instituciones procesales fundamentales de la jurisdicción

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TESIS DOCTORAL
TITULO:
INSTITUCIONES PROCESALES FUNDAMENTALES DE LA
JURISDICCIÓN CONTENCIOSO ADMINISTRAT IVO SALVADOREÑA.
(ANTECEDENTES HISTORICOS, ORGANIZACIÓN, PARTES PROCESALES,
PRETENCIONES Y MEDIDAS CAUT ELARES)
ROBERTO OLIVA DE LA COTERA
PROGRAMA DE DOCTORADO:
DERECHO ADMINISTRATIVO DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
DEPARTAMENTO DE DERECHO ADMINISTRATIVO, FINANCIERO Y PROCESAL
DIRECTORES: Dr. RICARDO RIVERO ORTEGA
Dr. PEDRO T. NEVADO-BATALLA MORENO
1
2
I)
ANTECEDENTES
EVOLUCIÓN
HACIA
HISTÓRICOS,
UNA
EFICIENTE
NACIMIENTO
Y
Y
CONFIABLE
JURISDICCIÓN CONTENCIOSO ADMINISTRATIVA
1.-Antecedentes Históricos del Contencioso Administrativo en
El Salvador.
2.-Estado de Derecho y Contencioso Administrativo
3.-Adopción del Modelo de Control Judicialista Especializado
Contencioso Administrativo
4.-Situación de los Administrados Previo a la Instauración de la
Jurisdicción Contencioso Administrativo
5.-Fundamentos Constitucionales y Organización Actual de la
Jurisdicción Contencioso Administrativa.
6.-Procedimiento de Escogitación de Magistrados de la Corte
Suprema de Justicia.
7.-Desarrollo Económico y la Administración de Justicia
3
II) PARTES PROCESALES
1.
Posición Jurídica De Las Partes En La Ley De La Jurisdicción
Contencioso Administrativa Salvadoreña.
1.1. Órgano Jurisdiccional
1.2. Auxiliares
1.3. Partes procesales
2.
Clases de partes
3.
Principios Informadores Relativos A La Actividad De Las Partes
Procesales.
4.
La Capacidad De Las Partes.
5.
La Capacidad Para Ser Parte.
5.1. Personas Naturales.
5.2. Personas Jurídicas.
5.3. Personas Jurídicas Públicas.
6. Capacidad Procesal.
7. Capacidad de Postulación.
8. Legitimación Sustancial.
9. Pluralidad de Partes y el Tercero Beneficiado
10.-Intereses Difusos y Colectivos
4
III) LA PRETENSIÓN PROCESAL ADMINISTRATIVA
1) Consideraciones generales de la pretensión
2) La pretensión procesal administrativa
3) Naturaleza jurídica de la pretensión.
4) Actividad Impugnable
a) Actos impugnables
b) Actos no impugnables.
Actos Consentidos
Actos Confirmatorios
4) Actos objeto de la pretensión contencioso administrativa
a) De limitación positiva
- Control de legalidad
- Control sobre actos administrativos
- El silencio administrativo
- Control sobre actos discrecionales
- Impugnación de reglamentos
b) Materias excluidas y ajenas
- Actos públicos o de Gobierno
- Actividad privada de la Administración
- Actos del Tribunal Supremo Electoral
- Actos de la Corte de Cuentas de la República
- Contratos Administrativos.
-. Arbitraje Administrativo
-. Conflictos sobre inversiones Extranjeras
5) Clases de Pretensiones
7) Tendencias Actuales de las Pretensiones en el Derecho Comparado.
5
IV) MEDIDAS CAUTELARES
1. Aspectos Generales
2. El Concepto General de Medida Cautelar
3. Tutela Cautelar como parte integrante del derecho a la tutela judicial
efectiva
4. Características Generales de la Medida Cautelar
A. Instrumentalidad
B. Provisionalidad
C. Urgencia
D. Funcionalidad
E. La improcedente Homogeneidad
F. Jurisdiccionalidad
5.-Presupuestos Generales de la Medida Cautelar
A. Periculum In Mora
B. Fumus Boni Iuris
C. Interés Público
D Contracautela
6.-La Suspensión de los Efectos del Acto Administrativo como la única
y tradicional medida cautelar y su evolución a una medida de no
innovar.
7.-Medidas Cautelares Positivas
8-Tratado de libre Comercio y Medidas Cautelares en la Contratación
Pública.
9.-Influencia del Nuevo Código Procesal Civil Sobre el Sistema Cautelar
Contencioso Administrativo.
10.- Medidas Cautelares en el Derecho Comparado.
6
V. PROCESO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
1).- Proceso Contencioso Administrativo.
2).- Principios del Proceso Contencioso Administrativo.
a) Derecho a La Protección Jurisdicional.
b) Principio de vinculación a la Constitución, Leyes y demás
normas.
c) El principio de Oficialidad y el principio Dispositivo.
d) Principio de Igualdad
e) Principio del carácter Revisor de la jurisdicción ContenciosoAdministrativo.
f) Principio de Celeridad
g) Aplicación subsidiaria del Código Procesal Civil y Mercantil
3.-Proceso Administrativo, Iniciación, Desarrollo y Terminación
4.-Causas de Terminación Anticipada.
A) Por resolver el demandado favorablemente la petición del
demandante
B) Por desistimiento del actor, sin que sea necesario la
aceptación del demandado;
C) Por expresa conformidad del demandante con el acto
administrativo impugnado.
D) Por no rendirse prueba sobre la existencia del acto
administrativo impugnado, cuando aquélla fuere necesaria;
E) Por revocación del acto impugnado
F) Por fallecimiento del demandante, si el acto impugnado
afectare únicamente a su persona.
G) Cosa Juzgada
5.-Sentencia.
-Clasificación De Sentencias.
-Recursos
7
-Ejecución De La Sentencia.
6.-Proceso de Lesividad
VI CONCLUSIONES
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PRESENTACION Y OBJETIVOS DE LA INVESTIGACION
En un Estado Derecho constituye una exigencia básica que las diferentes
Administraciones Publicas actúen con total apego a las leyes, por ello deben existir
mecanismos eficaces que fiscalicen el apego a la legalidad. Por esta razón germina
la jurisdicción Contencioso Administrativo, que en esencia se debe al genio del
pensamiento jurídico francés, de donde toma su concepción histórica contemporánea
como instrumento de control jurisdiccional de los actos de la Administración Pública;
esta jurisdicción ha obtenido a través de los años una significativa expansión en la
mayoría de los países pertenecientes a la familia Romano-Germánica, especialmente
durante el siglo XX, dentro de los citados países se encuentra la República de El
Salvador que con algunas diferencias conceptuales tomó como suyos los principios
fundamentales de dicha institución y la erige en máximo contralor de la legalidad
dentro del Estado.
El Salvador, país en vías de desarrollo, aspira constituirse en un autentico Estado de
Derecho, respetuoso de las leyes y del derecho en general, que garantice la
seguridad jurídica y la justicia; pese a ello, a menudo las Administraciones Públicas
violan leyes y vulneran derechos; esta situación torna indispensable el surgimiento
de la jurisdicción Contencioso Administrativa, a efecto que se pueda frenar el abuso
del poder y el quebrantamiento del ordenamiento jurídico. Así, el respeto a la
legalidad implica la tutela de las situaciones individuales y que el poder se encuentre
plenamente controlado; en nuestro caso la potestad contralora de más alta jerarquía
recae
en la Corte Suprema de Justicia a través de la Sala de lo Contencioso
Administrativo y de la Sala de lo Constitucional.
En El Salvador la jurisdicción Contencioso Administrativa nace tardíamente, data
apenas del año 1979, asumiendo hasta recientes años una importancia inusitada en
la vida jurídica de El Salvador, especialmente después de la adopción de los
9
Acuerdos de Paz de Chapultepec México celebrados en 1992, multiplicándose en
numero y complejidad las controversias
Debido a que la jurisdicción contenciosa es relativamente nueva, y también a que en
ella existen vacíos y deficiencias, resulta imposible decir que se haya alcanzado un
nivel óptimo en la revisión de las actividades de las diferentes Administraciones.
Buena parte del retraso institucional y carencias de la legislación contencioso
administrativa derivan de la situación de que las ideas que prevalecieron al articular
la ley se inspiraron en demasía en la Ley de Procedimientos Constitucionales que
regula el Proceso de Amparo, concibiéndose al Proceso Contencioso Administrativo
como un amparo por violación a la ley, mentalidad que deformó su contenido
desnaturalizando ciertas instituciones que no tienen cabida en el procedimiento
contencioso, principalmente en lo que respecta a la figura del demandado, regulación
del fallo y algunas causales de inadmisibilidad, que como se verá separan a nuestra
legislación de la mayoría de las legislaciones modernas. La jurisdicción Contencioso
Administrativa, tiene un rigor y exigencia científico jurídico del que carece nuestro
amparo, institución que se inspiró en la legislación mexicana, bien sabemos que
actualmente el amparo está siendo objeto de estudió de los principales
constitucionalistas a nivel mundial, pero su depuración y refinamiento no ha
alcanzado hasta la fecha su grado óptimo.
Por todo lo anterior confieso que nuestra ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativo, siendo benévolos e indulgentes, posee deficiencias de tal magnitud
que difícilmente pueden ser enmendadas jurisprudencialmente (situación que no ha
sido intentada), sino por medio de un rediseño integral que pueda articular los
nuevos principios, valores e instituciones que comparten y que cada vez con mayor
acento se propagan en las legislaciones a donde se vive y disfruta una razonable y
respetable sumisión de la administración al principio de legalidad.
10
A manera de Justificación, la investigación procura precisar los aspectos doctrinarios,
normativos y jurisprudenciales de varios de los temas más relevantes del Derecho
Procesal Administrativo Salvadoreño: determinando los antecedentes históricos que
influyeron en la jurisdicción Contencioso Administrativo, así como los temas
referentes a las partes procesales, pretensiones deducibles y sobre la posible
adopción de medidas cautelares. Los contenidos tienen el objetivo de aportar
opiniones y criterios que conduzcan a robustecer y fortificar el desenvolvimiento de
los sujetos procesales en este tipo de litigios.
No obstante lo dicho, desafortunadamente para El Salvador, actualmente contamos
con escasos y limitados estudios e investigaciones sobre tan importantes temas, sin
existir discernimiento sobre como abordar los diferentes problemas que acarrean la
aplicación de la ley, debido a los diferentes vacíos normativos que posee y su
deficiente regulación. La motivación para la iniciación de este estudio parte de la
escasa y contada bibliografía existente en nuestro medio; pretendo por esto, con una
sincera modestia, hacer algún aporte a esta rama del Derecho Público, que empieza
a despegar en nuestro país, dada la tendencia decididamente intervencionista en que
se vive.
La limitada atención a los procesos Contencioso Administrativos, no obstante su
importancia en la vida contemporánea de nuestro país, es desafortunamente
inoportuna, debido al fuerte impacto del incesante crecimiento en el accionar de las
Administraciones Públicas y la consiguiente disminución de la esfera de libertades de
los gobernados.
De igual manera, el estímulo que quizás más influye en la iniciación de un trabajo
como este, proviene de la cercanía de los temas con mi práctica profesional, donde
inevitablemente se intuye y se descubre los problemas en que se encuentran los
administrados, que atados de manos, se enfrentan a situaciones de desamparo ante
las ilegalidades que realizan las administraciones, conformando estas ilegalidades
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parte integrante de la institucionalidad real, continuamente invocando el trillado
interés general superior al que se debe el Estado, sin importar los derechos de
particulares.
Con este discreto trabajo tengo la pretensión de despertar un mayor interés entre los
juristas Salvadoreños en el desarrollo de los estudios sobre la justicia administrativa
en general, así como también un punto de partida de toda innovación o reforma de
justicia, que debe encaminarse al fortalecimiento de las instituciones ya existentes
para que existan las condiciones mínimas para su buen funcionamiento.
Pretendo por tanto, presentar un panorama de los diversos problemas que presenta
la reacción por parte de los ciudadanos al tramitar un proceso Contencioso
Administrativo, planteando las diversas soluciones que se conceden al administrado,
que se encuentra muchas veces en situaciones de angustia y zozobra frente a las
recurrentes ilegalidades del Estado.
De esta forma como señalamos con anterioridad, el presenta trabajo tratará en
primer lugar acerca de los antecedentes históricos, nacimiento y evolución de la
Jurisdicción Contencioso Administrativa Salvadoreña, que en síntesis, examinará los
antecedentes más remotos que influyeron en la adopción del Modelo Judicialista
Especializado, vigente en la legislación Salvadoreña. Como bien es sabido, es a
finales del Siglo XVIII con la Revolución Francesa, que se sientan los postulados
básicos sobre los que se erige el Derecho Administrativo y representa el referente
histórico más antiguo de nuestra ley.
No obstante lo arriba mencionado, encontramos un evidente apartamiento del
Sistema francés, que por razones históricas, específicamente en lo que respecta a su
rígida división de poderes, el sistema francés consideró que el control de la
Administración debe realizarse por la propia Administración, afirmándose que Juzgar
a la Administración supone una actividad que también forma parte de ella misma. En
12
este sentido parece necesario determinar e identificar nuestros propios antecedentes
y establecer cuales fueron las razones por las cuales se decidió que la Jurisdicción
Contencioso Administrativa Salvadoreña se desarrollara en un sistema donde, si
bien es cierto el órgano encargado de justiciar a las Administraciones es un órgano
especializado y técnico, igual que en el sistema francés, se diferencia en que el
órgano contralor se encuentra enmarcado fuera del poder ejecutivo, hallándose
dentro del órgano Judicial.
Las discusiones sobre que tipo de tribunal se ajustaba a nuestra normativa
constitucional se prolongó durante muchísimos años. Todo este debate se realiza
bajo la vigencia de diferentes constituciones, muchas de las cuales amparaban la
creación de la jurisdicción Contencioso Administrativa, pero no fue hasta la
constitución mil novecientos sesenta y dos que se consuma la creación de tan
necesario tribunal.
Mediante esta investigación se pretende, asimismo, indagar sobre la influencia de
legislaciones extranjeras sobre todo legislaciones como la Española que por su
cercanía con iberoamerica en determinadas épocas, han generado una indiscutible
influencia sobre toda esta región, pero del mismo modo analizar posibles influencias
de otras legislaciones como la Anglosajona que bajo el sistema Rule of Law también
han podido ejercer posibles influencias principalmente en ciertos postulados
constitucionales, tomados de la Constitución Norteamericana.
Recordemos que la decisión de un país para adoptar determinado sistema
jurisdiccional de control administrativo, resulta de tomar en cuenta las realidades
sociológico políticas de un país, como serían su tradición democrática con especial
acentuación en la Administración Pública. En Países como el nuestro donde el Poder
Ejecutivo no se caracteriza por su actuar en lo referente a la defensa de los derechos
de los ciudadanos, podría surgir una desconfianza hacia lo que provenga de la
Administración Pública, inclinándose por esto la balanza al Poder Judicial, al que al
13
dotársele
necesariamente
de
independencia,
puede
confiársele
el
control
jurisdiccional de los actos de la Administración.
Como segundo tema de esta investigación se pretende abordar el tema de la
Posición
Jurídica
que
ocupan
las
partes
en
los
procesos
Contenciosos
Administrativos, tema de gran relevancia, ello en vista que la eficacia de los procesos
contencioso administrativos dependen en gran medida del desempeño de las partes
procesales en los litigios, por lo que es necesario exponer el régimen jurídico
aplicable a éstos; el contencioso administrativo constituye parte importante del
derecho a la protección jurisdiccional que corresponde a los ciudadanos activar, por
lo que la Administración debe someterse al principio de legalidad y al control
jurisdiccional su actuación, sin que pueda darse resquicios de inmunidad.
Es necesario entonces ofrecer una introducción general sobre los aspectos más
importantes en lo relativo a los sujetos procesales, estableciendo los principios que
los rigen y determinar las diferentes cargas, facultades y deberes que están
obligados a ejercer.
Dentro de esta temática se proyecta el estudio de ciertas instituciones que tienen
especial transcendencia para el ejercicio de los intereses y derechos sustanciales de
los ciudadanos, instituciones como la legitimación, que para el caso concreto, el
sujeto pasivo, se concreta en el funcionario o autoridad que dicto el acto, situación
que implica una ruptura con la doctrina mayoritaria. Asimismo se puede sentir y
observar una angustia radical en cuanto a la legitimación que sin duda lleva a crear
incertidumbre en la efectividad del sistema democrático que pretende principalmente
la protección de las libertades de los ciudadanos.
Vale la pena insistir en la importancia que asienta el tema de las partes, dado que
precisamente el Derecho Administrativo brota de la necesidad de amparar los
derechos de los personas frente a las eventuales invasiones ilegítimas de los
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órganos administrativos, formando esta defensa un mecanismo fundamental dentro
de la disciplina, que ha llevado a expresar que no puede existir derecho
Administrativo en un Estado de Derecho, mientras no se tenga una apropiada
garantía judicial de los particulares contra el ejercicio ilegal o abusivo de las
administraciones, situación que dependerá en gran medida del efectivo desempeño
de las partes en este tipo de pleitos.
Como tercer punto se pretende estudiar uno de los aspectos centrales del proceso
Contencioso Administrativo, en concreto lo relativo al objeto y pretensiones posibles
en los mencionados procesos. En este sentido es necesario mencionar el principal
desperfecto de nuestra actual ley, refiriéndonos a los actos impugnables. El concepto
de acto administrativo que origina la contienda procesal, de conformidad al criterio
respaldado por nuestra Ley, debe tomarse en su sentido material, consultando
exclusivamente los efectos de derecho que de él derivan, circunscritos a personas,
sin consultar y tener en cuenta el autor del acto.
El concepto material del acto administrativo se conforma e integra con los actos
subjetivos que crean, modifican o extinguen situaciones jurídicas particulares y
concretas; así como los actos condición, que hacen posible la aplicación de un
estatuto jurídico legal a personas determinadas. El autor de los actos puede ser,
desde esa perspectiva, cualquier Órgano Estatal sea de Poder Legislativo, Ejecutivo,
Judicial o de Entes descentralizados, porque el único elemento que califica al acto
administrativo son sus efectos limitados a personas determinadas.
Desde esta lógica se encuentran afuera del concepto del acto administrativo, y en
consecuencia, no pueden ser impugnados en la Jurisdicción Contenciosa
Administrativa los reglamentos, que desde el punto de vista material son actos regla
o legislativos, que tienen la virtud de crear modificar o extinguir situaciones jurídicas
generales, abstractas e impersonales. Lo anterior se encuentra en franca oposición
con la mayoría de las legislaciones procesales administrativas, que posibilitan el
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ataque jurisdiccional directo a los reglamentos y los fallos de los tribunales que los
deciden tienen alcance general.-
La postura doctrinal que compartimos tiene sus cimientos en que únicamente los
actos de la Administración Pública poseen la autoridad formal, o en otras palabras
valen, como actos administrativos.
En efecto, los actos del Poder Legislativo no se someten a la legalidad sino a la
Constitucionalidad y sus actos no pueden ser revisados en sede contenciosa
administrativa, por su valor formal de Ley especial. Tal vez lo relativo al Servicio Civil
y alguna otra cuestión olvidada podrían contarse entre las excepciones.
Lo propio sucede con el Órgano Judicial. Sus resoluciones, aún cuando se limite a
personas determinadas y se someten al principio de legalidad, no conocen de las
controversias sobre las mismas los tribunales Administrativos, porque ellas dan
origen a procesos de naturaleza civil, mercantil o de otra índole. Las resoluciones
apuntadas corresponden principalmente al ejercicio de la jurisdicción voluntaria,
materia rechazada por procesalistas y administrativistas.-
La enmienda que podría proponerse es de tal envergadura que trastornaría el
sistema que dio lugar a la vigente Ley, ampliando irreversiblemente la actividad
impugnable.
Por otro lado, la investigación, abordará el tema de las medidas Cautelares, dicho
tema modernamente se identifica indiscutiblemente, en el contexto de un verdadero
acceso a la justicia; ello se debe en gran medida a la complejidad de las modernas
relaciones jurídicas que hacen imposible pretender que los Tribunales y Juzgados
puedan llegar a tiempo al Dictado de la Sentencia; por lo anterior es que los
abogados tratamos de lograr una medida cautelar que suspenda y congele
16
temporalmente las situaciones jurídicas, ya que en los procesos litigiosos una justicia
tardía equivale a denegación de justicia.
Las medidas cautelares son pues, una reacción frente a la natural dilación temporal
de los procesos, razón que constituye su principal fundamento, ya que como puso de
manifiesto Calamandrei, ya hace mucho tiempo, si la justicia pudiera dispensarse de
modo inmediato las medidas Cautelares perdieran su razón de ser.
La importancia de la temática que nos ocupa radica en que las medidas Cautelares
son actos de urgencia que están destinados a proteger los intereses y derechos de
los justiciables desde que se promueve la demanda hasta que se dicta la
correspondiente sentencia. Constituyen según expresa Carmen Chinchilla un
instrumento que sirve para evitar ese peligro de que la justicia se pierda o deje en el
camino su eficacia, sin la cual, por supuesto, deja de ser justicia.
Las anteriores percepciones las hace suyas la mayoría de la Doctrina, al grado de
considerarse a la Tutela Cautelar como un autentico derecho fundamental, parte
integrante de la Tutela Judicial Efectiva(conocido en nuestro medio como debido
proceso o derecho a la protección jurisdiccional); así en el contexto internacional se
ha producido lo que García de Enterría denomina en su célebre obra ―La Batalla por
las Medidas Cautelares‖, una Constitucionalización de dichas Medidas Cautelares,
constituyéndose, como el mismo autor expresa ―en una de las luchas más
apasionantes por el derecho de este tiempo‖, hablándose incluso de una nueva
época en el Contencioso Administrativo.
Sin embargo, no obstante lo prolífica de la doctrina internacional en referencia a las
medidas Cautelares, en nuestra medio, la evolución jurisprudencial de dichas
medidas ha sido modesta, con avances jurisprudenciales sólidos, pero siguiendo
parámetros bastante conservadores.
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La medida cautelar por excelencia ha sido desde siempre la suspensión de los
efectos del acto, esta es la única medida recogida en nuestra Ley de lo Contencioso
Administrativo; sin embargo la evolución acelerada de la que hablábamos ha dado
origen a la aplicación de un sistema cautelar abierto. En este orden de ideas estas
medidas cautelares salen a relucir pues buscan la protección de aquel que en su
contienda requiere de manera provisional protección en sus derechos. La intención
que se tiene es determinar si es posible obtener una favorable evolución a la hora de
la aplicación de estas medidas, si efectivamente nuestra normativa legal y
constitucional permite la aplicación de un sistema cautelar abierto o si nos
encontramos relegados a la tradicional suspensión del acto reclamado, que no
obstante su importancia parece ya insuficiente en estos tiempos.
El obvio beneficio que representaría para los administrados, obtener medidas de esta
naturaleza, sería sin exagerar uno los más grandes hitos en Derecho Procesal, por lo
que es necesario encontrar el camino jurisprudencial o por el contrario plantear la
reforma eventual que las permita.
La importancia de una justicia cautelar plena queda fuera de discusión, pues resulta
meridianamente claro que cualquier conducta lesiva de la administración requiere de
una medida cautelar correlativa, que prevenga y evite el menoscabo a los intereses
subjetivos de quién discute sobre sus derechos, evitando así la evaporación del
objeto litigioso, con aseguramiento pleno de la eficacia de un eventual
pronunciamiento favorable.
Como último contenido del trabajo, trataremos lo relativo al trámite del proceso
Contencioso Administrativo. La relevancia del tema apuntado, parte de que en El
Salvador sin lugar a dudas es necesario brindar una visión panorámica del proceso,
con el objeto de que la colectividad forense aborde de la mejor manera los posibles
problemas que surjan en la tramitación del juicio.
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En este sentido los procesos Contenciosos Administrativos deben garantizar que los
trámites se realicen con fluidez y agilidad así como garantizar la plena vigencia de
una seguridad jurídica. Se busca en definitiva que los particulares dispongan de un
proceso fiable, para poder recurrir a una instancia donde se reconozcan los derechos
e intereses legítimos de los ciudadanos.
En la misma línea de ideas, las legislaciones deben adecuarse a la Constitución,
tratados internacionales y modelos procesales modernos, con el afán de lograr que el
proceso sea un instrumento eficaz para la realización del Debido Proceso o, como lo
llamado nuestra la Sala de lo Constitucional, el Derecho a la Protección
Jurisdiccional reconocido en el Art. 2 de la Constitución.
Los enfoques de los temas de la presente investigación buscan establecer un punto
de partida de toda innovación o reforma de justicia, que debe encaminarse al
fortalecimiento de las instituciones ya existentes para que existan las condiciones
mínimas para su buen funcionamiento. Parece necesario precisar la disyuntiva de
fortificar o por el contrario conformar nuevas instituciones de justicia Administrativa,
debido a que es posible proyectarse una doble visión, por un lado el abarcamiento de
instancias no jurisdiccionales, tales como ―tribunales Administrativos‖ y por otro en
una referencia exclusiva al sistema procesal de protección de los derechos e
intereses de los justiciables en sede jurisdiccional.
Estas perspectivas que señalo constituyen supuestos inclusivos y complementarios
que en ninguna forma deben entenderse como opuestos; sin embargo para efectos
de esta investigación únicamente trataremos de encauzar el estudio en el
mejoramiento de la esfera jurisdiccional dejando de lado el primero de estos
supuestos.
Finalmente debe insistirse en el rol que le corresponde realizar a la Doctrina y muy
especialmente a las Salas de lo Constitucional y Contencioso Administrativo de la
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Corte Suprema de Justicia, quienes son las principales obligadas a adjudicarse la
inevitable tarea de proceder a la interpretación evolutiva de la Ley de la Jurisdicción
Contencioso Administrativo, y el resto de disposiciones jurídico-administrativas
existentes en el Derecho salvadoreño, de modo que se puedan satisfacer
convenientemente los derechos del individuo proclamados en la Constitución de
1983. Así ha tenido ocasión de proclamarlo la Sala de lo Constitucional de la Corte
Suprema de Justicia, impulsando a la Jurisdicción Contencioso Administrativa a
sumir la tarea de colmar mediante sus pronunciamientos las perceptibles lagunas
que existen en el ordenamiento jurídico-positivo que impiden la realización efectiva
de los derechos individuales.
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I. ANTECEDENTES HISTORICOS, NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN
HACIA UNA EFICIENTE Y CONFIABLE JURISDICCIÓN
CONTENCIOSO ADMINISTRAT IVA
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ANTECEDENTES HISTORICOS, NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN
HACIA UNA EFICIENTE Y CONFIABLE JURISDICCIÓN
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVA
La historia de Occidente está animada por dos profundos sentimientos: el ansia del
poder y la pasión por la Libertad1, este binomio natural que poseen los hombres,
provoca que a causa del arbitrario uso del poder político, se creen instrumentos cuya
misión consista en el reestablecimiento del sistema normativo y la garantía de los
derechos de los miembros de la comunidad política, justificándose las Instituciones
del Derecho Administrativo tendientes a fiscalizar las tareas que constitucional y
legalmente se encomiendan a la Administración Pública2.
El Derecho Administrativo consiste entonces en una garantía propia del Estado de
Derecho y su presencia en el mismo resulta ciertamente indispensable, pues su
contenido es creación necesaria de este y de la posición que se asigna a la
Administración al someterla jurídica y políticamente al Poder Legislativo y al control
de legalidad por parte del Poder Judicial3
Lo arriba señalado corresponde al fenómeno de carácter casi universal bajo el cual la
Administración Pública inviste un relativo predomino respecto de los demás órganos
del Estado, principalmente en los modelos presidencialistas4, pero que también se
1
Rubén Hernández Valle, Derecho Procesal Constitucional, Editorial Juricentro, San José, 2001, Pág. 25
El concepto jurídico de Administración Pública puede ser concebido desde dos puntos de vista: Subjetivo y
Objetivo. Subjetivamente se entiende por ella al órgano estructurado jerárquicamente, dentro del Poder Ejecutivo.
Objetivamente representa la actividad estatal, realizada para satisfacer de manera inmediata, continua y
permanente las necesidades públicas, actividad que difiere de la legislativa y de la jurisdiccional. Desde este
punto de vista la actividad administrativa no sólo es efectuada por el Poder Ejecutivo sino también por el
Legislativo y el Judicial. En El Salvador la expresión Administración Pública denota un sentido objetivo,
comprendiendo en ella cualquier órgano de los tres Poderes Estatales que ejerza función administrativa.
3
José Luís Martínez López-Muñiz, La Garantía Constitucional del Derecho Administrativo, Revista
Iberoamericana de Administración Pública(RIAP), Numero 9, Madrid, 2002.
4
Maurice Duverger en obra titulada Instituciones Políticas y Derecho Constitucional, Editorial Ariel, Barcelona,
1996, Pág. 606 expresa que a pesar que el principio de separación de poderes fue plenamente implementado en el
constitucionalismo iberoamericano la realidad histórica, pasada, y presente, de estos pueblos muestra un
2
23
encuentra presente inclusive en aquellas naciones que otorgan una preeminencia del
órgano legislativo, calificados fundamentalmente como gobiernos parlamentarios.
Esta situación se debe a que en los gobiernos contemporáneos el despliegue de la
política nacional e internacional se concentra de alguna forma en el presidente o jefe
de gobierno5, pero a diferencia de los gobiernos autoritarios de antaño, son elegidos
democráticamente, ya sea en forma directa o indirecta, encontrándose también
limitados por el tiempo de permanencia en su cargo, así como por factores políticos,
económicos y sociales.
Lo dicho no se opone señalar que la democracia forma, por el momento, la
ordenación más admirable que puedan tener las sociedades humanas; por el
contrario realza la idea de someter al poder sistemáticamente a un proceso en el que
cualquier
ciudadano
puede
exigirle
cumplidamente
justificaciones
de
su
comportamiento ante el Derecho5
Así el Estado de Derecho en su versión original de corte liberal, perseguía la sujeción
de los órganos del estado a la ley entendida como acto derivado del Poder
Legislativo, depositario de la voluntad general de Rousseau7. En la actualidad tal
orden de cosas se mantiene con la adición del reconocimiento y garantía de los
desequilibrio entre los poderes del estado existiendo un claro predominio del poder ejecutivo hecho que ha
llamado por el profesor Lambert preponderancia presidencial de los regímenes iberoamericanos, fenómeno que
se debe a factores institucionales o funcionales dentro de los que se encuentran: la iniciativa legislativa, el veto
presidencial, potestades reglamentarias que se extienden a poderes legislativos delegados y decretos leyes, entre
otras.
5
Alex Solís, Reyes sin Corona Rendición de Cuentas y Evaluación de Resultados, Impresión Grafica del Este,
San José, 2002, Págs. 74 y sigs
6
Eduardo García de Enterría, La Democracia y el Lugar de la Ley, Revista Española de Derecho Administrativo,
Numero 92, Editorial Civitas, Madrid, 1996.
7
Juan Jacobo Rousseau, El Contrato Social o Principios de Derecho Político, Discurso Sobre Las Ciencias y Las
Artes Discurso Sobre El Origen de la Desigualdad, Editorial Porrúa, México, 1982.
24
derechos fundamentales y libertades públicas 8, que ha dado lugar al nacimiento del
Estado Constitucional de Derecho de que habla Manuel García Pelayo9.
La reacción de los ciudadanos ante la arbitrariedad de los poderes públicos permite
algunas variantes, pero la más importante y trascendental en opinión de Jesús
González Pérez, se localiza en los Tribunales de Justicia mediante los Procesos de
Amparo10 y Contencioso Administrativo11. González Pérez sustenta su punto de vista
en los términos siguientes: ―Desde que los hombres aparecieron sobre la tierra no se
ha inventado sistema mejor para dirimir sus disputas que confiar su decisión a una
persona distinta de los litigantes, que no esté vinculada a ninguno de los intereses en
juego, que goce de la más absoluta independencia y de los conocimientos suficientes
para comprender lo que es objeto de la litis12.‖
Coincidimos con el profesor Gonzáles Pérez cuando manifiesta que la jurisdicción
administrativa es el más alto nivel de tutela jurídica del administrado en el mundo
actual, sin embargo el mismo autor señala en un momento de desaliento que ―No se
puede someter la administración a la justicia. Justicia y administración son términos
que se oponen, que se repelen.13‖Lo expuesto no debe simbolizar la impotencia del
proceso administrativo para obtener justicia, en cambio señala la complicada labor
que los órganos judiciales realizan, al resolver controversias cada vez más complejas
8
Dirk Ehlers, La Protección de los Derechos Fundamentales en Europa, Revista Española de Derecho
Constitucional, Numero 77, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2006.
9
Manuel García Pelayo, Estado Legal y Estado Constitucional de Derecho. El Tribunal Constitucional Español,
Revista de Derecho Constitucional, Numero 2, Publicación de la Sala de lo Constitucional, Corte Suprema de
Justicia, San Salvador, 1992
10
El amparo Salvadoreño consiste en un mecanismo de protección de los particulares contra la violación de
derechos fundamentales contenidos en la Constitución, este proceso fue introducido mediante la constitución del
Estado de El Salvador de 1886, encontrándose presente desde entonces en nuestro sistema jurídico;
posteriormente se han promulgado tres leyes que tratan sobre la regulación de dicho proceso, la de 1939, 1950 y
la actualmente vigente de 1960, enmarcando esta ultima al amparo como uno de los tres procesos
constitucionales posibles, como lo son el habeas corpus y el proceso de inconstitucionalidad.
11
Fernando Garrido Falla, Democracia y Estado de Derecho: Sometimiento Efectivo de todos los Poderes a la
Ley, Revista de Administración Publica, Numero 128, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid,
1992.
12
Jesús González Pérez, Los Recursos Administrativos, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1969, Pág. 33
13
Jesús González Pérez, La Justicia administrativa, en la Colectiva La España de los años 70, Vol. III, El Estado
y la Política, Madrid, 1974, Pág.. 169
25
entre los administrados y la Administración Pública, causando en definitiva la
adopción de nuevos instrumentos e instituciones jurídicas 14 que forman importantes
componentes de la denominada justicia Administrativa15, reforzando así el control.
Llegar a este estado de cosas ha costado a la humanidad infinitos sacrificios y
torrentes de sangre, y aún desde el punto de vista de la técnica jurídica no ha estado
exento de obstáculos y dificultades. ―Lograr que la Administración se sometiera al
Derecho y que, prescindiendo de sus prerrogativas, accediera a aparecer como parte
procesal a la hora de la revisión jurisdiccional de sus actos ha sido una hazaña
gigantesca que ha costado siglos. La evolución es de sobra conocida por todos.
Como también el hecho incontrovertible de que, siempre que puede, escapa de esa
fiscalización a través de los procedimientos más diversos. Desde el claro y diáfano
de excluir determinadas categorías de actos al sinuoso y taimado de crear una serie
de obstáculos, antes de llegar a la revisión jurisdiccional, con la esperanza de que el
recurrente tropiece en alguno de ellos.‖16
Sin embargo, en la actualidad, en los países democráticos, no es discutido ni
discutible que los gobernados posean el derecho a una tutela judicial17 accediendo a
los Tribunales de Justicia para impugnar jurisdiccionalmente los actos de la
administración pública que contravienen la Constitución y las Leyes. La problemática
actual se enfoca en el perfeccionamiento de los sistemas de control. La temática del
presente trabajo no comprende todas y cada una de las formas de impugnación
jurisdiccional derivadas de la reacción de los administrados ante la arbitrariedad de
14
Jesús González Pérez, Nuevos Sistemas de Control de la Administración Pública, Revista Española de Derecho
Administrativo, Numero 22, Editorial Civitas, Madrid, 1979
15
El termino justicia administrativa es un vocablo que se puede utilizar en sentido propio, entendiéndolo como el
generó que comprende todos los instrumentos jurídicos que en los diversos ordenamientos se han establecido
para la tutela de los derechos subjetivos y de los intereses legítimos de los administrados, es decir, recursos
internos, Obudsman, leyes de procedimiento administrativo, y finalmente la jurisdicción contencioso
administrativa que evidentemente posee el mas elevado grado de eficacia en la protección contra las autoridades
administrativas.
16
Jesús González Pérez, Los Recursos Administrativos, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 1969.
17
José Bermejo Vera, La tutela judicial del Administrado, Revista Española de Derecho Administrativo, Numero
35, Editorial Civitas, Madrid, 1982
26
los Poderes Públicos, se reduce única y exclusivamente al control de la legalidad, a
través de los procesos Contencioso Administrativos, en una porción del planeta
tierra: El Salvador.
ESTADO DE DERECHO Y EL CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
Una de las aspiraciones culturales y políticas de los pueblos modernos ha sido el
establecimiento, práctica y vivencia de un Estado de Derecho, y más cerca de
nuestros días para otros de un Estado Social de Derecho 18 o Estado Bienestar19.
Ambos parten del supuesto de la dignidad de la persona humana y del
reconocimiento de una serie de derechos y prerrogativas inherentes a su calidad de
tal. La toma en consideración de estos derechos, constituyen en la actualidad,
características irrenunciables para el ejercicio legítimo del Poder20.
En el marco del gobierno democrático, se plantea la necesidad de encontrar formas y
mecanismos que obliguen a nuestros gobernados a rendir cuentas. Ello supone
someterlos a rigurosos procesos de control en relación con el manejo y evaluación
de la gestión de los negocios y las políticas públicas21.
Como bien lo ha puesto de manifiesto el profesor García de Enterria, la idea de
Estado de Derecho no es siquiera concebible sin la existencia de un sistema eficaz
de justicia administrativa, en efecto, los principios en que el Estado de Derecho se
asienta se apoyan en la idea de libertad y en los derechos humanos, repudiando a
limine cualquier interpretación que ostente dejar libre la arbitrariedad de la
Administración o que consideren de manera sistemática que los intereses gestores
18
Eduardo García de Enterria, Los Fundamentos Constitucionales del Estado, Revista Española de Derecho
Constitucional, Numero 52, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1998, Pág. 31
19
Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, Parte General, Tomo I, Fundación de Derecho
Administrativo, Buenos Aires, 2000, Pág. 43
20
Dirk Ehlers, La Protección de los Derechos Fundamentales en Europa, Revista Española de Derecho
Constitucional, Numero 77, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2006, Pág. 27
21
Alex Solís, Reyes sin Corona Rendición de Cuentas y Evaluación de Resultados, Impresión Grafica del Este,
San José, 2002, Págs. 31
27
de ésta son superiores a las determinaciones legales y a la libertad. Es por esto, que
actualmente en el mundo, podemos diferenciar dos tipos de estados, unos
respetuosos del imperio de la ley y otros que por el contrario no han logrado llegar a
este estado de cosas22.
No obstante lo expresado, en la actualidad, podemos observar que casi de manera
invariable, todos los estados se autoproclaman respetuosos de las normas que los
rigen, así como cumplidores de los diferentes tratados internacionales. Hasta en los
regimenes despóticos que ejercen el poder de manera forzosa y violenta, procuran
convencer a la ciudadanía que sus actuaciones se desarrollan dentro de un marco
legal
concreto,
justificándose,
mediante
elecciones,
referéndums,
u
otros
mecanismos similares, que les otorgue legitimidad. La problemática nace, de la
situación que no basta que los habitantes de un Estado elijan sus lideres mediante
mecanismos democráticos, ya que la realidad nos demuestra, que aun siendo
indispensable, no es suficiente, puesto que con ello no se logra que el Estado se
someta al imperio de la ley. El Estado de Derecho se reconoce por hechos y
realidades, no por textos normativos.
Seria ingenuo discurrir que el despotismo solo puede venir bajo la forma de una
monarquía absoluta, al contrario la historia nos enseña que también proviene de las
denominadas ―democracias absolutas‖ o ―sin límites‖, siendo por eso necesario una
relación íntima entre la democracia representativa como titulo de legitimidad para
gobernar y el imperio de la ley, ya que la falta de la ultima o su debilidad puede
socavar gradualmente a la primera, pudiendo eventualmente destruirla 23.
Y es que el problema resulta, tal como hace varias centurias lo proclamo Charles
Louis de Secondat, Barón de Montesquieu, que existe una eterna tendencia a que
22
Eduardo Mayora Alvarado, El Imperio del Derecho y El Contencioso Administrativo, Editorial Artemis
Edinter, Guatemala, 2005, Pág. 21
23
Ernest Wolfgang Bockenforde, Estudios sobre el Estado de Derecho y la Democracia, Editorial Trotta, Madrid,
2000, Pág. 22
28
todo hombre investido de poder, tiende a abusar de él; y lo hace, hasta que
encuentra limites24.
Por ello para la vigencia de la democracia destaca, la posibilidad del ciudadano de
controlar el ejercicio del poder, que es el elemento fundamental para garantizar
cualquier equilibrio que pueda establecerse entre los poderes y prerrogativas de la
Administración del Estado y los derechos ciudadanos; pues, en definitiva, solo
controlando al poder es que puede haber transparencia administrativa en el ejercicio
del gobierno, y rendición de cuentas por parte de los gobernantes; solo controlando
el Poder es que se puede asegurar un gobierno sometido a la Constitución y las
leyes, es decir, un Estado de derecho y la garantía del principio de legalidad; solo
controlando el poder es que puede haber un efectivo acceso a la justicia de manera
que esta puede funcionar con efectiva autonomía e independencia; y sólo
controlando al poder es que puede haber real y efectiva garantía de respeto a los
derechos humanos. De lo anterior resulta por tanto, que sólo cuando existe un
sistema de control efectivo del Poder es que puede haber democracia, y solo en esta
es que los ciudadanos pueden encontrar asegurados sus derechos debidamente
equilibrados con los poderes Públicos25.
Por ello, precisamente, es que en el mundo contemporáneo, la democracia no sólo
se define como el gobierno del pueblo mediante representantes elegidos, sino
además y por sobre todo, como un gobierno sometido a controles, y no sólo por parte
del Poder mismo, conforme al principio de la separación de los poderes del Estado,
sino por parte del pueblo mismo, es decir, de los ciudadanos, individual y
colectivamente considerados26.
24
Montesquieu, Del Espíritu de las Leyes, Editorial Porrúa, México, 1982, Pág. 103
Allan Brewer-Carias, El Derecho Administrativo y El Derecho a la Democracia: Una nueva perspectiva para el
necesario equilibrio entre los poderes de la Administración y los derechos del administratrado, Nueva York,
2009, Pág. 10
26
Allan Brewer-Carias, El Derecho Administrativo y El Derecho a la Democracia: Una nueva perspectiva para el
necesario equilibrio entre los poderes de la Administración y los derechos del administratrado, Nueva York,
2009, Pág. 10
25
29
Al pregonarse la sumisión y la obediencia de los principios que conforman el Estado
de Derecho, pero no instaurándose las instituciones y técnicas necesarias para
hacerlas una realidad operativa, se produce una tensión social y política que impide y
dificulta la actividad normal y positiva del Estado27. Por ello, siguiendo a Otto Mayer,
pensamos que el Estado de Derecho es ―el Estado del Derecho administrativo bien
ordenado‖, en el cual las instituciones respectivas consiguen el control de las
diferentes Administraciones estatales, al conferirse a los ciudadanos el poder de
hacer todos sus derechos efectivos en nombre de la ley28.
La ley, desde la perspectiva del Estado de Derecho, constituye una garantía de
previsibilidad, ecuanimidad y estabilidad. Es, desde el punto de vista material,
programa, y desde el formal, orden procedimental. En ella se formulan soluciones
para supuestos de colisión entre los intereses públicos, y se configuran los medios
para la persecución de intereses públicos29.
Podemos
ver
entonces
una
determina
ordenación
entre
la
relación
ley,
Administración e individuo, y es en el sentido que la Administración no puede
intervenir en la esfera de la libertad del individuo, ni en contra de una ley(contra
legem), ni sin una base legal(praeter o ultra legem). Se observa que el concepto de
ley tiene un significado central para el diseño y concreción ulterior del concepto de
Estado de derecho, convirtiéndose en su eje central 30.
Lo determinante dentro del Estado de Derecho o Social de Derecho, consiste en el
sometimiento incondicional al principio de legalidad, en virtud del cual todos y cada
uno de los actos de la Administración Pública deben tener como antecedente
27
Horacio Ricardo González, Estado de no Derecho, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2007, Pág. 229
Otto Mayer, Deutshes Verwaltungsrecht I, Munchen-Leipzig, 1924, Pág. 58
29
Eberhard Schmidt-Assmann, La Teoría General del Derecho Administrativo como Sistema, Instituto de
Administración Publica, Marcial Pons, Madrid, 2003, Pág.92
30
Ernest Wolfgang Bockenforde, Estudios sobre el Estado de Derecho y la Democracia, Editorial Trotta, Madrid,
2000, Pág. 29
28
30
necesario e indispensable que los legitima un acto regla 31( Ley), proveniente del
Poder Legislativo, en quien reside la voluntad popular. La juricidad depende
esencialmente en que las actuaciones del Poder Público se conforman con la ley 32.
Dentro de la base central del principio de Estado de Derecho, la primacía de la ley
incluye la superioridad de las leyes del poder legislativo sobre las demás normas
jurídicas de rango inferior, así como de los demás actos jurídicos33.
Los titulares de los Organos de la Administración, en esta concepción del Estado, en
sus actividades deben consultar y acomodarse únicamente a los textos legales. Debe
existir en todo caso, según las elocuentes frases de Don Agustín Gordillo, una
predeterminación de la conducta administrativa como requisito de validez.
El cumplimiento de la legalidad involucra para los Funcionarios el respeto y
consideración de los administrados y la calificación del Régimen Político como
Democrático.
Los regímenes que se apartaban del principio de legalidad son evaluados y
señalados de despóticos y tiranos. Hasta el momento hemos reseñado el Estado de
Derecho calificado por algunos de burgués y por otros de Estado de Derecho
legalista, donde se procura la observancia de la ley, como expresión de la voluntad
popular, pero que estima que los preceptos constitucionales son normas
programáticas, que proclaman los anhelos e ideales de los pueblos, pero que
carecen de obligatoriedad y exigibilidad, faltándoles el elemento esencial que
acompaña a toda norma de derecho: La coercibilidad.
31
Jaime Vidal Perdomo, Derecho Constitucional General e Instituciones Políticas Colombianas, Editorial Legis,
Bogotá, 2005, Pág. 58 y sigs..
32
María José Viana Cleves, El Principio de Confianza Legítima en Derecho Administrativo Colombiano,
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007, Pág. 111 y sigs.
33
Albrecht Weber, Principio de Estado de Derecho como principio Constitucional Europeo, Revista Española de
Derecho Constitucional, Numero 84, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008, Pág.49
31
Para que la normativa constitucional adquiriese eficacia y vocación de cumplimiento
resultaba ineludible su desarrollo a través de la Legislación Secundaria. De lo
contrario se queda como un principio jurídico sin valor normativo per se. El Derecho
vigente y positivo se localizaba en la Ley. Con mucha razón se dijo que el Estado de
Derecho identifica el Derecho con la Ley o con las normas dictadas en función de
una Ley.
Estas ideas reflejan la situación tradicional del Sistema Jurídico Salvadoreño que
campeó hasta los primeros años de la década de los noventa en que los
Funcionarios del Poder Ejecutivo y Jueces centraban sus actuaciones dentro del
marco de la Ley. Lo que la Ley dictaba se estimaba incontrovertible.
Sin embargo, ésta forma de entender y manejar los fenómenos jurídicos cambió
radicalmente, el Estado Salvadoreño pasa por el tránsito del Estado de Derecho o
Estado Social de Derecho tradicional al Estado Constitucional de Derecho, en el
que el cumplimiento de la norma constitucional aparece el centro de gravedad 34. En
el Estado Constitucional de Derecho la primacía de la Constitución sobre las demás
normas que conforman el Ordenamiento Jurídico tiene carácter indiscutido e
indiscutible. La obra ―La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional‖ del
destacado Español, Don Eduardo García de Enterría35 contribuyo sensiblemente a
este estado de cosas.
En el Sistema Jurídico resultante del Estado Constitucional de Derecho, los
preceptos constitucionales contienen verdaderas normas de derecho de operatividad
inmediata, que no requieren preceptos legales que los desarrollen y complementen 36.
La exigibilidad de la normativa constitucional surge de pleno derecho después de su
34
Peter Häberle, El Estado Constitucional, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma de
México, México, 2001, Pág. 3
35
Eduardo García de Enterría, La Constitución como Norma y El tribunal Constitucional, Editorial Civitas,
Madrid, 1985
36
Álvaro Magaña, Valor de la Constitución como Norma Jurídica y la Figura del Profesor García de Enterría,
Revista Justicia de Paz, Numero 9, San Salvador, 2001, Pág. 1
32
proclamación y todas las personas jurídicas, incluyendo Estado, Municipios y Entes
descentralizados le deben observancia.
La constitución según expresa Luigi Ferrajoli constituye la esfera de lo no decidible el
―que cosa‖ no es lícito decidir (o no decidir), es decir lo que se ha convenido sustraer
a la voluntad de la mayoría, que esencialmente comprende la tutela de los derechos
fundamentales y la sujeción de poderes públicos a la ley37.
La Constitución es la ley Superior, la Norma fundamental y la fundamentadora del
ordenamiento jurídico38. El Sistema constitucional produce un desplazamiento, como
clave de la construcción jurídica, del principio de legalidad al principio de
constitucionalidad39.
El derecho administrativo se presenta entonces, dentro de un Estado Constitucional
de derecho como el punto de equilibrio entre el poder (entendido éste como el
conjunto de atribuciones y potestades que tienen las instituciones y autoridades
públicas, dentro del marco de la legalidad y constitucionalidad), y la libertad
(entendida ésta como los derechos y garantías que tiene el ciudadano para convivir
en paz, justicia y democracia)40. En este orden de ideas el derecho administrativo es
ante y por sobre todo un derecho democrático y de la democracia, y su manifestación
está íntimamente vinculada a la voluntad general (soberanía) de la cual emana.
No obstante, puede decirse que el derecho administrativo encierra en su seno una
oposición aparentemente irreductible que le hace ofrecerse como un hipócrita
personaje de doble faz: de una parte, un conjunto de prerrogativas que sitúan a la
administración en un plano de desigualdad y favor en sus relaciones con los
37
Luigi Ferrajoli, Democracia y Garantismo, Editorial Trotta, Madrid, 2008
Rafael Gómez-Ferrer Morant, Incidencia de la Constitución sobre el Derecho Administrativo, Revista de
Administración Publica, Numero 150, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999, Pág. 163
39
Rafael Gómez-Ferrer Morant, Incidencia de la Constitución sobre el Derecho Administrativo, Revista de
Administración Publica, Numero 150, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999, Pág. 163
40
José Roberto Dromi Casas, Proceso Administrativo: Perspectiva, Revista de Administración Publica, Numero
88, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1978, Pág.252
38
33
particulares; de otra parte, la más acabada instrumentación técnica del Estado
liberal‖41. En este sentido el derecho administrativo siempre se ha explicado por la
ponderación de esos dos conceptos contrapuestos: prerrogativas administrativas y
garantías del administrado, de manera que, como dijo Marcel Waline, por una parte
se evite el inmovilismo y la impotencia, y por la otra, la tiranía42.
El Estado de Derecho implica, ante todo pues, la necesaria sumisión de todas las
actuaciones del los órganos del Estado al ordenamiento jurídico, compuesto como
hemos dicho por la Constitución, leyes, reglamento y demás normas de autoridades
competentes. Pero esta idea del Estado de Derecho implica, la indispensable
previsión de garantías de control a los efectos de asegurar la sumisión de los
órganos del Estado al Derecho, para cuyo efecto se ha desarrollado y estructurado
una instancia denominada Jurisdicción Contencioso Administrativo43.
La Jurisdicción contencioso administrativa es la explicación jurídica y racional de
cómo el hombre ha podido crear mecanismos de defensa de sus derechos subjetivos
e intereses legítimos frente al ejercicio arbitrario del poder público, y sin el cual no
puede existir Estado de Derecho44.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
EN EL SALVADOR
El Contencioso Administrativo surgió tardíamente en El Salvador, lo que indica su
lento y pobre desarrollo institucional y político. Sus albores, bien se sabe, se iniciaron
41
Fernando Garrido Falla, Sobre el Derecho Administrativo, Revista de Administración Pública, Numero 7,
Instituto de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1952, Pág. 223
42
Marcel Waline, Droit administratif, 1963, Pág. 4
43
Albrecht Weber, Principio de Estado de Derecho como principio Constitucional Europeo, Revista Española de
Derecho Constitucional, Numero 84, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008, Pág.51
44
Rolando Pantoja Bauzá, Derecho Administrativo Chileno, Editorial Porrúa, México, 2007, Pág. 393
34
en la Francia Napoleónica45 a principios del Siglo XIX, y sin embargo en El Salvador
es una institución reciente, de poco más de treinta años de existencia, con la
salvedad de que en sus primeros años que van de 1979 a 1992, debido a la guerra
civil que se padeció, su crecimiento y desenvolvimiento fue menos que discreto.
Resultaba sumamente difícil, si no imposible, rescatar en procesos judiciales el
cumplimiento de la Ley en momentos en que reinaban las bombas y las balas. Desde
los acuerdos de paz en el año 1992 el Contencioso Administrativo salvadoreño ha
despegado y logrado un grado significativo de florecimiento, consolidándose como
una Institución que coadyuva significativamente a la conformación de un Estado de
Derecho, aún cuando el camino por recorrer sea todavía largo y lleno de obstáculos.
En El Salvador, la búsqueda de proteger jurisdiccionalmente a los gobernados contra
los excesos de poder de las autoridades estatales, culmina el primero de enero de
1979 cuando se produce un acontecimiento de gran trascendencia histórica jurídica:
adquirió vigencia la “Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa”, por
medio del Decreto Legislativo número 81 del 14 de noviembre de 1978, que
constituye la verdadera coronación en la consolidación de un Estado de Derecho 46, y
que ha sido calificado por la comunidad jurídica de este país, como el más relevante
hito en el derecho Público Salvadoreño en el siglo pasado47.
Debe mencionarse que siendo el Contencioso Administrativo un instrumento técnicojurídico, desconocido en esas épocas por los políticos y ciudadanos de aquel
entonces, no existía la conciencia y presión política apropiada
para su
45
Eduardo García de Enterría, La Formación y el Desarrollo en Europa de la jurisdicción contenciosoadministrativa. Su adquisición definitiva de un status de jurisdicción plena y efectiva, Revista de Administración
Pública, Numero 179, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2009, Pág. 168 y 173
46
Los componentes generalmente aceptados que constituyen las exigencias básicas e indispensables del Estado
de Derecho son cuatro: el imperio de la ley, la división de poderes, el control de la Administración y el
reconocimiento de libertades y derechos fundamentales, tales elementos se encuentran estrechamente vinculados
al desarrollo del Estado liberal burgués, subsumido en los primeros Estados constitucionales; de ahí que algunas
de las características señaladas aparecen desde los inicios, en las Declaraciones de Derechos del Hombre y del
Ciudadano Francesas de 1789 y 1783 así como en las Constituciones de algunos estados de la Unión Americana.
47
Humberto Guillermo Cuestas, Separata de la Revista Judicial, Quince Años de Jurisdicción Contencioso
Administrativo, Publicación de la Corte Suprema de Justicia, San Salvador, 1996.
35
establecimiento y los titulares del Poder Ejecutivo se encontraban muy cómodos sin
someterse a ningún sistema de control de la legalidad. El Salvador no practicó la
democracia y menos pudo considerarse como un Estado de Derecho hasta el año
1992 en que se celebraron los Acuerdos de Paz48.
Los antecedentes y orígenes más remotos de esta ley en El Salvador, demuestran
que no siempre existió un consenso sobre el modelo de Control Administrativo a
tomar, debido a las diferentes interpretaciones constitucionales que diferentes
corrientes del pensamiento jurídico debatían en ese momento, postergándose
indefinidamente su emisión.
A lo largo de la historia se han configurado tres grandes sistemas de control 49
jurisdiccional del accionar de las Administraciones Públicas, tales son: el Anglosajón
o Rule of Law; el Francés o de Consejo de Estado (Droit Administratif) y el
Judicialista Especializado50. En El Salvador se torna necesario en las exposiciones
de la historia de los antecedentes del Contencioso-Administrativo distinguir las
fuentes que dieron origen a los principios y normas que constituyen el sistema de
control actual, para estudiar su evolución, mejorando su aplicación.
Históricamente
el
Estado
de
Derecho
debe
su
nacimiento
a
diferentes
acontecimientos, entre ellos, el constitucionalismo de los Estados Unidos, la
Revolución francesa y la Declaración de los derechos del Hombre y el ciudadano en
el siglo XVIII51, con antecedentes en la Carta Magna y el Bill of Rights, entre otras,
48
El dieciséis de enero de 1992, se acuerda en ceremonia solemne en el Castillo de Chapultepec de la ciudad de
México, D.F. la firma de los Acuerdos de Paz por parte del gobierno de El Salvador bajo la Presidencia de Don
Félix Alfredo Cristiani Burkard y el Frente Farabundo Martí para Liberación Nacional, este acuerdo se da con la
presencia de numerosos Jefes de Estado y del entonces nuevo Secretario General de las Naciones Unidas,
Boutros Boutros Ghali, evento que pone fin de manera oficial al conflicto armado que dura mas de una década y
que costo más de 75,000 victimas Salvadoreñas.
49
Para un análisis comparativo ver J. Barnés Vásquez (coordinador) La Justicia Administrativa en el Derecho
Comparado, Editorial Civitas, Madrid,1993
50
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, El Salvador, 2001, Pág. 5
51
Christine Fauré, Las Declaraciones de los Derechos del Hombre de 1789, Comisión Nacional de Derecho
Humanos, Fondo de Cultura Económica, México, 1995
36
pasando de esta forma del arbitrario gobierno de los hombres al racional gobierno de
las leyes.
En los países cuyo derecho público desciende y tiene sus raíces en Francia, la
Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano,
tienen especial relevancia ya que esos eventos marcaron la separación ideológica
con el Antiguo régimen52, estableciendo limites al ejercicio del poder y
salvaguardando los derechos de los administrados, mediante un control jurisdiccional
de los actos de la Administración Pública.
Como resultado tenemos que la justicia administrativa como institución y como
técnica es un producto directo e inequívoco de la Revolución Francesa 53, que acoge
la plena cobertura institucional de uno de los principios básicos que, con base a
Locke, había enunciado sobre todo Rousseau. Se trata de instaurar, en los términos
explícitos de Rousseau ―una forma de gobierno que ponga a la ley por encima del
hombre‖
El denominado sistema francés, toma su rumbo innovador gracias a la peculiar
interpretación de la división de poderes, que apartándose de la concepción clásica
inspirada por Carlos Maria de Secondant, Barón de Montesquieu 54, es adoptada por
la Ley 16/24 de Agosto de 1790 que prohibió bajo pena de prevaricato a los
funcionarios judiciales intervenir bajo ningún concepto en los asuntos propios de la
Administración. La normativa fue motivada por la desconfianza existente hacia los
tribunales judiciales o parlamentos, derivada de prejuicios políticos más que por
fundamentos jurídicos, y lleva al desenlace de fragmentar el Poder Ejecutivo, en una
Administración Activa y otra Contenciosa, ésta última encomendada al Conseil
52
El “ancién regimen” es la denominación que se otorga al tiempo de las monarquías absolutas, alcanzando
hegemonía con Luis XIV que con su celebre frase “L´Etat c´est moi” encarna al Estado confiriéndosele un poder
omnímodo al Rey.
53
Eduardo García de Enterría, La Justicia Administrativa en el cambio de Siglo, Colección Fundap, México
2003.
54
Montesquieu, Del Espíritu de las Leyes, Editorial Porrúa, México, 1982, Pág. 202 y sigs
37
d`Estat55, creado por la Constitución Napoleónica VIII que nace inicialmente con
funciones meramente consultivas, Justicia Retenida56 y que con el tiempo obtiene
una verdadera independencia, así como poderes vinculantes para resolver conflictos,
Justicia delegada57. Este sistema se apoya en el principio ―Juger l´Administration
c´est encore administrer‖, Juzgar a la Administración es también administrar, que
impulsa el nacimiento jurisprudencial del recurso de exceso de Poder 58, que por mas
de un siglo fue el paradigma a seguir por la mayoría de ordenamientos Jurídicos.
En términos generales puede decirse que la esencia de este sistema radica, desde el
punto de vista funcional, en la creación y puesta en marcha de una jurisdicción
especial dentro del órgano Ejecutivo que conoce y resuelve las controversias entre la
administración
y los administrados bajo
principios, normas y reglas que
objetivamente se conocen como derecho Administrativo creación que se origina vía
pretoriana o jurisprudencial por el mismo Conseil d´Etat.
El segundo de estos sistemas, es el llamado Judicialista Especializado, que se
configura por la inclusión de una jurisdicción especializada dentro del Poder Judicial,
conservando así la unidad de jurisdicción; este modelo es adoptado en España por la
Constitución Española de Cádiz59 de 1812, manteniéndose esta configuración de
55
Las disposiciones que crearon al Consejo de Estado francés, están contenidas en las leyes expedidas por la
Asamblea Nacional Revolucionaria los días 6, 7-11 de octubre de 1790, y se complementan con el artículo 13 de
la diversa ley de 16-24 de agosto del mismo año 1790, de acuerdo con el cual: “Las funciones judiciales son
diversas y deben estar siempre separadas de las funciones administrativas. Los jueces no podrán, so pena de
violación de ley, entorpecer de cualquier manera, las actividades de los organismos administrativos, ni citar ante
sí a los funcionarios administrativos, con motivo de sus funciones.
56
El termino jurisdicción retenida o justicia retenida, se refiere a la ejecutada por organismos situados dentro de
la esfera de la administración activa, que aunque estén dotados de cierta independencia funcional, sus decisiones
no son obligatorias, siendo necesario para esto una posterior homologación o reconocimiento por parte de las
autoridades de jerarquía, bajo este sistema nace el Consejo de Estado francés en 1790, hasta su reforma esencial
de 1872.
57
La jurisdicción delegada o justicia delegada alude a la configuración bajo la cual el órgano o tribunal
administrativo formula sus decisiones con carácter definitivo y obligatorio, debiendo estas decisiones ser
pronunciadas a nombre de la Administración, ya que pertenece a la misma.
58
Eduardo García de Enterría Contencioso- Administrativo objetivo y Contencioso Administrativo Subjetivo a
finales del Siglo XX. Una visión Histórica y Comparatista, Revista Española de Administración Pública, Numero
152, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000.
59
Juan Ramón Fernández Torres, La formación histórica de la jurisdicción Contencioso Administrativa, Editorial
Civitas, Madrid, 1998; Jesús González Pérez, Evolución de la Legislación Contencioso Administrativa, Revista
38
manera casi invariable hasta la fecha; se acoge este sistema también en
ordenamientos como el Alemán 60, que en definitiva influyeron decisivamente en
diferentes países Iberoamericanos61 que lo adoptaron también. Los tribunales se
conforman de Jueces con conocimientos especializados en Derecho Administrativo,
que pertenecen al Poder Judicial y que conocen exclusivamente las impugnaciones
de los actos de la Administración Pública fundadas en el Derecho Administrativo,
proclamándose la proscripción general de ejercer funciones jurisdiccionales a los
órganos de la Administración Pública.
Con todo cabe decir que tanto el sistema judicialista especializado como en el ―Droit
Administratif‖ la especialización de su justicia se fundamenta en que el gobierno y
sus funcionarios poseen
todo un conjunto de derechos especiales, privilegios y
prerrogativas, cuya naturaleza y extensión se cimienta en principios distintos de los
que regulan las relaciones entre un particular y otro, que acarrea la situación que los
tribunales ordinarios no posean competencia para conocer y decidir las cuestiones
relativas a actos administrativos o a cualquiera materias en que la administración
intervenga como Poder Público.
Finalmente, el ultimo de estos tres sistemas denominado modelo Rule of Law se
configura como judicialista, ya que no obstante avances progresivos, existe una
intervención dominante de los organismos judiciales ordinarios en la resolución de
controversias administrativas, principios que han sido trasladados con pequeñas
variantes a los demás ordenamientos pertenecientes al common law, llevando a los
particulares a que impugnen las actividades de las autoridades administrativas en
tribunales tradicionales y bajo reglas del derecho común, razón que lleva a ilustres
Española de Administración Pública, Numero 150, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid,
1999.
60
Santiago González-Varas Ibáñez, La Jurisdicción Contencioso Administrativa en Alemania, Editorial Civitas,
Madrid, 1993.
61
La cercanía de Iberoamérica en determinadas épocas con España, han generado una indiscutible influencia de
esta ultima sobre toda Iberoamérica, es por eso que casi invariablemente en los países de la región impera el
principio judicialista, sistema que adopta España con excepción a las épocas en que el sistema francés ejerce
también su influencia sobre España, en el año de 1858 donde se establece el Consejo de Estado Español,
suprimido posteriormente para restablecerse nuevamente el principio judicialista que impera en la actualidad.
39
doctrinarios británicos como A.V Dicey62 a expresar a finales del siglo pasado que el
denominado Administrative law, es totalmente desconocido para gran parte de
comunidad jurídica de esa región.
Es por esto que en contraposición a las connotaciones anteriores propias del
Derecho Administrativo, Dicey opone el sistema del Rule of Law o ―imperio de la
Ley‖, basándose en tres principios fundamentales63, comenzando por la absoluta
supremacía del derecho común, en oposición a toda suerte de poderes arbitrarios, de
prerrogativas, privilegios e inclusive de facultades discrecionales por parte de las
autoridades; en segundo lugar la igual sumisión o sometimiento de todas las clases
o estamentos, incluidos los funcionarios, al derecho común del país, y a los
Tribunales ordinarios; y finalmente la tesis de que el Derecho constitucional inglés no
constituye la fuente, sino la consecuencia o resultante de los derechos del individuo,
tal como han sido precisados y aplicados por los tribunales.
No obstante dejando de momento a un lado el sistema anglosajón o Rule of law,
tanto el sistema Francés y Judicialista Especializado han demostrado a lo largo del
tiempo un grado respetable de perfección en la tarea de controlar las actividades
irregulares de la administración pública, logrando un prestigio mundial, circunstancia
que ha llevado a diversos países a incorporarlos a su sistema institucional jurídico.
El diferente encuadramiento de los órganos de la justicia administrativa ya sea en el
Poder Ejecutivo ó Judicial, no es determinante ni decisivo en orden a una aceptable
justicia administrativa. La esencia del problema en la estructuración de los tribunales
administrativos, estriba en que los mismos dispongan de las cualidades siguientes: a)
independencia é imparcialidad64 de los juzgadores; b) especialización de los
62
Sobre las principales ideas expuestas por Dicey: Rolando Pantoja Bauza, El Derecho Administrativo
(Clasicismo y Modernidad), Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1994, Págs. 24-28.
63
Jorge Vélez García, Los Dos Sistemas del Derecho Administrativo, Ensayo de Derecho Público Comparado,
Institución Universitaria Sergio Arboleda, Santa fe de Bogotá, 1996.
64
De conformidad al Séptimo Congreso de Naciones Unidas Sobre la Prevención del Delito y Tratamiento del
Delincuente celebrada en Milán, Italia, del 26 de agosto al 6 de septiembre de 1985, El Salvador ratifica los
40
Tribunales y sus integrantes en la materia a juzgar, Derecho Administrativo 65. Si
concurren las cualidades expuestas tanto el sistema Francés como el Judicialista
Especializado, aseguran y llevan a alcanzar un nivel aceptable de justicia
administrativa.
Para que un país tome la decisión de adoptar el sistema Francés o el Judicialista
Especializado, deben de tomarse en consideración determinadas realidades
sociológico políticas como sería su tradición democrática con especial acento en la
Administración Pública. Países como El Salvador en que las calificaciones del Poder
Ejecutivo en cuanto al respeto de los derechos y garantías de los ciudadanos han
sido de reprobación y censura, en que así mismo la estructura del Poder Judicial ha
sido débil y de sumisión a la Administración Pública, no funcionando el sistema de
frenos y contrapesos de la división de poderes, la desconfianza hacia todo lo que
provenga de los principales protagonistas de la arbitrariedad, la Administración
Pública, no deja de aflorar y de inclinar la balanza en orden a que sea el Poder
Judicial, al que se le confíe el control jurisdiccional de los actos de la Administración.
En El Salvador la controversia sobre el modelo de control jurisdiccional sobre la
actividad administrativa no escapó a profundos cuestionamientos y discusiones,
varias constituciones establecían el mandato imperativo de crear un tribunal
Contencioso Administrativo, pero como antes se advirtió, las discrepancias entre
interpretaciones de sectores jurídicos y políticos, que no fueron frecuentes y mucho
menos profundos, evitaron su instauración.
Cuatro Constituciones Salvadoreñas66 ordenaron la creación de tan necesario
tribunal, la de 182467, 193968 y 195069, pero fue bajo la vigencia de la de 1962, que
principios básicos y recomendaciones sobre la independencia del Poder Judicial (Principios de Milán), que han
ayudado a garantizar y promover la independencia de la Judicatura.
65
Jorge Vélez García, Los Dos Sistemas del Derecho Administrativo, Ensayo de Derecho Público Comparado,
Institución Universitaria Sergio Arboleda, Santa fe de Bogotá, 1996, Pág. 12-15
66
En casi dos siglos de existencia de la República de El Salvador como Estado independiente, se han contado con
tres constituciones federales, una como Estado miembro de la primera Federación y doce como Estado Unitario.
41
se emitió la ―Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa‖, por medio del
Decreto 81 del 14 de noviembre de 1978, estableciendo en su articulo primero de la
ley, que se erige la jurisdicción contenciosos Administrativo como atribución de la
Corte Suprema de Justicia, otorgándosele la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo
juzgado en esta materia a la Sala de lo Contencioso Administrativo.
La demora en decretar una Ley que regulara el proceso Contencioso Administrativo
se prolongó por más de un siglo y medio desde la primera Constitución, la de 182470
proclamada por la Asamblea Nacional Constituyente el 12 de julio del mismo año,
que estableció en el Articulo 29 numeral décimo tercero como atribución propia del
Congreso, la de erigir los establecimientos, corporaciones, tribunales inferiores y
demás que considere convenientes, al mayor orden de justicia, economía, instrucción
pública y otros ramos de la Administración‖. Cabe resaltar que la redacción del
artículo 29 no utiliza los vocablos ―jurisdicción contencioso administrativa‖ o
―jurisdicción Administrativa‖ que universalmente utiliza la doctrina y el derecho
comparado para denominar este tipo de potestad especializada.
67
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
68
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
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Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
70
Esta primera Constitución pertenece a Las Provincias Unidas del Centro América que constituyeron una
República Federal que existió en América Central desde 1823 al 1839, la Federación estaba formada por cinco
Estados: Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, dictándose tres constituciones bajo su
formación, que posteriormente en los años de 1838 se le adiciono un sexto Estado, Los Altos con capital en la
ciudad de Quetzaltenango, con los territorios del occidente de Guatemala. Entre los años de 1838 y 1840, la
Federación entró en un periodo de guerra civil, siendo el primer Estado en separarse Nicaragua, en 1838, y poco
después le siguieron Honduras y Costa Rica. Guatemala se separó en 1839 y absorbió al Estado de Los Altos.
Para fines de 1839 la Federación había dejado de existir.
42
Las constituciones posteriores de 184171, 186472, 187173, 187274, 188075, 188376,
188677 olvidaron el tema. No fue sino hasta que la Constitución de 1939 nuevamente
aborda la temática, en su Articulo 77 ordinal 17, disponiendo como atribución de la
Asamblea Nacional, la de ―erigir jurisdicciones y establecer en ellas funcionarios que,
a nombre de la República conozcan, juzguen y sentencien toda clase de causas o
negocios civiles y criminales a propuesta de la Corte Suprema de Justicia; y, a
propuesta del Poder Ejecutivo, para que conozcan, juzguen y sentencien en toda
clase de asuntos administrativos‖, sugiriendo o dando a entender, la adopción del
sistema francés de Conseil d´Estat, es decir la creación de un órgano jurisdiccional
enmarcado dentro del Poder Ejecutivo.
Para la elaboración de la constitución de 195078, la más importante en la historia
constitucional salvadoreña, los distinguidos jurisconsultos Salvadoreños entre ellos
71
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
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Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
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República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
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República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
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Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
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Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
77
Una de las más trascendentales Constituciones Salvadoreñas es la Constitución de 1886 cuyo fundamento
proviene de la filosofía liberal tanto político, económico y social, esta prepara el camino para el desarrollo de la
propiedad privada como uno de los derechos individuales más importantes suprimiendo las formas de propiedad
social que se habían producido cinco años antes, cuando se dan las leyes de extinción de Ejidos y Comunidades
Indígenas, preparando el terreno para la protección y desarrollo de la propiedad individual.
78
La Constitución de 1950, la más importante de las Constituciones que han regido a El Salvador, se configura
como una Constitución de carácter social y democrática que respondía a las ideas del un Constitucionalismo
Social, fundamento del Estado Bienestar o Estado Providencia (Welfare State), reconoce la propiedad privada en
función social, la justicia social, la libertad económica en lo que no se oponga al interés social, la seguridad
social; el trabajo como función social, etc., fundamentándose muchas de las Instituciones sociales en los
principios de dicha Constitución.
43
los Doctores David Rosales h., Héctor Enrique Jiménez, Mauricio Guzmán y
Fernando Basilio Castellanos elaboraron y propusieron un anteproyecto de
Constitución, que disponía la implantación del sistema Francés, en relación a la
organización de tribunales administrativos, en su articulo 187. Los miembros del
tribunal en número de tres, proponía el anteproyecto, serían designados: uno por el
Poder Legislativo, otro por la Corte Suprema de Justicia y el tercero por el Presidente
de la República.
El Consejo de Estado, que así se le denominaba al tribunal, se organizaba en dos
salas o secciones, una con funciones jurisdiccionales que conocía en grado de
apelación de las sentencias pronunciadas por los tribunales inferiores, y otra, con
funciones meramente consultivas para asuntos de grave trascendencia nacional o de
política exterior del Estado salvadoreño.
La creación de un Consejo de Estado de esta naturaleza no fue aceptado por la
Asamblea Nacional Constituyente, siendo dicha propuesta de anteproyecto
desechada.
La Constitución de 1950 contempló y ordenó la creación de tribunales administrativos
en su articulo 46 ordinal 13 de la siguiente forma: ―Corresponde a la Asamblea
Legislativa: No. 13. Erigir jurisdicciones y establecer cargos a propuesta de la corte
Suprema de Justicia para que los funcionarios respectivos conozcan en toda clase
de causas criminales, civiles, mercantiles y laborales; y a propuesta del Poder
Ejecutivo para que conozcan en toda clase de asuntos administrativos‖. La
disposición transcrita difiere muy poco del articulo 77 ordinal 17 del la Constitución de
1939 y conserva la premisa que la jurisdicción para tratar asuntos de carácter
administrativos debe ser erigida a propuesta del Poder Ejecutivo, reiterando la
sugerencia que el sistema de control administrativo que se debería de adoptar sería
44
el modelo francés, interpretación compartida por un número considerable de juristas
distinguidos de la época79.
Nuevamente la falta del leguaje jurídico apropiado mantuvo en el limbo jurídico el
establecimiento de los Tribunales Administrativos ya que las opiniones respecto de
su estructura o ubicación dentro del marco constitucional se encontraban polarizadas
y divididas, sin un texto expreso que definiera inequívocamente la cuestión.
Para desventura del Estado Salvadoreño los imperativos constitucionales constituían
letra muerta, de tal forma que no existía una real y verdadera voluntad política para
crear Tribunales administrativos, no obstante las abundantes arbitrariedades de los
regímenes militares que detentaban el poder político desde 1931 hasta 1978.
Fue hasta el fin de la década de 197080, bajo la vigencia de la Constitución de 1962,
que el debate adquirió verdadera seriedad y relevancia, especialmente para despejar
la problemática constitucional consistente en determinar el poder dentro del cual
deberían enmarcarse los tribunales administrativos81.
La administración del Presidente Arturo Armando Molina, a través del Ministerio de
Justicia82, contrató los servicios del administrativista Doctor Oscar Gómez Campos 83
79
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
80
En la década señalada surge verdaderamente el debate, que no se limitó a determinar cuál debía ser el sistema
que convendría implantar en el país, sino también sobre cual tipo de tribunales se ceñía la Constitución de la
República vigente 1962.
81
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
82
El ya extinto Ministerio de Justicia constituyó uno de los mas grandes coordinadores sobre la discusión de la
implantación de la jurisdicción contencioso Administrativo, participando en estos debates representantes del
sector público: Corte Suprema de Justicia, Consejo Nacional de Planificación y Coordinación Económica y
Abogados independientes, entre otros, los mencionados participantes toman como documento de valor ilustrativo
el debate realizado en el Quinto Congreso Nacional de Derecho Procesal celebrado en México en marzo de 1972,
denominado “Unidad Jurisdiccional y Justicia Administrativa” de donde se desprendieron conclusiones que en lo
sucesivo serian importantes.
45
para que elaborara un anteproyecto de Ley Reguladora de la Jurisdicción
Contencioso Administrativa, sin fijarle líneas o criterios que orientaran su trabajo. El
Doctor Gómez Campos articuló un anteproyecto en que se proponía que se acogiera
el sistema francés en la organización de los tribunales administrativos, no sin
dotarlos de plena independencia é imparcialidad, formulando una distinción entre la
administración activa y la contenciosa. El anteproyecto fue desechado, pero tuvo la
virtud de aglutinar a los partidarios del sistema judicialista, dentro de los que se
encontraba el Dr. Francisco Armando Arias, entonces Presidente de la Corte
Suprema de Justicia. Esta circunstancia a nuestro parecer definió la controversia.
En Eventos como la Segunda comisión de la Convención Nacional de Abogados de
El Salvador84, se llega a consensos importantes sobre el sistema que establece
Articulo 47 en la Constitución Salvadoreña de 1962, concluyendo que los tribunales
que deben conocer sobre reclamaciones sobre la ilegalidad de las actuaciones de la
Administración Pública sujetas al derecho administrativo, se deberían enmarcar
dentro del Poder Judicial, distanciándose definitivamente del sistema francés.
Finalmente, como se señaló, la articulación e iniciativa del proyecto de ley de la
jurisdicción Contencioso-Administrativa, implicó un esfuerzo conjunto de la
Presidencia de la República por medio de Ministerio de Justicia y la Corte Suprema
de Justicia.
Las apreciaciones y sugerencias del Ministerio de Justicia, proponían inicialmente
que los Tribunales Administrativos, formaran parte de la estructura del Poder
83
El Doctor Oscar Gómez Campos elabora el primer proyecto de ley en esta materia denominado “Proyecto de
Ley Reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativo” en el cual se inclina por el sistema Francés, en
cuanto a que la ubicación del tribunal Contencioso Administrativo debe ser fuera del Poder Judicial, gozando de
la autonomía e independencia necesaria para resolver conflictos en esta materia.
84
En la Segunda Convención Nacional de Abogados se concluye y en consecuencia se formulan al Gobierno de
la República las siguientes recomendaciones en lo referente a la instauración de la Jurisdicción Administrativa: 1)
Debe erigirse la Jurisdicción Contencioso Administrativa en El Salvador 2) El Tribunal a quienes se encomienda
la Jurisdicción Contencioso Administrativo debe depender del Poder Judicial 3) Debe proclamarse una Ley
Reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativo. Dicho pronunciamiento consta en acta suscrita por los
Doctores Carlos Hayem h. y Oscar Augusto Cañas, Presidente y Secretario de dicha Comisión respectivamente.
46
Ejecutivo, con atributos de independencia e imparcialidad indispensables para su
funcionamiento, evitando influencias indebidas. Luego sugería la creación de dos
Salas, la General de lo Administrativo y la de Asuntos Fiscales, integradas por
Magistrados electos por la Asamblea Legislativa, entre candidatos postulados por el
Poder Ejecutivo.
La Corte Suprema de Justicia expresó su desacuerdo sobre lo propuesto por el
Ministerio de Justicia, argumentando que aunque el proyecto diseñara un
procedimiento que cumplía escrupulosamente con las reglas del debido proceso, tal
circunstancia no era suficiente para garantizar a los justiciables una justicia adecuada
y suficiente, ya que no se apegaba a la realidad y tradición jurídica salvadoreña en la
que reinaba el principio de Unidad de Jurisdicción y a la situación de que los Jueces
del Poder Judicial ofrecían una más amplia seguridad en la tarea de impartir justicia
independiente.
Habiendo consenso entre el Ministerio de Justicia y la Corte Suprema de Justicia se
presenta el proyecto de ley a la Asamblea Legislativa, llegando el documento el 22
de Agosto de 1978 a la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales de la
Asamblea Legislativa, que emitió dictamen favorable el 11 de noviembre de 1978, no
sin antes escuchar opiniones, entre las que se destaca la participación del jurista
Doctor Roberto Oliva Ortiz85 (ex-Magistrado de la Sala de lo ContenciosoAdministrativo) quien brindó su apoyo al sistema judicialista, aunque no obstante
señaló las deficiencias técnico-jurídicas del proyecto que se evidenciaron a través de
los años.
Lastimosamente el considerando único de ley exhibe una pobreza jurídica
injustificable, a pesar de tratarse de un instrumento legislativo de la mayor
importancia para la vida jurídica del país. En efecto, el considerando se limita a
85
El veinticinco de octubre de mil novecientos noventa y ocho el referido jurista presenta exposición detallada de
la mayoría de las disposiciones contenidas en el proyecto de ley, haciendo referencia especial a la Legitimación,
actos impugnables, contenido del fallo etc.
47
expresar que: ―CONSIDERANDO: Que para llenar un vacío en nuestro derecho
positivo, es necesario erigir la jurisdicción contencioso administrativa, la cual
conocerá de las controversias que se susciten en relación con la legalidad de los
actos de la Administración Pública:...‖
El día 14 de noviembre de 1978 el Proyecto de la Ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativo se convierte en ley de la República, juntamente con las reformas
pertinentes a la Ley Orgánica del Poder Judicial, prescribiendo su vigencia a partir
del uno de enero de 1979.
Paradójicamente la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, que tiende a
establecer el imperio de la ley, nace en tiempos de dictadura militar, a lo que debe
agregarse que una vez desmontada ésta, la dictadura militar (1979), El Salvador
desemboca en regímenes de hecho y al retorno de la constitucionalidad (1982) se
desencadena el conflicto armado que se extendió hasta el año 1992, lo cual frenó el
desarrollo de la Institución que ocupa nuestra atención.
Con la finalización de la guerra, y la firma de los Acuerdos de Paz y reformas
constitucionales de 199286, la jurisdicción Contencioso Administrativa cobra nuevos
brillos y el contralor de la legalidad que ejerce adquiere matices relativamente
aceptables aunque el camino por recorrer sea todavía incipiente, pero las bases se
han sentado para convertir a El Salvador en un Estado de Derecho, respetuoso de la
dignidad del ser humano.
86
Entre las reformas constitucionales consecuencia de los acuerdos de Paz que se alcanzan en Chapultepec
ciudad de México destacan las reformas al Sistema Judicial, Fuerza Armada, Policía Nacional Civil y Sistema de
Elecciones.
48
ADOPCIÓN
DEL
MODELO
DE
CONTROL
JUDICIALISTA
ESPECIALIZADO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
La Legislación Salvadoreña acoge, como lo hemos expresado, el sistema judicialista
especializado en cuanto a la organización de Tribunales Administrativos, siguiendo el
sendero trazado por la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa española
del 26 de diciembre de 1956 y continuado en la vigente del año 1998.
El sistema judicialista especializado se caracteriza porque los Tribunales que
integran la justicia administrativa, se encuentran en el seno de la justicia ordinaria,
con respeto al Principio de Unidad de Jurisdicción, ya que estos pertenecen a la
estructura del Poder Judicial, circunstancia que en principio ó en términos generales
lo asemeja al sistema inglés y de los Estados Unidos de América. Sin embargo,
según Don Jesús González Pérez en este tema ―Lo realmente decisivo es, dando por
supuesto la independencia de los órganos, es la especialización jurídicoadministrativa de los titulares de tales órganos. Esta es la verdadera lección del
sistema francés: la idoneidad de los jueces administrativos. Si esto se logra dentro
del Poder Judicial, si los tribunales encuadrados en la común organización judicial
están servidos por magistrados especializados, no tiene sentido encuadrar los
órganos del contencioso administrativo en la organización administrativa.
De aquí que sea más lógico el sistema judicial. Lo que explica que sea el dominante
en los países de lengua castellana. El examen y satisfacción de las pretensiones
fundadas en derecho administrativo se confía a órganos encuadrados en la común
organización judicial, consagrándose así en normas de rango constitucional, aún
cuando no falten ordenamientos que consagren un sistema administrativo y hasta
que defiendan un sistema de tribunal independiente del poder judicial y del ejecutivo,
que en determinado momento ha tenido acogida en algún ordenamiento jurídico‖.87
87
Jesús González Pérez, Derecho Procesal Administrativo Hispanoamericano, Editorial Temis, Santa Fe de
Bogotá, 1985, Págs. 44 y 45.
49
La exposición de motivos de la Ley de la Jurisdicción de lo ContenciosoAdministrativa Española de 1956 discurre también con el mismo patrón de ideas,
expresa que: ― «la Ley es judicialista, siguiendo la orientación que impuso la Ley de 5
de abril de 1904, en cuanto confía a la Jurisdicción Contencioso-administrativa a
verdaderos Tribunales encuadrados en la común organización judicial e integrados
por magistrados profesionales, con los deberes e incompatibilidades propios de los
mismos. Pero, creyendo esencial una especialización del personal de esta
Jurisdicción, ha procurado mediante la selección de los miembros de la Carrera
Judicial a través no sólo de los correspondientes concursos, que habrán de ser
debidamente regulados por el Gobierno para que cumplan verdaderamente su
finalidad específica, sino también mediante oposición»”88.
Debe enfatizarse que la cualidad de lo especializado89 que caracteriza a la mayoría
de sistemas de organización de tribunales administrativos de Iberoámerica, se centra
adicionalmente y de manera esencial, en que si bien los tribunales se enmarcan
dentro de la estructura del Poder Judicial, se erige una jurisdicción no especial, sino
especializada, en el sentido que ella y sólo ella conoce de los procesos ContenciosoAdministrativos y únicamente conoce de los mismos, excluyendo otras materias
reguladas por subsistemas jurídicos diferentes.
La organización de Tribunales Contencioso-Administrativos dentro del Poder Judicial,
ha causado divergentes opiniones e interrogantes en la comunidad jurídica, en
especial sobre los orígenes que dicho tribunal posee, asaltando serias dudas acerca
de la influencias que ordenamientos foráneos pudieran haber ejercido en la ley de
1978.
Al respecto de estas influencias un sector importante de juristas y doctrinarios tanto
nacionales como extranjeros afirman que, existe una extrapolación directa de
88
89
Exposición de Motivos, Ley de la Jurisdicción Contencioso-administrativo, BO del 27 de diciembre de 1956
Jorge Eduardo Tenorio, El Contencioso Administrativo en El Salvador, San Salvador, 1970, Pág. 37 y sigs.
50
principios
del
sistema
Judicialista
Norteamericano
sobre
el
ordenamiento
Salvadoreño y en general sobre el Iberoamericano, juicio que estimo sin bases de
sustentación porque el sistema Norteamericano no es Judicialista en puridad, ya que
concede
potestades
de
jurisdicción
primaria
a
tribunales
Administrativos,
circunstancia que lleva en ocasiones a excluir, ya sea ley o por actuaciones
discrecionales, la revisión por parte de Tribunales Judiciales. Debido a lo anterior el
modelo Norteamericano no puede ser catalogado como ortodoxamente judicialista,
sino más bien de carácter mixto 90 (Tribunals and Courts)91, debido a que reconoce
jurisdicciones distintas a la Judicial, distanciándose radicalmente tanto del sistema
Francés como del Judicialista Especializado.
Los principios del derecho Anglosajón, son ajenos a los de la Constitución
Salvadoreña que al igual que otros países iberoamericanos se percibe una
acentuada influencia de la Constitución de Cádiz de 1812, que establece en su Art.
243 que: ―ni las cortes ni el Rey podrían ejercer en ningún caso funciones judiciales,
avocarse a causas pendientes, ni mandar a abrir los juicios fenecidos‖. Asimismo la
Constitución Gaditana proscribió el ejercicio de potestades jurisdiccionales a los
Órganos del Poder Ejecutivo, consagró el principio la Unidad de Jurisdicción, las que
comparte también el constituyente salvadoreño confiriéndole al Poder Judicial la
potestad exclusiva de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado (Art. 172.).
El sistema Judicialista Especializado incorporado a la Legislación Salvadoreña, se
separa de los demás modelos de fiscalización de la legalidad existentes, por
constituir un seno independiente perteneciente del Poder Judicial, que conoce y
resuelve los conflictos en que se impugnan actos de la administración pública sujetos
al derecho administrativo, garantizando derechos é intereses legítimos de los
90
Jesús González Pérez y Juan Carlos Cassagne, La Justicia Administrativa en Iberoamérica, Editorial Lexis
Nexis, Buenos Aires, Argentina, 2005.Pág.16
91
La Doctrina y legislación de raíces común law, distingue entre Tribunales, organismos judiciales formalmente
administrativos, para diferenciarlos de los ordinarios que reciben el nombre tradicional de Courts, distinción que
difícilmente puede ser formulada en español.
51
ciudadanos, y estableciéndose una interdicción general para el ejercicio de funciones
judiciales por parte del Poder Ejecutivo.
La unidad de jurisdicción que comprende, estatuye un imperativo de carácter
constitucional al Poder Judicial para que sea este encargado de ejercitar de manera
general la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, imponiéndose como
consecuencia una separación de los demás Poderes del Estado.
Por lo anterior los Juzgados y Tribunales establecidos por ley, son dotados por su
misma naturaleza de independencia, atributo que no es accidental o secundario de
éste órgano, sino consustancial al mismo. Por ello no es posible hablar de una
función jurisdiccional sin la existencia de un órgano del Estado con características de
imparcialidad e independencia92. Estas características son esenciales para una tutela
jurisdiccional Efectiva o protección jurisdiccional,93 ya que esta suponen el acceso a
un proceso con órganos imparciales e independientes en demanda de justicia frente
a otro; cualquiera que sea la materia que verse y ante cualquier persona. Supone
asimismo el acceso a un proceso con garantías debidas de defensa. Y finalmente
garantiza que la decisión del órgano Judicial sea llevada a efecto 94.
Otro atributo no menos importante del sistema Judicialista que no es compartido por
el sistema Norteamericano, consistente en el conocimiento exclusivo por parte de
los Tribunales Contencioso-Administrativos de pretensiones que se deduzcan en
relación a la actividad sujeta al Derecho Administrativo, situación que se torna
indispensable para la especialización de los Jueces, y que trae como consecuencia
una mejor tutela de derechos, situación que no concurre en los sistemas
anglosajones ya que son los tribunales ordinarios o comunes los que resuelven
92
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa(Ley 29/1998, de 13
de julio), Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 94
93
En la Jurisprudencia Salvadoreña se conoce como protección jurisdiccional a lo que en España la Doctrina
denomina Tutela Jurisdiccional Efectiva, la Corte Suprema de Justicia del Salvador reconoce a este derecho en la
Sentencia 25-V-99, Amp.167-97
94
Jesús González Pérez, El Derecho a la Tutela Jurisdiccional, Editorial Civitas, Madrid, 1989, Pág. 33.
52
materias Administrativas, frecuentemente con fundamento en leyes ó normas
aplicables a las relaciones entre particulares.
La premisa analizada que sugiere que el sistema Salvadoreño obtenía sus raíces de
los Estados Unidos de América, se encuentra en la actualidad totalmente dilucidada
ya que mediante el análisis histórico se ha comprobado que el ideario jurídico que
inspiró la Constitución Salvadoreña y la Ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativo de 1978, se obtiene de la Constitución de Cádiz de 1812, instrumento
jurídico político que ejerció influencia en la mayoría de países de Iberoamérica, como
Argentina95, Venezuela96, México97, Guatemala98, Costa Rica99, Honduras100,
Panamá101 y Perú.
Ahora bien, este sistema Judicialista Especializado adoptado por Legislador
Salvadoreño ha sufrido fuertes críticas, principalmente en cuanto se refiere a la
separación de poderes del Estado, ya que por ser la Administración un poder
independiente, se considera que este no debe ser fiscalizado por el Poder Judicial,
pudiendo perder por esto su independencia y flexibilidad necesaria para enfrentar
con acierto el manejo de los servicios públicos. Este argumento ha sido tachado de
anacrónico, perdiendo en la actualidad su justificación y vigencia, estas posturas de
antaño, pueden privar a la Administración de un control jurisdiccional adecuado,
existiendo la posibilidad que ocurra un efecto aún mas nocivo, y convierta a la
Administración en un poder absoluto, ya que los particulares tendrían que acudir ante
95
Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos Aires,
2000.
96
Allan R. Brewer Carias, Las Instituciones Fundamentales del Derecho Administrativo y la Jurisprudencia
Venezolana, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1964.
97
Jesús González Pérez, Derecho Procesal Administrativo Mexicano, Editorial Porrúa, México, 1997
98
Hugo Haroldo Calderón M., Derecho Procesal Administrativo, Editorial Orión, Guatemala, 2006
99
Eduardo Retana, La Jurisdicción Contencioso Administrativa y sus Reformas, Revista del Colegio de
Abogados, Numero 12, San José, 1966
100
Edmundo Orellana, Los Sujetos y el Objeto del Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Universitaria,
Tegucigalpa, 1993.
101
Pérez Castellón, Aspectos Generales de la Jurisdicción Contencioso Administrativa y su Implantación en
Panamá, Lex Panamá, Panamá, 1975.
53
la misma Administración, perdiendo la oportunidad de ser oídos con imparcialidad e
independencia.
Otro grupo de detractores argumentan posiciones negativas de este sistema, en lo
que se refiere a la supuesta imposibilidad de especialización de los jueces que
conozcan de la materia contencioso Administrativo, que debido a la complejidad de
su legislación especializada, hace que la apreciación de los conflictos sea diversa a
los de los jueces ordinarios, ciertamente estos argumentos son validos, pero esa
necesidad de especialización no se opone en ningún momento a que sea el órgano
judicial quién conozca de dichos conflictos, debido a que en el órgano judicial se
observa también el principio de división de trabajo así como especialización, siendo
en consecuencia evidente que distintos tribunales conocen de diversas materias. La
unidad de jurisdicción que priva el sistema en ningún momento impide la
diferenciación dentro de ella de órganos a los que se les confíe el conocimiento de
determinadas materias o que se regulen procedimientos especiales102.
Ahondando en el tema es claro que los tribunales contencioso Administrativos en un
Sistema Judicialista especializado no constituyen como su nombre pudiera sugerir
una suerte de ―Jurisdicción especial‖-pues formalmente están en el Poder Judicial-, ni
tampoco una ―Jurisdicción especializada‖- dado que forman parte de la jurisdicción
ordinaria, sin embargo si podría afirmarse que son especializados únicamente para
denotar que su misión especial es la de aplicar el Derecho Administrativo a los casos
concretos103.
102
Jesús González Pérez, Comentarios a la ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo (Ley de 29/1998 de
13 de julio), Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 95
103
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 26
54
SITUACIÓN DE LOS ADMINISTRADOS PREVIO A LA INSTAURACIÓN
DE LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
El escenario previo a la instauración de la Sala de lo Contencioso administrativo
como jurisdicción encargada de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado en materia
administrativa, no puede calificarse sino de inusual, esto debido al mecanismo
procesal por medio el cual se trato de reemplazar a la jurisdicción administrativa; este
peculiar intento nace precisamente con el proceso de amparo, que surge mediante la
proclamación de la Constitución liberal del 3 de agosto de 1886 104 que lo constituía
como contralor de la constitucionalidad de los actos de la Administración. Así El
Salvador fue el segundo país en Latinoamérica, a la zaga únicamente de México,
que dio acogida al amparo, proceso que como bien se sabe tiene por objeto la
protección contra infracciones de derechos subjetivos constitucionales; tutela
jurisdiccional que excluye en principio la revisión de la legalidad o el restablecimiento
de situaciones subjetivas individualizadas sustentadas en la Ley.
No obstante, debemos señalar que la sumisión jurisdiccional de la Administración a
la constitución resultaba sin duda alguna insuficiente, esto debido a que el
sometimiento de la administración pública al principio de legalidad ha sido siempre
una exigencia ético jurídica así como una demanda popular para la corrección y
remedio a los abusos y excesos de poder que violentaban las normas legales. La
magnitud de los apremios y presiones de los diversos grupos sociales víctimas de la
arbitrariedad, llevaron a la situación de que el amparo operara no solamente de
contralor de la constitucionalidad sino también de la legalidad, la realidad de nuestro
medio desbordó los esquemas teóricos del proceso de amparo, dado que a finales
del siglo antepasado y durante buena parte del siglo pasado ni soñábamos con el
establecimiento de la jurisdicción contenciosa administrativa que sujetara a la
legalidad las actuaciones de los poderes públicos.
104
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
55
Si bien el amparo se adaptaba a la finalidad perseguida porque era un mecanismo
útil y eficaz de fiscalización de la actividad Administrativa Pública, resultaba
indispensable determinar el derecho subjetivo constitucional transgredido. Se debía
tratar de un derecho constitucional vinculado con la seguridad jurídica, no fue difícil
encontrarlo, la redacción misma de la garantía de audiencia hoy llamado ―debido
proceso
legal‖,
sugería
e
invitaba
a
su
instrumentalización
para
tutelar
jurisdiccionalmente legalidad.
En efecto, hasta 1880 la garantía de audiencia se concibió en términos de una
protección adjetiva105, que aseguraba al individuo el procedimiento legal requerido
para la pérdida de un derecho, sin importar que la aplicación de la Ley sustantiva
fuese
correcta o incorrecta.
La
garantía
de audiencia tenía el
carácter
eminentemente formal. Las constituciones anteriores a 1880 preceptuaban que:
―nadie puede ser privado de los derechos sin ser previamente oído y vencido en
juicio con arreglo a fórmulas que establecen las leyes‖.
La redacción del debido proceso, en la Constitución de 1880 106, incorporó a las leyes
sustantivas107 al suprimir la vinculación exclusiva a ―las fórmulas‖.
Ya en el siglo pasado, el amparo se transformó en medio de impugnación de
actividades administrativas contrarias a la constitución y leyes secundarias 108, esta
interpretación gramatical de la disposición constitucional consagratoria de la garantía
de la audiencia legitimó y respaldó la reiterada jurisprudencia que hizo del amparo
tutela efectiva de la legalidad, en las actuaciones del Poder Ejecutivo, sustentándose
105
Sandra Morena Laguardia, La Garantía de Audiencia en la Doctrina de la Sala de lo Constitucional,
Publicación de la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia, San Salvador, 1990, Pág. 25
106
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
107
Sandra Morena Laguardia, La Garantía de Audiencia en la Doctrina de la Sala de lo Constitucional,
Publicación de la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia, San Salvador, 1990, Pág. 25
108
El Criterio en el que se adopta el precedente bajo el cual es posible la impugnación de actividades
administrativas contrarias a las leyes secundarias, germina con la Sentencia de las ocho horas del día diez de
diciembre de mil novecientos cincuenta y nueve, dictada por la Sala de Amparos de la Corte Suprema de Justicia.
56
que la garantía de audiencia se sustentaba en no haber sido oído y vencido en juicio:
―con arreglo a las Leyes, tanto de carácter adjetivo como de carácter sustantivo‖.
Esta interpretación provocó la multiplicación de los amparos en que la pretensión del
agraviado tenía por objeto el debido proceso legal 109, pero que en el fondo contenían
una contrariedad al principio de legalidad. El amparo adquirió los perfiles de garantía
de la correcta aplicación de la ley, tanto sustantiva como adjetiva 110.
Sin embargo aunque la revisión jurisdiccional de la legalidad de los actos de la
administración a través del amparo era una realidad, esto trajo consigo
consecuencias negativas, debido el aplazamiento
indefinido de la jurisdicción
contencioso administrativa, que en determinados momentos no se consideró
necesaria.
Cabe señalar que la conversión del amparo en instancia contralora de la legalidad no
fue idea propia y exclusiva de la jurisprudencia salvadoreña, por lo que no puede
calificarse de original, el amparo mexicano111 había iniciado esta línea de
pensamientos, entre nosotros, afirma Don Jacinto Pallares,112 no hay lugar al juicio
contencioso-administrativo, pues él está suplido, y con ventaja, con el recurso de
amparo.
109
Este principio ha sido desarrollado por el régimen jurídico de los Estados Unidos de América, incorporándose
en la Constitución Federal de Filadelfia mediante las enmiendas Va y XIVa, comprendiendo en principio una
garantía exclusivamente procesal pero adquiriendo con el tiempo una calidad sustantiva que habilita la
impugnación y la revisión de la constitucionalidad de las leyes, cuando el legislador, atenta contra los derechos
sustantivos del individuo sin dejar alternativa o posibilidad de ejercer la defensa en sede jurisdiccional.
110
No obstante esta interpretación voces críticas como las del Dr. Oscar Gómez Campos en su Tesis Doctoral
“Control Jurisdiccional de la Administración Pública”, señalan que es un error éste punto de vista debido a tres
razones fundamentales: a) que la violación de la garantía de legalidad establecida en la Constitución no puede
generar por sí sola la actuación de amparo, sino que es necesario que se traduzca en una violación de garantías de
los gobernados; b) que el amparo no es una instancia más en los procedimientos administrativos y que no procede
por quebrantamiento de normas secundarias, de naturaleza sustantiva, por interpretación errónea o aplicación
indebida de las mismas; y, c) que si se admitiere el amparo por quebrantamiento de normas secundarias de
naturaleza sustantiva, el juicio político dejaría de ser autónomo y degeneraría en un recurso o instancia más del
procedimiento que lo motiva, lo cual sería contrario a la naturaleza misma del amparo.
111
Alfonso Nava Negrete, Días y Trabajos del Tribunal Contencioso Administrativo del DF de México, Revista
de Administración Publica, Numero 100-1002, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1983,
Pág. 1414
112
Jacinto Palleres, El Poder Judicial, México, 1986, Pág. 77
57
Asimismo en
su
obra
―El juicio
de amparo
y la
enseñanza
de
Derecho
Procesal‖, Héctor Fix-Zamudio113, reconoce que ―el amparo mexicano dirigido
inicialmente en forma exclusiva a la protección de los derechos del hombre o
―garantías individuales‖, al desenvolverse posteriormente, se amplió de control de
constitucionalidad a control de legalidad; lo cual es advertible al considerar que en
México todo acto de autoridad ya sea administrativo, judicial o legislativo, puede ser
impugnado mediante el juicio de amparo llamado también juicio de garantías‖.
Don Ignacio Burgoa114 en su ―Diccionario de Derecho Constitucional Garantías y
Amparo‖, define el Instituto que nos ocupa de la manera siguiente: El amparo es un
juicio o proceso que se inicia por la acción que ejercita cualquier gobernado ante los
órganos jurisdiccionales federales contra todo acto de autoridad que le causa un
agravio en su esfera jurídica y que considere contrario a la Constitución, teniendo por
objeto invalidar dicho acto o despojarlo de su eficacia por su inconstitucionalidad o
ilegalidad en el caso concreto que lo origine,
Sin Embargo es de recalcar que los motivos invocados por los mejicanos en el
proceso amparo para fiscalizar a la Administración no coincide en su totalidad con la
línea de pensamiento implementado por la jurisprudencia salvadoreña
en este
sentido Don Ignacio Burgoa115 explica en una de sus obras que: en síntesis, el
control de legalidad se ha incorporado a la teología del juicio de amparo desde que el
principio de legalidad inherente a todo régimen de derecho, se erigió a la categoría
constitucional, como acontece en México en función de los artículos 14 y 16 de la ley
Suprema. De ahí que cualquier acto de autoridad independientemente de la materia
en que se emita o del órgano estatal del que provenga, al no ajustarse o al
contravenir la ley secundaria que deba normarlo, viola por modo concomitante dicha
garantía, haciendo procedente el amparo, cuyo carácter extraordinario como medio
113
Héctor Fix-Zamudio, El Amparo y la Enseñanza Procesal, Editorial Porrúa, México, 1997, Pág. 175
Ignacio Burgoa O., Diccionario de Derecho Constitucional, Garantías y Amparo, Editorial Porrúa, México,
1984, Pág. 28
115
Ignacio Burgoa O., El Juicio de Amparo, Editorial Porrúa, México, 1995, Pág.152.
114
58
de tutela de la legalidad en general se traduce en la circunstancia de que, antes de
su interposición, deben promoverse todos los recursos ordinarios o medios de
defensa de que normativamente disponga el gobernado para obtener la validación
del acto de autoridad que lo agravie.
Por nuestra parte lejos de criticar a nuestra jurisprudencia por amparar no solamente
por motivos de constitucionalidad sino también de legalidad, aplaudimos con
entusiasmo la medida y la consideramos el aporte de mayor significación y
trascendencia de nuestro Supremo Tribunal a lo largo del siglo pasado, en materia
de Estado de Derecho, no obstante su inveterada indiferencia y exceso de prudencia
en materia de legalidad.
Con todo, El Salvador marchó, no obstante las adversidades y obstáculos hacia un
proceso de modernización del Estado en sus instituciones jurídicas, sociales,
económicas, especialmente a la terminación de la primera parte del siglo pasado
siendo su producto mas notable y encomiable en materia jurídica, la Constitución de
1950, que apremió al legislador secundario al establecer Tribunales de lo
Contencioso Administrativo. Sin embargo, los anhelos del constituyente quedaron
frustrados por largo tiempo, pues tuvieron que transcurrir 29 años para el nacimiento
de la Jurisdicción Contencioso Administrativa.
Durante tantos años se debatió un solo punto: ―A qué Poder ú Órgano fundamental
del Estado deberían adscribirse los Tribunales Administrativos de acuerdo a la
normativa constitucional, que en términos equívocos parecía inclinarse por el
Sistema Francés y que parte de la idea realzada durante la revolución Francesa de
1789 que impedía al Poder Judicial inmiscuirse en los asuntos administrativos. Para
evitarlos se crearon el Consejo de Estado y los Consejos de Prefectura, que
integraron la denominada ―Administración Contenciosa‖.
59
Finalmente triunfó la cordura y la razonabilidad, la tesis judicialista se impuso gracias,
en buena parte, al preclaro criterio del Doctor Armando Arias padre, a la sazón
Presidente de la Corte Suprema de Justicia.- El Sector democrático y progresista del
Gremio de Abogados se regocijó con la adopción de tal criterio.-
Sin embargo, las ideas y principios que se manejaron al articular la ley se inspiraron
en demasía en la Ley de Procedimientos Constitucionales, que regula el Proceso de
Amparo, concibiéndose al Proceso Contencioso Administrativo como una suerte de
proceso de amparo, con la variante que el motivo de la controversia se centraba en
la legalidad y no en la inconstitucionalidad del acto, por lo que al contencioso se le
estimó como un amparo por motivos de legalidad, mentalidad que prevaleció a la
hora de estructurar la ley, primariamente debido a la larga suplantación que el
proceso de Amparo tuvo durante años, que sin duda influyó en la concepción de
dicha jurisdicción.
FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES Y ORGANIZACIÓN ACTUAL
DE LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
En el Estado de Derecho la protección jurisdiccional 116 de los derechos individuales
constituye un pilar básico y fundamental para una eficiente reacción frente a las
arbitrariedades de los poderes Públicos117, con base a lo anterior la Constitución
Salvadoreña en su Articulo 2 proclama que ―todo persona tiene derecho a la vida, a
la integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la posesión, y a
116
El Derecho fundamental a la Protección Jurisdiccional conocida doctrinariamente por los españoles como
Tutela Jurisdiccional Efectiva, se encuentra contenido principalmente en los artículos 2 y 11 de la Constitución
Salvadoreña, así como en diversos tratados Internacionales debidamente ratificados por El Salvador, ejemplo de
estos son: La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 que en su Art. 10 proclama que “Toda
persona tiene derecho en condiciones de plena igualdad a ser oída públicamente y con justicia por un Tribunal
independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones para el examen de cualquier
acusación contra ella en materia penal”, y el Art. 8.1 del pacto de San José, Costa Rica de 1968 que determina
asimismo que: “toda persona tiene derecho a ser oída , con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable
por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos y
obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.
117
Luís López Guerra y Otros, Derecho Constitucional, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, Pág. 355
60
ser protegida en la conservación y defensa de los mismos‖. Una suerte o variante de
protección en la conservación y defensa de los derechos enumerados se realiza a
través de la jurisdicción.
En este sentido la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia ha
expresado que: ―Nuestra Constitución, acertadamente, desde su artículo 2 establece
–haciendo una referencia textual– una serie de derechos –individuales, si se quiere–
consagrados a favor de la persona, es decir, reconoce un catálogo de derechos –
abierto y no cerrado– como fundamentales para la existencia humana e integrantes
de las esfera jurídica de las personas. Ahora bien, para que tales derechos dejen de
ser un simple reconocimiento abstracto y se reduzcan a lo más esencial y seguro,
esto es, se aniden en zonas concretas, es también imperioso el reconocimiento a
nivel supremo de un derecho que posibilite su realización efectiva y pronta. En virtud
de ello nuestro constituyente dejó plasmado en el artículo 2, inciso primero, el
derecho a la protección jurisdiccional y no jurisdiccional de las categorías jurídicas
subjetivas instauradas a favor de todo ciudadano, es decir, en términos globales, un
derecho de protección en la conservación y defensa del catálogo de derechos
descrito‖ Luego agrega: ―Y es que, en efecto, tal disposición constitucional obliga al
Estado salvadoreño a dar protección jurisdiccional integral a todos sus miembros,
frente a actos arbitrarios e ilegales que afecten la esfera jurídica de los mismos, y a
través del instrumento heterocompositivo –también creado constitucionalmente–
diseñado con tal finalidad: el proceso jurisdiccional en todas sus instancias y en
todos sus grados de conocimiento. En tal sentido el proceso como realizador del
derecho a la protección jurisdiccional, es el instrumento de que se vale el Estado
para satisfacer las pretensiones de los particulares en cumplimiento de su función de
administrar justicia118‖ (Sentencia de 25-V-99, Amp. 167-97). El derecho a la
protección jurisdiccional119 representa una garantía procesal indispensable de la que
118
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador
de fecha 25 de mayo de 1999, en el Proceso de Amparo de Ref. 167-97.
119
El contenido del derecho a la Protección Jurisdiccional es extenso, debido a que como Jesús González Pérez
señala que este despliega sus efectos en tres momentos distintos: primero, al acceder a la justicia; segundo,
61
debe de partir todo tipo de organización de justicia, en especial la administrativa, lo
apuntado responde a que es frecuente encontrar al poder público, utilizando el
privilegio de la ejecutividad120 en detrimento de la protección efectiva de los derechos
e intereses legítimos de los particulares como escudo en su accionar arbitrario. Bajo
ese contexto tal derecho constituye el andamiaje indispensable para la organización
de tribunales contencioso-administrativo en El Salvador.
Por su parte el Art. 11 de la Constitución, que insiste recurrentemente sobre la
protección constitucional de los derechos de toda índole, prescribe que: ― ninguna
persona puede ser privada de su vida, libertad, ni de su propiedad o posesión sin, ser
antes previamente oída y vencida en juicio con arreglo a las leyes‖. A través del
precepto transcrito obtiene reconocimiento constitucional la institución de estirpe
anglosajona denominada Debido Proceso121, que siendo un derecho complejo
comprende: ―a) el libre acceso al órgano Judicial; b) obtener del ente jurisdiccional
una decisión motivada y fundada en derecho; c) que se conceda a las a las partes la
posibilidad de ejercer todos los derechos, obligaciones y cargas procesales que el
mismo implique, para que, desde su propia posición, puedan defender sus derechos;
y, d)que el fallo pronunciado efectivamente se cumpla‖ de modo que la relevancia de
durante el desarrollo del proceso; y finalmente, al tiempo de ejecutarse la sentencia. Dentro de dicho esquema,
esta Protección comprende el reconocimiento de los siguientes derechos: A) a ocurrir ante los tribunales de
justicia y a obtener de ellos una sentencia útil. B)a acceder a una instancia judicial ordinaria y a lograr un control
judicial suficiente sobre lo actuado en sede administrativa; C)a un juez natural e imparcial; D)a la eliminación de
las trabas que impidan u obstaculizan el acceso a la jurisdicción; E)a la interpretación de las normas reguladoras
de los requisitos de acceso a la jurisdicción en forma favorable a la admisión de la pretensión evitándose incurrir
en hermenéuticas ritualistas (in dubio pro actione);F)a que no se desestimen aquellas pretensiones que padecen
de defectos que pueden ser subsanados; G)a la no aplicación en forma retroactiva de nuevas pautas
jurisprudenciales con relación a los requisitos de admisibilidad, a fin de evitar situaciones de desamparo judicial.
H)a peticionar y obtener tutela cautelar para que no se torne ilusorio el derecho que se defiende; I)al
cumplimiento de todas las etapas del procedimiento legalmente previsto, el cual deberá asegurar la posibilidad
del justiciable a ser oído, y a ofrecer y producir la prueba pertinente antes de dictarse la sentencia; J) a una
decisión fundada que haga mérito de las principales cuestiones planteadas; K) a impugnar la sentencia definitiva;
L)a tener la posibilidad de ejecutar en tiempo y forma la sentencia y, por ende, a su cumplimiento por parte de la
autoridad condenada; M)al desarrollo del proceso en una dimensión temporal razonable; N)a contar con
asistencia letrada;
120
José Ramón Parada Vásquez, Privilegio de Decisión Ejecutoria y Proceso Contencioso, Revista de
Administración Pública, Numero 55, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1968.
121
Mauricio Alfredo Clará Recinos, Ensayos y Batalla Jurídicas, Corte Suprema de Justicia, San Salvador, 2006,
Pág. 23
62
este principio constitucional activa un sometimiento por parte de la Administración
que no debe dejar escapar ningún resquicio de inmunidad.
Sobre el Debido Proceso la Sala de lo Constitucional salvadoreña, ha expresado
que: ―I. Sobre la naturaleza del derecho consagrado en el inciso 1º: ―Esta
disposición constitucional establece lo que se conoce como derecho de audiencia, el
cual se caracteriza, en primer lugar, por ser un derecho de contenido procesal,
instituido como protección efectiva de los demás derechos de los gobernados; y, en
segundo lugar, es un derecho relacionado indiscutiblemente con las restantes
categorías jurídicas subjetivas protegibles constitucionalmente‖ 122 (Sentencia de 13X-98, Amp. 150-97).
Las disposiciones constitucionales que hemos señalado y reseñado brevemente
sirven para cimentar la jurisdicción en general, sin embargo, en la geografía de la
Constitución Salvadoreña se encuentran dos prescripciones que de manera
específica y directa sustentan la existencia de la jurisdicción ContenciosoAdministrativa y dan pautas para su organización dentro de la estructura del Poder
Judicial en forma indubitable é inequívoca.
La primera de estas normas se localiza en el numeral 31 del Art. 131 y se refiere a la
atribución de la Asamblea Legislativa de ―Erigir jurisdicciones y establecer cargos, a
propuesta de la Corte Suprema de Justicia, para que los funcionarios respectivos
conozcan en toda clase de causas criminales, civiles, mercantiles, laborales,
contencioso administrativo, agrarias y otras‖. (Las negrillas son mías).
Se puede observar la diferencia conceptual y de redacción entre el precepto
transcrito y el correspondiente a la Constitución de 1962, que también hemos
transcrito. En éste, la iniciativa para la creación de Tribunales Administrativos se
122
Sentencia Dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador,
de fecha 13 de octubre de 1998 en el Proceso de Amparo de Ref. 150-97.
63
asigna al Poder Ejecutivo; en la vigente, a la Corte Suprema de Justicia al igual que
el resto de los Tribunales.
Este cambio de rumbo del constituyente de 1983123 debe estimarse como reacción a
las desventuradas interpretaciones de las pasadas constituciones en especial la de la
constitución 1962, que hizo
aflorar
dudas y discrepancias, debido
a la
implementación de una confusa técnica legislativa, que otorgaba como especial
atributo del poder Ejecutivo la propuesta de creación de la jurisdicción contencioso
Administrativa, relegando las demás propuestas al Poder Judicial, situación que en la
actualidad fue definida inobjetablemente en la Constitución del 1983, que no realiza
distinción alguna.
Asimismo debe advertirse que el término propuesta debe interpretarse como uso de
iniciativa de ley124, debido a que los tribunales de justicia se les dota de jurisdicción y
competencia las que invariablemente tienen origen legal, en el ordenamiento jurídico
salvadoreño. Por lo demás la Corte Suprema de Justicia salvadoreña dispone de
iniciativa de ley de conformidad al Art. 133, numeral 3, que se la concede
exclusivamente en materias relativas al Órgano Judicial al ejercicio del notariado y de
la abogacía, y a la jurisdicción y competencia de los tribunales.
