El derecho a la vida en la Constitución Nacional y algunos intentos

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El derecho a la vida en la Constitución Nacional y algunos intentos de
reforma del Código Penal argentino (*)
[EDCrim, (21/09/2006, nro 11.598)]
Por Strubbia, Mario Santiago
Para tratar el tema del epígrafe, he considerado de medular significación hacer girar las
reflexiones jurídicas primeramente en torno al enriquecimiento que, con relación a
nuestra Carta Magna y al valor angular del "derecho a la vida", se ha producido con la
incorporación de numerosos Tratados y Convenciones Internacionales tal como consta
en el art. 75, inc. 22 de la Constitución Nacional [www.elderecho.com.ar] y, en segundo
término, enunciar, con la mayor concisión y precisión posible, las concretas violaciones
a derechos, principios y garantías constitucionales operadas por la praxis abortista
(específicamente) que se postula facilitar y promover en la Reforma al Código Penal en
ciernes.
Anticipamos, desde ya, que los Anteproyectos de Reformas al Código Penal, tal como
se han difundido ya por distintos "medios de información masiva", son crudamente
inconstitucionales y no deberían atravesar exitosamente un test de "constitucionalidad".
Jerarquía prevalente de los tratados internacionales sobre la Constitución Nacional (y
las leyes del derecho interno) y enfatizada protección del derecho a la vida naciente
postulada en tales documentos
Los diversos Tratados Internacionales aludidos poseen, por virtud del expreso texto
constitucional una "jerarquía superior a las leyes" (art. 75, inc. 22, CN) cuya filosofía
política merece ser conocida, sobretodo hoy en que Jean Rostand, Premio Nobel de
Biología, ha manifestado que Existe un ser humano desde la fecundación del
óvulo…y (por lo tanto), todo aborto es, sin duda, un "pequeño asesinato".
Veamos, seguidamente, el elenco o inventario, suscinto, de dichas Normas
Internacionales que hoy han enriquecido nuestra Constitución Nacional.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (Bogota, 1948),
reconoce que "Todo ser humano tiene derecho a la vida..." (art. I), y declara que: "Toda
mujer en estado de gravidez... así como todo niño, tienen derecho a protección, cuidado
y ayuda especiales" (art. VII) (Nadie podría sostener que "abortar" es proteger a un
niño).
La Declaración Universal de Derechos Humanos, (ONU, 1948), en su art. 3º enfatiza
que "Todo individuo tiene derecho a la vida", y en el art. 25, 1, declara que: "La
maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales" (y que)
Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual
protección social". (Es obvio que legalizar la muerte por vía de aborto no es prestar
"cuidados y asistencia especiales" a un niño).
El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Nueva York,
1966), dispone que: "Se debe conceder especial protección a las madres durante un
período de tiempo razonable antes y después del parto" (y que) "Se deben adoptar
medidas especiales de protección y asistencia en favor de todos los niños y
adolescentes, sin discriminación alguna por razón de filiación o cualquier otra
condición" (art. 10, inc. 2º y 3º). (Esta "igualdad frente a la ley" se vulneraría
autorizando el exterminio impune e inhumanamente discriminatorio de los más débiles
e indefensos, como son los niños ya concebidos).
En su art. 12, 1 se reconoce el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel
posible de salud física y mental, recomendándose a los Estados (art. 12, 2, a) ...La
reducción de la mortinatalidad y de la mortalidad infantil y el sano desarrollo de los
niños, serían postulaciones ilusorias si se convalidara el aborto. ?Cómo se
proporcionaría a un niño por nacer el más alto nivel posible de salud física y mental si
lo eliminaran antes de ver la luz?
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Nueva York, 1966) consagra el
derecho a la vida (como) inherente a la persona humana (art. 6º) y en su art. 7º estatuye
que Nadie será sometido a torturas ni a penas degradantes o tratos crueles, inhumanos o
degradantes (y) En particular nadie será sometido sin su libre consentimiento a
experimentos médicos o científicos.(Sabido es que ningún niño es "oido" antes de su
eliminación y que se ha demostrado que en muchos casos (los niños) experimentan
dolores agónicos y prolongados cuando son asesinados, tanto es así que en Estados
Unidos se han introducido proyectos de ley para exigir a los abortistas que anestesien a
la criatura no nacida antes de darle muerte" (P. Díaz y otros, Valor de la Vida. Cultura
de la Muerte, pág. 123). (Recuérdese que nuestra CN, en su art. 18 postuló "la abolición
para siempre de toda especie de tormento y los azotes").
La Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica)
(1969), reitera que "Toda persona tiene derecho a que se respete su vida... y, en general
a partir del momento de la concepción" (art. 4º), prohibiendo aplicar pena de muerte a
mujeres en estado de gravidez (art. 4º, inc. 5º).?Cómo se respetaría esta cláusula si se
abortaran los niños en el vientre materno después de concebidos y antes de nacer? ¿Por
qué se prohibiría la pena de muerte a una mujer encinta, si en su seno no se albergara a
un niño con derecho a la vida?
La Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura (Cartagena de
Indias, 1985), declara en su Preámbulo que nadie debe ser sometido a tortura ni a penas
o tratos crueles, inhumanos o degradantes (?Qué otro calificativo merecen los modos de
trozar un niño vivo para poder extraerlo, o la de quemarlo con ácidos letales o la de
arrojarlo a un cubo de desperdicios en muchos casos con vida?).
La Convención sobre los Derechos del Niño (ONU, Nueva York, 1989), remarca en su
Preámbulo que "el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y
cuidado especiales, incluso la debida protección legal, antes como después del
nacimiento". Por el art. 6º dicha Convención reconoce que todo niño tiene el derecho
intrínseco a la vida; y el art. 19.1 impone a los Estados el deber de adoptar todas las
medidas legislativas, administrativas... apropiadas para proteger al niño contra toda
forma de perjuicio o abuso físico o mental, (y) ...malos tratos...", consejo radicalmente
marginado si se despenaliza el aborto.
Asumen relevante significado las "Reservas y Declaraciones de la República
Argentina" al ratificar esta Convención, pues advirtió que se debe entender por niño
todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los diez y ocho años de
edad".
A la luz de estos Tratados constitucionalizados, (coherentes con los arts. 29 y 75, inc.
23, CN) cabe expresar grave preocupación ante la despiadada eliminación de niños
inermes, con magnitud de genocidio si fueran ciertas las estadísticas generalmente
invocadas, prácticas peligrosas aun para las madres atendidas en las mejores clínicas,
pues el daño es inherente al procedimiento mismo dada la interrupción intempestiva y
artificial del embarazo (Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, "La Nación",
4-8-94).
Concretas vulneraciones a principios, derechos
y garantías constitucionales
consumadas por la praxis abortiva en la República Argentina
Tanto los derechos a la libertad, a la vida, a la integridad física y a la salud, como a la
intimidad, a la igualdad frente a la ley, a no sufrir tormentos y torturas, a la dignidad, y
a la legítima defensa (incluyendo naturalmente el derecho al "debido proceso"), son
agredidos cruda e innegablemente por la praxis abortiva, con el agravante de que tales
prácticas inmisericordes son infligidas y descargadas sobre la persona de los seres más
inocentes, débiles e indefensos de la Creación.
Ataque al derecho a la libertad
Ya desde el Preámbulo mismo de nuestra Constitución se predica y propicia el deber de
"asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para
todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino".
Para poder ser "libre" (podríamos añadir: dentro de la ley y en el marco de la moral), es
necesario, como conditio sine qua non, "llegar a Ser", de suerte que cuando extinguimos
una vida, mutilamos, en su mismo umbral, la posibilidad de convertirnos (o de convertir
al niño asesinado) en una persona libre, atentando contra la misma substancia de la
República y de su Estado de Derecho, pues el concepto de "Estado" se integra con la
noción de "pueblo" y es obvio que, no puede predicarse la presencia de un "pueblo"
cuando se exterminan las personas que deben integrarlo.
Avasallamiento del "derecho a la vida"
Como lo ha enseñado el preclaro autor padre Domingo Basso, "sin vida no existe el
hombre, ni la libertad ni la dignidad que le garantiza el texto constitucional".
Este "derecho a la vida" si bien no aparecía expresamente en la CN, está y estaba
presupuesto en el art. 33 ("cláusula residual") de la Carta Magna y había estado presente
en numerosos documentos históricos que sería largo enumerar aquí, pero que he citado
en obra: "Aspectos constitucionales del aborto".
El investigador Rodolfo Barra ha rastreado al respecto una porción de la intervención de
Sarmiento en la 3ª Sesión Ordinaria de Asambleas Constituyentes Argentina 1813-1898,
del 15 de abril de 1860, págs. 771 y 772 donde el prócer sanjuanino subrayó que "Todas
las constituciones han repetido esta cláusula como indispensable para comprender en
ella todas aquellas omisiones de los derechos naturales que se hubiesen podido hacer
porque el catálogo de los derechos naturales es inmenso (...) Se entiende también que
todos esos principios establecidos son superiores a la constitución, son superiores a la
soberanía popular; el padre no puede matar al hijo aunque podía entre los romanos".
Coherentemente, y con sumo provecho, debe leerse el muy fundamentado voto del
Ministro de la Corte Suprema de Santa Fe, doctor Rodolfo Vigo, en la causa:
"Insaurralde Mirta, Aborto Provocado, Recurso de Inconstitucionalidad" [ED, 179-191],
expediente CS nº 1105, año 1996, asunto donde el colega del Ministro enunciado,
doctor Jorge Alberto Barraguirre dejó sentado que: "El derecho a la vida es preexistente
a todo, incluso al ordenamiento jurídico ya que el mismo constituye la base para el
nacimiento de todos los demás derechos".
