231-98. Colindres vrs. Asamblea Legislativa SALA DE LO

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231-98. Colindres vrs. Asamblea Legislativa
SALA DE LO CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA: Antiguo
Cuscatlán, a las dieciséis horas del día cuatro de mayo de mil novecientos noventa y nueve.
El presente proceso de amparo constitucional ha sido promovido por el doctor Eduardo
Benjamín Colindres, de cincuenta y dos años de edad, del domicilio de San Salvador,
contra acto de la Asamblea Legislativa que considera vulnera sus derechos constitucionales.
Además de la parte actora, han intervenido en el proceso los señores Julio A. Gamero
Quintanilla y Gerardo Antonio Suvillaga, primer y cuarto Secretario de la Asamblea
Legislativa, respectivamente; y el doctor René Mauricio Castillo Panameño, en su calidad
de Fiscal de la Corte.
Leído el proceso; y, considerando:
I. El actor manifiesta esencialmente en su demanda: que en el proceso de amparo 44-C-96
que promovió por su inconstitucional destitución, esta Sala resolvió el cuatro de noviembre
de mil novecientos noventa y siete que había lugar al amparo porque se le había violado su
derecho de audiencia y a la estabilidad en el cargo; que posteriormente a dicha sentencia, se
le notificó el quince de abril de mil novecientos noventa y ocho el Acuerdo Legislativo
doscientos ochenta y uno del veinticuatro de marzo de mil novecientos noventa y ocho, por
medio del cual se crea una Comisión Especial de la Asamblea Legislativa para investigarle
y proponer respecto de su destitución, con previa audiencia por tercero día, a efecto de que
en forma escrita, presentara a dicha comisión los alegatos pertinentes; que igual como la
vez anterior, la noche del dos de julio de mil novecientos noventa y ocho, en una nueva
pieza de correspondencia solicitaron su destitución como Magistrado Propietario del
Tribunal Supremo Electoral; que la Asamblea aprobó por mayoría simple dispensa de
trámite para su conocimiento; que también por mayoría simple, y mediante Decreto
Legislativo trescientos cuarenta y ocho de esa misma fecha, se le destituyó
inconstitucionalmente a partir de ese mismo día.
Por otro lado, manifiesta: que el considerando IV dice que "aún persisten las causas que
motivaron el Decreto 899" que fue a través del cual se le destituyó la primer vez, por lo que
ese mismo considerando establece que, habiéndosele otorgado derecho de audiencia, es
procedente su nueva destitución; que en su lugar se ha nombrado al licenciado Martir
Arnoldo Marín Villanueva; que el considerando IV antes aludido es prueba de que está
siendo enjuiciado dos veces por la misma causa, pues los que propusieron su destitución
sostuvieron que "A esta fecha aún subsisten y se han potenciado las causas que motivaron
la cesación de las funciones al referido Magistrado..."; que, por otro lado, la Asamblea
Legislativa no tiene facultades para proceder a su destitución, ya que la Constitución no se
las otorga; que, por tanto, la Asamblea no puede arbitraria y caprichosamente destituir a un
Magistrado del Tribunal Supremo Electoral; que por ello su destitución y el citado Decreto
Legislativo trescientos cuarenta y ocho es inconstitucional, porque le viola su derecho a la
estabilidad en el cargo y se vulnera el principio de legalidad; que, por último, pide la
suspensión del acto reclamado, ya que si antes no procedía el amparo por no haber un
agravio definitivo, si hoy que lo hay no se suspende el acto reclamado, esto sería una
disposición que nunca podría ser aplicable.
Se admitió la demanda, se declaró sin lugar la suspensión del acto reclamado y se pidió
informe a la autoridad demandada, quien en síntesis expuso: que sí destituyó al señor
Eduardo Colindres como Magistrado Propietario del Tribunal Supremo Electoral, a través
del Acuerdo Legislativo Número trescientos cuarenta y ocho de fecha dos de julio de mil
novecientos noventa y ocho; que con dicha destitución no se han violado los derechos
constitucionales del señor Colindres, pues actuaron dentro del marco constitucional.
