinión, la historia propiamente dicha de la materia comienza
con este importante tratado internacional. Veamos si es posible sostener esta afirmación.
El recordado jurista uruguayo Álvaro Bauzá Araujo mencionó que la primera obra conocida
que se vincula con los problemas jurídicos que se derivan de la actividad aérea fue escrita
por un estudiante de la Universidad de Frankfurt llamado Jean Etienne Dank, bajo el título de
“De juris principis aéreo”, que data de 1687.[2]
Poco más de un siglo después, en 1784, recuerda Videla Escalada siguiendo el interesante
relato histórico de Henry-Couannier, se dictan dos Ordenanzas: una por el Prefecto de Policía
de París, Jean Pierre Lenoir - transcripta por Agustín Rodríguez Jurado -[3] y la segunda por
las autoridades de Milán, prohibiendo las ascensiones en globo sin autorización.[4] En Francia
se dictó otra Ordenanza en 1819, no solo para ratificar la ya citada, sino para agregar la
obligatoriedad del uso de paracaídas en todos los demás tipos de aeróstatos.
A estos antecedentes de índole legislativa, los autores citados en el párrafo anterior señalan
coincidentemente otros interesantes datos. Entre ellos, el Congreso Internacional de
Aeronáutica celebrado en París en 1889, en el que se analizaron algunos temas vinculados
con la oportunidad de crear normas especiales en materia de responsabilidad aeronáutica y
desaparición de pilotos, accidentes de aeróstatos, etc., creándose en consecuencia la
Comisión Permanente de Aeronáutica Civil, a la que se dio proyección internacional. En los
años siguientes comenzaron a realizarse varios Congresos: en París en 1900; en Milán en
1906; en Bruselas en 1907 y en Nancy en 1909.
En forma paralela a estos encuentros científicos, en los que también se trataban temas
jurídicos, fue surgiendo una corriente doctrinaria de juristas interesados en todas estas
cuestiones novedosas que motivaba el hecho aviatorio. Fue así como se constituyó en 1909 y
en París, el Comité Jurídico Internacional de la Aviación, que se reunió sucesivamente en
París en 1911, en Ginebra en 1912 y en Frankfurt en 1913. Entre tanto, en 1910 había tenido
lugar en Verona el Congreso Jurídico Internacional para la Navegación Aérea, en el que se
aprobaron ciertos principios sobre el régimen jurídico de la atmósfera, la nacionalidad y
aterrizaje de las aeronaves, etc.[5]
Entre los juristas de entonces se destacó el francés Paul Fauchille, quien con su célebre obra
sobre el régimen jurídico de los aeróstatos y sus doctrinas respecto de la soberanía sobre el
espacio aéreo, hizo que el Instituto de Derecho Internacional aprobara en definitiva una
reglamentación orgánica sobre estos asuntos, a través de las reuniones que realizó en
Neuchatel en 1900, en Bruselas en 1902, en Gante en 1906 y en Madrid en 1911. Otra
entidad que, al igual que la anterior, tenía carácter privado, fue la International Law
Association, que en sus reuniones de París en 1912 y de Madrid en 1913, asignó importancia
a los temas aviatorios.
En forma paralela a estos esfuerzos en el ámbito de las organizaciones privadas, se
produjeron algunos hechos concretos por parte de los Estados. Es así como durante esta
época se firmaron los primeros acuerdos internacionales bilaterales, como ocurrió entre los
Estados Unidos de América y Canadá en 1910 y entre Francia y Alemania en 1913, según
reseñan Videla Escalada y Bauzá Araujo en sus obras citadas. Además, se producen las
primeras manifestaciones legislativas en el siglo XX, como fueron los casos de Alemania en
1910 con la Ordenanza de Brandenburgo; de Francia con sus reglamentos sobre la
navegación aérea en 1911 y 1913; de Italia en 1914; de Inglaterra en 1911 y 1913 y de
algunos Estados de los Estados Unidos de América, como California, Pennsilvania y
Connecticut a partir de 1911.
Asimismo, en las Conferencias Plenipotenciarias de La Haya de 1899 y 1907 y Conferencia
Naval de Londres de 1909 se consideraron algunos temas relacionados con el uso del aire,
prohibiéndose el lanzamiento de proyectiles desde el mismo y otras normas relacionadas con
la utilización de la atmósfera con fines bélicos.