Derecho a la integridad física y a la salud
El eximio experto, comentador y analista profundo y versado de la Declaración de
Derechos del Hombre, Albert Verdoot, dejó establecido en su insigne obra de
repercusión mundial (de permanente consulta en foros judiciales y académicos
internacionales), que: "Aunque sólo algunos países han dado aquí una interpretación
que incluye el derecho a la integridad física –por estar contenida en la noción jurídica de
la seguridad personal– es lícito basarse en el art. 5º que prohíbe los tratos crueles,
inhumanos o degradantes, para incluir el derecho a la integridad física en el conjunto de
la Declaración".
El que fuera Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe,
doctor Decio Ulla, en los fundamentos de su voto en el caso señalado en el párrafo
inmediato precedente destacó que "el derecho a la vida... garantizado por la
Constitución Nacional... es comprensivo del derecho a la salud.
El renombrado civilista Roberto Brebbia, en su obra ya clásica sobre el daño moral,
aventando toda duda sobre los alcances del derecho a la vida y a la seguridad personal,
explicitó que "El derecho a la integridad física es una expresión concreta del anterior
(venía hablando del derecho a la seguridad de las personas), y consiste en la facultad
que tienen las personas de mantener incólume su cuerpo y su salud".
Conforme con los textos transcriptos, he sostenido en mi ensayo ya referenciado más
arriba que "Todo acto extintivo de la vida de un inocente niño en el cobijo materno,
conlleva tormentos, torturas, lesiones mortales, constitutivas del horrendo crimen del
aborto que importan lesión a la integridad física y a la salud, derechos protegidos
evidentemente por la CN y los Tratados Internacionales enracimados ahora en el art. 75,
inc. 22.
Vulneración del "derecho a la intimidad y a la privacidad"
Enseña el ex Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que la enumeración
del art. 1071 bis (donde se enmarcan los ingredientes esenciales del denominado
"derecho a la intimidad", que "La enumeración del artículo no es taxativa sino que
comprende toda forma o modo de intromisión o penetración en la vida privada".
Y abundando en este tema tan "connatural al respeto de la persona humana en su
integridad", nos ilustra el prestigioso jurista doctor Roberto Andorno, al cavilar sobre
dicho "derecho a la intimidad", expresando que: "Si tanto desde el punto de vista
jurídico como biológico, el 'nasciturus' es un ser humano distinto de su madre, mal
puede hablarse del aborto como de un acto "personalísimo de la mujer". En otras
palabras: este acto perjudica a un tercero con lo que la aplicación del art. 19 de la
Constitución Nacional queda automáticamente excluida. Este "tercero" no es
"pertenencia" de la madre... menos aún del Estado. Es una persona que, como tal, no es
propiedad de nadie, ya que sólo se puede ser propietario de las "cosas" y no de las
"personas".
Palmario e impiadoso desconocimiento del derecho a la legítima defensa
En nuestra obra ya nombrada en acápites supra ordinados, hemos sintetizado nuestro
cristalino pensamiento en lo concerniente al desconocimiento salvaje que la praxis del
aborto efectúa del derecho a la legítima defensa. Allí hemos predicado que:
"Evidentemente el aborto trasunta también una violación injustificada y burda a la
legítima defensa del niño incapacitado para llegar a enterarse siquiera de 'cargos' por los
cuales es decapitado e imposibilitado de defenderse y designar abogado que: 1º) Le
asista mediante consejos técnicos; 2º) requiera un 'debido proceso' con todas 'las
garantías judiciales'; y, 3º) Interponga recursos contra la decisión que extermina su
existencia".
He concluido en el sitio indicado que "el asesinato de los niños en el refugio maternal
viola flagrantemente las previsiones del art. 18 de la CN y, singularmente, las pautas
que hacen a un "debido proceso", así como el copioso y tupido haz de las "garantías
judiciales" congregadas en el art. 8º del Pacto de San José de Costa Rica (incorporado
ahora a nuestra CN)",estudiando individualizada y prolijamente los requerimientos del
pto. 8,2, incs. a, b, c, d, e, f, g, h, del referido Pacto de San José de Costa Rica.
Un poco más abajo –y me parece substancial enfatizarlo y reiterarlo en este momento–
he coronado estas conclusiones sobre el avasallamiento del derecho de legítima defensa
por la praxis abortiva, aseverando que: "Es de una evidencia resplandeciente que el niño
eliminado en el seno maternal está imposibilitado, física y jurídicamente, de ejercer
todos y cada uno de los derechos que la Constitución Nacional y la Convención
Americana mencionada acuerdan a 'toda persona' (literalmente), y, por tanto, a todos y
cada uno de los pequeños ultimados con medios y modos aborrecibles en un recinto que
debiera ser sagrado e inabordable para fines tan ominosos, como es el ámbito de
gestación materno".
He demostrado en mi obra que: "El art. 18 de la Constitución Nacional se vulneraría en
caso de falta de audiencia...) puesto que el correcto ejercicio de la legítima defensa
implica que el litigante debe ser oído y encontrarse en condiciones de ejercer sus
derechos en la forma y con las solemnidades que establecen las leyes procesales",
condiciones y solemnidades que, es evidente, no se congregan cuando se ajusticia a un
niñito en el útero.
