D-O 2 REVISION DEL CONCEPTO DE EMPRESARIO: UNA EXPLORACION DE LAS APORTACIONES DE KEYNES Y SCHUMPETER ELIAS M. AMOR BRAVO UNIVERSIDAD DE VALENCIA tas para su gestión, profundizando en los aspectos relativos a la estrategia, la competitividad, la cultura, la formación y dirección en un entorno de incertidumbre. Se puede afirmar que, en la actualidad, la empresa y el empresario, son dos de los puntos de referencia de la Ciencia económica, que han recibido un análisis mas satisfactorio, y donde se produce un mayor grado de éxito, tanto de las propuestas de acción como de las teorías existentes. Introducción La Ciencia económica ha mostrado especial atención hacia el papel del empresario en la economía de mercado. No podría ser de otro modo, si se tiene en cuenta el espacio central que ocupa éste, como centro del sistema de producción e intercambio, y determinante del crecimiento a través de la realización de inversiones creadoras de empleo. Los economistas han prestado atención a diversos aspectos relacionados con el entorno empresarial. Se han analizado, entre otros, los procesos de nacimiento y consolidación de las empresas, los sistemas de financiación, los canales de distribución de los productos, las estrategias de producción y su relación con los costes, la calidad de la producción, la perspectiva del comercio exterior, los sistemas internos y externos de control y representación de la actividad empresarial. Una amplia gama de áreas relacionadas con la empresa, que permiten a la Ciencia económica contar con un instrumental, ciertamente amplio, para analizar el comportamiento de la empresa y el empresario. El microuniverso empresarial se convierte así en un espacio de gran interés para el análisis, habida cuenta de sus mayores posibilidades de desarrollo. No deja de ser significativo que las mayores deficiencias de la Economía, en su especialidad predictiva, se hayan producido a la hora de abordar el análisis de las cuentas nacionales, de las llamadas variables macroeconómicas, y en general, en la determinación de los comportamientos humanos agregados a los que se intenta dar explicación. En ese sentido, la Macroeconomía, y en particular, la política económica adolecen de una falta de rigor, que resta credibilidad social a quiénes se dedican a su práctica y análisis. Determinar cuando y en qué condiciones una economía sale de una recesión, o entra en ella, se está convirtiendo mas en una cuestión de adivinos, que de técnicos especializados, y ello, a pesar de que el aparato estadístico para el análisis de la coyuntura ha mejorado y se ha visto Toda una nueva ciencia relacionada con el Management empresarial ha podido así ver la luz a partir de los años 60, y obtener su consolidación en los años 70 en algunas de las facultades y escuelas de negocios mas prestigiosas del mundo. La ciencia del Management ha conseguido aporar al empresario algo mas que recomendaciones direc- Nº 20 posterior integrada con el nombre genérico de Economía evolutiva, y que se ha desarrollado principalmente en las Facultades de Economía de Alemania1. ampliado de forma considerable en los últimos años. Los macroeconomistas se han visto desbordados en sus previsiones por un entorno cada vez mas incierto, por la acumulación de «shocks» externos imprevistos, y por la propia discrecionalidad de las políticas económicas, elaboradas muchas veces en base a las más diversas recomendaciones. La clave del paradigma evolutivo de la Ciencia económica moderna se encuentra en el siguiente párrafo de Schumpeter «El punto esencial que hay que tener en cuenta consiste en que, al tratar del capitalismo, nos enfrentamos con un proceso evolutivo» (p. 120) Esta sensación de fracaso acumulativo, no existe en el campo de la empresa. La ciencia del Management ha conseguido introducir en el ámbito de la dirección empresarial postulados de la Economía general que, aplicados al microuniverso empresarial, han tenido un gran éxito. Salvo errores técnicos o imprevisiones fatales, la aplicación del instrumental de la Ciencia económica al mundo de la empresa se puede considerar un éxito significativo, lo que ha provocado un notable avance en este campo, sobre todo, en materia de instrumentos. Se descubre así, en la obra de Schumpeter, el mismo tipo de problemas que se planteaban los economistas pertenecientes al tronco marxista: hacia donde va el sistema, no tanto con el objetivo de acertar su destino final, sino de explicar