Artículo completo PDF

Anuncio
[LA
CASA DE LOS MICROBIOS]
Microbios en la niebla
por RICARD GUERRERO y MERCÈ BERLANGA
os microbios son fuente continua de sorpresas.
Su «invisibilidad» contribuye a aumentar nuestra extrañeza cuando un microorganismo, o su
actividad, se hacen patentes por primera vez. Y aunque
los microbios son unos organismos muy especiales, y
por tanto interesantes por sí mismos, también lo son
porque afectan a todos los aspectos de la existencia de
los humanos, y del resto de seres vivos, con sus efectos
positivos y/o perjudiciales. Desgraciadamente, tenemos
más presentes los aspectos negativos. Las enfermedades
infecciosas nos han acompañado en el curso de nuestra
historia y han tenido efectos decisivos en muchas naciones y civilizaciones. Sobre todo las que previamente no
se conocían, como la viruela en las Américas o la sífilis
en Europa durante la primera mitad del siglo XVI.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera patógenos humanos unos dos mil organismos (entre
priones, virus, bacterias, protistas y hongos, más algunos
gusanos y artrópodos), que son una pequeña cantidad
en el conjunto de millones de especies de microorganismos, conocidas y por descubrir. Según palabras del
microbiólogo norteamericano John L. Ingraham, «el
número de bacterias patógenas, comparado con el número total de bacterias, es muy inferior a la frecuencia
de asesinos en serie en la población humana».
El último tercio del siglo XIX trajo el conocimiento
del cultivo e identificación de la mayoría de microorganismos patógenos bacterianos. Posteriormente, el desarrollo de las vacunas y los antibióticos ha contribuido
de forma decisiva a la lucha contra las enfermedades.
También ha sido esencial la aplicación de medidas de
control generales, como el saneamiento de las aguas,
la higiene personal, la educación en salud pública y la
mejora de la alimentación. Sin embargo, entre 1940 y
2010, en todo el mundo se han identificado más de 300
enfermedades emergentes que han afectado a la salud
humana. Las enfermedades infecciosas emergentes
incluyen, en primer lugar, patógenos que se han convertido en una nueva cepa dentro de la misma especie,
como las cepas resistentes a los antibióticos (por ejemplo, Staphylococcus aureus resistente a la meticilina
o MRSA). En segundo lugar, patógenos que cambian
repentinamente de hospedar, como el virus de la inmunodeficiencia humana (virus del sida o VIH) o el
síndrome respiratorio agudo (SARS). En algunos casos,
este cambio a una nueva especie de huésped depende
de cambios geográficos del patógeno (por ejemplo, el
virus del Nilo en las Américas). Y, en tercer lugar, en-
fermedades zoonóticas como resultado de los cambios en
el uso del suelo, de los cambios en las prácticas de producción de alimentos, agrícolas o no, o de la caza silvestre (virus Ébola). Estas actividades humanas aumentan
la frecuencia de contacto entre los seres humanos y los
animales, y, consiguientemente, con sus microorganismos. Tampoco podemos olvidar el aumento exponencial
de los viajes y del comercio internacionales, que permite
una globalización de aquellas enfermedades que antes
estaban limitadas a determinadas áreas geográficas.
L
106
Núm.8 2 MÈTODE
«La pérdida de especies de un
ecosistema determinado puede tener
graves consecuencias en la distribución
e incidencia de las infecciones, incluso
en aquellas que afectan a los humanos»
Ilustración: Carles Puche
Gorilas con el virus Ébola.
La pérdida de especies de un ecosistema determinado
puede tener graves consecuencias en la distribución e incidencia de las infecciones, incluso en aquellas que afectan a los humanos. En general, se cree que la pérdida de
biodiversidad aumenta la transmisión de enfermedades
infecciosas, sobre todo de aquellos hospedadores que no
serían los habituales. Aunque no se sabe exactamente por
qué pasa eso, parece que la disminución del número de
especies puede aumentar la probabilidad de encuentros
entre el microorganismo patógeno y el huésped habitual
susceptible. Un ejemplo sería el aumento de la incidencia
de la infección por el virus del Nilo en los Estados Unidos. Este virus se transmite por picaduras de mosquito
y se mantiene entre las poblaciones de aves. De vez en
cuando, puede infectar a una persona y causarle un tipo
muy grave de encefalitis. En las zonas donde ha disminuido la diversidad de aves, y predominan las especies
susceptibles a este virus, aumenta la cantidad de mosquitos y de personas infectadas. Por el contrario, en aquellas
zonas con más especies diferentes de aves, hay más animales que no son buenos hospedadores para el virus y/o
los virus no pueden multiplicarse eficazmente.
