Matilde Pérez Herranz - Universidad Autónoma de Madrid

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Máster en Democracia y Gobierno
2011-­2012
CP
Seminario de
Investigación
X
Departamento de Ciencia Política y
Relaciones Internacionales
Universidad Autónoma de Madrid
Aaa
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Working Papers Online Series
www.uam.es/wpcpolitica
Estudio/Working Paper 141/2012
El discurso como argumentación y como catalizador del cambio
social: El caso de los debates del Consejo de Seguridad en la
guerra de Irak de 20031
Matilde Pérez Herranz
([email protected]) Universitat Pompeu Fabra 1
El texto se basa en eO&DStWXOR9³(OXVROHJtWLPRGHODIXHU]DHQODJXHUUDGH,UDNGH&RQWH[WRLQWHUQDFLRQDO\
PpWRGR GH DQjOLVLV´ GH PL WHVLV GRFWRUDO WLWXODGD La Legitimidad del Uso de la Fuerza en las Relaciones
Internacionales Contemporáneas (2011). La investigación trata de arrojar luz sobre dos cuestiones fundamentales.
En primer lugar, la comprensión de legitimidad del uso de la fuerza desde una perspectiva multidimensional. En
segundo lugar, el impacto que ha tenido la guerra de Irak de 2003 en la concepción de los supuestos que hacen
legítimo el uso de la fuerza en relaciones internacionales. Ambas cuestiones se abordan a través del análisis de la
argumentación a favor y en contra del uso de la fuerza en una selección de debates del CS con ocasión de la guerra
de Irak de 2003, uno de los casos más controvertidos y que más debate ha generado en los últimos años.
1
El objetivo de este paper es doble. En primer lugar, se describe el contexto internacional en el que
se desarrolla el caso de estudio, la guerra de Irak de 2003. Partiendo de una visión constructivista
del orden internacional, que da una especial consideración al papel desempeñado por los elementos
ideacionales, discursivos e históricos, se describen las principales características del orden
internacional de la posguerra fría. Una de las más evidentes es la posición dominante de la que goza
la superpotencia vencedora del enfrentamiento bipolar. Como se verá, los proyectos de la potencia
hegemónica para transformar su posición de superioridad en influencia desarrollados en las dos
últimas décadas, denominados como el paradigma de la democratización y el paradigma de la
seguridad, presentan concepciones diferentes del uso legítimo de la fuerza y con distinto impacto
sobre el orden internacional.
En segundo lugar, se presenta el método que se aplicará al estudio de caso. Las
características del uso legítimo de la fuerza se estudiarán a partir de una selección de debates del
Consejo de Seguridad fechados antes, durante y después del conflicto. Así, se analizará la
dimensión material de la argumentación en estos documentos, esto es, cómo se justifica la decisión
de usar o no la fuerza contra Irak partiendo de una concepción multidimensional de la legitimidad.
Posteriormente, el análisis se centrará en la dimensión pragmática , es decir, en la forma retórica que
presentan los argumentos a favor y en contra del uso de la fuerza aplicando la taxonomía de la
reacción elaborada por Albert O. Hirschman así como las consecuencias que de ello se derivan.
I. EL CONTEXTO INTERNACIONAL
Con el fin de la Guerra Fría el orden internacional experimentó numerosas transformaciones.
La más evidente fue la nueva posición de EEUU como potencia hegemónica con una superioridad
indiscutible. Junto a este cambio es preciso tener en cuenta otros en los actores internacionales:
desde las transformaciones sufridas por el Estado a la creciente importancia de otros actores
internacionales, incluyendo los actores y autoridades privados. A estos cambios hay que añadir
también la transformación operada en las normas internacionales de la mano del desarrollo de los
mecanismos de cooperación propios de la gobernanza global y la importancia creciente que han
cobrado los regímenes internacionales. Asimismo, y en estrecha conexión con las modificaciones
mencionadas, el orden internacional contemporáneo ha visto cómo sus instituciones se han
transformado por las alteraciones en la distribución y estructura del poder internacional, así como
por la acción de actores no estatales y organizaciones internacionales.
La consideración del contexto internacional que posibilitó que la guerra de Irak de 2003
2
tuviera lugar resulta clave. Por ello, esta sección está precisamente dedicada a esta tarea. En primer
lugar se parte de una visión constructivista del orden internacional que busca destacar la
importancia de los elementos ideacionales, discursivos e históricos a partir del análisis realizado por
autores como Hedley Bull, Alexander Wendt, Christian Reus-Smit y Robert Cox. En segundo lugar,
se aborda la cuestión de las características del liderazgo de EEUU como potencia hegemónica en la
década de los noventa y principios de los 2000.
a) El orden internacional desde una perspectiva constructivista
Una de las aportaciones más interesantes al estudio del orden internacional fue la realizada
por Hedley Bull, un teórico de la Escuela Inglesa cuyo trabajo ha sido fundamental para desarrollos
teóricos posteriores que han destacado la importancia de las ideas, las instituciones y el contexto
social para comprender las relaciones internacionales como el Constructivismo y la Teoría Crítica.
En su obra The Anarchical Society: A Study of Order in World Politics, este autor describió el orden
LQWHUQDFLRQDOFRPR³XQSDWUyQGHDFWLYLGDGTXHPDQWLHQHORVREMHWLYRVSULPDULRVRHOHPHQWDOHVGH
ODVRFLHGDGGHHVWDGRVRVRFLHGDGLQWHUQDFLRQDO´2 Para Bull, los principios básicos sobre los que las
sociedades humanas han de fundarse son la seguridad frente a la violencia, la observancia de los
acuerdos y las reglas sobre los derechos de propiedad. Cuando se trasladan estos principios al nivel
internacional quedan formulados como la preservación de la propia sociedad de Estados, el respeto
al principio de soberanía y el mantenimiento de la paz como ausencia de guerra. Además, el autor
destaca que para asegurar que el orden internacional se mantenga se han de cumplir una serie de
normas como son el respeto mutuo de la soberanía, el principio pacta sunt servanda y la limitación
del recurso a la violencia.3 Estas reglas son importantes ya que prescriben el comportamiento
adecuado para preservar los intereses comunes de la sociedad de Estados. Los intereses comunes
son, según Bull, otro de los elementos necesarios para el mantenimiento del orden internacional.
Como explica este autor, las metas elementales del orden internacional que han de compartir los
miembros de la sociedad internacional son la preservación del sistema, el mantenimiento de la
soberanía y la paz. El tercer pilar importante para el mantenimiento del orden son las instituciones
por su labor de hacer efectivas las reglas.4
La obra de Hedley Bull suele ser citada como referencia por la mayoría de autores
constructivistas. El papel central que este autor otorga a las normas e instituciones y el hecho de que
la sociedad internacional se configure a través de las prácticas de los actores explicarían esta
2
3
4
Bull, H. (2005), La sociedad anárquica. Un estudio sobre el orden en la política mundial , Madrid: Los libros de la
catarata, p. 60.
Ibid., pp. 117-126.
Ibid., pp.68-71.
3
conexión entre la obra de Bull y el Constructivismo. Los constructivistas se alejan del determinismo
estructural del neorrealismo y se centran en el análisis de los procesos, en las prácticas, en las
interacciones que tienen lugar a nivel internacional. En definitiva, a través del constructivismo se
reivindica la dimensión más sociológica de las relaciones internacionales. Como explica Christian
Reus-Smit, los constructivistas buscan desarrollar una teoría social de las relaciones internacionales
que trate a los actores y la acción como inherentemente sociales. 5 Es importante tener en cuenta que
el constructivismo reconoce el papel fundamental de las fuerzas materiales en el comportamiento
SHUR VH FRQVLGHUDQ LJXDOPHQWH LPSRUWDQWHV ODV ³HVWUXFWXUDV LGHDFLRQDOHV´ HV GHFLU ODV HVWUXFWXUDV
intersubjetivas, normas y valores que permiten a los agentes describir, explicar y dotar de
significado al mundo físico, a su universo social y a su propio estatus y acciones.6
En efecto, tal y como mantiene Alexander Wendt en su obra Social Theory of International
Politics, los agentes han de definir la situación en la que se encuentran de forma previa a la acción.
Con tal fin recurren a dos tipos de conocimiento: el conocimiento privado sobre sus intereses e
identidades y el conocimiento compartido o significados intersubjetivos, es decir, las creencias
sobre la racionalidad de los otros, sus estrategias, sus preferencias, etc. De este modo, las
estructuras ideacionales dan forma a las identidades sociales de los actores y tales identidades
informan sus intereses. Como señala Wendt, la función de esas normas y reglas compartidas
consiste en hacer la interacción social relativamente predecible, lo que redunda en la estabilidad del
orden social. Dentro de estas ideas que dotan de sentido a la acción son especialmente importantes
las reglas regulativas, que prescriben y prohíben determinadas conductas, y las reglas constitutivas,
que permiten a los actores comprender en qué situación se encuentran y cuáles son sus intereses e
identidades.7
Si bien es posible detectar la influencia de la obra de Hedley Bull en los autores
constructivistas, es importante no obviar que Bull dio una importancia capital a la Historia o al
Derecho Internacional, mientras que los autores constructivistas se han visto más influidos por las
aproximaciones sociológicas e incluso psicológicas a la hora de analizar la acción de los Estados.
Asimismo, la obra de Bull puede leerse desde una perspectiva realista. En efecto, la Escuela Inglesa
se ha considerado como una vía media entre el enfoque realista y el enfoque liberal. Si bien es
cierto que los autores de esta Escuela se mostraron atraídos por el Liberalismo lo que se plasmó en
la importancia que daban a las normas y al Derecho Internacional, también el papel central en sus
5
6
7
Reus-6PLW&K³7KHLGHDRIKLVWRU\ and history with ideas: Toward a Constructivist Historical Sociology of
,QWHUQDWLRQDO 5HODWLRQV´ HQ Hobson, J. y Hobden, S. (eds), Historical Sociology of International Relations.
Cambridge: Cambridge University Press , p. 129 .
Ibid., pp. 130 y ss.
Wendt, A. (1999), Social theory of International Politics, Cambridge: Cambridge University Press , cap. 3.
4
propuestas dado al poder y al interés del Estado ha provocado que su obra esté cercana al Realismo.
&RPRDSXQWD$QGUHZ+XUUHOO³3DUD%XOOODVLGHDVLPSRUWDQHQODPHGLGDHQTXHVRQDFHSWDGDV\
modificadas por estados fuertes, y la relevancia de las normas e instituciones concretas siempre
dependería de la distribucióQGHSRGHUPDWHULDOVXE\DFHQWH´8
Junto a la obra de Hedley Bull y Alexander Wendt es interesante destacar la propuesta de
análisis del orden internacional elaborada por Christian Reus-Smit. Este autor parte de la óptica
constructivista y la completa con un especial énfasis en los procesos discursivos que posibilitan que
que las creencias subjetivas sobre lo que es correcto y deseable en relaciones internacionales se
plasme en la constitución de determinados diseños institucionales y no otros. Reus-Smit destaca que
los Estados se embarcan en un proceso de acción comunicativa cuando formulan normas, reglas y
principios que hacen posible la cooperación entre ellos. El autor advierte que hay que tener presente
que los actores han de justificar sus posturas en el debate y, además, las opciones no son ilimitadas,
sino que han de ser congruentes con los valores compartidos por la comunidad. Como explica Reus6PLW ³UHFRQRFHU TXH OD LGHD GHO (VWDGR HVWi EDVDGD HQ XQ FRQMXQWR GH YDORUHV PiV DPSOLR TXH
simplemente el principio organizador de la soberanía es el primer paso para formular un análisis
constructivista más satisfactorio de las prácticas básicas del Estado. Puesto que estos valores no
sólo definen los términos del Estado legítimo, sino que también proporcionan a los Estados con
razones sustantivas para la acción que, a su vez, ejercen una profunda influencia en el diseño
LQVWLWXFLRQDO\HQODDFFLyQ´9
Christian Reus-Smit se propone responder a la pregunta de por qué los Estados se dotan de
determinados tipos de instituciones que dan lugar a configuraciones diferentes del orden
internacional. Para ello propone una jerarquía constitutiva del orden internacional que presenta tres
niveles: la estructura constitucional, las instituciones fundamentales y los regímenes internacionales
específicos. Es interesante destacar que, al igual que el autor se identifica con el constructivismo, es
posible detectar un cierto aire de familia con la propuesta bulliana del orden internacional. Así,
como Bull, Reus-Smit entiende como elementos fundamentales para explicar la sociedad
internacional el hecho de compartir unos valores e intereses comunes y el papel clave que
desempeñan las normas e instituciones en el orden internacional.
Como se ha visto en páginas anteriores, la herramienta analítica fundamental que propone
este autor, la estructura constitucional, incorpora en sí tres elementos normativos: la idea
compartida del propósito moral al que ha de servir el Estado, el principio organizativo de la
8
9
+XUUHOO$³3UyORJRDODWHUFHUDHGLFLyQ GH³/DVRFLHGDGDQiUTXLFD´DxRVGHVSXpV´HQ%XOO+ Op.cit, p.
27.
Reus-6PLW &K ³7KH &RQVWLWXWLRQDO 6WUXFWXUH RI ,QWHUQDWLRQDO 6RFLHW\ DQG WKH 1DWXUH RI )XQGDPHQWDO
,QVWLWXWLRQV´ International Organization, n. 51, pp. 565-566.
