Capital financiero, capital dinerario y capital mercantil

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Capital financiero, capital
dinerario y capital mercantil
Rolando Astarita
Publicado por Matxingune taldea en 2012
Resumen
La afirmación de que el capital financiero domina y oprime, de alguna manera, al capital productivo, está asociada
a la idea de que las crisis, o los padecimientos de las masas trabajadoras, tienen sus raíces en este dominio de las
finanzas. La solución de los males pasaría por «dominar a las finanzas», y no por acabar con la propiedad privada
del capital. El enfoque que hemos defendido, en cambio, sostiene que las crisis, la polarización social creciente, el
hambre y la miseria que reinan en medio del más gigantesco desarrollo de las fuerzas productivas, no se explican
por el pretendido dominio de una forma del capital, sino por la misma relación de explotación capitalista. Esta teoría
es el fundamento último para avanzar en lo que fue un objetivo del marxismo, la organización de los trabajadores
(de los explotados por el capital) como partido político independiente de la burguesía.
El término «capital financiero» es de uso común en la izquierda, incluido el marxismo. A grandes rasgos
podemos decir que con este término se denota a una totalidad compuesta por los bancos, los fondos
de inversión y similares, las compañías de seguro, los prestamistas de dinero, y los accionistas. Pero la
noción también hace referencia a una relación de dominio de estos capitales sobre el capital productivo (y,
eventualmente, el comercial). Esta idea nace con los «clásicos» sobre el imperialismo (Hilferding, Hobson,
Lenin) y es mantenida en la actualidad en la tesis de la financiarización (Chesnais, Samir Amin, Reinaldo
Carcanholo), y otras corrientes izquierdistas. En esta nota examino la cuestión a la luz de las nociones
de capital dinerario y capital mercantil, de Marx, y planteo mis principales críticas a la noción usual de
capital financiero.
En Marx
Tal vez una de las cuestiones más importantes es precisar la distinción, de Marx, entre capital mercantil
y capital dinerario. Por capital mercantil el autor de El Capital entendía el capital comercial y el que se
especializa en el manejo del dinero. Este último engloba a los bancos, y en general a las instituciones que
realizan operaciones monetarias «para toda la clase de los capitalistas industriales y comerciales» (Marx,
1999, t. 3, p. 403). Son las operaciones de pago y cobro de dinero, conservación de tesoros monetarios,
saldo de balances, manejo de cuentas corrientes, movimientos internacionales de dinero, operaciones
cambiarias, y similares. A ello se agrega el recibir y conceder créditos, organizar la colocación de
acciones y bonos, preparar fideicomisos, actuar como fideicomisarios, etc. El capital dinerario, en cambio,
comprende -siempre según Marx- el dinero que se presta, a cambio de un interés. Es en este sentido
que el capital mercantil se diferencia del capital dinerario: los capitales mercantiles (sean comerciales o
bancarios) reciben la parte de la plusvalía que corresponde a la ganancia. Es conveniente recordar que
el beneficio de un banco no proviene del interés, como muchas veces se piensa, sino de la diferencia
entre las tasas activas y pasivas (esto es, las tasas a las que presta y las tasas a las que toma depósitos);
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Capital financiero, capital dinerario y capital mercantil
más las comisiones que cobra por realizar operaciones monetarias. Su tasa de ganancia, por lo tanto,
está determinada por la razón entre los beneficios y el capital propio invertido. Lo mismo sucede con un
corredor de bolsa; su ganancia principal proviene de las comisiones que cobra por operar en la bolsa, y su
tasa de ganancia es la razón entre el beneficio y el capital invertido. No hay, en este sentido, una diferencia
sustancial con la tasa de ganancia de los capitales invertidos en cualquier otra actividad. El capital del
banco participa de la igualación de la tasa de ganancia, junto al resto de los capitales. Esa igualación se
produce por la competencia, que ocurre con los movimientos de los capitales entre las ramas. Si la tasa de
beneficio en una rama es mayor que en el promedio de la economía, los capitales tenderán hacia ella, hasta
que se iguala con el promedio. A la inversa, los capitales salen de las ramas en que la tasa de ganancia
es menor al promedio. Por esta razón, Marx jamás consideró que las instituciones que operan con dinero
pudieran gozar de una tasa de ganancia sistemáticamente superior a la que reciben los capitales invertidos
en las ramas productivas, o comerciales.
