La protección del medio ambiente antártica

Anuncio
1. INTRODUCCIÓN
La Antártica es un territorio con tintes legendarios desde las primeras predicciones de su
existencia. La naturaleza esférica de la Tierra y sus enormes dimensiones eran conocidas
desde la antigüedad, pero el desconocimiento acerca de los territorios al sur del Ecuador,
que se suponía infranqueable, provocó que durante siglos no se tuviera una idea clara
siquiera de la extensión y límites del continente helado.
Se atribuye habitualmente a Aristóteles (s. IV a. de C.) la primera referencia razonada a una
Tierra esférica y a Eratóstenes (s. III a. de C.) una asombrosa aproximación al tamaño real del
planeta. Sin embargo, no todo fueron aciertos. El pensamiento clásico, con su concepto de
simetría, motivó la predicción de una distribución regular de los continentes para mantener
el equilibrio del globo. Esto implicaba la existencia de una enorme masa de tierra emergida
en el hemisferio sur que compensase la tierra conocida en el hemisferio norte, gestándose
así el concepto de la «Terra australis ignota» o «Terra australis incognita», que se pensaba
mucho más grande de lo que realmente es. La cartografía de Ptolomeo, muy influyente
durante siglos, consideraba de hecho un océano Índico totalmente cerrado por dicho
territorio al sur.
Solamente las exploraciones del hemisferio sur fueron capaces de ir desgastando el mito de
la tierra incógnita. El avistamiento de tierras antárticas protagonizado por el español Gabriel
de Castilla1 (1603) fue el primero de una serie de contactos con el continente helado que
culminó desde el punto de vista geográfico con la circunnavegación de James Cook (1773)
más al sur del paralelo 60°, lo cual dejaba reducida la «Terra australis incognita» a sus
dimensiones reales.
El siglo XIX vio florecer una exploración antártica orientada tanto a cartografiar el territorio
como a la explotación de sus recursos, en especial la caza de focas y ballenas. El
conocimiento geográfico llevó por cierto a utilizar por primera vez un nombre para aquellas
1
Para una visión de conjunto de la aproximación española a la Antártida, puede consultarse: Ministerio de
Defensa. Armada Española (2009) “Aproximación de España a la Antártida. De Juan Díaz de Solís a la primera
campaña de investigación científica a bordo del 'Río Baker'”. Disponible en:
http://www.armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/ciencia_palmas/ (accedido el 30 de
noviembre de 2010).
1
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
tierras: «Antarctica» (del griego ανταρκτικως, opuesto al Ártico – que significa «territorio de
la osa»), que a la postre se ha revelado muy adecuado tanto por la referencia original a las
constelaciones que marcan el Norte como por la presencia o ausencia de osos polares en
cada uno de los emplazamientos.
Con el inicio del siglo XX comienza una etapa que se suele denominar «heroica» y que estuvo
marcada especialmente por los intentos de llegar al polo Sur, culminados en primer lugar
por Roald Amundsen (1911), y los años 20 del pasado siglo se caracterizaron por marcar el
inicio de la presencia de la aviación en la zona.
Como suele suceder en la historia tras la exploración de un área, pronto comenzaron las
reclamaciones territoriales sobre la Antártica, aprovechando de forma aproximada la teoría
de los sectores polares planteada en 1907 acerca del Ártico, siendo la época de entreguerras
la que más iniciativas de este tipo contempló.
2. MARCO LEGAL DEL TERRITORIO ANTÁRTICO: EL TRATADO
Esta situación de tensión política generada por el nuevo continente se vio inevitablemente
envuelta en el contexto de la II Guerra Mundial y sus efectos posteriores, pero, tal vez por
las lecciones tan amargamente aprendidas, los principales actores en la posguerra
adoptaron actitudes moderadas respecto a las aspiraciones estratégicas y económicas en el
continente helado. Así, fue posible que el lugar común en el que se pudiesen conjugar todos
los intereses fuese el lenguaje científico. La celebración del Año Geofísico Internacional
(1957)2, una verdadera eclosión de actividad investigadora a nivel mundial, implicó
intensamente a la Antártida, pudiéndose hablar con justicia del inicio de la etapa «científica»
de las expediciones antárticas, y motivó la creación de un comité especial que coordinase la
organización y el análisis de resultados, embrión del futuro Comité Científico para la
Investigación Antártica (SCAR)3, hecho que suele señalarse como el antecedente inmediato
de la firma del Tratado Antártico, el 1 de diciembre de 1959.
