¿“Polis” sonorense? Juan Poom Medina* Debido a la espléndida literatura que existe sabemos que la “polis” significaba para los griegos la figura de la ciudad, o más concretamente, la figura del Estado. Comparativamente, las ciudades griegas eran tan diferentes de las comunidades políticas que hoy tenemos porque la vida cotidiana de la “polis” versaba sobre los ideales de justicia, libertad, el régimen constitucional, y la reflexión de los asuntos públicos. En la pluma de Aristóteles podemos leer que la ciudad-Estado más representativa de aquellos tiempos era la vieja ciudad de Atenas que se distinguía por tener: trescientos mil habitantes, las clases sociales se dividían en esclavos, extranjeros residentes, cuerpos de ciudadanos; las instituciones políticas eran representativas y el corazón de la ciudad estaba configurado por una asamblea (ecclesia) la cual se reunía 10 veces al año para discutir los temas de competencia ciudadana justo porque en ella participaban los interesados en los asuntos públicos. Se dice que por sus características se trataba de una democracia plena y diferente a otras formas de gobierno. Tucícides, en una obra magistral, expuso el significado que la democracia tenía para los atenienses. Para ello retomó la figura de Pericles para rescatar el discurso conocido como la Oración Fúnebre en la cual daba paso a una exposición detallada y retórica, en la voz de ese ciudadano, para exhibir el orgullo con que el ateniense contemplaba a su ciudad-Estado, el amor con que miraba su participación en la política y la vida cívica, y lo que representaba para los atenienses el significado moral de la democracia. Podemos estar de acuerdo en que se trataba de tiempos que se podían imaginar entre la delgada línea de la ficción y la realidad. No todo era perfecto porque había muchos fallos en la democracia de nuestros antepasados griegos, pero también era cierto que había participación ciudadana y daban una gran importancia a la discusión de los asuntos públicos. Lamentablemente no podemos decir lo mismo de los tiempos considerados modernos en los cuales la democracia sigue teniendo muchas inconsistencias y estamos muy lejos de que nuestros políticos acepten moral o éticamente que han fallado en muchos temas. Específicamente, en el caso de Sonora, anoto tres inconsistencias que no son compatibles con la democracia y que, más bien, nos alejan de una “polis” sonorense. Primero, me parece absurdo ver a algunos diputados locales que pidieron licencia, haciendo labor de convencimiento para ganar el voto de la militancia para ir de candidatos a la contienda constitucional. Al ver sus imágenes en la televisión haciendo recorridos en los distritos y municipios, escuchar sus informes de actividades sin hacer ninguna autocrítica y sin mencionar los asuntos públicos en los que fallaron me parece que tratan, sin duda y de nuevo, de “tomarle el pelo” a los sonorenses. Resulta que ahora ofrecen puros resultados positivos, señalan que todo lo que hicieron es trascendental y rescatable, que no hubo fallos. Les pregunto: ¿En verdad ya valoraron bien su paso por el Congreso estatal? ¿Ya aceptaron que en muchas acciones fueron irresponsables democráticamente, por ello no podemos decir que en democracia Sonora haya avanzado? ¿Han recordado todos los pendientes que dejaron respecto al nombramiento de ciudadanos para algunas tareas públicas como es el caso de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, y demás? ¿Se han preguntado por la calidad de su representación política? La segunda inconsistencia que encuentro en este inicio de año electoral es el poco acercamiento que hay entre los que quieren ser representantes y la figura del ciudadano. Según mis registros, sólo un partido político ha convocado a miembros de la “sociedad civil” para escuchar propuestas para elaborar la plataforma electoral que habrá de adjuntarse a los registros de candidatos. Les pregunto a los demás partidos políticos importantes como el PRI y el PRD: ¿Cómo están construyendo sus plataformas? ¿Han preguntado a los ciudadanos qué les preocupa en temas de seguridad pública, agua, empleo, democracia? Y a todos los partidos les pregunto: ¿Cuáles son los mecanismos que tienen para incorporar a los ciudadanos a sus futuros proyectos de gobierno? ¿En verdad pueden dialogar con los ciudadanos? La tercera inconsistencia que observo es el muy lejano ideal de que la democracia sonorense pueda convertirse en el canal para resolver los muchos problemas públicos que tenemos. En estos días estamos viendo en todo su esplendor lo que significa para la clase política la democracia: una lucha de ambiciones, ideas políticas premodernas, búsqueda de clientelas, mapaches modernos, operadores sin moral, ideas vagas de lo que significa el progreso o el desarrollo. En pocas palabras estaremos viendo más de lo mismo: la desenfrenada lucha por el poder. Así de ficticia es nuestra “polis” sonorense. Más bien, ésos son los viejos esquemas que todavía tenemos vigentes y que hay que cambiar. *Profesor-investigador del Programa de Estudios Políticos y Gestión Pública de El Colegio de Sonora, [email protected]