El capital dinerario, por su parte, se basa en que el dinero puede funcionar como capital, y como mercancíacapital. Pero, a diferencia del resto de las mercancías, solo se lo enajena por un período determinado, para
que funcione como capital. En palabras de Marx: «... la mercancía capital tiene la peculiaridad de que
en virtud del consumo de su valor de uso, su valor y su valor de uso no sólo se conservan, sino que se
incrementan. Este valor de uso del dinero como capital -la capacidad de generar la ganancia media- es lo
que enajena el capitalista dinerario al capitalista industrial por el lapso durante el cual le cede a éste el
poder de disponer sobre el capital prestado» (1999, t. 3 p. 449). El interés aparece entonces como el precio
del capital, y expresa la valorización del capital dinero. Surgido de la relación entre dos capitalistas, el
prestatario y el capitalista empresario, su sustancia es una parte de la plusvalía generada por el obrero.
Este es el fundamento de la hermandad que existe entre el capital dinerario y otras formas del capital, frente
al trabajo. Ambas formas del capital dependen de que la explotación del trabajo, y la realización de la
plusvalía, sean exitosas. Por este motivo también, es imposible que el capital dinerario se pueda valorizar
de manera independiente del capital productivo. Pero por fuera de este elemento de identidad, el capital
dinerario se distingue del capital mercantil, entre otras razones porque percibe interés, y no ganancia.
A partir de esto, se puede entender la diferencia que existe entre lo que se llama la ganancia empresaria, y el
interés. La explicamos con un ejemplo. Supongamos que un capitalista toma 1.000 pesos a préstamo, que
rinden una ganancia anual del 8%, y que el interés es del 2%. Para este capitalista, la ganancia «neta», o
empresaria, es del 6%. Los 60 pesos que embolsa como ganancia son una retribución a su rol de explotador;
en otras palabras, la ganancia empresaria retribuye al capital en funciones. El interés, en cambio, es la
plusvalía que le corresponde al capitalista dinerario en tanto encarna la propiedad privada del capital.
Puede verse entonces que entre el interés y la ganancia empresaria existe una relación negativa: dada
la plusvalía, si aumenta el interés, disminuye la ganancia, y viceversa (suponiendo que no se modifican
la renta de la tierra ni los impuestos). De ahí que exista una oposición en la unidad, entre el capitalista
dinerario y el capitalista empresario. En períodos de crisis, en especial, la tasa de interés sube -aumenta
el riesgo, los capitalistas son reacios a prestar en tanto aumenta la demanda de líquido para enfrentar
vencimientos- y esto puede afectar muy seriamente a la ganancia. Lo cual genera la impresión de que la
causa de la crisis es la suba de la tasa de interés, cuando en realidad, se trata de una consecuencia de la
crisis; que a su vez actúa agravándola. Pero lo mismo ocurre con todo el capital, sea productivo o mercantil.
Si el banco toma dinero prestado, deberá pagar un interés al prestatario; si la tasa de interés aumenta,
bajará su ganancia empresaria. Sin embargo, cuando se subsume bajo una misma totalidad indiferenciada
de «capital financiero» al capital dinerario y al capital bancario, se pierde de vista esta oposición.
Por otra parte, subrayamos, la tasa de ganancia del banco está sometida a las leyes de la competencia.
Pero, cuando se dice que el capital financiero está por encima del capital productivo, o comercial, se pasa
por alto que el capital mercantil de conjunto (esto es, los bancos y similares incluidos) está sometido a la
misma ley de igualación de la tasa de ganancia que afecta a los capitales de cualquier rama. Por este motivo
también, los bancos, y similares, estarán afectados por la caída de la tasa de ganancia que lleva a las crisis.
El capital accionario y los accionistas
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Capital financiero, capital dinerario y capital mercantil
Una consideración especial merece el capital accionario. Precisemos que la acción es un título que da
derecho a una parte de la plusvalía que ha de realizar el capital. La acción «no es otra cosa que un título de
propiedad, pro rata, sobre el plusvalor que se ha de realizar por intermedio de ese capital» (Marx, 1999, t.
3, p. 601). En algunos pasajes Marx asocia al capital accionario con un tipo de capital a préstamos, y a los
dividendos con el interés (ídem, p. 307). Lo hace porque el poseedor de acciones no está necesariamente
involucrado en la función de capitalista, y en este sentido, se acerca al capitalista dinerario.