La firma del Tratado fue, por lo tanto, un claro intento de mantener la Antártida al margen
de los efectos de la Guerra Fría, y en ese sentido cumplió sus objetivos iniciales. El Tratado
Antártico original (12 países) disfrutó de una relativa estabilidad durante al menos una
década y media, permitiendo gestionar adecuadamente los focos potenciales de tensión en
el territorio mediante la desmilitarización y desnuclearización del área, la congelación de los
intereses territoriales y la limitación de explotación de los recursos. El carácter
indeterminado del estatus jurídico de la Antártida posibilitó de alguna manera que la
comunidad internacional aceptara las disposiciones impuestas por el Tratado4.
2
El ambicioso programa de investigación de este evento puede consultarse en: Werner Buedeler (1957) “El
Año Geofísico Internacional”. En: La UNESCO y su programa, XV. París: Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Disponible en:
http://unesdoc.unesco.org/images/0012/001283/128396so.pdf (accedido el 30 de noviembre de 2010).
3
http://www.scar.org/
4
Carlos J. Moneta (1986) “La Antártida y el Atlántico Sur en el Sistema Internacional. Alternativas de Conflicto y
Vías de Cooperación”. Revista de Estudios Internacionales Vol. 7 nº 3 (julio-septiembre), pp. 837-853.
2
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
Tal vez como consecuencia directa de su propio origen en un contexto histórico muy
concreto, y de lo limitado de sus objetivos iniciales, el Tratado se ha caracterizado por su
vocación de adaptación constante a los problemas reales mediante sucesivos cambios, en
ocasiones de carácter profundamente transformador. De esa forma se ha ido perfilando un
verdadero Sistema del Tratado Antártico5, colección de disposiciones que de forma flexible
han ido dando respuesta a los riesgos que han amenazado al continente blanco.
Así por ejemplo, se promovió en 1964 la adopción de las Medidas convenidas para la
conservación de la flora y fauna antárticas, en 1972 se adoptó la Convención para la
conservación de las focas antárticas y en 1982 entró en vigor la Convención para la
conservación de los recursos vivos marinos antárticos.
Uno de los cambios más transformadores es precisamente el representado por el marco
normativo para la gestión ambiental en el continente, el Protocolo al Tratado Antártico
sobre Protección del Medio Ambiente firmado en Madrid en 1991, que tiene por objetivo
específico precisamente lo que declara su nombre. Tal vez haya que buscar los orígenes
remotos de este documento casi veinte años antes de su firma. En efecto, la crisis de
disponibilidad de hidrocarburos en los años 70 del siglo pasado motivó que lo que había sido
un consenso claro entre las partes acerca de la conservación de los recursos vivos de la
Antártida no fuera así cuando surgieron voces que solicitaron regular la explotación de
recursos minerales. La disparidad de intereses al respecto se sumó a movimientos de países
externos al Tratado que, no sin cierta razón, comenzaron a cuestionar el carácter
aparentemente excluyente de un «club de socios» tan cerrado como el de los miembros
consultivos. Los análisis políticos realizados a posteriori señalan que la estabilidad del
Tratado estuvo realmente amenazada. La solución adoptada todavía sorprende por su
sencillez: puesto que la principal fuente de tensión era la diferente visión acerca de la
explotación de los recursos minerales, se decidió remover esta posibilidad del «tablero de
juego». En su Artículo 7, el Protocolo dicta rotundamente de este tenor literal: «Cualquier
actividad relacionada con los recursos minerales, salvo la investigación científica, estará
prohibida». En virtud del Protocolo, además, la Antártida queda designada como «reserva
natural consagrada a la paz y a la ciencia». Comenzaba así la etapa de la protección
ambiental.
3. FACTORES DE RIESGO DE IMPACTO AMBIENTAL EN LA ANTÁRTIDA
Las cifras globales de la Antártida siempre impresionan. Sus aproximadamente 14 millones
de kilómetros cuadrados representan una décima parte de las tierras emergidas y albergan
la mayor parte de las reservas de agua dulce del planeta. En ella se dan las temperaturas
más bajas y los vientos más intensos, y el océano que la rodea atesora una inmensa reserva
de nutrientes para la vida marina.
La importancia de mantener la Antártida como se encuentra en la actualidad es un mensaje
que afortunadamente ha calado en todos los niveles de opinión (aunque tal vez no tanto en
los de decisión). A esta conciencia colectiva han contribuido múltiples factores. Sin ánimo de
5
La Secretaría del Tratado Antártico (http://www.ats.aq/ ) representa actualmente el órgano de continuidad y
evolución del Sistema.