En este estado del proceso, el demandante solicitó revocatoria de la resolución de no
suspender el acto reclamado, sobre lo que esta Sala, en esencia, resolvió: que a la fecha no
se han alterado las circunstancias en virtud de las cuales se negó la medida cautelar; que,
por ello, en su oportunidad se resolvería la petición, es decir, al momento de resolver sobre
la confirmación o no de la suspensión del acto reclamado.
A fin de continuar con el trámite, de conformidad al artículo 23 de la Ley de
Procedimientos Constitucionales, se mandó oír al Fiscal de la Corte en la siguiente
audiencia. Dicho fiscal no hizo uso de la misma.
Por resolución de fs. 22, sobre la revocatoria solicitada, esta Sala estableció en síntesis: que
ha sido jurisprudencia que la suspensión del acto reclamado resulta improcedente contra
actos estatales cuya ejecución ya se ha consumado, es decir, cuando el acto se ha ejecutado
o realizado total o íntegramente; que si se ordenara la suspensión, ésta no tendría ya materia
en que operar o respecto de la cual surtir sus efectos. Por lo anterior, en la misma
resolución se declaró sin lugar la revocatoria solicitada; se confirmó la no suspensión del
actor reclamado y se pidió nuevo informe a la autoridad demandada.
La Asamblea Legislativa, en suma, expresó: que la Asamblea Legislativa, a través de
Acuerdo Número doscientos ochenta y uno, integró una Comisión Especial a efecto que se
instruyera un informativo que garantizara el derecho de audiencia del doctor Colindres; que
esa Comisión, el quince de abril del mismo año, le concedió la oportunidad al doctor
Eduardo Benjamín Colindres para que, dentro de tercero día, manifestara en forma escrita
sus alegatos; que, por tanto, el doctor Colindres tuvo oportunidad real de defensa de los
hechos que se le atribuyeron; que esa Asamblea ratifica en todas sus partes la emisión del
Decreto Número trescientos cuarenta y ocho, ya que considera que en ningún momento han
sido violentados los derechos del referido doctor; que se le destituyó pues cuando fungía
como Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, causó malestar general en los
organismos de la administración pública, obstaculizando la buena marcha del mismo, no
respondiendo a las necesidades y exigencias de la dinámica administrativa demandada por
ese Tribunal.
Por resolución de fs. 77 se corrieron los traslados que ordena el artículo 27 de la Ley de
Procedimientos Constitucionales, tanto al Fiscal de la Corte como a la parte actora.
El Fiscal de la Corte manifestó en síntesis: que la privación de un derecho debe de hacerse
mediante un proceso previo establecido para cada caso por las disposiciones
infraconstitucionales respectivas, ante entidades previamente establecidas, ante autoridad
competente, donde se observen de forma evidente las formalidades esenciales procesales o
procedimentales; que el debido proceso implica ser condenado por causas previamente
establecidas por la ley; que las Comisiones Especiales de la Asamblea Legislativa no son
competentes para garantizar el derecho de audiencia; que sólo pueden hacer lo que
establece el artículo 131 #32 de la Constitución; que los funcionarios de gobierno no tienen
más facultades que las que expresamente les da la ley y no las que se atribuyan
arbitrariamente; que en lo personal estima que la Comisión no tenía competencia legal y
que además no se aplicó el procedimiento establecido en la ley secundaria; que, por todo,
hay una evidente violación al artículo 11 de la Constitución.