El segundo precepto se ubica en el Art. 172 de la Constitución que de manera
inequívoca establece, según la jurisprudencia de la Sala de lo Constitucional el
estatuto de los tribunales que conforman el Poder Judicial, explicándolo en los
123
La Constitución de 1983 nace en pleno conflicto armado, manteniendo cierta influencia de la Constitución de
1950, sin embargo se observa una influencia del Estado mínimo, la reducción de la intervención del Estado en los
programas sociales, la privatización de patrimonios estatales, el autofinanciamiento de las pensiones, etc.,
promoviendo una transformación ideológica, destacando los beneficios de una Sociedad más sujeta a las leyes del
mercado, recordando sin embargo que la persona humana, es el origen y fin de la actividad del Estado y que en
consecuencia éste, se organiza para conseguir la justicia, la seguridad jurídica y bien común.
124
En el Salvador según el Art.133 de la Constitución poseen iniciativa de ley: 1)Los Diputados;2)El Presidente
de la República por medio de sus Ministros;3) La Corte Suprema de Justicia en materias relativas al Organo
Judicial y a la Jurisdicción y competencia de los Tribunales;4) Los Concejos Municipales en materia de
impuestos municipales;5) El Parlamento Centroamericano, por medio de los Diputados del Estado de El Salvador
que lo conforman, en materia relativa a la integración del Istmo Centroamericano, a que se refiere el Art. 89 de la
Constitución.
64
términos siguientes: ―Dicho estatuto está constituido, en primer lugar, por el principio
de exclusividad prescrito en el art. 172 inc. Iº. Cn., el cual (...) significa que cualquier
posible conflicto que surja en la vida social puede o ha de ser solucionado en última
instancia por los jueces y tribunales independientes y predeterminados por la ley. El
mencionado principio se puede analizar desde dos enfoques: uno positivo, el cual
implica que –salvo casos excepcionales, regulados por la ley– la autodefensa se
encuentra proscrita en el Estado de Derecho, aunque el justiciable tiene a su
disposición el derecho de acción consagrado en el art. 18 Cn. para pedir a los
tribunales la heterocomposición de los conflictos en los que tenga interés; y uno
negativo, el cual implica que los tribunales no deben realizar otra función que juzgar y
hacer ejecutar lo juzgado. A su vez, dicho principio conlleva dos exigencias: que la
facultad de resolución de controversias sea encomendada a un único cuerpo de
jueces y magistrados, independientes e imparciales, en donde toda manipulación
relativa a su constitución y competencia esté expresamente excluida –el principio de
unidad de la jurisdicción o ‗unidad de la justicia‘ a la que hace referencia el art. 216
inc. Iº. Cn. –; y que la potestad jurisdiccional, tanto en la fase declarativa o
cognoscitiva -‗juzgar‘- como en la ejecutiva -‗hacer ejecutar lo juzgado‘-, así como la
producción de cosa juzgada, sea atribuida como monopolio a los miembros que
integran el Órgano Judicial, vedando a los demás órganos del Gobierno la asunción
de las funciones jurisdiccionales –el principio de monopolio de la jurisdicción, o
exclusividad stricto sensu, a que hace referencia el art. 172 inc. Iº. Cn. –
125
‖(Sentencia de 20-VII-99, Inc. 5-99)
El comentado Art. 172 inc. Iº. de la Constitución, reza en los términos siguientes: ―La
Corte Suprema de Justicia, las Cámaras de Segunda Instancia y los demás
tribunales que establezcan las leyes secundarias, integran el Órgano Judicial.
Corresponde exclusivamente a este Órgano la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo
juzgado en materias constitucional, civil, penal, mercantil, laboral, agraria y de lo
125
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador
de fecha 20 de julio de 1999 en el Proceso de Inconstitucionalidad de Ref. 5-99.
65
contencioso-administrativo, así como en las otras que determine la ley.‖. Lo
sobresaliente de la prescripción transcrita, para los efectos de la jurisdicción
contencioso-administrativa, reside en la regla respecto a que la tarea de juzgar y
hacer ejecutar lo juzgado, en la indicada materia corresponde con exclusividad a
Tribunales del Poder Judicial, lo cual remarca el carácter judicialista en cuanto a la
organización de este tipo de Tribunales y asimismo proscribe implícitamente su
establecimiento dentro de la estructura del Poder Ejecutivo.
Una de las fracturas que reconoce el Constituyente salvadoreño al Principio de
Unidad de Jurisdicción, se da en materia electoral, en que la revisión de la legalidad
de la misma se atribuye, al Tribunal Supremo Electoral 126, según el Art. 208 de la
Constitución.
Analizado
ya
el
fundamento
constitucional
de
la
jurisdicción
contencioso
Administrativo es necesario entrar a conocer aspectos generales de su organización;
al respecto la sistematización adoptada confía la totalidad de las controversias sobre
esta materia a Sala de lo Contencioso Administrativo, por ser este el organismo
técnico adecuado para apreciar la ilegalidad de las actuaciones del Poder público,
consecuencia que proviene de su condición jerárquica en el Poder Judicial 127.
La Sala de lo Contencioso Administrativo de la República de El Salvador, detenta la
exclusividad del juzgamiento de las controversias reguladas por el Derecho
Administrativo, siendo el único Tribunal, en razón de la materia, territorio y grado. En
efecto, el Art. 1 de la Ley de la Jurisdicción de lo Contencioso-Administrativo,
estatuye que: ―Erígese la jurisdicción contencioso administrativa como atribución de
la Corte Suprema de Justicia. La potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado en
esta materia corresponde a la Sala de lo Contencioso Administrativo.‖ Asimismo el
126
Art. 208 inciso 4to El Tribunal Supremo Electoral será la autoridad máxima en material electoral, sin perjuicio
de los recursos que establece esta Constitución, por violación de la misma.
127
Jorge Eduardo Tenorio, El Contencioso Administrativo en El Salvador, San Salvador, 1970, Pág. 37
66
Art. 5 del mismo cuerpo legal preceptúa que la Sala extiende su competencia a todo
el territorio de la República.
El carácter de único Tribunal acarrea la consecuencia de la falta del recurso ordinario
de apelación o del extraordinario de casación y en consecuencia la carencia de un
Tribunal superior que revise lo actuado y sentenciado.
En la actualidad la Ley contempla un único recurso denominado de aclaración
tramitado y resuelto por la misma Sala, que se interpone para la corrección de
errores materiales o bien para la explicación de conceptos oscuros que aparezcan en
la parte dispositiva del fallo, no existiendo posibilidad de revocar su sentido original.
Cabe señalar que el término sentencia ha sido interpretado restrictivamente, en el
sentido que su procedencia se limita a las definitivas, a las que resuelven el asunto
principal. No comprende las denominadas interlocutorias128.
La configuración actual como único tribunal para conocer en materia ContenciosoAdministrativo surge de la configuración del proceso contencioso como juicio de
única instancia que a lo largo de los años ha traído consigo variadas críticas, ya que
no existen medios de impugnación ante un órgano superior en grado, el fundamento
actual de una doble instancia es la necesidad de controlar y evitar los errores y el
arbitrio Judicial129.
128
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, de fecha 14 de agosto de 2006, en el Proceso de Referencia 73-2005, donde se declara improcedente
el Recurso de Aclaración en vista de sólo ser procedente para la impugnación de sentencias definitivas y con el
fin de enmendar errores materiales o esclarecer o explicar conceptos que puedan generar confusión sobre lo que
la Sala expresó en la parte dispositiva de la Sentencia.
129
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 28
67
Así, los fundamentos sociológicos de todo recurso se centran en la falibilidad
humana 130, que desde hace tiempo el mismo Ulpiano justificaba con el fin de poder
emendar las injusticias o impericias de los jueces 131.
La falta de recursos de la sentencia definitiva ha provocado un debate acerca de la
necesidad de articularlos, a efecto de darle cumplimiento al Debido Proceso, que
comprende dentro de sus exigencias, la disposición de parte del agraviado con la
Sentencia de interponer recursos, siendo los más usuales el de Apelación y el de
Casación132. En principio la doctrina y el derecho comparado comparten esta
posición.
No han faltado las posiciones que sustentan el mantenimiento del Status Quo,
aduciendo el Principio de Celeridad. Para acceder a la jurisdicción ContenciosaAdministrativa en El Salvador se requiere el agotamiento de la vía administrativa,
circunstancia que se torna más compleja debido a que el silencio administrativo no
se regula a plenitud y se limita a cuando no exista ulterior recurso jerárquico y que
fatalmente determina que el paso por todos los recursos administrativos dilaten entre
año y medio y dos años. Pero la demora se prolonga en promedio por dos años más
en la instrucción y decisión del Proceso Administrativo. Al instaurarse los Recursos
de Apelación o de Casación en los Procesos Administrativos, tendría que esperarse
al menos un año más la decisión definitiva de las controversias, que en conjunto
desde su aparición esperarían aproximadamente cinco años para su definición
completa é irrevocable.
130
Juan Antonio Robles Garzón, Los Recursos en la Nueva Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa,
Revista del Poder Judicial, Numero 58, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2000, Pág. 374
131
Ulpiano, Digesto 49,1,1, García Garrido, Derecho Privado Romano, Instituciones, Madrid, 1982, Pág. 160
132
Juan Antonio Robles Garzón, Los Recursos en la Nueva Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Revista del Poder Judicial, Numero 58, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2000, Pág. 374 y sigs
68
La justicia debe ser oportuna, pronta. ¿Cómo conciliar la existencia de recursos con
la celeridad, con la urgencia de resolver los conflictos en que los intereses públicos
se encuentren comprometidos, más allá de un plazo razonablemente aceptable 133?
Desde mi punto de vista la posible solución a esta dilema puede lograrse sin la
instauración de un sistema de recursos sino más bien mediante una distribución de
los procesos, creándose para el efecto nuevos organismos jurisdiccionales
departamentales o Juzgados de proximidad134 que conocieran únicamente de los
casos vinculados con Gobiernos locales, así como determinar los casos de menor
cuantía que según la región podrían ser conocidos por los mismos; este escenario
considero que ayudaría considerablemente a descongestionar la Sala de lo
Contencioso, sin prologar la incertidumbre en que puedan encontrarse tanto las
administraciones como los particulares.
En cuanto esta solución, debe aclararse que el aumento de jueces o instancias no
constituye una solución por si misma, sino dependerá de una distribución eficaz y
planificada135. Esta propuesta cumple asimismo con el principio democrático que
exige un acercamiento de la justicia, concretamente la administrativo, al ciudadano;
objetivo que se puede lograr a través de esta regionalización de tribunales, ya que es
obvio que el acceso a la justicia no se satisface con un tribunal que tiene un asiento
exclusivo en la capital136.
Entre los aspectos generales la Sala de lo Contencioso Administrativo, se encuentra
inmersa dentro de la Honorable Corte Suprema de Justicia, cúspide del Poder
133
Santiago Muñoz Machado, El derecho a obtener Justicia en un plazo razonable y la duración de los procesos
contencioso-administrativos: las indemnizaciones, Revista Española de Derecho Administrativo, Numero 25,
Editorial Civitas, Madrid, 1980
134
Jesús González Pérez, Los atentados al Modelo de Justicia de la Constitución de 1978, Revista Española de
Derecho Administrativo, Numero 134, Editorial Civitas, Madrid, 2007, Pág. 245
135
Alejandro Nieto, La Administración de Justicia y El Poder Judicial, Revista de Administración Pública,
Numero 174, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008, Pág. 40.
136
Ernesto Jinesta Lobo, Fundamentos Constitucionales de la Nueva Jurisdicción Contencioso-Administrativa,
Revista de Derecho Publico, Numero 6, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007, Pág. 15
69
Judicial, organizada para el ejercicio de sus funciones137 jurisdiccionales en cuatro
Salas, denominadas: Sala de lo Constitucional, compuesta por cinco Magistrados;
Sala de lo Civil y Sala de lo Penal, integrada cada una de ellas con tres Magistrados
y, la Sala de lo Contencioso Administrativo, conformada por cuatro Magistrados.
El número de miembros de la Sala de lo Contencioso-Administrativo no puede ser
más caprichoso é inusual. Los Tribunales Colegiados, al menos los de máximo nivel,
se encuentran conformados con Magistrados en número impar. Sin embargo, la
explicación respecto del Tribunal administrativo salvadoreño radica en que antes del
año 1992, ésta, la Sala de lo Contencioso-Administrativo, se componía de tres
Magistrados, pero debido a las enmiendas constitucionales decretadas ese año, se
dispuso en su Art. 186 Constitución, que los Magistrados de la Corte Suprema de
Justicia serían elegidos para un período de nueve años y se renovarían por terceras
partes cada tres años, pero siendo catorce Magistrados en ese entonces, no
calzaban los números para que su renovación fuese, en todo caso, por terceras
partes, obviándose la dificultad o inconveniente, añadiendo un Magistrado más a la
Corte Suprema de Justicia, cuyo destino sería, según lo dispuso la Ley Orgánica
Judicial, la Sala de lo Contencioso-Administrativa.
En lo que respecta al numero de suplentes que substituyen a los Magistrados
Propietarios de la Sala de lo Contencioso Administrativo, la Ley Orgánica Judicial en
sus Artículos 11 y 12 instaura su respectiva reglamentación, regulación que ha sido
duramente criticada debido a la inseguridad e incertidumbre que genera, ello en vista
137
Art. 4 de la Ley Orgánica Judicial: “La Corte Suprema de Justicia estará organizada en cuatro salas que se
denominarán: Sala de lo Constitucional, Sala de lo Civil, Sala de lo Penal y Sala de lo Contencioso
Administrativo. La Sala de lo Constitucional estará integrada por el Presidente de la Corte Suprema de Justicia y
cuatro Vocales designados por la Asamblea Legislativa. Las Salas de lo Civil y de lo Penal estarán integradas por
un Presidente y dos Vocales y la Sala de lo Contencioso Administrativo estará integrada por un Presidente y tres
Vocales todos los que designará la Corte el primer día hábil del mes de enero de cada año, entre los demás
magistrados que la componen, las que podrán reorganizar cuando lo juzgue necesario y conveniente a fin de
prestar un mejor servicio en la administración de justicia. Cuando por renuncia y otro motivo legal deba
sustituirse un Miembro de la Sala de lo Constitucional, el que sea elegido podrá ser designado por la Asamblea
Legislativa para que integre dicha Sala o designar a uno de las demás Salas de la Corte al momento de la
sustitución; si se tratare de un Magistrado de cualquiera de las otras Salas, el Magistrado electo entrará a formar
parte de la Sala de la Corte designe
70
que la ley no permite conocer con antelación quienes pueden ser llamados a cubrir la
vacancia de un Magistrado Propietario, violando claramente la garantía constitucional
del Juez Natural establecida en el Articulo 15 de la Constitución.
El Articulo 11 de la Ley Orgánica Judicial manifiesta en lo tocante a los suplentes,
que existirá igual numero de Magistrados suplentes como propietarios, cinco de ellos
exclusivamente para la Sala de lo Constitucional y los restantes para suplir
indistintamente a cualquiera de los propietarios de las otras Salas; esta disposición
es completada por el Art.12 del mismo cuerpo legal al establecerse que en las otras
Salas de la Corte Suprema de Justicia que no sea la de la Sala de lo Constitucional
podrá llamarse para la integración del tribunal, indistintamente a cualquiera de los
magistrados suplentes.
El régimen adoptado por la Ley Orgánica Judicial, a mi juicio no es acorde a la
Constitución, pues podría violentar la garantía del Juez Natural 138 y en ningún caso
beneficia a la transparencia que debe existir en un órgano de esta jerarquía,
prestándose a manipulaciones por parte de la Corte en Pleno, órgano al cual la ley
otorga el llamamiento de los Magistrados Suplentes. En materia Contenciosoadministrativo, esta situación es aún más dramática pues afecta directamente a su
sustancia misma 139.
En cuanto a los recaudos exigidos para optar al cargo de Magistrado de la Sala de lo
Contencioso Administrativo, el Art. 176 de la Constitución prescribe que se requerirán
las mismas exigencias necesarias para ser Magistrado de la Corte Suprema de
Justicia, ello en vista que la Sala de lo Contencioso forma parte integrante de la
primera.
138
Ignacio Diez-Picazo Jiménez, El Derecho Fundamental al Juez Ordinario Predeterminado por la Ley, Revista
Española de Derecho Constitucional, Numero 11, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1991,
Pág. 75 y sigs.
139
Eduardo García de Enterría, Organización Contencioso-Administrativa y Sistema de Recursos, Tribuna sobre
la reforma de la jurisdicción contencioso- administrativo, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas,
Madrid, 1997, Pág. 23
71
En base a la disposición Constitucional anterior los Magistrados en primer termino
deben reunir ciertos requisitos subjetivos, debiendo por tanto ser Salvadoreños por
nacimiento, del Estado seglar; requisitos que van encaminados a mantener la
independencia e imparcialidad de todo Magistrado impidiendo que sean influenciados
por políticas externas o por asuntos de la iglesia.
Entre otras exigencias, la constitución requiere que los Magistrados electos posean
cierta edad, que para el caso se precisa en cuarenta años, esta edad es la que
nuestra norma magna consideró necesaria para demostrar cierto grado de
experiencia y madurez para el ejercicio de la judicatura de más alto nivel en El
Salvador.
Finalmente en cuanto a los requisitos técnicos requeridos por nuestra Constitución,
desafortunadamente para nuestro medio han resultado bastante indulgentes, ello en
vista que bastará ser Abogado de la Republica
y haber desempeñado una
Magistratura de Segunda Instancia durante seis años o una judicatura de Primera
Instancia durante un mínimo de nueve años o igualmente haber obtenido la
autorización para ejercer la profesión de abogado por lo menos diez años antes de
su elección.
Estimo que los requerimientos mencionados no pueden ser considerados como
suficientes, la moralidad y competencia notoria a la
que hace referencia en la
Constitución constituyen verdadera letra muerta ya que no existe actualmente
procedimiento para acreditar la capacidad intelectual de los candidatos, quedado
desgraciadamente relegados, muchas veces por la adopción de criterios políticos, sin
que se disponga un verdadero método objetivo de elección, es necesario por ello un
procedimiento de elección donde pueda comprobarse dichas calidades y que
garantice que las personas más calificadas posean la oportunidad de ser nombradas.
72
Un procedimiento que en parte podría ayudar a solucionar el problema es mediante
la realización de audiencias públicas o ―public hearings‖ en la Asamblea Legislativa,
previo el nombramiento de los Magistrados; autores consagrados como el Alemán
Peter Häberle140 se muestran decididamente a favor de estas audiencias, ya que ello
aumentaría la transparencia, y democratizaría más la elección, haciéndola más
plural, reduciendo el reparto partidista de los Magistrados, debiéndose justificar los
meritos alcanzados, capacidad e intelecto de los aspirantes.
PROCEDIMIENTO DE ESCOGITACIÓN DE MAGISTRADOS DE LA CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA.
Las enmiendas constitucionales de 1992141, diseñaron un novedoso é ingenioso
procedimiento de elección de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que visto
en el papel satisface cualquier grado de exigencia para elevar a ese Tribunal a los
más calificados elementos del foro nacional. Así deambulaban todas las
expectativas.
Pocas Constituciones han llegado a privar a los políticos de la potestad de
postulación de candidatos a Magistrados de la Corte Suprema de Justicia o
Tribunales Constitucionales. En El Salvador los diputados de la Asamblea Legislativa
han de conformarse con elegir dentro de la nómina de candidatos propuestos por el
gremio abogadil, ya sea directamente a través del sufragio personal directo y secreto,
ya sea indirecta mediante el Consejo Nacional de la Judicatura, compuesto
exclusivamente de Abogados, que a su vez arribaron a sus cargos mediante el
140
Konrad Hesse y Peter Häberle, Estudios Sobre la Jurisdicción Constitucional, Instituto de Mexicano de
Derecho Procesal Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2005.
141
Acuerdos Políticos para el Desarrollo de la Reforma Constitucional; Acuerdos de Paz de El Salvador: en el
camino de la Paz, Organización de las Naciones Unidad, Departamento de Informática Pública de las Naciones
Unidas, 1992
73
mecanismo de sufragio de sus pares. Los éxitos o fracasos del sistema dependen en
buena medida de la correcta escogitación del gremio de Abogados142.
El sistema salvadoreño constitucionalmente concebido resulta envidiable y digno de
todos los elogios. Sin embargo, su aplicación ha sido objeto de los más severos
cuestionamientos, especialmente en cuanto a la calidad profesional de los
Magistrados electos y su alto grado de politización143. Los resultados no han sido los
añorados, pero pensamos que el problema no es constitucional, más bien de la falta
de normativa a que deben someterse los Diputados de la Asamblea Legislativa al
proceder a su elección.
Para un sector el problema se centra en incrementar los requisitos para optar a la
magistratura de Corte144, en definitiva, que sean más rigurosos y exigentes,
comenzando con la edad mínima, que según opiniones debería de ser de 45 años.
También se sostiene que se debería de aumentar el número de años en el ejercicio
de la profesión o de la judicatura, según los casos, haber publicado una obra jurídica,
haber servido un Cátedra Universitaria, etc. Asimismo se adicionan situaciones tales
como la de no estar vinculado de manera notoria a opciones políticas concretas145.
En este sentido la Constitución Mexicana, en una enmienda del año 1995, requirió en
el Art. 95 las exigencias para ser electo Magistrado de Corte, en la forma siguiente:
―Los nombramientos de los ministros deberán recaer preferentemente entre aquellas
personas que hayan servido con eficiencia, capacidad y probidad en la impartición de
justicia o que se hayan distinguido por su honorabilidad, competencia y antecedentes
profesionales en el ejercicio de la actividad jurídica.”.La Constitución Española de
1978 discurre también bajo alguna de estas ideas.
142
Los Jueces y las Elecciones del Consejo Nacional de la Judicatura, Fusades, Boletín de Estudios Legales,
Numero 14, San Salvador, 2002
143
Alejandro Nieto, El Desgobierno Judicial, Editorial Trotta, Madrid, 2005, Pág. 93
144
Diagnostico de los procesos de elección de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y Consejales del
Consejo Nacional de la Judicatura. Un aporte a la Construcción del Estado Social y Democrático de Derecho en
El Salvador, Associació Catalana de Profesionales Per la Cooperació, Agosto 2007.
145
Dieter Simon, La Independencia del Juez, Editorial Ariel, Barcelona, 1985, Pág. 107 y sigs.
74
Sin embargo, el sistema constitucional salvadoreño de elección de Magistrados de
Corte Suprema de Justicia debe estimarse que reúne el más alto grado de
exigencia146, dentro del Derecho Comparado, lo lamentable ha radicado en que se
carece de una Legislación Secundaria adecuada para terminar de afianzar y
perfeccionar
el
procedimiento,
evitando
las
desviaciones
y
la
excesiva
discrecionalidad que disponen los Diputados de la Asamblea Legislativa, que con la
finalidad de influir en el funcionamiento del poder judicial destruyen la neutralidad
esencial e irrenunciable de este organo147.
Con la escogitación de los candidatos se concluye y acaba la reglamentación de la
elección, pero para la elección en sí misma, momento decisivo del procedimiento ha
quedado librado a la más absoluta libertad de los actores políticos, que utilizan esta
potestad como una forma de satisfacción de sus apetitos de la misma naturaleza,
legítimos en otras áreas, perniciosos y malévolos en el Órgano Judicial148.
Llegadas las listas de candidatos a la Asamblea Legislativa ésta debería de sujetarse
a un procedimiento riguroso para evitar la absoluta discrecionalidad, que ha tornado
la elección, en ocasiones, en un reparto de un botín político, en que los partidos
mayoritarios reclaman y exigen sin rubor alguno, dos Magistrados en cada
elección149.
Resulta inaudito que actúen, las fracciones legislativas, con cierto sentido de
pertenencia y derecho con relación a la elección de dos Magistrados, no interesando
146
José Tapia Tovar, El Señor Magistrado, Estructura Jurídica y Radiográfica de su función, Editorial Porrúa,
México, 2005, Pág. 119 y sigs.
147
Alejandro Nieto, La Administración de Justicia y El Poder Judicial, Revista de Administración Pública,
Numero 174, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008, Pág. 33
148
Dieter Simon, La Independencia del Juez, Editorial Ariel, Barcelona, 1985, Pág. 107 y sigs.
149
Pedro Nikken experto independiente utiliza el término partidización para referirse a un fenómeno de
politización que va más allá del predominio de los intereses políticos de sectores o grupos y que alude a un
control más directo de partidos políticos concretos sobre las instancias estatales fundamentales, en detrimento de
la independencia y funcionamiento democrático de las mismas. Véase Pedro Nikken: Informe del Experto
Independiente sobre la evolución de la situación de los derechos humanos en el Salvador, elaborado de
conformidad con la resolución 1994/62 de la Comisión de Derechos Humanos(ONU), 13 de enero de 1995.
75
su idoneidad o no para los cargos, o al menos, éste es un elemento secundario 150.
Cada partido, en la escogitación de sus Magistrados, detenta en la práctica una
discrecionalidad absoluta; el otro partido mayoritario puede vetar al candidato del otro
partido pero no más, dándose a veces vetos simultáneos y el cuestionamiento se
resuelve nombrando a los dos o a ninguno.
En el estado de derecho no priva la voluntad o intereses de personas o grupos, sino
el interés común151. Por otra parte, en toda actividad estatal el ejercicio del poder
debe ser mesurado y limitado, no existen, no deben existir potestades que atribuyan
a partidos políticos o fracciones legislativas poderes omnímodos e incontrolables
más que todo cuando se trata de la elección de Magistrados de la Corte Suprema de
Justicia. La política tiende, pues, a imponer su ley, que en último termino es la de
carecer de ley, o si se prefiere situarse al margen o por encima de ellas 152.
La etapa legislativa de elección de los Magistrados de Corte debe regularse ya que
hasta el momento la única normativa se reduce a dos artículos de la Constitución el
Art. 131, No. 19 que dispone que: ―Corresponde a la Asamblea Legislativa:...19º.Elegir por votación nominal y pública a los siguientes funcionarios: Presidente y
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, ...‖. Asimismo, el Art. 186, inciso 3º.
manda que la elección de los Magistrados deberán estar representadas las más
relevantes corrientes del pensamiento jurídico. De esto último se han valido algunos
políticos para justificar su perversión al sistema de justicia salvadoreño.
Fueron los Acuerdos de Paz los que impulsaron y lograron la enmienda
constitucional que prescribe la presencia, en la Corte Suprema de Justicia, de las
más diversas corrientes de pensamiento jurídico, que de ninguna manera se
identifican o coinciden con las corrientes del pensamiento político.
150
José Roberto Dromí, El Poder Judicial, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1984, Pág. 55
María José Viana Cleves, El Principio de Confianza Legítima en Derecho Administrativo Colombiano,
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007, Pág. 111 y sigs.
152
L. de la Morena y de la Morena, Jurisdicción y Estado de Derecho, Revista de Administración Publica,
Numero 81, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1976, Pág. 155
151
76
Lo deplorable del caso estriba en que la Asamblea Legislativa, no obstante las
múltiples elecciones que ha realizado, no ha identificado y exteriorizado las
corrientes del pensamiento jurídico que ha valorado relevantes para efectos de la
elección y como cada uno de los Magistrados electos ha probado su afiliación a
determinada corriente.
En definitiva, la exigencia constitucional acotada carece de precedentes en el
Derecho Comparado y se instituyó con el propósito de conseguir un óptimo grado de
democracia, en la elección de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, no
obstante no ha servido para tal fin, sino para justificar conductas a las que debe
mostrarse ajena la elección de los miembros de Magistrados153.
Debe reconocerse que la Asamblea Legislativa ha dado un paso tibio, en este
sendero de calificar las aptitudes de los candidatos, a los que concede una entrevista
para al menos conocerlos físicamente y se concede a cada postulante la
oportunidad, por un breve período de tiempo que no pasa de treinta minutos, de
exponer sus posiciones é inquietudes respecto de los fenómenos judiciales. Los
resultados han sido discretos, en treinta minutos no se puede evaluar la capacidad
profesional, los méritos, las credenciales, etc. de los futuros Magistrados, debe
agregarse que los miembros de la Comisión que para el efecto se conforma, adoptan
la posición pasiva de oidores. El postulado expone un discurso preparado y
elaborado de antemano y allí termina el asunto.
Este diminuto esfuerzo debe llevarse hasta las últimas consecuencias, para que la
Corte Suprema de Justicia se conforme exclusivamente con Abogados de
comprobada excelencia y capacidad profesional con atestados que atestigüen su
153
María Luz Martínez Alarcón, La independencia Judicial, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 2004, Pág. 225
77
experiencia y que en las actividades profesionales en que se hayan destacado las
hayan realizado con honestidad é independencia154.
Debe partirse del nombramiento de una Comisión Evaluadora de Postulaciones, que
opere en cada una de las elecciones de segundo grado que competan la Asamblea
Legislativa.
Dada la escasa probabilidad de que en el seno de la Asamblea Legislativa exista un
número de Abogados con capacidad suficiente para realizar la evaluación, la
Comisión Evaluadora de Postulaciones debe enriquecerse con la integración de tres
Decanos de las Facultades de Derecho que operan en el país.
En principio el procedimiento de selección de los Magistrados que resultaren electos,
deben reunir las características de un concurso, puesto que se debe elegir a los
mejores candidatos, a los que gocen de mayor excelencia en cuanto a su capacidad
profesional, a los más experimentados y a los más honestos 155. Todos los Abogados
propuestos en el listado elaborado por el Consejo Nacional de la Judicatura deben
poseer los requisitos constitucionales, puesto que sólo los que los reúnan pueden ser
postulados, pero en la elección final sólo deben estimarse los que detenten el mayor
y mejor número de cualidades para desempeñar el cargo. Porque poniendo en la
balanza el criterio de cualidades profesionales, éticas y demás y, por otro lado, el
interés de los partidos políticos, no se requiere esfuerzo mental para desechar éste
último criterio.
Instalada la Comisión Evaluadora de Postulaciones se entra en la primera fase que
podría denominarse de antecedentes o de méritos156 en la que pesarán
circunstancias tales como un post-grado en la especialidad jurídica en la que se
154
Diagnostico de los procesos de elección de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y Consejales del
Consejo Nacional de la Judicatura. Un aporte a la Construcción del Estado Social y Democrático de Derecho en
El Salvador, Associació Catalana de Profesionales Per la Cooperació, Agosto 2007.
155
Juventino V. Castro, Hacia el Sistema Mexicano del Siglo XXI, Editorial Porrúa, México, 2000, Pág.191
156
Jesús González Pérez, La Selección de los Jueces, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2008, Pág. 51
78
juzgará, haber servido una Cátedra Universitaria relativa a la misma materia en la
cual ejercerá funciones jurisdiccionales, haber escrito obras jurídicas, disertado con
frecuencia en conferencias sobre temas jurídicos dirigidas a Abogados, haber
ostentado cargos gremiales de la mayor importancia, haber servido una Magistratura
o Judicatura por un número superior a los establecidos por la Constitución y otros
similares. Quien reúna los atributos relacionados debe encontrarse en una situación
sobresaliente y prominente de ser designado con superiores probabilidades y
expectativas que un político, un Colaborador Jurídico de un Ministerio o ente
descentralizado, Asesor Legal de un Banco, etc.
En esta etapa el candidato deberá acreditar sus antecedentes y méritos y rendir la
prueba de los mismos ante la respectiva Comisión. No basta presentar un Currículo.
El papel aguanta con todo. La prueba de los méritos debe encontrarse debidamente
establecida.
Al llegar la nómina de candidatos a la Asamblea Legislativa, todos tienen idénticas
posibilidades de acceder a la Magistratura, pero agotada la etapa de antecedentes ó
méritos los mejor acreditados se ubicarán en un sitio prevaleciente con relación al
resto de los postulados, tendrán la posibilidad de ser electos. A más méritos más
posibilidades.
La capacidad profesional constituye el primer filtro que descalifica a un buen número
de candidatos, que únicamente reúnen los requisitos constitucionales pero no la
idoneidad requerida para ser Magistrado de la Corte Suprema de Justicia 157.
Pero algo debe agregarse en cuanto a los Abogados que fueron más votados en la
elección de los Abogados. Existe una opinión generalizada de que debe respetarse
la voluntad del demos reflejada en la votación. No concuerdo con esa apreciación. Si
157
José-Juan Toharia, El Juez Español un análisis sociológico, Editorial Tecnos, Colección de Ciencias Sociales,
Madrid, 1975, Pág. 103
79
eso fuese así lo pertinente sería ampliar la cobertura de la votación mediante el
sufragio de toda la ciudadanía. El resultado de la votación, debe ser acompañado de
la excelencia profesional y cualidades espirituales158. En igualdad de condiciones
deberá escogerse al más votado, pero sólo en esas circunstancias.
En la actualidad los únicos Magistrados designados directamente por la Asamblea
Legislativa son los correspondientes a la Sala de lo Constitucional. El resto resultan
electos en forma conjunta, sin especificar su destino en las diferentes Salas. La
distribución la realiza la Corte Suprema de Justicia en Pleno ó Corte Plena. Esto no
ha dejado de producir nefastas consecuencias.
En esta selección conjunta que efectúan los Magistrados resultan de las
especialidades jurídicas más variadas, algunas de ellas que no corresponden a la
competencia de las diferentes Salas, o su aplicación tiene carácter limitado. Pero lo
más patente se ha dado en algunas oportunidades en que se eligieron para el caso
un número de penalistas o civilistas superior a los que conforman la Sala de lo Penal
o de lo Civil, según los casos.
Las funciones de las diferentes Salas de la Corte Suprema de Justicia por su
trascendencia é importancia deben encomendarse a especialistas en el subsistema
jurídico en que le corresponde conocer y decidir159. La preparación y conocimiento
especializado constituye la especialidad la única seguridad de acierto en las
decisiones judiciales. La problemática jurídica de las Salas asume tal complejidad
que aún a los especialistas les resulta difícil resolver con propiedad los intrincados
casos que conocen. El conocimiento jurídico no se improvisa por más capacidad
mental y profesional que posea el Abogado. Posiblemente al término del período,
nueve años, el Magistrado se haya vuelto un especialista en la materia que ha
158
Jesús González Pérez, La Selección de los Jueces, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2008, Pág. 29
159
Miguel Sánchez Morón, Sobre la Situación de la Justicia Administrativa en los Albores del Siglo XXI, Revista
de Administración Publica, Numero 154, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2001, Pág.304
y sigs
80
juzgado, pero aprender y dominar esta especialidad le requirió varios años en los que
los justiciables tuvieron que pagar su impericia.
La acertada elección de cada Magistrado de la Sala de la Corte Suprema de Justicia
a la que se incorporará debe determinarla la Sala, habiendo advertido previamente
que poseen los conocimientos jurídicos especializados, indispensables en el
juzgamiento de asuntos competencia de la Sala160.
Así estaremos seguros que habrá penalistas en la Sala de lo Penal; civilistas,
mercantilistas y laboralistas en la Sala de lo Civil; y Administrativistas y Tributaristas
en la Sala de lo Contencioso Administrativo.
Para llegar a este resultado bastará con reformar el Art. 4 de la Ley Orgánica
Judicial. No se requiere reforma constitucional.
Desde esta perspectiva los candidatos que no ostenten ninguna especialidad no
podrán pasar a la siguiente etapa y el concurso se reduce a la oposición de los
candidatos idóneos para alcanzar la Magistratura.
En la Sala de lo Constitucional la especialidad guarda suprema significación y
trascendencia debido a que se requiere mucho estudio y dedicación para
encontrarse actualizado en esta rama del saber jurídico, que camina a pasos
galopantes. Por otra parte la misión del Juez Constitucional no se agota en la
aplicación de la Ley ya de por sí
fatigosa y que requiere un gran caudal de
conocimientos jurídicos, sino que su actividad al juzgar es de índole valorativa,
siendo sus herramientas los principios y valores que informan a la Constitución.
Adicionalmente, el efecto jurídico de sus fallos no alcanza únicamente a las partes,
como en la mayoría de sentencias sino que también trascienden al resto de la
160
Jesús González Pérez, La Selección de los Jueces, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2008, Pág. 29
81
colectividad con efectos Erga omnes, ya que las consecuencias de las sentencias en
los Procesos de Inconstitucionalidad, según el Art. 183 de la Constitución, son
obligatorios con carácter general. Asimismo se estima que los precedentes,
derivados de las Sentencias de los Procesos de Amparo y Exhibición Personal,
tienen carácter preceptivo para los Órganos que conforman la estructura del Poder
Judicial, para los funcionarios públicos y en general para todos los habitantes del
país161. En definitiva existe una vinculación entre los tribunales ordinarios y las
decisiones que tome la Sala de lo Constitucional162.
Asimismo los Jueces
constitucionales dirimen los conflictos entre los Órganos Ejecutivo y Legislativo como
sería el caso del veto emitido por el Presidente de la República. Lo que se conoce y
resuelve en la Sala de lo Constitucional es de la más óptima importancia dentro de la
vida jurídica del país, por lo tanto sus integrantes deben de disponer y contar con un
acervo cultural y jurídico a toda prueba, aquí no cabe la impericia, el
desconocimiento de los fenómenos y la técnica jurídica, porque lo que se encuentra
en juego es la vida institucional del Estado. Encomendar la tarea de juzgar a
personas que no poseen la especialidad requerida no es más que una temeridad.
Sobre la excelencia profesional de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia,
la doctrina es particularmente exigente. En este sentido Humberto Nogueira
Alcalá163, en un trabajo publicado en la Revista Iberoamericana de Derecho Procesal
Constitucional, sostiene que:
―La necesidad de dotar de independencia en el ejercicio de sus funciones
jurisdiccionales al Tribunal Constitucional y de imparcialidad a los magistrados que lo
integran, hace necesario que el ordenamiento jurídico contemple ciertas exigencias
161
Rubén Hernández Valle, La Vinculatoriedad de las Resoluciones de la Sala de lo Constitucional, Revista
Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, Numero 1, Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal
Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2004
162
Christian Stack, Jurisdicción Constitucional y Tribunales Ordinarios, Revista Española de Derecho
Constitucional, Numero 53, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1998, Pág. 14
163
Humberto Nogueira Alcalá, La independencia y responsabilidad del juez constitucional en el derecho
constitucional comparado, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, Numero 1, Instituto
Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2004
82
que eviten la politización contingente de los jueces, además de una formación y
experiencia jurídica sólida, lo que hace dirigir la mirada sobre el sistema y requisitos
para ser nombrado juez del Tribunal Constitucional, la duración del cargo, las
posibilidades de reelección, el sistema de incompatibilidades, el régimen de
inmunidades, como asimismo, el sistema de la elección del Presidente del Tribunal.
La labor jurídica realizada por los tribunales constitucionales que tiene evidentes
connotaciones políticas requiere de los magistrados que integran estos tribunales
una legitimidad doble: su preparación jurídica especializada y su nombramiento por
órganos representativos del cuerpo político de la sociedad, los que les transmiten en
forma indirecta la legitimidad democrática de su autoridad.
Es por ello que los magistrados que integran los tribunales o cortes constitucionales
deben ser juristas destacados que cuentan con cierta experiencia mínima exigida,
siendo ellos escogidos y nombrados por las asambleas parlamentarias, el Jefe de
Estado o los gobiernos, participando en el proceso, en algunos casos, las más altas
magistraturas, todo ello de acuerdo con el tipo de gobierno constitucional
democrático existente en cada país.‖
En cuanto a la Sala de lo Contencioso pasa justamente lo mismo, la técnica y los
principios del derecho administrativo son muy diferentes a los del Derecho privado y
no es fácil acertar con su aplicación e interpretación por quien no es especialista en
aquella rama del derecho164.
En esta etapa podemos resumir que:
a) En el pasado reciente el criterio político que ha prevalecido en la elección de
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, ha pesado más que los méritos
164
Miguel Sánchez Morón, Sobre la Situación de la Justicia Administrativa en los Albores del Siglo XXI, Revista
de Administración Publica, Numero 154, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2001, Pág.305
83
o credenciales que han pasado a un segundo término, circunstancia que se
debe invertir en el futuro, erradicando la insana costumbre que los dos
partidos mayoritarios tengan derecho cuando menos a dos Magistrados;
b) La Asamblea Legislativa no solamente debe elegir a los Magistrados sino
también asignarle su destino a una determina Sala de la Corte Suprema de
Justicia.
En cuanto a la moralidad notoria se debe brindar a la ciudadanía la posibilidad de
participar en esta fase de oposición, mediante la denuncia de las actividades
irregulares de los candidatos, en su vida pública y privada.
Sobre esto habrá que tener sumo cuidado, para no comprometer la buena fama y
honor de los candidatos. Se abre las puertas para las denuncias pero siempre se
debe tener cautela atribuyéndoles a las informaciones recibidas el carácter
confidencial. La comisión evaluadora de postulaciones al recibirlas y analizarlas
deberá determinar cuáles detentan un mínimo grado de credibilidad y proceder a
investigarlas, siempre en forma privada y reservada. La información recibida
únicamente debe utilizarse para fines de la elección de los Magistrados.
Además deberá pedirse informe a la Corte Suprema de Justicia sobre las denuncias
presentadas respecto de cada candidato, estado de la investigación y de la
resolución final, si se hubiere dictado. Esta precaución parece ser que la Asamblea
Legislativa la ha implementado.
La Comisión Evaluadora de Postulaciones será un Órgano Técnico y sus funciones
son puramente consultivas, pero sus dictámenes se deben fundar en elementos
objetivos que en la práctica vuelva imposible el nombramiento de personas no
idóneas para el cargo aún cuando reúna los requisitos constitucionales. Su
84
competencia se limita a establecer una propuesta respecto de los candidatos más
idóneos165.
Pero esto no sería suficiente, porque no bastan únicamente los conocimientos
jurídicos, es indispensable completar esta etapa con la oposición que deberá realizar,
entre los diferentes candidatos, la Comisión Evaluadora de Postulaciones. La
oposición consistirá en una audiencia pública en que la Comisión entrevistará al
postulante y lo interrogará sin previo guión para que demuestre la sabiduría y
conocimientos sobre el subsistema jurídico que le tocará juzgar. La capacidad de
ideas y conceptos y su aplicación a la realidad social; sus valoraciones sociales, sus
principios éticos, sus potenciales proyectos e ideas para resolver la problemática de
la justicia en El Salvador, su espíritu de independencia, etc. para medir así la
verdadera capacidad integral para enfrentar los diversos problemas judiciales y
encontrarse a la altura de las responsabilidades que se le encomendarán.
Esta práctica de la audiencia pública evaluadora tiene sus raíces en la elección de
los Magistrados de la Suprema Corte de los Estados Unidos de América, a donde ha
producido excelentes resultados, y también cuenta con la recomendación de uno de
los más célebres constitucionalistas del Siglo XX, por añadidura Magistrado del
Tribunal Constitucional Federal Alemán, Peter Häberle. Comentando la posición
antes indicada, Joaquín Brage Camazano, expone que: ―Se ha discutido mucho
acerca de la conveniencia de que se celebren public hearings en el Bundestag y el
Bundesrat con carácter previo al nombramiento de los Magistrados. Haberle, como
se verá, se muestra decididamente a favor de las mismas. Ello aumentaría la
transparencia, democratizaría más en cierta medida la elección, la haría más plural y
reduciría el reparto partidista de las ―sillas‖ de Magistrado entre los grandes partidos
políticos, por más que haya que reconocer que el origen o la inclinación política de
los magistrados no ha sido determinante en ningún caso y no se producen, en
165
Jesús Ángel Arroyo Moreno, Diagnostico Sobre el Poder Judicial, Diagnostico y Propuestas sobre los Sistema
de Impartición de Justicia en México, Barra Mexicana de Colegio de Abogados, Editorial Themis, México, 2004,
Pág. 599 y sigs.
85
general, alineaciones en las votaciones en función de ese dato de la supuesta o real
inclinación partidista de los Magistrados y también los presidentes han actuado con
una imparcialidad e independencia (interna y externa) sobradas. Ello no obsta a que
tenga toda la razón Haberle al sostener que ―los partidos políticos no pueden
pretender ningún derecho a tener 'cargos hereditarios de jueces' como sucede de
facto hasta ahora‖. Para estas audiencias no basta reunir los requisitos
constitucionales ni siquiera la capacidad profesional especializada en determinada
rama del saber jurídico, si no se precisa de una capacidad integral que demuestre la
aptitud para el ejercicio de la magistratura166.
Pero en definitiva nadie que no posea una preparación académica sólida, tendrá la
osadía de dejarse evidenciar en estas audiencias. Con toda seguridad el número de
candidatos se reduciría dramáticamente y se tendrían más posibilidades de elegir
mejores Magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
Los Jueces y Magistrados, podemos afirmar, deben acreditar en concepto de
requisitos de existencia, la independencia y la capacidad profesional. La ausencia de
alguno de ellos los convertirá en lo que Don Ignacio Burgoa denomina simulador,
fenómeno que se observa habitualmente 167.
La forma más vil y despreciable de perder la independencia se localiza en la
venalidad. La corrupción judicial se ha dispersado a niveles desmedidos de
irracionalidad e intolerancia que reclaman y exigen la aplicación de medidas
emergentes y extraordinarias, que disminuyan su repetición y los desastres sociales
que provoca.
166
Konrad Hesse y Peter Häberle, Estudios Sobre la Jurisdicción Constitucional, Instituto de Mexicano de
Derecho Procesal Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2005.
167
Ignacio Burgoa O., El Jurista y El Simulador del Derecho, Editorial Porrúa, México, 1989
86
También se observa que idénticos estragos los desencadena el Juez incapaz, falto
de los conocimientos mínimos indispensables para decidir los conflictos con la fuerza
de la verdad legal. Para quien desconoce la Ley es tarea imposible aplicarla.
EL DESARROLLO ECONOMICO Y LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA.
Finalmente con relación a los nexos entre el desarrollo económico y el ordenamiento
jurídico, el expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Don Enrique
Iglesias, ha señalado que: ―tanto el derecho como el desarrollo se han perjudicado a
causa de la tradicional separación existente entre ambas esferas. Esta escisión
puede haberse debido tanto al predominio de una visión exclusivamente
economicista del desarrollo que resta importancia al marco político, social e
institucional en que éste se verifica, como al peso que durante largo tiempo tuvo una
visión demasiado formalista del Derecho.‖
Entre el desarrollo económico y el sistema legal, según las ideas expuestas, existe
una correlación de tal manera que no se concibe el primero sin la presencia de un
sistema legal que funcione brindando justicia y seguridad.
En este sentido René Villarreal168, ha expresado que: ― El desarrollo de una
economía institucional de mercado es lo que permite, primero, que funcione el
mercado y, luego, desarrollar mercados eficientes con el mínimo costo de operación
o transacción, porque a final de cuentas está sustentado en el capital social, que la
confianza en sus instituciones (leyes) y su gente (organizaciones), y sólo se genera
(la economía institucional) en un Estado de derecho donde se hacen cumplir y se
observan las leyes a través de un sistema judicial que también sea institucional y
efectivo.‖ Más adelante sostiene que ―Los mercados eficientes, desde el enfoque
168
René Villarreal, Memoria del IV Congreso Nacional de Derecho Constitucional, celebrado en México D.F., en
el año 2001 , denominado La Nueva Economía Institucional de Mercado y el Estado de Derecho.
87
institucional, son aquellos en los que los costos de transacción y transformación son
muy bajos y presentan un conjunto de características básicas:
a) La existencia de un Estado de derecho.
b) Clara especificación de los derechos de propiedad, los cuales ofrecen
incentivos para el crecimiento productivo.
c) Bajo costo de la obligación de cumplimiento de los contratos.
d) La existencia de capital social: la confianza en las instituciones y
organizaciones.‖
La mayoría de los hechos sociales, especialmente los económicos, se traducen y
reducen a operaciones jurídicas, por lo que la interrelación entre el sistema legal y la
economía no puede ser más íntima. De allí que de la seguridad que brinde el
ordenamiento jurídico a los fenómenos derivados de las relaciones surgidas en el
mercado, dependa el desarrollo normal y regular del régimen económico, como el
que se vive y práctica en nuestro medio.
La seguridad de las operaciones del mercado ocupa lugar preferente en las
decisiones de los Agentes económicos y causa la impulsión del desarrollo
económico169. Su ausencia provoca su lentitud.
En consideración a lo expuesto, el español Luis Recasens Siches170, con refinada
agudeza expresó que: El Derecho no ha nacido en la vida humana por virtud del
deseo de rendir culto u homenaje a la idea de justicia, sino para calmar una
ineludible urgencia de seguridad y de certeza en la vida social. Sin seguridad no hay
Derecho, ni bueno ni malo, ni de ninguna clase.
169
Mariano Ayuso, Aspectos Económicos de la Jurisdicción Contencioso-Administrativo, Consejo General del
Poder Judicial, Madrid, 2004, Pág. 142
170
Luis Recasens Siches, Tratado General de Filosofía del Derecho, Editorial Porrúa, México, 1961
88
En el tema del desarrollo económico siempre es recurrente la invocación de la
célebre frase de Goethe: «prefiero cometer una injusticia que soportar el desorden».
El ordenamiento jurídico establece las bases y reglas de la convivencia social, a
efecto que las personas sustenten y ajusten al mismo sus decisiones y conductas,
especialmente las que afectan a su patrimonio, al relacionarse con los demás
miembros de la comunidad y con las autoridades legítimamente establecidas.
Las personas se conducen dentro de la sociedad sabedoras de los efectos que el
ordenamiento jurídico genera respecto de cada uno de sus actos, de esta forma
contrata, se casa, trabaja y se relaciona con los Órganos Estatales, etc.
Por otro lado, por regla general, las normas jurídicas se cumplen voluntaria y
espontáneamente, pero las dificultades se observan cuando surge la patología
jurídica: la resistencia a cumplirlas de parte de uno de sus destinatarios o
simplemente existe incertidumbre en cuanto al alcance de los derechos y
obligaciones recíprocas. El momento culminante en que el Derecho se pone a
prueba, en que se determina si el acto de efectos generales abstractos é
impersonales, la Ley, se va a cumplir sin y aún contra la voluntad del obligado a
realizar determinada prestación ú observar determinada conducta. La confianza y
certeza del cumplimiento de la Ley deriva de la seguridad jurídica, que es una de las
finalidades, que de acuerdo al Art. 1 de la Constitución, persigue el Estado
salvadoreño.
La seguridad jurídica requiere, para que se tenga por satisfecha, que las normas
jurídicas que integran el ordenamiento jurídico, se cumplan en todo caso, sin importar
la oposición que pueda encontrar la persona obligada y especialmente cuando ésta,
la oposición, se conozca en un proceso por un Tribunal de Justicia171.
171
Alejandro Nieto, El Desgobierno Judicial, Editorial Trotta, Madrid, 2005, Pág. 60
89
El punto culminante de la seguridad jurídica, se da en el escenario del Poder Judicial,
en los procesos, porque los Jueces no sólo juzgan con la fuerza de la verdad jurídica,
declaran los derechos que asisten a las partes procesales, sino también hacen
ejecutar lo juzgado, tal como lo establece nuestra Constitución en su Art. 172.
De allí deriva la importancia en un sistema judicial eficiente y confiable, que a través
de su intervención imparcial, las normas jurídicas se cumplan y las expectativas y
pretensiones legítimas de las personas, fundadas en el sistema normativo, obtienen
satisfacción. La regularidad y eficiencia con que opere el sistema de administración
de justicia fomenta y estimula la confianza ciudadana en sus instituciones judiciales y
a percibir así la vivencia de un Estado de Derecho, en el que campee el gobierno de
las Leyes, porque éstas se cumplen y respetan, siendo el último garante del Principio
de Legalidad172.
En este orden de ideas, Piero Calamandrei, en su Obra Proceso y Democracia173,
afirma que: ―el más importante entre las personas del proceso, su verdadero
protagonista, es el Juez. De tal forma que en definitiva el sistema de administración
de justicia será lo que sean los Jueces‖, debiendo agregarse que la confianza
ciudadana en el sistema judicial depende de la conducta de los juzgadores.
Los Jueces y Magistrados a través de sus decisiones al resolver los conflictos dan la
pauta para generar confianza o desconfianza, en cuanto a la interpretación y
aplicación de las Leyes, en caso de conflictos. En definitiva la seguridad jurídica
depende de los aplicadores del Derecho.
De tal manera que si el inversionista no cree que el sistema judicial protege su
inversión; si el ciudadano común estima que no se castigará al delincuente; si el
propietario de su casa no se le protege contra cualquier tipo de injuria en sus bienes
172
Francesco Carnelutti, La Muerte del Derecho, La Crisis del Derecho, Breviarios de Derecho, Ediciones
Jurídicas Europa-América, Buenos Aires, 1961, Pág. 337
173
Piero Calamandrei, Proceso y Democracia, Ediciones Jurídicas Europea-América, Buenos Aires, 1960
90
y persona; si las deudas no se pueden cobrar; si la arbitrariedad campea en las
actuaciones del poder público; si los principios y valores constitucionales son simple
declaración retórica, la confianza en el sistema de administración de justicia no aflora
debido a que no se imparte acorde con las aspiraciones ciudadanas y es signo
inequívoco de que cualquiera puede sustraerse del cumplimiento de la Ley.
La confianza legítima tiene el carácter de Principio General del Derecho,
especialmente en la Comunidad Europea. Desde esta perspectiva podemos aplicarla
al sistema de administración de justicia. En este sentido, Federico A. Castillo
Blanco174, señala que: ―Desde el limitado alcance de este apartado, no obstante, hay
que destacar que el desenvolvimiento de un Estado basado en el libre mercado
determina la necesidad sentida por los operadores económicos y, en general, por los
agentes económico-sociales de que exista un marco estable de regulación donde
poder prever, con cierto margen de seguridad, las distintas operaciones e inversiones
de carácter económico o el mantenimiento o evolución de cualquier otra situación
jurídica con respecto a la actuación de los distintos poderes del Estado. Más allá de
los operadores económicos, los ciudadanos, en relación a sus situaciones jurídicas y
expectativas legítimas, requieren de la coherencia en el ejercicio del poder y de la
seguridad en la adopción de decisiones por éste.‖
A donde se encuentre un frágil e inestable sistema judicial, que no logre garantizar el
orden público y la seguridad ciudadana, el resguardo a la propiedad privada, el
debido
cumplimiento
al
ordenamiento
jurídico
en
general
y
políticas
gubernamentales, el desarrollo económico se encuentra frenado y limitado a
resultados discretos.
La inversión doméstica y foránea, imprescindible para el desarrollo económico, parte
de un presupuesto institucional indispensable: un sistema de administración de
174
Federico A. Castillo Blanco, La Protección de Confianza en el Derecho Administrativo, Editorial Marcial
Pons, Madrid, 1999, Pág. 97
91
justicia confiable, eficiente y accesible a todos. Sin la seguridad de la correcta
aplicación de la Ley, que se obtiene a través de una Administración de Justicia
pronta y cumplida, no existen las condiciones adecuadas para un desarrollo
económico sostenible.
El mismo Enrique Iglesias ha sentenciado que: ― En la medida en que la sociedad,
las empresas, los trabajadores y consumidores tengan la imagen de que se
administra justicia con independencia y eficacia, y de que la igualdad de
oportunidades es posible, se creará el clima de confianza pública, de estabilidad, de
transparencia, de exclusión de la discrecionalidad y de respeto por los derechos de
cada uno, que constituyen el marco indispensable para que se desarrolle la iniciativa
individual, la competitividad y el crecimiento, en forma equitativa.‖ .
Todo ello resalta el valor e interés creciente en el Sistema de Administración de
Justicia Salvadoreño y la urgencia de adoptar las medidas pertinentes que le brinden
eficacia y credibilidad.
Una medida que ayudaría y que se puede tomar como ejemplo es la elaboración de
lo que España se denomino el ―Libro Blanco de la Justicia‖ aprobado por el Consejo
General del Poder Judicial el 8 de septiembre de 1997, que después de un año de
estudios y análisis emitió un documento que contenía el diagnostico de los
problemas que afectan a la Administración de Justicia, con las correspondientes
medidas de solución de los problemas175.
175
Antonio Nabal Recio, En torno al Libro Blanco de la Justicia, Revista del Poder Judicial, Numero 49, Consejo
General del Poder Judicial, Madrid, 1998, Pág. 83
92
II. LAS PARTES PROCESALES
93
94
POSICIÓN JURIDICA DE LAS PARTES EN LA LEY DE LA
JURISDICCIÓN CONTENCIOSO ADMINISTRATIVA SALVADOREÑA.
El tópico del presente Capitulo se circunscribe al estudio de las partes procesales en
los litigios contenciosos administrativos176, cuya aspiración principal se concreta en
hacer prevalecer sus posiciones jurídicas desiguales dentro de este proceso judicial.
Los justiciables o partes procesales son las personas naturales o jurídicas que inician
los procesos mediante la deducción de pretensiones177 incorporadas a la demanda,
que realizan la oposición o contradicción a las mismas, asumen cargas procesales,
alegan y defienden sus derechos178e intereses legítimos, prueban y finalmente son
los destinatarios de la decisión final del Tribunal de Justicia, al que debe
considerarse como el sujeto procesal de mayor jerarquía, como veremos más
adelante.
Sin embargo, en los procesos administrativos, interviene adicionalmente otro sujeto
procesal, el Ministerio Público Fiscal, si bien con funciones relevantes, en su
actuación procesal tiene efectos limitados subordinados a las pretensiones que las
partes han esgrimido en el proceso. No obstante ello debemos destacar que la
participación del Ministerio Público en el Proceso Contencioso Administrativo
176
Héctor Fix-Zamudio en su obra Introducción a la Justicia Administrativa en el ordenamiento Mexicano, El
Colegio Nacional, México, 1983, expone que por esta noción, se hace referencia a la función pública que tiene
por objeto resolver las controversias jurídicas que se plantean entre dos partes contrapuestas y que deben
someterse al conocimiento de un órgano del Estado, el cual las decide de manera imperativa y en una posición
imparcial, la jurisdicción administrativa constituye un sector de esta función esencial del estado contemporáneo,
como un aspecto especializado de la misma por razón de la materia, y con independencia del órgano público que
ejercita la propia función.
177
La pretensión procesal es definida en la obra Curso de Derecho Procesal Administrativo de Vicente Gimeno
Sendra y Otros, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, como un acto emitido por el actor, en ejercicio de su
derecho de acción, mediante el cual solicita de un órgano jurisdiccional el desarrollo de una actividad frente a una
persona determinada en relación con un bien de la vida. Lógicamente la petición lo será de una consecuencia
jurídica derivada de una norma, y la causa de pedir consistirá en la afirmación del acaecimiento de los hechos a
los que la norma liga la consecuencia solicitada.
178
Gabino Fraga, en su libro titulado Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, justifica la
importancia del examen de los derechos y garantías de los particulares frente a la Administración; para apreciar
hasta que punto es real o aparente el sistema organizado para la protección contra la arbitrariedad de las
autoridades y para llegar a conocer si el Estado se encuentra efectivamente sometido al derecho.
95
salvadoreño, tiene carácter necesario é indispensable por mandato de la Ley de la
Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo, específicamente en su Art. 13 179.
En adición al Tribunal de Justicia, partes y Ministerio Público pueden intervenir en el
Proceso otras personas en diferentes calidades, pero ejercitando funciones
instrumentales y roles de inferior categoría a las que corresponden a los sujetos
procesales señalados.
Todas estas ―personas del proceso‖ conforman una acepción mucho ―más vasta que
lo a primera vista podría parecer equivalente a sujetos del proceso180‖ y
precisamente del estudio de estas podemos concluir las diversas cargas,
obligaciones y derechos que las partes procesales pueden desempeñar dentro del
litigio y las relacionas que pueden surgir entre estas181.
Es de recalcar la importancia que posee el tema de las partes, dado que
precisamente el Derecho Administrativo nace bajo la misión de salvaguardar los
derechos de los individuos frente a las posibles invasiones indebidas de los órganos
administrativos, constituyendo esta protección un elemento fundamental dentro de la
disciplina, que ha llevado a expresar que no puede existir derecho Administrativo en
un Estado de derecho182, mientras no haya una adecuada protección judicial de los
particulares contra el ejercicio ilegal o abusivo de las administraciones183, situación
que dependerá mucho del efectivo desempeño de las partes en los litigios.
179
Art. 13 de la Ley de Jurisdicción Contencioso Administrativo prescribe que: El Fiscal General de la República
intervendrá en el juicio, en defensa de los intereses del Estado y de la Sociedad.
180
Piero Calamandrai, Derecho Procesal Civil, Editorial Pedagógica Iberoamericana, México, 1996, Pág.87
181
Goldschimidt, Principios Generales del Proceso, Buenos Aires, 1961, Pág. 49 y sigs.
182
En el entendido, como lo dice José Luís Martínez López Núñez que el Derecho Administrativo constituye una
exigencia propia del Estado de Derecho, Revista Iberoamericana de Administración Pública(RIAP), Madrid,
2000
183
Agustín Gordillo, Tratado de derecho Administrativo, Tomo I, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos
Aires, 2000, Pág. V-8 sig.
96
1. SUJETOS PROCESALES
Para la mayoría de la doctrina del Derecho Procesal, el Proceso, Juicio o Litigio se
estima como una relación jurídica184. Se afirma que la actividad de las partes y del
juez está regida por la ley y que el orden establecido para regular la condición de los
sujetos dentro del proceso, determina una relación jurídica de carácter procesal,
consistente en el complejo de derechos y deberes a que está sujeto cada uno de
ellos, tendiendo a un fin común185.
Se observa que los protagonistas principales del Proceso, como lo señalaba el Art.
11186 del antiguo Código de Procedimientos Civiles Salvadoreño, son: el Juez, el
demandante ó actor y el demandado o reo.
En consecuencia en el proceso contencioso administrativo concurren dos clases de
protagonistas esenciales: por un lado se encuentra el órgano jurisdiccional, en El
Salvador la Sala de lo Contencioso Administrativo, Tribunal único que conoce en una
sola instancia, por el otro, las partes; esta asociación de acuerdo a la Ley, como se
expresó, constituye y desarrolla la relación jurídica procesal 187, en este sentido las
partes deducen, luchan y debaten sus pretensiones antagónicas ante el órgano
jurisdiccional, donde buscan justificar su aquiescencia con el ordenamiento jurídico, a
su vez, la tarea correspondiente al órgano judicial, sin duda alguna la mas relevante,
184
Enrique Rojas Franco en la obra Derecho Administrativo de Costa Rica, Editorial Porrúa, México, 2006
estima que no existe una diferencia muy marcada entre el fundamento de la acción contencioso administrativo y
las acciones procesales del Derecho Común. El litigio contencioso administrativo es la petición que se dirige a un
sujeto de derecho de anular un acto o disposición administrativos, y si fuere el caso, también obtener la
reparación de un daño, o que se restablezca una situación jurídica subjetiva, originada en una acción
administrativa ilegitima o legitima.
185
Enrique Véscovi, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa Fe Bogota, 1999, Pág. 88
186
Art. 11 del Código de Procedimientos Civiles prescribió que: Las personas que intervienen esencialmente en
un juicio, son el actor y reo, el Juez y su Secretario. Los que intervienen secundariamente, son: el abogado, el
asesor y el procurador.
187
Enrique Véscovi en su Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa Fe Bogota, 1999, Pág. 93 señala
que para la mayoría de los procesalistas, el proceso es una relación jurídica entre determinados sujetos investidos
de poderes otorgados por la ley, que actúan en vistas a un determinado fin. La actividad de las partes y del juez
está regida por la ley y el orden establecido para regular la condición de los sujetos dentro del proceso, determina
una relación jurídica de carácter procesal, consistente en el complejo de derechos y deberes a que está sujeto cada
uno de ellos, tendiendo a un fin común
97
consiste en decidir a cuál de las partes le asiste el derecho y la Ley, teniendo la
resolución la irrefutable fuerza de la verdad legal.
De lo expuesto constatamos que existe una innegable distinción entre la posición que
ocupa el Juez y la de las partes del proceso; así estos últimos obran sus diferentes
actos procesales por motivos concretos y subjetivos persiguiendo su interés propio,
en cambio el juez representa únicamente el interés del Estado o de la Sociedad,
mediante la aplicación de la Ley al caso concreto, a efecto de que la parte victoriosa
obtenga plena tutela de sus derechos é intereses legítimos.
Es por esto que las funciones atribuidas al órgano judicial conducen a la percepción
que las partes procesales son concebidas como sujetos parciales de la relación
jurídico procesal, que por oposición a estas, actúa a instancia de parte, constituyendo
un órgano super partes y un sujeto imparcial188.
1.1. ORGANO JURISDICCIONAL
De acuerdo a las ya célebres y conocidas frases del distinguido Procesalista italiano,
Piero Calamandrai: El más importante entre los personajes del proceso, su
verdadero protagonista, es el juez. Asiste mudo e impenetrable a todo el desarrollo
del drama, siempre presente se limita a escuchar en silencio la disputa de los otros
personajes. Pero, al fin, la última palabra, la palabra decisiva, es la suya: todo
aquello que se ha dicho en el curso del debate se resume en su decisión. El epílogo
del drama, el último acto del rito es la sentencia. Ite missa est. Ite iudicatum est. El
juez será el que decida el proceso189.
188
Eladio Escusol Barra y Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tecnos,
Madrid, 1995, Pág. 321
189
Jesús González Pérez, Manual de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Civitas, Madrid, 2001, Pág. 97
98
La jurisdicción ejercida por Jueces y Magistrados constituye, a excepción de los
Procesos Arbitrales el único método heterocompositivo de resolución de conflictos
Intersubjetivos de carácter jurídico.
A los Jueces y Magistrados se les encomienda el quehacer de juzgar y decidir las
controversias constitucionales y legales y en su calidad de función pública que el
Estado asume, excluye cualquier otra forma de dirimirlas, en especial de la
autotutela, vale decir la reacción directa y personal de quien se hace justicia con
manos propias190.
La función jurisdiccional viene a ser un complemento de las actividades legislativas
dentro del Estado. La Constitución y las Leyes regulan la conducta social de las
personas, pero en el desenvolvimiento de sus vidas dentro de la comunidad surgen
necesariamente posiciones encontradas y diversas en cuanto a la interpretación y
aplicación del ordenamiento jurídico, o peor aún, uno de los sujetos se muestra
rebelde en darle cumplimiento a sus deberes jurídicos. Las disputas son un lugar
común en toda clase de sociedad.
Ante la fenomenología de posiciones encontradas con relación al cumplimiento de
las normas que integran el sistema normativo, las Constituciones obligan a sus
protagonistas a ocurrir a los Tribunales de Justicia para que en el ejercicio de la
jurisdicción procedan a dirimir cuanta contienda jurídica se presente.
La Ley debe cumplirse, pero no basta su vigencia para que esto ocurra, en caso de
resistencia a sus mandatos y prescripciones el ordenamiento jurídico organiza la
jurisdicción y articula los procedimientos para que los derechos establecidos en las
leyes gocen de la protección del Estado y se puedan hacer efectivos empleando la
coacción, si fuese necesario.
190
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial B de F, Buenos Aires, 2004, Pág. 8.
99
De tal manera la justicia complementa y realiza la función normativa del Estado.
Tratándose de la función administrativa, que genéricamente para nuestro caso la
concebimos como aquella actividad que el Poder Ejecutivo realiza en cumplimiento
de la Ley para la consecución del interés general 191.
Las batallas jurídicas afloran con excesiva frecuencia debido a que los administrados
no se conforman con los actos que la administración emite y los cuestionan por
motivos de índole jurídica. Así nace la disputa con el agravante de que la
Administración Pública dispone de la prerrogativa de la autotutela192, acción de oficio,
o privilegio de la decisión ejecutoria como la denominan los juristas galos 193, en virtud
de la cual se dispensa a ésta, recurrir a la intervención de los Tribunales para que
sus derechos sean declarados y reconocidos y proceder a darles cumplimiento
coactivo194.
Esta peculiar situación jurídica en que se encuentra la Administración Pública
respecto de los administrados, lo constriñe a impugnar sus actos a través de un
proceso, en el que se restablezca el derecho e impere la Ley.
La función jurisdiccional tiene el propósito de enmendar los yerros y despropósitos
jurídicos incurridos por la Administración Pública en el ejercicio de sus competencias
atribuidas por Ley.
A través de la jurisdicción la normatividad vuelve a adquirir el reconocimiento y
protección estatal, campea pues en definitiva, el sistema normativo.
191
Según Miguel Sánchez Morón el concepto de interés general ha sido siempre muy discutido, pero
generalmente en un sistema democrático es definido, de acuerdo a los valores y principios de la constitución, por
los órganos que ejercen el poder político en representación de los ciudadanos y por elección de estos.
192
José Ramón Parada Vásquez, Privilegio de decisión ejecutoria y proceso contencioso, Revista de
Administración Pública, Numero 55, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1968
193
Georges Vendel, Derecho Administrativo, Biblioteca Jurídica Aguilar, Madrid, 1980. Pág. 139
194
Gabriela Seijas, Ejecutoriedad del Acto Administrativo, Derecho Administrativo Libro Homenaje al Profesor
Doctor Julio Rodolfo Comandira, Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 203
100
En la jurisdicción contenciosa administrativa encontramos una singularidad, al igual
que en la penal, que radica en que existe un interés del Estado en el proceso y que,
a la vez, el Estado es quien lo resuelve. Por eso, siguiendo a Vélez Mariconde195,
señalaremos que deben mantenerse los principios formales estructurales (jueces
imparciales, debido proceso) de la jurisdicción, que puedan hacer decir que
realmente se cumple esta función. Por eso también es por lo que se reclama la
independencia del poder judicial –estructurado como tal– para que la administración
(o el poder ejecutivo, o aún el legislativo en sus decisiones administrativas) pueda
ser juzgada (imparcialmente) como una parte más.
En la jurisdicción contencioso-administrativa se juzgan las contiendas en las cuales
la administración es parte. Es posible admitir que el juez condene a la administración
a pagar una indemnización, como consecuencia de sus actos (o hechos)
administrativos. También, para ciertos casos y en ciertos regímenes, se acepta que
el tribunal revoque el acto administrativo (en principio, que lo anule; muy
excepcionalmente se admite que lo reforme) 196.
La jurisdicción responde al Principio de Unidad197 que sustenta la organización y
actividades del Poder Judicial. Existe consenso en la función jurisdiccional es una,
puesto que se trata de un concepto que, como el de proceso, no puede escindirse en
nociones distintas sin poner en riesgo su propia esencia198.
Si la jurisdicción es por un aspecto, la soberanía del Estado aplicada a la función de
administrar justicia y, por otro lado, el derecho subjetivo del Estado a someter los
intereses particulares al interés público en la realización del derecho objetivo
mediante el proceso, es claro que cualesquiera que sea la materia a que se aplique,
las personas que sean partes en el proceso y la clase de litigio o de problema que
195
Alfredo Veléz Mariconde, Derecho Procesal Penal, Editorial Maecos Lerner, Córdoba, 1982.
Enrique Véscovi, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa Fe Bogota, 1999, Pág. 105
197
Jesús González Pérez, El Derecho a la Tutela Jurisdiccional, Editorial Civitas, Madrid,1989
198
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Tomo I, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, Pág. 105.
196
101
requiere su intervención, se tratará siempre de la misma función y del mismo
derecho. En síntesis, conceptualmente la jurisdicción es una, y esta unidad emana
de su naturaleza199.
Si bien la función jurisdiccional es una, ello no impide que cuando la misión que a
través de ella se realiza es atribuida a diversos conjuntos de órganos, a los que se
confía el conocimiento de determinadas materias y se regulan procedimientos
especiales, pueda hablarse de clases de jurisdicción200.
La Constitución salvadoreña en su Art. 172 reconoció estas circunstancias, en los
términos siguientes: ―La Corte Suprema de Justicia, las Cámaras de Segunda
Instancia y los demás tribunales que establezcan las leyes secundarias, integran el
Órgano Judicial. Corresponde exclusivamente a este Órgano la potestad de juzgar y
hacer ejecutar lo juzgado en materias constitucional, civil, penal, mercantil, laboral,
agraria y de lo contencioso-administrativo...‖.
Dentro de los diversos órdenes de la jurisdicción, se encuentra, como se expresó, la
administrativa ó contencioso administrativa, que se caracteriza por juzgar
pretensiones que se deduzcan en relación con la actividad de la administración
pública sujeta al Derecho Administrativo.
Las funciones del Estado se exteriorizan a través de sus Órganos, así la función
jurisdiccional ó jurisdicción mediante Tribunales de Justicia llamados Juzgados,
Cámaras, Salas, Tribunales, etc. Como los complejos de elementos personales y
materiales a los que el ordenamiento jurídico atribuye personalidad carecen de una
entidad orgánica natural, para poder realizar sus funciones necesitan valerse de
personas físicas que realicen actividad imputable a aquéllos. El fenómeno, por tanto,
se da en toda persona jurídica, pública o privada. El Estado no es una excepción.
199
Devis Echandía, Teoría General del Proceso, Editorial Universitaria, Buenos Aires, 1997, Pág. 101
Jesús González Pérez, Derecho Procesal Administrativo, Tomo II, Instituto de Estudios Políticos, Madrid,
1966, Pág. 38.
200
102
Para poder realizar sus fines necesita también de personas físicas, que son sus
órganos. Pero el órgano puede ser considerado desde dos puntos de vista 201.
El elemento objetivo se encuentra constituido fundamentalmente por la competencia,
representada por una esfera de atribuciones objetivamente establecidas vía la Ley.
La competencia se determina, como se ha señalado, en razón del objeto del
Proceso.
El elemento subjetivo se encuentra representado por personas naturales; que
ostentan la titularidad del Órgano y se les asigna la realización de la suma de
atribuciones.
De manera general estos aspectos nacen a través del Art.1 de la LJCA que erige la
jurisdicción contencioso administrativa como atribución de la Corte Suprema de
Justicia, dándole la potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado en esta materia a
la Sala de lo Contencioso Administrativo; Sala que se encuentra integrada por cuatro
magistrados, que gozan de la estabilidad independencia y calificación necesaria para
ejercer sus funciones. Dichosamente para El Salvador, desde sus inicios parece
haberse superado los viejos perjuicios políticos sobre la organización de la justicia
administrativa (que empujaron a sistemas como el francés a enmarcar dentro del
órgano Ejecutivo a esta jurisdicción), otorgándose invariablemente al Poder Judicial.
La concepción que enmarca a la jurisdicción contencioso administrativa dentro del
órgano judicial constituye en definitiva el sistema que viene a adoptarse en la región
Centro Americana, precisamente en países como Guatemala, al encuadrar el
Tribunal contencioso como jurisdicción privativa en el llamado órgano judicial(art. 27
201
Jesús González Pérez, Derecho Procesal Administrativo Mexicano, Editorial Porrúa, México, 1997, Pág. 68
103
ley del Organo judicial); Panamá 202, desde el Acto legislativo N° 2 de 1956 adscrito a
una de las Salas de la Corte Suprema de Justicia, y finalmente Costa Rica 203, todo
esta región acoge junto a la mayoría de países Iberoamericano(con excepciones
puntuales) el referido sistema de justicia administrativa.
En este mismo sentido cabe resaltar que la jurisdicción contencioso-administrativa se
instaura como jurisdicción común, en forma análoga a la jurisdicción Civil ordinaria,
que juzga por regla general los asuntos del Derecho Privado, no atribuidos a otra
jurisdicción. De similar manera la jurisdicción contencioso administrativa se ocupa de
todos los asuntos de Derecho Público, salvo las excepciones constitucionales y
legales, tanto que según el mismo García de Enterría expresa que es lícito decir que
el Derecho Administrativo es el Derecho Público interno por excelencia del Estado 204;
esta posición es aceptada, particularmente por la Doctrina francesa que califica a
jurisdicción administrativa de común, según la cual conoce de pretensiones fundadas
en normas administrativas.
Sin embargo debe señalarse que aparte de la jurisdicción administrativa común
existen jurisdicciones administrativas especiales como es el caso de la Corte de
Cuentas205 y Tribunal Supremo Electoral206 Salvadoreños, que por disposición
constitucional se
encuentran excluidas del conocimiento de la Sala de lo
Contencioso Administrativo.
202
Quintero, Las Reformas Constitucionales de 1956, Anuario de Derecho Número 2, Enero 1956-Mayo 1957,
Pág. 271. Olmedo Sanjur, Algunos comentarios sobre el Contencioso de Interpretación en Panamá, Lex, Numero
2, mayo 1973, Pág. 78.
203
Eduardo Retana, La jurisdicción Contencioso Administrativa y sus Reformas, Revista del Colegio de
Abogados, Numero 12, San José, 1966, Pág. 65.
204
Eduardo García de Enterría y Tomas-Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 42
205
El Art. 195 de la Constitución de la República establece que La fiscalización de la Hacienda Pública en
general y la ejecución del Presupuesto en particular, estará a cargo de un organismo independiente del Órgano
Ejecutivo, que se denominara Corte de Cuentas de la República y para ese efecto tendrá como se expone en el
Art. 196 funciones administrativas y jurisdiccionales.
206
El Art.208 de la Constitución de la República en referencia al Tribunal Supremo Electoral, lo concibe como la
máxima autoridad en materia electoral.
104
La posición del órgano judicial en el proceso, gravita en el ejercicio de los poderes
jurisdiccionales, imperio que despliega sobre los demás sujetos de la relación
procesal y que trae como consecuencia que las partes en el proceso, ya sea el actor,
demandado, los terceros intervinientes, el ministerio Público, etc. se encuentren en
un nivel inferior constituyéndose como los sujetos pasivos del poder jurisdiccional 207,
de ahí que las relaciones entre los sujetos del proceso, no se configuran
institucionalmente como relaciones de igualdad, sino de sujeción al poder público
estatal (Poder Judicial). Las manifestaciones de esta relación jurídica de sujeción son
diversas, pero a los efectos que ahora nos interesan, merecen destacarse dos de
ellas: por un lado, el deber jurídico de cumplir las resoluciones jurídicas firmes, y en
su defecto la ejecución coactiva de aquellas por el órgano jurisdiccional través del
proceso de ejecución; de otro, la potestad conferida a los tribunales para sancionar
las conductas procesales de las partes y de los abogados realizadas con mala fe, o
que entrañan abuso de derecho o fraude procesal 208.
El ejercicio efectivo de las partes en sus respectivos derechos Subjetivos procesales
imponen al juez, como órgano del Estado, deberes correlativos, que son parte
integrante del derecho público, estos constituyen imperativos jurídicos establecidos a
favor de una adecuada realización del proceso 209, como consecuencia del derecho
de acción o del derecho de contradicción, etc, dando como resultado su
incumplimiento lugar a sanciones y coerción para su obediencia.
DE LOS JUECES Y MAGISTRADOS
Los Jueces y Magistrados constituyen la pieza clave en la decisión de los conflictos
jurídicos, a causa de ello el Procesalista Español Don Jesús González Pérez, en su
obra ―Hacienda y Proceso‖, sostuvo que: ―Desde que los hombres aparecieron sobre
207
Eduardo Pallares, Derecho Procesal Civil, Editorial Porrúa, México, 1986, Pág.137
Carmen Senés Montilla, XII Congreso mundial de Derecho Procesal, Volumen III. Relaciones entre las partes,
los jueces y los abogados a la luz del Derecho Español, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad
Autónoma de México, México, 2005 Pág. 293
209
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial B de f, Montevideo, 2004, Pág. 172
208
105
la tierra no se ha inventado sistema mejor para dirimir sus disputas que confiar su
decisión a una persona distinta de los litigantes, que no esté vinculada a ninguno de
los intereses en juego, que goce de la más absoluta independencia y de los
conocimientos suficientes para comprender lo que es objeto de la litis‖.
A consecuencia de lo anterior debe estimarse que en los Juzgadores deben concurrir
tres requisitos esenciales que dicen y configuran su existencia misma. Tales son: la
independencia; la imparcialidad y la capacidad profesional.
INDEPENDENCIA.
No es un secreto que una de las piezas claves de la democracia es un sistema
judicial capaz de hacer exigible en la práctica el principio de sujeción de las
autoridades al orden Publico. En este sentido a donde no existe un poder judicial
independiente es difícil mantener un estado donde los derechos de los ciudadanos
estén a salvo y la división de poder se respete.210
Por ello, la exigencia de la independencia ha sido reconocida y consagrada en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones
Unidas proclamada el 10 de diciembre de 1948, en su Art. 10 cuyo tenor literal es el
siguiente: ―Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída
públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la
determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier
acusación contra ella en materia penal.‖
Por su parte el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos adoptado por la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el 16 de diciembre de
210
Miguel Carbonell, Los Guardianes de las promesas. Poder Judicial y Democracia en México, Revista
Iberoamericana de Derecho Constitucional, Numero 2, Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal
Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2004, Pág. 27
106
1966, en su Art. 14, reconoce el carácter indispensable de la independencia de los
Tribunales, en los términos siguientes. ―Independencia de la judicatura.
1. La independencia de la judicatura será garantizada por el Estado y
proclamada por la Constitución o la legislación del país. Todas las instituciones
gubernamentales y de otra índole respetarán y acatarán la independencia de la
judicatura‖
La Convención Americana sobre los Derechos Humanos más conocida como Pacto
de San José también realza el atributo de la independencia de los juzgadores en su
Art. 8 acápite 1, de la manera siguiente: ―Artículo 8º. Garantías judiciales .1. Toda
persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido
con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal
formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de
orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.‖
Finalmente, la Resolución Internacional de la Organización de las Naciones Unidas
adoptada en el VII Congreso de las Naciones Unidas sobre la prevención del delito y
tratamiento del delincuente, celebrado en Milán del 26 de agosto al 6 de septiembre
de 1985, confirmados por la Asamblea General el 29 de noviembre de 1985,
conocida con la denominación Principios Básicos Relativos a la Independencia de la
Judicatura, en los acápites 1º y 6º. prescriben que: ―1. Todas las personas son
iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser
oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido por la ley, en la substanciación de cualquier
acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación de sus
derechos u obligaciones de carácter civil.
107
El principio de la independencia de la judicatura autoriza y obliga a la judicatura a
garantizar que el procedimiento judicial se desarrolle conforme a derecho, así como
el respeto de los derechos de las partes.‖
Nuestra Constitución de 1983, insertó una disposición, contenida en el Art. 172, No.
3, consagrando la independencia de los Jueces y Magistrados en el ejercicio de la
función jurisdiccional, enfatizando que únicamente se encuentran sometidos a la
autoridad de la Constitución y las Leyes. Las Constituciones anteriores no obstante la
extraordinaria importancia de la independencia en la tarea de juzgar, no abordaron el
punto y se contentaron con una disposición genérica para todos los Poderes del
Estado.
En una conferencia pronunciada por Don Jesús González Pérez, titulada La
Jurisdicción: Unidad Jurisdiccional y Conflictos Jurisdiccionales, con relación a la
independencia, expresó que: ― La independencia es algo más que una garantía de la
Jurisdicción. Es una nota esencial de ella. Pues mal puede hablarse de jurisdicción si
la decisión del litigio no se atribuye a un sujeto imparcial e independiente de las
partes. Niceto Alcala-Zamora lo ha expresado en sus justos términos: «La
independencia –dice– es tan consustancial a la actividad jurisdiccional, como la
disciplina puede serlo a las Fuerzas Armadas, el secreto a los Notarios y ministros
eclesiásticos, o a la libertad de cátedra a la Universidad». Independencia del juez e
independencia del Poder Judicial. Como decía Pérez Serrano, «si prescindimos de la
independencia del Poder Judicial, hemos matado la vida jurídica del país». Pues,
como subrayaba Castán, «el principio de independencia judicial tiene razones
sustantivas valederas para todos los tiempos y adaptables a todos los sistemas
políticos, al margen de la división de poderes». Y Rubio decía que juzgar sin
independencia no es verdaderamente juzgar».
108
Sobre el carácter indispensable é ineludible de la independencia, como atributo de
los juzgadores, Alexander Hamilton en El federalista, comentando la Constitución de
los Estados Unidos de América expone:
―Esta independencia judicial es igualmente necesaria para proteger a la
Constitución y a los derechos individuales de los efectos de esos malos humores que
las artes de hombres intrigantes o la influencia de coyunturas especiales esparcen a
veces entre el pueblo, y que, aunque pronto cedan el campo a mejores informes y a
reflexiones más circunspectas, tienen entretanto la tendencia a ocasionar peligrosas
innovaciones en el gobierno y graves opresiones del partido minoritario de la
comunidad.‖
Siempre se ha subrayado que la independencia judicial debe ser absoluta, respecto
de todos los actores sociales, particularmente respecto de los Poderes Ejecutivo y
Legislativo, pero aún se extiende a los miembros de la jerarquía superior del Poder
Judicial211. Los jueces únicamente están sujetos a las leyes, manteniéndose extraños
a los intereses de las partes212.
Ya el Barón de Montesquieu lo había adelantado con singular claridad en el Capítulo
VI de la Constitución de Inglaterra, en su monumental obra El Espíritu De Las Leyes
al aseverar que: ―No hay libertad si el poder de juzgar no está bien deslindado del
poder legislativo y del poder ejecutivo. Si no está separado del poder legislativo, se
podría disponer arbitrariamente de la libertad y la vida de los ciudadanos; como que
el juez sería legislador. Si no está separado del poder ejecutivo, el juez podría tener
la fuerza de un opresor.‖
Lograr la independencia es una fijación obsesiva de los juristas que al mismo tiempo
es una tarea diaria a la que hay que dedicarse con singular empeño debido a los
211
212
Luis Favoreu, Los Tribunales Constitucionales, Editorial Ariel, Barcelona, 1994, Pág. 28
Luigi Ferrajoli, Derecho y Razón, Editorial Trotta, Madrid, 2000, Pág. 580
109
peligros y amenazas que permanentemente la asechan. Lo que si parece
incuestionable es que siempre un mayor grado de independencia a la que se vive y
practica siempre es deseable y representa una aspiración legítima en un estado de
derecho213. En esta materia siempre se dan algunos avances, pero siempre hay que
cuidarse de los retrocesos que al menor descuido se producen.
Los Poderes Legislativo y Ejecutivo siempre pretenden influir en las decisiones y en
los nombramientos de Jueces y Magistrados, especialmente de la Corte Suprema de
Justicia. Asimismo los demás protagonistas de la vida política y social siempre han
sido proclives a entrometerse en la tarea de administrar justicia, entre ellos los
Partidos Políticos, Asociaciones Gremiales, ONG, Sindicatos, Prensa, cuyos
intereses se filtran también en las personas que detentan los Poderes Legislativo y
Ejecutivo.
Ahora bien, aunque la independencia judicial constituya la mas esencial de los
atributos inherentes a la condición de juez o magistrado, no puede ser exacerbada
hasta el extremo de entender que la misma permite al titular la potestad jurisdiccional
de ejercitar esta sin obedecer a otra cosa que no sean sus propias inclinaciones
personales o ideológicas, su conciencia o propio fuero interno214.
Finalmente, la independencia también aplica al ámbito interior del Poder Judicial, en
el sentido de que la jerarquía superior no debe interferir en las resoluciones de los
Tribunales inferiores y solamente puede conocer de ellas cuando se interponen los
recursos establecidos por Ley215.
El ordenamiento jurídico salvadoreño siguiendo las pautas trazadas en el Derecho
Comparado y la Doctrina ha arbitrado diversas garantías de la independencia de los
213
María Luz Martínez Alarcón, La Independencia Judicial, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
Madrid, 2004, Pág. 57
214
José Garberí Llobregat, Constitución y Derecho Procesal, Editorial Aranzadi, Navarra, 2009, Pág. 75
215
El oficio de Jurista, Perfecto Andrés coordinación Luís Maria Diez-Picazo, El Juez, Siglo XXI de España
Editores, S.A, Madrid, 2008, Pág. 149
110
juzgadores, dentro de las cuales pueden señalarse muy especialmente la emisión de
un estatuto que regula la carrera judicial con garantía de estabilidad y permanencia
en los cargos; el establecimiento del Consejo Nacional de la Judicatura como Órgano
que coadyuva a una selección técnica y correcta de los juzgadores; la obligación de
asegurarles los medios que les garanticen una remuneración justa y un nivel de vida
adecuado a la responsabilidad de sus cargos 216. Sin embargo, parecería ser que no
bastan estos aseguramientos para mejorar significativamente la independencia de la
tarea de juzgar.
Con relación a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia al no estar
incorporados a la Carrera Judicial que garantice su independencia el problema se
acrecienta, por más que su período de nombramiento sea de nueve años. La última y
única garantía puede y debe ser su correcta designación. En correspondencia a lo
anterior Don Ignacio Burgoa, en su Obra El Jurista y el Simulador Del Derecho,
sostiene que: ―Aunque no es causa determinante, la independencia de los Jueces
proviene generalmente de la forma de su nombramiento‖. Quién designa y la forma
de hacerlo puede afectar la libertad de criterio de los juzgadores.
LA IMPARCIALIDAD
La imparcialidad encierra otra de las cualidades esenciales que deben acompañar a
los Jueces, sin la cual no se concibe su existencia. El Diccionario de la Lengua
Española publicado por la Real Academia Española, en la Vigésima Primera Edición,
brinda al vocablo imparcialidad el significado siguiente: ―(De imparcial) f. Falta de
designio anticipado o de prevención en favor o en contra de personas o cosas, que
permite juzgar o proceder con rectitud‖
Se puede observar que la imparcialidad implica un obrar ético, según los dictados de
la conciencia, a ello conduce proceder con rectitud a que se refiere el Diccionario de
216
Juan Montero Aroca, Independencia y responsabilidad del Juez, Cuadernos Civitas, Madrid, 1990.
111
la Lengua Española. La imparcialidad implica un elemento moralizante en la tarea de
juzgar ya que la misma se completa con la sumisión que se debe de observar a la
Constitución y a las Leyes. La rectitud en la conducta judicial únicamente transita por
la sujeción a la normativa jurídica aplicable.
El Art. 186, inciso 5º. de la Constitución prescribe que la Ley deberá asegurar a los
Jueces protección para que ejerzan sus funciones con toda libertad, en forma
imparcial. La invocación a la imparcialidad ha sido consecuencia de las enmiendas
constituciones de 1992 como resultado de los Acuerdos de Paz.
También la imparcialidad ha sido tomada en consideración en las declaraciones
internacionales de derechos, así en la Universal de Derechos Humanos de la
Organización de las Naciones Unidas igualmente el Pacto Internacional de los
Derechos Civiles y Políticos y la Carta de San José, en la forma que hemos dejado
transcrita con anterioridad, pero estimamos que debemos resaltar la referencia que
sobre la imparcialidad disponen los principios básicos relativos a la independencia de
la judicatura que en el acápite 2 reza: ―Los jueces resolverán los asuntos que
conozcan con imparcialidad, basándose en los hechos y en consonancia con el
derecho, sin restricción alguna y sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o
intromisiones indebidas, sean directas o indirectas, de cualesquiera sectores o por
cualquier motivo.‖
En la Obra Colectiva, el constitucionalista Luis López Guerra sostiene que: ―El
contenido de la función jurisdiccional, cuya realización justifica la existencia del poder
judicial, es, como se ha visto, resolver los conflictos entre los ciudadanos o entre
éstos y los poderes públicos o, dicho en los términos constitucionales, juzgar y hacer
ejecutar lo juzgado. Y la nota básica que se requiere de esta función es la de
imparcialidad. Si la función jurisdiccional se atribuye a un tercer poder, no es sólo por
evitar la concentración del poder: es, sobre todo, para garantizar que la aplicación del
Derecho y la interpretación de las normas corresponde a alguien que, por ser distinto
112
y ajeno a quien produce las normas básicas del ordenamiento y a quien las
promueve y ejecuta sus contenidos, puede resolver con imparcialidad. Lo
auténticamente sustantivo en la función jurisdiccional es la imparcialidad.‖
Ciertamente la imparcialidad se encuentra vinculada a la independencia, que no tiene
sentido en sí misma, sino en función que el Juez debe resolver los conflictos con
imparcialidad. Si el Juzgador cede a la presión de cualquier agente social, deja de
ser independiente pero así mismo pierde su imparcialidad.
La administración de justicia debido a la imparcialidad con que debe manejarse,
observa, tramita y resuelve los procesos, sin interés alguno217. De allí surgen una
serie de inhabilidades, impedimentos e incompatibilidades para juzgar determinados
casos, que se encuentran especificados en los Códigos Procesales y Leyes relativas
al Poder Judicial.
CAPACIDAD PROFESIONAL
El último de los requisitos esenciales, pero no por ello menos importante, que debe
adornar al juzgador, es la capacidad profesional 218. El criterio de mayor o menor
capacidad profesional irá aumentando de acuerdo al nivel jerárquico a donde se
ejerce la función jurisdiccional. De lo anterior se infiere que los Magistrados de la
Corte Suprema de Justicia deben disponer de una óptima idoneidad profesional,
agregando credenciales de la especialidad en el área del saber jurídico que les
tocará juzgar.
Nuestra Constitución enumera los requisitos que deben concurrir en los Magistrados
de la Corte Suprema de Justicia, de Cámaras de Segunda Instancia y de Jueces de
Primera Instancia y de Paz. En términos generales la acreditación del cumplimiento
217
218
José Garberí Llobregat, Constitución y Derecho Procesal, Editorial Aranzadi, Navarra, 2009, Pág. 75
Jesús González Pérez, La Selección de los Jueces, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2008, Pág. 29
113
de tales requisitos no presenta problema alguno, pero la dificultad surge al momento
de
determinar
quiénes de los candidatos que
cumpliendo
los
requisitos
constitucionales se deben seleccionar o nombrar para el cargo. La cuestión es si se
tomaran en cuenta la mayor calidad profesional y superiores atestados académicos,
o todos se deben encontrar en la misma situación para acceder al cargo. En otras
palabras cómo se resuelve la competencia entre los funcionarios.
En el momento en que nos encontramos cualquiera de los candidatos puede ser
nombrado o electo Juez o Magistrado, sin interesar que tenga mayores o menores
credenciales académicas, un óptimo grado de experiencia, un reconocimiento
general de sus méritos, haber publicado trabajos de contenido jurídico, haber servido
una Cátedra en una de las Facultades de Derecho que operan en el país, en el área
que le tocará juzgar, un espíritu independiente demostrado y una integridad
profesional a toda prueba, porque estas cualidades o atributos no agregan nada a su
favor. Este orden de cosas no debe, no puede continuar.
Por el contrario los candidatos deben participar en un concurso de méritos y
antecedentes en que lo determinante para la elección no será solamente contar con
los requisitos mínimos y el respaldo político o gremial, sino una idoneidad para
desempeñar el cargo219.
ASBTENCIÓN Y RECUSACIÓN
Uno de los deberes funcionales del juzgador es la imparcialidad, puesto que el
proceso es un mecanismo de solución de controversias a través de los proveídos de
un tercero, cuya autoridad le viene, además de la legalidad, por el hecho de
mantener un carácter imparcial (heterocomposición). Empero, el juzgador, como
persona que es, puede tener relaciones con las partes litigantes, con los abogados
219
Jesús González Pérez, La Selección de los Jueces, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2008, Pág. 51
114
que los representan y con el objeto litigioso, o de un modo general, puede tener
algún interés en el asunto que se está discutiendo. Esta situación puede llevar a
poner en tela de juicio la imparcialidad que debe caracterizar al juzgador, por lo que
se plantea la posibilidad que se abstenga del conocimiento de determinado caso o
pleito.
Las circunstancias que motivan la abstención deben tener el carácter de serias, esto
es, que sean trascendentes o significativas, que se trata de hechos que por su
relevancia puedan incidir en la decisión o ánimo del juzgador220. También se exige
que sean motivos que razonablemente sean capaces de influir en el ánimo de la
persona, es decir, cuestiones que normalmente y por sí mismas puedan apreciarse
suficientes para causar una influencia.
La ley faculta al juzgador para excusarse del conocimiento del caso y para que se le
sustituya según el orden legal o reglamentario establecido. El hecho que el juzgador
se excuse no implica el reconocimiento o admisión de una circunstancia negativa o
reprochable, ya que las causales contempladas por la ley para la abstención, son
para evitar cualquier duda o posibilidad de imparcialidad, no que efectivamente exista
imparcialidad; es decir, que tiene una finalidad preventiva y no correctiva. En todo
caso, las causales de abstención (parentesco, pleito pendiente, calidad de acreedor
o deudor, amistad o enemistad, etc.) están determinadas por las relaciones que
normal y cotidianamente puede tener una persona (el juzgador) con otra (alguna de
las partes); no se refieren a cuestiones ilícitas o indebidas. La abstención no tiene
para la ley la connotación negativa que se le ha dado en la práctica forense
salvadoreña.
Precisamente por la naturaleza preventiva de la abstención, la excusa no puede
revocarse aunque ambas partes se conformen con que siga conociendo el juzgador
que se ha excusado.
220
José Almagro Nosete y Otros, Derecho Procesal, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 1989, Pág. 104
115
La recusación, por su parte, implica invocar y probar alguna de las circunstancias
que objetivamente son capaces de comprometer la imparcialidad. La recusación del
latín recusation –onis, que significa reclamación negativa se refiere al acto mediante
el cual una de las partes solicita al juez se inhiba de seguir conociendo de un
proceso por incurrir en ellos algún impedimento legal. El juez debe ser imparcial, es
decir, que para que pueda ser efectivo el principio procesal de igualdad de las partes
ante el juzgador, no debe éste tener motivos de interés, de simpatía, de gratitud, ni
de reconocimiento, odio o amistad, con ninguna de las partes, porque de ser así su
sentencia y el trato que diere a los litigantes, puede inclinar la balanza de la decisión,
a favor o en contra de alguna de ellas.
La recusación se debe ejercer en la primera intervención, ya que de lo contrario se
consiente la competencia del juzgador. No obstante, la recusación es subjetiva o
personal, razón por la cual se renueva el derecho cada vez que se presente o asuma
un nuevo juzgador, siempre en la primera oportunidad.221 Todas las causales de
recusación se deben proponer de una sola vez porque no se admiten posteriores.
Si la circunstancia invocada es sobreviniente o era desconocida por el recusante,
debe probarlo adecuadamente para que proceda la recusación hecha en etapa
posterior a su primera participación. En todo caso, debe interponerse antes que se
pronuncie sentencia en la instancia que corresponda al juez o magistrado recusado,
puesto que posteriormente ya no tiene ningún sentido.
Por tanto, cuando el juzgador considere que concurre respecto de él un motivo de
abstención se debe excusar, poniéndolo en conocimiento del tribunal superior en
grado por medio de escrito fundamentado, para que se declare, con solo la vista del
libelo, si procede o no la abstención. Aunque la excusa no necesita probarse, el
tribunal superior debe apreciar si el motivo expuesto reúne los requisitos de seriedad
221
Enrique M. Falcón, Derecho Procesal Civil, Comercial, Concursal, Laboral y Administrativo, Rubinzal–
Culzoni Editores, Buenos Aires, 2003, Págs. 216 y 217.
116
(importancia o trascendencia) y razonabilidad (suficiencia).
El tribunal competente para conocer de la recusación es el superior en grado al que
pertenece el juzgador, en el caso de los magistrados de la Salas de la Corte
Suprema de Justicia conocerán los magistrados restantes. No obstante, si se
recusare a todos o la mayoría de los integrantes de la Sala, deberá conocer la Corte
en Pleno, con exclusión de los integrantes de las Salas recusadas.
El escrito proponiendo la recusación debe acompañar la prueba documental que la
fundamente; no existe oportunidad para presentar otro tipo de prueba que no sea la
documental sobre la recusación, la que no es admisible. De la recusación se dará
audiencia común por tres días a todas las partes presentes para que se manifiesten
por escrito, expuestos los cuales se remitirán las actuaciones al tribunal superior en
grado para que resuelva la cuestión, con un informe del juzgador recusado, en
donde podrá exponer y anexar la prueba documental que tenga a bien, de modo que
se puede decir que actúa como una especie de parte limitada.222
Me parece obvio y congruente con los principios de igualdad y del contradictorio que
las partes pueden presentar la prueba documental que tengan para reforzar los
argumentos que expongan al deponer la audiencia que se les confiere.
En el caso de los magistrados de la Salas de la Corte Suprema de Justicia el
recusado expondrá sus argumentos después que lo hagan las partes personadas,
también de modo escrito.
Si se declara procedente el motivo de abstención se separará del conocimiento al
juzgador competente y se le sustituirá por quien lo deba remplazar legalmente.
222
Enrique M. Falcón, Derecho Procesal Civil, Comercial, Concursal, Laboral y Administrativo, Rubinzal–
Culzoni Editores, Buenos Aires, 2003, Pág. 217.
117
Para evitar que el asunto se utilice indebidamente se establece la condena en costas al
recurrente cuando no se haga mérito de las razones planteadas o no se pruebe
adecuadamente el motivo aducido. Desechada la abstención, el juzgador podrá seguir
conociendo o terminar dictando sentencia, según el caso.
Todas las resoluciones que se pronuncien en este tipo de incidente no admiten
recursos, con excepción, en mi criterio, del de reconsideración o revocatoria, ya que
no encuentro razones de peso que impidan que el mismo juzgador reconsidere sus
proveídos en esta materia, puesto que la prohibición de recursos es para no
prolongar la discusión, pero la reconsideración no dilata o distrae mayor cosa la
tramitación del asunto.
1.2 AUXILIARES
Dentro del Proceso Administrativo, al igual que en algunos Constitucionales, aparece
un sujeto procesal de características peculiares difíciles de precisar, que como
reconoce Don Jesús González Pérez el concepto y naturaleza de esta institución,
que –se ha dicho– a cada momento parece escapársenos de las manos 223.
La misma denominación Ministerio Público 224 el nombre original del francés
(ministère public) o del italiano (pubblico ministero), no ha sido pacífica. De España
proviene la denominación Ministerio Fiscal 225, que se utiliza también en la doctrina y
legislación Argentina. En México se emplea la de Procuraduría General de la
República.
Tampoco ha sido pacifica la ubicación de esta institución dentro del Estado, ya que
algunos países la sitúan como parte del órgano judicial, como en los sistemas
223
Jesús González Pérez, Derecho Procesal Administrativo Hispanoamericano, Editorial Temis, Santa Fe de
Bogotá, 1985, Pág. 88.
224
Enrique Véscovi, Teoría General Del Proceso, Editorial Temis, , Santa Fe de Bogota, 1999, Pág. 149
225
Fernández Martín Granizo, El Ministerio Fiscal en España, Madrid, 1977,
118
Argentinos y Español226 y otros por el contrario lo coligen del órgano Ejecutivo, como
en los casos de la legislación Francesa, Italiana, junto con la mayoría de países
Iberoamericanos, situación que dependerá directamente del acento que la legislación
correspondiente le otorgue.
En El Salvador el desarrollo del Ministerio Público se constituye como de creación
reciente, pues surgió a la vida institucional del país con la Constitución Política
decretada el veinte de enero de mil novecientos treinta y nueve 227, instituyéndolo
como Ministerio Público o Ministerio Fiscal, para velar por el cumplimiento de la ley,
para la pronta y eficaz aplicación de la justicia y para la defensa de la persona e
intereses de menores, indigentes e incapaces a que las leyes especiales no hayan
proveído. Lo constituían de este modo en sus orígenes un conjunto de funcionarios,
unos nombrados por el Poder Ejecutivo, otros electos popularmente y el resto
nombrados por los otros poderes, entre los cuales se contaba el Procurador General
de la República, nombrado por el Poder Ejecutivo, bajo la inmediata dependencia del
Ministerio de Justicia. Entre aquellos funcionarios no existía ninguna dependencia y
subordinación y como consecuencia no se determino quién sería el Jefe de dicha
Institución.
Con las reformas del veintidós de febrero de mil novecientos cuarenta y cuatro, se
modifica la Constitución y como innovación, el Ministerio Público o Ministerio Fiscal
queda bajo la dependencia del Presidente de la República, estableciéndose
expresamente que el Jefe inmediato sería el Procurador General de la República,
pero que la facultad de designar, remover conceder licencias y aceptar renuncias de
226
Fernando Llorente Hurtado en su obra Estatuto del Ministerio Fiscal, Cuadernos de Documentación, Madrid,
1980, Pág. 34 al referirse a la función de esta institución señala que esta quedará circunscrita a la esfera de la
Administración de justicia del cual es un colaborador activo.
227
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
119
sus miembros incluyendo al Procurador General, correspondía al Presidente de la
República228.
Un año después veintinueve de noviembre de mil novecientos cuarenta y cinco, la
Asamblea Nacional Constituyente decreta una nueva Constitución, en la que de una
manera expresa deposita en manos del Procurador General de la República el
ejercicio del Ministerio Público, así como su representación y prescribe que los
demás funcionarios que lo integran deberán actuar como sus auxiliares, siendo
nombrados por el Presidente, a propuesta del Procurador General. Asimismo se
concede al Procurador General de la República una total y absoluta independencia
de acción en sus funciones; pero con dependencia del Presidente de la República,
en cuanto a su designación229.
En la Posterior Constitución decretada el siete de septiembre de mil novecientos
cincuenta230, una de las mas importantes de nuestro país, se confiere el ejercicio del
Ministerio Público a dos altos funcionarios llamados Fiscalía General de la República
y Procuraduría General de Pobres, concediendo a los mismos la facultad de
nombrar, remover, conceder licencias y aceptar renuncias de los demás funcionarios
y empleados subalternos, situación que se mantiene en la Constitución decretada el
ocho de enero de mil novecientos sesenta y dos y que permanece también durante
algún tiempo con la Constitución vigente, emitida el quince de diciembre de mil
novecientos ochenta y tres.
Consecuentemente en El Salvador el Ministerio Público según el Régimen
Constitucional Salvadoreño actual se compone de tres Órganos diferentes que
228
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
229
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
230
Las Constituciones de la República de El Salvador 1824-1962, Órgano Judicial-Fiscalía General de la
República-Procuraduría General de la República-Ministerio de Justicia, Unidad Técnica Ejecutiva, San Salvador,
1993.
120
actúan con independencia del Poder Ejecutivo, siendo ellos la Procuraduría General
de la República, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, de
reciente creación en el año 1992 y que equivale a la Defensoría del Pueblo, así como
la Fiscalía General de la República231, a quien le corresponde la defensa de la
legalidad, en diversas formas, siendo una de ellas la intervención en el Proceso
Administrativo. Así lo determina el Art. 13 de la Ley de la Jurisdicción de lo
Contencioso Administrativa al prescribir que: ―El Fiscal General de la República
intervendrá en el juicio, en defensa de los intereses del Estado y de la Sociedad.‖.
Como ha recordado Jiménez Asenjo232, ―El ministerio fiscal es el producto de la
fusión de dos ideas coordinadas: la histórica, que fijó en él la función de defensa de
los derechos de la Corona o los públicos a ella encomendados, y la renovadora,
idealista o racionalista, que afloró al estimulo de las corrientes ideológicas que dieron
vida al derecho revolucionario y burgués del siglo XIX‖.
El origen y evolución histórica de esta institución proviene del medioevo francés.
Luego al transformarse las monarquías en absolutas, se produce una concentración
de los poderes y funciones del Estado en el rey; incluyendo la administración de
justicia, que con el transcurso del tiempo y por la diversidad y complejidad de los
diferentes negocios estatales se confío a los jueces, conservando sin embargo el
monarca la facultad de revocar o reformar sus providencias, etapa de justicia
retenida. Por lo indicado y con el objeto de facilitar a los jueces la tramitación de los
asuntos oficiales de interés de la corona, el soberano designó a los llamados
Procuradores del Rey (gens du roi) que colaboraron con los juzgadores en la
discusión de los manifestados temas. Estos, podemos decir, son los iniciales
antecedentes del Ministerio Público, y también indican por qué pueden de alguna
manera pertenecer al Poder Ejecutivo.
231
José Maria Casado Pérez, Derecho Procesal Penal, Corte Suprema de Justicia, Agencia Española de
Cooperación Internacional, San Salvador, 2000, Pág. 299
232
Jiménez Asenjo, Organización Judicial Española, Madrid, 1952, Págs. 368 y sigs.
121
La función tradicional de la Fiscalía es sin duda alguna la acusatoria y despliega sus
efectos en los procesos de carácter penal, por lo que ha llegado a ser considerada
como la esencia y objeto de su existencia, precisamente por el exclusivo monopolio
que en El Salvador posee sobre la acción referida233; sin Embargo es necesario
establecer que entre otras, la constitución le atribuye diversas funciones, de donde
destacamos a efectos de este trabajo las conferidas por el Art. 193 de la Constitución
salvadoreña que otorga a este la misión de defender los intereses del Estado y la
sociedad y por otro lado promover de oficio o a petición de parte la acción de justicia
en defensa de la legalidad (Art. 193 numerales 1 y 2); la primera de estas
atribuciones es repetida casi de manera textual en el Art. 13 LJCA, justificándose así
su intervención en los procesos administrativos, adhiriéndose por esta circunstancia
al proceso contencioso bajo la notoria finalidad de asumir una opinión imparcial y
objetiva en defensa de la legalidad, meta que constituye un interés estatal prioritario
en un Estado de Derecho.
La diversidad de funciones que ejerce el Ministerio Público, en opinión de Don Jesús
González Pérez, repercute en dos cuestiones básicas en que se ha concretado el
problema de su naturaleza jurídica: dependencia ó independencia del Ejecutivo y si
tiene o no la calidad de parte en los procesos que interviene.
Sobre la independencia respecto del Poder Ejecutivo el Primer Congreso Mexicano y
Segundas Jornadas Latinoamericanas de Derecho Procesal, que se celebraron en
los Estados Unidos Mexicanos en el año 1960, se aprobó la recomendación de que:
―El Ministerio público debe ser un órgano independiente del Poder ejecutivo y gozar
de las prerrogativas de inamovilidad y demás garantías constitucionales reconocidas
a los miembros del Poder judicial‖.
233
José Maria Casado Pérez, Derecho Procesal Penal, Corte Suprema de Justicia, Agencia Española de
Cooperación Internacional, San Salvador, 2000, Pág. 313
122
El Constituyente salvadoreño de 1983 adoptó parcialmente la recomendación
transcrita, en lo que hace a la independencia de los titulares del Ministerio Público,
que en aquella época lo integraban el Fiscal General de la República y el Procurador
General de la República, con la justificación exteriorizada en el Informe Único de la
Comisión de Estudio del Proyecto de la Constitución, en los términos siguientes: ―A
fin de dar una mayor independencia en el ejercicio de sus funciones, que más
adelante se comentan, al Fiscal General de la República y al Procurador General de
la República se confiere a la Asamblea Legislativa la facultad de elegir los
nombramientos que correspondía anteriormente al Presidente de la República. Se
considera especialmente a la Fiscalía General de la República como un elemento
importantísimo en la administración de justicia cuya reforma se hace imperiosa en El
Salvador para el mejor respeto de los derechos de los ciudadanos, de la
investigación de los delitos y, en la defensa de los intereses del Estado y de la
sociedad frente a las actuaciones arbitrarias de cualesquiera funcionarios. Por eso,
su nombramiento no puede depender del Presidente de la República, cuyas
actuaciones está el Fiscal obligado a vigilar.‖ Luego se agrega: ―A la Fiscalía General
de la República se le han otorgado en el proyecto atribuciones tales que le permitan
desempeñar su verdadera función, un poco desnaturalizada hasta ahora, por la
dependencia del Presidente de la República y por la falta de capacidad legal para
actuar en defensa de los intereses del Estado y de la sociedad.
Carnelutti234 afirma en este sentido el Ministerio Público es un juez que baja por
exigencias del proceso acusatorio, pues su función o rol es la pretensión de justicia,
equiparable a la actuación del órgano jurisdiccional, en cuanto a su objetividad.
Entre las funciones del Fiscal se considera de la mayor importancia la de promover
de oficio o a petición de parte la acción de la justicia en defensa de la legalidad y de
los derechos humanos, tutelados por la ley. Deja así el Fiscal de ser un simple
234
Francesco Carnelutti, Poner en su puesto al Ministerio Publico, Cuestiones sobre el Proceso Penal, Editorial
EJEA, Buenos Aires, 1961, Pág. 213.
123
acusador para convertirse en un vigilante del respeto de los derechos ciudadanos, ya
que, además se le otorga la facultad de denunciar o acusar a funcionarios que
infrinjan las leyes. Tiene además el Fiscal la atribución de vigilar e intervenir en la
investigación del delito desde la etapa policial y además la de organizar y dirigir los
organismos especializados en la investigación del delito.‖
Las enmiendas constitucionales del año 1992 se dirigieron también al fortalecimiento
de la independencia235de los titulares del Ministerio Público y preceptuaron que su
elección debería acordarse, por lo menos, con el voto favorable de los dos tercios de
los Diputados electos, determinándose además que su destitución procedería
únicamente por las causas legales. Con anterioridad a la enmienda señalada los
titulares del Ministerio Público eran electos por el voto de la mitad más uno de los
Diputados electos.
Sobre el concepto de la imparcialidad otorgado al Fiscal General 236, cabe señalar
que este principio no debe asimilarse con la imparcialidad con la que debe actuar el
juez, en vista que la imparcialidad del Juez va encaminada directamente a la
protección de las personas que dirimen sus bienes en el proceso (de aquí el aforismo
in dubio pro reo); la imparcialidad del Fiscal protege los intereses sociales y públicos
por lo que puede inclinarse hacia la protección de aquellos intereses (in dubio pro
societate)237.
No obstante lo expuesto el ordenamiento jurídico salvadoreño ha logrado armonizar y
conciliar las funciones del Ministerio Público de defensa de la legalidad y de la
sociedad con la defensa de los entes públicos, aunque todavía quedan resabios de
inclinación del Ministerio Público a las posturas del Poder Ejecutivo.
235
José Maria Casado Pérez, Derecho Procesal Penal, Corte Suprema de Justicia, Agencia Española de
Cooperación Internacional, San Salvador, 2000, Pág. 327
236
José Maria Casado Pérez, Derecho Procesal Penal, Corte Suprema de Justicia, Agencia Española de
Cooperación Internacional, San Salvador, 2000, Pág. 327
237
José Almagro Nosete, Constitución y Proceso, Librería Bosh, Barcelona, 1984, Pág. 100
124
Por lo que se refiere a la problemática de si el Ministerio Público, en nuestro caso,
Fiscalía General de la República tiene la calidad de parte en los procesos que
interviene, es menester realizar cierto tipo de distinciones.
En efecto, la Fiscalía General de la República de acuerdo a nuestro texto
Constitucional puede asumir la calidad de demandante en los Procesos
Administrativos a tenor de lo dispuesto en el Art. 193 numeral 2 de la Constitución
que a la letra dice: ―Corresponde al Fiscal General de la República:... 2º Promover de
oficio o a petición de parte la acción de la justicia en defensa de la legalidad.‖
La Ley Orgánica del Ministerio Público confiere al Fiscal General de la República la
potestad de iniciar acciones de defensa de la legalidad del orden público, de la
Constitución y de los derechos humanos. En este sentido, el Fiscal General de la
República se encontraría legitimado para asumir la calidad de parte actora, con todas
las características que esto implica, en los procesos administrativos.
El Español Eduardo Gamero Casado238, en relación a la posibilidad de que la
Fiscalía General de la República actúe en calidad de parte en los procesos
administrativos, ha señalado que: Aquí la situación procesal es distinta, pues siendo
el Ministerio Público quien inicia la acción, ostentará verdaderamente la condición de
parte demandante en el proceso, teniendo las mismas armas procesales que
corresponden a cualquier otro demandante. En estos litigios podrá compartir la
condición de parte demandante con aquellos sujetos en cuyo perjuicio deriven
efectos del acto administrativo encausado.
Sin embargo, no se tiene jurisprudencia en la que la Fiscalía General de la República
haya iniciado Procesos Contencioso Administrativos, ya sea en solitario o en litis
consorcio con un administrado. Esto se debe a que la institución fiscal en El Salvador
238
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, Escuela de Capacitación Judicial, El Salvador, 2001
125
ha localizado su actividad en el ejercicio del monopolio de la acción penal,
descuidando ú olvidando las otras funciones que constitucional y legalmente le
corresponden.
La panorámica anterior nos indica claramente que la intervención de la fiscalía como
parte demandante no es lo habitual o común, la regla general es que intervenga
como un ente auxiliar de apoyo dentro del proceso, en el cual no deduce una
pretensión, ni se opone a una deducida sino se limita a emitir una opinión por medio
de dictámenes o informes acerca de la procedencia de la Petición, contexto que
indica el porque no puede configurársele como una autentica parte procesal en estos
casos.
Sin Embargo algunos autores consideran que para que la intervención del fiscal sirva
en verdad, no debe limitarse a la emisión de informes o dictámenes, debido a que el
órgano judicial no necesita
de estos, en cambio su intervención debe estar
amoldada a otras condiciones, como al mantenimiento del proceso, para que en vista
del interés público y el interés de la legalidad, figuras como el desistimiento no
pongan termino automáticamente al proceso, pudiendo el fiscal por razones de
interés general continuar con el proceso, caso que de igual manera podría ser
aplicable a la hora de interposición de recursos; por otro lado su intervención puede
servir asimismo para regular la tramitación del procedimiento, removiendo las trabas,
obstáculos y dificultades procesales que el demandante pueda encontrar para la
correcta tramitación del proceso, ejerciéndose un control también en la Ejecución de
las sentencias velando por que la justicia no sea burlada y que los fallos no se
conviertan en inoperantes.