Hay dos conceptos básicos que tenemos que recordar:
mortalidad y morbilidad. La mortalidad es la proporción
de individuos que mueren entre los afectados por la enfermedad. La morbilidad es la proporción de personas que
son afectadas por la enfermedad dentro de la población
considerada. Así, podríamos decir que los virus del resfriado o la gripe tienen una morbilidad muy alta, pero una
mortalidad muy baja, mientras que a los virus Ébola o
Marburgo les pasa lo contrario. Las fiebres hemorrágicas
Ébola y Marburgo están causadas por virus de la familia
Filoviridae (virus de RNA de cadena simple de polaridad
negativa). Estos virus tienen una elevada mortalidad, pero
una baja morbilidad. El virus Marburgo recibe el nombre
de la ciudad alemana donde fue aislado en 1967 en investigadores infectados en un centro donde se trabajaba con
muestras de monos de Uganda. El virus Ébola recibe el
nombre del río Ebola (República Democrática del Congo,
antiguo Zaire), donde fue identificado por primera vez
en 1976. El reservorio natural del virus Ébola se cree que
son los murciélagos y el África subsahariana es la zona
endémica. El hecho de que pocas veces se produzcan
brotes sugiere la presencia de un reservorio animal raro o
ecológicamente aislado, que tiene pocos contactos con los
humanos y otros primates. Recientemente, se ha detectado
un nuevo filovirus, Lloviuvirus, genéticamente diferente
a Ébola y Marburgo, en murciélagos en la península Ibérica, aunque no se ha observado aún su patogenicidad en
humanos. Contra estos filovirus, a día de hoy, no existen
vacunas ni terapias efectivas de tratamiento.
El origen de la enfermedad en personas infectadas
por el Ébola está relacionado principalmente con la exposición a los cadáveres de animales que se encuentran
en el bosque o con el contacto directo con los murciélagos, y con la posterior transmisión del virus a través
del contacto de persona a persona. Los virus entran en
el cuerpo a través del contacto o de fluidos corporales
infectados (sangre, saliva, sudor, vómitos, etc.). Tras un
período de incubación de dos a veintiún días, aparecen
los síntomas iniciales inespecíficos tales como fiebre,
escalofríos, fatiga, dolor de cabeza y mialgia. En los casos mortales, frecuentes, los enfermos mueren de choque
hipovolémico e insuficiencia múltiple de los órganos
entre los días sexto y decimosexto.
La enfermedad humana está vinculada con la frecuencia de contacto con primates infectados, aunque
también están implicados otros animales. Parece que la
población de gorilas y chimpancés se ha reducido en un
80 % en algunas partes de África Central debido a infecciones del virus Ébola.
Factores como el cambio climático, la destrucción del
ambiente, el aumento de la población, las migraciones
masivas y el transporte aéreo hacen que las enfermedades infecciosas previamente confinadas geográficamente
en determinados lugares se propaguen rápidamente por
todo el planeta, a menudo en plazos más cortos que los
períodos de incubación de la enfermedad. La lucha entre
patógenos y hospedador continúa, y exige cada vez más
la investigación científica para hacerle frente. Es necesario disponer de herramientas efectivas para la detección,
diagnóstico y tratamiento. Las enfermedades infecciosas
son corrientes y están muy extendidas. No hay edades específicas para sufrirlas, aunque los grupos de mayor riesgo son los niños y niñas y la gente mayor. La situación y
desarrollo de la microbiología actual nos permite avanzar
que esta ciencia será una de las principales armas para
luchar contra la muerte durante todo el siglo XXI.
Ricard Guerrero. Secretario científico del Institut d’Estudis Catalans, Barcelona.
Mercè Berlanga. Profesora agregada del departamento de Microbiología y
Parasitología Sanitarias. Universidad de Barcelona.
Carles Puche. Ilustrador, Barcelona.
Núm. 82 MÈTODE
107
Descargar