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Rev. Asoc. Esp. Neuropsiquialria. Vol. V. N. " /4. 1985
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VALENTIN MAGNAN
Y LA TEORIA DE LA DEGENERACION
Rafael HUERTAS GARCIA-ALEJO
La teoría de la degeneración, formulada por MOREL y modificada en parte por MAGNAN, ejerció una
gran influencia en la psiquiatría francesa y europea de la segunda mitad del siglo XIX. MORALES MESEGUER1
piensa que pese a la gran cantidad de elementos especulativos y creenciales que contiene la obra de
MOREL, la doctrina de la degeneración obtuvo una favorable acogida en el ambiente psiquiátrico francés del
momento a causa de la fácil solución que ofrecía a todos los graves problemas que la investigación de
las causas de la enfermedad tenía planteados. Con una concepción estrictamente somaticista, que
remitía la enfermedad mental a un substrato físico -la anormal conformación corporal-, el degene­
racionismo permitía explicar la clínica proteiforme y asistemática del enfermo mental a través de la ten­
dencia al desequilibrio que tenía el terreno orgánico donde surgía, suministrando unas claves para el
diagnóstico causal de tipo objetivo, ya que la conformación anormal del cuerpo del degenerado se hacía
evidente en determinados caracteres de su morfología exterior -los estigmas -, y justificando sobre
supuestos aparentemente científicos la marginación social del enfermo mental y su distanciamiento
«cualitativo» del sujeto normal.
En efecto, cuando comienza la segunda mitad del siglo XIX, tienen lugar importantes cambios en el
conocimiento de las ciencias biológicas. Alrededor de la publicación de On The Origin os Species, la
sociedad europea y norteamericana va a reaccionar como temiendo las novedades que el evolucionismo
hubiera podido presentar. Racismo antropológico, somaticismo médico, persecución del anormal o
del extraño, etc., son algunas de las principales aportaciones que la ciencia positivista muestra. Los
preludios de la crisis económica y del neocolonialismo ponen en marcha mecanismos ideológicos que
preparan el terreno. Y en este contexto, el médico dirigirá una mirada dura encaminada fundamental­
mente a los criminales y a los enfermos mentales en un intento de dar un soporte científico -e incluso
filosófico- a las exigencías de la sociedad burguesa finisecular. Buen ejemplo de ello es, sin duda, la
publicación, en 1857, de la obra de B. A. MOREL Traité des dégénérescences phy siques, intellectuelles
et morales de I'espece humaine et des causas qui produisent ces variétés maladives. En este libro, su
autor asume la tradicional noción de transmisión hereditaria de las enfermedades mentales, que toma
de PROSPER LUCAS 2, y apoyándose en una corriente de pensamiento evolucionista plantea su tesis fundamental
consistente en que los trastornos psíquicos -yen general todas las anomalías del comportamiento
humano- son expresión de la constitución anormal del organismo de los sujetos que las presentan:
1
2
MORALES MESEGUER, J. M.: «Psiquiatría». In: LAIN, P.: Historia Universal de la Medicina. Barcelona. 1974. T. VI, pág. 228.
Fundamentalmente de su obra Traité philosphique et physi%gique de I'hérédité nature/le dans les états de santé et de
ma/adie
du systeme nerveux avec I'spplication méthodique des lois de la procréation au traitement généra/ des affections dont ee/ est le principe.
Paris. 1848-1850.
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«a cada enfermedad corresponde una expresión títica que es la manifestación más palpable de una lesión
funcional» 3; siendo esta constitución anormal transmisible hereditariamente y sujeta a una evolución
progresiva hacia la decadencia, lo cual traerá consigo la «desviación morbosa del tipo normal de la
humanidad» 4, palabras con las que define la «degeneración».