Sin embargo, pienso que esta circunstancia no es suficiente para considerar al capital accionario, sin más,
como parte del capital dinerario. En primer lugar, porque las accionistas participan de las ganancias de las
empresas a través de los dividendos, y éstos no mantienen una relación inversa con la tasa de ganancia,
como ocurre con el interés. Cuando aumentan las ganancias, aumentan los dividendos, y viceversa; cuando
estalla la crisis, y la tasa de interés alcanza su pico, los dividendos usualmente desaparecen. Por eso, entre
dividendos y ganancias no existe la tensión que encontramos entre la tasa de ganancia y la tasa de interés.
Sí existe una tensión entre las ganancias retenidas por las empresas, y los dividendos distribuidos a los
accionistas. Pero es una oposición distinta de la que existe entre la ganancia y el interés; incluso no puede
decirse que la distribución de dividendos perjudique siempre, o necesariamente, a los accionistas. Por
ejemplo, una retención de ganancias para ampliar la empresa puede dar lugar a una suba del precio de
la acción, de manera que para el accionista hay una compensación, en términos de patrimonios, por el
dividendo no cobrado. El accionista, además, se beneficia siempre con la valorización de la empresa, en
tanto el capital capitalista dinerario no obtiene ningún beneficio con ello. Aclaremos por último que la
situación del accionista no siempre es la de mero propietario del capital. Superado cierto umbral de tenencia
accionaria (generalmente hoy se ubica en un 5% del total del paquete accionario), el accionista comienza
a tener injerencia en el directorio de la empresa, esto es, se involucra como capitalista en funciones.
«Capital financiero» en el marxismo
Como ha señalado Harvey (1990), Marx casi no utilizó el término capital financiero. La noción recién
adquirió vuelo, dentro del marxismo, a partir de los escritos sobre imperialismo de principios de siglo
XX. Hilferding y Lenin quisieron denotar con ese término un fenómeno que consideraban novedoso, la
fusión del capital bancario con el capital industrial, y el dominio del primero sobre el segundo. Hobson
también pensaba que el sector financiero predominaba sobre el resto de la economía; pero entendía por
capital financiero a las grandes casas financieras, que invertían en acciones y títulos, flotaban empresas
y otorgaban créditos. En décadas posteriores, la visión del dominio pareció ceder lugar a una idea más
matizada. Por ejemplo, Sweezy (1974) pensaba que el dominio de los bancos se acentuaba durante los
períodos de crisis, y se debilitaba durante los auges. Mandel, en el Tratado de economía marxista, planteaba
que había «interpenetración del capital industrial y financiero», al menos en Estados Unidos, Gran Bretaña
y Alemania. Sin embargo, a partir de los años 1980 (ascenso del reaganismo y el neoliberalismo) volvió a
tomar fuerza la tesis del dominio del «capital financiero» entre los marxistas; aunque ya pocos utilizaron
el término en el sentido que lo encontramos en Hilferding (1963) y Lenin (1973), esto es, entendido como
fusión del capital bancario e industrial.
En términos generales, por capital financiero se comprende ahora tanto al capital que se presta a interés,
como el capital bancario y el aplicado a diversos fondos de inversión. La idea clave es que este tipo de
capital domina al resto. Por ejemplo, Sweezy, Magdoff y otros participantes de la revista Monthly Review
sostenían, en los años 80 y 90, que el centro de gravedad del capitalismo había pasado de la producción
a las finanzas, y que esto comportaba un cambio cualitativo del sistema capitalista (Sweezy, 1994, Foster
2010). Los teóricos de la financiarización sostienen la misma idea. Por caso, Samir Amin considera que
la economía moderna está dominada por el capital «oligopólico-financiero», encabezado por 10 bancos
que controlan los grandes fondos de inversión y de pensión. (Amin, 2008). Chesnais sostiene que las
finanzas tienen «los mandos»: «Las finanzas y los mercados financieros están en la cima del sistema;
ocupan los commanding heights... y dan el tono al capital comprometido en la producción o en los grandes
negocios» (1996, p. 262). Plihon (1996), teóricamente cercano a Chesnais, afirma que la primacía del
capital financiero se corporiza en la «dictadura» de los accionistas sobre los directorios de las empresas.