Las funciones expresadas constituyen la defensa de legalidad que debe imperar en
los proceso administrativos, y tienen por finalidad la igualdad de las partes en el
proceso y evitar la desconfianza e inhibición de las victimas de la administración, sin
embargo en El Salvador es muy discutible que la fiscalía ejerza las atribuciones
126
mencionadas, por lo que su intervención en interés de la legalidad por el momento
únicamente podría limitarse a fiscalizar la tramitación del proceso y velar por
cumplimiento de la sentencia.
No obstante la presencia del Fiscal General de la República, se configura en la
practica como un auxiliar de la Administración ya sea su calidad de demandada o
demandante, posición a la que se adhiere invariablemente en todos los procesos;
esta visión es justificada por algunos en base a que en El Salvador no existe un
cuerpo de abogados especialistas con conocimientos de Derecho Administrativo que
puedan proporcionar una defensa sólida al Estado, es por ello que algunos razonan
que el Fiscal puede colaborar a la ilustración de las diferentes administraciones
públicas, que casi siempre carecen de formación jurídica adecuada en este tipo de
litigios.
La situación es muy distinta en otras latitudes como España239 e Italia240, donde
existe una diferenciación evidente entre el Cuerpo de Abogados del Estado y El
Ministerio Fiscal, no correspondiendo al primero la defensa de la legalidad sino que
la defensa de la Administración, sin perjuicio que la defensa de la Administración
supone defensa de un interés público concreto, pero por encima de este interés de la
Administración está el interés público general, el de la legalidad que no pueden
identificarse como equivalentes, esto quebranta y diferencia sus posiciones en el
proceso.
No obstante, en la realidad la figura del representante del Ministerio Público ocupa un
papel muy deslucido en la escenario salvadoreño así como en la mayoría de
legislaciones en que se le otorga intervención, sin embargo cabe señalar que en la
generalidad de legislaciones de Centro América se le concede intervención, en
239
Sebastian Martín-Retortillo, La defensa en Derecho de las Administraciones Publica, Revista de
Administración Publica, Numero 121, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1990, Pág. 10
240
Eduardo Arbizu Lostao, Asistencia, Representación y Defensa de la Administración de Derecho Italiano,
Revista de Administración Publica, Numero 122, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1990,
Pág. 485
127
Guatemala241, según la Ley Orgánica del Ministerio Público (decreto 512, de 25 de
mayo de 1948), Panamá 242 (Art. 47 de la ley 33 de 1946) y Costa Rica243 (Art. 15 ley
de la Jurisdicción Contencioso administrativa de 1966).
1.3 PARTES PROCESALES
Habiéndose esbozado el semblante de las anteriores personas, pasemos a delimitar
con mayor precisión el contenido y esencia de la denominación de parte procesal,
que inicialmente se utilizó para designar a las personas entre las cuales versa el
litigio, encontrándose que etimológicamente alude al origen primitivo del proceso,
bajo el cual se concibe como una lucha legalizada en presencia de un arbitro
neutral244. El concepto de partes debe ser abordado en concordancia a la pretensión
procesal245: la parte demandante formula su pretensión y la parte demandada la
cuestiona y trata de desvanecerla; sin embargo, este incuestionable planteamiento
que otorga la calidad de partes al demandante y demando no siempre fue tan
evidente, debido a la concepción inicial bajo la cual el contencioso administrativo
germina (que a través del recurso de excés de pouvoir), surge no como un proceso
entre partes, en que existe pugna entre individuos que tratan de asegurar sus propias
situaciones jurídicas subjetivas246, sino mas bien en un control objetivo de la
legalidad, distinguiéndosele como un proceso revisor del acto en el cual los
ciudadanos más que ejercer una defensa de sus derechos, ejercen una función de
Ministerio Público, coadyuvando a mantener la legalidad en el ordenamiento jurídico.
Bajo la concepción actual y moderna247, el proceso constituye una relación jurídica
241
Hugo Haroldo Calderón M. Derecho Procesal Administrativo, Editorial Orión, Guatemala, 2006
Pérez Castellón, Aspectos Generales de la Jurisdicción Contencioso Administrativa y su Implantación en
Panamá, Lex Panamá, Panamá, 1975, Pág. 71 y siguientes.
243
Eduardo Retana, La Jurisdicción Contencioso Administrativa y sus Reformas, Revista del Colegio de
Abogados, Numero 12, San José, 1966, Pág. 65.
244
Piero Calamandrai, Derecho Procesal Civil, Editorial Pedagógica Iberoamericana, México, 1996, Pág.172
245
Jaime Guasp, La Pretensión Procesal, Editorial Civitas, Madrid, 1995, Pág.92
246
Eduardo García de Enterría, Contencioso-Administrativo objetivo y Contencioso-Administrativo Subjetivo a
finales del Siglo XX. Una visión Histórica y Comparatista, Revista de Administración Publica, Numero 152,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, Pág. 94
247
La Sala de lo Contencioso Administrativo adopta esta concepción en su jurisprudencia al declarar que “ El
contencioso administrativo es un autentico juicio o proceso entre parte, a diferencia de sus orígenes en Francia
242
128
entre dos partes: una que pretende (acciona) y otra que contradice (se defiende); en
base a este principio contradictorio las dos partes se enfrentan delante del tercero
imparcial e independiente en búsqueda de una solución satisfactoria.
La más arraigada concepción de ―parte‖ emerge de la premisa elemental, bajo la cual
esta condición se alcanza ―con abstracción de toda referencia al derecho sustancial,
por el solo hecho de la naturaleza exclusivamente procesal de proposición de la
demanda:248 tanto la persona que interpone una demanda como contra quién se
propone, adquiriendo únicamente por este suceso la calidad de partes, sin interesar
que la pretensión planteada sea infundada; consecuencia que nos lleva a la
inevitable conclusión que los sujetos de la relación procesal pueden no coincidir con
los sujetos de la relación sustancial controvertida.
Desde esta perspectiva Gimeno Sendra expresa que ―para la valida actuación como
parte, no se requiere más que la apariencia del sustrato legitimador de la posición
procesal que otorga la invocación de derecho o del interés legítimo, y no la certeza,
la cual vendrá de la mano, como hemos dicho, de la Sentencia fondo‖ 249.
En cuanto a quienes ocupan la posición material de partes, se puede decir que casi
invariablemente
están
conformados
por
los
administrados
recurrentes
o
demandantes, que impugnan un acto administrativo y por el otro lado el demandado,
la Administración Pública junto con los coadyuvantes250, frente a quienes se formula
la pretensión, esto se debe en gran medida al privilegio de ejecutividad que los actos
administrativos poseen invariablemente en el Derecho Comparado. Sin embargo, en
ocasiones excepcionales esta situación puede invertirse, cuando la Administración
con el recurso de exceso de poder, en que el administrado era mas un denunciante. Hoy en día, y en nuestro
sistema legal, el administrado es una verdadera parte procesal.( Sentencia del 17/11/98, Ref. 22-H-92) (Sentencia
del 17/11/98, Ref. 20-H-91)
248
Piero Calamandrai, Derecho Procesal Civil, Editorial Pedagógica Iberoamericana, México, 1996, Pág.174
249
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Unicentro, San José, 1993, Pág.
145
250
Jesús González Pérez, Hacia un Código Procesal Administrativo Modelo para Iberoamerica, Revista Española
de Derecho Administrativo, Numero 123, Editorial Civitas, Madrid, 2004, Pág.353
129
Pública decide demandar la ilegalidad del acto administrativo firme dictado por ella
misma, que ha generado algún derecho a particulares, siempre y cuando el órgano
superior de la jerarquía administrativa que lo originó, haya declarado previamente
mediante acuerdo, que es lesivo al interés público.
Cabe mencionar que la concepción de partes avanza progresivamente en una
postura menos nugatoria en cuanto al acceso a la protección judicial, clamor natural
que de cierta forma han propiciado los administrados, ante el carácter formalista y
rígido que los tribunales han adoptado, como medidas para abatir el rezago judicial;
es por eso que normativas como la Española han realizado reformas trascendentes
al respecto tratando de ser mucho más inclusiva, en este sentido La exposición de
motivos de la Ley 29/1998, de 13 de Julio, Reguladora de la Jurisdicción
Contencioso-Administrativo expresa al referirse sobre ellas que: ―La regulación de
las partes que se contenía en la ley 27 de diciembre de 1956, fundada en un criterio
sustancialmente individualista con ciertos ribetes corporativos, ha quedado hace
tiempo superada y ha venido siendo corregida por otras normas posteriores, además
de reinterpretada por la jurisprudencia en un sentido muy distinto al que
originalmente tenía. La nueva Ley se limita a recoger las sucesivas modificaciones,
clarificando algunos puntos todavía oscuros y sistematizando los preceptos de
manera más sencilla posible. Lo que se pretende es que nadie, persona física o
jurídica, privada o pública, que tenga capacidad jurídica suficiente y sea titular de un
interés legítimo que tutelar, concepto compresivo de los derechos subjetivos pero
más amplio, puede verse privado del acceso a la justicia251‖.
2. CLASES DE PARTES
La doctrina a efectos puramente didácticos clasifica a las partes en distintos tipos,
según la diversa eficacia con que los sujetos formulan sus pretensiones, dialéctica
251
Exposición de Motivos, Ley de 29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción ContenciosoAdministrativo, BOE número 167, de 14 de julio de 1998
130
que ayudará a una mejor comprensión, siendo los criterios fundamentales los
siguientes:
a) Primeramente se clasifican en parte sustancial o parte procesal, la
sustancial llamada también indirecta o Material regula la titularidad o relación
sustantiva objeto de la relación procesal (calidad de propietario, acreedor, deudor,
heredero) recayendo en consecuencia directamente los actos en su esfera jurídica; la
procesal en cambio se refiere a toda persona que intervenga en un proceso
ejerciendo derechos y obligaciones que corresponden a una parte en sentido
sustancial, es decir los representantes (procuradores, defensor de oficio, curador Adlitem, etc) imputándose los actos en la esfera jurídica de otros, la distinción expuesta
ha sido criticada y censurada por algún sector de la doctrina en el sentido que la
condición de parte procesalmente hablando es la posición en el proceso, con
independencia de la calidad del sujeto del derecho (sustancial) o de la acción
(pretensión). Sin interesar de que actúen por sí o en representación. Las partes lo
son el que demanda y a quien se demanda o a nombre de quienes se ejercen dichos
actos.
b) Parte principal y parte accesoria: En los juicios contenciosos
administrativo la calidad de parte principal dependerá de la circunstancia que la
pretensión sea formulada de manera autónoma o a los que también, con el mismo
carácter autónomo, se enfrentan a la pretensión; en cambio la denominación de parte
accesoria
es guardada para aquellos
que de modo subordinado respecto a la
pretensión de otra persona comparecen al proceso252.
c) Partes simples y partes múltiples: la pretensión comúnmente es
mantenida por un sujeto frente a un solo sujeto, encontrándonos entonces con
―partes simples‖, en cambio, cuando la pretensión objeto del proceso se mantiene
252
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 164
131
por varios o se deduce frente a varios sujetos entonces las denominaremos ―partes
múltiples‖
d) Parte Activa y parte Pasiva: Jurídicamente la legitimación activa
corresponde a la parte que ejerce su derecho de acción, actualmente acceso a la
jurisdicción, solicitando en consecuencia la aplicación de la ley a su favor 253. En el
proceso
contencioso administrativo
como
ya
se
había indicado,
son los
administrados los que comúnmente ocupan la legitimación activa, salvo en el referido
proceso de lesividad, en el que la Administración asume en dicha posición, ayudada
ocasionalmente por la figura del ―coadyuvante‖ que por su ―interés directo‖ provoca
también la anulación del acto en disputa. En el proceso contencioso Administrativo
los administrados, por regla general ocupan la calidad de parte activa ya que la
administración goza del privilegio de la autotutela o autodefensa 254, que solo puede
ser desvanecido ejerciendo el correlativo derecho a la protección jurisdiccional que
poseen los particulares.
De manera inversa, tenemos que la legitimación pasiva será adoptada habitualmente
por la Administración Publica de la cual emane la actividad cuestionada en la
pretensión, sin perjuicio que, en ocasiones integren dicha posición procesal personas
a quienes puede de alguna forma beneficiarles la conservación de la actuación
administrativa.
Desde los orígenes de la jurisdicción contencioso Administrativo Salvadoreña, la
concepción de la figura de la legitimación pasiva ha roto los esquemas tradicionales,
constituyéndose en un embarazoso y espinoso problema, ya que, el carácter de
demandado, sigue la línea de pensamiento del Amparo Salvadoreño y Mexicano, en
que el demandado se concretiza en el funcionario o entidad (si trata de órgano
253
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 164
254
Juan Alfonso Santamaría Pastor, Principios de Derecho Administrativo General, Editorial Iustel, Madrid,
2004, Pág. 146
132
colegiado) emisor del acto, situación que provoca inmensos problemas prácticos a la
hora de interponer una acción contenciosa así como en la ejecución de sentencia.
Esta circunstancia fue establecida igualmente, en algunas leyes de algunos Estados
de la República Mexicana y en la antigua ley de la Jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo de Costa Rica que, ―insisten en atribuir la calidad de parte demandada
a los funcionarios que dictan el acto‖ acudiendo, dice González Pérez, a la ficción
jurídica de atribuir capacidad a un Órgano255.
La legislación contencioso Administrativo Salvadoreña en lo referente a la
legitimación pasiva debe ser urgentemente enmendada debido a que debe atribuirse
al Estado y a los Entes descentralizados dependiendo del autor del acto la
legitimación pasiva en los procesos en que la disputa tiene por objeto la legalidad de
la actividad del Poder Ejecutivo. Para justificar la medida basta señalar que el sujeto
de la relación jurídica que deriva del acto administrativo, no es el funcionario que lo
emite, quien no actúa en su carácter personal, sino en representación del Estado o
de un Ente descentralizado.
La importancia de la legitimación pasiva tiene un interés inusitado en el proceso
administrativo ―por cuanto determina, según González Pérez, la persona frente a
quien ha de deducirse la pretensión‖, circunstancia que produce el invariablemente
otorgamiento de dicha legitimación al Estado o Ente descentralizado, sobre ―este
punto, asegura el mismo tratadista, no existen dificultades o conflictos‖, nos
encontramos ante una institución pacífica, en que existen pocos y contados criterios
divergentes.
255
Jesús González Pérez en su obra Derecho Procesal Hispanoamericano, Editorial Temis, Bogota, 1985, expone
que los órganos de la entidad, al carecer de personalidad jurídica –son unidades organizativas, que adquieren
propia individualidad como círculos de competencia delimitados por la norma- no tienen capacidad procesal y,
por lo tanto, no son parte. No obstante, a veces los ordenamientos jurídicos acuden a la ficción jurídica de atribuir
capacidad a un órgano y se habla de que son parte demandada las autoridades que han pronunciado o expresado
el acto o la resolución impugnadas y las que pretendan ejecutarlos.
133
La administración Pública de la que proviene el acto a que se refiere la pretensión
ostenta evidentemente la legitimación pasiva y a ella debe demandarse, pero debe
subrayarse, para evitar equívocos, que la calidad de demandada la asume la
persona jurídica de derecho Publico256 de la que forma parte el Órgano que originó el
acto, en ese sentido serán demandados el Estado, los Municipios y demás Entes
descentralizados según el caso.
Cabe resaltar que tratándose de actos provenientes de la administración del Estado,
será éste el que adoptará la calidad de demandado en virtud de ser esta una persona
jurídica257, lo cual es perfectamente coherente y conforme a nuestra legislación, ya
que el Estado, sin duda alguna, posee personería jurídica, con reconocimiento
legislativo expreso contenido en el Art. 542258 del Código Civil.
En El Salvador, la explicación de todo lo reseñado parte de una motivación de
responsabilizar más al funcionario publico, no obstante, lo habitual es que los
funcionarios no se amedrenten por esta situación pues desde el inicio se sienten
ajenos al problema ya que en la practica han resultado en la mayoría de los casos
indemnes a los fallos y es la Administración la que en todo caso responde 259.
256
Eduardo García de Enterría, El Concepto de Personalidad Jurídica en el Derecho Publico, Revista de
Administración Publica, Numero 128, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1992, Pág. 195
257
Resultando como expone García de Enterria y Tomas Ramón Fernández en su obra Curso de Derecho
Administrativo, Editorial Civitas, Madrid, 2001 que la Administración Pública identificada con uno de los
poderes orgánicos e individualizados, el Poder Ejecutivo, pasa a ser considerado entonces como una función del
Estado-persona.
258
El Art. 542 del Código Civil que se encuentra bajo el Titulo XXX, de las Personas Jurídicas reconoce a la
Nación como una persona jurídica, palabra que debe interpretarse como sinónimo de Estado, que como sabemos
constituye la persona que por medio el Poder ejecutivo interactúa en el derecho interno.
259
José Ramón Parada, Justicia Administrativa e Irresponsabilidad de los Servidores Públicos, Revista de
Administración Publica, Numero 153, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, Pág. 77
134
3. PRINCIPIOS INFORMADORES RELATIVOS A LA ACTIVIDAD DE
LAS PARTES PROCESALES.
La posición jurídica de las partes se encuentra plenamente informada por principios
que constituyen manifestaciones singulares de la garantía constitucional de
protección jurisdiccional, resultando dicho derecho elemental para la tutela de los
intereses de los administrados, estas manifestaciones se constituyen como de gran
valor exegético para la protección y entendimiento del actuar de las partes.
Los principios o valores representan proposiciones jurídicas o directivas, pero no
tienen por general desarrollo normativo; es decir, el principio es más bien un criterio
fundamental en si mismo, que marca el sentido de justicia de las normas jurídicas 260.
En la actualidad existen una serie de principios aplicables al proceso administrativo
que ha sido reconocidos por la mayoría de los sistemas jurídicos y que están
contemplados en ordenamientos de jerarquía superior, o incluso han sido
reconocidos por órganos y disposiciones de carácter supranacional 261.
Podemos decir que estos regulan la actividad de las partes y van encaminados a
condicionar la actividad del órgano llamado a decidir262.
Los principios a que aludimos se dividen fundamentalmente en tres: principio de
dualidad de partes, principio de igualdad de partes y el principio de contradicción.
a) La posición doble de las partes, o principio de dualidad de partes:
sugiere que forzosamente en todo proceso debe existir la presencia de dos partes
adversarias, con posiciones antagónicas al menos en potencia, siendo en
consecuencia imposible el desarrollo de un proceso sin este ineludible binomio; estos
fundamentos no constituyen óbice para expresar también que no es requisito
260
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 205
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 204
262
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 209
261
135
indispensable la presencia real de dos partes, por lo que escenarios como la
declaratoria de rebeldía no ponen en peligro dicha dualidad; ya que la dualidad yace
en las diferentes posiciones y no la presencia de personas, no contrariando tampoco
la existencia de un litisconsorcio263.
Sobre la exposición expuesta, autores prefieran hablar muchas veces de principio de
dualidad de posiciones y no dualidad de partes, como lo hace la doctrina tradicional,
ya que cree que éste es el rasgo que mejor caracteriza la existencia de un litigio 264.
b) Principio de Contradicción: Bajo el presupuesto que los juicios son
verdaderas contiendas, verdaderos conflictos se erige el principio de contradicción,
que propone que las partes hagan valer sus pretensiones y prueben los hechos que
su favor alegan, constituyendo pues la herramienta efectiva de la que se vale el
derecho para lograr la revelación de hechos importantes, no solo aplicable a los
procesos Administrativos sino también vigente en los juicios en las demás materias
civiles, mercantiles, laborales, constitucionales, etc, esto debido a su elevación a
derecho fundamental, como manifestación concreta del derecho de defensa.
Según este enunciado, se precisa oír los planteamientos de la parte contraria antes
de atender cualquier pretensión, con el fin de que las partes puedan controlar la
veracidad de los planteamientos de la otra, contradiciéndola y corrigiéndola, teniendo
conocimiento de las alegaciones y observaciones producidas, alcanzándose así la
justicia265. De esta manera la expresión latina ―audiatur et altera pars‖ que alude a
que se oiga la parte contraria, sintetiza el contenido del principio de contradicción,
bajo el cual deben existir dos opiniones contrapuestas, con intervención reciproca de
las partes para que expongan sus puntos de vista.
263
Luis Morell Ocaña, Curso de Derecho Administrativo, Tomo II, Editorial Aranzadi, Pamplona, 1996, Pág.
468.
264
Gonzalo M. Armienta Calderón, Los Principios Rectores del Proceso, Investigaciones Jurídicas, Universidad
de Guanajuato, Vol. XI, Numero 69, Guanajuato, 2000, Pág. 19
265
José Garberí Llobregat, Constitución y Derecho Procesal, Editorial Aranzadi, Navarra, 2009 Pág. 307
136
Tradicionalmente podemos establecer dos presupuestos derivados del principio de
contradicción: el derecho de acceso a los órganos jurisdiccionales administrativos,
donde equitativamente actor como demandado puedan ejercer sus correlativos
derechos de acción y defensa, accediéndose de esta forma al proceso; y segundo,
refiriéndose a la Adquisición del ―status‖ de parte, bajo el cual toda persona que
comparezca dentro del proceso adquirirá dicha condición con el fin de poder obtener
tutela de sus derechos.
c) La posición igual de partes, o el principio de igualdad de partes,
indica que las ambas partes, tanto demandante y demandado deben encontrarse en
condiciones de contenido equivalente, no siendo posible diferencias sustanciales en
los respectivos deberes y derechos de estos sujetos, por lo que se veda facultar
medios o armas procesales superiores o desventajosos en detrimento de sus
respectivas posiciones en el proceso266.
En consecuencia de lo dicho, el principio de igualdad proyecta al proceso la
supresión de todo privilegio formal injustificado que produzca asimetrías entes los
justiciables267.
Sin Embargo en el proceso administrativo, la Administración pública siempre a
acaparado un trato privilegiado por encima al que pudieran obtener la otra parte del
proceso, situación que resulta evidente e irrebatible, siendo constatada por la
mayoría de la doctrina de los países que han enfrentan el tema 268.
Esta desigualdad no responde a una discriminación enteramente legislativa sino a
razones de índole psicológico que inclinan a los juzgadores a no perjudicar a la
administración que por su calidad de sujeto de derecho publico gozan de finalidades
266
José Garberí Llobregat, Constitución y Derecho Procesal, Editorial Aranzadi, Navarra, 2009, Pág. 309
Ernesto Jinesta Lobo, Fundamentos Constitucionales de la Nueva Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Revista de Derecho Publico, Numero 6, Editorial Jurídica Continental, San José, Pág. 16
268
Francisco Ramos Bosch, Derecho Procesal Civil, Librería Bosch, Barcelona, 1985, Pág. 214
267
137
de generales o carácter filantrópico, en clara oposición al actuar de los particulares
que tienen intereses personales y mezquinos. Pese a lo apuntado el juez
administrativo debe externar su cuidado en proteger los derechos del particular frente
a la Administración; y esto es importante de recordarlo, pues los jueces de estos
tribunales parecerían olvidar que tal tipo de jurisdicción se implanta, no para proteger
al Estado contra el Individuo, sino al individuo contra el Estado269.
La Administración se presenta en comparación a los particulares como una parte
privilegiada en el proceso, por lo que Alcalá Zamora manifiesta sobre estos
privilegios que ya:―sea recurrida o recurrente, aparecerán inevitables, ya
que el
poder público es un gigante que mientras no esté derribado, por mucho que acepte a
encorvarse siempre queda más alto que sus súbditos; y por eso es muy relativa su
igualdad procesal de partes en los litigios que la enfrentan. Sin que el régimen
político sea, como suele serlo en nuestro tiempo, muy socializado, muy autoritario, o
las dos cosas a la vez, el interés público invocado como presunción normal a favor
de la Administración, gozará de primacía por su índole, por su
destino, por su
permanencia y hasta su total volumen‖.
Las prerrogativas que en principio responden a su calidad de ejecutor de la voluntad
soberana sitúan a los administrados en el perniciosa escenario de cargar con la
obligaciones hasta cierto punto desproporcionadas como son la de agotar la vía
administrativa de recursos antes de acudir a los Tribunales270 o de soportar el
privilegio de decisión ejecutoria, entre otras, siendo la neutralización de las
decisiones arbitrarias un calvario en el que siempre se encuentra en desventaja el
ciudadano.
269
Juan Francisco Linares, Lo contencioso-administrativo en la Justicia Nacional Federal, Editorial la Ley,
Buenos Aires, 2000, Pág. 929
270
José Luis Rivero Isern, Vía administrativa de recurso y justicia administrativa, Revista Española de Derecho
Administrativo, Numero 75, Editorial Civitas, Madrid, 1992, Pág. 382
138
La igualdad de partes se traduce entonces a la posibilidad para alegar, proponer
pruebas, medios de ataque y defensa y utilizar iguales armas, existiendo una
equiparación del régimen jurídico que fija la situación procesal de las partes,
hallándose el justo equilibrio entre estas, con la advertencia que el posible efecto
positivo en la Administración Pública siempre es menor debido la coraza jurídica y
psicológica que lo protege.
4. CAPACIDAD DE LAS PARTES
El concepto de capacidad proviene directamente de la teoría general del Derecho, en
especial de los civilistas que la han desarrollado con suma excelencia, siendo luego
posteriormente trasladada a los derechos de crecimiento y perfeccionamiento, entre
ellas resaltando el derecho procesal; esta teoría general de la capacidad jurídica se
manifiesta en el proceso jurisdiccional con el objetivo de determinar la aptitud de los
sujetos para ser parte y asimismo para determinar quienes pueden realizar actos
válidamente en un proceso en general con independencia del proceso concreto que
se trate.
Bajo esta teoría es evidente que no cabe suponer un sujeto de relevancia jurídica
que no tenga capacidad en virtud de la personalidad que le es propia y que lo
caracteriza o identifica. El hombre, por su condición de tal y la persona jurídica lo
poseen per se desde su nacimiento en el mundo jurídico271.
En efecto toda persona posee la capacidad272 para contraer derechos y obligaciones,
y la reciproca capacidad para ejercitar dichos derechos y obligaciones; denominada
pasiva y activa respectivamente. En este sentido González Pérez señala que la
271
Manrique Jiménez Meza, La legitimación Administrativa( Procedimiento administrativo y contencioso
Administrativo), Editorial Investigaciones Jurídicas, San José, 1998, Pág. 114
272
En la obra colectiva de Juan Montero Aroca y otros titulada El Nuevo Proceso Civil, se expone que cuando se
hace referencia a la capacidad de los sujetos parciales del proceso de lo que se trata es de determinar quién puede
ser parte en abstracto o en general, esto es, sin referencia a un proceso concreto.
139
capacidad de la persona se desdobla en dos aspectos: la capacidad jurídica 273 y la
capacidad de obrar274, que al aplicarse al derecho procesal cambia transformándose
en capacidad para ser parte y capacidad procesal 275.
Esta extrapolación de la teoría de la capacidad según Calamandrei 276 ha llegado al
Derecho Procesal bajo el escenario en el cual la relación procesal no es más que un
tipo particular de relación jurídica y que los sujetos de las mismas son las personas,
físicas y jurídicas; en este sentido la capacidad jurídica se refiera a la idoneidad de
un sujeto para adquirir derechos y contraer obligaciones, y la capacidad de obrar la
facultad de ejercerlos por sí mismos, proyectando sus efectos del derecho sustancial
al Derecho Procesal, denominándose respectivamente capacidad para ser parte y
capacidad procesal.
De este modo, resulta que la capacidad procesal presupone a la capacidad para ser
parte, toda vez que no sería dable pensar en la capacidad procesal sin tenerse
capacidad para ser parte. Ciertamente, la capacidad procesal envuelve la cualidad
de realizar actos procesales con eficacia jurídica, por lo que es la manifestación de la
capacidad general hacia un ámbito y una aplicación de tratamiento especifico. La
capacidad para ser parte, en cambio, es una condición refleja de la cualidad general
otorgada por el ordenamiento a todos los sujetos de derechos y obligaciones 277.
Consecuentemente esta dualidad de aspectos de la capacidad compondrán
requisitos procesales, sin los cuales no puede haber una tutela de fondo, ya que la
pretensión no podrá ser examinada por el órgano
judicial sin la
acreditación
273
La capacidad jurídica según Arturo Alessandri y Manuel Somarriva, es la aptitud legal para adquirir cualquier
clase de derechos; el goce de los mismos pertenece según el Derecho moderno a todos los individuos, debido a
que quitárselos equivale a colocarlos en la situación de esclavos en el mundo antiguo.
274
La capacidad de obrar según Arturo Alessandri y Manuel Somarriva constituye la aptitud legal de una persona
para ejercer por sí misma los derechos que le competen, y sin el ministerio o a la autorización de otra.
275
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativo(Ley 29/1998, de
13 de julio),Tomo I, Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 542
276
Piero Calamandrei, Derecho Procesal Civil, Editorial Pedagógica Iberoamericana, México, 1996, Pág.194
277
Manrique Jiménez Meza, La legitimación Administrativa( Procedimiento administrativo y contencioso
Administrativo), Editorial Investigaciones Jurídicas, San José, 1998, Pág. 114
140
respectiva de la capacidad para ser parte y capacidad procesal, situación que
corresponde revisar ex officio al órgano jurisdiccional correspondiente.
5. LA CAPACIDAD PARA SER PARTE
Cuando nos referimos a la capacidad para se parte278 hacemos alusión a la aptitud
genérica necesaria para poder gozar de intervención en un proceso 279, teniendo la
titularidad de derechos, obligaciones y cargas de carácter procesal, ya sea como
demandante ejercitando el respectivo derecho de acción o como persona
demandada, que correlativamente tiene derecho a la defensa, que se opone a la
primera.
Se trata entonces de un requisito imprescindible para ser sujeto parcial de un
proceso, situación que se resolverá, en gran parte por las leyes sustanciales que
señalan quienes poseerán personalidad para ser objeto de las diversas relaciones
jurídicas existentes.
De lo expuesto entendemos que la capacidad para ser parte es una expresión de la
capacidad de jurídica, atributo que se le confiere debido a la personalidad, tanto de
las personas naturales como de las personas jurídicas, sin perjuicio de que cómo
veremos más adelante resulta posible, como lo es en legislaciones más avanzadas,
que se confiera también a unidades o grupos que no gozan de personalidad,
pudiendo por consiguiente gozar estas también de dicha capacidad; no obstante
debemos señalar que en principio la capacidad para ser parte en los procesos
278
En las sentencias interlocutorias pronunciadas por la Sala de lo Constitucional referencia 12-04-2000 y 17-082000 se declara que la capacidad para ser parte es la aptitud jurídica para ser titular de derechos o de las
obligaciones de naturaleza procesal a que las partes se refieren.
279
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 1999, Pág.
91
141
contenciosos280 Salvadoreños corresponden por ahora únicamente a personas sean
naturales o jurídicas.
En este sentido las agrupaciones de personas o bienes no reconocidas por ley como
personas jurídicas o sujetos de derecho, pueden sin embargo en otras latitudes,
concedérseles la calidad de entes unitarios para ciertos efectos, entre los cuales
puede estar el comparecer en juicio como partes, esto debido a que con frecuencia
personas pueden organizarse transitoriamente para la obtención de finalidades
comunes
realizando
actos
jurídicos
capaces
de
generar
conflictos
que
necesariamente necesiten tutela judicial.
Fuera de los casos mencionados cualquier persona que tenga capacidad para ser
sujeto de derechos, tendrá la capacidad para ser parte en un proceso.
Finalmente cabe aclarar que esta la capacidad para ser parte solo estriba en la
posibilidad de ser sujeto en un proceso, con independencia de que se pueda actuar
válidamente en el281, intervención que devendrá como dijimos de la misma
personalidad sea natural o jurídica.
5.1 Personas Naturales.
Todos los hombres por su calidad personas, mientras vivan, poseen capacidad para
ser parte282, debido a que es un atributo inherente a estas; así la Constitución
Salvadoreña establece en su Articulo 2 que ―todo persona tiene derecho a la vida, a
la integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la posesión, y a
ser protegida en la conservación y defensa de los mismos‖ expresión, en el cual se
280
La doctrina es uniforme en destacar que la capacidad de las partes en el proceso contencioso administrativo
no tiene especialidades relevantes que lo aparten de cualquier otro proceso de carácter jurisdiccional, como lo
prueba el hecho de la aplicación supletoriamente el Código de Procedimientos Civiles como lo prescribe el Art.
57 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo.
281
Jaime Guasp, Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Civil, Tomo I, Aguilar, Madrid, 1948, Pág. 94.
282
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 1999,
Pág.92
142
establece que todas las personas tienen derecho a obtener una protección
jurisdiccional ante jueces y por lo tanto capacidad, inclusive el naciturus, que no
obstante la difícil identificación de supuestos en que pudiere ser sujeto de una
relación jurídica administrativo se le confiere en forma clara, debido a que según el
Art. 1 inciso segundo de la Constitución se le reconoce como persona humana desde
el momento de su concepción.
5.2 Personas Jurídicas.
En relación a esta categoría de personas, la capacidad que por su personalidad se
obtiene, emerge del mismo instante en el que con arreglo a las leyes
correspondientes
queda
validamente
constituida
(Art.
25
C.C) 283.
Este
reconocimiento viene a justificarse por la necesidad de salvaguardar los derechos de
las personas físicas que se asocian para la consecución de determinados fines,
circunstancia que no sería posible si no se les otorgara la referida personalidad,
mediante la cual pueden ejercer derechos y pueden adquirir obligaciones.
5.3 Personas Jurídicas Públicas.
La atribución de capacidad para ser parte es asignada a las personas públicas, por la
personalidad concedida en su nacimiento, obtenida a través de una norma jurídica
con rango de autoridad formal de ley, refiriéndonos por estas, tanto a la
Administración Central como a Instituciones oficiales autónomas o administraciones
locales, la primera de estas, asimilándose con el poder ejecutivo y conformando la
personalidad total de el Estado y las segundas como organizaciones que gozan de
libertad y autonomía, adquiriendo personalidad, patrimonio, y poderes de decisión
por las competencias otorgadas en sus leyes constitutivas.
283
El Art. 25 del Código de Comercio prescribe que “la personalidad jurídica de las sociedades se perfecciona y
se extingue por la inscripción en el Registro de Comercio de los documentos respectivos.”
143
6. CAPACIDAD PROCESAL
Establecido que todas las personas poseen capacidad para ser parte; muy
distintamente tenemos que no todas las personas tienen capacidad procesal. Es
necesario e indispensable para intervenir validamente en un proceso, no solo poseer
una aptitud genérica para ser titular de derechos y obligaciones de naturaleza
procesal, es necesario además ejercer por si mismo todos los derechos y
obligaciones en calidad de titular, es decir poseer capacidad procesal.
Esta capacidad procesal, también denominada capacidad para comparecer en juicio
corresponderán a quienes estén en el pleno ejercicio de sus derechos civiles. Es
decir, mientras la capacidad para ser parte hace referencia a la capacidad jurídica o
de goce, la capacidad procesal hay que referirla a la capacidad de obrar o ejercicio.
Ciertamente, la capacidad procesal implica la cualidad de realizar actos procesales
con eficacia jurídica284, por lo que es la manifestación de la capacidad general hacia
un ámbito y una aplicación de tratamiento específico, que diferirá de la capacidad
para ser parte en el sentido que esta última refleja únicamente la cualidad general
otorgada por el ordenamiento a todos los sujetos de derechos y obligaciones.
En la legislación Contencioso Administrativo Salvadoreña no existe una disposición
específica que regule lo relativo a la capacidad procesal, aplicándose por esto
subsidiariamente las normas Procesales generales
7. CAPACIDAD DE POSTULACIÓN
En ciertas ocasiones, las leyes pueden ordenar para una eficaz actuación dentro de
un proceso, el conocimiento especializado por personas de asuntos jurídicos o
284
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 1999, Pág.
93
144
legales, de ahí que si esta no los posee deberá ocurrir ante un tercero ajeno a la
contienda, para que este las efectúe en nombre de él, solicitando y realizando
peticiones jurídicas dentro de un proceso determinado.
Esta capacidad de postulación constituye pues, en algunos procesos, un requisito
subjetivo de la pretensión, ya que algunas personas no podrán actuar directamente
por si solos, sino necesitarán de otra que los asesore y represente 285.
La finalidad de este recaudo busca la exigencia de conocimientos técnicos para un
pleno ejercicio de la defensa en beneficio de las partes procesales, que obtendrán de
esta forma una correcta conducción del proceso, en aras de una eficaz
administración de justicia.
En el caso del juicio contencioso administrativo Salvadoreño, no es necesario que la
demanda o demás actuaciones procesales sean presentadas por personas que
ostenten la capacidad mencionada, ya quedará a discreción de las partes dicha
elección; no obstante en el caso que decidan no adquirir un procurador, todo
actuación deberá contener firma y sello de un abogado director que asesore todas
las actuaciones; de lo contrario, en la eventualidad, que los intervinientes decidieren
hacerlo a través de un abogado, deberán realizarlo mediante el otorgamiento del
respectivo poder de la forma prescrita por la ley.
8. LEGITIMACIÓN SUSTANCIAL
El procesalista italiano Chiovenda286 expresa sus ideas sobre la legitimación
refiriéndose a ella como la identidad del actor con la persona a cuyo favor se
encuentra la ley y en la identidad de la persona del demandado con la persona
contra quién se dirige la voluntad de la ley.
285
Francisco Ramos Méndez, Derecho Procesal Civil, Librería Bosch, Barcelona, 1985, Pág. 285
Chiovenda, citado por Cabanellas, Guillermo, Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual, Tomo V,
Editorial Heliasta, Buenos Aires, 1981, Pág. 124.
286
145
El concepto de legitimación ha sido uno más debatidos y confusos del Derecho
Procesal Civil287, así en un proceso se debe distinguir además de la capacidad
abstractamente concebida (legitimatio ad processum), la capacidad referida a
determinado caso o proceso (legitimatio ad causam) que se encamina a determinar
la relación existente entre los sujetos procesales con respecto al objeto de la
pretensión procesal288.
De lo dicho se infiere que no todas los que poseen capacidad procesal, estarán
legitimados, ya que como explicamos anteriormente la primera de estas nociones se
refiere a poner en movimiento el órgano judicial, mientras que la legitimación
concierne a la calificación, y por ende admisión de la pretensión.
La problemática de la legitimación plantea la discusión de quién debe de deducir la
pretensión y contra quién debe dirigirse, buscando la finalidad última que el juzgador
dicte una sentencia que toque el fondo del litigio o un pronunciamiento sobre la
relación jurídica material que se invoca.
Entre los conceptos tradicionales de legitimación sustancial, encontramos la que
puede ser descrita como la aptitud de ser parte en un proceso concreto 289, que
requiere por esto mismo que el sujeto o pluralidad de sujetos se encuentren en una
especifica situación jurídica material con relación a lo que constituye el objeto del
proceso, para el caso específico del contencioso administrativo Salvadoreño, es un
presupuesto necesario que el administrado que busca impugnar el acto
administrativo, invoque una afectación, lesión o agravio sobre sus derechos
subjetivos o sobre intereses legítimos y directos, por lo que la legitimación en este
ámbito procesal será ostentada por quienes sean los verdaderos titulares de la
287
Maria Pía Calderón Cuadrado, Legitimación y Tutela Cautelar(Breve notas para su estudios), Revista del
Poder Judicial, Numero 75, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1986, Pág. 157
288
Pablo Gutiérrez de Cabiedes, A vueltas con la legitimación: en busca de una construcción estable, Revista del
Poder Judicial, Numero 54, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1999, Pág. 221
289
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Editorial Civitas, 2002, Pág. 194.
146
relación jurídica surgida o afectada como consecuencia de la producción de un acto
administrativo290.
En el mismo orden de ideas, el objeto del proceso siempre será la pretensión. El
demandante, solicitará, frente a otra persona, el pronunciamiento del órgano
Jurisdiccional sobre determinada pretensión, la que se invoca conforme al derecho
vigente; el Juez correspondiente accederá o no, sin embargo, por mucha razón que
posea el demandante, la carencia de legitimación, provocará que el desarrollo del
proceso devenga en ineficacia para solución de conflictos intersubjetivos, ya que la
falta de evidencia de relación jurídica entre las partes procesales y el conflicto de
cuya resolución se pretende, desemboca en una sentencia estéril.
Ahora bien, en lo que respecta a su naturaleza jurídica, la versión clásica de la
legitimación sustancial ha sido concebida y estudiada desde la perspectiva procesal,
no obstante que algunos la consideren como una figura estrictamente de Derecho
sustantivo o material. Se afirma que esta figura se identifica con la titularidad de los
derechos subjetivos que se hacen valer en un proceso concreto, regulándose en
cada caso por la ley sustantiva de la que deriva el derecho subjetivo que se invoca.
No obstante lo anterior, el profesor García de Enterria291 señala que, el tratamiento
técnico que se le da a esta figura es la de un presupuesto procesal, aún sin serlo: el
tribunal, en consecuencia deviene obligado a examinar si se da o no la legitimación
sustancial en cada caso, con prioridad al fondo del asunto; sin embargo, en
ocasiones, aparece tan íntimamente ligado a éste, que no se puede decidir aquél sin
examinar simultáneamente el fondo del proceso.
290
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1994, Pág. 126
291
Eduardo García de Enterría y Tomas-Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Tomo II, Editorial
Civitas, Madrid, 2002, Pág. 619.
147
Ahora bien, debe tenerse cuidado en no confundir la legitimación, con cuestiones de
fondo, pues determinar si efectivamente a una persona le han lesionado o no
derechos subjetivos administrativos, no constituye parte del sustrato legitimador, la
legitimación se reduce a determinar si el demandante y demando están vinculados
jurídicamente en relación a las posibles pretensiones formulables. No es necesario
entonces ser titular o el sujeto activo o pasivo del derecho o relación jurídico material
que se invoca, lo que supondría que esta siempre existiera, lo necesario es el interés
en que se decida si efectivamente existe, y por lo tanto, aun cuando en realidad no
exista, la legitimación será perfecta desde el momento en que, en caso de existir, los
sujetos de interés en la declaración y discusión sean el demandante y demandado.
Por lo tanto, debe examinarse cuales deben de ser los sujetos de ese interés en
litigio, en el supuesto de que el derecho sustancial o la relación jurídica sustancial
existan292.
Es por ello que se concluye que la naturaleza jurídica de la legitimación ha de ser la
de un elemento en que se fundamenta la pretensión, que sin afectar en ningún
momento su validez, posibilita la emisión de una sentencia que rechace o avale la
pretensiones293.
La legitimación en definitiva constituye un requisito de revisión de la pretensión, ello
en vista que no basta la existencia de partes, sino que es trascendental determinar si
el actor es el sujeto con derecho suficiente para ser parte, pudiendo así obtener
alguna decisión jurisdiccional; en el mismo sentido, con respecto del demandado
determinando si es legitimo contradictor en el proceso. Debe señalarse del mismo
modo que la falta de legitimación, como todo requisito procesal puede ser examinado
de oficio por el órgano jurisdiccional 294, pudiendo este en todo momento pasar a
292
Devis Echandía, Teoría General del Proceso, Editorial Universitaria, Buenos Aires, 1997, Pág. 261
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1994, Pág. 126
294
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo(Ley 29/1998 de 13
de Julio), Tomo I, Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 486
293
148
declarar la inadmisibilidad de la demanda o acceder al rechazo cuando el
demandado lo denuncie.
En el Contencioso Administrativo las situaciones legitimadores provienen al igual que
en los demás procesos ordinarios, del reconocimiento de situaciones jurídicas
especiales; para el caso, la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa
confiere a los sujetos que se relacionan con el actuar de la administración pública,
las cualidades legitimadoras necesarias para deducir las diferentes pretensiones.
Estas situaciones o estados jurídicos a los que aludimos, coinciden con la titularidad
de un derecho subjetivo, es decir la relación que une a los particulares con los bienes
de la vida, caracterizándose como la potestad de querer del hombre, reconocida y
protegida por el ordenamiento jurídico, en cuanto se refiere a un bien o un interés.
Por ello estará legitimado quién manifieste y comparezca en el juicio como el titular
de la relación jurídica y, se entiende, atribuyendo esa titularidad, desde su aspecto
pasivo, al demandado a quién se le imputa una obligación295.
El derecho subjetivo implica una predeterminación normativa de la conducta
administrativa obligada o debida a un individuo en una situación de exclusividad. Se
trata pues de una actividad humana, imperativamente protegida que genera un
interés propio, excluyente de titularidad diferenciada que habilita para exigir una
prestación también diferenciada.
El derecho subjetivo constituye el sustrato legitimador ordinario adoptado de manera
general en los diferentes procesos litigiosos, situación que no fue excepción en los
procesos Contencioso Administrativos, hasta llegarse a ulteriores estadios de
perfeccionamiento en el que se adopta nuevos sustratos legitimadores. En efecto,
Tradicional es la opinión que asigna al recurso contencioso administrativo la función
295
Juan Montero Aroca y Otros, El Nuevo Proceso Civil, Tirant lo Blanch, Valencia, 2001
149
de defender el derecho del particular contra los agravios que reciba de los órganos
administrativos. Las autoridades administrativas deben acomodar su conducta a las
normas legales que reconocen derechos subjetivos, y cuando así no ocurre, justo
será conceder al ciudadano la facultad de ejercitar una acción judicial para obtener
del Tribunal la reparación consiguiente.
Bajo esta legitimación, se configura el primer recurso contencioso administrativo en
1799, llamado más tarde de plena jurisdicción que nace bajo la idea de defender
derechos subjetivos, defensa que será el eje del sistema contencioso, ya que no hay
que olvidar que lo que se busca es que se someta el poder público al orden jurídico
en garantía del particular.
No obstante lo dicho, en el contencioso administrativo no solo es posible obtener
legitimación al invocar un derecho subjetivo, también estarán legitimados los que
invoquen un interés legítimo y directo.
Así, como categoría paralela y diferente a los derechos subjetivos encontramos a los
denominados intereses legítimos y directos, los primeros dijimos, gozan de una
conexión intima con el ordenamiento jurídico y su violación hace sobrellevar una
violación simultanea de un derecho subjetivo; de manera contrapuesta, la
legitimación puede provenir de normas que no hayan sido dictadas para garantizar
situaciones jurídicas individuales, no existiendo la conexión mencionada, sino por
normas que tengan por única finalidad garantizar una utilidad pública; en base a lo
reseñado, doctrinarios como el Italiano Guiciardi separan y clasifican a las normas
dividiéndolas en normas relación, que garantizarán actividades frente a la
administración, y normas de acción que se referirán a la organización y
procedimiento que ha de conducir y regir a toda administración296.
296
Fernando Garrido Falla, Tratado de Derecho Administrativo, Volumen I, Editorial Tecnos, Madrid, 2002, Pág.
506 y sig.
150
Se dirá que un particular tendrá un interés legitimo y directo cuando la observancia o
inobservancia de las normas de acción verifique una ventaja o desventaja especial
con respecto de los demás particulares297, no bastando que el ciudadano alegue un
interés en que tales normas sean respetadas, que únicamente implicaría un interés
simple o mero interés.
Coexisten entonces en la ley y la doctrina enfoques diversos sobre la calificación de
los intereses, calificaciones entre las que podemos hablar de intereses personales,
directos, legítimos, colectivos, hasta llegar a difusos; en la legislación Salvadoreña la
calificación de ese interés se define como uno que sea legitimo y al mismo tiempo
que sea directo; legitimo porque debe poseer una relevancia jurídica, quedando
afuera los intereses de tipo morales, industriales o de competencia comercial, y
directos por que consiste en una lesión concreta e inmediata en la esfera jurídica del
actor recurrente; es por ello que el acto de la Administración incidirá sobre el interés
material del administrado, de tal manera que resultará directamente transformado,
debiendo asimismo concurrir una relación de lesividad, es decir una incidencia sobre
la esfera jurídica del administrado sobre aquella parcela concreta que llamamos
interés sustancial298.
Así las cosas la importancia de la legitimación procesal en los litigios contencioso
administrativos Salvadoreños es que admite diferencias del postulante, según se
tenga un interés legitimo y directo o un derecho subjetivo. Precisamente, si se
pretende además de la anulación del acto el reconocimiento de una situación
individual y su restablecimiento, con reparación patrimonial de daños y perjuicios o
sin ella, únicamente podrá ser promovida por el titular de ese derecho subjetivo; en
cambio, el que posee un interés legitimo y directo solo podrá pedir única y
exclusivamente la anulación del acto administrativo que le causa perjuicios.
297
Manuel Fernández Salmeron, Nuevas Tendencias de la Justicia Administrativa en Italia: Hacia algunas
quiebras de la distinción entre Intereses Legítimos y Derecho Subjetivos, Revista de Administración Publica
Numero 154, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2001, Pág. 515
298
Manrique Jiménez Meza, La legitimación Administrativa( Procedimiento administrativo y contencioso
Administrativo), Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, San José, 2000, Pág. 297
151
Como podemos observar, la legislación Salvadoreña decidió que bajo el segundo de
los supuestos de legitimación arriba mencionados, solo es posible ejercer la
pretensión de exceso de poder o de mera anulación, configuración que se debe en
gran medida a los antecedentes históricos de esta figura. La pretensión de anulación
o de exceso de poder, como casi todas las instituciones clásicas del Derecho
Administrativo se originó en Francia en el año 1864, y en su época represento uno de
los avances más espectaculares en la lucha por el imperio de la Ley, al grado que
Georges Vedel299, Profesor y Decano Honorario de la Facultad de Derecho y
Ciencias Económicas de París II, lo califica de garantía de la legalidad en un Estado
de Derecho.
Durante más de una centuria el exceso de poder ha sido la vía jurisdiccional por
excelencia que asegura el respeto de la legalidad por parte la administración pública.
La pretensión de exceso de poder presenta tres rasgos específicos, que podemos
resumir en la forma siguiente: ―puede ser interpuesto por toda persona que tenga
interés, incluso cuando no se queje de la lesión de un derecho subjetivo; las
sentencias recaídas en tal recurso tienen, al menos en lo que concierne a las
decisiones de anulación, efecto erga omnes; finalmente no puede estar fundado más
que en la violación por la Administración de una regla de derecho ―objetivo‖ y no de
un contrato.‖
La doctrina y la jurisprudencia han extraído de las características expuestas el
carácter objetivo del Contencioso de Anulación, en el que más que a las partes se
juzga al acto administrativo impugnado definiéndose su legalidad ó ilegalidad a
través de la pretensión del actor. Se juzga y procura defender los intereses legítimos,
en beneficio de la ley, que en forma refleja aprovecha al actor. La pretensión indicada
se opone a la de plena jurisdicción en la que rigen los parámetros subjetivos, en que
299
Georges Vendel, Derecho Administrativo, Biblioteca Jurídica Aguilar, Madrid, 1980, Pág. 459
152
la contradicción se desenvuelve entre las partes con el propósito de tutelar derechos
subjetivos.
La pretensión de exceso de poder en el proceso Contencioso Administrativo, en la
mayoría de países de Ibero América, se reduce a solicitar al Órgano Jurisdiccional la
extinción de acto administrativo mediante su declaratoria de nulidad, por lo que la
pretensión no puede estar fundada más que en la ilegalidad del acto que se
impugna. La sentencia para guardar la debida congruencia se limita y circunscribe a
la declaratoria de nulidad. No más.
Bajo este concepto los poderes del Tribunal resultan diminutos y no resuelven a
plenitud la problemática jurídica derivada de la producción de un acto administrativo
ilegal. Si bien el acto ilegal se erradica del mundo jurídico, queda pendiente la
situación que afecta al administrado consistente en determinar qué pasará con el
acto que debería emitirse en sustitución del acto administrativo viciado.
Tradicionalmente el Contencioso Administrativo no ha dado una respuesta elocuente
y satisfactoria a esa problemática, el administrado en términos de realidad social
queda insatisfecho con el pronunciamiento judicial de la nulidad.
El fundamento en que radica esta conducta omitiva de los Tribunales de Justicia se
sustenta en que la emisión del acto administrativo que sustituye al ilegal implica el
ejercicio de función administrativa, en donde no puede ni debe penetrar el Órgano
juzgador, ya que cumplió su objetivo de impedir que el acto violatorio del
ordenamiento jurídico continuara produciendo efectos.
El Contencioso de anulación tal y como está diseñado é implementado en la mayoría
de legislaciones de Ibero América, genera como resultado una justicia inconclusa, a
medias, que deja sin recorrer una parte importante y principal del camino en la
solución de una problemática jurídica.
153
En la Obra denominada Hacia una Nueva Justicia Administrativa Don Eduardo
García de Enterría300 ha sostenido: ―que hace puramente declarativas las sentencias
estimatorias; que no contempla la posibilidad de extraer de la anulación declarada las
consecuencias que interesan al recurrente que ha ganado el proceso; que excluye
las injoctions u órdenes de hacer dirigidas a la Administración para rectificar la
situación ilegal constada, y más aún la posibilidad de sustituir por comisarios
judiciales o por el propio juez la inactividad deliberada de la entidad vencida; que
hace, en consecuencia, virtualmente facultativo el cumplimiento de las sentencias por
las Administraciones perdedoras y que ni siquiera impide eficazmente la repetición
indefinida a arbitrio de la Administración de los litigios ya decididos con la «fuerza de
la cosa juzgada» por la sola vía de volver a dictar un acto análogo al anulado, lo que
obligará a un nuevo recurso. Hacer que el despacho de los recursos se acelere, pero
que los recursos mismos sirvan para poco o no sirvan, me parece un avance poco
importante.‖
Este orden de cosas ha sido abordado, en España, a mi modo de apreciar, más por
la voluntad jurisdiccional y de los aportes de notables jurisconsultos que de su
Legislación, que ha llevado por derroteros de una verdadera revolución é innovación
jurídica a la justicia administrativa, apoyándose en la Constitución que atribuye al
Poder Judicial la tarea de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, en unión de criterios
jurisprudenciales a la Ley de la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativa de
1998. Este cambio radical en la consideración del Contencioso de anulación parte de
dotar y ampliar los poderes de decisión a los Tribunales de Justicia a quienes se les
brinda la potestad no solamente de anular el acto, sino también la de
pronunciamientos de condena, consistentes en las órdenes libradas a la
administración pública para que emita un acto administrativo determinado con un
contenido específico, pudiendo instruir a la administración pública para que cumpla el
fallo en un plazo determinado.
300
Eduardo García de Enterría, Hacia una Nueva Justicia Administrativa, Editorial Civitas, Madrid, 1992, Pág. 84
154
Este mismo fenómeno se encuentra en quiebra en Francia debido a la reforma del
Contencioso Administrativo Francés de 1990.
Con esto ―quiere decirse, afirma Luciano Parejo Alfonso 301, que en nuestro
ordenamiento existe un único proceso contencioso-administrativo, que es siempre,
por ello, de plena jurisdicción, en cuanto el menor o mayor alcance de su objeto no
depende a priori de límites legales (determinantes de tipos de procesos diferentes,
cual es tradicional en el sistema francés), sino de las pretensiones efectivamente
deducidas en cada caso.‖
A los mismos conceptos arriba Santamaría Pastor302, en los términos siguientes: ― a)
La herencia del modelo francés, que durante todo el siglo XIX condicionó
fuertemente la configuración de nuestro sistema contencioso, tendió a consolidar la
idea de que el control de legalidad ejercida por los Tribunales contenciosoadministrativos debía limitarse a un pronunciamiento final meramente declarativo del
ajuste o desajuste del acto respecto del ordenamiento jurídico, confirmándolo en el
primer caso y anulándolo en el segundo; pero la anulación, como ha sucedido en
Francia hasta 1990, no podía ser seguida de una sentencia de condena a la
Administración, en la que se le impusiera autoritariamente la necesidad de actuar en
un determinado sentido; era la propia Administración la que, extrayendo las
consecuencias del fallo del Tribunal contencioso, debía actuar en ejecución del
mismo.‖
De cuanto hemos dicho, podemos concluir, siguiendo las ideas de Don Eduardo
García de Enterría303, que: ―La supuesta «objetividad» del sistema, capaz de
mantener la teórica exención judicial de la Administración, la dogmática falta de
plenitud jurisdiccional ejercida en este proceso, han saltado espectacularmente por
301
Luciano Parejo Alfonso, Derecho Administrativo, Editorial Ariel, Madrid, 2003
Juan Alfonso Santamaría Pastor, Principios de Derecho Administrativo General, Tomo II, Editorial Iustel,
Madrid, 2004.
303
Eduardo García de Enterría, Hacia una Nueva Justicia Administrativa, Editorial Civitas, Madrid, 1992
302
155
los aires. Ha quedado visible, finalmente, que todo el contencioso-administrativo, y
en particular el famoso recurso de anulación o por exceso de poder, es y no puede
dejar de ser un recurso subjetivo, esto es, en el que se tutelan derechos subjetivos y
que, por esa razón, si la tutela ha de ser efectiva, la jurisdicción ha de ser, en
consecuencia, también plena.‖
Las ampliaciones de las potestades decisorias de los Tribunales administrativos, al
momento de pronunciar sentencia, en los denominados procesos de anulación debe
apreciarse como la conquista de mayor significación y trascendencia en el progreso
de la justicia administrativa en los últimos cien años, aún considerando en su
inventario de logros y éxitos la superación del carácter revisorio 304 de la misma que
comprende el control de la inactividad de la administración y de las vías de hecho.
9. PLURALIDAD DE PARTES Y EL TERCERO BENEFICIARIO.
La temática de la Pluralidad de Partes la aborda y desarrolla con suma maestría, el
Procesalista Español Jaime Guasp305, en su conocida Obra ―Derecho Procesal Civil‖.
Los conceptos allí recogidos los hacen suyos la mayoría de la doctrina del Derecho
Procesal, en especial del Administrativo, que aplican con las debidas distancias a la
Legislación Salvadoreña, debido a que nuestro normativa procesal muestra raíces
españolas.
La situación más frecuente, en un proceso, es que participen un solo actor que
accione contra otra persona llamada reo ó demandado. Sin embargo, en diversas
ocasiones hacen su aparición varias personas que ostentan la calidad de
304
Juan Ramón Fernández Torres, Jurisdicción Revisora y Tutela Judicial Efectiva, Editorial Civitas, Madrid,
1998.
305
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968.
156
demandantes o bien de demandados, o de ambas a la vez, siempre en el entendido
que no se contradiga el Principio de Dualidad de las Partes306.
La Pluralidad de las Partes, asevera Guasp en la obra citada, ― no se resuelve en una
mera yuxtaposición de situaciones procesales simples, sino que varían estas mismas
situaciones, en cuanto que se modifican las que corren entre las partes adversarias y
se crean otras entre las partes comunes307‖.
Luego agrega un punto de vista de trascendental importancia para determinar las
diversas partes plurales de un proceso, su posición dentro del mismo, el rol que
desempeñan y el régimen jurídico aplicable, en los términos siguientes: ―La idea
fundamental de que conviene partir para explicar la figura de la pluralidad de partes
procesales se halla en la distinta relación en que, en cada caso, se hallan las
diversas partes entre sí. Puede ocurrir, en efecto, que las partes múltiples aparezcan
en un mismo plano, de recíproca igualdad, o, a la inversa, que aparezcan en planos
distintos, de recíproca desigualdad. En el primer caso, se habla de pluralidad de
partes principales o iguales, o, mejor, de pluralidad de partes por coordinación, y en
el segundo, de pluralidad de partes adhesivas o desiguales, o, mejor, de pluralidad
de partes por subordinación, haciendo referencia precisamente, con esta idea
esencial, a la relación que las diversas partes guardan entre sí308.
Mas dentro de la pluralidad por coordinación es preciso verificar una distinción
ulterior. Las distintas partes principales o iguales pueden aparecer unidas o
enfrentadas en su actuación procesal. En el primer caso, los varios litigantes se
muestran reunidos en una especie de comunidad, un consorcio procesal, que, por
ello, recibe técnicamente el nombre de litisconsorcio; en el segundo, por el contrario,
no hay tal comunidad, sino antagonismo, adición, a la controversia básica, entre
306
Jesús González Pérez, Pluralidad de Partes en el Proceso Administrativo, Revista de Administración Publica,
Numero 100-102, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1983, Pág.1281 y sigs.
307
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, Pág. 200.
308
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, Pág. 200.
157
demandante y demandado, de un tercero, o terceros, que aparecen como
demandante o demandado, a su vez, respecto de los primeros, por lo cual se habla
correctamente, en esta hipótesis, de tercería. En cambio, en la pluralidad por
subordinación, la diferencia no existe, o es, por lo menos, irrelevante: aquí se tiene
siempre, con carácter fundamental, la actitud de una parte que coopera o colabora
con otra principal, de dónde el nombre de coadyuvante de este sujeto pasivo‖.
La pluralidad de partes adopta, de acuerdo a las ideas de Guasp309, tres diferentes
tipos:
a)
El litisconsorcio;
b)
La tercería y
c)
Los coadyuvantes. (Intervención adhesiva)
El litisconsorcio lo define Guasp como: ―...aquel tipo de pluralidad de partes que se
produce cuando los diversos litigantes aparecen no sólo situados en un mismo plano,
sino, además, unidos en su actuación procesal: según que la unión plural afecte a los
demandantes, a los demandados o a ambos, el litisconsorcio se llama activo, pasivo
o mixto 310‖:
La figura del litisconsorcio tiene dos manifestaciones. La que constituye para las
partes una simple facultad llamada litisconsorcio simple, facultativo o voluntario. Por
otro lado se da aquel que para las partes representa una verdadera carga, una
obligación procesal, denominado litisconsorcio necesario, cualificado o especial.
La tercería, siguiendo con las ideas de Guasp expuestas en la misma obra, se
diferencia del litisconsorcio, en que consiste en aquel tipo de ―pluralidad de partes
que se produce cuando los diversos litigantes aparecen situados en un mismo plano,
pero no unidos, sino enfrentados, en su actuación procesal. Suele llamarse a esta
309
310
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, Pág. 201
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, Pág. 201
158
figura intervención (principal, para distinguirla de la adhesiva), pero lo importante no
es tanto que se trate de una pluralidad sobrevenida cuanto del enfrentamiento de un
tercero, de modo total o parcialmente contradictorio, a la posición procesal de las dos
partes primitivas: interventio ad infringendum iura utriusque competitoris
311
”.
Finalmente los coadyuvantes, conocidos también como terceros coadyuvantes por la
literatura jurídica tradicional, e intervinientes adhesivos simples por la doctrina actual,
según el pensamiento de Guasp, se dan en los casos siguientes: ― Si las partes no
aparecen situadas en un mismo plano, sino en planos distintos, de respectiva supra y
subordinación, no cabe hablar de litisconsorcio ni de tercería, sino más bien de
adhesión procesal. Aquí, en efecto, un sujeto se halla ligado secundariamente a la
posición de otra parte principal, cooperando o colaborando con ella de un modo
instrumental simplemente. Se llama, a veces, a esta figura intervención adhesiva, por
oposición a la principal, que es la tercería, pero el derecho positivo español emplea
en esta hipótesis el término, sin duda más adecuado y expresivo, de coadyuvante,
que es el que conviene utilizar.
En cuanto a los alcances de la intervención del coadyuvante, el Autor citado expresa:
―El contenido del régimen jurídico no es modificado por el coadyuvante, sino de la
manera secundaria o subordinada que le es propia. Realiza, desde luego, actos
procesales por sí, y son realizados frente a él actos del proceso. Pero estos actos no
valen en cuanto contradigan o perjudiquen a la parte principal a quien el coadyuvante
se adhiere, v. g., la confesión que preste el coadyuvante o su renuncia, desistimiento,
allanamiento o transacción312.‖
Los conceptos y principios expuestos acerca de la pluralidad de partes aplican a
nuestra Legislación Procesal, que se inspira en la Leyes Españolas de
Enjuiciamiento Civil.
311
312
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, Pág. 205
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, Pág. 208
159
No obstante lo mencionado, en lo que respecta a la intervención de las múltiples
partes en el plano de la Jurisdicción Contencioso Administrativo Salvadoreño, esta
será únicamente posible, bajo las figuras de litisconsorte voluntario activo o como
cuadyuvante, conocido también por la legislación Salvadoreña con el nombre tercero
beneficiario, que según el Art.14 podrá mostrarse parte en el proceso si el acto
administrativo le causa un beneficio o lo perjudica de manera alguna.
La configuración deficiente del actual diseño de ley, restringe la intervención de otras
partes al proceso, que forzosamente son excluidos o en el mejor de los casos
comparecerán en calidades que no se ajustan a sus características reales(tercero
beneficiario); sobre el tema cabe recalcar que la intervención de múltiples partes o en
especifico la del Tercero beneficiario en el juicio Contencioso Administrativo posee
una indiscutible trascendencia, ya que a través de esta carga se asegura el
cumplimiento del principio de audiencia, que asegurara la eficacia y validez de la
actividad jurisdiccional.
De esta forma la figura del tercero beneficiario o cuadyuvante en El Salvador,
acapara y absorbe no solo aquellos sujetos que pudieran tener un interés legitimo y
directo en el mantenimiento o anulación del acto(autentico cuadyuvante), sino
también, bajo una perspectiva errónea, incluye personas a cuyo favor derivan
derechos propios de un acto, que claramente como lo es en legislaciones foráneas
son tradicionalmente considerados codemandados, que conformaran parte de un
Litisconsorcio necesario313.
La doble delineación que adopta la actual ley del tercero beneficiario, no concuerda
con la lógica procesal correspondiente, ya que siempre, y en todo caso, ―el individuo
en cuyo favor deriven derechos de un acto‖ será un codemandado, debido a que
será parte necesaria del proceso, en igual forma como lo son las Administraciones
313
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1994, Pág. 143
160
demandadas, que siendo titulares de derechos deberá dárseles la oportunidad de
comparecer y ser oídas como partes principales, con pleno dominio de las cargas y
derechos que ello implique.
Debe señalarse asimismo, que en cuanto a los auténticos cuadyuvantes, distinguidos
como los posibles afectados o beneficiados por un acto en sus intereses de manera
legitima y directa, aunque obviamente se encuentren limitados por no poder formular
cuestiones distintas a las planteadas por los principales, se les concederá
intervención, pudiendo también obtener modernamente la condición de partes
demandadas, aplicándoseles las mismas reglas del litiscosorcio.
La jurisprudencia actual al referirse a la calidad del tercero ha determinado los
matices que debe cumplir, funcionando tal como dijimos a manera de una especie de
comodín universal para que las múltiples partes puedan apersonarse, la
interpretación pretoriana expresa que en términos generales la figura del tercero
beneficiario se refiere a aquel sujeto que en virtud del acto que se impugna, ha
obtenido una ventaja, beneficio o provecho, bien directo o reflejo, por lo que se
pretende con su actuación evitar un perjuicio que se podía ocasionar como efecto de
la sentencia estimatoria que llegaría a dictarse en el proceso respectivo o que
pretende obtener a través de la materialización o conservación del objeto de la
pretensión procesal314.
Por todo lo dicho es que finalmente tenemos que expresar que el esquema
anacrónico bajo el cual la ley Contenciosa Salvadoreña otorga tratamiento a las
múltiples partes, se encuentra actualmente en crisis, ello en vista que el tratamiento
de ley no es conciliable con los actuales principios que conforman un proceso
constitucionalmente configurado y que por consiguiente provocan que la sentencia se
pueda encontrar viciada de una manera insubsanable.
314
Sentencia Interlocutoria dictado por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema
de Justicia en el proceso de fecha dos de diciembre de 2003, referencia 162-G-2003
161
10. INTERESES Y ACCIONES COLECTIVAS.
El concepto de los intereses legítimos, gracias en gran medida a la influencia del
principio de protección jurisdiccional, ha evolucionado de manera tal que ha ampliado
su extensión abarcando además de los tradicionales intereses individuales, otros que
también son considerados dignos de protección, como lo son los de contenido
colectivo. Así el interés colectivo es una variedad del interés legitimo 315, que se
caracteriza por corresponder indiferenciadamente a una pluralidad más o menos
determinada de personas, que lo hacen que se configure como el interés común de
un grupo, estructurado o no estructurado316.
El interés colectivo es pues, el concerniente a todas y cada uno de los componentes
de una colectividad o categoría de sujetos, en perspectiva que corresponde a estos
la defensa de intereses unificados, que bajo una misma entidad o un mismo grupo,
reciben beneficios o perjuicios de las acciones incoadas para la defensa de intereses
que serán diferencialmente homogéneos y unitarios. Los intereses colectivos, en esta
perspectiva, quedan engarzados en la dinámica protectora de los denominados
intereses grupales317.
El reconocimiento producido en los últimos años por la doctrina y jurisprudencia
sobre los intereses colectivos, se debe en gran medida a la influencia de los Estados
Unidos de América, con las denominadas Class actions, donde el avance sobre la
materia ha constituido una verdadera revolución, principalmente en lo que respecta al
acceso a la justicia; esta situación ha traído como consecuencia inmediata, que los
portadores de los mencionados intereses posean un derecho reaccional, es decir
315
J. Acosta Estévez, Tutela Procesal de los Consumidores, Editorial Bosh, Barcelona, 1995, Pág. 34
Miguel Sánchez Morón, Derecho Administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 2005, Pág. 446
317
Manrique Jiménez Meza, La legitimación Administrativa( Procedimiento administrativo y contencioso
Administrativo), Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, San José, 2000, Pág.440
316
162
legitimación para intervenir en procedimientos jurídicos donde se oiga la respectiva
posición de la parte que representa dichos intereses.
En cuanto a este derecho reaccional resulta difícil la tarea de definir o dar un
concepto de acción colectiva, ya que no bastaría decir que es aquella propuesta para
la defensa de derechos colectivos, lo anterior en vista de que es posible la
presentación de una acción en defensa de tales derechos bajo una estructura de
acción individual; así las cosas, algunos consideran que ésta existe cuando un grupo
de personas es cubierto por la cosa juzgada o cuando los efectos de la sentencia son
amplios. Por otro lado, la verdadera naturaleza colectiva de la demanda depende no
solamente de la legitimación activa y de la naturaleza de los derechos o intereses de
los vinculados, sino también de la causa de pedir invocada y del tipo de proveimiento
jurisdiccional postulado318.
La acción colectiva será pues, la acción propuesta por un representante en la
defensa de un derecho colectivamente considerado cuya inmutabilidad en la
autoridad de la sentencia alcanzará a un grupo de personas.
En El Salvador entre las escasas referencias que la legislación realiza sobre los
intereses colectivos, encontramos la legitimación que proporciona la Ley de
Protección al Consumidor, cuya normativa nueva, del año dos mil cinco, señala que
en lo relativo a sus instancias administrativas, se permite a consumidores
determinados o determinables, vinculados con un proveedor por una relación
contractual, intervenir para la tutela de sus derechos; entorno que ha traído efectos
beneficiosos en lo que respecta al acceso de justicia, que sin embargo queda corta
en
otro
tipo
de
materias,
de
los
cuales
solo
existen
pronunciamientos
jurisprudenciales al respecto.
318
Antonio Gidi y Eduardo Ferrer Mac-Gregor Coordinadores, La Tutela de los Derechos Difusos, Colectivos e
individuales Homogéneos Hacia un Código Modelo para Iberoamerica, Editorial Porrúa, México, 2003, Pág. 25
163
En el ordenamiento Salvadoreño en lo referente a la legitimación judicial en general,
es la jurisprudencia la única que se ha pronunciado sobre el tema, aunque debe
señalarse que lo ha hecho en muy contadas ocasiones, ya que no existen reiterados
pronunciamientos al respecto, sin embargo la Sala de lo Constitucional señala que
este tipo de legitimación implica, pues, el reconocimiento o habilitación que el
ordenamiento lleva a cabo a favor de un sujeto para que pueda instar, en nombre
propio, la tutela jurisdiccional de un interés que tiene por objeto un bien de disfrute
supraindividual -común a una colectividad-, que no es ni un interés estrictamente
individual, esto es, único y exclusivo, ni un interés general o público. Esta se sustenta
en la afirmación de un interés legítimo propio por quien insta la tutela jurisdiccional 319.
En cuanto a la operatividad del interés colectivo como instrumento de legitimación
procesal, sin duda cabe preguntarse quién en cada caso será el que representará
dicho interés, para hacerlo valer en las diferentes instancias judiciales. Sobre este
aspecto es posible que se le permita a cada uno de los sujetos representantes de
este interés ejercerlos individualmente, o por el contrario la ley reconocerá a ciertas
agrupaciones u organizaciones sociales la representación.
En legislaciones como la Española el ejercicio del interés colectivo corresponde a
una serie de personas, más o menos numerosa, que están o pueden estar
determinadas, entre las cuales existe un vinculo jurídico, existiendo una entidad que
es persona jurídica a la cual se le atribuye por ley la representación institucional para
la defensa de ese interés.
En el caso Salvadoreño la inexistencia de pronunciamiento legislativo de a quién
corresponderá representar los interés colectivos se diferirá consecuentemente al
ejercicio individual de cado uno de los sujetos, ya que este silencio solo puede ser
interpretado de esa manera.
319
Sentencia dictada el nueve de marzo de dos mil uno por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte
Suprema de Justicia en el proceso de Amparo 630-2000.
164
Entre otros puntos debatidos encontramos la discusión relativa a que comúnmente
suele cuestionarse si los términos interés difuso y colectivo pueden ser utilizados
como sinónimos. La respuesta no es unánime, pues algunos autores utilizan ambos
conceptos en forma indiferenciada. Ahora bien, en su mayoría la Doctrina de los
expositores, ha querido separar y diferenciar los intereses colectivos propiamente
dichos de los denominados difusos, no sin antes reconocer que ambos conforman
modalidades de un mismo concepto, concluyéndose por ello que los últimos
constituirán una especie de los primeros, tales como la protección al medio ambiente
o protecciones a los consumidores.
La legitimación para los intereses difusos es parte de la realidad sociológica y jurídica
de las sociedades actuales en amplio proceso de industrialización y masificación; de
esta manera, la categoría de intereses difusos no se agota con la defensa de los
intereses colectivos por sujetos organizados, pero tampoco contradice esta realidad.
En los intereses difusos existe una coincidencia de los intereses colectivos menores
con el interés general en cuanto interés totalizante y abarcador, con contenido de
sustancia universal.
Los intereses colectivos se refieren a grupos limitados o circunscritos320 a veces
unidos por un vinculo jurídico para la persecución de fines propios(sindicatos,
asociaciones profesionales, familiares, etc). Mientras que los difusos afectan al
individuo como miembro de la sociedad, en donde no existe, un particular ligamen
jurídico y por ello, se permite que cualquiera gestione para hacer valer una tutela
general y preventiva, pues estamos en presencia de bienes no susceptibles de
apropiación exclusiva por un sujeto o colectividad321.
320
Eduardo Ferrer Mac-Gregor, El Acceso a la Justicia de los Intereses de Grupo, Derecho Procesal
Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2003, Pág. 219
321
Gilberto Armijo, La tutela Constitucional del Interés Difuso, Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, Costa
Rica, 1999, Pág. 45 y sig.
165
Los interés difusos o confundidos son definidos como aquellos de un sujeto jurídico
en cuanto compartido-expandido- o compartible-expandible- por una universalidad,
grupo categoría, clase o género de los mismos, cuyo disfrute, ostentación y ejercicio
son esencialmente homogéneos y fungibles, y que adolece de estabilidad y
coherencia en su vinculación subjetiva, así como de concreción normativa orgánica
en sus tutelas material y procesal322.
Así, la caracterización principal de los derechos difusos radica en la situación de que
nadie tiene el derecho de remediar el daño al interés colectivo, o bien el interés de
cada quién para remediarlo es demasiado diminuto para inducirlo a emprender una
acción323. Así los miembros del conglomerado que tienen interés difuso, son
indeterminables o de muy difícil determinación 324.
También debe quedar claro la intima relación de los diversos intereses descritos con
la materia, necesitada de una efectiva regulación para su protección y defensa, que
en general se constituye por intereses relacionados con la protección al consumidor,
intereses relacionados con el medio ambiente o ecología en general y los
relacionados con la defensa de calores histórico-culturales.
Finalmente, como consecuencia de los puntos abordados en este corto análisis
concerniente a este tipo de acciones colectivas, se debe recalcar que el tema
resultará de suma importancia en la vida política de un Estado, debido a que los
mencionados intereses podrán influir determinante sobre las diferentes políticas
públicas, que en definitiva ayudarán a concretar valores constitucionales, que de
alguna forma fortalecen la idea del Estado de Derecho y democracia 325.
322
Lozano Higuero, La Protección Procesal de los Intereses Difusos, Madrid, 1993, Pág. 117 y 118
Mauro Cappelletti y Bryant Garth, El acceso a la justicia, La tendencia en el movimiento mundial para hacer
efectivos los derechos, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, Pág. 22 y sig.
324
Eduardo Ferrer Mac-Gregor, El Acceso a la Justicia de los Intereses de Grupo, Derecho Procesal
Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2003, Pág. 219
325
Ernesto Jinesta Lobo, Fundamentos Constitucionales de la Nueva Jurisdicción Contencioso-Administrativa,
Revista de Derecho Publico, Numero 6, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007, Pág. 15
323
166
III. LA PRETENSIÓN PROCESAL ADMINISTRATIVA
167
168
PRETENSIÓN PROCESAL ADMINISTRATIVA
Consideraciones Generales de la Pretensión Procesal
El acto fundamental de todo proceso es la pretensión326, este concepto esencial de
derecho procesal constituye inequívocamente el objeto de todo proceso. La
pretensión se configura como el reclamo que una parte formula frente a otra ante un
órgano estatal independiente y supraordenado. La pretensión es como señala
González Pérez una declaración de voluntad mediante la cual se solicita una
actuación de un órgano judicial frente a una persona determinada y distinta del autor
de la declaración327.
García de Enterria y Tomas Ramón Fernández328 al tratar la pretensión añaden que
estas son las peticiones concretas que las partes formulan ante el órgano
jurisdiccional solicitando del mismo una actuación en un sentido determinado,
manifestando dichos autores que esta, fija límites concretos, condiciona su
tramitación y resultado, al igual que delimita el ámbito en el que necesariamente ha
de moverse el juzgador.
La importancia de la pretensión es innegable, ya que en torno a ella giran todas y
cada una de las vicisitudes del proceso, desde la iniciación, instrucción, hasta el
momento culminante de decisión329. La significación jurídica de la pretensión la
proporciona la referencia que en ella se contiene del derecho, por sostener que lo
reclamado coincide con lo establecido en el ordenamiento jurídico.
326
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 215
Jesús González Pérez, La pretensión procesal Administrativa, Revista de Administración Publica, Numero 12,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1953, Pág. 77 y sigs
328
Eduardo García Enterria y Tomas Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Tomo II, Editorial
Civitas, Madrid, 2002, Pág. 627
329
Jesús González Pérez, Derecho Procesal Administrativo, Tomo II, Instituto de Estudios Políticos, Madrid,
1966, Pág. 402
327
169
No obstante la delimitación precisa que ha realizada la doctrina actual sobre este
concepto, no siempre ha existido una definición axiomática sobre esta institución,
históricamente ha existido una profunda confusión entre los conceptos de pretensión
y otras figuras relacionadas, como lo son la Demanda y la Acción. Al respecto
debemos señalar que indiscutiblemente pretensión y demanda no son sinónimas. Se
ha dicho que mientras la pretensión es el ―prius‖ lógico del proceso, el objeto del
proceso, la demanda es, meramente, el acto de iniciación, su ―prius‖ cronológico.
La demanda, por tanto, es el acto procesal escrito que inicia el proceso y en el cual
se formulan las pretensiones. La demanda, contendrá por tanto las pretensiones
esgrimidas por el actor330.
Por otro lado, el concepto de acción, nos enseña Couture 331, se refiera a algo
distinto, acción es el poder jurídico que tiene todo sujeto de derecho, para acudir a
los órganos jurisdiccionales para reclamarles la satisfacción de una pretensión. La
acción según Couture, es el poder jurídico de hacer valer la pretensión; y ese poder
jurídico existe en el individuo, aun cuando la pretensión sea infundada. El poder de
accionar es un poder jurídico que posee todo individuo por lo que existirá aun cuando
no se ejerza efectivamente.
En consecuencia, pretensión es la afirmación de un sujeto de derecho de merecer la
tutela jurídica y, por supuesto, la aspiración concreta de que ésta se haga efectiva.
En otras palabras es la autoatribución de un derecho por parte de un sujeto que
invocándolo pide concretamente que se haga efectiva a su respecto la tutela
jurídica332.
La pretensión decimos es el objeto del proceso, y consiste en la materia sobre cual
recaerá el complejo de elementos que al proceso integran; es el substrato, desligado
330
Edmundo Orellana, Los Sujetos y el Objeto del Proceso, Editorial Universitaria, Tegucigalpa, 1993, Pág.123
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial B de F, Buenos Aires, 2004, Pág. 60
332
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial B de F, Buenos Aires, 2004, Pág. 59
331
170
de los sujetos y de las actividades que en el proceso se verifican, pero que sirve
como soporte en el que unos y otros se apoyan, o sea como materia en que se
perfila el contenido del proceso todo, prestándole una significación inequívoca en el
mundo de la realidad al que la figura pertenece 333.
La pretensión procesal como señala Guasp334, está compuesta por una serie de
elementos que, con su reunión determinan el contenido sustancial de la figura. Las
identidades denominadas Sujeto, Petitum y Causa petendi, constituyen lo que la
doctrina procesal llama identidades procesales y su importancia radica en que
mediante su ayuda, se determina cuándo nos encontramos ante dos acciones
idénticas o ante acciones distintas, a efectos de decidir si existe o no cosa juzgada,
litispendencia o también para fijar los límites del pronunciamiento judicial es decir que
exista la debida congruencia en los pronunciamientos 335.
Los elementos subjetivos son los titulares de la relación jurídica sustantiva, en cuyo
favor se da la legitimación ad causam o habilidad para estar en juicio activa o
pasivamente. Sin embargo la pretensión puede hacerse valer por un representante,
el cual si satisface los requisitos del caso, es un sujeto formal, con habilidad para
actuar en juicio.
El fin es el propósito que se persigue, el petitum, el cual si se trata de un proceso
(obviamente de conocimiento), consiste en una declaración, una condena o una
constitución; y si se versa un procedimiento de ejecución, consiste en una
modificación de la realidad.
El objetivo del petitum es, a su vez, la materia de lo pedido: el derecho o la relación
jurídica que se ha de declarar; lo que ha de condenarse ha dar, a hacer o no hacer;
333
Jaime Guasp, La pretensión procesal, Madrid, 1951, Pág. 44
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Tomo I, Instituto de Estudios Políticos de Madrid, Madrid, 1968, Pág.
224
335
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Arazadi, Pamplona, 2000, Pág.
135
334
171
el derecho o estado jurídico para constituirlo o resolver; o el bien o valor que ha ser
afectado por la ejecución.
Finalmente el titulo o causa de la presentación es la forma o la relación jurídica
sustantiva que consagra el derecho de pretensor, aunada a la situación fáctica que
lo concreta. Con carácter general se puede decir que causa petendi es la razón o
fundamento, jurídico amparado, en que el actor basa su concreta petición de tutela
jurídica336. La causa petendi está configurada por el conjunto de hechos que
delimitan la lesión antijurídica de la esfera sustancial del actor.
NATURALEZA JURÍDICA DE LA PRETENSIÓN.
La pretensión se ha dicho, es un acto de declaración de voluntad, declaración que se
distinguirá de todas las demás que pueden existir en el mundo jurídico por su
peculiar significado: la de ser una especie de petición fundada de un sujeto activo
ante un órgano judicial, esto es que se resuelvan situaciones estrictamente de
derecho. La pretensión no puede confundirse con una simple petición procesal, ya
que no todas las peticiones constituyen auténticas pretensiones. Solamente lo serán
aquellas declaraciones de voluntad que constituyan el fundamento objetivo del
proceso.
La declaración o manifestación de voluntad del demandante, trata de perseguir un
efecto jurídico a su favor; pero sin que esto signifique que éste pretenda someter a
su voluntad al demandado, porque la sujeción de ésta obligación emanará de la
sentencia, esto es, de la declaración del juez, en su calidad de representante del
Estado.337
336
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Arazadi, Pamplona, 2000, Pág.
137
337
Lino Enrique Palacio, Derecho Procesal Civil, Buenos Aires, 1970, Pág. 319 y sigs
172
La pretensión comprende por tanto el objeto del litigio(la cosa o el bién y el derecho
que se reclama o persigue) y la causa jurídica que sirve de fundamento a esta
petición. Si cambian aquellos, la pretensión varía necesariamente, lo es fundamental
para la determinación del cosa juzgada, congruencia y litis pendencia.
LA PRETENSION PROCESAL ADMINISTRATIVA.
Consecuentemente y según lo expuesto la pretensión procesal administrativa es la
declaración de voluntad mediante la cual se solicita a un órgano judicial una
actuación frente a la Administración Pública338.
Como resultado, tenemos, que la pretensión procesal administrativa surge casi sin
excepción, cuando estamos en presencia de una Administración Pública; no
obstante, excepcionalmente, en algunas oportunidades este recaudo no es suficiente
para sostener dicha postura, ello debido a que es posible por parte de los ciudadanos
promover pretensiones contra diversas administraciones pero sujetas al derecho
privado sujetándose por tanto a los tribunales ordinarios y comunes.
Puede suceder, igualmente, que la Administración sea la que formule la pretensión
con relación a un particular como sucede en los procesos de lesividad 339, por lo que
esta situación puede también variar. Debe advertirse, sin embargo que la pretensión
procesal Administrativa normalmente es ejercida frente a la Administración Pública, y
en adición se refiere a actos administrativos, cuya nulidad, reforma o sustitución se
requiera. En este sentido la pretensión procesal Administrativa busca la anulación de
los actos administrativos, así como el reconocimiento de situaciones jurídicas
individualizadas que fueron desconocidas por el acto que se intenta impugnar.
338
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 215
Vicente Escuin y Palop, El Recurso Contencioso Administrativo de Lesividad, Editorial Thomson Civitas,
Madrid, 2004, Pág. 16
339
173
La procedencia de Contencioso administrativo tiene según nuestra legislación un
carácter revisor de la legalidad de los actos de la Administración Pública y parte del
supuesto de que el objeto de la infracción al ordenamiento jurídico deriva
exclusivamente de un acto administrativo. La característica fundamental de la
pretensión contencioso administrativo en El Salvador será por esto su deducción en
relación con un acto administrativo sujeto al derecho Administrativo.
DELIMITACIÓN DE LA ACTIVIDAD IMPUGNABLE, OBJETO DE PRETENSION
ADMINISTRATIVA.
Con el propósito de evitar procesos inútiles, el ordenamiento procesal se ha
organizado para admitir exclusivamente pretensiones y examinar únicamente
cuestiones, cuando existan actos que justifiquen la puesta en marcha de la
maquinaria judicial, en miras de la obtención de una futura decisión de fondo. Se
habla, en este sentido de actividad impugnable.
La delimitación de la actividad impugnable en el Contencioso Administrativo se
resume en El Salvador a actos administrativos. Este criterio es resultado de la
interpretación ortodoxa del Art. 2 de nuestra ley procesal administrativa que reza que:
―Corresponde a la jurisdicción contencioso administrativa el conocimiento de las
controversias que se susciten en relación con la legalidad de los actos de la
Administración Pública‖; entendiendo que estos actos serán actos administrativos
stricto sensu.
El concepto de acto administrativo que origina la contienda procesal, de conformidad
al criterio respaldado por nuestra Ley, debe tomarse entonces en su sentido material,
consultando exclusivamente los efectos de derecho que de él derivan, circunscritos a
personas determinadas, sin consultar y tener en cuenta el autor del acto 340.-
340
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 53 y sigs
174
El concepto material del acto administrativo se conforma e integra con los actos
subjetivos que crean, modifican o extinguen situaciones jurídicas particulares y
concretas; asimismo con los actos condición, que hacen posible la aplicación de un
estatuto jurídico legal a personas determinadas 341.- El autor de los actos puede ser,
desde esa perspectiva, cualquier Órgano Estatal sea de Poder Legislativo, Ejecutivo,
Judicial o de Entes descentralizados, porque el único elemento que califica al acto de
administrativo son sus efectos limitados a personas determinadas342.-
Desde esta lógica se encuentran afuera del concepto de acto administrativo, y en
consecuencia,
no
pueden
ser
impugnados
en
la
jurisdicción
contenciosa
administrativa los reglamentos, que desde el punto de vista material, son actos regla
o legislativos, que tienen la virtud de crear, modificar o extinguir situaciones jurídicas
generales, abstractas e impersonales343.- Lo anterior se encuentra en franca
oposición con la mayoría de las legislaciones procesales administrativas, que
posibilitan el ataque jurisdiccional directo a los reglamentos y los fallos de los
Tribunales que los deciden tienen alcance general 344.-
La postura doctrinal que compartimos tiene sus cimientos en que únicamente los
actos de la Administración Pública poseen la autoridad formal, o en otras palabras
valen, como actos administrativos345.-
En efecto, los actos del Poder Legislativo no se someten a la legalidad sino a la
Constitucionalidad y sus actos no pueden ser revisados en la sede contenciosa
administrativa, por su valor formal de Ley especial.- Tal vez lo relativo al servicio civil
y alguna que otra cuestión olvidada podrían contarse entre las excepciones.-
341
Leon Duguit, Manual de Derecho Constitucional, Editor Francisco Beltran Principe, Madrid, 1926, Pág. 97
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 53 y sigs
343
Rafael Entrena Cuesta, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 1965, Pág. 169
344
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 53 y sigs
345
Leon Duguit, Manual de Derecho Constitucional, Editor Francisco Beltran Principe, Madrid, 1926, Pág. 97
342
175
Lo propio sucede con el Órgano Judicial, sus resoluciones, aún cuando se limitan a
personas determinadas y se someten al principio de legalidad, no conocen de sus
controversias los Tribunales Administrativos, porque ellos dan origen a procesos de
naturaleza civil, mercantil o de otra índole.- Las resoluciones apuntadas
corresponden principalmente al ejercicio de la jurisdicción voluntaria, materia
rechazada por procesalistas y administrativistas.-
Por nuestra parte creemos que en nuestro sistema ya no debe ser admisible la
posición doctrinal que ve al acto administrativo y su discusión sobre su legalidad
como el único objeto del proceso, el control debe de extenderse a toda la actividad
de la Administración; en este sentido la enmienda que proponemos trastornaría el
sistema que dio lugar a la Ley vigente y ampliaría dramáticamente la tutela frente al
Estado.
En base a lo anterior, debe entenderse que el principio democrático, exige un control
universal y plenario de la función o conducta administrativa que comprenda todas sus
formas de manifestación ( actividad formal, actuaciones materiales y omisiones
formales y materiales ) y la relación jurídico-administrativa, puesto que, de esta
manera se favorece a la legitimación democrática de los poderes constituidos, por
cuanto, todas sus conductas o actuaciones están sujetas al control de legalidad
ejercido por los ciudadanos a través de la justicia administrativa 346. En este sentido
toda reforma debe pretender establecer un control universal y plenario de la función
administrativa que no deje reductos o ámbitos exentos 347.
346
Eduardo García de Enterría, Democracia, Jueces y control de la Administración, Editorial Thomson-Civitas,
Madrid, 2005, Pág. 47-174
347
Eduardo García de Enterria, Las transformaciones de la justicia administrativa: de excepción singular a la
plenitud de jurisdicción ¿Un cambio de paradigma? Editorial Thomson-Civitas, Madrid, 2007
176
ACTIVIDAD IMPUGNABLE
ACTOS IMPUGNABLES
El acto administrativo en el más restringido y concreto de sus aspectos, es el acto
jurídico hecho por un órgano del Estado, en manifestación de voluntad creadora de
una situación de derecho subjetivo348. No obstante según el concepto clásico de
Zanobini349, el acto administrativo puede ser además de una manifestación de
voluntad, una manifestación de deseo, conocimiento o de juicio. Así, los de voluntad
son los que formulan la declaración que concluye con un procedimiento determinado;
por el contrario, los de deseo (como las propuestas), de conocimiento (como los
registros o el levantamiento de actas) o de juicio(como los dictámenes), no
constituyen una manifestación final del procedimiento de la Administración.
Observamos, que solamente los que constituyen una manifestación de la voluntad
son susceptibles de impugnación, debido a que en los demás actos de la
Administración no se expresa voluntad, es decir, no se manifiesta la voluntad de
engendrar consecuencias jurídicas con respecto de los ciudadanos, puesto que los
órganos emisores, simplemente se limitan a producirlos sin pretender crear, modificar
o extinguir situaciones jurídicas concretas350.
En este sentido, si bien es cierto desde el aspecto general de la teoría del acto
administrativo tiene relevancia esta ampliación del concepto de acto administrativo,
desde el punto de vista meramente procesal la tiene muy relativa. Pues en principio,
serán actos impugnables únicamente los definitivos, debido a que serán estos los
348
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo(Ley 29/1998 de 13
de Julio), Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág.680
349
Guido Zanobini, Corso di Diritto Administrativo, Milan, 1947, Pág 186
350
Edmundo Orellana, Los Sujetos y el Objeto del Proceso Contencioso Administrativo, Colección de Cuadernos
Jurídicos, Editorial Universitaria, Tegucigalpa, 1993, Pág. 80
177
que contienen verdaderas declaraciones o manifestaciones voluntad, quedando
afuera así todas las demás351.
Dejando claro que para la tramitación y existencia del contencioso Administrativo es
necesaria la presencia de un acto administrativo de voluntad, resulta asimismo
necesario para su impugnación que el acto se encuentre fuera de los supuestos
contenidos en el Art. 7 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa.
De esta manera, el demandante, previo acudir a la vía jurisdiccional debe
necesariamente agotar todos los recursos en el tiempo y en la forma que prescribe la
ley. Por ello, cuando la Administración Pública concluye un procedimiento
administrativo, pronuncia un acto denominado definitivo, que es aquel que contiene
la decisión final de la Administración poniéndole fin al trámite 352. Sin embargo según
el Art. 7 Literal de nuestra ley Contenciosa Administrativa, para que un acto definitivo
pueda ser llevado al conocimiento de esta Jurisdicción, se requiere que no sea
susceptible de un ulterior recurso en vía administrativa. La ley en el artículo
mencionado, establece expresamente que no se admite la acción contencioso
administrativa respeto de los actos consentidos expresamente, y aquellos en que no
se haya agotado la vía administrativa. Se entiende que el agotamiento de la vía
administrativa se produce cuando se utilizan en tiempo y en forma los recursos
establecido por la ley.
De esta forma, el agotamiento de la vía administrativa se constituye en un
presupuesto procesal para poder accionar la maquinaria jurisdiccional; así como un
privilegio otorgado a la administración pública. El fundamento o exigencia de este
presupuesto procesal busca evitar litigios estériles, innecesarios o inútiles, en vista
351
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo( Ley 29/1998 de
13 de Julio), Madrid, 2003, Pág. 680
352
Eladio Escusol Barra y Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tecnos,
Madrid, 1995, Pág. 346
178
que la administración puede revocar o anular sus propios actos a petición del
administrado, evitándose así un proceso judicial.353
Doctrinariamente la exigencia de agotar la vía administrativa tiene ventajas desde
tres puntos de vista: En primer lugar como dijimos es una protección para la
Administración Pública, para que no sea demandada sin que antes ella haya
conocido la pretensión o problema litigioso. En segundo lugar representa una ventaja
para el Administrado, por cuanto le impide hacer juicios innecesarios sobre
problemas que talvez no existen, o bien que la administración pública podría
satisfacerle directamente. Finalmente este procedimiento le facilita al juez el
contenido de la decisión administrativa ya que con el acto previo se establecen, en
algunos casos los alcances, la delimitación, la interpretación y el objeto del proceso
contencioso Administrativo354.
Ciertamente, existen casos de excepción donde el agotamiento no resulta necesario
como es el caso de las nulidades de pleno de Derecho y en ciertos casos con actos
de trámite. Sobre los primeros, la doctrina, las legislaciones y la jurisprudencia
abordan el tema de las nulidades ó invalidez de los actos de la Administración,
distinguiendo las nulidades absolutas ó radicales, llamadas también de pleno
derecho de las nulidades relativas, asignándole a cada una de ellas efectos y
características peculiares y especiales.
En el Derecho Administrativo si bien las nulidades responden a la teoría general del
derecho355, éstas se diferencian de las de derecho privado, en razón del tipo de actos
a los que se les aplica.
353
Enrique Rojas Franco, Derecho Administrativo en Costa Rica, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 735
Enrique Rojas Franco, Derecho Administrativo en Costa Rica, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 736
355
Manuel Rebollo Puig, La nulidad en Derecho Administrativo( Consideración de su significado y régimen en el
actual Derecho Administrativo Español a propósito de la nulidad de los derecho fundamentales, Revista Justicia
Administrativa, Numero 44, Editorial Lex Nova, Valladolid, 1999,Pág. 7
354
179
Las nulidades absolutas o de pleno derecho disponen de las características
siguientes:
a) La declaración de nulidad tiene efectos erga omnes de naturaleza
retroactiva y comporta una eliminación radical del acto, llevada
hasta el extremo de considerar que ni siquiera llegó a existir. Por
una ficción la declaratoria de nulidad hace desaparecer todas las
secuelas que se hubiesen derivado del acto356;
b) Los vicios que las provocan son de carácter insubsanable, que no
pueden enmendarse o convalidarse mediante una actuación
administrativa posterior, ni por el consentimiento del afectado357;
c) El vicio es de orden público y puede ser apreciado de oficio por el
Órgano Administrativo que lo emitió o por el Juez en cualquier
tiempo y en consecuencia puede revocarlo.
d) El vicio tiene la calidad de imprescriptible. Esto significa que la
nulidad de pleno derecho puede ser reclamada por el afectado en
cualquier tiempo358;
De los atributos expuestos éste último nos interesa en mayor medida. En el
centraremos nuestra atención.
Don Fernando Garrido Falla, Profesor Emérito de la Universidad Complutense y ExMagistrado del Tribunal Constitucional Español, expone afirmando que: La nulidad
absoluta puede alegarse en cualquier tiempo. Así, por el particular, aunque el acto
administrativo viciado haya adquirido la apariencia de formalmente firme, por haber
356
Tomas Ramon Fernandez Rodriguez, Los vicios de orden publico y la teoria de las nulidades en el Derecho
Administrativo, Revista de Administracion Publica, Numero 56, Centro de Estudios Politicos y Constitucionales,
Madrid, 1968, Pag. 54
357
Tomas Ramon Fernandez Rodriguez, Orden Publico y Nulidad de Pleno Derecho, Revista de Administracion
Publica, Numero 56, Centro de Estudios Politicos y Constitucionales, Madrid, 1969, Pag. 72
358
Manuel Rebollo Puig, La nulidad en Derecho Administrativo( Consideración de su significado y régimen en el
actual Derecho Administrativo Español a propósito de la nulidad de los derecho fundamentales, Revista Justicia
Administrativa, Numero 44, Editorial Lex Nova, Valladolid, 1999,Pág. 22
180
transcurrido los plazos para recurrir contra el mismo sin que ningún recurso haya
sido utilizado; y por la Administración, desconociendo las situaciones jurídicas
creadas al amparo de dicho acto e incluso revocándolo, sin necesidad de recurrir al
proceso de lesividad, aunque de él se hayan derivado derechos a favor de tercero.
Aquí tiene plena aplicación el viejo principio «quod ad initium vitiosum est tractu
tempore convaleceré non potest». Por eso, y en relación con estos actos, no cabe
oponer en vía contencioso-administrativa la excepción del acto confirmatorio
(Sentencias de la Sala 5ª del TS de 4 y 16 de junio de 1969). En cambio, la
anulabilidad sólo puede hacerse valer dentro de los plazos señalados, que para los
particulares legitimados serán los plazos previstos para el recurso de alzada (art. 115
de la Ley 30/1992) o, en caso de que el acto agote la vía administrativa, los plazos
previstos para la interposición del recurso contencioso-administrativo (arts. 46, 78.23
y 115.1 de la Ley Jurisdiccional)359.
Lo anterior ha sido reconocido por nuestra Sala de lo Contencioso Administrativo,
específicamente en los procesos 8-K-2000, 87-V-2002 y 88-V-2002 expresándose lo
siguiente: ―Tal como se ha establecido, los actos nulos de pleno derecho regulados
en el Art. 7 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo son una expresión
de los actos nulos a que se refiere el Art. 164 de la Constitución. Los actos regulados
en este articulo son actos de naturaleza Administrativa, los cuales se desvían del
ejercicio de una potestad administrativa y, consecuentemente, vulneran la
Constitución.‖ en el mismo sentido la Sala expresa que ―Es claro que la excepción
planteada en el inciso trascrito, se contrae a relevar a quien intenta acción
contenciosa a la exigibilidad del agotamiento de la vía administrativa y los supuestos
de inadmisión previsto en el citado art. 7.‖
Por otro lado, en cuanto a actos de trámite respecta, se entiende que estos son los
que se emiten para darle curso al procedimiento administrativo, identificándose como
359
Fernando Garrido Falla, Tratado de Derecho Administrativo, Volumen I, Editorial Tecnos, Madrid, 2002, Pág.
583
181
providencias dentro del procedimiento360. En efecto, la naturaleza propia del acto
administrativo, surge del resultado de un iter o procedimiento a través del cual se
engarzan actuaciones diversas de la Administración361.
La regla general es que los actos de trámite no sean susceptibles de impugnación,
pero por excepción, se admite que puedan impugnarse cuando decidan, directa o
indirectamente, el fondo del asunto, de tal modo que pongan término a la vía
administrativa o hagan imposible o suspendan su continuación.
Es de aclarar que en El Salvador, no existe una normativa expresa que permita la
impugnación de actos de trámite, por lo que ha sido tarea de la Sala de lo
Contencioso Administrativo, crear los criterios jurisprudenciales que la fundamenten.
Los criterios apuntados los encontramos en las Sentencias marcadas con las
referencias: 14-L-94 del veintiocho de mayo de mil novecientos noventa y seis, 26-L97 del treinta de abril de mil novecientos noventa y ocho, 45-B-95 del veintiocho de
mayo de mil novecientos noventa y cinco y 15 L-94 del veinticuatro de junio de mil
novecientos noventa y siete.
En concreto en las sentencias apuntas, la Sala de lo Contencioso afirma: ―Si bien la
Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa no hace alusión expresa a la
posibilidad de impugnar actos de trámite, este Tribunal ha sostenido la posibilidad de
impugnar actos de trámite asimilables a definitivos que ponen fin al procedimiento o
hacen imposible su continuación. Tal postura ha sido congruente con la doctrina de
los expositores del Derecho Administrativo, a fin de no excluir del control judicial
actos que sin ser definitivos, tienen un carácter especial que posibilita la
impugnación. Esta Sala ha entendido por acto definitivo: ―el acto que resuelve del
fondo del asunto o pone fin al procedimiento, que causa estado en sede
360
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, El Salvador, 2001, Pág. 15
361
José Luis Villar Ezcurra, Actos Administrativos de Trámite, Revista de Administración Pública, Numero 86,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1978, Pág. 336.
182
administrativa, quedándole al interesado expedito su derecho de impugnación ante la
Jurisdicción Contencioso Administrativa‖. Son impugnables también los actos
administrativos denominado actos de trámite asimilables a definitivos. En términos
generales: ―son los que sin resolver el fondo del asunto planteado, ponen fin al
procedimiento administrativo, o hacen imposible su continuación.‖ El tratadista Jesús
González Pérez en su obra: ―Derecho Procesal Administrativo Hispanoamericano‖,
plantea que la recurribilidad de una resolución está directamente relacionada con el
carácter o fuerza que ésta proyecte en el procedimiento administrativo, por lo cual
considera impugnables por separado los actos definitivo o de trámite que: ―decidan
directa o indirectamente el fondo del asunto, de tal modo, que ponga término a la vía
administrativa o haga imposible su continuación‖. En el mismo orden de ideas otros
autores sostienen que los actos de trámite son recurribles de forma autónoma por
excepción, cuando: ―bajo la apariencia de actos procedimentales no resolutorios del
fondo del asunto, de hecho vienen a decidirlo, por poner término al procedimiento o
suspender o hacer imposible su continuación…‖ contando que el resto de los actos
de trámite no son impugnables separadamente, y ―habrá que esperar a que se
produzca la resolución final del procedimiento para, a través de la impugnación de la
misma, poder plantear todas la irregularidades o vicios.‖
Agotadas las anteriores excepciones, recalcamos que la regla general en nuestro
medio es la del agotamiento de vía administrativa, por lo que no debemos de
desatender esta tranca o cerrojo que la legislación dispone y que en ciertos casos
evita el acceso a la justicia administrativa362.
Ahondando un poco en el requisito de la causación de estado como requisito
ineludible de la admisibilidad de la pretensión, debe decirse que este ha sido de
aceptación casi unánime en el Derecho Comparado y tradicionalmente han sido
362
Jesús González Pérez, Los obstáculos del acceso a la Justicia Administrativa, Revista Española de Derecho
Administrativo, Numero 83, Editorial Civitas, Madrid, 1994, Pág. 363 y 364.
183
escasas las críticas levantadas, pero en la actualidad los susurros de antes por su
erradicación han pasado a formar un coro de gritos.
Héctor Fix-Zamudio363 en su obra “Introducción a la Justicia Administrativa en el
Ordenamiento Mexicano”, sostiene que asistimos a una erosión paulatina del
principio de definitividad, para luego agregar: ―Ya se está llegando al principio
opuesto o sea el de la opción de los propios recursos precisamente por su ineficacia
real.‖
En la República Mexicana, tratadistas, entre los cuales se encuentra nuestro
conocido Humberto Briceño Sierra y Héctor Fix Zamudio, propugnan la potabilidad
que debe tener el afectado de agotar los recursos administrativos. Los argumentos
que se esgrimen se resumen a lo siguiente: ―La supresión del agotamiento obligatorio
de los recursos ante las autoridades administrativas, ya que en la mayoría de los
casos complican, entorpecen o retardan inútilmente la defensa de los particulares,
todo ello no sólo con apoyo en la doctrina, sino especialmente en obvias razones de
equidad y celeridad en la gestión y conclusión de los negocios administrativos.‖
El retraso inmoderado e indefinidamente prolongado a través de los años, sin que el
administrado pueda razonablemente tener expectativas fundadas de que la legalidad
terminará por prevalecer, aconsejan y recomiendan la eliminación del agotamiento de
los recursos administrativos, previo a la iniciación del proceso administrativo 364. Debe
también enfatizarse que encontrándose estructurados jerárquicamente los órganos
de la administración pública, y disponiendo los funcionarios superiores de la potestad
de mando respecto de los funcionarios inferiores, los que tiene a su vez el correlativo
deber de obediencia, los Funcionarios del Poder Ejecutivo no gocen de
independencia y actúen con criterios uniformes, que evitan un cambio criterio.-
363
Héctor Fix Zamudio, Introducción a la Justicia Administrativa en el Ordenamiento Mexicano, El Colegio
Nacional, México, 1983, Pág. 48
364
José Luis Rivero Isern, Vía administrativa de recurso y justicia administrativa, Revista Española de Derecho
Administrativo, Numero 75, Editorial Civitas, Madrid, 1992, Pág. 381
184
Las desventuras e infortunios de los administrados son magnificados en El Salvador,
por la circunstancia de que carecemos de una Ley de Procedimientos
Administrativos, ya que, en cuanto al silencio únicamente se le brindan efectos de
derecho en relación a los Funcionarios que deben emitir el acto que causa estado.
En Francia las exigencias de la utilización de los recursos administrativos no se
conocen. Basta lo que los autores conocen como decisión previa, la que determina el
carácter revisor de la Jurisdicción Contenciosa Administrativa.
Con todo, si bien es cierto que a mi juicio la erradicación del agotamiento de los
recursos seria lo mas conveniente, autores como Antonio Nabal Recio proponen que
la solución podría consistir en hacer la carga lo más liviana, de suerte que sólo fuera
necesaria la presentación de los recursos administrativos y que el mismo día, sin
esperar resoluciones expresas, tacitas o presuntas, pudiera ya acudirse a la vía
judicial, y la Administración podría después tomar la decisión que le pareciere más
oportuna365.
Finalmente otro problema vigente en El Salvador, son las de miles de leyes vigentes
que contienen cada uno regulaciones sobre recursos administrativos específicos, con
tramites y plazos diferenciados. Consideramos que bastaría un solo tipo de recurso
administrativo, con un procedimiento simple desprovisto de formalidades, como las
que a veces revisten los procesos o juicios ante los tribunales, para lograr un
verdadero instrumento eficaz a los fines apuntados366.
Se busca, en definitiva, una simplificación administrativa, otorgando facilidad a las
gestiones gubernamentales, a fin de disminuir lo obeso del sistema administrativo 367.
Lo anterior en vista que hasta la Corte Interamericana de Derecho Humanos ha
365
Antonio Nabal Recio, Reflexiones para un sistema de lo Contencioso Administrativo, Revista Española de
Derecho Administrativo, Numero 94, Editorial Civitas, Madrid, 1997, Pág. 243
366
Alfonso Nava Negrete, Recursos administrativos, Justicia administrativa, Editorial Trillas, México, 1988, Pág.
43
367
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 77
185
expresado, que los recursos administrativos, pueden convertirse en una formalidad
que carece de sentido368.
ACTOS NO IMPUGNABLES
a) ACTOS CONSENTIDOS
Los llamados actos consentidos son actos que, al margen de que hayan o no
causado estado, se consideran indiscutibles de la voluntad de un órgano
administrativo porque su recurribilidad resulta vetada por el transcurso de los plazos
establecidos para su impugnación sin que la persona legitimada para ello haya
interpuesto el correspondiente recurso administrativo o jurisdiccional369.
Tal como he tratado de dejar claro, según lo dispone nuestra ley el acto definitivo o,
en los supuestos indicados, el de trámite que no sean recurridos en el tiempo y
forma370, se convierten en actos firmes por presumirse el consentimiento del
administrado, situación que provoca su inimpuganabilidad por estar estos
consentidos tácitamente371.
El concepto de firmeza administrativa es equivalente al que se utiliza para designar a
las sentencias judiciales que, por no haber sido impugnadas en tiempo y en forma,
devienen igualmente firmes y no son ya susceptibles de recurso372.
Pero este consentimiento no solo puede ser tácito, puede también ser expreso, en
este sentido, por acto “consentido expresamente”, el administrado manifieste su
368
Pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derecho Humanos, Caso Velásquez Rodríguez.
José Ramón Parada, Derecho Administrativo I, Parte General, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2004, Pág. 105
370
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo(Ley 29/1998 de 13
de julio), Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 752
371
Edmundo Orellana, Los Sujetos y el Objeto del Proceso Contencioso Administrativo, Colección de Cuadernos
Jurídicos, Editorial Universitaria, Tegucigalpa, 1993, Pág. 86
372
José Ramón Parada, Derecho Administrativo I, Parte General, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2004, Pág. 105
369
186
plena conformidad con el acto que se le notifica. Este consentimiento expreso,
entonces, no se presume, es decir, no puede deducirse de frases más o menos
claras, insinuadoras de una actitud subjetiva de falta de plena conformidad 373.
El acto ―consentido expresamente‖, por tanto, se puede dar en los siguientes casos:
cuando se cumple por el administrado; cuando se interpone el recurso respectivo y
posteriormente se presenta el desistimiento.
En conclusión, para que adquiera el carácter de firme por haber sido ―consentido
expresamente‖, es preciso que el acto definitivo o, en los supuestos indicados, el de
trámite, haya sido notificado y el administrado hubiere manifestado expresamente su
conformidad plena con lo dispuesto en el acto.
b) ACTOS CONFIRMATORIOS
Los actos confirmatorios de actos firmes son los que se emiten para confirmar un
acto firme, como cuando se deniega una petición porque lo solicitado ya fue
denegado al mismo peticionario o concedido parcialmente en un acto firme anterior,
o cuando no se admite un recurso porque se ha interpuesto fuera de los plazos
establecidos en la Ley para ello.
Los actos que son reproducción de actos anteriores ya firmes, son los que se
producen cuando el órgano se pronuncia por segunda vez en el mismo sentido sobre
una cuestión ya resuelta anteriormente por el mismo órgano 374.
373
Edmundo Orellana, Los Sujetos y el Objeto del Proceso Contencioso Administrativo, Colección de Cuadernos
Jurídicos, Editorial Universitaria, Tegucigalpa, 1993, Pág. 87
374
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo(Ley 29/1998 de 13
de julio), Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 754
187
El fundamento de estos actos se encuentra en lo siguiente: evitar que se conozcan
peticiones que ya fueron resueltas mediante un acto definitivo por el órgano ante el
cual se presentan375.
La Doctrina al pronunciarse al respecto ha indicado que admitir que una persona
pueda revivir posteriormente estas cuestiones, provocando un nuevo acto, en
esencia igual al anterior, equivaldría a sembrar la base para una inseguridad jurídicoadministrativa, en pleno desacuerdo con el orden necesario a toda organización
social.
Si el fundamento de estos actos es evitar que se reviva una cuestión ya decidida en
acto definitivo por el mismo órgano, lógico es, entonces, que entre el acto firme y el
acto que es confirmatorio de éste o que es su reproducción, debe haber una perfecta
identidad.- El acto posterior debe limitarse, efectivamente, a confirmar o reproducir el
acto firme, es decir, deben ser idénticos. Sólo así se justifica la inimpugnabilidad del
acto posterior que simplemente confirma o reproduce el acto firme 376.
La justificación de la inimpugnabilidad de ambos actos, por tanto, se encuentra en la
perfecta identidad que se da entre el acto firme y el acto posterior, ya que éste se
limita a confirmar o reproducir el primero.
El acto confirmatorio no debe recoger en definitiva ninguna novedad –nihil novenrespecto del anterior, del que constituye una mera reproducción o simplemente su
formal confirmación377.
375
Alejandro Huergo Lora, Irrecurribilidad de los actos confirmatorios y reproductorios y prescripción de
derechos, Revista Española de Derecho Administrativo, Numero 104, Editorial Civitas, Madrid,1999, Pág. 552.
376
Edmundo Orellana, Los Sujetos y el Objeto del Proceso Contencioso Administrativo, Colección de Cuadernos
Jurídicos, Editorial Universitaria, Tegucigalpa, 1993, Pág. 89
377
José Ramón Parada, Derecho Administrativo I, Parte General, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2004, Pág. 106
188
En el acto que es reproducción del acto firme, no exige la reproducción literal de
éste, aunque podría darse tal reproducción.- En todo caso, lo importante es que se
produzca una igualdad en “esencia”, es decir, en lo que el acto contiene.
La identidad del acto con el acto firme, debe ser en lo siguiente: en los sujetos, en lo
que se pide y en los motivos o causa. 1) En primer término que exista identidad en
los sujetos, significa que debe ser la misma persona, tanto en el acto firme como en
el posterior que lo confirma o reproduce, la peticionaría o el recurrente; 2) La
identidad en lo que se pide, significa que tanto en el acto firme como en el posterior,
lo pedido sea exactamente lo mismo y; 3) Ambos actos, tanto el firme como el
posterior que lo confirma o reproduce, deben sustentarse en los mismos hechos,
antecedentes y derecho aplicable378.
ACTOS OBJETO DE LA PRETENSIÓN CONTENCIOSO ADMINISTRATIVA
PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y CONTROL DE LEGALIDAD.
El principio de legalidad, nace como un presupuesto básico del Estado de Derecho y
constituye el fruto de la sumisión del Estado a la ley. Es en suma, la consagración de
la idea que la Administración Pública sólo puede ser ejercida de conformidad a la ley
y que, por consiguiente, la actividad administrativa es una actividad sublegal,
infralegal, consistente en la expedición de comandos complementarios a la ley379.
Como ha puesto de relieve André de Laubadére380, las autoridades administrativas
están obligadas en todas sus actividades a ceñirse expresamente al texto de las
leyes o, más exactamente, a la legalidad. Noción que comprenderá algo más de lo
378
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo(Ley 29/1998 de 13
de julio), Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 754 y sigs
379
Celso Antonio Bandeira de Mello, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, 2006, México, Pág. 66
380
André de Laubadère, Manual de Derecho Administrativo, Editorial Temis, Bogota, 1984, Pág. 75
189
que se debe entender por ley en stricto sensu, es decir comprenderá toda fuente de
derecho que forme parte del ordenamiento jurídico381.
La soberanía entonces es ejercida por la ley en sentido amplio, es decir todo el
ordenamiento jurídico, no se trata de la ley formal, aquella producida por el Poder
Legislativo, sino por el entero ordenamiento jurídico382. Es más propio por tanto
hablar de un Bloque de legalidad como le llamo Hauriou o de un principio de
juridicidad como le denomino Merkel383, ya que la sumisión del Estado atañe a toda
norma jurídica escrita y no escrita384.
La tesis del Estado sujeto al imperio de la ley, tanto en sentido formal (norma
emanada del Poder Legislativo) como en sentido material (norma jurídica propia del
entero ordenamiento jurídico, independiente de su rango) implica, parte del triunfo de
la burguesía en la Revolución Francesa de 1789. El derecho Administrativo surge
precisamente de las concepciones jurídicas de la ideología burguesa, constituyendo
una de sus principales premisas el principio bajo el cual ya no era el Rey, el
soberano, la fuente del poder, sino la voluntad general del pueblo que en base al
principio democrático se manifiesta en la ley385.