3
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
ser exhaustivo, está claro que las informaciones sobre el estado de las concentraciones de
ozono atmosférico, las peculiaridades de la fauna presente en los «oasis antárticos», las
situaciones de vulnerabilidad presentes y pasadas de muchas especies antárticas y las
potenciales consecuencias de un calentamiento de las masas de hielo son motivo de
preocupación subjetiva generalizada. También sobrevuela la sensación de que la Antártida
es la última frontera, la última posibilidad para el ser humano de demostrar que es capaz de
mantener prístino y salvaje al menos un lugar del planeta. La noción de frontera está
reforzada en todos los niveles: es clara la línea de convergencia antártica, donde las aguas
marinas frías entran contacto con el resto del globo; las extensiones de hielo en el invierno
austral son una barrera física nítida; incluso la atmósfera antártica se aísla de influencias
externas en los meses más fríos; las narraciones de exploraciones, en fin, contribuyen con su
épica a perfilar una cuarta frontera, esta vez mental.
Banquisa durante la primavera austral (2009)
Al margen de estos factores de concienciación, existen desde luego otras razones
estrictamente objetivas que sustentan esta necesidad de conservación. Son bien conocidas,
pero de entre ellas cabría destacar dos: la Antártida es un factor de equilibrio esencial del
clima de todo el planeta, debido a su especial balance energético y a sus enormes
dimensiones; por otro lado, debe destacarse la gran fuente de conocimiento científico que
representa, ya que ha evolucionado sin intervención humana, mantiene unos niveles de
contaminación muy bajos y archiva en la información contenida en sus capas de hielo buena
parte de la historia natural de la Tierra.
Consecuencia de esa necesidad de conservar la Antártica es, como ya se ha expresado, el
Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente firmado en Madrid en
1991. La principal virtud de este documento es que habilita herramientas concretas para esa
protección. En el seno de este marco normativo, toda actividad que se desarrolle en la
Antártida debe someterse a unas condiciones que garanticen la minimización de su efecto
perjudicial sobre el ambiente. La propia estructura de sus anexos nos da una idea clara de
los objetos de dicha protección: son prioritarias la conservación de la fauna y la flora, la
prevención de la contaminación, la correcta gestión de los residuos y la adecuada respuesta
4
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
ante eventuales emergencias ambientales, definiéndose también determinadas zonas que
por su importancia son merecedoras de especial protección.
Con objeto de planificar adecuadamente los medios al servicio de dicha protección, se
requiere asimismo que toda actividad antártica sea precedida por un informe favorable que
refrende la adecuación de las tareas previstas a las exigencias expresadas en el párrafo
anterior. Así, se establece un procedimiento de evaluación de impacto ambiental,
contemplado en el anexo I al Protocolo, que representa por así decirlo la fase preliminar,
condición sine qua non para el desarrollo de la actividad.
Los elementos o valores a proteger se perfilan habitualmente en cinco grupos o áreas: fauna,
flora, cuerpos de agua (masas de hielo, agua dulce y agua marina), suelo y atmósfera.
Basten unos ejemplos para percibir algunos datos concretos de la importancia de estos
valores ambientales: las áreas antárticas libres de hielo mantienen una elevada proporción
del total mundial de especies de aves acuáticas; en general su biota, aunque no
extraordinariamente rica en número de especies, incluye una alta proporción de
endemismos en su catálogo de fanerógamas, líquenes, briofitas,6 artrópodos y nematodos;
y, como ya se ha dicho, la ausencia de contaminantes en su suelo y sus masas de agua son
factores clave para conservar su interés como objeto de investigación.
En la evaluación de impacto, y una vez conocidos los valores ambientales particulares de la
zona donde se va a desarrollar la actividad propuesta, se procede a la caracterización de los
cambios, ya sean directos o acumulativos, que teóricamente se van a producir en los
elementos o valores ambientales expuestos a los productos de las tareas asociadas, con el
objetivo de determinar la relación causa-efecto entre la actividad y los elementos a
proteger, identificando el impacto (esto es, determinando su naturaleza, extensión,
intensidad, duración, reversibilidad y retardo) y evaluando su relevancia.
