¿Fue Chile un país excepcional durante el siglo XIX? Hay algunos

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¿Fue Chile un país excepcional durante el siglo XIX? Hay algunos historiadores que
postulan que sí , que es destacable el hecho de haber logrado mantener el orden ( mejor
dicho no haber generado una revolución) y la
institucionalidad política creada en el
período. Sin embargo lo que se vivió fue una larga transición desde lo que sería la
independencia de la corona española hasta la revolución del salitre y los posteriores
movimientos sociales originados en el ambiente urbano e industrial. Es sin duda la época
que vio nacer las dos grandes instituciones nacionales: la creación del primer parlamento,
de carácter netamente oligárquico, y junto a él la fundación de los primeros partidos
políticos así como la creación de la Universidad de Chile en materia educacional, la cual
surgiría primero como corporación y luego dio paso a un carácter institucional. No
debemos olvidar también que fue un siglo con diversas guerras, y es también en el manejo
de estas donde Chile destacó logrando mantener el orden, pero no es una característica que
dé el apelativo de “excepcional” a nuestro país. En este punto se distingue entre guerras
internas (civiles) y externas: “Tuvimos cuatro externas, una contra España en la década del
60 [1860], tres en contra del Perú si añadimos la guerra de Independencia, con invasión de
Lima incluida en cada una de estas últimas. Cuatro guerras o “revoluciones” internas
(Independencia, 1829,1851,1859,1891); de hecho, el siglo mismo culmina ferozmente en
1891.1
Otro aspecto donde se tiende a tildar a Chile de destacable es en materia económica , donde
a pesar de ser un país sin grandes recursos ( etapa antes de la explotación salitrera)
tampoco se suscitaron hambrunas, pestes o enfermedades que acabaran con gran parte de la
población como es de esperarse que sucediera en un país derechamente pobre. Esta
1
Alfedo Jocelyn-Holt, “¿Un proyecto nacional exitoso?: La supuesta excepcionalidad chilena” en La
construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico, Iberoamericana-Vervuert, 2005, pg.16
situación, sin embargo es atribuible a cierta “inercia” que mantuvo la tradición de sociedad
rural y agrícola proveniente desde antes de la independencia, en la cual el hambre no era
un problema presente dadas las características de la hacienda chilena, donde el patrón
otorgaba techo y comida a los hacendados a cambio de su trabajo. Estos aspectos singulares
del Chile del siglo XIX son los que hacen pensar que el país fue destacable, sin embargo se
pasa por alto otros motivos que hacen pensar que se está ante “cortinas de humo” y que en
el trasfondo fue un período de transición, más bien con hitos históricos naturales y
esperables dadas las características del país.
Bajo un análisis político la creación del parlamento chileno fue sin duda el hecho más
trascendental del siglo. Fue fundado el 4 de julio de 1811, en Santiago, siempre bajo una
concepción oligárquica del mismo, pero aceptando el principio de soberanía popular, esto
quiere decir que si bien los miembros pertenecían intrínsecamente a un origen oligárquico,
serían elegidos popularmente con el fin último de representar a la ciudadanía, en palabras
del historiador Alfredo Jocelyn-Holt: “…Aludo a la idea y práctica que sostiene que, no
obstante que el poder soberano resida teóricamente en el “pueblo”, es preferible, prudente y
sensato que su ejercicio sea confiado….sea encomendado o abandonado a selectas
minorías preparadas doctas en el arte de legislar y gobernar, minorías plurales, con
arraigado y probado sentido público, en fin, oligarquías tal y cual.”2
Cabe mencionar también, el hecho de que la votación “popular” (también enfatizaré el uso
de las comillas) siempre estuvo ligada, de diversas formas, a la intervención electoral, una
2
Alfredo Jocelyn-Holt, “El parlamento y las elites” en Hemiciclo: Revista de Estudios Parlamentarios,
Academia Parlamentaria de la Cámara de Diputados de Chile, N°4, Primer semestre 2011, p.6
vieja costumbre en durante el siglo XIX, y que se daba de manera directa o indirectamente,
siempre aceptada como una característica de la política más que un cáncer de la misma, en
palabras del presidente Domingo Santa María: “Esta ciudadanía tiene mucho de
inconsciente todavía y es necesaria dirigirla a palos. Y esto que reconozco que en este
asunto hemos avanzado más que cualquier país de América. Entregar las urnas al rotaje y a
la canalla, a las pasiones insanas de los partidos, con el sufragio universal encima, es el
suicidio del gobernante, y yo no me suicidaré por una quimera”3. En otras palabras,
Domingo Santa María argumenta que el país no estaba preparado para afrontar elecciones
no intervenidas, y los eventuales problemas que podría causar para el gobernante enfrentar