y analizar los distintos aspectos que inciden sobre su evolución a largo plazo. Cuestiones que también se encuentran en el paradigma evolutivo actual, que establece como su principal tarea el análisis del proceso de cambio, cuando éste viene motivado por la emergencia y difusión de novedades creadas endógenamente. En ese sentido, el paradigma evolutivo rompe cualquier lazo de dependencia con el tronco neoclásico de la Ciencia Económica tradicional2. Sin embargo, paralelo a este proceso de desarrollo de la ciencia del Management, los autores han prestado quizás, escasa atención al papel que juega el empresario en la vida de la empresa. Quizás la creciente separación entre dirección y propiedad que se produce en las empresas que alcanzan unas ciertas dimensiones, haya podido contribuir a crear entre los autores una visión excesivamente institucionalizada de la organización empresarial. Sería conveniente volver a los orígenes del proceso de nacimiento y desarrollo de las empresas e identificar los rasgos fundamentales de aquellos que fueron capaces de impulsar una transformación radical del sistema económico. Schumpeter señaló con rotundidad que el destino del sistema capitalista estaba condicionado, en gran medida, no por sus fracasos, sino por sus éxitos. Esta tesis ha recibido un tratamiento específico dentro del paradigma evolutivo, por autores como Weissmar (1992) y Hesse (1992)3 que no utilizan, para explicar el proceso de crecimiento económico, como factores de producción la tierra, el trabajo y el capital, según la acepción clásica, sino que emplean «el conocimiento, la energía y el tiempo». Al hacerlo así, se obtiene como conclusión principal que la fuerza directora del proceso de industrialización ha sido la creatividad humana y su capacidad para transformar las técnicas de producción con éxito, siendo las restricciones principales la oferta limitada de energía y la densidad creciente de población. El objeto de este trabajo es precisamente ese. A través de un análisis de dos obras que se convierten en punto de referencia básico dentro de la Ciencia económica: la «Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero» de J. M. Keynes, y «Capitalismo, socialismo y democracia» de J.A. Schumpeter, se propone identificar el significado y funciones del empresario para estos dos autores centrales en la Ciencia económica. Todas las citas referidas en el texto se corresponden especificamente a las dos ediciones de estas obras que se mencionan en el apartado de bibliografía. En la «Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero» publicada en 1936, Keynes trataba de investigar las razones que explican la inestabilidad del sistema capitalista, centrando todos sus esfuerzos en el corto plazo, en los determinantes del ahorro y la inversión. Su recta final abogaba por una mayor participación del gobierno en la economía, para mantener el nivel de gasto y el empleo en los momentos de crisis, pero siempre dentro de una perspectiva coherente con el sistema capitalista, al que jamás Keynes intuyó una solución alternativa. 2. Del paradigma evolutivo a la inestabilidad del capitalismo En «Capitalismo, socialismo y democracia», publicado en 1942, Schumpeter se formulaba una pregunta cuya respuesta era unívoca ¿Puede sobrevivir el capitalismo? Para él, no. Y así, su trabajo se estructura sobre un ensayo de «prognosis social» que ha generado una corriente de investigación Ambos autores se enfrentaron, al mismo tipo de problemas existentes en su tiempo, y como corola- 17 Y ambos autores concluyen la necesidad de apoyar la inversión pública, como un elemento básico para sostener los niveles de actividad económica, lo que se puede considerar como pieza central en los dos estudios considerados. rio terminaron cuestionando la Ciencia económica clásica desde una perspectiva teórica. La crisis de la economía capitalista mundial, con la gran depresión posterior al crac de la Bolsa de 1929 y sus secuelas de desempleo, reducción del comercio mundial, empobrecimiento y desaparición de empresas, planteaba la necesidad de dar respuesta de forma inmediata a toda una serie de nuevos problemas que el instrumental de la Ciencia económica clásica era incapaz de acometer. Keynes entiende que el Estado no deberá asumir la propiedad de los medios de producción. No es su función convertirse en empresario. Es mucho mas eficiente apostar por algún sistema de cooperación entre lo público y lo privado. El