Los análisis de riesgo manejan diversos escenarios a la hora de gestionar el frágil equilibrio
entre la necesaria autorización de actividades en la Antártida y la posibilidad de aparición de
un grave problema ambiental, pero parece que hay consenso acerca de las hipótesis más
peligrosas: evidentemente el accidente de un buque con derrame total o parcial de su carga
de combustible es el peor escenario posible en la mar; en cuando a accidentes en tierra, los
posibles accidentes aéreos, la rotura de medios de almacenamiento o trasiego de
combustible y el vertido o dispersión incontrolados de residuos sólidos o líquidos
representan los peores escenarios. Para prevenir estos posibles impactos, los actores del
Sistema del Tratado han tejido una tupida red de medidas preventivas de obligado
cumplimiento, que van desde la utilización de combustible especial7 hasta la depuración de
aguas residuales de las bases científicas, pasando por unas estrictas medidas en el
almacenamiento de combustible o una escrupulosa gestión y retirada de los residuos, por
poner solamente unos ejemplos.
6
Las fanerógamas son las llamadas plantas con flores, representadas por unas pocas especies en la Antártida.
Son más características de la zona las briofitas, plantas no vasculares cuyo mejor ejemplo se encuentra en los
musgos.
7
El llamado gasoil antártico tiene una mayor capacidad de evaporación y dispersión
5
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
Comentario aparte merece una cuestión que no por menos evidente resulta menos
importante: se trata de la introducción de especies no autóctonas en la Antártida. Como
problema sistémico, las denominadas «especies invasoras» están contribuyendo
fuertemente a una crisis global de la biodiversidad. Todos los ecosistemas están en riesgo
potencial por esta causa, pero lo están más aquellos que están más aislados, por el alto nivel
de endemismos que presentan. Y mientras la vulnerabilidad a la exposición varía
considerablemente, la facilidad de acceso a cualquier punto del globo en diversos medios de
transporte en cambio tiende a homogeneizarse, generando así un riesgo cada vez mayor.
En el caso particular de la Antártida, la Península y las islas Sub-Antárticas están siendo las
zonas más afectadas por este impacto, con una fuerte correlación entre la actividad humana
y la introducción de especies invasoras. Si bien el continente helado presenta ventajas para
el control e identificación de este problema debido a su clima extremo, que dificulta la
supervivencia de muchas especies no autóctonas, existen sin embargo factores que
dificultan la gestión de este riesgo, como por ejemplo el desconocimiento que todavía se
tiene de muchos equilibrios ecológicos en la zona (especialmente en el medio marino) y la
extraordinaria simplicidad de algunos ecosistemas antárticos, que les hace por lo tanto
extremadamente sensibles a cualquier cambio.
4. PAPEL DE LA INVESTIGACIÓN EN LA PRESERVACIÓN DEL MEDIO ANTÁRTICO
Ya se ha citado el papel de los esfuerzos científicos, en especial los derivados del Año
Geofísico Internacional, en la génesis del actual Tratado. No resulta sorprendente, por lo
tanto, que este hecho se convirtiera en uno de los ejes del consenso alcanzado en 1959. El
artículo IX del Tratado Antártico es taxativo: «Cada una de las Partes Contratantes que haya
llegado a ser Parte del presente Tratado por adhesión (…. /….) tendrá derecho a nombrar
representantes que participarán en las reuniones (…. /….) mientras dicha Parte Contratante
demuestre su interés en la Antártida mediante la realización en ella de investigaciones
científicas importantes, como el establecimiento de una estación científica o el envío de una
expedición científica».
En otras palabras, ya en 1959 se declaró a la ciencia como única puerta de acceso a lo que ya
hemos llamado antes, un tanto coloquialmente, el «club de socios» de la Antártida con voz y
voto, es decir, al estatus de miembro consultivo. Independientemente de la opinión que este
hecho pueda generar, lo cierto es que ha orientado definitivamente la manera de abordar la
cuestión antártica de muchas naciones, incluida España. A fin de cuentas, acreditar un
interés científico en el extremo Sur del planeta tiene un coste económico, pero solamente
depende de una decisión política sin consecuencias negativas aparentes. Como muestra de
hasta qué punto esta puerta de acceso ha influido como medio de garantizar los derechos
nacionales sobre las decisiones presentes o futuras que afecten a la Antártida, baste señalar
que el número de bases inauguradas tras la firma del Tratado triplica con creces el número
de las preexistentes, y que en los últimos veinticinco años se han establecido tantas
instalaciones antárticas como en toda la historia anterior8. El caso de España no fue
8
Debe hacerse notar aquí que el Tratado original tenía una vigencia inicial de 30 años, y por lo tanto cabían
dudas sobre sus posibles modificaciones precisamente a finales de los años 80 del siglo pasado, motivando un
súbito interés por participar activamente en los procesos de decisión.
