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TEMA 6- ARTE ISLAMICO - HISPANOMUSULMAN
ARTE ISLÁMICO
Sobre la base común de la nueva religión musulmana y del idioma árabe, nace una nueva civilización, la
islámica, que rápidamente se expande, por todo Oriente Próximo, Asia Central y el sur del Mediterráneo. El mundo
islámico engloba, por tanto, distintos pueblos que tienen distintas formas de expresión, en occidente predomina la
herencia romana-bizantina y en oriente la persa. El único elemento común es la nueva religión, la firme creencia en el
monoteísmo de Ala. (Es importante distinguir entre los adjetivos: musulmán –que se refiere a la religión–, árabe –a
una etnia y un idioma-, e islámico –a un conjunto de rasgos culturales). En su expansión los musulmanes rara vez
destruyeron la cultura preexistente, sino que la adaptaron a sus necesidades y las nacionalizaron, realizando brillantes
aportaciones culturales en muy diversos campos: ciencias, matemáticas, medicina, literatura, arte y arquitectura.
Aunque ninguna cultura puede comprenderse sin considerar el hecho religioso, en el mundo islámico este
fenómeno lo impregna todo, no existe la diferencia entre lo laico y lo religioso. Por ello, los rasgos del arte islámico
están configurados por la fe, y el mas destacado es, sin duda, la iconoclasia. El Islam no permite la representación de
imágenes puesto que Dios es inaprensible e inasible por los sentidos, su presencia se manifiesta únicamente a través
de la palabra, uno de sus atributos divinos. De esta manera, las inscripciones árabes juegan un papel similar al de las
imágenes cristianas y se sobreponen a todas las superficies, creando un continuo decorativo. Por ello, la decoración
se convierte en otro de los rasgos esenciales del arte islámico. En ella es esencial el ritmo, basado en series de una
repetición rítmica de los mismos motivos, transmitiendo así la sensación de reposo y armonía interior. Los elementos
básicos de la decoración musulmana son tres: la caligrafía, los motivos vegetales y los motivos geométricos. El tercer
rasgo que caracteriza al arte islámico es el desarrollo de la arquitectura y las “artes menores” o decorativas (telas,
cerámica, madera).
LA ARQUITECTURA
Es la manifestación más destacada del arte islámico, aunque en realidad los musulmanes no desarrollan un
nuevo lenguaje arquitectónico, sino una nueva estructuración espacial y decorativa. La arquitectura islámica es una
mezcla de elementos bizantinos, visigodos, coptos, persas, … cuya presencia se acentúa en mayor o menor medida
en función de los territorios sobre el que se desarrolla. A pesar de esta variedad se pueden establecer unos rasgos
generales en la arquitectura islámica:
- Suelen ser edificios de poca altura para generar la sensación de armonía con el paisaje en el que se levantan.
- No interesan los problemas constructivos, por lo que los espacios suelen ser cubos de los que sobresalen las
cúpulas.
- Prefieren los materiales “pobres”, más fáciles de trabajar, como el ladrillo y el mamposto al exterior y la
madera y el yeso al interior.
- Se interesan más por la decoración interior, muy rica, que por la exterior, generalmente simple salvo en las
portadas y en las cúpulas.
- Los elementos sustentantes suelen ser delgados, puesto que no tienen que soportar pesadas techumbres.
Utilizan bóvedas de diversos tipos, todas con un rasgo común, los nervios nunca se cruzan en el centro.
- En Córdoba adoptaron el arco de herradura (de influencia visigoda) y desde allí se extendió al resto del
territorio. También adoptaron en la Península la alternancia de dovelas ya sea en el color (roja-blanca) o en la
superficie (una decorada otra lisa).
- La decoración excluye los elementos figurativos, por lo predominan los temas vegetales estilizados,
atauriques, las inscripciones epigráficas y las líneas geométricas o lacería, que permiten seriaciones infinitas. De
entre ellas destaca la sebka, un trazado rehundido de formas curvilíneas que siguen una red poligonal.