gobierno deberá orientar la propensión a consumir, mediante la utilización de política fiscal y monetaria, y en cierto modo, una «socialización bastante completa de las inversiones» puede ser una garantía de la ocupación plena, para sostener los niveles de demanda efectiva, pero bajo ningún caso estas medidas deben conducir a un «socialismo de estado» donde se sacrifica la libertad de elección por un puesto de trabajo. La presencia del gobierno en la economía deberá ser además compatible con una gestión eficiente de los recursos públicos que evite el despilfarro, y sobre todo deberá eliminar la desigualdad que supone para el empresario individual hacer frente a una competencia desleal del Estado. Por ello, no resulta difícil descubrir algunos puntos comunes de referencia que tienen mucho que ver con el comportamiento de la empresa y del empresario, en cuanto al devenir del sistema económico, pero que han mostrado ser, precisamente, los puntos mas débiles del argumento de ambos autores. Es posible encontrar un paralelismo entre el análisis que realiza Keynes de las dificultades de las «comunidades ricas» para estimular su crecimiento económico a medio plazo, y la visión pesimista que posee Schumpeter del «agotamiento de vitalidad» del sistema capitalista en sus fases de desarrollo avanzado. En esencia, ambos autores están hablando de lo mismo, pero con distintas palabras. Por ese motivo, Schumpeter, utilizando una referencia marxista, menciona el término «teoría de la desaparición de la oportunidad de la inversión» (Schumpeter, p. 156) para referirse a la necesidad que tiene «una comunidad rica de descubrir oportunidades mas amplias de inversión para que la propensión al ahorro de los miembros mas opulentos sea compatible con la ocupación de los mas pobres» (Keynes, p. 38). Según Schumpeter, la intervención del gobierno en la economía, mediante la inversión pública, tendría lugar en el momento en que las oportunidades de inversión existentes fueran mas apropiadas para el sector público que para el privado. En su análisis, esta situación se produciría conforme aumentase la riqueza de las sociedades adquiriendo importancia ciertos gastos que, hasta la fecha, no eran tenidos en cuenta por los ciudadanos (sanidad, medio ambiente). Una segunda vía de penetración de lo público en lo privado se produciría como consecuencia de la aparición de actividades adecuadas para los métodos de la gestión pública (energía, comunicaciones, seguros). Quizás sea este punto en donde es posible encontrar una mayor coincidencia en el análisis de los dos autores. La teoría de la oportunidad de inversión, formulada por Schumpeter, encontró en Keynes un planteamiento brillante. «Pero falta lo peor: no solamente es mas débil la propensión marginal a consumir en una comunidad rica, sino que, debido a que su acumulación de capital es ya muy grande, las oportunidades para nuevas inversiones son menos atractivas, a no ser que la tasa de interés baje lo bastante deprisa» (p. 38). 3. keynes y el empresario La aproximación de Keynes al análisis del comportamiento de los empresarios se realiza en un claro contexto macroeconómico, que sólo presta atención a las cuestiones típicas de la gestión empresarial cuando le resulta de interés para centrar sus exposiciones principales. No obstante, esto no evita que plantee un modelo de actuación que conecta con sólidos principios filosóficos. Se podría afirmar que Keynes critica, en términos agregados, al modelo de comportamiento empresarial, pero lo reivindica y defiende en términos microeconómicos. En estrecha relación con este planteamiento, Schumpeter prestó especial atención a los factores ambientales (distribución de poder político y actitudes sociopsicológias), el funcionamiento de la maquinaria capitalista (dominada por grandes empresas, fuertes regulaciones y prácticas restrictivas en materia de precios) y la materia que nutre al sistema (dentro de la cuál, el proceso técnico juega un papel fundamental) como elementos determinantes de esa predicción pesimista relativa a las oportunidades de inversión. Keynes consideraba que el «individualismo» manchesteriano, asociado al modelo de comportamiento empresarial, no debería ser enterrado como consecuencia de sus propuestas de interven- 18 ción estatal en la economía para corregir las deficiencias de la demanda efectiva. Aunque Keynes fuera consciente de que la especulación iba en aumento, quería dejar claro