Desconocimiento del "derecho a la igualdad ante la ley"
Es obvio que el aborto avasalla el derecho a la igualdad previsto en el art. 16 de la CN
pues tanto la madre como el ser concebido y existente en su seno deben gozar de los
mismos derechos de la "persona", resultando odioso e inaceptablemente discriminatorio
interpretar que la eliminación de un niño es un "mal menor" frente al calificativo de
"mal mayor" usado para absolver a la progenitora abortante por quienes postulan la
despenalización de práctica tan ominosa y feroz.
"De la misma forma se contraría el principio de igualdad ante la ley cuando se eliminan
cigotos de probeta (personas no nacidas en etapa de desarrollo inicial), a quienes se les
da un trato discriminatorio respecto de los ya nacidos. He aquí concretamente una
prerrogativa dada por la circunstancia del nacimiento vedada por la Constitución"(1).
En lo concerniente a esta "igualdad esencial" entre las personas se ha escrito con
eximia brillantez que: "Cada ser humano inocente es absolutamente igual a todos los
demás en el derecho a la vida. Esta igualdad es la base de toda auténtica relación social
que, para ser verdadera, debe fundarse sobre la verdad y la justicia, reconociendo y
tutelando a cada hombre y a cada mujer como persona y no como una cosa de la que se
puede disponer. Ante la norma moral que prohíbe la eliminación directa de un ser
humano inocente "no hay privilegios ni excepciones para nadie". No hay ninguna
diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los miserables de la tierra: ante
las exigencias morales somos todos absolutamente iguales".
Marginación inconstitucional del derecho a gozar de la garantía protectora del
"derecho a la igualdad real de oportunidades"
Por otra parte, la violación al derecho de "igualdad" se patentiza nítidamente al
confrontar la extinción de la vida del niño a través del aborto, con la cláusula de la
actual CN (art. 75, inc. 23, 1ª parte) donde se dispone que: "(El Congreso) deberá
"Legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de
oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos en esta
Constitución y por los tratados internacionales sobre derechos humanos vigentes, en
particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con
discapacidad".
La Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en su art. 7º, ha puesto bien en
claro que: "Todos somos iguales ante la ley, y tienen, sin distinción, derecho a igual
protección contra toda discriminación que infrinja esta declaración y contra toda
provocación a tal discriminación".
No obstante la brevedad que he deseado otorgar a estas meditaciones, no me resisto a
citar textualmente el tramo final del citado art. 7º de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, donde se expresa que: "Todos tienen derecho a igual protección
contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal
discriminación", dado que tal jerarquizada admonición convoca a una densa reflexión
en torno a la siguiente cuestión:
¿Constituyen las prédicas abortistas una "provocación ilegítima” (inconstitucional y
violatoria de substanciales derechos humanos) a la terrorífica extinción de la vida de los
niños anidados en el seno materno, cuya eliminación discriminatoria se postula
aprovechando la incapacidad esencial de tales inocentes seres por causa de su poca edad
para defenderse y expresarse y aun para clamar clemencia?
Convendría, asimismo, abocarse en este hito de la temática abordada, al examen del art.
1º de la ley 23.592 [EDLA, 1988-114] (BO, 5-9-88), que prohíbe los actos
discriminatorios, particularmente "los actos u omisiones discriminatorios determinados
por motivos tales como... condición social o caracteres físicos".
Atropello flagrante al derecho a no sufrir tormentos ni torturas
He efectuado en renglones precedentes una rápida mención al derecho a no sufrir
tormentos, que, como es sabido, son aplicados a los niños en el rescoldo maternal cada
vez que son abortados con procedimientos horrendos –muchos de ellos merecedores de
calificativos tales como "terroríficos", aterradores", truculentos" y "escalofriantes"–
destinados a darle muerte.
La Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura ha determinado en
qué casos determinados actos configuran "tortura", y así se ha escrito que: "La tortura
constituye una ofensa a la dignidad humana y una negación de los principios
consagrados en la Carta de la Organización de los Estados Americanos y en la Carta de
las Naciones Unidas. Es de tal gravedad que ha sido considerada como un crimen en
contra de la humanidad"(2), Repertorio de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, págs. 234/235.
El hecho de que una mujer, se niegue a sacrificarse, a mortificarse, a sufrir molestias o a
inmolarse por sobrellevar durante nueve meses un "embarazo no deseado", de ningún
modo justifica inmolar a través de una muerte horrenda a una persona a nadie
comparable por su debilidad, inocencia e inhabilidad para defenderse.
Estos actos de tormento (prohibidos definitivamente en el art. 18, CN) no se sanean ni
purgan mediante la intervención de "médicos en las sesiones de tortura", como enseñan
los autores recien anotados, en la pág. 235 de la obra indicada.
Acerca de la que podríamos calificar como humanista legislación de nuestra Carta
Magna, prohibiendo los tormentos, se ha redactado acertadamente que: "Los tormentos
y azotes que proscribió la Constitución de 1853 fueron detalladamente previstos en
legislaciones anteriores y constituyeron una práctica judicial corriente universalmente
no por uno sino por muchísimos siglos"(3).