La principal creación de la arquitectura islámica es la mezquita (del árabe maschid: «lugar donde uno se postra
ante Dios»), un edificio en el que los fieles se reúnen para efectuar la oración colectiva. Esta oración es precedida de
una llamada solemne que efectúa un muecín, y de las abluciones o lavados rituales de los fieles.
Inicialmente, una mezquita podía ser cualquier lugar desde el que se efectuara la oración; fue en la segunda
mitad del siglo VII cuando se comenzó a definir una tipología arquitectónica específica basada en la disposición de la
Casa del Profeta en Medina, donde Mahoma se reunía con los primeros fieles para orar. En términos generales, una
mezquita es un recinto rectangular dividido en dos partes en sentido transversal. La primera parte es un gran patio
porticado, Sahn, en cuyo interior se encuentra la fuente de las abluciones, Sabil y en uno de sus lados la torre,
alminar o minarete, desde la que el muecín llama a la oración. La otra parte es la gran sala de oración, Haram,
dividida en varias naves separadas por columnas o pilares. El muro del fondo recibe el nombre de Quibla, esta
siempre orientado a la Meca y en él se abre un pequeño espacio, Mirhab, que en ocasiones esta precedido por un
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espacio, Macsura, destinado a la oración del califa. En las mezquitas en las que aparece el Mimbar o púlpito, es en
esta zona donde suele situarse.
Aparte de esta tipología general, materializada en conjuntos como las mezquitas de Kairuán (Túnez), Damasco
(Siria), Ibn Tulún (El Cairo) o Córdoba, existen otros tipos de mezquitas desarrolladas en diferentes áreas geográficas
y períodos históricos. Destacaremos dos tipos: uno, desarrollado en Irán, es el de gran mezquita con un patio
cuadrado central rodeado por cuatro iwanes (salas abovedadas abiertas a un patio) que definen una planta
cruciforme; otro, desarrollado en Turquía por los otomanos, quienes tomaron como modelo para sus mezquitas la
tipología de basílica bizantina centralizada con una gran cúpula, a la que añadieron altos minaretes exentos.
Tras la muerte de Mahoma asumió el poder la dinastía de los Omeyas, encargada de organizar el nuevo Estado
Islámico. La situación de la capital en Damasco explica la profunda influencia del mundo clásico y del arte bizantino.
Una de las primeras construcciones fue la Cúpula de la Roca, en Jerusalén (segunda mitad s VII) El edificio,
construido para expresar el triunfo de las doctrinas de Mahoma sobre las de Cristo, se centra en torno a la roca
sagrada en la que según la tradición, apoyó los pies el profeta. Su planta octogonal se refuerza con dos naves de
circunvalación y una gran cúpula. Ya en el s VIII se levanta la mezquita de Damasco, que configura el tipo clásico con
tres naves paralelas a la quibla y separadas por columnas. También en este período se levanta la mezquita de
Kairouan en Tunez, la primera que sigue un esquema en forma de T con tres naves paralelas al muro de la quibla
cortadas por otra transversal más ancha y alta.
A mediados del s VIII los abasidas alcanzan el poder y trasladan la capital a Bagdad. Se abandonan las
influencias romana y bizantina cobrando mayor presencia el mundo oriental de Persia y Mesopotamia. Se construye
ahora la mezquita de Ibn-Tulún en El Cairo, la mezquita de Bagdad y la mezquita de Samarra, cuyo minarete
helicoidal esta inspirado en los zigurats mesopotámicos.
Tras la fragmentación del mundo islámico, en 1630 se levanta la mezquita de Isfaham, con un nuevo modelo
arquitectónico: en torno a un patio central abierto se abren cuatro Iwanes en cada uno de sus lados. En el s XVII los
otomanos levantan la mezquita azul, junto a Santa Sofía, en la que se inspira al quedar cubierta por una gran cúpula
que descansa sobre cuatro robustos apoyos. También en el s XVII se levanta en la India el Taj-Mahal, con fuerte
influencia persa.