que la empresa era otra cosa, y que en muchas ocasiones podría ser víctima de las burbujas de especulación desatadas en los mercados financieros cada vez mas consolidados y organizados de su época. Los temores de Keynes hacia la conversión del desarrollo del capital de un país en una «economía de casino», y sobre todo sus consecuencias negativas para el capital productivo, son una constante en toda su obra, y le permiten trazar la barrera de lo que considera la función social del empresario. Mas bien al contrario, Keynes entendía que el individualismo era la mejor garantía y salvaguarda de la «libertad personal» si podía ser purgado de sus «defectos y abusos», en el sentido de que comparado con cualquier otro sistema, ampliaba de forma notable el campo en que podría manifestarse la facultad de elección personal. En ese necesario equilibrio entre lo público y lo privado, y en la conservación de las «tradiciones», Keynes abogó claramente por el espíritu de libre empresa El empresario keynesiano estaba dotado de una especial capacidad para intuir y aprovecharse de oportunidades de negocio. Esa intuición le llevaba a comportarse según unos «animal spirits» que dibujan los impulsos registrados por los protagonistas de la economía de mercado en su evolución secular. Esta idea quedaba muy clara en su obra «También es la mejor protección de la vida variada, que brota precisamente de este extendido campo de la facultad de elección, cuya pérdida es la mayor de las desgracias, del estado homogéneo o totalitario; porque esta variedad preserva las tradiciones que encierran lo que de mas seguro y venturoso escogieron las generaciones pasadas, colorea el presente con las diversificaciones de su fantasía y, siendo subordinada inseparable de la experiencia, así como de la tradición y la imaginación, es el instrumento mas poderoso para mejorar el futuro» (p. 334) «hay otra inestabilidad que resulta de las características de la naturaleza humana: que gran parte de nuestras actividades positivas dependen mas del optimismo espontáneo que de una expectativa matemática, ya sea moral, hedonista o económica. Quizá la mayor parte de nuestras decisiones de hacer algo positivo, cuyas consecuencias completas se irán presentando en muchos días por venir, sólo pueden considerarse como resultado de la fogosidad de un resorte espontáneo que impulsa a la acción de preferencia a la quietud» (p. 147) En ese sentido, Keynes consideraba necesarias las medidas de intervención propuestas en la «Teoría general» como el único medio para garantizar la viabilidad del sistema de libre empresa y evitar la destrucción total de «las formas económicas existentes». En numerosas ocasiones, al hablar de empresario utiliza indistintamente el término empresa a pesar de que ya en su época, esa separación entre propiedad y control empezaba a generalizarse. De ese modo, al considerar los motivos de inestabilidad inherentes al sistema, se hace eco de esa situación, La empresa, el empresario, obedecen a estos impulsos inherentes a la naturaleza humana que escapan de cualquier análisis racional. Su éxito viene determinado por esa capacidad que rara vez se encuentra en todos los individuos de la sociedad. Sin embargo, ese proyecto no puede ser el resultado de una decisión sin continuidad. Debe existir un proyecto, y sobre todo, voluntad de llevarlo adelante. Si no es así, el éxito no estará garantizado «Con la separación entre propiedad y dirección que priva hoy, y con el desarrollo de los mercados de inversión organizados, ha entrado en juego un nuevo factor de gran importancia, que algunas veces facilita la inversión, pero también contribuye a veces a aumentar mucho la inestabilidad del sistema» (p. 138) «La empresa sólo pretende estar impulsada principalmente por el contenido de su programa, por muy ingenuo o poco sincero que pueda ser (...) Si la fogosidad se enfría y el optimismo espontáneo vacila, dejando como única base de sustentación la previsión matemática, la empresa «se marchita y muere» (p. 147) Hecha esta previsión, puede resultar interesante prestar atención a la definición que hace Keynes del empresario y sus funciones. La empresa, el empresario, son en términos de la teoría keynesiana factores de bienestar social, instrumentos que benefician a toda la colectividad siempre que se proyecten al futuro. Esta idea está clara sobre todo, cuando la empresa se aleja de los malévolos criterios especulativos, que definen