Comunicación Chrysallis II Encuentros

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II Encuentro Nacional de Familias de Menores Transexuales. Chrysallis
18 de octubre de 2014
El Derecho y los menores transexuales: situación actual y medidas
para garantizar el respeto a sus derechos fundamentales∗
Javier Maldonado Molina
Vocal Junta Directiva de Chrysallis
Sumario: 1. El “paternalismo” de los poderes públicos en asuntos relativos a los menores
transexuales: injerencias y omisiones. 2. La recomposición del “ser” jurídico y personal del menor
transexual. 3. Los menores transexuales en el ámbito registral. 3.1. La rectificación de la mención
registral relativa al sexo. 3.2. El cambio del nombre. 4. Los menores transexuales en el ámbito
educativo. 5. Los menores transexuales en el ámbito sanitario
1. El “paternalismo” de los poderes públicos en asuntos relativos a los menores transexuales:
injerencias y omisiones
Los menores transexuales vienen siendo víctimas de varias injusticias en el ámbito legal,
derivadas en esencia de unos poderes públicos que ejercen un “paternalismo” mal entendido,
sumado a un importante grado de ignorancia (cuando no de otros prejuicios) hacia el
fenómeno de la transexualidad por parte de esos mismos poderes públicos que han de velar
por el interés superior del menor, conforme a la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de
protección jurídica del menor (art. 11.2), en la que se establece que en su aplicación primará el
interés superior de los menores sobre cualquier otro interés legítimo que pudiera concurrir (art.
2). Sin embargo, ese “paternalismo” mal entendido propicia que si la injerencia de los poderes
públicos en los asuntos relativos (1) al libre desarrollo de la personalidad y (2) a la vida privada
de las personas transexuales mayores de edad ya es excesiva, cuando se trata de transexuales
menores de edad se incremente aún más; y paradójicamente, ese paternalismo se traduce en
una desprotección, al apenas preverse medidas específicas para conseguir la efectividad de los
derechos fundamentales de los menores transexuales.
En este foro no hay que recordar que conforme a la doctrina del Tribunal Supremo y del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos1, existen varios derechos fundamentales que pueden
∗
Este trabajo coincide con la Comunicación presentada en nombre Chrysallis por Natalia Aventín y Javier
Maldonado, a los XXVI ENCUENTROS ESTATALES LGTB, a celebrar en Gandía los días 14-16 de noviembre de 2014,
con el título “Situación legal de los menores transexuales en España”.
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verse vulnerados según el tratamiento que den los poderes públicos a las personas
transexuales: el respeto a la dignidad humana y el derecho al libre desarrollo de la
personalidad, y el derecho al respeto de la vida privada y familiar. Es indiscutible que todos los
menores (también los transexuales) son titulares de esos derechos fundamentales recogidos en
la Constitución y en la Convención Europea de los Derechos Humanos, entre otros textos
legales. Veamos ambos derechos por separado, analizando en qué medida los poderes públicos
pueden interferir en ellos.
1.- El derecho al libre desarrollo de la personalidad es la libertad que tiene todo ser
humano a ser “cada uno”, la facultad inherente a toda persona a ser individualmente como
quiere ser, sin coacción, ni injerencias injustificadas, impedimentos o menoscabos por parte de
los poderes públicos. Dicho de otro modo, es el derecho que tiene cada persona a desarrollar
su personalidad de manera libre, como quiera. Y cuando se trata de menores, ese derecho
supone que es el propio menor quien debe decidir cómo quiere ser: ni el Estado, ni siquiera sus
padres, pueden decidir por él. Por ello según tiene declarado el Tribunal Supremo, por un lado
“el componente axiológico que anida en la tutela del interés superior del menor viene
íntimamente ligado al libre desarrollo de su personalidad, de suerte que el interés del menor en
decidir sobre su futuro (…) constituye una clara manifestación o presupuesto del desarrollo de
su libre personalidad que no puede verse impedida o menoscabada”; y por otro lado, se trata de
un ámbito en el no cabe la representación por parte de los padres: “el poder de representación
que ostentan los padres, que nace de la ley y que sirve al interés superior del menor, no puede
extenderse a aquellos ámbitos que supongan una manifestación o presupuesto del desarrollo de
la libre personalidad del menor y que puedan realizarse por él mismo”2. Por consiguiente, a los
menores transexuales, ni los poderes públicos ni sus padres pueden obligarles a manifestarse y
conducirse conforme a un género que no se corresponde con su sexo neuropsicológico. El
interés superior de los menores transexuales, al que deben atender los poderes públicos,
consiste precisamente en que se respete y se haga posible su deseo de desarrollarse durante su
infancia y adolescencia conforme al sexo sentido como propio.
1
En cuanto al Tribunal Supremo, destaca la importante sentencia núm. 929/2007, de 17 septiembre
(RJ\2007\4968), dictada por el Pleno de la Sala de lo Civil, y las que la siguieron, como las de 28 de febrero de 2008
(RJ 2008, 2932), de 6 de marzo de 2008 (RJ 2008, 4039), de 18 de julio de 2008 (RJ 2008, 4484), de 6 de
septiembre de 2008 y de 22 junio de 2009 (RJ\2009\3408). Y respecto al Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
cabe citar por ejemplo su sentencia de 11 septiembre 2007 (TEDH\2007\56).
2
TS (Sala de lo Civil, Sección 1ª), Sentencia num. 26/2013 de 5 febrero (RJ\2013\928).
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2.- El artículo 8 del Convenio de Roma3 impone el respeto a la vida privada y familiar, y
prohíbe la injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de este derecho, salvo que esté
previsto en la ley y constituya una medida necesaria para proteger determinados bienes o
valores, entre los que no hay ninguno que afecte específicamente a los menores transexuales. Y
en similar sentido, la Convención sobre los Derechos del Niño establece que “Ningún niño será
objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada” (art. 16). La injerencia del Estado
o de las Comunidades Autónomas en materias relacionadas con la identidad sexual, y que por
tanto al derecho al respeto de la vida privada y familiar, debe ser excepcional. Como advierte el
artículo 8 de la Convención, sólo se admite tal injerencia cuando “sea necesaria para la
seguridad nacional, la seguridad pública, el bienestar económico del país, la defensa del orden y
la prevención de las infracciones penales, la protección de la salud o de la moral, o la protección
de los derechos y las libertades de terceros”. ¿Acaso afecta a la seguridad de un país, a su
economía o perjudica a alguien que una persona (sea mayor o menor de edad) pretenda ser
tratada legalmente conforme se siente?.
