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PAULO FREIRE
Boris Trista
Paulo Freire es, sin duda, una figura cimera del pensamiento pedagógico, no sólo
latinoamericano sino mundial.
Brasileño, nacido en
Jabotao, pequeña ciudad próxima a Recife, en 1921, y
fallecido en Sao Paulo en 1997 a la edad de 75 años, es la expresión y modelo de
un educador de nuestra América comprometido con los pobres.
Su legado académico de la pedagogía critica ha influido en numerosas
organizaciones sociales, y se ha multiplicado además de en su país natal, en otros
países de América y África. Su vida y trabajo lo convierten en un líder en la lucha por
la liberación de los humildes, de los sectores de la población marginados que
resultan culturalmente silenciados en muchos lugares del mundo.
Influyen en su determinación de luchar contra el hambre sus experiencias
personales en las etapas iniciales de su vida. Posteriormente, una mejor situación
económica familiar le permite cursar estudios en la Facultad de Derecho de la
Universidad Federal de Pernambuco, donde realiza simultáneamente, otros estudios
en el campo de la Filosofía y de la Psicología del Lenguaje.
En un primer momento,
ejerce la profesión en los
sindicatos, específicamente
en el marco de la Ley del Trabajo. Más tarde, es contratado como técnico por
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Servicios Sociales de la Industria (SESI),
donde se relaciona con los jóvenes
militantes católicos, y da a conocer sus iniciativas pedagógicas originales, así como
su posición acerca de la enseñanza primaria obligatoria en el nordeste del país.
Su trabajo como Coordinador del Proyecto de Educación de Adultos en Recife, lo
condujo al desarrollo de proyectos de alfabetización crítica y a la reconceptualización
de los fundamentos de la pedagogía. Un componente central de esos proyectos
fueron los círculos de cultura a los que Freire consideraba una “nueva institución de
la cultura popular”.
Estos círculos establecen una forma radical de pedagogía que reniega de las formas
pasivas características de la escolarización tradicional. Los estudiantes se
convierten en participantes del grupo y, en ese rol, toman parte en la generación del
contenido de estudios.
La metodología de Freire está determinada por la relación
dialéctica entre
epistemología, teoría y técnicas. Se basa en que sí la práctica social es la base
del conocimiento, también a partir de la práctica social se constituye
la
metodología, unidad dialéctica que permite regresar a la misma práctica y
transformarla. La metodología está determinada por el contexto de lucha en el que
se ubica la práctica educativa específica; el marco de referencia está definido por
lo histórico y no puede ser rígido ni universal, sino que necesariamente tiene que
ser construido por los hombres, en su calidad de sujetos cognoscentes, capaces
de transformar la realidad.
La utilización del diálogo como método que permite la comunicación entre los
educandos, y entre éstos y el educador, se identifica como una relación al mismo
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nivel horizontal, en
oposición del
antidiálogo
como método de la
enseñanza
tradicional. Sobre esta base propone la educación dialógica como la forma de
desarrollar una pedagogía de comunicación que facilite dialogar con "alguien" y
sobre "algo".
En los inicios de la década de los años 60, tienen lugar diversos movimientos
sociales, entorno favorable para el despliegue de las experiencias educacionales
que preconizaba Freire, lo que le permitió a mediados de esa década desarrollar
amplios programas de alfabetización con campesinos del nordeste del Brasil,
organizando también grupos de alfabetización que trabajaron en todo el país.
No debe extrañar que su actividad educacional fuera enjuiciada por los militares y
propietarios de tierras como “subversiva”, por lo que fue encarcelado. En prisión
inició la redacción de su primera obra educacional de importancia: La educación
como Práctica de la Libertad, la cual culmina luego de exiliarse en Chile.
En este libro, refleja la experiencia de Recife y revela sus tesis fundamentales sobre
la necesidad de desarrollo de una capacidad crítica para poder actuar como agentes
transformadores. Expone el concepto de concientización, referida no con sentido
político o cotidiano, sino suponiendo la transformación de las estructuras mentales,
es decir, hacer que la conciencia se vuelva una
dialéctica que posibilite
una
estructura dinámica, ágil
y
acción transformadora, un trabajo político sobre la
sociedad y sobre sí mismo. Esta concientización la contrapone a la alienación
resultante del proceso de masificación de la sociedad, y de ahí deriva la tarea
principal del educador: formar una conciencia crítica mediante una pedagogía
liberadora.