En este sentido, el principio de legalidad según el Brasileño Celso Antonio Bandeira
de Mello, se traduce jurídicamente a un propósito político: el de someter a quienes
ejercen el poder en concreto- el administrativo- a un cuadro normativo que impida
favoritismos, persecuciones o desmanes. Se pretende a través de la norma general,
abstracta y, por eso mismo, impersonal, la ley promulgada por el Poder Legislativoque es el colegio representativo de todas las tendencias (inclusive las minoritarias)
381
Juan José Galeano, El Principio de Juricidad, Noción, fundamento y caracteres. Su recepción en la
jurisprudencia administrativa y judicial, Derecho Administrativo Libro Homenaje al Profesor Doctor Julio
Rodolfo Comandira, Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 25
382
Eberhard Schmidt-Assmann, La Teoría General del Derecho Administrativo como Sistema, Instituto Nacional
de Administración Publica, Marcial Pons, Madrid 2003, Pág. 55
383
Adolfo Merkl, Teoría General del Derecho Administrativo, México, 1980, Pág. 212
384
Bartolome A. Fiorini, Derecho Administrativo, Tomo I, Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1976, Pág. 42
385
Jorge Enrique Romero Pérez, Derecho Administrativo Ensayos, Editorial Universidad Estatal a Distancia,
Costa Rica, 1985, Pág. 15
190
del cuerpo social-, garantizar que la actuación del Ejecutivo no sea nada más que la
concretización de esta voluntad general386.
Se concluye que el Ejecutivo no es un órgano de representación y no está por
encima sino rigurosamente sujeto a la legalidad, de la que debe ser fiel ejecutor. Por
eso, y como intérprete de la ley, no tiene asignado un plus de legitimidad que le
coloque en posición supreordenada frente a un momento de control como el judicial,
que es control de legalidad387.
El principio de legalidad es por tanto, esencial para la existencia y fortalecimiento del
Estado de Derecho. La ley, y principalmente, la noción de Ordenamiento jurídico,
cumple el rol vital de constituirse en un freno ante las arbitrariedades del Estado;
constituye una limitación al poder.
El principio de legalidad se erige como el antídoto natural contra el poder
monocrático u oligárquico, pues tiene raíz en la idea de la soberanía popular, de la
exaltación de la ciudadanía. Por esto se dice, de conformidad
con la máxima
proveniente del derecho inglés, que el Estado de Derecho anhela el gobierno de la
leyes, y no el de los hombres; impera el rule of law, not by men.
Este principio de aplicación en El Salvador constituye la base del derecho
administrativo, y de la jurisdicción contencioso administrativo, instaurándose esta
ultima como su principal custodio, buscando poner a disposición de los ciudadanos
los medios para ejercer el control de la Administración en la observancia de la ley 388.
En El Salvador su nacimiento surge con la Constitución de 1841 donde por primera
vez hace su aparición, concretamente en el Art. 67 donde se estatuía que: Todo
386
Celso Antonio Bandeira de Mello, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 66
Perfecto Andrés Ibáñez, Contra las inmunidades de poder: una lucha que debe continuar, Revista Española de
Derecho Administrativo, Numero 93, Editorial Civitas, Madrid, 1997, Pág. 8
388
André de Laubadère, Manual de Derecho Administrativo, Editorial Temis, Bogota, 1984, Pág. 75
387
191
poder emana del pueblo: los funcionarios públicos son sus delegados y agentes y no
tienen otras facultades que las que expresamente les da la ley. Por ella ordenan,
juzgan y gobiernan; por ella se le debe obediencia y respeto: y conforme a ella deben
dar cuenta de sus operaciones‖.
Este principio de legalidad es recogido por posteriores constituciones del Salvador
conservando hasta la fecha, prácticamente la misma redacción. No obstante en la
actual Constitución que se encuentra vigente existen varios preceptos que disponen
la vigencia de este fundamental principio.
En Primer lugar se encuentra el Art. 86 que toma de antecedente las anteriores
Constituciones y estatuye que ―El poder público emana del pueblo. Los órganos del
Gobierno lo ejercerán independientemente dentro de las respectivas atribuciones y
competencias que establecen esta Constitución y la Leyes. Las atribuciones de los
órganos de Gobierno son indelegables, pero éstos colaborarán entre sí en el ejercicio
de las funciones públicas.
Continua el tercer inciso diciendo: ―Los funcionarios públicos son delegados del
pueblo y no tienen más facultades de las que expresamente les da la ley.‖
En complemento del mencionado Art. 86, la Constitución de la República preceptúa
dos normas complementarias a dicho artículo, que respectivamente en los Arts. 164
y 168 inciso 1 invocan lo siguiente: ―Todos los decretos, acuerdos, ordenes y
providencias y resoluciones que los funcionarios del órgano Ejecutivo emitan,
excediendo las facultades que esta Constitución establece, será nulos y no deberá
ser obedecidos, aunque se den a reserva de someterlos a la aprobación de la
Asamblea Legislativa‖, por otro lado se establece asimismo que dentro de las
atribuciones y obligaciones del Presidente de la República se encuentra la de
―Cumplir y hacer cumplir la Constitución, los tratados, las leyes y demás
disposiciones legales.‖
192
De lo dicho, se entiende que en el Estado de Derecho la administración sólo puede
actuar en obediencia a la ley, apoyada en ella y teniendo en vista el fiel cumplimiento
de las finalidades señaladas en el ordenamiento normativo.
En este sentido, la relación que vincula a la administración a la ley es más estricta
que la existente entre la ley y el comportamiento de los ciudadanos.
En efecto, mientras en la actividad privada se puede hacer todo lo que no está
prohibido, en la actividad administrativa sólo se podrá actuar en todo lo que esta
permitido. En otras palabras, no basta la simple relación de aceptación. Vale decir,
para la legitimidad de un acto administrativo es insuficiente el hecho de no ser
ofensivo a la ley. Será necesario que toda actuación sea con base en alguna norma
permisiva que le sirva de pilar.
Consecuencia de lo dicho, la violación al Principio de legalidad resultarán no solo de
contrariar una norma jurídica, sino asimismo su infracción brotará de cualquier
actuación de las Administraciones Públicas sin la respectiva habilitación legal, por lo
que como bien lo expone Don Agustín Gordillo debe existir una predeterminación
legal de las actuaciones del Estado, sin la cual su accionar desemboca en arbitrario e
ilegal. En este sentido si el ordenamiento no autoriza determinada actuación, se
entiende que la actuación es tan ilegal como contrariar o inobservar normas
preestablecidas para el caso especifico389.
Eduardo García de Enterría expone de manera magistral el punto de vista señalado,
al desarrollar la teoría de la vinculación positiva o positive Bindung, que establece
que la ley no operará como un límite externo a una básica libertad de determinación
por parte de la Administración, sino por el contrario cada acción administrativa
aislada está condicionada por la existencia de un precepto jurídico-administrativo que
389
Margarita Beladiez Rojo, La Vinculación de la Administración al Derecho, Revista de Administración Publica,
Numero 153, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, Pág. 317
193
admita semejante acción. Si la acción que pretende presentarse como acción
administrativa no pude ser legitimada por un precepto jurídico que prevea semejante
acción, no podrá ser comprendida como acción del Estado y por lo tanto no puede
ser considerada una acción legal390.
En un Estado de Derecho, la obediencia y sumisión de la administración a la ley y al
derecho, constituirá el marco necesario dentro del cual toda decisión debe
producirse; y será garantizada por la existencia de la justicia administrativa.
El conocimiento y decisión de las controversias, de los conflictos o de las causas
administrativas, es delegada a un tipo especial de proceso denominado
―administrativo‖ o ―contencioso administrativo‖; e implica el ejercicio de la función
judicial para el examen de las pretensiones administrativas.
El control jurisdiccional de la actuación administrativa se sujeta como hemos dicho a
la juricidad, por lo que a los tribunales se les encomienda control de la conducta
administrativa, dentro del margen de la legalidad, nada menos, pero nada más. El
principio de legalidad presupone que toda violación formal o material a la legalidad
sea rectificada por la administración o resulte al menos susceptible de ser impugnada
ante quienes tienen a su cargo el ejercicio de la función jurisdiccional.
El control jurisdiccional de la administración está íntimamente ligado al principio de
legalidad, pilar básico del Estado de Derecho, pues la jurisdicción contenciosoadministrativa tiene como objeto primario el control de la legalidad391 (conformidad o
adecuación sustancial con el ordenamiento jurídico) de la función administrativa, a fin
de evitar la arbitrariedad.
390
Eduardo García de Enterría y Tomás-Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 440 y sigs
391
Alejandro Nieto, La Inactividad material de la Administración pública veinticinco años después, Revista
Española de Derecho Administrativo, Numero75, Editorial Civitas, Madrid, 1992, Pág. 28
194
El principio de legalidad aporta la justificación racional, además de ser el elemento
ancilar, del control jurisdiccional de la administración, pues supone una jerarquía de
órgano y normas, donde las inferiores deben conformarse a las superiores, y de ese
modo, el control de legalidad se traduce en observar tal conformidad o
disconformidad y sus consecuencias392.
El control jurisdiccional se instaura como consecuencia irrefutable de la aplicación del
principio de legalidad a la administración, pues presupone que la misma está sujeta
al mencionado bloque de legalidad, esta situación se constituye como el parámetro
permanente de cualquier actuación administrativa, fuera de cuyos márgenes toda
actividad deviene en irregular393.
CONTROL DEL ACTO ADMINISTRATIVO.
En la Legislación Salvadoreña el suceso que indiscutiblemente da origen y comienza
todo contienda contencioso administrativo, es precisamente el acto administrativo. En
efecto el acto administrativo constituye una de las áreas más clásicas dentro de la
dogmática del Derecho administrativo y su importancia parte de que la mayoría de
las vinculaciones de la administración con los particulares tiene base en un acto
administrativo, ello debido a que en términos generales el acto administrativo es la
forma esencial mediante la cual la Administración expresa su voluntad 394.
No obstante lo dicho, encontramos que en El Salvador existen dificultades para
delimitar su contenido, ya que dentro de nuestro ordenamiento no existe una
definición legal que delimite su esencia.
392
Maurice Duverger, Instituciones Políticas y Derecho Constitucional, Ediciones Ariel, Barcelona, 1970, Pág.
232 y sigs
393
Ernesto Jinesta Lobo, La Dimensión Constitucional de la Jurisdicción Contencioso Administrativo, Editorial
Guayacán, Costa Rica, 1999, Pág. 26
394
Miguel S. Marienhoff, Tratado de Derecho Administrativo, Tomo II, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1970,
Págs. 218
195
La noción de acto administrativo, se considera de aparición más o menos reciente,
surge del constitucionalismo contemporáneo y de las ideas de la Revolución francesa
que mediante la separación de poderes y la sumisión al principio de legalidad
buscaban otorgar seguridad jurídica a las actuaciones Estatales. El acto
administrativo constituye la forma esencial en que la administración expresa su
voluntad y veda totalmente al Estado efectuar simples operaciones materiales,
siendo necesario que se realice una declaración de voluntad, que establezca que el
respectivo caso queda comprendido en la disposición correspondiente y que, por lo
tanto, se adopta determinada decisión395.
A lo largo de los años han existido diversas definiciones doctrinarias de acto
administrativo, pero de cierta forma existe consenso en la conceptualización
realizada por Zanobini396 que expresa que acto administrativo será cualquier
declaración de voluntad, deseo, conocimiento o juicio, realizada por un sujeto de la
administración pública en el ejercicio de una potestad administrativa.
Análogamente, para Manuel María Diez acto administrativo es una declaración
concreta y unilateral de voluntad de un órgano de la administración activa en el
ejercicio de la potestad administrativa397.
Para Don Agustín Gordillo, por su parte, es una declaración unilateral realizada en
ejercicio de la función administrativa, que produce efectos jurídicos individuales en
forma inmediata398.
395
Jorge Enrique Romero Pérez, Derecho Administrativo Ensayos, Editorial Universidad Estatal a Distancia,
Costa Rica, 1985, Pág. 15
396
Guido Zanobini, Corso di Diritto Administrativo, Milan, 1947, Pág 186
397
Manuel Maria Diez, Derecho Administrativo, Editorial Bibliográfica Argentina S.R.L, Buenos Aires, 1983,
Pág. 204
398
Agustín Gordillo Tratado de Derecho Administrativo, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos Aires
2000.
196
Finalmente Eduardo García de Enterria, agrega a la definición de Zanobini, el hecho
de la distinción entre potestad administrativa generadora de actos de la
administración y aquellos que produce reglamentos399.
En la Legislación Salvadoreña el concepto de acto administrativo adquiere aún más
relevancia, en vista que según la ley y la jurisprudencia el acto administrativo, se
considera como la única actividad con trascendencia jurídica del Poder Ejecutivo,
situación que ha incidido negativamente en la actividad impugnable, ya que
precisamente toda impugnación se circunscribe a actos administrativos.
En este sentido toda contienda procesal al menos en el ordenamiento jurídico
procesal Salvadoreño versará y se circunscribirá a la aquiescencia de que los actos
Administrativos sean conformes con el ordenamiento jurídico.
La procedencia del Contencioso Administrativo entonces tendrá la virtualidad de
revisar la legalidad de los actos de la administración, partiendo del supuesto que el
objeto de la infracción al ordenamiento jurídico deriva exclusivamente de un acto
administrativo. Ciertamente las medidas de hecho pueden comprometer derechos e
intereses legítimos, pero en el Derecho Procesal Administrativo Salvadoreño se tiene
como presupuesto procesal que el particular agraviado solicite a la administración
pública el restablecimiento de la legalidad, y solo por su negativa será posible en
todo caso incoar la acción dirigida a que se revise la legalidad del acto jurídico que
se emitió a raíz del atropello jurídico contenido en la medida de hecho o acto
material.
Las situaciones arriba planteadas referentes a este enaltecimiento del acto
administrativo provienen de la influencia general que en su momento ejerció el
régime administratif francés, provocando la transmisión de instituciones propias de
399
Eduardo García Enterria y Tomas Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Tomo II, Editorial
Civitas, Madrid, 2002, Pág. 544
197
este ordenamiento hacia el mundo occidental, así el principio del carácter revisor de
la Administración Pública se incluyo en las más importantes legislaciones del
continente europeo y fue transplantado después a algunos países de Iberoamerica;
esta concepción nace como consecuencia de la coyuntura histórica en que se forja
la división de poderes en Francia, que excluye de control judicial las actuaciones de
la Administración(Ley 16-24 de agosto de 1790), articulándose esta situación como el
núcleo central de su organización Política, esta construcción particular sirve para
desarrollar el recurso de excés de pouvoir, que bajo la figura de justicia retenida es
encargada al Consejo de Estado Francés concibiéndose entonces como un mero
recurso administrativo, que funciona como revisor de la fase administrativa,
articulándose como si se tratase de una segunda instancia.
La construcción inicial del excés de pouvoir como recurso administrativo, de alguna
forma extrapolo este dogma como un residuo histórico del cual se ha beneficiado la
Administración, situándola en una posición privilegiada frente los ciudadanos, esta
dirección quizás se deba a los excesivos formalismos de la época, que repercutieron
negativamente en la regulación positiva de la jurisdicción administrativa, conservando
todavía el perfil en algunas legislaciones, tornándose casi imposible entender la
jurisdicción contencioso Administrativo sin este enunciado.
El principio revisor constituye una figura muy propia y singular de la justicia
administrativa, ya que no existe en ninguna otra jurisdicción del poder Judicial un
enunciado de naturaleza semejante, que tase a los jueces ordinarios limites o
restricciones que puedan poner a las partes en una situación de desigualdad.
La fuerza que despliega el predominio de este principio, establece que jurisdicción
solo puede desenvolverse bajo la existencia de un acto previo, no pudiéndose
pronunciarse sobre extremos de los cuales no habían sido objeto de decisión por
198
parte de la Administración400, floreciendo siempre la necesidad de un acto
administrativo, obstáculo que es decisivo para el conocimiento pleno de la función
jurisdiccional, limitando el conocimiento de las posibles pretensiones que pueda
plantear el recurrente; esta perspectiva del contencioso Administrativo encuentra su
conexión con la desafortunada noción en la que el recurso de excés de pouvoir
germina, articulándose no como un proceso entre partes, en que existe pugna entre
individuos que tratan de asegurar sus propias situaciones jurídicas subjetivas 401, sino
mas bien en un control objetivo de la legalidad, distinguiéndosele como un proceso al
acto
en el cual los ciudadanos mas que ejercer una defensa de sus derechos,
ejercen una función de Ministerio Público, coadyuvando a mantener la legalidad en el
ordenamiento jurídico y obteniendo al final una simple anulación402.
No obstante lo mencionado, parece ser concluyente que la visión moderna del
dogma revisor debe reducirse a la exigencia de que en ciertos casos los temas en
cuestión se hayan planteado con anterioridad frente al órgano Administrativo, no
pudiéndose traer al debate situaciones que no hayan sido trazadas ante éste,
quedando del todo claro que los fundamentos y argumentos que pueden ser
esgrimidos ante el órgano jurisdiccional pueden ser distintos o bien ampliarse, sin
que esto suponga una violación a este principio.
Sin embargo las interpretaciones del Art. 10 literal c) de la Ley de la Jurisdicción
Contencioso Administrativo Salvadoreña, conciben como requisito esencial para
postular la demanda, expresar el acto administrativo que se impugna, requerimiento
sin el cual, según el Art.15 de la misma normativa, motivara la declaratoria de
inadmisibilidad por parte de la Sala; de igual forma se ha entendido Art. 40 literal ch)
que entiende como causal de terminación del proceso, la falta de prueba por parte
400
José Luis Rivero Isern, Vía administrativa de recurso y justicia administrativa, Revista Española de Derecho
Administrativo, Numero 75, Editorial Civitas, Madrid, 1992, Pág. 385
401
Eduardo García de Enterría, Contencioso-Administrativo objetivo y Contencioso-Administrativo Subjetivo a
finales del Siglo XX. Una visión Histórica y Comparatista, Revista de Administración Pública, Numero 152,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, Pág. 94
402
Tomas Ramón Fernández Rodríguez, Sobre el carácter revisor de la Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Revista Española de Derecho Administrativo, Numero 11, Editorial Civitas, Madrid, 1976, Pág. 728
199
del actor sobre la existencia del acto administrativo impugnado, normativa que en
ocasiones ha conllevado a interpretaciones restrictivas que verdaderamente limitan
las pretensiones que pueden ser esgrimidas ante el juez, considerando que la
delimitación del proceso la establece el acto, obteniendo una concepción objetiva del
proceso, dejando afuera otro tipo pretensiones.
CONTROL SOBRE DISCRECIONALIDAD ADMINISTRATIVA
El ejercicio de la función administrativa se encuentra delimitada y demarcada por el
Principio de legalidad. Sin embargo al ejercerse la mencionada función esta podrá
desarrollarse a través de dos potestades distintas, que dependen directamente del
grado de reglamentación que sea contenida en la facultad administrativa. Así, por
ejemplo, si en un caso la potestad está bien delimitada para expedir el acto
administrativo pertinente y el funcionario competente no tiene la posibilidad de decidir
en un sentido o en otro, no cabe opción distinta a la que por virtud de la ley se debe
tomar, encontrándonos frente a una potestad eminentemente reglada 403.
En contraposición existe la facultad discrecional que, de acuerdo con los principios
expuestos anteriormente, es aquella en la cual el funcionario facultado tiene la
posibilidad de elegir con cierta libertad la concreción de su decisión. Es decir, en este
supuesto la misma ley lo habilita para actuar en uno u otro sentido, pero siempre
teniendo en cuenta el imperativo del interés público. Dentro de la facultad de decidir y
escoger una de varias opciones, cualquiera que tome será válida y legal. Lo contrario
ocurre, en el acto expedido mediante el ejercicio de una facultad reglada ya que sólo
una solución puede estar ajustada a Derecho.
403
Gabriel de Vega Pinzón, La Discrecionalidad Administrativa, Temas de Derecho Administrativo
Contemporáneo, Centro Editorial Universidad El Rosario, Colombia, 2005 Pág. 159
200
Es necesario sin embargo aclarar que solo al interior de las fronteras provenientes
del texto legal puede florecer esta discrecionalidad Administrativa 404. En efecto, es la
ley la que en ciertos casos regula una situación determinada en términos tales que
no resta para el administrador ningún margen de libertad, puesto que la norma prefija
anticipadamente con rigor y objetividad los presupuestos requeridos para la práctica
del acto. A la inversa, habrá discrecionalidad cuando la disciplina legal hace que
permanezca para el provecho y a cargo del administrador una cierta esfera de
libertad, situación ante la cual le corresponde llenar con su buen juicio, el campo de
indeterminación normativa. Por todo no debe pesarse que la discrecionalidad resulta
entonces de la ausencia de ley, muy por el contrario, ella procede de la propia
disciplina normativa.
El ejercicio de esta potestad discrecional suele fundarse en dos tipos de argumentos:
por un lado, en la naturaleza de aquello sobre lo que se decide; por otro, en la
posición de la administración publica en el estado, como principal ejecutor de los
fines de este, mas concretamente, como satisfactor del interés publico 405.
Según el primer argumento, la discrecionalidad seria algo necesario, impuesto por la
naturaleza de las cosas como única forma de resolver cuestiones especialmente
importantes o difíciles; además, porque no todas las desiciones puedan estar
íntegramente predeterminadas por el derecho o si lo están no aparecen
suficientemente claras y explicitas.
En cuanto al segundo argumento que justifica la discrecionalidad, viene a estar
configurado por el papel que desempeña la administración publica en el orden
constitucional como ejecutora de los fines del estado. Dicho papel lleva consigo,
indefectiblemente, la necesidad de apreciar circunstancias singulares, lo mismo que
404
Celso Antonio Bandeira de Mello, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág.
814
405
Gabriel de Vega Pinzón, La Discrecionalidad Administrativa, Temas de Derecho Administrativo
Contemporáneo, Centro Editorial Universidad El Rosario, Colombia, 2005, Pág. 174
201
estimar la oportunidad concreta del ejercicio del poder publico. De suyo, esto implica
la necesidad de un actuar discrecionalmente, lo que quiere decir que dicha actuación
demanda un margen de libertad de apreciación.
El fin que la administración pública debe buscar cuando toma decisiones con base
en la llamada facultad discrecional no puede ser diferente a aquel que debe buscar
toda decisión estatal: el logro de los fines propios del estado que le son asignados en
la constitución política. Es decir, la función primordial de la administración consiste en
atender las exigencias del interés general; desde un punto de vista mas especifico, la
finalidad que en forma concreta le determina o señala la norma que otorga la
respectiva competencia administrativa. En este mismo orden de ideas, el acto
administrativo, y en especial el preferido con base en una facultad discrecional, no es
tan solo y exclusivamente resultado automático de un proceso de aplicación de la
ley; es, ante todo, expresión de una voluntad que debe orientarse a la consecución
eficaz, de la manera mas adecuada, de los fines sociales406. De tal manera, la
discrecionalidad administrativa no puede tener otra meta que la satisfacción de los
objetivos implícitos en la misma concepción del estado en general y de la
administración en particular.
El control de la actividad discrecional por parte de la jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo cifra la mayor garantía contra los excesos en que pueda incurrir la
Administración Pública en la expedición de actos administrativos de toda índole y, en
particular de los proferidos con base en la facultad discrecional que como se sabe
son los más difíciles de controlar, ello debido a la peculiaridad de alguno de sus
elementos y en especial lo relativo a su finalidad y a la libre apreciación por parte de
la Administración de hechos y circunstancias que le sirvieron de base a la decisión.
406
Alvaro Tafur Galvis, Evolución del concepto de acto administrativo, Revista del Colegio Mayor de Nuestra
Señora del Rosario, Numero 512, Bogota, 1980, Pág. 13
202
Definitivamente el control judicial, respecto de los actos proferidos con base en la
facultad discrecional, para que sea efectivo é integral y para que no se haga ilusoria
la división de poderes como garantía de las libertades públicas y de los derechos
individuales, debe recaer sobre todos y cada uno de los elementos estructurales de
la decisión; es decir sobre sus aspectos de legalidad externa, como la competencia,
la finalidad, forma y motivos; y sobre el mérito y oportunidad de la determinación.
Respecto al control que se debe ejercer sobre los actos discrecionales de la
administración, han de relacionarse los diferentes elementos constitutivos de un acto
discrecional para determinar de esa manera la forma específica como se ejerce el
control sobre cada elemento en particular.
En primer lugar para la validez de todo acto administrativo discrecional será
indispensable la existencia del elemento subjetivo o competencia, expresión que
alude a la esfera de atribuciones de entes y órganos que se deben encontrar
plenamente definidos y determinados por el ordenamiento jurídico vigente.
En términos generales la competencia es el conjunto de atribuciones que de forma
expresa, son conferidas por la Constitución y por las demás leyes vigentes, que
condicionarán la validez de una actuación, gozando de ciertas características
determinantes como lo son improrrogabilidad, indelegabilidad e irrenunciabilidad 407.
De conformidad con el principio de legalidad la administración sólo puede hacer
aquello que le está expresamente atribuido. La competencia surge como un límite
concreto a la discrecionalidad, toda vez que si una autoridad realiza determinada
actividad que no le está atribuida su acto carecería de valor por haber sido expedido
por un funcionario incompetente.
407
Roberto Dormí, Derecho Administrativo, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1997, Pág. 227
203
En igual sentido se presenta el elemento formal que constituye también un límite a la
discrecionalidad, en la medida en que la autoridad al expedir su acto deberá cumplir
los requisitos formales que se hubiesen establecido al respecto, pues, de lo contrario,
tal acto presentaría un vicio de forma y, en consecuencia, seria susceptible de
anulación408.
Por otro lado en cuanto a las etapas de formación del acto administrativo, y
tratándose de un acto discrecional, también un aspecto trascendental será la
apreciación de los hechos que sirven de base a la decisión. En primer lugar, porque
estos hechos deben existir, ser reales no supuestos, pues, de lo contrario, el acto
carecería de motivo o causa. Así, la existencia real de los hechos que se invocan
como causa del acto administrativo constituyen un límite al ejercicio del poder
discrecional y constituyen un elemento controlable409.
Ahora bien, la decisión que ha de tomarse luego de la apreciación de los hechos
debe estar ajustada a las más elementales normas de racionalidad410; asimismo
debe ser proporcional a los hechos que le sirven de causa y siempre se obliga
respetar los principios fundamentales de derecho como el de defensa, justicia,
equidad; siempre conciliando los derechos de los administrados con el fin último de
la administración pública, ser eficaz en la consecución de los altos fines de interés
social que le son propios.
Finalmente se encuentra el elemento teleológico o finalista del acto –el que responde
al para qué de la actividad administrativa– que debe apuntar a los fines señalados
por la norma que lo autoriza. Al respecto, debe decirse que en la medida que el
contenido de una decisión, de carácter personal o particular, sea discrecional, debe
408
Rafael Entrena Cuesta, Curso de Derecho Administrativo, Volumen I, Editorial Tecnos, Madrid, 1995, Pág.
225
409
Rafael Entrena Cuesta, Curso de Derecho Administrativo, Volumen I, Editorial Tecnos, Madrid, 1995, Pág.
226
410
Tomas Ramón Fernández Rodríguez, ¿Debe la Administración actuar racional y razonablemente?, Revista
Española de Derecho Administrativo, Numero 83, Editorial Civitas, Madrid, 1994, Pág. 385
204
ser adecuada a los fines de la norma que lo autoriza, y proporcional a los hechos que
le sirven de causa. De tal manera, que cuando la administración al actuar con base
en una facultad discrecional busca fines distintos a los previstos en la norma que le
atribuyó la competencia –aun cuando también sean lícitos– estará incurriendo en una
conducta anómala y su decisión será objeto de anulación a través de la causal de la
desviación de poder411.
Al ejercicio de esta competencia en descompás con la finalidad establecida en la
norma se le conoce doctrinariamente como desviación de poder, y se consuma en la
manipulación del conjunto de poderes y competencias atribuidos a los funcionarios
que provocan una evasión en la finalidad instituida en la norma, contraria a los
intereses Generales412.
Por otro lado, uno de los grandes debates sobre este tema ha girado en los limites de
los diferentes mecanismos de control con que se habilita al juez sobre el ejercicio de
las potestades discrecionales, en este sentido autores de la talla de Alfonso Luciano
Parejo413 centran su preocupación en lo que se conoce como poder de sustitución o
activismo judicial del juez contencioso-administrativo que al revisar la actuación de la
Administración le resulta absolutamente indebido la sustitución del acto discrecional,
pues no le corresponde a este el dictado actos administrativos. En oposición a esta
postura, un sector de la doctrina Liderado por Tomas Ramón Fernández 414 y García
de Enterria basándose en la tutela judicial efectiva afirman que es correcto reconocer
a los jueces este poder de sustitución pues lo que se busca es que exista un control
total de la actividad de la Administración que reconozca efectivamente cualquier
interés o derecho del ciudadano.
411
Gabriel de Vega Pinzón, La Discrecionalidad Administrativa, Temas de Derecho Administrativo
Contemporáneo, Centro Editorial Universidad El Rosario, Colombia, 2005, Pág. 174
412
Gladys G. Suarez, Finalidad del Acto Administrativo, Derecho Administrativo Libro Homenaje al Profesor
Doctor Julio Rodolfo Comandira, Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 226.
413
Luciano Alfonso Parejo, Administrar y juzgar: dos funciones distintas y complementarias, Editorial Tecnos,
Madrid, 1993.
414
Tomas Ramón Fernández Rodríguez, De nuevo sobre el poder discrecional y su ejercicio arbitrario, Revista
Española de Derecho Administrativo, Numero 80, Editorial Civitas, Madrid, 1993, Pág. 586
205
El Poder discrecional es el Caballo de Troya en el seno del derecho
administrativo415de allí su necesidad de controlarlo. El control de los actos de la
administración mediante la jurisdicción contencioso administrativo, cifra la garantía
efectiva de los derechos de los administrados frente al poder creciente del Estado
que, como ya lo hemos mencionado tantas veces, es principio tutelar del Estado
social de derecho416.
SILENCIO ADMINISTRATIVO.
El Art. 18 de la Constitución de la República de El Salvador expresa que toda
persona tiene derecho a dirigir sus peticiones por escrito, de manera decorosa a las
autoridades legalmente establecidas; a que se resuelvan y que se les haga saber lo
resuelto. De esta manera adquiere vigencia en nuestro ordenamiento el derecho
fundamental de petición y el derecho correlativo a su respuesta.
Doctrinariamente el derecho de petición constituye la potestad que otorga el
ordenamiento jurídico al ciudadano de dirigirse ante las autoridades públicas; como
facultad derivada de la libertad de expresión y opinión; y como manifestación de
personería y participación dentro del ejercicio del poder. Así como un derecho de
respuesta que tendrán todas las personas417.
En este sentido el silencio administrativo es aquella figura jurídica que pretende
garantizar al ciudadano el ejercicio de dos derechos vitales en relación con la
Administración Pública: el derecho de petición por una parte, y el derecho a la justicia
pronta y cumplida (y su acceso), por otra. Obsérvese que el silencio no es una
415
Eduardo García de Enterría, La Lucha por las Inmunidades de Poder, Cuadernos Civitas, Editorial Civitas,
1983, Pág.24
416
Pedro José Jorge Coviello, El Control Judicial de la Discrecionalidad Administrativa, Jornadas Organizadas
por la Universdidad Austral, Facultad de Derecho, Ediciones Rap, Buenos Aires 2002, Pág. 627 y sigs
417
Jorge Córdoba Ortega, El Derecho de Petición como Garantía Fundamental, Editorial Investigaciones
Jurídicas S.A, San José, 1997, Pág. 32
206
potestad administrativa sino una institución jurídica de garantía del administrado
frente a las prerrogativas del Estado.
El origen y la razón del Silencio Administrativo germina en Francia mediante la Ley
del 17 de julio de 1900 donde se concibió que: en los negocios contenciosos que no
puedan ser promovidos ante el Consejo de Estado bajo la forma de recurso contra
una decisión administrativa, cuando transcurre el término de cuatro meses sin que se
haya dictado ninguna decisión, las partes pueden considerar su petición como
negada y procederán ante el Consejo de Estado Francés418.
En principio el silencio de la Administración no confiere efectos de una respuesta
negativa o positiva, será cada legislación en particular la que otorgue los efectos que
considere convenientes. En el Salvador la regla general según nuestro ordenamiento
es que la falta de declaración de voluntad administrativa será una denegación
presunta, no obstante podemos encontrar casos que son regulados de manera
inversa, donde los efectos positivos serán los que privan419.
La estimación por silencio tiene todos los efectos la consideración de acto
administrativo, mientras que la desestimación tiene los solos efectos de permitir a los
interesados la interposición del recurso Contencioso Administrativo.
La denegación presunta de una petición es una ficción legal de consecuencias
procesales que habilita la interposición de la acción contencioso administrativa, que
se constituye cuando la autoridad o funcionario no ha hecho saber su decisión al
interesado en el plazo de sesenta días contados desde la fecha de la presentación
de la solicitud, ello de conformidad al Art. 3 de la Ley de lo Contencioso
Administrativo.
418
Vicenç Aguado I Cudola, Los origines del Silencio Administrativo en la formación del Estado Constitucional,
Revista de Administración Publica, Numero 145, Centro de Estudios Político y Constitucionales, Madrid, 1998,
Pág. 332 y sigs.
419
Manrique Jiménez Meza, El Silencio positivo y la dimensión jurídica de las concesiones, autorizaciones y
aprobaciones administrativas, Revista Iustitia, Numero 94, San José, 1994, Pág. 18
207
El silencio administrativo surge como consecuencia de un previo incumplimiento por
parte de la Administración, por la falta de contestación de peticiones o recursos,
obligando a los ciudadanos a defenderse ante tal actitud420.
La finalidad que pretende cumplir la figura de la denegación presunta es posibilitar el
control jurisdiccional de la actividad omisiva de la administración, así, en la
denegación presunta se impugna el acto denegatorio presunto como si en realidad
se hubiese dictado en forma expresa. En consecuencia se trata de una figura jurídica
de efectos procesales para permitir la revisión judicial del acto presunto, éste sólo
puede configurarse cuando lo solicitado a la administración pueda generar la emisión
de un acto administrativo impugnable.
El Silencio Administrativo constituye un hecho jurídico, al cual el derecho puede
otorgar consecuencias jurídicas. La norma objetiva para hacer más ciertas las
relaciones jurídicas e impedir que la buena fe de las partes pueda resolverse en
perjuicio de sus intereses, establece que ocurriendo determinadas circunstancias, el
silencio debe presumirse como una acción volitiva con determinado contenido.
La doctrina del silencio administrativo procede solamente en virtud de un precepto de
la Ley, que establezca en primer lugar el plazo concreto tras cual el silencio produce
efectos, y en segundo lugar, el sentido positivo o negativo de esos efectos, frente a la
inercia de la administración.
Finalmente, en el silencio administrativo, cualquiera que sea su sentido, no exime a
la Administración de la obligación de resolver, por lo que frente a la resolución
expresa podrán interponerse los recursos admisibles a partir de la notificación, sin
que pueda invocarse la excepción de acto consentido por existir un acto presunto o
420
Rafael Fernández Valverde, De nuevo el Silencio Administrativo, Revista Española de Derecho
Administrativo, Numero 105, Editorial Civitas, Madrid, 2000, Pág. 81
208
la ficción denegatoria, ya que la excepción no opera en los casos de silencio
administrativo.
CONTROL SOBRE LOS REGLAMENTOS
Siguiendo a las ideas de Kelsen, por reglamento debemos entender normas
generales que no emanan de los Parlamentos sino de una autoridad Administrativa
a la cual se le haya otorgado esta competencia421. En cuanto a la relevancia de los
reglamentos estos se perfilan como la fuente cuantitativamente más importante del
derecho Administrativo422.
El reglamento es el producto del ejercicio de la potestad reglamentaria, que puede
ser definida como el poder que emanara directamente de la Constitución, en virtud
del cual las Administraciones Públicas pueden dictar normas con eficacia jurídica
inferior a la ley423.
El reglamento es ante todo una norma jurídica de derecho objetivo y, en este sentido,
tiene carácter general, abstracto o impersonal. No se dan para un determinado caso,
situación o relación jurídica singular, sino para regular todos los casos que se
refieran al supuesto de hecho que contempla y que en el futuro puedan
presentarse424.
En cuanto a sus antecedentes, parece existir un consenso dentro de los
Administrativistas, sobre la directa influencia de Revolución francesa de 1789 y el
surgimiento del derecho administrativo, la justicia administrativa y la facultad
reglamentaria. Suele afirmarse
que el proceso de formación de la potestad
421
Hans Kelsen, Teoría Pura del Derecho, Editorial Peña Hnos., México, 2001, Pág. 77
Horacio Pedro Diez, Reglamentos. Su impugnación en el procedimiento administrativo, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1998, Pág. 15
423
Rubén Hernández Valle, El Derecho de la Constitución, Tomo I, Editorial Juricentro, San José, 2004, Pág. 611
424
Eduardo Gamero Casado y Severiano Fernández Ramos, Manual Básico de Derecho Administrativo, Editorial
Tecnos, Madrid, 2009, Pág. 76
422
209
reglamentaria se emparenta con la idea de la autonomía de la administración y con
la elaboración del principio de las materias reservadas a la ley, sobre las que la
administración no tiene potestad normativa425.
Hoy en día la potestad reglamentaria se encuentra vinculada a la división de
Poderes, como uno de los principios cardinales de un Estado democrático 426. En El
Salvador la implantación de dicho principio forma parte de nuestra cultura
constitucional y se encuentra vinculado con la idea misma de la independencia y
como garantía de libertad427. La división de poderes inspirada originalmente por las
ideas de Locke y Montesquieu428 se adopta en El Salvador desde nuestra primera
Constitución.
De acuerdo con este principio, cado órgano es portador de una exclusiva función, no
pudiendo ninguno de ellos ejercer la función del otro, ya que de lo contrario se
estaría violentando este principio.
Por otro lado, la división de poderes no debe ser considerada únicamente una mera
división de trabajo, sino una técnica al servicio de la libertad de los ciudadanos429,
que busca que los poderes establecidos por la constitución deben limitarse
mutuamente entre sí, mediante un sistema de pesos y contrapesos que den
seguridad, certidumbre y legalidad a todos los actos del gobierno.
De esta forma, según afirma Gordillo, el principio de división de poderes es
concebido, para que el poder contenga al poder, para que no exista absolutismo ni
suma del poder público, que el poder estatal sea ejercido por órganos diferenciados,
425
Jorge Tristan Bosh, Lo contencioso administrativo y la Constitución nacional, Editorial la Ley, Buenos Aires,
1990, Pág. 830
426
Miguel Alejandro López Olvera, Tratado de la Facultad Reglamentaria, Editorial Porrúa, México,2007, Pág.
17
427
Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, Parte General, Tomo I, Fundación de Derecho
Administrativo, Buenos Aires, 2003, Pág. 3
428
Montesquieu, Del Espíritu de la Leyes, Editorial Porrúa, México, 1982, Pág. 103
429
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 35
210
cuantos más mejor, con una tendencia progresiva a la fractura múltiple del poder
como garantía de libertad430.
Sin embargo, es indudable que la teoría de la división de poderes, al estilo clásico
creado por Montesquieu431, no ha permanecido inmóvil, su devenir ha sido constante.
Su finalidad inicial de mantener a cada órgano supremo encasillado en los límites de
sus atribuciones por un sistema de frenos y contrapesos, si bien se mantiene, no es
la única; la estructura del estado se piensa teniendo en mente la mayor eficacia en el
ejercicio de sus actividades para alcanzar un óptimo contenido de finalidades que
vienen a justificar el porque del estado y su organización.
Para lograrlo, el Estado, persigue la más perfecta coordinación de sus órganos en el
desempeño de sus funciones, a la vez que les asigna los actos que en mejor
situación se encuentren de efectuarlo; no importa que Poder actúe, sino cual lo haga
con un máximo de dividendos.
Por otro lado debemos reconocer que cada Poder está organizado para realizar
preferentemente una función, así el legislativo, para emitir actos regla; sin dejar al
lado que el sistema no es tan rígido y que cada uno de los poderes realizará
funciones para las cuales naturalmente no ha sido concebido432.
El Poder Ejecutivo encargado de la Administración desempeña su tarea
principalmente por actos administrativos433. El reglamento por el contrario es un acto
legislativo, un acto regla, posee todas las cualidades requeridas, especialmente sus
430
Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, Parte General, Tomo I, Fundación de Estudios de
Derecho Administrativo y Fundación de Derecho Administrativo, Caracas, 2003, Pág. 2, 3 y 23
431
Montesquieu, Del Espíritu de la Leyes, Editorial Porrúa, México, 1982, Pág. 103
432
Enrique Sayagues Laso, Tratado de Derecho Administrativo, Montevideo, 1974
433
Jorge Enrique Romero Pérez, Derecho Administrativo Ensayos, Editorial Universidad Estatal a Distancia, San
José, 1985, Pág. 15
211
efectos, que son abstractos, generales e impersonales434. La naturaleza del acto la
establecemos por sus efectos.
El reglamento, es, una situación Jurídica permanente, mientras se encuentre vigente
se aplica a todas las hipótesis normativas que contempla, no agotan sus efectos con
el ejercicio de los derechos que confiere, ni con el cumplimiento de los deberes que
impone435.
El acto regla o legislativo es modificable por un acto de la misma naturaleza 436,
característica que encontramos en el reglamento, el cual puede reformarse y aún
derogarse por un acto semejante 437.
Por último las facultades que concede sólo pueden renunciarse, cuando la ley lo
permita, en casos concretos y determinados, no pueden renunciarse de una manera
general y absoluta las capacidades normativas que proporciona438.
En este orden de ideas, el reglamento es obviamente un acto regla al igual que la
ley, pero no ha sido óbice para que la doctrina haya buscado distinguirlos,
basándose en aspectos formales, que más bien dimanan de las características
especiales del órgano que los expide, las que se las comunica a cada uno de sus
actos439.
Las diferencias más importantes que la doctrina ha encontrado entre éstas
Instituciones, es principalmente la Jerarquía en cuanto que la ley es superior a al
reglamento. Dentro de la pirámide Jurídica de Verdross y Kelsen 440 el Reglamento
está subordinado a la ley.
434
Javier Indalecio Barraza, Manual de Derecho Administrativo, Editorial La Ley, Buenos Aires, 2005, Pág. 175
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 31
436
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 38
437
Manuel Maria Diez, Derecho Administrativo, Tomo I, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1963, Pág. 420
438
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 32
439
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 53 y sigs
440
Hans Kelsen, Teoría Pura del Derecho, Editorial Peña Hnos., México, 2001.
435
212
Y es que dentro de la base central del principio de Estado de Derecho, la primacía de
la ley incluye la superioridad de las leyes del poder legislativo sobre las demás
normas jurídicas de rango inferior, así como de los demás actos jurídicos441.
En base a esta jerarquía el reglamento no puede modificar en ningún concepto la ley,
a la que desarrolla y completa, respetando el principio de autoridad formal de la ley.
Por el contrario la ley puede modificar y aún derogar reglamentos y como
consecuencia da lugar a que puedan ser impugnados invocando su ilegalidad 442.
En cuanto al fundamento del Poder reglamentario lo encontramos modernamente en
razones de carácter técnico y político443. La Administración Pública requiere el
mantenimiento fundamental del gobierno estatal, dada la complejidad técnica de los
cometidos públicos que debe satisfacer y habida cuenta, también, de que la
Asamblea es un foro político, carente de experiencia y sin la infraestructura necesaria
para satisfacer adecuadamente aquellos cometidos444.
La producción reglamentaria se caracteriza, como es sabido, por su habitualidad,
rapidez y continuidad, lo que le permite enfrentar, con mayor eficacia, los problemas
cotidianos del Estado. Asimismo, el rango formal del Reglamento permite su
derogación discrecional conforme las exigencias de cado momento, sin necesidad de
acudir al engorroso y dilatado procedimiento legislativo. Finalmente, dado que el
legislador no puede prever ni regular todas las materias en detalle, es necesario,
inclusive, que la regulación primaria de ciertos campos corresponda al dominio del
Reglamento, como la organización interna de sus órganos y la regulación de las
relaciones de servicio con sus usuarios445. En definitiva no se trata con esto de
sustraer poder al Legislativo, sino todo lo contrario, de descargarlo para evitar que
441
Albrecht Weber, Principio de Estado de Derecho como principio Constitucional Europeo, Revista Española de
Derecho Constitucional, Numero 84, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008, Pág.49
442
Rafael Díaz Roca, Teoría General del Derecho, Editorial Tecnos, Madrid, 1997, Pág. 129
443
Javier Indalecio Barraza, Manual de Derecho Administrativo, Editorial La Ley, Buenos Aires, 2005, Pág. 176
444
Rubén Hernández Valle, El Derecho de la Constitución, Tomo I, Editorial Juricentro, San José, 2004, Pág. 612
445
Rubén Hernández Valle, El Derecho de la Constitución, Tomo I, Editorial Juricentro, San José, 2004, Pág. 612
213
tenga que detenerse en cuestiones de detalle, y pueda así cumplir su verdadera
función de adopción de las decisiones fundamentales del proceso político 446.
Siguiendo la doctrina argentina principalmente Diez447, Marienhoff448, etc., los
reglamentos pueden ser clasificados en la siguiente forma: a) Ejecutivos c)
autónomos c) delgados d) y de necesidad y urgencia. En El Salvador, únicamente los
primeros dos son permitidos, quedando vedados los delegados y los de necesidad y
urgencia.
Los Reglamentos ejecutivos son efectuados en base al principio de secundum
legem, es decir, de acuerdo con la ley, en vista que la desarrollan y la ejecutan,
dentro de ciertas limitaciones449.
Estos reglamentos se pueden definir como aquellos que tiene como objeto regular
las relaciones entre particulares y la Administración para hacer posible la aplicación
práctica y precisa de la ley dentro de las condiciones y supuestos que ella misma
regula.
Por su contenido son de ejecución, y por su sujeción a la ley se les llama también de
subordinación, ello en base a que la existencia de una ley formal es presupuesto
indispensable para la expedición de este tipo de reglamentos 450, que tienen por
obligación hacer posible y asegurar la ejecución de la ley451.
Se trata, en definitiva, de la facultad que tiene el poder ejecutivo para reglamentar las
leyes dictadas por la Asamblea Legislativa.
446
Eduardo Gamero Casado y Severiano Fernández Ramos, Manual Básico de Derecho Administrativo, Editorial
Tecnos, Madrid, 2009, Pág. 77
447
Manuel Maria Diez, Derecho Administrativo, Tomo I, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1963, Pág. 417
448
Miguel S. Marienhoff, Tratado de Derecho Administrativo, Editorial Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1970,
Pág. 232
449
Manuel Maria Diez, Derecho Administrativo, Tomo I, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1963, Pág. 421
450
Javier Indalecio Barraza, Manual de Derecho Administrativo, Editorial La Ley, Buenos Aires, 2005, Pág. 187
451
Ismael Farrando, Manual de Derecho Administrativo, Editorial Depalma, Buenos Aires, 2000, Pág. 19 y sigs.
214
El reglamento nació como una institución complementaria de la ley, que por ser en
muchas ocasiones demasiado abstracta, sintética, es
muy difícil o imposible su
aplicación en el medio social sin disposiciones generales que determinen como debe
ejecutarse.- Estos reglamentos secumdum et intralegem no pueden modificar los
preceptos legales, porque sería violar el principio de autoridad formal de la ley; su
relación con la ley es la misma que ésta conserva con la Constitución Política. Pero
sí la ley puede derogarlas, expresa o tácitamente.-
Si el reglamento completa y desarrolla la ley, no podrá añadir nuevas cargas a los
administrados, ni hacer más gravosas las creadas por ésta, no existiendo
inconveniente para que puedan establecerse requisitos o formalidades que tiendan a
asegurar el cumplimiento de la ley452.-
En síntesis, los reglamentos de ejecución deben llenar dos requisitos: a) No
contradecir la ley ni su espíritu; b) No agregar obligaciones o deberes a los
administrados453.
En este sentido son normas secundarias que complementan la ley en su desarrollo
particular, pero no la suplen ni mucho menos la limitan o rectifican454.
El reglamento de ejecución es fundamentalmente un reglamento dirigido a los
propios agentes administrativos, para que éstos sepan a qué atenerse y cómo
proceder en los distintos casos de aplicación de la ley, en lo que se refiere al aspecto
puramente administrativo. Por ello no son reglamentables por el Poder Ejecutivo las
leyes que no serán ejecutadas por la administración: sería absurdo, por ejemplo, que
452
Manuel Maria Diez, Derecho Administrativo, Tomo I, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1963, Pág. 421
Manuel Maria Diez, Derecho Administrativo, Tomo I, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1963, Pág. 421
454
Miguel Alejandro López Olvera, Tratado de la Facultad Reglamentaria, Editorial Porrúa, México, 2007 Pág.
63
453
215
el Poder Ejecutivo pretendiera reglamentar el Código Civil o el Código de
Comercio455.
De la misma forma, el reglamento de ejecución debe limitarse a ordenar el
funcionamiento y los deberes de los agentes de la administración en lo que respecta
al cumplimiento y ejecución de la ley a través de la administración, sin poder
adentrarse, por ejemplo a definir el concepto legal, es ilegítimo y no puede ser
opuesto a los particulares en ese aspecto; si la ley lo autoriza expresamente,
entonces estamos en la hipótesis de un reglamento ―delegado‖ o de integración, el
cual se encuentra prohibido456.
La importancia de reglamentos de ejecución a primera vista parece ser de poca
monta, pero si consultamos la realidad social bien pronto reconoceremos el error 457.
Hay una serie de leyes vigentes en nuestro medio, que no se cumplen o no se
pueden cumplir, por carecer de reglas que determinen la forma que han de
ejecutarse, muy semejante a lo que sucede con algunos principios constitucionales
que no se aplican por no existir una ley secundaria que los desarrolle.
No obstante, resulta meridianamente claro que las leyes deben cumplirse desde el
momento de su promulgación y publicación, por lo cual no dependen en modo alguno
de que el órgano Ejecutivo decida reglamentarlas o no458.
Las facultades legislativas de la Administración son cada día más amplias en los
Estados de gran avance político jurídico, pero aún en ellos al reglamento de
455
Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, Tomo 1, Fundación de Derecho Administrativo,
Buenos Aires, 2000, Pág. 64
456
Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, Tomo 1, Fundación de Derecho Administrativo,
Buenos Aires, 2000, Pág. 64
457
Horacio Pedro Diez, Reglamentos. Su impugnación en el procedimiento administrativo, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1998, Pág. 15
458
Miguel Alejandro López Olvera, Tratado de la Facultad Reglamentaria, Editorial Porrúa, México, 2007, Pág.
64
216
aplicación le cabe su lugar. Recordemos que el principio de reserva de ley es vigente
en todos los Estados de Derecho y que, según éste, determinada que clase de
relaciones sociales, deben regularse por leyes, a las cuales el Poder Ejecutivo podrá
completarlas por medio de reglamentos de ejecución.-
En el Derecho Comparado la potestad reglamentaría constituye generalmente un
atributo de los Órganos jerárquicos de las distintas administraciones; así en los
estados fuertemente unitarios y centralizados como El Salvador el poder
reglamentario está radicado casi exclusivamente en el jerarca del Poder Ejecutivo.
Pero en los países donde existe una acentuada descentralización administrativa,
dicha potestad se encuentra también distribuida, en grado variable, entre los órganos
jerarcas de las distintas personas públicas descentralizadas.
De acuerdo a nuestro sistema constitucional y en concordancia a la doctrina
expuesta, la potestad de emitir Reglamentos de Ejecución o aplicación corresponde
exclusivamente al Presidente de la República a tenor de lo prescrito en el Art. 168
número 14, quedando vedada toda potestad normativa a cualquier autoridad o
entidad de la Administración Pública centralizada, descentralizada y desconcentrada.
En cuanto al segundo tipo de reglamentos que son permitidos en El Salvador,
entendemos por reglamentos autónomos los que se encargaran de la competencia
propia de su autor y de las autoridades inferiores. Se caracterizan, por su materia y
fin: organizar y regular la actividad propia de su autor y del interior, para lograr un
mejor cumplimiento del fin público asignado459.
Este tipo de reglamentos derivan de los titulares de los respectivos órganos y no se
basan, a diferencia del ejecutivo, en una ley previa sobre la materia460.
459
Manuel Rebollo Puig, Juricidad, Legalidad y Reserva de ley como limites a la potestad Reglamentaria, Revista
de Administración Publica, Numero 125, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1991, Pág. 43
460
Juan Pablo Cajarville, Sobre Derecho Administrativo, Tomo I, Fundación de Cultura Universitaria,
Montevideo, 2007, Pág. 349
217
Dentro de sus funciones encontramos la creación de órganos internos y regulan las
relaciones entre ellos. Su objeto, por tanto, es la creación de órganos internos o la
regulación de las relaciones entre ellos461.
Resultado de lo anterior, es que el destinatario del Reglamento de organización es
siempre un órgano y no un tercero extraño al ente. Por consiguiente, los
Reglamentos independientes de organización son normas de carácter interno, que
no tienen valor normativo fuera del ámbito en que fueron dictadas 462. Por ello, no
pueden ser opuestos a particulares ajenos a una relación de servicio; asimismo, su
violación por parte de la autoridad administrativa no constituye una violación del
ordenamiento jurídico general, aunque lógicamente evidencia un vicio de exceso de
poder.
Finalmente, en cuanto a la potestad de crear órganos internos sin relación directa
con el público, quedará inhibida para crear órganos de relevancia externa, pues los
órganos o entidades que tengan relación directa con el público sólo pueden ser
creados por la Asamblea Legislativa463.
Los reglamentos de organización pertenecen a la competencia del Gobierno, nadie
mejor que él para crear sus estructuras, que le servirán para desarrollar sus
atribuciones y lograr con mayor amplitud los fines estatales.-
Los reglamentos de organización se refieren tanto a la organización de dependencias
administrativas, como a regular las actividades de los servidores públicos 464.
No sólo la administración central puede dictarlos, también las entidades autárquicas
llamadas por nuestra Constitución entes autónomos o semi autónomos, ellas
461
Rubén Hernández Valle, El Derecho de la Constitución, Tomo I, Editorial Juricentro, San José, 2004, Pág. 627
Javier Indalecio Barraza, Manual de Derecho Administrativo, Editorial La Ley, Buenos Aires, 2005, Pág. 179
463
Rubén Hernández Valle, El Derecho de la Constitución, Tomo I, Editorial Juricentro, San José, 2004, Pág. 612
464
Rubén Hernández Valle, El Derecho de la Constitución, Tomo I, Editorial Juricentro, San José, 2004,Pág. 612
462
218
administran aunque sea un sector limitado y para cumplir sus finalidades deben
organizarse adecuadamente en lo que atañe a su estructura y actividad465.
En cuanto a los reglamentos delegados o de integración 466 si bien es cierto hemos
dicho que no tienen cabida en El Salvador pueden definirse como aquellos que emite
el Poder Ejecutivo en virtud de una habilitación que le confiere expresamente el
Poder Legislativo a través de una ley formal, facultándolo para que regule materias
atribuidas constitucionalmente al congreso467. Situación que se traduce en una
ampliación de las facultades reglamentarias del Ejecutivo. Igualmente prohibidos los
reglamentos de necesidad y urgencia468 emanaran del Ejecutivo, ante la
imposibilidad del poder parlamentario de actuar en el momento oportuno, que por
causas urgentes y graves, se autoriza a la Administración para legislar en vista de
existir estados sociales de emergencia469.
Con todo debe reconocerse que la expedición de disposiciones reglamentarias por
parte del Poder Ejecutivo encuentra importantes limitaciones dentro de nuestro
sistema jurídico. Dichas limitaciones se encuentran dispuestas por normas y
principios constitucionales, de las cuales surgen principios que ya son de aplicación
en casi todos los sistemas jurídicos del mundo.
Los límites de la potestad reglamentaria pueden ser materiales, cuando afecten su
contenido y formales, en cambio, cuando se refieren a su aspecto externo.
Los límites formales podemos resumirlos en tres: a) la competencia; b) la jerarquía
normativa y c) el procedimiento de elaboración.
465
Rubén Hernández Valle, El Derecho de la Constitución, Tomo I, Editorial Juricentro, San José, 2004, Pág. 612
Rodolfo Carlos Barra, Tratado de Derecho Administrativo, Tomo I, Editorial Abaco de Rodolfo Depalma,
Buenos Aires, 1998, Pág. 470
467
Rafael Bielsa, Reglamentos Delegados, Tomo 102, Editorial la Ley, Buenos Aires, Pág. 1061
468
Guillermo Andrés Muñoz, Reglamentos de Necesidad y Urgencia en Fragmentos y Testimonios del Derecho
Administrativo, Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 1999, Pág. 131
469
Narciso J. Lugones, Leyes de Emergencia, Decretos de Necesidad y Urgencia, Editorial La Ley, Buenos Aires
1992, Pág. 25
466
219
La competencia se refiere a que sólo los órganos autorizados, expresamente, están
dotados de la potestad reglamentaria. Como advierte García de Enterria, no todos los
órganos de la Administración están envestidos de esta potestad, únicamente la
tendrán unos órganos concretos470.
En este sentido no vale afirmar que la potestad reglamentaria constituye un poder
propio e inherente a toda la Administración, en cuanto que es una manifestación más
del poder de mando de que la Administración esta dotada. Muy por el contrario para
poder participar en la elaboración de las fuentes del ordenamiento es necesario que
la competencia devenga de la constitución misma 471.
Por otro lado como segundo limite tenemos la jerarquía normativa, en este sentido el
ordenamiento Jurídico Salvadoreño se encuentra conformado por un conjunto de
normas que provienen y derivan de diversos sujetos emisores, tales como la
Asamblea Constituyente, Asamblea Legislativa, Gobierno y Estado de El Salvador
con otros Estados u Organismos Internacionales, Presidencia de la República y
Municipalidades. Ante los potenciales conflictos normativos se ha tenido que diseñar
una jerarquía normativa en virtud de la cual unas normas jurídicas tienen un rango o
valor formal superior y una aplicación prevalente respecto de las otras.
Nuestra Constitución en su articulado organiza la jerarquía u orden preferente de
ejecución
del
sistema
normativo 472
y
se
otorga
asimisma
la
posición
cimera473.Después sitúa a los Tratados o Convenios Internacionales, luego a las
Leyes Secundarias, le siguen los Reglamentos de Ejecución y finalmente a los
Reglamentos y Ordenanzas Municipales.
470
Eduardo García de Enterria y Tomas Ramón Fernández , Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 191
471
Eduardo García de Enterría y Tomas Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 184
472
Benda, Mainhofer, Vogel, Hesse, Heyde, Manual de Derecho Constitucional, Editorial Marcial Pons, Madrid,
2001, Pág. 3
473
Rafael Gómez-Ferrer Morant, Incidencia de la Constitución sobre el Derecho Administrativo, Revista de
Administración Publica, Numero 150, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999, Pág. 163
220
De esa forma el ejercicio de la potestad reglamentaria debe necesariamente respetar
el orden jerárquico del ordenamiento administrativo, lo que implica que la potestad
reglamentaria debe estar autorizada, de manera expresa o implícita, por una norma
jerárquica superior a ella474.
El Tercer limite formal referente al procedimiento tiene por otro lado un carácter ad
solemnitatem, de tal forma que si no se observa y se cumple con él, el reglamento
respectivo es absolutamente nulo.
Actualmente la formación de los reglamentos propugna la realización de tramites
legalmente prevenidos que entre otras cosas buscan la participación ciudadana,
estudios impactos, coordinación administrativa y publicidad475.
Sin embargo, a pesar de lo apuntado, en El Salvador el único formalismo se concreta
en la Publicación del reglamento; el Art. 6 del titulo preliminar del Código Civil
prescribe que las leyes son obligatorias desde su solemne promulgación y después
de transcurrido para que se tenga noticia de ella. Agregando que lo mismo se aplica
a los reglamentos, decretos y demás disposiciones de carácter general, emanados
de autoridad legítima en el ejercicio de sus atribuciones.
Es imprescindible entonces, para que el reglamento entre en vigor, la integra
publicación de la norma en el Diario Oficial, publicación que, conforme a la doctrina
mas calificada, no es un simple requisito de eficacia de la norma, sino una condición
de su existencia en virtud de la publicidad476.
474
Rubén Hernández Valle, El Derecho de la Constitución, Tomo I, Editorial Juricentro, San José, 2004, Pág. 617
Juan José Lavilla Rubira, El Procedimiento de elaboración de los reglamentos en la ley del Gobierno, Revista
Justicia Administrativa, Numero 1, Editorial Lex Novoa, Valladolid, 1998, Pág. 10 y sigs; Tomas Ramon
Fernandez Rodriguez, Desaparece el Recurso Contra Reglamentos, Revista de Administracion Publica, Numero
65, Centro de Estudios Politicos y Constitucionales, Madrid, 1971, Pag. 150; Jose Maria Boquera Oliver, La
publicacion de disposiciones generales, Revista de Administracion Publica, Numero 31, Centro de Estudios
Politicos y Constitucionales, Madrid, 1960, Pag 77 y sigs
476
Juan José Lavilla Rubira, El Procedimiento de elaboración de los reglamentos en la ley del Gobierno, Revista
Justicia Administrativa, Numero 1, Editorial Lex Novoa, Valladolid, 1998, Pág. 16
475
221
Tratándose de la falta de publicidad, Marienhoff477, ―considera que los administrados
ignoran la existencia del acto, para quienes es como si no existiere‖. Luego agrega:
―La razón en cuyo mérito para la ―eficacia‖ (―perfección‖) del acto administrativo, sea
éste general o particular, se requiere indispensablemente la ―publicidad‖ o
―comunicación‖ del acto, es la misma que hace obligatoria la publicación de la ley
formal, pues dichas ―publicidad‖ o ―comunicación‖ constituyen la base de la
presunción de conocimiento de la ley atribuida a los habitantes del país, quedando
satisfecho, por esa vía, la idea según el cual ―ningún habitante será obligado a hacer
lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe‖.
En cuanto a los limites substanciales encontramos: a) los principios generales del
Derecho b ) Materia reglamentaria y c) el principio de irretroactividad
El primer limite, es el respeto a los principios generales del Derecho 478, entendidos
éstos como aquellos que expresan los valores materiales básicos de un
ordenamiento jurídico, aquellos sobre los cuales se constituye como tal, las
convicciones jurídicas fundamentales de una comunidad. Pero no se trata
simplemente de unas vagas ideas o tendencias morales que puedan explicar el
sentido de determinadas reglas, sino de principios técnicos fruto de la experiencia de
la vida jurídica y sólo a través de ésta cognoscibles.
Como segundo límite tenemos la denominada materia reglamentaria que hace
referencia a la reserva de ley que debe existir en determinadas materias, en este
sentido esta garantía aparece invariablemente en todos o casi todos los textos
constitucionales de América Latina y de la Europa Occidental. El término Ley debe
entenderse en su significación formal y material. Entendiéndose que únicamente se
cumple con el principio de reserva de ley cuando un acto jurídico crea, modifica o
extingue situaciones jurídicas abstractas e impersonales que tiene como sujeto
477
Miguel S. Marienhoff, Tratado de Derecho Administrativo, Editorial Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1970,
Pág. 232 y sigs
478
Juan Carlos Cassagne, Estudios de Derecho Publico, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1995, Pág. 8
222
emisor al Parlamento o a los Órganos titulares, de acuerdo a la Constitución, del
Poder Legislativo. Sólo así se cumple con la exigencia constitucional.
La reserva de ley tiene el propósito de deslindar el poder del Estado a quien se le
asigna determinado poder. La reserva de ley implica la determinación de las materias
que no pueden ser reguladas más que por la ley, provocando una concertación de la
legalidad, ya que nos señala la extensión de ésta al delimitar que materias han de
ser disciplinadas por una ley y no por otra fuente normativa479.-
Finalmente, encontraremos otro limite en la irretroactividad de las Leyes y para
nuestro caso de reglamentos, limite que se inspira y fundamenta en el principio de
seguridad jurídica, que se considera uno de los fines que persigue el Estado
Salvadoreño (Art. 1 de la Constitución), su importancia y trascendencia ha sido tal
que Tratadistas como Miguel Carbonell480 la estudian dentro del capítulo de las
Garantías de Seguridad Jurídica.
La garantía de irretroactividad de las Leyes y demás normas, establecida en el Art.
21 de la Constitución que nos rige y gobierna, fue concebida y expresada en los
términos siguientes: ―Las leyes no pueden tener efecto retroactivo, salvo en materias
de orden público, y en materia penal cuando la nueva ley sea favorable al
delincuente‖.
Se dice que una ley o un acto será retroactivo cuando este vuelva sobre el pasado
para estimar las condiciones de la validez de un acto jurídico, destruyendo o
alterando sus efectos jurídicos iniciales. En sentido inverso la irretroactividad consiste
en que las normas deben surtir efectos hacia el futuro, no siendo aplicables a los
hechos, actos o situaciones que hayan tenido lugar antes de su emanación, excepto
479
Manuel Rebollo Puig, Juricidad, Legalidad y Reserva de ley como limites a la potestad Reglamentaria, Revista
de Administración Publica, Numero 125, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1991, Pág.
124
480
Miguel Carbonell, Los Derechos Fundamentales en México, Editorial Porrúa, México, 2005, Pág. 636
223
en casos de excepción. En este sentido toda norma debe regir para el futuro y no
hacia el pasado.
Por otro lado, debe destacarse que la regulación del principio de irretroactividad de
las leyes no es exclusivo del ordenamiento interno, sino también de declaraciones
internacionales como en la Declaración Universal de los Derechos Hombre (1948),
suscrita por El Salvador donde se establece en el Art. 11,2 que: ―Nadie será
condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron
delictivos según el derecho nacional o internacional.
De la misma manera lo expresan el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos como la Convención Interamericana de Derechos Humanos o Pacto de San
José en sus Art. 15,1 y 9 respectivamente.
El Reglamento no puede ser retroactivo, pues produce efectos jurídicos hacia el
futuro. De esta forma, se impide que el Reglamento modifique o derogue situaciones
jurídicas consolidadas o derechos adquiridos al amparo de la anterior legislación.
Concluyendo se observa entonces, una serie de límites, materiales y formales, de
cuyo respeto depende su validez481. Hemos visto también que estos límites no se
reducen sólo a la Constitución y a la Ley, sino que comprenden igualmente los
principios generales del Derecho y otras exigencias institucionales derivadas del
carácter esencialmente subalterno de la potestad reglamentaria. Si cualquiera de
estos límites, legales o extralegales, es rebasado, el Reglamento en cuestión
resultará viciado. En este sentido amplio es, pues, como hay que tomar la expresión
habitual Reglamentos ilegales y no en el más estricto de Reglamentos contrarios a la
Ley482.
481
Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 220
482
Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 220
224
No esta demás apuntar que reglamentos ilegales constituyen, un fenómeno
sumamente grave de la vida jurídica, ya que afectan a la integridad de las Leyes,
pretenden prevalecer frente a éstas y provocar así la inaplicación de las mismas,
perturban la recta constitución del ordenamiento, que es siempre un valor superior a
los intereses concretos de los sujetos (públicos o privados) que bajo dicho
ordenamiento viven, enturbian el sistema normativo en vigor y con ello la certeza del
Derecho, que es un valor sustancial y primario de la vida jurídica. El ordenamiento ha
de reaccionar necesariamente con medios enérgicos contra el grave ataque que
frente a él supone el Reglamento ilegal483.
Así las cosas, debe resaltarse que la jurisdicción contencioso administrativo en El
Salvador se circunscribe a impugnación de actos administrativos, esta situación
indudablemente restringe sensiblemente el control que se puede ejercer sobre las
actuaciones de las Administraciones Públicas. En este sentido el ámbito natural de
protección viene representado por actos administrativos, esto es, según la clásica
definición de Zanobini484, las declaraciones de voluntad, de conocimiento, de deseo o
juicio emanados de una Administración Pública en materia de derecho administrativo.
Las anteriores aseveraciones provocan en principio que los reglamentos, se
encuentran excluidos del control judicial de la Sala de lo Contencioso, dado que
desde un punto de vista material, los reglamentos son actos regla o legislativos, que
tienen la virtud de crear, modificar o extinguir situaciones jurídicas generales,
abstractas e impersonales485.
No obstante lo anterior, nuestra ley de manera expresa y clara establece que a pesar
que las disposiciones de carácter general no son impugnables directamente, pieza
483
Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 223
484
Guido Zanobini, Corso di Diritto Administrativo, Milan, 1947, Pág 186
485
Rafael Entrena Cuesta, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 1965, Pág. 169
225
clave e indispensable en el sistema de garantías contra el poder Estatal486, es
posible atacarlas indirectamente.
En efecto, la ley de la jurisdicción Contencioso Administrativo provee un recurso
indirecto específicamente en el Literal C del Art. 3, que establece que también
procederá la acción contencioso administrativa: ―Contra actos que se pronuncien en
aplicación de disposiciones de carácter general de la Administración Pública,
fundada en que tales disposiciones adolecen de ilegalidad.‖
El recurso indirecto que plantea la ley, constituye una impugnación de actos que se
produzcan en aplicación de disposiciones de carácter general, fundados en que tales
disposiciones no son conformes a derecho. De lo anterior se entiende que el recurso
indirecto no tiene la finalidad de impugnar el propio reglamento, sino por el contrario,
el acto de aplicación de aquél, fundándose en la ilegalidad de la disposición
general487.
Para que proceda el recurso indirecto, lógicamente debe existir entonces un acto
previo y se debe invocar expresamente las normas de rango superior que se
consideran infringidas ya sea por el reglamento o las normas especificas, es decir
será necesario aducir motivos sustantivos o formales que vuelvan ineficaz la validez
de la norma.
Finalmente debe puntualizase, sin embargo que el efecto de la sentencia en este
caso sería la anulación del acto administrativo, no del reglamento, siguiendo la
disposición incorporada en el ordenamiento jurídico, lo que la haría susceptible de
aplicaciones posteriores a pesar de que existan sentencias que hayan declarado la
nulidad del reglamento por la estimación del recurso indirecto.
486
Tomas Ramón Fernández Rodríguez, Los Sindicatos y El Recurso Contencioso,, Revista de Administración
Publica, Numero 55, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1968, Pág. 133
487
Jose Maria Boquera Oliver, La impugnación e inaplicación Contencioso Administrativo de los reglamentos,
Revista de Administración Pública, Numero 149, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999,
Págs. 23 y sigs.
226
Ahora bien, si bien cierto, que el recurso indirecto constituye según la ley, el cause
natural mediante el cual los particulares pueden reaccionar frente a reglamentos de
contenido ilegal, este recurso no constituye la única manera de atacarlos, así, en
ocasiones la jurisprudencia nacional ha posibilitado la impugnación directa de las
disposiciones reglamentarias, específicamente al encontrarnos frente a los
denominados reglamentos autoaplicativos488, que son definidos como aquellos que
provocan efectos directos sobre situaciones jurídicas individualizadas, afectando
derechos sustantivos de ciudadanos.
Lo anterior resulta del hecho, que ocasionalmente las Administraciones Públicas en
fraude de ley y a afectos de evitar la impugnación de un determinado acto
administrativo, procede a dictar actos escondidos bajo forma de normas o
disposiciones reglamentarias. Bajo los anteriores supuestos la Sala de lo
Contencioso en reiterada jurisprudencia a permitido su impugnación directa, en vista
de que se tiene en frente verdaderos actos administrativos, sin embargo debe
hacerse la advertencia que en vista de encontrarnos inequívocamente frente a un
acto de esta naturaleza, todo recurso debe ser planteado dentro de los sesenta días
hábiles que prescribe la ley, caso contrario la posibilidad de impugnación directa
desaparece y solo podría atacarse el reglamento indirectamente.
En cuanto a los posibles efectos, de la sentencia que estimara la nulidad de las
disposiciones aludidas, sería la expulsión del ordenamiento jurídico, impidiendo que
se pudiera aplicar la disposición a futuro, es decir la anulación poseería efectos erga
omnes.
Finalmente, existen otras dos maneras de impugnar los reglamentos, la primera se
concreta mediante el Control Difuso de Constitucionalidad 489, que se otorga a todos
los Jueces de la República para que conformidad a la Constitución específicamente
488
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, El Salvador, 2001, Pág. 31
489
Allan R. Brewer-Carias, La Justicia Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2007, Pág. 83
227
en el Art. 185, dentro de su potestad de administrar justicia, en casos en que tengan
que pronunciar sentencia, declaren la inaplicabilidad de cualquier ley o disposición,
contraria
a
los
preceptos
constitucionales.
Inaplicar
una
norma
consiste,
sencillamente, en prescindir de la misma para resolver un caso en el que tenía
vocación de ser aplicada490. La segunda, dada la convivencia del Control Difuso y
Concentrado491 en nuestra país, es posible interponer recurso de inconstitucionalidad
ante la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia para que según el
Art. 183 de la Carta Magna, se declare la inconstitucionalidad de la leyes, decretos y
reglamentos, en su forma y contenido, de un modo general y obligatorio.
Cabe aclarar, sin embargo que para plantear la inaplicabilidad o inconstitucionalidad
del reglamento es necesario que la norma reglamentaria no sea acorde a la
Constitución,
por
lo
que
los
controles
aludidos
se
circunscribirán
a
la
constitucionalidad de las disposiciones reglamentarias.
MATERIA AJENA Y EXCLUIDA
La Ley de la Jurisdicción Contencioso regula ciertas materias que no conforman
parte de la competencia de la Sala, esta supresión comprende las denominadas
materias excluidas es decir aquellas que si bien son de contenido Administrativo, son
atribuidas a jurisdicciones administrativas especificas, posiblemente por criterios de
especialidad. Por otro lado tenemos la materia ajena que esencia quedan fuera del
conocimiento de la Sala por pertenecer a otras ramas de la enciclopedia jurídica,
extrañas al Derecho Administrativo. Por consiguiente se procede a estudiar las
exclusiones.
490
Gabriel Domenech Pascual, La inaplicación Administrativa de Reglamentos Ilegales y leyes
Inconstitucionales, Revista de Administración Pública, Numero 155, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2001, Pág. 61
491
Allan R. Brewer-Carias, La Justicia Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2007, Pág. 259
228
ACTOS POLITICOS O DE GOBIERNO
El estudio de los actos Políticos o de Gobierno se considerada uno temas más
polémicos dentro de la historia del derecho administrativo, su teoría se estructura y
surge fundamentalmente a la luz de la discusión sobre el concepto de la justiabilidad
del acto492. En efecto, por acto político o de gobierno debemos entender aquel acto
del Poder Ejecutivo que transciende más allá de lo administrativo, y que en razón de
su contenido político, escapa el control, tanto del orden judicial como del
administrativo.
La teoría del acto político germina en Francia, a partir del año 1815 donde la
jurisprudencia francesa elabora una doctrina artificial y sin sustento sobre los
llamados actos políticos, en los cuales dichos actos se consideraban inmunes al
control de legalidad, bien por parte de la justicia administrativa como de la justicia
ordinaria. Históricamente el fenómeno apuntado se origina por la presión de la
Corona Borbona quienes consideraban que sus decisiones eran legitimas, en
contraste del principio de legalidad definido por la Revolución francesa 493; así la
doctrina de los actos políticos comienza a tomar fuerza después de la caída del
Emperador Napoleón I494, donde el Consejo de Estado Francés, ante la presión del
Rey, estatuyó por vía jurisprudencial que existían actos que no eran susceptibles de
control, fundamentalmente por la falta de competencia que se tenia sobre actos de
contenido o finalidad política.
La concreción de este criterio se consolida con la famosa sentencia del primero de
mayo de 1922 dictada en el affaire laffitte donde el Consejo de Estado francés se
pronuncio sobre su incompetencia para enjuiciar los llamados actos políticos. Esta
492
Miguel Alejandro Malgón Pinzón y Catalina Atehortúa García, Evolución del concepto y control del acto
político de gobierno, Universidad del Rosario, Bogota, 2005, Pág. 259
493
Marcel Long, Los Grandes fallos de la jurisprudencia administrativa francesa, Ediciones Librería El
Profesional, Bogota, 2000, Pág. 10
494
Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 565 y sigs
229
concepción ilustrativamente se repite en otras latitudes como en la sentencia
pronunciada por el Tribunal Supremo Estadounidense, en la sentencia del caso
Luther V Borden, de 1889, donde se consideró incompetente para decidir sobre una
―political cuestión‖.
Este concepto grato a los gobernantes, permite excluir del recurso de exceso de
poder actos de la Administración que aparezcan inspirados en un movil político,
calificándolos como actos jurisdiccionalmente inatacables495.
A través de la teoría del acto de gobierno, el órgano jurisdiccional, rechaza
tajantemente la posibilidad de revisar decisiones gubernamentales tomadas por
razones de ―alta política‖ o ―razones de Estado‖. En estos términos la teoría de los
actos políticos constituye una verdadera excepción al ejercicio del control,
reprochable desde todo punto de vista jurídico. Sus defensores encuentran en su
existencia un mecanismo de escape, adecuado para que las Administraciones
públicas actúen sin sujeción alguna al derecho, inspiradas fundamentalmente por
motivos calificados de ―seguridad‖ y de ―orden social‖.
Al hablar de la teoría del acto político frecuentemente se hace referencia a ella, como
si se tratará de una actividad del Estado no comprendida en alguna de las funciones
del Estado, es decir, de actividad que de alguna manera coexiste al lado de las
funciones tradicionales como la legislativa, jurisdiccional o administrativa 496.
De este modo, un sector de la doctrina, al referirse al acto político o de gobierno, lo
señala como un acto que se caracteriza por su causa o fin político, que se identifica
como parte de la actividad de gobernar, distinta de la actividad administrativa. La
Administrativa busca la observancia y aplicación de la ley, generalmente afectando la
esfera jurídica de los particulares; y la gubernativa, donde el Ejecutivo ejerce
495
José Ramón Parada, Derecho Administrativo I, Parte General, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2004, Pág. 93
496
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 64
230
actividades que son de alta dirección e impulso necesarios para asegurar la
existencia y mantenimiento del propio Estado así como actividades destinadas a
orientar el desarrollo de acuerdo a un programa de orden político 497.
No obstante, la admisión de su existencia no debe entenderse como la admisión de
una nueva categoría distinta de las tres funciones que hemos mencionado, pues el
elemento presente en estos actos, no
debe afectar su naturaleza jurídica, que
continua siendo administrativa. En el mismo sentido como apunta Bachof el carácter
político de un acto no excluye un conocimiento jurídico del mismo, ni el resultado
político de dicho conocimiento le despoja de su carácter jurídico 498.
De esta manera en El Salvador la presencia de los actos políticos se ha consolidado
desgraciadamente, debido al arraigo legal que de manera expresa se mantiene en el
Art. 4 letra ―a‖ de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo, donde
explícitamente se le considera actividad que no corresponde al conocimiento de la
Sala de lo Contencioso.
No obstante lo expresado, la disposición aludida no define claramente las hipótesis
en las que las autoridades se encuentran facultadas para emitir actos de gobierno, lo
que provoca que en la práctica su definición parta principalmente de la doctrina, que
a su vez es tomada de decisiones judiciales, específicamente de las sentencias
francesas que han dado pie a la elaboración de una ―lista de actos de gobierno‖,
entendiendo por ella una serie de actos que por su propia naturaleza escapan al
control jurisdiccional. En esta lista se encuentran actos como los relativos a las
relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo, las relaciones con otros gobiernos y
organismos internacionales, actos de guerra, derechos de gracia, así como de
algunas otras medidas de política interior.
497
498
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 65
O. Bachof, Jueces y Constitución, Editorial Civitas, Madrid, 1985, Pág. 61
231
La posición sobre los actos políticos ha sido ratificada por la jurisprudencia interna de
El Salvador, específicamente el proceso marcado 9-2003 donde la Sala de lo
Contencioso califica a esta materia como ajena a la competencia de la Sala,
expresándose que: ―no existe duda de su exclusión puesto que no se trata de actos
administrativos.‖
Por nuestra parte, no nos queda más que reprochar la postura adoptada, en vista
que con anterioridad hemos dejado claro que los actos políticos no constituirán una
nueva categoría actos, sino constituyen verdaderos actos administrativos, que si bien
pueden tener algún móvil político, su naturaleza jurídica sigue siendo la misma, la de
actos administrativos.
En efecto, a mi entender, el acto de gobierno es un acto discrecional que emite el
Ejecutivo en ejercicio de sus funciones gubernamentales, que necesariamente debe
cumplir con todos los requisitos que impone nuestra estructura de Estado de
Derecho; es decir que cumpla con los elementos de legalidad exigidos. Debe ser un
acto fundado en una ley, donde se expresen los motivos y la oportunidad que justifica
su emisión; debe constar por escrito y ser emitido por autoridad competente. Esto
significa que sería posible impugnar la forma del acto de gobierno, no así su fondo, ni
la oportunidad de su emisión, que queda a la sola apreciación del Ejecutivo.
En la actualidad considero que resulta meridianamente claro que ya no deben de
existir lo que García de Enterría denomina ilustrativamente como ―Inmunidades de
Poder‖, esto es actos de la administración pública no justiciables 499. Debería
avergonzarnos a los que tratamos de cultivar el Derecho Administrativo ese pródigo
elenco de feudos adonde no penetra la jurisdicción Contenciosa administrativa, la
más humillante es la que considera a los actos políticos o de gobierno ajenos al
debate procesal administrativo.
499
Eduardo García de Enterría, La definitiva erradicación de los actos de gobierno en nuestro derecho, Revista
Española de Derecho Administrativo, Numero 106, Editorial Civitas, Madrid, 2000, Pág. 233
232
ACTIVIDAD PRIVADA DE LA ADMINISTRACIÓN.
El Art. 2 de la LJCA regula que corresponderá a ella ―las controversias que se
susciten en relación con la legalidad de los actos de la Administración Pública‖. Esta
norma ubica el problema fundamental del objeto del proceso, por un lado, las
pretensiones y, por otro, los actos de carácter particular de la Administración sujetos
a impugnación500.
Al citado Art. inicialmente se le puede señalar como una norma que ha quedado
inconclusa o incompleta, ya que generalmente los preceptos que se refieren a las
posibles pretensiones esgrimibles en los procesos contenciosos establecen que
estos se deducirán sobre actos de la Administración Publica pero agregándoseles
que deben estar además ―sujetos al Derecho Administrativo”
Este agregado que se omite en nuestra ley, deriva de la circunstancia que no todos
los actos que emite la Administración están sometidos al Derecho Administrativo. En
efecto, existen actos emitidos por la Administración Pública regulados en cierta
medida por el Derecho Civil, Mercantil, etc.; estos actos en consecuencia, no
pertenecen en esencia a la categoría Actos Administrativos ya que estos no son
regulados por leyes que posean un contenido, ni un carácter administrativo.
No obstante lo dicho, el Art. 4 Literal b de la LJCA, complementa la omisión del Art. 2
de la misma ley, estableciendo que no corresponderá a la jurisdicción contencioso
Administrativo la actividad privada de la Administración. En este sentido a diferencia
de lo que ocurre en otras legislaciones donde existe una delimitación positiva de la
materia impugnable, en El Salvador la ley realiza una delimitación negativa que
declara como materia ajena del contencioso Administrativo la menciona actividad
privada de la Administración.
500
Edmundo Orellana, Los Sujetos y El Objeto del Proceso, Editorial Universitaria, Tegucigalpa, 1993, Pág. 77
233
A pesar de lo dicho, si bien es cierto que el legislador no ocupo la mejor de las
técnicas en la ley, los efectos prácticos resultan los mismos, ya que por un lado no
serán conocidos por la Sala los actos privados de la Administración, ni cuestiones
atribuidas expresamente a otras jurisdicciones.
En cuanto al primero de los supuestos, la doctrina ha discurrido en diversos
razonamientos para dar fundamento y para señalar el campo de aplicación del
Derecho Administrativo, así durante el siglo XIX el criterio dominante fue el de la
existencia de la soberanía o poder público, sosteniendo que es indispensable un
derecho especial para regular las relaciones entre el Estado y los ciudadanos,
porque tratándose de relaciones entre personas desiguales, una de ellas con
voluntad superior a la de los individuos, resulta inadecuada la aplicación del derecho
privado que sólo regula relaciones entre personas con voluntades iguales501.
El mencionado criterio se completó mediante la distinción entre los diversos actos
que el Estado ejecuta, separándolos en dos categorías: actos de autoridad y actos
de gestión, admitiendo así que en unos casos el Estado obra dictando actos en los
cuales impone unilateralmente su voluntad, en tanto que en otros actúa como un
particular.
De esta distinción se concluía que el derecho administrativo sólo era necesario y
tenía su campo de aplicación cuando se trataba de la realización de actos de
autoridad, dejando al derecho privado la regulación de los actos de gestión.
Esta teoría ha sido casi totalmente abandonada en vista de las graves objeciones
que en su contra se han esgrimido por lo que esta distinción se encuentra
actualmente en desuso desde finales del siglo pasado, por ser imprecisa, inexacta y
por haber perdido su función primordial (excluir la responsabilidad del Estado) ya que
501
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1984, Pág. 65
234
de
acuerdo
con
la
antigua
concepción,
solamente
los
primeros
serían
verdaderamente actos administrativos.
Lo anterior deriva, de que el derecho privado resulta aplicable solo de manera
limitada en la actividad de la Administración, ya que en todos los casos es invariable
la presencia del derecho público específicamente, en cuanto a la competencia, causa
y forma del acto; siendo solo el elemento objetivo el regulado por derecho privado 502.
Hoy día, con cierta semejanza, aunque con mayor precisión, se habla de actos de
derecho privado practicados por la administración y actos regidos por el derecho
público. En este sentido la jurisdicción contencioso-administrativa no nace para
conocer de todas las pretensiones que se dedujeren frente a las actuaciones de la
Administración. Sino, se estructura para conocer, únicamente, de cierto número de
litigios, de aquellos en el que interés general pueda verse amenazado 503.
Por ello, cuando las entidades públicas que integran la Administración realizan sus
fines al igual que los demás sujetos de Derecho, los litigios planteados deberán ser
dirimidos por el orden jurisdiccional competente de cada caso, y al contrario, cuando
la entidad actué en régimen de prerrogativa, es decir en base al Derecho
Administrativo, las pretensiones que se deduzcan en relación a esta deberán ser
deducidas ante la jurisdicción contencioso Administrativa504.
En cuanto a las cuestiones atribuidas expresamente a otras jurisdicciones como Civil,
Social, Penal, se entiende que aún cuando es la Administración Pública es la
encausada, la jurisdicción contencioso administrativo no resulta la
autoridad
competente para conocer del asunto ya que si se toma al ordenamiento jurídico
como el fundamento de la pretensión, esta servirá como el criterio determinante y
502
Roberto Dormí, Derecho Administrativo, Editorial Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1997, Pág.224
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo( Ley 29/1998 de
13 de Julio) Tomo I, Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 123
504
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo( Ley 29/1998 de
13 de Julio), Tomo I, Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 124
503
235
delimitador de los distintos órdenes jurisdiccionales, por lo que cuando la pretensión
se funde en normas de Derecho civil o, mejor de Derecho privado en general, su
conocimiento corresponderá a los Jueces y Tribunales del orden jurisdiccional Civil.
CORTE DE CUENTAS DE LA REPUBLICA
Dentro de las materias que se consideraban excluidas dentro del Contencioso
Administrativo, es decir, aquellas en que aún siendo actuaciones que por su
naturaleza caen dentro del ámbito de la jurisdicción Contencioso Administrativos,
pero que por determinados motivos se ha apartado y excluido expresamente del
conocimiento de la Sala de lo Contencioso, encontramos los Actos de la Corte de
Cuentas de Cuentas.
Calcular el nivel de democracia de un gobierno no es fácil. Algunos parámetros que
se utilizan, como la independencia de los poderes del Estado y la limpieza de los
procesos electorales, son engorrosos y conflictivos de medir. Sin embargo, una
forma simple de medición es observar si el gobierno rinde cuentas en forma cotidiana
y sistemática sobre los gastos públicos, o si los manipula, niega o esconde.
Un estudio sobre presupuestos entre 85 países que difundió la Internacional Budget
Partnership, cuyo objeto es provocar mayor gobernabilidad y combatir la pobreza,
reveló que un 80% de los gobiernos no informa sobre el uso de los dineros públicos,
muchos de ellos latinoamericanos. El más opaco es Bolivia, ubicado en el puesto 74,
seguido por República Dominicana (68), Honduras (66), Nicaragua (62), Venezuela
(54), El Salvador (48), Ecuador(47), Costa Rica (39), Guatemala (38), México(28),
Argentina (25) y Colombia (18). El país más transparente resultó Brasil (7) y luego
Perú (11). La mala ubicación es similar a la que estos países obtuvieron en otros
sondeos sobre información pública general.
236
Por este estado de cosas es que surge instituciones como la Corte de Cuentas de la
República que en El Salvador es el órgano que fiscaliza los actos de la Hacienda
Pública. Su función principal es garantizar el estricto control financiero contable de
los actos del gobierno, es decir proporcionar un control preventivo y sucesivo a la
ejecución correcta del presupuesto del Estado505. Esto se traduce en ejercer
vigilancia en lo concerniente a la observación de las leyes, de la materia, así como a
autorizar sólo gastos que estén autorizados y para los cuales existen fondos, la
comprobación que tales gastos han sido hechos de acuerdo a lo autorizado y de que
los bienes cuya adquisición se autorizó existan realmente 506.
En las naciones de América Latina uno de los desafortunados flagelos, que evitan el
progreso de los pueblos, se compone indudablemente por la corrupción507. Es por
esta situación que resulta necesario la ayuda de instrumentos técnico jurídicos
especializados508 para paliar esta mala gestión y disposición de los fondos Públicos;
uno de los más poderosos instrumentos hasta el momento ideados es la Corte o
Tribunal de Cuentas cuya finalidad procura la aplicación de Principios de Buen
Gobierno.
La Administración Publica en el Estado social y democrático de derecho, siempre ha
estado sometida a diversos controles, internos y externos, sobre la gestión de los
intereses públicos y sobre el gasto que esa gestión comporta509.
En El Salvador, fue con la constitución de 1872 que se creó el Tribunal Superior o
Contaduría Mayor de Cuentas, encargándosele de ―Glosar las cuentas de los que
administren los intereses del Erario Público‖. En la actualidad bajo la vigencia de la
505
Servando Fernández-Vitorio y Camps, El Tribunal de Cuentas ante su Futura ley Organica, Revista de
Administración Publica, Numero 87, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1978, Pág. 20
506
Tinetti-Bertrand Galindo y otros, Manual de Derecho Constitucional, Tomo I, Centro de Investigación y
Capacitación Proyecto de Reforma Judicial, San Salvador, 1992, Pág. 1162.
507
Francisco González de Cossío, El Estado de Derecho, Editorial Porrúa, México, 2007, Pág. 30
508
Servando Fernández-Vitorio y Camps, El Tribunal de Cuentas ante su Futura ley Organica, Revista de
Administración Publica, Numero 87, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1978, Pág. 20
509
Jaime Rodríguez-Arana Muñoz, Control de la Administración Pública, Control de la Administración Pública.
Administrativo, Legislativo y Judicial, Ediciones Rap, Buenos Aires, 2003, Pág. 19
237
Constitución de 1983, se crea La Corte de Cuentas de la República, órgano
Constitucional independiente del Ejecutivo, facultado según la Constitución (Art. 195)
de fiscalizar la Hacienda Pública en general y la ejecución del Presupuesto en
particular510.
Su Control de conformidad al Art. 3 de la Ley de la Corte de Cuentas, se extiende a
todas las entidades y organismos del sector público y a sus servidores, sin
excepción. El Control de la Corte además, alcanza las actividades de entidades,
organismos y personas que, no estando comprendidos dentro del sector público,
reciben asignaciones, privilegios o participaciones ocasionales de recursos públicos.
El fundamento racional que justifica la existencia del Tribunal de Cuentas puede ser
reconducido a un principio general del derecho en el estricto sentido de la expresión,
principio jurídico de carácter dogmático en la terminología de Esser, inmanente a la
naturaleza de la institución. Tal principio podría válidamente enunciarse como aquel
que impone a todo administrador de bienes ajenos la rendición de cuentas de su
gestión511.
El control que ejerce la Corte de Cuentas dispone de la facultad de pronunciarse
sobre la legalidad, eficiencia, economía, efectividad y transparencia, de las
actuaciones financieras, administrativas y operativas de las entidades y servidores
públicos512. Existe pues en el Salvador un tipo de control especial de la
administración concerniente al empleo de los fondos públicos, que por consistir una
jurisdicción especializada, por disposición Constitucional expresa, queda fuera del
Control de la Sala de lo Contencioso Administrativo.
510
Olimpia J. Hillepradt, Principios de Buen Gobierno un Efectivo Control Anticorrupción, Universidad de
Utrecht, San Salvador, 2004, Pág. 8
511
Rafael de Mendizabal Allende, La función Jurisdiccional del Tribunal de Cuentas, Revista de Administración
Publica, Numero 100-102, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1983, Pág. 1321
512
Domingo Sesín, Tribunal de Cuentas. Importancia y Alcance del Control Previo. Nuevas perspectivas. Control
de la Administración Pública. Administrativo, Legislativo y Judicial, Ediciones Rap, Buenos Aires, 2003, Pág.
290
238
En el sistema legal Salvadoreño, la fiscalización que ejerce la Corte de Cuentas se
realiza bajo dos perspectivas, la Administrativa y jurisdiccional. La primera alude a la
comprobación del sometimiento de la actividad económico-financiero del sector
público a los principios de legalidad, eficiencia, efectividad y economía 513. Las
auditorias gubernamentales que se realizan son de índole financieras cuando
examinan y evalúan en las entidades y organismos del sector público las
transacciones, estados financieros, registros, de las instituciones u operacionales
cuando la evaluación se refiere a la planificación, organización, ejecución y control
interno administrativo. Esta función fiscalizadora o de examen de cuentas se
caracteriza por ser una actividad administrativa, cuyo ejercicio le corresponde a las
unidades que establece el Reglamento Orgánico de la Corte Cuentas514.
Por otro lado la función jurisdiccional se encarga del enjuiciamiento contable 515, es
decir que cuando del respectivo examen de las cuentas se deduce la existencia de
una infracción a la ley que regula el gasto, si existen operaciones inexactas, si
existen errores u omisiones o indicios de haberse cometido algún delito, ello
conllevara a la declaración de responsabilidad.
De conformidad al Art. 196 de la Constitución la Corte de Cuentas de la República,
para el cumplimiento de sus funciones jurisdiccionales, se divide en una Cámara de
Segunda Instancia y en las Cámaras de Primera Instancia que establezca la ley, que
de momento son cinco.
La responsabilidad que deduce en definitivamente la Corte de Cuentas al ser
competente de conocer y juzgar las operaciones administrativas y financieras de los
organismos Estatales, son de dos tipos: Responsabilidad Administrativa que deviene
513
Juan Velarde Fuentes, El Control de los Fondos Públicos, Editorial Thomson-Civitas, Madrid, 2007, Pág. 407
Olimpia J. Hillepradt, Principios de Buen Gobierno un Efectivo Control Anticorrupción, Universidad de
Utrecht, San Salvador, 2004, Pág. 96
515
Pascual Sala Sánchez, La Constitución, La ley Orgánica del Tribunal de Cuentas y su Ley de Funcionamiento,
Revista de Administración Publica, Numero 122, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1990,
Pág. 132 y sigs
514
239
de la inobservancia de la disposiciones legales y reglamentarias, o Responsabilidad
Patrimonial que se determina por el perjuicio económico demostrado en la
disminución del patrimonio, sufrido por la entidad u organismo respectivo, debido a la
acción u omisión culposa de sus servidores o de terceros.
TRIBUNAL SUPREMO ELECTORAL.
Hemos dicho, en cuanto a las materias excluidas del Art. 4 de la LJCA, que estas
componen aquellas actuaciones que aún siendo propiamente administrativas, por
determinados motivos se han apartado y excluido expresamente del conocimiento de
esa jurisdicción.
En este sentido las materias excluidas, constituyen recortes asistemáticos al ámbito
normal de competencia de la Sala de lo Contencioso Administrativo, que se dejan
fuera de esta jurisdicción, para ser conocidas especialmente por Tribunales ad-hoc.
En orden de ideas, nuestra ley expresa que no corresponderán a la jurisdicción
contencioso administrativo los actos del Consejo Central de Elecciones y demás
organismos electorales relacionados exclusivamente con la función electoral.
Al hacerse alusión al Consejo Central de Elecciones debemos entender que debido a
las reformas constitucionales de 1992, este órgano se concreta hoy en día en el
Tribunal Supremo Electoral órgano especializado en resolver conflictos Electorales.
Por otro lado, al delimitarse que la exclusión comprende la función electoral se
concibe que esto abarcará todo lo relativo al Derecho Electoral Salvadoreño
considerándolo como uno de los instrumentos concretos para asegurar la aplicación
del principio democrático en el país, entendiendo que las elecciones constituyen el
mecanismo jurídico no solo para la escogencia de los titulares de los órganos
representativos, sino además para que los ciudadanos participen, en alguna medida,
240
en la determinación, ejecución y control de las decisiones políticas a lo largo de todo
el proceso gubernamental516.
El derecho Electoral constituye una parte del Derecho Público que a su vez se
desmiembra del Derecho Constitucional. Los autores apuntan que el Derecho
Electoral goza de autonomía científica y responde a unos principios propios dado su
específico objeto de estudio.
El Derecho Electoral encuentra su cimiento y suporte en la soberanía popular, donde
se pregona que el poder político emanará del pueblo, y será delegado, mediante el
mecanismo del sufragio, en los diferentes funcionarios del Estado.
Así, la Constitución de República proclama en su Art. 86 que el poder público emana
del pueblo y los órganos del Gobierno lo ejercerán independientemente dentro de las
respectivas atribuciones y competencias que establecerán la Constitución y las
demás leyes de la República.
Ahora bien, en la bibliografía científica y en el habla cotidiana conviven dos
conceptos de derecho electoral, uno restringido y uno amplio.
El concepto restringido hace referencia a un derecho subjetivo del individuo de elegir
y ser elegido. Este concepto es de hecho idéntico al de sufragio (voting rights). De
esta manera el Derecho Electoral abarca únicamente aquellas regulaciones jurídicas
que afectan, directa o indirectamente, el derecho de los ciudadanos para influir en la
designación de los órganos representativos. Es decir, en esta acepción el Derecho
Electoral se circunscribe sólo al derecho del sufragio y se limita, por tanto, en su
contenido, a fijar las condiciones jurídicas de la participación de las personas en las
elecciones y de la configuración concreta de este derecho de participación 517.
516
Rubén Hernández Valle, Derecho Electoral Costarricense, Editorial Juricentro, S.A, San José, 2004, Pág. 20
Dieter Nohlen, Sonia Picado, Daniel Zovatto, Tratado de Derecho Electoral comparado de América Latina,
Instituto Interamericano de Derechos Humanos, México, 1998, Pág. 13
517
241
Desde esta perspectiva el derecho Electoral establece quienes son electores,
quienes son elegibles, al mismo tiempo que trata de determinar si el derecho al
sufragio cumple con sus postulados modernos que proclaman que sea universal,
igualitario, directo y secreto.
Por el contrario, el concepto amplio alude al derecho que regula la elección de
órganos representativos. Esta distinción entre dos conceptos no es nueva y puede
hallarse por ejemplo en la clásica obra de Karl Braunias: Das parlamentarische
wahlrecht (Derecho Electoral parlamentario). Bajo esta segunda acepción el Derecho
Electoral abarca todo el conjunto de normas, escritas y no escritas, que regulan la
elección de los representantes o personas para los cargos públicos, así como las
diversas formas de participación Política518.
Desde esta óptica puede decirse que el derecho Electoral es un conjunto de normas
jurídicas que regulan la elección de los órganos representativos y los mecanismos de
participación para influenciar, determinar o controlar las decisiones de los órganos
estatales. La concepción amplia abarca todas las etapas de los procesos electorales,
lo mismo que la regulación de los órganos electorales y sujetos que intervienen en él.
Esta ultima acepción es la que tiene cabida en nuestro ordenamiento y precisamente
será la que quedará excluida del conocimiento de la jurisdicción contencioso
Administrativo
Ahora bien, desde el punto de vista político evidentemente es la práctica del sufragio
lo que permite la conformación democrática de un Estado, de modo que sus órganos
representativos hacen posible la presencia popular y emiten la voluntad de la
518
Dieter Nohlen, Sonia Picado, Daniel Zovatto, Tratado de Derecho Electoral comparado de América Latina,
Instituto Interamericano de Derechos Humanos, México, 1998, Pág. 14
242
comunidad519. En este sentido, para que el proceso electoral se realice de manera
ordenada y democrática, y para que exista control, será necesaria la creación de
instituciones que vigilen las posibles violaciones a las normas electorales,
garantizando que el resultado de las elecciones sea legítimo. Lo anterior resulta
determinante en la vida de un estado, ya que de la correcta estructuración de estas
instituciones depende la estabilidad política del país y la tranquilidad pública. La
historia ha enseñado que las dudas en las elecciones o certezas que el pueblo tenga
sobre la pureza de las elecciones y sus resultados, son determinantes en los
cambios políticos e incluso sociales520.
Dentro de estas entidades encontramos al Tribunal Supremo Electoral órgano al cual
entre otras cosas se le otorga el control de la constitucionalidad y legalidad sobre los
procesos electorales y en general sobre la actividad electoral.
En cuanto a los antecedentes históricos de esta institución fue con la constitución de
1950 que se crea el Consejo Central de Elecciones, sistema que rechaza el
mecanismo de 1886 en el cual las Juntas Departamentales conocían en la elección
de Diputados y la Asamblea Legislativa en la elección de Presidente y VicePresidente de la República. Este Consejo era elegido por la Asamblea.
Este sistema de nombramiento y de integración no llenó las aspiraciones de los
partidos políticos, sobre todo de los grupos políticos opositores, los que con
frecuencia acusaban al Consejo de parcialidad, por lo que en 1983 se producen una
serie de cambios.
La Constitución de 1983 marca una nueva etapa dentro del proceso eleccionario. La
Comisión redactora del proyecto de Constitución al referirse al capítulo relativo al
519
Juan José Solozábal Echevarría, La actuación efectiva del proceso electoral y sus posibilidades, Revista de
Derecho Constitucional, Numero 70, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2004, Pág. 128 y
sigs.
520
Tinetti-Bertrand Galindo y otros, Manual de Derecho Constitucional, Tomo I, Centro de Investigación y
Capacitación Proyecto de Reforma Judicial, San Salvador, 1992, Pág. 1161
243
Consejo Central de Elecciones, se planteó diversas alternativas sobre la
conformación del Consejo. Unos sostenían que debía estar integrado como tribunal
por personas ajenas al quehacer político, otros pensaban que debía estar formado
exclusivamente por representantes de partidos políticos. Se expusieron argumentos
a favor de una y otra tesis, pero la opinión de la mayoría se inclinó en el sentido de
que la integración del Consejo tuviera un fuerte contenido político, no sin descuidar el
aspecto de su imparcialidad; por eso se decidió por integrarlo con representantes de
los partidos con mayor votación y uno electo de entre una terna propuesta por la
Corte Suprema de Justicia. En esta forma los partidos minoritarios no representados
en el Consejo, podrán contar con una mayor garantía de imparcialidad que la que
pueden ofrecerle los representantes de los partidos políticos.
El Consejo Central de Elecciones quedó formado por tres miembros propietarios y
tres suplentes, elegidos por la Asamblea Legislativa, de cada una de las ternas
propuestas por los tres partidos políticos o coaliciones legales que hubieran obtenido
mayor número de votos en la última elección presidencial. El Presidente es el del
partido mayoritario y duraba cinco años en sus funciones.
Con los acuerdos de Paz se ratificaron las Reformas Constitucionales reformándose
el Art. 208 de la siguiente manera: Habrá un Tribunal Supremo Electoral que estará
formado por cinco Magistrados, quienes durarán cinco años en sus funciones y serán
elegidos por la Asamblea Legislativa. Tres de ellos de cada una de las ternas
propuestas por los tres partidos políticos o coaliciones legales que hayan obtenido
mayor número de votos en la última elección presidencial. Los dos Magistrados
restantes serán elegidos con el voto favorable de por lo menos los dos tercios de los
Diputados electos, de dos ternas propuestas por la Corte Suprema de Justicia,
quienes deberán reunir los requisitos para ser Magistrados de las Cámaras de
Segunda Instancia, y no tener ninguna afiliación partidista.
244
El Magistrado Presidente será el propuesto por el partido o coalición legal que obtuvo
el mayor número de votos en la última elección presidencial.
El Tribunal Supremo Electoral será la autoridad máxima en esta materia, sin perjuicio
de los recursos que establece esta Constitución, por violación de la misma.
En cuanto a sus competencias, la constitución de la República no establece en
totalidad las funciones del mismo, por lo que será necesario que nos remitamos a la
ley secundaria para demarcarlas; no obstante siguiendo a Dr.Hernandez 521 Valle sus
atribuciones se pueden agrupar en las siguientes: a) Administrativas b) atribuciones
de control c) consultivas d) jurisdiccionales y e) legislativas.
Según la anterior clasificación en nuestro medio el insigne jurista Salvadoreño Dr.
Albino Tinetti522 desarrolla las atribuciones que le otorga la ley de la manera
siguiente:
a) Atribuciones de administración activa. como la convocatoria a elecciones; el
nombramiento de los miembros de las juntas electorales departamentales, las juntas
electorales municipales y las juntas receptoras de votos; nombramiento del
Secretario General, el asesor jurídico, gerentes, subgerentes, jefes regionales
departamentales o de sección, así como el personal administrativo, y ejercer las
funciones disciplinarias; practicar el escrutinio definitivo de las elecciones
presidenciales, de diputados y municipales; llevar el registro electoral debidamente
actualizado; llevar el registro de partidos políticos inscritos, o coaliciones de
candidatos para Presidente y Vicepresidente de la República; extender las
credenciales correspondientes; y tomar la protesta constitucional a los electos;
realizar actos administrativos para el funcionamiento del Consejo y para el buen
orden de las elecciones; preparar el presupuesto de gastos; administrar los fondos
521
Rubén Hernández Valle, Derecho Electoral Costarricense, Editorial Juricentro, S.A, San José, 2004 Pág. 191
Tinetti-Bertrand Galindo y otros, Manual de Derecho Constitucional, Tomo I, Centro de Investigación y
Capacitación Proyecto de Reforma Judicial, San Salvador, 1992, Pág. 1161
522
245
que le sean asignados y cualesquiera otros recursos destinados a su normal
funcionamiento.
El Tribunal, ya se indicó está bajo la Presidencia de uno de sus miembros, el cual
preside las sesiones del Tribunal, dirige sus debates, lo convoca y lo representa
legalmente. (Esta representación no implica que el Tribunal Supremo Electoral, sea
un organismo autónomo con personalidad jurídica, pues si bien goza de total
independencia funcional y es un órgano especializado técnico y apolítico encargado
de la actividad electoral en El Salvador, sigue enmarcado dentro del Estado
personal).
b) Atribuciones de control. Velar porque se cumplan sus acuerdos y disposiciones;
suspender total o parcialmente las elecciones por el tiempo que se considera
necesario cuando hubieren graves alteraciones al orden público en cualquier
municipio o departamento y designar en su caso la fecha en que aquellas deberán
efectuarse o continuarse total o parcialmente.
c) Atribuciones consultivas. Resolver las consultas que le formulen los organismos
electorales, los representantes de los partidos políticos o coaliciones o cualquier
autoridad competente en orden a mantener el normal funcionamiento del proceso
electoral y de los organismos respectivos. En otros países como Costa Rica
acertadamente se ha introducido como atribución del Tribunal Supremo Electoral la
de dictaminar sobre los proyectos de la ley relativos a materias electorales. Esto es
importante porque es precisamente el Tribunal el que tiene la experiencia necesaria y
el conocimiento suficiente para ponderar si se debe reformar el Código Electoral. De
hecho, tanto el Consejo Central como el actual Tribunal elaboran anteproyectos de
reforma e incluso de códigos electorales completos; valdría la pena que esta consulta
se volviera obligatoria, y que incluso se le diera al Tribunal iniciativa de ley en materia
electoral, desde luego reformando la Constitución.
246
d) Atribuciones jurisdiccionales. Conocer de toda clase de acciones, excepciones,
peticiones, recursos e incidentes que puedan interponerse de acuerdo al Código
Electoral; conocer y resolver de los recursos interpuestos contra resoluciones de las
juntas electorales departamentales, conocer y resolver las peticiones de nulidad de
elecciones y de las peticiones de nulidad de escrutinios definitivos, imponer multas
en forma gubernativa a los infractores que no cumplieren con el Código Electoral,
salvo que se trate de delitos o faltas, las cuales son competencia de los tribunales
comunes.
e) Atribuciones legislativas. el Tribunal Supremo Electoral elabora su reglamento
interno para cumplir con la aplicación del Código Electoral.
No obstante las extensas atribuciones del Tribunal Supremo Electoral, la atribución
que de momento nos interesa es jurisdiccional. Lo anterior en vista que los procesos
electorales tienen el permanente riesgo de que las normas que las presiden puedan
ser quebrantadas por violaciones de diverso signo. Ante esta situación, ha surgido la
justicia electoral que consiste en los procedimientos que se deben realizar para
mantener la transparencia de las elecciones y la pureza del orden jurídico, evitando
por todos los medios las patologías electorales. En América Latina estas situaciones
adquieren especial importancia debido al contexto histórico y estructural de sus
regímenes políticos.
La libre expresión de la soberanía popular, en cuanto elemento nuclear de todo
Estado, debe ser garantizado a través de un sistema electoral que permita el acceso
a la participación política en condiciones de igualdad para todos 523. Puede decirse
que la justicia Electoral es el sistema de medios de impugnación que, previsto en la
Constitución y desarrollado por la ley, tiene como fin garantizar que los actos y
523
Angela Figuereuelo Burrieza, Notas Acerca del Recurso de Amparo Electoral, Revista Española de Derecho
Constitucional, Numero 25, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1989
247
resoluciones
electorales
se
sujeten
invariablemente
a
los
principios
de
constitucionalidad y de legalidad524.
En definitiva la Justicia Electoral se constituye como el conjunto de instituciones,
normas y procedimientos creados por el Estado con el objeto de garantizar la
Legalidad y constitucionalidad de los procesos Electorales, con la finalidad esencial
de otorgar una protección autentica que garantice el derecho a elegir y ser elegido 525.
Como apunta Héctor Fix Zamudio, se ha iniciado una nueva disciplina, el Derecho
Procesal Electoral, que se ocupa del estudio de los instrumentos de solución de los
conflictos que surgen con anterioridad o durante las jornadas electorales y que son
resueltos por organismos administrativos o judiciales526.
Señala Martínez Martín527 que la defensa judicial más importante y necesaria de la
representatividad democrática es la contencioso electoral. Igualmente Mirabeau
aborda el tema del contencioso Electoral expresando que se trata de una de las más
grandes cuestiones políticas que nos hayan sido presentadas528.
En términos generales, son cuatro las modalidades adoptadas por las distintas
legislaciones: en primer lugar, el denominado contencioso político- electoral, en el
que el órgano Parlamentario resuelve los conflictos electorales.
524
Jesús Orozco Henríquez (Coordinador), Sistemas de Justicia Electoral: Evaluación y Perspectivas, México,
1999, Pág. 175
525
Mario Quezada Maldonado, Derecho Electoral Mexiquense, Instituto Electoral del Estado de México, México,
2004, Pág. 79
526
Héctor Fix Zamudio, Teoría de los recursos en el contencioso Electoral, Manual sobre los medios de
impugnación en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, México, 1992
527
A. Martínez Martín, La Jurisprudencia contencioso-Administrativa de las elecciones Municipales generales de
10 de junio de 1987, Revista de Estudios de la Administración Local y Autonómica, Numero 237, Madrid, 1988,
Pág.815
528
Asamblea Nacional, 15 de marzo de 1791, Citado por J. P Charnay, Le controle de la regularicé des élections
parlamentaries, Librairie Générale de Droit et de Juriprudence, Paris, 1964, Pág. 1
248
Un segundo sistema le adscribe el contencioso- electoral a la jurisdicción ordinaria,
como instancia de revisión de los actos de las autoridades electorales. Esta
modalidad la encontramos, entre otros países, en Inglaterra, Canadá, Argentina,
Brasil, México y Paraguay.
El tercer modelo es el denominado contencioso de jurisdicción constitucional, en la
que la materia se atribuye justamente a la jurisdicción constitucional. Los casos más
ilustres son los de Austria por influencia de Hans Kelsen y el Tribunal Constitucional
Federal Alemán, que tiene una Sala especializada en materia electoral. También en
Francia y España se confiere a los respectivos Tribunales Constitucionales la
potestad de resolver en última instancia los conflictos que surjan en materia electoral.
Finalmente, tenemos el sistema mixto, que es una creación propia de América
Latina, en la cual se asigna la resolución de los conflictos electorales a órganos
especializados, que pueden revestir naturaleza administrativa o jurisdiccional.
Verbigracia, las Cortes Electorales Uruguayas y chilenas así como sucede Costa
Rica y El Salvador.
La competencia en materia contenciosa electoral es asignada en la mayoría de los
países latinoamericanos a tribunales electorales especializados y surgen como una
respuesta de la región a la necesidad de salvaguardar la naturaleza jurisdiccional de
la función de juzgar las elecciones, sin exponer al respectivo Poder Judicial o, al
menos, a su respectiva Corte Suprema de Justicia a los recurrentes cuestionamiento
y asechanzas político-partidistas529.
En El Salvador, en vista de la existencia de una jurisdicción especializada que
conoce sobre conflictos de derecho Electoral, no cabe iniciar una acción contencioso
Administrativo por actos que emanen ya sea del Tribunal Supremo Electoral y demás
529
Jesús Orozco Henríquez (Coordinador), Sistemas de Justicia Electoral: Evaluación y Perspectivas, México,
1999, Pág. 52
249
organismos electorales debido a que los temas de organización de comicios o
partidos políticos, sufragio y demás temas relacionados con la el derecho electoral
serán sustanciados por el órgano que constitucionalmente se ha configurado para
dichos efectos, quedando excluido del control de la Sala de lo Contencioso
Administrativo.
CONFLICTOS SOBRE CONTRATOS ADMINISTRATIVOS
Una de las materias que han quedado favorablemente excluidas del Contencioso
Administrativo es lo referente a los contratos administrativos. Efectivamente el Art.
161 de la Ley de Adquisiciones y Contrataciones de la Administración Pública, en los
sucesivo LACAP, es suficientemente clara cuando dispone que la resolución de las
diferencias y controversias que surjan por la ejecución de los contratos celebrados
bajo esa normativa se verificará mediante la observancia de los procedimientos
establecidos en el Capítulo I del Título VIII de dicha Ley, especialmente el Arreglo
Directo y el Arbitraje.
Por su parte el Art. 25 inciso 2º. de la Ley de Mediación, Conciliación y Arbitraje, en
lo sucesivo LMCA, establece como mecanismo de solución de conflictos el Arbitraje
para los contratos que las corporaciones de derecho público salvadoreñas celebren
con nacionales o extranjeros, lo que denota indubitablemente la voluntad del
Legislador de establecer el Arbitraje como un mecanismo de solución de conflictos
con sanción legislativa e institucional.
La doctrina es cada vez más proclive a admitir el carácter obligatorio del Arbitraje, en
atención a sus virtudes de celeridad, agilidad y antirritualismo, que lo vuelve
preferible ante el medio de resolución de conflictos por antonomasia que es el
proceso judicial. Se trata de un fenómeno de institucionalización de un medio que ha
tenido carácter hasta hace poco de voluntario y eventual.
250
El espíritu de estos medios responde a exigencias advertidas con intensidad en la
realidad administrativa. Así, prestan una mayor flexibilidad respecto del proceso
jurisdiccional, y se configuran como procedimientos desestructurados, no lastrados
por formalismos y rigideces procedimientales.530
A este respecto don Enrique Véscovi531 en su ”Teoria General del Proceso”al
referirse al Arbitraje expone: ―Generalmente encierra la sumisión voluntaria de las
partes, quienes, a menudo, también lo eligen libremente. Hay casos de excepción, de
arbitraje obligatorio. Así como también hay órganos permanentes de arbitraje, no
elegidos para el caso concreto por las partes (tribunales, cámaras, etc.).‖
Los Arbitrajes tienen por fuente el Acuerdo entre las partes en conflicto así como a la
Ley.
En la primera fuente, el Acuerdo de las partes, se traduce en una cláusula
compromisoria, llamado ahora en la LMCA Convenio Arbitral, en virtud del cual las
partes aceptan llevar el conflicto al conocimiento y decisión de Árbitros. El Art. 29
LMCA dispuso las formalidades que deben acompañar al Convenio Arbitral, el que
deberá constar por escrito y adoptar la forma de una cláusula incluida en un contrato
o la de un acuerdo independiente.
También el precepto legal citado reconoce que el Convenio Arbitral puede
formalizarse por intercambio de cartas o de cualquier otro medio de comunicación o
correspondencia que inequívocamente deje constancia documental de la voluntad de
las partes de someterse a Arbitraje, situación que también es reconocida por el
Derecho comparado532.