Entre algunos de los ejemplos de torturas sindican los tratadistas señalados, a la
"violación", a una "prolongada incomunicación" y todo acto a través de los cuales se
inflijan a una persona penas y sufrimientos físicos y mentales.
La descripción, aun escueta, de las prácticas abortivas, muestra y demuestra,
elocuentemente, la innegable calidad torturante y la condición de "tormento" con que se
embadurnan los actos destinados a matar a una persona en el vientre materno
(trozamiento sangriento del niño, reducción craneal para poder extraerlo del vientre
maternal con succión del contenido intercraneano, infiltración de productos químicos
letales para el feto que muere quemado, etc.).
El Convenio para la Protección de los Derechos del Hombre y de las Libertades
Fundamentales elaborado por los Gobiernos Signatarios Miembros del Consejo de
Europa ha normado al respecto de la tortura: Título I, art. 3: "Nadie puede ser sometido
a tortura ni a penas o tratamientos inhumanos o degradantes"(4).
La tortura ha sido abolida (entre otros documentos) en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, San José de Costa Rica, (22-11-69), en su art. 5º, incs. 1º y 2º; por
la Convención sobre los Derechos del Niño, Naciones Unidas, 20-11-89, art. 39; en el
art. 5º de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre.
Considero de suma utilidad, a los fines de este ensayo, referir que un magistral experto
en Derecho Internacional Público(5), en sus Conclusiones (derramadas al escudriñar los
antecedentes del artículo pertinente de la Declaración Universal de Derechos Humanos)
sobre la disposición prohibitiva de la tortura, pena o tratos crueles, inhumanos o
degradantes, ha expresado que: "Teniendo en cuenta las discusiones preparatorias este
artículo puede entenderse así: Nadie será sometido en ningún caso, aun siendo culpable
de crimen a penas o prácticas crueles que, aun no siendo torturas en el sentido corriente
de la palabra, no dejan de ser en todo caso inhumanas, como lo fueron por ejemplo las
experiencias médicas realizadas sin consentimiento de los pacientes, en los campos
nazis". Es preciso reconocer que las palabras de este artículo no han sido, como tales, el
objeto de la discusión. Conviene, pues entenderlas en los amplios límites del sentido
común".
Creo que el redactor de estas Conclusiones, de haber sido interrogado en lo que
concierne a los actos propios de prácticas abortivas sobre los niños débiles, indefensos e
inocentes, a quienes nadie jamás les requirió (ni podría haberlo hecho) consentimiento
de índole alguna, no habría hesitado un instante en considerar que dichos actos y
prácticas exterminantes de la vida y existencia de tales infantes constituían y
constituyen verdaderos ejemplos de abominables tormentos y no menos vituperables
torturas, o tratos inhumanos, crueles y degradantes.
Despejando y ahuyentando las sombras de toda dubitación sobre el alcance y
proyección del término "tortura", se ha enseñado en el trabajo del Instituto de
Investigaciones "Ambrosio L. Gioja" de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires, que suscriben los estudiosos Hortensia Gutiérrez Posse, que: "El respeto
a la integridad física, psíquica y moral y de la identidad de las personas, constituyen el
corolario del derecho a disponer de su propio cuerpo; ellos son consecuencia del
reconocimiento de la dignidad del individuo".
"La noción de tratos crueles o inhumanos se refiere a aquellos que voluntariamente
provocan graves sufrimientos mentales o psíquicos sin justificativo alguno. El
tratamiento dado a un individuo puede ser degradante si se lo humilla groseramente ante
otros o se lo impulsa a actuar contra su voluntad o su conciencia... En estos casos es
lamentable verificar, en ocasiones, la intervención o participación de los médicos"(6).
Es obvio de toda obviedad que la despenalización del aborto (eufemismo grotesco
tendente a "camouflar" con subterfugios digno de mejores causas, la "legalización" del
crimen del aborto), importaría franquear inconstitucionalmente las compuertas hacia la
comisión de las torturas y tormentos con que (aun mediante el recurso nada sutil de
anestesias) se extinguen las existencias de los niños en el seno materno.
Desconocimiento de la dignidad de la persona
Una de las más acreditadas plumas del Derecho Constitucional en la Argentina(7), en
su denso e innovador estudio sobre el "orden de prelación de los derechos", ha definido
el "derecho a la dignidad" como "el derecho que tiene todo hombre a ser respetado
como tal, es decir, como ser humano y con todos los atributos de su humanidad",
añadiendo que en el sentido restrictivo con que utiliza el aludido concepto, el "derecho a
la dignidad" también puede ser definido como el que tiene todo hombre a ser
considerado como un fin en sí mismo, y no como un medio o instrumento de los otros
hombres.
Un poco después del párrafo antepuesto, el versado tratadista propone al "derecho a la
dignidad humana" para ser ubicado al tope de una "escala de derechos", sosteniendo
que, acorde con los "axiomas" elaborados en su ya mencionada obra, "debemos
reconocer que el derecho a la dignidad tiene un rango superior al derecho a la vida"
(ilustrando su pensamiento con los versos del Himno Nacional donde reza: "Coronados
de gloria vivamos o juremos con gloria morir". Quienes posean "oídos habituados a
prédicas de índole evangélica", quizás hallen en las palabras transcriptas alguna
resonancia con las admoniciones de Jesús acerca de que "Quién quiere ganar su vida la
perderá, y el que se anime a perderla la ganará".