6
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
diferente. La experiencia previa en terrenos antárticos de un grupo reducido pero selecto de
investigadores permitió que, llegado el momento de la decisión política de instalar una base
y desarrollar un programa nacional, hubiera un cuerpo de conocimiento sobre el que edificar
toda la estructura que habría de llegar9. La creación de la primera Base (la «Juan Carlos I»)
supuso la entrada de nuestra nación en el grupo de decisión del Sistema del Tratado y la
posibilidad de ser partícipe de pleno derecho de toda la evolución posterior 10.
Pero no se debe olvidar que, independientemente de su objetivo político, la investigación
antártica ofrece datos insustituibles para la comprensión de multitud de fenómenos
terrestres. Estudiando esta zona remota se ha podido constatar más que nunca el carácter
sistémico de las interacciones del globo. Los flujos de energía transportada en las masas de
aire y agua hacia y desde la Antártida son la base del equilibrio climático, la forma en que la
energía solar penetra en la atmósfera y es reflejada en la superficie antártica tiene una
repercusión decisiva en el resto del planeta, y los efectos de un cambio climático de carácter
rápido en la Antártida desencadenarían consecuencias descomunales. Adicionalmente,
numerosas disciplinas científicas se benefician de la existencia de un medio prístino, un
laboratorio natural donde la toma de datos no experimenta interferencias artificiales.
Cabe preguntarse, con cierto espíritu crítico, si estamos ante un círculo vicioso o virtuoso. Si
nos permitimos la licencia de establecer una imposible semejanza con el principio de
incertidumbre, podemos plantearnos hasta qué punto es posible mantener inalterado un
medio si para garantizar su protección parece necesario estudiarlo in situ. Como
contrapartida, la ucronía de una Antártida sin investigación, es decir, posiblemente sin
Tratado, resulta difícilmente preferible, puesto que la prohibición nunca ha sido en la
Historia garantía de respeto a las normas. Probablemente el estado actual de conservación
de la Antártida hubiera sido inimaginable hace unas décadas, cuando amenazas mucho más
serias se cernían sobre ella. Incuestionablemente esto se lo debemos al impulso científico.
5. PARTICIPACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS EN LA ACTIVIDAD ANTÁRTICA ESPAÑOLA
El Comité Polar Español (CPE), organismo interministerial que alberga la autoridad nacional
polar, coordina la investigación española en ambos polos, coherentemente con las
necesidades planteadas por las organizaciones científicas internacionales. Es por lo tanto
una estructura que defiende intereses científicos y estratégicos de España.
En el Comité Polar participan el Ministerio de Ciencia e Innovación, el Ministerio de Asuntos
Exteriores y Cooperación, el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Medio Ambiente, y
Medio Rural y Marino. La necesaria coordinación de la planificación de la investigación, la
9
Con objeto de no olvidar citar a ninguno de los “pioneros” antárticos, no se citarán nombres en este texto. No
obstante, para una aproximación histórica a la gestación de la Campaña Antártica Española se debe consultar:
Josefina Castellví (2007), “De cómo España abrió su ruta para la investigación antártica”. ARBOR Ciencia,
Pensamiento y Cultura CLXXXIII 727 septiembre-octubre, pp. 739-747. Disponible en:
http://arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/download/139/139 (accedido el 30 de noviembre de
2010).
10
Las vicisitudes de la instalación de la «Base Juan Carlos I» están incomparablemente descritas en: Antonio de
Oyarzábal (2009), “La primera expedición antártica y la Base «Juan Carlos I»”. Revista General de Marina,
Suplemento marzo, pp. 5-12.
7
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
logística, la representación en los organismos internacionales y el archivo y explotación de
datos, entre otros asuntos, es ejercida por la Secretaría Técnica del Comité.
Hoy en día la actividad antártica española pivota en el plano operativo en torno a la acción
marítima de un Buque (normalmente en la actualidad el Buque de la Armada A-52 «Las
Palmas» y ocasionalmente A-33 «Hespérides») y a la presencia de dos Bases Antárticas, que
tienen, entre otras, la importante misión de mantener la presencia de España en el
territorio, lo que como ya se vio anteriormente es un compromiso necesario para ser un
miembro consultivo del Tratado. Estas instalaciones son la Bases Antárticas Españolas «Juan
Carlos I», en Isla Livingston, y «Gabriel de Castilla», en Isla Decepción, operada esta última
por el Ejército de Tierra. Las actividades de apoyo logístico y técnico a los buques
oceanográficos y bases polares son llevadas a cabo por la Unidad de Tecnología Marina
(UTM) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
El Ministerio de Defensa se incorporó muy pronto a la actividad en la Antártida, realizando
importantes avances en campos como por ejemplo la hidrografía o la cartografía de las áreas
exploradas11. Como ha podido apreciarse en las líneas anteriores, la participación de las
Fuerzas Armadas sigue siendo un pilar de la presencia española en tierras antárticas.