530
Alfonso Masucci, El Procedimiento de Mediación como medio alterno de resolución de litigios
Administrativos, Revista de Administración Pública, Numero 178, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2009, Pág. 13
531
Ver Enrique Véscovi, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa Fé de Bogotá, 1999.
532
Francisco González de Cossío, Arbitraje, Editorial Porrúa, México, 2004, Pág. 64
251
En estos casos siempre existe un acuerdo de voluntades orientado a dirimir los
conflictos presentes o futuros mediante el Arbitraje.
En la segunda fuente del arbitraje, la Ley, la voluntad de resolver los diferendos entre
las partes involucradas proviene no del acuerdo de las partes en conflicto, sino de la
Ley533.
Así sucede en la situación prevista en el Art. 66 del Código de Comercio, tratándose
de los conflictos que surgieren entre los socios de Sociedades de personas, con
respecto a la interpretación del contrato social o con motivo de negociaciones
sociales, y si los socios nada hubieren dispuesto sobre la forma de resolverlos, se
encomendara su decisión a los Tribunales comunes o a Tribunales Arbítrales. En
tales circunstancias, ante la carencia de acuerdo entre las partes, la Ley suple la
voluntad de las mismas y determina que los conflictos serán resueltos mediante la
decisión de Árbitros534. Si aplicásemos la regla general, para dirimir tales conflictos,
sería atribución de los Tribunales comunes, sin embargo, no es ésta la decisión que
adoptó el Legislador, que dispuso que fuesen Tribunales Arbítrales.
Otro caso de Arbitraje establecido por la Ley lo encontramos en el Art. 515 del
Código de Trabajo, que dispone que cuando surgen conflictos laborales de carácter
económico que afecten a empresas o centros de trabajo que prestan un servicio
esencial a la comunidad, se impone el Arbitraje a las partes en conflicto para evitar la
interrupción del servicio o para su restablecimiento lo más pronto posible. Ante el
peligro que un conflicto de trabajo supone para un servicio esencial, debidamente
calificado por el Juez competente, tomando en cuenta las circunstancias de cada
caso y los parámetros que el mismo Art. 515 señala, el Arbitraje no depende de la
voluntad de las partes contendientes, sino que el legislador impone ese mecanismo,
en consideración al bienestar colectivo.
533
534
Enrique Véscovi, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa Fé de Bogotá, 1999.
Enrique Véscovi, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa Fé de Bogotá, 1999.
252
En el caso de los contratos administrativos, la doctrina acepta que la administración
pública someta a arbitraje los aspectos técnicos, pecuniarios o financieros de los
contratos que celebre con particulares u otros entes nacionales e internacionales,
siempre que no se discutan cuestiones de orden público y con tal que se establezca
ese mecanismo por Ley, Tratado o en cláusula compromisoria535.
Al efecto, don Héctor Jorge Escola536 dice: ―Repetimos que el arbitraje, en relación
con los contratos administrativos y dentro de los límites en que procede, podrá
resultar de disposiciones de Leyes generales o especiales que lo autoricen, o
también, sin necesidad de ninguna autorización legal, cuando la administración lo
haya pactado en el mismo contrato o aún posteriormente.‖
La Ley también opera, como fuente de jurisdicción arbitral, respecto de los contratos
administrativos regulados por LACAP, que en su Art. 161 manda que los conflictos
derivados de la ejecución de los contratos indicados sean resueltos observando el
procedimiento establecido en el Capítulo I, denominado Arreglo Directo y Arbitraje,
del TITULO VIII que lleva el nombre de SOLUCION DE CONFLICTOS, en particular
el Arreglo Directo y el Arbitraje de Árbitros Arbitradores.
Esta disposición legal (Art. 161 LACAP), no suple la voluntad de las partes sino se
las impone, debido a que tratándose de conflictos que derivan de contratos
administrativos debe privar la celeridad, con el propósito de que no se paralicen o
suspendan las actividades del Estado o de los Entes Oficiales Autónomos, lo que
provocaría graves e irreversibles daños a la colectividad. Los conflictos en los
contratos administrativos, surgen en los inicios del contrato, en su desarrollo y en su
finalización, por lo que la prontitud en la resolución de los diferendos resulta ser un
objetivo prioritario.
535
Rafael Bielsa, Derecho Administrativo, Tomo V, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1957, Pág. 539
Héctor Jorge Escola, Tratado Integral de Contratos Administrativos, Volumen I, Editorial Depalma, Buenos
Aires, 1977
536
253
Un proceso llevado al conocimiento y decisión de los Tribunales comunes, en
materia de contratos administrativos, en que la tramitación es lenta y las decisiones
son objeto de múltiples recursos ordinarios y extraordinarios, dilataría por muchos
años la decisión de las diferencias contractuales, no así tratándose de Tribunales
Arbítrales que dirimen los conflictos en un plazo que por regla general no excede de
tres meses, de esta decisión solo podría interponerse el recurso extraordinario de
nulidad, que tiene causas expresas para su procedencia y al que la Ley otorga al
Tribunal respectivo el plazo de un mes para su resolución, pena de caducidad 537.
(Art. 70 LMCA).
Por tales razones el Legislador atribuyó la jurisdicción y competencia para resolver
los conflictos de los contratos administrativos, una vez celebrada una etapa anterior
denominada Arreglo Directo, a Tribunales Arbítrales y no a la justicia ordinaria.
El Art. 161 LACAP sentó de forma indubitable la voluntad legislativa de que las
diferencias que surgieren durante la ejecución de los contratos regulados en dicho
cuerpo normativo se deberían resolver en particular mediante el Arreglo Directo y el
Arbitraje, lo que se justifica más que en ninguna otra materia.
Los detractores de la posición antes expuesta, se amparan en el Art. 165 LACAP
centrando lo esencial de su argumentación en la frase “podrá” recurrirse al Arbitraje,
lo cual atribuiría al Arbitraje la calidad de potestativo y no preceptivo, dejando al
acuerdo de voluntades la celebración del Arbitraje, ya que si una de las partes no
está de acuerdo éste sería improcedente.
Sin embargo, el Art. 165 debe interpretarse dentro del contexto de toda la LACAP y
en particular de lo establecido en su Título VIII denominado SOLUCION DE
CONFLICTOS, las que servirán para ilustrar el sentido de cada una de sus partes, de
537
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 15
254
manera que haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía a tenor de lo
dispuesto en el Art. 22 del Código Civil, de tal forma que el Art. 161 sienta las bases
o cimientos, que luego son desarrolladas en el resto del articulado. En consecuencia,
el Capítulo I, en el Art. 161 determina la regulación genérica de la Solución de
Conflictos, dentro de las que se encuentra la institucionalización por Ley del Arreglo
Directo y del Arbitraje, como únicos medios para solucionar los conflictos en materia
de contratos administrativos.
Desde esta perspectiva el verbo “podrá”, se entiende que debe ser empleado no
para denotar la necesidad de un acuerdo arbitral, sino para razonar que la iniciación
del Arbitraje queda librada a la decisión y voluntad de la parte que inició el Arreglo
Directo, debido a que no existe deber ni obligación de orden legal de deducir la
pretensión, en la instancia arbitral.
Además en la LACAP, en el artículo que venimos analizando, el sujeto al que se le
atribuye la acción del verbo, necesariamente se refiere a la persona que inició el
Trato Directo y que a su discreción se encuentra habilitada para incoar acción en un
Proceso de Árbitros Arbitradores. En este sentido la voluntad de la persona contra
quien se dirige el Arbitraje resulta totalmente irrelevante, porque ya se dieron las
condiciones o circunstancias de hecho para su procedencia, como es haber agotado
el Arreglo Directo sin resultados.
En el contexto del articulado del TITULO VIII SOLUCION DE CONFLICTOS, el
convenio arbitral resulta absoluta y completamente ajeno. La Ley aborda su temática
sin que explícita o implícitamente se refiera al Convenio Arbitral.
Planteadas así las cosas, un punto debatido reiteradamente en estos casos es la
posibilidad de renunciar a la sede arbitral para someter las controversias al
conocimiento de los tribunales comunes.
255
Lo anterior surge de la repetida práctica de las administraciones en que obligan a los
particulares a renunciar al Arbitraje forzoso.
Llama la atención, como frecuentemente se realiza la invocación a la equidad y
moralidad, para la renuncia de la cláusula Arbitral, argumentándose que esta
renuncia al Arbitraje no es inconstitucional, sino mas bien el ejercicio del derecho de
libertad y voluntad del contratista de establecer la forma de dirimir sus conflictos,
pues al no haber consultado o esgrimido nota alguna al respecto durante el proceso
de contratación, y al haber firmado el contrato en los términos expuestos expresó su
voluntad de someterse a la competencia de los Tribunales Comunes y por ello no
existe vicio de inconstitucionalidad pues ha intervenido una voluntad expresa del
contratista en la oferta y en el contrato de mérito.
El Código de Napoleón, que el nuestro rinde pleitesía, postula un tipo de contrato
negociado en que operan ofertas y contraofertas, en que el texto del contrato resulta
del fruto de largas tratativas y conversaciones preliminares538. En definitiva, lo que
los Catedráticos que nos formaron denominaban regateo jurídico. De allí que el
contenido de las cláusulas contractuales resultaba de la elaboración en común de las
personas a las que el contrato afectaba539.
Al respecto en su Obra Colectiva Carlos Alberto Soto 540, en un trabajo denominado la
Transformación del Contrato: Del Contrato Negociado al Contrato Predispuesto,
afirma que: ―El contrato tradicional que crea relaciones contractuales nace del
consentimiento libre entre dos o más partes perfectamente identificadas (oferentes y
aceptantes), y existe la participación de ambas en la elaboración del contenido
contractual.
538
C. Máximo Bianca, Derecho Civil III, Contratos, Universidad del Externado de Colombia, Colombia, 2007,
Pág. 23 y sigs
539
C. Máximo Bianca, Derecho Civil III, Contratos, Universidad del Externado de Colombia, Colombia, 2007,
Pág. 27 y sigs
540
Carlos Alberto Soto y Otros, Contratación Contemporánea, Editorial Temis, Bogotá, 2000, Pág. 369
256
Tengamos presente, que el contrato durante el siglo XIX fue la expresión de la
libertad individual más absoluta, siendo la autonomía privada la piedra angular de la
contratación y de toda la ideología liberal imperante. Al respecto, los historiadores
Ourliac y De Malafosse señalan que la evolución del Derecho Privado a partir del
siglo XVI supone una exaltación de la autonomía de la voluntad y, por ende, la
sociedad civil sólo reposaba sobre convenciones541.
Actualmente el panorama de la contratación ha seguido un sesgo diferente,
especialmente en materia de contratación pública. Los contratos ya no los formulan y
redactan las partes en forma conjunta, hoy el contrato resulta predispuesto
unilateralmente por uno de los contratantes con anticipación al acuerdo de
voluntades. El contrato dejó de ser consecuencia de la libre voluntad y discusión de
las partes y ha devenido ni más ni menos que en la adhesión a las cláusulas predispuestas de uno de ellos, el que ostenta mayor poder económico ó político. La
forma nueva de contratación, estadio superior a la contratación paritaria ó negociada,
fue bautizada con la denominación de Contrato de Adhesión por el Jurista Francés
Raymond Saleilles en 1902, en su obra ―Declaración de Voluntades‖ en la que
afirma: ―indudablemente hay contratos y contratos (…) Existen unos pretendidos
contratos que no tienen de tales más que el nombre, y cuya construcción jurídica
está aún por hacer; (…) se les podría llamar, a falta de otra denominación más
adecuada, contratos de adhesión, en los cuales se da un predominio exclusivo de la
voluntad de una de las partes contratantes actuando como voluntad unilateral, la cual
dicta su ley no ya sólo a un individuo, sino a una colectividad indeterminada, y que se
vincula por anticipado, unilateralmente, salvo la adhesión de quienes deseen aceptar
su lex contractus y entrar a formar parte de este acuerdo ya creado por sí mismo542.‖
541
Pual Orliac y de Malafosse, J. Histoire du Droit privé. 1/Les obligations. Presses Universitaires de France,
Paris, 1969, Pág. 114
542
Raymond Saleilles, De la déclaration de volunté, contribution a l´étude de l´acxte juridique dnas le Code Civil
allemand (Art.116 á 114). Librairie Générañe de Droit et Jurisprudente, París, 1929, Nº 89, citado por Juan Carlos
Rezzónico, Contratos con cláusulas predispuestas. Condiciones Negociales Generales, Editorial Astrea, Buenos
Aires, 1987, Pág. 205
257
El Contrato Administrativo en El Salvador viene siendo una suerte de Contrato de
Adhesión543. Quien dispone contratar con el Estado sabe de antemano que se
encontrará sometido a vicisitudes é inconvenientes que no puede cambiar y que la
adjudicación y subsecuente contratación será el mejor y mayor logro. Eso lo conocen
al detalle aquellos que habitualmente contratan con el Estado. De lo contrario se
vuelve necesario salir del negocio.
Decir que el Contratista tuvo libertad de negociar ó discutir esta renuncia supone un
desconocimiento completo de la realidad salvadoreña.
Ripert, conocido civilista francés, acuerda que: ―La buena fe representa un punto de
contacto entre el Derecho y la moral (…)‖. Concluye significando: ―La buena fe debe
manifestarse en la celebración del contrato por la convicción y sinceridad (buena fe
creencia) con que las partes realizan las negociaciones o tratativas previas, así como
por la honestidad y rectitud de intenciones respecto al compromiso que contraen
(buena fe probidad) y en su interpretación y ejecución por el cumplimiento de las
leyes de la fidelidad y del honor (buena fe lealtad)544.‖
También cabe señalar que las cláusulas abusivas existentes en la contratación no
solamente parten de la censura a la falta de la buena fe, sino también del abuso de la
posición dominante, que no aplica solamente a la materia del derecho de
competencia, sino también a las relaciones jurídicas derivadas de contratos
predispuestos, en que una de las partes posee una fortaleza económica ó política
muy superior a la otra. El abuso de la posición dominante no hace más que trasladar
las teorías moralistas del abuso del derecho a las relaciones contractuales.
543
Víctor M. Castrillón y Luna, Contratos Mercantiles, Editorial Porrúa, México, 2002, Pág. 64
Jorge Bustamante Alsina, La Autonomía de la voluntad la fuerza obligatoria del contrato y el principio de la
Buena fe, Homenaje a Marco Aurelio Risolía, Editorial Abelado-Perrot, Buenos Aires, 1997, Pág. 1997
544
258
En este sentido el colombiano Jorge Pinzón Sánchez545, sostiene que: ―Dicha noción,
en primer lugar, permite aplicar los razonamientos y principios ya decantados a
propósito del abuso del derecho en el caso de los contratos cuyo contenido se
determina con referencia a condiciones de contratación que incluyan cláusulas
«abusivas» en contra del adherente, imposición que en si misma constituye un
aprovechamiento abusivo de su posición de preeminencia, como también es abusivo
el ejercicio de las prerrogativas (derechos) derivadas de ellas. Así, una de las
ventajas retóricas que ofrece la utilización de la expresión cláusulas «abusivas»en el
auditorio jurídico actual, es que permite calificar la conducta o posición que conduce
a imponerlas, así como la forma en que se aplican tales cláusulas, previa una
valoración del proceso contractual precontractual y contractual; dicha valoración
impone una hermenéutica de la acción humana –que no se agota en el simple
análisis semántico y filológico de las cláusulas escritas por las partes-, ejercicio
interpretativo éste que es muy familiar para los penalistas -piénsese en el examen de
un supuesto exceso o «abuso» cometido en ejercicio de la legítima defensa- y que
resulta indispensable también en el derecho privado, como es evidente en el campo
de la responsabilidad civil.‖
El Estado actúa premunido de su calidad de ente soberano que en ningún momento
le autorizaba a la inmoderación, falta de mesura y aprovechamiento injusto de
ventajas que sólo habría obtenido mediante la imposición, abuso y desbordamiento
de poder, nunca fruto de negociaciones ó acuerdos libremente tomados.
Ocupando frases C. Máximo Bianca546, el abuso del derecho trata ―la exigencia de
evitar una sujeción injustificada de una parte al arbitrio de la otra en la determinación
de la relación‖.
545
Jorge Pinzón Sánchez, Las Condiciones Generales de La Contratación y Cláusulas Abusivas, Editorial Civitas,
Madrid, 1996, Pág. 329
546
C. Máximo Bianca, Derecho Civil III, Contratos, Universidad del Externado de Colombia, Colombia, 2007,
Pág. 373
259
El Estado, en carácter de tutelador y guardián de los intereses de la Sociedad, no
debería recurrir al ingenuo argumento que el contrato se celebró voluntariamente y
que al mismo tiempo se incorporaban las condiciones generales del contrato.
Existen para el Estado principios y valores que deben respetarse 547. Si esto no fuese
así, el sistema jurídico de protección al consumidor se desvirtuaría y se aplicaría con
toda su crudeza y crueldad la autonomía de la voluntad en su versión formal y
cualquier abuso de la libertad contractual tendría visos de legalidad y legitimidad,
renunciándose a los valores de justicia y equidad que deben privar en las relaciones
jurídicas, especialmente en las contractuales.
En definitiva, el régimen de las cláusulas abusivas, tiene su arraigo en el Principio
General del Derecho de la Buena Fe (Parte del contenido de la justicia que recoge el
Art. 1º. de la Constitución) que pretende frenar el abuso del poder de reglamentar el
contrato. El poder de imposición de cláusulas se limita en aras de la equidad y buena
fe.
En la Ley de Protección al Consumidor, el Estado asume y hace suyos cierto tipo de
valores y principios de carácter constitucional y los adapta a las relaciones
contractuales. Tal adopción no es transitoria y menos parcial, tales principios y
valores deben irrigarse íntegramente a todas las relaciones jurídicas que el Estado
regule o se encuentre sujeto.
La percepción de que principios y valores sólo aplican a los particulares se verificaría
bajo la óptica totalmente inaceptable y que puede resumirse a que todos están
obligados a conducirse según los postulados de la buena fe, menos el Estado. En un
estado de derecho no pueden predicarse tales conclusiones. El poder no todo lo
puede se encuentra limitado a lo honesto, justo y conveniente.
547
Juan Carlos Cassagne, Estudios de Derecho Público, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1995.
260
Se ha deslizado el argumento que la renuncia del Arbitraje carece de tinte abusivo, al
estimar que: ―abusivo sería vedar toda jurisdicción para resolver sus conflictos‖,
luego con una desfachatez que pasma, se concluye que ―no es el caso‖, debido a
que los particulares disponen de los tribunales comunes para hacer efectivos sus
reclamos. En definitiva, se busca hacer creer la infantil idea que la renuncia a la sede
arbitral es intranscendente y no causa daños.
Con relación al tiempo el maestro Couture llegó a sostener que: ―en el procedimiento
el tiempo es algo más que oro: es justicia. Quien dispone del tiempo tiene en sus
manos las cartas del triunfo‖. En este sentido sostiene que el reconocimiento tardío
de los derechos es una burla y con frecuencia, además, una crueldad. A
consecuencia de ello no es lo mismo el pago de Cien Dólares este día que el pago
de igual cantidad dentro de cinco años o más. El poder adquisitivo del dinero
disminuye cada día por efecto de la inflación, fenómeno inevitable en nuestras
sociedades.
Con justificada razón Alejandro Nieto mantiene la posición de que: ―a quien no pagan
sus deudores quiere cobrar a todo trance y pronto, aunque sea menos de lo debido,
puesto que la falta de líquido puede producir su ruina y de poco le valdrá luego una
sentencia generosa si ya no puede recuperarse 548.‖
Pero bien, la renuncia al Arbitraje no es para ambas partes, el Estado nunca ha
promovido o iniciado Arbitrajes, ni lo va a hacer, sería tonto de su parte.
El Estado no necesita Arbitraje alguno, que lo someta al riesgo de que la decisión
quede a terceros, imparciales é independientes como son los Árbitros.
Lo anterior lo puede evitar con suma facilidad. Las prerrogativas que le confiere
LACAP, lo autoriza y así lo hace, que ante un incumplimiento contractual imponga
548
Alejandro Nieto, El Desgobierno Judicial, Editorial Trotta, Madrid, 2005, Pág. 37
261
sanciones administrativas severas. Las bases establecen multas hasta de Dos Mil
Dólares diarios y en casos más graves la terminación del contrato con
responsabilidad para el contratista, léase caducidad. Todo esto se tramita ante la
propia administración que al mismo tiempo tiene la decisión final. Tiene el carácter de
Juez y parte ¿Cómo podría perder?
En situación diferente se ubica el contratista que puede inconformarse por la manera
en que el Estado cumple con sus obligaciones y pretende hacer efectivos sus
reclamos. El contratista tiene que instaurar en todos los casos un verdadero proceso,
pero existe una gran diferencia en la tramitación y decisión del reclamo, puesto que
tanto en sede arbitral como en los tribunales comunes el laudo o la sentencia la
pronuncian juzgadores imparciales é independientes.
No obstante, en la jurisdicción Arbitral aún cuando resulte más onerosa, el contratista
puede ver satisfechas sus pretensiones a corto plazo, noventa días de acuerdo a la
Ley de Mediación, Conciliación y Arbitraje, y la influencia y presión del Estado sobre
los Árbitros, si bien puede existir puede resistirse sin mayores inconvenientes. Los
Árbitros no viven del erario público.
Diversa situación se vive en los tribunales comunes en que los procesos por la mora
judicial dilatan no tres meses y si estos se convierten en años sería la gloria para los
justiciables. Los procesos judiciales tardan en promedio más de cinco años, con el
riesgo que sean más, nunca menos, debido a que la ley articula recursos
ordinarios(Revocatorias y apelaciones) y extraordinarios (Casación).
No es necesario tener un coeficiente intelectual de nivel superior al promedio, para
advertir que el propósito del Estado al enviar los reclamos a la jurisdicción común es
que en caso de pagar los reclamos del contratista, tendrá un plazo mayor para ellos,
lo que no deja de representar un beneficio a su favor, en perjuicio del contratista. En
esto estriba la maniobra. El contratista aún cuando le paguen siempre sufriría una
262
pérdida real, recibiendo aún la misma cantidad adeudada pero depreciada, sin el
mismo poder adquisitivo.
Con ello los titulares del Estado habrán terminado su período y gozarían de
impunidad ya que pocos recordarían sus yerros y desatinos, cinco años después en
que el conflicto se resuelva, período de caducidad en la investigación de la Corte de
Cuentas de la República.
La conducta del Gobierno y Estado de El Salvador al imponer ó forzar la renuncia al
Arbitraje, no puede considerarse ejemplar y edificante, digna de admiración, respeto
e imitación, en fin, respetuosa de la buena fe y la moralidad.
Lo fundamental e irrefutable si el arbitraje tiene carácter voluntario es que no se
justifica la incorporación de una renuncia. Si el arbitraje hubiese sido facultativo o
potestativo, habría bastado esperar la demanda y oponerse a ella por falta de
cláusula arbitral, pero no, se busca la renuncia debido a que se tenía plena
convicción de su obligatoriedad.
El Estado y Gobierno de El Salvador acepta arbitrajes en ausencia de renuncia.
Nunca, ha habido una negación estatal al arbitraje ante la falta de renuncia. Esto
despeja las pocas dudas acerca del carácter forzoso o preceptivo del arbitraje.
El invento de la renuncia arbitral fue concebido en virtud de su carácter forzoso.
Por otro lado, la regulación en LACAP de la solución de conflictos a través del arreglo
directo y del arbitraje tiene sentido y justificación, cuando éstos ostentan el carácter
preceptivo, no requiriendo este último cláusula compromisoria, porque las partes al
celebrar un contrato administrativo se encuentran sabedoras de que las disputas que
entre ellos surgieren, durante la ejecución de los contratos administrativos,
únicamente pueden resolverse mediante el arreglo directo y el arbitraje.- En otro tipo
263
de conflictos ajenos al derecho público, las partes para recurrir al arbitraje requieren
pacto expreso.-
Que necesidad tenía LACAP de incorporar la regulación del arreglo directo y el
arbitraje en materia de contratos administrativos, si éste tenía el carácter de
voluntario, según lo preceptuado en el Código de Procedimientos Civiles y Código de
Comercio, que poseían un articulado completo respecto al origen del arbitraje y su
procedimiento.- Las reglas de LACAP tienen el propósito cierto de volver mas
expeditos y rápidos la solución de conflictos referentes a los contratos
administrativos.-
Obsérvese que el capítulo relativo a la solución de conflictos contenido en LACAP,
omite consideración a reglas de procedimiento y más bien se centra en la
operatividad del trato directo y el arbitraje, tomando al primero como presupuesto
procesal del segundo, circunscribiendo la jurisdicción arbitral a los puntos debatidos
en el trato directo, siguiendo la secuencia establecida en el Código de Trabajo en
que el arreglo directo debe preceder al arbitraje.- El Art. 480 del Código de Trabajo
así lo obliga.-
La única disposición legal que arregla lo relativo a la renuncia de los derechos
conferidos en las leyes, se ubica en el Art. 12 del Código Civil que a la letra dice:
―Podrán renunciarse los derechos conferidos por las leyes, con tal que sólo miren
al interés individual del renunciante, y que no está prohibida su renuncia‖.
Las renuncias también se vinculan y relacionan a los valores y principios
constitucionales que no pueden vulnerarse a través de las mismas.-
El Código Civil prescribe la regla de que la renuncia de los derechos opera
solamente cuando éstos solo miran o toman en consideración el interés particular del
renunciante. Su observancia resuelve la mayoría de problemas.
264
Por regla general los derechos patrimoniales, los de contenido económico, son
susceptibles de renuncia, pero aún en ellos las legislaciones modernas establecen
excepciones como en materia laboral, de inquilinato y recientemente en la mercantil,
la Ley de Protección al Consumidor simboliza un buen ejemplo.-
En otras áreas como familia y en general en los denominados derechos sociales se
impide la renuncia vía general.-
En estas secuencias la doctrina y la jurisprudencia son contestes que en materias
pertenecientes al área de orden público existe imposibilidad jurídica de renuncias a
los derechos incorporados a las leyes que lo contiene.- Lo anterior con más razón se
aplica a las leyes de derecho público.- Tal es el caso de los Contratos
Administrativos y el Contrato de Obra Pública es una suerte de ellos, cuya
reglamentación se encuentra en LACAP y se adscribe sin lugar a dudas el Derecho
Público.
En consecuencia sus instituciones no parten del interés del contratista ni del Estado,
sino de los intereses colectivos producto de la suma de la mayoría de los intereses
individuales.- Ni el contratista ni mucho menos el Estado se encuentran habilitados a
la renuncia del orden contractual que diseña la ley.-
En aplicación a lo anterior la renuncia al arbitraje no es viable desde el punto de vista
jurídico.- El arbitraje no se ha establecido en beneficio ni del Estado ni de los
Contratistas, sino de los intereses públicos colectivos.-
A la comunidad le interesa la ejecución normal y en tiempo de las obligaciones por
parte del Contratista porque de esa manera encuentran satisfacción los intereses
públicos.-
265
Recuérdese también que el Contrato Administrativo se ha convertido en una técnica
de colaboración de los particulares con la Administración, en materia de suministros,
servicios públicos, obras públicas, etc. Quien contrata con la administración no es un
contratista ordinario, sino un colaborador que coopera en la ejecución de cometidos
públicos, aún actuando en situaciones de subordinación económico-jurídica respecto
de las entidades estatales549.
Sobre la colaboración de los administrados, que hemos apuntado, el Tratadista
Argentino Roberto Dromi 550 asevera que: ―La colaboración, si bien se da en grados
variables, implica siempre un doble orden de consecuencias, a saber: uno a cargo
del contratista, que exige el máximo esfuerzo, diligencia y capacidad técnica, y otro a
cargo de la Administración, en cuanto debe concurrir en auxilio del contratista,
incluso fuera de los casos previstos en las leyes o en las cláusulas de los contratos.‖
En este sentido existe un elemento político que conduce a brindar la prevalencia al
interés general, que se traduce en una serie de prerrogativas a las que recurre el
Estado para asegurar y garantizar la continuidad y terminación regular del contrato.
La continuidad expresada, se funda en la finalidad propia del contrato administrativo:
la satisfacción del interés público. Se complementa con el espíritu de colaboración
que rige en la contratación pública y que se exterioriza en el obligado entendimiento
de las partes para superar y obviar todos los obstáculos que se opongan o atenten
contra el cumplimiento eficiente del vínculo contractual.
Toda cuestión vinculada a la ejecución del objeto del contrato debe resolverse con
―sujeción al criterio de continuidad‖. Los contratos administrativos deben cumplirse y
549
550
Juan Carlos Cassagne, El Contrato Administrativo, Editorial LexisNexis, Buenos Aires, 2005
Roberto Dromi, Licitación Pública, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1995
266
ejecutarse conforme al interés público que exige que esa ejecución sea
ininterrumpida o continuada. Es parte inseparable de la buena fe contractual. 551
Los documentos contractuales, en especial el Contrato, establecen las bases y
condiciones a que las partes recíprocamente se someten con el propósito de brindar
satisfacción a los intereses públicos, mediante el cumplimiento de la prestación
objeto del contrato.
En el curso de la ejecución del contrato pueden concurrir hechos, eventos o aparecer
obstáculos que impidan o dificulten severamente su cumplimiento, alterando las
condiciones y términos originalmente previstos y que tornan ineficaces las
previsiones contractuales, por lo que si se quiere dar debido cumplimiento a la obra
pública pactada, se impone y exige un replanteo de las condiciones que se tuvieron
en consideración y que dieron pauta al acuerdo de voluntades, que generaron las
obligaciones contractuales. El contrato debe mantener su vigencia, se debe
conservar para dar satisfacción al bien común, pero en un entorno técnico financiero
distinto al original, porque el cumplimiento del contrato en las condiciones
originalmente pactadas conlleva el sacrificio de legítimos derechos legales y
constitucionales del contratista552.
Por ello Dromi 553 sostiene que: ―Ello es así por cuanto en los convenios de la
Administración la letra del contrato y su instrumentación, no pueden constituirse en
un obstáculo insalvable para el logro del fin último, la función-fin, el interés y el
bienestar general, tenido en miras en el momento de su celebración.
551
Roberto Dromi, Renegociación y Reconversión de los Contratos Públicos, Ediciones Ciudad Argentina,
Buenos Aires, 1996.
552
Raúl Enrique Granillo Ocampo, Distribución de los Riesgos en la Contratación Pública, Editorial Astrea,
Buenos Aires, 1990
553
Roberto Dromi, Renegociación y Reconversión de los Contratos Públicos, Ediciones Ciudad Argentina,
Buenos Aires, 1996.
267
La renegociación y la reconversión buscan de este modo mantener o restablecer la
eficacia y la vigencia del contrato público.‖ Luego agrega: ―Cuando el contratista
interrumpe por justa causa la ejecución contractual, la Administración Pública debe
hacer uso de todos los medios que permitan lograr su cumplimiento, su ejecución, su
continuidad, y no su rescisión. Lo que importa en vista del interés general, es que el
contrato se cumpla. Por ello la Administración Pública deberá extremar sus recursos
para evitar la rescisión. El principio de ―continuidad‖ se explica también como
―defensa‖, ―conservación‖ o ―permanencia‖ del contrato. La última ratio es la
resolución o la rescisión del contrato, porque significa volver a empezar, porque el
interés público no se detiene, no se suspende, no se paraliza; ergo, la prestación
debe continuar.‖
Así, el Art. 161 prevé el arbitraje dirigido a resolver controversias que se susciten
durante la ejecución de los contratos, lo que entraña la posibilidad de que sea en sus
inicios, mediados o finales que tengan que dirimirse.-
Cuando ocurren en etapa temprana o cuando falta mucho para su terminación, el
riesgo que el contrato quede sin concluir se acrecienta, mientras no se encuentra
solución, no lo quiere ni lo desea el Estado, razón por la cual pretende evitarlo.- No
puede esperarse hasta que el conflicto encuentre solución a largo o mediano plazo,
debe ser corto.- Recorrer todas las etapas del procedimiento común, que por lo
general dilata por más de cinco años, traería perjuicios a ambas partes contractuales
y la colectividad no sentiría su efecto.-
Los intereses públicos requieren celeridad en la solución de los diferendos para que
le ejecución del contrato no se detenga a pesar del conflicto, sabiendo de antemano
que llegará pronto.
Por esto la Exposición de Motivos del Proyecto de Ley de Adquisiciones y
Contrataciones de la Administración Pública confirma que el Arbitraje es un
268
mecanismo forzoso en los términos siguientes: ―El proyecto avala nuevamente al
arbitraje de conciencia, no obstante la poca simpatía advertida en los últimos tiempos
por este mecanismo, debido al poco o ningún éxito de las instituciones estatales, al
someterse a dicho arbitraje.- El asunto a decidir, plantea como otra alternativa acudir
al arbitraje de derecho, que en el fondo equivale al proceso y jurisdicción ordinarios,
que incluye la prolongación de las soluciones al sujetarse a todas las estaciones,
instancias y recursos establecidos, en perjuicio de la celeridad que reclama la
ejecución de los contratos.-
El proyecto se ha definido por la primera alternativa, con la indicación de que la falta
de éxito hasta ahora, de parte de las instituciones estatales, no se debe atribuir al
arbitraje amigable, sino a la poca o ninguna preocupación o cuidado en obtener
verdadera capacidad idoneidad en la defensa procesal de sus intereses, y por otro
lado se debe tener claridad en que los árbitros designados, no debe esperarse que
actúen en sustitución de los defensores de aquellos intereses, precisamente por que
en muchos de los casos carecen de la suficiencia necesaria en materia jurídica‖.-
Finalmente, aunque no es posible citar con toda exactitud un antecedente o referente
que haya influido en el legislador para adoptar este mecanismo de solución de
conflictos, muchos aseguran que existió una influencia determinante del sistema de
contratación Chileno554, donde justamente ciertos conflictos que surgen de ejecución
o interpretación de los contratos públicos, como los de Concesión de obra Pública 555,
son resueltos mediante comisiones conciliadoras que al no llegar a un acuerdo en el
plazo establecido en la ley, se transforman en comisiones Arbítrales556.
554
Enrique Silva Cimma, Derecho Administrativo Chileno y Comparado, Actos, Contratos y Bienes, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1995, Pág.248
555
Juan Eduardo Figueroa Valdez, Resolución de controversias en la Ley Chilena de Concesiones de Obras
Públicas, Santiago, 2003, Pág. 15
556
Rolando Pantoja Bauzá, Derecho Administrativo Chileno, Editorial Porrúa, México, 2007 Pág. 402
269
ARBITRAJE ADMINISTRATIVO
Francisco González de Cossío entiende al arbitraje como la alternativa a las cortes
nacionales establecidas por el Estado para dirimir cualquier tipo de controversia 557.
De esta manera, se remite la disputa a una o más personas imparciales (llamadas
árbitros) para una determinación final y obligatoria (llamada laudo arbitral).
El arbitraje, la mediación, la transacción y la conciliación se presentan como medios
alternativos de resolución de conflictos surgidos entre los particulares. El arbitraje
puede representar una manera más ágil y expedita de resolver las controversias, y
una opción tutelada por el ordenamiento, adicional a la tradicional vía judicial 558.
El Arbitraje se define como un medio de solución de conflictos mediante el cual las
partes voluntariamente deciden encargar a un tercero, generalmente experto en la
materia o de confianza para ambas partes, la solución sus diferencias559.
En este sentido decimos que es un método de resolución de conflictos, pues
obviamente con el arbitraje las partes persiguen solucionar una controversia,
cualquiera que sea su naturaleza560. Al mismo tiempo este mecanismo es
adversarial, pues cada una de las partes plantea sus pretensiones y la función del
tercero –el árbitro– es atribuir la razón a alguno de ellos a través del laudo. Esto lo
diferencia, de otros métodos de resolución de conflictos –como la mediación y la
conciliación en los que el tercero ayuda a las partes a encontrar una solución que en
definitiva ellas elaboran y consienten561.
557
Francisco González de Cossío, Arbitraje, Editorial Porrúa, México, 2004, Pág. 2
Roberto Dromi, Los Jueces, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1992, Pág. 215
559
Myrna Alvarado Roldán y Otros, El Arbitraje Administrativo, Editorial Investigaciones Jurídicas, San José,
2008, Pág. 19
560
Julio César Rivera, Arbitraje Comercial, Editorial LexisNexis, Buenos Aires, 2007, Pág. 4
561
Julio César Rivera, Arbitraje Comercial, Editorial LexisNexis, Buenos Aires, 2007, Pág. 5
558
270
Por otro lado, es alternativo a los tribunales estatales, pues las partes optan por
someter la decisión a un particular, quien estará investido de la jurisdicción, pero no
forma parte del Poder Judicial ni de ningún órgano estatal. De modo general, el
sometimiento es voluntario; el arbitraje es de naturaleza esencialmente convencional
y está fundado en la libertad de las partes. No obstante en muchos casos puede
resultar forzoso, esto es, cuando la ley impone recurrir al arbitraje.
La Constitución de la República reconoce el derecho al Arbitraje como un derecho
fundamental, al determinar que se garantiza la libertad de contratar conforme a las
leyes estableciendo que ninguna persona que tenga libre administración de sus
bienes puede ser privada del derecho de terminar sus asuntos civiles o comerciales
por transacción o arbitramento. En cuanto a las que no tengan esa libre
administración, la ley determinará los casos en que puedan hacerlo y los requisitos
exigibles.
En este sentido se ha considerado que toda persona posee el derecho fundamental
al arbitraje, con lo cual tiene un ámbito subjetivo amplísimo, puesto que, se le
reconoce a todo sujeto de derecho, sin restricción de ningún tipo por razón de edad,
nacionalidad o ciudadanía, o carácter físico o jurídico de la persona.
En definitiva el texto constitucional no distingue entre personas de Derecho privado y
público en cuanto al goce y ejercicio de este derecho fundamental, no obstante, a
nivel infraconstitucional, nuestro ordenamiento jurídico ha avanzado, de forma
progresiva de una tesis restrictiva a una más amplia.
En torno al arbitraje en Derecho administrativo, la primera precisión que cabe
plantear, se refiere a su correcta denominación. Y es que, como se verá, el ajuste no
271
es meramente gramatical o semántico, sino que permite dejar en evidencia un
aspecto de medular importancia en el tratamiento del tema central de este estudio562.
En este sentido el Profesor Sabino Cassese realiza una precisión conceptual,
delatadora de la realidad procesal del arbitraje en Derecho administrativo, al expresar
que no cabe hablar, como con frecuencia se hace, del ―arbitraje administrativo‖.
Según su parecer, se trata de una expresión que no es técnicamente rigurosa,
debido a que el arbitraje es un instituto del Derecho común que encuentra aplicación,
también, en el Derecho administrativo, sin que sea necesario efectuar mayores
ajustes procesales. De este modo, no se justifica distinguir entre el arbitraje común y
el ―arbitraje administrativo‖563.
Esta delimitación conceptual nos permite ir dejando en claro que las mismas
regulaciones procesales relativas al arbitraje del Derecho común, deben regir aquel
arbitraje en que intervenga un sujeto de Derecho administrativo 564.
Se trata, con todo, de una tesis que empieza a ser pacífica a nivel doctrinal. Al igual
que Cassese565, Merino Merchán, de lege ferenda, califica como un error, ubicar el
mal llamado ―arbitraje administrativo‖ ―…fuera de los parámetros establecidos en la
Ley común del Arbitraje…‖ Mantilla-Serrano, por su parte, alude al ―sofisma del
arbitraje administrativo‖, haciendo ver, en un estudio comparado de la normativa
europea, que en ningún caso la normativa llega a distinguir entre un ―arbitraje común‖
y uno ―administrativo‖566.
562
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 97
563
Sabino Cassese, L´arbitrato nel Diritto Admmninistrativo, Revista Trimestrale di Diritto Pubblico, Numero 2,
Milano: Giuffré, Pág 317
564
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 98
565
Sabino Cassese, L´arbitrato nel Diritto Admmninistrativo, Revista Trimestrale di Diritto Pubblico, Numero 2,
Milano: Giuffré. Pág 317
566
F. Mantilla-Serrano, El arbitraje y los contratos estatales: la óptica europea, Págs. 90 y sigs.
272
De esta forma, no existe una razón de peso que haga pensar en la necesidad de
regular el arbitraje en Derecho administrativo, mediante una normativa específica567.
Las ideas trazadas son apreciadas de mejor manera si se intenta una definición del
arbitraje en Derecho administrativo. Para Trayer, se trata de ―aquel medio de
resolución de conflictos en el que, como mínimo, una de las partes es una
Administración Pública y acuerdan someter las cuestiones litigiosas, surgidas o que
puedan surgir en materia de su libre disposición a varios árbitros‖ 568.
Obsérvese que la definición introduce, como única variante en relación del arbitraje
común, una de carácter subjetivo, en el cual al menos una de las partes deberá ser
un sujeto de Derecho público.
Esta característica, sin embargo, no parece justificar un tratamiento procesal diverso
al del Derecho común. Las mismas regulaciones procesales lucen adaptables, sin
mayor dificultad.
En cuanto a la justificación del arbitraje, puede decirse que radica mayormente en la
crisis de la eficacia social de la justicia administrativa y jurisdiccional 569.
Lo anterior, aunado a las limitaciones del juez, además de la crisis que vive la
Administración Pública, que generan sentimientos de insatisfacción e inseguridad
sobre el actual modelo de desarrollo, creándose una auténtica crisis de la confianza
del Estado570.
567
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 98
568
J.M Trayter, El Arbitraje de Derecho Administrativo, Revista de Administración Pública, Numero 143, Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1997, Pág. 78
569
Eduardo García de Enterría, Hacia una nueva justicia administrativa, Editorial Civitas, Madrid, 1990.
570
Alfonso Masucci, El Procedimiento de Mediación como medio alterno de resolución de litigios
Administrativos, Revista de Administración Pública, Numero 178, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2009, Pág. 14
273
En este orden de ideas podemos aseverar que la primera crisis, es de la ineficiencia
de la justicia administrativa, que afecta al justiciable, la segunda crisis, la de la
Administración de justicia, que afecta al ciudadano, pero ambas están estrechamente
ligadas, por la rigidez de los procedimientos y estructuras, la inactividad de la
administración y a escasa articulación de parámetros participativos son factores,
entre otros, que aumentaran la conflictividad social de las decisiones públicas, por lo
que las medidas destinadas a disminuir dichas imputaciones producen un efecto
positivo sobre la eficacia de justicia administrativa y judicial.
Una de las grandes enfermedades del proceso es la trascendencia jurídica del factor
tiempo que especialmente se dilata en el proceso contencioso administrativo 571.
La lentitud patológica de los procesos que se tramitan ante la jurisdicción ordinaria en
ocasiones asume tal magnitud que supone un quebranto del derecho fundamental a
obtener una justicia pronta y cumplida o el derecho a un proceso en un plazo
razonable y sin dilaciones indebidas (artículo 8º, párrafo 1º, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos) ha puesto, nuevamente, sobre el tapete la
discusión de la utilidad y necesidad de los medios de solución alternativa de
conflictos, entre los cuales figura el arbitraje, instrumento al que se acude con el
propósito de obtener una mayor celeridad y rapidez en la solución de una
controversia o disputa572.
En el campo de la disponibilidad de la materia para ser sometida a un proceso
arbitral hay materias que pueden ser sometidas a arbitraje en virtud de la potestad
discrecional de la Administración y su capacidad efectiva de decisión. Sin embargo,
es clara la existencia de ciertos asuntos en los que definitivamente no cabe la
571
Tomas Ramón Fernández Rodríguez, De nuevo sobre la Ejecución de sentencias Contencioso Administrativo,
Revista de Administración Publica, Numero 83, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1977,
Pág. 263 y sigs.
572
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 15
274
aplicación de los procesos de arbitraje o transacción, como lo serían: tributos,
dominio público, seguridad, orden público y salud, por citar algunos ejemplos 573.
Autores como Rafael Bielsa afirman en este sentido que de manera general no
puede someterse a decisión arbitral: a) la determinación del régimen de prestación
de un servicio público, cuando ese régimen se ha organizado en consideración a una
necesidad pública; ni la determinación de su objeto; b) la forma de ejercicio del poder
de policía general ni del poder de policía del servicio público: por virtud del mismo
principio, tampoco las medidas disciplinarias; c) las tarifas básicas de precio del
servicio público; d) la forma de contralor que la Administración Pública debe ejercer
sobre el otro contratante (concesionario, contratista de obra pública o de suministro;
funcionario o empleado especialmente contratado, etc.; e) el declarar la legitimidad o
ilegitimidad de actos administrativos; f) la determinación del monto de impuestos o
tasas o contribución de mejoras, a menos que respecto de éstas últimas sea
necesaria la determinación de las prestaciones realizadas por la Administración
pública574.
En la Legislación Salvadoreña el Arbitraje en controversias Estatales se encuentra
regulado en el Art. 25 de la Ley de Mediación Conciliación y Arbitraje que dispone
que podrán someterse a arbitraje las controversias en las que el Estado y las
personas jurídicas de derecho público son partes interesadas, siempre que versen
sobre derechos disponibles y deriven de una relación jurídica patrimonial de derecho
privado o de naturaleza contractual; no obstante complementando dicha disposición,
el Art. 23 de la misma ley establece que los asuntos contrarios al orden público o
directamente concernientes a las atribuciones o funciones de imperio del Estado o de
personas de derecho público no podrán se objeto de arbitraje.
573
Myrna Alvarado Roldán y Otros, El Arbitraje Administrativo, Editorial Investigaciones Jurídicas, San José,
2008, Pág. 106
574
Rafael Bielsa, Derecho Administrativo, Tomo V, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1957, Pág. 539
275
Obsérvese que en consecuencia el arbitraje no es permitido en materias que
impliquen el ejercicio de una potestad de imperio, al tratarse de potestades
irrenunciables de la Administración.
El principio general en orden al arbitraje es que puede acudirse a él para dirimir las
controversias patrimoniales. Excede dicho principio toda proposición de arbitraje que
comprenda directa o indirectamente asuntos de derecho público. Circunstancia que
es, por sí sola, excepcional, en la medida en que el arbitraje concierne, por principio,
pretensiones de índole patrimonial. El concepto de ―asuntos de derecho público‖
abarca toda regulación que involucre los institutos específicos regulados por el
derecho público en sí mismo considerados, sean potestades, servicios públicos, o
bien el dominio público, etc. y la ejecución de las regulaciones correspondientes en la
medida en que exceda el aspecto puramente patrimonial. Regulaciones que son de
rango legal por la índole de la materia y que incluso conciernen el orden público
institucional, como es el caso de las potestades públicas y su ejercicio o el dominio
público..‖
En relación al mismo tema Eduardo Ortiz Ortiz aclara que la regla es que en derecho
administrativo y público en general el arbitraje sobre los negocios de la
Administración está prohibido, salvo disposición en contrario que sería excepcional y
de aplicación restrictiva… el compromiso o el arbitraje tienen que recaer, si no versan
sobre la conducta de la Administración regulada por el derecho privado, sobre la
regulada por el derecho público, dado que estos dos son los únicos segmentos de la
actividad de la Administración. Esto es importante entenderlo bien, porque en el
campo del derecho administrativo la Administración es titular de competencias
públicas irrenunciables, de origen y contenido fijado por ley o por reglamento. Es
obvio que la Administración no puede renunciar ni comprometer el ejercicio de sus
funciones públicas por virtud de un pacto que lo obligue a abandonar en manos de
un tercero (el árbitro) el criterio sobre la legalidad y la conveniencia de su ejercicio.
276
De este modo, no pueden ser objeto de compromiso ni asuntos privados de la
Administración de tipo no patrimonial, ni asuntos de derecho público, sobre todo
cuando conciernen el ejercicio o a la extensión de una competencia de la
Administración575.
En lo que respecta al trámite y procedimiento a seguir, la doctrina hemos dicho es
conteste en no admitir distinciones procesales en el instituto del arbitraje cuando en
el proceso interviene un sujeto de Derecho administrativo. Es decir, resulta de
aplicación el mismo procedimiento que aplica para sujetos de Derecho común 576.
Esta circunstancia, según lo ha dejado entrever por algunos, podría entenderse como
una debilidad propia de la legislación, al estar dirigida a litigios entre sujetos de
Derecho privado. Este razonamiento, sin embargo, ha sido descartado tanto por el
Derecho comparado, como por la más autorizada doctrina antes citada.
En este orden de ideas, cada vez más, el régimen procesal que rige los procesos en
que interviene un sujeto de Derecho público, se acerca al que rige a los sujetos de
Derecho privado. Por ello, ni aún a modo de lege ferenda, se estima necesario
plantear un tratamiento distinto desde el punto de vista procesal.
Lejos de tratarse de una debilidad, más bien debe verse en esta circunstancia, una
fortaleza del arbitraje, en el tanto se ven superadas limitaciones inconstitucionales,
en lo que a pretensiones y poderes del juez se refiere.
Finalmente una interrogante que muchos se hacen como producto de la antigua
exigencia en lo contencioso administrativo del previo agotamiento de la vía
administrativa, es el debate si previo a acudir a un arbitraje en que intervenga una
575
Eduardo Ortiz Ortiz, Aspectos Legales de Concesiones Ferrocarrileras, Revista de Ciencias Jurídicas, Numero
27, Costa Rica, 1966, Pág. 221 y sigs
576
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 176.
277
administración pública, debe el interesado cumplir con el procedimiento previo de
agotamiento de la vía administrativa.
Acerca de esta posición, uno de los aspectos que contribuyen a estimar el arbitraje
como solución de conflictos, es la inexistencia de esta carga irrazonable, que
establece al arbitraje como la garantía instrumental idónea para asegurarle al
justiciable, una resolución justa y definitiva del conflicto577.
La exigibilidad de un formalismo como este, sólo podría ser legítima, en caso de que
una expresa disposición legal así lo dispusiera, o bien, en el caso de que las partes,
voluntariamente, lo hayan establecido así578.
La Ley de Mediación, Conciliación y Arbitraje, no hace mención alguna al deber del
particular de agotar la vía administrativa antes de acudir a la arbitral, de forma tal que
no existe duda alguna de que dicho trámite no resulta exigible.
Ahora bien, esto no excluye que las partes decidan incluir en las cláusulas
compromisorias estipulaciones que busquen la solución de la controversia, mediante
procedimientos
autocompositivos, mediante cláusulas escalonadas. No obstante
serán casos particulares579.
CONTROVERSIAS SOBRE INVERSIONES EXTRANJERAS.-
En los Países en vías de desarrollo ha existido históricamente un déficit interno de
inversión y de generación de capital, ello debido principalmente a la insuficiencia de
recursos. Por otro lado la presencia y dinámica de la inversión extranjera directa, han
577
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 174.
578
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 175
579
Ernesto Jinesta Lobo y Aldo Milano Sánchez, El Arbitraje en el Derecho Público, Editorial Jurídica
Continental, San José, 2008, Pág. 175
278
sido consideradas como los fenómenos más importantes del proceso de
globalización mundial580.
En este sentido para los inversionistas los países en desarrollo o mercados
emergentes representan atractivas perspectivas de inversión y rentabilidad. Sin
embargo, con desmedida frecuencia el sistema legal y la Administraciones de
Justicia de los países receptores de inversión no poseen un sistema apto para
proporcionar y dotar de la confianza necesaria al inversionista. En definitiva nuestros
países poseen un sistema deficiente de protección, instituciones débiles y hasta en
muchos casos una dependencia y hasta subordinación del poder Administrativo
sobre el Poder judicial.
En el sentido señalado se ha acuñado una ilustrativa frase que sintetiza al fenómeno
en toda su dimensión, que reza: ―Riesgo País‖. El país a donde se invierte de
acuerdo a sus realidades y circunstancias genera un riesgo a la inversión foránea
que no puede ir más allá de lo razonable, pero que si lo sobrepasa conduce a tomar
la decisión de no invertir.
A causa de las deficiencias apuntadas y otras más como las experiencias pasadas,
los estados receptores de
capital,
buscan
estimular
a los inversionistas
garantizándoles un tratamiento conforme a un ―estándar mínimo internacional‖
La respuesta a parte de estos problemas, surge el 18 marzo de 1965, mediante el
Convenio de Washington, cuyo objetivo fue estimular un mayor aporte de capital
privado extranjero en territorios de los Estados miembros del Convenio,
contribuyendo a la confianza y creando un clima favorable para el desarrollo y
fomento de la inversión581. En cumplimento de lo expuesto se crea un foro neutral é
580
Mario Linares, El Sistema Internacional de Protección de la Inversión Extranjera y los Contratos Públicos,
Editorial Jurídica Grijley, Lima, 2006, Pág. 31 y sigs.
581
Enrique Fernández Masía, Arbitraje en Inversiones Extranjeras: El Procedimiento Arbitral en el Ciadi,
Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, Pág. 15
279
imparcial de carácter internacional, destinado a la resolución de conflictos, y
promotor y facilitador de un clima de confianza de inversiones entre los inversores de
un Estado y un Estado receptor582.
La Convención de Washington crea el CENTRO INTERNACIONAL DE ARREGLO
DE DIFERENCIAS RELATIVAS A INVERSIONES conocido también con más
frecuencia por las siglas CIADI, Institución con sede en Washington, D.C., que
integra uno de los cinco Organismos del Grupo del Banco Mundial583. Esta Institución
fue creada con el fin de establecer un clima de confianza entre los Estados
inversionistas extranjeros y estimular de esta forma el acceso al capital internacional
por parte de los países en desarrollo que tratan de conseguirlo.
El CIADI está compuesto por con un Consejo Administrativo y un Secretariado. El
Consejo Administrativo está formado por representantes de cada uno de los Estados
contratantes. El Presidente del Banco Mundial es ex officio el Presidente del Consejo
Administrativo. El Secretariado, por su parte, está compuesto por el Secretario
General, quien es a su vez el Vicepresidente y Consejero Jurídico principal del Banco
Mundial, por Secretariado General Adjunto y por Consejeros Jurídicos. Las funciones
del Consejo Administrativo, de su Presidente, así como el Secretariado están
previstas no sólo en la Convención sino también en el Reglamento Administrativo y
Financiero del Centro y en sus reglas de conciliación y arbitraje. Los idiomas oficiales
del centro son el inglés, el español y el francés584.
El ámbito de aplicación del CIADI se circunscribe a la satisfacción de los requisitos
de jurisdicción exigidos por el Art.25 de la Convención de Washington,
que
requieren: a) Un consentimiento escrito de las partes (Ratione Voluntatis), b) Que el
conflicto sea entre un Estado contratante del CIADI y una persona natural o jurídica
582
Andrés Rigo Sureda, La Noción de Inversión Protegida, Arbitraje Internacional, Tenciones Actuales, Editorial
Legis, Bogota, 2007, Págs. 3 y sigs.
583
Enrique Fernández Masía, Arbitraje en Inversiones Extranjeras: El Procedimiento Arbitral en el Ciadi,
Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, Pág. 23 y sigs
584
Francisco González de Cossío, Arbitraje, Editorial Porrúa, México, 2004, Págs. 457 y sigs.
280
privada de otro estado subscriptor (Ratione Personae) y c) Que la controversia sea
de naturaleza jurídica, y que derive directamente de una inversión(Ratione
Materiae)585.
En lo que al arbitraje se refiere, prevé lo atinente a la solicitud de arbitraje, la
constitución de funciones y facultades del tribunal, el laudo, su aclaración, revisión,
anulación, reconocimiento y ejecución. Dispone así, que el laudo será obligatorio y
no podrá ser objeto de apelación ni otro recurso, salvo los casos previstos en la
Convención. Las partes deberán acatarlo y cumplirlo en todos sus términos y el
Estado Contratante deberá reconocerlo y ejecutarlo dentro de su territorio como si se
tratare de una sentencia firme dictada por un tribunal existente en dicho Estado 586.
En el Salvador y en casi toda Centroamérica los procesos para la protección de
inversiones extranjeras, empieza a principios de los años ochenta cuando la mayoría
de estos países deciden suscribir el Convenio de Washington, en la actualidad todos
los países centroamericanos han ratificado dicho tratado.
Bajo el Convenio de Washington se posibilita un Arbitraje administrado o
institucional, que busca proporcionar un foro para la resolución de conflictos en un
marco de equilibrio entre los intereses y necesidades de las partes involucradas, con
el propósito particular de ―despolitizar‖ el arreglo de las diferencias en materia de
inversiones.
Por otro lado, este proceso para la lograr la protección y promoción de inversiones se
ha complementado con la ratificación de diferentes tratados bilaterales de Inversión,
de los cuales solo en el Salvador existen más de 20, además de 5 tratados de libre
Comercio de última generación que poseen disposiciones relativas al fomento y
protección de inversiones, cantidad relativamente grande, siendo que el país es
585
Sonia Rodríguez Jiménez, El Sistema Arbitral del CIADI, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 93 y sigs.
Alberto B. Bianchi, El Estado Nacional ante El Arbitraje, en Obra Conjunta Procedimiento y Proceso
Administrativo, LexisNexis Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2005, Pág. 755
586
281
pequeño con alrededor 21 mil Kilómetros cuadrados y con menos de seis millones de
habitantes.
Esta modalidad surgida luego de la Segunda Guerra Mundial, hoy día muy extendida,
busca que los Estados se comprometan a celebrar acuerdos bilaterales por medio de
los cuales se comprometen, recíprocamente, a proteger las inversiones realizadas
por los nacionales de ambos países dentro de sus respectivos territorios. Es evidente
que estos ―Bilateral Investment Treaties” (BITs) que en nuestro derecho podrían ser
designados como TBI (Tratados Bilaterales de Inversiones) constituyen un notable
avance hacia la juricidad internacional, lo que ha permitido su crecimiento constante.
Históricamente, el primero de estos acuerdos fue celebrado en 1959 entre Alemania
y Pakistán y hoy día superan el millar587.
Toda esta voluntad de negociar tratados de Inversión surge a mediados de los años
noventa, donde se aceptan los ofrecimientos de los convenios de promoción y
protección reciproca en materia de inversiones extranjeras. Esta política económica,
responde a la globalización de la economía mundial, teniendo como principal objetivo
lograr una mayor apertura a las inversiones foráneas e insertar al país en la arena
internacional, otorgando al inversor extranjero una protección efectiva.
Señalo solamente que estos Tratados –al menos teóricamente– ofrecen ventajas
recíprocas en la medida en que favorecen a las naciones exportadoras de capital
para la expansión comercial de sus nacionales y benefician también a los países
aquejados por la inseguridad jurídica al permitirles atraer inversiones 588
En cuanto al contenido de los Tratados Bilaterales de inversión la Organización de
Cooperación y Desarrollo (OCDE) ha propuesto desde mil 1962 un modelo estándar,
587
Alberto B. Bianchi, El Estado Nacional ante El Arbitraje, en Obra Conjunta Procedimiento y Proceso
Administrativo, LexisNexis, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2005, Pág. 755 y sigs
588
Alberto B. Bianchi, El Estado Nacional ante El Arbitraje, en Obra Conjunta Procedimiento y Proceso
Administrativo, LexisNexis, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2005, Pág. 755 y sigs
282
dando como fruto, que los convenios celebrados
por los distintos países
internacionales, incluyendo El Salvador, exhiben rasgos y preceptos semejantes. Se
puede hablar, entonces, de una estructura común de los tratados bilaterales de
inversión que incluye: un preámbulo, definiciones, cláusulas de contenido o cuerpo y
finalmente, lugar fecha y firma de los representes de los gobiernos.
En este sentido en El Salvador la mayoría de estos tratados otorgan las protecciones
habituales de estos instrumentos, incluyendo:
1)Trato Nacional o (Nacional Treatment): Importa como regla general que el
inversionista extranjero recibirá el mismo trato que el inversionista nacional,
otorgándosele un trato no menos favorable del que se le otorga a un inversionista
Nacional.
2) El trato Justo y Equitativo (Fair and Equitable Treatment): Esta norma clásica del
Derecho Internacional Público, constituye un concepto jurídico indeterminado, que
busca sentar un patrón básico de tratamiento, obligando al Estado al respeto de
ciertos estándares mínimos en el trato que se otorga a los extranjeros y a los
nacionales. Este trato justo y equitativo posee un alcance bastante elástico, no
existiendo consenso sobre su contenido y real alcance. Algunos lo asimilan al
principio de buena fe que comporta, entre otras cosas, la obligación de no tener un
comportamiento contrario al objeto y fin del acuerdo589..
3)Trato de la nación más favorecida (Most-Favored-Nation Treatment): Esta es una
norma de derecho, generalmente contenida en estos tratados, mediante la cual un
Estado otorga a inversionistas de otro Estado, un trato que contenga todos los
beneficios, ventajas o privilegios, que en ese campo ha concedido o concederá en el
589
S. Guido Tawil, Los Tratados de Protección y Promoción Recíproca de Inversiones, La Responsabilidad del
Estado y el Arbitraje Internacional, Instituto de Estudios de Derecho Administrativo, Mendoza, 2001, Pág. 347
283
futuro a otros inversionistas de otros Estados, excepto en los casos y en las
situaciones en que el tratado o la costumbre internacional, disponga de otro modo 590.
4)Normas de protección y garantías contra riesgos no comerciales: Los tratados de
inversión en general, frecuentemente ofrecen protección para el resguardo de los
denominados ―riesgos políticos‖ o riesgos ―no comerciales‖; es decir, aquellos que
son ajenos a los términos comerciales normales de la operación económica. Entre
los riesgos más importantes se encuentran las restricciones de transferencias, las
expropiaciones o nacionalizaciones y los daños ocasionados por guerra o eventos
similares, es decir se protege ante la posibilidad que el Estado interfiera en los
derechos o en la propiedad de los extranjeros591.
5) Cláusulas de ―Estabilización‖ y ―Paraguas‖, entre otras. El objeto de la
denominada Umbrella Clause es asegurar que el tratamiento más favorable,
dispuesto en acuerdos internacionales u obligaciones reflejadas en la legislación
interna, no sea dejado de aplicar por la adopción de nuevos tratados. Por su parte, la
cláusula de estabilización o Stabilization Clause busca, en una eventual modificación
legislativa por una normativa menos favorable, garantizar que se siga aplicando a los
inversionistas anteriores a la modificación, la legislación vigente al tiempo de la
suscripción de los contratos592.
Debe resaltarse que de conformidad a la jerarquía normativa establecida en
Constitución de la República, todos los tratados internacionales se encuentran por
encima del derecho interno, lo que produce una verdadera internacionalización del
ordenamiento jurídico.
590
Alfredo Martínez Moreno, Temas de Derecho Internacional y otras Cuestiones Jurídicas, Corte Suprema de
Justicia, San Salvador, 2002, Pág. 19
591
Mario Linares, El Sistema Internacional de Protección de la Inversión Extranjera y los Contratos Públicos,
Editorial Jurídica Grijley, Lima, 2006, Pág. 54 y sigs.
592
Mario Linares, El Sistema Internacional de Protección de la Inversión Extranjera y los Contratos Públicos,
Editorial Jurídica Grijley, Lima, 2006, Pág. 39
284
Uno de los aspectos de mayor importancia en el contenido de los Tratados
bilaterales de inversión, es lo relacionado a los mecanismos previstos para la
solución de controversias que pueden surgir durante su vigencia, o lo que en buena
cuenta a significado la institucionalización del Arbitraje internacional como medio
idóneo para la solución de los conflictos entre las partes contratantes, y un
inversionista, en general cuando sobre este último ha existido una afectación
indebida en su inversión.
No obstante lo dicho, esta institucionalización a la que hacemos referencia se
instituye plenamente a partir de los contenidos de nuestra Ley de Inversiones que en
su Art. 15 de manera expresa y directa proporciona a los inversores extranjeros de
países suscriptores del Convenio, el acceso directo a la jurisdicción del CIADI,
cumpliendo con el acuerdo escrito solicitado en el Art. 25 de la convención de
Washington y verificando así la teoría de los dos escalones.
Se exime, pues de toda cláusula arbitral, ya que el consentimiento se otorga por
disposición legal, específicamente por el mencionado Art. 15, que indiscutiblemente
facilita el acceso al Centro.
Este tipo de consentimiento a través de la legislación interna ha sido llamado por
Bliesener como parte del consentimiento automático que puede otorgar el Estado, ya
que no resulta necesario un nuevo o posterior consentimiento. En efecto, como pauta
general y salvo que otra cosa se mencione en la normativa interna, no será necesaria
una tercera prestación del consentimiento estatal, ya que solo si del propio texto
legislativo surge claramente la necesidad de otro consentimiento, este tendrá razón
de ser, de lo contrario se mantiene intacta la teoría de los dos escalones.
Lo anterior, trae consigo la inclusión de un nuevo concepto de acuerdos arbítrales,
denominado ―Arbitration Without privity‖ o arbitraje en Ausencia de Relación
Contractual, en donde al hablarse de cláusula o convenio no necesariamente hace
285
referencia a un contrato. Puede igualmente derivar de una fuente de origen
convencional o legislativo lo que conlleva a la desaparición del vínculo entre las
partes593.
Las ideas expuestas de encomendar la solución de controversias a una Instancia
Jurisdiccional diferente del Estado en que se realizó la inversión, da lugar a una
disfunción del esquema tradicional del Derecho, en que el Monopolio de la Justicia
residía en el Estado en que nacía el conflicto. La Administración de Justicia
tradicionalmente apreciada como una función esencial del Estado se ha adornado
con los atributos de inderogabilidad irrenunciabilidad é indelegalidad. Tales dogmas
han sido demolidos en materia de protección de inversiones y otros más, y significa
brindar la prioridad jerárquica al Derecho Internacional sobre el Derecho Interno,
cuyo precursor fue el más insigne e influyente de los juristas del Siglo XX y quien
mayor huella ha dejado en las legislaciones, Hans Kelsen.
La internacionalización de la justicia no solamente alcanza y comprende a las
inversiones, mediante la jurisdicción arbitral sino también a la protección de los
derechos humanos (Corte Interamericana de Justicia) y materias de integración
económica (Corte Centroamericana de Justicia).
Con todo parece incuestionable la importancia de la inversión directa en el
crecimiento y desarrollo de las economías, aunque en la práctica genere impactos
disímiles en las realidades de cada país. El CIADI supone un avance en materia de
solución de controversias de inversiones, pues implica una alternativa pragmática
frente a la doctrina clásica de la inmunidad soberana de los estados, pues suministra
seguridad jurídica en la solución de controversias en materia de inversión.
593
Francisco González de Cossío, Arbitraje, Editorial Porrúa, México, 2004, Pág. 476
286
CLASES DE PRETENSIONES.
La pretensión procesal implica, ante todo, una petición que se hace al órgano
jurisdiccional frente a un sujeto pasivo sobre un bien de la vida594.
En este sentido, la legislación Salvadoreña en el Art. 32 de la LJCA, dispone las
pretensiones que pueden formularse ante dicha jurisdicción al establecer que la
sentencia definitiva recaerá sobre los asuntos controvertidos y declarará la legalidad
o ilegalidad del acto impugnado, dictando para el caso las providencias pertinentes
para el pleno restablecimiento del derecho violado.
Lo anterior significa que existen tres clases de pretensiones, a saber
1) Pretensión de anulación.
2) Pretensión de reconocimiento de un derecho; y
3) La adopción de las medidas necesarias para el pleno restablecimiento de un
derecho.
PRETENSIÓN DE ANULACIÓN
La pretensión más evidente que puede deducirse en el proceso contencioso
administrativo es la declaración de ilegalidad de un acto administrativo, restringiendo
las facultades judiciales en un recurso de mera anulación.
En la pretensión de anulación el demandante busca que el órgano jurisdiccional
encargado del control emita un pronunciamiento en cuanto a la procedencia de la
acción, que se declare que el acto impugnado no es conforme a derecho, en virtud
594
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 215
287
que se emitió en infracción del ordenamiento jurídico; y finalmente que se decrete la
anulación, ya sea parcial o total del acto administrativo595.
La pretensión de anulación o de exceso de poder, como casi todas las instituciones
clásicas del Derecho Administrativo se originó en Francia en el año 1864, y en su
época represento uno de los avances más espectaculares en la lucha por el imperio
de la Ley, al grado que Georges Vedel 596, Profesor y Decano Honorario de la
Facultad de Derecho y Ciencias Económicas de París II, lo califica de garantía de la
legalidad en un Estado de Derecho.
A esta pretensión le llama también la doctrina la pretensión básica y siempre
necesaria597. Y es que en todo proceso contencioso administrativo, quién demanda
necesariamente debe pedir lo que queda dicho en el párrafo anterior. Esto es así,
porque debe tenerse presente que el proceso contencioso administrativo se incoa
contra un acto emitido por la Administración Publica, y el particular lo que pretenderá
siempre es que cesen, total o parcialmente, los efectos de dicho acto, es decir, que
se declare ilegal y que se anule total o parcialmente. Las demás pretensiones no
necesariamente estarán presentes en el proceso.
La pretensión de exceso de poder en el proceso Contencioso Administrativo, en los
países de Ibero América, se reduce a solicitar al Órgano Jurisdiccional la extinción de
acto administrativo mediante su declaratoria de nulidad, por lo que la pretensión no
puede estar fundada más que en la ilegalidad del acto que se impugna. La sentencia
para guardar la debida congruencia se limita y circunscribe a la declaratoria de
nulidad. No más.
595
Edmundo Orellana, Los Sujetos y El Objeto del Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Universitaria,
Tegucigalpa, Honduras, 1993, Pág. 129
596
Georges Vendel, Derecho Administrativo, Biblioteca Jurídica Aguilar, Madrid, 1980.
597
Eduardo García Enterria y Tomas Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 521
288
Si la pretensión no se limita a solicitar la declaración de nulidad o anulación del acto,
sino que pide, además, el reconocimiento de un derecho será necesario que de un
modo claro y preciso se detalle.
PRETENSIÓN DE RECONOCIMIENTO DE UN DERECHO.
La pretensión puede asimismo consistir en el reconocimiento de una situación
jurídica individualizada que en concreto se formula para que el tribunal reconozca
una concreta situación jurídica alterada por el acto impugnado a favor de una
persona natural o jurídica598.
En esta pretensión, el actor exige la tutela jurídica para que se le reconozca un
derecho subjetivo lesionado por un acto administrativo.
Dentro de las características de esta pretensión encontramos, que tradicionalmente
solamente podrá formularla personas que sean titulares de un derecho subjetivo, que
el acto infrinja el ordenamiento jurídico, que derive el derecho subjetivo del acto y
finalmente que la infracción del concreto ordenamiento jurídico debe traducirse en
una efectiva lesión al derecho subjetivo del demandante.
Bajo los supuestos arriba mencionados, se configura el primer recurso contencioso
administrativo, llamado más tarde de plena jurisdicción que nace bajo la idea de
defender derechos subjetivos, defensa que será el eje del sistema contencioso, ya
que no hay que olvidar que lo que se busca es que se someta el poder público al
orden jurídico en garantía del particular.
Ahora bien, si bien es cierto que se puede deducir de nuestra ley una distinción entre
dos procesos distintos (anulación y plena jurisdicción), la doctrina ha emprendido una
598
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Arazadi, Navarra, 2000, Pág. 140
289
cruzada para acabar con esta distinción. Luciano Parejo Alfonso599, afirma que deber
existir un único proceso contencioso-administrativo, que es siempre, por ello, de
plena jurisdicción, en cuanto el menor o mayor alcance de su objeto no depende a
priori de límites legales (determinantes de tipos de procesos diferentes, cual es
tradicional en el sistema francés), sino de las pretensiones efectivamente deducidas
en cada caso.‖
Este problema ha sido abordado, por varios países, y a mi modo de apreciar, ha sido
solucionado, más por la voluntad jurisdiccional y de los aportes de notables
jurisconsultos que de su Legislación, que ha llevado por derroteros de una verdadera
revolución é innovación jurídica a la justicia administrativa, apoyándose en la
Constitución que atribuye al Poder Judicial la tarea de juzgar y hacer ejecutar lo
juzgado.
RESTABLECIMIENTO PLENO DEL DERECHO VIOLADO.
Normalmente, para que el titular de una situación jurídica perturbada obtenga la
plena satisfacción de la pretensión, no bastará su mero reconocimiento. Sino que
será necesario que se restablezca la situación existente antes de la perturbación que
ha motivado la pretensión. De aquí que se pretenda, además del reconocimiento, la
adopción de las medidas conducentes al restablecimiento 600.
En este sentido cuando una actuación administrativa ha conllevado la violación de un
derecho, el restablecimiento consiste en la adopción de las medidas oportunas que
permitan a un particular recobrarlo601.
599
Luciano Parejo Alfonso, Derecho Administrativo, Editorial Ariel, Madrid, 2003
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa(Ley 29/1998 de 13
de Julio), Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 853
601
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, El Salvador, 2001, Pág. 63
600
290
El restablecimiento de los derechos violados puede verificarse en varios ejemplos;
así la Sala de lo Contencioso puede restituir un derecho frente a cobros indebidos
ordenando la devolución de cantidades ilegalmente recaudadas, o por la imposición
de amonestaciones a funcionarios con la eliminación del correspondiente asiento de
su expediente personal, entre otras.
COSTAS PROCESALES
Las costas procesales son los gastos que realizan las partes para iniciar, tramitar y
concluir un juicio. En el sistema Salvadoreña, el Art. 181 de la constitución establece
que la justicia es gratuita, prohibiendo las costas judiciales, es decir, que no se
permite que la administración de justicia cobre sus gastos a los particulares. Las
costas procesales por otro lado, son las cantidades que por concepto de honorarios
se cubren a los abogados por la atención profesional de los asuntos que se les
encomiendan, así como los gastos en que incurran las partes en relación con el
proceso, como son: honorarios a peritos, viáticos por viajes de las partes (abogados,
peritos, testigos, etc.) y todas las erogaciones legítimas y comprobadas que sean
una consecuencia directa del proceso602.
La condena en costas presupone que su pago haya sido expresamente solicitado por
las partes en el juicio; originando la obligación que exista un pronunciamiento que
puede responder a tres orientaciones o sistemas: el sistema de vencimiento puro o
simple, el cual sostiene que el triunfo es por sí razón generadora de una pena
adicional para el que ha perdido. El sistema de indemnización o compensación, que
responde al propósito de restituir, a quien injustificadamente ha sido llevado al
tribunal, de las erogaciones, gastos y pagos en que haya incurrido por razón del
proceso. Finalmente, el sistema sancionador de la temeridad o mala fe, que implica
la imposición de una pena a quien, a sabiendas de que carece de derecho, acude al
tribunal y provoca injustificadamente la actividad jurisdiccional, la de la contraparte y
602
Eduardo Pallares, Diccionario de Derecho Procesal Civil, Editorial Porrúa, México, 1972,
291
la de otros terceros que acuden al proceso. No puede considerarse ninguno de los
tres sistemas como único, la solución consiste en combinarlos de acuerdo con una
serie de reglas en que por la naturaleza del asunto, por el monto de los gastos
erogados, por la actitud de buena fe o temeridad, por la posición social y económica
de las partes y de sus abogados, se puede llegar a una condena de costas justa y
operante jurídica y socialmente.
TENDENCIAS
ACTUALES
DE
LAS
PRETENSIONES
EN
EL
DERECHO
COMPARADO.
Tradicionalmente, la Administración Pública ha fungido como una organización que
ostenta poder, y desde una posición de supremacía, lo ha utilizado y puesto de
manifiesto a través de sus diversas conductas, las que en teoría, procuran siempre la
satisfacción del interés general. Con el transcurso de los años, se ha recapacitado,
sin embargo, acerca del fenómeno en el cual dicho comportamiento se aleja en
ocasiones de aquél interés, y en muchas otras, lesiona la esfera jurídica del
particular. A partir de esta idea, se ha elaborado un refinado concepto que al cabo
del tiempo se ha convertido en la piedra angular del derecho público: el acto
administrativo603.
En El Salvador, el suceso que indiscutiblemente da origen y comienza
todo
contienda
acto
procesal
contencioso
administrativa,
es
precisamente
el
administrativo, como consecuencia directa que en la mayoría de relaciones que
posee la administración con los particulares se realizan en base a este tipo de actos,
ello debido a que en términos generales el acto administrativo es la forma esencial
mediante la cual la Administración expresa su voluntad, vedándose en principio al
Estado la realización de simples operaciones materiales.
603
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa Control Judicial de la Inactividad
Administrativa, Editorial Investigaciones Jurídica, San José, 2002, Pág. 15
292
Según nuestra Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo, se ha establecido
de manera general, que el ataque a los actos ilegales de la Administración debe
efectuarse mediante las pretensiones de mera Anulación y Plena Jurisdicción,
exigiéndose siempre la presencia de Actos Administrativos. No obstante desde hace
algún tiempo es clara la insuficiencia de tales figuras para controlar las patologías
que surgen de la conducta pública, creándose al efecto instituciones que procuran
otorgar un control pleno en cuanto a las actividades de la Administración.
Modernamente en países como Alemania y España han surgido nuevas pretensiones
que coadyuvan a ejercer este control, hablamos en concreto de la pretensión contra
―Inactividad‖ y las pretensiones contra las ―vías de hecho‖, procesos que buscan
otorgar un control plenario para el desarrollo de un Estado de Derecho, y que buscan
tutelar absolutamente los derechos de los ciudadanos ante los excesos de poder de
las administraciones. Precisamente la interpretación tradicional del carácter revisor
de la jurisdicción administrativa, que exige un acto previo de la Administración, se ha
alzado
hasta
el
momento
como
obstáculo
insalvable
para
fiscalizar
jurisdiccionalmente tanto la inactividad de la Administración, como en las actuaciones
materiales sin cobertura legal o vías de hecho.
Sobre la primera, la inactividad, no se trata en este caso de la inactividad formal 604,
consistente en la falta de resolución o de tramitación de un procedimiento
administrativo, puesto que en tal caso la inactividad se traduce, por ministerio de ley,
en un acto presunto por silencio administrativo, que es recurrible en la vía judicial al
igual que el acto expreso605. Efectivamente, como se desprende de la expresión
misma, la inactividad que ocupa nuestra atención, se presenta cuando la
Administración Pública no despliega las funciones de orden administrativo que le
604
Tomas Hutchinson, Control de la Administración Publica, Control de la Administración Pública.
Administrativo, Legislativo y Judicial, Ediciones Rap, Buenos Aires, 2003, Pág. 160
605
Miguel Sánchez Morón, Derecho Administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 2005, Pág. 851
293
impone el ordenamiento jurídico, la mayoría de veces, con afectación de los
derechos e intereses de los ciudadanos606.
La inactividad formal se refiere a la pasividad dentro de un procedimiento, es decir
por la simple no contestación de una petición del particular. La inactividad material,
se entiende como la pasividad, un no hacer de la Administración dentro del marco
sus competencias ordinarias607.
El recurso se dirige a obtener de la Administración, mediante la correspondiente
sentencia de condena, una prestación material debida o la adopción de un acto
expreso en procedimientos iniciados de oficio, allí donde no juega el mecanismo del
silencio administrativo. De esta manera se otorga un instrumento jurídico al
ciudadano para combatir la pasividad y las dilaciones administrativas.
Pueden ser objeto de esta pretensión la inactividad de la Administración que, en
virtud de una disposición general que no precise de actos de aplicación o en virtud de
acto, convenio o contrato, esté obligada a realizar una prestación concreta a favor de
una o varias personas determinadas608.
Como puede verse, se trata de una actuación administrativa, que no se solapa ni
suple la figura del silencio administrativo. El silencio es una ficción legal de cara,
fundamentalmente, a la revisión jurisdiccional. Frente a esto, el recurso contra la
inactividad tiene un presupuesto de hecho: la Administración ha asumido voluntaria
(contrato, convenio) o forzosamente una obligación que tiene que cumplir y no
606
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa Control Judicial de la Inactividad
Administrativa, Editorial Investigaciones Jurídica, San José, 2002, Pág. 29
607
Alejandro Nieto, La Inactividad de la Administración y el recurso contencioso-Administrativo, Revista de
Administración Publica, Numero 37, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1962, Pág. 75 y
sigs.
608
Miguel Sánchez Morón, Precisiones jurisprudenciales sobre el recurso contra la inactividad administrativa
(Comentario a la Sentencia del Tribunal Suprema de 3 de diciembre de 2008), Revista Justicia Administrativa,
Numero 43, Editorial Lex Nova, Valladolid, 2009, Pág. 47
294
cumple609. Por tanto, no suple el acto sino que lo toma como punto de partida
ineludible.
Cuando se demanda frente la inactividad material, el demandante podrá pretender
del órgano jurisdiccional que se condene a la Administración a la realización de
aquello a que venga obligado por el ordenamiento jurídico, que se cumplan con las
obligaciones en los concretos términos en que estén establecidos610.
No obstante esta novedad, algunos autores prestigiosos han sostenido que dadas
algunas limitaciones practicas del recurso, el objetivo que persigue puede lograrse
también convirtiendo la inactivada o inercia administrativa en un acto presunto por
medio del silencio administrativo, sin mas que formar la correspondiente solicitud 611.
A pesar de las criticas parece clara la necesidad de un proceso ad-hoc, que se
constituya como un instrumento jurídico que se otorga al ciudadano para combatir la
pasividad y las dilaciones administrativas. Dejándose claro que este remedio no
busca sustituir a la Administración en aspectos de su actividad no prefigurados por el
derecho, como la discrecionalidad, por lo que la ley debe referirse a situaciones
concretas612.
Por otro lado, otra novedad destacable es el recurso contra las actuaciones
materiales de la Administración que carecen de la necesaria cobertura jurídica y
lesionan derechos e intereses legítimos de cualquier clase. En estos casos, al no
poderse impugnar acto o decisión administrativa alguna, los derechos o intereses
afectados carecerían de tutela si no se pudiera recurrir contra la actuación material
609
Tomas Hutchinson, Control de la Administración Publica, Control de la Administración Pública.
Administrativo, Legislativo y Judicial, Ediciones Rap, Buenos Aires, 2003, Pág. 206
610
Jesús González Pérez, El Control jurisdiccional de la inactividad de la Administración en el proyecto de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativo de 1997, Revista Española de Derecho Administrativo, Numero 97,
Editorial Civitas, Madrid, 1998, Pág. 33
611
Alejandro Nieto, La inactividad de la Administración en la Ley de la Jurisdicción de 1998, Justicia
Administrativa, Numero extraordinario, Editorial Lex Nova, Valladolid, 1999.
612
Miguel Sánchez Morón, Precisiones jurisprudenciales sobre el recurso contra la inactividad administrativa
(Comentario a la Sentencia del Tribunal Suprema de 3 de diciembre de 2008), Revista Justicia Administrativa,
Numero 43, Editorial Lex Nova, Valladolid, 2009, Pág. 47
295
misma. La regulación contra la vía de hecho arranca del principio esencial que
impide a las administraciones inicien una actuación contra particulares que no
tuviesen sustento en un acto administrativo previo que le sirviese de cobertura 613.
Por vía de hecho debe entenderse entonces toda actuación material de la
Administración que perturbe o lesione los derechos y libertades de un particular de
modo efectivo, sin ningún titulo ni legitimación bastante para ello614.
En este sentido a partir de conseguir la operatividad real del esquema mencionado,
el agraviado podrá intimar a la Administración actuante que será la autora real de la
vía de hecho para que cese en la misma. Si dicha intimación no fuera atendida
dentro de un plazo prudencial, el interesado podrá interponer directamente recurso
contencioso administrativo.
Una vez interpuesto el recurso Contencioso Administrativo su efecto será el de
ordenar el restablecimiento de la situación existente antes de la actuación
administrativa o la paralización de las actuaciones ilegales615.
Nos parece, que nuestro sistema ya no debe ser admisible la posición doctrinal que
ve al acto administrativo y su discusión sobre su legalidad como el único objeto del
proceso, debe entenderse por el contrario que el principio democrático, exige un
control universal y plenario de la función o conducta administrativa que comprenda
todas sus formas de manifestación (actividad formal, actuaciones materiales y
omisiones formales y materiales ) y la relación jurídico-administrativa, puesto que, de
esta manera se favorece a la legitimación democrática de los poderes constituidos,
por cuanto, todas sus conductas o actuaciones están sujetas al control de legalidad
613
Santiago González Varas, La vía de hecho administrativa, Editorial Tecnos, Madrid, 1994, Pág. 23
Luis Morell Ocaña, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 1996, Pág. 373
615
Santiago González Varas, La vía de hecho administrativa, Editorial Tecnos, Madrid, 1994, Pág. 128
614
296
ejercido por los ciudadanos a través de la justicia administrativa 616. En este sentido
toda reforma debe pretender establecer un control universal y plenario de la función
administrativa que no deje reductos o ámbitos exentos617.
Finalmente, otra innovación reciente es el proceso de extensión y adaptación de la
jurisprudencial a terceros que permite mediante un proceso breve, la aplicación de la
línea jurisprudencia contenida en precedentes, a favor de personas que ostentan la
misma condición subjetiva valorada en aquellas resoluciones como base del
reconocimiento de una determina situación jurídica618.
Esta jurisprudencia debe estar conformada por dos sentencias, siendo indispensable
como requisito sine qua non la igualdad de objeto y causa con la ya fallado, de
manera que de no darse la armonía, la gestión debe rechazarse 619.
El proceso se inicia con el pedimento a la Administración Publica frente a la cual se
busca el reconocimiento o restitución de una situación determinada. De no acoger el
planteamiento del interesado se podrá acudir de manera directa a la instancia
judicial620. Si el órgano jurisdiccional estima procedente emite resolución ordenando
la extensión y adaptación de los efectos de los fallos y se hará efectiva a través del
proceso de ejecución de sentencia621.
616
Eduardo García de Enterría, Democracia, Jueces y control de la Administración, Editorial Thomson-Civitas,
Madrid, 2005, Pág. 47-174
617
Eduardo García de Enterria, Las transformaciones de la justicia administrativa: de excepción singular a la
plenitud de jurisdicción ¿Un cambio de paradigma? Editorial Thomson-Civitas, Madrid, 2007
618
Manrique Jiménez Meza, El Nuevo Proceso Contencioso-Administrativo, Poder Judicial, San José, 2006, Pág.
625
619
Ernesto Jinesta Lobo, La Nueva Justicia Administrativa en Costa Rica, Revista de Administración Pública,
Numero 179, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2009, Pág. 434
620
Manrique Jiménez Meza, El Nuevo Proceso Contencioso-Administrativo, Poder Judicial, San José, 2006, Pág.
625
621
Ernesto Jinesta Lobo, La Nueva Justicia Administrativa en Costa Rica, Revista de Administración Pública,
Numero 179, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2009, Pág. 435
297
298
IV. MEDIDAS CAUTELARES
299
300
MEDIDAS CAUTELARES
ASPECTOS GENERALES Y CONCEPTO DE MEDIDA CAUTELAR
De manera elocuente y al mismo tiempo de modo muy apropiada, los procesalistas
italianos han acuñado desde hace mucho tiempo el adagio jurídico que enuncia que
cuando existe una ―giustizia ritardata‖, nos encontramos en la practica frente a una
―giustizia denegata‖. En efecto, una de las eternas preocupaciones y luchas del
derecho procesal ha sido desde siempre la búsqueda de soluciones frente al
desmedido lapso de tiempo que tiene que transcurrir en los tribunales de justicia al
tramitarse
los procesos litigiosos,
que
ciertamente
provocan
perjuicios
al
622
justiciable
. Esta situación ha querido ser menguada en medida por la
implementación oportuna de una tutela cautelar, que hasta el momento se constituye
como uno de los instrumentos más eficaces para frenar los efectos nocivos del
tiempo en la tramitación de procesos, ya que como bien lo ha expuesto la profesora
Carmen Chinchilla Marín623, no hace falta ser un especialista en derecho para saber
que la eficacia de la justicia depende, en gran parte, de la rapidez con que aquélla se
otorgue. En este orden de ideas, en la mayoría de países, aún en los considerados
desarrollados, autores como Don Fernando García Pullés624, ponen de relieve que la
tutela cautelar es en nuestros tiempos el único portal de acceso a la justicia, ello
debido a los cambios vertiginosos de la vida actual, fruto de las transformaciones
sociales y los avances tecnológicos, que han provocado que las decisiones y
acciones se tomen de manera más ágil y rápida 625.
622
Almagro Nosete, Comentarios a las leyes políticas, Madrid, 1985, Pág. 54
Carmen Chinchilla Marín, La Tutela Cautelar en la Nueva Justicia Administrativa, Editorial Civitas, Madrid,
1991.
624
Fernando R. García Pulles, Tratado de lo Contencioso Administrativo, Editorial Hammurabi, Buenos Aires,
2004.
625
Susana De La Sierra en su obra la Tutela Cautelar Contenciosa-Administrativa y Derecho Europeo pone de
relieve que la sociedad moderna se enfrenta al “fenómeno temporal”, a su aceleración y consolidación como un
eje de nuevos modelos de vida y convivencia. Los ordenamientos jurídicos han reaccionado frente a esta realidad
con instrumentos de urgencia que operen frente a la lentitud.
623
301
En este sentido, ya no nos encontramos en los tiempos de nuestros antecesores; la
dinámica actual de nuestras sociedades, exigen una protección inmediata de los
derechos e intereses de las personas, protección que necesariamente debe ser
oportuna, ya que el escenario inverso, hace que esta protección en la práctica sea
nugatoria. Ahora bien, en lo que al derecho procesal respecta, resulta imprescindible
conciliar la dilatación temporal a la que están sujetos los procesos judiciales, con el
inevitable cumplimiento de garantías fundamentales como el debido proceso y el
ejercicio del derecho contradictorio de las partes626. Efectivamente los alegatos y
pruebas, consumen tiempo y esfuerzo y es aquí donde puede cobrar relevancia las
medidas cautelares, como un mecanismo de protección inmediato para quienes
buscan justicia frente a lo que se estima injusto e inválido627. Asimismo la tutela
cautelar emerge como un instrumento poderoso al servicio de la celeridad procesal y
de la tutela efectiva, que armoniza esa duración necesaria del proceso con el
aseguramiento de la decisión definitiva628.
En la justicia administrativa, es igualmente, sino aún más necesario la aplicación de
estos instrumentos, que respondan a las características de celeridad necesarias en
el marco económico y social contemporáneo629, recordemos que es el Estado el que
esta ejerciendo las actividades que se impugnan, en principio buscando satisfacer las
diferentes necesidades públicas. Es necesario por lo mismo un sistema cautelar
eficiente que por un lado no constituya un obstáculo para el interés general a cargo
de la administración, pero que al mismo tiempo se constituya como una tutela
cautelar plenaria, que exija que
las conductas administrativas lesivas, sean
626
Piero Calamnadrei en su obra introducción al estudio sistemático de las providencias Cautelares expone que
las providencias cautelares suponen la conciliación entre dos exigencias del proceso, con frecuencia antagónicas,
como son la de la celeridad y de la ponderación: “entre las cosas pronto pero mal, y hacerlas bien pero tarde, las
providencias cautelares tienen, ante todo, a hacerlas pronto, dejando el problema de bien y mal, esto es de la
justicia intrínseca de la providencia, se resuelva más tarde, con la necesaria ponderación, en las reposadas formas
del proceso.
627
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Medidas Cautelares Positivas Tomo III,
Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, 2002, San José, Pág. 11
628
Pilar Teso Gamella, Medidas Cautelares en la Justicia Administrativa, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia,
2007, Pág. 20
629
Susana De La Sierra, Tutela Cautelar Contenciosa-Administrativa y Derecho Europeo, Editorial Arazadi,
Navarra, 2002, Pág. 41
302
contrarrestadas por medidas cautelares correlativas, que prevengan y eviten daños a
los intereses y derechos subjetivos de quienes discutes sus pretensiones.
Planteada así la situación, el concepto de medida cautelar en la legislación
Salvadoreña, no ha gozado siempre de un reconocimiento expreso, ya que
tradicionalmente únicamente se señalaban medidas concretas para procesos
determinados, y en lo que respecta al contencioso administrativo únicamente se hace
alusión directa a la medida consistente en la suspensión del acto administrativo
Impugnado630. Consecuencia de lo anterior debemos adelantar, que a pesar del
tratamiento que se ha dado al tema, en El Salvador existe una percepción bastante
parcial de esta institución, que se agrava en el Contencioso, ya que las limitantes en
la aplicación de la institución se magnifican por la desmedida reverencia que se le ha
rendido al acto administrativo631, todavía considerada la única actividad trascendente
de las Administraciones Públicas, incidiendo directamente en el tratamiento del tema,
y desafortunadamente dejando circunscrita la tutela únicamente en la suspensión de
los efectos del acto impugnado.
Ante esta situación, es necesario acudir a la doctrina de los expositores para obtener
un conocimiento preciso de lo que representa esta institución. Así, para la
elaboración de un concepto de medidas cautelares, la doctrina ha acudido
630
La Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo en su Capitulo III Titulado Suspensión del Acto
Administrativo Impugnado, en su Art. 16 expresa que al admitirse la demanda, la Sala en el mismo auto podrá
resolver sobre la suspensión provisional del acto administrativo que se impugna. Expresando en su segundo
inciso que la suspensión sólo procede respecto de actos administrativos que produzcan, o puedan producir,
efectos positivos.
631
Juan Ramón Fernández Torres expresa en su obra Jurisdicción Administrativa Revisora y Tutela Judicial
Efectiva,(Editorial Civitas, Madrid, 1998) que la influencia general que ejerció en su momento el régime
administratif francés, provocó la transmisión de instituciones propias de este ordenamiento hacia el mundo
occidental, así el principio del carácter revisor de la Administración Pública se incluyo en las más importantes
legislaciones del continente europeo y fue transplantado también después a algunos países de Iberoamerica. La
construcción inicial del excés de pouvoir como recurso administrativo, de alguna forma extrapolo este dogma
como un residuo histórico del cual se ha beneficiado la Administración, situándola en una posición privilegiada
frente los ciudadanos, dirección que quizás se deba a los excesivos formalismos de la época, que repercutieron
negativamente en la regulación positiva de la jurisdicción administrativa, conservando todavía el perfil en
algunas legislaciones. La fuerza que desplegó el predominio de este principio, estableció en su fase inicial que la
jurisdicción solo podía desenvolverse bajo la existencia de un acto previo, no pudiéndose pronunciarse sobre
extremos de los cuales no habían sido objeto de decisión por parte de la Administración, floreciendo
inevitablemente la necesidad de un acto administrativo.
303
generalmente para definirlas identificando su naturaleza instrumental, poniendo una
especial importancia en su finalidad última, que no puede ser otra que la de
garantizar la conservación del objeto litigioso hasta el dictado de la sentencia final 632;
las medidas cautelares en este sentido sirven precisamente como mecanismo para
evitar la innovación, ya que el juez en cada caso concreto utiliza los medios que son
necesarios para que el derecho cuya tutela se solicita permanezca íntegro durante el
tiempo que dura el proceso, de tal manera que sea posible ejecutar en su día la
sentencia que, llegado el caso, reconociese tal derecho 633. En efecto, el aspecto
teleológico de la actividad cautelar ha hecho que diferentes autores las consideren
como el mecanismo para garantizar la efectividad de la función jurisdiccional o como
un medio para la operatividad de la sentencia a dictarse 634, pues debe recordarse el
potencial efecto retroactivo de la sentencia que obliga al juez a colocar su resolución
en el momento de la demanda, de tal manera que siendo aquellos derechos los que
deben acordarse al reclamante, no es dado asistir impasiblemente a su posible
desaparición durante el curso del litigio635.
La misma raíz etimológica del vocablo o voz ―cautelar‖ que desciende del latín
cautela, que significa prevenir o precaver, preanuncia el destino eminentemente
preventivo del proceso cautelar como aquel instituto jurídico creado para garantizar la
efectividad de la tutela judicial636. Bien lo pone de relieve el Profesor Parada al
expresar que lo acertado de las medidas cautelares, es que tienden a asegurar el
cumplimiento de la sentencia que en su día se dicte, se juega por esto el ser o no ser
632
Un importante sector de la doctrina plantea la existencia de diversos fines en la medidas cautelares, tales como
mantener la igualdad procesal de las partes, finalidad que en su tiempo planteo Carnelutti, expresando que por
medio de la tutela cautelar se busca evitar que la duración del proceso se resuelva en una alteración del equilibrio
inicial de las fuerzas entre las partes. Otros por el contrario entre ellos Calamandrei y Chiovenda han destacado la
finalidad publicística de este tipo de providencias, aludiendo que más que defender los derechos subjetivos,
garantizan la eficacia y seriedad de la función jurisdiccional.
633
Carmen Chinchilla Marín, La Tutela Cautelar en la Nueva Justicia Administrativa, Editorial Civitas, Madrid,
1991.
634
Bremberg, La tutela cautelar en el proceso. Su fundamentación jurídica, en Revista del Colegio de Abogados
de La Plata, Numero 11, La Plata, 1963. Pág. 150
635
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 290
636
Ramiro Simón Padrós, La Tutela Cautelar en la Jurisdicción Contencioso Administrativa, Editorial Lexis
Nexis, Buenos Aires, 2005, Pág. 46
304
del derecho material y la utilidad de los procesos, pues, o las resoluciones judiciales
pueden efectivamente satisfacer la pretensión del que resulte vencedor en el proceso
o la justicia se convierte en una estafa procesal637.
De este modo, encontramos que aún estudiosos recientes continúan utilizando como
base el concepto propuesto por ilustre profesor florentino Piero Calamandrei, para
quién las medidas cautelares constituyen la anticipación provisional de ciertos
efectos de la decisión definitiva, dirigida a prevenir el daño que podría derivarse del
retraso de la misma 638. Precisamente las medidas cautelares son aquellos
mecanismos procesales tendentes a garantizar y preordenar la viabilidad o
efectividad de los efectos de la cosa juzgada, que haya de producir la resolución
judicial que se pronuncie definitivamente sobre el objeto principal y, como intrínseca
finalidad, evitar que se cristalice una posible vulneración al derecho a la tutela judicial
efectiva, anticipando provisionalmente algunos de los efectos característicos de la
decisión definitiva639
De los conceptos vertidos encontramos que existe una íntima conexión entre estas
medidas y la eficacia de la sentencia; sin embargo la medida precautoria tiene por
objeto algo más que el aseguramiento de las consecuencias de la sentencia640. Si
bien es cierto éste es su fin último en la mayoría de las decisiones adoptadas, no
debemos olvidarnos de que tales medidas están encaminadas también, y ante todo,
a evitar un daño irreparable en la situación particular del demandante, que de no
evitarse convertiría en letra muerta la posterior sentencia estimatoria. Es por esto que
encontraremos también un fin inmediato en estas medidas, que no es otro que el de
suprimir y evitar un daño, ya que el actor precisamente pretende impedir cualquier
agravio o menoscabo en su persona.
637
José Ramón Parada Vásquez, Derecho Administrativo I, Marcial Pons, Madrid, 1992, Pág. 680.
Piero Calamnadrei, Introducción al estudio sistemático de las providencias Cautelares, Editorial Bibliografía
Argentina, Buenos Aires, 1945, Pág. 45
639
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Juricentro, San José. 1993, Pág.
464.
640
Serra Domínguez y Ramos Méndez, Las Medidas Cautelares en el Proceso Civil, Barcelona, 1974, Pág.12
638
305
Como consecuencia de lo dicho encontramos que las medidas precautorias poseen
una doble función, una preventiva, que busca impedir posibles daños en las esferas
jurídicas y patrimoniales de los recurrentes y una garantizadora que busca en
esencia que la sentencia final conserve las condiciones indispensables para su
ejecución641.
Todo concepto actual y moderno del contenido de la función cautelar debe abordarse
dentro de estas dos perspectivas, la preventiva y la garantizadora; en este sentido
las medidas cautelares se constituyen como las medidas instrumentales que pueden
ser acordadas por lo jueces en un procedimiento, para proteger provisionalmente los
bienes, derechos e intereses de las partes (función preventiva) y de esta manera
evitar que la resolución final del proceso se vea desprovista de objeto642 (función
garantizadora).
Pese a lo dicho, es posible según lo plantea la doctrina que las funciones preventivas
y garantizadoras no se encuentren presentes de manera paralela, ya que así como
en unos casos resulta evidente el fin de asegurar el cumplimiento de una obligación,
aún no reconocida por un juez, en otros casos parece privar la finalidad de evitar
daños; o de que en el curso del proceso cambie la situación de bienes o derechos
litigiosos, produciendo una desigualdad en la posición de los litigantes643.
Así las cosas, parece necesario a fin de que se maneje una buena técnica jurídica,
depurar el concepto de medida cautelar, ya que modernamente a esta institución se
les ha referido indistintamente como procesos precautorios, medidas provisionales,
tutelas de urgencia u otros similares, vocablos que no siempre aluden a una misma
figura. Estas denominaciones, modernamente representan en el Derecho Procesal a
un conjunto de institutos destinados a dar respuesta jurisdiccional rápida y expedita a
641
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Medidas Cautelares Positivas, Tomo III,
Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, San José, 2002, Pág. 16
642
Susana De La Sierra, Tutela Cautelar Contenciosa-Administrativa y Derecho Europeo, Editorial Arazadi,
Navarra, 2002, Pág. 42
643
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 290
306
determinadas situaciones particulares que no admiten demora en su solución. Dentro
de tal categoría, reciben consagración una serie de medidas de variados contenidos,
las que tienen en común servir medios instrumentales o autónomos para la defensa
inmediata del derecho644.
Las bifurcaciones tienden a ampliarse o reducirse según las legislaciones; sin
embargo, las más importantes son la tutela satisfactiva autónoma 645, la tutela
satisfactiva interial646 y la tutela cautelar propiamente dicha647. Las primeras dos no
serán abordadas en el presente trabajo debido a su inexistencia en el régimen
jurídico Salvadoreño, reduciéndose por esto el estudio a la última figura de la
clasificación.
Pero incluso habiendo delimitado más precisamente el tema, es necesario realizar
una ulterior refinación en cuanto al vocablo ―medida cautelar‖, ya que como expuso el
propio Calamandrei existen muchas medidas cautelares que no tienen por finalidad
la protección del resultado de la sentencia definitiva ni están en función de la
ejecución forzosa, pues se trata de medidas estrictamente procesales, como es el
caso de aquellas dirigidas a asegurar la prueba, que son mas bien un apéndice del
proceso. Es por esto que un sector de la doctrina hace una diferenciación en el
concepto de medida cautelar, distinguiendo entre ―medidas‖ y ―procesos‖,
entendiendo que por las primeras simplemente se aseguran actuaciones procesales
específicas, mientras que por las segundas se facilita la eficacia del otro proceso, el
644
Ramiro Simón Padrós, La Tutela Cautelar en la Jurisdicción Contencioso Administrativa, Editorial Lexis
Nexis, Buenos Aires, 2005, Pág. 31
645
Por tutela satisfactiva autónoma, nos referimos a aquellas medidas jurisdiccionales urgentes que corresponden
a un proceso no provisorio, accesorio o instrumental, que constituye una solución de carácter autónomo, con la
esencial característica que el reclamo formulado ante órgano jurisdiccional se agota con el despacho favorable de
la medida.
646
Por tutela satisfactiva interinal denominadas también sentencias anticipadas, hacemos referencia a medidas de
urgencia destinadas a satisfacer la protección un derecho tomando el juez una decisión anticipada sobre el fondo
de la litis. Son resoluciones provisionales que procuran una satisfacción de grado equivalente a la sentencia de
mérito, aunque el proceso judicial continúe su desarrollo y la sentencia definitiva modifique la anticipada.
647
Ramiro Simón Padrós, La Tutela Cautelar en la Jurisdicción Contencioso Administrativa, Editorial Lexis
Nexis, Buenos Aires, 2005, Pág. 32
307
denominado principal. De esta manera entre otros, Guasp648 considera que el
proceso cautelar649 tiene la finalidad de facilitar otro proceso, que asegura los
resultados del mismo, característica que se vincula a la esencial connotación
instrumental que posee; excluye así instituciones donde se encuentra presente la
consideración del peligro de demora, como ocurre con la prueba anticipada,
considerado al servicio de la formación de la convicción judicial, antes que la
efectividad de la sentencia. Las explicaciones realizadas, pretenden extender el
concepto de medida cautelar, arropando así ambas figuras, no pudiéndose
desconocer la bifurcación interna que exhibimos.
Ahora bien, no obstante lo dicho, encontramos que en la actualidad es el proceso
cautelar como tal, el que se constituye como la institución de mayor relevancia,
situación por lo que soslayaremos la ya abordada ramificación del término medida
cautelar, y nos centraremos en ciertos aspectos esenciales del proceso cautelar, que
como explicamos anteriormente se estructura sobre la idea de una cierta
independencia del proceso principal, al que se debe por su instrumentalidad, pero al
cual no se encuentra sometido plenamente 650.
En primer plano, creo que no estaría demás señalar que la anteposición de la
palabra ―proceso‖ al vocablo cautelar, no puede ser considerada de ninguna forma
antojadiza o caprichosa, muy por el contrario dicha precedencia hace vislumbrar su
verdadera naturaleza jurídica. Justamente, la consideración de la tutela cautelar
como un proceso, tan autónomo como los procesos de conocimiento y de
ejecución651, proviene del genio del profesor italiano Francesco Carnelutti 652, que
648
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos de Madrid, Madrid, 1968
Según Enrique Vescoví el proceso surge como un modo o manera de realizar la función jurisdiccional, en este
sentido se configura como el conjunto de actos dirigidos al fin de resolución de conflictos. Desde un punto de
vista similar Eduardo J. Couture, manifiesta que el proceso jurídico es un cúmulo de actos que se desenvuelven
progresivamente, con el objeto de resolver, mediante un juicio de autoridad, el conflicto sometido a su decisión.
650
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Medidas Cautelares Positivas, Tomo III,
Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, San José, 2002, Pág.20
651
Enrique Véscovi manifiesta en su obra Teoría General del Proceso, Editorial Temis, Santa fe Bogotá, 1999
que los procesos por su finalidad pueden ser clasificados como de conocimiento, de ejecución o
precautorio(cautelar).El primero produce una declaración de certeza frente una situación jurídica(juzgar) y un
649
308
incluye este tertium genus, invocando su composición provisional y no definitiva en la
litis, la que la separa de los demás procesos. Según esto la idea esencial que
caracteriza al proceso cautelar es la de intentar que no se disipe la eficacia practica
de la decisión judicial, que por su diferenciado objetivo, necesita una composición
que precise de procedimientos, principios y requisitos propios, que la instalan como
una categoría particular dentro de la sistemática del derecho procesal 653.
El proceso cautelar no es entonces una etapa de un único proceso, sino un proceso
autentico, con características propias, que lo hacen gozar de una unidad conceptual
y funcional muy definida, configurándolo como un proceso animado con propósitos
específicos, de los cuales pueden predicarse consecuencias jurídicas propias.
A Pesar de lo dicho un sector importante en la doctrina aduce todo lo contrario con
respecto a la autonomía, expresando que no gozan de todas las características
propias de un proceso, ya que por carecer de un fin en sí mismas, por su caducidad
y por su carácter provisorio son más un procedimiento o incidente dentro de un juicio.
Por nuestra parte nos adherimos y seguimos la postura de Podetti 654 que expresa
que el proceso cautelar es autónomo en cuanto no son dependencia o un accesorio
de un proceso determinado, sino un complemento funcional de cualquier tipo de
proceso; en este sentido la pretensión cautelar buscará la protección de
determinadas situaciones jurídicas por medio de los mecanismos previstos en el
ordenamiento jurídico en tanto no se adopte una decisión de fondo. Se considera por
tanto un proceso de calidad especial y accesorio cuya naturaleza jurídico material
pretende mantener la situación de hecho anterior a la promulgación del acto, con una
segundo que después de que haya una condena ejecuta lo juzgado(actuar). Finalmente dice el autor el proceso
cautelar tiene una finalidad instrumental(accesoria) de otro proceso (principal), consistente en asegurar el
resultado de este, o sea, evitar que luego de obtenida una sentencia favorable se frustre este resultado, como
consecuencia de la demora en obtener dicha resolución.
652
Francesco Carnelutti, Derecho y Proceso, Ediciones Juridicas Europa-America, Buenos Aires, 1971, Pág. 413
653
Susana De La Sierra, Tutela Cautelar Contenciosa-Administrativa y Derecho Europeo, Editorial Arazadi,
Navarra, 2002, Pág. 43
654
Ramiro Podetti, Tratado de Las Medidas Cautelares, Buenos Aires, 1955. Pág. 16
309
causa petendi y petitum que difieren sustancialmente del proceso principal,
convirtiéndolo en un proceso de carácter autónomo.
La cuestión sobre naturaleza jurídica que poseen las medidas cautelares ha sido
muy discutida tradicionalmente por la doctrina, a ella se han dedicado entre otros,
Guasp655, Prieto Castro656, Fairen657, Almagro658, Chiovenda659, Carnellutti660, Cortes
Domínguez661 y muchos mas.
En suma, como colofón es necesario nuevamente destacar la importancia desmedida
de la tutela cautelar, como la realidad operativa de la justicia, componiendo una
respuesta debida a las urgencias subjetivas legítimas, ya que los derechos subjetivos
públicos como consagración jurídica de las libertades ciudadanas, revisten en la
contemporaneidad
una
significación
de
transcendida
normativa
con
su
constitucionalización explicita. Pero ese reconocimiento constitucional de los
derechos políticos, civiles, sociales, económicos y culturales, no se reduce a una
mera expresión de deseos sino debe tener a la mano toda la artillería jurídica que
fuere menester para asegurar su exigibilidad judicial ante todo intento potencial o
actual de violación, trasgresión o desconocimiento, que depende indudablemente de
la implementación de estas medidas662.
655
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Tomo II, Instituto de Estudios Políticos de Madrid, Madrid, 1968, Pág.
683
656
Prieto Castro, Tratado de Derecho Procesal Civil, Tomo II, Pamplona, 1982, Pág. 815 y sigs.
657
Fairen, La reforma del proceso cautelar, Temas del ordenamiento procesal, Tomo II, Madrid, 1969
658
José Almagro Nosete, Constitución y Proceso, Barcelona, 1969, Pág. 49 y sigs.
659
Chiovenda, Derecho Procesal Civil, Tomo I, Buenos Aires, 1922, Pág. 316
660
Francesco Carnellutti, Derecho Procesal Civil y Penal, Tomo II , Buenos Aires, 1956, Pág. 243
661
Cortes Domínguez, Algunas notas sobre el proceso contencioso-administrativo, Revista de Derecho Procesal,
numero 1, Madrid, 1974, Pág. 785
662
Roberto Dromí, Garantías Procesales, Las Cautelares o la ultima razón del Derecho, Editorial Ciudad
Argentina, Buenos Aires, 2002, Pág. 17
310
TUTELA CAUTELAR COMO PARTE INTEGRANTE DEL DERECHO A LA
PROTECCIÓN JURISDICCIONAL.
Como bien lo a puesto de relieve Eduardo García de Enterría en su ya clásica obra
―La Batalla por las Medidas Cautelares‖, la tutela cautelar ha pasado de ser
considerada una simple exigencia de buen sentido judicial, para convertirse en una
exigencia del más alto rango, del constitucional 663.
En efecto, a raíz de las evoluciones jurisprudenciales del derecho comparado y muy
especialmente por los pronunciamientos reiterados del Tribunal de Justicia de la
Unión Europea664, existe el pleno convencimiento de la conexión intrínseca entre las
medidas cautelares y tutela judicial efectiva, ello en vista que esta ultima garantía
constitucional no se puede limitar a garantizar de manera teórica el acceso a la
jurisdicción de los ciudadanos, sino que también debe impedir consecuencias
perjudiciales por la demora de la tramitación de procesos. En este sentido para que
sea congruente la actuación de los órganos jurisdiccionales con las exigencias de la
defensa en juicio, será necesario que el ciudadano disponga de los medios
institucionales necesarios para garantizar la preservación del objeto litigioso,
convirtiéndose este derecho en un deber y obligación del Estado, que debe asegurar
la eficacia de sus actuaciones.
Justamente, si la Constitución de la República impone al Estado el deber de
garantizar la defensa en juicio, se requiere para que sea efectiva, que los procesos
se resuelvan en plazos razonables, debiéndose contrarrestar por esto la excesiva
dilación de los pleitos; es aquí donde se impone la necesidad de la tutela cautelar, al
integrar parte del contenido esencial de la garantía a la defensa. En este sentido la
constitucionalización de las medidas cautelares, no sólo busca enunciar su origen
663
Eduardo García de Enterria, La Batalla por las Medidas Cautelares, Editorial Civitas, Madrid, 2004, Pág.313.
Manuel Campos Sánchez-Bordona, La Tutela Cautelar de los Derechos con origen en el ordenamiento
comunitario, Medidas Cautelares en el Contencioso Administrativo, Consejo General del Poder Judicial, Madrid
1999.
664
311
constitucional, sino reafirma que la exclusión o limitación de estas medidas es
contraria a la garantía de la defensa en juicio.
Estos extremos, han sido reconocidos de manera unánime por el derecho
comparado Europeo, por lo que podemos encontrar pronunciamientos en esta línea
por los más prestigiosos Tribunales de ese continente. Así, El tribunal de Justicia de
Luxemburgo de manera muy fundamentada se ha pronunciado en las sentencias
Factortame 665, Zuckerfabrik666, Atlanta667, Antonissen668 y Carisen669 considerando a
la tutela Cautelar como una manifestación singular de la tutela Judicial Efectiva. La
doctrina establecida por el tribunal de Justicia de la Unión Europea, especialmente la
sentencia Factortame, ha ejercido una influencia determinante en diversos países
entre ellos España donde su Tribunal Supremo, en la sentencia del 20 de diciembre
de 1990 expone que en el ámbito del contencioso administrativo, tomando como
base el fumus bonis iuris, se sostiene que los estrechos límites del Art. 122 de la Ley
Reguladora de esa jurisdicción(1956), tienen hoy que entenderse ampliados por el
expreso reconocimiento del derecho a una tutela judicial efectiva en la propia
constitución(Art.24), derecho, que implica entre otras cosas, el derecho a una tutela
cautelar.
665
La sentencia del Tribunal de Justicia de Luxemburgo del 19 de junio de 1990(Factortame) estableció la
posibilidad de que los Tribunales nacionales suspendiesen cautelarmente la ejecución de sus propias leyes
nacionales cuando sus preceptos estuviesen aparentemente contra el Derecho comunitario.
666
La sentencia del Tribunal de Justicia de Luxemburgo del 21 de febrero de 1991(Zukerfabrik) estableció la
posibilidad de que los Tribunales nacionales, en supuestos de serias dudas sobre la validez, pudieran suspender la
aplicación de Reglamentos comunitarios con ocasión de recursos dirigidos contra actos de la Administración
nacional dictados en aplicación de dichas normas comunitarias
667
La sentencia del Tribunal de Justicia de Luxemburgo del 9 de noviembre de 1995(Atlanta), que estableció la
posibilidad de adopción por los tribunales nacionales de medidas cautelares positivas contra actos de las
administraciones respectivas dictados en ejecución de reglamentos comunitarios de dudosa validez.
668
Por auto del Tribunal de Justicia de Luxemburgo de fecha 29 de enero de 1997(Antonissen), en el que se
establece que el Juez podrá ordenar las medidas provisionales si se demuestra que su concesión está justificada a
primera vista de hecho y derecho(fumus bonis iuris) y que son urgentes, “en el sentido de que, para evitar que los
intereses de la parte demandada sufran un perjuicio grave e irreparable, es necesario que tales medidas sean
acordadas y surtan efectos desde antes de que se dicte una resolución en el procedimiento principal.”
669
Por auto del Tribunal de Justicia de Luxemburgo de fecha 3 de marzo de 1998(Carisen), en el que se
establece que las medidas cautelares “deben, en principio, quedar sin efecto cuando se pronuncie la sentencia que
ponga fin al proceso.”
312
En análogo sentido se han pronunciado la Corte Costituzionale en Italia y el Tribunal
Constitucional Alemán, el primero en la sentencia del 28 de junio de 1985, numero
190, que introdujo el poder general en materia cautelar previsto por el Art. 700 del
Código de Procedimientos Civiles, dentro del ámbito del proceso contencioso
administrativo670, también de manera más reciente en el proceso numero 249 de
1996, donde se afirma de manera expresa que la disponibilidad de la
medida
cautelar es instrumental a la efectividad de la tutela jurisdiccional prevista en el Art.
24 de la Constitución Italiana. En cuanto a Alemania con ciertas variantes también
es la interpretación que predomina de donde podemos ver que se delinea la
concepción que la tutela cautelar constituye un derecho sustantivo para obtener un
control judicial efectivo y real671.
Se observa pues, que partiendo de unos inicios modestos, la tutela cautelar se ha
desarrollado como un subsistema que a menudo supera la importancia del proceso
principal, debido a que con ella se pretende evitar hechos consumados 672.
Por todo lo anterior, advertimos la manifiesta necesidad que impone la Constitución
con respecto a la aplicación de las medidas cautelares, que se formula y conectada
con toda explicitud no sólo a los supuestos de daños irreparables para los intereses
cuya protección se pretende, sino también a la efectividad de la tutela de fondo. En
este sentido será constitucionalmente obligatoria ante cualquier situación en que los
derechos o intereses a proteger en el proceso de fondo pueden desaparecer,
dañarse o desmerecerse, de manera irremediablemente, si ella no interviene 673.