Es evidente que el agudo tratadista de Derecho Constitucional que termino de citar está
conduciendo los razonamientos hacia un punto semejante al que ya había señalado en su
profunda obra el Profesor de la Facultad Católica de Toulouse René Coste(8), quien
llegó a resumir con singular belleza literaria y hondura filosófica que: "Para una
comunidad política, como para todo ser humano, vale más perder la vida que las razones
para vivir. Non propter vitam vitae perdere causas. ?Qué objeto tiene pretender ser los
campeones de la civilización si se recurre a la misma barbarie que el adversario?
La dignidad de la persona, dentro de un orden objetivo de valores, condujo el 10 de
diciembre de 1948, en París, a que la Asamblea General de las Naciones Unidas,
aprobara y proclamara la "Declaración Universal de los Derechos del Hombre",
documento éste que instituye como "base de la libertad, de la justicia y de la ley,
precisamente: el reconocimiento de la dignidad intrínseca... "en todos los miembros de
la familia humana".
Concretamente, y en lo que interesa al desarrollo que me ocupa, es obligado deber de
lógica afirmar que si en un ordenamiento jerárquico de derechos, la "dignidad humana"
consistente en que el hombre debe ser considerado como "un fin" y "no como un medio
o instrumento de los otros hombres", está en la cumbre de tales escalas, ningún niño en
el vientre de su madre podría ser succionado, trozado, o guillotinado (ni antes ni,
obviamente, tampoco después de nacer), como medio para pseudo satisfacer otros
supuestos derechos de otras personas distintas a él.
Restaría adicionar que, según el pensamiento del constitucionalista que acabo de
acoplar, el sentido de la "dignidad de la persona" se halla reconocido en nuestra CN en
numerosos lugares, a saber: las condiciones dignas de labor (art. 14 bis), la prohibición
de la esclavitud y de las servidumbres personales (art. 15), ciertas garantías individuales
(art. 18) y el derecho a la intimidad (art. 19).
No hace falta un extenso desarrollo del tema puesto sobre el tapete para comprender
que el aborto lacera inadmisiblemente el derecho a la dignidad de la persona, (además
de su intrínseco derecho a la libertad, y otros derechos y garantías constitucionales,
como hemos manifestado anteriormente) singularmente del niño asesinado.
De todos modos, es útil memorar que por el artículo 1 de la Declaración Universal de
Derechos del Hombre, Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y,
dotados como están de dignidad y conciencia, deben comportarse fraternalmente los
unos con los otros" y que la Conclusión del Profesor(9), al sintetizar los diálogos
mantenidos (en derredor del citado primer artículo) cuando se pergeñaron las
redacciones primitivas, luego aceptadas en Naciones Unidas por 45 votos a favor y 9
abstenciones remarcó que: "Las palabras 'libre', 'dignidad', 'razón' que no fueron en
cuanto tales, objeto de discusiones durante los trabajos preparatorios, hay que
entenderlas en los límites –ciertamente– del sentido común".
Delante de esta Conclusión (y de todas las demás que armónicamente la anteceden),
cuadra interrogarse: ?A quién puede caberle duda alguna de que el homicidio
gravemente cobarde, alevoso e innoble de un niño en el vientre materno configura un
patente atentado a la dignidad de la persona exterminada?
A su turno, la Convención Americana sobre Derechos Humanos alude a la dignidad de
todas las personas, entre otras cláusulas, en la n. 5, inc. 2º, en la n. 6, inc. 2º; la
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer,
(Naciones Unidas, 18-12-79) en Proemio párr. 2º; la Convención sobre los Derechos del
Niño, (Naciones Unidas, 20-11-89), en su art. 40 (entre otros lugares).
Recalando el malogrado y prestigioso constitucionalista ya citado(10) en la temática
vinculada a los ligamentos conceptuales existentes entre "dignidad de la persona" y
"democracia", nos ilustra del siguiente modo:
"Sentado que la ciencia política no puede ser neutral, aséptica ni indiferente ante el
problema de qué es o quién es el hombre, y acogido el principio de que es una persona o
un todo sustancial alrededor de cuyo ser giran las realidades accidentales –entre ellas, el
Estado–, viene la admisión de que la persona humana inviste una dignidad propia y
connatural. Este parece ser el punto de vista central en torno del cual es menester
coincidir en toda la ideología práctica democrática, cualesquiera sean las ideologías
especulativas que –cada cual con su propia explicación filosófica– sirvan de
fundamento a la misma ideología práctica. Es, entonces en el principio del "hombrepersona" con dignidad propia donde la ideología democrática asienta su primera base
imprescindible".