Esos bienes o valores que relaciona el Convenio de Roma ni siquiera amparan que los poderes
públicos impidan la rectificación del género que consta en el Registro Civil. Al respecto, el
Tribunal Supremo (Sala de lo Civil, Sección Pleno), en su conocida sentencia de 17 septiembre
de 2007, advirtió que “la concepción del sexo como estado civil se debilita, y abundan ya los
tratamientos científicos de la cuestión en los que se sostiene que el sexo no es un estado civil,
sin perjuicio de señalar la relevancia jurídica que todavía tiene. Desde esta perspectiva, sobre
todo teniendo en cuenta la última legislación, no podría ampararse en la determinación del sexo
por razón de la aplicación de los caracteres del estado civil (orden público, inoperatividad,
indisponibilidad, peculiaridades procesales) una respuesta negativa a la cuestión que nos ocupa
ni cabría ver en la acción de modificación una «acción de estado», en sentido propio, por más
que el sexo forme parte de la identificación de la persona, conste en el Registro civil (donde no
3
El artículo 8 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales, titulado “Derecho al respeto de la vida privada y familiar”, tras afirmar que “Toda persona tiene
derecho al respeto de su vida privada y familiar”, advierte que “No podrá haber injerencia de la autoridad pública
en el ejercicio de este derecho salvo cuando esta injerencia esté prevista por la ley y constituya una medida que, en
una sociedad democrática, sea necesaria para la seguridad nacional, la seguridad pública, el bienestar económico
del país, la defensa del orden y la prevención de las infracciones penales, la protección de la salud o de la moral, o
la protección de los derechos y las libertades de terceros”.
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sólo se inscriben estados civiles) y las acciones dirigidas a la modificación o a la rectificación
adquieren ciertas peculiaridades” (FD 4º). Acerca de esas posibles injerencias externas por
parte de los poderes públicos, la misma jurisprudencia del Tribunal Supremo tiene declarado
que “hay que reconocer al individuo que sufre la patología denominada "disforia de género", la
facultad de conformar su identidad sexual de acuerdo con sus sentimientos profundos, con sus
convicciones de pertenecer a otro sexo, pues de otro modo ni se protege su integridad, ni se le
concede la protección a la salud, ni se trata adecuadamente el derecho a la imagen y a la
intimidad familiar. Se trata, en una palabra, de dejar que el libre desarrollo de la personalidad
se proyecte en su imagen y se desarrolle dentro de un ámbito de privacidad, sin invasiones ni
injerencias” (FD 4º de la citada sentencia de 17 septiembre de 2007). Como se ve, no se
excepciona de todos esos derechos fundamentales a los menores transexuales, ni se amparan
las injerencias por el hecho de que la persona sea menor de edad.
Por todo lo expuesto, desde la asociación Chrysallis exigimos a los poderes públicos que hagan
posible el respeto a la dignidad de los menores transexuales, que se arbitren las medidas
necesarias para que puedan desarrollar libremente su personalidad durante su infancia y
pubertad conforme al sexo sentido como propio, y que se garantice igualmente su derecho al
respeto a su vida privada, tanto por la sociedad como por los mismos poderes públicos. En esa
línea, trabajamos para que los poderes públicos (y el resto de la sociedad) comprendan que el
interés superior de los menores transexuales no debe suponer “no intervenir”, porque eso es
precisamente lo que puede causar daños a los menores transexuales. En los casos de
transexualidad no cabe la no intervención. El no arbitrar las medidas precisas para permitir que
el menor pueda desarrollarse en su entorno y en todos los ámbitos (particularmente el
registral, el educativo y el sanitario) conforme a su género cerebral, perjudica su derecho a
desarrollarse en lo personal de manera libre: le hace interiorizar una vergüenza que no debería
sentir, y con ello aprende a disimular y vivir una infancia y adolescencia que no se corresponde
con su identidad sexual. Y es evidente que todos tenemos solo una infancia y adolescencia, y
además que se trata de un periodo de la vida determinante para cualquier persona.
2. La recomposición del “ser” jurídico y personal del menor transexual
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En estos Encuentros no es preciso recordar que los menores transexuales son niños o niñas que
al nacer son sexados atendiendo a sus genitales, como el resto de recién nacidos, pero que
pertenecen a una minoría en los que esa sexación resulta errónea por no coincidir con la que
deriva del sexo neuropsicológico que se formó durante su gestación.
Esa discordancia entre sexo neuropsicológico (que determina la identidad sexual) y el sexo
genital, conlleva que desde el nacimiento la inscripción registral se haya realizado también
erróneamente en cuanto al nombre y al género, lo que genera en los menores una auténtica
situación de desconcierto durante sus primeros años de vida, hasta que de una u otra forma,
empiezan a dar señales que nos permiten advertir cuál es su identidad sexual. Hasta que se
detecta esta situación, su desarrollo de la personalidad como niños y niñas se ha visto coartado:
en mayor o menor medida no ha sido libre. Si a partir de entonces (es decir, desde el momento
en que la familia detecta esos indicios de la discordancia, y además los sabe interpretar) se opta
por no actuar, se mantendrá ese menoscabo al libre desarrollo de la personalidad conforme al
sexo sentido como propio.
Y si se opta actuar, si se decide comenzar el conocido como “tránsito social”, los padres o tutores
debemos afrontar la tarea de recomponer de manera artesanal, paso a paso, el “ser” jurídico y
personal de nuestros menores, en los ámbitos registral, educativo y sanitario, a fin de evitar que
sigan siendo identificados oficialmente con un nombre y género que no sienten como propios, y
a fin de evitar que la llegada de la pubertad acentúe aquella discordancia.
En ese momento es cuando los representantes de los menores comprueban que legalmente esa
tarea no es fácil; que no sólo no existe una legislación estatal que aborde de manera integral las
distintas materias que afectan a los menores transexuales, sino que la normativa aplicable a los
diferentes sectores que nos resultan determinantes (fundamentalmente el registral, el educativo
y el sanitario), en términos generales no contempla las necesidades de los menores transexuales,
y por tanto no les da solución específica e integral. A ello se añade que dado que parte de las
materias de interés para la recomposición legal y para el “tránsito social” son competencia de las
Comunidades Autónomas (v. gr. educación o salud), resulta que el lugar donde resida el menor
puede determinar que su infancia y -sobre todo- su pubertad pueda convertirse en un auténtico
calvario.