Otros edificios religiosos islámicos son las madrasas (escuelas coránicas que sirven también como residencias
para estudiantes; suelen tener planta de cruz griega en torno a un patio central con fuente) y los ribats o monasterios
fortificados. Respecto a la arquitectura civil, destacan los palacios levantados en torno a uno o varios patios, con
habitaciones privadas, zonas oficiales (entre ellas el mexuar o salón donde se imparte justicia), baños y mezquitas;
muestran un acusado contraste entre el exterior, austero y frecuentemente amurallado, y el interior, ricamente
decorado con mosaicos, estucos o pinturas, y en el que los edificios alternan con jardines, acequias y fuentes. Otras
construcciones civiles son los caravansares (albergues o posadas en las rutas comerciales), los hans (caravansares
urbanos) y los hammams o baños públicos (herederos de las termas romanas).
ARTE HISPANO-MUSULMAN
Aunque los musulmanes llegaron a la Península en el 711, no fue hasta el emirato de Abderramán I, cuando se
inició el desarrollo artístico, que alcanzará su cenit con el Califato de Córdoba y Abderramán III. Tras él, se inicia un
lento pero progresivo descenso, frenado momentáneamente por la llegada de nuevos pueblos a la Península. Es por
ello que, en la evolución de la arquitectura hispano musulmana se pueden diferenciar cuatro etapas que coinciden
con las fases fundamentales de la evolución política.
LA ETAPA CORDOBESA
En sus primeros momentos los musulmanes aprovecharon muchas de las formas y elementos visigodos, pero
en la época califal y debido a la influencia bizantina, se fueron personalizando los elementos y decoraciones hasta
constituir un estilo propio y personal. De esta manera, arco de herradura musulmán es más cerrado que el visigodo
y pasa a estar enmarcado por un alfiz, las dovelas alternan colorido y decoración y los capiteles se tallan con la
técnica del trépano a modo de avispero. A mediados de este período aparecen los arcos lobulados, que con
frecuencia aparecen superpuestos y/o entrecruzados.
El edificio más destacado de esta primera etapa se sin ninguna duda la Mezquita de Córdoba iniciada por
Abderramán I en el 786 y modificada sucesivamente por sus sucesores hasta el 990.
A su llegada a la Península los musulmanes compartieron con los cristianos la basílica visigoda de San Vicente,
pero tras proclamar la independencia del emirato, Abderramán ordenó la demolición de la iglesia y la construcción de
la mezquita, en la que se aprovecharon muros y columnas de la construcción anterior. Esta primera construcción
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contaba de once naves perpendiculares al muro de la quibla, precedidas por un gran patio. Abderramán II amplió la
longitud de las naves manteniendo las soluciones arquitectónicas anteriores; Muhammad I construyó la puerta de San
Esteban; Abderramán III amplió el patio y levantó un nuevo minarete (encerrado en el actual campanario); Al-Hakam
II volvió a ampliar la longitud de las naves, lo que le obligó a construir un nuevo mihrab y una maxura con una cúpula
cubierta de mosaicos bizantinos; y por último, Al Mansur aumentó el número de naves, respetando las soluciones
anteriores, por lo que el mihrab quedó descentrado.
Para solucionar los problemas de altura y luminosidad, el interior de la mezquita se construye con una doble
arquería superpuesta: en el piso inferior, sobre columnas, un arco de herradora que hace las funciones de entibo o
tirante; en el piso superior, sobre pilares, un arco de medio punto que soporta el peso de la techumbre. Este
complejo efecto visual se vuelve fascinante con la alternancia de colores rojo y blanco de las dovelas de todos los
arcos. Los capiteles y las columnas de la primera construcción fueron reaprovechados de edificios visigodos, los
demás se construyeron en los talleres cordobeses. Destacan del resto de la construcción los mihrab, cubiertos con
ricas bóvedas de mosaicos y policromía con decoración vegetal y epigráfica y, la maxura, cuyo espacio esta delimitado
por arcos polilobulados entrecruzados y cubierta por una bóveda de nervios que no se cruzan en el centro.