Pero la obra de MOREl está repleta de elementos creenciales, míticos y religiosos, difíciles de ser acep­
tados por una estricta ortodoxia positivista; ello fue uno de los principales motivos por los que aunque,
como he indicado, sus ideas generales fueron rápidamente aceptadas, la teoría expuesta por el psiquiatra
francés fuera objeto de numerosas discusiones y modificaciones, sobre todo a raíz de los comentarios
de BUCHEZ 5 ante la Société médico-psychologique que dieron lugar a la conocida discusión de 1860
sobre la clasificación de la locura 6. A partir de entonces los trabajos sobre degeneracionísmo se mul­
tiplicaron (TRElAT, FOVlllE, CUllERRE, LAURENT, MERCE, los MOREAU DE TOURs, etc.) pero fue Valentin
MAGNAN, el prestigioso jefe clinico del Asilo Psiquiátrico de Sainte Anne de París, quien llevó a cabo la
sistematización definitiva de la teoría.
En 1882 MAGNAN aborda, por primera vez, de una manera directa en su producción escrita el tema
de la degeneración con motivo de unas lecciones i';'partidas en Sainte-Anne sobre la dipsomanía 7 en
las que, mostrándose partidario de las ideas de MOREl, asegura, en función de sus observaciones, que
la herencia juega un papel fundamental en la etiología del proceso. Resulta revelador que las primeras
manifestaciones de MAGNAN referidas a la degeneración vinieran de la mano de su gran preocupación
por el alcoholismo, de cuyas causas, clínica y tratamiento venía ocupándose desde hacía tiempo 8, re­
sultándole especialmente atractiva la idea de MOREl de imputar al alcoholismo una forma de degene­
ración por intoxicación 9, así como la consideración de una «heredointoxicación etílica» en familias de
degenerados.
Este y otros trabajos influirán de manera decisiva en la otra gran discusión que sobre la degeneración
tuvo lugar en la Société médico-psychologique, la de 1886, sobre la locura hereditaria en la que se in­
tentó llegar a un acuerdo sobre el modo de diferenciar los términos héréditaire y dégénéré 10. Conse­
cuencia de dicha discusión es la publicación, por parte de MAGNAN, de las Lefons cliniques sur les maladies
mentales (1887) donde se recogen algunas conferencias en las que el psiquiatra de Sainte-Anne con­
testa a muchas de las objeciones que se le habían formulado en la discusión de la Société y en las que
pone de manifiesto su apoyo a las ideas morelianas: «Ustedes conocen, señores, la doctrina de MOREl.
El hecho general, para él, es la transmisión de las afecciones mentales por agramiento progresivo de la
enfermedad en los descendientes. Así, los ascendientes se dan a conocer por la exageración del tem­
peramento nervioso, dando lugar a histéricos, epilépticos, hipocondríacos. Estos Loo) procrearán alienados
y estos últimos tendrán en su descendencia imbéciles, idiotas; los cuales, en última instancia, son gravados
por la esterilidad. Tal es la concepción original y verdadera ... » 11.
Contra COTARD, CHRISTIAN y BOUCHEREAU, defiende el término héréditaires dégénérés, aunque llega
a admitir la posible existencia de degenerados no hereditarios. Por fin, aunque no parece importarle
demasiado que se mantenga el término folie héréditaire, deja clara su opinión con respecto a los intentos
de diferenciación nosológica de los otros autores: «... la principal ventaja del estudio sistemático de los
hereditarios o degenerados es poder reunir en un mismo cuadro síndromes de manifestaciones diferentes,
es verdad; pero emanan todos de un mismo fondo, el desequilibrio mental característico del hereditario...
Merecen ser considerados como estigmas psíquicos de la locura hereditaria. Por otro lado, la clínica se
encarga de demostrar que estos síndromes son todos fenómenos del mismo orden, puesto que se les
3 MOREl, B. A.:
Traité des dégénérescences physiques, intel/ectuelles et morales de I'éspece humaine et des causes qui produisent ces
varietésmaladives. Paris. 1857, pág.
4 /bíd., pág. 47.
53.
BUCHEZ: «Rapport fait ala société médico-psychologique sur le Traité des dégénérescences». Anna/es médico-psichologiques. 3: 455.
6: 614. 1860.