su existencia sólo en términos de unas ganancias coyunturales. Ahora bien, para que ese proyecto sea beneficioso, debe estar asegurado por unas bases sólidas, y no debe corresponder única y exclusivamente a un impulso carente de seriedad. El «espíritu animal» del empresario, según Keynes, aún siendo necesario, debe ir acompañado de un cál- Por lo pronto, considera una falacia identificar al empresario con el especulador. La introducción de la variable «estado de confianza» en la relación entre inversiones y tipo de interés, permite al gran economista inglés profundizar conscientemente en lo que el denomina «especulación», es decir, la actividad de «prever la psicología del mercado». Pues bien, este término se contrapone, según Keynes, al de empresa, es decir «la palabra empresa, o espíritu de empresa, es la tarea de prever rendimientos probables de los bienes por todo el tiempo que duren» (p. 144) 19 habilidad y suerte, cuyo resultado para los participantes del juego era casi siempre desconocido. culo racional que permita al proyecto mantenerse en el tiempo. Lo contrario sería incluso peor que la especulación. Sin embargo, para Keynes, el crecimiento de la riqueza no está en el ahorro o en la detracción de recursos de la renta nacional, «lejos de depender de la abstinencia de los ricos tiene mas posibilidades de encontrar en ella un impedimento», sino en la realización de un gasto productivo que permita sostener los niveles de actividad y ocupación. «Se puede afirmar sin miedo que la empresa que depende de las esperanzas que miran al futuro beneficia a la comunidad de su conjunto; pero la iniciativa individual solamente será adecuada cuando el cálculo razonable esté apuntalado y soportado por la energía animal» (p. 147) En el marco de la teoría keynesiana, el principal motivo que orienta las decisiones empresariales es la necesidad de obtención de beneficios. Precisamente, al realizar el análisis de las divergencias entre ahorro e inversión que están en el origen de la inestabilidad del capitalismo que pretende contrarrestar Keynes, se establece claramente el postulado anterior En cuanto al papel del Estado como empresario, uno de los aspectos mas controvertidos de la obra de Keynes, como ya se ha señalado, está clara su apuesta por dejar las cosas en su justo término. El gran economista inglés consideraba necesaria la política económica impositiva como instrumento nivelador de las grandes desigualdades económicas y sociales, a las que en algún momento llegó a justificar, pero en su exposición, queda claro que el Estado no debe convertirse en empresario «El empresario fija el volumen de ocupación (y en consecuencia de la producción y el ingreso real) impulsado por el deseo de obtener un máximo de ganancias presentes y futuras» (p. 77) «Creo que una socialización bastante completa de las inversiones será el único medio de aproximarse a la ocupación plena (...) Pero fuera de esto, no se aboga por un sistema de socialismo de estado que abarque la mayor parte de la actividad económica de la comunidad. No es la propiedad de los medios de producción la que conviene al Estado asumir (p. 333)» El móvil de los beneficios, de la rentabilidad de la unidad productiva en el modelo de comportamiento del empresario no es una novedad en el pensamiento económico. Lo que sí resulta una novedad, dentro del análisis keynesiano, es establecer su dependencia de la función de demanda total de la economía, lo que significa un punto de ruptura con respecto a la Economía clásica, que es el paradigma que pretende destruir Keynes con sus contribuciones a la Ciencia económica. Entonces, ¿cual es el papel del Estado dentro del sistema de organización económica? «El Estado debe ser capaz de determinar el monto global de los recursos destinados a aumentar los medios de producción y la tasa básica de remuneración de quiénes los poseen, con ello habrá realizado todo lo que le corresponde» (p. 333) Los empresarios deben invertir para mejorar la estructura de sus negocios. La inversión privada es, en el análisis keynesiano, el elemento mas volátil de la estructura del gasto nacional. Pero existen razones, subjetivas (el estado de confianza) y objetivas (la eficiencia marginal del capital y los rendimientos probables de la inversión) que justifican esa volatilidad en el sistema de economía de mercado. El propio Keynes aprecia la evolución del contenido y significado de las inversiones en la economía capitalista 