Por su lado, el demandante manifestó lo mismo que en sus anteriores escritos, demanda
incluida; agregando esencialmente lo siguiente: que la Asamblea se atribuyó la facultad de
destituirlo mediante un procedimiento ad hoc inventado que viola la Constitución; que el
vacío constitucional que genera la destitución de un Magistrado del Tribunal Supremo
Electoral, no puede ser suplido de manera arbitraria por la Asamblea Legislativa; que el
único medio que tiene para destituir a los Magistrados de dicho Tribunal es que éstos hayan
cometido delito oficial o común y previo antejuicio; que ha presentado todas las pruebas
pertinentes relativas a su nombramiento, acuerdos legislativos, procedimiento para su
destitución, así como la versión taquigráfica de la Sesión Plenaria del dos de julio de mil
novecientos noventa y ocho; que la Comisión Especial no podía garantizarle su derecho de
audiencia; que dicha Comisión no valoró su escrito de descargo ni resolvió nada de lo que
pidió; que dicha Comisión ocultó documentos; que al final se le imputaron nuevos hechos
de los cuales no tuvo la oportunidad real de defensa; que lo están destituyendo por las
mismas causas que originaron la anterior destitución, por lo que está siendo enjuiciado dos
veces por la misma causa; que, por último, solicita de conformidad al artículo 29 de la Ley
de Procedimientos Constitucionales, que se suprima el plazo probatorio, ya que no es
necesario recabar más prueba para dictar sentencia.
Por resolución de fs. 250, esta Sala advirtió que de la documentación anexa a la demanda,
informes de la autoridad demandada y prueba agregada, era innecesario abrir el plazo
probatorio, por tenerse ya todos los elementos fácticos y jurídicos necesarios para entrar al
pronunciamiento de fondo. Por tanto, en la misma se resolvió omitir el plazo probatorio y
los traslados que establece el artículo 30 de la Ley de Procedimientos Constitucionales,
quedando el proceso en estado de dictar sentencia.
II. Dado que no hay ninguna causal de terminación anormal del proceso, es necesario entrar
a conocer y decidir sobre la pretensión objeto del mismo. Para ello, resulta óptimo tener
presentes los argumentos centrales de las partes para poder delimitar expresamente el
objeto procesal del caso sub judice. Y es que si bien el actor y la autoridad demandada han
navegado por distintos hechos, muchos de ellos sólo han sido aspectos sin mayor relevancia
constitucional por su falta de argumentación lógica y sistemática, teniendo este Tribunal
que cobijar como tema de decisión únicamente los hechos sobre los cuales hay sustrato
fáctico y fundamento jurídico basado en la Constitución.
Al respecto, el doctor Eduardo Benjamín Colindres expresa en su demanda (fs. 8-10)
únicamente dos hechos con fundamento constitucional y base fáctica bastante en cantidad:
(a) que la Asamblea Legislativa no tenía facultades constitucionales para destituirlo de su
puesto como Magistrado del Tribunal Supremo Electoral; y (b) que dicha Asamblea lo ha
enjuiciado dos veces por la misma causa, ya que el Decreto Legislativo trescientos cuarenta
y ocho establece expresamente que se le destituye por persistir las causas que originaron su
anterior destitución.
Por su parte, la autoridad demandada sostuvo escueta pero enfáticamente (fs. 25-26) que no
ha existido ninguna violación constitucional en la destitución de dicho Magistrado, pues el
Decreto Legislativo trescientos cuarenta y ocho se hizo respetando los parámetros
constitucionales.
En virtud de lo anteriormente expuesto, es objetivamente constatable que el tema de
decisión del presente amparo gira alrededor de los hechos de la realidad expuestos por las
partes, por lo cual habrá que determinar, en primer lugar, si la autoridad que destituyó al
doctor Colindres tiene facultades para destituir a un Magistrado del Tribunal Supremo
Electoral; y, en segundo lugar, habrá que analizar si al doctor Eduardo Benjamín Colindres
se le ha enjuiciado dos veces por la misma causa. Y es que sólo a través de un resultado
negativo de la primera interrogante o corroborando la segunda, podrá válidamente
estimarse la pretensión constitucional de amparo presentada por el demandante.
Ahora bien, determinados los puntos esenciales del amparo, hay que expresar el iter lógico
del análisis de los mismos. Al respecto, esta Sala entiende que, previo análisis de su
facultad de concretar jurisprudencialmente las "lagunas" del texto constitucional, el
conocimiento de la esencia de este amparo debe de ajustarse al siguiente orden: la
destitución de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral: causas, procedimiento y
autoridad competente; la proyección procesal o procedimental de los efectos de una
sentencia de amparo estimativa por violaciones a derechos constitucionales en los procesos
o procedimientos de que se trate; el principio "non bis in idem", reconocido en el artículo
11 de la Constitución; y por último, la concreción de las anteriores consideraciones al caso
sub judice.