Como deja verse en esta relación de hechos históricos, tanto en los esfuerzos de entidades
privadas y juristas cuanto en las disposiciones legislativas dictadas por ciertos Estados, las
preocupaciones doctrinarias y reglamentarias se volcaron sobre ciertos y determinados
aspectos de la actividad aérea, sin que en ninguna de ellas pudiera conformarse un sentido
orgánico del conjunto de los problemas jurídicos que se fueron presentando hasta 1914. Esto
es lógico, si se tiene en cuenta que la actividad aeronáutica propiamente dicha se hallaba
entonces limitada a los esfuerzos de personas que, intentando llevar a la realidad el sueño de
Icaro, habían comenzado a delinear y fabricar de un modo todavía experimental, los primeros
exponentes de aparatos que se elevaban de la superficie terrestre.
Fue entonces que se desencadenó la Primera Guerra Mundial en 1914, que en el campo de la
aviación y en el del derecho que lo regula, iba a constituirse en un hito sumamente
importante. En efecto, por primera vez y durante los cuatro años que duró la conflagración,
el avión apareció ante el mundo como un arma bélica, si no decisiva, al menos como muy
importante y las necesidades de la guerra hicieron que prontamente se fuera progresando en
la fabricación de aparatos voladores, a través de las preocupaciones de los países para
conformar sus flotas aéreas. Fue así que los técnicos, acuciados por las necesidades bélicas,
descubren con rapidez nuevos adelantos en la técnica aviatoria, logrando un progreso
vertiginoso. En este sentido, la guerra, sin perjuicio de resultar en sí misma una auténtica
calamidad, produjo en el ámbito aeronáutico un progreso inimaginable muy pocos años
antes, de modo tal que a su término, la aeronave ya se había instalado en la sociedad de esa
época como un hecho novedoso y que auspiciaba otros horizontes para la época de paz. Los
gobiernos y los hombres en general, comenzaron a advertir que aparte de su característica
como arma bélica, podía ser un excelente instrumento para fortalecer la paz y contribuir al
bienestar general y al progreso mundial. Bien recuerda Videla Escalada que quizá como en
ningún otro elemento, los progresos científicos que llevaron a la concreción del arma aérea
tuvieron el efecto de su particular adaptabilidad a la paz, para permitirle cumplir una altísima
función en ella.[6]
Claro está que, sin duda, para que el avión pudiera convertirse, como lo fue, en el medio de
transporte paradigmático del siglo XX, era necesario establecer unas ciertas reglas jurídicas
que posibilitaran tan interesantes objetivos. Estas surgieron con la “Convention Portant
Reglementation de la Navigation Aérienne”, más conocida como la Convención de París de
1919, documento firmado como consecuencia de la terminación de la guerra y de los Pactos
de Versalles, en los cuales se establecieron las cláusulas de dicha terminación.
Si se advierte que en el contenido de este tratado internacional se regulan los temas
relacionados con los principios generales; con las aeronaves, tanto en cuanto a su
nacionalidad como respecto a los certificados y aptitud de vuelo; con la admisión a la
navegación aérea sobre un territorio extranjero; con las reglas de la circulación aérea; con
los transportes prohibidos; con las aeronaves de Estado. Que asimismo, se crea la Comisión
Internacional de Navegación Aérea y que se aprueban determinados anexos a la Convención
sobre las marcas de las aeronaves, los certificados de aeronavegabilidad, los libros de a
bordo, los reglamentos para luces y señales y reglas de la circulación aérea, las condiciones
mínimas para la obtención de licencias por parte de los pilotos, los planos aeronáuticos
internacionales y señales en el suelo, la recogida y difusión de la información meteorológica y
las aduanas, no cuesta comprender que no solo fue la primera elaboración de un marco
jurídico orgánico e internacional en materia aviatoria, sino que para la época, constituyó un
auténtico código del aire.