En el 936 Abderramán III mandó construir la ciudad de Medina Azzahara, a las afueras de Cordoba. Aunque
fue destruida por completo en el s XI, las excavaciones han permitido confirmar las descripciones de las crónicas que
hablan de la deslumbrante belleza de esta ciudad palatina, organizada en tres terrazas.
También de este periodo conservamos la mezquita toledana de Bad-el-Mardum (El Cristo de la Luz) de la que
destaca su cubierta. Su planta cuadrada queda dividida en nueve espacios cubiertos con bóvedas de nervios de estilo
califal.
LOS REINOS DE TAIFAS
A la muerte de Al-Mansur el califato y la unidad política se desintegran, dando lugar a una serie de reinos
independientes. Sin el poder económico del califato, los taifas van a querer mantener la apariencia del período
anterior, por ello construyen con materiales pobres pero acentuando la riqueza decorativa. La complicación y la
decoración de los arcos alcanza un alto grado de paroxismo barroco. El edificio más destacado de este momento es la
Aljafería de Zaragoza
También de esta época destacan las alcazabas de Málaga, Almería y Granda, en las que se combina su función
de fortaleza con la de residencia del gobernador y acuartelamiento de la guarnición.
EL IMPERIO ALMORAVIDE - ALMOHADE
La llegada de estos pueblos del norte de África supuso un corte en la evolución cultural, pero permitió la
entrada de nuevos elementos.
Aunque los almorávides revelaron una escasa sensibilidad para lo artístico, aportaron algunos rasgos
novedosos, como los mocárabes (decoración a modo de estalactitas que bajan de las bóvedas y arcos) y la sebka o
red de rombos.
Los almohades situaron su capital en Sevilla donde levantaron una mezquita de la que en la actualidad solo se
conserva el patio (de los naranjos) y el alminar (la giralda). El alminar, obra maestra de las torres musulmanas, esta
construido con ladrillos que se levantan en cuatro pisos cuyos paramentos de decoran con ricos paños de sebka que
se apoyan sobre ventanas geminadas con arcos lobulados de cortina.
Otra torre almohade, aunque en este caso asociada a la muralla de la ciudad, es la torre del Oro. Y otra
construcción destacada, también de carácter civil-milita, es el Alcázar de la ciudad.
EL REINO NAZARITA
La derrota almohade de las Navas de Tolosa dividió de nuevo el territorio musulmán en reinos independientes,
de los que destacará uno, el nazarí, que logró sobrevivir hasta el s XV. Sus manifestaciones artísticas están
claramente determinadas por el contraste entre el exterior, sobrio y pobre (tapial y mampostería) y la profusa
decoración interior. El sentido ornamental, se desarrolla hasta tal punto, que se ocultan por entero las formas
constructivas y los materiales. El arco califal es sustituido por un arco peraltado, de silueta acampanada y formas
mixtilíneas; se desarrolla un nuevo tipo de soporte, con columnas de basa ática, fuste liso y muy fino, rematado por
unos collarinos sobre los que descansa el capitel, poligonal o cilíndrico, con adornos de lacería, mocárabes o
atauriques.
El edificio más representativo de este período es la Alhambra (castillo rojo), iniciada en el s XIV por Mohamed I
y ampliada por Yusuf I y Mohamed V. Un palacio dividido en dos “cuartos”, uno oficial, el de comares, y otro privado,
el de los leones, ambos organizados en torno a sendos patios. El cuarto de comares, se organiza en torno al patio de
los Arrayanes, de desarrollo longitudinal, al que se abren el mexuar (sala para la administración de justicia) y a la
sala de los embajadores. El cuarto de los leones, se organiza en torno a un patio central al que se abren varias salas
de gran riqueza ornamental, como la de los Abencerrajes o la de las Dos hermanas, cubiertas con ricas bóvedas de
mocárabes.