1. La importancia de la concreción constitucional se plantea cada vez que ha de darse
respuesta a una cuestión constitucional que la Constitución no permite resolver ni de forma
expresa ni de manera tácita. Y es que hay que tener presente que no toda realización de
normas constitucionales es simple o pura "interpretación", en tanto que en el curso de la
interpretación constitucional la Constitución algunas veces resulta "concretada" cuando en
sus disposiciones no se anida un determinado supuesto fáctico de obligada resolución, es
decir, cuando el resultado interpretativo es tal que, si bien constitucional, se aleja del
contenido expreso o tácito de las normas del mismo rango, convirtiéndose en verdadera
concreción constitucional vía jurisprudencia.
La labor anteriormente señalada es importante para el Derecho Constitucional pues, dado el
carácter abierto y amplio de la Constitución, los problemas de supuestas "lagunas" surgen
con mayor frecuencia que en otros sectores del ordenamiento cuyas normas son más
detalladas, debiendo resolverlos integrando el texto de la Constitución. Y es que es
fundamental para el cumplimiento del cometido del Tribunal Constitucional, así como para
el proceso constitucional en su conjunto, el modo como se resuelva la problemática de la
concreción constitucional vinculada a la interpretación de la misma naturaleza.
En efecto, en última instancia hay que decir que la interpretación constitucional siempre
tiene un mayor o menor grado de concreción, aunque como se ha dicho, en algunos
supuestos donde el interprete tiene un punto de partida definido, la interpretación parecerá
pura, y en los supuestos en donde no hay tal referencia, aparecerá la concreción con mayor
fuerza y cobrará relevancia formal y esencial. Precisamente lo que no aparece de forma
clara como contenido de la Constitución es lo que debe ser determinado mediante la
incorporación de la "realidad" de cuya ordenación se trata. En este sentido, la interpretación
constitucional tiene carácter creativo.
En relación a esta facultad de "concretar", hay que decir que la misma presupone la
"comprensión" del contenido de la Constitución, puesto que el intérprete no puede captar el
contenido de la norma desde un punto situado fuera de la existencia histórica sino
únicamente desde la concreta situación histórica en la que se encuentra. Comprender y, con
ello, concretar también sólo es posible con respecto a un problema concreto; por
consiguiente, el proceso de concreción debe venir determinado por el objeto de la
interpretación y por el problema en cuestión.
Ahora bien, el resultado interpretativo base de la concreción genera diversidad de criterios;
sin embargo, ello no es obstáculo siempre que estos puntos de vista contengan premisas
objetivamente adecuadas y fecundas para la solución del problema o que, al menos,
cooperen a ello. Y es que el intérprete sólo puede utilizar en la labor de concreción aquellos
puntos de vista que se encuentran relacionados con el problema. Por otra parte, se halla
obligado a la inclusión de los elementos de concreción que le proporciona el texto
constitucional mismo: las grandes directrices en la aplicación, coordinación y valoración de
sus elementos.
Por último, hay que hacer referencia a los elementos interpretativos bases de las
concreciones. Prima facie pareciera que todos los métodos de interpretación tradicionales
encuentran su sitio en la concreción del texto constitucional, referida a su significación
vinculante para la solución del problema. Tales puntos de vista tradicionales pudieran en
efecto ayudar a precisar posibles variantes de sentido; sin embargo, el literalismo si que se
aparta de este objetivo, en tanto que la sola interpretación textual o literal no puede
proporcionar una concreción suficientemente exacta.
En efecto, en toda premisa interpretativa de una concreción constitucional, se hace preciso
acudir entonces a los datos aportados por el "ámbito normativo". Veamos: como las normas
de la Constitución persiguen la ordenación de la realidad, habrá que aprehender dicha
realidad en los términos marcados en el programa normativo, en su forma y carácter
materialmente determinados, que supone lo contrario de ese "normativismo" literal y ciego
frecuentemente reprochado a los juristas. Si bien el programa normativo se encuentra en
estrecha relación con todos los elementos interpretativos, la concreción correspondiente a la
interpretación de una realidad constitucional va más allá de ese simple punto de vista.