Ahora bien, no obstante la uniformidad de los alcances y el valor que ha obtenido la
tutela cautelar en el derecho comparado, en El Salvador todavía podemos advertir
670
Tomas Quintana López, Las Medidas Cautelares en el proceso administrativo Italiano, Revista Española de
Derecho Administrativo, Numero 64, Editorial Civitas, Madrid, 1989, Pág. 542 y sigs
671
Mariano Bacigalupo, El Sistema de Tutela Cautelar en e Contencioso Administrativo Alemán, Revista de
Aministración Publica, Numero 128, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1992, Pág. 416
672
Eberhard Schimidt-Assmann, Teoría General del Derecho Administrativo como Sistema, Instituto Nacional de
Administración Publica ,Editorial Marcial Pons, Madrid, 2003, Pág.237
673
Eduardo García de Enterria, La Batalla por las Medidas Cautelares, Editorial Civitas, Madrid, 2004, Pág.314.
313
una extrema prudencia a la hora de su aplicación, y más aún al tratarse de procesos
contencioso administrativos, situación que nos aísla de la mayoría de legislaciones
modernas. Frente a estas realidades, lamentamos la posición mantenida por los
juzgadores Salvadoreños que continúan acogidos a posturas de antaño, con
frecuencia frustratorias del derecho a la tutela judicial Efectiva, negando la existencia
de un verdadero derecho fundamental a obtener la protección preventiva de los
derechos e intereses legítimos de los afectados por el obrar ilegal de la
Administración Pública.
Las posturas arriba señaladas son contrarias a la buena ejecución de las funciones
jurisdiccionales, pues privan y evitan que se cumpla plenamente con Art. 172 inciso
1° de la Constitución, que atribuye a los órganos judiciales, la potestad de juzgar y
hacer ejecutar lo juzgado. Opinamos en igual sentido, que nuestra Constitución insta
de manera expresa a los órganos judiciales a neutralizar los efectos perniciosos del
tiempo, ya que el Art. 182 numeral 5° de la Constitución, impone a los tribunales, la
obligación de ―vigilar se administre pronta y cumplida justicia‖, para lo cual como bien
lo formula la parte final del numeral en cuestión será necesario que se adopten ―las
medidas que fueren necesarias‖.
En este sentido considero, que no obstante nos encontramos frente una regulación
cautelar deficiente, donde la tutela cautelar se ha constituido en una ―rara avis‖, los
juzgadores sin embargo están facultados por las potestades orgánicas y como
derecho fundamental, a ampliar su rango de aplicación, que tal como lo expresa
Garcia de Enterría, nos llevaría a una nueva era dentro del contencioso674.
Sin embargo, ¿Cómo llegar a este etapa? y asimismo ¿Que consecuencias brotarían
del reconocimiento de esta constitucionalización en El Salvador? En primer término,
cabe advertir que El Salvador se encuentra en el tránsito del Estado de Derecho o
Estado Social tradicional; y busca llegar a un Estado Constitucional de Derecho, el
674
Eduardo García de Enterria, La Batalla por las Medidas Cautelares, Editorial Civitas, Madrid, 2004.
314
cual concibe que el cumplimiento de la norma constitucional aparece como el centro
de gravedad, entendiendo además, que existe una primacía de la Constitución sobre
las demás normas que conforman el Ordenamiento Jurídico.675.
Don Manuel García Pelayo, en su Opúsculo Estado Legal y Estado Constitucional De
Derecho676, ha expresado que: ―el Estado Constitucional de Derecho eleva la
Constitución desde el plano programático al mundo de las normas jurídicas
vinculatorias y, por consiguiente, no sólo acoge el principio de la primacía de la ley in
suo ordine sino que lo complementa con el principio de la supremacía de la
Constitución sobre la Ley y, por tanto, sobre todo el ordenamiento jurídico, con la
consiguiente anulación en la medida que en su conjunto o en algunos de sus
preceptos no se adecue a la norma constitucional. Esta primacía de la Constitución
sobre la Ley se sustenta, en primer lugar, en la doctrina iniciada por Kelsen y hoy
generalmente admitida según la cual el orden jurídico constituye un sistema
jerárquico que, iniciándose en la Constitución, se extiende por los sucesivos
momentos en el proceso de su creación a través de la ley, el reglamento, el acto
administrativo, la sentencia y la ejecución‖.
Nuestra Carta Magna ha diseñado con precisión este Estado Constitucional de
Derecho, lo único que falta es hacerlo funcionar. El Órgano Judicial ha emprendido
esta tarea desde la vigencia de los Acuerdos de Paz.
El carácter de súper legalidad de la Constitución la encontramos en su Art. 246
concebido en los términos siguientes: ―Los principios, derechos y obligaciones
establecidos por esta Constitución no pueden ser alterados por las leyes que regulen
su ejercicio.
675
Peter Häberle, El Estado Constitucional, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma de
México, 2001, Pág. 3
676
Manuel García Pelayo, Estado Legal y Estado Constitucional de Derecho. El Tribunal Constitucional Español,
Revista de Derecho Constitucional, Numero 2, Publicación de la Sala de lo Constitucional, Corte Suprema de
Justicia, San Salvador, 1992
315
La Constitución prevalecerá sobre todas las leyes y reglamentos. El interés público
tiene primacía sobre el interés privado‖.
También el Art. 235 de la Constitución recoge el carácter de Ley de Leyes que tiene
la Constitución y su sitial en la cúspide de la jerarquía normativa, al disponer que:
―Todo funcionario civil o militar; antes de tomar posesión de su cargo, protestará bajo
su palabra de honor, ser fiel a la República, cumplir y hacer cumplir la Constitución,
ateniéndose a su texto cualesquiera que fueren las leyes, decretos, órdenes o
resoluciones que la contraríen, prometiendo, además, el exacto cumplimiento de los
deberes que el cargo le imponga, por cuya infracción será responsable conforme a
las leyes‖.
En el Sistema Jurídico resultante del Estado Constitucional de Derecho, los
preceptos constitucionales contienen verdaderas normas de derecho de operatividad
inmediata, que no requieren preceptos legales que los desarrollen y complementen.
La operatividad y eficacia inmediata de la Constitución ha sido reconocida por
nuestra escasa doctrina constitucional. Así, en la obra conjunta de los Autores
Salvadoreños Tinetti-Bertrand Galindo y otros, se puede leer lo siguiente: Hemos
dicho que el Derecho constitucional es el derecho de la Constitución, pero al
desglosar el contenido normativo de ésta resulta que ella misma es una norma. Es
decir, que rige para ella el principio de imperatividad constitucional, según el cual ella
tiene operatividad inmediata que establece una vinculación automática dado que
ella entra en vigencia, para gobernantes y gobernados677.
Eduardo García de Enterría678, en la Obra de mayor influencia en la mitad del Siglo
XX, llamada La Constitución Como Norma Jurídica y El tribunal Constitucional,
677
Tinetti-Bertrand Galindo y otros, Manual de Derecho Constitucional, Tomo I, Centro de Investigación y
Capacitación Proyecto de Reforma Judicial, San Salvador, 1992.
678
Eduardo García de Enterría, La Constitución como Norma y El tribunal Constitucional, Editorial Civitas,
Madrid, 2001
316
transita por estas ideas al afirmar que: ―La explicación de todo este nuevo valor
normativo de la Constitución nos exigirá remontarnos a algunas cuestiones de
principio, lo que haremos en la medida indispensable para hacer posible esa
explicación y permitirnos operar técnicamente con esa especie nueva de norma con
que se encuentra ahora nuestro Derecho, norma que es, además, la primera entre
todas y la más relevante679‖.
La Corte Suprema de Justicia por medio de la Sala de lo Constitucional ha sido fiel y
consecuente con la posición expuesta, lo que se corrobora sus Sentencias680 donde
dispone:―Eficacia Inmediata de la Constitución‖. Hablar de Constitución tiene sentido
cuando se la concibe como instrumento de limitación y control del poder, pues sólo si
existe control de la actividad estatal puede la Constitución desplegar su fuerza
normativa y sólo si dicho control forma parte del concepto puede ser entendida como
norma jurídica suprema y de aplicación inmediata.‖
El mismo criterio lo reiteran las Sentencias de la Sala de lo Constitucional681 donde
se lee que: ―La preeminencia del texto constitucional que destaca García Pelayo, es
lo que doctrinariamente se conoce como supremacía de la Constitución; en cuanto
afirma la calidad de ―suprema‖ por ser emanación directa del pueblo, y goza de
―primacía‖, por ocupar el primer lugar entre todas las normas. Y es que, siendo la
Constitución expresión de la soberanía, no sólo es norma, sino precisamente la
primera de las normas del ordenamiento jurídico interno, ―lex superior‖, ―lex legum‖;
esto es, que todos los planos de la producción jurídica se subordinan a la
Constitución en cuanto a forma y a contenido‖.
679
Eduardo García de Enterría, La Constitución Como Norma y El Tribunal Constitucional, Editorial Civitas,
Madrid , 2001.
680
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador,
pronunciada en el proceso de Amparo de fecha veinte de abril de mil novecientos noventa y nueve en el juicio
referencia Amparo 463-97
681
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador,
en el Proceso de Amparo de No. 23-S-92.
317
En este sentido, como consecuencia de la aplicación directa de la constitución, en
concreto la garantía del debido proceso que subsume y contiene la tutela cautelar,
las medidas cautelares podrían conseguir un campo de aplicación más extenso,
pudiéndose en primer termino, abandonarse criterios tradicionales que las identifican
como de excepcional aplicación. En segundo lugar, se eliminaría la posibilidad de
que por vía legislativa se limite la adopción de medidas cautelares que aseguran los
procesos, en tanto la ejecutividad del acto administrativo no puede desplegarse
libremente del control jurisdiccional, pues ello significaría privar a los justiciables de
una garantía que se configura ―como contenido del derecho a la tutela judicial
efectiva‖. Finalmente, a partir de lo expuesto, resulta evidente, que el sistema
cautelar se convierte en un sistema abierto, que permite adaptar la tutela cautelar a
cada caso concreto, debiendo adecuarse a las diversas pretensiones a ejercerse, no
limitándose por esto únicamente a la suspensión del acto.
MEDIDAS
CAUTELARES
Y
LA
CONVENCION
INTERAMERICANA
DE
DERECHOS HUMANOS
El Salvador ha suscrito la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y se ha
sometido a la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo que
hace brotar una obligación de que se garanticen los derechos reconocidos en la
misma.
Como consecuencia de esta obligación los Estados deben prevenir, investigar y
sancionar toda violación de los derechos reconocidos por la Convención y procurar,
además, el restablecimiento, si es posible, del derecho conculcado y, en su caso, la
reparación de los daños producidos por la violación de los derechos humanos682.
En ese sentido, la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sostenido
que el derecho a la Protección Jurisdiccional que surge de los artículos 8 y 25 de la
682
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Velásquez Rodríguez, párrafo 166.-
318
Convención Americana, exige a los jueces que dirijan el proceso de modo de evitar
que dilaciones y entorpecimientos indebidos, que conduzcan a la impunidad,
frustrando así la debida protección judicial de los derechos humanos 683.-
La presencia del principio de la tutela judicial efectiva, de la cual deriva la tutela
cautelar, obedece al evidente reconocimiento de que los derechos e intereses que el
ordenamiento jurídico atribuye al individuo sólo son reales y efectivos en la medida
en que pueden hacerse valer en caso de conflicto frente al poder público 684.
La tutela judicial efectiva tiene una amplitud muy grande, que contempla varios
principios que surgen para establecer un sistema de control jurisdiccional.- En este
sentido, el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva no solamente supone el
acceso a los órganos de la jurisdicción, sino que va mucho más allá y regula el
acceso a los distintos recursos que prevé el ordenamiento jurídico, un sistema
efectivo de protección cautelar a las pretensiones del particular, así como la
observación de ciertas garantías que aseguren el derecho a un debido proceso y
supone, igualmente, la obtención de una sentencia eficaz685.-
Así las cosas, según lo dispuesto en los artículos 8.1 y 25 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos toda persona tiene derecho a ser oída, con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación
de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus
derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.Igualmente, supone que toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o
a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la
683
CIDH, Caso Bulacio vs. Argentina, párrafo 115.Rafael G. Prado Moncada, Comentarios sobre el derecho a la tutela judicial efectiva en el sistema jurídico
administrativo venezolano, Lex. Difusión y Análisis, año VII, número 92, 2003, p. 21.685
Rafael G. Prado Moncada, Comentarios sobre el derecho a la tutela judicial efectiva en el sistema jurídico
administrativo venezolano, Lex. Difusión y Análisis, año VII, número 92, 2003, p. 21.684
319
Constitución, la ley o la presente Convención, aún cuando tal violación sea cometida
por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha considerado que el artículo 8.1
de la Convención debe interpretarse de manera amplia, de modo que dicha
interpretación se apoye tanto en el texto literal de esa norma como en su espíritu, y
debe ser apreciado de acuerdo con el artículo 29, inciso c), de la convención, según
el cual ninguna disposición de ella puede interpretarse con exclusión de otros
derechos y garantías686.-
En cuanto a la relación de la protección jurisdiccional y la tutela cautelar, García
Pullés explica que resultaría ilusorio hablar de garantía jurisdiccional si los actos que
la concretan carecieran de efectividad, pues implicaría un error escindir los actos que
aseguran la efectividad de la resolución final de la garantía misma 687.-
Los instrumentos cautelares encuentran su razón de ser en la tutela judicial efectiva,
ya que difícilmente puede concretarse sin medidas que aseguren el real
cumplimiento de la resolución definitiva que recaiga en el proceso principal 688.
Así, las medidas cautelares no deben ser extraordinarias o excepcionales sino que
son un instrumento de la tutela judicial ordinaria, adquiriendo así una perspectiva
constitucional que sitúa a las medidas cautelares en el denominado derecho
administrativo constitucional689.-
La Convención Americana sobre Derechos Humanos, según se desprende de su
propio texto, garantiza a toda persona el acceso a la justicia para hacer valer sus
derechos, recayendo sobre el Estado, en este caso sobre la justicia, el deber de
686
CIDH, caso Blake. Guatemala, párrafo 96.Fernando García Pullés, Tratado de Derecho Administrativo, Hammurabi, Buenos Aires, 2004, Pág. 40.688
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 107
689
Rodríguez-Arana, Jaime Las medidas cautelares en la jurisdicción contencioso-administrativa en España,
Estudios Homenaje a Jorge Fernández Ruiz, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2005.
687
320
prevenir los posibles actos que imposibiliten, tornen ilusorias e ineficaces las
resoluciones judiciales destinadas a restablecer la observancia del derecho 690.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha sostenido en reiteradas
ocasiones que, el derecho de toda persona a un recurso sencillo y rápido o a
cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales constituye uno de los
pilares básicos, no sólo de la Convención Americana, sino del propio Estado de
derecho en una sociedad democrática691.-
En definitiva las medidas cautelares deben entenderse incluidas en la Convención
Interamericana como medidas rápidas y efectivas que protegen contra actos que
violan los derechos fundamentales de los particulares692.
La Corte ha establecido que el Estado debe conceder a todas las personas bajo su
jurisdicción un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de sus derechos
fundamentales, prescribiéndose que no basta con que los recursos existan
formalmente, sino que los mismos deben tener efectividad, es decir, debe brindarse a
la persona la posibilidad real de interponer un recurso que sea sencillo y rápido.Cualquier norma o medida que impida o dificulte hacer uso del recurso de que se
trata constituye una violación del derecho al acceso a la justicia, bajo la modalidad
consagrada en el artículo 25 de la Convención Americana693.-
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA MEDIDA CAUTELAR.
Teniendo en cuenta por una parte la obligatoriedad o imperiosidad de las medidas
cautelares y, por otro, la autonomía sustancial y procedimental que poseen, la
690
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 107
CIDH, caso Cantoral Benavides, Perú, párrafo 163.692
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 107
693
CIDH, caso Cantos, párrafo 49.691
321
doctrina procesal tanto nacional como internacional han sabido agrupar ciertas
características esenciales de dicha institución.
Las medidas cautelares en los procesos Contenciosos Administrativos obedecen al
intento de no frustrar los efectos ulteriores de la sentencia, por lo que
indiscutiblemente advertimos su naturaleza cautelar; es por ello, que concurrirán
marcadamente todos los caracteres que tradicionalmente el derecho procesal ha
configurado como parte integrante de estas medidas 694. Las características
fundamentales
b)Provisionalidad,
que
aludimos
c)Urgencia,
se
concretan
d)Funcionalidad,
en:
a)
la
Instrumentalidad,
e)Improcedencia
de
la
Homogeneidad y f) jurisdiccionalidad. A continuación analizaremos cada una de las
mencionadas características, con una especial y particular consideración al proceso
Contencioso-Administrativo.
A) INSTRUMENTALIDAD.
La instrumentalidad o accesoriedad ha sido considerada por la doctrina mayoritaria
como uno de los indiscutibles rasgos distintivos del proceso cautelar, esta
instrumentalidad implica que su función se encuentra preordenada a la emanación de
una ulterior decisión definitiva a recaer en un proceso, su función es garantizar la fiel
y completa efectividad del fallo del proceso principal en beneficio de la parte
victoriosa695. Así, la medida cautelar no constituye una finalidad en sí misma, sino
que se halla necesariamente vinculada a la sentencia que pueda dictarse en el
proceso696. No existe entonces, una sustantividad propia de las medidas cautelares,
por lo que se justificaran en razón de la existencia de otro proceso(llamado por ello
694
Ezequiel Osorio Acosta, La Suspensión del Acto Administrativo, Editorial Marcial Pons, Madrid, 1995, Pág.
42
695
Lino E. Palacio, Derecho procesal Civil, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1980, Pág. 45
Manuel Ramos Ortells y Maria Pia Calderón Cuadrado, La Tutela judicial cautelar en el Derecho Español,
Editorial Comares, Granada, 1996. Pág. 8
696
322
―principal‖); asimismo tampoco son un fin, sino un medio, un instrumento en pos de
un proceso697.
Debemos reafirmar entonces, que la medidas cautelares son un accesorio de otro
proceso, eventual o hipotético, pendiente o ya iniciado, en tanto se otorgan en
consideración al derecho que se intente hacer valer en ese proceso 698. En el decir de
Calamandrei, nacen en previsión y a la espera de una decisión final y definitiva,
ósea, constituyen una tutela mediata que más que hacer justicia sirven para
garantizar la eficacia del funcionamiento de la justicia699.
No obstante lo antes expresado, esta concepción de la instrumentalidad como
garantía de cumplimiento de la sentencia futura, ha sido recientemente renovada y
complementada por la doctrina y la jurisprudencia europea, postulándose un criterio
más amplio que afirma que las medidas cautelares tienen por finalidad primordial
garantizar la efectividad de la tutela judicial del derecho y no sólo la eficacia del
pronunciamiento de fondo. Según esta nueva interpretación, lo verdaderamente
determinante para valorar en las medidas cautelares ya no es si por el transcurso
del tiempo será posible que se dicte una providencia definitiva, y que se aseguren
sus resultados, sino ante todo reconocer que la tutela cautelar integra el contenido
del derecho fundamental a la defensa judicial efectiva700.
La importancia practica de la característica de la Instrumentalidad trae consigo
ciertas consecuencias trascendentales que nos ayudan a entender su contenido e
importancia: en primer lugar es necesario señalar que estas sólo podrán interponerse
y adoptarse frente a un proceso principal, en curso o por incoarse. Frente al último de
estos supuestos, señalamos que la no interposición del proceso en el plazo
697
Luis R. Carranza Torres, Medidas Cautelares respecto de la Administración Pública, Editorial Alveroni,
Primera Edición, Cordova, 2005, Pág. 91
698
Font Serra, Las Medidas Cautelares como manifestación de la justicia preventiva, El Sistema de Medidas
Cautelares, Pamplona, 1974, Pág. 143
699
Piero Calamendrei, Introducción al Estudio Sistemático de Medidas Cautelares, Buenos Aires, 1947, Pág. 21
700
Eduardo García de Enterria, La Batalla por las Medidas Cautelares, Editorial Civitas, Madrid, 2004.
323
determinado por ley, suprime la medida acordada. En otras palabras, es posible que
la medida cautelar pueda ser prejudicial, a condición de que la demanda principal
sea interpuesta dentro del plazo establecido por la ley, y en caso contrario opera la
caducidad automática e inmediata de la medida adoptada. Observamos, pues, una
de las más claras manifestaciones de la accesoriedad.
En segundo lugar, parece del todo claro que una vez finalizado o extinguido el
proceso principal la medida también cesa en sus efectos. Si fue desestimatoria, por
que ya no tiene sentido; y si fue favorable, porque entran a regir las reglas de la
ejecución. En efecto, la instrumentalidad comporta que las medidas cautelares están
subordinadas a la pretensión principal y a la duración del proceso, por lo que
igualmente la medida cautelar sólo puede ser adoptada en medida que sea útil para
garantizar una eventual resolución de fondo, pudiendo ser modificada durante el
proceso cuando lo demande la pretensión principal, y al haberse alterado las
circunstancias que dieron lugar a su adopción inicial o al conocerse nuevas
circunstancias701.
Finalmente, las medidas poseen un conjunto de efectos jurídicos diferentes, que por
lo general, coinciden tan solo parcialmente con los efectos de la sentencia principal,
aunque en algunas oportunidades pueden llegar a coincidir plenamente, a condición
de que sean provisionales702.
B) PROVISIONALIDAD.
Esta característica de la medida cautelar se encuentra directamente relacionada al
destino que ésta proporciona; así como a la exigencia de la misma de garantizar el
derecho o interés jurídico, pendiente de solución en la litis. El atributo de la
701
Susana de la Sierra, Tutela Cautelar Contencioso-Administrativo y Derecho Europeo, Editorial Aranzadi,
Navarra, 2004, Pág. 52
702
Manuel Ramos Ortells y Maria Pia Calderón Cuadrado, La Tutela judicial cautelar en el Derecho Español,
Editorial Comares, Granada, 1996, Pág. 9
324
provisionalidad ha sido considerado por muchos como parte integrante de la
instrumentalidad703; no obstante, en vista de su especial relevancia, podemos
catalogarla como una característica independiente y separada de la instrumentalidad.
Justamente, cuando
hablamos que son provisionales, hacemos referencia a su
efecto temporal, a sus efectos meramente transitorios, que la sujetan a lo que en
definitiva se vaya a resolver en la sentencia, a la que para todo efecto sustituirá 704.
Las medidas no tienen en este sentido un efecto definitivo, ya que desaparecen
cuando lo hacen los presupuestos que originalmente sustentaron su adopción 705.
La nota de la provisionalidad se entiende bien si se conecta con la finalidad de las
medidas cautelares; si lo que se trata de proteger y tutelar mediante la adopción de
tales medidas es la efectividad de una ulterior sentencia, lógico es que las mismas
tengan una vigencia limitada en el tiempo, concretamente aquella en la que dicha
sentencia tarde en obtenerse706.
Al respecto, fue el mismo Calamandrei quién hace mucho tiempo afirmó que la
medida Cautelar es la comprobación definitiva de la existencia de las condiciones
necesarias y suficientes para obtener la condición ope iudicis de una relación jurídica
a término, destinada a tener eficacia, rebuc sic stantibus, hasta el pronunciamiento
del fallo principal.
Así, las medias cautelares no pretenden convertirse en definitivas, por lo que deben
alzarse cuando en el proceso principal se haya llegado a una situación que haga
inútil su aseguramiento, bien por incumplimiento de la sentencia, bien por
703
Piero Calamendrei, Introducción al Estudio Sistemático de Medidas Cautelares, Buenos Aires, 1947, Pág. 11 y
sigs
704
Ezequiel Osorio Acosta, La Suspensión del Acto Administrativo, Editorial Marcial Pons, Madrid, 1995, Pág.
44
705
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Medidas Cautelares Positivas, Tomo III,
Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, San José, 2002, Pág.23
706
Jaime Rodríguez-Arana, Las Medidas Cautelares en la jurisdicción contencioso-administrativo en España,
Estudios Homenaje a Don Jorge Fernández Ruiz, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2005, Pág. 311
325
actuaciones en el proceso de ejecución que despojan de motivación el
mantenimiento de ellas.
En este sentido se ha pronunciado reiteradamente la jurisprudencia de nuestra la
Sala de lo Constitucional cuando expresa que las medidas son provisionales pues
sus efectos tienen duración limitada, no aspiran a transformarse nunca en definitivas,
sino que por su naturaleza están destinadas a extinguirse en el momento en que se
dicte sentencia o resolución conclusiva del asunto.‖
C) URGENCIA.
Otra característica consustancial de las medidas cautelares es que deben ser
necesariamente adoptadas con rapidez y urgencia, de manera inmediata y pronta, o
como lo pondría Calamandrei sin ―las reposadas formas del proceso‖. La urgencia
constituye el fundamento mismo de toda decisión cautelar, sin urgencia, las medidas
cautelares perderían su razón de ser, ya que como lo señala Chiovenda, las medidas
cautelares responden a la necesidad, efectiva y actual, de alejar el temor de un daño
jurídico707.
Lo característico de las medidas cautelares, considera Carmen Chinchilla Marin, es
que han de adoptarse con urgencia, inmediatamente, especialmente en el ámbito
administrativo, donde los actos de la administración pública son inmediatamente
eficaces, y, por tanto, de inmediato obliga cumplimiento 708.
707
Chiovenda, Instituciones de Derecho Procesal Civil, t I, Madrid, 1954, Pág. 316
Carmen Chinchilla Marin, La Tutela Cautelar en la nueva justicia administrativa, Editorial Civitas, Madrid,
1991, Pág. 32
708
326
La urgencia presupone dos exigencias fundamentales: a) evitar que se cause un
dano o perjuicio y b) para lograr tal fin se derogan una serie de reglas que operan en
circunstancias normales709.
Por esto, la cognición debe ser sumaria o de prima facie cognitio, debiéndose partir
de la verosimilitud de los hechos710 y no de la determinación absoluta y completa de
todas sus circunstancias; esta situación no deja de ser peligrosa, en vista que el
contradictorio y la paridad de las partes puede ser sensiblemente afectada. Esta
cognición sumaria responde al designio de urgencia, siempre con el cuidado de no
transformar el auto de caución en una la sentencia final.
Ahora bien, esta urgencia evidentemente limita el conocimiento de los supuestos
necesarios para su adopción e influye en la sumariedad del procedimiento
establecido en la ley, es por esto que existe la posibilidad de yerros, que en medida
tratan de corregirse por medio de las potestades de los jueces que pueden revocar o
sustituir las medidas adoptadas, siempre al probarse nuevos hechos que modifiquen
las circunstancias fácticas del caso. Con ello se está señalando la sujeción a la regla
rebuc sic stantibus que permite la modificación de la medida al ritmo de las
circunstancias que la justificaron711.
Sobre la revocabilidad mencionada es importante señalar que las medias cautelares
no producen cosa juzgada formal (ni mucho menos, por razones obvias, cosa
juzgada material). Debe despejarse entonces, la confusión creada al respecto, pues
hay quienes afirman para este caso la existencia de aquél especial efecto, aduciendo
que la posible modificación de la medida autorizada y dispuesta por el ordenamiento
y la jurisprudencia, no opera por el exclusivo cambio de criterio del Juzgador, ante el
709
Manrique Jiménez Meza y Otros, El Nuevo Proceso Contencioso-Administrativo, Poder Judicial, San José
2006, Pág.163
710
Piero Calamendrei, Introducción al Estudio Sistemático de Medidas Cautelares, Buenos Aires, 1947, Pág. 63
711
Vicente Gimeno Sendra, El Nuevo Sistema de Medidas Cautelares en la LJCA de 1998, Derecho
Administrativo en el umbral del Siglo XXI Homenaje al Profesor Ramón Martín Mateo, Tomo II, Editorial Tirant
lo Blanch, Valencia, 2000, Pág. 2265
327
mismo e invariable cuadro fáctico-jurídico que generó la decisión inicial (supuesto
que estiman básico para poder negar aquél efecto jurídico), sino precisamente por lo
contrario, porque varían las circunstancias base de la medida, y en tal caso, según
ellos, se produce la cosa juzgada formal dentro del cuadro fáctico y originario,
precisamente porque de no haber cambiado éstas últimas, tampoco hubiera sido
posible modificar la medida. Es decir, sostienen la existencia de cosa juzgada formal
argumentando que los presupuestos de la decisión cautelar originaria, una vez firme,
no pueden ser revisados de nuevo, cosa muy distinta cuando, por la aparición de
nuevas circunstancias (o por la variación de aquéllas), sea necesaria, ahora sí, la
aprobación de la medida cautelar o por el contrario, haya dejado de ser necesaria 712.
Pero en realidad, el efecto de cosa juzgada formal –que con lo anterior se afirma
para la medida cautelar–, sería tal, no por virtud de la susceptible variación de criterio
(ya firme) frente a supuestos idénticos (lo que sería arbitrariedad antes que cosa
juzgada), sino por el hecho de que a través del mismo procedimiento y por la misma
vía ―incidental‖, pueda revisarse la decisión adoptada a la luz de nuevos hechos. Esa
susceptible variación de la resolución judicial emitida con anterioridad, dentro del
mismo proceso, gestión o incidencia, es lo que obliga a negar cualquier viso de la
llamada ―cosa juzgada formal‖ en la medida cautelar713.
Estas ideas coinciden con el pensamiento de nuestro máximo tribunal, La Sala de lo
Constitucional, específicamente en sentencia pronunciada en el caso ASO10898.99,
del 14-7-99, donde se sostiene que : ― las medidas cautelares constituyen un
mecanismo tendente a asegurar la eficacia práctica de la sentencia definitiva…que
parten-las medidas-de una base común:‖el fumus bonis iuris‖ y el periculum in mora
―, cuyas características han quedado anotadas…que las medidas son susceptibles
de revisión o de revocación, siempre que produzca una variación que altere
712
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Medidas Cautelares Positivas, Tomo III,
Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, San José, 2002, Pág. 24 y sigs.
713
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Medidas Cautelares Positivas, Tomo III,
Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, San José, 2002, Pág. 25
328
sustancialmente las condiciones que motivaron su autorización (Rebus sic stantibus);
de lo contrario se extinguen con la sentencia definitiva,‖ es decir la que resuelve el
fondo de la controversia714.
Por otro lado, debe entenderse que el levantamiento o modificación de toda medida
cautelar ya adoptada, debe ser realizada concediendo audiencia a la parte contraria,
ello debido a que dicha exigencia constituye una garantía constitucional de las
partes; este principio debe orientar la conducta y proceder del tribunal, de manera tal
que en todo el procedimiento y cada una de sus etapas e incidentes, las partes
puedan tener la oportunidad suficiente para manifestarse con anterioridad sobre los
asuntos sujetos a decisión, que puedan asimismo afectar su situación, así como
impugnarla.
La obligación de mandar oír a las partes para que se manifiesten en forma previa a
toda resolución que afecte o altere la situación jurídica de las partes, ha sido
considerada por la Sala de lo Constitucional como una manifestación del derecho de
defensa, en los términos siguientes: Derecho de defensa. ―El Derecho de Defensa
está íntimamente vinculado al conocido como derecho de audiencia, pues cuando
este establece que todo juzgador, antes de solucionar controversia, tiene que haber
posibilitado –de acuerdo a la ley o en aplicación directa de la Constitución– al menos
una oportunidad procedimental para oír la posición del demando –principio del
contradictorio–, y sólo puede privarlo de algún derecho después de haberlo vencido,
no cabe duda que todas las oportunidades de defensa a lo largo del proceso también
son
manifestaciones o aplicaciones
in
extremis
de
este
último
derecho,
convirtiéndose el derecho de defensa en un derecho de contenido procesal que no
puede disponerse a voluntad de los sujetos procesales, pues sus elementos y
manifestaciones deben respetarse forzosamente por su naturaleza constitucional‖
(Amparo. 19-11-01).
714
Revista de Derecho Constitucional, Tomo II, Corte Suprema de Justicia, Numero 32, El Salvador, 1999, Págs.
749 y sigs.
329
En ese sentido, aunque se argumente que la suspensión del acto reclamado
constituye una medida cautelar por ello revocable, la Sala debe darle a las partes, en
todo caso, o por lo menos a la parte afectada, la oportunidad de presentar sus
argumentos, porque se trata de una decisión que innegablemente altera la situación
jurídica de los justiciables.
Argumentar que la revocación o alteración de las medidas cautelares puede ser
inautida parte, resultaría un argumento improcedente, ya que como hemos
subrayado es una exigencia constitucional, que solo puede ser suplida cuando la ley
expresamente lo permita. Sobre estos extremos se ha pronunciado ya Don Pascual
Botía Torralba al expresar que por excepción pueden adoptarse ―in audita parte
debitoris‖, siempre y cuando la ley contemple este excepcional supuesto, ya que de
lo contrario se vulneraria el esencial principio de contradicción. En la actual normativa
Procesal Administrativa únicamente se exime de audiencia en el supuesto del Art. 16
de la LJCA, donde se establece que en el mismo auto de admisión se resolverá
sobre la suspensión, eximiéndose así de toda audiencia contraria, justificada por la
premura y urgencia de la mayoría de los casos; ahora bien, dicho supuesto debe
diferir dramáticamente cuando la medida ya ha sido adoptada, donde se deben
seguir las reglas generales y por tanto conferirse audiencia, ya que en caso contrario
constituiría una violación al derecho de defensa de la parte.
D) FUNCIONALIDAD
Para la doctrina, la característica de la funcionalidad responde a la necesidad de que
las medidas cautelares deben adaptarse forzosamente a la naturaleza del derecho
que se pretende proteger715, es decir, que estas medidas deben constituirse según la
pretensión que se ejercita, ya que no resulta lógico que
cualquier medida
proporcione la conservación adecuada de los distintos derechos en juego. En este
715
Susana de la Sierra, Tutela Cautelar Contencioso- Administrativo y Derecho Europeo, Editorial, Aranzadi,
Navarra, 2004, Pág.60
330
sentido entre más próxima sea la medida en relación a la sentencia definitiva, mejor
desempeñará su objetivo716, siempre en el entendido de no prejuzgar el fondo del
asunto.
La característica de la funcionalidad implica asimismo que las medidas cautelares no
se encuentren sujetas a una lista tasada o cerrada, que imponga a los juzgadores la
aplicación estricta de providencias, sino por el contrario, implica que sin perjuicio de
la cita y regulación de las más importantes y usuales, debe entenderse que existe
una cláusula general y abierta que permita a los jueces adoptar cualquier otra
medida que estimen pertinente, y ante todo, necesaria a los intereses de las
partes717. Lo que se busca es un sistema innominado o abierto, que permita al Juez
adoptar las medidas que estimen necesarias, para que de mejor manera se cumpla
con su función encomendada718.
Sobre los efectos de esta característica, es asimismo necesario aclarar, que las
medidas no se vinculan por ningún motivo a lo pedido por las partes, pues será
potestad única del juez otorgar las medidas según su convencimiento, siempre en
atención a las diversas circunstancias particulares del caso.
En este punto, las medidas cautelares están regidas también por principio de iura
novit curia, según el cual el juzgador no está sujeto a las proposiciones de derecho
de las partes, si no que partiendo de la exposición de los hechos, puede adoptar las
medidas que estime convenientes al caso planteado y la finalidad asegurativa
perseguida.
716
M.A Fernández, Derecho Procesal Civil, III, Barcelona, 1988, Pág. 344
Ricardo Rivero Ortega, Medidas Cautelares Innominadas en lo Contencioso Administrativo, Revista Española
de Derecho Administrativo, Numero 98, Editorial Civitas, Madrid, 1998, Pág. 276
718
Carmen Chinchilla Marín, De Nuevo Sobre la Tutela Cautelar en el Proceso Contencioso Administrativo, La
Justicia Administrativa en el Derecho Comparado obra conjunta coordinada por Javier Barnes Vásquez, Editorial
Civitas, Madrid, 1993, Pág. 461.
717
331
E) HOMOGENEIDAD
La característica de la homogeneidad consiste en la similitud y semejanza presente
entre las medidas cautelares y las medidas de ejecución, siempre en el entendido y
con la expresa advertencia, de que estas instituciones no coinciden, ni deben
coincidir plenamente.
Las características de homogeneidad y funcionalidad pueden en algún momento ser
confundidas,
dado que poseen caracteres muy semejantes; no obstante la
funcionalidad indica la necesaria proximidad entre la pretensión y la sentencia a
dictarse, mientras que la característica de homogeneidad atiende la similitud entre la
medida provisional y la medida ejecutiva.
En efecto toda medida cautelar se encuentra preordenada a la ejecución de la
sentencia, por lo que existe una indiscutible semejanza entre estas medidas
provisionales y las medidas de ejecución, situación que en ningún caso puede
confundirse con una identificación. En este sentido una medida cautelar será más
eficaz cuanto más se parece a la correspondiente medida que integra la futura
ejecución y solo la prudencia y el respeto por los derechos de quién aún no ha sido
condenados marcará los limites de esta similitud.
En este sentido, la similitud que se pregona hace afirmar que las medidas cautelares
forman parte y pertenecen a la ejecución forzosa, por lo que su estudio debe
realizarse en conexión directa a ellas. Bajo esta postura las medidas cautelares
están compuestas por características similares a los que conforman las medidas
ejecutivas, en tanto se convierten en instrumentos aseguratorios de la ejecución
forzosa.
332
F) JUDICIALIDAD
No habiendo duda que es monopolio único de los Estados la tutela de los derechos y
por otra parte, que no es permisible que los ciudadanos se hagan justicia por sus
propias manos, ya que ello atenta con el orden jurídico, resulta indispensable que
dentro de la función jurisdiccional que se le asigna a los Estados se les provea
eficazmente de los medios conducentes al mejor cumplimiento de sus tareas
judiciales.
El proceso cautelar ha sido desarrollado para salvaguardar la eficacia de la propia
función jurisdiccional, por ello, concordamos con la doctrina que entiende que la
medida cautelar se otorga más que en interés del solicitante de la misma, en el de la
administración de justicia; ya que cuando el Estado pone su autoridad al servicio del
acreedor en peligro, no actúa sólo en defensa de la satisfacción del interés privado,
sino en beneficio del orden jurídico en su integridad. Estas decisiones se dirigen, más
que a defender los derechos subjetivos, a garantizar la eficacia y, por así decirlo, la
seriedad de la función jurisdiccional, el imperium judicis.
Existe, por tanto, un ―orden público cautelar‖ que lleva a que el acto de la
ponderación y concesión (o no) de las mismas, trascienda el mero interés particular,
atento a su especial carácter de instituto de resguardo de derechos personales
básicos, de cuño constitucional y universalmente reconocidos. Si ello es así en los
procesos donde se discuten asuntos de carácter privado, más aún debe sostenerse
respecto de los procesos de naturaleza pública, en los que se halla necesariamente
la actividad del Estado.-
La función de la tutela cautelar es garantizar la efectividad de la tutela judicial, que es
un objetivo fundamental y común a todo ordenamiento jurídico, por lo que ese poderdeber del juez se encuentra directamente vinculado con las exigencias de la tutela
judicial efectiva.
333
En este mismo orden de ideas, las sentencias representan un acto por medio del
cual el Estado resuelve con carácter definitivo una controversia ente partes, y cuya
sentencia lleva implícita la cosa juzgada y su fuerza ejecutoria; si este poder que va
implícito con aquella sentencia, no pudiera ejercitarse por razones de demora en los
trámites o inconvenientes de orden procesal, resultaría de toda evidencia que la
función jurisdiccional carecería de objeto práctico, sería meramente teórica y solo
posible para determinada clase de sentencias, pero no comprensiva de todas ellas.
El Estado habría dejado así por razones de técnica o reglamentación, de cumplir con
uno de sus fines.
El instituto cautelar resuelve este problema, acordando los medios de evitar la
posibilidad de que la sentencia resulte ilusoria; constituye así un complemento de la
función jurisdiccional; o mejor dicho, una de las maneras mediante las cuales ésta se
ejerce.
Las medidas cautelares son pues, jurisdiccionales porque se adoptan por un órgano
judicial, en el seno de un proceso del cual son instrumentales, y por su eminente
finalidad aseguratoria.
PRESUPUESTOS PARA LA IMPLEMENTACIÓN DE MEDIDAS CAUTELARES
En el plano general del derecho procesal, como bien decía Calamandrei, la adopción
de las medidas cautelares implica el equilibrio entre la protección de los derechos del
solicitante y la necesidad de la certeza que provee el debido proceso.
En el plano de la jurisdicción contencioso administrativa, la admisión de medidas
cautelares frente a las actuaciones de las Administraciones Públicas, conlleva en sí
la contraposición de dos principios fundamentales: por un lado el de la eficacia del
Estado y por otro la garantía de la tutela judicial Efectiva que poseen todos los
ciudadanos.
334
Para la eficacia del Estado se requiere que los actos administrativos posean la
característica de ejecutividad, dicho atributo representa para los actos administrativos
la inmediata eficacia de estos, no constituyendo su impugnación la suspensión de la
ejecución de los mismos, ni mucho menos la automática adopción de medidas
cautelares. En cuanto al segundo de estos principios encontramos la tutela judicial
efectiva, de cuya derivación deducimos en la tutela cautelar, la institución sin la cual
sería una ficción la eficacia práctica del resultado del proceso.
Los parámetros de valoración utilizados para la adopción de Medidas Cautelares
buscan la armonización en concreto de las prerrogativas de la Administración con las
garantías de los particulares. En este sentido, la doctrina prescribe ciertos
presupuestos de orden jurídico que necesariamente deben concurrir para que el juez
o tribunal pueda adoptar una medida cautelar.
En consideración a estos criterios o presupuestos, la adopción de las medidas
cautelares no resulta automática, debiéndose tener en cuenta que esta materia es
especialmente sensible a cualquier diferencia o peculiaridad entre casos similares,
dejándose a la casuística de cada caso concreto.
La doctrina del derecho procesal coincide en señalar, como presupuestos sustantivos
de las medidas cautelares, el peligro de demora (periculum in mora), la verosimilitud
del derecho( fumus boni iuris) y el interés público. Estos requisitos de fondo se
encuentran presentes también en los procesos contenciosos Administrativos, bien
con ciertas peculiaridades impuestas, en razón de la especial naturaleza que poseen
los actos administrativos.
PERICULUM IN MORA
Según el art. 17. de la LJCA, constituirá un recaudo indispensable para la adopción
de una medida cautelar que la ejecución del acto administrativo impugnado produzca
335
o pueda producir un daño irreparable o de difícil reparación por la sentencia
definitiva.
Efectivamente, la doctrina en general considera que el cimiento y la base de las
medidas cautelares se encuentra indiscutiblemente en el peligro en la demora, dicho
escenario resulta de la circunstancia de que toda medida cautelar esta destinada a
evitar el riesgo probable de que el derecho que a futuro se pretende declarar por
sentencia, sea, por efecto de la dilación del proceso, de difícil o imposible
realización719. En este sentido, la carencia de un peligro que imponga invocar la
amenaza de que se produzca un daño irreversible a raíz de la demora judicial,
imposibilita que hablemos de una medida cautelar.
Esa inevitable dilación temporal entre el nacimiento del proceso y el logro de la
decisión definitiva, compone un constante periculum in mora; este acontecimiento
pretende ser excluido y eliminado por medio de medidas judiciales de precaución,
cautela o aseguramiento, que coadyuven a que los efectos de la resolución de fondo
no sean afectados por este riesgo dilatorio720.
En este sentido, el razonamiento sobre la procedencia de medidas cautelares en los
procesos contenciosos administrativos, se sujeta a los efectos que podría provocar la
aplicación de los actos impugnados y si estos actos revisten peligro o no sobre la
esfera jurídica de los peticionantes. Por tanto, su implementación reposa en el estado
de peligro, en el que se encuentra el derecho principal, frente a la posibilidad y
certidumbre de que la actuación normal del derecho llegará tarde y por lo tanto será
infructuosa721.
719
Piero Calamandrei, Introducción al estudio Sistemático de las providencias cautelares, Bibliografía
Argentina, Buenos aires, 1945, Págs. 42 y sigs
720
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1963, Pág.634
721
Mariano Bacigalupo, La Nueva Tutela Cautelar en el Contencioso- Administrativo, Editorial Marcial Pons,
Madrid, 1999, Pág. 67
336
Se trata entonces de un temor fundado en la configuración de un daño o un derecho
cuya protección se persigue y que, de no hacerlo en forma inmediata, se corre el
riesgo de que al recaer la sentencia definitiva, esta permanezca incumplida.
Para considerar configurado el requisito del peligro por la demora, debe juzgárselo
de acuerdo con un juicio objetivo, la ponderación de este requisito, debe partir de la
probabilidad de la existencia de eventos que tornen imposible o más gravosa la
obtención del bien que se pretende o que se ajuste a circunstancias que hagan que
el perjuicio que aún no ha acaecido, se concrete en lo inmediato. No es suficiente
para su acreditación meras apreciaciones subjetivas basadas en la particular
susceptibilidad de quién reclama, sino deberá llevarse ante el juez constancias
objetivas que lo convenzan de que el riesgo está presente, y de que el paso del
tiempo o agravará o tornará efectivo y actual el perjuicio.
No obstante, esta certeza del daño no debe de exigir plena prueba, ello debido a la
sumariedad que debe poseer la gestión cautelar, así como de la urgencia o de la
potencialidad del daño mismo, que torna prácticamente imposible su comprobación.
En oportunidades especiales, son incluso consecuencia lógica e ineludible de la
conducta pública, por lo que no exigen mayor elemento probatorio.
Por otra parte, la naturaleza del daño requerido para la procedencia de la pretensión
cautelar, no descansa en cualquier acción perjudicial o dañosa, sino ella debe ser
real y efectiva; material, moral, religiosa o de cualquier otra índole; concreta y cierta,
aunque no necesariamente actual, pues bien puede ser futura.
Quizás una de las interrogantes más grandes que se puede plantear a la hora de
examinar el peligro por la demora (Periculum in mora) es lo referente a la naturaleza
del daño; es decir, si se requiere solamente un perjuicio grave o si el daño debe
presentarse además como irreparable o de imposible reparación. Sobre este tema
se han pronunciado los mas acreditados Administrativistas, como
García de
337
Enterría722 y Cassagne723 que postulan que el daño que debe concurrir para fundar la
tutela cautelar no debe ser irreparable- en el sentido que las consecuencias
derivadas del perjuicio no admitirán una reparación posterior-, sino que aquél
resultará suficientemente justificado, en principio, cuando pueda comprometer la
efectividad del reconocimiento final del derecho o interés jurídico alegado si la
medida cautelar no es inmediatamente ordenada724.
El daño debe ser por esto, de difícil o imposible reparación, no en el sentido de que
sea resarcible, sino irreversible, pues los daños leves o fácilmente reversibles en su
totalidad, no pueden servir al efecto, y por el contrario, existen daños que aunque
resarcibles, no son necesariamente reversibles. La irreparabilidad no es equiparable
a la irresarcibilidad, ya que quién solicita la tutela cautelar aspira que el bien tutelado
permanezca íntegro y no que se le asegure una indemnización. Por eso también
procederá la adopción de medidas cautelares en los supuestos en que, siendo
evaluable económicamente el daño, su cuantificación es dificultosa o su
indemnización resulta mas gravosa que la ejecución del acto.
Específicamente en la realidad Salvadoreña, los daños ocasionados al no
dictaminarse medidas Cautelares provocan aún más perjuicios, ello debido a que la
Sala de lo Contencioso Administrativo, no procede en sus sentencias a declarar la
indemnización de daños y perjuicios de actos ya consumados, sino es necesario
promover otro proceso de tipo ordinario donde se deben probar los daños y perjuicios
acontecidos. Como consecuencia directa de no imponerse la medida Cautelar
tendríamos que el daño no será reparado por la sentencia definitiva dictada por la
Sala de lo Contencioso, haciendo de cierta manera ilusorio el proceso, ya que al
menos mediante el proceso contencioso no se puede reparar los daños que se
ocasionarán.
722
Eduardo García de Enterría, La Batalla por las Medidas Cautelares, Editorial Civitas, Madrid, 2004, Pág. 273 y
sigs
723
Juan Carlos Cassagne, Estudios de Derecho Público, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1995, Pág. 49 y sigs.
724
Ramiro Simón Padros, La tutela Cautelar en la Jurisdicción Contencioso-Administrativo, Editorial
LexisNexis, Buenos Aires, 2004, Pág. 166
338
Asimismo la tarea de juzgar que le corresponde a la Honorable Sala queda trunca,
incompleta, falta de la actividad más importante de la función jurisdiccional, cuando la
eficacia del Derecho se pone a prueba; nos referimos a la etapa de hacer ejecutar lo
juzgado, porque desaparecería el objeto de la litis.
En tal situación la tarea jurisdiccional se encuentra imposibilitada de evitar el daño
directo que ocasionaría la ejecución del acto, quedándole al Tribunal únicamente la
posibilidad de una condena sustitutiva, declarando ha lugar a la indemnización de
daños y perjuicios, que como hemos explicado la Sala ha declarado no poseer
competencia para conocerla, ya que la jurisdicción para tal efecto se ha diferido a los
Tribunales de lo Civil, mediante un nuevo y diferente Proceso.
En tales condiciones la Sala se encontraría impedida de evitar el daño que causa la
ejecución del acto antes de que se pronuncie la Sentencia Definitiva.
Debe también destacarse que hacer efectiva la indemnización de daños y perjuicios,
si eso fuese el caso, debido a la deficiencia de la administración tributaria y el déficit
fiscal y presupuestario que en forma crónica padece el Estado y Gobierno de El
Salvador, la ejecución de estas condenas tienen que esperar años (Existen
experiencias de más de ocho años para que la Administración cancele la condena
sustitutiva que repara el daño), por lo que sería difícil su reparación, sino imposible.
Adicionalmente, como lo hemos dejado entrever, la indemnización de daños y
perjuicios se tramita en otro juicio diferente, con un resultado incierto. La solvencia de
la Administración Pública en El Salvador no existe como en otras partes, para buscar
o justificar soluciones diferentes, por lo que la suspensión del acto impugnado
representa un incidente dramáticamente necesario dentro del proceso.
339
Parece oportuno terminar el presente acápite con las ilustrativas frases del
Administravista Mexicano López Olvera725 que resalta la importancia del periculum in
mora de la siguiente manera: ―el recaudo de peligro previsto para la procedencia de
las medidas cautelares se encuentra intrínsecamente relacionado con la reparación
tardía o inútil del prejuicio. No hace falta decir que el grado de inutibilidad es la
directa imposibilidad de reparación, por ejemplo cuando el actor no la obtendrá en el
curso de su vida útil, lo cual es el colmo del absurdo judicial pero ocurre con más
frecuencia de la que debería. Muchas personas de verdad mueren esperando justicia
en un proceso que nunca tiene fin y no tuvo medida cautelar. Para ellas el juicio es
un insulto final que llevan a la tumba. Ese insulto no es del sistema, es del juez.‖
FUMUS BONI IURIS
Soslayada, la valoración del peligro derivado de la demora por la sustanciación del
proceso, es necesario el estudio sobre la existencia del fumus boni iuris, ya que este
presupuesto resulta un parámetro indispensable para justificar la viabilidad de la
tutela cautelar. Esta apariencia de buen derecho, exige un doble análisis: por un
lado, la existencia de un derecho o interés material, y por otro, la probabilidad de que
la conducta administrativa(activa u omisiva) sea antijurídica726.
En todo caso esta verosimilitud del derecho, debe entenderse como la probabilidad
de que el derecho exista, y no como una incontestable realidad, que solo se logrará
al final del proceso727.
En este sentido, para que la medida sea procedente, debe existir una seriedad en la
demanda, que sustente la probabilidad del acogimiento de la cuestión principal; es
725
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág.119
Carmen Chinchilla Marín, La Tutela Cautelar en la Justicia Administrativa, Editorial Civitas, Madrid, 1991,
Pág. 45 y sigs.
727
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág.118
726
340
decir, que exista una probable y factible estimación futura del derecho material
alegado, pendiente a resolverse en sentencia definitiva728.
El juicio sobre la situación jurídica sustancial demandada debe ser aproximativo,
presuntivo, ―prima facie‖, ya que en vía sumaria no es posible establecer con certeza
su existencia, todo, en vista que para tal fin se establece el proceso ordinario de
cognición plena. En consecuencia, por la urgencia y la sumariedad imperante, el
órgano jurisdiccional debe conformarse con la apariencia de buen derecho o
verosimilitud del derecho, prescindiendo de la certeza que ofrece la plena cognitio 729.
En este sentido, García Enterría expone que la justificación o seriedad de la
impugnación podrá ser todo lo amplia que el demandante quiera pero no una
justificación plena e incuestionable, porque esta sólo podrá resultar del desarrollo de
la totalidad del proceso y de la Sentencia final.
Toda estimación del fumus boni iuris se reduce a un juicio o calculo de probabilidad y
verosimilitud, sobre la comprobación del fundamento jurídico de la pretensión;
siempre con la prohibición de no prejuzgar el fondo del asunto, dado que al realizarse
el estudio del fondo, la apariencia puede desaparecer y esfumarse, desestimándose
la pretensión mediante sentencia final.
Con la apariencia de buen derecho se busca eliminar la posibilidad que el recurso
sea descabellado o temerario, y que se adopten medidas en perjuicio de la
Administración o de terceros, sin que exista posibilidad de triunfo en los derechos
pretendidos730.
728
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Medidas Cautelares Positivas Tomo III,
Editorial Investigaciones Jurídicas S.A, San José, 2002 Pág.39
729
Piero Calamandrei, Introducción al estudio sistemático de las providencias cautelares, bibliografía
Argentina, buenos aires, 1945, Pág. 297 y sigs.
730
Ernesto Jinesta Lobo, La Dimensión Constitucional de la Jurisdicción Contencioso-Administrativo, Editorial
Guayacán, Costa Rica, 1999, Pág. 152
341
En contraposición a este principio aludido algunos autores pregonan que en materia
de derecho Público debería ser a la inversa: la apariencia de mal (malum) Derecho
desplegado por la Administración, por virtud del principio de legalidad o de sujeción
objetiva ordinamental. Por consiguiente, en Derecho Administrativo más que el fumus
bonis iuris, comprensible en el ámbito del Derecho procesal civil, donde encuentra su
base, debiera existir según algunos un fumus malum iuris, en tanto la apariencia
razonable y fundada debe ser dirigida contra la Administración, de sus actos y
omisiones carentes de validez.
Finalmente, puede decirse que mayor verosimilitud del derecho, cabe no ser tan
exigente en la apreciación del peligro de daño y, viceversa, cuando mayor es el
riesgo por acaecer, decae la exigencia del fumus bonis iuris. Se trata de una balanza
cuyos dos platillos no están en equilibrio, sino que se contrabalancean y así
compensan, según los casos731.
PERJUCIOS AL INTERES SOCIAL O GRAVES TRASTORNOS AL ORDEN
PUBLICO.
De conformidad al Art. 18 de la LJCA no se otorgará la suspensión provisional del
acto administrativo impugnado, si al concederse se siguiere perjuicio a un evidente
interés social u ocasionare o pudiere ocasionar un peligro de trastorno grave del
orden público. Este postulado de ley compone un perfil más del periculum in mora, y
constituye un presupuesto fundamental para que el órgano jurisdiccional considere
oportuno decretar o no la ejecución del acto.
En efecto, este presupuesto denominado también Bilateralidad del periculum in mora
o perjuicio bilateral alternativo, impone al órgano jurisdiccional la aplicación del
principio de proporcionalidad, para la ponderación de los diversos intereses
731
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág.119
342
involucrados al acordarse la suspensión del acto732. De consiguiente, la Sala de lo
Contencioso Administrativo debe valorar comparativamente el interés del sujeto
activo de la suspensión con el interés público y los terceros, otorgándose la
suspensión cuando el menoscabo que pueda sufrir el peticionario sea cualitativa y
cuantitativamente superior al daño soportado por la contraparte o un tercero 733.
Esta bilateralidad del periculum in mora, impone al órgano jurisdiccional reflexionar
sobre
su
función
reequilibradora
de las situaciones jurídicas sustanciales
desbalanceadas, de compensar la intrínseca desventaja de la parte más vulnerable.
La exigencia de ponderar el interés público obedece a la necesidad de no partir de
un criterio unidireccional y absoluto de irreparabilidad de los perjuicios en el
otorgamiento de la suspensión de la ejecución 734.
Por otro lado, la ponderación de los intereses involucrados en los procesos
administrativos no debe interpretarse como una potenciación del interés público, el
derecho a una tutela cautelar no esta ni debe estar condicionado o excepcionado a la
relevancia o no de un interés publico, o a una supuesta razón de Estado, cuya
titularidad ostenta la Administración Pública. Es decir, el interés público no puede
llegar al extremo de sacrificar la tutela Judicial Efectiva. Bajo estos preceptos, la
causación
de un perjuicio social o de un tercero, únicamente puede enervar al
administrado la posibilidad de obtener la suspensión de la ejecución cuando aquel
sea mayor que el realizado por la ejecución del acto. En este sentido, en un estado
de derecho es sabido que la satisfacción del interés general deriva, necesariamente,
de la actuación conjunta del Estado y la Sociedad, no coincidiendo el interés público
con los intereses de la Administración, o lo que resulta lo mismo, el interés general
732
Luciano Alfonso Parejo, La tutela judicial cautelar en el orden contencioso-administrativo, Revista Española
de Derecho Administrativo, Numero 46, Editorial Civitas, Madrid, 1986, Pág. 23 y sigs.
733
Mariano Bacigalupo, La Nueva Tutela Cautelar en el Contencioso Administrativo, Editorial Marcial Pons,
Madrid, 1999, Pág. 70
734
Ernesto Jinesta Lobo, La Dimensión Constitucional de la Jurisdicción Contencioso-Administrativo, Editorial
Guayacán, Costa Rica, 1999, Pág. 150
343
no es patrimonio exclusivo del Estado, ya que existen organizaciones, grupos y
personas cuya actuación, también, se dirige a la satisfacción del interés general 735.
Resulta por esto importante aclarar, lo que debemos entender por interés Social o
interés Público, ya que ciertamente todas las diferentes administraciones Públicas
buscan satisfacer el interés Público, lo que como hemos dicho podría dar paso a
ciertos equívocos. Se impone aclarar, como lo expresan el Profesor García de
Enterría736 y la Profesora Chinchilla Marin737, que no se trata de cualquier interés
público, sino solamente de aquel que posea el mismo rango de derecho fundamental
que la tutela Cautelar(Como dijimos Derecho Fundamental) y que por ende, sea
suficiente para relegarlo por intereses superiores. En todo caso, ese interés
general(referido a derechos fundamentales de la colectividad o de terceros) no debe
prevalecer en todos y cada uno de los supuestos, como tampoco, excluirse en todos
y cada uno de ellos, y para el evento que exista, deberá estar claramente expresado
en el motivo o contenido de la conducta, o en su caso, comprobado en el incidente
cautelar.
Como se mira pues, la doctrina es uniforme al establecer, por un lado que los
intereses Públicos deben estar plenamente identificados y por otro que deben tener
un rango o jerarquía infraconstitucional; es decir, de categoría fundamental, ya que
no bastaría cualquier vulneración del interés Colectivo.
Sobre este particular Don Jesús González Pérez asevera que: De la doctrina
jurisprudencial citada se desprende inequívocamente que a la hora de decidir sobre
la medida cautelar –de suspensión de la ejecución o de cualquier otra que sea
necesaria para garantizar la eficacia de la sentencia– ha de tenerse en cuenta no el
735
Carlos A. Vallefín, Protección Cautelar frente al Estado, LexisNexis/Abeledo-Perrot, Avellaneda provincia de
Buenos Aires, 2002, Pág. 151
736
Eduardo García de Enterría, Una Nota Sobre el Interés General como Concepto Jurídico Indeterminado,
Revista Española de Derecho Administrativo, Numero 89, Editorial Civitas, Madrid, España, 1996, Pág. 74
737
Carmen Chinchilla Marín, El Derecho a la Tutela Cautelar como Garantía de la Efectividad de las
Resoluciones Judiciales, Revista de Administración Pública, Numero 131, Centro de Estudios Politicos y
Constitucionales, Madrid, 1993, Págs. 177 y sigs.
344
«interés público» como algo abstracto, sino el interés concreto en juego. Según la
fórmula de la Exposición de Motivos de la Ley de 1956, es necesario ponderar «en
qué medida el interés público exija la ejecución, debiéndose apreciar así el grado en
que dicho interés está en juego».
No se trata ya del interés público genérico que se presupone es el fin de todo
acto administrativo y que justifica la presunción de legitimidad y, por ende, su
ejecutoriedad. Si así fuera, apenas si podría decretarse la suspensión de la
ejecución. Cuando se establece que la suspensión no puede decretarse frente al
interés público prevalente –y esto interesa subrayarlo bien– se está pensando en
algo mucho más concreto. Se está pensando en que en aquel supuesto en que se
plantea la suspensión, el interés público está exigiendo precisamente el cumplimiento
del acto.
Por ello, para que la medida cautelar no sea dictada, es necesario que la autoridad
demanda pruebe que efectivamente se cumplen con los requisitos materiales o
presupuestos que mencionamos; a ella le correspondía
el ―onus probandi‖, de
establecer específicamente que graves perjuicios se ocasionarían, fijando los
perjuicios, identificándolos y cuantificándolos.
CONTRACAUTELA.
Las medidas cautelares hemos dicho han sido diseñadas para evitar los perjuicios
derivados de la duración del proceso, sin embargo estas medidas a su vez pueden
originar perjuicios de distinta naturaleza. En vista de lo anterior, como regla general,
la doctrina exige para la adopción de toda medida cautelar la presentación por parte
del solicitante, de caución que sea suficiente para garantizar los resarcimientos de
los posibles daños y perjuicios que se pudieran ocasionar sobre al patrimonio del
demandado.
345
La medida cautelar busca prevenir los perjuicios que pueda ocasionar la duración del
proceso, situación por la cual al mismo tiempo es necesario que exista una garantía
que procure responder por los posibles daños y perjuicios que pudiere ocasionar la
medida cautelar.
En cuanto a la terminología los doctrinarios entre ellos Pietro Castro738,
Chiovenda739, Tome Paule740, Castan741,
Gutirerrez de Cabiedes742 y Cortes
Dominguez743 prefieren referirse a este presupuesto como contracautela para
significar esa especial situación consistente en la adopción de una cautela frente a
otra cautela744.
La contracautela pretende alcanzar un equilibrio entre los derechos de todos los
interesados afectados, de manera que salvaguarde la efectividad de la sentencia, a
cuyo servicio está la medida cautelar, para que con estas otras medidas se pueda
asegurar que dichos perjuicios en el futuro puedan ser resarcidos. Un régimen
efectivo de la responsabilidad por la utilización de la tutela cautelar contribuye a
facilitar que esa tutela se otorgue con mayor frecuencia745.
La finalidad de la contracautela es precisamente impedir o atenuar los prejuicios que
ocasiona la medida cautelar, pudiéndose adoptar contracuatelas cuando se
738
Pietro Castro y Fernández, Comunicación sobre Medidas Cautelares, Sistema de Medidas Cautelares,
Pamplona, 1974, Pág. 373
739
Chiovenda, Instituciones de Derecho Procesal Civil, Tomo I, Madrid, 1954, Pág. 318
740
Tome Paule, Teoría General de las cauciones procesales, Revista de Derecho Procesal, Numero 3, Madrid,
1962, Pág.784
741
Castan, Derecho Civil Español, común y foral, Tomo IV, Madrid, 1951, Pág. 252
742
Gutiérrez de Cabiedes, Comunicación sobre Medidas Cautelares, Sistema de Medidas Cautelares, Pamplona,
1974, Pág. 17
743
Cortes Domínguez, Algunas notas sobre el proceso contencioso-administrativo, Revista de Derecho Procesal,
Numero 1, Madrid, 1974, Pág.546
744
Chiovenda, Derecho Procesal Civil, Tomo I, Madrid, 1922, Pág. 280
745
Ortells Ramos, Las Medidas Cautelares, La ley, Madrid, 2000, Pág. 182
346
produzcan o existan riesgos de producirse perjuicios derivados de la adopción de la
cautela746.
En este sentido la fianza o contracautela constituye un presupuesto de admisibilidad
de las medidas cautelares (junto con el peligro de demora y la verosimilitud del
derecho), por lo que deberá hacerse efectiva con anterioridad a su cumplimiento. La
caución funciona como una condición para hacer efectiva la suspensión del acto
administrativo impugnado en el proceso.
Bajo este óptica, la medida cautelar no se llevará a efecto hasta que la caución o
garantía se haya constituido y acreditado en autos o hasta que conste el
cumplimento de las medidas acordadas para evitar o paliar los perjuicios. La
contracautela por otro lado, en el marco de un proceso simétrico, puede servir como
instrumento disuasorio de medidas cautelares solicitadas temerariamente o de mala
fe, sin fundamento racional o serio747.
Cabe aclarar con todo, que la caución como Expresa García de Enterría no puede
ser la regla pues la Administración ha ejercitado previamente su formidable privilegio
de la autotutela y sería limitar sensiblemente el derecho a la tutela cautelar 748, por lo
que el órgano jurisdiccional debe tener un margen de discrecionalidad suficiente para
decidir sobre la adopción de contracautela y sus condiciones749.
Es posible entonces que en ciertos casos los jueces puedan eximir de caución o
fianza al solicitante si su capacidad económica y potencial patrimonial es limitado, y
en especial en aquellos casos en que la pretensión planteada implique, junto a la
defensa de un interés particular, la defensa de intereses generales, colectivos o
746
Sainz Moreno, Suspensión del Acto y caución suficiente, Revista Española de Derecho Administrativo,
Numero 15, Editorial Civitas, Madrid, 1997, Pág. 659
747
Manrique Jiménez Meza y Otros, El nuevo Proceso Contencioso-Administrativo, Poder Judicial, San José,
2006, Pág. 189
748
Eduardo García de Enterría, La Batalla por las Medidas Cautelares, Editorial Civitas, Madrid, 1992, Pág. 261
749
Fernando Sainz Moreno, Suspensión del acto y caución suficiente, Revista Española de Derecho
Administrativo, Numero 15, Editorial Civitas, Madrid, 1977, Pág. 661
347
difusos, como los de los consumidores o los de la protección del medio ambiente; así
como en otros casos que se justifique.
En todo caso, la caución o fianza necesaria para disponer medidas contra la
Administración Pública debe ser suficiente, criterio que impone ajustar su cuantía a la
prudente valoración de los perjuicios previsibles en cada caso concreto. Como lo
expresa el profesor Podetti, mientras menos incertidumbre haya en el derecho
invocado por el solicitante de la medida, menos será la necesidad de la
contracautela, pudiendo llegar a ser esta prescindible y vicerversa.
En cuanto a la cuantía de la contracuatela, deberán tomarse numerosos factores en
cuenta, debiendo los jueces realizar las ponderaciones con criterio prudencial.
Deberá valorarse, entre otros aspectos, el menor o mayor grado de verosimilitud del
derecho invocado para solicitar la tutela cautelar; la cantidad y monto de los daños
que eventualmente puedan producirse; la cuantía o naturaleza del litigio; la conducta
de las partes antes y durante el proceso y, en general, cualquier otra circunstancia
cuya apreciación resulte necesaria para resolver la pretensión cautelar.
Lo anterior implica que debe existir proporcionalidad es decir que exista
correspondencia entre el medio y la finalidad que se persigue, en otras palabras que
haya una perfecta adecuación entre la medida de garantía con los hechos que se
pretenden evitar o paliar en ocasión la medida cautelar.
Serán admisibles como garantías, el dinero en efectivo, cheque de gerencia o de
caja, garantía bancaria o de instituciones afianzadoras siempre y cuando a juicio del
juez garanticen la inmediata disponibilidad de la cantidad de que se trate.
Finalmente, no debe caerse en el error de creer que la fianza garantiza la
procedencia de la medida cautelar, de tal modo que, levantada la medida decretada,
procede el cobro de la garantía. Nada más equivocado, la fianza rendida es para
348
garantizar una obligación en concreto que es la reparación de los posibles daños y
perjuicios que se puedan causar con la medida cautelar decretada.
En efecto, la acción indemnizatoria la pueden ejercitar tanto la Administración como
terceras personas que comprueben que han sufrido danos o perjuicios a causa de la
medida cautelar750. Los requisitos para la indemnización o reparación de daños y
perjuicios son, entre otros, que se comprueben los perjuicios causados (an debeatur)
y que se fije su monto (quantum debeatur). Los profesores de la Universidad de Chile
Arturo Alessandri, Manuel Somariva y Antonio Vodanovic, exponen lo siguiente: Los
requisitos de la indemnización de perjuicios se reducen a que los perjuicios se hayan
ocasionado, que el incumplimiento de la obligación haya ocasionado perjuicios al
acreedor. Se requiere que el incumplimiento acarree perjuicios. Es evidente, porque
ahí está el fundamento de la indemnización de perjuicios. De manera que si el
deudor no ha cumplido su obligación y a pesar de haber culpa y mora, el
incumplimiento no ha causado perjuicios, no está obligado a indemnizar, porque
habría un enriquecimiento sin causa de parte del acreedor.
Finalmente, sobre este punto, al demandarse la indemnización, corresponde al
acreedor acreditar que se han producido los perjuicios. Aplicación de la regla general
del artículo 1569 del Código Civil salvadoreño en cuanto al peso de la prueba.
En cuanto a la fijación del monto de los perjuicios, los mismos autores dicen que la
avaluacion de perjuicios puede hacerse en tres formas: 1) Las partes la estipulan a
priori, al momento de celebrar el contrato: esta avaluación convencional recibe el
nombre de cláusula penal. 2) La propia ley la hace: esta es la avaluación legal. 3)
Cuando no la han hecho las partes ni es posible hacerla por ley corresponde hacerla
al juez; esta es la avaluación judicial de los perjuicios.
750
Mariano Bacigalupo, La Nueva Tutela Cautelar en el Contencioso Administrativo, Editorial Marcial Pons,
Madrid, 1999, Pág. 196
349
Como se puede ver, pues, la fianza rendida no es para garantizar que la medida
cautelar se mantenga, de tal suerte que si es revocada se cobre automáticamente.
La fianza, como todos sabemos, es la garantía de una obligación principal, la cual no
es la medida cautelar, -puesto que no es un vínculo jurídico entre acreedor y deudor,
sino que es un mecanismo para garantizar la eficacia de la posible sentencia-; la
obligación así garantizada es la de reparar los posibles daños y perjuicios que se
ocasionen. Mientras no se determine por medio de sentencia con autoridad de cosa
juzgada la ocurrencia y la cuantía de los daños y perjuicios que garantizan la fianza
rendida no se la puede exigir.
No basta con razonar que la suspensión del acto Administrativo han causado daños
y perjuicios, puesto que como dice la doctrina, el reclamante debe comprobar que
esas medidas decretadas efectivamente le han causado perjuicios y, luego, liquidar
su cuantía, todo mediante las pruebas pertinentes e idóneas.
SUSPENSIÓN DEL ACTO ADMINISTRATIVO COMO UNICA MEDIDA CAUTELAR
Y SU EVOLUCIÓN A UNA PROHIBICIÓN DE INNOVAR.
Martín Retortillo González
expresa que la suspensión del acto es la institución
transitoria que paraliza el obrar de la Administración Publica, evitando que lleve a
vías de hecho la resolución sometida a revisión ante la jurisdicción Contencioso
Administrativa cuando ocurran las circunstancias objetivas fijadas en la ley751.
La suspensión de la eficacia o de los efectos del acto administrativo es quizás la más
usual, extensa y prototípica dentro de los grupos clasificatorios de las medidas
cautelares, y con sobradas razones la más conocida en el derecho administrativo
751
Martin-Retortillo González, Suspensión de los actos administrativos por los tribunales de lo Contencioso,
Madrid, 1963, Pág. 41
350
universal752. En el régimen jurídico Salvadoreño la suspensión del acto posee una
indiscutible relevancia ya que es la única medida regulada por ley, y la única
aceptada por la Sala de lo Contencioso Administrativo. No obstante, debido a la
insuficiencia de esta figura, alrededor de la suspensión existe una construcción
jurisprudencial que ha redefinido y ampliado de alguna manera sus alcances.
El proceso contencioso administrativo actual se configura bajo la base de un modelo
casi objetivo, donde el acto administrativo desarrolla un papel central y
determinante753; este pensamiento es consecuencia de la concepción tergiversada
del principio de separación de poderes proveniente de Francia, que ha provocado
secuelas importantes en todas las instituciones del Contencioso Administrativo, sin
que la justicia cautelar sea la excepción. Fruto directo de la noción objetiva 754 de que
hablamos, en El Salvador se restringe la tutela cautelar únicamente a la suspensión
del acto administrativo impugnado.
Dado que la acción en el proceso principal es en estos casos estrictamente
anulatoria, la medida cautelar no puede ser sino suspensiva de la eficacia del acto
impugnado755.
En el entendido que el enjuiciamiento de la decisión adoptada por la autoridad
pública no es capaz por sí de suspender de manera automática su imperatividad, ni
mucho menos de coartar la potestad otorgada al ente público de ejecutoriar su propia
manifestación, acudiendo incluso a la fuerza si fuere necesario. La suspensión del
acto administrativo impugnado, constituye el instrumento jurídico procesal por
excelencia que busca proteger a todo ciudadano de los posibles daños que pueda
752
Libardo Orlando Riascos Gómez, Ensayo para una teoría general de las medidas cautelares en el
procedimiento
administrativo
Español
y
colombiano,
Pamplona,
1986,
http://www.librado.50megs.com/DERECHO PUBLICO/ (16/02/03).
753
Eduardo García de Enterría, Hacia una nueva Justicia Administrativa, Editorial Civitas, Madrid, 1992.
754
Eduardo García de Enterría Contencioso- Administrativo objetivo y Contencioso Administrativo Subjetivo a
finales del Siglo XX. Una visión Histórica y Comparatista, Revista Española de Administración Pública, Numero
152, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000.
755
Mariano Bacigalupo, La Nueva Tutela Cautelar en el Contencioso Administrativo, Editorial Marcial Pons,
Madrid, 1999, Pág. 136
351
causar un acto administrativo, en virtud de los poderes o privilegios que tiene la
administración pública, denominados ejecutividad y ejecutoriedad756.
La ejecutividad o ejecutoriedad del acto administrativo se refiere al poder de
autotutela que tiene cualquier ente público de ejecutar sus actos, sin que necesite
autorización o aprobación o declaratoria de conformidad de ningún órgano
jurisdiccional757. La ejecución de un acto administrativo no necesita de la voluntad del
destinatario, se ejecuta aún en contra de su resistencia física o material, en virtud de
la presunción de legalidad que poseen los actos públicos758.
En cuanto a esta ejecutoriedad o ejecutividad de los actos, en El Salvador su practica
y vivencia no ha sido uniforme, no existen estudios serios que definan sus limites y
alcances, ni tampoco criterios jurisprudenciales que precisen inequívocamente su
contenido, por lo que su abuso es frecuente, situación que realza la importancia de la
suspensión del acto.
La suspensión del acto es imprescindible no solo en los procesos contenciosos
administrativos, sino también resultan necesarios en procedimientos administrativos,
donde se discuten los derechos e intereses legítimos de las personas, ya que se
pretende definir la situación que debe prevalecer durante el trámite, y evitar que se
consuman de manera irreparable las violaciones a dichos derechos e intereses, o
bien que pueda quedar sin materia la sentencia o resolución que se pronuncie en
cuanto al fondo759. Por ello, la suspensión del acto administrativo resulta procedente
tanto en sede administrativa y en sede jurisdiccional, en el primer supuesto, de
acuerdo con el principio de recurribilidad de los actos administrativos, donde el
mismo órgano o el superior jerárquico pueden llegar a decretarlo hasta que se
756
Jaime Rodríguez-Arana Muñoz, La Suspensión del Acto Administrativo(en vía de recurso), Editorial
Montecorvo s.a, Madrid, 1986, Pág. 49
757
Gabriela Seijas, Ejecutoriedad del Acto Administrativo, Derecho Administrativo Libro Homenaje al Profesor
Doctor Julio Rodolfo Comandira, Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 203
758
Enrique Rojas Franco, Derecho Administrativo de Costa Rica, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 835
759
Héctor Fix-Zamudio, Compendio de jurisprudencia de la Serie E sobre as medidas provisionales de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos(1987-1996), T I, Http:/www.corteidh.or.cr/index.html(23/03/03)
352
resuelva administrativamente la acción recursoria intentada en su contra. Por otra
parte, en sede jurisdiccional, la suspensión procede por su finalidad pro la eficacia de
la resolución de fondo, así como el cumplimiento real o cierto de obtener una tutela
judicial efectiva760.
La tutela cautelar que provee la suspensión del acto opera como un verdadero nexo
de evitación, que quebranta la relación de causalidad, que previsiblemente existe
entre el daño irreparable y la ejecución del acto mientras dura el proceso judicial 761.
Como consecuencia de la interrupción de la obligatoriedad del acto Administrativo, la
Administración queda despojada de la potestad de disponer la realización o
cumplimiento de un acto administrativo, quedando sujeta como los particulares a
intervención judicial, es decir, con la suspensión las administraciones quedan
enervadas de una de sus más importantes prerrogativas: la autotulela.
Es importante resaltar que la suspensión de los efectos del acto no extingue su vida,
ni tampoco retrotrae las cosas al mismo estado en que se hallaban con anterioridad
al dictado del acto suspendido. Este mantiene su existencia y validez hasta el dictado
de la sentencia definitiva. En este sentido, el mandato judicial que paraliza los
efectos del acto únicamente se dirige a proteger y asegurar el derecho del particular
que de otra forma puede ser afectado762. La voluntad de la Administración se
formaliza por medio de actos y a partir de allí el acto existe, posee relevancia jurídica.
Por ello, el órgano jurisdiccional no excluye provisionalmente su existencia, lo que
puede hacer, si considera que el acto es ilegitimo, es suspender su eficacia,
suspender los efectos de su vigencia763.
760
Enrique Rojas Franco, Derecho Administrativo de Costa Rica, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 835
Luis R Carranza Torres, Medidas Cautelares respecto de la Administración Pública, Editorial Alveroni,
Cordova, 2005, Pág. 209.
762
Jaime F. Rodríguez-Arana, De nuevo sobre la suspensión judicial del acto administrativo, Revista Española de
Derecho Administrativo, Numero 64, Editorial Civitas, Madrid, 1989, Pág. 648 y sigs.
763
Tomás Hutchinson, La suspensión de los efectos del acto administrativo como medida cautelar propia del
proceso administrativo. Su aplicación en el orden nacional, Tomo 124, Argentina, 1989, Págs. 680 y sigs
761
353
Para la procedencia de la suspensión del acto, se requiere como medida cautelar
que es, la presencia de los presupuestos comunes de toda medida cautelar, como lo
son por un lado, la apreciación del juzgador de que la pretensión deducida en el
proceso principal sea efectuada con buen fundamento (fumus boni iuris), y por otro
que existe un periculum in mora, con la reserva de no afectación de un grave y
evidente interés público.
La Sala de lo Contencioso Administrativo apoyándose en la parte final del Art. 16 de
la LJCA, también ha sentado el criterio jurisprudencial bajo el cual la suspensión
solo procederá respecto de actos que produzcan o puedan producir, efectos
positivos, entendiendo por aquellos efectos necesarios para la ejecución del acto y
que además generan una modificación sobre la esfera jurídica del administrado, ya
sea extinguiendo o generando un derecho, o extinguiendo o generando una situación
jurídica favorable o desfavorable764.
En contraposición, no es posible según nuestro ordenamiento la suspensión de actos
con efectos negativos, esto es, suspender aquellos actos que se limitan a denegar
una solución sin producir la alteración material a que antes nos referíamos, que no
cambian en nada la situación existente. En tales casos, acceder a la petición de
suspensión significaría, pura y simplemente, más que paralizar los efectos de los
actos, crear una situación nueva; es decir, más que detener la eficacia del acto, lo
que haría sería algo distinto a suspender.
Por todo lo dicho la práctica judicial Salvadoreña coincide con González Peréz765,
cuando afirma que la suspensión opera plenamente en todos aquellos casos en que
con la simple paralización de la actividad ejecutiva, puede lograr el mantenimiento de
la materia del proceso y la efectividad de la sentencia, lo que ocurre normalmente
764
Resolución interlocutoria dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte
Suprema de Justicia el veinticinco de agosto de dos mil cuatro en el proceso marcado al numero 184-S-2004.
765
Jesús González Pérez, La Justicia Administrativa en Costa Rica, Revista de Ciencias Jurídicas, Numero 24,
San José, 1974. Pág. 103
354
respecto de todos aquellos actos cuyo cumplimiento comporta el ejercicio de una
actividad. Pero carece de eficacia en los supuestos justamente contrarios en que el
acto administrativo que contiene denegación o prohibición del ejercicio de una
actividad.
Pareciera evidente entonces, que la suspensión del acto no logra en algunos casos
paliar los perjuicios de todos los actos de las Administraciones Públicas y asegurar la
eficacia de la sentencia; es por ello, que es necesario e indispensable un sistema
abierto de medidas que favorezca adaptar la tutela a cada caso concreto, ya que la
diversidad de las pretensiones impide que las medidas se limiten a la suspensión del
acto.
En vista de este innegable escenario, es que la Sala de lo Contencioso
Administrativo, firmemente, pero con cierta imprecisión, ha extendido los efectos de
la suspensión del acto, permitiendo jurisprudencialmente lo que conocemos como la
prohibición de innovar, que si bien es cierto esta lejos de tutelar por completo las
diferentes situaciones jurídicas ínter subjetivas, como lo hace el sistema abierto,
asiste de mejor manera los intereses de los particulares.
En este sentido, en los últimos años nuestro órgano contencioso administrativo, al
pronunciar la medida cautelar, lo realiza de conformidad a la siguiente formula:
―Suspéndase los efectos del acto administrativo impugnado y todo lo que sea su
consecuencia‖. A primera vista pareciera que el agregado ―y todo lo que sea su
consecuencia‖ no adiciona o añade nada, sin embargo la adhesión de estas palabras
han transformado en la práctica profesional a la suspensión en una prohibición de
innovar.
La prohibición de innovar como hemos dicho, no se encuentra incorporada
positivamente en nuestro ordenamiento jurídico, pero es entendida como la medida
precautoria mediante la cual se mantienen las situaciones jurídicas los hechos al
355
momento que ha sido decretada, buscando que no se realicen actos físicos o
jurídicos que alteren o modifiquen el estado del objeto litigioso, prohibiendo y
absteniendo a las Administraciones de cambiar las cosas mientras dura el pleito.
La medida de no innovar nace como el resultado directo de la incapacidad que
muchas veces posee la suspensión para el aseguramiento de la sentencia, y también
como respuesta a la malicia que impera en algunas administraciones Públicas, que
decretan o dictaminan actos paralelos con el fin de defraudar la medida Cautelar de
suspensión, por lo que la Sala de lo Contencioso, muy acertadamente, ha
reaccionando aproximando los efectos de la suspensión, convirtiéndola más en una
prohibición de innovar.
La medida de no innovar, posee ventajas notables sobre la suspensión del acto
reclamado, principalmente porque esta prohibición impide alterar una situación
subjetiva u objetiva; mientras que la suspensión del acto administrativo, al alterar la
eficacia del acto, altera una situación jurídica subjetiva; aquella comprende toda la
relación jurídica, esta sólo una situación creada por un acto administrativo 766.
Por otro lado la prohibición de innovar se refiere a conductas futuras y comprende a
las partes; la suspensión del acto administrativo, a una conducta manifestada, por
medio de un acto de una de ellas767.
En definitiva, la prohibición de innovar crea un deber jurídico a las partes; situación
que no sucede con suspensión del acto que simplemente elimina temporalmente una
expresión de poder de una de ellas. La prohibición de innovar se trata de una medida
genérica, ya que no está dirigida
766
767
hacia un objeto determinado como lo hace
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 303
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 303
356
suspensión del acto, por lo que puede dictarse respecto de otras actuaciones
estatales diferentes al acto administrativo768.
No obstante, la práctica juriprudencial aludida, la mutación y transformación de la
suspensión del acto a una verdadera medida de prohibición de innovar, posee
deficiencias conceptuales, que muchas veces la transforman en una institución
amorfa e imprecisa, ello resulta de la consecuencia de que la Honorable Sala de lo
Contencioso, quizás por un exceso de timidez, ha limitado implantar los efectos de la
prohibición de innovar, sin
precisar que en realidad no estamos frente a la
suspensión del acto.
Ciertamente creemos que gramaticalmente agregar a la Fórmula de la suspensión
las palabras ―y todo lo que sea su consecuencia‖, no resulta una técnica lo
suficientemente idónea para precisar con certeza cristalina que nos encontramos
frente a una medida cautelar que prohíbe innovar cualquier situación existente, sin
embargo los beneficios para el particular, sobrepasan cualquier reproche al respecto.
Por nuestra parte, lejos de criticar la jurisprundencia en cuestión, elogiamos con
exaltación la medida y consideramos que dicha implementación constituye uno de los
aportes más encomiables en materia Cautelar, a pesar del exceso de prudencia
sobre la materia, que de cierta manera comprendemos como resultado del sistema
jurídico ortodoxo de derecho escrito que vivimos en El Salvador, donde la
jurisprudencia prácticamente no tiene cabida.
MEDIDAS CAUTELARES POSITIVAS
García de Enterría ha expresado reiteradamente el fin del paradigma que significo el
sistema objetivo de justicia administrativa francés, proponiendo como sustituto al
768
Enrique M. Falcón, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Anotado. Concordado. Comentado,
Tomo II, Abelado-Perrot, Buenos Aires, 1983, Pág. 345
357
principio de tutela judicial efectiva de los derechos de los ciudadanos 769. Desde este
punto de vista, la justicia administrativa dejaría de ser un abstracto proceso al acto,
para convertirse en un proceso plenario a la Administración como sujeto, por parte de
otro sujeto, en vista de obtener una tutela judicial efectiva y completa a sus derechos
e intereses legítimos770.
Este nuevo sistema otorga al juez un aumento sustancial de las medidas cautelares
procedentes, que debería incluir las denominadas medidas cautelares positivas771.
Partiendo del postulado que la medida cautelar que provoca la suspensión del acto
no logra satisfacer a totalidad los requerimientos de una justicia cautelar moderna,
pues en franca violación a la constitución, deja afuera supuestos en los que los actos
de la administración pueden producir efectos de contenido negativo, surgen las
denominadas medidas cautelares positivas, para salvaguardar al particular en
aquellos casos donde claramente la suspensión no otorga efectos de resguardo, ya
que la preservación del objeto litigioso puede reclamar en ocasiones actividad
administrativa772.
Desde 1936, juristas como Calamandrei773 habían observado que las providencias
cautelares
podrían
clasificarse
en
conservativas
e
innovativas
según,
respectivamente, tendiesen a mantener el estado de hecho existente o a operar su
modificación. Aproximadamente en la misma época, Carnelutti 774 transitaba en una
línea de pensamiento similar, y se refería en su sistema de derecho procesal civil,
769
Eduardo García de Enterria, Las transformaciones de la justicia administrativa: de excepción singular a la
plenitud de jurisdicción ¿Un cambio de paradigma? Editorial Thomson-Civitas, Madrid, 2007
770
Julio Rodolfo Comandira, Las Medidas Cautelares en el proceso Administrativo, Buenos Aires, 1994, Pág.
703
771
Luis R. Carranza Torres, Medidas Cautelares respecto de la Administración Pública, Editorial Alveroni,
Córdova, 2005, Pág. 293
772
Tornos Mas, La Situación Actual del Proceso Contencioso-Administrativo, Revista de Administración
Publica, Numero 122, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1990, Pág. 117
773
Piero Calamandrei, Introducción al estudio Sistemático de las providencias cautelares, Bibliográfica Argentina
Ameba, Buenos Aires, 1945
774
Franceso Carnelutti, Dirritio e proceso, Morano, Napoli, 1958
358
tanto a un proceso cautelar conservativo como a un proceso cautelar innovativo,
expresando, respecto de este último, que existen, en efecto, casos en los que se
comprometería el resultado del proceso si desde el principio no se dispusiese un
determinado cambio en el estado de hecho.
Se trata de la emisión de mandatos judiciales orientados a exigir de las entidades
públicas, determinadas conductas a seguir, ya sea que éstos consistan en
obligaciones de dar o de hacer, procediendo tanto en ejercicio de la potestad reglada
como de la discrecional, aún cuando su procedencia resulta más nítida en la
actividad reglada. Lo que el juez tiene que apreciar, más que la naturaleza reglada o
discrecional de la respectiva actividad, es el derecho del administrado a la tutela
cautelar y los requisitos de fundabilidad de ésta 775.
La esencia de la cautelar innovativa está dada por la característica, que altera el
estado de hecho o de derecho existente al tiempo de su dictado, cambiándolo por
uno nuevo; bien pudiendo ser esta situación un resguardo respecto de lo pedido en
el pleito, bien un anticipo de lo impetrado, justificado en las especiales circunstancias
que presenta el caso.
Es por esto que en estos casos el órgano jurisdiccional, cuando así se lo solicite el
administrado y cumpliendo los presupuestos del periculum in mora y el fumus boni
iuris y un inexistente interés público contrapuesto, adopte el conjunto de medidas
necesarias para que mientras se resuelva el proceso, se otorgue al solicitante en una
posición factico-jurídica que le permita, o al menos no le frene el ejercicio pleno y
efectivo de los derechos e intereses controvertidos en el litigio. Se busca entonces
que se adopten no solo las medidas paralizadores, sino innovativas, que implanten y
establecen una situación nueva que hasta el momento no le era reconocida al
recurrente.
775
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Tomo III, Medidas Cautelares Positivas,
Investigaciones Jurídicas, S. A, San José 2002, Pág. 55
359
En términos amplios se puede decir que lo buscado con la medida positiva es que a
la Administración se le imponga el deber de realizar una determinada conducta. Lo
anterior no implica que deberá existir una identidad entre la medida y la pretensión,
hemos dicho con anterioridad que toda medida cautelar se encuentra preordenada a
la ejecución de la sentencia, por lo que existe una indiscutible semejanza entre estas
medidas provisionales y las medidas de ejecución, situación que en ningún caso
puede confundirse con una identificación, pues de ser así se correría el riesgo de
transformar esta institución en una especie de justicia anticipada, que podría llegar a
ser irreversible.
Nos dice Peyrano776, respecto a la cuestión: ―Desde un comienzo, intuimos que en
muchos supuestos la medida innovativa podía involucrar un anticipo del juicio de
mérito. Así fue que sostuvimos que un cierto tipo de diligencia innovativa apunta a
formular un anticipo cautelar del juicio de mérito. Es decir que formula un pronóstico
(provisorio, por cierto) acerca de cuál será el desenlace de la causa y procede a
conceder ahora lo mismo (o parte) que probablemente distribuirá más tarde la
sentencia de mérito. De tal modo, se evita que el decurso del tiempo (inevitable para
sustanciar la secuela de la causa) se transforme en el enemigo de una justicia
entendida en términos bien reales y concretos. Se dirá que no es lo mismo
pronóstico que diagnóstico. Es cierto. Pero también lo es que, en la mayoría de los
casos, coinciden uno y otro. Conviene, entonces, que se apliquen ya los remedios
aconsejados por el pronóstico; máxime cuando el peligro es inminente y grave (daño
irreparable) y se cuenta con un eficaz antídoto (la contracautela) para el supuesto de
que el específico aplicado no fuera el idóneo. En otros supuestos la medida
innovativa tiende a reponer las cosas a su estado anterior‖.
En definitiva la medida cautelar positiva es aquella decisión judicial que con carácter
precautorio y provisional, suple comúnmente un acto negativo, ordenando la
776
Jorge Walter Peyrano, La palpitante actualidad de la medida cautelar innovativa, Revista de Derecho Procesal,
Numero 5, Santa Fe, 2000, Pág. 317
360
adopción de una conducta idónea, o de ser posible y necesario, emitiéndola
directamente; con el objeto de crear una condición jurídica particular hasta el
momento inexistente, o de garantizar la que ya impera permitiendo así la satisfacción
real y efectiva de los derechos e intereses lesionados al actor, susceptibles de
reconocimiento en una eventual sentencia estimatoria777.
Gambier entiende que el óbice que puede encontrarse en las medidas cautelares
innovativas, es esa posible intromisión que puede suponer el órgano judicial en la
esfera de competencia de la Administración. No obstante, más allá de lo opinable de
esta delicada cuestión, no es menos cierto que, mediante la utilización de este
remedio cautelar, la justicia puede fortalecer el rol que tiene asignado, en cuanto al
control de legalidad del obrar administrativo y, de ese modo, garantizar plenamente
la ―tutela judicial efectiva‖ que se asienta, en nuestro sistema, en la garantía de
defensa en juicio.
Ahora bien un desbordamiento de la figura es tan grave como su inexistencia siendo
necesario por esa razón establecer ciertos limites de la misma. En primer lugar la
medida positiva en ningún caso se puede conceder algo que no pudiese ser objeto
del pronunciamiento judicial en el proceso. Este límite provocaria absurdo que el
Juez otorgase cautelarmente algo que luego en sentencia, ni en el mejor de los
casos se podría conceder.
En similar sentido el juez no debe prejuzgar el fondo del asunto, la medida cautelar
solo tiene por objeto el aseguramiento provisional de derechos, no puede prejuzgar o
anticipar la resolución de fondo.
En tercer lugar, es preciso señalar que estas medidas no pueden ser lesivas a los
intereses de terceros ajenos al proceso. La necesidad de no perjudicar intereses de
777
Oscar Eduardo González Camacho, La Justicia Administrativa, Tomo III, Medidas Cautelares Positivas,
investigaciones Jurídicas, S. A, San José, 2002, Pág. 55
361
terceros y en general a todo la colectividad conserva la seguridad de las personas y
las cosas, principio que posee un valor constitucional.
Finalmente, cada una de las medidas de orden positivo dispuestas por el Juez,
deben sopesar los diferentes intereses en juego, la medida positiva ha de ser
proporcional a las circunstancia fácticas y jurídicas del caso, a la lesión de los
intereses del actor y su compaginación con el interés de la colectividad.
En El Salvador la Sala de lo Contencioso Administrativo ha negado la vigencia de
medidas cautelares positivas, no obstante en virtud de la tendencia existente sobre
este tipo de medidas la Sala de lo Constitucional por el contrario ha abierto brecha
aunque de una manera prudente y mesurada hacia la concesión de medidas
cautelares positivas, incluso brindado la llamada tutela anticipada, que consiste en
proveer, mientras se sustancia el amparo, y a título cautelar, bienes o servicios
propios de la sentencia de fondo a dictarse, como por ejemplo medicamentos o
prótesis. La Sala de lo Constitucional en algunas ocasiones, como tratándose de los
enfermos de sida, ha decretado este tipo de medidas cautelares.
TRAMITE Y SUSTANCIACIÓN DE LAS MEDIDAS CAUTELARES
a) Solicitud. Para el otorgamiento de la medida cautelar, será necesario que la parte
interesada presente solicitud escrita, ya sea con la demanda o por escrito posterior,
donde se acredite el derecho que lo asiste y se fundamente la necesidad de la
medida.
Se observa, que en el sistema procesal Administrativo Salvadoreño existe una fuerte
presencia de dos vitales principios: el principio dispositivo y el principio inquisitivo; el
primero asigna a las partes procesales, la iniciativa, ejercicio o dimisión de actos
procesales. El segundo, el inquisitivo, de manera opuesta, confiere al juez las
362
mencionadas atribuciones, debiendo éste mismo impulsar el proceso, y ejercer todas
estas potestades sin que la voluntad de las partes constituya un limite.
A pesar de la yuxtaposición de principios en los juicios contenciosos administrativos,
existe una marcada preeminencia del principio dispositivo debido a que las partes
son enteramente dueñas del derecho subjetivo material, de la pretensión e incluso de
la actividad decisoria del órgano jurisdiccional.
No obstante lo anterior, la aplicación de estos principios dependen de escenarios
previamente establecidos por la ley, instaurándose confines para su aplicación; el
principio dispositivo encuentra aplicación primariamente en la interposición de la
demanda que bajo ningún motivo puede ser ex officio, así como en todo lo relativo a
la formulación de pretensiones, descargo de pruebas, etc.
De manera heterogénea la potestad oficiosa del Juez, se encuentra en la mayoría de
los casos limitada a realizar actos de impulso procesal; es decir, actos que tienden a
hacer avanzar el procedimiento por cada una de las etapas o fases que lo componen
y nunca actos conexos a la pretensión.
Así las cosas, la totalidad de los doctrinarios son de la opinión que la adopción de
medidas cautelares deben de ser realizadas siempre a petición de parte, esto debido
a que según el principio dispositivo todas las actividades conexas a la pretensión
deben ser a instancia de parte, Ne procedat judex ex officio (Que el Juez no proceda
de oficio).
Al respecto, María Pía Calderón Cuadrado778 expresa que la vigencia del principio
dispositivo exige que la actividad jurisdiccional cautelar -al igual que las demás
modalidades de tutela- se realice a solicitud de parte.
778
María Pía Calderón Cuadrado, Legitimación y Tutela Cautelar, Revista del Poder Judicial, Numero 75,
Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2004, Pág. 159
363
En el mismo sentido se manifiesta Eduardo J. Couture779 apuntando que: las
resoluciones que decreten medidas de garantía o de seguridad se dictan inaudita
altera partes, en procedimiento unilateral, de conocimiento sumarísimo y a petición
de la parte interesada.
Como se observa, no imperará en ningún caso el principio de oficialidad, ya que las
medidas cautelares procederán únicamente a instancia de parte; ello en vista de que
ni la ley ni el juzgador pueden suplir o suplantar la voluntad e interés de las partes en
el sentido que sin la orientación que proporciona la solicitud del interesado, la
intervención jurisdiccional puede ser inoportuna o inadecuada.
En consecuencia, toda medida cautelar responde al principio dispositivo, puesto que
no obstante su objeto es la de tutelar el derecho o de asegurar la efectividad de la
sentencia definitiva ante el periculum in mora, la ley no puede pretender que el
juzgador asuma o suplante el interés o la voluntad del particular en cuanto a la
oportunidad de solicitar la protección que ofrece la medida cautelar. Por más
evidente que sea el derecho de las partes o de la urgencia y necesidad de la
protección que las circunstancias exigen, el juzgador no puede decretar de oficio
medidas cautelares porque se trata de un beneficio concedido por la ley a los
particulares, que si es adoptada unilateralmente por el juzgador resultaría abusiva y
parcializada, perdiendo éste su calidad de imparcialidad al asumir la defensa del
derecho o interés de una de las partes en conflicto780.
b) Bilateralidad. En algunos casos, como lo es en los procesos contencioso
administrativos Salvadoreños, la tramitación de medidas cautelares adquieren una
característica propia y única que las separa de cualquier otro procedimiento judicial,
esto es, que se dictan inaudita altera pars.
779
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial B de F, Montevideo, 2004.
René Alfonso Padilla y Velasco, Procedimientos Preliminares y Medidas Cautelares, San Salvador, 2000,
Págs. 18 y sigs
780
364
La característica de urgencia y provisoriedad permiten que la medida cautelar opere
dejando la discusión sobre su procedencia a un momento ulterior; por lo tanto, las
providencias cautelares se tramitan y dictan sin citar ni dar oportunidad a la parte
afectada de manifestarse o discutir, y si por cualquier razón el afectado o requerido
se entera, ninguna oposición o excepción que pretenda interponer puede diferir la
tramitación y deberá serle rechazado de plano, ya que el tiene a salvo su derecho
para discutir la procedencia posteriormente. Por otro lado, la cuestión de que no se
admita discusión u oposición de parte del afectado, no debe entenderse en el sentido
de que no se puedan alegar cuestiones que corresponden a los presupuestos
procesales y de fondo (requisitos de procedencia de forma y de fondo), ya que en
todo caso tales requisitos deben ser fiscalizados por el juzgador de oficio y si se les
pasan desapercibidos, bien puede la parte afectada hacérselos ver 781.
Lo de inaudita parte se concreta entonces en la capacidad del Juez para decretar
medidas cautelares a favor del peticionario, sin que la otra parte tenga conocimiento
de su proceder. Solo tras la ejecución de la medida, y una vez cumplido el propósito
principal de efectividad, surge para el demandado el derecho de defensa en
cualquiera de sus manifestaciones y oportunidades legales782.
c) Tribunal competente. Tal como lo determina el Art. 1 de la Ley de la Jurisdicción
Contencioso Administrativo, se erige como atribución de la Sala de lo Contencioso
Administrativo de la Corte Suprema de Justicia, la potestad de juzgar y hacer
ejecutar lo juzgado en esta materia. Por ello, en la legislación Salvadoreña el tribunal
competente para resolver sobre las medidas cautelares es el que es el competente
para tramitar el juicio principal, es decir la Sala de lo Contencioso, ello por virtud del
principio de subsidiariedad de la medida cautelar ("el juez de lo principal es el juez de
781
René Alfonso Padilla y Velasco, Procedimientos Preliminares y Medidas Cautelares, San Salvador, 2000,
Págs. 18 y sigs
782
Libardo Orlando Riascos Gómez, Ensayo para una teoría general de las medidas cautelares en el
procedimiento
administrativo
Español
y
colombiano,
Pamplona,
1986
http://www.librado.50megs.com/DERECHO PUBLICO/ (16/02/03).
365
lo accesorio"), considerándose que la providencia precautoria es parte accesoria del
juicio principal783.
La Sala de lo Contencioso Administrativo detenta la exclusividad del juzgamiento de
las controversias reguladas por el Derecho Administrativo, siendo el único Tribunal,
en razón de la materia, territorio y grado.
d) Partes. La persona legitimada para solicitar una medida precautoria es aquella que
acredite prima facie la existencia de un derecho o interés que aparentemente corra
peligro, algunas veces basta el fumus boni juris, es decir, el atribuirse una calidad o
condición que haga verosímil el interés o derecho a tutelar, pero en caso contrario
debe acreditarse tal calidad por los medios adecuados.784
e) Pruebas. La acreditación del derecho en peligro y de la inminencia del mismo es
por cuenta del solicitante y pueden comprobarse por cualquier medio idóneo 785,
aunque muchas veces basta una simple invocación de ambas circunstancias, sin
embargo, si el juzgador no estima suficientemente probados ambos requisitos,
considero que no existe ningún inconveniente para que se de la oportunidad al
solicitante que acredite adecuadamente sus planteamientos.
f)Revocabilidad: Al respecto hemos dejado claro con anterioridad que las medidas
cautelares serán susceptibles de revisión o de revocación, siempre que se produzca
una variación que altere sustancialmente las condiciones que motivaron su
autorización786 (Rebus sic stantibus). En este aspecto , la totalidad de las
legislaciones procesales en materia administrativa, nacionales y extranjeras,
783
Luis R. Carranza Torres, Medidas Cautelares respecto de la Administración Pública, Editorial Alveroni,
Cordova, 2005, Pág. 91
784
René Alfonso Padilla y Velasco, Procedimientos Preliminares y Medidas Cautelares, San Salvador, 2000,
Págs. 18 y sigs
785
Pascual Botía Torralba, Las Medidas Cautelares en la Jurisdicción Contencioso-Administrativo, Editor
Difusión Jurídica y Temas de Actualidad, Madrid, 2007, Pág. 71
786
José Luis Gil Ibáñez, Las Medidas Cautelares en el Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Colex,
Madrid, 2001, Pág. 99
366
contemplan el carácter esencialmente variable de las providencias cautelares,
facultado a los jueces a disponer el levantamiento, modificación o revocación de las
medidas dictadas contra la Administración Publica siempre y cuando, como hemos
dicho varíen las circunstancias, fácticas o jurídicas, que se tuvieron en miras al
decretar su despacho787. En definitiva solo cambios extra procesales permiten
modificar o revocar la medida cautelar788.
EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO (CAFTA) Y SU INFLUENCIA SOBRE EL
SISTEMA CAUTELAR SALVADOREÑO.
Como se ha dejado entrever, en los procesos Contencioso Administrativos muchas
son las dificultades que los particulares encuentran al tratar de ejercer sus
pretensiones en contra de las diferentes Administraciones Públicas; este problema
surge debido a la carencia de instituciones procesales adecuadas, que provocan que
los ciudadanos no gocen de instrumentos jurídicos idoneos para hacer valer sus
diferentes derechos e intereses legítimos.
Resalta como una de las deficiencias apuntadas, la falta de regulación de un sistema
eficaz de medidas cautelares que posibilite la adopción, no solo de la tradicional
suspensión del acto reclamado, sino de cualquier otra medida cautelar que se
considere necesaria. No obstante, afortunadamente, esta posibilidad puede tener
cabida en ciertos casos específicos, gracias a la ratificación y vigencia del Tratado de
Libre Comercio (CAFTA) celebrado entre los países Centroamericanos y República
Dominicana con los Estados Unidos de América.
Efectivamente, el Tratado de Libre Comercio, ha dedicado un sección especial a la
Contratación Pública, en concreto en el Capitulo Nueve, dentro del cual podemos
787
Mariano Bacigalupo, La Nueva Tutela Cautelar en el Contencioso Administrativo, Editorial Marcial Pons,
Madrid, 1999, Pág. 191
788
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo(Ley 29/1998 de 13
de Julio), Tomo II, Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 2080
367
encontrar un conjunto de disposiciones legales que amplían la tutela cautelar en los
asuntos a los que el tratado mismo ha denominado contratación cubierta. En este
sentido el Tratado de Libre Comercio establece la imperiosa obligación a la Autoridad
encargada de resolver las impugnaciones incoadas, de adoptar cualquier tipo de
medidas precautorias que fueren necesarias mientras se resuelve cualquier
impugnación.
A efectos de identificar los supuestos donde resulta posible el dictado de medidas
precautorias de este tipo, es necesario precisar lo que el Tratado ha entendido por
contrataciones cubiertas, así como identificar quienes se consideran las autoridades,
que según el Tratado se les confiere la mencionada atribución. En primer lugar, Cafta
entiende por contrataciones cubiertas, cualquier medio contractual, incluyendo la
compra, alquiler o arrendamiento, contratos de construcción-operación-transferencia
y contratos de concesión de obras públicas, y en general cualquier tipo de
contratación que no se encuentre excluida. Por otro lado, el Tratado dispone en su
numeral 1 del Art. 9.15 que cada parte establecerá o designará al menos una
autoridad, administrativa o judicial, imparcial e independiente, para conocer las
impugnaciones de los proveedores con respecto a las obligaciones de la Parte, a
efecto de que se dicten las resoluciones y recomendaciones pertinentes. Siendo la
autoridad ungida con esta atribución la Sala de lo Contencioso Administrativo.
Habiendo dicho lo anterior, delimitado el ámbito de aplicación de esta tutela, el Art.
9.15 del Tratado es claro al establecer que cada Parte estipulará que la autoridad
establecida o designada podrá tomar las medidas precautorias oportunas, mientras
se encuentra pendiente la resolución de una impugnación, para preservar la
oportunidad de corregir un potencial incumplimiento, incluyendo la suspensión de la
adjudicación o la ejecución de un contrato que ya ha sido adjudicado.
De esta manera, concuerdo con el Dr. Armando Enrique Mena Castro, al apuntar que
es patente que bajo la cláusula de medidas precautorias oportunas, el Cafta- que
368
ahora constituye parte de nuestro Derecho interno y, por tanto, de obligatorio
cumplimiento así para la Administración como para los jueces salvadoreñosreconoce sin ningún tipo de limitaciones la posibilidad de que se pueda adoptar
cualquier clase de medidas precautorias o cautelares que fueren necesarias para
asegurar la efectividad de los resultados del proceso de impugnación. Constituye, por
otra parte, un derecho para los proveedores que hagan uso de la vía impugnativa
poder exigir que se adopten cualesquiera medidas asegurativas o precautorias 789.
Continua aseverando Mena Castro que ―Se trata, de verdad, de un importantísimo
giro en la concepción de las medidas cautelares, puesto que ahora quedará en
manos de la autoridad administrativa o judicial decidir sobre la medida que mejor se
acomode a cada caso en concreto para asegurar que la resolución definitiva
mantenga su utilidad790.
De esta forma, cuando la Sala de lo Contencioso Administrativo conozca de
impugnaciones referentes a contratación pública, poseerá la potestad y el deber de
dictar sin limites, la medida cautelar que considere necesaria para asegurar la
efectividad de la sentencia, es decir, en lo que a contratación Pública respecta existe
gracias a la vigencia del Tratado de Libre Comercio, un sistema cautelar abierto,
donde tiene cabida cualquier tipo de medidas, incluidas las positivas.
Sin duda alguna, la mencionada disposición del Cafta constituye un verdadero
avance en lo que al sistema cautelar respecta, ya que los ciudadanos pueden
asegurarse que sus derechos se conservarán plenamente mientras estos son
discutidos por las autoridades competentes. De igual forma la ratificación del Tratado
podría otorgar beneficios adicionales, ello debido a que de manera general el Tratado
dispone la obligación por parte de los Estados signatarios de armonizar su derecho
789
Armando Enrique Mena Castro, Prontuario de Justicia Administrativa, Sala de lo Contencioso Administrativo
de la Corte Suprema de Justicia, Año I, Numero 1, 2006, Pág. 49
790
Armando Enrique Mena Castro, Prontuario de Justicia Administrativa, Sala de lo Contencioso Administrativo
de la Corte Suprema de Justicia, Año I, Numero 1, 2006, Pág. 49
369
interno conforme a las reglas del Tratado. Así, en lo que respecta a medidas
cautelares en materia de contratación pública, el número 2 del Art. 9.15 obliga
inequívocamente a cada parte de asegurar, mediante normas de Derecho interno,
que la autoridad administrativa o judicial contará con estas facultades, pudiendo
dictar un numero abierto de medidas cautelares.
Ahora bien, no obstante el mandato, hasta el momento el Estado Salvadoreño a
pocos años de la
vigencia del Cafta, ha hecho caso omiso de la obligación
apuntada, no existiendo ni siquiera una discusión al respecto. Con todo, creemos que
la Sala de lo Contencioso Administrativo no puede, ni debe obviar la normativa del
Cafta, no siendo valido el argumento de la falta de armonización interna de las
normas respectivas, debiendo existir por tanto una aplicación plena en todo lo que
concierne a esta nueva normativa.
Finalmente, cabe resaltar que si bien es cierto que la adopción de un sistema de
medidas cautelares abierto se circunscribe según el Tratado únicamente a
contrataciones administrativas, o sea cuando se deduzcan pretensiones relacionadas
con esta materia, la Sala en base al derecho constitucional de la Protección
Jurisdiccional o Debido Proceso debería adecuar las diversas medidas a imponerse,
no limitándose únicamente a la suspensión del acto reclamado, sino a la medida
cautelar que mejor conserve los derechos del justiciable. En El Salvador hemos
dicho, se advierte una extrema prudencia a la hora de la aplicación de medidas
cautelares, siendo estas realidades en muchos casos frustratorias del derecho a la
tutela judicial Efectiva, pues niegan la existencia de un verdadero derecho
fundamental a obtener la protección preventiva de los derechos e intereses legítimos
de los afectados; por lo que la normativa proveída por el Tratado de Libre Comercio,
impone un desafió a la Jurisdicción Contencioso Administrativa en cuanto a la
evolución positiva de su jurisprudencia que debe hacer avanzar una de sus
instituciones jurídicas más importantes.
370
INFLUENCIA DEL NUEVO CÓDIGO PROCESAL CIVIL SOBRE EL SISTEMA
CAUTELAR CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
Hemos dejado claro, que la dimensión temporal del proceso, ostenta una nota común
prácticamente invariable en todos los ordenamientos jurídicos, y consiste en que el
proceso judicial suele concebirse como un instrumento lento y, en ocasiones, poco
eficaz. Dicha percepción debe matizarse, pues un proceso será lento en la medida
que la solución del mismo llegue tarde, es decir si la demora en la decisión del litigio
torna ineficaz la solución o genere una desigualdad al favorecer a la parte que se
encuentra en mejores condiciones de aguardar el fallo791.
No obstante, a efectos de brindar amparo a las situaciones mencionadas la mayoría
de los sistemas procesales contemplan un sistema de medidas Cautelares. En
general, el trazo evolutivo marca en este punto el pasaje de una regulación cerrada y
limitada a cierta medidas cautelares, a un autentico sistema normativo en materia
cautelar apoyado en la consagración expresa de la potestad cautelar genérica.
De esa forma, la tendencia procesal marca la declaración legal de la potestad
cautelar genérica de los jueces, que estarían facultados para adoptar cualquier
medida idónea para asegurar la eficacia de la tutela jurisdiccional, en toda clase de
procesos y en cualquier momento u oportunidad 792.
Precisamente, la línea en la que se adscribe nuestro nuevo Código Procesal Civil,
consagra expresamente la potestad cautelar genérica, al disponer en su articulado
que podrán adoptarse en cualquier proceso las medidas cautelares necesarias para
asegurar la efectividad y el cumplimiento de la eventual sentencia que recayera en el
791
Santiago Garderes, Las Medidas Cautelares en el Anteproyecto de Código Procesal Civil y Mercantil,
Comisión Coordinadora del Sector Justicia, San Salvador, 2005, Pág. 32
792
Ricardo Rivero Ortega, Medidas Cautelares Innominadas en lo Contencioso Administrativo, Revista Española
de Derecho Administrativo, Numero 98, Editorial Civitas, Madrid, 1998, Pág.279
371
proceso, abriéndose el elenco de medidas cautelares, no limitándose a la suspensión
del acto reclamado793.
Esta nueva regulación provoca una influencia innegable sobre el sistema Cautelar
Contencioso Administrativo en cuyo ordenamiento de momento solo podemos
encontrar la figura de la suspensión del acto como la única medida Cautelar
regulada. En efecto, no obstante lo mencionado, el Art. 53 de la Ley de la
Jurisdicción Contencioso Administrativo, dispone que son de aplicación, en cuanto
fueran compatibles con la naturaleza de éste proceso, las disposiciones del Código
de Procedimientos Civiles que no contraríen el texto y los principios procesales que
contiene la ley.
La disposición aludida supra, induce inequívocamente a la aplicación de
disposiciones de cualquier tipo que coadyuven a la mejor aplicación y diligencia de la
ley y que ofrezcan una mejor tutela a los particulares.
Lo anterior provoca sin duda, la apertura a un sistema de ―numeros apertus‖ respecto
a la tipología de medidas cautelares susceptibles de ser adoptadas, de manera que
la suspensión cautelar del acto deja de ser la única posible, pudiéndose adoptar
cuantas medidas aseguren la efectividad de la sentencia794.
Lógicamente y como es de esperarse, la suspensión del acto seguirá siendo la
medida cautelar por excelencia, pues dicha medida tiene como finalidad esencial la
de proteger el derecho del recurrente, durante la sustanciación del recurso, en todos
aquellos procedimientos en los que se pretende la anulación del acto, recursos que
793
Santiago Garderes, Las Medidas Cautelares en el Anteproyecto de Código Procesal Civil y Mercantil,
Comisión Coordinadora del Sector Justicia, San Salvador, 2005, Pág. 32
794
Pascual Botía Torralba, Las Medidas Cautelares en la Jurisdicción Contencioso Administrativa, Editorial
Difusión Jurídica y Temas de Actualidad, Madrid, 2007, Pág. 30
372
en
todos los
ordenamientos
comparados,
cuantitativamente
son
los
más
numerosos795.
En conclusión, el sistema cautelar proyectado refleja los postulados generales de la
reforma, que se concretan en la eficacia de la tutela jurisdiccional.
Esa eficacia, que en el plano estructural se procura, se reafirma mediante la
consagración de un régimen cautelar amplio sustentado en la potestad cautelar
genérica que se asigna a los tribunales, que extiende la tutela preventiva a toda clase
de pretensiones y procesos, pudiendo adoptarse incluso como medida preparatoria
antes de la formulación de la demanda principal 796.
Esta nueva regulación cautelar refleja una adecuada flexibilidad, que permite
adaptarlo a las exigencias del caso concreto mediante el dictado de la medida
ideónea para la seguridad del derecho invocado. Y como contrapartida de esta
regulación amplia, se estructura un adecuado sistema de responsabilidad por los
daños injustos que pueda ocasionar la medida cautelar, a partir de la exigencia legal
de la contracautela y de las previsiones expresas sobre responsabilidad del
cautelante en caso de alzamiento de la medida, contemplando de esa forma la
denominada ―perspectiva del cautelado‖.
Con todo, la falta de adecuación del derecho nacional a las exigencias modernas, no
pueden servir de excusa para la Sala de lo Contencioso Administrativo para cerrarse
a no adoptar cualquier tipo de medidas cautelares; por el contrario la vigencia del
nuevo código debe constituir un llamado de atención y un impulso para que la Sala
encargada de los enjuiciamientos Contenciosos Administrativos aplique e interprete a
partir del derecho a la protección jurisdiccional las causas que a su conocimiento
795
Pascual Botía Torralba, Las Medidas Cautelares en la Jurisdicción Contencioso Administrativa, Editorial
Difusión Jurídica y Temas de Actualidad, Madrid, 2007, Pág. 30
796
Santiago Garderes, Las Medidas Cautelares en el Anteproyecto de Código Procesal Civil y Mercantil,
Comisión Coordinadora del Sector Justicia, San Salvador, 2005, Pág. 32
373
lleguen. Más aún en el entendido de que si las medidas cautelares sirven para
garantizar provisionalmente la integridad del bien jurídico, mientras, y hasta que esa
justicia lenta llegue a otorgarse, es evidente que esa protección provisional, que
forma parte del contenido esencial de la protección jurisdiccional, es indispensable
para el cumplimiento de la justicia797.