5
soberanía que separa a las unidades y la norma de justicia procedimental que formula las reglas de
conducta que han de seguir los actores. Es más, son esos valores compartidos los que hacen que se
configuren las instituciones y prácticas concretas que caracterizan el orden internacional de cada
momento histórico. En concreto, en la sociedad de Estados moderna Reus-Smit destaca como
instituciones fundamentales el multilateralismo, el Derecho Internacional o la diplomacia.10 Junto a
la estructura constitucional y las instituciones fundamentales, Christian Reus-Smit cierra su
propuesta de análisis con los regímenes internacionales específicos. Se trata de prácticas
institucionales básicas en sectores particulares de las relaciones entre Estados como el Acuerdo
General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) o el Tratado de No Proliferación Nuclear.11
Tanto en la obra de Bull como en la de Reus-Smit la atención al contexto histórico es
fundamental para comprender cuáles son las bases del orden internacional y cómo cambian. A este
respecto es interesante traer a colación el trabajo de Robert Cox, un autor encuadrado dentro de la
7HRUtD&UtWLFDTXHKDVLGRFRQVLGHUDGDFRPRXQ³FRQVWUXFWLYLVPRFRQPLQ~VFXOD´SRUTXHVHFHQWUD
en la producción y reproducción social de los agentes y estructuras, asumidos sin ningún espíritu
crítico por los autores racionalistas.12 Como explica Robert Cox, toda acción tiene lugar en un
marco o estructura histórica determinados. Este marco de acción está formado por la interrelación
de tres elementos: las capacidades materiales, las ideas y las instituciones y su aplicación al análisis
de las relaciones internacionales sirve para conocer las características de una esfera determinada de
la actividad humana en un momento histórico concreto. Cox argumenta que la estabilidad de los
órdenes mundiales que se han sucedido durante la Historia se basa en una situación de hegemonía o
un encaje sólido entre una configuración del poder material, una imagen colectiva dominante del
orden mundial y un conjunto de instituciones que administran tal orden.13 La cuestión es descubrir
cómo surge y cómo desaparece tal encaje. Según este autor, la clave reside en estudiar cómo se dan
las relaciones entre fuerzas sociales, formas de Estado y órdenes mundiales en cada momento
histórico.14 En efecto, para Cox los poderes dominantes en el sistema han construido un orden
mundial que sirviera a sus intereses y no sólo utilizando la coerción sino haciéndolo aparecer como
algo natural a todos, incluidos los que resultaban perjudicados por tal orden.15
10
11
12
13
14
15
Ibid., pp. 566-569.
Ibid., p. 559.
'HYHWDN 5 ³&ULWLFDO 7KHRU\´ HQ %XUFKLOO 6 et al), Theories of International Relations, Nueva York:
Palgrave Macmillan, p. 150.
&R[ 5 ³6RFLDO )RUFHV 6WDWHV DQG :RUOG 2UGHUV %H\RQG ,QWHUQDWLRQDO 5HODWLRQV 7KHRU\´ Millennium :
Journal of International Studies vol.10 , núm. 2, p. 223.
Ibid., p. 225.
+REGHQ6\:\Q-RQHV5³0DU[LVWWKHRULHVRI,QWHUQDWLRQDO5HODWLRQV´HQ%D\OLV-6PLWK6\2ZHQV
P.( eds.), The Globalization of World Politics. An introduction to international relations, Oxford: Oxford University
Press, p. 139.
6
Las propuestas teóricas presentadas reflejan la importancia de los elementos ideacionales,
los intercambios comunicativos y el contexto histórico para comprender el orden internacional y los
cambios que experimenta. Así, tanto la concepción bulliana de orden internacional, como la idea de
estructura constitucional de Reus-Smit o el estudio del marco de acción y la hegemonía de Cox
integran en el análisis no sólo las cuestiones relativas a la distribución del poder, sino también los
valores cuyo análisis permite vislumbrar las dinámicas de cambio en el orden internacional. En la
próxima sección se presentan los rasgos principales del orden internacional en definición en la
posguerra fría y las narrativas que permiten dotarlo de sentido, con el fin de poder comprender el
contexto internacional en el que tuvo lugar la guerra de Irak de 2003 y las implicaciones del caso
para la concepción del uso legítimo de la fuerza en relaciones internacionales.
b) E E U U y su proyecto hegemónico: de la paz democrática a la guerra contra el terror
Tras el fin del sistema bipolar, EEUU se erigió como potencia preponderante. La caída del
régimen soviético y el fin de la bipolaridad resultaron en un cambio en la distribución del poder
generando nuevas asimetrías. Como explica G. John Ikenberry, la reacción de las grandes potencias
a esta nueva situación puede resumirse en que la ex-URSS mantuvo una política acomodaticia ante
Occidente, EEUU se embarcó en un patrón de institucionalización económica y de seguridad para
extender el modelo liberal, y el resto de democracias avanzadas pasaron a tener unas relaciones de
cooperación con EEUU en lugar de construir una alianza para compensar su poderío.16 Tal y como
destaca Richard Falk, EEUU se centró en la promoción de la expansión económica de corte
neoliberal relegando a un segundo plano el desarme y la gobernanza global bajo los auspicios de
organizaciones regionales y de las NNUU.17 El final de la década de los noventa, y, especialmente
los atentados del 11-S impulsarían un cambio en la política estadounidense. A partir de este
momento la guerra total contra las nuevas amenazas a la seguridad, incluyendo la acción unilateral
y el uso de la fuerza preventivo, caracterizó el papel internacional de la potencia hegemónica, que
pasó a HQFXDGUDUVXDFFLyQDOPDUJHQGHODV³UHJODVGHOMXHJR´
Ó La década de los noventa o el paradigma de la democratización
Con una indudable superioridad, la superpotencia gozaba de una posición privilegiada que le
permitía liderar virtualmente todas las dimensiones importantes del poder ya fuera económico,
16
17
Ikenberry, J. (2000), After Victory: Institutions, Strategic Restraint, and the Rebuilding of Order after Major Wars ,
Princeton: Princeton University Press, p. 216 y ss.
Falk, R. (2008), The Costs of War. International Law, the UN, and World Order after Iraq , Nueva York/Londres:
Routledge, p. 5.
7
militar, institucional o cultural.18 Aunque los cambios políticos que trajo el fin de la Guerra Fría
fueron de gran calado, como explican Caterina García y Ángel Rodrigo, el orden internacional
seguía basándose en la estructura constitucional establecida tras el final de la Segunda Guerra
Mundial. Es más, tras la paralización del sistema de seguridad colectiva durante la Guerra Fría, las
instituciones internacionales parecían recuperarse para la acción conjunta ante los desafíos a la paz
y seguridad. El ejemplo más claro a este respecto fue la respuesta colectiva en el marco de la
legalidad e instituciones internacionales a la anexión de Kuwait por parte de Irak en lo que se
conoció como la primera guerra del Golfo en 1991.19 Es interesante destacar la naturaleza
ambivalente de esta respuesta internacional. El Presidente Bush utilizó las apelaciones retóricas a un
³QXHYRRUGHQPXQGLDO´SDUDUHFDEDUDSR\RVLQWHUQDFLRQDOHV\UHVSRQGHUDODDJUHVLyQGH,UDNFRQWUa
Kuwait. Así, aunque ha sido reivindicada como un reflejo del nuevo orden mundial más allá de la
FRQIURQWDFLyQELSRODUODJXHUUDGHO*ROIRHQSDODEUDVGH5LFKDUG)DONUHVXOWyVHU³XQUHFRUGDWRULR
dramático de la resiliencia del viejo orden con el ventrílocuo geopolítico haciendo un uso efectivo
GHODV1188FRPRVLIXHUDQXQDPDULRQHWDFRPSODFLHQWH´20
En este nuevo contexto internacional la cuestión a la que EEUU debía hacer frente era cómo
transformar su posición ventajosa en influencia política. La apuesta de la superpotencia se concretó
en la National Security Strategy de 1990 que presentaba como uno de sus pilares para conseguir un
mundo estable y seguro el fomento de la libertad, los derechos humanos y la democracia. Es este
documento se hacía referencia a la principal preocupación que se presentaba tras el colapso del
sistema bipolar: ¿cómo asegurar la estabilidad internacional una vez que la bipolaridad daba paso a
la interdependencia global y la multipolaridad? Esta cuestión implicaba reformular los términos de
liderazgo de EEUU y sus aliados. Con estas cuestiones como ejes de la política exterior del país, no
es de extrañar que EEUU hiciera suya la tesis de la paz democrática como proyecto político.
En efecto, en la posguerra fría EEUU impulsó la implementación de una política exterior
coherente con la tesis de la paz democrática, si bien se trataba de una versión vulgarizada o
instrumentalizada.21 Esta tesis es tanto una teoría como un proyecto político. Desde el punto de
18
19
20
21
Walt, S. M. (2005), Ta ming American Power. The Global Response to U.S. Primacy . Nueva York/Londres: W. W.
Norton & Co., pp. 31 y ss.
García, C. y Rodrigo, Á. J. (2008), Los límites del proyecto imperial. Estados Unidos y el orden internacional en el
siglo XXI , Madrid: Los Libros de la Catarata, p. 27.
Falk, R., Op. cit. , p. 11.
Cuando se habla de la tesis de la paz democrática es preciso distinguir entre la teoría y el programa político. Por lo
que respecta a la teoría destacamos su dimensión filosófica y su dimensión empírica. La dimensión filosófica es
formulada por primera vez por M. W. Doyle en su artícuOR³.DQW/LEHUDO/HJDFLHVDQG)RUHLJQ$IIDLUV´. En este
WH[WR'R\OHVHSURSRQHGHPRVWUDUFRPR³/D3D]3HUSHWXD´ de Kant puede utilizarse para explicar dos tendencias
internacionales constantes a lo largo del tiempo: el comportamiento pacífico de los estados liberales entre sí, y la de
su belicosidad para con los estados no liberales. La dimensión empírica está relacionada con establecer una teoría,
en el sentido fuerte de la palabra, que explique las dos tendencias mencionadas. Junto a Doyle, otro de los autores de
8
vista teórico, la tesis de la paz democrática se puede resumir en tres puntos básicos. Primero, las
democracias liberales nunca, o casi nunca, se han hecho la guerra. Segundo, las democracias no son
ni más ni menos propensas a la guerra que los regímenes autocráticos. Y tercero, que a pesar de no
hacer la guerra entre ellas, sí que la hacen con Estados no liberales. 22 La tesis de la paz democrática
es también un programa político que tiene como líneas maestras la extensión mundial de la
democracia y el libre mercado. En particular, es especialmente interesante la asunción de esta teoría
SRU SDUWH GH ((88 HQ OD IRUPXODFLyQ GHO SUR\HFWR GH ³QXHYR RUGHQ PXQGLDO´ 6HJ~Q $QWKRQ\
Lake, Consejero de Seguridad Nacional de la Administración Clinton 1993-1997, esta política se
basa en tres ideas fundamentales. En primer lugar, se entiende que los valores que EEUU propugna,
la democracia y la economía de mercado, están ampliamente aceptados. En segundo lugar, se asume
que las causas de los conflictos son endógenas y están relacionadas con la crisis de legitimidad
interna de los regímenes. En tercer lugar, se defiende que EEUU tiene interés en fomentar la
creación de una red de democracias para fortalecer su propia seguridad y prosperidad. De este
modo, según Lake, los intereses y valores de EEUU se reforzarían mutuamente. En la misma línea,
Strobe Talbott, Vice-Secretario de Estado 1993-2000, destacó que la tesis de la paz democrática
encarnaba los intereses estratégicos de EEUU y era la manera idónea de fomentar un mundo más
seguro.23 En resumen, según la paz democrática como programa político, la mejor manera de
fomentar la paz es la democratización²incluidas las intervenciones de tipo humanitario², la
expansión de mercados y el fomento de las relaciones multilaterales y las instituciones
internacionales.24
22
23
24
referencia en la elaboración de la tesis de la paz democrática es B. Russett. Como explica F. J. Peñas este autor
pretende construir una teoría en su sentido más fuerte con una variable dependiente²la ausencia de guerra entre
democracias²y con una variable independiente²el carácter democrático del régimen político². Para Russett, la
tesis de la paz democrática puede resumirse en tres ideas: i) los sistemas democráticos operan con cortapisas que
hacen pacíficas sus relaciones con otras democracias, pero eso no significa que sean más pacíficos con regímenes no
democráticos; ii) en el sistema mundial moderno las democracias no hacen la guerra entre sí; y iii) las relaciones
pacíficas entre democracias derivan de ciertos rasgos compartidos como la idea de la cultura democrática de que los
conflictos deben resolverse pacíficamente, la división y equilibrio de poderes y la necesidad del debate público para
conseguir apoyo, que frenarán o retrasarán el uso de la violencia en caso de conflicto internacional.(v. Peñas
Esteban, F. J. (2003) Hermanos y enemigos. Liberalismo y Relaciones Internacionales, Madrid: Los Libros de la
Catarata, p. 259 y ss.)
3HxDV(VWHEDQ)-³/LEHUDOLVPR\UHODFLRQHVLQWHUQDFLRQDOHVODWHVLVGHODSD]GHPRFUiWLFD\VXV FUtWLFRV´
Isegoría, vol. 16, p. 120.
Citado en Peñas Esteban, F. J., Op.cit, p.130.