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Por otro lado, con demasiada frecuencia existe desacuerdo entre los padres acerca de las
decisiones a tomar relacionadas con la identidad de género de los menores, especialmente
cuando los progenitores están separados o divorciados, lo que es un obstáculo añadido si el
menor no ha alcanzado aún suficientes condiciones de madurez para actuar por sí mismo, que
generalmente se sitúa en los doce años, edad a partir de la cual se entiende que los menores
tiene capacidad natural para decidir sobre lo concerniente a los derechos de la personalidad y
pueden actuar sin la representación legal de sus padres (art. 162 del Código civil)4. En tales
casos, la Ley tampoco ofrece una solución lo suficientemente ágil (como sería atribuir la
competencia para resolver ese desacuerdo a la autoridad encargada de resolver la petición
respecto de la cual ha surgido la discrepancia), sino que para resolver las controversias surgidas
en el ejercicio de la patria potestad entre los progenitores, es preciso seguir previamente un
procedimiento de jurisdicción voluntaria, según establece la d.t.10ª de la Ley 11/1981, de 13 de
mayo, de modificación del Código Civil en materia de filiación, patria potestad y régimen
económico matrimonial5.
Veamos las distintas actuaciones a abordar por los representantes de los menores transexuales,
en esa tarea de rectificación y reasignación de los caracteres de su personalidad jurídica
asignados erróneamente al nacer, y en conseguir que se den las condiciones adecuadas para
que sea posible el libre desarrollo de la personalidad del menor conforme a su identidad de
género, con respeto a su derecho a la privacidad y a la salud. Comenzaremos con el intento de
rectificación de los datos que constan en la inscripción de nacimiento en el Registro Civil: el
sexo erróneo que se le asignó al nacer, y el nombre que se le dio en concordancia con ese sexo.
4
V. Sánchez Hernández, C., «Capacidad natural e interés del menor maduro como fundamento del libre
ejercicio de los derechos de la personalidad», Estudios Homenaje al profesor Luis Díez-Picazo, vol. I, Madrid, 2002,
pp. 951 y ss.; Lama Aymá, A. de, La protección de los derechos de la personalidad del menor de edad, Valencia,
2006; y Yáñez Vivero, F., «Capacidad del menor en el ámbito de sus derechos de la personalidad», El desarrollo de
la Convención sobre los derechos del niño en España, 2006, pp. 89 y ss.
5
Establece que “Mientras no se modifique la Ley de Enjuiciamiento Civil, se aplicarán las normas de la
Jurisdicción voluntaria a las actuaciones que se sigan: (…) Segundo. Para resolver las controversias surgidas en el
ejercicio de la patria potestad y en las relaciones personales y patrimoniales de los cónyuges cuando por su propia
naturaleza exijan una resolución urgente”. Por su parte, el Proyecto de Ley de la Jurisdicción Voluntaria de 2 de
agosto de 2014, mantiene igualmente este procedimiento para caso de desacuerdo en el ejercicio de la patria
potestad ejercitada conjuntamente por los progenitores (art. 88).
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3. Los menores transexuales en el ámbito registral
3.1. La rectificación de la mención registral relativa al sexo
Con ocasión de la Ley 3/2007 se cometió una ignominia con los menores transexuales, al
quedar excluidos de la misma. En el Congreso de los Diputados sólo dos grupos parlamentarios
(Grupo Parlamentario de Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya Verds, y el Grupo
Parlamentario de Esquerra Republicana) plantearon como solución intermedia al expediente
gubernativo regulado en la nueva Ley, un mecanismo de jurisdicción voluntaria en el que la
rectificación de la mención registral del género de los menores se instrumentara a través de un
procedimiento judicial ante el juez encargado del Registro Civil, con informe del Fiscal6. Y en el
Senado lo reiteró el Grupo Parlamentario Entesa Catalana de Progrés7. Sin embargo, el grupo
parlamentario entonces mayoritario (el socialista) nada hizo por incluirlos, mientras que el
Grupo Parlamentario Popular propuso expresamente su exclusión8.
Finalmente, como es sabido, la legitimación para solicitar la rectificación mediante el
expediente gubernativo que prevé aquella Ley se limita a “Toda persona de nacionalidad
española, mayor de edad y con capacidad suficiente para ello” (art. 1), con lo que a las personas
6
Concretamente, en la enmienda 53 presentada por IU-ICV en el Congreso, propuso añadir un artículo del
siguiente literal: “Los menores de edad a los que se les diagnostique disforia de género podrán solicitar el cambio
de sexo registral mediante sus tutores o guardadores legales. Los menores de edad emancipados y los mayores de
dieciséis años podrán solicitar personalmente el cambio de sexo registral.
La acreditación del diagnóstico se realizará mediante informe de médico o psicólogo colegiado.
El procedimiento será en este caso mediante demanda al juez encargado del registro civil y será preceptivo recabar
en interés del menor la opinión de los tutores o guardadores legales y un informe de la fiscalía”.
Y en similar sentido, ERC, en su enmienda 68, proponía añadir el siguiente precepto: «Artículo 9. Minoría
de edad.
1. Los menores de edad a los que se les diagnostique trastorno de identidad de género podrán solicitar el cambio de
sexo registral mediante sus tutores o guardadores legales.
2. Los menores de edad emancipados y los mayores de dieciséis años podrán solicitar personalmente el cambio de
sexo registral.
3. La acreditación del diagnóstico se realizará mediante informe de médico o psicólogo colegiado y médico forense.
4. El procedimiento será en este caso mediante demanda al juez encargado del registro civil y será preceptivo
recabar en interés del menor, la opinión de los tutores o guardadores legales, así como un informe de la fiscalía y
de un médico forense.»
7
Cf. la enmienda núm. 33.
8
Cf. la enmienda núm. 79 presentada en el Congreso, reiterada en el Senado con la núm. 10, que justificó
señalando que “Un acto de esta entidad sólo puede ser solicitado por quien se encuentra en plena madurez y
capacidad, rechazándose la posibilidad de que lo haga el menor emancipado y, menos aún, el menor de edad”.
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transexuales menores de edad solo les queda como vía para conseguir la rectificación en el
Registro, la vía judicial (contenciosa) que prevé el artículo 92 de la todavía vigente Ley del
Registro Civil de 1957, esto es, el mismo cauce al que antes acudían los mayores edad:
interposición de demanda contra el Ministerio Fiscal. Desde el punto de vista procesal, la
competencia objetiva y funcional para conocer de esa demanda corresponde al Juzgado de
Primera Instancia que por turno resulte. Y puesto que no está prevenido un fuero territorial
específico, el menor demandante tendrá facultad de elección entre el fuero de residencia del
menor, o el del demandado9. La demanda debe sustanciarse por las normas del juicio ordinario,
a tenor de lo prevenido en el art. 92 de la todavía vigente Ley del Registro Civil de 1957,
conforme al cual las inscripciones sólo pueden rectificarse por sentencia firme recaída en juicio
ordinario. Una vez entre en vigor la Ley del Registro Civil de 2011 (en principio, si no hay nuevo
aplazamiento, está prevista para el 15 de julio de 2015)10, la rectificación judicial de los asientos
se ha de efectuar en virtud de resolución judicial firme de conformidad con lo previsto en el
nuevo artículo 781 bis de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que ella misma añade (art. 90).