6 las conclusiones fundamentales de dicha discusión han sido bien recogidas por G. P. H. GENll. PERRIN en su obra Histoire des
origines et de I'evo/ution de l'idés de dégénérescence en médecine mentale. Paris. 1913, págs. 74-79.
7 MAGNAN, V.: L~ons sur la djpsomanie. Paris. 1882. Especialmente interesante resulta el cuarto capitulo o lección de esta reco­
pilación titulado Etat mental du djpsomanB, dégénérescence, syndromes episodiques varies.
8 Sus obras claves en este sentido son Etude experimental et clinique sur I'alcoolisme. Alcaal et absinthe. Epilepsie absinthique.
Paris, 1871, y, sobre todo, De I'alcoolisme, des diverses formes du délire alcoolique et de leur traitement. Paris, 1874.
9 MOREl, B. A.: Traité des dégénérescences..., pág. 47.
10 Especial protagonismo tuvieron, además de las de MAGNAN, las intervenciones de Jules FAlRET y las de CHRISTIAN, COTARD
y BOUCHEREAU. Mayor información puede encontrarse en el ya citado libro de GENll-PERRIN: Historie des origines..., págs. 91-109.
11 MAGNAN, V.: LSfons ~/jnjquessur les maladies mentales. Paris. 1887, págs. 150-1.
5
1857 Y«Rapport sur le Traité des Maladies Mentales». Anna/es médica-psjcologiques.
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puede ver reunidos en mayor o menor medida en el mismo sujeto, y es raro encontrar enfermos que
presenten uno solO» 12.
Finalmente, en 1895, aparece un pequeño libro titulado Les dégénérés (Etat mental et syndromes
épisodiquesJ firmado por MAGNAN y sus discípulos Paul-Maurice LEGRAIN. En él puede encontrarse la
exposición metódica de los elementos fundamentales de la teoría magniana de la degeneración en el
momento de su sistematización definitiva. MAGNAN y LEGRAIN elaboran su teoría partiendo de cuatro
conceptos fundamentales: 1) la predisposición: estado inicial del degenerado en ausencia de compli­
cación; 2) los estigmas: antigua idea de que el cuerpo traduce las cualidades del alma. Contemplada
ya por MOREL, lector de GALL, MAGNAN distingue entre estigmas morales (retraso intelectual o afectivo,
inadaptación social, etc.) y físicos (atrofias, hipertrofias, distrofias); 3) el desequilibrio: idea no muy bien
aclarada por los autores de Les dégénérés que podría traducirse como una «falta de armonía» entre
las diferentes funciones orgánicas, y 4) los síndromes episódicos: en los degenerados, sobre un subs­
trato mental desequilibrado, sobreviene inevitablemente accidentes agudos o síndromes episódicos que
dividen en obsesiones, impulsiones y accesos delirantes.
Es, sin embargo, en el capítulo 111 del mencionado libro, donde sus autores proponen su propia teoría
exponiendo las diferencias de matices que la separan de la de MOREL. Y es que la obra de MAGNAN puede
considerarse, en su parte clínica, como un desarrollo de las ideas de MOREL, pero en lo que se refjere
a la parte conceptual o doctrinal las discrepancias son notables. El psiquiatra de Sainte-Anne modifica
sustancialmente el concepto moreliano de degeneración al introducir en su argumentación la idea darwinista
de la lucha por la vida y la supervivencia, desplazando los contenidos místico-religiosos presentes en la
obra de MOREL -el mito del «ángel caído» fundamentalmente- y elaborando una teoría más «científica»
y acorde con la ortodoxia positivista de su tiempo.