Es importante tener presente que, si bien la promoción de la democracia ha sido siempre una constante en la política
estadounidense, lo que se pretende con ella es diferente según las circunstancias. Las políticas de democratización
de la Administración de B. Clinton y de G. W. Bush son diferentes aunque, según Barbara Rieffer y Kristan Mercer,
no tanto como cabría esperar de un gobierno demócrata y de un gobierno republicano. De acuerdo con el estudio
comparativo llevado a cabo por estas autoras, Clinton estableció como uno de los pilares de su política exterior la
promoción de la democracia, consistente con el proyecto de Nuevo Orden Mundial pero, aun así, no existió una
verdadera estrategia a largo plazo para conseguir tal fin y tampoco un presupuesto suficiente destinado a ello. Las
autoras destacan iniciativas como la de Bosnia y Kosovo, en las que EEUU consiguió un importante apoyo
internacional, y la intervención en Haití para restaurar el régimen democrático. Pero también existen políticas
9
La tesis de la paz democrática, tanto como teoría como programa político, ha sido puesta en
cuestión. En primer lugar, a nivel conceptual y dada la variedad de interpretaciones de la tesis de la
paz democrática, resulta difícil mantener una única formulación de los conceptos fundamentales en
los que se basa como el de democracia y el de guerra. Además, como ha destacado Mónica
Salomón, la simplicidad de su formulación, en la que reside gran parte de su atractivo, oculta
debilidades puesto que no puede aprehender la complejidad de las interacciones internacionales y
los datos estadísticos en que se basa pueden ser objeto de interpretaciones contradictorias. 25 En
segundo lugar, la implementación política de la paz democrática ha sido criticada por las veleidades
imperialistas que han animado la política exterior de sus principales valedores, los gobiernos
estadounidenses. Michael W. Doyle, recogió estas críticas a las relaciones exteriores de las
potencias liberales con Estados no liberales destacando cómo, a menudo, la política liberal acababa
convirtiéndose en un intervencionismo económico y político que, lejos de lograr sus propósitos, se
PDWHULDOL]DEDHQ³FRQIXVLyQGHULYDFRVWRVDVFUX]DGDVHLPSHULDOLVPRHVSDVPyGLFR´26
Christian Reus-Smit ha analizado el impacto de la implementación de esta política en las
bases el orden internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial, un régimen igualitario
basado en la igualdad soberana de todos sus miembros, en la igualdad de voto, en la autonomía
plasmada en el derecho de autodeterminación y no injerencia y en un uso de la fuerza muy
FLUFXQVFULWRDODOHJtWLPDGHIHQVD\DODVHJXULGDGFROHFWLYD3XHVELHQHVWDV³UHJODVGHOMXHJR´VH
verían claramente desafiadas por las contradicciones internas que presenta la tesis de la paz
democrática. Como explica el mismo Reus-Smit, el mencionado régimen igualitario considera
iguales en status a todos los Estados y, teniendo esto en cuenta, resulta complicado defender la
democracia como un régimen político más avanzado y moralmente superior a otros sin atacar el
principio liberal de la igual dignidad individual. Así, aceptar propuestas que den responsabilidades y
derechos especiales a la comunidad de democracias liberales, como las formuladas por Francis
FukuyaPDHQVX ³ILQGHODKLVWRULD´R5REHUW.HRKDQH \$OOHQ%XFKDQDQFRQVXGHIHQVDGHO XVR
preventivo de la fuerza para parar violaciones masivas de derechos humanos básicos, implicaría una
rejerarquización en las relaciones internacionales, es decir, otorgar más derechos a unos actores que
ya gozan de una posición privilegiada. Esto resulta difícil de defender por razones de principio, de
25
26
contradictorias con esta orientación, como la particular relación con China, un país cuya observancia de los derechos
humanos está bajo sospecha. (v. Rieffer, B.A.J, y Mercer, K³86'HPRFUDF\3URPRWLRQ7KH&OLQWRQDQG
%XVK$GPLQLVWUDWLRQV´ Global Society, vol. 19, núm.4.).
6DORPyQ 0 ³(O GHEDWH VREUH OD ³SD] GHPRFUiWLFD´ 8QD DSUR[LPDFLyQ FUtWLFD´ Revista de Estudios
Políticos, vol. 113, p. 261.
Doyle, M. :³.DQW /LEHUDO/HJDFLHVDQG)RUHLJQ$IIDLUV3DUW´ Philosophy & Public Affairs, vol. 12,
núm. 4, p. 324.
10
prudencia y de legitimidad, entre otras circunstancias.27
Independientemente de las motivaciones reales y los verdaderos recursos dedicados a la
promoción de la democracia, lo que interesa resaltar es el hecho de que este paradigma de la
democratización protagonizara el discurso de la política exterior estadounidense. Simplemente
porque se utilizara como justificación para llegar al uso de la fuerza y consiguiera movilizar el
apoyo, o crítica, de la comunidad internacional es relevante, ya que pasó a formar parte del ideario
colectivo. Como se verá a continuación, la política de promoción de la democracia de Bush, aunque
nada desdeñable, quedó ensombrecida por la fuerza motriz de su política exterior: el uso de la
fuerza para defender los intereses de seguridad del país, incluso de modo unilateral y preventivo en
caso de ser necesario. A este respecto, Barbara Rieffer y Kristen Mercer ponen en evidencia la
existencia de dobles raseros comparando la iniciativa de reconstrucción y promoción de la
democracia y elecciones libres en Afganistán frente a las relaciones con Pakistán. Así, se pone de
manifiesto la importancia secundaria de la promoción de la democracia frente a consideraciones de
seguridad.28
Como se ha visto, la estrategia de Clinton para configurar el orden internacional de la
posguerra fría estuvo basada en la expansión de la democracia, el mercado y las instituciones
internacionales. En este escenario el uso de la fuerza se llevó a cabo, en general, con la autorización
RVXSHUYLVLyQGHODV1188((88OOHYyDFDERGHOSDSHOGH³KHJHPyQEHQpYROR´\DTXHVXSRGHU
no se basaba únicamente en sus capacidades materiales, sino también en la construcción de
instituciones, normas, alianzas, etc. Esta orientación de la política exterior estadounidense sufriría
un impacto brutal con los ataques del 11-S, la posterior respuesta armada en Afganistán y la
intervención en Irak de 2003.29
Ó El impacto del 11-S en el orden internacional o el paradigma de la seguridad
Desde su llegada al poder en enero de 2001, el Presidente George W. Bush destacó la
importancia de reforzar la defensa y la seguridad, algo que cobró un nuevo protagonismo y
significado con los ataques contra el World Trade Center de Nueva York, el Pentágono y
Pensilvania del 11 de septiembre de ese mismo año. En efecto, en ese momento se puso en marcha
un cambio muy notable en la estrategia de seguridad estadounidense. Si durante la década de los
noventa triunfó el paradigma de la democratización, tras el 11-S EEUU proclamó el establecimiento
GHVXHVWUDWHJLDGHVHJXULGDGHQIRUPDGH³JXHUUDFRQWUDHOWHUURU´LQDXJXUDQGRDVtXQDHUDHQOD
27
28
29
Reus-6PLW&K³/LEHUDO+LHUDUFK\DQGWKH/LFHQFHWR8VH)RUFH´ Review of International Studies, vol. 31,
núm.1, pp. 71-92.
Rieffer, B. y Mercer, K., Op. cit., p. 402.
Ikenberry, G. J., Op. cit., p. 216.
11
que las relaciones internacionales serían entendidas en el marco de un paradigma de la seguridad
que comenzaría a implementarse con las operaciones en Afganistán²que contó con la aprobación
del Consejo de Seguridad por tratarse de un ejercicio de legítima defensa de EEUU frente a un
³DWDTXHDUPDGR´² y en Irak, especialmente relevante por ser un ejemplo de uso de la fuerza ilegal.
Barry Buzan denomina este nuevo marco de comprensión de las relaciones internacionales
la macrosecuritización de la guerra contra el terror.30 Este autor entiende que el 11-S puso fin de
modo abrupto a la posguerra fría e impulsó un cambio sustancial en el marco de comprensión y
referencia para entender las agendas estratégicas y las relaciones de seguridad en el sistema
internacional. Según explica el autor, una macrosecuritización puede versar sobre un destino
compartido (la civilización humana, el planeta, etc.), o una amenaza compartida (terrorismo,
enfermedad, etc.). Si la Guerra Fría se caracterizó por tener elementos militares como definitorios
del marco de comprensión de la seguridad²rivalidad de superpotencias, juego de suma cero,
contención, peligro de destrucción nuclear² la posguerra fría vendría marcada por la ausencia de
este tipo de elementos militares. Buzan explica que, no obstante, surgieron marcos de comprensión
ajenos a lo militar: los Derechos Humanos, la economía mundial, la preocupación por el medio
ambiente o la seguridad humana. Con los ataques del 11-S emerge una alternativa a esta
comprensión de la seguridad: la guerra contra el terrorismo que, desde sus inicios, es concebida
como una iniciativa de alcance universal. Para Buzan, el éxito de esta alternativa se explica en parte
porque entronca con preocupaciones acerca de la seguridad ya existentes en el orden liberal como el
crimen organizado o las armas de destrucción masiva. A pesar del éxito inicial, Buzan advierte que
la cristalización de este nuevo marco de comprensión depende de cinco factores: el impacto de
nuevos ataques o planes terroristas; el compromiso de EEUU con la securitización; la credibilidad y
el desempeño por parte de EEUU como líder de la sociedad internacional; la aceptabilidad de
prácticas polémicas asociadas a este marco de comprensión de la seguridad; y, finalmente, la
potencia de esquemas explicativos alternativos como el surgimiento de China como contrapoder a
EEUU.31
La respuesta de EEUU a los acontecimientos del 11-S consolidó las tendencias
30
Barry Buzan parte la securitisation theory que presentó²junto a Ole Wæever y Jaap de Wilde²en el libro Security.
A New F ra mework for Analysis. El concepto de securitisation hace referencia a un marco de comprensión que
presenta un tema o situación como una amenaza existencial que requiere de medidas de emergencia y justifica
acciones fuera de los procedimientos normales o habituales. El rasgo que define este marco de comprensión es una
HVWUXFWXUDUHWyULFDSDUWLFXODUTXHKDFHUHIHUHQFLDDODVXSHUYLYHQFLD³ es preciso dar prioridad a la acción porque si
el problema no se soluciona ahora será demasiado tarde, y no existiremos para remediar nuestro error. ´&DOLILFDQGR
un asuntR FRPR GH ³seguridad´ HO DJHQWH WUDQVPLWH OD QHFHVLGDG \ HO GHUHFKR GH WUDWDU OD VLWXDFLyQ FRQ PHGLRV
extraordinarios. Se trata de un proceso lingüístico por eso lo importante es que una situación de seguridad se
califique como tal, y no tanto si esa amenaza existe realmente (v. Buzan, B., Wæver, O., de Wilde, J . (1998),
Security. A New F ra mework for Analysis, Boulder: Lynne Rienner Publishers, p. 21 y ss.).
31
Buzan B. (2006), 7KHµ:DURQ7HUURULVP¶DVWKHQHZµPDFUR-VHFXULWLVDWLRQ¶?, NUPI seminar. Oslo , 3-4 febrero.
12
unilateralistas que habían comenzado a finales de la década anterior. El alejamiento de las
instituciones del orden internacional liberal, entre ellas el Derecho internacional y el
multilateralismo, motivó el debate acerca de las características del poder de EEUU como hegemón
mundial. En relación con esta cuestión algunos autores han sugerido que, dada la superioridad de
EEUU, es posible hablar de un orden imperial. Es preciso distinguir entre conceptos relacionados
con la existencia de superioridad de un actor frente a un colectivo como son el imperio, la
hegemonía y el dominio. Esta terminología se utiliza en ocasiones indistintamente cuando existen
claras diferencias entre los tres conceptos. La calificación de EEUU como un poder imperial
implicaría que controla tanto la política exterior como interna de un subordinado. Por su parte, la
hegemonía se manifestaría en el control de la acción exterior de las entidades subordinadas dejando
autonomía para las cuestiones de gobierno interno. Finalmente, el concepto de dominio vendría a
situarse a medio camino entre los dos anteriores, ya que el poder dominante determinaría el
gobierno a nivel doméstico de los subordinados pero éstos mantendrían su identidad y cierto control
sobre sus propios asuntos.32
En general, la definición de EEUU como un poder imperial resultaría exagerada. Como
matiza, G. John Ikenberry, únicamente si se habla de imperio en sentido débil, es decir, como un
sistema jerárquico de relaciones políticas en las que el más poderoso ejerce una influencia
definitiva, es aplicable esta concepción para el poder estadounidense. 33 Jack Donnelly ha llamado la
atención acerca de esta cuestión advirtiendo que el establecimiento de sistemas militares, de
mercados abiertos o de una ideología universal no pueden considerarse evidencias de la existencia
de un imperio. Para este autor, perseguir el propio interés de manera unilateral tampoco es una
muestra de ostentar un poder imperial. Según Donnelly, además, hablar de imperio sin más oscurece
una realidad de diferencias de poder y jerarquías en las relaciones internacionales mucho más rica. 34
Resulta interesante apuntar las características distintivas de la superioridad o hegemonía de
EEUU. Como ha destacado Andrew Hurrell, los rasgos principales de la hegemonía estadounidense
bajo el gobierno de George W. Bush podrían resumirse en los siguientes: la ambivalencia frente a
las instituciones internacionales, la creencia en principios inmutables de justicia universal, la
importancia de la religión y el compromiso sólido con la nación y los valores patrióticos. En efecto,
EEUU utiliza las instituciones a conveniencia, establece coaliciones cuando le es favorable, y actúa
unilateralmente cuando es necesario provocando una situación de tensión creciente, cuando no
32
33
34
'RQQHOO\-³6RYHUHLJQ,QHTXDOLWLHVDQG+LHUDUFK\LQ$QDUFK\$PHULFDQ3RZHUDQG,QWHUQDWLRQDO6RFLHW\´
European Journal of International Relations, vol. 12, núm. 2 , p. 156.