Como señaló Videla Escalada, la Convención de París de 1919 fue la primera reglamentación
orgánica de los principios, problemas e instituciones básicas del tema y se anticipó a toda
ordenación más o menos racional y completa de cualquier país.[7]
Hé aquí el enorme valor de este convenio, porque su contenido es el primer conjunto de
normas legales orgánico y a la vez internacional, lo que nos permite afirmar que el derecho
aeronáutico nació en verdad internacionalmente. Este nacimiento, a su vez, fue una
consecuencia de la guerra mundial que acababa de concluir, en la que, como dije antes, el
avión había surgido como arma bélica pero, a la vez, a su término, debía ser utilizado para la
paz. Y este convenio constituyó la base jurídica para ello. Por lo tanto, esta guerra fue el
primer hito de la historia de nuestra materia, ya que a partir de las normas del Convenio de
París de 1919 se comenzaría a desarrollar, tanto en el plano internacional cuanto en el
interno de los países, el gran proceso legislativo que durante todo el siglo XX integró parte de
la historia - la lejana y la reciente - del Derecho Aeronáutico.
El segundo hito importante de esta historia estaría constituído por la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945), aunque a su término el problema aeronáutico sería bien diferente del que se
presentó en 1919.
En los veinte años de paz que separaron las dos grandes guerras, nuestra materia creció de
modo extraordinario, acompañando el desarrollo del transporte aéreo, ya que comenzaron a
existir las primeras compañías de aviación y los servicios aéreos regulares de grandes
distancias. Fue así que se aprobaron algunos de los tratados internacionales más importantes
del Derecho Aeronáutico y comenzó el proceso de codificación interna en los distintos países.
Sin perjuicio de que poco más adelante me referiré con más detalle a este aspecto, es
importante señalar aquí cuál fue, precisamente, la gran diferencia de estos dos hitos al
término de cada guerra.
Como dije antes, al concluir la primera conflagración los hombres y los gobiernos tuvieron
que pensar cómo estructurar las normas legales que permitieran al avión convertirse en un
magnifico instrumento para la paz. En cambio, cuando terminó la segunda guerra el avión
había demostrado ampliamente su gran utilidad en esas dos décadas de paz, habían seguido
aumentando considerablemente los descubrimientos tecnológicos que posibilitaron tipos de
aeronaves cada vez más grandes y con mayor autonomía de vuelo y el tema central fue,
entonces, otro bien distinto: cómo instrumentar las disposiciones jurídicas para enmarcar el
comercio aéreo internacional.
Este problema surgió porque en tanto Estados Unidos de América había construído durante la
guerra aviones de combate y de transporte, el Reino Unido solo había construído aeronaves
de combate. O sea que al terminar la contienda, uno de los países vencedores tenía un
enorme parque aeronáutico que estaba apto de inmediato para ser usado en el comercio
aéreo, en tanto su socio vencedor carecía de aviones de transporte en cantidad significativa.
Por ello, cuando Estados Unidos convocó a la Conferencia de Chicago en noviembre de 1944,
en su seno se planteó el gran debate que, con algunas variantes que son producto del paso
del tiempo, continúa en esencia hasta hoy.
Los norteamericanos quisieron que el transporte aéreo internacional no se regulara, que cada
país operara sus líneas aéreas con la mayor libertad o dicho en otros términos, que se
siguiera un criterio semejante al que hoy tan habitualmente - y en muchos casos con supina
ignorancia de las consideraciones técnico-jurídicas del tema - se menciona como de “cielos
abiertos”. Por su parte, el Reino Unido se opuso a esta idea, planteando la necesidad de que
hubiera un “orden en el aire”. Estas importantes diferencias casi llevan a la Conferencia de
Chicago a un fracaso, el que se evitó mediante el siguiente esquema: de un lado se firmó el
Convenio de Chicago de 1944 y otros dos Acuerdos sobre Tránsito Aéreo Internacional y
Transporte Aéreo Internacional y por el otro, dado que no había culminado un convenio
multilateral sobre derechos aerocomerciales, los países tuvieron que resolver sus
negociaciones en materia de transporte aéreo internacional a través de acuerdos bilaterales,
lo que dio inicio a la era del bilateralismo, que todavía se mantiene en el mundo, aunque
como se verá más adelante en el capítulo respectivo, ciertamente atenuado en muchos
aspectos.
En definitiva y para decirlo de una manera más simple, mientras en 1919 hubo que pensar
en cómo usar el avión en la paz, en 1944 se discutió arduamente para fijar el marco jurídico
al comercio realizado con el avión.
En la parte dedicada a las fuentes del Derecho Aeronáutico referiré con algún detalle el
contenido y la importancia del Convenio de París de 1919, al que Videla Escalada llamó
“pìedra fundamental del edificio del Derecho Aeronáutico”.[8] Lo que interesa mencionar
ahora son los elementos con que se fue manifestando la historia de nuestra materia a partir
de este tan importante tratado hasta llegar al Convenio de Chicago de 1944, que lo
reemplazó.