MEDIDAS CAUTELARES EN EL DERECHO COMPARADO.
La búsqueda por asegurar los resultados de los procesos judiciales por medio de
medidas cautelares, constituye una constante invariable en todos los regímenes de
justicia administrativa. Esta situación determina que sin importar las diferentes
latitudes se coincida uniformemente en los sistemas cautelares.
FRANCIA
Tradicionalmente las medidas cautelares han sido vistas con desconfianza en
Francia, situación que se observa en la misma jurisprudencia del Consejo de Estado,
en tanto se entiende como atentatoria del carácter inmediatamente ejecutorio del
acto administrativo, que ha sido elevado a la categoría de ―principio fundamental del
derecho público‖ en el arrêt ―Huglo‖, del 2/7/1982- y desconocer la prohibición de
dirigir injonctions contra la Administración Pública798.
En Francia la suspensión de la ejecución del acto administrativo es la excepción a la
regla del carácter no suspensivo del recurso contencioso-administrativo.
El sursis à exécution es una medida cautelar de carácter específicamente
conservatorio, destinada a paralizar total o parcialmente los efectos de una decisión
797
Carmen Chinchilla Marín, La Tutela Cautelar en la Nueva Justicia Administrativa, Editorial Civitas, Madrid.,
1991, Pág. 168
798
Ramiro Simón Padrós, La Tutela Cautelar en la Jurisdicción Contencioso Administrativo, Editorial
LexisNexis, Buenos Aires, 2004, Pág. 229.
374
administrativa impugnada por medio de un recurso contencioso, a la espera del
juzgamiento de fondo a dictarse sobre su legalidad. En principio, se trata de un
mecanismo de carácter excepcional, en tanto obstaculiza una decisión que goza de
la presunción de legitimidad.
Así, de acuerdo con la concepción francesa del acto administrativo, la suspensión
constituye un procedimiento extraordinario, ultima ratio del ordenamiento jurídico, al
obstaculizar el poder de acción de la Administración Pública, cuyas decisiones gozan
de presunción de legitimidad (conformité au droit) y fuerza ejecutoria. De ahí el
carácter excepcional con que la jurisprudencia ha considerado, tradicionalmente
desde antiguo, las demandas de sursis à exécution. En este aspecto, la opinión
dominante entre los autores franceses es que el régimen de la suspensión cautelar
del acto administrativo –elaborado a lo largo de casi dos siglos por la praxis
jurisprudencial del Consejo de Estado– resultaba demasiado riguroso y que su
interpretación estricta constituía un resabio del histórico temor a comprometer la
acción de los órganos administrativos.
En vista de este panorama, contrario a un desarrollo eficaz de la tutela cautelar
administrativa, la doctrina se había interrogado sobre si la moderación en el
otorgamiento de la suspensión no debía, cuanto menos, reconsiderarse a la luz de
las exigencias del tiempo en la duración de los procesos –garantía expresamente
consagrada para el ámbito comunitario por el art. 6.1, Convención Europea sobre
Derechos Humanos–, y la experiencia favorable recogida en ciertos regímenes
comparados, como el contencioso-administrativo alemán799. En tal sentido, la opinión
predominante entre los autores franceses consistirá en atribuir a la política
particularmente restrictiva del Consejo de Estado la responsabilidad de que el sursis
à exécution no haya podido cumplir el rol específico a que estaba destinado, es decir,
799
Mariano Bacigalupo, Sistema de Tutela Cautelar en el Contencioso Administrativo Alemán, Revista de
Administración Pública, Número 128, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1992.
375
―aquel de contrapeso indispensable, en un Estado de Derecho, al privilegio de la
decisión ejecutoria‖.
Desde esta óptica, la notoria insuficiencia del sursis à exécution para responder
adecuadamente a las necesidades actuales del proceso contencioso-administrativo,
conducirá al Consejo de Estado a propiciar la reforma integral de los procesos de
urgencia en la jurisdicción administrativa, designando a esos efectos una comisión de
estudios por una decisión de su vicepresidente, del 31/8/1997, cuyas conclusiones
son la fuente directa del nuevo instituto del référé suspensión, incorporado al Código
de Justicia Administrativa por la ley del 4 de mayo del 2000, al que luego
aludiremos800.
Este Code de Justice Administrative ha significado la supresión del clásico proceso
del sursis à exécution, y su reemplazo por un nuevo mecanismo que se presenta
como una variante particular de référé administratif. El cambio más significativo del
nuevo régimen cautelar consiste en la atribución a un juez único (denominado juge
des référés) de mayores poderes de suspensión de los actos administrativos –lo que
resulta visible, particularmente en materia de actos negativos (de refus o de reset) –
,dentro del marco de un proceso abreviado destinado fundamentalmente a simplificar
las condiciones de otorgamiento de la tutela cautelar y acelerar el desarrollo de la
instancia de référés.
No obstante los importantes cambios producidos, resulta evidente que la ley ha
conservado la lógica fundamental del sursis à exécution, lo que se pone de
manifiesto al considerarse los siguientes aspectos de la nueva figura cautelar: i) el
sometimiento al principio del carácter ejecutorio de los actos administrativos; ii) la
naturaleza accesoria de la demanda de suspensión; y iii) la vinculación de la medida
cautelar a la existencia de determinadas condiciones del fondo.
800
Eduardo García de Enterría, La Formación y el Desarrollo en Europa de la jurisdicción contenciosoadministrativa. Su adquisición definitiva de un status de jurisdicción plena y efectiva, Numero 179, Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2009, Pág. 177
376
En su lugar, el legislador francés ha optado por reforzar la eficacia de los
procedimientos de urgencia, a través de la institución de un juez único dotado de
amplios poderes encuadrados en el marco de un proceso rápido y simplificado. En
consecuencia, la naturaleza misma del mecanismo permanece inalterada, pues, al
carecer el recurso de anulación de efectos suspensivos, tal resultado debe ser
obtenido por medio de un proceso adecuado y de carácter accesorio al proceso
principal.
ESPAÑA
La sanción de la Ley Reguladora de la Jurisdicción Contencioso Administrativa
29/1998, del 13/7/1998 ha significado el abandono definitivo del carácter excepcional
atribuido a la suspensión en el marco del ordenamiento procesal de la Ley de 1956 e
incorpora en su lugar un régimen extenso de medidas cautelares posibles, tanto
contra la actividad como contra la inactividad de la Administración Pública. En ese
sentido, el Art. 129 del mismo cuerpo legal establece un sistema de numerus apertus
en la configuración de la tutela cautelar administrativa, posibilitando a los interesados
solicitar cuantas medidas precautorias aseguren la efectividad de la sentencia
definitiva, incluidas aquellas de contenido positivo.
La reglamentación legal se inscribe en la línea de la jurisprudencia reciente del
Tribunal Constitucional respecto de la naturaleza fundamental de la tutela cautelar
administrativa, afirmando su incorporación en el derecho a la tutela judicial efectiva
del art. 24.1, Constitución de 1978. Así lo sostuvo dicho tribunal en su sentencia
238/1992, al recordar que si bien el texto constitucional no hace referencia a las
medidas cautelares ni a la potestad de los tribunales de ordenar la suspensión, ello
no significa ―que quede libre el legislador de todo límite para disponer o no medidas
de aquel género o para ordenarlas sin condicionamiento constitucional alguno 801. La
tutela judicial ha de ser, por imperativo constitucional, ―efectiva‖, y la medida en que
801
Eduardo García de Enterría, La Batalla por las Medidas Cautelares, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2004.
377
lo sea o no ha de hallarse en la suficiencia de las potestades atribuidas por ley a los
órganos del Poder Judicial para, efectivamente, salvaguardar los intereses o
derechos cuya protección se demanda‖. Por ello, concluyó, ―es preciso reiterar ahora
lo que afirmamos con nuestra STC 14/1992, Fundamento Jurídico 7º, esto es, que la
tutela judicial no es tal sin medidas cautelares adecuadas que aseguren el efectivo
cumplimiento de la resolución definitiva que recaiga en el proceso”.
ALEMANIA
El sistema alemán de justicia administrativa contempla la medida cautelar de
suspensión del acto administrativo (aufschiebende wirkung). Se contempla que la
interposición recurso judicial contiene el efecto típico de suspender los efectos del
acto.
Justamente, el Art. 80.1, de Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa
dispone que el recurso administrativo y la acción contencioso-administrativa, por la
que se pretende la anulación de un acto administrativo de gravamen, tienen efecto
suspensivo802. La regla del efecto suspensivo rige también respecto de los actos
constitutivos y declarativos de derechos, así como de los actos administrativos
mixtos o de doble efecto (Art. 80ª, VwGO), que son aquellos que resultan
simultáneamente favorables y gravosos para su destinatario. En cambio, la
pretensión de anulación de una decisión de alcance general o reglamentaria no tiene
efectos suspensivos erga omnes, sino exclusivamente con relación a la personal de
demandante.
No obstante, la ley jurisdiccional excluye el efecto suspensivo automático en los
casos siguientes: 1º) cuando se dirigen contra actos de liquidación tributaria o de
imposición de costas administrativas; 2º) cuando se dirigen contra actos
802
Jaime Rodríguez-Arana Muñoz, La Suspensión del Acto Administrativo(en vía de recurso), Editorial
Montecorvo s.a, Madrid, 1986, Pág. 212
378
impostergables de la policía de ejecución; 3º) en otros supuestos regulados por ley
federal; y 4º) cuando la autoridad que dictó el acto o la competente para resolver el
recurso administrativo ha ordenado especialmente la ejecutividad inmediata del acto
en vista del interés público o, tratándose de un acto de efectos mixtos, en el interés
preponderante del sujeto favorecido803.
En este aspecto, el Art. 80.2.4, VwGO, acuerda un margen de apreciación amplio a
la Administración Pública para disponer excepciones a la suspensión automática de
los efectos del acto administrativo, imponiendo, sin embargo, la necesidad de que
exista un ―especial interés‖ en la ejecución.
MEXICO
Don Jesús González Pérez en la obra Derecho Procesal Administrativo Mexicano 804
afirma que en los procesos contenciosos mexicanos por la fuerza ejecutiva del acto
administrativo la medida cautelar característica es la suspensión de los acto
impugnado. En este sentido el Art. 57 LTCDF, expresa que la suspensión de los
actos impugnados podrá acordarse por el presidente de la Sala que conozca el
asunto, cumpliendo los requisitos y por los trámites que establecen los artículos
siguientes.
En esta nación se considera que la posibilidad de adoptar medidas cautelares
concretamente la suspensión de la ejecución del acto es una exigencia ineludible del
derecho a la tutela jurisdiccional efectiva. Si algún reparo puede oponerse a los
derechos positivos es, precisamente, limitar las medidas cautelares a la suspensión,
lo que da lugar a que la sentencia que en su día se dicte en el proceso principal
pueda no ser efectiva.
803
Mariano Bacigalupo, Sistema de Tutela Cautelar en el Contencioso Administrativo Alemán, Revista de
Administración Publica, Numero 128, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1992, Pág. 426430
804
Jesús González Pérez, Derecho Procesal Administrativo Mexicano, Editorial Porrúa, México, 1997, Pág. 406
379
En cuanto a la regulación de la suspensión se ha inspirado en la regulación del
proceso de amparo. La legislación de amparo contiene una completa regulación de
las medidas cautelares consistentes en la suspensión del acto reclamado, legislación
que ha sido desarrollada por una reiterada jurisprudencia.
La petición al órgano jurisdiccional de que se adopte la medida cautelar de la
suspensión de la ejecución del acto ha de decidirse a través de un proceso
incidental, cuya competencia corresponde al órgano jurisdiccional que conoce del
proceso principal. No obstante, el articulo 57 LTCDF atribuye la competencia no a la
sala que conoce del proceso, sino a su presidente resolución que admite recurso de
reclamación contra la Sala.
Finalmente en cuanto a los actos susceptibles de suspensión no se establece ningún
requisito especial ni tampoco distinción alguna, por lo que cualquiera que fuera la
naturaleza de acto y sin importar su contenido será susceptible de suspensión. Sin
embargo solo puede ser suspendido el acto frente al que se dirige la pretensión que
ha de delimitarse y quedar identificado en la demanda 805.
ESTADOS UNIDOS
Dentro de los sistemas de derecho comprado que no atribuyen efecto suspensivo a
la mera interposición de la impugnación, debe ubicarse entre aquéllos que
consideran que la potestad de suspender los efectos de los actos administrativos es
inherente al ejercicio de la función jurisdiccional, y los que por el contrario la fundan
en la existencia de norma expresa.
En Los Estados Unidos de América, la Corte Suprema había declarado que la
facultad de suspender un acto administrativo no requería texto legal que la
autorizara, porque era ―parte de su tradicional repertorio para la administración de
805
Jesús González Pérez, Derecho Procesal Administrativo Mexicano, Editorial Porrúa, México, 1997, Pág. 406
380
justicia‖, antes que la Administrative Procedure Act sancionada en 1946 facultara
expresamente al tribunal judicial competente a postergar la entrada en vigor del acto
administrativo o mantener el status quo durante la litis, con la finalidad de evitar un
daño irreparable. El estado de la jurisprudencia se resume diciendo que basta para
suspender el acto un perjuicio serio y la presencia de cuestiones que justifiquen un
debate judicial, a menos que exista un interés público en la ejecución inmediata, en
cuyo caso se toma en cuenta la probabilidad de éxito del recurso en cuanto al
fondo806.
COSTA RICA
En Centroamérica el artículo 19 del recientemente aprobado Código Procesal
Contencioso Administrativo de Costa Rica establece que durante el transcurso del
proceso o en la fase de ejecución, el tribunal o el juez respectivo podrá ordenar, a
instancia de parte, las medidas cautelares adecuadas y necesarias para proteger y
garantizar, provisionalmente, el objeto del proceso y la efectividad de la sentencia 807.
El Código Procesal Contencioso Administrativo amplía los poderes cautelares,
positivizando la lenta y positiva evolución de la jurisprudencia del Tribunal
Contencioso-Administrativo en la materia. Puede decirse que la configuración del
capítulo de medidas cautelares estaba predeterminada por la jurisprudencia del
Tribunal Contencioso Administrativo, que hizo suyos criterios doctrinales y los
reafirmó en diversas sentencias a partir de la resolución N.321-2001 de 11:30 hrs. de
5 de octubre de 2001. Esa jurisprudencia tiene como postulado que la justicia debe
ser efectiva y oportuna808. La sentencia de base califica el incumplimiento de ese
postulado de ―fraude procesal‖. En efecto, se indica que ―Para nadie es un secreto, el
806
Juan Pablo Cajarville Peruffo, Sobre Derecho Administrativo, Fundación de Cultura Universitaria,
Montevideo, 2007, Pág. 623
807
Manrique Jiménez Meza, El Nuevo Proceso Contencioso-Administrativo, Poder Judicial, 2006, San José,
Pág. 193
808
Cristina Víquez Cerdas, Código Procesal Contencioso Administrativo Comentado, Editorial Juritexto, San
José, 2008, Pág. 135 y sigs
381
lamentable retraso que sufren la mayoría de los procesos escritos, y dentro de ellos,
particularmente el contencioso-administrativo, pese a los esfuerzos y resultados
favorables que al respecto se han logrado. Esa tardanza en la decisión final
(inevitable en algunos casos), pone en peligro con suma frecuencia, la supervivencia
del derecho debatido, y cuando no, hace nugatorio el resultado de la sentencia
favorable. En tales supuestos, de no ponerse en marcha unas adecuadas y prontas
medidas cautelares, se hace de la contienda judicial, un verdadero fraude procesal,
en donde el retraso del fallo, provoca la negación misma de lo pretendido, por mucho
que procure lo contrario.‖
La regulación de la tutela cautelar en el Código Procesal Contencioso-Administrativo
potencia el rol del juez en protección del justiciable y la efectividad del proceso.
Obsérvese una clara influencia del sistema Español.
382
V. EL PROCESO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
383
384
PROCESO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
El proceso contencioso Administrativo de acuerdo al insigne tratadista Mexicano
Gabino Fraga puede ser definido o conceptualizado desde dos puntos de vista:
desde una perspectiva formal y otra material809.
Bajo el primer punto de vista se tomará en cuanta la especialidad o no de los
órganos que conocen las disputas que resultan del actuar administrativo. Cuando
existe esta especialidad se habla de tribunales administrativos.
Por el contrario desde la perspectiva material se atiende a la existencia de una
controversia entre el particular afectado y la Administración, en razón de un acto
realizado por la propia Administración.
De conformidad al criterio mencionado estaremos en presencia de un contencioso
Administrativo si se cumplen los elementos apuntados sin importar que sea la justicia
ordinaria que conozca del asunto.
Las definiciones doctrinales deambulan generalmente entre estas dos posturas o
ideas, unas aproximándose a la visión formal, otras por el contrario a la visión
material.
En este orden de ideas, Andrés Serra Rojas entiende que el contencioso
administrativo ya sea se siga ante la autoridad judicial o ante la autoridad
administrativa independiente, estriba en la existencia de un litigio entre los
particulares y la Administración810.
809
810
Gabino Fraga, Derecho Administrativo, Editorial Porrúa, México, 1962, Pág. 472
Andrés Serra Rojas, Derecho administrativo, México, 1961, Pág. 1121.
385
Briseño Sierra lo concibe como el desacuerdo existente entre los gobernantes y
gobernados sobre las normas que regulan las relaciones administrativas de
ambos811.
El tratadista Español Rafael Estrena Cuesta, apunta que así como el derecho
administrativo había sido considerado como una rama especial en relación con el
derecho común, para convertirse luego en el derecho común de las Administraciones
Públicas, también la jurisdicción contencioso administrativo debía de dejar de ser
calificada como una jurisdicción especial, para erigirse en la jurisdicción que
normalmente entendía de los pleitos en que interviene la administración 812.
Finalmente Manuel J. Argañaras asienta que lo especifico del contencioso
administrativo es el conflicto jurídico que se origina por el acto de la autoridad
administrativa que al violar el precepto legal que regla su actividad, vulnera los
derechos subjetivos de algún particular o de otra autoridad autarquía813.
No obstante las diferentes definiciones que doctrinalmente se pueden establecer, en
El Salvador, la llamada jurisdicción contencioso administrativo es realmente, un
orden jurisdiccional especifico, inserto en La jurisdicción general del Estado, y
compuesto por tribunales especializados, que conocen de los asuntos en que, siendo
parte la Administración pública, se aplique Derecho administrativo814.
En cuanto a la terminología de contencioso Administrativo, resulta bastante criticable,
debido a que según tratadistas como Alcalá-Zamora, se advierte que la contención
opera en otros terrenos del enjuiciamiento sin que por ello se hable de contencioso
811
Humberto Briseño Sierra, Competencia de los tribunales administrativos, Revista del Tribunal Fiscal de la
Federación, Número extraordinario, México, 1971, p. 82.
812
Rafael Entrena Cuesta, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 1995
813
Manuel J. Argañarás, Tratado de lo contencioso administrativo, Buenos Aires, 1955, Pág. 13
814
Eduardo Gamero Casado, Derecho Administrativo, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto
Administrativo, Consejo Nacional de la Judicatura, El Salvador, 2001, Pág. 6
386
civil, penal o laboral; el proceso es en si por antonomasia contencioso, hablar de
proceso contencioso resulta una tautología815.
Debe precisarse que el concepto contencioso administrativo nace en Francia, y se
caracterizaba por designar al proceso ante los órganos de la propia administración
que resolvían los litigios entre ella y los administrados, sin revisión judicial ulterior816.
Se creía que en esa forma se respetaba el principio de división de poderes, ya que
así el órgano judicial no intervenía en los litigios en que era parte la administración 817.
El contencioso administrativo significo en su origen el control sobre actividades de la
administración, por autoridades que debían pertenecer al Poder Judicial 818. A pesar
de esa diferencia entre el sistema francés y el nuestro, el término pasó a usarse
también entre nosotros donde el problema es enteramente distinto, ya que los
conflictos entre los particulares y la Administración se resuelven por vía judicial 819.
Con todo, vocablos como Procesos Administrativos, Litigios Administrativos, o justicia
administrativa, pueden provocar equívocos pues puede provocar una ampliación del
término, en verbigracia de lo dicho, el término justicia Administrativa puede llegar a
utilizarse en sentido propio, entendiéndolo como el generó que comprende todos los
instrumentos jurídicos que en los diversos ordenamientos se han establecido para la
tutela de los derechos subjetivos y de los intereses legítimos de los administrados, es
decir, recursos internos, Obudsman, leyes de procedimiento administrativo, y
finalmente la jurisdicción contencioso administrativa que evidentemente posee el mas
elevado grado de eficacia en la protección contra las autoridades administrativas.
815
Alcalá-Zamora y Castillo, Proceso Administrativo, Revista de la Facultad de Derecho de México, Tomo XII,
Número 51, México, 1963, Pág. 607
816
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 41
817
Jorge Tristan Bosh, Lo Contencioso administrativo y la Constitución, Editorial la Ley, Buenos Aires, 1990,
Pág. 830
818
Bartolome Fiorini, Que es el contencioso , Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1997, Pág. 12
819
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 22
387
Es por esto que a pesar de la critica realizada por Alcalá-Zamora creemos que la
denominación Contencioso Administrativo debe subsistir, pues no existe otro mejor
que hoy en día pueda tener una connotación precisa, técnica forjada a través de
muchos años820.
Sin embargo, lo que debe estar claro es que palabras son solo palabras, recursos
lingüísticos para identificar a una realidad: interesa mas que el nombre, la realidad,
aquello que no cambia a ésta, permanece invariable a pesar de los nombres, lo que
interesa es, precisamente, esa suma de remedios institucionales para la defensa de
la libertad, llámese como se llame821.
PRINCIPIOS DEL PROCESO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
En el Procesal Administrativo tienen aplicación varios principios; unos corresponden
a los diferentes derechos procesales o a principios generales del derecho y otros que
por el contrario constituyen principios propios de esta rama del derecho procesal.
Estos principios sirven para legislar científicamente y aplicar correctamente los
procedimientos de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo.
Todos estos principios en gran parte derivan del derecho constitucional a la
protección jurisdiccional, del que constituyen manifestaciones singulares. De esta
forma en el curso del proceso administrativo se aplican una serie de principios que
sirven de garantía para el demandante o actor 822.
Se puede entender que los principios que informan el sistema legal están
implícitamente contenidos en el mismo sistema; aplicarlos es aplicar el espíritu de las
820
Jorge Carpizo, Estudios Constitucionales, Editorial Porrúa, México, 1996, Pág.176
José Roberto Dromi Casas, Proceso Administrativo: Perspectiva, Revista de Administración Publica, Numero
88, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1979, Pág. 259
822
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 204
821
388
leyes, y ello es aplicar las leyes mismas, que de espíritu y letra se componen 823.
Cabe afirmar entonces que los principios de la ley entran en vigor con la propia
ley824.
Debe destacarse de esta forma que el derecho se compone tanto de realidad como
de valores y normas 825. Los valores y principios dice Gordillo son más importantes
que las normas; que éstas no pueden contradecir, en la solución del caso,
aquellas826. De esta forma los principios no son reglas de las que se puede deducir
conclusiones por un razonamiento lógico, son formas de comprender y hacer
funcionar el derecho para que sea justo827.
Los principios son las premisas fundamentales jurídicas que buscan, con su
aplicación, la justicia, la equidad, el bien común, el bienestar social 828; son el
contenido básico del sistema, además de que tienen una superioridad jerárquica
inevitable sobre los demás elementos del sistema, de tal forma que la norma
congruente con un principio general será la que deba prevalecer829.
Su significado histórico es servir de método de explicación y de racionalización del
proceso830. Según Ovalle Favela, se entienden como aquellos criterios o ideas
fundamentales contenidos en forma explicita o implícita en el ordenamiento jurídico,
823
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 206
Jaime Mans Puigarnau, Los principios generales del derecho. Repertorio de reglas, máximas y aforismos
jurídicos con la jurisprudencia del tribunal supremo de justicia, Editorial Bosh, Barcelona, 1979, P XXX
825
Agustín Gordillo, Introducción al Derecho, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos Aires, 2000, Pág.
1-5
826
Agustín Gordillo, Introducción al Derecho, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos Aires, 2000,
Capitulo,.II Pág. 10
827
Jaime Mans Puigarnau, Los principios generales del derecho. Repertorio de reglas, máximas y aforismos
jurídicos con la jurisprudencia del tribunal supremo de justicia, Editorial Bosh, Barcelona, 1979, P XIII
828
Zeus Jesús Hernández Espíndola, Los principios generales del derecho. Algunas consideraciones, Nuevo
consultorio fiscal, Año 15, Numero 287, México, 2001, Pág. 47
829
José Tapia Tovar, El buen derecho. Los principios generales del derecho, Nuevo consultorio fiscal, Año 13,
Numero 228, México, 1999, Pág. 55
830
Gonzalo M. Armienta Calderón, Teoría General del Proceso, Editorial Porrúa, México, 2003, Pág. 120
824
389
que señalan las características principales del derecho procesal y sus diversos
sectores, y que orientan el desarrollo de la actividad procesal 831.
Estos principios, regulan en definitiva la actividad de las partes y van encaminados a
condicionar la actividad del órgano llamado a decidir832.
Así las cosas podemos destacar los siguientes principios:
DERECHO A LA PROTECCIÓN JURISDICIONAL
Los antecedentes históricos, perfeccionamiento y evolución de la garantía
constitucional de la Protección Jurisdiccional conocida también en otras legislaciones
como tutela Judicial Efectiva o debido Procedo Legal, se localiza indiscutiblemente
en el régimen jurídico de los Estados Unidos de América, cuyo antecedente mas
remoto se encuentra en las colonias de Maryland, de Pennsylvania y Massachusetts,
que cronológicamente preceden a la firma de la Constitución Federal de ese país, en
ellas se recoge expresamente el concepto en cuestión, estableciendo que ―nadie
puede ser privado de su vida, libertad o propiedad sin debido proceso legal (―due
process of Iaw‖)833.
Efectivamente, este principio constituye la llave maestra de las garantías
constitucionales, cabiendo señalar que el propio antecedente de esa institución se
encuentra en la Carta Magna obtenida por el alzamiento de los barones ingleses
frente a Juan Sin Tierra, en el cual se expresaba que: ―ningún hombre libre será
detenido o apresado o confiscados sus bienes o desterrado o destruido en cualquier
831
José Ovalle Favela, Teoría General del Proceso, Editorial Oxford, México, 2005, Pág. 199
Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 209
833
Louis Alain Benavides Monterrosa, El debido Proceso en la Jurisprudencia Constitucional, XXV Aniversario
de la Constitución de El Salvador, Corte Suprema de Justicia, San Salvador, Pág. 43
832
390
forma, ni pondremos ni haremos poner mano sobre él, a no ser por el juicio legal de
sus pares o por la ley de la tierra834.
En concordancia a lo expresado, la evolución favorable y prospera que ha obtenido
el ―due process of law‖ se debe en gran parte gracias al constitucionalismo que se
configura como el vocero genuino del régimen de derechos y garantías del particular,
así como de los procedimientos que viabilizan su representación y participación en la
conducción
política
estatal.
La
nota
más
relevante
y
característica
del
constitucionalismo es precisamente ―la oposición a dejarse arrastrar por el poder‖.
El pensamiento que instituyó y envistió a la constitución como una norma
eminentemente jurídica de carácter supremo y no como norma política, fue
determinante en la avance de esta institución, circunstancia que tuvo sus primeros
inicios como hemos dicho en Norteamérica y luego extendiéndose a Europa; el
constitucionalismo clásico o moderno, se inicia a fines del siglo XVIII, y mediante este
se otorga una característica fundamental a la parte dogmática de las Constituciones,
planteándose que el fin del Estado y de su organización, es la defensa de los
derechos y libertades del hombre. Implantándose Limites al ejercicio del Estado y
dando seguridad al individuo frente a él; así la teoría y la práctica del
constitucionalismo, en cualquier sistema político, plantea y demanda del Estado y de
sus gobernantes (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) el más absoluto respeto y
observancia de los derechos y garantías consignados en las respectivas
constituciones, así como de la participación activa del individuo en la conducción del
Estado. A este respecto se advierte cierta constante entre el constitucionalismo,
como sistema garante de las libertades y derechos inherentes al individuo y la forma
democrática de gobierno.
834
Mauricio Alfredo Clará Recinos, Ensayos y Batalla Jurídicas, Corte Suprema de Justicia, San Salvador, 2000,
Pág. 23
391
Así, debido a la importancia del derecho a la protección jurisdiccional, su
reconocimiento goza de amplio numero de legislaciones; bajo fórmulas diversas,
tanto en países de Europea como en los países del continente Americano, así como
en convenios y cartas internacionales.
En verbigracia de lo arriba señalado, cabe citar constituciones como la Española 835
de 1978, donde en su Art. 24.1 reconoce el derecho de toda persona a obtener tutela
de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin
que, en ningún caso, pueda producirse una situación de indefensión. En análogo
sentido lo reconocen las constituciones Italianas 836 de 1947(Art 24.1) y la de la Ley
Fundamental de Bonn de Alemania837 de 1949(Art. 19.4).
El reconocimiento a la protección jurisdiccional también es objeto del ámbito jurídico
del derecho Internacional838; la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión
Europea839, suscrita en Niza en el año 2000, receptó el derecho a la tutela judicial
efectiva y a un juez imparcial (Art 47). Del mismo modo ocurre en los países
americanos con la Declaración Americana de Derechos y deberes del Hombre 1948,
y en especial la Convención Americana sobre los Derechos Humanos 840, firmado en
San José Costa Rica de 1969 en el cual en el Art 8.1 del ultimo, se reconocen los
siguientes derechos: a) a ser oído con las debidas garantías; b) a que el proceso se
desarrolle dentro de un plazo razonable; y c) a ser juzgado por un juez o tribunal
competente; independiente; e imparcial, establecido con anterioridad por la ley. A su
vez en el Art. 25.1 se dispone que: toda persona tiene derecho a un recurso sencillo
y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes,
que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por
835
Arturo Hoyos, Debido Proceso y Democracia, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 67
Arturo Hoyos, Debido Proceso y Democracia, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 68
837
Arturo Hoyos, Debido Proceso y Democracia, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 71
838
Florentín Meléndez, Instrumentos Internacionales sobre Derecho Humanos Aplicables a la Administración de
Justicia, Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 2004, Pág. 43
839
Florentín Meléndez, Instrumentos Internacionales sobre Derecho Humanos Aplicables a la Administración de
Justicia, Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 2004, Pág. 43
840
Marco Gerardo Monroy Cabra, Derecho y Deberes Consagrados en la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, Secretaría General de los Estados Americanos, Washington D.C, 1980, Pág. 33
836
392
la Constitución, la ley o la presente convención aún cuando tal violación sea
cometida por personas que actúan en ejercicio de sus funciones oficiales.
En la Constitución de la República de El Salvador existe también este reconocimiento
expreso, declaración que se recoge principalmente en los Arts. 2 y 11 de nuestra
carta magna, aunque también asumen relevancia los Arts. 12, 13, 15, 16, 17,
172,181, 186, 187 del mismo cuerpo legal.
En este sentido en un Estado de Derecho la protección jurisdiccional de los derechos
individuales constituye un pilar básico y fundamental para una eficiente reacción
frente a las arbitrariedades de los poderes Públicos, con base a lo anterior la
Constitución Salvadoreña en su Articulo 2 proclama que ―todo persona tiene derecho
a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la
posesión, y a ser protegida en la conservación y defensa de los mismos‖. Una suerte
o variante de protección en la conservación y defensa de los derechos enumerados
se realiza a través de la jurisdicción.
En este sentido la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia ha
expresado que: ―Nuestra Constitución, acertadamente, desde su artículo 2 establece
–haciendo una referencia textual– una serie de derechos –individuales, si se quiere–
consagrados a favor de la persona, es decir, reconoce un catálogo de derechos –
abierto y no cerrado– como fundamentales para la existencia humana e integrantes
de las esfera jurídica de las personas. Ahora bien, para que tales derechos dejen de
ser un simple reconocimiento abstracto y se reduzcan a lo más esencial y seguro,
esto es, se aniden en zonas concretas, es también imperioso el reconocimiento a
nivel supremo de un derecho que posibilite su realización efectiva y pronta. En virtud
de ello nuestro constituyente dejó plasmado en el artículo 2, inciso primero, el
derecho a la protección jurisdiccional y no jurisdiccional de las categorías jurídicas
subjetivas instauradas a favor de todo ciudadano, es decir, en términos globales, un
derecho de protección en la conservación y defensa del catálogo de derechos
393
descrito‖ Luego agrega: ―Y es que, en efecto, tal disposición constitucional obliga al
Estado salvadoreño a dar protección jurisdiccional integral a todos sus miembros,
frente a actos arbitrarios e ilegales que afecten la esfera jurídica de los mismos, y a
través del instrumento heterocompositivo –también creado constitucionalmente–
diseñado con tal finalidad: el proceso jurisdiccional en todas sus instancias y en
todos sus grados de conocimiento. En tal sentido el proceso como realizador del
derecho a la protección jurisdiccional, es el instrumento de que se vale el Estado
para satisfacer las pretensiones de los particulares en cumplimiento de su función de
administrar justicia841‖ (Sentencia de 25-V-99, Amp. 167-97).
Se trata, tal y como se manifiesta Luís López Guerra de ―la reserva del Estado sobre
Monopolio del uso legitimo de la fuerza. En los sistemas de separación de poderes,
el ejercicio de las facultades y deberes derivados de ese monopolio se atribuye, con
carácter general, a unos órganos específicos, los órganos judiciales. Las
pretensiones del sistema de separación de poderes buscan evitar la acumulación del
poder, que conduciría a la configuración de un poder absoluto, y de distribuir entre
distintos órganos del Estado las facultades de éste, para así configurar, a través de
los controles interorganicos, un sistema de contrapesos, que conduce a atribuir a un
órgano distinto del legislativo y del ejecutivo la facultad de aplicar las leyes,
dirimiendo los conflictos. De esa atribución surge el derecho de todas las personas a
acceder a los juzgados y tribunales para que éstos resuelvan los conflictos en los
que sean parte842.
El derecho a la protección jurisdiccional representa una garantía procesal
indispensable de la que parte la organización de todo tipo de justicia 843.
841
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador,
pronunciada en el proceso de Amparo de fecha veinticinco de Mayo de mil novecientos noventa y siete en el
juicio referencia Amparo 167-97
842
Luís López Guerra y Otros, Derecho Constitucional, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, Pág. 355
843
Rodolfo E. Piza Escalante y Otros, Principios Constitucionales, Editorial Investigaciones Jurídicas, S.A, San
José, 2008, Pág. 331
394
Por su parte el Art. 11 de la Constitución, que insiste recurrentemente sobre la
protección constitucional de los derechos de toda índole, prescribe que: ― ninguna
persona puede ser privada de su vida, libertad, ni de su propiedad o posesión sin, ser
antes previamente oída y vencida en juicio con arreglo a las leyes‖. A través del
precepto trascrito obtiene reconocimiento constitucional la institución de estirpe
anglosajona denominada Debido Proceso, que siendo un derecho complejo
comprende: ―a) el libre acceso al órgano Judicial; b) obtener del ente jurisdiccional
una decisión motivada y fundada en derecho; c) que se conceda a las partes la
posibilidad de ejercer todos los derechos, obligaciones y cargas procesales que el
mismo implique, para que, desde su propia posición, puedan defender sus derechos;
y, d)que el fallo pronunciado efectivamente se cumpla‖.
Sobre el Debido Proceso la Sala de lo Constitucional salvadoreña, ha expresado
que: ―I. Sobre la naturaleza del derecho consagrado en el inciso 1º: ―Esta disposición
constitucional establece lo que se conoce como derecho de audiencia, el cual se
caracteriza, en primer lugar, por ser un derecho de contenido procesal, instituido
como protección efectiva de los demás derechos de los gobernados; y, en segundo
lugar, es un derecho relacionado indiscutiblemente con las restantes categorías
jurídicas subjetivas protegibles constitucionalmente 844‖ (Sentencia de 13-X-98, Amp.
150-97).
Siempre en concordancia a lo apuntado Don Jesús González Pérez señala que la
tutela judicial efectiva, otorga el derecho a toda persona a que se ―haga justicia‖,
expresión que se traduce en la situación de que cualquier particular que pretenda
algo con arreglo a derecho frente a un ente público, podrá tener la seguridad de que
su petición será atendida por unos órganos estatales independientes y preparados.
Presuponiendo, por tanto, la existencia de una adecuada estructura judicial,
desplegando sus efectos en tres momentos distintos: primero en el de acceso al
844
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador,
pronunciada en el proceso de Amparo de fecha trece de octubre de mil novecientos noventa y siete en el juicio
referencia Amparo 150-97
395
proceso; segundo, una vez en él, haciendo posible la defensa y la obtención de la
solución en un plazo razonable, y tercero, una vez dictada la sentencia, al llegar a
hacer efectivos sus pronunciamientos845.
Con respecto a la primera exigencia de este principio, concluimos que debe de existir
la posibilidad de formular cualquier tipo de pretensiones, cualquiera que sea
fundamento y sobre cualquier objeto, no pudiéndose sustraer del conocimiento de la
jurisdicción ningún tipo de materia, que pudiera crear resquicios de inmunidad. Por
ello los órganos jurisdiccionales respetando cada uno su competencia , conocerán y
deberán atender las pretensiones que ante ellos se formulen, con abstracción del
derecho material que sirva de fundamento y de la persona frente a quién se dirijan 846.
Del mismo modo el acceso al sistema judicial debe entenderse por igual a todas la
personas sin excepción, sin que pueda existir distinción de genero, nacionalidad,
raza o credo, la interpretación se extiende a todas la personas que tienen capacidad
para ser parte, hipótesis bajo la cual es evidente que no cabe suponer un sujeto de
relevancia jurídica que no tenga capacidad por personalidad que le es propia y que lo
caracteriza o identifica847. El hombre, por su condición de tal y la persona jurídica lo
poseen per se desde su nacimiento en el mundo jurídico, por lo que se hace alusión
a la aptitud necesaria para poder gozar de intervención procesal, para tener la
titularidad de derechos, obligaciones y cargas de carácter procesal, ya sea como
demandante ejercitando el respectivo derecho de acción o como persona
demandada, que correlativamente tiene derecho a la defensa, que se opone a la
primera.
Finalmente se incluye también dentro de este acceso a la justicia, la imposibilidad de
declarar inadmisibles pretensiones, por requisitos enervantes,
de
excesivo
formalismo, siendo necesario que existan normas legales que establezcan la
845
Jesús González Pérez, El Derecho a la Tutela Jurisdiccional, Cuadernos Cívitas, Madrid, 1989, Pág. 43
Néstor Pedro Sagüés, Manual de Derecho Constitucional, Editorial Astrea, Buenos Aires, 2007, Pág. 858
847
Néstor Pedro Sagüés, Manual de Derecho Constitucional, Editorial Astrea, Buenos Aires, 2007, Pág. 860
846
396
extinción del proceso y sin las cuales se violaría dicho acceso. De la misma manera
estas normas deben ser lo suficientemente razonables, y deben buscar
preferentemente una resolución de fondo848. Asimismo en cuanto a la interpretación
de estas normas de inadmisión, ellas deben de ser entendidas en el sentido más
favorable a la obtención de una tutela de fondo, con ello se busca que las
irregularidades formales sin trascendencia no se conviertan en obstáculo para la
efectividad del proceso.
Soslayada, la primara parte de este derecho, encontramos que el derecho a la
protección jurisdiccional
no se agotará efectivamente con la recibimiento de las
pretensiones de los particulares por el órgano judicial, dictándose pronunciamientos,
muy por el contrario la protección será plena si la entidad reúne las condiciones y si
se siguió un proceso con las debidas garantías para que no existe indefensión,
expresión que de alguna manera resume la esencia de este derecho, que requiere
fundamentalmente la oportunidad de defender las posiciones propias cuando se nos
afecten nuestro intereses o derechos849.
La indefensión se encuentra totalmente vetada en todas y cada una de las partes del
proceso, no pudiéndose imposibilitar a las partes de ejercer su derecho a la defensa,
debiendo ser oído y notificado de todos los aspectos del proceso, a utilizar los
medios de prueba que se entiendan pertinentes, a recibir asistencia letrada, y que no
existan dilaciones; en definitiva a todo aquello que constituya prohibición o limitación
del derecho a la defensa, que produzcan por medio de actos de los órganos
jurisdiccionales una mengua o privación del derecho de alegar o probar,
contradictoriamente, y en situación de igualdad 850.
848
José Garberí Llobregat, Constitución y Derecho Procesal, Editorial Aranzadi, Navarra, 2009, Pág. 142
Joaquín Luis Sánchez Carrión, Significación e incidencia en el proceso de la indefensión constitucional,
Revista del Poder Judicial, Numero 45, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1997, Pág. 291
850
J. Almagro Nosette, La Prohibición Constitucional de la Indefensión, Revista del Poder Judicial, Numero
Especial IV, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1989, Pág. 235
849
397
Como última parte de este derecho tenemos, que no solo será necesaria la obtención
de una resolución, sino por el contrario será imperioso que la resolución tenga
efectivo cumplimiento, constituyendo un elemento clave para la efectividad de la
justicia Administrativa851. En este sentido el derecho a la tutela judicial Efectiva
contiene que toda persona quien haya sido favorecida con una resolución favorable
de fondo debe ser repuesta en sus derechos y al mismo tiempo compensado por los
daños que hubiere sufrido en su caso.
Por todo lo arriba apuntado, el contenido del derecho a la tutela judicial efectiva
adquirirá un amplio rango de aplicación, ya que como se señalo anteriormente
despliega sus efectos en tres momentos distintos: primero, al acceder a la justicia;
segundo, durante el desarrollo del proceso; y finalmente, al tiempo de ejecutarse la
sentencia.
Dentro de dicho esquema, la tutela judicial efectiva comprende el reconocimiento de
los siguientes derechos852: A) a ocurrir ante los tribunales de justicia y a obtener de
ellos una sentencia útil. B)a acceder a una instancia judicial ordinaria y a lograr un
control judicial suficiente sobre lo actuado en sede administrativa; C) a un juez
natural e imparcial; D) a la eliminación de las trabas que impidan u obstaculizan el
acceso a la jurisdicción; E) a la interpretación de las normas reguladoras de los
requisitos de acceso a la jurisdicción en forma favorable a la admisión de la
pretensión evitándose incurrir en hermenéuticas ritualistas (in dubio pro actione); F) a
que no se desestimen aquellas pretensiones que padecen de defectos que pueden
ser subsanados; G) a la no aplicación en forma retroactiva de nuevas pautas
jurisprudenciales con relación a los requisitos de admisibilidad, a fin de evitar
situaciones de desamparo judicial. H)a peticionar y obtener tutela cautelar para que
no se torne ilusorio el derecho que se defiende; I)al cumplimiento de todas las etapas
851
Isaac Martín Delgado, Función Jurisdiccional y ejecución de Sentencias en lo Contencioso Administrativo,
Editorial Marcial Pons, Madrid, 2005, Pág. 19
852
Angela Figueruelo Birrieza, Crisis de la justicia y Tutela Judicial Efectiva, Revista Iberoamericana de Derecho
Procesal Constitucional, Numero 3, Instituto iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional, Editorial
Porrúa, México, 2005, Pág. 91
398
del procedimiento legalmente previsto, el cual deberá asegurar la posibilidad del
justiciable a ser oído, y a ofrecer y producir la prueba pertinente antes de dictarse la
sentencia; J) a una decisión fundada que haga mérito de las principales cuestiones
planteadas; K) a impugnar la sentencia definitiva; L)a tener la posibilidad de ejecutar
en tiempo y forma la sentencia y, por ende, a su cumplimiento por parte de la
autoridad condenada; M)al desarrollo del proceso en una dimensión temporal
razonable; N)a contar con asistencia letrada;
PRINCIPIO DE VINCULACIÓN A LA CONSTITUCIÓN, LEYES Y DEMAS
NORMAS.
El Art. 2 de nuestro nuevo Código Procesal Civil y Mercantil expresa: ―Los jueces
están vinculados por la normativa constitucional, las leyes y demás normas del
ordenamiento jurídico, sin que puedan desconocerlas ni desobedecerlas.
Todo juez, a instancia de parte o de oficio, deberá examinar previamente la
constitucionalidad de las normas de cuya validez dependa la tramitación
de
cualquier proceso o el fundamento de las decisiones que adopten en el mismo; y si
alguna de ellas contradice la normativa constitucional, la declarará inaplicable en
resolución debidamente motiva, en la que se consigne a disposición cuya
inaplicabilidad se declara, el derecho, principio o valor constitucional que se
considere infringido y las específicas razones que fundamentan.‖
El ordenamiento Jurídico Salvadoreño se encuentra conformado por un conjunto de
normas que provienen y derivan de diversos sujetos emisores, tales como la
Asamblea Constituyente, Asamblea Legislativa, Gobierno y Estado de El Salvador
con otros Estados u Organismos Internacionales, Presidencia de la República y
Municipalidades. Ante los potenciales conflictos normativos se ha tenido que diseñar
una jerarquía normativa en virtud de la cual unas normas jurídicas tienen un rango o
valor formal superior y una aplicación prevalente respecto de las otras.
399
Nuestra Constitución en su articulado organiza la jerarquía u orden preferente de
ejecución del sistema normativo853 y se otorga asimisma la posición cimera 854.
Después sitúa a los Tratados o Convenios Internacionales, luego a las Leyes
Secundarias, le siguen los Reglamentos de Ejecución y finalmente a los
Reglamentos y Ordenanzas Municipales.
Interesa para el tema que nos ocupa, el carácter de supralegalidad, de superioridad
jerárquica de la Constitución, que en su virtud todas y cada una de las normas que
integran nuestro sistema jurídico se someten a sus principios, valores y preceptos 855,
y se articulan mecanismos de control como son los Procesos de Inconstitucionalidad
de las Leyes856, Amparo 857 y Exhibición Personal858.
La subordinación a la Constitución tiene unos destinatarios prioritarios y especiales:
los Funcionarios Públicos.
La posición reseñada es coherente con el Art. 246 de la Constitución cuyo texto es el
siguiente: ―Los principios, derechos y obligaciones establecidos por esta Constitución
no pueden ser alterados por las leyes que regulen su ejercicio.
La Constitución prevalecerá sobre todas las leyes y reglamentos. El interés público
tiene primacía sobre el interés privado.‖
Luego el Art. 235 de la misma Constitución se refiere a la protesta que rinden los
Funcionarios Civiles y Militares antes de tomar posesión de sus cargos. El texto de la
disposición no puede ser más ilustrativo, los funcionarios juran cumplir y hacer
853
Benda, Mainhofer, Vogel, Hesse, Heyde, Manuel de Derecho Constitucional, Editorial Marcial Pons, Madrid,
2001, Pág. 3
854
Rafael Gómez-Ferrer Morant, Incidencia de la Constitución sobre el Derecho Administrativo, Revista de
Administración Publica, Numero 150, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999, Pág. 163
855
Peter Häberle, El Estado Constitucional, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Autónoma de
México, 2001, Pág. 3
856
Allan R. Brewer-Carias, La Justicia Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2007, Pág. 259
857
Allan R. Brewer-Carias, La Justicia Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2007, Pág. 105
858
Domingo García Belaunde, Derecho Procesal Constitucional, Editorial Temis, Bogota, 2001, 89 y sigs
400
cumplir la Constitución ateniéndose a su texto cualesquiera que fueren las Leyes,
Decretos, Ordenes o resoluciones que la contraríen859. Esta protesta no es
intrascendente y acarrea una sanción severa que incorpora la misma Constitución en
sus Arts. 244 y 245 que reproducimos a continuación: ― Art. 244.- La violación, la
infracción o la alteración de las disposiciones constitucionales serán especialmente
penadas por la ley; y las responsabilidades civiles o penales en que incurran los
funcionarios públicos, civiles o militares, con tal motivo, no admitirán amnistía,
conmutación o indulto, durante el período presidencial dentro del cual se
cometieron.‖ Art. 245.- Los funcionarios y empleados públicos responderán
personalmente y el Estado subsidiariamente, por los daños materiales o morales que
causaren a consecuencia de la violación a los derechos consagrados en esta
Constitución.‖
Los preceptos normativos invocados ostentan todas las cualidades de una norma
jurídica de operatividad inmediata, sin que sea necesario Legislación Secundaria que
los desarrolle860. Con anterioridad la Constitución se apreciaba más bien como un
programa, ideario o formulación de líneas políticas a seguir en materia de derechos
fundamentales, sociales y cuestiones de índole económica. No obstante, cabe
advertir que ella posee la estructura idéntica a la de cualquier norma jurídica,
conteniendo verdaderos mandatos, prohibiciones y determinaciones, que deben ser
acatados por todos, no existiendo diferencias sustanciales en ese aspecto con las
demás normas jurídicas861.
Según los Doctores. Tinetti y Bertrand Galindo862, el Derecho constitucional es el
derecho de la Constitución, pero al desglosar el contenido normativo de ésta resulta
859
Juan Ramón Fernández Torres, La legitimación corporativa en la jurisdicción Contencioso Administrativa, La
Protección Jurídica del Ciudadano, Estudios Homenaje al Profesor González Pérez, Editorial Civitas, Madrid,
1993, Pág. 1388
860
Eduardo García de Enterria, La Constitución como Norma Jurídica y el Tribunal Constitucional, Editorial
Civitas, Madrid, 1985, Pág. 63
861
Fernando Garrido Falla, Tratado de Derecho Administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 1989, Pág. 187
862
Tinetti-Bertrand Galindo y otros, Manual de Derecho Constitucional, Tomo I, Centro de Investigación y
Capacitación Proyecto de Reforma Judicial, San Salvador, 1992.
401
que ella misma es una norma. Es decir, que rige para ella el principio de
imperatividad constitucional, según el cual ella tiene operatividad inmediata que
establece una vinculación automática dado que ella entra en vigencia, para
gobernantes y gobernados.
La pretendida operatividad inmediata la apoyan los autores en la forma siguiente: ―
En efecto el Art. 83 después de declarar que el Estado de El Salvador es soberano y
que la soberanía reside en el pueblo, ordena que ésta la ejerza en la forma prescrita
y dentro de los límites de la Constitución, lo que equivale a sujetar a los
componentes del pueblo, gobernantes y gobernados, al imperio de la Constitución.
Por otra parte, las violaciones a la misma, si emanan del Organo Legislativo en forma
de leyes o ratificación de tratados, o del Organo Ejecutivo y sus dependencias
descentralizadas, en forma de reglamentos u ordenanzas, son sujetas de ser
excluidas del ordenamiento jurídico nacional por la vía de la declaración de
inconstitucionalidad (Arts. 149 inciso segundo, 174 y 183). Además, son susceptibles
de no ser aplicadas por los tribunales de acuerdo con el Art. 185. Asimismo, los
acuerdos, resoluciones o actos que lesionen derechos consagrados en la
Constitución a favor de los gobernados pueden ser anulados por la vía del amparo
constitucional o del hábeas corpus, Art. 247. Finalmente, cabe recordar que de
acuerdo al Art. 244, la violación, la infracción o la alteración, de las disposiciones
constitucionales son penadas especialmente por la ley.
Lo anterior nos lleva a retomar las palabras de García de Enterría y decir con él: ―La
explicación de todo este nuevo valor normativo de la Constitución nos exigirá
remontarnos a algunas cuestiones de principio, lo que haremos en la medida
indispensable para hacer posible esa explicación y permitirnos operar técnicamente
con esa especie nueva de norma con que se encuentra ahora nuestro Derecho,
norma que es, además, la primera entre todas y la más relevante863‖.
863
Eduardo García de Enterría, La Constitución Como Norma y El Tribunal Constitucional, Editorial Civitas,
Madrid, 1985.
402
La Jurisprudencia de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia
guarda congruencia y armonía con la posición que hemos esgrimido. La Sentencia
pronunciada el veinte de abril de mil novecientos noventa y nueve en el juicio
referencia Amparo 463-97 se sostiene: ―Eficacia Inmediata de la Constitución. Hablar
de Constitución tiene sentido cuando se la concibe como instrumento de limitación y
control del poder, pues sólo si existe control de la actividad estatal puede la
Constitución desplegar su fuerza normativa y sólo si dicho control forma parte del
concepto puede ser entendida como norma jurídica suprema y de aplicación
inmediata864.‖
En esta misma línea de pensamiento en la Sentencia del Amparo No. 23-S-92 se lee:
―La preeminencia del texto constitucional que destaca García Pelayo, es lo que
doctrinariamente se conoce como supremacía de la Constitución; en cuanto afirma la
calidad de ―suprema‖ por ser emanación directa del pueblo, y goza de ―primacía‖, por
ocupar el primer lugar entre todas las normas. Y es que, siendo la Constitución
expresión de la soberanía, no sólo es norma, sino precisamente la primera de las
normas del ordenamiento jurídico interno, ―lex superior‖, ―lex legum‖; esto es, que
todos los planos de la producción jurídica se subordinan a la Constitución en cuanto
a forma y a contenido‖.
Las consecuencias según Garrido Falla de otorgar a la constitución carácter
normativa trae consigo como es obvio resultados importantes: a) primero como
hemos dicho la constitución se configura como una norma no programática y por
tanto de aplicación directa b) en segundo lugar del hecho de que la constitución sea
norma jurídica se deriva la positivación de principios y valores éticos proclamados
por esta, c) tercero se configura a su vez como una fuente de interpretación que
864
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador,
pronunciada en el proceso de Amparo de fecha veinte de abril de mil novecientos noventa y nueve en el juicio
referencia Amparo 463-97
403
impacta todo el resto del ordenamiento jurídico, y finalmente d) tendrá eficacia
derogatoria con respecto de cualquier norma que la contraríe 865.
EL PRINCIPIO DE OFICIALIDAD Y EL PRINCIPIO DISPOSITIVO.
En el sistema procesal Administrativo Salvadoreño existe una fuerte presencia de
dos vitales principios: el principio dispositivo y el principio de oficialidad o inquisitivo;
el primero asigna a las partes procesales, la iniciativa, ejercicio o dimisión de actos
procesales. El segundo, el inquisitivo, de manera opuesta, confiere al juez las
mencionadas atribuciones, debiendo éste mismo impulsar el proceso, y ejercer todas
estas potestades sin que la voluntad de las partes constituya un limite.
A pesar de la yuxtaposición de principios en los juicios contenciosos administrativos,
existe una marcada preeminencia del principio dispositivo debido a que las partes
son enteramente dueñas del derecho subjetivo material, de la pretensión e incluso de
la actividad decisoria del órgano jurisdiccional.
Couture en este sentido expresa que ni en el derecho privado existe disponibilidad
absoluta, ni en derecho público indisponibilidad absoluta; razón por la cual califica al
proceso hispanoamericano como predominantemente dispositivo.866
No obstante lo anterior, la aplicación de estos principios, dependen de escenarios
previamente establecidos por la ley, instaurándose confines para su aplicación; el
principio dispositivo encuentra aplicación primariamente en la interposición de la
demanda que bajo ningún motivo puede ser ex officio, así como en todo lo relativo a
la formulación de pretensiones, descargo de pruebas, etc.
865
866
Fernando Garrido Falla, Tratado de Derecho Administrativo, Editorial Tecnos, Madrid,1989, Pág. 186 y sigs
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial BdeF, Buenos Aires, 2004, Pág. 153.
404
De manera heterogénea la potestad oficiosa del Juez, se encuentra en la mayoría los
casos limitada a realizar actos de impulso procesal; es decir, actos que tienden a
hacer avanzar el procedimiento por cada una de las etapas o fases que lo componen
y nunca actos conexos a la pretensión.
Así, el control judicial de la Administración se inicia cuando las partes interponen la
demanda, desde ese momento toda resolución de impulso se dicta de oficio. En este
sentido no es posible invocar la falta de gestión de las partes para que el
procedimiento permanezca paralizado ya que el principio de oficialidad busca otorgar
suficientes facultades al juez en orden de impulsar la tramitación del proceso.
Por otra parte, los términos son fatales, y una vez vencidos el órgano debe continuar
de oficio con el trámite siguiente, así lo dispone el Art. 47 al prescribir que no será
preciso acusar rebeldía para tener por concluidos los plazos o términos establecidos
en la ley.
PRINCIPIO DE IGUALDAD
Según la Constitución de la República todos los individuos somos iguales ante la ley;
una consecuencia lógica de lo anterior es la aplicación de esta regla en el desarrollo
del proceso, otorgando igual oportunidades a las partes en lo relativo a sus derechos,
obligaciones y cargas867.
Nuestra jurisprudencia, expresa que: ―La igualdad es un principio que emana de la
naturaleza misma del hombre y tiene su fundamento en su identidad de origen y
destino. Se presenta como una relación en virtud de la cual cabe reconocer a todos
los hombres sus derechos fundamentales y su plena dignidad, evitando
discriminaciones arbitrarias. El mismo implica la necesidad de dársele igualdad de
oportunidades a cada una de las partes para el sólo efecto de que puedan defender
867
Néstor Pedro Sagüés, Manual de Derecho Constitucional, Editorial Astrea, Buenos Aires, 2007, Pág. 859
405
sus posiciones y derechos que estiman tutelables868.‖ (Sentencia de amparo del 25
de febrero de 2000. Ref. 431-98).
La igualdad indica que las ambas partes, tanto demandante y demandado deben
encontrarse en condiciones de contenido equivalente, no siendo posible diferencias
sustanciales en los respectivos deberes y derechos de estos sujetos, por lo que se
veda facultar medios o armas procesales superiores o desventajosos en detrimento
de sus respectivas posiciones en el proceso869.
En consecuencia de lo dicho, el principio de igualdad proyecta al proceso la
supresión de todo privilegio formal injustificado que produzca asimetrías entres los
justiciables870.
Cabe señalar, no obstante, que este principio no consiste en la igualdad ―aritmética o
numérica‖, -puesto que no puede tratarse exactamente en igualdad de condiciones al
que acciona, al que se defiende y al tercero interviniente-, sino que en una razonable
igualdad de oportunidades en el ejercicio de la acción y la defensa; por lo que no se
violenta este principio si las necesidades prácticas y técnicas del debate judicial
imponen algunas desigualdades entre las partes. Por lo que el juzgador debe
mantener en lo posible la igualdad de oportunidades entre las partes.
Sin Embargo en el proceso administrativo, la Administración pública siempre a
acaparado un trato privilegiado por encima al que pudieran obtener la otra parte del
proceso, situación que resulta evidente e irrebatible, siendo constatada por la
mayoría de la doctrina de los países que han enfrentan el tema.
868
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador,
pronunciada en el proceso de Amparo de fecha veinticinco de febrero del año dos mil en el juicio referencia
Amparo 431-98
869
Karla Pérez Portilla, Principio de Igualdad, Alcances y perspectivas, Editorial Porrúa, México, 2007, Pág. 142
870
Ernesto Jinesta Lobo, Fundamentos Constitucionales de la Nueva Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Numero 6, Revista de Derecho Publico, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007, Pág. 16
406
Esta desigualdad no responde a una discriminación enteramente legislativa sino a
razones de índole psicológico que inclinan a los juzgadores a no perjudicar a la
Administración que por su calidad de sujeto de derecho publico gozan de finalidades
generales o carácter filantrópico, en clara oposición al actuar de los particulares que
tienen intereses personales y mezquinos. Pese a lo apuntado el juez administrativo
debe externar su cuidado en proteger los derechos del particular frente a la
Administración; y esto es importante de recordarlo, pues los jueces de estos
tribunales parecerían olvidar que tal tipo de jurisdicción se implanta, no para proteger
al Estado contra el Individuo, sino al individuo contra el Estado871.
La Administración se presenta en comparación a los particulares como una parte
privilegiada en el proceso, por lo que Alcalá Zamora manifiesta sobre estos
privilegios que ya:―sea recurrida o recurrente, aparecerán inevitables, ya
que el
poder público es un gigante que mientras no esté derribado, por mucho que acepte a
encorvarse siempre queda más alto que sus súbditos; y por eso es muy relativa su
igualdad procesal de partes en los litigios que la enfrentan. Sin que el régimen
político sea, como suele serlo en nuestro tiempo, muy socializado, muy autoritario, o
las dos cosas a la vez, el interés público invocado como presunción normal a favor
de la Administración, gozará de primacía por su índole, por su
destino, por su
permanencia y hasta su total volumen‖.
Las prerrogativas que en principio responden a su calidad de ejecutor de la voluntad
soberana sitúan a los administrados en el perniciosa escenario de cargar con la
obligaciones hasta cierto punto desproporcionadas como son la de agotar la vía
administrativa de recursos antes de acudir a los Tribunales872 o de soportar el
privilegio de decisión ejecutoria, entre otras, siendo la neutralización de las
decisiones arbitrarias un calvario en el que siempre se encuentra en desventaja el
ciudadano.
871
Juan Francisco Linares, Derecho Administrativo, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1986, Pág. 929
José Luis Rivero Isern, Vía administrativa de recurso y justicia administrativa, Revista Española de derecho
Administrativo, Numero 75, Editorial Civitas, Madrid, 1992, Pág. 382
872
407
La igualdad de partes se traduce entonces a la posibilidad para alegar, proponer
pruebas, medios de ataque y defensa y utilizar iguales armas, existiendo una
equiparación del régimen jurídico que fija la situación procesal de las partes,
hallándose el justo equilibrio entre estas, con la advertencia que el posible efecto
positivo en la Administración Pública siempre es menor debido a la coraza jurídica y
psicológica que lo protege.
Capelleti y Bryant Garth resaltan lo utópico que resulta preconizar la igualdad de las
partes y considerar que el resultado del litigio depende solamente de los méritos
jurídicos de los litigantes, pues se deben de considerar otras fuerzas ajenas a las
legales, que provocan que de hecho, uno de los contendientes se encuentre siempre
en posición de desventaja en relación con su adversario873.
PRINCIPIO
DEL
CARÁCTER
REVISOR
DE
LA
JURISDICCIÓN
CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO.
La influencia general que ejerció en su momento el régime administratif francés,
provocó la transmisión de instituciones propias de este ordenamiento hacia el mundo
occidental, así el principio del carácter revisor de la Administración Pública se incluyo
en las más importantes legislaciones del continente europeo y fue transplantado
también después a algunos países de Iberoamerica, esta concepción nace como
consecuencia de la coyuntura histórica en que se forja la división de poderes en
Francia, que excluye de control judicial a la Administración(Ley 16-24 de agosto de
1790), articulándose esta situación como el
núcleo central de su organización
Política, esta construcción particular sirve para desarrollar el recurso de excés de
pouvoir, que bajo la figura de justicia retenida es encargada al Consejo de Estado
Francés concibiéndose entonces como un mero recurso administrativo, que funciona
como revisor de la fase administrativa, articulándose como si se tratase de una
873
Mauro Capelleti y Bryant Garth, El acceso a la justicia, La tendencia en el movimiento mundial para hacer
efectivos los derechos, Fondo de Cultura Económica, México,1996. Pág. 14
408
segunda instancia, adquiriendo luego su calidad de autentico juicio al llegarse a la
justicia delegada.
La construcción inicial del excés de pouvoir como recurso administrativo, de alguna
forma extrapolo este dogma como un residuo histórico del cual se ha beneficiado la
Administración, situándola en una posición privilegiada frente los ciudadanos, esta
dirección quizás se deba a los excesivos formalismos de la época, que repercutieron
negativamente en la regulación positiva de la jurisdicción administrativa, conservando
todavía el perfil en algunas legislaciones, tornándose casi imposible entender la
jurisdicción contencioso Administrativo sin este enunciado .
El principio revisor constituye una figura muy propia y singular de la justicia
administrativa, ya que no existe en ninguna otra jurisdicción del poder Judicial un
enunciado de naturaleza semejante, que tase a los jueces ordinarios limites o
restricciones que puedan poner a las partes en una situación de desigualdad. Este
principio supone como veremos poner en manos de la administración un arma
valiosísima para impedir o retrasar el acceso a la vía jurisdiccional de las
pretensiones del particular874.
La fuerza que desplegó el predominio de este principio, estableció en su fase inicial
que la jurisdicción solo podía desenvolverse bajo la existencia de un acto previo, no
pudiéndose pronunciarse sobre extremos de los cuales no habían sido objeto de
decisión por parte de la Administración.875, floreciendo siempre la necesidad de un
acto administrativo, obstáculo que es decisivo para el conocimiento pleno
de la
función jurisdiccional, limitando el conocimiento de las posibles pretensiones que
pueda plantear el recurrente; esta perspectiva del contencioso Administrativo
encuentra su conexión con la desafortunada noción en la que el recurso de excés de
874
Jesús González Pérez, Administración pública y libertad, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Unam,
México, 1971, Pág. 83
875
José Luis Rivero Isern, Vía administrativa de recurso y justicia administrativa, Revista Española de derecho
Administrativo, Numero 75, Editorial Civitas, Madrid, 1992, Pág. 385
409
pouvoir germina, articulándose no como un proceso entre partes, en que existe
pugna entre individuos que tratan de asegurar sus propias situaciones jurídicas
subjetivas876, sino mas bien en un control objetivo de la legalidad, distinguiéndosele
como un proceso al acto en el cual los ciudadanos mas que ejercer una defensa de
sus derechos, ejercen una función de Ministerio Público, coadyuvando a mantener la
legalidad en el ordenamiento jurídico y obteniendo al final una simple anulación.
La caracterización escrupulosa del principio revisor se encuentra en nuestros días
inobjetablemente en crisis, existe en consecuencia una conexión variable entre este
principio y las diferentes justicias administrativas de los diferentes ordenamientos
jurídicos; en países como España ha existido una evidente
evolución en las
diferentes leyes, nutridas fundamentalmente por la jurisprudencia y doctrina,
ocurriendo un avance notable de la denominada ley Santamaría Paredes de 1888,
que instaura el denominado sistema armónico o mixto, que configuraba al proceso
administrativo como una segunda instancia, que imponía la más tradicional de las
visiones que pueda asumir el carácter revisor.
Las reformas posteriores conquistadas con la llegada de la ley del 27 de diciembre
de 1956 idean un proceso con postulados heterogéneos a los de la ley previa, esto
debido a la conciencia de las secuelas censurables que llevo la falta de una plena
fiscalización del Estado, por lo que la normativa busco satisfacer vigorosamente la
sumisión absoluta al órgano jurisdiccional por parte de la Administración, así la ley se
configura ―como aquella que tiene por objeto específico el conocimiento de las
pretensiones que se deduzcan en relación con los actos de la Administración‖,
exigiéndose únicamente que las peticiones hayan sido formuladas ante la
administración, ampliando el campo de la actividad administrativa sometida a
fiscalización jurisdiccional, convirtiéndose el acto administrativo en un mero requisito
de admisibilidad.
876
Eduardo García de Enterría, Contencioso-Administrativo objetivo y Contencioso-Administrativo Subjetivo a
finales del Siglo XX. Una visión Histórica y Comparatista, Revista Española de Administración Pública, Numero
152, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2000, Pág. 94
410
Finalmente el advenimiento de la ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la
jurisdicción Contencioso-administrativo, mantiene la virtualidad de la ley anterior e
introduce importantes supuestos como las vías de hecho y de la inactividad material,
que cortan la posibilidad de ranuras de control de las Administraciones Públicas,
tratando de abastecer justicia frente a cualquier actividad indebida que pueda realizar
la Administración Pública.
En ese orden de ideas el concepto de actuación Administrativa es ampliado
incluyendo supuestos como el de las vías de hecho, que constituyen una respuesta a
la actividad material de la Administración desprovista de una debida cobertura legal,
configurándose el procedimiento administrativo como un elemento que provee
seguridad jurídica a los particulares, combatiéndose bajo esta óptica la falta de
procedimiento previsto en el ordenamiento. Igualmente la inactividad de la
administración, se incorpora entendiéndose producida cuando en virtud de una
disposición general que no precise de actos de aplicación o en virtud de un acto,
contrato o convenio administrativo, está obligada a realizar una prestación concreta a
favor de varias personas determinadas.
Queda demás decir que un importante acontecimiento que influye en la
transformación de la concepción del carácter revisor en España es la incidencia de la
Constitución de 1978, que desde su entrada en vigor, exige la evolución de la
Justicia Administrativa a un régimen absoluto de control, donde quedan fuera de
lugar cualquier tipo de inmunidades; normas constitucionales como el Art. 24 que
consagran la tutela judicial efectiva; el Art. 106.1 que proclama el sometimiento pleno
de la actuación administrativa a la ley y al Derecho y el Art. 117.3 que declaran el
principio unidad de jurisdicción atribuyendo el poder de juzgar y hacer ejecutar lo
juzgado, constituyen la base primordial de esta profunda metamorfosis que garantiza
la sumisión de los órganos públicos al ordenamiento jurídico.
411
Parece ser concluyente que la visión moderna del dogma revisor se reduce a la
exigencia de que en ciertos casos los temas en cuestión se hayan planteado con
anterioridad frente al órgano Administrativo, no pudiéndose traer al debate
situaciones que no hayan sido trazadas ante éste, quedando del todo claro que los
fundamentos y argumentos que pueden ser esgrimidos ante el órgano jurisdiccional
pueden ser distintos o bien ampliarse, sin que esto suponga una violación a este
principio.
El carácter revisor se conforma entonces, sobre una base impugnadora de los actos
administrativos sentenciados con carácter previo en ejercicio de la histórica
prerrogativa de la autotutela. Pero sólo en esa medida está objetivamente motivada
la necesidad de que antes de acudir a la jurisdicción exista un acto administrativo, al
que se concibe como un simple requisito de admisibilidad de la pretensión procesal
administrativa, y nunca como su objeto principal 877.
El presupuesto procesal de acto previo, no tiene porque en ningún momento
demarcar el ámbito del litigio, debiendo en cambio ser determinada la contienda por
las diferentes peticiones formuladas por los administrados, en relación con el acto
administrativo dictado.
La situación de la jurisdicción contencioso Administrativa Salvadoreña es muy
distinta, ya que esta es concebida desde sus inicios bajo una concepción ancestral
del dogma revisor, y hasta el momento la jurisprudencia no ha podido sobrepasar su
fuerte influencia completamente, ya que no existe un consenso real sobre su
alcance, situación que permite que se encuentre de alguna u otra forma incorporado
en todos los procesos que se tramitan bajo la ley, instituyéndose el acto
877
Juan Ramón Fernández Torres, Jurisdicción Administrativa Revisora y Tutela Judicial Efectiva, Editorial
Civitas, Madrid, 1998, Pág.37
412
administrativo como el principal objeto del juicio, sin el cual no puede existir
proceso878.
Existe indudablemente progresos en la noción del carácter revisor, ya que
jurisprudencialmente la Sala de lo Contencioso Administrativo concibe que: ―El juicio
administrativo es un autentico juicio o proceso entre partes, que a diferencia de sus
orígenes en Francia con el recurso de exceso de poder, el administrado era mas bien
un ―denunciante‖.Hoy en día, y en nuestro sistema legal, el administrado es una
verdadera parte procesal(Sentencia del 17/11/98, Ref. 22-H-92)879(Sentencia del
17/11/98. 20-H-91)880, de esta manera no se considera que la acción Contenida en la
ley Contencioso administrativo sea un recurso, calificativo que es cuidadosamente
excluido de la ley y que es empleado únicamente en la jerga común,
considerándosele en consecuencia un proceso con todas las garantías que debe
contener.
Sin embargo las interpretaciones del Art. 10 literal c) de la Ley de la Jurisdicción
Contencioso Administrativo, conciben como requisito esencial para postular la
demanda, expresar el acto administrativo que se impugna, requerimiento sin el cual,
según el Art.15 de la misma normativa, motivara la declaratoria de inadmisibilidad por
parte de la Sala, igualmente señala esta ley, en su Art. 40 literal ch) como causa de
terminación del proceso la falta de prueba por parte del actor sobre la existencia del
acto administrativo impugnado; esta normativa en ocasiones
ha conllevado a
interpretaciones restrictivas que verdaderamente limitan las pretensiones que pueden
ser esgrimidas ante el juez, considerando que la delimitación del proceso la
establece el acto, obteniendo una concepción objetiva del proceso, dejando afuera
pretensiones como las indemnizatorias .
878
Allan R. Brewer-Carias, Consideraciones sobre el contencioso-administrativo como un derecho constitucional
a la tutela judicial efectiva frente a la Administración, Revista de Derecho Público, Numero 49, Caracas, 1992,
Pág. 6
879
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del 17 de noviembre de 1998 en el juicio referencia 22-H-92
880
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del 17 de noviembre de 1998 en el juicio referencia 20-H-91
413
Desgraciadamente el articulo segundo de ley es bastante restrictivo al establecer que
la jurisdicción contencioso administrativa le corresponde el conocimiento de las
controversias que se susciten en relación con la legalidad de los actos de la
Administración Pública, situación que se agrava debido al intenso formalismo que
predomina en El Salvador, la Sala de lo contencioso administrativo ha tratado muy
tibiamente con su jurisprudencia de romper esta situación, declarando que ―debe
repararse que la jurisdicción contencioso administrativa se perfila como mecanismo
garante del sometimiento pleno de las actividades de la Administración Pública, es
decir, al hecho que al ejercer este Tribunal el control de legalidad de los actos
administrativos, no solo se vela por el mero interés del demandante, sino por la
legalidad misma‖ (juicio referencia 17-T-96), sin embargo la admisión de nuevas
pretensiones no a sido un efecto consustancial de esta jurisprudencia, que se queda
en meros enunciados, quedando afuera las pretensiones como las vías de hecho y la
inactividad
material,
que
tribunales
como
los
Españoles
introdujeron
jurisprudencialmente (cfr STC 160/1991, de 18 julio [RTC 1991, 160] y STCJ 14
diciembre 1990 [RJ 1990, 10383])(cfr.STC 136/1995, de 25 septiembre [RTC 1995,
136], incorporándose posteriormente en el cuerpo legal correspondiente.
Poco a poco se han ido corrigiendo en muchas legislaciones de otros países estos
problemas, de manera que este recaudo no se convierta en un obstáculo al acceso a
la justicia881, esperamos que dichas ideas logren acomodarse en El Salvador.
En el nuevo sistema contencioso administrativo, es la pretensión procesal, con sus
variables admitidas y no el acto administrativo denegatorio de derechos, el objeto del
proceso882. Se entiende que ya el proceso ya no tiene una función revisora del acto
administrativo; procediendo la tutela judicial efectiva contra cualquier tipo de
881
Allan R. Brewer-Carias, Consideraciones sobre el contencioso-administrativo como un derecho constitucional
a la tutela judicial efectiva frente a la Administración, Revista de Derecho Público, Numero 49, Caracas, 1992,
Pág. 6
882
Agustín Gordillo, El acto administrativo, en obra colectiva coordinador Carlos A. Botassi , El Nuevo proceso
contencioso administrativo de la Provincia de Buenos Aires, Librería Editora Platense, La Plata, 2000, Pág. 20
414
comportamiento u omisión administrativa; que lo central es la pretensión procesal, no
el acto impugnado883.
En la actualidad el proceso administrativo no puede ser considerado como
exclusivamente revisor, sino que tiene un pleno poder de controlar la actividad
administrativa884. El desafío de esta época consiste en abandonar los atavismos que
marcan un solo curso de interpretación y comprender, definitivamente, que se puede
elaborar una concepción institucional diferente de la justicia administrativa en el
marco de nuestro ordenamiento jurídico.
PRINCIPIO DE CELERIDAD
Este principio exige, entre otras, las condiciones siguientes: plazos cortos y fatales,
impulso oficial, actuaciones oficiosos, ausencias de crisis procesales (incidentes,
traslados, impulso de parte saltos procesales, suspensiones e interrupciones
procesales, etc.)
No obstante lo dicho la celeridad no debe destruir la seguridad. El proceso debe ser
rápido para no brindar justicia tardía, pero se debe tener cuidado de tomar todas las
precauciones para no juzgar mal por la celeridad, lo que es tan grave como la justicia
tardía. Justicia precipitada no es justicia885.
Una pronta justicia se basa en el precepto que una justicia que tarda ya no es
justicia, o que una justicia retardada es una justicia denegada; para ello se pretende
investir al juzgador de nuevas y mejores facultades (rechazo in limine de la demanda
y de incidentes infundados, dar al proceso el trámite que corresponda cuando sea
883
Eduardo García de Enterría, La justicia administrativa en el cambio de siglo, Fundap, México, 2003, Pág. 56
Joaquín María Peñarrubia, Proceso al acto, carácter revisor de la jurisdicción y eliminación de obstáculos para
el acceso a los tribunales: tres sentencias del tribunal constitucional sobre la administración y el derecho a la
tutela judicial efectiva, Revista Española de derecho Administrativo, Numero 91, Editorial Civitas, Madrid, 1996,
Pág. 485 y 486
885
Mauricio Ernesto Velasco Zelaya, Reflexiones sobre el Ante proyecto del Código Procesal Civil y Mercantil
de la Republica de El Salvador, Comisión Coordinadora del Sector de Justicia, San Salvador, 2006, Pág. 6
884
415
equivocado el solicitado por las partes, medidas para mejor proveer, etc.). También
se busca a través de mecanismos que pretenden evitar o reducir los perjuicios de la
demora del proceso, tales como los procesos abreviados (sumarios) y providencias
anticipadas o cautelares. Pero, además, se logra a través de proveer al juez y sus
auxiliares de los medios técnicos y recursos materiales imprescindibles, así como de
dotarlos de un estatuto que les confiera estabilidad, independencia, imparcialidad,
autoridad y responsabilidad.
APLICACIÓN SUBSIDIARIA DEL CODIGO PROCESAL CIVIL Y MERCANTIL
Según K. Larenz886, existe una laguna normativa cuando la ley es incompleta y por
ello, necesita de complemento que no contradiga una limitación querida por la ley. De
este modo, lagunas son huecos que son susceptibles de ser complementados a
través de interpretación y aplicación del derecho887.
En este sentido, el Art. 20 del Código Procesal Civil y Mercantil, establece que en
defecto de disposición específica en las leyes que regulan procesos distintos del civil
y mercantil, las normas de este código se aplicarán supletoriamente. Con esta
disposición tiene consagración legislativa el principio más o menos formulado y
aceptado que el Derecho Procesal privado constituye el derecho procesal común,
contentivo de los principios y reglas generales que orientan las demás materias o
ramas especializadas, a cuya normativa se deberá concurrir en caso de falta de
regulación expresa, siempre que no se contraríen los principios especiales de la
materia que se trate888.
886
K. Larenz, Metodologia de la Ciencia del Derecho, Editorial Ariel, Barcelona, 1966, Pág. 299
María Jesús Gallardo Castillo, Los Problemas de la Aplicación Supletoria de la LEC en el Proceso
Contencioso-Administrativo, Editorial Iustel, Madrid, 2006, Pág. 37
888
Mauricio Ernesto Velasco Zelaya, Reflexiones sobre el Ante proyecto del Código Procesal Civil y Mercantil
de la Republica de El Salvador, Comisión Coordinadora del Sector de Justicia, San Salvador,2006, Pág. 6
887
416
En consecuencia, se parte de una concepción de una aplicación primaria de la Ley
de la Jurisdicción Contencioso-Administrativo
como norma especial y especifica,
pero sin que ello impida la supletoriedad cuando existan lagunas889.
PROCESO ADMINISTRATIVO, INICIACIÓN, DESARROLLO Y TERMINACIÓN
CONSIDERACIONES GENERALES
En base a las ideas de Guasp890, la clasificación de actos procesales según su objeto
se divide entre actos: de iniciación, tales como la demanda y contestación (llamada
también de proposición) y el recurso que abre la ulterior instancia revisiva; actos de
desarrollo, a su vez divididos en actos de instrucción y de ordenación; los de
instrucción referidos a la prueba, constituyen una de las más importantes etapas del
desarrollo procesal y los de ordenación que incluyen los de impulso dirección y
constancia (documentación del procedimiento) y finalmente de decisión que se
resumen en la sentencia.
Así las cosas en el procedimiento Contencioso Administrativo siguiendo la anterior
clasificación podemos dividirlo en tres fases fundamentales. La de Proposición,
durante la cual se presenta la demanda, la contestación, dándose a conocer las
pretensiones y excepciones de las partes, así como los hechos sobre los que se
apoyan las pretensiones. La fase de Instrucción que corresponde a la demostración
de la veracidad de los hechos afirmados y actos de ordenación e impulso. Y
finalmente la fase de decisión o conclusiva que se ocupa del dictado de sentencia.
889
Jesús Chamorro González y Juan Carlos Zapata Hijar, La incidencia e la Ley de Enjuiciamiento Civil en el
proceso contencioso Administrativo, Editorial Thomson-Aranzadi, Pamplona, 2003, Pág. 15
890
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Tomo I, Instituto de Estudios Políticos de Madrid, Madrid, 1968, Pág.
295
417
RECLAMACIÓN PREVIA COMO PRESUPUESTO PROCESAL.
El principio general tradicional para que pueda iniciarse el proceso administrativo ha
sido el de la necesidad de que la administración pública haya adoptado una decisión
formal, como requisito previo para que pueda abrirse dicho proceso 891.
Por otro lado, el principio general de autotutela de la administración pública, que
desemboca en la prerrogativa de la existencia de un acto administrativo previo al
acceso a la justicia, tradicionalmente se ha manifestado también en otra prerrogativa
de la administración que impide al particular acudir directamente a la justicia contra
un acto administrativo que no cause estado, es decir, que no sea la última palabra
que al respecto pueda pronunciar la administración 892. En otras palabras, se trata de
la prerrogativa del agotamiento de la vía administrativa como presupuesto procesal,
de manera que permita el acceso a la vía judicial sólo cuando la administración no
tiene nada más que decir sobre el asunto, por haberse agotado las instancias
administrativas893.
Los recursos son un medio de impugnación de actos administrativos que deben ser
interpuestos en determinados plazos perentorios para obtener de la autoridad que
dictó el acto, su superior jerárquico o aquella que ejerza sobre la primera el control
de tutela, la revocación, sustitución o modificación del acto impugnado 894.
En la mayoría de los casos el administrado, lesionado por los actos administrativos
dictados por la administración pública, tiene la convicción de que nada logrará en
891
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 55
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 60
893
Rafael G. Prado Moncada, Comentarios sobre el derecho a la tutela judicial efectiva en el sistema
administrativo venezolano, Difusión y análisis, Ano VII, Numero 92, Editorial Lex, México, 2003, Pág.30
894
Laura Monti, El agotamiento de la instancia administrativa, Control de la Administración pública,
Administrativo, legislativo y judicial, Ediciones Rap, Buenos Aires, 2003, Pág. 211
892
418
esta vía, que no tiene sentido retrasar más el momento de acudir a los estrados del
Poder Judicial, con la exigencia de un recurso que constituirá un trámite inútil 895.
El mantenimiento del carácter obligatorio de las vías administrativas, cada vez se
vuelven mas intolerable, debido en que en la práctica suelen ser ineficaces y, por
tanto una carga excesiva896.
No obstante, conforme al Art. 7 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativo, el previo agotamiento de la vía administrativa, constituye una
condición objetiva de admisibilidad de la demanda contencioso administrativo. Se
aduce que su objeto es permitir que la administración se interiorice de las
pretensiones del particular y trate de llegar a un acuerdo en sede administrativa sin
necesidad de recurrir a la vía judicial. Es, entonces, una prerrogativa de la
administración que le permitirá solucionar en sede administrativa las pretensiones de
los particulares afectados en su derecho subjetivo o interés legítimo 897.
El requisito del agotamiento de la vía administrativa previa queda satisfecho si el
peticionario ha interpuesto en tiempo y forma los recursos administrativos, resultando
indiferente si el incidente finalizó con una resolución sobre el fondo del asunto o con
una que simplemente lo rechazó in limine.
A pesar de su obligatoriedad en El Salvador, las legislaciones modernas sobre
procedimientos administrativos y, especialmente sobre los recursos administrativos,
se están encaminando hacia la opcionalidad de dichos medios de impugnación 898.
895
Jesús González Pérez, La Constitución y la reforma de la jurisdicción contencioso-administrativo, Revista de
Derecho Administrativo, Año 11, Depalma, Buenos Aires, 1999, Pág. 43 y sigs
896
Rafael G. Prado Moncada, Comentarios sobre el derecho a la tutela judicial efectiva en el sistema
administrativo venezolano, Difusión y análisis, ano VII, Numero 92, Editorial Lex, México, 2003, Pág.30
897
Enrique Rojas Franco, Derecho Administrativo en Costa Rica, Editorial Porrúa, México, 2006, Pág. 735
898
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 73
419
Héctor Fix-Zamudio899 sostiene que asistimos a una erosión paulatina del principio de
definitividad, para luego agregar: ―Ya se está llegando al principio opuesto o sea el
de la opción de los propios recursos precisamente por su ineficacia real.‖
PLAZOS DE IMPUGNACIÓN.
Dentro de las prerrogativas de la administración que se justifica por la necesidad de
que las actuaciones del Estado tengan cierta estabilidad en beneficio de la seguridad
jurídica, es la que se materializa en la exigencia legal de que como condición de
admisibilidad la acción, esta se deba ejercer en un lapso de tiempo, vencido el cual
los actos se vuelven firmes, pues la acción caduca 900. Se busca con esto otorgar
seguridad jurídica al Administrado, ya que de esta manera se da estabilidad y
certidumbre a la actividad administrativa901. Por otro lado, la Administración debe
conocer el periodo dentro del cual sus actos pueden ser atacados y las
consecuencias que con ello pudieren derivarse902.
Los plazos de caducidad previstos en la ley son perentorios, fatales y operan de
pleno derecho extinguiendo la posibilidad de ejercitar la acción. Una vez hayan
pasado los plazos y acontecida la caducidad, se produce la extinción del derecho no
ejercido. Es decir, el acto administrativo no impugnado dentro del plazo que señala la
ley ha sido consentido y por lo tanto se encuentra firme 903.
En cuanto a los plazos perentorios o fatales Couture los entiende como aquellos que,
vencidos, producen la caducidad del derecho, sin necesidad de actividad alguna ni
899
Héctor Fix Zamudio, Introducción a la Justicia Administrativa en el Ordenamiento Mexicano, El Colegio
Nacional, México, 1983, Pág. 48
900
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 78
901
Manuel Argañaras, Tratado de lo Contencioso Administrativo, Editorial Lex, Buenos Aires, 1988, Pág.93
902
Pablo Estaban Perrino, El Plazo para deducir la pretensión procesal administrativa y el derecho a la tutela
judicial efectiva, Estudios de Derecho Administrativo, El proceso administrativo en la República Argentina,
Ediciones Dike, Buenos Aires, 2004, Pág. 291
903
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 86
420
del juez ni de la parte contraria. La extinción del derecho se produce por la sola
naturaleza del término, lo que quiere decir que se realiza por ministerio de Ley904.
A pesar de que la caducidad se justifica por la seguridad jurídica, diversos autores la
califican o juzgan en forma negativa905. La caducidad de la acción por el transcurso
del tiempo según algunos, no puede convertir en legal lo que es ilegal906.
En último lugar, cabe advertir, que existe una excepción a la efectividad de los plazos
de caducidad, en concreto nos referimos a los casos de nulidad absoluta, en la cual
es posible interponer un proceso en cualquier tiempo. Por eso, y en relación con
estos actos, no cabe oponer en vía contencioso-administrativa la excepción del acto
confirmatorio907.
LA DEMANDA
Para Chiovenda, la demanda judicial es el acto con que una parte ( el actor),
afirmando la existencia de una voluntad concreta de la ley que le garantiza un bien,
declara la voluntad de que la ley sea actuada frente a otra parte ( el demandado), e
invoca para este fin la autoridad del órgano jurisdiccional.
Para otros entre ellos Machacón de Caravantes, se esta ante la petición que hace el
actor principalmente, porque contiene el objeto principal de su reclamación y lo
contiene con intención principal; para diferenciar el escrito de demanda de los demás
que contienen peticiones accesorias o incidentales, que son como consecuencia o
904
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1993, Pág.
177
905
Guido S. Tawil, Proceso administrativo y constitucional, Editorial Ciencias de la Administración, Buenos
Aires, Pág.169
906
Allan R. Brewer-Carias, Consideraciones sobre el contencioso-administrativo como un derecho constitucional
a la tutela judicial efectiva frente a la Administración, Revista de Derecho Público, Numero 49, Caracas, 1992,
Pág. 9
907
Fernando Garrido Falla, Tratado de Derecho Administrativo, Volumen I, Editorial Tecnos, Madrid, 2002, Pág.
583
421
derivaciones de aquella principal; o que, aun cuando comprenden ésta misma, no la
contienen como principal del escrito.
Finalmente, demanda según Manuel María Diez es el escrito por el que se inicia la
acción procesal, es el acto por el que se exige del órgano judicial la tutela de un
derecho ejercitando la correspondiente acción908.
Toda demanda, deberá interponerse ante la Sala de lo Contencioso Administrativo,
que constituye órgano judicial competente, asimismo debe ser interpuesta por la
persona que sea parte, tenga capacidad procesal y legitimada para iniciar el proceso
de que se trate y frente a la persona que el demandante estime legitimada
pasivamente. La demanda habrá de iniciarse dentro del término que señala el
ordenamiento jurídico que según el Art. 11 de la Ley de la Jurisdicción contencioso
será de sesenta días hábiles. Vencido el término señalado, habrá caducado el
derecho del particular para iniciar la acción. Se produce entonces la caducidad de la
acción, que podrá ser apreciada de oficio por el juez o alegada por el demandado al
articular su defensa. El término deberá computarse a partir de la fecha de notificación
del acto que motiva la acción.
La demanda deberá versar sobre todo lo que haya sido objeto de la reclamación o
impugnación formulada en sede administrativa. Sin embargo, durante el proceso
podrán deducirse nuevas fundamentaciones aunque no hubiesen sido formuladas en
sede administrativa909.
Esta demanda como escrito que contiene una declaración de voluntad dirigida al
órgano jurisdiccional debe cumplir ciertos requisitos formales. Según el Art. 10 de la
Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo la demanda se entablará por
908
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 171.
José M. Serrate Paz, La demanda en el proceso contencioso administrativo en Bolivia, Derecho
Administrativo Libro Homenaje al Profesor Doctor Julio Rodolfo Comandira, Editorial Ad-hoc, Buenos Aires,
2009, Pág. 712
909
422
escrito ante la Sala de lo Contencioso Administrativo, personalmente, por el
representante legal o por medio de procurador, y deberá expresar:
a) el nombre, apellido, edad, profesión u oficio y domicilio del demandante, y en su
caso, los de quien gestiona por él. Si el demandante fuere una persona jurídica,
además de las generales del representante legal, se expresará el nombre, naturaleza
y domicilio de aquélla;
b) el funcionario, la autoridad o entidad a quien se demanda;
c) el acto administrativo que se impugna;
d) la cuantía estimada de la acción, en su caso;
e) la exposición razonada de los hechos que motivan la acción;
f) la petición en términos precisos;
g) las generales del tercero a quien beneficia el acto administrativo impugnado, en su
caso; y,
h) el lugar y fecha del escrito y firma del demandante o de quien lo hiciere a su
ruego.
A la demanda y a todo escrito que se presente se acompañarán tantas copias en
papel común cuantas sean las partes, más una. Las copias irán suscritas por las
mismas personas que firman el escrito910.
A la demanda deberá agregarse copia del acto que afecta al actor en sus derechos
subjetivos o intereses legítimos o, cuando menos, indicación del expediente en que
haya recaído decisión.
910
Juan José Sánchez Vásquez, Apuntes Sobre Derecho Procesal Civil, Misterio de Justicia, San Salvador, 1992,
Pág. 91
423
ADMISIÓN DE LA DEMANDA.
La seguridad jurídica de los administrados impugnantes de los actos administrativos
requiere prioritariamente la regulación de una etapa procesal intermedia entre la
demandan y contestación, que tipificamos de admisión de proceso, también llamada
en la doctrina habilitación de Instancia911. En este sentido, la expresión habilitación
de instancia hace referencia a la etapa inicial del proceso administrativo en la cual el
juez, antes de dar traslado de la demanda analiza si la pretensión deducida satisface
los requisitos de admisibilidad o presupuestos procesales912.
Con la habilitación de instancia se realiza un estudio preliminar de las condiciones de
admisibilidad, un análisis de las circunstancias que permiten comprobar si se
cumplieron los requisitos exigidos por el orden jurídico para poder accionar
judicialmente913.
Se trata según expresa Bezzi, de un juicio sobre la existencia o no de causas de
inadmisibilidad formal de la demanda, y la consecuente decisión jurisdiccional que
así lo declara, como cuestión previa a examinar la pretensión que se formula en
cuanto al derecho de fondo914.
Las figuras que analizamos, surgen a fines del siglo pasado, cuando Büllow advierte
que el ordenamiento procesal debe fijar requisitos de admisibilidad así como que
condiciones son indispensable para la tramitación de toda relación procesal 915.
911
José Roberto Dromi, Proceso Administrativo: Perspectiva, Revista de Administración Publica, Numero 88,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1978, Pág. 270
912
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 45
913
Ernesto Alberto Marcer, Demandas contra el Estado, Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2004, Pág. 103
914
Ana Maria Bezzi, Habilitación de instancia contencioso administrativo, Documentación administrativa,
Instituto Nacional de Administración Pública, Numero 269-270, Madrid, 2004, Pág. 29
915
Guillermo Andrés Muñoz, El Enigma de la Habilitación de la Instancia, Revista de Actualidad en Derecho
Publico, Numero 3, Buenos Aires, 1996, Pág. 30
424
En este orden de ideas, para que órgano jurisdiccional pueda examinar el fondo de la
pretensión que ante el se deduce es preciso que concurran ciertas circunstancias
establecidas como requisitos o presupuestos procesales916. El examen de estos
recaudos, que condicionan la admisibilidad de la pretensión, puede ser efectuado no
solo a requerimiento de la demandada, sino, dada su naturaleza, en la etapa
preliminar en la cual el juez puede desestimar oficiosamente la demanda 917.
Se busca evitar la tramitación del proceso hasta sentencia, cuando medie una causa
de inadmisibilidad, porque de lo contrario se produciría un verdadero dispendio de
actividad jurisdiccional al sustanciarse un proceso en el cual, en definitiva, no se ha
de entrar a decidir la cuestión de fondo. Por otro lado, en virtud del principio de tutela
judicial efectiva y del principio pro accione, resulta la ocasión propicia para que se
enmienden aquellos defectos procesales que pueda padecer la pretensión y sean
susceptibles de saneamiento918.
El objeto de la llamada habilitación de instancia es comprobar la reunión de los
presupuestos procesales, condiciones de procedibilidad o recaudos de admisibilidad
de la intervención judicial, de modo previo a la sustanciación de la pretensión 919.
En cuanto a como realizar dicho examen de admisibilidad, se insiste que lo esencial
es hacer posible el ejercicio del derecho, para lo cual debe buscarse siempre en toda
916
Mónica G. Blanco, Análisis comparativo de los requisitos para la habilitación de instancia en la Nación y en la
provincia de Buenos Aires, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira Editorial Adhoc, Buenos Aires, Pág. 474
917
Mónica G. Blanco, Análisis comparativo de los requisitos para la habilitación de instancia en la Nación y en la
provincia de Buenos Aires, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira Editorial Adhoc, Buenos Aires, Pág. 474
918
Pablo E. Perrino, Proceso contencioso administrativo y habilitación de instancia, Control de la administración
pública. Administrativo, legislativo y judicial, Ediciones Rap, Buenos Aires, 2003, Pág. 100
919
Fernando R. García Pulles, Tratado de lo contencioso administrativo, Editorial la Ley, Buenos Aires, 2000,
Pág. 188
425
cuestión disputada sobre la materia la interpretación precisamente más favorable a
este efecto920.
Una vez se admita la demanda, significa que el demandante puede ejercitar la vía
judicial921. En este caso, sin embargo, luego de efectuado el traslado a la
contraparte, ésta podrá interponer excepciones a la habilitación de la instancia,
supuesto en el cual no obstante haber sino admitida inicialmente, la Sala podrá hacer
a lugar a las excepciones922.
En El Salvador, desgraciadamente persisten varias restricciones a la hora de
accionar judicialmente, entre los cuales encontramos la incorporación de plazos y
anacrónico reclamo administrativo previo. Lo anterior posiblemente como un resabio
de que la demandabilidad del Estado no fue instantánea, sino que hubo que
recorrerse un largo camino hasta tornarla efectiva923.
Subsiste entonces una interpretación restrictiva de los requisitos de admisibilidad,
que obstruye el acceso a la justicia. Por ello, la jurisprudencia debe evolucionar y
buscar el acceso a la jurisdicción, interpretando las dubitaciones que surjan a favor
de la procedencia de la acción y no en su contra924.
No obstante, a pesar de las inclinaciones mencionadas, es evidente que el camino
recorrido ha traído algunos beneficios al acceso de la jurisdicción, ya que
920
Eduardo García de Enterria, El principio de la interpretación más favorable al derecho de los administrados al
enjuiciamiento jurisdiccional de los actos administrativos, Revista de Administración Publica, Numero 42,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1963, Pág. 271
921
Armando E. Grau, Habilitación de la instancia contencioso administrativa, Librería Editora Platense, La Plata,
1971, Pág. 121
922
Mónica G. Blanco, Análisis comparativo de los requisitos para la habilitación de instancia en la Nación y en la
provincia de Buenos Aires, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira Editorial Adhoc, Buenos Aires, Pág. 475
923
Héctor Mairal, Los plazos de caducidad en el derecho administrativo Argentino, Derecho procesal
administrativo, Jornadas de la Universidad Austral, Buenos Aires, 2002.
924
Eduardo García de Enterria, El principio de la interpretación más favorable al derecho de los administrados al
enjuiciamiento jurisdiccional de los actos administrativos, Revista de Administración Publica, Numero 42,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1963, Pág. 271
426
antiguamente en algunos países era inclusive preciso obtener un consentimiento
legislativo para demandar, existiendo requisitos que otorgaban una esfera de
inmunidad al estado, seno desde el cual se justifico la expresión ―habilitación de
instancia‖ 925.
Como señala Muñoz, con el correr del tiempo y superado en parte el dogma de la
inmunidad soberana, la finalidad de la expresión habilitación de instancia fue
cambiando paulatinamente926. Ya no fue entendida como un presupuesto de la
jurisdicción, sino como una etapa preliminar del litigio en la cual el juez determina si
concurren los recaudos de admisibilidad927.
EFECTOS DE LA DEMANDA
La demanda puede producir efectos con relación al acto y con respecto al sujeto,
objeto y actividad. El administrado que se sienta afectado por el acto en sus
derechos subjetivos o intereses legítimos puede solicitar que se suspenda su
ejecución. La presentación de la acción no trae automáticamente aparejada la
suspensión, pero el juez puede declararla cuando si se llevaren a efecto tales actos
habrían de causar daños y perjuicios de reparación imposible o difícil 928.
Mediante la interposición de la demanda ante el órgano judicial se fija la materia de la
litis sobre la cual deberá recaer la sentencia. El órgano judicial, entonces,
determinará en el momento de la interposición de la demanda, si se dan los recaudos
necesarios para que pueda considerar competente, principio que se ha designado
con el nombre de perpetuatio jurisdictionis.
925
Pablo E. Perrino, Proceso contencioso administrativo y habilitación de instancia, Control de la administración
pública. Administrativo, legislativo y judicial, Ediciones Rap, Buenos Aires, 2003, Pág. 101
926
Guillermo Andrés Muñoz, El Enigma de la Habilitación de la Instancia,, Revista de Actualidad en Derecho
Publico, Numero 3, Buenos Aires, 1996, Pág. 30
927
Pablo E. Perrino, Proceso contencioso administrativo y habilitación de instancia, Control de la administración
pública. Administrativo, legislativo y judicial, Ediciones Rap, Buenos Aires, 2003, Pág. 101
928
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 172.
427
En lo que respecta a las partes, la litis pendencia produce la conservación de las
características que fijan su legitimación, si existen al tiempo de interponer la
demanda, principio que puede enunciarse como el de perpetuatio legitimationis.
MEDIDAS CAUTELARES
Una de las revoluciones jurídicas que mayores aportes ha brindado al Derecho
Constitucional y Administrativo, se refiere a las medidas cautelares929.El perículum in mora930 y fomus bonis juris 931 son los pilares de esta renovación de
las medidas cautelares destinadas al aseguramiento de las sentencias definitivas, en
materias de amparo y contencioso administrativo.-
La tarea de administrar justicia, lo reconoce nuestra Carta Magna en su artículo 172,
no se agota ni concluye con la decisión de la controversia jurídica, que tiene ribetes
de indispensable pero no de suficiente, debido a que debe complementarse con la
ejecución de lo juzgado, con el cumplimiento efectivo del fallo contenido en la
sentencia. De no hacerse ejecutar lo juzgado el enjuiciamiento resultaría estéril sin
los resultados prácticos que procura el demandante al iniciar el proceso y que se
encuentra dentro de las peticiones que deduce.-
El principal problema del proceso judicial es la lentitud, que trae aparejado un riesgo
cierto que mientras se aguarda su normal desenlace, se alteren las circunstancias
fácticas y jurídicas existentes al momento en que se reclamo la intervención del
929
Eduardo García de Enterria, La Batalla por las Medidas Cautelares, Editorial Civitas, Madrid, 2004
Piero Calamandrei, Introducción al estudio sistemático de las providencias cautelares, bibliografía
Argentina, Buenos aires, 1945, Pág. 42 y sigs
931
Carmen Chinchilla Marín, La Tutela Cautelar en la Justicia Administrativa, Editorial Civitas, Madrid, 1991,
Pág. 45 y sigs.
930
428
órgano jurisdiccional, con lo cual se tornan ilusorias e ineficaces las resoluciones
judiciales.932
Lo anterior justifica, el dictado de veloces resoluciones preventivas o cautelares para
asegurar los bienes y las personas involucradas en la litis y el mantenimiento de los
estados de hecho y de derechos vigentes933. Para realizar este objetivo es que se
justifica y existe el proceso cautelar934.
Las medidas cautelares son actos procesales del órgano judicial adoptadas en el
curso del proceso, a pedido de un interesado para asegurar bienes o mantener
situaciones de hecho.935
Se entienden instrumentos que puede decretar el juzgador, a solicitud de las partes o
de oficio, para conservar la materia del litigio, así como para evitar un grave e
irreparable daño a las mismas partes o a la sociedad, con motivo de la tramitación
del proceso936.
La legislación salvadoreña en relación a la tutela cautelar, exclusivamente reconoce
una de ellas, la suspensión de la ejecución del acto reclamado sobre la que debe
pronunciarse en el acto mismo de admitir la demanda.
La suspensión de la ejecución del acto tiene como basamento, en la legislación
salvadoreña el perículum in mora al prescribir que ésta será procedente, cuando la
932
Pablo Oscar Gallegos Fedriani, Control judicial de la administración. Medidas cautelares, Derecho procesal
administrativo. Homenaje Jesús González Pérez, Editorial Hammurabi, Buenos Aires, 2004, Pág. 728
933
Pablo Oscar Gallegos Fedriani, Control judicial de la administración. Medidas cautelares, Derecho procesal
administrativo. Homenaje Jesús González Pérez, Editorial Hammurabi, Buenos Aires, 2004, Pág. 728
934
Guillermo Snopek, Medidas cautelares en contra de la administración pública, Librería Editora Platense, La
Plata, 1985, Pág. 44
935
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 311 y
312
936
Héctor Fix-Zamudio y José Ovalle Favela, Derecho procesal, el derecho en México. Una visión de conjunto.
Tomo III, Unam, México, 1991, Pág. 1268
429
ejecución pueda producir un daño irreparable o de difícil reparación en la sentencia
definitiva.
Sin embargo, debe reconocerse que la Sala de lo Constitucional recurre a la
apariencia del buen derecho para legitimar la emisión de la medida cautelar de
suspensión, así la Sala en este sentido ha dicho: ―Cabe apuntar que las medidas
cautelares parte de una base común, la probable existencia de un derecho
amenazado –fumus bono juris—y el daño que ocasionaría el desarrollo temporal del
proceso –periculum in mora--. Sobre este punto, se ha esbozado que la razón de la
existencia de la función cautelar, es evitar que la duración del proceso altere el
equilibrio entre las partes y mantener a salvo la situación jurídica controvertida,
procurando así lograr la ejecución de un eventual fallo estimatorio, lo cual no significa
que alguno de los litigantes tenga una posición favorable en el proceso de cognición
o de ejecución937‖ (resolución de las 15 h. y 20 m. del 27 de septiembre de 2001, en
el proceso de amparo N° 316-2000).-
Finalmente, es de recalcar que los instrumentos cautelares encuentran su razón de
ser en la tutela judicial efectiva, ya que ésta difícilmente puede concretarse sin
medidas que aseguren el real cumplimiento de la resolución definitiva 938.
La visión de que la tutela cautelar es parte de la tutela judicial efectiva provoca que
estás no sean extraordinarias o excepcionales sino parte de una tutela judicial
ordinaria, todo en base a su valor constitucional 939.
937
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador,
pronunciada en el proceso de Amparo de fecha veintisiete de septiembre de 2001 en el juicio referencia Amparo
316-2000
938
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 107
939
Jaime Rodríguez Arana, Las Medidas Cautelares en la jurisdicción contencioso-administrativo en España,
Estudios Homenaje a Jorge Fernández Ruiz, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2005, Pág. 303
430
CONTESTACIÓN E INFORMES DE LAS AUTORIDADES DEMANDADAS
Admitida la demanda, el órgano judicial debe correr traslado a la parte demandada y
en caso necesario, al coadyuvante que tenga la administración, requiriendo al mismo
tiempo el envío del correspondiente expediente administrativo en el que esté el acto
que motiva el juicio. La contestación se formulará por la administración demandada
por medio de informes y también podrán hacerlo aquellas personas a cuyo favor
derivarán derechos del acto que se ataca. Por medio de este acto se busca que el
demando tome posición respecto de la demanda y ejerza su defensa940.
Admitida la demanda y resuelto lo relativo a la adopción de las medidas cautelares
que pueden garantizar las posibles resultas del proceso, se solicitará un primer
informe a la autoridad demandada, con el único objeto que se pronuncie respecto a
la existencia o no del acto administrativo, sin necesidad de fundamentar nada sobre
la legalidad del acto
Ahora bien, la finalidad procesal de este primer informe es requerir a la autoridad
demandada que se manifieste sobre la existencia o inexistencia del acto impugnado
pues su real existencia es un presupuesto indispensable para entrar el fondo de la
controversia es decir, que la comprobación de la existencia del acto administrativo
posibilita entrar a satisfacer la pretensión; así, si la autoridad demandada la niega, el
actor tendrá que probarla forzosamente; de modo, inverso finalizará el proceso.
La ley establece que la autoridad o funcionario demandado es quién deberá rendir el
informe. La persona que ostenta la calidad de funcionario o autoridad lo hace en
razón de la investidura legal que su nombramiento le otorga. En el proceso
contencioso administrativo la legítima concurrencia de la autoridad o funcionario se
establece en concordancia con el acuerdo de nombramiento que lo acredita, puesto
940
Gómez Orbaneja y Herce Quemada, Derecho Procesal Civil, Madrid, 1969 Pág. 213
431
que la persona que en su momento ostenta el cargo y se muestra parte en el
procedimiento lo hace en su carácter de funcionario o autoridad.
Según el procedimiento establecido en la ley también será necesaria la rendición de
un segundo informe. Este informe difiere del anterior, en que la autoridad demandada
ya no simplemente debe realizar un pronunciamiento con relación a la existencia o
no del acto reclamado, sino de los fundamentos y las razones en que apoya la
legalidad del acto administrativo.
Cabe señalar al respecto que la Ley no hace referencia al término contestación de la
demanda, pero jurisprudencialmente se ha entendido, que ésta se tendrá por
contestada cuando la autoridad demandada rinde este segundo informe que justifica
la legalidad del acto que se le imputa. En esta etapa quedan delimitados los
extremos del litigio (pretensión y defensa), y por ende los puntos sobre los cuales
habrá de pronunciarse el tribunal941.
EL EXPEDIENTE ADMINISTRATIVO.
Un problema extraño a la jurisdicción y puramente instrumental es la necesidad de
exigir de la Administración envíe siempre el expediente Administrativo, quedando en
sede Administrativa una copia certificada942.
La voluntad de la Administración requiere para su correcta formación y manifestación
un reflejo documental, que constituye el requisito jurídico y práctico cuyo fundamento
ultimo es similar al de la exigencia de documentación y formalización especial de
tantos actos en el Derecho Privado943.
941
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del cinco de octubre de 2004 en el juicio referencia 230-A-2002
942
José Luís González-Berenguer, La Futura Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativo, Revista de
Administración Publica, Numero 100-102, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1983, Pág.
1278
943
Ricardo Rivero Ortega, El Expediente Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 2008, Pág. 146.
432
El expediente administrativo constituye el conjunto ordenado de documentos y
actuaciones que sirven de antecedente y fundamento a la resolución administrativa,
así como las encaminadas a ejecutarla. En definitiva como bien lo expresa el
Profesor Rivero Ortega el Expediente administrativo es el conjunto de documentos
ordenados por la Administración sobre un asunto determinado944.
El expediente puede ser definido como el conjunto de documentos o actuaciones
administrativas, originados a solicitud de parte interesada o de oficio y ordenados
cronológicamente, en el que se acumulan informaciones, dictámenes y todo otro dato
o antecedente relacionado con la cuestión tratada, a efectos de lograr los elementos
de juicio necesarios para arribar a conclusiones que darán sustento a la resolución
definitiva945.
En principio, toda cuestión que deba ser tratada por la administración debe tramitarse
por escrito ya sea que se trate de presentaciones de los particulares como del actuar
independiente de la administración946. En definitiva lo que se produce en sede
administrativa se hace constar en el expediente y éste es fundamental para el pleito,
suele decirse muchas veces que es el la prueba central y mas importante del
mismo947.
En cuanto a su contenido, el expediente debe incorporar todos los documentos sobre
el asunto, debe cumplirse con el principio de complitud, ya que las razones del
expediente es formar el criterio de la Administración en cuanto a sus actuaciones y
decisiones, lo que exige que se recopile toda la información pertinente 948.
944
Ricardo Rivero Ortega, El Expediente Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 2008, Pág. 94
Agustín Gordillo y Mabel Daniele, Procedimiento Administrativo, Editorial LexisNexis, Buenos Aires, 2006,
Pág.347
946
Agustín Gordillo y Mabel Daniele, Procedimiento Administrativo, Editorial LexisNexis, Buenos Aires, 2006,
Pág.347
947
Agustín Gordillo, La prueba en el Derecho Procesal Administrativo, Primeras Jornadas Internacionales de
Derecho Administrativo Allan R. Brewer-Carias, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1995, Pág. 318
948
Ricardo Rivero Ortega, El Expediente Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 2008, Pág. 105
945
433
La idea de la unidad o complitud del expediente y de que en él debe conservarse
todo lo concerniente al procedimiento, busca también ilustrar a los particulares así
como conservar todas las actuaciones unidas para facilitar cualquier control
posterior949.
Otro punto a mentar es el tema de la vista o publicidad del expediente; en todos los
países el criterio es que salvo casos particulares, con fundamento legal suficiente, el
expediente es público, al menos para las partes, las cuales tienen derecho en todo
momento a tener acceso a él950.
Se expresa que así como en la vida humana lo privado es lo general y lo publico la
excepción, tratándose del gobierno y de sus actos, su publicidad debe ser la regla y
su secreto la excepción. En base a lo anterior cualquier interesado puede acceder al
expediente administrativo en cualquier estado o grado del procedimiento951. Lo
mismo con lo que respecta a archivos informativos952.
Por ultimo, todo expediente debe cumplir con los principios de Conservación que
implica que para el ulterior control de la actuación administrativa es necesario el
mantenimiento de los documentos administrativos953; así como el cumplimiento del
principio de Exigencia que se traduce en que para la correcta formación y
manifestación de la voluntad administrativa es necesario un reflejo documental, como
un requisito jurídico y práctico954.
949
Allan R. Brewer-Carias, Principios del Procedimiento Administrativo, Editorial Legis, Colombia, 2003, Pág.
114
950
Agustín Gordillo, La prueba en el Derecho Procesal Administrativo, Primeras Jornadas Internacionales de
Derecho Administrativo Allan R. Brewer-Carias, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1995, Pág. 318
951
Allan R. Brewer-Carias, Principios del Procedimiento Administrativo, Editorial Legis, Colombia, 2003, Pág.
116
952
Epaminondas P. Spiliotopoulos, Derecho Comparado: Una Nota sobre el Procedimiento Administrativo en
Europa Occidental en la obra conjunta El Procedimiento Administrativo en el Derecho Comparado coordinador
Javier Barnes Vasquez, Editorial Civitas, Madrid, 1993, Pág. 513
953
José Ignacio Rico, El expediente administrativo y el proceso administrativo: un análisis de jurisprudencia,
Revista Española de Derecho Administrativo, Numero 71, Editorial Civitas, Madrid, 1991
954
Ricardo Rivero Ortega, El Expediente Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 2008, Pág. 146
434
La importancia del expediente viene dada por su calidad de instrumento de prueba,
entendiéndose que esta proviene de la teoría de los actos propios; el antecedente
más mediato es en materia contractual y civil o comercial, donde se dice que la mejor
forma de interpretar la voluntad de las partes es ver como ellas mismas se han
comportado en su ejecución. En el Derecho Administrativo es en el expediente donde
mejor se reflejan los actos propios de ambos, tanto de la administración como del
administrado955.
En el Derecho comparado la reclamación y envío del expediente dentro del proceso
contencioso-administrativo está planteado entre los primeros momentos procesales,
dada la condición del expediente como presupuesto argumentativo en muchos
casos956.
Debido a su importancia y su transcendencia como presupuesto argumentativo, lo
más acertado fuera que el expediente fuera presentado con el primer informe,
concediéndose al demandante la posibilidad de que amplíe o rectifique su demanda
si fuere oportuno.
El expediente se constituye como una de las claves del control de la Administración,
es la fotocopia de cómo se ha llevado el procedimiento, el reflejo de la legalidad o
ilegalidad de los actos, del mayor o menor rigor de los funcionarios y autoridades. De
ahí que sea capital reforzar su exigencia y la garantía de sus principios básicos 957.
955
Agustín Gordillo, La prueba en el Derecho Procesal Administrativo, Primeras Jornadas Internacionales de
Derecho Administrativo Allan R. Brewer-Carias, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1995, Pág. 317
956
Ricardo Rivero Ortega, Comentario a los Artículos 49 a 57 del Código Procesal Contencioso-Administrativo
Costarricense de 2006, Revista de Derecho Público, Numero 6, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007,
Pág. 61
957
Ricardo Rivero Ortega, Comentario a los Artículos 49 a 57 del Código Procesal Contencioso-Administrativo
Costarricense de 2006, Revista de Derecho Público, Numero 6, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007,
Pág. 61
435
TERMINO PROBATORIO EN EL CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
Como lo expresa Nicolás González Cuellar el proceso administrativo arrastró durante
muchos años el lastre de su concepción como una segunda instancia, en la que
ciertos órganos especializados revisaban la legalidad de los actos adoptados por
otros órganos de la Administración. Incluso cuando se dotó de rango jurisdiccional a
los órganos encargados de ejercer ese control de legalidad, el carácter revisor de los
tribunales administrativos llevó a una parte de la jurisprudencia y a un sector de la
doctrina a defender la inadmisibilidad de la prueba en el proceso ―contencioso
Administrativo‖, al entender que en él resultaba innecesario el desarrollo de una
verdadera actividad probatoria, debido a que en dicho proceso tan solo cabria discutir
cuestiones de derecho y a la concesión de valor probatorio a las afirmaciones de la
Administración reflejadas en el expediente958.
No obstante, en la actualidad, en la mayoría de países los órganos jurisdiccionales
de control han adquirido plenos poderes para juzgar a la Administración. Hoy los
tribunales administrativos no se encuentran vinculados a las apreciaciones fácticas
realizadas por la Administración y los ciudadanos ostentan un derecho fundamental a
combatir tales apreciaciones fácticas utilizando para ello, con entera libertad, la
totalidad de los medios de prueba pertinentes.
APERTURA DEL TÉRMINO PROBATORIO
Así las cosas, en los procesos contenciosos al igual que en los procesos ordinarios
regulados en el derecho común existen procesos de hecho (en los que se deben
probar los argumentos de las partes) y de mero derecho (donde la disputa versa
sobre hechos admitidos o la mera aplicación de la ley), en este sentido la Sala ha
expresado: que los procesos jurisdiccionales pueden ser clasificados atendiendo a
958
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1994, Pág. 225
436
diversos criterios. En razón de su objeto éstos se dividen en: procesos de hecho y
procesos de mero derecho. En los últimos, el juzgador conoce sobre los hechos
preestablecidos a fin de aplicar la consecuencia jurídica respectiva. De lo anterior se
colige que, en la jurisdicción contencioso administrativa un juicio de mero derecho se
suscita al configurarse alguno de los dos supuestos siguientes: a) la parte actora
presenta una demanda en la cual sólo se discute la aplicación de la ley a un hecho
preestablecido, que se fundamentó con documentos públicos o auténticos; b) el
administrado presenta su demanda y a pesar de no contar con los documentos
pertinentes, los hechos quedan preestablecidos por el expreso consentimiento de las
partes (el consentimiento del actor manifestado en la demanda, y de la parte
demandada en su informe).