4. schumpeter y el empresario Dentro del marco de análisis evolutivo del sistema económico, el economista y pensador austríaco abordó el contenido de las funciones del empresario desde una visión mucho mas pesimista que la de Keynes. No en vano, Schumpeter entendía el sistema económico desde una perspectiva de cambio y evolución, orientado tendencialmente hacia una situación en la que la desaparición de oportunidades para la inversión coincidiría con una plena satisfacción de las necesidades económicas de la Humanidad, una situación en la que «a los empresarios no les quedaría nada por hacer». En tales condiciones, Schumpeter consideraba que el esfuerzo productivo difícilmente podría ir mas allá, si bien era consciente de la enorme distancia que separaba al sistema capitalista de su tiempo de esa situación límite o «estacionaria». «En otros tiempos, cuando casi todas las empresas eran propiedad de los empresarios o sus amigos y asociados, la inversión dependía de que hubiera suficientes individuos de temperamento sanguíneo e impulsos constructivos, que emprendieran negocios como una forma de vivir, sin cálculos precisos acerca de las ganancias probables. El asunto era en parte una lotería, aunque el resultado dependía mucho de la habilidad (...) algunos fracasarían y otros tendrían éxito...» (p. 137) Invertir es la razón de ser del empresario. Su justificación social en términos de la teoría económica keynesiana. El devenir del sistema capitalista y la configuración de grandes mercados financieros iba diluyendo progresivamente aquel «juego de los hombres de negocio» convertido en una mezcla entre Para ver en qué medida esa mecanización del progreso podía afectar al sistema de empresa y la propia evolución del sistema capitalista, Schumpeter 20 que generan «prosperidad económica», desequilibrando el sistema a través de la introducción sistemática de productos o métodos de producción nuevos. La innovación empresarial aleja a la economía del «flujo circular» generando una expansión que es seguida por los restantes empresarios, hasta que se vuelve a alcanzar una nueva situación estacionaria. abordó el análisis de las funciones del empresario, situándolas en el contexto de la sociedad burgesa. Si hubiera que definir con una frase la concepción que tiene Schumpeter del empresario, podríamos señalar que es «un grupo social óptimamente seleccionado y orientado al fin del máximo beneficio individual» (p. 110). El empresario schumpeteriano actúa en función de la competencia. No de la competencia en términos de precios, dentro del molde rígido de condiciones que, según Schumpeter, tanto atraía a los teóricos de la Economía industrial, sino de la competencia que lleva consigo la En efecto, el gran economista austríaco consideraba al empresario como «el producto de la sociedad burgesa» y de su éxito en situar los negocios como punto de referencia del molde social. Este molde puramente económico de comportamiento social ha sido singularmente eficaz dentro de su propio cuadro, apelando a «motivos de insuperable simplicidad y vigor». «aparición de artículos nuevos, de técnicas nuevas, de fuentes de abastecimiento nuevas, de nuevos tipos de organización, es decir, la competencia que supone una ventaja decisiva en el coste o en la calidad y que ataca no ya a los márgenes de beneficios y de la producción de las empresas existentes, sino a sus cimientos y su misma existencia» (p. 122). Por otra parte, el molde económico tiene la suficiente fuerza para atraer «cerebros supernormales» que identifican el éxito social con el éxito económico. Las recompensas no se distribuyen al azar, sino que responden a dosis de «habilidad, energía y capacidad de trabajo por encima de lo normal». De ese modo, para Schumpeter la competencia es una función básica del empresario, aún cuando esté solo en su ramo o aun cuando, a pesar de no estar solo, ocupa una investigación de ventaja y de predominio respecto de sus competidores. Dentro de este modelo de comportamiento, «los hombres incompetentes y los métodos productivos anticuados son eliminados, a veces muy rápidamente, otras veces con retraso e incluso el fracaso amenaza o golpea, en ocasiones a algunos hombres competitivos, con un esquema poderoso de intimidación» (p. 109). De igual modo, está en la función social del empresario la innovación productiva, llevar a la práctica los inventos que está al acceso de la sociedad, y ello presenta un doble interés