Bajo la influencia del Convenio de París de 1919 se produjo el movimiento de codificación
interna en numerosos países, que inició Dinamarca en octubre del mismo año 1919, seguida
por Bélgica y Austria uno y dos meses después, respectivamente. A continuación puede
mencionarse a España, que antes de concluir 1919 dictó un real decreto con las primeras
disposiciones internas sobre la navegación aérea. Es de destacar que en todos estos casos,
así como en los que siguen, se trató siempre de un conjunto de normas legales de carácter
orgánico y completo, dentro del conocimiento técnico que se tenía en esa época, el cual era
desde luego muy primario.
En el año 1920 vieron la luz las primeras leyes aviatorias del Reino Unido, Suiza, Suecia,
Rumania y Venezuela y un decreto en Colombia, en tanto que Alemania y Hungría hicieron lo
propio en 1922, así como Rusia con un decreto del mismo año. Un año más tarde se dieron
sendas leyes Italia, Estonia, Finlandia, Noruega y El Salvador. En 1924 se dictó la ley
francesa sobre navegación aérea, que puede ser considerada la más completa de todas ellas,
seguramente porque en Francia tuvieron lugar varios congresos internacionales en los que se
analizaron temas de nuestra materia, así como que manifestó una mayor conciencia
aeronáutica por la dedicación de sus juristas al esclarecimiento de los problemas legales que
habían surgido con motivo de los vuelos con aeronaves.
La República Argentina se ubica en esta reseña histórica ya en 1925, en que se dicta un
decreto si bien incompleto, en tanto que en 1926 se aprobó otro decreto más amplio, por el
que se reglamentó la aeronavegación en sus aspectos más salientes. También de 1926 data
la primera legislación orgánica de los Estados Unidos de América, denominada “Air
Commerce Act”, aunque Videla Escalada señaló que en los distintos estados de ese país ya se
habían registrado 500 textos legales estaduales.[9] Del año 1925 datan, asimismo, las leyes
de Bulgaria y Checoslovaquia y un decreto del Brasil. Este último país dictó, por otra parte, el
primer Código Aeronáutico en la región latinoamericana, en el año 1938, seguido por el
Código de Legislación Aeronáutica del Uruguay de 1942.
A este interesante movimiento legislativo en no más de dos décadas, debe agregarse el
importante desarrollo internacional del Derecho Aeronáutico, tanto en el plano de la
legislación como de la doctrina.
La Comisión Internacional de Navegación Aérea (CINA), creada por la Convención de París de
1919, tenía su sede en la capital de Francia. En el año 1926 se celebra un Congreso en
Madrid, durante el cual se funda la Comisión Iberoamericana de Navegación Aérea (CIANA)
dentro del Convenio firmado el 1 de noviembre de ese año. Como el Convenio de París de
1919 reflejó las diferencias entre países vencedores y vencidos de la contienda bélica, el
Convenio de Madrid estableció normas tendientes a evitar dichas desigualdades en el plano
normativo.
Poco tiempo después, en América comienza el proceso de reuniones internacionales
relacionadas con nuestra materia, ya que en 1928 se realizó en La Habana una Conferencia
Panamericana sobre Aviación Comercial, en la que se firmó un convenio sobre la base del de
París de 1919.
Antes que esto, en 1925 tuvo lugar un hecho altamente significativo para el Derecho
Aeronáutico y su historia. En efecto, se reunió en París la Primera Conferencia Internacional
de Derecho Privado Aéreo, de la cual surgió la creación del Comité Internacional Técnico de
Expertos Jurídicos Aéreos (CITEJA). Fue precisamente este Comité el que cumplió una labor
magnífica en la historia del desarrollo del Derecho Aeronáutico, porque a sus ingentes
esfuerzos se deben los más importantes convenios internacionales que se aprobaron entre
las dos grandes guerras.