,NHQEHUU\*-³Illusions of Empire: DeILQLQJWKH1HZ$PHULFDQ2UGHU´ Foreign Affairs, vol. 83, núm. 2,
pp. 144-154.
Donnelly, J., Op. cit., p. 159.
13
ruptura, con muchos aspectos de la legalidad internacional. Un ejemplo es cómo se está ampliando
el sentido del concepto de legítima defensa, algo que puede desembocar en una crisis de
legitimidad.35
Desde su publicación, la estrategia de seguridad de EEUU formulada en la National Security
Strategy GHFRQRFLGDFRPR³GRFWULQD%XVK´JHQHUyPXFKDSROpPLFD(QFRQFUHWRODGHIHQVD
de la posibilidad de usar la fuerza de manera preventiva impactaba frontalmente sobre las normas
internacionales de conducta. Peter Singer destacó que el enfoque defendido por Bush generaba
multitud de problemas, entre ellos, la posibilidad de inventar excusas para llevar a cabo un ataque
preventivo; que el gobierno decidiera actuar bajo una sobreestimación del peligro debido a fallos de
la inteligencia o a un miedo extremo; o cómo debería actuar un Estado democrático ante una
potencial actuación de las que se DWULEX\HQDORVPLHPEURVGHO³(MHGHO0DO´FRPRHOXVRGHDUPDV
nucleares o la colaboración en un acto de agresión. 36 Como concluye este mismo autor:
³%iVLFDPHQWH HO KHFKR GH TXH %XVK \ VXV SDUWLGDULRV SURFODPHQ D (VWDGRV 8QLGRV HO SROLFtD GHO
mundo significa que rechazan la posibilidad de que el mundo sea gobernado por leyes justas, y no
SRUODIXHU]D´37 En este mismo sentido se pronunció Reus-Smit, destacando que la concepción del
poder de la Administración Bush como algo fundamentalmente material y subjetivo, dejando de
lado las dinámicas de interacción social, dejaba a EEUU con un repertorio diplomático muy
limitado y basado en la amenaza y el uso de su poderío material ya fuera a través de la coerción o el
chantaje.38
La propuesta de renovación de la hegemonía estadounidense frente a nuevos desafíos
internacionales que se plasmó en la mencionada doctrina presenta como rasgos definitorios la
confianza en las propias capacidades materiales para afrontar las amenazas, la consideración del
propio interés como algo universal y la fe inquebrantable en sus capacidades transformadoras.39
Esto hace que EEUU manifieste ostentar un derecho cuasi-natural a dictar las respuestas adecuadas
al terrorismo y que espere un apoyo sin reservas de la comunidad internacional.40 No obstante, esta
propuesta es disfuncional porque se basa en asunciones erróneas. Así lo concluye Reus-Smit tras
establecer que las ideas en las que se apoya el proyecto hegemónico estadounidense contienen el
germen de su propia debilidad. En efecto, el proyecto asume, en primer lugar, como algo
incontestable la relación causal entre las capacidades materiales y la influencia política. En segundo
35
36
37
38
39
40
+XUUHOO$³µ7KHUHDUHQR5XOHV¶*HRUJH:%XVK,QWHUQDWLRQDORUGHUDIWHU6HSWHPEHU´ International
Relations, vol. 16, núm. 2, pp. 190-192.
Singer, P. (2004), The President of Good and Evil. Taking George W. Bush Seriously , Londres: Granta Books, pp.
181-185.
Ibid., p. 198.
Reus-Smit, Ch. (2004a), American Power and World Order , Londres: Polity, pp. 55-63.
Ibid, pp. 31-39.
Hurrell, A., Op. cit. 2002, p. 191.
14
lugar, entiende la legitimidad como algo equivalente a la universalidad de los propios intereses.
Finalmente, asume que EEUU goza de un magnetismo cultural que contribuye a su situación
privilegiada haciendo que su poder se acepte sin críticas. Estos tres rasgos son ejemplos de la
naturaleza paradójica de la hegemonía. Hasta el más poderoso necesita el consentimiento de los
demás porque requiere que su situación sea reconocida socialmente para ejercer auténtica
influencia. De lo contrario no se habla de hegemonía, sino de coerción. De hecho, según Reus-Smit,
para que la situación de preponderancia se mantenga sería necesario desalentar el surgimiento y
consolidación de Estados que combinen capacidades militares y económicas considerables junto a
ambiciones globales. Además, EEUU debería resistir las tentaciones de imponer sus valores al resto
del mundo. En este mismo sentido se pronuncia Andrew Hurrell, para quien una política basada en
la imposición presenta limitaciones. Para hacerles frente este autor reivindica la importancia
pragmática de la legitimidad como punto de encuentro entre la efectividad y el necesario consenso
moral.41 Finalmente, Reus-Smit recuerda que el poder hegemónico necesita mantener el apoyo a
nivel interno para desarrollar la política económica imprescindible para mantener la primacía
internacional.42
Esta naturaleza disfuncional del proyecto hegemónico estadounidense también ha sido
destacada por Caterina García Segura y Ángel Rodrigo Hernández, quienes lo califican como
fallido e inviable por tres razones fundamentales. Primera, su déficit de legitimidad, ya que las
acciones de la potencia hegemónica han impactado en las bases del orden internacional sin venir
acompañadas por una justificación compartida por los miembros de la comunidad internacional.
Más bien ha ocurrido todo lo contrario, el descontento ante estas decisiones impuestas ha dado
fuerza a actores internacionales que han conseguido canalizar la frustración de millones de personas
en el mundo como el islamismo radical y el terrorismo internacional. 43 Segunda, la problemática
relación con la legalidad internacional, especialmente su reinterpretación de la soberanía como una
prerrogativa dependiente de la aceptación de los valores del hegemón y la reinterpretación del uso
de la fuerza en favor de iniciativas unilaterales y preventivas en caso de necesidad. La tercera razón
del fracaso del proyecto hegemónico tiene que ver con sus costes a nivel no sólo económico, sino
también político.44 Precisamente en este tema abunda Richard Falk al destacar los enormes y
trascendentales costes normativos de la política exterior estadounidense. Centrándose en uno de los
acontecimientos más relevantes, la guerra de Irak de 2003, el autor llama la atención acerca del
desgaste que está sufriendo el orden internacional debido a la debilidad del derecho y la moralidad
41
42
43
44
Ibid., p. 202.
Reus-Smit, Ch., Op. cit. 2004a, pp. 63-68.
García, C. y Rodrigo, Á. J., Op. cit., p. 46.
Ibid., pp. 52-54.
15
internacionales, la erosión de la autoridad de las NNUU y la pérdida de legitimidad de EEUU como
líder mundial.45
Más allá de la naturaleza disfuncional del proyecto, es posible concluir que la propuesta
estadounidense ha desafiado de manera radical el orden internacional. Como explica Caterina
García Segura, aplicando la propuesta constructivista de Reus-Smit, EEUU ha cambiado el
propósito moral del Estado, el principio organizativo de la soberanía y la norma de justicia
procedimental. Efectivamente, en primer lugar, la razón de ser del Estado como unidad política
autónoma en las relaciones internacionales se ha visto alterada. Así, para considerar al Estado como
actor legítimo éste ha de cumplir y asumir como propios los valores dictados por el poder
hegemónico. En segundo lugar, el principio de soberanía que organizaba el sistema internacional
desde la Paz de Westphalia ha pasado de ser connatural a la existencia del propio Estado a depender
de la relación satisfactoria con el poder hegemónico. En tercer lugar, las normas de justicia
procedimental que indican los procedimientos correctos que han de seguir los Estados a la hora de
formular las reglas de conducta internacional también se han visto modificadas. Las normas
referentes al uso de la fuerza se han visto ampliadas de manera unilateral por EEUU en el caso de la
legítima defensa anticipatoria y preventiva. Además, sólo gozarán del derecho de no-injerencia y de
verdadera autonomía aquellos Estados que se sumen al proyecto de orden hegemónico de EEUU.
Finalmente, la conducta estadounidense ha violado dos instituciones fundamentales del orden como
son el Derecho Internacional y el multilateralismo.46
Como se ha visto en las páginas anteriores, el fin de la Guerra Fría constituyó un momento
de cambio fundamental en el orden internacional. El fin del sistema bipolar marcó el necesario
comienzo de una nueva manera de conducir las relaciones internacionales en la que EEUU sería
determinante por su papel de potencia hegemónica. La nueva situación de unipolaridad permitió a
EEUU ejercer una enorme influencia. Durante la mayor parte de la década de los noventa tal
influencia se ejerció mediante la democratización, la construcción de instituciones y normas, el
multilateralismo, la intervención humanitaria supervisada, en general, por las NNUU, etc. Es decir,
su rol de hegemón se desarrolló dentro de los límites del orden establecido. Si bien la política
exterior estadounidense cambió de orientación antes de los atentados del 11-S, éstos cristalizaron
una nueva manera de ejercer su influencia y preservar su posición privilegiada. De ahí que los
noventa puedan comprenderse desde el paradigm a de la democratización. Por el contrario, los años
45
46
Falk, R., Op. cit., p. 1
*DUFtD6HJXUD&³6RFLHGDGLQWHUQDFLRQDORGHVRUGHQPXQGLDOGHVSXpVGHOGHVHSWLHPEUHGH´HQ
García Segura, C. y Vilariño, E. (eds.), Comunidad internacional y sociedad internacional después del 11 de
septiembre de 2001, Bilbao: UPV/UCM/UPF, pp. 67-70.
16
dos mil cobran sentido contemplados desde el paradigma de la seguridad. Así, la naturaleza de las
nuevas amenazas a la seguridad internacional favorecería un discurso político dominado por la
necesaria respuesta a amenazas imprevisibles, fomentando la extensión de una sensación de
emergencia y excepcionalidad. Ante estas circunstancias, como apunta G. John Ikenberry, la retórica
neoliberal enfatizó el dominio global basado en el ejercicio del poder militar, la separación gradual
GHORVFRQVWUHxLPLHQWRVSURGXFLGRVSRUHOPXOWLODWHUDOLVPR\ODQHFHVDULDH[WHQVLyQ³DJUHVLYD´GHOD
libertad y la democracia.47 El mundo asistiría a la puesta en marcha de estas ideas, formuladas en la
³GRFWULQD %XVK´ HQ SULPHU OXJDU HQ OD JXHUUD GH $IJDQLVWiQ GH MXVWLILFDGD PHGLDQWH XQD
interpretación de la legítima defensa no libre de controversia. El caso de la intervención militar en
Irak en 2003 evidenciará la opción de la potencia hegemónica por una acción unilateral y preventiva
FODUDPHQWHDOPDUJHQGHODV³UHJODVGHOMXHJR´
II. MÉTODO DE ANÁLISIS
El escenario internacional de la posguerra fría, en el que había que acomodar nuevos actores
internacionales, nuevas dinámicas de relación, nuevas amenazas y nuevos retos requería dotarse de
un nuevo sentido y una comprensión renovada. Tal ambiente de dudas e indefinición constituyó una
fuente de inspiración para los académicos e intelectuales. Se trataba de un mundo más dinámico,
complejo y difícil de aprehender . Así, el momento histórico proporcionaba un escenario en
definición en el que emergían llamadas a la contra-hegemonía de las aproximaciones neorrealistas,
centradas en el poder explicativo de las características estructurales del sistema internacional, y las
neoliberales, basadas en el estudio de reglas e instituciones internacionales que posibilitan la
cooperación en la esfera internacional. Frente al mainstream neorrealista y neoliberal, a principios
GH ORV DxRV QRYHQWD VXUJLHURQ XQD VHULH GH DSUR[LPDFLRQHV WHyULFDV ³DOWHUQDWLYDV´ R ³GLVLGHQWHV´
que cuestionaban la disciplina, ya que no había sido capaz de prever el fin del sistema bipolar y
mostraba dificultades para explicar el fenómeno del cambio en relaciones internacionales y
entendían que la conducta está influida, en mayor o menor medida, por fuerzas ideacionales como
los valores y las ideas que inciden en el proceso de toma de decisiones y en la configuración de la
propia identidad de los actores.48 Como explica Alexander Wendt, la acción en relaciones
internacionales está estrechamente ligada a los significados que los agentes se den a sí mismos²
47
48
Ikenberry, J., Op. cit. 2004, p. 13.
6DORPyQ0³/D7HRUtDGHODV5HODFLRQHVLQWHUQDFLRQDOHVHQORVDOERUHVGHOVLJOR;;,GLiORJRGLVLGHQFLD
DSUR[LPDFLRQHV´ Revista Electrónica de Estudios Internacionales, núm. 4, pp. 21-23; Sodupe, K. (2003), La teoría
de las Relaciones Internacionales a comienzos del siglo XXI , Bilbao: Servicio Editorial de la Universidad del País
Vasco, pp. 151-185.
17
respecto de qué constituyen sus intereses y sus identidades² y a los demás. Estos significados
intersubjetivos se materializarían en formas culturales específicas ya sean normas, reglas,
instituciones, convenciones, etc.49 En este contexto de reflexión teórica acerca de la relación entre
lo material y lo ideacional, el estudio del discurso en relaciones internacionales cobró importancia
HQODREUDGHORVDXWRUHV³GLVLGHQWHV´\DIXHUDQSRVWPRGHUQRVFUtWLFRVRFRQVWUXFWLYLVWDV
El objetivo de esta sección es presentar el método de análisis que se aplicará al caso de
estudio: el uso legítimo de la fuerza en los debates del CS con ocasión de la guerra de Irak de 2003.
