INICIATIVA CON PROYECTO DE DECRETO QUE REFORMA EL ARTÍCULO 80 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS. El suscrito, CARLOS JIMÉNEZ MACÍAS, Senador de la República a la LXI Legislatura, integrante del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional, con fundamento en lo establecido en los artículos 71 fracción II y 135 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los artículos 8, numeral 1, fracción I, 164, numeral 1 y 2 y, 169, numeral 1, 171, numeral 1, y demás relativos del Reglamento del Senado de la República, someto a la consideración del Pleno de esta Soberanía la presente INICIATIVA CON PROYECTO DE DECRETO QUE REFORMA EL ARTÍCULO 80 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, a fin de suprimir la palabra supremo que se antepone al referirse al Poder Ejecutivo de la Unión, al tenor de la siguiente: EXPOSICIÓN DE MOTIVOS Actualmente la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que data desde 1917, distingue al Poder Ejecutivo como un poder supremo. Está establecido en su artículo 80, donde se denomina al Presidente de los Estados Unidos Mexicanos como el depositario del ejercicio del “Supremo Poder Ejecutivo de la Unión”. Cabe mencionar que este dispositivo Constitucional no ha sido reformado desde que fue aprobado en 1917. Sin embargo, esta no es la única mención Constitucional a un poder supremo, pues en dos ocasiones se alude a ello. La primera referencia la encontramos en el Título Tercero, Capítulo Primero, artículo 49 de la Constitución, que establece el principio de la División de Poderes, determinando que: “el Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial”. La segunda, como ya se mencionó, en el artículo 80 de la Constitución al disponer que: Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará “Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.” Más que una casualidad, se menciona que la asignación de supremo a dos entes distintos (la Federación y la Presidencia de la República), puede interpretarse como derivación de la ambivalencia del Constituyente para establecer la supremacía del Estado, por un lado en la organización federal de la República y, a la vez, en un solo individuo. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la palabra supremo como un adjetivo que significa sumo, altísimo, que no tiene superior en su línea. En ese sentido, el artículo 80 de la Constitución al establecer categóricamente y sin lugar a discusión, que el Supremo Poder Ejecutivo se deposita en un solo individuo, lo coloca automáticamente como un órgano unipersonal, a diferencia de los colegiados, como pueden ser una asamblea, una cámara, un congreso bicameral, una junta o un tribunal. Por tanto, tenemos, que nuestra Constitución menciona al Supremo Poder de la Federación y al Supremo Poder Ejecutivo, el primero en referencia a la División de Poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial y, el segundo únicamente en referencia al Poder Ejecutivo, al cuál le da una acepción jerárquica superior que al Poder Legislativo y Judicial. Diversos estudios históricos y sociológicos sobre esta supremacía, señalan que el antecedente podríamos encontrarlo en la figura del Virrey, que en tiempos de la Colonia poseía atribuciones no solo ejecutivas sino también legislativas. Así pues, es innegable que la preponderancia del Ejecutivo, radica en la concentración de decisiones trascendentales de Política Exterior e Interior; en el poder de nombramiento para designar a la mayor parte de los funcionarios del Estado; en la capacidad para diseñar la política económica y monetaria, así como para determinar la utilización de los recursos patrimoniales y financieros del Estado. Asimismo, son los propios hechos históricos los que han matizado esta supuesta supremacía del Ejecutivo Federal sobre los demás Poderes de la Unión, pues en distintas reformas a lo largo de nuestra historia, se han otorgado diversas facultades formales e informales al Presidente de la República. Esto ha propiciado que el Ejecutivo se perciba con una mayor trascendencia respecto del Legislativo y Judicial, percepción por demás errónea que habría que equilibrar, ya que si bien es cierto, el Ejecutivo juega las veces de administrador del país y por ende su gestión es sumamente visible, también lo es que los otros dos poderes proporcionan las herramientas necesarias para su legitimación; el Legislativo crea la norma para la adecuada conducción del primero y el Judicial resuelve las controversias apegado a la norma aprobada por el segundo. Uno de los primeros antecedentes sobre el uso del adjetivo “supremo” para el Poder Ejecutivo, lo encontramos entre 1823 y 1824, cuando el Congreso Constituyente de 1823, decretó el establecimiento del Supremo Poder Ejecutivo, que era un cuerpo colegiado en el cual se depositó el Poder Ejecutivo, con el propósito de cubrir las funciones de este poder tras la abdicación y desconocimiento del Imperio de Agustín de Iturbide. De esta manera, mientras se definía el futuro de la Nación Mexicana, se instituyó el Supremo Poder Ejecutivo, en un triunvirato, para ejercer las funciones de jefatura de Estado y de Gobierno. Este órgano lo encabezaron Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete, pero como los dos primeros no se encontraban en la capital, se designó como suplentes a Mariano Michelena y a Miguel Domínguez, a fin de cubrirlos. Más tarde sería designado un tercer suplente: Vicente Guerrero. Durante este periodo, se comenzó a elaborar la Constitución Federal de 1824, en donde se estableció un gobierno