En Chrysallis sólo nos consta un caso en que se haya utilizado esa vía, encontrándose a fecha de
hoy pendiente de resolución. Por tanto, los menores transexuales no pueden acogerse al
expediente gubernativo (o al procedimiento registral que prevé la nueva Ley del Registro Civil
de 2011; art. 91) que permite rectificar en el Registro Civil la mención relativa al sexo (y el
cambio de nombre) con tal de acreditar que se tiene “diagnosticada disforia de género” y que
se lleva dos años sometido a tratamiento hormonal, sin tener que interponer demanda ni
contratar los servicios de abogado y procurador. Se trata de un procedimiento que quisiéramos
para nuestros menores, a pesar de que esa Ley parte de una concepción patológica de la
transexualidad absolutamente criticable, por lo que esperamos que si en algún momento fuera
objeto de reforma, se amplíe la legitimación a los menores transexuales. Hasta la fecha, en
Chrysallis tenemos noticia de dos menores cuyos padres (socios nuestros) han intentado esta
vía, sin que hayan prosperado las solicitudes por la falta de legitimación antes apuntada, si bien
no queremos dejar de subrayar que en ambos casos el Ministerio Fiscal no se opuso a la
solicitud.
9
Cf. el Auto del Tribunal Supremo de 3 septiembre 2013, y los que allí se citan.
En virtud de lo establecido en la disposición adicional decimonovena del Real Decreto-ley 8/2014, de 4
de julio, de aprobación de medidas urgentes para el crecimiento, la competitividad y la eficiencia.
10
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3.2. El cambio del nombre
La exclusión de los menores de la Ley 3/2007, lleva a que muchas familias opten por promover
la incoación de expedientes gubernativos de cambio del nombre propio, para al menos
minimizar el riesgo de exposición pública, de situaciones en las que queda puesto de relieve
públicamente (en los numerosos ámbitos de la vida en los que se precisa acreditación) que
oficialmente figuran con un nombre propio que evoca un género distinto al que muestran y
psicológicamente tienen. Son situaciones que conllevan un menoscabo de la dignidad de los
menores transexuales, y de su derecho a la privacidad e intimidad. En el caso de los menores y
adolescentes, el sufrimiento que deriva de esa exposición pública se encuentra especialmente
agravado por las complicaciones propias de esa etapa de su vida y el particular entorno de la
adolescencia.
Para obtener el cambio de nombre en el Registro (y en última instancia en el DNI y en el
pasaporte), los padres promueven ese expediente ante el Registro Civil correspondiente al
domicilio del menor, acreditando que el nombre solicitado es el nombre usado habitualmente
(art. 209 del Reglamento del Registro Civil), sin que haya perjuicio de tercero y concurriendo
justa causa (art. 210 del Reglamento del Registro Civil). La justa causa reside en la necesidad de
garantizar la dignidad y el libre desarrollo de la personalidad del menor transexual cuyo cambio
de nombre de solicita (art. 10.1 CE), así como su derecho a la intimidad y a la propia imagen
(art. 18 CE), y el derecho al respeto de su vida privada (arts. 12 Declaración Universal de
Derechos Humanos y 8 Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales), valores constitucionales y derechos fundamentales que vinculan a
todos los poderes públicos (art. 53 CE), estando sujetos los poderes públicos a la Constitución
(art. 9.1 CE), debiendo interpretarse las normas relativas a los derechos fundamentales y a las
libertades que la Constitución reconoce de conformidad con la Declaración Universal de
Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias
ratificados por España (art. 10.2 CE).
En la mayoría de los casos de los que Chrysallis tiene constancia, los jueces titulares de los
Registros acceden al cambio de nombre solicitado. Sin embargo, algunas solicitudes son
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denegadas porque el artículo 54 de la todavía vigente Ley del Registro Civil de 1957, tras indicar
que “En la inscripción se expresará el nombre que se da al nacido”, advierte que “Quedan
prohibidos los nombres que objetivamente perjudiquen a la persona, los que hagan confusa la
identificación y los que induzcan a error en cuanto al sexo”, sosteniendo algunos titulares de
Registros que la prohibición de nombres “que induzcan a error en cuanto al sexo” implica que
no es posible el cambio de nombre de una persona transexual cuyo sexo registral no ha sido
previamente modificado.
Sin embargo, en nuestra opinión ello nos es impedimento, por las siguientes razones:
a) No hay que obviar que ese mismo art. 54 LRC advierte que “Quedan prohibidos los
nombres que objetivamente perjudiquen a la persona”, y para el menor transexual (como para
el mayor que aún no ha rectificado la mención registral del género) el nombre que consta en el
Registro Civil ha devenido perjudicial de manera objetiva, en tanto que le supone un obstáculo
en el respeto y protección de su dignidad, del libre desarrollo de su personalidad, del derecho a
su intimidad y del derecho a su vida privada.
De ese modo, en el conflicto entre la prohibición de nombre que “induzcan a error en
cuanto al sexo” y nombres “que objetivamente perjudiquen a la persona”, ha de prevalecer el
respeto a los derechos fundamentales que impone el art. 53 CE a todos los poderes públicos.
Como señalara la Fiscalía del Tribunal Supremo en el Informe que emitió en el recurso de
casación que dio lugar a la sentencia del Tribunal Supremo de 17 septiembre de 2007: “en una
ponderación de los intereses que se hallan en juego, han de prevalecer los valores de respeto y
protección a la dignidad humana y al libre desarrollo de la personalidad”.
b) La Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del menor, advierte
que “primará el interés superior de los menores sobre cualquier otro interés legítimo que
pudiera concurrir” (art. 2), imponiendo a los poderes públicos como principios rectores de su
actuación, “La supremacía del interés del menor” y “La prevención de todas aquellas situaciones
que puedan perjudicar su desarrollo personal” (art. 11). En interés del menor transexual, los
poderes públicos deben adoptar las medidas necesarias para evitar el perjuicio que supone
para dichos menores el ser identificados oficialmente con un nombre que no se corresponde
con el que usan habitualmente ni con el que se sienten identificado, lo que les genera una
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vulneración en su dignidad al someterse a la humillación pública referida, una vulneración en
sus derechos a la intimidad y a la vida privada, al verse obligados a dar explicaciones sobre su
condición, y un menoscabo en su derecho al libre desarrollo de su personalidad conforme a su
identidad sexual.
c) En ese conflicto entre procurar el respeto efectivo a los valores y derechos
fundamentales que se ven vulnerados por el nombre registral (lo que implica que ese nombre
registral objetivamente perjudica a la persona) y el interés superior de los menores, frente a la
prohibición de nombres que “induzcan a error en cuanto al sexo”, ha de prevalecer la primera.