Los tratados internacionales debidos a la obra del CITEJA son el de Varsovia de 1929, sobre
la unificación de ciertas reglas relativas al transporte aéreo internacional; los dos de Roma de
1933, uno sobre los daños a terceros en la superficie y el otro sobre embargo de aeronaves y
el de Bruselas de 1938 sobre asistencia y salvamento de y por aeronaves en el mar. Estos
cuatro textos, unidos a un Proyecto de convenio sobre abordajes aéreos, constituyen los
pilares básicos de muy importantes instituciones de la materia, como son la responsabilidad
aeronáutica, el contrato de transporte aéreo, el embargo y los abordajes aéreos. En ellos
están los fundamentos y los principios esenciales de estos temas y la influencia de las
normas elaboradas allí por el CITEJA continúan, en muchos aspectos, hasta nuestros días.
Esto demuestra la solidez e importancia de la tarea de dicho Comité, en el cual participaban
los principales juristas de la época, quienes lo hacían representando a sus gobiernos pero
según sus propios criterios jurídicos y sin estar sometidos a determinadas instrucciones
oficiales.
Esa autonomía conceptual de los integrantes del Comité ha sido, indudablemente, un factor
esencial, unido a sus profundos conocimientos de la materia, para el éxito de su labor y la
extensión de muchos de sus principios en el tiempo. En efecto, el Convenio de Varsovia y el
de Roma sobre embargo de aeronaves aun tienen vigencia; el de Roma relativo a daños a los
terceros en la superficie fue reemplazado en 1952 por otro de similares conceptos y todos
ellos, de un modo u otro, también han sido las bases para las soluciones legislativas que, en
el plano interno, casi todos los países siguieron desde entonces al adoptar normas jurídicas
regulatorias específicas.
De los párrafos anteriores se desprende que la primera mitad del siglo pasado fue testigo de
la aparición del Derecho Aeronáutico y de su vigoroso crecimiento. En ese lapso de dos
décadas entre ambas guerras mundiales se establecieron las bases normativas de las
principales instituciones de la materia y los Estados fueron adoptándolas en sus leyes
internas. Fue, sin duda, un período floreciente y que no ha sido emulado, por su veloz
desarrollo e importancia, por ninguna otra rama del Derecho. A lo que debe agregarse un
dato no menos significativo: el mayor impulso de ese desarrollo se debió a los esfuerzos de
un importante grupo de juristas, en su mayoría europeos, que trabajaron básicamente en la
esfera privada y sus conocimientos fueron aprovechados en los ámbitos oficiales por sus
prestigios e inteligencia.
Esta próspera etapa del Derecho Aeronáutico tuvo una forzosa interrupción durante los seis
años que duró la segunda guerra mundial. A su término en abril de 1945, muchos Estados
habían firmado ya la Convención de Chicago en noviembre de 1944 y habían creado, por su
intermedio, el nuevo organismo internacional que habría de reemplazar a la CINA, que había
venido trabajando en París: la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), basada en
la ciudad de Montreal, Canadá.
El Convenio de Chicago de 1944 rige los destinos de la comunidad internacional a través de
la OACI y conjuntamente con el Convenio de Varsovia de 1929, resultaron los dos textos
internacionales más importantes para la aviación civil internacional. A partir de la vigencia del
primero, comienza y se expande otra nueva etapa en la historia del Derecho Aeronáutico,
caracterizada por un constante crecimiento de la materia, tanto en los aspectos doctrinarios y
legislativos como en el terreno judicial, en conjunción con el también deslumbrante desarrollo
de la tecnología aérea en todos sus aspectos. Esta segunda mitad del siglo XX, en la que se
han creado y difundido algunos de los inventos más extraordinarios que utiliza la humanidad,
hizo aparecer muchas nuevas instituciones en el universo aerojurídico, que se analizarán a lo
largo de esta obra. En este capítulo, solo mencionaré los datos más destacados, a fin de
completar esta reseña histórica de nuestra materia.
En el plano internacional, los trabajos del CITEJA fueron continuados por el Comité Jurídico
de la OACI, cuya labor no es permanente pero es apoyada por el trabajo constante de la
Dirección Jurídica de dicho organismo. A ellos se deben los siguientes tratados
internacionales, mencionados en orden cronológico:
1.- Convenio relativo al reconocimiento internacional de derechos sobre aeronaves (Ginebra,
1948).
2.- Convenio sobre los daños causados a terceros en la superficie por aeronaves extranjeras
(Roma, 1952).
3.- Protocolo que modifica el Convenio de Varsovia de 1929 (La Haya, 1955).
4.- Convenio complementario del Convenio de Varsovia de 1929 sobre el transportista no
contractual (Guadalajara, 1961).