Las dos obras principales de MOREL, Traité des dégénérescences y Traité des maladies mentales,
vieron la luz en 1857 y 1860 respectivamente; anterior fa primera, casi simultánea la segunda, a la publica­
ción, en 1859, de On The Origin of Species. Es claro, pues, que el psiquiatra francés no llegará a conocer,
aunque el evolucionismo se «respiraba» en los ambientes científicos de la época, la teoría de la evolución tal
y como fue formulada por DARWIN, pudiendo considercftse sus trabajos como anteriores a lo que se ha
dado en llamar el gran período darwinista» (1870-1900) 13. Durante dicho período, la obra del naturalista
inglés llegó, como es de sobra conocido, a alcanzar una gran influencia y en Francia a pesar de la fría
acogida que tuvo en un principio, fueron numerosos los biólogos que recogieron y analizaron sus teorías 14.
Es lógico, pues, que MAGNAN, cuya obra aparece en su práctica totalidad a lo largo de las tres últimas
décadas del pasado siglo, incorporase al concepto de degeneración contenidos darwinistas que le per­
mitieran enunciar una teoría más sólida y, como vengo diciendo, más «científica» que la de MOREL.
Para éste, hombre de firmes convicciones religiosas, el ser humano no es un producto de la casualidad
ni de pretendidas transformaciones de las especies; por el contrario, considera, de acuerdo con el Génesis,
que en el origen de la especie humana hubo un hombre primitivo perfecto creado por Dios. Basándose
en ello, MOREL elabora toda su concepción antropológica y considera que el hombre actual es una des­
viación de ese tipo primitivo, desviación que encierra en sí misma la idea de degeneración al hacer des­
aparecer la «perfección» de ese individuo primitivo. La causa fundamental de esa «desviación» o «de­
gradación» es para MOREL, como lo era para TESSIER 15, el «pecado original» que convierte al hombre
primitivamente invulnerable en un ser indefenso ante múltiples agresiones externas.
MAGNAN se opondrá a esta concepción religiosa del origen de la especie humana, negando que el
hombre primitivo sea un «angel caído», un ser perfecto, sabio y bello condenado por castigo divino a
la degradación; por el contrario, para el psiquiatra positivista, los primeros hombres, emparentados directa­
mente con otros primates, no han alcanzado aún niveles aceptables de inteligencia, organización y cul­
tura, pero no por ello dejan de ser individuos normales para el estadio evolutivo en que se encuentran.
Posteriormente, en su evolución, el hombre irá adquiriendo paulatinamente grados de «perfección»
12 Ibid.,
pág.
169.
13 LOPEZ PIÑERO, J. M.: «La anatomía
Historia Universsldela Medicina. T. VI, pág. 29.
y
su penetración en la ciencia del cuerpo humano». In: LAIN, P.:
P. FLOURENS: Examen du libre de M. DafWin sur I'origine des especef. Paris. 1864. A. aUATREFAGES:
Paris. 1870 y Les emules de DafWin. Paris. 1884. M. DUVAL: Le dafWinisme. Paris. 1886, etc. Yentre las
obras que desde el punto de vista histórico analizan la influencia de este acontecimiento científico merecen la pena señalarse la de Y. CORY:
L'introduction du dafWinisme en France au XIX siecle. Paris. 1974, y, más recientemente, la de DENIS BUICAN: Histoire de la génétique et
de I'evolutionisme en France. Paris. 1984.
15 TESSIER: Etudes de Medecine general. Paris. 1885, pág. 38.
14
Entre ellos destacan J.
comparada Elvolucionista
M.'
DafWin et ses précurseurs fran9ais.
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o
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psico-física cada vez mayores. Pero este proceso evolutivo puede quedar frenado por alguna agresión
-o causa degeneratriz-, dando lugar a un sujeto degenerado que a partir de ese momento tiende a
retrogradar -él y su descendencia- hacia una situación análoga, «simétrica» según la terminología
magniana, a la del hombre primitivo 16 pero no comparable porque en función del estado evolutivo de
la especie ya no es un ser normal sino enfermo. Este es el verdadero sentido que MAGNAN da al concepto
de degeneración: el de un verdadero estado patológico.
Todo ello queda reflejado, como ya he indicado, en el tercer capítulo de Les Dégénérés (Etat mental
et syndromes épisodiquesJ, que fue publicado en la colección médica Charcot-Debove en el París de 1895.