La participación del Ministerio de Defensa en la Campaña Antártica sin duda es un reflejo
más de la diversidad de acciones mediante las cuales la política de defensa colabora
actualmente en la acción del Estado. Pero la Campaña es también, para el Ejército de Tierra
y la Armada, una oportunidad de desarrollar conjuntamente una actividad con el resto de los
actores en la estructura polar española, lo cual estimula la coordinación de acciones
complejas a gran distancia de Territorio Nacional. Por lo tanto es un reto logístico que induce
ciclos de mejora y una oportunidad de adquirir habilidades multidisciplinares utilizables en
otras zonas de operaciones.
6. PARTICULARIDADES DE LOS SISTEMAS DE GESTIÓN AMBIENTAL EN LA ANTÁRTIDA Y
ESTUDIO DE CASO: BASE ANTÁRTICA ESPAÑOLA «GABRIEL DE CASTILLA»
En el marco de la Campaña Antártica Española, la actividad de apoyo logístico necesaria para
el desarrollo de las labores de investigación científica en la Isla Decepción se materializa
esencialmente en la apertura y funcionamiento, durante los meses climatológicamente más
bonancibles del año, de la Base Antártica Española «Gabriel de Castilla», gestionada por el
Ejército de Tierra. La Base proporciona esencialmente capacidades de habitabilidad,
alimentación, infraestructura, apoyo sanitario, logística, comunicaciones, transporte,
seguridad y gestión ambiental a todos los proyectos científicos que se despliegan en la isla.
También proporciona el entorno donde desarrollar proyectos de investigación y
experimentación de interés para el Ejército de Tierra, especialmente en las áreas de
transmisiones, vestuario, alimentación, medio ambiente e instalaciones.
11
Para una visión de conjunto de la participación de las Fuerzas Armadas en la Campaña Antártica, puede
consultarse: Ministerio de Defensa – Secretaría General Técnica (2007), “Las Fuerzas Armadas en la Antártida”.
Revista Ejército, número 793 (extraordinario), mayo.
8
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
Las dos Bases españolas son un modelo de gestión ambiental, y en concreto el análisis del
desempeño de la Base Antártica Española «Gabriel de Castilla» puede ser un buen ejemplo
para, en esta parte final del texto, comprender en detalle la metodología de la protección
del medio ambiente en este entorno.
Detalle de la Base Antártica Española «Gabriel de Castilla»
La Isla Decepción (latitud de 62° 55’ S y longitud 60° 37’ W), en la que se encuentra la Base,
está situada en el estrecho de Bransfield, al sur de las Islas Shetland del Sur, en la costa
noroeste de la Península Antártica. Es uno de los principales focos de actividad sísmica y
volcánica de la Antártida. Tiene forma de herradura, abierta al sureste por un estrecho corte
en el borde de la caldera, conocido como Fuelles de Neptuno. La base de este volcán, cuya
erupción originó la isla en el periodo cuaternario, se encuentra a 850 metros bajo el nivel del
mar. En toda la isla existen fumarolas, fuentes termales y suelos calientes.
La Isla Decepción está designada como la Zona Antártica Especialmente Administrada, con
dos Zonas Antárticas Especialmente Protegidas, que son áreas destinadas a proteger
características
naturales,
históricas,
estéticas o científicas de alto valor, así
como los proyectos científicos que se
estén realizando o deban realizarse, sin
interferencia de otras actividades. La flora
de la isla cuenta entre sus activos la
presencia de diversos endemismos, y
entre las particularidades de su fauna se
encuentra la presencia de una de las
mayores pingüineras de pingüino barbijo
(Pygoscelis antarctica) de la Antártida y la
presencia de una considerable variedad
de mamíferos marinos.
Ejemplares de «kril» antártico arribados a un punto caliente en el sistema geotermal de Bahía Fumarolas, Isla
Decepción
9
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
La gestión adecuada de los valores ambientales de Isla Decepción ha sido una ocupación
constante de la campaña antártica del Ejército de Tierra, ya que siempre se ha sido
consciente de la naturaleza singular del ámbito en el que se desarrollaba. Con el transcurso
del tiempo, esta concienciación ha adquirido un importante cuerpo documental que la
sustenta. Actualmente, la norma de la fase de activación de la campaña contiene un
completo manual de conducta medioambiental, en sinergia con el manual de área, que
representa un buen inventario de los valores ambientales a proteger, lo cual contribuye a
incrementar la formación del personal presente en la Base. Adicionalmente, la presencia
continua in situ del responsable del área de medio ambiente de la campaña permite una
supervisión de la actividad.