para el economista austríaco. De ese modo, la ordenación capitalista se materializa en la institución de la empresa privada, «vinculando al estrato capitalista a sus tareas», al mismo tiempo que actúa como un mecanismo de selección para entrar a formar parte de esta clase, y un mecanismo de propulsión social dentro de la clase de los empresarios, «en la que, los requisitos de capacidad aseguran el ascenso hasta el punto en que dicha capacidad alcance un límite». «De un lado, porque están fuera de las tareas rutinarias que todo el mundo entiende, y en segundo lugar, porque el medio exterior presenta a esto una resistencia multiforme que va, según las condiciones sociales, desde una simple repulsa a financiar o comprar una cosa nueva hasta la agresión física al hombre que trata de producirla» (p. 181) Schumpeter, al igual que Keynes al definir los «animal spirits» (el móvil del comportamiento empresarial) era consciente de que estos atributos difícilmente se encontraban en todas las personas, de modo que «para actuar con confianza se requieren aptitudes que sólo se dan en una pequeña fracción de la población y que caracterizan tanto al tipo como a la función de empresario» (181). Schumpeter asignaba al empresario un papel de agente de cambio económico y social, con tintes de «revolucionario» «La función del empresario consiste en reformar o revolucionar el sistema de producción, explotando un invento, o de manera mas general, una posibilidad técnica no experimentada...» (p. 181) Es decir, un empresario no debe plantearse inventar, puesto que los inventos ya se encuentran disponibles para la sociedad en su conjunto, sino en «lograr realizaciones concretas». Esta idea de asociar la función empresarial al logro, al alcance de objetivos, según Schumpeter, iba perdiendo poco a poco importancia ya en su tiempo, viéndose abocada a perderla en un futuro inmediato. ¿cuáles eran las razones expuestas para explicar este proceso? Y ello, porque el capitalismo, que es el sistema en que se desarrolla la iniciativa privada alcanzando sus máximas posibilidades es ante todo un proceso de «transformación económica y no solamente no es jamás estacionario, sino que no puede serlo nunca» (p. 120). De ese modo, el empresario, ya sea el que apuesta por la construcción de ferrocarriles, o el que se dedica a la fabricación de cepillos de dientes, utilizando ejemplos citados por el propio Schumpeter, es el responsable directo de una serie de actividades En primer lugar, la consideración del progreso técnico, la innovación como una simple rutina relegada 21 como consecuencia de múltiples y diversas amenazas. Y dentro de este análisis, ambos autores comprendieron que el empresario individual, aquel que había protagonizado la transformación denominada como «revolución industrial» tendería lentamente a ser desplazado de la esfera de los negocios, por múltiples factores (automatización del progreso técnico, reducción del sistema de valores de la clase burgesa). a grupos de especialistas mas preocupados por el resultado práctico de sus investigaciones que por el «romanticismo de las aventuras comerciales de los primeros tiempos». En segundo lugar, la pérdida de fuerza de la personalidad y la fuerza de voluntad en unas economías en las que abundan artículos de consumo y bienes de producción. Es decir, automatización del progreso técnico y despersonalización del mismo son las dos tendencias que para Schumpeter podrían cuestionar el papel del empresario como innovador y su posición social. Ambos autores son conscientes de que el proceso de cambio va a producir alteraciones significativas en la estructura social y política de los sistemas capitalistas, generando, en el caso de Keynes una intervención creciente del Estado para asegurar el mantenimiento de unos niveles satisfactorios en la demanda efectiva; y en el caso de Schumpeter, orientándose la economía hacia un nuevo modelo de organización productiva, que el denominó «socialismo» inspirándose en los textos clásicos de Marx. detrás de esta pesimista descripción del sistema económico, que socava el papel y las funciones del empresario, se sustenta una visión de la evolución de la empresa que de sus orígenes como unidad productiva pequeña, flexible y fuertemente vinculada a la personalidad de su creador, avanza inexorablemente hacia grandes organizaciones burocráticas o «unidades industriales gigantes», que cierran el paso a las empresas mas pequeñas