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Junto a la Alhambra se encuentra el Generalife, residencia veraniega de los monarcas, en donde los jardines,
estanques y huertas, alcanzan su máximo esplendor.
EL ARTE MUDEJAR
La rápida expansión territorial de los reinos cristianos supuso, a partir del s XII, la incorporación de territorios y
comunidades musulmanas al ámbito cristiano, lo que supone el aporte de elementos artísticos y modos de vida
propios de estos grupos. Nace así el arte mudéjar, arte cristiano realizado o bien por mano de obra musulmana o bien
por cristianos seducidos por la belleza del arte islámico.
Se trata de un arte que funde los estilos románico y gótico con los materiales y ornamentos islámicos. No se
crean ni formas ni estructuras nuevas, sólo se reinterpretan. Los materiales más utilizados son el ladrillo para los
muros, la madera para las techumbres y el yeso para la decoración, de clara preferencia geométrica. Las iglesias son
de una o tras naves, con ábsides semicirculares cubiertos con bóveda de horno o de cuarto de esfera. Las naves se
cubren con techumbres de madera con armadura de par y nudillo y las torres pueden alzarse o bien sobre el crucero
o bien junto a los ábsides o las fachadas.
En este estilo también se construyen importantes sinagogas, puesto que los judíos también se sirvieron de la
mano de obra musulmana. Su estructura se asemeja a los templos cristianos al tener una sala de oración con tribuna
para las mujeres, pero su decoración se asemeja más a las mezquitas musulmanas por la ausencia de motivos
figurativos humanos y el uso de grandes inscripciones.
Cronológicamente se pueden distinguir tres etapas: el románico - mudéjar, en los s XI – XII; gótico – mudéjar,
en los s XIII – XIV; y una tercera (principalmente civil) que se prolonga hasta el s XVI. Si se tiene en cuenta su área
de expansión se pueden establecer diferencias regionales entre el mudéjar castellano – leones, el aragonés y el
andaluz.
Las primeras muestras del estilo mudéjar se dan en Toledo, configurando lo que se conoce como “románico de
ladrillo”. Este mudéjar se caracteriza por el uso de arcos ciegos de medio punto que se realzan sobre el muro, dando
lugar a rehundimientos y frisos que articulan el muro exterior. El ejemplo más claro lo encontramos en las iglesias de
San Lorenzo y San Tirso de Sagún, con sus ábsides abovedados al interior y articulados por arcos ciegos al exterior y,
sus torres de arquerías. En este primer mudéjar se realizan muchas construcciones civiles, de las que nos quedan los
castillos de Coca y Medina del Campo, y la puerta del Sol, en Toledo.
A partir del s XIII el mudéjar se extiende fuera de las fronteras del reino castellano leones, aunque sigue
teniendo una gran presencia en él. El mejor ejemplo es la iglesia de Santiago del Arrabal, en Toledo, con su torre
exenta al estilo italiano. Es en este período gótico –mudéjar, cuando se construyen dos importantes sinagogas, la de
Santa María la Blanca, de cinco naves y, la del Transito con una rica decoración de tipo granadino. También en este
período se construye el palacio de Tordesillas, decorado en su fachada por un paño de sebka y con un patio de arcos
lobulados.
Fuera de las fronteras castellanas, otro foco de desarrollo mudéjar que alcanza una gran personalidad es el
aragonés. Aquí las formas góticas se combinan con el colorido que aportan los azulejos que decoran tanto el interior
como el exterior, mediante franjas horizontales de variados motivos decorativos. La construcción más destacada es
probablemente la Catedral de Teruel, aunque no pueden menospreciarse las torres parroquiales, como la de San
Martín en Teruel o las de Calatayud.
La conquista de Andalucía favoreció el desarrollo de un mudéjar andaluz, en el que la influencia granadina es
más patente que en ningún otro, como demuestran el convento de Guadalupe o los alcázares de Sevilla.
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