Así, en primer lugar, y a modo de introducción en el análisis discursivo, se expone el concepto de
discurso entendido como proceso de argumentación, destacando su relevancia como agente de
cambio social. En segundo lugar, se explica la aproximación metodológica al estudio de caso
estructurada en dos partes diferenciadas: el análisis material y el análisis retórico de la
argumentación en el CS a favor y en contra del uso de la fuerza en Irak.
a) El discurso como argumentación y como catalizador del cambio social
6HJ~QHOGLFFLRQDULRGHOD5HDO$FDGHPLD(VSDxRODHOGLVFXUVRHV³ODIDFXOWDGUDFLRQDOSRU
OD TXH VH LQILHUHQ XQDV FRVDV GH RWUDV´ 7DPELpQ FRQVLVWH HQ HO HMHUFLFLR GH OD ³UHIOH[LyQ HO
UDFLRFLQLR VREUH DOJXQRV DQWHFHGHQWHV R SULQFLSLRV´ $VLPLVPR HVWi IRUPDGR SRU XQD ³VHULH GH
SDODEUDV \ IUDVHV HPSOHDGDV SDUD PDQLIHVWDU OR TXH VH SLHQVD R VLHQWH´ )LQDOPHQWH FXDQGR
KDEODPRVGHGLVFXUVRQRVUHIHULPRVDXQD³GRFWULQDLGHRORJtDWHVLVRXQSXQWRGHYLVWD´50 Estas
cuatro acepciones muestran parte de la riqueza semántica asociada a un término complejo, y que
constituye el objeto de la investigación que se presenta en estas páginas.
En lo que sigue se entenderá el discurso como un proceso de argumentación que tiene una
doble vertiente. En primer lugar, el discurso consiste en un conjunto de estructuras y procesos. Aquí
se encuadraría el estudio del discurso desde la perspectiva lingüística. Atendiendo a las dimensiones
clásicas del lenguaje, este tipo de estudio discursivo se centraría en el análisis de la sintaxis
(combinaciones de palabras), de la semántica (los significados lingüísticos) y la pragmática (la
interpretación del significado producido a través del lenguaje).51 En segundo lugar, el discurso
FRQVWLWX\H XQD IRUPD GH FRQGXFWD VRFLDO HQ HO VHQWLGR GH TXH QR HV VyOR ³XQ UHIOHMR GH XQRV
DFRQWHFLPLHQWRV´VLQRTXHDWUDYpVGHOPLVPRVHOOHYDDFDERXQD³LQWHUSUHWDFLyQ\FRQVWUXFFLyQGH
49
50
51
Wendt, A., Op. cit., pp. 160-162.
Real Academia de la Lengua Española (2001) Diccionario de la Lengua Española . Consultable en:
http://buscon.rae.es/draeI/
Atienza, M. (2006), El Derecho como argumentación, Barcelona: Ariel, pp. 89-94.
18
esos acontecimientos, de las UHODFLRQHVVRFLDOHV\GHORVVXMHWRV´52
En la Teoría de las Relaciones Internacionales, los autores interesados en el estudio del
discurso comparten el interés de mostrar cómo los procesos textuales y sociales están
intrínsecamente unidos y describir las implicaciones que de ello se derivan para nuestra manera de
pensar y de actuar.53 De hecho, aunque sea cierto que las relaciones internacionales dependen en
gran medida de factores como los recursos naturales, económicos o militares, como han apuntado
FrancLV $ %HHU \ 5REHUW +DULPDQ ³ODV GHFLVLRQHV DFHUFD GH OD FRQGXFWD HQ OD SD] \ OD JXHUUD
también son resultado de éxitos, fracasos, hábitos y matices del discurso persuasivo entre elites y
S~EOLFRV´54 A juicio de Jennifer Milliken, los académicos que se dedican al estudio del discurso en
relaciones internacionales, independientemente del enfoque teórico en el que se sitúen, comparten
tres compromisos teóricos. Primero, los discursos constituyen sistem as de significación que
construyen realidades sociales. Este compromiso teórico está estrechamente relacionado con la
concepción constructivista de cómo el significado es construido a través de la interacción social. A
la hora de estudiar cómo operan los discursos para proporcionar a los individuos conocimiento
sobre el mundo social, Milliken resalta la necesidad del estudio empírico de prácticas lingüísticas
como el análisis de predicados o el análisis metafórico. Segundo, los discursos producen el mundo
en el sentido de que hacen comprensibles determinadas maneras de ser y estar en el mundo al
tiempo que operacionalizan regímenes de verdad particulares excluyendo otras formas de identidad
y acción. En concreto, esta tarea se realiza a través de la especificación de los sujetos autorizados
para hablar y actuar, del establecimiento de las prácticas y procedimientos adecuados para
implementar los objetivos recogidos en el discurso y de la producción de una concepción de
³VHQWLGR FRP~Q´ FRQ OD FRQVLJXLHQWHV LPSOLFDFLRQHV HQ FXDQWR DO GHVFUpGLWR GH GLVFXUVRV
alternativos y de resistencia frente a la relaciones de dominación implícitas en el discurso oficial.
Tercero, los discursos como práctica implican que para su implementación y reproducción
requieren de agentes que lleven a cabo estas tareas de manera satisfactoria. La autora recuerda que
los discursos son abiertos e inestables y precisamente por ello son susceptibles de cambio debido a
las resistencias frente a su particular articulación y operacionalización.
Argumentar, dar razones de lo que se piensa o de lo que se hace, es una acción que se
encuentra intrínsecamente unida a la vida en sociedad. Esto se debe a que el lenguaje no es sólo un
52
53
54
0DUWtQ5RMR/3DUGR0/\:KLWWDNHU5³(ODQiOLVLVFUtWLFRGHOGLVFXUVRXQDPLUDGDLQGLVFLSOLQDGD´HQ
Martín Rojo, L. y Whittaker, R. (eds.), Poder-decir o el poder de los discursos, Madrid: Arrecife/ Ediciones de la
Universidad Autónoma de Madrid, p. 12.
0LOOLNHQ - ³7KH 6WXG\ RI 'LVFRXUVH LQ ,QWHUQDWLRQDO 5HODWLRQV $ &ULWLTXH RI 5HVHDUFK DQG 0HWKRGV´ European Journal of International Relations, vol. 5, núm.2, pp.225-254.
%HHU)$+DULPDQ5³3RVW-5HDOLVP-XVW:DU$QGWKH*XOI:DU'HEDWH´HQ Feldman, O. y Landtsheer,
Ch. (eds.), Politically Speaking: A Worldwide Exa mination of Language Use in the Public Sphere , Wetsport CN:
Preaeger, p. 189.
19
instrumento que nos permite materializar los pensamientos sino que no hay pensamiento sin
lenguaje.55 Así, conocemos el mundo a medida que lo nombramos con palabras y con ellas
construimos frases para explicarlo. Existen nociones de argumentación tan variadas como contextos
en los que se ha de aplicar. Manuel Atienza extrae una serie de elementos comunes que están
presentes al argumentar, independientemente del campo en el que se lleve a cabo esta acción. En
primer lugar, la argumentación tiene que ver con el lenguaje y no sólo entendido como medio a
través del que se realiza la argumentación, sino en relación a su utilización de determinada manera,
es decir, razonando a favor o en contra de una tesis concreta. En segundo lugar, la argumentación
implica la existencia de un problema a tratar. En tercer lugar, la argumentación puede considerarse
como un proceso y como el resultado de tal proceso, es decir, como el desarrollo de la actividad de
argumentar y como un conjunto de argumentos integrados por unas premisas iniciales de las que se
parte, una conclusión a la que se llega y la inferencia que permite tal proceso.56
La tarea de argumentar puede desarrollarse en diferentes ámbitos y situaciones dando lugar a
tres perspectivas, dimensiones o concepciones de la argumentación.57 En primer lugar se
encontraría la argumentación enfocada a resolver problemas de tipo formal o abstracto como
cuestiones de lógica o problemas matemáticos. En este caso el énfasis se sitúa en la dimensión
lógico-analítica de argumentación, es decir, en el estudio de la estructura formal de la
argumentación. Así, la concepción formal de la argumentación se centra en la estructura sintáctica
de la argumentación, en el análisis de las premisas iniciales, de la conclusión y, sobre todo, de la
inferencia ya que refleja el proceso deductivo. Una segunda concepción de la argumentación sería
utilizada para explicar un fenómeno, justificar una acción, etc. En este caso lo más importante es la
información contenida en las propias premisas y conclusión que se aceptan como verdaderas. Como
55
56
57
Es interesante destacar que el lenguaje desempeña tres funciones básicas en la vida social: la identitaria, ya que a
través de él se construye la identidad; la relacional, por permitir las relaciones sociales entre la gente; y la
ideacional, por posibilitar la construcción de sistemas de conocimiento y creencias. Esta concepción del discurso
FRPR SUiFWLFD VRFLDO KD VLGR XQR GH ORV HMHV GHO SHQVDPLHQWR GHO VLJOR ;; (O GHQRPLQDGR ³JLUR OLQJtVWLFR´
sustituyó la conciencia por el lenguaje como centro de la reflexión filosófica contemporánea. De este modo se pasó
a considerar los problemas filosóficos partiendo de su formulación a través del lenguaje obligando a un
replanteamiento de distintas ramas de pensamiento como la filosofía analítica, que entenderá que los problemas
filosóficos se deben a un uso incorrecto del lenguaje; la pragmática, que se centrará en la relación entre el lenguaje
como acto y su relación con la comunidad; o la hermenéutica, que reconocerá el papel constitutivo del lenguaje en
nuestra relación con el mundo. En cualquier caso, lo que interesa destacar aquí es cómo a través de este giro la
dimensión pragmática del lenguaje cobra un protagonismo fundamental; no en vano, formulaciones como los juegos
de lenguaje de Wittgenstein, los actos de lenguaje de Austin, la teoría de la acción comunicativa de Habermas o la
³IXVLyQGHKRUL]RQWHV´ GH *DGDPHU KDQWHQLGRXQLPSDFWR PX\FRQVLGHUDEOHQRVyORHQOD)LORVRItDVLQRHQRWUDV
disciplinas como la Lingüística, la Psicología, la Antropología o el Derecho (v. Fairclough, N. (1992) Discourse and
social change, Cambridge: Polity Press, p. 64; Acero, J.J, Bustos, E. y Quesada, D. (1996), Introducción a la
filosofía del lenguaje . Madrid: Cátedra.).
Atienza, M., Op. Cit., pp. 72-76.
Vega Reñón, L. (2003), S i de argumentar se trata , Barcelona: Montesinos, pp. 29-34 ; Atienza, M. Op. cit., pp. 8994.
20
explica Atienza, en la concepción material GHODDUJXPHQWDFLyQ³ODILQDOLGDG~OWLPDHVformarse una
creencia de cómo fue, es o será el mundo (razonamiento teórico), o cuál deba ser la decisión a tomar
GHWRGDVODVFLUFXQVWDQFLDVUD]RQDPLHQWRSUiFWLFR´58 Finalmente, cuando es necesario hacer valer
las propias posiciones con el fin de persuadir a otro la argumentación se centra en el efecto
provocado. En la concepción pragmática de la argumentación se aceptan las premisas y conclusión
\HOpQIDVLVVHVLW~DHQODGLPHQVLyQUHWyULFDHVGHFLUHQ³LQGXFLUFLHUWDVFUHHQFLDVRGLVSRVLFLRQHV
en el ánimo del interlocutor o del auditorio, o a provocar determinadas reacciones y actuaciones por
VXSDUWH´59
La argumentación es algo que va más allá de la mera herramienta retórica para disfrazar
intereses particulares como entenderían los autores (neo)realistas. El debate tiene efectos sociales
constitutivos. Según explica Norman Fairclough, la práctica discursiva es constitutiva en sentido
convencional, pues contribuye a reproducir la sociedad (las identidades sociales, las relaciones
sociales y los sistemas de conocimiento y creencias). Además, el discurso es constitutivo en sentido
creativo, ya que contribuye a transformar la sociedad.60 Por esta razón prestar atención al discurso
es crucial para comprender los procesos de cambio social. El problema es que la relación entre el
discurso y el cambio social es a menudo opaca y eminentemente compleja. Además, hay que huir
del reduccionismo de equiparar cambio de discurso y cambio social.
En momentos de crisis social el discurso tiene un papel fundamental. A juicio de Robert
Jessop, en situación de crisis surgen diferentes estrategias de solución. En este contexto de
competición entre estrategias emergen diferentes discursos que presentan imaginarios alternativos
para el nuevo orden o modelo social. Finalmente, un discurso resultará triunfador y se extenderá en
la sociedad constituyéndose en discurso hegemónico. Cuando esto ocurre el discurso se implanta a
través de nuevas formas de acción, nuevas identidades y nuevas instituciones.61 En esta misma línea
se ha manifestado Neta Crawford en su libro Argument and change in world politics.62 Para la
autora, el cambio social es un proceso que se articula a través de una serie de fases en el discurso,
cuyo objetivo es alterar las ideas dominantes para pasar a reconstruirlas y promover el cambio
político e institucional de acuerdo a ellas. La primera fase es la desnormalización, es decir, el
cuestionamiento de las prácticas dominantes que se consideran normales y buenas. Simplemente
preguntando por qué se siguen estas prácticas se puede lograr que aquello considerado como
58
59
60
61
62
Atienza, M., Op. cit. p. 181.
