Tribuna humanística Las hormonas sexuales en la Edad Media

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Tribuna humanística
Las hormonas sexuales en la Edad M edia (medicina china)
Sexual horm ones in the M iddle Ages (Chinesse M edicine)
Needham, J.1 y Gwei-Djen, L.2
INTRODUCCIÓN
El uso en la medicina occident al de andrógenos y estrógenos para el trat amiento de las perturbaciones
sexuales es relativamente reciente. Hay, sin embargo, claras pruebas de que ya en el siglo XI los médicos chinos aplicaban medicamentos que contenían
tales sustancias, y cuya preparación se hacía en escala considerable y según procedimientos sistemáticos que, interpret ados a la luz de los modernos conocimientos bioquímicos, deben haber producido un
alto grado de purificación de los materiales crudos.
Nos hallamos aquí ante un nuevo y sorprendente capítulo de la historia de la medicina.
Como otros pueblos medievales, los chinos conocían los fenómenos debidos a la acción de las hormonas sexuales. Es indudable que, como en otras
civilizaciones, los primeros conocimientos se derivaron de la observación de los efectos de la castración,
práctica que, desde tiempos muy remotos, se aplicaba en la sociedad china con móviles sociales, y a
los animales por razones médicas o gastronómicas,
ya que los «capones» engordan y producen carnes
más tiernas. En 1378 d.C., Ye Tsu Chi dice en su
obra Tchao M u Tsu que «la gloria aparente de la
esencia seminal se manifiest a en la barba, la del chi
en las cejas, y la de la sangre en el cabello.» Tal pen1
Joseph Needham nació en 1900 y estudió en la Universidad
de Cambridge. De 1933 a 1966 ocupó el Lectorazgo «sir W illiam Dunn» de Bioquímica en Cambridge, así como diversos
cargos docentes en esa materia en los Estados Unidos, incluyendo los de Profesor Visitante en las Universidades de California y Stanford. Durante la guerra fue Jefe de la M isión Científica Británica en China, y se ha dedicado posteriormente al
estudio de la ciencia y tecnología chinas, temas en los que posee sobresalientes conocimientos. Su gran Science and Civilisation in China (7 vols., 1954-) es uno de los más notables trabajos de moderna erudición. Desde 1966 es M agister de Gonville and Calus College, Cambridge.
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Lu Gw ei-Djen ocupó anteriormente la cátedra de Bioquímica
nutricional en el Ginling College de Nankin. Durante muchos
años perteneció a la División de Ciencias Naturales de la Unesco, París. Es en la actualidad profesora del Lucy Cavendish College, Cambridge, y colaboradora de Science and Civilisation in
China.
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samiento fue desarrollado por Wang Shi Chem en su
Lei Yuan, del 1575, en el que escribe: «El cabello
pertenece al corazón, que nace del chi del [elemento] Fuego, y por ello crece en lo alto [de la cabeza].
La barba pertenece a los riñones, que nacen del [elemento] Agua, y por ello crecen en la parte baja [de la
cabeza]. Las cejas pertenecen al hígado, que nacen
de [el elemento] la M adera, y por ello crecen a am bos lados [de la cabeza]. Y así es que el chi de los
testículos (w ai shen) produce la barba como su propia manifestación exterior; por lo mismo también,
las mujeres y los eunucos (congénitos o castrados)
no tienen barba, aunque sí cabello y cejas.» Es evidente que hacia esa fecha tales teorías eran ya muy
ant iguas. En cuant o al chi, podem os concebirlo
como algo semejante al pneuma de los griegos.