Y no puede hacerse valer en defensa de esta última prohibición que nos encontremos ante una
cuestión de “orden público”, porque como ya hemos recordado, el propio Pleno de la Sala de lo
Civil del Tribunal Supremo, en aquella sentencia 17 de septiembre de 2007, advirtió que “no
podría ampararse en la determinación del sexo por razón de la aplicación de los caracteres del
estado civil (orden público, inoperatividad, indisponibilidad, peculiaridades procesales) una
respuesta negativa a la cuestión que nos ocupa”, dado que “la concepción del sexo como estado
civil se debilita, y abundan ya los tratamientos científicos de la cuestión en los que se sostiene
que el sexo no es un estado civil, sin perjuicio de señalar la relevancia jurídica que todavía
tiene”, no obstante constatar que “se va disponiendo la irrelevancia del sexo en el tráfico
jurídico” (FD 4). Y es que felizmente hoy día es posible incluso el matrimonio entre personas del
mismo sexo.
d) A mayor abundamiento, a los efectos de la necesaria interpretación de la norma
acorde a la realidad social (art. 3 Código civil), esa prohibición de nombres que “induzcan a
error en cuanto al sexo” que contiene el art. 54 de la Ley del Registro Civil de 1957, debería
estar derogada desde el 22 de julio de 2014, fecha en la que debería haber entrado en vigor la
nueva Ley del Registro Civil de 2011 (d.f.10ª), de no ser porque por razones puramente
organizativas, su entrada en vigor ha quedado pospuesta hasta el 15 de julio de 2015. Y la
nueva Ley del Registro Civil de 2011, acoge expresamente el “Principio de libre elección del
nombre propio” (artículo 51), señalando que:
El nombre propio será elegido libremente y sólo quedará sujeto a las siguientes
limitaciones, que se interpretarán restrictivamente:
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1.º No podrán consignarse más de dos nombres simples o uno compuesto.
2.º No podrán imponerse nombres que sean contrarios a la dignidad de la persona ni los
que hagan confusa la identificación.
3.º No podrá imponerse al nacido nombre que ostente uno de sus hermanos con idénticos
apellidos, a no ser que hubiera fallecido.
Por tanto, desaparece cualquier referencia a la prohibición de nombres que “induzcan a error
en cuanto al sexo”, prohibiéndose sin embargo nombres que “sean contrarios a la dignidad de
la persona”, que es precisamente en lo que ha devenido el nombre registral de la persona
transexual.
e) De otro lado, este principio de libre elección del nombre propio que rige en la
materia11, es reflejo de un Estado “que propugna como valores superiores de su ordenamiento
jurídico la libertad”, según proclama el artículo 1º de la Constitución, norma suprema en cuyo
artículo 9.2 se impone “a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la
igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas”. De ese modo,
los menores transexuales no han de ver limitado el catálogo de nombres a escoger sólo entre
los nombres ambiguos o indeterminados para uno y otro género, como mecanismo indigno al
que debían recurrir antaño, sino que el respeto a su derecho al libre desarrollo de su
personalidad, y al derecho a su vida privada y familiar, no admite injerencias de los poderes
públicos en la elección de un nombre plenamente acorde con su sexo psicológico, como
expusimos al inicio de esta comunicación.
Por todo lo anterior, desde Chrysallis abogamos por una interpretación del artículo 54 LRC que
permita el efectivo respeto de los derechos fundamentales de las personas transexuales
(menores o mayores), así como por la inmediata entrada en vigor del artículo 51 de la Ley del
Registro Civil de 2011, en vacatio legis. Entre tanto, tendremos que seguir estando a lo que
decida cada juez, si bien como decimos mayoritariamente acceden por considerar acreditada la
existencia de justa causa.
4. Los menores transexuales en el ámbito educativo
11
1980.
Acogido por la Dirección General de los Registros y del Notariado desde su Circular de 2 de julio de
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En Chrysallis consideramos que el respeto a los derechos fundamentales del alumnado
transexual en el ámbito educativo, pasa por que los Centros educativos adopten cuatro
medidas elementales y de puro sentido común. La inmensa mayoría de los Centros educativos
en los que se plantea esta situación responden favorablemente a la misma, haciendo suyas
estas medidas que en ocasiones recomendamos expresamente desde la Asociación. En la
actualidad contamos con más de cincuenta Centros educativos trans-friendly.
Son las siguientes:
1ª. Sin perjuicio de que en las bases de datos de la Administración competente se
mantengan los datos de identidad registrales a efectos oficiales, los Centros deben procurar
adecuar la documentación escolar del alumnado transexual al nombre elegido por éste, en
especial en la documentación de exposición pública (listas de clase, boletín informativo de
notas, carnet de estudiante, etc.), respetando su derecho fundamental a utilizar libremente el
nombre elegido en todas las actividades docentes y extraescolares que se realicen en el Centro,
incluidos los exámenes.
2ª. La Dirección del Centro debe indicar al profesorado y personal no docente del Centro
que se dirijan al alumnado transexual con el nombre elegido.
3ª. Se debe respetar su imagen física, la elección de su indumentaria y el acceso y uso de
las instalaciones del Centro conforme al género neuropsicológico.
4ª. Se deben arbitrar las medidas precisas para prevenir e intervenir ante las conductas
de discriminación o de posible acoso escolar, violencia de género o maltrato infantil que
pudieran producirse por razón de identidad de género.
Son unas medidas similares a las que contempla la Ley 2/2014, de 8 de julio, integral para la no
discriminación por motivos de identidad de género y reconocimiento de los derechos de las
personas transexuales de Andalucía en su extenso artículo 15 (aunque también son de interés
otros preceptos, como sus arts.16 y 19)12, desarrollado pormenorizadamente por el Protocolo
12
En especial el derecho reconocido en su número 2: “Los estudiantes, el personal y los docentes que
acudan a todos los centros educativos de Andalucía tienen derecho a:
a) Mostrar los rasgos distintivos de la personalidad que suponga el cambio y la evolución de su proceso de
identidad de género, debiéndose respetar su imagen física, la elección de su indumentaria y el acceso y uso de las
instalaciones del centro conforme a su género elegido.