Vega Reñón, L., Op. cit., p. 31.
Fairclough, N., Op. cit., p. 65.
Jessop, R. (2002), The Future of Capitalist State , Londres: Polity press, pp. 34-36.
Crawford, N. (2002), Argument and Change in World Politics. Ethics, decolonization and humanitarian
intervention, Cambridge: Cambridge University Press, pp. 100- 109.
21
³QRUPDO´SDVHDFRQYHUWLUVHHQXQDRSFLyQHQWUHRWUDV/DVHJXQGDIDVHHVODGHVOHJLWLPDFLyQTXH
requiere que se haya dado la desnormalización previamente. Mediante la deslegitimación se utilizan
argumentos para alterar las percepciones sobre la legitimidad asociadas a una determinada práctica
con el fin de mostrar una falta de conexión o hipocresía entre el comportamiento y una creencia
normativa previamente existente. Así, mediante las dos primeras fases, la desnormalización y la
deslegitimación, se consigue deconstruir el discurso existente creando un espacio moral en el que
pueden oírse nuevas creencias y argumentos. La siguiente fase es la reconstrucción, que se centra
en crear la sensación de que es posible un nuevo comportamiento y en conseguir la reformulación
de los intereses de los actores con arreglo a los nuevos argumentos. Finalmente, cuando los
argumentos han conseguido persuadir al suficiente número de personas como para que una práctica
dominante sea considerada extraña, ilegítima e indeseable, se genera la posibilidad de movilizar
grupos que tomen acciones estratégicas para cambiar la práctica dominante. 63 La fase final de
institucionalización de los cambios requiere cierta base consensual con el fin de incorporar esos
nuevos estándares normativos a las prácticas de los Estados, las organizaciones internacionales, y
demás actores internacionales. Como advierte la autora, la institucionalización cambia el punto de
partida para los futuros argumentos.
En esta línea, Martha Finnemore ha propuesto una clasificación de mecanismos de cambio
de las razones por las que los Estados utilizan la fuerza en relaciones internacionales. Es preciso
tener en cuenta que el éxito en tal transformación no depende únicamente de la capacidad
persuasiva de los actores, sino que ha de complementarse con cambios estructurales. 64 La autora
propone una serie de mecanismos de cambio a nivel individual y a nivel colectivo, no sin advertir
que el cambio de las estructuras y de las mentes puede conseguirse por la combinación cuasiinfinita de métodos.65 Respecto a los mecanismos a nivel colectivo, Finnemore destaca, en primer
lugar, la coerción, aunque advierte que únicamente mediante la violencia, sin el apoyo de otros
mecanismos, resultará muy difícil conseguir los objetivos. Así, es necesario que ésta venga
apoyada, en el caso del uso de la fuerza por prácticas de reconstrucción de los Estados y apoyo
posterior. En segundo lugar, la autora señala el uso de las instituciones internacionales y el Derecho
Internacional, cuyo papel es cada vez más influyente a la hora de decidir las reglas del juego, los
fines a perseguir y cómo conseguirlos. La toma de decisiones de los Estados acerca de cuándo la
fuerza es deseable y efectiva tienen lugar en el contexto de instituciones multilaterales y se justifica
apelando al Derecho Internacional. En conexión con este mecanismo la autora propone el tercero:
63
64
65
Ibid., p. 103.
Finnemore, M. (2003), The Purpose Of Intervention: Changing Beliefs About The Use Of Force , Ithaca: Cornell
University Press, p. 146.
Ibid., p. 146-151.
22
las comunidades epistémicas, cuya influencia en los gobiernos y en la creación de opinión está fuera
de dudas. Finalmente, el cuarto mecanismo es el desarrollado por los movimientos sociales, que
tratan de trasladar los deseos de cambio del nivel individual al nivel social, para lo que han de
conseguir que esas nuevas ideas se institucionalicen mediante su incorporación a las normas, a las
instituciones, a las prácticas sociales habituales, etc.
Junto a estos mecanismos colectivos, Finnemore propone un conjunto de mecanismos
destinados al nivel individual. En primer lugar destacan los meFDQLVPRV ³UDFLRQDOHV´ FRPR OD
persuasión, es decir, conseguir cambiar lo que otro piensa que es bueno o correcto, o la acción
comunicativa, que implica ser capaz de ver las situaciones desde otros puntos de vista y aceptar que
triunfe el mejor argumento. En segundo lugar se encuentran los mecanismos conectados con las
emociones como el aprecio, simpatía ( liking) que surge de la proximidad, la empatía, que genera
cambios en la identificación con el otro o la influencia social y que implica el uso de recompensas y
castigos para cambiar el comportamiento. De hecho, el hábito y la repetición terminan por generar
creencias, y vive versa. Un ejemplo de la importancia de estos mecanismos emocionales es su
aplicación a las relaciones entre personal diplomático, ya que las habilidades personales cobran un
papel muy destacado.66
Como se ha expuesto es las páginas que preceden, en esta investigación se parte de un
concepto de análisis de discurso entendido como el estudio de los procesos de argumentación,
prestando especial atención a su concepción material, es decir, a la información que se transmite en
el proceso argumentativo; y a su concepción pragmática que se centra en el efecto retóricopersuasivo de la argumentación. Asimismo, se entiende que el discurso es un importante
instrumento de catalizador del cambio social, puesto que, mediante el cuestionamiento de las bases
normativas del orden social establecido es posible abrir una ventana de oportunidad para la
legitimación de un orden alternativo. Partiendo de estas premisas, el análisis del caso de estudio
permitirá indagar en cómo se entiende el uso legítimo de la fuerza en las relaciones internacionales
contemporáneas y constatar en qué medida la intervención en Irak en 2003 constituiría un desafío e
intento de reformulación de las bases del uso legítimo de la fuerza por parte de los líderes de la
coalición.
b) Caso de estudio: El uso legítimo de la fuerza en la argumentación en el Consejo de Seguridad en
la guerra de Irak de 2003
66
Ibid., p. 152-159.
23
Con el fin de explorar qué se entiende por uso legítimo de la fuerza en las relaciones
internacionales contemporáneas, se ha seleccionado un caso de estudio, la guerra de Irak de 2003,
que generó en su momento, y lo sigue haciendo en la actualidad, un enorme debate dentro y fuera
de los círculos académicos. El hecho de que el CS estuviera seriamente dividido permite intuir que
los esfuerzos discursivos de persuasión llevados a cabo por los que defendían y por los que se
oponían al uso de la fuerza fueron considerables. A diferencia de las resoluciones, que son
documentos de consenso conseguido en gran medida a base de utilizar un lenguaje ambiguo, las
actas de los debates permiten tener acceso al intercambio dialéctico entre los miembros del órgano
considerado como autoridad legítima para autorizar el uso de la fuerza. En concreto, esta
investigación se basa en el análisis de las intervenciones de los cinco miembros permanentes en
cinco debates del CS. Tres de ellos tuvieron lugar antes de la intervención militar (S/PV. 4701, de 5
febrero de 2003 S/PV. 4714, de 7 marzo de 2003 S/PV. 4721, de 19 marzo de 2003), uno durante la
misma (S/PV. 4726, de 26 marzo de 2003) y otro tras la declaración formal del final de las
operaciones (S/PV. 4791, de 22 de julio de 2003). Al establecer el comienzo de la intervención
como fecha clave, la selección de estos debates se ha centrado en aquellas sesiones que muestran
una mayor intensidad y vehemencia en la argumentación.
Una premisa de partida es la importante conexión existente entre la argumentación y la
OHJLWLPLGDG &RPR KD GHVWDFDGR $QGUHZ +XUUHOO ³/D OHJLWLPLGDG FRQVLVWH HQ GDU UD]RQHV
convincentes de por qué un curso de acción, una regla o un orden político es correcto y
DSURSLDGR´67 En términos generales, la legitimidad es un concepto eminentemente social, ya que
para que algo se considere legítimo ha de ser aceptado y construido como tal por la comunidad.
Según Corneliu Bjola, para que exista la legitimidad ha de darse una comprensión intersubjetiva
que así lo indique.68 El significado de esta comprensión intersubjetiva se establece a partir de dos
fuentes. En primer lugar, es preciso atender a lo que establecen los textos legales o morales al
respecto. En segundo lugar, el intercambio de argumentos acerca de la interpretación de los textos
por parte de los actores relevantes. Por estas razones, a la hora de estudiar cuándo el uso de la
fuerza es legítimo en relaciones internacionales es clave analizar las normas aplicables y cómo se
interpretan mediante el intercambio de argumentos por parte los integrantes del CS, que ostenta la
autoridad para autorizarlo. Al fin y al cabo, tal y como explica Reus-6PLW³ODSROtWLFDLQWHUQDFLRQDO
se desarrolla en un marco de reglas y normas, y los estados y otros actores definen y redefinen estas
67
68
+XUUHOO$ ³/HJLWLPDF\ DQG WKH XVH RI IRUFH FDQ WKH FLUFOH EH VTXDUHd?, Review of International Studies,
vol. 31, p. 24.
Bjola, C. (2009), Legitimising the Use of Force in International Politics. Kosovo, Iraq and the ethics of intervention ,
Londres: Routledge, p. 64.
24
normas a través de sXV SURFHVRV GLVFXUVLYRV´69. Así, la manera más adecuada de aproximarse
estudio del uso legítimo de la fuerza es a través de la argumentación, en su dimensión material y
retórica, en contra y a favor del mismo.
Ó La dimensión material de la argumentación: el análisis del uso legíti mo de la fuerza desde
una perspectiva multidimensional
Como se ha indicado previamente, en esta investigación se parte de la comprensión del
discurso como un proceso de argumentación que presenta una concepción material y otra
pragmática. De acuerdo con esta idea, el análisis del caso se estructura en dos partes. En la primera,
se analizará la idoneidad de una concepción multidimensional de la legitimidad para captar la
complejidad del uso legítimo de la fuerza a través del estudio de la dimensión material de la
argumentación a favor y en contra del uso de la fuerza en los debates seleccionados. Así, se
estudiará, en primer lugar, cómo aparece la dimensión legal del uso legítimo de la fuerza. Es decir,
partiendo del análisis del régimen jurídico del uso de la fuerza realizado en la parte teórica de esta
investigación, se estudiarán las intervenciones de los representantes de los Estados a favor y en
contra del uso de la fuerza y qué tipo de justificaciones jurídicas utilizan para apoyar sus posturas.
En segundo lugar, se prestará atención a la comprensión de la dimensión normativa del uso legítimo
de la fuerza. Así, teniendo en cuenta que la concepción de lo que es una amenaza a la paz y la
seguridad internacionales se ha ampliado de manera considerable durante la posguerra fría, se
prestará atención a qué valores cuya defensa hace necesario el uso de la fuerza se destacan en los
debates del CS. En tercer lugar, se analizará cómo aparece la dimensión institucional del uso
legítimo de la fuerza en el discurso, prestando atención a la concepción de la autoridad del CS como
responsable del mantenimiento de la paz y seguridad internacionales y a la importancia que se da a
su consentimiento en forma de autorización para usar la fuerza contra Irak.
Una vez analizada la dimensión material de la argumentación, la segunda parte del análisis
del caso se dedicará al estudio de la dimensión pragmática, es decir, a los esfuerzos retóricos de los
miembros del CS para persuadir a partidarios y oponentes del uso de la fuerza de la decisión óptima
para acabar con la situación de inseguridad generada por la conducta del régimen iraquí. Esta labor
se llevará a cabo aplicando la propuesta metodológica de la taxonomía de la reacción, desarrollada
por el sociólogo Albert O. Hirschman en su obra de 1991, Retóricas de la intransigencia .
Ó La dimensión pragmática de la argumentación: la aplicación de la taxonomía de la
69
Reus-6PLW &K E ³,QWURGXFWLRQ´ HQ 5HXV-Smit, Ch.(ed.), The Politics of International Law, Cambridge:
Cambridge University Press, p. 3.
25
reacción de Albert O. Hirschman
Lo que se propone con el análisis de la dimensión pragmática de la argumentación es
desentrañar qué efectos pretenden provocar los interlocutores al utilizar determinadas formas
retóricas. Para dar respuesta a esta cuestión se aplicará la taxonomía de la reacción de Albert O.
Hirschman a la selección de debates del CS propuesta. El uso de esta propuesta metodológica para
estudiar la guerra de Irak no algo nuevo. De hecho, el análisis de Brian Dollery y Lin Crase ha
servido como inspiración para este trabajo. Estos autores australianos dedicaron su artículo
Rhetorical patterns in the Australian Debate over War with Iraq el debate sobre la guerra de Irak
que tuvo lugar en Australia. Los autores utilizaron como objeto de estudio una serie de artículos de
opinión aparecidos en prensa durante el mes de octubre de 2002 y los analizaron aplicando la
taxonomía de la reacción.70
Albert O. Hirschman, en su obra Retóricas de la Intransigencia , realizó un sólido análisis de
OD UHWyULFD UHDFFLRQDULD &RPR H[SOLFD HO DXWRU VX LQWHQFLyQ HUD ³GHOLQHDU ORV WLSRV IRUPDOHV GH
argumento R GH UHWyULFD´ TXH XWLOL]DQ HVWRV PRYLPLHQWRV UHDFFLRQDULRV SDUD FULWLFDU ODV VXFHVLYDV
olas de progreso.71 Evidentemente, este tipo de argumentos no son propiedad exclusiva de los
³UHDFFLRQDULRV´SHURVtHVFLHUWRTXHVRQHVSHFLDOPHQWHKDELWXDOHVHQORVDtaques conservadores.72
Es importante aclarar, como el propio Hirschman hace en la introducción a su trabajo, que la
FDOLILFDFLyQ GH ³UHDFFLRQDULR´ \ ³SURJUHVLVWD´ KDQ GH HQWHQGHUVH FRPR GHVSURYLVWDV GH
connotaciones valorativas.73 Cuando Hirschman habla de tesis reaccionarias se refiere a tesis que
buscan reforzar el status quo y, por ello, resaltan los peligros de asumir los cambios propuestos por
los progresistas. Igualmente, las tesis progresistas son aquellas que buscan romper con el estado de
las cosas y enfatizan la necesidad de un cambio social revolucionario. En esta investigación se
entenderá que EEUU y el Reino Unido representan la postura renovadora, ya que abogan por el
cambio en la manera de entender el uso legítimo de la fuerza y en las normas que lo regulan. Por su
parte, China, Francia y Rusia representarían la posición conservadora al respecto, mostrándose
favorables al status quo.