El fenómeno del hermafroditismo despertó t ambién
desde muy temprano la curiosidad de los médicos y
naturalist as chinos. Li Shi-Chen en su Pen Tshao
Kang M u (1596) incluye un detallado estudio de las
diez formas principales de hermafroditismo, pero ya
mucho antes, el primer escritor de la historia que se
ocupa de la medicina forense, Sung Tzhu, en su famoso Hsi Yuan Lu [La purificación de los errores (falsas acusaciones)], de 1247, había tratado esta cuestión. También hallamos en la literatura china numerosos relatos de cambios de sexo, tanto en el hombre
como en los animales. Un temprano ejemplo es el
caso de un hombre que en el año 6 a.C. que resultó
ser mujer; otro caso parecido se indica en 202 d.C.
Wang Chung, el gran naturalista escéptico, que escribió su Lung Heng (Discursos pesados en la balanza) hacia 80 d.C., tiene un iluminado estudio sobre el
fenómeno del cambio de sexo. Naturalmente, tales
prodigios fueron muy explotados por los adivinadores y oráculos que predecían el futuro en relación
con los asuntos de Est ado.
USO DE TEJIDOS TESTICULARES Y
PLACENTALES
Una vez conocida la import ancia de los testículos era
natural que se utilizaran en la preparación de fármacos. En Pen Tshao Kang M u hallamos numerosas
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preparaciones a base de tejido testicular, seco o crudo, tomado de cerdos, perros o carneros y aplicados
en casos de debilidad sexual masculina, espermatorrea, hipogonadismo, impotencia y otros desórdenes
que hoy se tratarían con sustancias androgénicas.
Esta utilización de los tejidos testiculares parece haberse desarrollado ya en el periodo Sung meridional,
pues las primeras noticias aparecen en un libro titulado Lei Cheng Fu Chi Pen Shi Fang (Recetas Fundamentales Clasificadas de Beneficio Universal), impreso en 1253 y atribuido a un médico eminente,
Hsü Shu-Wei, que floreció hacia 1130. La administración oral no se emplea hoy, pues sabemos que la
testosterona se inactiva en el hígado; pero los procedimientos medievales de administración de dosis
suficientemente grandes de tejidos testiculares, antes que se conocieran las hormonas aisladas y, por
consiguiente, se emplearan sus derivados sintetizados, pueden haber producido efectos apreciables.
Todo esto muchos siglos antes de que A. A. Berthold
demostrara, en 1849, la efectiva substitución de los
testículos por un injerto de tejido testicular, en otra
parte del organismo, y que C. E. Brow n-Séquard realizara en 1889 sus clásicos experimentos en los que
se inyectó extractos testiculares. Hsü Shu-Wei debe
ser reconocido como el predecesor de t ales científicos del siglo XIX, y recordado con ellos.
Cierto es que el tejido testicular había sido ya utilizado medicinalmente en otras civilizaciones (Dioscórides, Susruta), aunque no administrado siempre en
condiciones adecuadas. El tejido placental, la más
rica fuente de estrógenos, es utilizado, de acuerdo a
una doctrina reconocida, en muchos menos casos
en síndromes t ales como la amenorrea, en los que
actualmente se aplican los estrógenos, pero sí era
común en China. El uso de la placent a humana se
menciona por vez primera por Chen Tshang-Chi en
su Pen Tshao Shi I, farmacopea de 725 d.C., pero es
un tratamiento raro hasta el Periodo Yuan, cuando
Chu Chen-Heng recomienda la aplicación de preparaciones que la contengan. A principios del siglo XIV
lo prescribía para toda clase de debilidades, incluyendo la sexual, recomendando la incorporación de
otros específicos y estimulantes. El tejido placent al
se lavaba y secaba bien, se hervía con vino, reduciéndose considerablemente su volumen y combinándose con diversas drogas vegetales. A fines del
siglo XV, Wu Chiu incorporaba en su píldora Ta-Tsao
Wan, entre otras sust ancias, t ang kuei (Angelica
polymorpha), que hoy conocemos como estimulante
uterino, y tu chung (Eucommia ulmoides), sustancia
que influye sobre la presión sanguínea.