No obstante lo anterior, el abandono del literalismo no supone arbitrariedad en la
concreción, pues los límites de esta necesaria actividad -infranqueables por cierto- se sitúan
donde acaban las posibilidades de una comprensión lógica del texto de la norma o donde
una determinada solución se encontrase en clara contradicción con el contenido global de la
norma. La existencia de este límite es presupuesto de la función racionalizadora,
estabilizadora y limitadora del poder que le corresponde a la Constitución y a su interprete
supremo, el Tribunal Constitucional, pues dicha función admite la posibilidad de un
"relleno" constitucional por medio de la interpretación; pero excluye el quebrantamiento y
la reforma de la Constitución.
2. En cuanto a la destitución de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, el análisis
esencial estará enfocado, previa reseña de la naturaleza y derechos que poseen tales
funcionarios, al descubrimiento de las causas, procedimiento y autoridad competente para
decidir sobre tal destitución.
2.1. Ya desde la sentencia dictada en el proceso de amparo calificado bajo el número de
expediente 44-C-96, esta Sala entendió que los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral
son en verdad funcionarios públicos, puesto que en ellos concurren los elementos
indispensables para la concurrencia de tal figura: (a) son nombrados por autoridad
competente; (b) sus actividades tienen como fin la realización de funciones públicas; (c) si
bien sus actividades no se realizan dentro de uno de los órganos tradicionales del Estado, sí
se ejecutan en servicio de todos sus miembros y forman parte esencial de éste; y (d) tienen
derecho de mando, iniciativa y decisión respecto de un grupo de personas y sobre una área
específica de trabajo, como bien lo comprueban los artículos 1, 55 y 57 del Código
Electoral.
2.2. En virtud de lo anterior, todo Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, como
cualquier otro funcionario o empleado público -por el hecho de serlo-, es titular de lo que
en términos genéricos la doctrina ha denominado "derecho al trabajo" de los servidores
públicos; derecho que, en puridad, y de acuerdo al artículo 2 de nuestra Constitución, se
refiere a una estabilidad laboral, ya que únicamente tiende a impedir la remoción arbitraria
de los empleados y funcionarios de las plazas que ocupen, pero no al proporcionamiento de
trabajo o creación de plazas para dotar de empleo a aquellos exservidores públicos que por
alguna circunstancia han dejado de prestar servicio al Estado salvadoreño.
Por ello, la interdicción de la remoción arbitraria de servidores públicos supone, desde el
plano subjetivo y respecto de la esfera jurídica de la persona física que ocupa el cargo, no
un derecho al trabajo, sino un derecho a la estabilidad en el cargo, puesto que su propósito
esencial -se insiste- es brindar protección contra las remociones arbitrarias de los servidores
públicos de las plazas que ocupen; sin embargo, ha de insistirse que el reconocimiento de
dicha categoría jurídica en la esfera de los servidores públicos no está concebido en
beneficio de la persona física que ocupa el cargo, sino que ello es efecto reflejo de la
independencia funcional de la entidad estatal a la que está integrado.
2.3. Ahora bien, en el caso de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral existe la
peculiaridad que se trata de un cargo público con período o plazo consagrado a nivel
normativo -tanto constitucional como legalmente-, por lo que es necesario hacer al respecto
algunas consideraciones.
El lapso que normativamente se establece -sea a nivel de Constitución, sea a nivel de leycomo período del cargo se fija en vista del interés público y no en el del funcionario que
ocupará el cargo, por lo que una norma del mismo rango puede modificar el período a pesar
que haya empezado éste a transcurrir, sin que el servidor público pueda reclamar contra
ello; pero mientras la ley esté en vigor, una destitución, cesación o remoción no dictada
conforme a ley significaría una violación de ésta.