un futuro político en aquel escenario; inclusive en otro texto atribuible a la editorial de El
Mercurio se culpa a la ausencia de la misma la causante de las guerras civiles de 1851 y
1859: “Ved, si no lo que ha sucedido en las elecciones sin influencias. En 1851 y 1858 las
influencias fueron sustituidas por el gendarme, por las mesas rodeadas de fusiles, por el
boleto de entrada, por el fraude de las casas, y el resultado fue que de esas urnas en que el
Gobierno creía haber encontrado una victoria, se desencadenaron dos veces todas las furias
de la guerra civil”4
Si bien bajo la mirada actual de la práctica, tanto la prensa como la ciudadanía (votante o
no votante) se escandalizan ante estos hechos, cabe preguntarse si es posible subyugar la
intervención electoral al mismo ojo crítico durante el siglo XIX. Yo pienso que no, al
menos en un inicio ya que recién la constitución de 1833 estableció que el derecho a voto
se restringía a personas que supieran leer y escribir y tuviesen un capital mínimo como
patrimonio, es decir anterior a aquel modificación se estaba ante un país votante con
3
4
Citado en Alfredo Jocelyn-Holt, El Liberalismo Moderado Chileno siglo XIX, Estudios Públicos, 1998, pg.470
Citado en Alfredo Jocelyn-Holt, El Liberalismo Moderado Chileno siglo XIX, Estudios Públicos, 1998, pg.468
altísimas tasas de analfabetismo y en cuya mayoría , de no existir intervención electoral
directa siempre existía la empatía del pueblo hacendado en el mundo rural ( gran mayoría
de la población) hacia la decisión que el patrón tomase. No es condenable el hecho que el
grupo de turno en el poder, moviera los hilos para lograr la victoria política que se
considerase mejor para su proyecto nacional. Es así que en todas las constituciones se optó
por reconocer el principio de soberanía popular, pero siempre limitando su ejercicio en la
práctica, a fin de evitar a toda costa una posible revolución o que de algún modo se tomasen
decisiones equivocadas para el futuro del país.
Sin embargo el congreso , durante gran parte del siglo XIX estuvo subyugado a la autoridad
presidencial, que acaparaba gran poder político debido principalmente a la constitución de
1833, la cual otorgaba la posibilidad de dictar estados de excepción ( períodos durante los
cuales la constitución no rige) . Se habla que incluso la mitad del tiempo se gobernó con
estados de excepción entre 1833 y 1860. Esta asimetría de poder entre el ejecutivo y el
congreso recién cambiaría drásticamente hacia fines de siglo, con la guerra civil de 1891 y
que dejaría como gran triunfador al poder legislativo dando lugar al parlamentarismo. Esta
guerra civil, se suscitó muy en el fondo debido a la existencia de más diversidad política,
materializada a través de los partidos políticos. Inicialmente dos exponentes, que con el
pasar del tiempo se irían disgregando en otras tiendas políticas. Si bien, se podría
considerar que la diversidad alcanzada al tener más partidos es algo destacable y que logra
que se alcance la representatividad esperada del congreso, no es un hecho que califique al
país de excepcional en materia política, dado que esta diferenciación en ningún caso iba a
afectar la hegemonía de poder de la elite, la cual estaba sustentada sobre la firme base que
otorgaba el mundo agrícola. A su vez, la mayor diferencia entre los partidos políticos,
radicaba en la postura que debía tener el estado frente a la iglesia, y no a una diferencia de
visión de la sociedad en todo su conjunto. Inclusive estas diferencias ( muy importantes
durante el siglo XIX) generarían discusiones que estaban “atrasadas” con respecto a la
sociedad de ese entonces, en palabras de Benjamín Vicuña Mackenna refiriéndose a la ley
de “libertad de cultos” que hacia el año 1865 aun no se proclamaba: “Yo creo que nuestro
pueblo es sensato, liberal y al mismo tiempo dócil. ¿Por qué, entonces, habría de rechazar
una reforma constitucional que de hecho acepta en la práctica? ¿Por qué habría de cerrar los
ojos para no ver escrito en nuestra Carta el mismo dogma que está leyendo todos los días en
los templos protestantes de Valparaíso?....El pueblo no tolera porque hay sobre él clases
exclusivistas que desean gozar en paz de sus privilegios y que le gritan : ¡No toleréis! ¡Ah!
Si esas mismas voces le dijeran ¡Tolerad! , estoy seguro de que no se levantaría una sola
voz ni de sorpresa siquiera en todo el país “5
Es posible destacar el carácter influenciable del pueblo chileno que hace referencia
Benjamín Vicuña Mackenna en su discurso, lo que también nos hace volver a pensar en la
intervención electoral como un hecho que se llevaba a cabo directa o indirectamente tal
como mencioné anteriormente, por medio de la influencia o el peso que tuviese la decisión
que tomara el patrón de fundo.
En el ámbito social, se destaca el orden del país y el hecho de no haber llegado a una
revolución como si sucedió en otros países del continente y haber mantenenido el orden .