El libro no tiene el diseño de los grandes tratados de la época pero en sus 235 páginas se condensan
claramente los principios fundamentales de la teoría postulada por MAGNAN y LEGRAIN.
LOS DEGENERADOS DE LA ESPECIE HUMANA. DEFINICION.-CAUSAS
(Capítulo 111 de Les Dégénérés (Etat mental et syndromes épisodiquesJ. París. 1895. págs. 73-851
Hasta aquí, hemos establecido el lugar que los degenerados ocupan en una clasificación. Es este un
punto de la doctrina cuya importancia capital justifica los detalles en los que hemos entrado. Nos es
preciso, sin embargo, definir en pocas palabras a los degenerados y buscar las causas de su estado.
El segundo punto ocupará muy poco nuestra atención, el tratado de degenerados de MOREL ha considerado
la cuestión bajo sus más variados aspectos, que nosotiOS completaremos con algunas indicaciones,
insistiendo sobre las causas más activas.
Se puede decir que la definición antropológica del degenerado, sobre todo desde el punto de vista
que nos ocupa, ha sido dada de una forma satisfactoria por MOREL. Este es un punto a tener en cuenta.
Es preciso saber qué se debe entender bajo el término degenerado antes de establecer las caracterís­
ticas clínicas del tipo; una definición exacta tiene además su utilidad en razón a las conclusiones médico­
legales que deben sacarse de un estudio sobre la degeneración y de las discusiones que hacen que se
considere al degenerado en sus relaciones con la criminalidad.
El término degeneración aplicado a la patología mental designa el estado morboso de un sujeto cuyas
funciones cerebrales acusan un estado de imperfección notorio, si se les compara con el estado cerebral
de sus progenitores. Es más, este estado morboso constitucional se agrava progresivamente, y del mismo
modo que la degeneración de un tejido procede a su desaparición, a su muerte, la degeneración del
individuo procede a su aniquilamiento en la especie; la esterilidad es, en efecto, el sello último de la
degeneración; está inmediatamente precedida y acompañada del abastardamiento del tipo. La dege­
neración es, pues, un estado patológico y no un estado regresivo, una anomalía reversiva como la com­
prenden ciertos autores.
Se sabe cómo definía MOREL este estado. Era para él una desviación del tipo normal de la humanidad,
una desviación morbosa de un tipo primitivo. Pero no es posible, como se sabe, concebir científica­
mente un tipo perfecto en el origen de nuestra especie. La antropología nos ha demostrado que la per­
fección está en tensión en todas las especies, que la perfección es una cualidad de todo ser que evolu­
ciona normalmente. Ello se opone a que en el origen de la especie pueda buscarse un tipo ideal que,
en todo caso, estaría en su fin, suponiendo que ningún obstáculo se opusiera a su marcha hacia adelante;
es decir, al cumplimiento de los actos que tienen por misión asegurar su conservación presente y futura:
nutrición y reproducción. Tras su aparición, el hombre, satisfaciendo estas dos necesidades, va cami­
nando de lo menos perfecto a lo más perfecto. Ha puscado las adaptaciones más conformes con sus
impulsos instintivos; ha luchado por satisfacer los inconscientes deseos de su naturaleza animal; por
otro lado, todos sus esfuerzos, hasta los que parecían debidos a preocupaciones ínfimas, ponen en marcha
su fundación orgánica más elevada, la inteligencia, convergiendo todo hacia esa doble misión: asegurar
el presente, es decir, mantener la vida; asegurar el porvenir, es decir, la vida de la descendencia. Lo
mejor, lo más perfecto no son conceptos absolutos; están en relación constante con estados anteriores
y posteriores; lo más perfecto es aquello que responde mejor a la necesidad que tiene el hombre de
conservarse para sí mismo y para su especie, doble movimiento que resume toda su biología.