Este período o plazo se relaciona indiscutiblemente con el derecho a la estabilidad en el
cargo anotada y, al respecto, debe aclararse que el mismo de ninguna manera supone
inamovilidad dentro del plazo, pues tal derecho surte plenamente sus efectos frente a
remociones arbitrarias, caprichosas o realizadas con transgresión de la Constitución o las
leyes, pero ello no impide que pueda separarse a un servidor público de su cargo -sea
empleado o funcionario- cuando el mismo incumple con sus deberes o cuando incurre en
una causal de destitución, debiendo la misma efectuarse con estricta observancia de la
Constitución y del principio de legalidad.
En efecto, la noción que sirve de parámetro para confirmar las anteriores afirmaciones es el
artículo 60 del Código Electoral, que establece: "Son requisitos para ser Magistrados del
Tribunal Supremo Electoral: a) Para los tres Magistrados propuestos por los Partidos
Políticos o Coaliciones que hayan obtenido el mayor número de votos en la última elección
presidencial, se requiere: ser salvadoreño, mayor de treinta años de edad, del estado seglar,
de notoria instrucción y honradez, y estar en el ejercicio de los derechos de ciudadano y
haberlo estado en los últimos cinco años anteriores a su elección; b) Los dos Magistrados
restantes propuestos por la Corte Suprema de Justicia deberán de reunir los requisitos para
ser Magistrados de las Cámaras de Segunda Instancia y no tener ninguna afiliación
partidista".
Como se aprecia fácilmente de la disposición transcrita, no hay motivos expresos de
destitución o remoción antes de la finalización del período o plazo para el cual fueron
electos los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, es decir, no se establece si dichos
Magistrados pueden ser removidos de su cargo antes de la finalización de los cinco años
para los cuales fueron electos; sin embargo, la mera interpretación literal de dichas
disposiciones mencionada ayuda escasamente para la solución del problema planteado,
pues simplemente omite consideración al respecto.
Entonces, en atención a los fines y principios consagrados en la Constitución, la naturaleza
jurídica del Tribunal Supremo Electoral expuesta abundantemente en el referido amparo
44-C-96, así como a la facultad interpretativa de esta Sala antes expuesta, se advierte que
los requisitos que la Constitución y la ley contemplan para ocupar el cargo de Magistrado
del Tribunal Supremo Electoral deben cumplirse, no sólo al momento de la elección por la
Asamblea Legislativa, sino que también han de mantenerse durante la vigencia del plazo
para el cual fueron electos. Y es que precisamente para garantizar la actuación
independiente de la entidad electoral, es indispensable que el Magistrado se mantenga en
una posición tal que se reduzcan o se vuelvan fútiles las presiones y/o influencias; posición
que sólo se logra con el mantenimiento de los requisitos de nombramiento.
En otros términos, no se trata aquí que el Magistrado, una vez electo, deba conservar la
confianza política del partido que le propuso o de los grupos parlamentarios que
intervinieron en su elección, sino que debe posicionarse frente a los mismos de modo
independiente y, por ello, ha de cumplir con los requisitos y no ha de incurrir en las
inhabilidades para el cargo.
En conclusión, pues, es procedente considerar en este punto como causal de destitución de
un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral -aunque se encuentren dentro del período o
plazo para el cual fueron electos- dejar de reunir o apartarse de los requisitos establecidos
en el artículo 60 del Código Electoral, ya que la indispensable reunión de dichas calidades
al momento de su elección, debe mantenerse -por su esencial relación con las funciones del
Tribunal Supremo Electoral- durante la vigencia del plazo para el cual fueron electos.
2.4. Ahora bien, bajo el supuesto que algún Magistrado del referido tribunal deje de reunir,
durante la vigencia de su ejercicio, los requisitos y las calidades esenciales al cargo, se hace
necesaria la tramitación de un procedimiento previo a su destitución, en aplicación del
artículo 11 constitucional, que establece que "Ninguna persona puede ser privada del
derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad y posesión, ni de cualquier otro de sus
derechos sin ser previamente oída y vencida en juicio con arreglo a las leyes...".