Este orden alcanzado y la completa ausencia de demandas sociales (lo que un siglo después
se llamaría la “cuestión social”) se explica a mi juicio una vez más por la sociedad
mayoritariamente rural en la que se desarrolló el siglo. Una sociedad donde el campesino
5
Citado en Alfredo Jocelyn-Holt, El Liberalismo Moderado Chileno siglo XIX, Estudios Públicos, 1998, pg.473
tenía asegurado techo y comida difícilmente se habría revolucionado o alzado en contra del
poder político, dadas las condiciones de trabajo optimas (digamos mejor, “no
desfavorables”) en las que se encontraba. En palabras de Diego Portales por el “peso de la
noche”: “el orden social se mantiene en Chile por el peso de la noche y porque no tenemos
hombres sutiles, hábiles y cosquillosos: la tendencia casi general de la masa al reposo es la
garantía de la tranquilidad pública. Si ella faltase, nos encontraríamos a obscuras y sin
poder contener a los díscolos más que con medidas dictadas por la razón, o que la
experiencia ha enseñado ser útiles”6
Es por esto, que luego hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX con las migraciones
hacia los centros de desarrollo urbano se generó un creciente descontento con respecto a
las condiciones de vida imperantes, debido a las características propias de las labores: “…se
trata, después de todo, de una sociedad cada vez más plural que demanda, y denuncia la
miseria que nace del progreso. Pero, obviamente, no todo será reflexión, o simple crítica.
La organización de base popular, y su consiguiente movilización reivindicativa, desatan
fuertes tensiones, estallidos sociales, represión, frustración y resentimiento, en concreto:
huelgas y matanzas obreras mayúsculas”7
Estas matanzas obreras fueron sistemáticas y reiteradas en las primeras décadas del siglo
XX, sin embargo
fueron el primer paso para que muy lenta y paulatinamente se
proclamaran leyes que apuntasen a mejoras reales de las condiciones de trabajo, las cuales
también fueron impulsadas por la reciente creación e incorporación al sistema legislativo
del partido comunista.
6
Citado en Alfredo Jocelyn-Holt, “Portales: Un romántico, escéptico del poder” en El Peso de la Noche,
Nuestra Frágil Fortaleza Histórica, Ariel, Buenos Aires, 1997, pg. 20
7
Alfedo Jocelyn-Holt, “¿Un proyecto nacional exitoso?: La supuesta excepcionalidad chilena” en La
construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico, Iberoamericana-Vervuert, 2005, pg.21
Volviendo al análisis de la supuesta excepcionalidad de Chile, y bajo el aspecto social es
posible decir que el hecho más destacado es la creación de la Universidad de Chile. Ente
educacional que apunta a formar profesionales para el desarrollo del país, y que en la
práctica se veía como generadora de funcionarios competentes para el estado, sin embargo
esta excepcionalidad y alta calidad educacional a lo largo de sus primeros años estuvo
siempre vinculada a una elite intelectual capaz de desempeñarse en sus aulas por lo que
este hecho ( de gran importancia sin duda) no es suficiente para destacar a Chile como un
país excepcional en materia educacional , sin olvidar que recién la segunda universidad
vino a ser creada 46 años después con la fundación de la Pontificia Universidad Católica de
Chile la cual no tendría un rol importante hasta entrado el siglo XX.
Chile, no fue un país excepcional durante el siglo XIX, al menos bajo el foco de un análisis
político y social. Sin duda que si consideramos los últimos 20 años del siglo y hasta los
primeros 20 del siguiente tenemos más hitos que hacen destacar al país, y de sobremanera
en materia económica con el auge salitrero al ser el país con el control mundial de este
mineral. Pero durante el siglo XIX lo que primó fue una transición, cierta hegemonía con
respecto a lo que venía siendo el país desde tiempos coloniales matizado con la creación de
una institucionalidad política que fue adquiriendo más poder y fuerza con el pasar del siglo
culminando en lo que sería el período del parlamentarismo. No cabe duda que Chile hizo lo
que pudo con las herramientas que disponía, y que logró manejarlas bien y entregar como
resultado un país no modelo, pero que pudo empezar ese enorme siglo lleno de hechos y
cambios de paradigmas llamado siglo XX. En consecuencia, no es el que país haya sido
excepcional, más bien se dieron las cosas según lo que el país fue, y de haber resultado para
peor sin duda que no habría discusión de que las elites en el poder (ejecutivo y legislativo)
se habían farrearon la oportunidad de llevar el país más allá. Benditos sean entonces, casi
en tono de alabanza, los que tomaron las decisiones cruciales durante el siglo XIX. Gracias
por no haber hecho las cosas mal, o no lo suficiente para lamentarnos de ello. ¿Chile país
excepcional? Yo diría un país que hizo lo que estuvo de acorde a la expectativa, hecho que
no todos analizan en profundidad a la hora de opinar del siglo XIX.
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