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La pedagogía liberadora sienta las bases de una nueva
pedagogía en franca
oposición a la tradicional, que él denominara bancaria; a través de técnicas para
la enseñanza de la lectura y la escritura a los adultos, busca la reflexión y el
cambio de las relaciones del individuo con la naturaleza y con la sociedad; el
objetivo esencial de la educación que propugna es liberar a la persona, no
uniformarla ni someterla, como se había hecho tradicionalmente por el sistema de
instrucción oficial. El educador tiene como prioridad ayudar al alumno a lograr un
punto de vista cada vez más crítico de su realidad, con la alta responsabilidad que
este acto requiere, al mismo tiempo, reconoce el aprendizaje de ambos en el
proceso de enseñanza-aprendizaje.
La educación liberadora de Freire se nutre de la pregunta como desafío constante
a
la creatividad,
y
al
riesgo
del descubrimiento; por lo que la educación
liberadora es la Pedagogía de la Pregunta, y su método, el diálogo.
Al inicio de su exilio trabaja en Chile, luego, a fines de la década de los años 60 lleva
a cabo una etapa de trabajo en la Universidad de Harvard, período que le permitió
conocer mejor la realidad de Estados Unidos, con lo cual concluye que la represión y
exclusión de la pobreza de la vida económica y política no era privativo de los países
del Tercer Mundo, extendiendo su definición acerca del Tercer Mundo de un
concepto geográfico a un concepto político. En ese período escribe Pedagogía del
Oprimido, su obra más popular, traducida a numerosos idiomas y con más de 500
000 ejemplares vendidos.
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El argumento central de Freire en este texto es que la educación es siempre un acto
político, que puede utilizarse tanto para mantener el statu quo como para promover
el cambio social. Así, la Pedagogía del Oprimido
no
postula modelos
de
adaptación, de transición ni de modernidad de la sociedad, sino modelos de
ruptura, de cambio, de transformación total. Si bien expresó con claridad que la
educación no era la que poseía las posibilidades para lograr una revolución social,
reconoce en sus escritos y demuestra en su actuación, la capacidad transformadora
de la educación.
Freire describe dos etapas en la Pedagogía del Oprimido: Primero, “el oprimido
devela el mundo de opresión y a través de la praxis se compromete con su
transformación. En la siguiente etapa, cuando la realidad de la opresión ha sido
transformada, la pedagogía cesa de pertenecer al opresor y se vuelve una
pedagogía de todo el pueblo en el proceso de liberación permanente”.
Al culminar su estancia de un año en Harvard, se traslada a Suiza donde trabaja por
unos 10 años en Ginebra, como Consultor Especial del Departamento de Educación
del Consejo Mundial de las Iglesias; allí ofrece consultoría educativa a varios
gobiernos del Tercer Mundo, principalmente en África.
Su influencia en programas no formales de educación de adultos en América Latina
y el Caribe y en general en los países en desarrollo, es muy amplia. En 1974, el
Instituto Internacional para los Métodos de Alfabetización de Adultos de la
UNESCO, publicó un número especial dedicado al pensamiento de Freire. Sobre
él señaló Monclus que: "...incidió en el desarrollo de un verdadero movimiento de
educación popular con múltiples vertientes, que ha revolucionado la mentalidad y
también la práctica de las pedagogías latinoamericanas vinculadas con los
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intereses populares".
El
método
de
alfabetización
concebido
por
Freire
tuvo resultados
satisfactorios en esa esfera. Un ejemplo de su aplicación en África fue la
experiencia realizada en Sao Tome y Príncipe, como acto de enseñar y aprender
la historia y la cultura nacional.
En 1980, luego de 16 años de exilio, regresa a Brasil e inicia sus trabajos en la
Universidad de Sao Paulo. Años más tarde, en 1989, ocupa la Secretaria de
Educación en el estado de Sao Paulo.
Un elemento central del pensamiento pedagógico de Freire es el amor. Para él, “La
educación es un acto de amor”, y no es casual que coincida en esta idea con José
Martí.
También destaca la unidad entre pensamiento y acción, entre comprensión crítica
y acción transformadora. El carácter esencialmente transformador que reconoce
en la actividad humana, señala
el
rasgo fundamental que
han de tener las
acciones de aprendizaje del educando. Para él, una palabra dicha sin una acción o
intento de acción es verbalismo “No existe una palabra verdadera que no sea al
mismo tiempo praxis”, expresó.
Y matiza esa praxis, con la esperanza, que no es, en su decir, cruzarse de brazos y
esperar, sino esperanza de poder luchar para transformar la realidad.