En Retóricas de la Intransigencia Albert O. Hirschman se centra en estudiar las críticas
reaccionarias que surgieron frente a la gestación y desarrollo de las tres categorías de derechos que
ideó Alfred Marshall: los derechos civiles, políticos y sociales. 74 Así, la primera ola reaccionaria
70
71
72
73
74
Dollery, B., Crase, L. (2002), Rhetorical patterns in the Australian Debate over War with Iraq, Working Papers
Series in Economics, núm. 8, University of New England.
Hirschman, A. O. (1991), Retóricas de la Intransigencia, México D. F. : Fondo de Cultura Económica, pp. 16-17.
Ibid., p. 18.
Ibid., p. 20.
7+0DUVKDOOKL]RUHIHUHQFLDDHVWDFODVLILFDFLyQGHGHUHFKRVSRUSULPHUDYH]HQXQDFRQIHUHQFLD³Citizenship and
VRFLDO FODVV´ GDGD HQ OD 8QLYHUVLGDG GH &DPEULGJH HQ Posteriormente, sería reimpresa en: Marshall, T. H.
26
vendría constituida por el movimiento de ideas en contra de la afirmación de los derechos civiles y
las libertades individuales propia de la Revolución Francesa, destacando las obras de Edmund
Burke, Joseph De Maistre o Adam Müller. La segunda ola reaccionaria sería la que se opuso al
sufragio universal y el desarrollo de la democracia con teóricos como Gustave LeBon, Herbert
Spencer, Gaetano Mosca y Wilfredo Pareto, entre otros. La tercera reacción estaría conformada por
la oposición al estado de bienestar y los derechos sociales. En este caso Hirschman estudia el
discurso de autores como los oponentes a las Leyes de Pobres, los partidarios de la Nueva Ley de
Pobres, Friedrich A. Hayek, Samuel P. Huntington, etc.75
Tras el análisis de los argumentos que estos autores reaccionarios presentan contra las
propuestas de progreso, Hirschman concluye que el discurso viene guiado por los imperativos de la
argumentación, de modo que, poco importa quién sostenga la crítica. Así, los argumentos en contra
de una propuesta de cambio social sustancial²como las basadas en el esquema de derechos de
Marshall y materializadas en las tres olas reaccionarias presentadas² tomarán la forma retórica de
tres tesis: la tesis de la perversidad, la tesis de futilidad y la tesis del riesgo. Por su parte, las réplicas
renovadoras a las tesis conservadoras presentarán la forma de tres contra-tesis: la tesis de la
situación desesperada, la tesis de la futilidad de la resistencia y la tesis del peligro inminente. 76 De
este modo, sería posible establecer una continuidad a lo largo de la Historia en lo que respecta a la
justificación del apoyo o rechazo a cambios profundos en el orden social.
Ó La tesis de la perversidad y la contra-tesis de la situación desesperada
Como se ha adelantado, el análisis de Hirschman se centra en estudiar las principales líneas
de argumentación esgrimidas por la retórica conservadora en tres momentos históricos diferentes.
Los pensadores conservadores se defienden de las propuestas sucesivas de progreso presentando sus
argumentos de acuerdo con la tesis de la perversidad, que destaca los efectos perversos del cambio
VRFLDO6HJ~QHVWDWHVLV³WRGDDFFLyQGHOLEHUDGDSDUDPHMRUDUDOJ~QUDVJRGHORUGHQVRFLDOSROtWLFR
RHFRQyPLFRVyORVLUYHSDUDH[DFHUEDUODFRQGLFLyQTXHVHGHVHDUHPHGLDU´77
Hirschman explica que la reacción frente a la primera gran ola de cambio social, la
Revolución Francesa, se plasmó claramente en la obra de Edmund Burke Reflexiones sobre la
Revolución en F rancia . Según Hirschman, en esta obra Burke se esforzó por mostrar cómo ciertas
tentativas de alcanzar la libertad están condenadas a conducir a la tiranía llegando a predecir la
degeneración revolucionaria desde 1790. Además, Burke se apartaba del optimismo antropológico y
75
76
77
(1965), Class, citizenship, and social development . Nueva York: Doubleday.
Hirschman, A. O., Op. cit, pp. 14-16.
Ibid., pp. 16-18.
Ibid., p. 17.
27
de la confianza en la idea de progreso. Así, de sus escritos se desprende una visión pesimista propia
del pensamiento romántico a la que hay que añadir la influencia de la Ilustración escocesa,
especialmente, la idea de los efectos involuntarios de la acción humana, entre las que destacó la
tesis de la mano invisible de Adam Smith. Otro pensador que Hirschman tiene en cuenta es Joseph
De Maistre y, en concreto, su idea de que la Divina Providencia determinaría un resultado de las
acciones humanas opuesto al deseado.78
Esta línea de pensamiento reaccionario volverá a aparecer en la reflexión en torno a la
conveniencia de asumir el sufragio universal. En tal momento histórico las Ciencias Sociales
emergían como disciplina científica y, al igual que en las Ciencias Naturales, se buscaba demostrar
científicamente que el efecto perverso del cambio social era inevitable. El surgimiento de la
democracia fue duramente contestado por unas elites europeas que, en su gran mayoría,
consideraban que la participación política de las masas era aberrante y conducía al desastre puesto
que el pueblo es siempre estúpido.79 Hirschman estudia las obras de Gustave LeBon y Herbert
Spencer, en las que destaca la influencia del desarrollo científico y psicológico de finales de siglo.
LeBon aplicó en sus escritos una tesis surgida en la investigación médica sobre el proceso de la
infección, la falacia de la composición, y concluyó que una proposición que se aplicaba al individuo
no era necesariamente verdadera para el grupo. Así, el individuo es racional pero la masa es
irracional y fácil de dominar. Rápidamente se derivaron las implicaciones políticas de esta teoría:
con la extensión de los derechos políticos, las masas irracionales se convertían en actores
importantes en un número cada vez mayor de países. Los pensadores reaccionarios ridiculizaron a
aquellos que se mostraron esperanzados en mejorar el mundo ya que con sus acciones lo único que
consiguían era dejar al mundo en un estado peor al que existía antes de la reforma.80
La tercera ola de pensamiento conservador, con autores como Jay W. Forrester, Nathan
Glazer y Charles Murray, se opuso a la creación del Estado de bienestar.81 Hirschman estudia la
justificación dada por los que critican la instauración de estas nuevas políticas sociales y vuelve a
encontrar la invocación de los efectos perversos que éstas traen consigo. En este caso la tesis del
efecto perverso del cambio viene relacionada con la concepción de un mercado perfectamente
autorregulado en el que cualquier intervención del Estado tendría indudables efectos nocivos. Las
OODPDGDV ³/H\HV GH 3REUHV´ VH FULWLFDEDQ SRUTXH se consideraban un incentivo para la pereza,
fomentándola en lugar de aliviarla.82 Las Nuevas Leyes de Pobres, apunta Hirschman, pretendían
78
79
80
81
82
Ibid. , pp. 22-29.
Ibid., p. 32.
Ibid. pp. 34-37.
Ibid., p. 37.
Ibid. p. 39.
28
evitar que se generalizara esta tendencia y por ello declaraban el hospicio como instrumento
exclusivo de asistencia social, estigmatizando a los que recurrían a ella. Junto a estos efectos de
fomento de la pereza, la tesis de la perversidad se presenta también formulada de modo más
FRPSOHMR 8Q HMHPSOR GH HOOR HV OD REUD GH )RUUHVWHU HQ OD TXH SRU PHGLR GH ³VLPXODFLRQes
VRFLDOHV´ HQ FRPSXWDGRUDV FRQFOX\y TXH WRGD WHQWDWLYD GH PHMRUD HPSHRUDED ODV FRVDV 83 Como
añade Hirschman, Nathan Glazer, por su parte, aplicó la misma lógica al razonamiento sociológico,
estableciendo que la intervención del Estado era altamente nociva, ya que debilitaba las estructuras
tradicionales como la familia, la iglesia o la comunidad local, que eran las que se dedicaban a
aliviar la miseria.84
¿Cómo contra-argumentaban los que se mostraban favorables al cambio social? Según
Hirschman, frente a la tesis de la perversidad, la retórica renovadora tendría como respuesta la
contra-tesis de la situación desesperada (VWD WHVLV DOHJD ³LPSOtFLWD R H[SOtFLWDPHQWH TXH HO YLHMR
orden tiene que ser aplastado y uno nuevo reconstruido desde la nada sin tener en cuenta ninguna
FRQVHFXHQFLD FRQWUDSURGXFHQWH TXH SXGLHUD GHULYDUVH GH HOOR´85 Como explica Hirschman, los
SDUWLGDULRVGHOFDPELR³HVWiQVLHPSUHOLVWRVSDUDPROGHDU\UHPROGHDUODVRFLHGDGDYROXQWDG\QR
tienen dudas acerca de su capacidad de controlaU ORV DFRQWHFLPLHQWRV´86 La idea rupturista de
reconstruir la sociedad desde su base de acuerdo a los dictados de la razón constituye el núcleo del
pensamiento revolucionario. Para este autor, la crítica burkeana a la Revolución Francesa, que
alegaba la perfectibilidad de las instituciones existentes y abogaba por el cambio gradual, fue
determinante para que se desarrollara vigorosamente el pensamiento progresista que buscaba
romper radicalmente con el Antiguo Régimen.87
Ó La tesis de la futilidad y la contra-tesis de la futilidad de la resistencia
Hirschman formula la tesis de la futilidad FRPRDTXHOODTXHVRVWLHQHTXH³ODVWHQWDWLYDVGH
transformación social serán inválidas ya que, de una manera o de otra, todo pretendido cambio es,
fue o será en gran medida de fachada, cosmético y, por tanto, ilusorio, pues las estructuras
³SURIXQGDV´ GH OD VRFLHGDG SHUPDQHFHQ LQWDFWDV´88 El autor advierte que esta tesis es la más
insultante para los revolucionarios.89 De hecho, en lo que respecta a la crítica al surgimiento de las
83
84
85
86
87
88
89
Ibid., pp. 42-43.
Ibid. pp. 44-45.
Ibid., p. 180.
Ibid. p. 177.
Ibid., p. 179.
Ibid. , p. 17 y p. 55.
Ibid. p. 57.
29
libertades individuales en la Revolución Francesa, se ridiculizaban las posibilidades de cambio y los
esfuerzos para conseguirlo. Hirschman recoge el pensamiento de Alexis de Tocqueville, que
reflejaba esta visión cuando mantenía que la tentativa GHFDPELRHV³DERUWLYD´90 Este autor llamó la
atención sobre la necesidad de tomar cierta distancia con los acontecimientos para determinar si se
asistía o no a un cambio fundamental. Para él, la Revolución Francesa no lo fue en la medida en que
se proclamó. Si bien es cierto que dio lugar a cambios sustanciales como la centralización
administrativa o los derechos del hombre y ciudadano, estas conquistas ya funcionaban antes de que
estallara la revolución. Como explica Hirschman, para Tocqueville los cambios revolucionarios
tuvieron lugar donde las reformas ya estaban en marcha y por eso los intentos de cambio de los
revolucionarios fueron fútiles.91
La segunda ola reaccionaria en contra del surgimiento del sufragio universal tiene como
pensadores fundamentales, según Hirschman, a Gaetano Mosca y Wilfredo Pareto, quienes
utilizanron la tesis de la futilidad profusamente en sus obras y en las que cualquier sociedad,
independientemente de cómo se organice políticamente, se dividía entre gobernantes y gobernados
para el primero, y entre elite y no elite para el segundo. 92 Como mantiene Hirschman, Gaetano
Mosca argumentó que las instituciones democráticas eran impotentes y objeto de ridiculización y
desprecio y para Wilfredo Pareto la existencia de una elite dominante era una constante a lo largo
de la historia independiente de quiénes formaran parte de la clase dominante.93 Otro autor que
WHRUL]yVREUHODIXWLOLGDGGHOFDPELRIXH0LFKHOVPHGLDQWHVXIRUPXODFLyQGHOD³OH\GHKLHUURGHOD
ROLJDUTXtD´VHJ~QODTXHlas organizaciones humanas están dominadas por oligarquías que tienden a
beneficiarse y perpetuarse apartándose de los mecanismos democráticos de control.94 Hirschman
concluye, tras el análisis del pensamiento conservador, que los críticos de la democracia ponen en
cuestión las aspiraciones de cambio, ya que van contra el orden inmanente de las cosas. Esa sería la
razón por la que serían fútiles. Asimismo, advierte cómo en ocasiones se retoca esta tesis de la
futilidad con un toque de efecto perverso: el cambio no sólo es inútil sino que podría tornarse
perjudicial.