5.- Convenio sobre las infraciones y ciertos otros actos cometidos a bordo de las aeronaves
(Tokio, 1963).
6.- Convenio para la represión del apoderamiento ilícito de aeronaves (La Haya, 1970).
7.- Protocolo modificatorio del Convenio de Varsovia de 1929 (Guatemala, 1971).
8.- Convenio para la represión de actos ilícitos contra la seguridad de la aviación civil
internacional (Montreal, 1971).
9.- Cuatro Protocolos modificatorios del Convenio de Varsovia de 1929 (Montreal, 1975).
10.- Protocolo complementario del Convenio para la represión de actos ilícitos contra la
seguridad de la aviación civil internacional de Montreal de 1971 (Montreal, 1988).
11.- Convenio sobre la marcación de explosivos plásticos para los fines de detección
(Montreal, 1991).
12.- Convenio para la unificación de ciertas reglas para el transporte aéreo internacional
(Montreal, 1999), que a la fecha de esta publicación ha llegado a las 101 ratificaciones entre las que se encuentran todos los principales países del mundo en el ámbito de la
aeronáutica civil - y que está reemplazando paulatinamente al Sistema del Convenio de
Varsovia de 1929.
13.- Convención sobre Intereses Internacionales en Equipos Móviles y su Protocolo sobre
aspectos específicos de equipo aeronáutico (Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 2001).
14.- Convenio sobre daños causados a terceros en la superficie por aeronaves y Convenio
sobre daños causados a terceros como resultado de actos de interferencia ilícita de
aeronaves. (Ambos firmados en Montreal, 2009 y que no se encuentran todavía vigentes).
15.- Convenio sobre represión de actos de interferencia ilícita contra la aviación civil
internacional y Protocolo suplementario al Convenio sobre represión del apoderamiento ilícito
de aeronaves. (Ambos firmados en Pekín en 2010 y todavía no vigentes).
16.- A ello deben sumarse varios Protocolos con enmiendas al Convenio de Chicago de 1944,
que datan de diversas fechas.
La enumeración que antecede demuestra que la segunda mitad del siglo XX fue
verdaderamente pródiga en legislación aeronáutica internacional. Si bien no cabe duda que la
conclusión de un texto internacional supone en estos tiempos llegar a muchos puntos de
equilibrio entre posiciones contrapuestas, tampoco puede negarse que el esfuerzo de la OACI
en este aspecto ha sido fundamental y con ello, contribuyó de manera decisiva para el
crecimiento y la actual madurez del Derecho Aeronáutico.
El siglo XXI, a pesar de su juventud, ya registra importante historia, por cuanto hizo realidad
los ya citados Convenios de Ciudad del Cabo, de Montreal y de Pekín, estos últimos para
efectuar algunas enmiendas a los tratados de La Haya de 1970 y de Montreal de 1971, en
relación a nuevas figuras delictivas aparecidas en el ámbito aeronáutico. Todo lo cual será
desarrollado en los respectivos títulos.
En cuanto a la Política de la Aeronáutica Civil, estimo que su problemática, especialmente en
su sector aerocomercial, comienza a manifestarse históricamente a partir de la Convención
de París de 1919, ya que en parte de ella quedó escrito en normas jurídicas internacionales el
resultado de la Primera Guerra Mundial, o sea las diferencias entre vencedores y vencidos,
así como la necesidad de que los países europeos que eran verdaderas potencias imperiales
tuvieran asegurados los contactos con sus colonias.[10] Al amparo de este texto y de los que
hemos visto más arriba, el transporte aéreo fue desarrollándose magníficamente en esos
veinte años de paz. Pero es, sin duda, desde que se firma el Convenio de Chicago de 1944,
en que comienza la historia propiamente dicha de la política aerocomercial y de la
aeronáutica civil, ya que como dije antes, fue allí cuando se discutió arduamente el marco
legal del comercio aéreo internacional, se definieron las famosas “libertades del aire” o
“derechos aerocomerciales” y comenzó el proceso del bilateralismo, el cual originó algunos
miles de tratados internacionales de esta clase a lo largo de varias décadas.
En estos últimos tratados, además, se concentran algunas de las instituciones más
importantes que componen dicha política aerocomercial, aunque íntimamente vinculadas con
las disposiciones jurídicas específicas. Puede decirse, por otra parte, que en ella la “política” y
el “derecho” conforman una textura en la que resulta difícil establecer con claridad las líneas
divisorias entre ambas categorías.