16 Esta misma idea es expuesta por LOMBROSO al enunciar su teoría del criminal nato según la cual el delincuente sería un salvaje
que ha sobrevivido a la muerte de la sociedad a la que pertenecía, recurriendo, para explicar tal circunstancia en el individuo concreto a
la teoría de la degeneración y concluyendo que el criminal es un degenerado que «reproduce» el estado del hombre primitivo. Un magnifico
estudio crítico de la obra de LOMBROSO ha sido realizado por J. L. PESET en Lombroso y la escuela positivista italiana. Madrid. 1975.
También del mismo autor puede consultarse Ciencia y Marginación. Madrid. 1983.
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Si tal es la especie humana, considerada del mismo modo que otras especies, ¿cómo hay que com­
prender la degeneración? Ella debe estar constituida por un movimiento de progresión de un estado más
perfecto hacia un estado menos perfecto, estando esto engendrado por una causa capaz de contrariar
el doble movimiento natural del ser hacia su conservación propia y la de su especie. Es, pues, fácil, con­
cibiendo así las cosas, dar cuenta, científicamente, de estados degenerativos sin tener necesidad del tipo
patrón con el que soñaba MOREL. Quienes quiera que hayan sido los tipos ancestrales generadores, la de­
generación existe, partiendo de todo un cortejo de influencias nocivas ejercidas por causas llamadas
degeneratrices, un nuevo tipo nace diferente a sus antepasados más o menos inmediatos con unos atribu­
tos caracterizados esencialmente por un estado progresivo de inferioridad psico-física. Este ser degenerado
difiere de un tipo que se podría calificar de regresivo o reversivo si es que este tipo pudiera existir. La
regresión o reversión sería igualmente un retroceso hacia un estado menos perfecto, pero un retroceso hacia
un estado considerado normal, hacia una situación del ser que poseería toda la energía necesaria para
resistirse a su perfeccionamiento futuro. Esto no sería más que un retraso' de la evolución; no es más,
en todo caso, que la aparición de un tipo que, siendo menos perfecto que el anterior, no posee los me­
dios para regenerarse.
Nuestro sistema puede ser representado con exactitud mediante una doble escala, donde la porción
ascendente representa la evolución regular de la especie y la porción descendente representa la evo­
lución en el sentido de la degeneración (fig. 1). Los orígenes de la porción ascendente son indetermi­
nados, sus raíces se hunden en la historia de los seres organizados. Consideremos en A, la época de
aparición de la especie humana. Los tipos de esta especie están representados por seres con capacidad
de incorporar mejorías progresivas que se complirán ulteriormente en su descendencia. Son hombres
en estado salvaje, inculto, pero son seres norma/es. Después de A la especie evoluciona hacia lo más
perfecto, hacia un punto O indeterminado, ficticio, que representa el estado más perfecto. Pero sobre
todo el transcurso de esta evolución se encuentran escalones sucesivos en a, b, c, d, etc., los obstáculos
a la evolución, los factores de la degeneración que este movimiento de progresión arrastra consigo
(ver fig. 2). Se ve, pues, que la conformación psico-moral de la especie en el momento en que es atacada
por los agentes destructores de su equilibrio biológico tiene poca importancia para la determinación de los
caracteres de la degeneración; ésta debuta en un momento cualquiera de la historia del hombre y le
sorprende frenando su marcha ascendente, y creando un tipo llamado degenerado; a partir de ese
momento (a, b, c, etc.) retrograda hacia un punto 2 donde fenece. En este nuevo punto 2, simétrico
a aquél en el que la escala ascendente marcaba la aparición de la especie, se encuentra el idiota, tipo
esencialmente patológico, que resume en él todas las degradaciones sucesivas sufridas por sus ascendientes
después de los puntos a, b, c, momento en el que comenzaron a degenerar, lo mismo que en A se en­
contraba el tipo que resumía en él la evolución normal y regular de su descendencia. El idiota es también
un ser salvaje, inculto, pero no es comparable al otro, este es un ser normal, aquél es un enfermo.
Querer hacer entonces de este idiota o de los degenerados seres regresivos, es identificar el ser normal
con el ser enfermo. Si se echa un vistazo a nuestro primer esquema se puede comprender lo que sería
o
1\
I
I
\
\
\
z
A
Fig.1
l:..