Finalmente, la tercera ola reaccionaria frente a las políticas sociales del Estado de bienestar
recogió el testigo de las dos olas anteriores, presentando sus argumentos en la forma retórica de la
tesis de la futilidad. Para autores como George Stigler, Martin Feldstein o Gordon Tullock, las
iniciativas pretendidamente sociales no llegaban a tener efectos en sus beneficiarios iniciales. Según
90
91
92
93
94
Ibid. p.
Ibid., p. 61.
Ibid., pp. 63-74.
Ibid., p. 66 y p. 69.
Ibid., p. 70.
30
los estudios llevados a cabo por estos autores, las políticas sociales resultaban ser, en realidad, una
transferencia de recursos del Estado hacia las clases medias, porque éstas controlaban el poder
político mediante un sistema electoral favorable y también incidían en la estructura del sistema
fiscal para que les beneficiara. Además, la población que gozaba de ingresos medios o altos estaba
más preparada y conocía mejor el sistema y, por lo tanto, podía sacar más partido del mismo.95
Frente a la tesis conservadora de la futilidad se presenta la propuesta renovadora en forma de
la llamada contra-tesis de la futilidad de la resistencia, TXH HQWLHQGH TXH ³OD DFFLyQ SUHYLVWD HVWi
respaldada por poderosas fuerzas históricas que están ya en marcha por lo que oponerse a ellas sería
SURIXQGDPHQWHI~WLO´96
Hirschman realiza una interesante comparación entre la tesis de la perversidad y la tesis de
la futilidad. Según la retórica reaccionaria, las acciones de cambio se frustran porque pretenden
cambiar lo que no se puede cambiar ignorando las estructuras de la sociedad. Para los defensores la
tesis de la perversidad el mundo es volátil: en cualquier cualquier momento la respuesta frente a una
acción puede cambiar. Por el contrario, el mundo en el que funciona la tesis de la futilidad está
altamente estructurado por unas leyes inmanentes que la acción humana no puede cambiar ni
alterar. Esta diferencia es importante porque muestra cómo cada tesis entronca con una tendencia
ideológica distinta. La tesis de la perversidad está muy vinculada con el pensamiento religioso y
mítico, con la intervención divina en los asuntos humanos, mientras que la tesis de la futilidad está
más ligada al pensamiento científico que busca encontrar evidencias de la semejanza entre las
Ciencias Sociales y las Naturales.97
Estas diferencias implican una concepción muy diferente del poder de la acción humana. La
tesis de la perversidad entiende que las consecuencias de la acción serán las opuestas a las
pretendidas, pero no niega la posibilidad de la rectificación de la conducta.98 Hirschman explica que
los analistas, al encontrarse con el efecto perverso de una acción, tienden a pensar que aquellos que
están detrás del cambio son bienintencionados. Así el efecto perverso sería algo que surge de
manera imprevista e indeseada. La imagen de los que entienden que todo cambio del status quo es
fútil, por el contrario, es la de individuos malvados e hipócritas que buscan razones falsas para
justificar su inmovilismo. Por su parte, la tesis de la futilidad anula el poder de la acción humana de
modo radical. Esta tesis, lejos de ser la propia de un observador frío de la realidad, es una tesis muy
activista que se lanza ante la primera evidencia de que el cambio que se pretende introducir no
funciona. Para Hirschman, la principal crítica a esta tesis es que desprecia los propios efectos que
95
96
97
98
Ibid., pp. 77-82.
Ibid., p. 186.
Ibid., pp. 86-87.
Ibid., p. 89.
31
genera sobre los acontecimientos. A este respecto destaca cómo el pensamiento de Mosca y Pareto
tuvo una influencia destacable en el triunfo del fascismo.99
Ó La tesis del riesgo y la contra-tesis del peligro inminente
La tesis del riesgo DILUPD TXH ³HO FDPELR SURSXHVWR DXQTXH DFDVR GHVHDEOH HQ Vt PLVPR
implica costos o consecuencias de uno u otro tipo inaceptables ya que se pone en peligro algún
ORJUR SUHYLR \ DSUHFLDGR´100 Según Hirschman, quienes argumentan utilizando la tesis del riesgo
entienden que la reforma propuesta es justa o correcta; sin embargo es imprudente, arriesgado o
indeseable moverse en esa dirección. Esta tesis es más compleja que las anteriores, ya que es
preciso fundamentarla históricamente. Efectivamente, se trata de un tipo de argumentación que
requiere que se haya asentado una mejora que el cambio propuesto pueda poner en peligro. Esto
influye en la selección de los casos que se analizan, puesto que han de ser sociedades más
avanzadas en el desarrollo de los derechos. Así, es posible encontrar respuestas conservadoras que
discutan esos logros ya conseguidos.101
Como se ha apuntado, para Marshall las sucesivas olas de derechos surgieron de manera
secuencial en los siglos XVIII, XIX y XX. La invocación de la tesis del riesgo implica, por tanto, la
alegación de un riesgo para un logro asentado, y por eso Hirschman destaca dos posibles usos de
esta tesis. En primer lugar, que los derechos políticos ²la democracia² ponen en peligro los
derechos civiles ±la libertad². En segundo lugar, que los derechos sociales ²Estado de
Bienestar²ponen en riesgo los derechos civiles, y/o los derechos políticos.102 Hirschman encuentra
la primera utilización de la tesis del riesgo en la idea de que la democracia amenaza la libertad
propia en la obra de autores como George Canning, Robert Lowe, Sir Henry Maine o Fustel de
Coulanges. Así, destaca cómo en el seno del concepto de libertad se encuentra esta misma dualidad
de democracia y libertad. Con el fin de ilustrar esta idea hace referencia a la clásica distinción de
Benjamin Constant entre la libertad de los antiguos ±como participación en la vida pública²y la
libertad de los modernos²estar libre de interferencias por parte de otros individuos o del Estado.
En la misma línea, y con una gran influencia, se encuentra la clasificación de Isaiah Berlin de
libertad positiva²ser libre para participar en la res publica² y la libertad negativa²estar libre de
interferencias de otros.103
Dada la necesidad de estudiar casos específicos por las características de este tipo de
99
100
101
102
103
Ibid., pp. 89-95.
Ibid., p.18 y p. 98.
Ibid., p. 99.
Ibid., pp. 101-102.
Ibid., pp. 103-104.
32
argumentación, Hirschman presenta su estudio de la reacción que se dio en Inglaterra frente a las
Leyes de Reforma de 1832 y 1867, que extendieron el derecho de sufragio a padres de familia
varones y urbanos. Los opositores a estas reformas mantenían que el especial equilibrio conseguido
en Inglaterra entre realeza, aristocracia y democracia se pondría claramente en riesgo al extender el
derecho de voto. Hirschman destaca como representativa de este pensamiento la obra de Lowe, para
quien la extensión del voto a las clases populares resultaría en que la mayoría expropiaría a los ricos
violando su libertad de acumular riqueza.104
En la segunda mitad del XIX, con el gran desarrollo tecnológico inglés, se pasó a invocar
precisamente que el sufragio universal bloquearía el progreso técnico. En este caso se ve, de nuevo,
la importancia de la fundamentación histórica de la tesis del riesgo y de la elección de los supuestos
de estudio. Las diferencias entre el caso de Francia y Alemania son ilustrativas. Como en Francia no
se habían asentado de igual manera las libertades civiles, la tesis del riesgo se formuló de manera
más radical. En ese caso la democracia y la libertad eran incompatibles. Hirschman alude a Fustel
de Coulanges cuando recordaba que la democracia en la Antigüedad implicaba una total falta de
libertad y que cualquier intento de emular a los griegos tendría idénticas consecuencias 105 y apunta
que también hubo autores que recurrieron a las características de los pueblos para intentar explicar
por qué la democracia triunfaba en unos lugares y tardaba más en otros. Era el caso de Edmund
Burke, quien comparó el temperamento de franceses e ingleses para concluir que era el carácter
ardiente de los primeros lo que les hacía vivir en la turbulencia, mientras que la flema británica
ayudaba al autocontrol de sus ciudadanos.106
La crítica reaccionaria a los derechos sociales propios del Estado de bienestar tiene, según
Hirschman, entre sus principales figuras a Friedrich von Hayek y Samuel P. Huntington, que no
dudarían en utilizar la tesis del riesgo para criticar las políticas asistenciales. En Camino de
servidumbre, Hayek explicaba que toda tendencia de ampliación del Estado estaba destinada a
amenazar la libertad. Esto se debía a que en democracia es muy difícil conseguir acuerdo en torno a
muchos temas. Por ello, sólo es posible mantener un gobierno democrático siempre que éste se
limite a una esfera reducida de asuntos. De lo contrario, el gobierno se verá forzado a utilizar la
coerción.107 Hirschman explica cómo en la Europa de posguerra las políticas sociales gozaban de
una buena prensa. Primaba entonces la visión keynesiana de la economía según la que el
crecimiento económico y el estado de bienestar se reforzaban entre sí. A finales de los años sesenta
la situación empezó a cambiar. Las corrientes políticas críticas y la crisis económica hicieron surgir
104
105
106
107
Ibid., p. 110.
Ibid., pp. 119-120.
Ibid., pp. 121-122.
Ibid., pp. 126-127.
33
una nueva crítica al estado de bienestar: lo que se pone en riesgo no es la libertad ni la democracia
sino el crecimiento económico.108 La obra de Huntington sobre la crisis de la democracia es
interesante a este respecto. Hirschman recuerda que este autor destaca la vitalidad de la que goza la
democracia con la extensión de la protección a las minorías. Pero la contrapartida de este desarrollo
HV OD GLVPLQXFLyQ GH OD DXWRULGDG JXEHUQDPHQWDO ³XQD FRQVHFXHQFLD LPSUHYLVWD LQYROXQWDULD H
LQHYLWDEOH´109
La correspondiente contra-tesis en la retórica progresista, la tesis del peligro inminente, hace
KLQFDSLpHQ³ORVSHOLJURVDVRFLDGRV a la inacción y la importancia de defender la sociedad frente a
XQSHOLJURLQPHGLDWR´110 Hirschman sostiene que esta contra-tesis tiene dos variantes posibles. Por
un lado, la idea del apoyo mutuo, es decir, cómo el cambio que se pretende introducir refuerza los
valores percibidos como positivos en la sociedad. En el caso de las políticas sociales, por ejemplo,
los partidarios del cambio alegaron que éstas eran indispensables para asegurar que los derechos
civiles y políticos no fueran objeto de abusos. Por otro lado está la idea del estancamiento, que tiene
que ver con el riesgo de paralizarse al que se expone una sociedad cuando llega tarde a incorporar
los cambios que la hacen avanzar.111
Como explica Hirschman, la tesis del riesgo y la contra-tesis de la situación desesperada
comparten dos características. En primer lugar, las dos tesis contemplan un tipo de riesgos de
manera exclusiva, ya sean los vinculados a actuar o a no actuar, respectivamente. En segundo lugar,
ambas tesis presentan las consecuencias derivadas de actuar o no como completamente seguras.112
En realidad, lo más plausible es encontrar multitud de situaciones intermedias, entre otras cosas
porque las nuevas reformas a incorporar han de desarrollarse en particulares circunstancias
históricas. Dadas esas peculiaridades no es posible afirmar que los efectos o no efectos de un
cambio serán seguros. Así, determinados elementos pueden interactuar de forma positiva con
elementos antiguos según las circunstancias históricas específicas y no tanto por las meras
características formales de la reforma.
Estas páginas se han dedicado a la presentación de dos cuestiones fundamentales para
comprender el caso de estudio: el contexto internacional en el que tiene lugar la guerra de Irak de
108
109
110
111
112
Ibid., pp. 132-133.
Ibid., p. 137.
Ibid., p. 169.
Ibid., pp. 168-170.
Ibid., p. 171.
34
2003 y el método de análisis escogido. Con respecto al contexto internacional, se ha partido de una
concepción de orden internacional constructivista, que otorga un papel constitutivo a los elementos
ideacionales, y se han definido las dos grandes maneras en que la potencia hegemónica ha tratado
de convertir su superioridad en influencia política. La primera, el paradigma de la democratización,
VH GHVDUUROOy GXUDQWH ORV DxRV QRYHQWD \ SUHVHQWy D ((88 FRPR XQ ³KHJHPyQ EHQHYROHQWH´ TXH
actuaba dentro de los confines de las normas e instituciones internacionales. La segunda, el
paradigma de la seguridad, que surgió a finales de los noventa pero se consolidó tras los atentados
del 11-S, implementándose en toda su crudeza en la guerra de Afganistán y en la guerra de Irak.
Tras este análisis, la segunda sección ha presentado el método que se aplicará al estudio del
uso legítimo de la fuerza en los debates del CS de la guerra de Irak de 2003. Partiendo de la
concepción de la argumentación como proceso material y como proceso pragmático, se propone
estudiar qué tipos de argumentos materiales, ya sean legales, normativos o institucionales, utilizan
los partidarios y los oponentes del uso de la fuerza para defender su legitimidad y la forma retórica
que presentan tales argumentos aplicando la taxonomía de la reacción de Albert O Hirchman. De
confirmarse que la argumentación en el caso de estudio sigue los patrones retóricos indicados por
este autor, se podría concluir que la guerra de Irak ha constituido un momento crucial de
cuestionamiento del uso legítimo de la fuerza.
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