El uso medicinal de la placent a puede quizás remontarse al siglo VIII d.C., ya que Li Shi-Chen cit a el Tan
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Shu (término general para los libros de medicina iatroquímica) al trat ar del color de las mejores placentas para uso farmacéutico. Como el corpus de la literatura alquímica se remont a al Periodo Han más bien
que al Tang sólo, puede ser que la práctica mencionada se originase bast ante antes de Chen TshangChi. Es interesante lo que Wu Chiu escribe en su
Chu Cheng Pien I sobre esta cuestión: «Aunque la
placenta toma su sust ancia del alimento [de la madre], también contiene (o transmite) el haber congénito [del feto]. Así es muy superior a toda otra droga,
mineral o vegetal. M uchas veces la he usado y obtenido inmejorables result ados, especialmente en enfermas. Lo cual se debe a que el organismo del que
se deriva la sustancia placent al (es el mismo que se
beneficia de ella), pues toda cosa tiende a seguir su
categoría. Las mujeres estériles, las que sólo producen hembras, las que sufren de dismenorrea, las
que abortan o tienen partos difíciles, etc., dan a luz,
si toman píldoras Ta Tsao Wan, hijos varones, y aunque estén muy graves, si se les administra una o dos
dosis, su est ado no empeora. El mérito de la placenta es principalmente aument ar la eficacia de la fuerza Yin en el organismo, incluyendo la función sexual.
Siempre parece dar buenos result ados, y si se toma
durante largo tiempo se agudiza la vist a y el oído, se
aumenta la longevidad, se conserva la negrura de cabello y barba, y tiene en fin t al poder que contrarresta el proceso natural (tsao hua) del envejecimiento.
Por eso las píldoras se llaman Ta-Tsao Wan.»
Como en el caso de la glándula tiroides, se hacía uso
de la placent a de algunos animales, especialmente
del caballo y el gato.
FRACCIONAM IENTO DE LA ORINA
Pero la más not able característica de la medicina
medieval china en el campo de las hormonas sexuales era la aplicación de verdaderos fraccionamientos
de la orina. El uso que los pueblos antiguos han hecho de la orina como fármaco se ha criticado en
tiempos modernos como ejemplo típico de farmacopea excremental a base de sust ancias inútiles y repugnantes. Pero los historiadores de la medicina hubieran debido ejercer mayor circunspección en t ales
condenas después del clásico descubrimiento por
S. Aschheim y B. Zondek en 1927 de la presencia de
grandes cantidades de hormonas sexuales en orina
de embarazo, y la result ante verificación de que toda
orina, especialmente la de ciertos animales como la
yegua, contiene t ales sustancias activas. La aplicación de la orina como medicamento interno o externo se da en numerosas civilizaciones antiguas, pero
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sólo en la China, que sepamos, se encuentra una
preparación en gran escala de productos activos a
base de orina, ya fuera por precipit ación, re-disolución, evaporación a seco, sublimación o cristalización. Nos hallamos aquí ante una evolución muy interesante.
El origen de la terapéutica a base de orina se remonta al primitivo taoísmo, que entrañaba una actitud filosófica y mágico-científica ante la actividad sexual,
más bien que ascética en el sentido ordinario. Hallamos un curioso pasaje en el Hou Han Shu (Historia
de la Dinastía Han Posterior) sobre tres fieles que vivieron hacia el 200 d.C. El texto dice: «Kan Shi, Turigkuo Yen-Nien y Feng Chün-Ta eran tres fieles [t aoistas] (fang shi), muy sabios en la aplicación de [las
prácticas] de Chung Cheng en sus relaciones con las
mujeres. También podían beber orina, y a veces se
colgaban cabeza abajo. Economizaban con gran cuidado su esencia seminal (ching) y su chi heredado, y
no se vanagloriaban con ociosas palabras de sus
grandes poderes. Las hazañas de Kan Shi, [Tso]
Yuan-Fang y [Tungtuo] Yen-Nien fueron recogidas por
Tshao, fundador de la Dinastía Wei (San Kuo), quien
les preguntó acerca de sus artes y se esforzó por
practicarlas. Feng Chun-Ta era llamado el M aestro
Buey Azul (Ching Niu Shi). Todos ellos alcanzaron a
vivir entre 100 y 200 años.»