Observaciones críticas a la tesis del capital financiero, y la financiarización
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Capital financiero, capital dinerario y capital mercantil
El enfoque de Marx no apoya esa visión del capital financiero que ha prevalecido en el marxismo hasta
el día de hoy. Pensamos que tampoco la evidencia empírica. Desde el punto de vista teórico, y por lo
que hemos explicado más arriba, no se puede colocar al capital dinerario, y a una fracción del capital
mercantil, en una misma bolsa, llamada «capital financiero», sin importantes precauciones. En todo caso,
si quiere hacerse esto por economía de lenguaje, hay que tener presente que estamos hablando de formas
distintas de capital. Los bancos, por ejemplo, toman dinero de los mercados de capitales y de dinero, y por
lo tanto también aquí se establece una relación de oposición entre el prestatario y el prestamista. Por eso,
es erróneo colocar bajo una totalidad indiferenciada al capital bancario y el capital dinerario. Y entonces
parece lógica la clasificación de Marx, que ubica al capital dedicado a las operaciones monetarias junto al
capital comercial, bajo la noción de capital mercantil, y como categoría distinta al capital dinerario.
También en base a lo que hemos explicado, se concluye que no hay motivo para sostener que el capital
dinerario tenga algún tipo de prioridad permanente, o estructural, sobre el capital productivo, o sobre
el mercantil. La relación entre ambas especies de capital varía con el ciclo económico. En los años de
bonanza, la tasa de interés es baja y las ganancias del capital (productivo o mercantil) son altas. Lo inverso
sucede cuando estalla la crisis; además, los quebrantos y las desvalorizaciones de activos afectan tanto
a los capitales productivos o mercantiles, como a los acreedores. Ésta parece ser la posición de Marx,
y es adecuada al capitalismo contemporáneo. Por caso, durante la crisis iniciada en 2007 colapsaron
grandes instituciones bancarias y compañías de seguros; y enormes masas de activos financieros se
derrumbaron, arrastrando también a los acreedores. Las leyes de la competencia no respetaron «jerarquías»
ni «hegemonías».
Tampoco se puede decir que el capital dinerario dicta el curso al resto del capital. Los bancos, por ejemplo,
no están bajo la hegemonía de los capitalistas dinerarios que adquieren sus emisiones de obligaciones
negociables o papeles comerciales. De la misma manera, no se advierte que los capitalistas dinerarios
ejerzan alguna dominación sobre los capitales productivos o comerciales. IBM, Wall Mart, Esso o
Microsoft no están, de manera permanente, o «estructural», a merced de lo que dictan los prestamistas.
La evidencia disponible tampoco parece corroborar la tesis de que los bancos controlan, en el largo plazo,
a las empresas abocadas a las actividades productivas o comerciales. Constantemente muchos capitales
invertidos en las ramas productivas o en el comercio sacan fondos líquidos (por ejemplo, por amortización,
o ganancias retenidas) que son colocados en los mercados financieros, o en los bancos, y vueltos luego a la
producción. Las tasas a las que colocan estos fondos, adquiriendo bonos o colocándolos como depósitos,
están sujetas a competencia. A su vez, muchas otras empresas están tomando fondos, ya sea a través de
préstamos bancarios, o colocando títulos en los mercados. No hay razón para pensar que estas gigantescas
corporaciones deban someterse a los dictados de los bancos, que después de todo, no son sino una forma del
capital. La tasa de interés hoy se sigue determinando por la oferta y demanda de fondos líquidos (esto es, «a
lo Marx»). Asimismo, tampoco se comprueba que la tasa de ganancia de los bancos sea sistemáticamente,
y en el largo plazo, más alta que en el resto de las actividades. Los datos de que disponemos muestran que
en los últimos veinte años la tasa de ganancia de los bancos ha oscilado de manera más profunda que la
de otras ramas, pero no ha sido en promedio más alta más alta. La idea de «interpenetración» entre estas
formas de capital, que planteaba Mandel, nos parece apropiada.