transformando radicalmente el sistema capitalista. La experiencia histórica ha confirmado que algunas de estas propuestas teóricas han tenido indudable refuerzo en la realidad de nuestro tiempo. El hecho de que hayan transcurrido mas de 50 años desde la última aportación de Schumpeter, ofrece un marco temporal suficientemente amplio para contrastar los modelos teóricos elaborados por ambos autores. Sin embargo, la realidad contemporánea nos muestra que el papel y la función social del empresario están mas arraigados y fuertes que nunca en la mayoría de economías capitalistas, y que lejos de apreciarse una evolución pesimista como la expuesta por Schumpeter, el sistema de empresa privada está en la actualidad tan vivo como siempre. Es precisamente el nacimiento de los monopolios, una consecuencia, según Schumpeter del éxito del capitalismo, pero que, en definitiva, conduce a su transformación en otro sistema distinto, transformando el papel social y la función del empresario. En el proceso de destrucción creadora, los monopolios surgen como nuevas unidades económicas que funcionan de una forma completamente distinta en el modelo estático, y que son capaces de alcanzar sus objetivos propuestos, «creando aquello mismo que explotan». Esta visión pesimista de la evolución del sistema capitalista hacia una nueva organización, se hace coincidir con un estudio relativo a la influencia del proceso sobre la «clase burgesa». Según Schumpeter, el proceso capitalista Lo que si se ha producido a lo largo de las últimas décadas ha sido el triunfo de las políticas económicas de orientación keynesiana, traduciéndose ello en un crecimiento espectacular de la participación del gasto público dentro del PIB de las economías de mercado, y que se encuentra sometido en la actualidad a un proceso de revisión, por parte de todos los organismos internacionales, una vez que se ha podido comprobar su escasa eficacia en la lucha contra los graves problemas derivados de la crisis de los 80. «ataca inevitablemente la base económica del pequeño productor y del pequeño comerciante (...) la estructura política de una nación resulta profundamente afectada por la eliminación de una hueste de empresas pequeñas y medianas, cuyo gerentes propietarios, juntamente con sus dependientes, servidores y parientes, pesan cuantitativamente en las urnas electorales y ejercen sobre lo que podemos llamar la clase de los cuadros, una influencia que no han podido tener nunca los gerentes de la gran empresa» (p. 191) La supervivencia de la empresa privada está garantizada y se convierte en una fuerza motriz del cambio económico y social, como señalaban los autores citados en este trabajo. Ni se ha producido la «eutanasia del rentista», ante la falta de una adecuada retribución del capital como anticipaba Keynes, ni se ha generalizado el socialismo, en las condiciones que anticipaba Schumpeter. La evolución de la economía de mercado ha ofrecido oportunidades de negocio que han servido para estimular el nacimiento de nuevas actividades y sectores, que han mantenido la evolución a «saltos» característica del sistema. Las nuevas tecnologías aun no disponibles (multimedia, biotecnología) ofrecen incluso grandes posibilidades de desarrollo de cara al futuro. Conclusiones En este trabajo, hemos podido observar que, tanto Keynes como Schumpeter entendían que la función social del empresario, dentro de la economía de mercado, alcanzaba una relevancia de primer nivel. Ambos autores, desde perspectivas distintas de análisis (el corto plazo en Keynes; el largo plazo en Schumpeter) entendieron las dificultades de la economía capitalista para mantener su estructura de funcionamiento y su sistema de organización social, 22 Bibliografía Referencias KEYNES, J.M. Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Fondo de Cultura Económica, 8ª reimp. 1974. 1 Consultar al respecto Witt, U. (1992) «Explaining process and change: approaches to Evolutionary Economics», Eds. Ann Arbor, The University of Michigan Press. SCHUMPETER, J.A. Capitalismo, socialismo y democracia, Ediciones Orbis, 1983. 2 Porque el proceso de cambio ya no va a ser ignorado, ni estudiado en término de respuesta a perturbaciones exógenas que tarde o temprano converge a posiciones de equilibrio. WITT, ULRICH (ed) Explaining process and change: approaches to evolutionary economics, Ann Arbor, The University of Michigan Press, 1992. 3 Referidos en Witt, U. (1992) op. cit. 23