Una de las particularidades de la Antártida en cuanto a la aplicación de medidas de
protección ambiental es que el marco legal es totalmente distinto a la legislación
habitualmente manejada en la Unión Europea. En una Zona Especialmente Administrada
como Decepción, prácticamente todo el requisito legal emana de los anexos del Protocolo
de Madrid y del plan de gestión específico para la isla. Estos documentos hacen mucho
hincapié en la previa evaluación de Impacto, la gestión de los residuos y el respeto a zonas
protegidas.
Más allá de lo exigido por el Sistema del Tratado Antártico, en la Base existe implantado un
Sistema de Gestión Ambiental (SGA) basado en la norma ISO 14001, con lo que ello supone
de compromiso de la organización con la gestión adecuada y la mejora continua. Representa
actualmente la herramienta más potente con la que cuenta la Base para desarrollar medidas
preventivas y correctivas en materia de protección del medio ambiente. De entre las
evidentes virtudes de contar con dicho sistema, se pueden destacar la existencia de un
programa de formación y sensibilización ambiental de todo el personal y la existencia de
procedimientos de control, mediante los que cada impacto ambiental potencial o inevitable
identificado recibe la atención necesaria para poder detectar desviaciones críticas que
amenacen al medio.
Pygoscelis antarctica, pingüino barbijo
10
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
Se verifican todas aquellas tareas encaminadas a garantizar el correcto desempeño
ambiental de esta actividad: el consumo de recursos, la depuración de aguas residuales, las
emisiones a la atmósfera, la generación de ruidos, la gestión de los residuos, etc. El correcto
desempeño se consigue gracias al grupo compacto de trabajo que forma la dotación militar y
el personal científico de la Base, un grupo de pocas personas seleccionadas, con muchas
horas de preparación individual y de convivencia, que forma un equipo muy cohesionado y
es sensible a cualquier necesidad de la campaña. El desempeño, además, se monitoriza
gracias a las técnicas de laboratorio que provee el área de medio ambiente, controlando
constantemente determinados parámetros clave de la actividad de la Base, y permitiendo así
observar desviaciones y corregirlas en un tiempo mínimo. Este control operacional ha sido
identificado como un puntal del sistema por las auditorías realizadas hasta la fecha.
Finalmente, como consecuencia lógica de años de trabajo, durante la Campaña 2009-2010 la
Base Antártica Española «Gabriel de Castilla» obtuvo la certificación de su Sistema según
norma ISO 14001 tras recibir la correspondiente auditoría por parte de un organismo
externo, en este caso AENOR12. Con esto obtenía la merecida recompensa el esfuerzo de
todos los integrantes de las dotaciones de la Base y, entre ellos, los veterinarios militares
responsables del área de medio ambiente, que a lo largo de estos años han dejado parte de
sí mismos en Isla Decepción materializando así el compromiso del Ejército de Tierra con la
preservación del medio antártico.
7. PROSPECTIVA Y CONCLUSIONES
La Antártida es a la vez testigo y protagonista de los cambios que se están operando en el
globo. Atesora en su silenciosa inmensidad muchos de los datos que permitirán interpretar
los motivos de los cambios pasados, y simultáneamente sufrirá y nos hará sufrir los cambios
futuros. Es por esto que la adecuada gestión de esta última frontera es motivo de gran
preocupación, y la pregunta obligada es si la humanidad será capaz de acertar esta vez.
Por un lado, cabe plantearse si el Tratado Antártico, que ya ha estado amenazado en otras
ocasiones, será capaz de «reinventarse» de forma continua, adaptándose para mantener
siempre su eficacia, como ya se experimentó con la firma del Protocolo de Madrid. Los
riesgos que se ciernen sobre esta hipótesis son básicamente los asuntos territoriales y la
explotación de los recursos, aunque probablemente podrían los primeros subsumirse a la
segunda, por cuanto la territorialidad a la postre representaría una cierta garantía de
explotación futura. En caso de que esta explotación se llegase a regular en el sexto
continente, los recursos marinos y energéticos serían los más firmes candidatos a dicha
regulación. Actualmente la extracción de la energía en el polo Sur podría ser poco rentable,
pero los cambios globales ya modificaron este hecho en otras zonas, como por ejemplo en el
Ártico. El calentamiento global podría facilitar la explotación de recursos minerales a la par
que reducir drásticamente los recursos marinos, hecho este último que ya está empezando a
producirse. Tampoco hay que olvidar la enorme reserva de agua dulce que representa la
Antártida, mucha de ella en estado líquido en profundidad, que, ante la escasez de agua
12
Para una descripción técnica del proceso de certificación, consúltese: Angel Santos (2010), “Gestión
ambiental en la Antártida”. UNE: boletín mensual de AENOR, nº 251, pp. 50-52.