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de actuación sobre identidad de género en el sistema educativo andaluz13, que aunque fue
elaborado en julio de 2014, continúa sin embargo pendiente de entrada en vigor, pese al
comienzo del curso escolar. Sobre ese Protocolo, al igual que respecto a la Ley andaluza, desde
Chrysallis queremos que conste nuestro reconocimiento a la labor desarrollada por la
Asociación de Transexuales de Andalucía Sylvia Rivera, y en particular por su Presidenta, Mar
Cambrollé.
También se asemejan a las “Recomendaciones para docentes” que en septiembre de 2013
propuso la Consejería de Educación, Universidades y Sostenibilidad del Gobierno de Canarias14.
En cuanto a ese protocolo (que más bien son recomendaciones), no compartimos que se fije
b) Utilizar libremente el nombre que hayan elegido, conforme a lo establecido en el artículo 9 de la presente Ley,
que será reflejado en la documentación administrativa del centro, en especial en aquella de exposición pública,
como listados de alumnado, calificaciones académicas o censos electorales para elecciones sindicales o
administrativas”.
13
En él figuran las seis medidas siguientes:
“1.-Arbitrar las medidas recogidas en el Plan de Convivencia del Centro para prevenir e intervenir ante las
conductas de discriminación o de posible acoso escolar, violencia de género o maltrato infantil que se pudieran
producirse, activando en su caso los protocolos contemplados en la Orden de 20 de junio de 2011, por la que se
adoptan medidas para la promoción de la convivencia en los centros docentes sostenidos con fondos públicos y se
regula el derecho de las familias a participar en el proceso educativo de sus hijos e hijas. Para ello, el centro podrá
solicitar asesoramiento a los Gabinetes Provinciales de Asesoramiento de la Convivencia Escolar.
2.-Indicar al profesorado y personal no docente del centro que se dirija al alumno o alumna por el nombre con el
que acuerden la familia y el o la menor.
3.-Adecuar la documentación administrativa del centro docente en aquellas situaciones en las que sea necesario
(listas de clase, boletín informativo de notas, carnet de estudiante...), considerando el género con el que se siente
identificado el alumno; todo ello sin perjuicio de que en la constancia oficial del organismo al que pertenecen, y
hasta que legalmente proceda, se mantengan los datos de identidad registrales a efectos oficiales.
4.-Si en el centro existe la obligatoriedad de vestir un uniforme y éste es diferenciado, reconocer el derecho de
vestir con ropas o uniformes femenino o masculino en función de la identidad de género. Independientemente de la
exigencia o no de uniforme se garantizará, en cualquier caso, la igualdad en el uso de cualquier vestimenta,
siempre que se respete lo reglamentado al respecto para la totalidad del alumnado no relativo al sexo de cada
persona.
5.-En cumplimiento del Plan de Igualdad, en ningún caso se realizarán en el centro actuaciones diferenciadas por
sexo. Si en alguna ocasión, por causa acordes a unos objetivos concretos, se precisara esta separación, el
profesorado tendrá en consideración el género con el que la alumna o el alumna se siente identificado.
6.-En los casos en los que el centro no disponga de aseos o vestuarios unisex, se garantizará que tenga acceso a los
aseos y vestuarios que le corresponda de acuerdo con su identidad de género”.
14
Aunque indica que en el informe de la Unidad de Atención a la Transexualidad habrá recomendaciones
específicas para el centro educativo, añade que “de entrada, hay 4 básicas a tener en cuenta: - Que el profesorado
llame al menor o a la menor por el nombre con el que se identifica, debiendo figurar también así en las listas de
clase (No en las actas oficiales, dado que legalmente no se puede cambiar el nombre hasta los 18 años) – Que en el
carné de estudiante esté el nombre con el que se identifica (se suele solicitar en cines, guaguas, bibliotecas, etc.) Que pueda acudir a los baños y vestuarios que le corresponda de acuerdo con su identidad - Que las actitudes del
profesorado, dirección del centro y alumnado favorezcan el respeto y eviten situaciones de acoso o discriminación.
Las actitudes ante la agresión o acoso deben ser claras y no se les debe quitar importancia”.
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una edad mínima del menor de seis años: se refiere a que si “su identidad de género es estable
(6 años de edad minima)”; ni tampoco que, como parece, se condicione la aplicación de estas
recomendaciones a que exista una constancia en el tiempo: señala que “Los criterios para la
integración contemplan que se trate de un caso muy claro, con una constancia en el tiempo (3
o 4 años de disforia) y con un malestar probado”. En Chrysallis tenemos experiencias de
menores que con tres años de edad ya comienzan la educación infantil habiendo iniciado su
tránsito social, y realizan su integración escolar conforme al sexo sentido como propio con total
normalidad y felicidad, por lo que en nuestra opinión estos criterios temporales carecen de
todo sentido. Igualmente no comprendemos cómo en esas recomendaciones se hacen
afirmaciones que pueden inducir a error a las familias: concretamente afirma que “legalmente
no se puede cambiar el nombre hasta los 18 años”, cuando eso no es cierto.
Existen otras disposiciones autonómicas que aunque de una manera genérica, también abordan
el tratamiento de la transexualidad en el sistema educativo. Es el caso de Navarra, que regula la
cuestión en los artículos 12 a 14 de la Ley Foral 12/2009, de 19 noviembre, de derechos de los
Transexuales de Navarra, y que en esencia es seguida por la Ley 14/2012, de 28 junio, de
derechos de las personas transexuales del País Vasco (arts. 16 a 18). De modo incidental, en
otras Comunidades Autónomas también se alude al alumnado transexual, al regular las posibles
situaciones de discriminación o acoso por razón de identidad de género. Es el caso de Aragón
(arts. 2, 20 y 53 del Decreto núm. 73/2011, de 22 de marzo, que establece la Carta de derechos
y deberes de los miembros de la comunidad educativa y las bases de las normas de convivencia
en los centros educativos no universitarios de la Comunidad Autónoma de Aragón), de Galicia
(art. 26 de la Ley 2/2014, de 14 abril, de libertad sexual de Galicia. Ley por la igualdad de trato y
la no discriminación de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales en Galicia), y de
la Comunitat Valenciana (art. 8 de la Orden núm. 62/2014, de 28 de julio, por la que se
actualiza la normativa que regula la elaboración de los planes de convivencia en los centros
educativos de la Comunitat Valenciana y establece los protocolos de actuación e intervención
ante supuestos de violencia escolar).