En efecto, respecto de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, esta Sala entiende
que, luego de admitirse la posibilidad de remoción durante la vigencia del plazo para el cual
han sido electos aquéllos, a fin de evitar que tal remoción se produzca de modo arbitrario, y
volver posible el derecho a la estabilidad en el cargo, resulta imprescindible que una
destitución o cesación esté precedida de un procedimiento previo y, además, ventilado ante
autoridad competente; es decir, que para que la destitución o separación del cargo a un
Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, sea coherente con nuestro sistema
constitucional, es necesario respetarle el contenido esencial del derecho de audiencia por
ser titulares del derecho a la estabilidad en el cargo.
Esto significa que, independientemente de los motivos o causas que se alegan como
justificativas de la destitución o separación del cargo, ha de cumplirse con la exigencia del
proceso previo ante autoridad competente de conformidad al artículo 11 de la Constitución,
verdadero derecho constitucional procesal de todo justiciable.
2.5. Por último, especial atención merece, en conjunto, el procedimiento previo a que debe
ajustarse la destitución de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral y la autoridad
competente para tramitarlo y decidirlo, pues ambos aspectos están íntimamente vinculados.
Los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, de acuerdo al artículo 4 de la Ley del
Servicio Civil, están excluidos de la carrera administrativa. Prima facie pareciera entonces
que habría que remitirse a la Ley Reguladora de la Garantía de Audiencia de los Empleados
Públicos no Comprendidos en la Carrera Administrativa, pues ella establece su observancia
cuando no existe un procedimiento específico establecido en las leyes secundarias para
garantizar el derecho de audiencia y cuando el servidor público de que se trate -entiéndase
empleado o funcionario- esté excluido de la carrera administrativa, sin menoscabo de los
demás derechos y obligaciones que la Ley del Servicio Civil establece.
No obstante lo anterior, esta Sala entiende que la exclusión de la carrera administrativa no
implica per se la aplicación de la Ley Reguladora de la Garantía de Audiencia de los
Empleados Públicos no Comprendidos en la Carrera Administrativa, en cuanto
procedimiento para la validez constitucional de una decisión de destitución, pues -en ese
punto- lo esencial viene determinado tanto por el órgano competente para decidir sobre la
destitución como por la naturaleza y caracteres del cargo que ocupa el funcionario a ser
sancionado.
En efecto, si bien la Constitución -en específico, su artículo 131 ordinal 19°- y el Código
Electoral no contemplan de forma expresa quién es la autoridad competente para destituir a
un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral -habida cuenta del reconocimiento que se
hiciera de tal posibilidad-, esta Sala interpreta, en primer lugar, que tal facultad no puede
estar atribuida al mismo Tribunal Supremo Electoral, pues precisamente el posible afectado
con la decisión estatal forma parte del estrato superior administrativo del mismo, lo que
volvería inocuo el procedimiento; y, en segundo lugar, que la facultad de poder sustanciar
el conjunto de pasos tomados en sí mismos para poder luego decidir sobre la destitución del
funcionario en comento, no puede estar en manos de un órgano estatal ajeno a la relación
génesis del nombramiento de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, ya que para
no crear zona exenta de control administrativo, es dable entender que la atribución ahora en
comento está en manos del mismo órgano que decidió el nombramiento, pues si fue éste el
que estudió liminarmente la concurrencia de los requisitos de los sujetos a ingresar a tales
magistraturas, es lógico que sea el mismo órgano el encargado de fiscalizar que, en la
prosecución del ejercicio del cargo de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, se
mantengan las calidades inherentes; de modo inverso, las aptitudes y circunstancias que
rodean el ámbito de competencia de los Magistrados en comento, quedarían exentas de
control, algo incompatible con nuestro Estado de Derecho.
Por lo anteriormente expuesto, esta Sala estima que puede perfectamente interpretarse -y en
atención también al origen político del nombramiento- que la autoridad competente para
nombrar a dichos Magistrados de conformidad a la disposición constitucional citada, tiene
también la competencia para decidir sobre su destitución.
Ahora bien, la sujeción de dicha atribución a lo establecido en la Ley Reguladora de la
Garantía de Audiencia de los Empleados Públicos no Comprendidos en la Carrera
Administrativa, merece también especial atención.