Conforme a lo anterior si el proceso es de mero derecho la causa quedará concluida
al contestarse el segundo informe, debiendo la Sala omitir el término de prueba, para
pronunciar directamente sentencia dentro de los ocho días siguientes.
No obstante lo anterior, de conformidad al Art. 26 de la Ley de la Jurisdicción
Contencioso Administrativo, si esto no procediere, será procedente abrir el juicio a
prueba por el término de veinte días y en el se practicarán las pruebas que soliciten
las partes.
CONCEPTO DE PRUEBA
El termino prueba designa la actividad, impulsada por las partes o incluso por el
mismo juez o tribunal, dirigida a lograr el convencimiento del juzgador acerca de la
veracidad de las afirmaciones fácticas realizadas normalmente por las partes, y
excepcionalmente por el órgano judicial, y que integran el objeto del proceso959.
959
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 378
437
Se trata del derecho fundamental que poseen las partes de utilizar los medios de
pruebas pertinentes para su defensa, para acreditar hechos en todo tipo de procesos
y que sean admitidas si resultan pertinentes y útiles960.
En este sentido, según el jurista panameño Arturo Hoyos el derecho a aportar
pruebas es un elemento esencial en todo proceso ya que en última instancia, la
posibilidad de las personas de defender sus derechos en un proceso descansa sobre
la posibilidad de aportar pruebas al proceso y de contradecir las que la otra parte
aduzca. En este sentido la posibilidad de concurrir a la audiencia donde se practican
las pruebas, de examinar documentos y de objetarlos, al igual que a los peritos que
se presenten en el proceso, integran parte de este derecho a la prueba que a su vez
se inserta dentro de la garantía constitucional del debido proceso 961.
Ahora bien, a nuestro juicio, el derecho a presentar pruebas, se circunscribe a las
pruebas relacionadas con el objeto del proceso, de tal manera que no podrán
tacharse de inconstitucionales las normas jurídicas o los actos de jueces que
rechacen pruebas que no estén relacionadas con el objeto del proceso, que sean,
pues, inconducentes o manifiestamente dilatorias.
Sobre el tipo de prueba que es posible descargar, la ley no reglamenta
expresamente los medios de prueba que pueden utilizarse por lo que debe
entenderse que es posible realizar la misma actividad probatoria que establece el
Código Procesal Civil y Mercantil.
En este sentido el Código Procesal Civil y Mercantil determina que la prueba podrá
producirse por cualquiera de los medios probatorios regulados en el Código es decir:
documentos, declaración de parte, Interrogatorio de testigos, prueba pericial,
960
961
José Garberí Llobregat, Constitución y Derecho Procesal, Editorial Aranzadi, Navarra, Pág. 265
Arturo Hoyos, Debido Proceso y Democracia, Editorial Porrúa, México,2006, Pág. 111
438
reconocimiento judicial y Medios de reproducción del sonido, voz o de la imagen y
almacenamiento de Información.
No obstante, la misma ley aclara que los medios no previstos por la ley serán
admisibles siempre que no afecten la moral o la liberta personal de las partes o de
terceros y se diligenciarán conforme a las disposiciones que se aplican a los medios
reglados.
VALORACION DE LA PRUEBA
Alex Carroca Perez962 señala que ―la garantía a la Defensa incluye el derecho a que
la prueba practicada sea valorada, se trata de una exigencia insita al desarrollo de
toda actividad probatoria‖; en el mismo sentido continua el autor diciendo que
―aunque se reconociese completamente el derecho de las partes de deducir y asumir
todas las pruebas relevantes, se trataría de una garantía ilusoria y meramente
ritualística cuando no fuese asegurado el efecto de la actividad probatoria, o sea la
evaluación de la prueba de parte del juez en sede de decisión.‖
En similar forma se han pronunciado Devis Echandía y Don Juan Pico I Junoy963 el
primero al manifestar que la valoración de la prueba constituye el momento
culminante y decisivo en la actividad probatoria y el segundo al declarar que ― la
operación mental que tiene por fin conocer el mérito o valor de convicción que pueda
deducir de su contenido, resulta el momento más determinante de la actividad
probatoria‖
Bajo los enunciados del debido proceso, será elemental que se realice una detenida
y minuciosa valoración de la prueba que se vierte en el proceso; el apreciar la prueba
consistirá en poner precio a la misma, esto es, ver qué grado de verisimilitud
962
Alex Carroca Pérez, Garantía Constitucional de la Defensa Procesal, Editorial José María Bosch, Barcelona,
1998
963
Juan Pico y Junoy, El derecho a la Prueba Civil, Editorial Bosh, Barcelona, 1996
439
presenta en concordancia con los hechos presentados por las partes, y sin la cual
produce indefensión. El momento para realizar esta tarea era la sentencia definitiva,
apreciación que debe de ser integral, con el fin de fijar los hechos en la sentencia,
respaldando así la decisión final.
En cuanto a la valoración de la prueba no encontramos norma alguna que en la ley
que establezca con claridad que tipo de sistema de apreciación será el utilizado, por
lo que nuevamente se acudirá al Código de Procesal Civil y Mercantil. En este
instrumento jurídico se adopta un sistema mixto donde convergen la sana critica y la
prueba tasada, conforme al cual el juez se encuentra obligado en algunos casos a
aplicar sus máximas de experiencia, con base a las cuales se convencerá o no de la
realidad de una afirmación del hecho efectuado por la parte, y en otros casos su
labor se limitará a comprobar si el hecho a quedado o no fijado conforme a lo que la
ley dice, independientemente de su convencimiento.
PROPOSICÍON Y PRÁCTICA DE PRUEBAS.
En cuanto a la proposición de la prueba no encontramos disposición legal que revele
la manera de hacerlo, por lo que este vació deberá de llenarse acudiendo a la
regulación y fundamentos de normas que rigen situaciones análogas, en concreto
mediante la aplicación de la ley subsidiaria del Código Procesal Civil y Mercantil 964.
Según la normativa procesal apuntada toda prueba deberá ser propuesta por las
partes en la audiencia preparatoria del proceso común o en la audiencia del
procedimiento abreviado, salvo casos expresamente exceptuados, como es el caso
de la prueba documental que será presentada con la demanda.
964
Mauricio Ernesto Velasco Zelaya, Reflexiones sobre el Ante proyecto del Código Procesal Civil y Mercantil
de la Republica de El Salvador, Comisión Coordinadora del Sector de Justicia, San Salvador, 2006, Pág. 6
440
Así las cosas, surge el problema que en el proceso contencioso no poseemos una
audiencia preparatoria dado que el proceso se compone de formas escritas,
opuestas a las Código Procesal Civil y Mercantil, cuyas formas debido a las nuevas
tendencias han incluido la oralidad.
No obstante lo anterior, el problema puede ser solucionado de dos distintas maneras:
la primera incluyendo de manera jurisprudencial una audiencia preparatoria, que
además de servir para el propósito inicial de proponer la prueba, servirá para realizar
el saneamiento de los defectos procesales que pudieran tener las alegaciones de las
partes y para fijar en forma precisa la pretensión.
Según comenta Montero Aroca esta audiencia sirve para evitar procesos inútiles y
actos innecesarios, en primer lugar para plantear y resolver todas las cuestiones
procesales, bien para terminar el proceso, si los defectos procesales son
insubsanables, bien para que el proceso continúe habiendo quedado sanados los
defectos subsanables. Por otro lado queda limitado el ámbito del proceso, es decir,
en dejar determinado cuál es el objeto del proceso fijado por el actor, cual es el
objeto del debate suscitado por el demandado y sobre que deben versar las
pruebas965.
En cuanto a la otra forma de solucionar el problema, de no incluirse una audiencia
preparatoria, tendrá que ser con la demanda y contestación de la misma que
deberán solicitarse todas las pruebas, precluyendo la posibilidad de proponerlas si no
son planteadas en este acto.
Con todo, a mi parecer, indiscutiblemente la primera de estas opciones resulta más
idónea, ya que las finalidades de la audiencia serian varias, no únicamente la
proposición de la prueba, por lo que otras finalidades pueden ser alcanzadas
ayudando a la sistematización del proceso.
965
Juan Montero Aroca, El Nuevo Proceso Civil, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2001, Pág. 447
441
En lo que respecta a la aportación de pruebas a la Sala de lo Contencioso
Administrativo, tradicionalmente se ha entendido que el juez no conoce de otros
hechos que los propuestos por las partes, según el aforismo quod non est in actis
non est in mundo. En principio son las partes los sujetos a quienes les compete el
desarrollo de la actividad probatoria 966.
En efecto, el principio de aportación de parte trae como consecuencia que los
litigantes tengan que alegar los datos o elementos fácticos de la realidad discutida en
el proceso967.
No obstante, al tratarse de materia de derecho público, -en que se trata de averiguar
la verdad de las circunstancias en que se dieron ciertos hechos-, en este ámbito la
prueba es un método jurídico para la verificación de las proposiciones de las
partes.968 En este sentido, la tendencia ha sido la ampliación de las potestades
probatorias del juzgador, a través de las llamadas medidas para mejor proveer, que
siguiendo la influencia española, buscan otorgar un mejor panorama de los hechos
controvertidos antes de proceder al dictado de la sentencia,969 con el objeto de
atemperar los efectos del principio dispositivo, evitando que el juzgador sea un
espectador que se limite a dar la razón a quien haya hecho mejor uso de los
mecanismos procesales.
La mayoría de autores iberoamericanos consideran que esta facultad no es
incompatible con el principio dispositivo, pues el juez debe atenerse a los hechos
alegados por las partes, pero su imparcialidad le compele a investigar sobre esas
alegaciones.970
966
M. Isabel Huertas Martin, Algunos aspectos de la actividad probatoria en el proceso administrativo, Revista
del Poder Judicial, Numero 55, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1999, Pág. 120
967
Joan Picó I Junoy, La Iniciativa probatoria del Juez y sus Limites, Revista del Poder Judicial, Numero 51,
Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 1998, Pág. 272
968
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial BdeF, Buenos Aires, 2004, Pág. 179 y
180.
969
Enrique Vescovi, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, 1999, Pág. 47.
970
Enrique Vescovi, Teoría General del Proceso, Editorial Temis, 1999, Pág. 47.
442
Por ello creemos que la cláusula democrática, supone un juez contenciosoadministrativo con un rol activo, nuevo rol que introduce el principio de verdad real o
material y la atenuación del principio dispositivo con una serie de facultades de
oficio971.
Sin embargo, nuestro régimen adopta inequívocamente que el juez debe respetar los
límites fijados por las partes (thema decidendi), pues se hace énfasis en que las
medidas para mejor proveer son para ―esclarecer‖ las proposiciones de las partes.
ORDENACIÓN DEL PROCESO
Así como la instrucción tiende a incorporar al proceso los datos necesarios para que
el órgano judicial pueda llevar a cabo la comparación de la pretensión con el
ordenamiento jurídico, la ordenación se limita a procurar su desenvolvimiento hasta
llegar al momento final. Consiste en un conjunto de actos, en la actividad procesal,
cuya finalidad específica trata de preparar, disponer y conservar los instrumentos
aportados mediante la instrucción de la prueba. La ordenación del proceso se realiza
mediante el impulso procesal, la dirección procesal y la constancia procesal. El
impulso procesal lo constituye aquel acto que tiende a hacer avanzar el
procedimiento por cada una de las etapas o fases que lo componen. El acto de
impulso actúa en consideración a una situación futura972.
ALEGATOS FINALES
Concluido el período de prueba, las partes deben de conformidad al Art. 28 de la Ley
de la Jurisdicción Contencioso Administrativo expresar sus alegatos finales por lo
que se dará traslado al Fiscal y a las partes por el término de ocho días a cada uno.
La finalidad de esta etapa es que las partes tengan la posibilidad de reforzar los
971
Ernesto Jinesta Lobo, Fundamentos Constitucionales de la Nueva Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Numero 6, Revista de Derecho Publico, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007, Pág. 16
972
Manuel Maria Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1983, Pág. 183.
443
fundamentos jurídicos de sus alegaciones y manifestar cuanto consideren
conveniente en atención a los resultados de la prueba.
Cabe aclarar que no estará permitido plantear cuestiones no suscitadas en los
escritos de demanda y contestación, pues rige la interdicción de la ―mutatio libelli; o
lo que es lo mismo, la prohibición de modificar el objeto del proceso, integrado por
las pretensiones y resistencias de las partes. Lo anterior debido a que el objeto del
proceso debe de permanecer inmutable a lo largo del mismo, ya que en otro caso se
vulnerarían los derechos de defensa de la contraparte973.
CAUSAS DE TERMINACIÓN ANTICIPADA.
Como bien lo manifiesta el tratadista Argentino Enrique M. Falcón la sentencia
definitiva es la conclusión evidente, natural y sistemática de todo proceso. No
obstante, no todos los procesos terminan en una sentencia regular, no todos los
procesos terminan con esta sentencia que es el modo normal de terminarlos. El
modo normal supone el desarrollo completo del proceso y el cumplimiento de todos
sus pasos, de los cuales la sentencia es el último. 974
De esta forma la palabra decisiva, todo aquello que se ha discutido en el curso del
proceso se resume en una decisión, en una providencia, que en palabras del
distinguido Procesalista italiano, Piero Calamandrei constituyen el epílogo del drama,
el último acto del rito, ―la Sentencia‖. Ite missa est. Ite iudicatum est. 975
Dicho lo anterior, es de advertir que algunos procesos finalizan antes del dictado de
la sentencia, es decir que ―abortan‖ durante su curso, y finalizan por otras vías, a
973
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1994, Pág. 242
974
Enrique M. Falcón, Derecho Procesal, Editorial Rubinzal-Culzoni, Argentina, 2003
975
Jesús González Pérez, Manual de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Civitas, Madrid, 2001, Pág. 97
444
través de otros actos, que por oposición a la sentencia (modo normal) se denominan
―modos anormales de terminar el proceso‖.
Hablar de los modos anormales de terminación del proceso es hablar de la patología
del juicio, ya que su objetivo es la de lograr un pronunciamiento de la autoridad
competente que despeje la incertidumbre jurídica, decida lo que se debe hacer e
imponga una prestación a las partes con pretensiones encontradas; es decir, pues, la
sentencia es el objetivo final y lo que originalmente llevó a las partes a solicitar la
intervención del aparato jurisdiccional.
No obstante, por muchas circunstancias, -tantas como motivos tienen las personas
para acudir a la jurisdicción-, el proceso no culmina en sentencia, sino que termina
anormalmente 976; puede ser que las partes se avinieron, que el proceso no era lo que
esperaban, que los sacrificios superan los beneficios, y demás por ese mismo estilo.
Los modos anormales de terminación del proceso son las puertas de salida del
proceso; tan recurridas como la misma puerta de entrada, -que es el derecho de
acción-, lo que está bien, puesto que el proceso no es un fin en sí mismo, sino que
es un mecanismo para lograr la solución de los problemas jurídicos de los
particulares, de hacer valer el derecho, de satisfacción de pretensiones, y si todo ello
se logra sin que culmine en sentencia, no existe razón valedera para que no existan.
Así, según el Art. 40 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo el
proceso terminará por resolución de la sala, en los casos siguientes:
976
José Almagro Nosete y Otros, Derecho Procesal, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 1989, Pág. 477
445
A) POR RESOLVER EL DEMANDADO FAVORABLEMENTE LA PETICIÓN DEL
DEMANDANTE
El primero de los supuestos establecidos en la ley donde puede concurrir una
terminación anticipada del proceso, se refiere a un supuesto especifico que cae
dentro de lo que técnicamente se conoce como satisfacción extraprocesal de la
pretensión977.
El caso especifico en mención hace referencia al supuesto en que el Silencio
Administrativo haya desplegados sus efectos y que con posterioridad se dicte una
resolución administrativa que revoque el acto tácito.
De conformidad a la Constitución de la República de El Salvador (Art.18), sabemos
que toda persona tiene derecho a dirigir sus peticiones por escrito, de manera
decorosa a las autoridades legalmente establecidas; a que se resuelvan y que se les
haga saber lo resuelto. De esta manera adquiere vigencia en nuestro ordenamiento
el derecho fundamental de petición y el derecho correlativo a su respuesta 978.
El silencio administrativo garantiza fundamentalmente al ciudadano el ejercicio del
derecho de petición y respuesta979. No obstante, recordemos que la vigencia del
Silencio Administrativo y sus correlativos efectos de denegación presunta, no eximen
de ninguna manera a la Administración de resolver expresamente las peticiones
pendientes, manteniéndose vigente dicha obligación.
En caso que la administración no se haya pronunciado cuando haya debido hacerlo,
y se inicie un proceso contencioso Administrativo por un acto que contenga una
977
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Aranzadi, Navarra, 2001, Pág.
210
978
Jorge Córdoba Ortega, El Derecho de Petición como Garantía Fundamental, Editorial Investigaciones
Jurídicas S.A, San José, 1997, Pág. 32
979
Jorge Córdoba Ortega, El Derecho de Petición como Garantía Fundamental, Editorial Investigaciones
Jurídicas S.A, San José, 1997, Pág. 32
446
denegación presunta, existirá la posibilidad que durante la tramitación del proceso
exista una manifestación expresa de la Administración, que en caso de ser favorable
hacia el ciudadano, evite la continuación del proceso, debido a que han desaparecido
las causas que motivaron la pretensión del demandante.
B) POR DESISTIMIENTO DEL ACTOR, SIN QUE SEA NECESARIO LA
ACEPTACIÓN DEL DEMANDADO;
Desistimiento es el acto jurídico-procesal del demandante por el que éste manifiesta
expresamente su voluntad de que el proceso ya no siga 980. Tradicionalmente en
nuestro derecho Procesal se entendía que comprendía la renuncia al proceso
iniciado, pero sin que se afecte de alguna manera la pretensión procesal, este
escenario posibilita su futura proposición, causa por la cual normalmente debe ser
aceptada por la parte demandada.
No obstante, por razones de conveniencia (abreviación de los trámites, librarse de
procesos en que las partes han perdido interés), el legislador ha dispuesto que no es
necesaria la aceptación en el Contencioso Administrativo.
El desistimiento en todo caso será personal, o sea, que debe ser expresado por la
parte propiamente dicha o por su representante legal981, siempre que tenga
facultades para ello; por su parte, el procurador necesita poder especial para
plantearlo, y por la misma razón no afecta a litisconsortes, comuneros o
copropietarios.
En lo que se refiere a la jurisprudencia de la Sala el desistimiento ha sido definido
como la renuncia a los pedimentos formulados en el proceso o a una determinada
980
Eladio Escusol Barra y Jorge Rodríguez-Zapara Pérez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tecnos,
Madrid, 1995, Pág. 473
981
Eladio Escusol Barra y Jorge Rodríguez-Zapara Pérez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tecnos,
Madrid, 1995, Pág. 473
447
actuación. Dicha forma de terminación anticipada del proceso está contemplada
como una facultad del actor, aunque no hace referencia específica respecto del
objeto del desistimiento982. (Resolución interlocutoria del 15/XII/2004, referencia 71F-2002).
C) POR EXPRESA CONFORMIDAD DEL DEMANDANTE CON EL ACTO
ADMINISTRATIVO IMPUGNADO.
Este tipo de terminación supone que el administrado, durante el transcurso o trámite
del proceso manifieste su conformidad con el acto administrativo que impugno.
Esta adhesión a la declaratoria de voluntad de la Administración puede ser
expresada en forma verbal, escrita o plasmada en signos inequícovos que denoten la
indubitable aceptación del mismo, sin que se requiera una formulación literal de
conformidad. Ello se podrá traducir en la realización de actos por parte del
demandante que indiquen claramente su disposición de cumplir dicho acto
reclamado o admitir sus efectos, como es emitir una declaración en que se exime de
toda responsabilidad a la institución demanda.
El anterior supuesto no debe confundirse con lo doctrinalmente se conocen como
actos consentidos es decir aquellos en los cuales se ha realizado una manifestación
de conformidad, ya sea expresa o tácitamente. La diferencia entre ambas figuras
radica que el acto consentido se producirá con precedencia a la iniciación del
proceso Contencioso Administrativo, en cambio la conformidad a la que se refiere el
Art. 40 Literal C de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo se refiere
una vez iniciado el proceso, es decir cuando la maquinaria judicial ya ha iniciado su
curso.
982
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del quince de diciembre del año 2004 en el juicio referencia 71F-2002
448
D) POR NO RENDIRSE PRUEBA SOBRE LA EXISTENCIA DEL ACTO
ADMINISTRATIVO IMPUGNADO, CUANDO AQUÉLLA FUERE NECESARIA;
Hemos dicho que el suceso que indiscutiblemente da origen y comienzo a toda
contienda contencioso administrativo, es precisamente el dictado de un acto
administrativo que lesione derechos de los particulares. En este sentido toda
contienda procesal al menos en el ordenamiento jurídico procesal Salvadoreño
versará y se circunscribirá a la aquiescencia de que los actos Administrativos
dictados por la Administración son conformes con el ordenamiento jurídico.
El acto administrativo constituye por tanto un requisito sine qua non para poder entrar
a satisfacer la pretensión, siempre y cuando la autoridad demandada no lo haya
asentido. Como consecuencia de lo dicho el órgano jurisdiccional no puede entrar a
verificar si ha existido violación al principio de legalidad cuando se carece de este
fundamento esencial del sustrato fáctico de la pretensión.
En este orden de ideas la jurisprudencia de la Sala ha dictaminado reiteradamente
que en el proceso debe existir al menos un mínimo de actividad probatoria que
acredite la existencia del acto, cuando la autoridad niega la existencia del mismo; en
este sentido, la Sala ha dispuesto que cuando la autoridad demandada niega la
existencia del acto corresponde al demandante probarlo. En concordancia con lo
expuesto, la falta de prueba de la existencia del acto impugnado, conllevará a la
terminación del proceso983. (Resolución interlocutoria del 18/IX/1998, referencia 119A-97).
En igual sentido, las resoluciones interlocutorias del 15/VII/2002, referencia 20-Z2001;del 29/VII/2002, referencia 177-M-2000; del 8/VIII/2002, referencia 123-G-2002;
del18/IX/1998, referencia 119-A-1997; y del 21/X/2003, referencia 70-F-2002.
983
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del dieciocho de septiembre 1998 en el juicio referencia 119-A97.
449
E) POR REVOCACIÓN DEL ACTO IMPUGNADO
La finalización por la revocación del acto impugnado, se refiere a que una vez
iniciado la causa, la administración, unilateralmente, hace desaparecer las causas
que motivaron la pretensión del demandante. Se hablará en este caso de una
satisfacción extraprocesal de la pretensión por parte de la administración
demandada984. En estos casos la administración reconocerá en vía administrativa
las pretensiones del demandante, vale decir dejará sin efecto el acto en la vía
procesal administrativa985. En estos supuestos, habrá una cesación de la materia
litigiosa, un desvanecimiento del objeto de la acción.
Esta satisfacción extraprocesal de las pretensiones es indudablemente una actividad
administrativa regulada por el derecho administrativo, pero como la administración al
ejercer su potestad de revocar lo hace cuando existe un proceso pendiente, cuyo
objeto es una pretensión dirigida a impugnar un acto sobre el cual recae la facultad
de revocación de la administración, el derecho procesal no puede desentenderse del
problema. Por ello debe estudiar la repercusión en el mundo del proceso de la
revocación acordada en vía administrativa. Si bien es cierto que la administración,
procediendo en sede administrativa a extinguir el acto o contrato que lesionara los
derechos subjetivos o intereses legítimos de las partes, ha llegado a la satisfacción
extraprocesal de la pretensión del demandante, no es posible admitir que esta
facultad de la administración pueda ejercerse sin límite. Así la administración no
puede revocar los actos declarativos de derechos. En consecuencia, si el acto
impugnado en sede judicial es declarativo de derechos que corresponden a otros
particulares distintos del que inició el proceso, es lógico que la administración no
pueda revocarlo986. Por lo demás, la iniciación del proceso no amplía la esfera de la
984
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso-Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 1999,
Pág.191
985
Eladio Escusol Barra y Jorge Rodríguez-Zapara Pérez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tecnos,
Madrid, 1995, Pág. 476
986
Jorge Enrique Santos Rodríguez, Construcción Doctrinaria de la Revocación del Acto Administrativo Ilegal,
Universidad Externado de Colombia, Bogota, 2005, 117 y sigs.
450
administración. Vale decir que aún en este supuesto, o sea que aún iniciado el
proceso, la administración no tendrá facultades para revocar los actos declarativos
de derechos, porque si así lo hiciera, podría afectar a otros particulares que no han
iniciado el proceso.
El acto administrativo desfavorable al administrado puede ser revisado y revocado
por la autoridad que lo dictó, pese a encontrarse aquél en conocimiento de la Sala:
―El Art. 40 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo, contempla las
formas anormales de terminación del proceso contencioso, entre ellas la revocación
del acto impugnado, naturalmente, si el acto cuya legalidad se discute desaparece
del mundo jurídico, carece de objeto la tramitación del juicio, por lo cual debe darse
por terminado987.‖ (Sentencia del 17/V/2002, referencia 119-S-2001).
En igual sentido, las resoluciones interlocutorias del 10/VII/2002, referencia 47-L2000; y del 5/IX/2003, referencia 33-U-2002.
F) POR FALLECIMIENTO DEL DEMANDANTE, SI EL ACTO IMPUGNADO
AFECTARE ÚNICAMENTE A SU PERSONA.
La citada disposición legal prevé la terminación anormal del proceso por la muerte
del demandante, cuando el acto le afecte únicamente a éste. Es decir, cuando ese
hecho prive de razón de ser la continuación del proceso, o cuando la pretensión del
demandante sea intrasferible conforme a las reglas del derecho común. Como ocurre
en nuestro ordenamiento jurídico y lo sostiene la doctrina es regla general en el
Derecho Procesal, que el fallecimiento del demandante no produce necesariamente
la terminación del proceso, ya que sus herederos podrán sustituirle en su posición
procesal. No obstante, esta regla se quiebra cuando lo discutido en el proceso es
una situación jurídica personalísima, que no es transmisible a los herederos. En este
987
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del diecisiete de mayo de 2002 en el juicio referencia 119-S2001.
451
caso, el fallecimiento del demandante determina la terminación del proceso. Al
respecto Garrido Falla. Tratado de Derecho Administrativo, t. III, Madrid, España
2002 expresa que para que un hecho haga inútil la continuación del proceso, es
absolutamente necesario que, una vez producido, carezca de sentido la sentencia.
Así, en el supuesto de muerte del demandante cuya pretensión se hubiere referido a
situaciones jurídicas personalísimas, es necesario que tampoco quepa la posibilidad
de una indemnización de daños y perjuicios sustitutiva del reconocimiento de la
pretensión, en cuyo caso tendría sentido la continuación del proceso por los
causahabientes. Como, asimismo, podría tener sentido la continuación cuando el
honor lesionado del demandante fallecido pudiese quedar reparado pro la sentencia
absolutoria. En sentido inverso González Pérez en Manual de Práctica Forense
Administrativa explica que el acto de destitución, que extingue la relación jurídicolaboral, conlleva una serie de efectos que alteran la esfera jurídica del administrado.
La consecuencia principal es la cesación definitiva de esa relación, la separación del
cargo. La función, labor o prestación personal ejercida por el empleado o trabajador
tiene un carácter personalísimo. Claramente ningún heredero del demandante puede
reclamar que se le reinstale en sustitución de su causante. Sin embargo, no todas las
consecuencias propias que despliega el acto de destitución afectan situaciones
jurídicas personalísimas o intransmisibles. En consecuencia, la sustitución por parte
de los herederos en la pretensión de declaratoria de ilegalidad y consiguiente pago
de salarios y de indemnización, que han de decidirse en sentencia, otorgan razón de
ser
a
la
continuación
del
proceso
promovido
por
los
herederos
del
demandante988.(Resolución interlocutoria del 15/VI/2005, referencia 94-V-2003).
G) COSA JUZGADA
La ley al referirse que será una causa de terminación el haber ejercitado la misma
acción en un juicio anterior que hubiere terminado de conformidad con esa ley, que
988
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del quince de junio de 2005 en el juicio referencia 94-V-2003
452
trate de las mismas personas, o causahabientes, de la misma causa o motivo y sobre
un mismo acto, hace una referencia indiscutible a la Cosa Juzgada989.
Doctrinariamente se puede distinguir entre Cosa Juzgada Formal y Cosa Juzgada
Material, el supuesto demarcado en la ley hace alusión al segundo de estos. La cosa
juzgada material o de fondo alude al carácter irrebatible, indiscutible e inmodificable
de las decisiones, es decir, consiste en una verdad legal que ya no puede ser
rebatida desde ningún punto de vista y en ninguna oportunidad, indiciando su
condición de inimpugnable. La finalidad de la cosa juzgada, es la de dar certeza y
definitividad a las situaciones jurídicas sancionadas, para que los litigios no puedan
volver a replantearse indefinidamente.
Para que exista Cosa Juzgada la doctrina y la jurisprudencia exigen una estricta
identidad de sujetos, causa y objeto. Los autores llaman a esta la tesis de las tres
identidades y tiene general acogida entre los legisladores que se derivan, como la
nuestra, del Código Napoleónico.
Sobre este punto nuestra jurisprudencia ha sentenciado que: ―Para que pueda
proceder como excepción, deben concurrir entre los elementos las identidades de:
SUJETOS, OBJETO Y CAUSA. La identidad de sujetos, se refiere a que la demanda
sea entre las mismas partes y propuesta por ellas y contra ellas o sus
causahabientes a título singular o universal, y con la misma calidad; la de objetos, se
refiere a que la cosa demandada sea la misma y por último, la identidad causa, se
identifica con el hecho o conjunto de hechos constitutivos del derecho que se hace
valer con la acción.‖
989
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Editorial BdeF, Buenos Aires, 2004, Pág. 325.
453
SENTENCIA.
Una vez realizados los alegatos finales, corresponderá al Tribunal Contencioso
Administrativo, examinar la pretensión del demandante y la correlativa oposición o
resistencia de parte del demando. En este sentido, la sentencia constituye el acto de
finalización normal y corriente en el proceso de cognición, y mediante el cual el
tribunal, de forma motivada y en aplicación del ordenamiento jurídico, decide
satisfacer o dejar insatisfechas las pretensiones y resistencias deducidas por las
partes.
Sobre el concepto de sentencia, el procesalita Ugo Rocco990, expresa que sentencia
es el acto, por el cual el Estado, a través del órgano jurisdiccional destinado a tal fin,
al aplicar la norma al caso concreto, declara qué tutela jurídica concede el derecho
objetivo a un interés determinado.‖
Chiovenda991 por otro lado, la define como ―la resolución del juez que, acogiendo o
rechazando la demanda, afirma la existencia o la inexistencia de una voluntad
concreta de la ley, que garantiza un bien, o lo que es igual, respectivamente, la
inexistencia o existencia de una voluntad de la ley que le garantice un bien al
demandado.‖
Para Carnelutti, es la ―que cierra el proceso en una de sus fases‖, y se distingue de
las interlocutorias en que éstas se pronuncian durante el curso del proceso sin
terminarlo.
Finalmente para Guasp992, sentencia es el acto del órgano jurisdiccional en que éste
emite su opinión sobre la conformidad o disconformidad de la pretensión de la parte
990
Ugo Rocco, Derecho Civil, Roma, 1950 Pág. 279
Chiovenda, Instituciones de Derecho Procesal Civil, Pág. 174
992
Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil, Tomo I, Instituto de Estudios Políticos de Madrid, Madrid, 1968, Pág.
510
991
454
con el derecho objetivo, y en consecuencia, actúa o se niega a actuar dicha
pretensión.‖
En cuanto a sus requisitos extrínsecos o de estructura no existe diferencia entre las
sentencias en los procesos Contenciosos Administrativos y los de los procesos
Civiles, por lo que no se puede hablar de especialidad alguna en este tipo de
procesos. No obstante quizás los requisitos más importantes de los cuales hay que
hacer mención son la congruencia y la motivación.
La congruencia consiste en la adecuación entre los pronunciamientos judiciales y lo
que se pidió al Juez, incluida la razón de ser de la petición 993. En este sentido la
congruencia supone la coherencia entre la pretensión y la sentencia994.
Bajo estos supuestos, el juez esta obligado a dar una respuesta a las pretensiones
de las partes; de la manera que, si no lo hace, si responde más o menos o en algo
distinto a lo pedido, habrá incongruencia995.
Lo fundamental para cumplir la congruencia es que el fallo respectivo resuelva
plenamente y sin exceso las peticiones de las partes, no incurriendo en vicios: citra
petitum (cuando se deja imprejuzgada alguna cuestión), ultra petitum (cuando el
tribunal conceda mas de lo solicitado ) o extra petitum (cuando se concede algo no
solicitado)996.
En cuanto al deber de motivación se extiende, como es bien sabido, a todas las
decisiones de los poderes públicos, su objetivo es convencer al destinatario,
993
Santiago González-Varas Ibañez, El principio de congruencia en el orden jurisdiccional ContenciosoAdministrativo. Jurisprudencia y cambios tras la LJCA DE 1998, Revista Justicia Administrativa, Numero
extraordinario, Editorial Lex Nova, 1999 Pág. 66
994
Antonio Alfonso Pérez Andrés, Efectos de las Sentencias de la Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Editorial Aranzadi, Pamplona, 2000, Pág. 38
995
Alejandro Nieto, Motivación de las Sentencias, Derecho Administrativo en el umbral del Siglo XXI Homenaje
al Profesor Ramón Martín Mateo, Tomo II, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, Pág. 2223
996
Antonio Alfonso Pérez Andrés, Efectos de las Sentencias de la Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Editorial Aranzadi, Pamplona, 2000, Pág. 40
455
convencerlos logrando la aceptación o adhesión a lo que se esta diciendo 997. Tanto
el legislador ( en las Exposiciones de Motivos de sus textos ), como la Administración
( en sus reglamentos y resoluciones) y los jueces y tribunales deben explicar las
razones de sus actos. En el caso del poder judicial, por su propia naturaleza y
función, la necesidad de explicar adecuadamente las interpretaciones de las normas
sustantivas y procesales que realiza es la base de su legitimidad998.
Sobre la motivación podemos decir que consiste en la exposición de los
circunstancias tanto de derecho como fácticas que impulsaron a la autoridad judicial
a pronunciar determinada resolución999. Constituye así, la respuesta a las
alegaciones que las partes han presentado1000.
La motivación, según Jesús González Pérez, constituye una exigencia del Principio
de Tutela Judicial Efectiva, Protección Jurisdiccional o Debido Proceso, cuya
trasgresión constituiría una violación constitucional 1001.
La motivación toca directamente con el principio constitucional de publicidad1002 y con
el derecho de defensa1003. Esa necesidad de motivar los actos, afirma la Corte
Constitucional, se integra a la publicidad, entendida como lo contrario al secreto o
reserva. El particular tiene derecho a conocer la actuación de los jueces y los motivos
con los que éstos han juzgado.
997
Alejandro Nieto y Tomas Ramón Fernández, El Derecho y El Revés, Editorial Ariel, Barcelona, 1996,
Pág.191
998
Ricardo Rivero Ortega, Comentarios a los Artículos 49 a 57 del Código Procesal Contencioso Administrativo
Costarricense de 2006, Revista de Derecho Publico, Numero 6, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007
Pág. 61
999
José Garberí Llobregat, Constitución y Derecho Procesal, Editorial Aranzadi, Navarra, Pág. 164
1000
Alejandro Nieto, Motivación de las Sentencias, Derecho Administrativo en el umbral del Siglo XXI
Homenaje al Profesor Ramón Martín Mateo, Tomo II, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, Pág. 2223
1001
Jesús González Pérez, El Derecho a la Tutela Jurisdiccional, Cuadernos Cívitas, Madrid, 1989, Pág. 187
1002
Marcos M. Fernando Pablo, La Motivación del Acto Administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 1993,
Pág.152
1003
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 429
456
La publicidad es de esencia en un sistema democrático, en cuanto abre la posibilidad
de que los actos del tribunal sean fiscalizadas, evitando actuaciones procesales
ilegitimas, al margen del conocimiento de los contendientes, quienes de esta manera
podrán hacer valer sus derechos de audiencia, de defensa y de contradicción,
utilizando, en su caso, con toda oportunidad, los medios de impugnación previstos
por la ley1004.
El deber de motivación se desprende también del derecho de seguridad jurídica
contenido en el artículo 2 de la Constitución de la República, ya que con fundamento
en éstos, se impone a los jueces la obligación de motivar sus resoluciones, con la
finalidad de que la persona afectada en cualquiera de sus derechos fundamentales a
consecuencia de los pronunciamientos jurisdiccionales, conozca las razones que
llevaron al juez para proveer su decisión, de manera que si se encuentra inconforme
con la resolución judicial pueda defenderse utilizando los medios impugnativos que la
ley prevé. Y es que en aquellos casos en los cuales la autoridad judicial no expone
los motivos que justifican su pronunciamiento, se provoca en el ciudadano
incertidumbre en cuanto a las razones de la decisión judicial, lo cual a la vez genera
dificultad para utilizar los recursos, incidiéndose directamente en el derecho de
defensa.
Cabe aclarar que la motivación no garantiza el acierto de las resoluciones judiciales,
por el contrario lo único que garantiza es la obtención de respuesta, en principio
sobre las pretensiones de fondo, las cuales deben estar debidamente fundadas en
Derecho1005.
Finalmente, la falta de motivación de las resoluciones produce arbitrariedad y en
ningún momento crea dentro de las garantías del favorecido seguridad jurídica, por
1004
Gonzalo Armienta Calderón, Los principios rectores del proceso, Investigaciones Jurídicas, Volumen XI,
Numero 69, Universidad de Guanajuato, Guanajuato, 2000, Pág. 132
1005
Celestino Salgado Carrero, El Derecho a la Ejecución de las Sentencias como manifestación del Derecho a la
Tutela Judicial Efectiva, Revista del Poder Judicial, Numero 51, Consejo General del Poder Judicial, Madrid,
1998, Pág. 81
457
tanto los funcionarios encargados de impartir justicia deben ser ordenados al emitir
sus resoluciones, detallando las razones por las cuales las adoptan y fundamentando
las mismas en sus respectivas disposiciones legales, es importante reiterar que la
exigencia constitucional no puede entenderse cumplida con una fundamentación
cualquiera del pronunciamiento judicial, muy al contrario se precisa de una
«fundamentación en derecho», es decir, que la resolución evidencie de manera
incuestionable que su razón de ser es la aplicación razonada de las normas que se
consideran adecuadas al caso, bien entendido que con dicha exigencia no se
garantiza el acierto de la argumentación jurídica, ni tampoco el triunfo de la
pretensión en la demanda.
CLASIFICACIÓN DE SENTENCIAS.
En cuanto a la clasificación de sentencias, debe decirse que las sentencias no
contienen siempre pronunciamientos sobre el fondo, ya que puede ocurrir que
concurran incumplimientos en cuanto a presupuestos procesales o que se declara la
inadmisión de la pretensión. En este orden de ideas puede distinguirse según la
doctrina entre sentencias absolutorias de la instancia o inhibitorias y por otro lado las
denominadas sentencias de fondo, en ambos casos existiendo obligación de un
pronunciamiento sobre las costas daños y perjuicios1006.
En cuanto a las sentencias absolutorias de instancia pueden darse como dijimos por
motivos de ausencia de presupuestos o requisitos procesales que evitan que la Sala
pueda pronunciarse sobre el fondo del asunto, constituyendo su apreciación una
obligación, tanto si han sido alegados estos supuestos por las partes, como si son
tomados en consideración de oficio1007.
1006
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 243
1007
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 426
458
Debe resaltarse que el momento de la declaración inadmisibilidad, en virtud de
incumplimientos de los presupuestos y requisitos procesales no sólo puede
realizarse en la sentencia definitiva, sino puede ser efectuada mediante resoluciones
interlocutorias. En general los motivos arriba mencionados se concretan en que
exista caducidad a la hora de interposición de la demanda, que sean actos
consentidos o repetición de anteriores, y finalmente que pueda tratarse de materia
excluida o ajena del contencioso, entre otros.
Cabe apuntar que el debido proceso exige la posibilidad a las partes de efectuar la
subsanación de los defectos procesales; el Art. 15
de la Ley de la Jurisdicción
Contencioso Administrativo prescribe que se podrá prevenir al peticionario sobre
requisitos de la demanda que puedan afectar el conocimiento de la pretensión. En
este sentido debe entenderse que cuando existe un defecto procesal subsanable
debe otorgarse la oportunidad para aclarar o corregir oportunamente esta falla, y solo
en caso de no hacerlo motivara la declaratoria de inadmisibilidad 1008. Lo anterior es
importante dado que muchas veces la apreciación de estos defectos reparables en la
sentencia definitiva podrían perturbar el resultado del proceso, debido a que si se
hubiera apreciado con anterioridad la consecuencia hubiera sido más favorable para
el ejercicio de la tutela del Actor.
Por otro lado, puede suceder que las sentencias se refieran al fondo del litigio
poseyendo un contenido estimatorio o desestimatorio de la pretensión 1009.
Las sentencias desestimatorias se producen cuando la Sala considera conforme a
Derecho la actuación administrativa que ha sido sometida a revisión jurisdiccional, en
1008
Eduardo García de Enterria, El principio de la interpretación más favorable al derecho de los administrados al
enjuiciamiento jurisdiccional de los actos administrativos, Revista de Administración Publica, Numero 42,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1963, Pág. 271
1009
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Arazadi, Pamplona, 2000, Pág.
180
459
estas circunstancias el contenido de la sentencia será mera declarativa, consistente
en un pronunciamiento favorable sobre la legalidad del acto administrativo 1010.
En contraposición, puede ser que la Sala después de haber realizado el análisis
correspondiente entienda que el acto o la disposición impugnada infringe el
ordenamiento
parcialmente
jurídico
estimando
la
pretensión
del
demandante
total
o
1011
.
El contenido de las sentencias estimatorias no solo es declarativo sino de condena o
constitutivas, todo en congruencia con la pretensión ejercida 1012. La sentencia en
este sentido realiza un pronunciamiento en cuanto a la procedencia de la acción,
declarando que el acto impugnado no es conforme a derecho, en virtud que se emitió
en infracción del ordenamiento jurídico; y finalmente decretando la anulación, ya sea
parcial o total del acto administrativo1013.
La sentencia puede asimismo contener en su caso, el reconocimiento de una
situación jurídica individualizada que en concreto se formula para que el tribunal
reconozca una concreta situación jurídica alterada por el acto impugnado a favor de
una persona natural o jurídica1014.
Finalmente, para obtener un total disfrute de la situación jurídica, no bastará su mero
reconocimiento. Sino, en casos será necesario que se restablezca la situación
existente antes de la perturbación que ha motivado la pretensión. De aquí que se
1010
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Curso de Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant lo Blanch,
Valencia, 1991, Pág. 426
1011
Antonio Alfonso Pérez Andrés, Efectos de las Sentencias de la Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Editorial Aranzadi, Pamplona, 2000, Pág. 58
1012
Alejandro Huergo Lora, Las Pretensiones de Condena en el Contencioso-Administrativo, Editorial Aranzadi,
Pamplona, 2000, Pág. 43
1013
Edmundo Orellana, Los Sujetos y El Objeto del Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Universitaria,
Tegucigalpa, 1993, Pág. 129
1014
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Arazadi, Pamplona, 2000, Pág.
140
460
pretenda, además del reconocimiento, la adopción de las medidas conducentes al
restablecimiento1015.
RECURSOS
La Sala de lo Contencioso Administrativo de la República de El Salvador, detenta la
exclusividad del juzgamiento de las controversias reguladas por el Derecho
Administrativo, siendo el único Tribunal, en razón de la materia, territorio y grado. En
efecto, el Art. 1 de la Ley de la Jurisdicción de lo Contencioso-Administrativo,
estatuye que: ―Erígese la jurisdicción contencioso administrativa como atribución de
la Corte Suprema de Justicia. La potestad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado en
esta materia corresponde a la Sala de lo Contencioso Administrativo.‖ Asimismo el
Art. 5 del mismo cuerpo legal preceptúa que la Sala extiende su competencia a todo
el territorio de la República.
El carácter de único Tribunal acarrea la consecuencia de una falta de recurso
ordinario de apelación o de extraordinario de casación, que revise lo sentenciado.
En la actualidad la Ley contempla un único recurso denominado de aclaración
tramitado y resuelto por la misma Sala, que se interpone para la corrección de
errores materiales o bien para la explicación de conceptos oscuros que aparezcan en
la parte dispositiva del fallo, no existiendo posibilidad de revocar su sentido original.
Cabe señalar que el término sentencia ha sido interpretado restrictivamente, en el
sentido que su procedencia se limita a las sentencias definitivas, a las que resuelven
el asunto principal. No comprende las denominadas interlocutorias1016.
1015
Jesús González Pérez, Comentarios a la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa(Ley 29/1998 de
13 de julio), Editorial Civitas, Madrid, 2003, Pág. 853
1016
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, de fecha 14 de agosto de 2006, en el Proceso de Referencia 73-2005, donde se declara improcedente
el Recurso de Aclaración en vista de sólo ser procedente para la impugnación de sentencias definitivas y con el
fin de enmendar errores materiales o esclarecer o explicar conceptos que puedan generar confusión sobre lo que
la Sala expresó en la parte dispositiva de la Sentencia.
461
En todo caso, mediante el recurso de aclaración, no será posible mutar el contenido
de la decisión adoptada. En este sentido, a tenor de lo establecido en la ley
constituirá un mecanismo para enmendar errores materiales o esclarecer y explicar
conceptos que puedan generar confusión sobre lo que quiso decir la Sala. En
consecuencia los alcances de la modificación no es cambiar el sentido de la
sentencia, ni realizar cuestionamientos sobre sus razones de fondo.
La configuración actual como único tribunal para conocer en materia ContenciosoAdministrativo surge de la configuración del proceso contencioso como juicio de
única instancia que a lo largo de los años ha traído consigo variadas críticas, ya que
no existen medios de impugnación ante un órgano superior en grado, el fundamento
actual de una doble instancia es la necesidad de controlar y evitar los errores y el
arbitrio Judicial1017.
Así, los fundamentos sociológicos de todo recurso se centran en la falibilidad
humana 1018, que desde hace tiempo el mismo Ulpiano justificaba con el fin de poder
emendar las injusticias o impericias de los jueces1019.
La falta de recursos de la sentencia definitiva ha provocado un debate acerca de la
necesidad de articularlos, a efecto de darle cumplimiento al Debido Proceso, que
comprende dentro de sus exigencias, la disposición de parte del agraviado con la
Sentencia de interponer recursos, siendo los más usuales el de Apelación y el de
Casación1020. En principio la doctrina y el derecho comparado comparten esta
posición.
1017
Vicente Gimeno Sendra y Otros, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Tirant Blanch, Valencia, 1991.
Juan Antonio Robles Garzón, Los recursos en la nueva ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa,
Revista del Poder Judicial, Numero 58, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2000, Pág. 374
1019
Ulpiano, Digesto 49,1,1, García Garrido, Derecho Privado Romano, Instituciones, Madrid, 1982, Pág. 160
1020
Juan Antonio Robles Garzón, Los recursos en la nueva Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Revista del Poder Judicial, Numero 58, Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2000.
1018
462
No han faltado las posiciones que sustentan el mantenimiento del Status Quo,
aduciendo el Principio de Celeridad. Para acceder a la jurisdicción ContenciosaAdministrativa en El Salvador se requiere el agotamiento de la vía administrativa,
circunstancia que se torna más compleja debido a que el silencio administrativo no
se regula a plenitud y se limita a cuando no exista ulterior recurso jerárquico y que
fatalmente determina que el paso por todos los recursos administrativos dilaten entre
año y medio y dos años. Pero la demora se prolonga en promedio por dos años más
en la instrucción y decisión del Proceso Administrativo. Al instaurarse los Recursos
de Apelación o de Casación en los Procesos Administrativos, tendría que esperarse
al menos un año más la decisión definitiva de las controversias, que en conjunto
desde su aparición esperarían aproximadamente cinco años para su definición
completa é irrevocable.
La justicia debe ser oportuna, pronta. ¿Cómo conciliar la existencia de recursos con
la celeridad, con la urgencia de resolver los conflictos en que los intereses públicos
se encuentren comprometidos, más allá de un plazo razonablemente aceptable1021?
Desde mi punto de vista la posible solución a esta dilema puede lograrse sin la
instauración de un sistema de recursos sino más bien mediante una distribución de
los procesos, creándose para el efecto nuevos organismos jurisdiccionales
departamentales o Juzgados de proximidad1022 que conocieran únicamente de los
casos vinculados con Gobiernos locales, así como determinar los casos de menor
cuantía que según la región podrían ser conocidos por los mismos; este escenario
considero que ayudaría considerablemente a descongestionar la Sala de lo
Contencioso, sin prologar la incertidumbre en que puedan encontrarse tanto las
administraciones como los particulares.
1021
Santiago Muñoz Machado, El derecho a obtener justicia en un plazo razonable y la duración de los procesos
contencioso-administrativos: las indemnizaciones, Revista Española de Derecho Administrativo, Numero 25,
Editorial Civitas, Madrid, 1980
1022
Jesús González Pérez, Los Atentados al modelo de justicia de la Constitución de 1978, Numero 134, Revista
Española de Derecho Administrativo, Editorial Civitas, Madrid, 2007, Pág. 245
463
En cuanto esta solución, debe aclararse que el aumento de jueces o instancias no
constituye una solución por si misma, sino dependerá de una distribución eficaz y
planificada1023.Esta propuesta cumple asimismo con el principio democrático que
exige un acercamiento de la justicia, concretamente la administrativa, al ciudadano;
objetivo que se puede lograr a través de esta regionalización de tribunales, ya que es
obvio que el acceso a la justicia no se satisface con un tribunal que tiene un asiento
exclusivo en la capital1024.
EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA.
La ejecución de las sentencias le corresponde a los tribunales de conformidad con el
Art. 172 de la Constitución, en ese sentido la Sala ha sostenido que: ―La prestación
de justicia no sería efectiva si el mandato de la sentencia no fuere cumplido. El
derecho a la tutela judicial efectiva comprende no sólo la facultad de exigir y obtener
una sentencia que decida si la pretensión está o no fundada en derecho, sino, que lo
en ella resuelto sea llevado a efecto1025.‖ (Sentencia del 26/VI/1998, referencia 70-M94). Se parte del supuesto que, sin la ejecución todo lo demás no sirvió para casi
nada1026.
La ejecución de las sentencias dictadas contra la Administración constituye un
elemento clave de la efectividad de la justicia Contencioso-Administrativo, de la
garantía del derecho a la protección jurisdiccional del administrado y del
mantenimiento del principio de legalidad de la actuación administrativa, pues en
última instancia se traduce en la aplicación definitiva de la concreta norma que regula
1023
Alejandro Nieto, La Administración de Justicia y El Poder Judicial, Revista de Administración Pública,
Numero 174, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008, Pág. 40.
1024
Ernesto Jinesta Lobo, Fundamentos Constitucionales de la Nueva Jurisdicción Contencioso-Administrativa,
Revista de Derecho Publico, Numero 6, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007, Pág. 15
1025
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del veintiséis de junio de 1998 en el juicio referencia 70-M-94
1026
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 142
464
la relación entre las partes en conflicto, Administración y administrado, tal y como ha
sido interpretada por la sentencia1027.
Por otro lado el principio democrático demanda instrumentos adecuados y
necesarios para ejecutar lo juzgado, propiciando el control democrático efectivo de
toda la conducta o función administrativa1028. Vedar, de alguna forma, la posibilidad
de los de ejecutar sus mandatos implica el avasallamiento del derecho a la tutela
judicial efectiva1029.
El sistema se debe fundar en la independencia judicial, controlando al Ejecutivo y al
Legislativo, se trata de un control definitivo donde existe subordinación y por tanto el
Poder Ejecutivo se encuentra sujeto al imperium del juez 1030.
Por ello, corresponde a los órganos jurisdiccionales en el seno del procedimiento de
ejecución interpretar y fijar el alcance del fallo a ejecutar y el modo de hacerlo, y en
consecuencia, también les incumbe a aquellos de forma exclusiva la función de
adoptar medidas necesarias para el efectivo cumplimiento de lo mandado 1031.
La sentencia estimatoria tiene por finalidad reparar el daño o lesión causado en la
esfera jurídica del administrado, que por regla general dicha restitución del derecho
se verifica “in natura”. No obstante, cuando la restitución no se realice de pleno
derecho, la Sala ha sostenido que en relación al efecto restitutorio de la sentencia, el
inciso segundo del Art. 32 de la LJCA establece que cuando la sentencia declare la
ilegalidad total o parcial del acto impugnado, se dictarán, en su caso, las
providencias necesarias para el pleno restablecimiento del derecho violado. En tal
1027
Isaac Martín Delgado, Función Jurisdiccional y ejecución de Sentencias en lo Contencioso Administrativo,
Editorial Marcial Pons, Madrid, 2005, Pág. 19
1028
Ernesto Jinesta Lobo, Fundamentos Constitucionales de la Nueva Jurisdicción Contencioso Administrativo,
Numero 6, Revista de Derecho Publico, Editorial Jurídica Continental, San José, 2007, Pág. 16
1029
Pedro Aberastury, Ejecución de Sentencias contra el Estado, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2001, Pág. 1712
1030
Miguel Alejandro López Olvera, La Instancia Administrativa, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2008, Pág. 145
1031
Celestino Salgado Carrero, El Derecho a la Ejecución de las Sentencias como manifestación del Derecho a la
Tutela Judicial Efectiva, Revista del Poder Judicial, Numero 51, Consejo General del Poder Judicial, Madrid,
1998, Pág. 111
465
sentido, frente a una sentencia estimatoria de su pretensión, el demandante tendrá
derecho a que el Tribunal restituya la situación jurídica vulnerada por el acto
declarado ilegal.
Las sentencias que declaran la ilegalidad de alguna actuación de la Administración
Pública generalmente implican que las cosas vuelvan al estado en que se
encontraban, pero existen algunas ocasiones en que los efectos de la sentencia no
se limitan a reparar el daño causado, sino que además evitan los futuros daños que
puedan generar conductas que tiendan a hacer nugatoria la protección de la
sentencia. Sobre este efecto prohibitivo la Sala ha sostenido que: ―Las sentencias
dictadas por esta Sala tienen como finalidad principal la declaratoria de legalidad o
ilegalidad del acto administrativo impugnado. En los supuestos de una declaratoria
de ilegalidad, para hacer efectiva la sentencia, dicho pronunciamiento se encuentra
acompañado de una medida para el reestablecimiento de la situación jurídica
violentada, que por regla general implica un hacer para la Administración Pública. Se
afirma una regla general puesto que existirán ocasiones en que la medida
únicamente implique una orden de abstención –de no hacer– para la Administración
Pública, dicha abstención se denomina en doctrina el ―efecto prohibitivo‖ de la
sentencia. El citado efecto implica que la Administración Pública no podrá ejecutar o
llevar a cabo actuaciones en el futuro que vayan en detrimento de la situación
jurídica tutelada. De tal forma que cualquier acto posterior de la Administración que
tenga como resultado ejecutar el contenido de la actuación declarada ilegal, y por
tanto alterar el goce de una situación jurídica concreta, implica un incumplimiento de
la sentencia de mérito dictada por este Tribunal. El citado incumplimiento no es
jurídicamente admisible ya que aceptar tal circunstancia conllevaría aceptar cargar al
administrado con la obligación de ejercitar una cadena de impugnaciones tendientes
a dotar de eficacia a la protección jurisdiccional que se ha otorgado mediante una
sentencia. Las valoraciones anteriores son aplicables perfectamente a la ejecución
de las sentencias dictadas por esta Sala, en cuanto el artículo 32 de la Ley de la
Jurisdicción Contencioso Administrativa ordena que se deben dictar las providencias
466
pertinentes para el pleno restablecimiento del derecho violado. Dichas providencias
serán concretadas en cada caso específico mediante un análisis de la Sala al
momento de dotar de eficacia a sus sentencias1032.‖ (Sentencia del 28/II/2005,
Referencia 27-U-2001).
Cuando la autoridad administrativa se niega a cumplir la sentencia dictada por la
Sala, ésta tiene la posibilidad de emplear medios coactivos que permitan su
cumplimiento, así en el art. 37 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa (LJCA) se estatuye que cuando la autoridad demandada no cumple la
sentencia, no obstante habérsele requerido al efecto, la Sala la hará cumplir
coactivamente. Además, se mandará procesar al desobediente, quien quedará desde
ese momento en suspenso en el ejercicio de sus funciones, aplicándose en lo
pertinente el Art. 215 de la Constitución (241 de la Constitución vigente). Todo lo
anterior, sin perjuicio de las acciones que puedan incoar los interesados, de
conformidad con la ley, según dispone el art. 38 LJCA. La potestad constitucional
atribuida a este Tribunal en el sentido de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado (art. 172
inc.1º), conlleva el uso de todas las vías legales, a efecto de hacer efectiva la
decisión judicial. En tal sentido, deben activarse los medios que el ordenamiento
contempla1033.‖ (Resolución interlocutoria del 8/IX/2005, referencia 201-C-2001).
En cuanto al enjuiciamiento de los funcionarios desobedientes, cabe aclarar que la
ley establece que se realizará sin perjuicio de lo establecido en el Art. 215 Cn (241
Constitución Vigente) que trata de las inmunidades o fueros que poseen ciertos
funcionarios. En el Estado Salvadoreño desde siempre la Constitución ha protegido a
sus altos Funcionarios con el privilegio de la Inmunidad, que se traduce
invariablemente en la practica en una causa de impunidad, puesto que el antejuicio
1032
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del veintiocho de febrero de 2005 en el juicio referencia 27-U2001
1033
Sentencia dictada por la Honorable Sala de lo Contencioso Administrativo de la Corte Suprema de Justicia de
El Salvador, pronunciada en el proceso de fecha del ocho de septiembre de 2005 en el juicio referencia 201-C2001
467
no ha pasado a ser más de un instrumento político que en definitiva ha frenado
cualquier intención de procesar penalmente a los funcionarios del Estado, que por
disposición constitucional gozan de la prerrogativa señalada1034. Sobre lo reseñado el
mismo Kelsen ha expresado la necesidad de suprimir o, por lo menos, restringir
considerablemente esta figura1035.
La Institución objeto de nuestras reflexiones recibe del Derecho Constitucional
Comparado y del Derecho Penal denominaciones diversas, según el énfasis que se
trate de resaltar con relación a uno de sus aspectos o etapas relevantes, así la
Inmunidad subraya la garantía o prerrogativa lo mismo que el vocablo fuero 1036. Con
la designación de antejuicio o desafuero o declaratoria de procedencia se desea
resaltar el mecanismo jurídico que hace posible el juzgamiento del Funcionario
involucrado. En la literatura jurídica mexicana y en las diversas Leyes que tratan el
tema se emplea ―fuero constitucional‖ y además aluden a la acción de desaforar,
aunque actualmente prevalece la designación de declaratoria de procedencia 1037.
La Constitución Española1038 de 1978, en su Art. 71, refiérese a la ―Inmunidad‖. A
nivel internacional las Convenciones y Tratados Internacionales utilizan el mismo
término.
En el Derecho Procesal Penal1039 se utilizan los términos ―condición objetiva de
procesabilidad‖ y ―antejuicio‖. En Centro América, especialmente en El Salvador, ha
cobrado carta de ciudadanía el vocablo ―antejuicio‖, del cual hace acopio nuestro
1034
Marchena López, Procesos Penales contra aforados, en Cuestiones de Derecho procesal Penal, Cuadernos
Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2001, Pág. 455
1035
Hans Kelsen, Esencia y valor de la Democracia, Editorial Tabor, Barcelona, 1934, Pág. 67
1036
Raúl Goldstein, Diccionario de Derecho Penal y Criminología, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1993, Pág.
935
1037
Juan Fernando Armagnague, Juicio Político y Jurado de Enjuiciamiento, Editorial Desalma, Buenos Aires,
1995, Pág. 259
1038
Oscar Alzaga, Comentario Sistemático a la Constitución Española de la 1978, Ediciones del Foro, Madrid,
1978, Pág. 492
1039
Clemente Valdes S. Declaración de Procedencia, Derecho Procesal Constitucional, Editorial Porrúa, México,
Pág. 1387
468
Código Procesal Penal al designar el Capítulo Único del Título II del Libro Tercero
con las palabras ―del Procedimiento en caso de antejuicio‖.
Lo reseñado posee exclusivamente una importancia semántica, porque cada una de
las denominaciones denotan el mismo fenómeno jurídico, en sus rasgos
esenciales1040.
Aguilera de Paz afirmaba que la inmunidad de los representantes de la nación ha
sido siempre objeto de apasionadas controversias sobre su alcance, significado y
justificación, de no siempre sencilla solución1041.
A los efectos de delimitar su ámbito propio de actuación, García Morillo señala que el
carácter de protección política que subyace en la inmunidad no va ligado al delito
cometido, sino a la persecución penal instada. La inmunidad no protege a quienes
cometen delitos por motivaciones políticas…, sino que protege frente a quiénes, por
móviles políticos, urden una acusación penal 1042. En este sentido, Javier Pérez Royo
y Antonio Torres del Moral1043 agregan que no son privilegios personales sino
garantías funcionales, protegen la función que se desempeña 1044.
No obstante, esta concepción tiene el riesgo, apuntado por Marchena López, de que
la protección de la prerrogativa pueda construirse no por el qué imputable al
diputado, sino por el quién de la persecución, lo que puede resultar una peligrosa vía
de impunidad difícilmente aceptable1045.
1040
Raúl Goldstein, Diccionario de Derecho Penal y Criminología, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1993, Pág.
935
1041
Aguilera de Paz, Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, Tomo V, Pág. 623
García Morillo, Contenido, finalidad constitucional y control de la inmunidad parlamentaria, en Inmunidad
Parlamentaria y Jurisprudencia Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, Pág. 79
1043
Antonio Torres del Moral, Principios de Derecho Constitucional Español, Atomo Ediciones, Madrid, 1986,
Pág. 110.
1044
Javier Pérez Royo, Curso de Derecho Constitucional, Editorial Marcial Pons, Madrid, 1994, Pág. 465y sigs.
1045
Marchena López, Procesos Penales contra aforados, en Cuestiones de Derecho procesal Penal, Cuadernos
Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2001 Pág. 455
1042
469
Dentro del ordenamiento jurídico salvadoreño, el antejuicio o inmunidad constituye
una prerrogativa de naturaleza constitucional de que gozan determinados
Funcionarios Estatales, por la que no pueden ser procesados en la Jurisdicción
penal, sin contar para ello con una habilitación especial de la Asamblea Legislativa ó
la Corte Suprema de Justicia, según los casos 1046.
Este concepto pertenece al orden del Derecho Interno, debido a que la inmunidad
derivada del Derecho Internacional cuenta con reglas especiales, en que el antejuicio
resulta irrelevante1047.
La inmunidad es la seguridad material y moral que necesitan especialmente ciertos
funcionarios para el cumplimiento de sus misiones respectivas, protección que
generalmente se funda en la necesidad que sus actos y opiniones no sean
obstaculizados1048.
El sistema jurídico salvadoreño ordena en diversos niveles normativos el privilegio de
la Inmunidad. Las Constituciones salvadoreñas tradicionalmente han reglamentado
esta materia1049 y en tal sentido la vigente, proclamada el 20 de diciembre de 1983
por la Asamblea Constituyente le destinó su Título VIII, con la denominación
―Responsabilidad de los Funcionarios Públicos‖, en donde se incorporan diversos
preceptos que la disciplinan.
1046
José Maria Casado Pérez y Otros, Código Procesal Penal Comentado, Consejo Nacional de la Judicatura, San
Salvador, 2003 Pág.1559
1047
Héctor Fix-Zamudio, El Juicio Político y la Responsabilidad del Estado en el Ordenamiento Mexicano,
Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, Numero 3, Instituto Iberoamericano de Derecho
Procesal Constitucional, Editorial Porrúa, México, 2005, Pág. 101
1048
Raúl Goldstein, Diccionario de Derecho Penal y Criminología, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1993, Pág.
935
1049
Álvaro Magaña, La Prerrogativa de Inviolabilidad de los Diputados del Art. 125 Constitucional, Revista
Justicia de Paz, Numero 7, San Salvador, 2000
470
La reglamentación de la Inmunidad en el ordenamiento jurídico salvadoreño no
responde a criterios unitarios, existiendo diversos regímenes jurídicos, según el
rango del Funcionario, que se sintetizan en la forma siguiente 1050:
a) El Régimen Jurídico de los altos Funcionarios del Estado, que corresponde en
principio a los titulares de los Órganos de mayor jerarquía del Poder Ejecutivo,
Poder Judicial, Ministerio Público, Tribunal Supremo Electoral, Corte de
Cuentas de la República y los Representantes Diplomáticos, cuya declaratoria
que ha lugar a formación de causa se asigna a la Asamblea Legislativa. En el
caso de los Representantes Diplomáticos a que se refiere el Art. 236 de la
Constitución, que enumera los funcionarios inmunes, deben entenderse los
acreditados por El Salvador, que desempeñan sus funciones en otros Estados
y Gobiernos con el que el nuestro tiene relaciones diplomáticas y consulares y
no a diplomáticos de Gobiernos extranjeros que representan a sus
respectivos países, debido a que éstos quedan regulados por el Derecho
Internacional;
b) Los Diputados de la Asamblea Legislativa, a quienes con pocas variantes
aplica el status de los Funcionarios comprendidos en el acápite anterior; y
c) Los Jueces de Primera Instancia, Gobernadores Departamentales, Jueces de
Paz y demás funcionarios determinados por Ley, cuya declaración de
desafuero, se le confiere a la Corte Suprema de Justicia a tenor de lo
dispuesto en el Art. 239 de la Constitución.
1050
Roberto Oliva Ortiz, Inmunidades y Prerrogativas en Latino América, Fundación Interamericana de
Abogados, Perú, 2007, Pág.96
471
La primera especie de Inmunidad es la más completa y comprende los más
calificados y relevantes privilegios y podría calificarse de ―standard‖ o ―tipo‖ de la
Institución dentro del Derecho Comparado1051.
Según la Constitución, en su Art. 236, se atribuye a los Funcionarios estatales
siguientes: El Presidente
y Vicepresidente de la República, los Diputados, los
Designados a la Presidencia, los Ministros y Viceministros de Estado, el Presidente y
Magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de las Cámaras de Segunda
Instancia, el Presidente y Magistrados de la Corte de Cuentas de la República, el
Fiscal General de la República, el Procurador General de la República, el Procurador
para la Defensa de los Derechos Humanos, el Presidente y Magistrados del Tribunal
Supremo Electoral.
El fuero constitucional impide la puesta en ejercicio de la acción penal con relación a
los funcionarios enlistados en el Art. 236 de la Constitución, a los que se atribuye la
comisión de un ilícito penal en calidad de autor, instigador o cómplice ya sea en
grado de consumación o tentativa, siendo necesario el previo pronunciamiento del
pleno legislativo. La inmunidad otorga una exclusión de la detención gubernativa de
los parlamentarios y asimismo reitera la necesidad de la aprobación de la Asamblea
para llevar a cabo las presunciones judiciales1052.
Se podría pensar que la protección constitucional únicamente aplica a los delitos que
los funcionarios cometan en razón de su cargo, en que la titularidad de un cargo
público sea parte integrante del tipo delictual. No en los delitos en que tal investidura
resulta irrelevante1053.
1051
Roberto Oliva Ortiz, Inmunidades y Prerrogativas en Latino América, Fundación Interamericana de
Abogados, Perú, 2007, Pág. 97
1052
Roberto Oliva Ortiz, Inmunidades y Prerrogativas en Latino América, Fundación Interamericana de
Abogados, Perú, 2007, Pág. 97
1053
Roberto Oliva Ortiz, Inmunidades y Prerrogativas en Latino América, Fundación Interamericana de
Abogados, Perú, 2007, Pág. 97
472
Sin embargo, la Constitución comprende todo tipo de delitos y así lo debería haber
consignado en su texto, sin embargo para ello recurre a una clasificación artificiosa,
tomada de la antigua Legislación mexicana, que dividía a los delitos en comunes y
oficiales. Tanto es así que el Código Penal se ha visto exigido a brindar un concepto
de delito oficial, en los términos siguientes: ―Son delitos oficiales aquellos cuya
estructura típica requiere del sujeto activo la cualidad específica de ser funcionario o
empleado publico.‖ Para el delito común se ha dejado su conceptualización a la
doctrina del Derecho Penal1054.
El antejuicio comienza con la denuncia de cualquier persona, que necesariamente
deberá adoptar la forma escrita. Así lo establece el Art. 47 del Reglamento Interior de
la Asamblea Legislativa. Presentada la solicitud de antejuicio pasa a la Junta
Directiva de la Asamblea Legislativa, para que en sesión plenaria se conozca de ella
como pieza de correspondencia y se manda para estudio y dictamen a la Comisión
de Legislación y Puntos Constitucionales, a efectos dictamine si reúne los requisitos
legales y la procedencia o no su admisión1055. La Comisión está conformada por
regla general por Diputados que adicionalmente ostentan la calidad de Abogados.
La Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales lleva su dictamen al pleno
legislativo y con base al mismo se decide la admisión o inadmisión de la denuncia.
La admisión o inadmisión de la denuncia del antejuicio no requiere una mayoría
calificada, basta la mitad más uno de los Diputados electos, por lo que siempre el
Partido de Gobierno, en unión con otros partidos minoritarios logra poner un cerrojo a
las posibilidades de procesar por la vía penal, a funcionarios que han incurrido en
ilícitos penales1056.
1054
Roberto Oliva Ortiz, Inmunidades y Prerrogativas en Latino América, Fundación Interamericana de
Abogados, Perú, 2007, Pág. 98
1055
José Maria Casado Pérez y Otros, Código Procesal Penal Comentado, Consejo Nacional de la Judicatura, San
Salvador, 2003, Pág.1568
1056
José Maria Casado Pérez y Otros, Código Procesal Penal Comentado, Consejo Nacional de la Judicatura, San
Salvador, 2003, Pág.1570
473
Los Diputados por su parte, tienen un régimen particular respecto de la Inmunidad,
que los diferencia de los demás altos Funcionarios del Estado aunque su status
esencialmente coincida. El Art. 238 de la Constitución regula la cuestión.
Distingue a los Diputados, la circunstancia de que el privilegio comprende desde el
día de su elección hasta que concluye el período constitucional, que alcanza tres
años. Esto del día de su elección puede dar lugar a diversas interpretaciones. En
primer lugar, a que se considere la elección como el día de la votación; en segundo
lugar, podría estimarse el día en que se declaren firmes los resultados del evento
electoral del que salió electo el Diputado y en tercer lugar, el día de la entrega de la
credencial de Diputado electo, acto jurídico que atribuye formalmente la calidad de
Diputado electo.
La inmunidad igualmente otorga una exclusión de la detención gubernativa de los
parlamentarios y asimismo reitera la necesidad de la aprobación de la Asamblea
para llevar a cabo las presunciones judiciales1057.
No se ha presentado el caso, pero la voluntad del Constituyente parece encaminarse
a extender lo más posible la Inmunidad, con el objetivo de evitar la fabricación de
delitos por parte de sectores interesados en obstaculizar la toma de posesión del
cargo1058. Debe agregarse que el día de la votación se sabe qué candidatos
resultaron electos1059.
Debe resaltarse que el antejuicio queda habilitado, con relación a los Diputados para
delitos graves, no para los menos graves o faltas. El Código Penal se encarga de
dilucidar cuáles delitos deben estimarse graves y lo son, de acuerdo a su Art. 18, los
sancionados con pena de prisión cuyo límite exceda de tres años y multa cuyo límite
1057
Luís López Guerra, Introducción al Derecho Constitucional, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 1994, Pág.
76
1058
Paolo Biscartti di Ruffia, Derecho Constitucional, Editorial Tecnos, Madrid, 1982, Pág. 380
Roberto Oliva Ortiz, Inmunidades y Prerrogativas en Latino América, Fundación Interamericana de
Abogados, Perú, 2007, Pág. 97
1059
474
máximo exceda de doscientos días multa. Por exclusión todos los demás son menos
graves.
Respecto de los menos graves y las faltas no se consigna en el texto constitucional
de una manera categórica é incuestionable que su juzgamiento debe esperar hasta
que fenezca el plazo constitucional de elección del Diputado y que mientras tanto no
puede ser enjuiciado, pero se deduce inequívocamente del texto constitucional ya
que ni siquiera pueden ser llamados a declarar o ser detenidos, lo cual resulta
congruente por ser delitos de poca importancia en cuanto al bien social protegido y a
la escasa peligrosidad que se espera del inculpado.
El ulterior escalón constitucional de los Funcionarios que disfrutan del fuero
constitucional se encuentra contemplado y regulado en el Art. 239 de la Constitución,
que resguarda del juzgamiento penal a los Jueces de Primera Instancia y de Paz,
Gobernadores y demás Funcionarios que determina la Ley.
Con relación a estos últimos Funcionarios cabe mencionar que la Constitución deja
abierta la posibilidad de que el privilegio les venga por Ley, lo cual podría dar lugar a
prerrogativas inmerecidas o injustificadas, en los que no existan aristas políticas que
la legitimen, para el caso, un proyecto de Ley relativo a la Superintendencia del
Sistema
Financiero
pretendía
atribuir
y
extender
el
antejuicio
al
Señor
Superintendente del Sistema Financiero, no obstante el carácter eminentemente
técnico del cargo.
Sin embargo, la Constitución veda la posibilidad que cualquier Ley otorgue
inmunidad a los miembros de los Concejos Municipales, a pesar de que los mismos
detentan cargos eminentemente políticos, al grado que son de los pocos
Funcionarios de elección popular.
475
No obstante esta prohibición en más de alguna oportunidad se ha intentado
extenderles a ellos la Inmunidad en virtud de una Ley.
Debe repararse que la Inmunidad abarca exclusivamente a los delitos oficiales y deja
por fuera a los comunes. Se observa que el ámbito material del privilegio se
encuentra simplemente disminuido a causa de la jerarquía inferior de los funcionarios
que protege1060.
El procedimiento y decisión del antejuicio se encuentra dentro de la competencia de
la Corte Suprema de Justicia en Pleno llamada también Corte Plena.
Conforme lo establece el Art. 386 del Código Procesal Penal la Corte Suprema de
Justicia, una vez recibida la denuncia, mandará a más tardar en el plazo de ocho
días, se practique la investigación de los hechos, comisionando al efecto a una de las
Cámaras de Segunda Instancia, en el caso de que se tratase de un Juez de Primera
Instancia o de un Gobernador Departamental, ó ante un Juez de Instrucción cuando
el antejuicio se deduzca contra un Juez de Paz1061.
Practicada la investigación se dará cuenta de la misma a la Corte Suprema de
Justicia, quien declarará a más tardar dentro del tercer día que ha lugar o no a
formación de causa. Cuando se de cumplimiento al presupuesto procesal del
antejuicio la Corte Suprema de Justicia ordenará la remisión de las diligencias a la
Cámara Primera de lo Penal de la Primera Sección del Centro para que conozca de
la instrucción y del juicio publico conocerá la Cámara Segunda de lo Penal de la
Primera Sección del Centro.
1060
Roberto Oliva Ortiz, Inmunidades y Prerrogativas en Latino América, Fundación Interamericana de
Abogados, Perú, 2007, Pág. 99
1061
José Maria Casado Pérez y Otros, Código Procesal Penal Comentado, Consejo Nacional de la Judicatura, San
Salvador, 2003,Pág.1572
476
La declaratoria que ha lugar a formación de causa provoca la suspensión en el
ejercicio de su cargo del Funcionario involucrado, quien volverá a su cargo si la
sentencia definitiva fuese absolutoria, siempre que no haya expirado el período de su
elección o nombramiento1062.
PROCESO DE LESIVIDAD
El proceso Contencioso administrativo supone la impugnación jurisdiccional de actos
administrativos. La impugnación del acto administrativo de manera general parte
como es natural, del administrado; y será un mismo tipo de proceso el instrumento
adecuado para la impugnación de la mayor parte de los actos administrativos
cualquiera que sea su procedencia y cualquiera que sea la materia que verse 1063.
No obstante, no solo están facultados para promover un proceso administrativo los
particulares, sino también las Administraciones Públicas1064, donde se trata mediante
un proceso administrativo especial conseguir que un acto dictado por el mismo sujeto
publico sea revocado. A este proceso especial se le denomina proceso de lesividad.
El proceso de lesividad puede ser definido como un proceso administrativo especial
promovido por un sujeto jurídico administrativo, donde se demanda se revoque un
acto administrativo anterior que el mismo sujeto publico dictó1065.
En el mismo orden de ideas para González Pérez el proceso de Lesividad es aquel
que tiene por objeto la pretensión de una entidad administrativa por la que se solicita
del órgano jurisdiccional la revocación de un acto de la misma 1066.
1062
José Maria Casado Pérez y Otros, Código Procesal Penal Comentado, Consejo Nacional de la Judicatura, San
Salvador, 2003,Pág.1575
1063
Aurelio Guaita, El Proceso Administrativo de Lesividad, Editorial Bosh, Barcelona, 1953, Pág. 19
1064
Vicente Escuin y Palop, El Recurso Contencioso de Lesividad, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2004,Pág.
16
1065
Aurelio Guaita, El Proceso Administrativo de Lesividad, Editorial Bosh, Barcelona, 1953, Pág. 20
1066
Jesús González Pérez, La declaración de Lesividad, Revista de Administración Publica, Numero 2, Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1950, Pág. 58.
477
La justificación del proceso de lesividad encuentra su cimiento en las nociones
generales de la teoría general del derecho Administrativo en concreto al acto
administrativo; entendiendo este como toda declaración jurídica hecha por un órgano
administrativo competente y que afecta en concreto a relaciones jurídico-públicas
que la Administración mantiene con los administrados.
En este sentido la existencia de la lesividad se vincula a la inmodificabilidad de los
actos administrativos por la propia Administración1067. En Efecto, en cuanto a la
revocación del acto administrativo se discute si ha de referirse a un acto valido o no,
si el autor de la revocación ha de ser el mismo órgano que dicto el acto revocado o
podrá ser uno superior. Nosotros, prescindiendo de esta polémica, por acto
revocatorio, entendemos el acto administrativo que tiene por objeto borrar y destruir
los efectos de otro acto anterior del mismo funcionario o de un subordinario 1068.
Así las cosas, existe un principio general de Derecho según el cual a nadie le es lícito
ir o volver contra sus propios actos, pero este principio quiebra cuando nos entramos
en los dominios de la Administración, debido a la trascendencia de los intereses y
fines perseguidos por ésta, que ha llevado a la doctrina y ordenamiento a reconocer
que al contrario de lo que ocurre con los actos de los particulares, los actos
administrativos son en ciertas situaciones revocables. Situación que deviene, según
Hauriou del privilegio derivado del llamado régimen administrativo en virtud del cual
la Administración se encuentra sometida a un derecho distinto del que rige las
relaciones entre los particulares1069.
No debe entenderse que el principio de revocabilidad de los actos posee una eficacia
absoluta, en virtud de que siempre que nos encontramos con actos administrativos
que declaren o reconocen derechos a favor de terceros estos serán inmutables.
1067
Vicente Escuin y Palop, El Recurso Contencioso de Lesividad, Editorial Thomson Civitas, Madrid, 2004,Pág.
20
1068
Jorge Enrique Santos Rodriguez, Construcción de la revocación del acto administrativo ilegal, Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 2005, Pág. 27
1069
Aurelio Guaita, El Proceso Administrativo de Lesividad, Editorial Bosh, Barcelona, 1953, Pág. 22
478
Una consecuencia primordial que genera un acto favorable es que éste incide
positivamente en la esfera de sus derechos, y por tanto entra en juego el principio de
seguridad jurídica, situación
por la cual la autoridad administrativa está
imposibilitada para revocar oficiosamente un acto de esta naturaleza.
Garcia-Trevijano Fos1070 expone que los actos favorables son los que amplían la
esfera jurídica del administrado, creando una situación jurídica favorable, libera de
una obligación o crea facultades. En el mismo sentido García de Enterría 1071 los
clasifica como aquellos que afectan a un destinatario externo favoreciéndole, con la
ampliación de su patrimonio jurídico otorgándole un derecho, una facultad, un plus de
titularidad o de actuación.
La existencia de la vía de lesividad supone que para retirar un acto favorable del
mundo
jurídico,
la
Administración
debe
impugnarlo
en
sede
contencioso
administrativa, donde se discutirá su legalidad, previa declaratoria de carácter lesivo
del acto. Es así que la existencia en nuestro ordenamiento jurídico de un proceso ad
hoc para el retiro de actos favorable que se reputen ilegales por la Administración
Pública, es una limitante para las actuaciones de ésta, en el sentido que, fuera del
sistema de recursos, habiéndose pronunciado un acto administrativo, no le
corresponde a ella mutu propio la calificación de la existencia de vicios.
La índole misma del proceso administrativo de lesividad, hace preciso el que ésta
pruebe de modo muy cumplido, que efectivamente la resolución impugnada ha
lesionado sus intereses, que se ha producido un daño real y efectivo.
Para iniciar la tramitación del proceso de lesividad, será necesario e indispensable
que el órgano administrativo superior jerárquico que dictó el acto administrativo,
declare que éste lesivo para el interés público.
1070
José Antonio García-Trevijano Fos, Los Actos Administrativos, Editorial Civitas, Madrid, 1991, Pág. 225
Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, Editorial Civitas,
Madrid, 2002, Pág. 570
1071
479
La doctrina y las legislaciones en el derecho comparado siempre han requerido que
la autoridad administrativa proceda a dictar el acto administrativo por el cual se
afirma que el acto administrativo es lesivo para los intereses públicos 1072.
Comandira señala que cuando la administración carece de posibilidad de anular
oficiosamente un acto, tiene que emitir otro en el cual declare administrativamente la
nulidad, y ordene la inmediata interposición de la demanda judicial correspondiente,
con sujeción obviamente al trámite previo constitutivo del debido proceso adjetivo a
favor de los lesionados por tales decisiones1073.
La declaración administrativa previa de lesividad juega a favor de la Administración
pública en tanto le garantiza que su posterior planteo judicial parte de una serena y
documentada decisión sobre los intereses afectados y a su vez le garantiza al
administrado el marco adecuado en sede administrativa para repeler la posible
afectación de sus derechos subjetivos1074.
La declaración de lesividad debe contener una motivación lo suficientemente
exhaustiva a fin de evitar sospechas de arbitrariedad1075. En este sentido todo acto
que deniegue el reconocimiento de beneficios o implique denegación de actos
favorables no puramente graciables, cualquier interés digno de tutela jurídica, debe
dar lugar a una motivación respecto del acto que deniegue, limite o restrinja su
satisfacción1076.
1072
Sergio A. Coppa, Acción de Lesividad, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira
Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 508
1073
Julio Rodolfo Comandira, El Acto Administrativo en la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos, La
Ley, Buenos Aires, 2005, Pág. 196
1074
Sergio A. Coppa, Acción de Lesividad, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira
Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 508
1075
Sergio A. Coppa, Acción de Lesividad, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira
Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 508
1076
Marcos M. Fernando Pablo, La Motivación del acto administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 1993, Pág. 237
480
De modo especial es aplicable al acto declarativo la exigencia de contar con un
discurso justificativo1077. En España su tribunal Constitucional ha llegado a sostener
en la sentencia 26/1981 que cuando se coarta el libre ejercicio de los derechos
reconocidos por la constitución, el acto es tan grave que necesita encontrar una
especial causalización y el hecho o conjunto de hechos que los justifican deben
explicarse con el fin de que los destinarios conozcan las razones por las cuales su
derecho sacrificó y los intereses a los que se sacrifico1078.
En cuando al momento para dictarla la declaración de lesividad, habrá de tener lugar
como máximo en el plazo de cuatro años desde la fecha en que se originó el acto
impugnado y constituye un presupuesto del proceso1079.
Cabe señalar que el término se refiere al momento de producción del acuerdo de
lesividad, y no al momento de iniciación del procedimiento dirigido a declarar la
lesividad del acto; por ello, si se inicia el procedimiento dentro de los cuatro años,
pero la declaración de lesividad tiene lugar una vez transcurrido dicho plazo, será
inválida por extemporánea y no permitirá proseguir el proceso.
Una vez declarado lesivo el acto, el acuerdo de lesividad deberá publicarse en el
Diario Oficial (Art.8LJCA), a partir del día siguiente se contará el plazo de sesenta
días habiles con que cuenta la Administración para interponer la correspondiente
demanda contencioso administrativa1080
Uno de los problemas en la reglamentación reside en la inexistencia de un plazo
vinculante para la Administración entre la adopción del acuerdo de lesividad y su
publicación en el Diario Oficial, lo que puede deparar una ampliación sine die del
1077
Sergio A. Coppa, Acción de Lesividad, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira
Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 509
1078
Marcos M. Fernando Pablo, La Motivación del acto administrativo, Editorial Tecnos, Madrid, 1993, Pág. 182
1079
Jesús González Pérez, La declaración de lesividad, Revista de Administración Publica, Numero 2, Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1950, Pág. 63.
1080
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, El Salvador,2001, Pág. 128
481
plazo de impugnación del acuerdo de lesividad1081. Para evitarlo, en una eventual
reforma procesal convendría fijar el término de cuatro años con relación al momento
de publicación del acuerdo en el Diario Oficial, y no con el momento de elaboración
de la declaración de lesividad1082.
La consideración de la declaración de lesividad como presupuesto procesal
determina, en caso de inexistencia, el surgimiento de una causa de inadmisibilidad
del recurso contencioso interpuesto por la Administración autora del acto 1083.
Sobre la posibilidad de impugnar el acuerdo de lesividad, se entiende que este no
tiene otro alcance que el de trámite previo, que no es susceptible de impugnación 1084.
En cuanto a que si es necesario que la Administración agote la vía administrativa
Manuel María Diez, explica que se podría eximir a la Administración pública, ello en
razón dos motivos, primero en que dicha declaración es un presupuesto procesal
para los particulares y sólo en ese ámbito produce efectos y segundo una vía
recursiva procedimental se resolvería ―abstracta‖ ya que la misma autoridad que
declara la lesividad sería la que resuelve la impugnación a dicha declaración 1085.
A fines de iniciar el proceso este se inicia mediante la presentación de demanda por
la Administración pública, que deberá satisfacer, en lo que resulte aplicable, los
requisitos establecidos en el Art. 10 LJCA. A la demanda se acompañará además el
ejemplar del Diario Oficial en el que se haya publicado el acuerdo de lesividad.
Deberá contener la manifestación concreta sobre la ilegitimidad del acto lesivo y
1081
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, El Salvador,2001, Pág. 128
1082
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, El Salvador,2001, Pág. 128
1083
Vicente Escuin y Palop, El Recurso Contencioso-Administrativo de Lesividad, Editorial Thomson-Civitas,
Madrid, 2004, Pág. 114
1084
Faustino Cordón Moreno, El Proceso Contencioso Administrativo, Editorial Aranzadi, Pamplona, 1999, Pág.
286
1085
Manuel María Diez, Derecho Procesal Administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1996, Pág. 303
482
acreditar que ella surge de la inadecuación del mismo con la norma jurídica que se
entiende inobservada en su cumplimiento o interpretación1086.
El Art. 29 LJCA dispone que una vez admitida la demanda se dará traslado de ésta
por quince días al administrado interesado para que formule contestación, y con o sin
ella se abrirá después el pleito a prueba si fuere necesario.
La prueba en el proceso de lesividad, si bien es cierto estamos ante un proceso
especial, se rige sobre el punto por los principios que informan el procedimiento y en
consecuencia son a su respecto aplicables las reglas generales sobre la carga de la
prueba1087.
Por lo demás, el proceso no posee particularidades especiales sobre el proceso
contencioso ordinario. La singularidad más reseñable del proceso de lesividad es lo
técnicamente calificamos como ―inversión de las partes‖: la Administración, que
tradicionalmente es la demandada, ocupa aquí la posición de parte demandante y
argumenta a favor de la anulación del acto, en tanto que el interesado ostenta la
condición de parte demandada y aboga por su pervivencia. El resto de
especialidades vienen deparadas por la simple necesidad formal de articular el
instrumento en cuya virtud la Administración pueda recurrir contra su propio acto 1088.
En cuanto al dictado de la sentencia esta puede desestimar el reclamo de la
Administración y en consecuencia será confirmatoria del acto administrativo en
cuestión, su validez y estabilidad1089.
1086
Sergio A. Coppa, Acción de Lesividad, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira
Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 509
1087
Sergio A. Coppa, Acción de Lesividad, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira
Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 514
1088
Eduardo Gamero Casado, La Jurisdicción Contencioso Administrativo. El Acto Administrativo, Consejo
Nacional de la Judicatura, El Salvador,2001, Pág. 128
1089
Sergio A. Coppa, Acción de Lesividad, Derecho Administrativo libro Homenaje al Profesor Julio Comandira
Editorial Ad-hoc, Buenos Aires, 2009, Pág. 515
483
Por el contrario, en el supuesto de que la sentencia acoja la demanda de lesividad
extingue la relación jurídica existente al ser constitutiva ya que anula el acto del cual
emanó esa resolución y los derechos consiguientes que hubieran surgido con efectos
retroactivos en razón que su causa-fuente resulta ahora inexistente1090.
1090
Julio Rodolfo Comandira, Derecho administrativo, procedimiento administrativo. Otros estudios, AbeledoPerrot, Buenos Aires, 1996, Pág. 58
484
VI. CONCLUSIONES
485
486
CONCLUSIONES
Una vez completado el estudio de los diversos aspectos conceptuales, sustanciales y
procesales de las instituciones fundamentales de la jurisdicción contencioso
administrativo Salvadoreña, conviene sacar unas conclusiones para dejar claro las
posiciones asumidas:
ADOPCIÓN DEL MODELO DE CONTROL JUDICIALISTA ESPECIALIZADO
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
La Legislación Salvadoreña inequívocamente acoge, el sistema
judicialista
especializado en cuanto a la organización de Tribunales Administrativos, siguiendo el
sendero trazado por la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa Española
del 26 de diciembre de 1956 y continuado en la vigente del año 1998.
El sistema judicialista especializado se caracteriza porque los Tribunales que
integran la justicia administrativa, se encuentran en el seno de la justicia ordinaria,
con respeto al Principio de Unidad de Jurisdicción, ya que estos pertenecen a la
estructura del Poder Judicial, circunstancia que en principio ó en términos generales
lo asemeja al sistema inglés y de los Estados Unidos de América. Sin embargo,
según Don Jesús González Pérez en este tema ―Lo realmente decisivo es, dando por
supuesto la independencia de los órganos, la especialización jurídico-administrativa
de los titulares de tales órganos. Esta es la verdadera lección del sistema francés: la
idoneidad de los jueces administrativos. Si esto se logra dentro del poder judicial, si
los tribunales encuadrados en la común organización judicial están servidos por
magistrados especializados, no tiene sentido encuadrar los órganos del contencioso
administrativo en la organización administrativa.
487
De aquí que sea más lógico el sistema judicial. Lo que explica que sea el dominante
en los países de lengua castellana. El examen y satisfacción de las pretensiones
fundadas en derecho administrativo se confía a órganos encuadrados en la común
organización judicial, consagrándose así en normas de rango constitucional, aún
cuando no falten ordenamientos que consagren un sistema administrativo y hasta
que defiendan un sistema de tribunal independiente del poder judicial y del ejecutivo,
que en determinado momento ha tenido acogida en algún ordenamiento jurídico‖.
ELECCIÓN DE LOS MAGISTRADOS QUE CONFORMAN LA SALA DE LO
CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
En cuanto a los requisitos técnicos requeridos por nuestra Constitución,
desafortunadamente para nuestro medio han resultado bastante indulgentes, ello en
vista que bastará ser Abogado de la Republica
y haber desempeñado una
Magistratura de Segunda Instancia durante seis años o una judicatura de Primera
Instancia durante un mínimo de nueve años o igualmente haber obtenido la
autorización para ejercer la profesión de abogado por lo menos diez años antes de
su elección.
Estimo que los requerimientos mencionados no pueden ser considerados como
suficientes, la moralidad y competencia notoria a la
que hace referencia en la
Constitución constituyen verdadera letra muerta ya que no existe actualmente
procedimiento para acreditar la capacidad intelectual de los candidatos, quedado
desgraciadamente relegados, muchas veces por la adopción de criterios políticos, sin
que se disponga un verdadero método objetivo de elección, es necesario por ello un
procedimiento de elección donde pueda comprobarse dichas calidades y que
garantice que las personas más calificadas posean la oportunidad de ser nombradas.
488
SOBRE LA DELIMITACIÓN DE LA ACTIVIDAD IMPUGNABLE
La delimitación de la actividad impugnable en el Contencioso Administrativo se
resume en El Salvador a actos administrativos. Este criterio es resultado de la
interpretación ortodoxa del Art. 2 de nuestra ley procesal administrativa que reza que:
―Corresponde a la jurisdicción contencioso administrativa el conocimiento de las
controversias que se susciten en relación con la legalidad de los actos de la
Administración Pública‖; entendiendo que estos actos serán actos administrativos
stricto sensu.
El concepto de acto administrativo que origina la contienda procesal, de conformidad
al criterio respaldado por nuestra Ley, debe tomarse entonces en su sentido material,
consultando exclusivamente los efectos de derecho que de él derivan, circunscritos a
personas determinadas, sin consultar y tener en cuenta el autor del acto.-
El concepto material del acto administrativo se conforma e integra con los actos
subjetivos que crean, modifican o extinguen situaciones jurídicas particulares y
concretas; asimismo con los actos condición, que hacen posible la aplicación de un
estatuto jurídico legal a personas determinadas.- El autor de los actos puede ser,
desde esa perspectiva, cualquier Órgano Estatal sea de Poder Legislativo, Ejecutivo,
Judicial o de Entes descentralizados, porque el único elemento que califica al acto de
administrativo son sus efectos limitados a personas determinadas.-
Desde esta lógica se encuentran afuera del concepto de acto administrativo, y en
consecuencia,
no
pueden
ser
impugnados
en
la
jurisdicción
contenciosa
administrativa los reglamentos, que desde el punto de vista material, son actos regla
o legislativos, que tienen la virtud de crear, modificar o extinguir situaciones jurídicas
generales, abstractas e impersonales.- Lo anterior se encuentra en franca oposición
con la mayoría de las legislaciones procesales administrativas, que posibilitan el
489
ataque jurisdiccional directo a los reglamentos y los fallos de los Tribunales que los
deciden tienen alcance general.-
La postura doctrinal que compartimos tiene sus cimientos en que únicamente los
actos de la Administración Pública poseen la autoridad formal, o en otras palabras
valen, como actos administrativos.-
En efecto, los actos del Poder Legislativo no se someten a la legalidad sino a la
Constitucionalidad y sus actos no pueden ser revisados en la sede contenciosa
administrativa, por su valor formal de Ley especial.- Tal vez lo relativo al servicio civil
y alguna que otra cuestión olvidada podrían contarse entre las excepciones.-
Lo propio sucede con el Órgano Judicial, sus resoluciones, aún cuando se limitan a
personas determinadas y se someten al principio de legalidad, no conocen de sus
controversias los Tribunales Administrativos, porque ellos dan origen a procesos de
naturaleza civil, mercantil o de otra índole.- Las resoluciones apuntadas
corresponden principalmente al ejercicio de la jurisdicción voluntaria, materia
rechazada por procesalistas y administrativistas.-
Por nuestra parte creemos que en nuestro sistema ya no debe ser admisible la
posición doctrinal que ve al acto administrativo y su discusión sobre su legalidad
como el único objeto del proceso, el control debe de extenderse a toda la actividad
de la Administración; en este sentido la enmienda que proponemos trastornaría el
sistema que dio lugar a la Ley vigente y ampliaría dramáticamente la tutela frente al
Estado.
LEGITIMACIÓN PASIVA
Desde los orígenes de la jurisdicción contencioso Administrativo Salvadoreña, la
concepción de la figura de la legitimación pasiva ha roto los esquemas tradicionales,
490
constituyéndose en un embarazoso y espinoso problema, ya que, el carácter de
demandado, sigue la línea de pensamiento del Amparo Salvadoreño y Mexicano, en
que el demandado se concretiza en el funcionario o entidad (si trata de órgano
colegiado) emisor del acto, situación que provoca inmensos problemas prácticos a la
hora de interponer una acción contenciosa así como en la ejecución de sentencia.
Esta circunstancia fue establecida igualmente, en algunas leyes de algunos Estados
de la República Mexicana y en la antigua ley de la Jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo de Costa Rica que, ―insisten en atribuir la calidad de parte demandada
a los funcionarios que dictan el acto‖ acudiendo, dice González Pérez, a la ficción
jurídica de atribuir capacidad a un Órgano.
La legislación contencioso Administrativo Salvadoreña en lo referente a la
legitimación pasiva debe ser urgentemente enmendada debido a que debe atribuirse
al Estado y a los Entes descentralizados dependiendo del autor del acto, la
legitimación pasiva en los procesos en que la disputa tiene por objeto la legalidad de
la actividad del Poder Ejecutivo. Para justificar la medida basta señalar que el sujeto
de la relación jurídica que deriva del acto administrativo, no es el funcionario que lo
emite, quien no actúa en su carácter personal, sino en representación del Estado o
de un Ente descentralizado.
La importancia de la legitimación pasiva tiene un interés inusitado en el proceso
administrativo ―por cuanto determina, según González Pérez, la persona frente a
quien ha de deducirse la pretensión‖, circunstancia que produce el invariablemente
otorgamiento de dicha legitimación al Estado o Ente descentralizado, sobre ―este
punto, asegura el mismo tratadista, no existen dificultades o conflictos‖, nos
encontramos ante una institución pacífica, en que existen pocos y contados criterios
divergentes.
La administración Pública de la que proviene el acto a que se refiere la pretensión
ostenta evidentemente la legitimación pasiva y a ella debe demandarse, pero debe
491
subrayarse, para evitar equívocos, que la calidad de demandada la asume la
persona jurídica de la que forma parte el Órgano que originó el acto, en ese sentido
serán demandados el Estado, los Municipios y demás Entes descentralizados según
el caso.
Cabe resaltar que tratándose de actos provenientes de la administración del Estado,
será éste el que adoptará la calidad de demandado en virtud de ser esta una persona
jurídica, lo cual lo es perfectamente coherente y conforme a nuestra legislación, ya
que el Estado, sin duda alguna, posee personería jurídica, con reconocimiento
legislativo expreso contenido en el Art. 542 del Código Civil.
TERCERO BENEFICIARIO
La configuración deficiente del actual diseño de ley, restringe la intervención de otras
partes al proceso, que forzosamente son excluidos o en el mejor de los casos
comparecerán en calidades que no se ajustan a sus características reales(tercero
beneficiario); sobre el tema cabe recalcar que la intervención de múltiples partes o en
especifico la del Tercero beneficiario en el juicio Contencioso Administrativo posee
una indiscutible trascendencia, ya que a través de esta carga se asegura el
cumplimiento del principio de audiencia, que asegurara la eficacia y validez de la
actividad jurisdiccional.
De esta forma la figura del tercero beneficiario o cuadyuvante en El Salvador,
acapara y absorbe no solo aquellos sujetos que pudieran tener un interés legitimo y
directo en el mantenimiento o anulación del acto(autentico cuadyuvante), sino
también, bajo una perspectiva errónea, incluye personas a cuyo favor derivan
derechos propios de un acto, que claramente como lo es en legislaciones foráneas
son tradicionalmente considerados codemandados, que conformaran parte de un
Litisconsorcio necesario.
492
La doble delineación que adopta la actual ley del tercero beneficiario, no concuerda
con la lógica procesal correspondiente, ya que siempre, y en todo caso, ―el individuo
en cuyo favor deriven derechos de un acto‖ será un codemandado, debido a que
será parte necesaria del proceso, en igual forma como lo son las Administraciones
demandadas, que siendo titulares de derechos deberá dárseles la oportunidad de
comparecer y ser oídas como partes principales, con pleno dominio de las cargas y
derechos que ello implique.
Debe señalarse asimismo, que en cuanto a los auténticos cuadyuvantes, distinguidos
como los posibles afectados o beneficiados por un acto en sus intereses de manera
legitima y directa, aunque obviamente se encuentren limitados por no poder formular
cuestiones distintas a las planteadas por los principales, se les concederá
intervención, pudiendo también obtener modernamente la condición de partes
demandadas, aplicándoseles las mismas reglas del litiscosorcio.
La jurisprudencia actual al referirse a la calidad del tercero ha determinado los
matices que debe cumplir, funcionando tal como dijimos a manera de una especie de
comodín universal para que las múltiples partes puedan apersonarse, la
interpretación pretoriana expresa que en términos generales la figura del tercero
beneficiario se refiere a aquel sujeto que en virtud del acto que se impugna, ha
obtenido una ventaja, beneficio o provecho, bien directo o reflejo, por lo que se
pretende con su actuación evitar un perjuicio que se podía ocasionar como efecto de
la sentencia estimatoria que llegaría a dictarse en el proceso respectivo o que
pretende obtener a través de la materialización o conservación del objeto de la
pretensión procesal.
Por todo lo dicho es que finalmente tenemos que expresar que el esquema
anacrónico bajo el cual la ley Contenciosa Salvadoreña otorga tratamiento a las
múltiples partes, se encuentra actualmente en crisis, ello en vista que el tratamiento
de ley no es conciliable con los actuales principios que conforman un proceso
493
constitucionalmente configurado y que por consiguiente provocan que la sentencia se
pueda encontrar viciada de una manera insubsanable.
LA IMPUGNACIÓN EXCLUSIVA DE ACTOS ADMINISTRATIVOS Y APLICACIÓN
DEL PRINCIPIO DEL CARÁCTER REVISOR
En la Legislación Salvadoreña el concepto de acto administrativo adquiere aún más
relevancia, en vista que según la ley y la jurisprudencia el acto administrativo, se
considera como la única actividad con trascendencia jurídica del Poder Ejecutivo,
situación que ha incidido negativamente en la actividad impugnable, ya que
precisamente toda impugnación se circunscribe a actos administrativos.
En este sentido toda contienda procesal al menos en el ordenamiento jurídico
procesal Salvadoreño versará y se circunscribirá a la aquiescencia de que los actos
Administrativos sean conformes con el ordenamiento jurídico.
La procedencia del Contencioso Administrativo entonces tendrá la virtualidad de
revisar la legalidad de los actos de la administración, partiendo del supuesto que el
objeto de la infracción al ordenamiento jurídico deriva exclusivamente de un acto
administrativo. Ciertamente las medidas de hecho pueden comprometer derechos e
interese legítimos, pero en el Derecho Procesal Administrativo Salvadoreño se tiene
como prosupuesto procesal que el particular agraviado solicite a la administración
pública el restablecimiento de la legalidad, y solo por su negativa será posible en
todo caso incoar la acción dirigida a que se revise la legalidad del acto jurídico que
se emitió a raíz del atropello jurídico contenido en la medida de hecho o acto
material.
El principio revisor constituye una figura muy propia y singular de la justicia
administrativa, ya que no existe en ninguna otra jurisdicción del poder Judicial un
494
enunciado de naturaleza semejante, que tase a los jueces ordinarios limites o
restricciones que puedan poner a las partes en una situación de desigualdad.
La fuerza que despliega el predominio de este principio, establece que la jurisdicción
solo puede desenvolverse bajo la existencia de un acto previo, no pudiéndose
pronunciarse sobre extremos de los cuales no habían sido objeto de decisión por
parte de la Administración, floreciendo siempre la necesidad de un acto
administrativo, obstáculo que es decisivo para el conocimiento pleno de la función
jurisdiccional, limitando el conocimiento de las posibles pretensiones que pueda
plantear el recurrente; esta perspectiva del contencioso Administrativo encuentra su
conexión con la desafortunada noción en la que el recurso de excés de pouvoir
germina, articulándose no como un proceso entre partes, en que existe pugna entre
individuos que tratan de asegurar sus propias situaciones jurídicas subjetivas, sino
mas bien en un control objetivo de la legalidad, distinguiéndosele como un proceso al
acto
en el cual los ciudadanos mas que ejercer una defensa de sus derechos,
ejercen una función de Ministerio Público, coadyuvando a mantener la legalidad en el
ordenamiento jurídico y obteniendo al final una simple anulación.
CONTROL SOBRE LOS REGLAMENTOS
Como ya se dejó claro, la jurisdicción contencioso administrativo en El Salvador se
circunscribe a impugnación de actos administrativos, esta situación indudablemente
restringe sensiblemente el control que se puede ejercer sobre las actuaciones de las
Administraciones Públicas. En este sentido el ámbito natural de protección viene
representado por actos administrativos, esto es, según la clásica definición de
Zanobini, las declaraciones de voluntad, de conocimiento, de deseo o juicio
emanados de una Administración Pública en materia de derecho administrativo. Las
anteriores aseveraciones provocan en principio que los reglamentos u ordenanzas,
se encuentran excluidos del control judicial de la Sala de lo Contencioso, dado que
desde un punto de vista material, los reglamentos son actos regla o legislativos, que
495
tienen la virtud de crear, modificar o extinguir situaciones jurídicas generales,
abstractas e impersonales.-
No obstante lo anterior, nuestra ley de manera expresa y clara establece que a pesar
que las disposiciones de carácter general no son impugnables directamente, frente a
ellas es posible atacarlas indirectamente.
En efecto, la ley de la jurisdicción Contencioso Administrativo provee un recurso
indirecto específicamente en el Literal C del Art. 3, que establece que esta también
procederá la acción contencioso administrativa: ―Contra actos que se pronuncien en
aplicación de disposiciones de carácter general de la Administración Pública,
fundada en que tales disposiciones adolecen de ilegalidad.‖
El recurso indirecto que plantea la ley, constituye una impugnación de actos que se
produzcan en aplicación de disposiciones de carácter general, fundados en que tales
disposiciones no son conformes a derecho. De lo anterior se entiende que el recurso
indirecto no tiene la finalidad de impugnar el propio reglamento, sino por el contrario,
el acto de aplicación de aquél, fundándose en la ilegalidad de la disposición general.
CONTROL SOBRE LOS ACTOS POLÍTICOS.
A través de la teoría del acto de gobierno, el órgano jurisdiccional, rechaza
tajantemente la posibilidad de revisar decisiones gubernamentales tomadas por
razones de ―alta política‖ o ―razones de Estado‖. En estos términos la teoría de los
actos políticos constituye una verdadera excepción al ejercicio del control,
reprochable desde todo punto de vista jurídico. Sus defensores encuentran en su
existencia un mecanismo de escape, adecuado para que las Administraciones
públicas actúen sin sujeción alguna al derecho, inspiradas fundamentalmente por
motivos calificados de ―seguridad‖ y de ―orden social‖.
496
en
El
Salvador la
presencia
de
los actos políticos se ha
consolidado
desgraciadamente, debido al arraigo legal que de manera expresa se mantiene en el
Art. 4 letra ―a‖ de la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo, donde
explícitamente se le considera actividad que no corresponde al conocimiento de la
Sala de lo Contencioso.
Por nuestra parte, no nos queda más que reprochar la postura adoptada, en vista
que con anterioridad hemos dejado claro que los actos políticos no constituirán una
nueva categoría actos, sino constituyen verdaderos actos administrativos, que si bien
pueden tener algún móvil político, su naturaleza jurídica sigue siendo la misma, la de
actos administrativos.
NECESIDAD DE INCORPORACIÓN DE NUEVAS PRETENSIONES
Según nuestra Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativo, se ha establecido
de manera general, que el ataque a los actos ilegales de la Administración debe
efectuarse mediante las pretensiones de mera Anulación y Plena Jurisdicción,
exigiéndose siempre la presencia de Actos Administrativos. No obstante desde hace
algún tiempo es clara la insuficiencia de tales figuras para controlar las patologías
que surgen de la conducta pública, creándose al efecto instituciones que procuran
otorgar un control pleno en cuanto a las actividades de la Administración.
Modernamente en países como Alemania y España han surgido nuevas pretensiones
que coadyuvan a ejercer este control, hablamos en concreto de la pretensión contra
―Inactividad‖ y las pretensiones contra las ―vías de hecho‖, procesos que buscan
otorgar un control plenario para el pleno desarrollo de un Estado de Derecho, y que
buscan tutelar absolutamente los derechos de los ciudadanos ante los excesos de
poder de las administraciones. Precisamente la interpretación tradicional del carácter
revisor de la jurisdicción administrativa, que exige un acto previo de la Administración
se ha alzado hasta el momento como obstáculo insalvable para fiscalizar
497
jurisdiccionalmente tanto la inactividad de la Administración, como en las actuaciones
materiales sin cobertura legal o vías de hecho.
Sobre la primera, la inactividad, no se trata en este caso de la inactividad formal,
consistente en la falta de resolución o de tramitación de un procedimiento
administrativo, puesto que en tal caso la inactividad se traduce, por ministerio de ley,
en un acto presunto por silencio administrativo, que es recurrible en la vía judicial al
igual que el acto expreso. Efectivamente, como se desprende de la expresión misma,
la inactividad que ocupa nuestra atención, se presenta cuando la Administración
Pública no despliega las funciones de orden administrativo que le impone el
ordenamiento jurídico, la mayoría de veces, con afectación de los derechos e
intereses de los ciudadanos.
El recurso se dirige a obtener de la Administración, mediante la correspondiente
sentencia de condena, una prestación material debida o la adopción de un acto
expreso en procedimientos iniciados de oficio, allí donde no juega el mecanismo del
silencio administrativo. De esta manera se otorga un instrumento jurídico al
ciudadano para combatir la pasividad y las dilaciones administrativas.
Pueden ser objeto de esta pretensión la inactividad de la Administración que, en
virtud de una disposición general que no precise de actos de aplicación o en virtud de
acto, convenio o contrato, esté obligada a realizar una prestación concreta a favor de
una o varias personas determinadas.
Como puede verse, se trata de una actuación administrativa, que no se solapa ni
suple la figura del silencio administrativo. El silencio es una ficción legal de cara,
fundamentalmente, a la revisión jurisdiccional. Frente a esto, el recurso contra la
inactividad tiene un presupuesto de hecho: la Administración ha asumido voluntaria
(contrato, convenio) o forzosamente una obligación que tiene que cumplir y no
498
cumple. Por tanto, no suple el acto sino que lo toma como punto de partida
ineludible.
Por otro lado, otra novedad destacable es el recurso contra las actuaciones
materiales de la Administración que carecen de la necesaria cobertura jurídica y
lesionan derechos e intereses legítimos de cualquier clase. En estos casos, al no
poderse impugnar acto o decisión administrativa alguna, los derechos o intereses
afectados carecerían de tutela si no se pudiera recurrir contra la actuación material
misma. La regulación contra la vía de hecho arranca del principio esencial que
impide a las administraciones inicien una actuación contra particulares que no
tuviesen sustento en un acto administrativo previo que le sirviese de cobertura.
En este sentido a partir conseguir la operatividad real del esquema mencionado, el
agraviado podrá intimar a la Administración actuante que será la autora real de la vía
de hecho para que cese en la misma. Si dicha intimación no fuera atendida dentro de
un plazo prudencial, el interesado podrá interponer directamente recurso contencioso
administrativo.
CONSTITUCIONALIZACIÓN DE LAS MEDIDAS CAUTELARES.
Por la constitucionalización de las medidas cautelares, no sólo se busca enunciar su
origen constitucional, sino reafirmar que la exclusión o limitación de estas medidas es
contraria a la garantía de la defensa en juicio. Debe llegarse entonces al
convencimiento inequívoco que infiere una conexión intrínseca entre las medidas
cautelares y tutela judicial efectiva, ello en vista que esta ultima garantía
constitucional no se puede limitar a garantizar de manera teórica el acceso a la
jurisdicción de los ciudadanos, sino que también debe impedir consecuencias
perjudiciales por la demora de la tramitación de procesos.
499
En este orden de ideas, serán constitucionalmente obligatorias ante cualquier
situación en que los derechos o intereses a proteger en el proceso de fondo pueden
desaparecer, dañarse o desmerecerse, de manera irremediablemente, si ella no
interviene. Así, como consecuencia directa de la constitucionalización, las medidas
cautelares podrían obtener un campo de aplicación más extenso, pudiéndose en
primer termino, abandonarse criterios tradicionales que las identifican como de
excepcional aplicación. En segundo lugar, se eliminaría la posibilidad de que por vía
legislativa se limite la adopción de medidas cautelares que aseguran los procesos,
en tanto la ejecutividad del acto administrativo no puede desplegarse libremente del
control jurisdiccional, pues ello significaría privar a los justiciables de una garantía
que se configura ―como contenido del derecho a la tutela judicial efectiva‖.
Finalmente, a partir de lo expuesto, resulta evidente, que el sistema cautelar se
convierte en un sistema abierto, que permite adaptar la tutela cautelar a cada caso
concreto, debiendo adecuarse a las diversas pretensiones a ejercerse, no
limitándose por esto únicamente a la suspensión del acto.
INFLUENCIA DEL TRATADO DE LIBRE COMERCIO EN EL SISTEMA CAUTELAR
SALVADOREÑO
El Tratado Libre Comercio, a dedicado un sección especial a la Contratación Pública,
en concreto en el Capitulo Nueve, dentro del cual podemos encontrar un conjunto de
disposiciones legales que amplían la tutela cautelar en los asuntos a los que el
tratado mismo ha denominado contratación cubierta. En este sentido el Tratado de
Libre Comercio establece la imperiosa obligación a la Autoridad encargada de
resolver las impugnaciones incoadas, de adoptar cualquier tipo de medidas
precautorias que fueren necesarias mientras se resuelve cualquier impugnación.
Es patente que bajo la cláusula de medidas precautorias oportunas, el Cafta- que
ahora constituye parte de nuestro Derecho interno y, por tanto, de obligatorio
cumplimiento tanto para la Administración como para los jueces salvadoreños-
500
reconoce sin ningún tipo de limitaciones la posibilidad de que se pueda adoptar
cualquier clase de medidas precautorias o cautelares que fueren necesarias para
asegurar la efectividad de los resultados del proceso de impugnación. Constituye, por
otra parte, un derecho para los proveedores que hagan uso de la vía impugnativa
poder exigir que se adopten cualesquiera medidas asegurativas o precautorias
.
Continua aseverando Mena Castro que ―Se trata, de verdad, de un importantísimo
giro en la concepción de las medidas cautelares, puesto que ahora quedará en
manos de la autoridad administrativa o judicial decidir sobre la medida que mejor se
acomode a cada caso en concreto para asegurar que la resolución definitiva
mantenga su utilidad.
De esta forma, cuando la Sala de lo Contencioso Administrativo, conozca de
impugnaciones referentes a contratación pública, poseerá la potestad y el deber de
dictar sin limites, la medida cautelar que considere necesaria para asegurar la
efectividad de la sentencia, es decir, en lo que a contratación Pública respecta existe
gracias a la vigencia del Tratado de Libre Comercio un sistema cautelar abierto,
donde tiene cabida cualquier tipo de medidas, incluidas las positivas.
INFLUENCIA DEL NUEVO CÓDIGO PROCESAL CIVIL SOBRE EL SISTEMA
CAUTELAR CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO.
La línea en la que se adscribe nuestro nuevo Código Procesal Civil, consagra
expresamente la potestad cautelar genérica, al disponer en su articulado que podrán
adoptarse en cualquier proceso las medidas cautelares necesarias para asegurar la
efectividad y el cumpliendo de la eventual sentencia que recayera en el proceso,
abriéndose el elenco de medidas cautelares, no limitándose a la suspensión del acto
reclamado.
501
Esta nueva regulación provoca una influencia innegable sobre el sistema Cautelar
Contencioso Administrativo en cuyo ordenamiento de momento solo podemos
encontrar la figura de la suspensión del acto como la única medida Cautelar
regulada. En efecto, no obstante lo mencionado, el Art. 53 de la Ley de la
Jurisdicción Contencioso Administrativo, dispone que son de aplicación, en cuanto
fueran compatibles con la naturaleza de éste proceso, las disposiciones del Código
de Procedimientos Civiles que no contraríen el texto y los principios procesales que
contiene la ley.
La disposición aludida supra, induce inequívocamente a la aplicación de
disposiciones de cualquier tipo que coadyuven a la mejor aplicación y diligencia de la
ley y que ofrezcan una mejor tutela a los particulares.
Lo anterior provoca si duda, la apertura a un sistema de ―numeros apertus‖ respecto
a la tipología medidas cautelares susceptibles de ser adoptadas, de manera que la
suspensión cautelar del acto deja de ser la única posible, pudiéndose adoptar
cuantas medidas aseguren la efectividad de la sentencia.
Lógicamente y como es de esperarse, la suspensión del acto seguirá siendo la
medida cautelar por excelencia, pues dicha medida tiene como finalidad esencial la
de proteger el derecho del recurrente, durante la sustanciación del recurso, en todos
aquellos procedimientos en los que se pretende la anulación del acto, recursos que
en todos los ordenamientos comparados, cuantitativamente son los más numerosos.
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