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Es tal vez ese compromiso con la esperanza el que lo lleva a escribir, 25 años
después de la primera edición de la Pedagogía del Oprimido, la obra Pedagogía de
la Esperanza.
Pedagogía de la Esperanza es mucho más que una reafirmación de su pensamiento
original, busca una nueva forma de concebir la esperanza. En este texto, Freire
discute, analiza y finalmente defiende el concepto de esperanza como un
componente integral de la educación progresiva. Presenta a sus lectores un
entendimiento de la esperanza que no es estático ni puramente emocional, sino una
fuerza activa que constituye un imperativo de éxito del proceso de concientización.
La esperanza, inspiradora e inspirada por el entendimiento, es para él “una
necesidad ontológica”.
El mensaje de Freire en esta obra se dirige a una diversidad de lectores. En
particular, escribe para los intelectuales de los 70 que han sucumbido a la tentación
neoliberal de complacencia y, también, para los hombres y mujeres del mundo
“caídos por una causa justa”, como expresara. Además, escribe para los nuevos
educadores progresistas que desean dirección y clarificación sobre una metodología
efectiva de educación popular.
Un espacio considerable de Pedagogía de la Esperanza está dedicado a defender
sus concepciones de los ataques recibidos desde diversas posiciones.
Paradójicamente, unos le han señalado su insuficiente consideración de la lucha de
clases y otros su énfasis en la misma. En este texto, Freire resalta su perspectiva de
la división de clases como la principal forma de opresión, pero a la vez, expande su
concepto de opresión para incluir las complejidades de la opresión por raza y por
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género. Critica el discurso neoliberal que niega la existencia de clases sociales
dentro del contexto mundial posterior a la Guerra Fría, y reafirma que la relación
entre clases mantiene su fuerza dentro del movimiento político.
Por otra parte, rechaza la presunción de que su pedagogía presenta una visión
idealista o utópica de la humanidad y la transformación social, a partir de los
contenidos pragmáticos de su trabajo.
La vitalidad del trabajo de Paulo Freire tiene una expresión importante en su libro A
la Sombra de un Árbol, donde presenta una visión explícita del mundo, la política y
los valores.
Intoxicado el hombre con las innovaciones tecnológicas, él nos retrotrae a nuestros
objetivos reales como seres humanos. A la idea del capitalismo como entorno
dinámico para la producción, se contrapone su evidencia como fuente de escasez.
Mientras el volumen de juguetes tecnológicos se incrementa en el mercado, cada
vez más se vuelven escasos los ríos limpios para la pesca y la natación, los patios
de árboles frondosos, el aire limpio, el tiempo libre y los espacios para la
socialización informal. El capitalismo requiere que la felicidad gratuita se sustituya
por lo que puede ser comprado o vendido.
Con la sociedad global de las distancias largas y los grandes números, la solidaridad
deja de ser un asunto del corazón. Cómo reconstruir la solidaridad, resulta el
razonamiento radical de Paulo Freire.
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En los últimos años de su vida, le toca a Freire contemplar un mundo marcado por el
hambre, el analfabetismo y la muerte, pero aun así mantiene su confianza en el ser
humano y en un futuro mejor.
En Cuba, la vida y obra de Freire ha sido siempre fuente de inspiración. La
Campaña de Alfabetización, primero, y posteriormente todo nuestro desarrollo
educacional, también ha estado inspirado en la confianza en el ser humano.
También, ha estado inspirado en el amor.
Y por eso, a este homenaje que hoy hacemos en reconocimiento de su labor
académica, unimos el homenaje de toda nuestra obra educativa que hoy se
encamina a la masificación, no de aglomeraciones no pensantes y deshumanizadas,
sino de hombres plenos, instruidos y solidarios, que pensamos que el mundo puede
cambiar y que, día a día, actuamos para su transformación.
La obra de Freire ha sobrevivido a su muerte física. Su pensamiento no puede
circunscribirse tan solo al campo de la educación, sino que mantiene una
considerable influencia en otras disciplinas como las Ciencias Políticas, la
Antropología y los estudios sobre el desarrollo.
La vida y obra de Paulo Freire estuvo siempre definida por el mejor interés de la
humanidad. Su actuación como educador resulta un modelo de indudable valor para
los profesores y maestros cubanos, y de ahí que su obra sea estudiada en nuestras
aulas.
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Como una lamentable realidad Freire no pudo volver de nuevo a Cuba como tenía
previsto en días cercanos a su deceso, y resulta una obligación moral para
la
Universidad de La Habana ofrecer post morten este reconocimiento.
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