En el orden interno de los países, puede decirse que a esta altura de los tiempos supongo
que ya no debe existir ningún Estado que no posea un código aeronáutico o ley de aviación
civil que, de una manera orgánica y sistemática, regule todos los problemas jurídicos que
presenta la actividad aérea. Este proceso que, como dije, comenzó en algunos países luego
de la primera guerra mundial, estaba bastante consolidado al desatarse la segunda y luego
de terminar esta última, se robusteció y no dejó de crecer, notándose que en muchos países
se dictaron varias leyes de manera sucesiva a través de los años, que fueron reemplazándose
entre sí, para responder a las necesidades propias de una actividad muy dinámica como es la
aviación.
Lo expuesto hasta aquí nos permite afirmar, entonces, que si bien fue sencillo establecer la
frontera entre la prehistoria y la historia del Derecho Aeronáutico - con lo cual se ratifica la
afirmación indicada en el segundo párrafo de este capítulo -, marcada en mi opinión con
claridad por la Convención de París de 1919, no lo es tanto hacerlo entre la historia y el
presente de nuestra materia. Resulta que el Derecho es, en buena medida, una formación
histórica y en el campo de la aviación, una década puede ser un período de grandes cambios
y convertir en obsoleto lo que hace poco aparecía como una novedad. Lo que hace unos años
era desconocido, a su vez, surge ahora con ímpetu en el campo jurídico y crea nuevas
instituciones que enriquecen el contenido de esta rama apasionante del Derecho.
Excelente ejemplo de este aserto es la evolución que ha tenido la problemática aeroportuaria
en las dos últimas décadas, especialmente como consecuencia de haberse privatizado en
numerosos países - especialmente en América Latina - la explotación de los servicios
aeroportuarios. Esta gestión privada o mixta en una actividad que siempre había estado en
manos exclusivas de los Estados, dio origen no solo a numerosos problemas técnicos,
comerciales, aeropolíticos, de seguridad y por cierto jurídicos, sino a la aparición de nuevos
conceptos en el ámbito aeroportuario, respondiendo así al dinamismo de nuestra materia. Ya
no es posible analizar el tema de la Infraestructura con los criterios legislativos y doctrinarios
con que se los consideró durante muchas décadas, pudiendo decirse que el final del siglo XX
motivó que el Derecho Aeronáutico tenga que ensanchar sus fronteras en este campo, así
como ha ocurrido en el sector de la informática.
Es por ello que parece adecuado concluir aquí con esta visión histórica del Derecho
Aeronáutico y de la Política de la Aeronáutica Civil. El desarrollo de los capítulos que siguen
permitirá que el propio lector y el estudioso puedan concebir, de modo personal, lo que ya es
historia de la materia y lo que es el presente vivo de la misma, no sin olvidar que lo que
ahora vivimos en esta interesante textura de principios y normas jurídicas, no habría sido
posible sin las bases que fueron sentadas por los grandes juristas de la primera y segunda
mitades del siglo XX.
[1] Videla Escalada, Federico N.,”El Derecho Aeronáutico rama autónoma de las ciencias jurídicas”, Bs. As., 1948, p.13.
[2] Bauzá Araujo, Alvaro, “Tratado de Derecho Aeronáutico”, Montevideo, Ed. Jurídicas Amanlio Fernández, 1976, Tomo
I, pág.17.
[3] Rodríguez Jurado, Agustín, “Teoría y Práctica del Derecho Aeronáutico”, Bs. As., Ed. Depalma, 1986, Tomo I, p.3.
[4] Op.cit. en nota 1, p.13.; Henry-Couannier, André, “Elementos creadores del Derecho Aéreo”, Madrid, traducción de
Ponte Escartín, Ed. Reus, 1929, p.8.
[5] Op.cit. en nota 2, p.18-19.
[6] Op.cit. en nota 1, p.16.
[7] Op.cit. en nota 1, p.17.
[8] Op.cit. en nota 1, p.26.
[9] Op.cit. en nota 1, p.39 y 40.
[10] Véase en Potenze, Pablo Luciano,”Historia del Transporte Aerocomercial”, Colección ALADA-UADE, Bs.As., 1997,
Cap. III, pág.1.
© Copyright : Revista Latino Americana de Derecho Aeronáutico
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