Fig.2
365
Rl!v. Asoc. Esp. Nl!uropsiquiatrla. Vol. V. N.
o
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el ser regresivo. Este seguiría en sentido contrario el camino ya recorrido; nunca en su curso encontraría
la escala descendente que corresponde a los estados patológicos llamados degeneración. Finalmente
terminaría en el punto A donde reencontraría un estado natural, los gérmenes nuevos de un futuro per­
feccionamiento en lugar de la desaparición, última etapa donde va a parar el degenerado progresivo.
De las consideraciones precedentes se deduce la siguiente definición:
La degeneración es el estado patológico del ser que, comparativamente a sus progenitores más
inmediatos, es constitucionalmente inferior en su resistencia psico-física y no reúne más que incomple­
tamente las condiciones biológicas de la lucha hereditaria por la vida. Esta inferioridad que se traduce
en estigmas permanentes es esencialmente progresiva, salvo regeneración intercurrente; pero fuera de
esta excepción aboca más o menos rápidamente en el aniquilamiento de la especie.
Se comprende, de lo que antecede, que las causas degeneratrices, de orden extremadamente variado,
son superpuestas y poco a poco multiplicadas en edades sucesivas de la evolución. Cada época sufre
las suyas suyas, son un complemento casi obligado del movimiento de progresión; no tienen un punto
de origen fijo; su intensidad de acción varía siguiendo una enorme cantidad de elementos contingentes.
Así, ciertas condiciones telúricas y climatológicas han sido causa de degeneración en unos grupos
humanos a la vez que favorecían la evolución de otros. Es imposible enumerar las causas de la degenera­
ción: toda acción suficientemente enérgica y suficientemente duradera para retardar y, sobre todo, para
detener el movimiento evolutivo de la especie es una causa degeneratriz. Estas causas son las mismas que
las de la enfermedad, tanto del mal moral como del mal físico, del mal que ataca al hombre sólo como
el que ataca al hombre colectivo, es decir, al que vive en sociedad. Y son tantos los males que no tardan
en marcar al hombre y a las sociedades con estigmas in~lebles que se reproducen agravándose en
generaciones ulteriores hasta su desaparición completa por causa de una insuficiencia notoria en la lucha
por la vida, son las guerras, la escasez, el hambre, la miseria, las enfermedades profesionales, el agota­
miento, los excesos de una civilización avanzada, los venenos sociales (y sobre todo el alcoholl, etc.
¿Es necesario, desde el punto de vista clínico, buscar una clasificación metódica de las causas de la
degeneración como hizo MOREL? Después de la definición que hemos dado de dichas causas, esta tenta­
tiva nos parece inútil; una clasificación no tiene razón de ser en tanto que de ella no se pueda sacar un
provecho práctico: este provecho sería inmediato si nosotros hiciéramos aquí sociología y si investigásemos
los remedios que oponer a la degeneración, pero nosotros no hacemos más que clínica y ésta nos enseña
precisamente que el producto degenerado no varía sensiblemente en sus caracteres, sea cual sea la
causa de su estado. En cualquier caso, es poco menos que imposible aislar en los degenerados la causa
principal de su decadencia; casi siempre es múltiple, sobre todo cuando se trata de una degeneración
hereditaria.
Pero si consideramos ahora las causas degeneratrices en vista de los resultados que producen,
podemos dividirlas en dos clases: las influencias hereditarias y las influencias adquiridas o mejor acciden­
tales. A primera vista, puede parecer singular distinguir entre los degenerados hereditarios y los dege­
nerados accidentales, puesto que la llamada degeneración implica la idea de transmisión morbosa here­
ditaria; por otra parte, sin embargo, es necesario reconocer en los degenerados hereditarios un origen
primero que se confunde evidentemente con las influencias de orden accidental. Si en la inmensa ma­
yoría de los casos la degeneración está producida por una larga serie de transformaciones morbosas
hereditarias, se pueden observar casos donde el hombre nacido en condiciones normales presenta de
golpe y en el curso de su vida, por la acción de influencias accidentales graves, todos los atributos físicos
y psíquicos de la degeneración. Es más, si este ser ha procreado o procrea, sus descendientes no estarán
fatalmente afectados por la tara degenerativa. Esta distinción debía ser hecha porque es necesario no
confundir los términos hereditario y degenerado. Se puede ser degenerado sin ser hereditario.