Las noticias sobre el efecto de la orina sobre la higiene sexual pueden hallarse en todas las épocas. Ya
a comienzos del siglo XIV, Chu Chen-Heng nos dice
que una vez atendió a una mujer de más de 80 años
que parecía tener sólo 40 y quien le explicó por qué
gozaba de tan buena salud y no había tenido enfermedades. En una ocasión en que había est ado enferma le habían recomendado que tomara orina humana, lo que continuó haciendo durante varias décadas. «¿Quién puede afirmar –dice Chu Chen-Heng–
la antigua creencia de que las propiedades de la orina son algoríficas y que no debe tomarse durante
mucho tiempo?» Todos los casos de Yin jsu (debilidad e impotencia sexual, eremosis, exceso de Yang
con alta fiebre), continúa diciendo, que no responden a ot ros m edicam ent os, revelan una m ejoría
cuando se administra orina. También se recomendaba la orina para otras enfermedades, como hace Chu
Cheng (fl. 479-501 d.C.) en el Chu Cheng I Shu ,
quien alaba t al producto por sus propiedades estípticas en las hemorragias de laringe.
No cabe duda de que con el paso del tiempo se desarrolló la doctrina de que la orina debía sus propiedades al hecho de ser «de la misma categoría» (zung
lei) que la sangre. Li Shi-Chen, en el Pen Tshao Kang
M u (1596) dice que la parte más liviana (ching che)
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de los elementos nutrientes (ching chi) pasa a formar
la sangre, mientras que la más pesada (cho che) forma el chi. Luego, la parte más pesada de la fracción
liviana forma la orina, mientras la parte más liviana
de la fracción pesada forma las demás secreciones.
Hacia el periodo Zang se realizan, en consecuencia,
estudios sobre la precipit ación natural y sediment ación de la orina (ni pai jsin o chen chung pai). Y a principios del siglo XIV, Chu Chen-Heng dice que el precipitado urinario tiene la propiedad de contrarrestar
el indeseado elemento Fuego que afecta al hígado
(san chiao) y la vejiga por medio de la orina: «Y esto
es por que el chen chung pai era excretado originariamente de la vejiga.» Así se ilustra el principio del
yin tao, secreción o excreción que elimina algo por la
misma vía por la que el vehículo ha llegado. El precipitado, dice Li Shi-Chen en el siglo XVI, «viaja con la
sangre» y tiene la facultad de eliminar del cuerpo
otras sustancias por la vía por la que se ha desplazado previamente. Añade que aunque combate la debilidad sexual, los príncipes y magnates se resistían
a beber la orina debido a su origen impuro. De modo
que los iatroquímicos (fang shi) comenzaron a purificar los sedimentos en forma de derivados llamados
chiu shi y chiu ping (mineral del otoño y hielo del otoño). El término chiu shi se usó por vez primera en el
libro de Huai Nan Tsu (siglo II a.C.) para denominar
una especie de elixir, pero no sabemos si tenía alguna relación con el chiu shi de los iatroquímicos posteriores.
El método det allado de fraccionamiento más antiguo
de que tenemos noticia aparece a principios del siglo
XI d.C., cuando Chang Sheng-Tao describe el más
simple de los empleados en su Ching Yen Fang (Preparaciones ensayadas y probadas), libro hoy perdido
pero cuyos pasajes esenciales se cit an en el Cheng
Lei Pen Tshao, de 1249. Luego, a partir de los primeros años del siglo XII encontramos otras dos descripciones en el Shui Yin Lu (Registros de Aguas y
Nubes), obra de un fam oso sabio, Yeh M eng-Te
(1077-1148). Otro libro del mismo periodo, obra de
autor desconocido, el So Sui Lu, teoriza sobre esas
preparaciones. Las restantes menciones se hallan
en tres libros del periodo M ing, uno de Chen ChiaM o, el Pen Tshao M eng Chian (La ignorancia sobre la
farmacopea vencida), fechable en 1567, y los otros
dos posiblemente del siglo anterior.