De otro lado, aunque también genéricamente, la propia legislación estatal sobre educación
permite respaldar la integración del alumnado transexual en los Centros educativos con respeto
al sexo sentido como propio, de forma que puedan desarrollarse en ese ámbito conforme al
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mismo. La Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, dispone que el sistema educativo
español, configurado de acuerdo con los valores de la Constitución y asentado en el respeto a
los derechos y libertades reconocidos en ella, entre los que está la dignidad humana y el libre
desarrollo de la personalidad, se inspira en principios tales como la transmisión y puesta en
práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la
justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación, teniendo como fines el
pleno desarrollo de la personalidad del alumnado (cf. sus arts. 1, 2, 17 y 23). Y la Ley Orgánica
8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa, califica en su artículo 78
como falta muy grave, las conductas que atenten contra la dignidad personal de otros
miembros de la comunidad educativa, que tengan como origen o consecuencia una
discriminación o acoso basado en el género, orientación o identidad sexual, advirtiendo que
llevarán asociadas como medida correctora la expulsión, temporal o definitiva, del Centro.
5. Los menores transexuales en el ámbito sanitario
Aunque lo abordamos en último lugar, es evidente que el tratamiento que se dé al ámbito
sanitario a los menores transexuales es vital, para su desarrollo como adolescentes y como
adultos. En este campo, desde Chrysallis mantenemos que deben seguirse los siguientes
principios:
1º. Despatologización. Como declaró el Parlamento Europeo en su Resolución de 12 de
diciembre de 2012 sobre la situación de los derechos fundamentales en la Unión Europea, los
transexuales no son enfermos mentales: la transexualidad no es un trastorno mental ni de
comportamiento. Y por ello, conforme a los Principios de Yogyakarta, los poderes públicos
deben optar por garantizar el derecho a la autodeterminación de género de todas las personas
(incluidos los menores) en todos los ámbitos, incluido el sanitario.
2º. Reconocimiento al derecho a recibir tratamiento hormonal durante la pubertad. Es
intolerable que en algunas Comunidades Autónomas no se admita el uso de “bloqueadores” ni
la administración de tratamiento hormonal hasta la mayoría de edad (¡dieciocho años!),
momento en el que obviamente los efectos de ese tratamiento son mucho menores que si se
administran antes de que el desarrollo físico sea casi completo e irreversible, obligando además
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a los menores transexuales a pasar por un calvario durante una etapa tan difícil como la
adolescencia.
Por tal razón, es digno de elogio el reconocimiento expreso de este derecho que se contiene
tanto en la Ley Foral 12/2009, de 19 noviembre, de derechos de los Transexuales de Navarra
(art. 5) como en la Ley 14/2012, de 28 junio, de derechos de las personas transexuales del País
Vasco (art. 11), en las que se establece que “Las personas transexuales menores de edad tienen
pleno derecho a recibir el oportuno diagnóstico y tratamiento médico relativo a su
transexualidad, especialmente la terapia hormonal”. Por su parte, la Ley andaluza (art. 19.6)
dispone que “Los menores incluidos en el ámbito de aplicación de la presente Ley tienen pleno
derecho a recibir la atención sanitaria necesaria para garantizar el desarrollo equilibrado y
saludable de su identidad de género, con especial atención en la etapa de la pubertad, de
conformidad con las recomendaciones médicas internacionales en materia de transexualidad,
que en todo caso han de ser compatibles con los principios inspiradores de esta Ley”.
Incomprensiblemente, es menos avanzado y acertado lo previsto en el régimen canario en
tramitación (Proposición de Ley de no Discriminación por motivos de identidad de género y de
reconocimiento de los derechos de las personas transexuales, de abril de 2014), en el que si
bien se indica que “Las personas transexuales menores de edad tienen pleno derecho a recibir el
oportuno diagnóstico y tratamiento médico relativo a su transexualidad, especialmente la
terapia hormonal durante la etapa prepuberal”, se añade que “Dicho tratamiento se producirá
bajo la autorización de quien posea la tutela del menor, y con la previa recomendación firme de
abordar el mismo por parte de dos profesionales especializados en tratamiento de la
transexualidad” (art. 7.1).
El hecho de que en algunas Comunidades se administren bloqueadores y el tratamiento
hormonal, mientras que en otras no, supone una trato desigual en función de la Administración
que resulte competente para cada menor transexual, vulnerándose el principio de igualdad
previsto en el artículo 14 de la Constitución y rompiéndose la cohesión del Sistema Nacional de
Salud que la propia legislación sanitaria contempla15. Pero es evidente que el problema para los
15
V. gr. el art. 3.2 de la Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad, que proclama que “La asistencia
sanitaria pública se extenderá a toda la población española. El acceso y las prestaciones sanitarias se realizarán en
condiciones de igualdad efectiva”.
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menores no es en sí ese trato desigual, sino que en algunas Comunidades se les niegue la
administración de esos tratamientos, vulnerando su derecho a la protección de la salud
reconocido por la Constitución (art. 43). Por ello rechazamos que las iniciativas de algunas
Comunidades en las que no se administran esos tratamientos, instando a un trato homogéneo
en todo el Estado, puedan dar lugar a que tampoco se administren en otras Comunidades16.
En materia de menores, siempre hay que estar a su interés superior (art. 3.1 de la Convención
sobre los Derechos del Niño y Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del
menor), que en este caso implica hacer posible que su personalidad se desarrolle libremente
durante su pubertad conforme a su identidad sexual, sin el menoscabo que implica que los
cambios físicos de la pubertad evidencien una discordancia del género gonadal y fenotípico con
el psicológico. Ese interés superior de los menores transexuales implica, por tanto, no que no se
les deba administrar ningún tratamiento hormonal o inhibidor hasta la mayoría de edad, como
erróneamente entienden los responsables sanitarios en algunas Comunidades, sino
precisamente todo lo contrario. Reiteramos lo declarado por el Tribunal Supremo acerca del
interés superior del menor: “el componente axiológico que anida en la tutela del interés
superior del menor viene íntimamente ligado al libre desarrollo de su personalidad, de suerte
que el interés del menor en decidir sobre su futuro (…) constituye una clara manifestación o
presupuesto del desarrollo de su libre personalidad que no puede verse impedida o
menoscabada”.