Y continúa la lección del distinguido tratadista, del siguiente modo: "Otras ideologías
especulativas proporcionarán razones disímiles, pero podrán coincidir en una ideología
práctica común: la que predica que el valor personalidad hace del hombre-persona, con
dignidad propia, el elemento primario, origen y fin de la comunidad política y, por ende,
de la democracia.
"Ahora puede resultar más accesible la aproximación primera a la noción de democracia
como régimen o sistema que se funda en el respeto a la dignidad de la persona humana,
y que defiende y promueve su libertad y sus derechos. Así, arrancando de la persona
con una imagen coherente y totalizadora, se puede dominar todo el horizonte político de
la democracia y de los valores que le son indispensables. El valor personalidad se
localiza en el centro, y en función de él se acoplan periféricamente todos los demás(11).
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha concluido que: "Ninguna actividad
del Estado puede fundarse sobre el desprecio a la dignidad humana"(12).
A la luz de este enfoque trascendente, jurídica y filosóficamente, no puedo sino
anticipar la conclusión de que todo atentado injustificado a la vida de una "persona", sea
fuera o dentro del cobijo materno, sobretodo cuando se perpetra contra la persona
inmaculadamente inocente e incontestablemente débil e indefenso como es el caso de un
niño "en gestación" hiere la "dignidad" del ser humano y la concepción, vigencia y
desenvolvimiento de la democracia así como la vertebración y consolidación del
llamado Estado de Derecho que jamás podría edificarse sobre procedimientos inicuos,
ferozmente crueles e inmisericordes nada menos que para la "vida naciente", la más
débil e inerme entre los seres de la Creación.
Conclusión
Pienso que todas las Reformas programadas al Código Penal Argentino que traten de
socavar el respeto a la vida de los seres más puros e indefensos de la Creación,
mediante permisiones abortivas que, en su fondo constituyen crímenes abominables, no
sólo son ilegítimos y antinaturales, sino genuinamente inconstitucionales y atentatorios
de la paz mundial, como lo ha anunciado y advertido la Madre Teresa de Calcuta,
Premio Nobel de la Paz, al proclamar que: "Si aceptáramos que una madre puede matar
a su propio hijo, ?cómo podemos decirle a otra gente que no se maten unos a otros?"
(discurso de la Madre Teresa de Calcuta, delante del Presidente de Estados Unidos, Bill
Clinton, en una Jornada Nacional de Oración, año 1994). En el mismo Discurso fecha y
oportunidad la Madre Teresa de Calcuta advirtió que "La amenaza más grande que sufre
la paz hoy en día es el aborto, (porque) El país que acepta el aborto no está enseñando a
su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que quiere".
¿"Despenalización" del aborto o "Despenación" de inocentes?
La despenalización del aborto es en realidad (de prosperar) una real "despenación" de
los seres más débiles, inocentes e indefensos de la Creación, un atentado contra la
"cultura de la vida", un atentado a la dignidad de la persona y un retroceso en la lucha
mundial por los derechos humanos, lesiva de los principios constitucionales hoy
enriquecidos con los Tratados Internacionales incorporados a nuestra Carta Magna.
Es de esperar que (de arribar los Anteproyectos inconstitucionales de Reforma al
Código Penal a la cúspide del Poder Judicial) nuestra Corte Suprema se convierta en un
baluarte insuperable por esta marea viscosa que agita las aguas oscurecidas por la
"cultura de la muerte".
Compaginando los enfoques legales que preceden estas consideraciones, me parece
importante proponer al lector unos pocos y muy suscintos corolarios, a saber:
1) Toda propuesta abortista deberá se rechazada, in limine, en la medida y grado en que
el plexo y la red de Tratados Internacionales acumulados ahora a nuestra Constitución
Nacional, si bien "no son la Constitución", "valen como la Constitución" (a la que han
venido a robustecer en la defensa de un derecho humano sustancial) y deben ser
respetados, teniendo presente que en virtud del art. 75, inc. 22 de dicha Carta Magna
"Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes".
2) De ser aprobada en el Congreso alguna propuesta abortista por extralimitación del
Poder Legislativo, habrá de plantearse la inconstitucionalidad de tal ley por embestir
contra el texto expreso de la Constitución Nacional; (Como ha enseñado el brillante
maestro del Derecho Constitucional ya recordado anteriormente: "La Convención de
Viena sobre Derecho de los Tratados sienta en su art. 27 un principio internacional
genérico: ningún Estado que se hace parte en un Tratado puede incumplirlo invocando
su derecho interno...". "Ello quiere decir que, de cara al derecho internacional, el
derecho interno divergente no excusa. O, lo que es lo mismo, que de cara al Derecho
Internacional, los tratados prevalecen sobre todo derecho interno"(13).