Por último, parece difícil sostener que hay una oposición estructural entre el capitalista en funciones
y los accionistas. Ya hemos visto que a partir de la tenencia de un cierto paquete accionario, los
accionistas forman parte de los directorios de las empresas. Pero la identidad es más esencial; es que los
capitalistas en funciones tienen tanto interés como los accionistas en la valorización del capital. No solo, ni
principalmente, porque los directores son remunerados con acciones (y por lo tanto se enriquecen cuando
éstas suben de precio), sino porque está en la naturaleza del capital la tendencia a la valorización. El capital
que no tiene éxito en esta «misión», valorizarse al máximo, está condenado a desaparecen (y en ese caso los
directores perderán su trabajo). No hay forma de evitar esta ley de hierro del sistema capitalista. El director
de empresa no es un apóstol de la producción por la producción, enfrentado al capitalista accionario,
encarnación de la codicia sin límites. Ambos personajes solo existen en tanto encarnan al valor en proceso
de valorización, y no pueden dejar de encarnarlo, sin dejar de ser capitalistas. Por eso, no existe capital en
funciones sin valorización del capital, sin tendencia a su acrecentamiento sin fin.
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Capital financiero, capital dinerario y capital mercantil
Consecuencias políticas
En base a los argumentos presentados, nuestra crítica al concepto de capital financiero, tal como
acostumbra usarse en el marxismo, y en la izquierda en general, es doble. En primer lugar, consideramos
que establece una falsa divisoria «fundamental» entre una parte del capital mercantil, el dedicado al tráfico
y manejo de dinero, y el capital comercial, que es la otra forma del capital mercantil, a la par que diluye la
divisoria entre el capital dinerario y el capital mercantil, incluido el bancario. A partir de aquí, se borran
las especificidades de los respectivos ingresos, ganancia para el capital mercantil-bancario, e interés para
los capitalistas dinerarios. La segunda crítica, y es la más importante, es que a nuestro entender no existe
primacía estructural, o permanente, del llamado capital financiero (sea que se entienda por éste al capital
bancario, al capital dinerario, o a la suma de ambos), por sobre el capital productivo o comercial.
De estos enfoques derivan consecuencias políticas casi inmediatas. La afirmación de que el capital
financiero domina y oprime, de alguna manera, al capital productivo, está asociada a la idea de que las
crisis, o los padecimientos de las masas trabajadoras, tienen sus raíces en este dominio de las finanzas.
La solución de los males pasaría por «dominar a las finanzas», y no por acabar con la propiedad privada
del capital. Por eso también, la tesis «el problema son las finanzas» es funcional a las políticas «progreizquierdistas» de apoyo al capital y a la colaboración de clases. Los explotados deberían colaborar con
sus explotadores «industrialistas y productivos», los cuales, se pretende, se enfrentarían a la oligarquía
financiera, o financiera parasitaria. De ahí la aprobación de la tesis de la financiarización (o similares)
por parte de muchas corrientes burguesas reformistas. El enfoque que hemos defendido, en cambio,
sostiene que las crisis, la polarización social creciente, el hambre y la miseria que reinan en medio del más
gigantesco desarrollo de las fuerzas productivas, no se explican por el pretendido dominio de una forma
del capital, sino por la misma relación de explotación capitalista. Esta teoría es el fundamento último para
avanzar en lo que fue un objetivo del marxismo, la organización de los trabajadores (de los explotados por
el capital) como partido político independiente de la burguesía.
Rolando Astarita
10 de septiembre de 2012
Textos citados
Amin, S. (2008): «”Market Economy” or Oligopoly-Finance Capitalism?», Monthly Review, vol. 59, Nº
11, abril.
Chesnais, F. comp. (1996): La mondialisation financière. Genèse, coût et enjeux, Paris, Syros.
Foster, J. B. (2010): «The Age of Monopoly-Finance Capital» [http://monthlyreview.org/2010/02/01/theage-of-monopoly-finance-capital].
Harvey, D. (1990): Los límites del capitalismo y la teoría marxista, México, FCE.
Hilferding, R. (1963): El capital financiero, Madrid, Tecnos.
Hobson, J. A. (1902): Imperialism: A Study [http://www.econlib.org/library/YPDBooks/Hobson/
hbsnImpCover.html].
Lenin, N. (1973): El imperialismo, fase superior del capitalismo, Buenos Aires, Cartago, Obras escogidas,
t. 3.
Mandel, E. (1969): Tratado de economía marxista, México, Era.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Plihon, D. (1996): «Déséquilibres mondiaux et instabilité financière: la responsabilité des politiques
libérales», en Chesnais (1996), pp. 97-141.
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Capital financiero, capital dinerario y capital mercantil
Sweezy, P. (1994): «The Triumph of Financial Capital» [http://monthlyreview.org/1994/06/01/thetriumph-of-financial-capital].
Sweezy, P. (1974): Teoría del desarrollo capitalista, México, FCE.
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