republicano, representativo y federal. Aprobada la Constitución de 1824, se estableció en su numeral 74, que el Supremo Poder Ejecutivo de la Federación se depositaría en un sólo individuo, denominado Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. En consecuencia, el Gobierno provisional dio paso al primer Presidente de la República con Guadalupe Victoria en 1824. La Cuarta Ley Constitucional de 1836, estableció en su artículo primero que el ejercicio del Poder Ejecutivo se depositaría en un supremo magistrado, denominado Presidente de la República. La Constitución de 1857, estableció en su numeral 75, que el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión se depositaría en un sólo individuo denominado Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. En fin, lo que por ahora es posible observar, es que aunque continuamente se percibe una lucha entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo por la supremacía política, lo cierto es que resulta urgente eliminar este resabio de la Constitución producto de nuestra propia historia que hoy por hoy resulta anacrónico, a fin de crear una voluntad política colectiva sólida que unifique la única supremacía del poder que existe: el de la Federación. Así garantizaríamos el equilibrio de los Poderes de la Unión. Con pesos y contrapesos, con frenos y contrafrenos, así como con rendición de cuentas y transparencia en el ejercicio del poder público, estaríamos renovando y modernizando a México, tal y como lo requieren los tiempos que hoy vivimos. Si no es así, la disputa por el “supremo” poder seguirá siendo el eje gravitacional de la vida política. Insisto, considero que debemos corregir este desatino de la Constitución, ya que sólo debe existir un Poder Supremo, el Poder Supremo de la Federación, que es el poder del Estado integrado a partir del principio de la División de Poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, como lo inscribe el artículo 49 de la Constitución, pues contamos con un sistema Democrático Federal integrado en una República compuesta de Estados libres y soberanos, en cuanto a su régimen interior, pero unidos en esa Federación. Al consentir que este ángulo de superioridad continúe a favor del Poder Ejecutivo, se pone en riesgo el equilibrio entre los mismos, sin mencionar la contraposición que evidentemente existe en referencia al Supremo Poder de la Federación. Montesquieu creyó necesario que, dentro del Estado no sólo existiera el poder absoluto del Rey o del Ejecutivo, sino poderes que equilibraran la gran fuerza del Rey, y que esos poderes bien podrían ser el Legislativo y el Judicial; es decir, se debe reconocer que el Estado debe cumplir funciones específicas a través de órganos públicos diferentes. La división de poderes, como principio, reconoce diferentes funciones del Estado, como ejecutivas, legislativas y judiciales y que cada una de estas funciones debe ser conducida por titulares distintos para garantizar un eficaz funcionamiento de los órganos del Poder público, a fin de evitar concentrar el poder en cualquiera de ellos. La verdadera aplicación conceptual de la división de poderes, esta en que ningún poder puede estar por encima de los otros dos. Por lo anterior, resulta impostergable para la nueva realidad política del Estado Mexicano, que en su texto constitucional se corrija este desliz y se refleje la verdadera igualdad entre los Poderes de la Unión. Para garantizar un verdadero equilibrio entre poderes, cuanto antes se debe eliminar del artículo 80 de nuestra Ley Fundamental la palabra “supremo”, pues la división de poderes en el Estado Mexicano es de forma horizontal, es decir, los tres Poderes de la Unión se encuentran al mismo nivel y ninguno está por encima del otro. En síntesis, la Reforma que se plantea al Artículo 80 Constitucional, se cimienta en el reconocimiento a la igualdad entre poderes; asimismo, también abona a la modernización de nuestro sistema político que nos permita ser garantes de un verdadero equilibrio entre los Poderes de la Unión, pero también para erradicar de la cultura política nacional, la figura de un Ejecutivo Federal hegemónico que está por encima de cualquier otra Institución. Esta reforma también permitiría a cada uno de los poderes, verse y funcionar de manera más responsable, pero no por ello en discrepancia o discordancia a priori, sino privilegiando la colaboración y el equilibrio institucional en apego a la ley. Un Estado moderno tiene como característica el equilibrio, la distribución de facultades y el control del poder; por tanto es importante fortalecerlo y darle solidez para alcanzar la vanguardia de nuestro sistema político y de gobierno. Por lo antes expuesto, se presenta ante el Pleno de esta Soberanía, la siguiente Iniciativa con Proyecto de Decreto que reforma el artículo 80 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a fin de suprimir la palabra Supremo que se antepone en dicho numeral al referirse al Poder Ejecutivo de la Unión, para quedar como sigue: ARTÍCULO ÚNICO.SE REFORMA EL ARTÍCULO 80 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, PARA QUEDAR COMO SIGUE: Artículo 80. Se deposita el ejercicio del Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará “Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.” ARTÍCULOS TRANSITORIOS ÚNICO. El presente Decreto entrará en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación. Atentamente SENADOR CARLOS JIMÉNEZ MACÍAS Salón de Sesiones de la Comisión Permanente en el Senado de la República, a los ocho días del mes de agosto de dos mil doce.