Las causas suficientemente poderosas para ocasionar de un primer golpe en un sujeto los estigmas
de la degeneración que se encuentran en el hereditario, estigmas que denotan, en suma, una ruina total
del equilibrio cerebral y un frecuente deterioro de la salud física; estas causas, decimos, son sumamente
numerosas y surgen en diferentes épocas de la vida. Actúan con una mayor frecuencia en la infancia,
es decir, en un momento en que el organismo está en vías de evolución y desarrollo. Hay que distinguir
entre estas causas las enfermedades del feto y los accidentes del embarazo y del parto susceptibles de
alterar la vitalidad del niño.
Más tarde son las enfermedades agudas, infecciones de la primera infancia: varicela, escarlatina, etc.,
sobre todo las que se acompañan de fenómenos cerebrales o medulares. Estas son, de una manera
general, todas las afecciones médicas o quirúrgicas (traumatismos craneales, etc.) que perturban el organis­
366
Rev. Asoc. Esp. Neuropsiquialria. Vol. V. N. " /4. /985
mo de un modo lo bastante profundo para afectar a los sujetos con una detención irremediable de su
desarrollo.
.
Al lado de estas causas que calificamos de agudas, es necesario señalar otras que por actuar más
lentamente, menos brutalmente, no por ello dejan de ocasionar un estado de degeneración acentuado,
más acentuado incluso que las propias causas agudas, en este sentido este estado se convierte frecuente­
mente en constitucional, hecho grave desde el punto de vista de la descendencia que se encuentra fa­
talmente atrapada. Entre ellos citaremos la miseria fisiológica, la alimentación defectuosa en la primera
edad, los malos tratos de cualquier naturaleza V, en el orden de las causas morales, la educación mal
dirigida. Más tarde, en la adolescencia V, sobre todo, en la edad madura, el hombre encuentra a cada
paso, además de los accidentes patológicos precitados, causas múltiples de decadencia órgano-psíquica,
causas inherentes al estado social mismo: factores colectivos tales como el hambre, la miseria, etc.,
factores individuales, como las profesiones insalubres, las intoxicaciones (alcoholismo, morfinismo, etc.).
Aquí las causas no actúan más que produciendo degeneraciones individuales; vemos así claramente
los primeros eslabones de series de degenerados que van a encontrar en la herencia su más seguro medio
de propagación V agravación.
Así pues, en la producción de estos estados morbosos que son calificados de degeneración inter­
vienen factores de dos órdenes diferentes: primero las influencias hereditarias, cuantas taras el hombre
pueda portar al nacer; segundo las influencias adquiridas por el hombre en el transcurso de su vida.
Las influencias hereditarias son forzosamente un producto complejo, formado por una acumulación
de taras de diverso orden, adquiridas por los predecesores durante una serie indefinida de generaciones.
Estas taras serían, por ejemplo, la miseria, el alcoholismo, el paludismo, la tuberculosis, la locura, etc.
Combinadas de mil maneras se manifiestan en el ser llamado degenerado que las sintetiza, bajo forma
de estigmas psico-físicos significativos de la tara hereditaria.
En cuanto a las influencias adquiridas, ocasionan resultados de dos tipos: taras psico-físicas semejantes
clínicamente a aquellas de las que son portadores los degenerados hereditarios, pero que desaparecen
con el sujeto V no van a ser origen de degeneración; en otras circunstancias, son taras que desvían
constitucionalmente, es decir, se convierten en el germen de fenómenos de la misma naturaleza que se
reproducen en los descendientes por un mecanismo sobre el cual no vamos a insistir aquí.
367
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