¿Cuáles eran las más not ables características de
esos fraccionamientos? En primer lugar, el uso de
enormes cantidades de orina –hast a 1.000 litros– tomada de adultos o de muchachos y muchachas. El
método más simple era administrar el residuo seco
de la evaporación, que contenía uratos, fosfatos, glucurónidos esteroideos y sulfatos, y todo el resto.
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Otros métodos suponían una precipit ación preliminar; en uno de ellos se usaba el sulfato de calcio,
que arrastraría las proteínas presentes y probablemente también todos los conjugados esteroideos.
La precipitación más not able (en vist a del descubrimiento clásico de A. W indaus en 1909 de que la digitonina precipit a cuantitativamente ciertos esteroides) era mediante el uso de la saponina contenida en
el árbol Gleditschia sinensis, el jugo de cuyas semillas se añadía a la orina en la proporción de un t azón
por cada caldero. Este método exigía luego el hervor
del precipit ado con agua, lo que sugiere que todos
los esteroides arrastrados con las proteínas se liberaban al desnaturalizarse, mientras que los que se
habían combinado con la saponina permanecían. Las
críticas de este método contenidas en el Pen Tshao
Kang M u sugieren marcadamente que era muy empleado entre los siglos X y XVI. Además de la proteína introducida con el jugo vegetal, debe considerarse probable que el volumen total de orina debía contener partes tomadas de personas que padecían de
lesiones renales, así que t ambién se añadía una pequeña cantidad de proteína a la masa tot al de materia. Esto tiene import ancia, ya que los esteroides
conjugados se habrían precipit ado con ella.
En casi todos los métodos, el proceso termina con
una sublimación. Al principio esto era difícil de comprender, pero, de hecho, las hormonas sexuales esteroideas urinarias se subliman sin cambio alguno
en el aire a 180-300 °C, con considerables diferencias de temperaturas de sublimación entre las distintas especies. En efecto, éste es el método hoy
usado para su identificación. La descripción de la
técnica y del aparato (ku chi fa) usados en la subli-
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mación es interesante y bastante clara: se utilizaban
vasijas de cerámica herméticamente selladas con
lodo, prestándose gran atención a la temperatura
para que no estuviesen ni demasiado frías ni demasiado calientes.
Los alquimist as chinos venían perfeccionando las
técnicas de sublimación desde el siglo IV a.C., pues
era un proceso especialmente importante en sus
trabajos con el mercurio, factor esencial en el arte iatroquímico. La prueba de que los iatroquímicos chinos, aunque desconocían la química esteroidea conseguían mezclas muy puras, está en que los textos
describen con frecuencia sust ancias blancas, crist alinas, brillantes, lustrosas como jade o perlas, lo que
indica marcadamente el colesterol u otras sustancias de la misma clase en alto est ado de pureza. En
muchos casos, el proceso final implicaba la emulsificación con grasas lácteas, lo que parece también
procedimiento apropiado dado el carácter esteroideo
de los productos finales buscados por los iatroquímicos. Esto no quiere decir, naturalmente, que los productos finales fueran puros en el sentido moderno;
tienen que haber sido m ezclas de m uy diversos
compuestos, incluyendo, sin duda, algunos inofensivos, tales como el ácido cianúrico result ante de la
acción del calor sobre cualquier resto de úrea.
Es, pues, indudable que entre los siglos XI y XVII los
iatroquímicos chinos produjeron preparaciones de
andrógenos y estrógenos con ciert a efectividad en la
terapéutica de la época, lo que debemos considerar
como un result ado extraordinario en una práctica sistemática de la medicina anterior a nuestra moderna
era científica.
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