3) En el caso o supuesto de que, agotadas las vías ordinarias, el "caso" arribara a la
Corte Suprema y esta última Instancia en el país convalidara normas abortistas, habrían
de plantearse los recursos pertinentes ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos a fin de poder penetrar en la Corte Interamericana de Derechos Humanos
usufructuando de todas las normas de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) que hoy autorizan tales precedimientos
(art. 33, hasta el 73, especialmente el art. 44 donde se dispone que: "Cualquier persona o
grupo de personas, o entidad no gubernamental legalmente reconocida, puede presentar
a la Comisión peticiones que contengan denuncias o quejas de violación de esta
Convención; y art. 46 que estipula que: "Para que una petición o comunicación
presentada conforme a los arts. 44 o 45 sea admitida por la Comisión, se requerirá: a)
Que se hayan interpuesto y agotados los recursos de jurisdicción interna, conforme a los
principios del derecho internacional generalmente reconocidos"; b) Que sea presentada
dentro del plazo de seis meses, a partir de la fecha en que el presunto lesionado en sus
derechos haya sido notificado de la decisión definitiva...
4) Todo ello sin perjuicio de intentar, dentro de todos los marcos legales, un juicio
político a los señores Ministros de la Corte Suprema que se hayan apartado, con su
Fallo convalidante de normas proaborto de las normas hoy vigentes en el país
vigorizadas en la defensa de la vida naciente en razón de la Reforma de la CN de 1994,
"derecho a la vida" consolidado y nutrido ahora (sobreabundantemente) por los
numerosos Tratados Internacionales ya enunciados y comentados en la forma,
substancia y modo que he tratado de detalla e inventariar en el aporte que se me ha
solicitado.
5) En todos los estudios, exégesis legales, comentarios e interpretaciones vinculadas a
la temática del aborto, además de todo lo expuesto desde el punto de mira
constitucional, habrá de prestarse especial y solícita atención a lo dispuesto en el art. 2º
y concordantes de la reciente Ley Nacional 26.061 [EDLA 2005, Bol. 20-5], sobre
"Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Ninños y Adolescentes" promulgada
(de hecho) el 28-10-05, cláusulas donde expresamente se manifiesta que: "Art. 2º.
Aplicación obligatoria: La Convención sobre los Derechos del Niño es de aplicación
obligatoria en las condiciones de su vigencia, en todo acto, decisión o medida
administrativa, judicial o de cualquier naturaleza que se adopte respecto de las personas
hasta los dieciocho años de edad. Las niñas, niños o adolescentes tienen derecho a ser
oídos y atendidos cualquiera sea la forma en que se manifiesten, en todos los ámbitos.
Los derechos y las garantías de los sujetos de esta ley son de orden público,
irrenunciables, interdependientes, indisibles e intransigibles. La Convención sobre los
Derechos del Niño declara: el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita
protección y cuidados especiales, tanto antes como después de su nacimiento,
estatuyendo que en todas las medidas... se atenderá al interés superior del niño; que los
Estados garantizarán... la supervivencia y el desarrollo del niño y que los Estados
deberán asegurar la atención sanitaria prenatal y postnatal apropiada a las madres", texto
que implica, notoria y notablemente, una impronta iusfilosófica categórica e innegable
no abortista pues no se concibe cómo pueda conciliarse el mandato legal al Estado de
brindar "protección legal, tanto antes, como después de su nacimiento" y garantizando
la "supervivencia y el desarrollo del niño" así como la atención sanitaria prenatal y
postnatal apropiada a las madres" con la promoción de la extinción , ¡para colmo!
legalizada (que eso es lo que encubre la expresión "despenalización"), del niño en el
seno de la madre embarazada.
* - Nota de Redacción: Sobre el tema ver además los siguientes trabajos publicados El
Derecho Política Criminal (sobre aborto), del 30 de diciembre de 2004 y 8 de
septiembre de 2005.
1 - Basso Domingo, y otros, Problemas éticos que plantean las Técnicas que actúan
sobre la Reproducción Humana, San Pablo, 1995, pág. 229.
2 - Fappiano, Oscar L. y Loayza T, Carolina
3 - Oteiza, Eduardo, La Corte Suprema, entre la justicia sin política y la política sin
justicia, Buenos Aires, Librería Editora Platense, 1994, pág. 176.
4 - Maskin, Héctor, El Sistema Europeo de Derechos Humanos, Eudeba, pág. 28.
5 - Verdoot, Albert, en Declaración Universal de los Derechos del Hombre, pág. 105.
6 - Hortensia D. T. y Gutiérrez Posse, Los Derechos Humanos..., págs. 87/88.
7 - Ekmekdjian, Miguel Ángel, Tratado de Derecho Constitucional, arts. 1º a 14,
Depalma, 1993, t. 1, pág. 482.
8 - René Coste, Las Comunidades Políticas, Barcelona, España, 1971, págs. 79/80.
9 - Verdoot Verdoot, Albert, Declaración Universal de Derechos Humanos, pág. 83.
10 - Bidart Campos, Germán J., Los Valores de la Democracia Argentina, Eudeba,
1983, pág. 34.
11 - Ídem, pág. 39.
12 - Wlasic, Juan Carlos, Convención Americana sobre Derechos Humanos, Anotada y
concordada con la Jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
Editorial Juris, 1998, pág. 66.
13 - Mario Strubbia, Aspectos constitucionales del aborto, Rosario, Nova Tesis, 2006,
pág. 237, 238 y sigs.
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