Según se expuso, los menores de edad adolescentes suelen tener plena capacidad natural para
decidir al respecto, atendiendo a sus condiciones de madurez. Para consentir la administración
de esos tratamientos hormonales, habrá que tener en cuenta lo previsto en la Ley 41/2002, de
14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones
en materia de información y documentación clínica, que atiende a la capacidad natural del
sujeto (y no a su capacidad de obrar) para la emisión de su consentimiento, de forma que si
cuenta con más de doce años pero menos de dieciséis, actuará por medio de sus representes
16
El pasado 5 de junio, la Asamblea de Madrid aprobó a iniciativa del Grupo Parlamentario Popular, instar
al Gobierno Regional a que se dirija al Gobierno de España para “Garantizar, a través de una normativa básica de
carácter estatal, la atención a las personas transexuales, en materia sanitaria, educativa, laboral y de servicios
sociales, sin perjuicio del desarrollo legislativo que cada CCAA, en ejercicio de las competencias que tengan
transferidas, pueda llevar a cabo. Asimismo, se consensuará un protocolo de actuación que constituya al Estado en
garante de los derechos de la infancia en los casos de transexualidad”.
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pero se le debe escuchar, mientras que si tiene más de dieciséis, el consentimiento lo deberá
prestar él y no sus representantes17.
3º. No discriminación ni segregación en la atención sanitaria. La elección de médico especialista
es libre, de conformidad con el derecho que reconoce la Ley 14/1986, de 25 de abril, General
de Sanidad (art. 10.13) y lo dispuesto en el Real Decreto 8/1996, de 15 de enero, sobre libre
elección de medico en los servicios de atención especializada del Instituto Nacional de la Salud,
y en la profusa normativa autonómica que reconoce y regula este derecho. Negar este derecho
a las personas transexuales supondría una inadmisible discriminación por razón de identidad de
género, proscrita tanto por el artículo 14 de la Constitución como por otras muchas
disposiciones18.
Del reconocimiento del derecho a la libre elección de médico especialista cabe concluir que la
existencia de las unidades de referencia sobre identidad de género ha de entenderse como un
mecanismo de uso facultativo y no obligatorio por parte de los usuarios, en tanto que lo
contrario supondría excluir a las personas transexuales del derecho a la libre la elección de
médico especialista, siendo objeto de segregación y discriminación. La existencia de esa
unidades específicas es una garantía para quien quiera usarlas, y no una imposición contraria al
derecho citado, además de discriminatoria y segregadora. Y respecto a los menores
transexuales, hay que añadir que en la actualidad las unidades de referencia no tienen el
personal especializado necesario para atender a menores transexuales en edad pediátrica:
carecen de Endocrinos pediátricos y de psicólogos pediátricos adscritos.
17
El art. 9.3,c) de la Ley 41/2002 señala que “Cuando el paciente menor de edad no sea capaz intelectual
ni emocionalmente de comprender el alcance de la intervención (…) el consentimiento lo dará el representante
legal del menor después de haber escuchado su opinión si tiene doce años cumplidos. Cuando se trate de menores
no incapaces ni incapacitados, pero emancipados o con dieciséis años cumplidos, no cabe prestar el consentimiento
por representación. Sin embargo, en caso de actuación de grave riesgo, según el criterio del facultativo, los padres
serán informados y su opinión será tenida en cuenta para la toma de la decisión correspondiente”. Sobre el
particular, v. García Garnica, M. C., El ejercicio de los derechos de la personalidad del menor no emancipado
(especial consideración al consentimiento a los actos médicos y a las intromisiones en el honor, la intimidad y la
propia imagen), Navarra, 2004; y Santos Morón, M.J., «Menores y derechos de la personalidad: La autonomía del
menor», Anuario de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, nº. 15, 2011, pp. 63 y ss.
18
La propia Ley General de Sanidad, en su art. 10.1, o las diferentes leyes autonómicas sobre
transexualidad: art. 10.1 Ley 2/2014 (Andalucía); art. 9.3 Ley 14/2012 (País Vasco); y art. 6.2 Ley Foral 12/2009
(Navarra). Además, cf. el Informe de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior de la Unión
Europea, de 8 de enero de 2014, sobre la hoja de ruta de la UE contra la homofobia y la discriminación por motivos
de orientación sexual e identidad de género [2013/2183 (INI)].
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4º. Designación de centros, servicios o unidades de referencia para la atención a la
transexualidad, haciendo posible que los usuarios que residan en Comunidades Autónomas que
no atienden la transexualidad conforme a los criterios indicados, puedan ser atendidos en otras
Comunidades Autónomas, de conformidad con lo previsto en el Real Decreto 1207/2006, de 20
de octubre, por el que se regula la gestión del Fondo de cohesión sanitaria, que aunque prevé
la “atención a la transexualidad” dentro de las “Patologías, técnicas, tecnologías y
procedimientos atendidos en centros, servicios y unidades de referencia del Sistema Nacional
de Salud”, el Comité de Designación aún no designado dichos centros.
En definitiva, desde Chrysallis denunciamos la falta de protección por parte del Estado y la
mayoría de las Comunidades Autónomas hacia los menores transexuales, al no existir un marco
legal que les garantice el efectivo respeto a su dignidad, su derecho a desarrollarse de una
manera verdaderamente libre durante su infancia y adolescencia conforme al sexo sentido
como propio, sin tener que ver menoscabada su intimidad y su derecho a la vida privada. El
interés superior de los menores transexuales implica que sea posible ese libre desarrollo de su
personalidad de acuerdo a su identidad sexual, sin que por tanto ese interés superior pueda ser
esgrimido por los poderes públicos como excusa para no intervenir en transexualidad infantil,
porque esas omisiones (o negativas a hacer lo que deben) es lo que vulnera los derechos
fundamentales de los menores transexuales.
Todo lo anterior nos lleva a reclamar que el Estado reconozca específicamente el derecho de
los menores transexuales a poder desarrollarse libremente conforme a su identidad sexual,
arbitrando (1) las medidas legislativas necesarias para facilitar la rectificación registral de su
mención relativa al género; (2) para que en el ámbito educativo se les considere a todos los
efectos de acuerdo al sexo sentido como propio; y (3) para que en el sanitario se les garantice el
acceso a los tratamientos inhibidores y hormonales necesarios, con los mismos derechos que el
resto de los usuarios del sistema público de salud. Una excelente oportunidad para este
reconocimiento específico sería la futura Ley de Protección de la Infancia, en cuyo
Anteproyecto de 28 de abril de 2014 no se recoge ni una mención a los menores transexuales,
como igualmente tampoco a los menores homosexuales.
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