11
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
potable que parece avecinarse, podría representar un punto de atracción añadido. La
sensación de creciente importancia de la política antártica que se puede percibir a todos los
niveles parece obedecer por lo tanto a estas posibilidades. Todas las potencias están en
movimiento a este respecto. Podría decirse que nadie se quiere quedar fuera de las
opciones de futuro, sean éstas cuales sean, o incluso aunque aún no se conozcan. Por el
momento, toda esta actividad se está desarrollando conforme al marco del Tratado,
asumiendo que es la investigación la que otorga estas opciones de futuro. Mientras tanto, la
protección del Protocolo de Madrid se extiende teóricamente hasta el año 2048, pero en un
mundo cambiante no se debería dar nada por supuesto.
La alternativa al escenario anterior, es decir, el respeto permanente a unas normas similares
a las del actual Tratado Antártico, no garantiza tampoco que el continente vaya a quedar a
salvo de cambios, ya que implica una Antártida reservada para la ciencia y, como todo el
mundo asume ya, para el turismo, actividad que por otra parte es considerada lícita por el
propio Tratado. En este escenario, el turismo, que está experimentando crecimientos
exponenciales, podría igualar y superar en poco tiempo el impacto ambiental generado por
la actividad científica, en especial en los «oasis antárticos», que son destinos preferentes de
cruceros. En este caso los disturbios causados a la fauna y la introducción de especies no
autóctonas son las mayores amenazas. El principal problema del turismo antártico es la
dificultad para regularlo. Junto a los miembros de la asociación internacional de operadores
turísticos antárticos (IAATO13), que representan un razonable compromiso con la
conservación, o a los operadores procedentes de países miembros del Sistema del Tratado,
que pueden ser «guiados» por sus respectivos estados para obrar correctamente, en el
futuro podrían coexistir, más que ahora, operadores turísticos externos al Sistema, sin
ninguna obligación legal de respetar el marco normativo. Algunos países han considerado
necesario de hecho simultanear la presencia científica en la Antártida con una cierta labor de
«vigilancia» activa para prevenir estos y otros problemas.
Sea como fuere, parece claro que todos los futuros posibles para el continente blanco pasan
por la presencia humana, ya sea para devastarlo o para protegerlo. Si a eso añadimos que los
efectos del cambio climático global ya están haciéndose notar también en la zona, lo que es
evidente es que la imagen ideal de mantener una Antártida en las mismas condiciones en
que aquella «Terra australis incognita» comenzó a forjar su leyenda, es poco menos que
imposible.
El reto consiste en minimizar el factor antropogénico del cambio, ser capaces de anticipar las
consecuencias globales, que sin duda serán enormes, y preservar todo lo posible los valores
naturales de la Antártida en beneficio de las generaciones venideras. Poder demostrar que
se hizo todo lo posible, sin el concurso de intereses espurios y con la mirada puesta en el
futuro, es un desafío científico, diplomático y político formidable: el tablero de ajedrez que
viene siendo hace un siglo la política antártica.
Evidentemente, este texto no puede analizar la política antártica que debe seguir España.
Tampoco puede preverla. Pero lo que parece claro es que la presencia en el sexto continente
13
En la página web de la Asociación: http://www.iaato.org/ pueden consultarse interesantes procedimientos y
estadísticas sobre el turismo antártico.
12
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
es la única vía que una potencia media tiene para tratar de influir positivamente en la
protección de la Antártida, y por lo tanto se puede augurar una larga vida a las sucesivas
ediciones de la Campaña Antártica Española.
Comandante Veterinario José Luis Arceiz López 14
Hospital General de la Defensa en San Fernando
Oficial de Medio Ambiente de la
XXIII Campaña Antártica del Ejército de Tierra (2009-2010)
14
Las ideas contenidas en los Documentos de Opinión son de responsabilidad de sus autores, sin que reflejen,
necesariamente, el pensamiento del IEEE o del Ministerio de Defensa.
13
Documentos de opinión
José Luis Arceiz López
Nº 12/2011
ieee.es
Descargar