Al respecto, esta Sala considera enfáticamente que suponer que las potestades decisorias de
la Asamblea Legislativa respecto de las magistraturas superiores de la estructura orgánica
del Estado -por ejemplo, las destituciones de los funcionarios establecidos en el artículo
131 ordinal 19° de la Constitución-, tengan que ser autorizadas por tribunales con
competencia en materia civil y a cargo de funcionarios sin la misma legitimidad
democrática, está fuera de la estructura lógica de la división de funciones y potestades del
Estado salvadoreño.
En consecuencia, el procedimiento de destitución de los magistrados tantas veces aludidos,
no se sujeta a lo establecido en la Ley Reguladora de la Garantía de Audiencia de los
Empleados Públicos no Comprendidos en la Carrera Administrativa, pues los límites de la
cobertura de dicho cuerpo legal, ateniéndonos a la naturaleza del órgano del cual forman
parte y por las propias características y funciones que desempeñan, no abarcan la figura de
los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral. Por otro lado, dicha ley es aplicable en los
casos en que, por encima del empleado o funcionario vinculado a dicho procedimiento,
haya una estructura administrativa superior dentro de la misma entidad a la que pertenece y
frente a la cual esté subordinado, lo cual no se adecua a la posible destitución de un
Magistrado del Tribunal Supremo Electoral.
Entonces, para la destitución de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, habrá que
aplicar directamente la Constitución creando un procedimiento en el cual se respete el
contenido esencial del artículo 11 de la misma, tantas veces aludido en la jurisprudencia
constitucional. Y es que no obstante la anterior exclusión -reconocida la existencia de la
titularidad del actor de categorías subjetivas protegibles constitucionalmente y el necesario
proceso previo para poder despojarlo de dichas categorías-, la destitución de los
Magistrados del Tribunal Supremo Electoral no puede quedar sujeta a arbitrariedades ni
mucho menos apartada de los derechos constitucionales de los justiciables.
En efecto, si la Constitución es, en primer lugar, norma inmediatamente aplicable para
todos -eficacia directa- por ser el orden básico de toda la estructura jurídica estatal; y, en
segundo lugar, norma cuya capital finalidad es crear instituciones para limitar y controlar
los poderes estatales, se concluye enfáticamente que la destitución a que pueden ser sujetos
los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, no ha de implicar violación o
desconocimiento del derecho de audiencia de los referidos funcionarios, porque el artículo
11 de la Constitución tiene aplicación directa por su fuerza normativa y ha de ser respetado
por todos los órganos del Estado.
En otras palabras, el vacío legal que supone la no consagración de un procedimiento
específico para conocer y decidir sobre la destitución o cesación de un Magistrado del
Tribunal Supremo Electoral, de ninguna manera significa que aquélla pueda producirse sin
previo procedimiento, sino que corresponderá a la entidad estatal competente para decidir
la cuestión -Asamblea Legislativa-, aplicar directamente la Constitución, siguiendo un
procedimiento que garantice el derecho de audiencia y de defensa.
3. Corresponde ahora presentar las cuestiones teóricas vinculadas con el segundo
fundamento de la pretensión del actor. En este sentido, se indagará sobre la proyección
procesal o procedimental de los efectos de una sentencia de amparo estimativa por
violaciones a derechos constitucionales.
El proceso constitucional de amparo es un instrumento procesal que brinda una protección
reforzada a los derechos constitucionales de las personas cuando éstas no han obtenido (en
palabras del artículo 2 constitucional) "protección en la conservación y defensa" de los
mismos en los procesos o procedimientos ordinarios.
En efecto, en un primer momento, en los procesos y procedimientos ordinarios que se
ventilan ante los demás juzgadores o autoridades administrativas, por la misma estructura
normativa de nuestro ordenamiento y por el sometimiento de todo funcionario a la fuerza
normativa de la Constitución, tanto los juzgadores como las autoridades administrativas
están llamadas a proteger los derechos constitucionales materiales o procesales de los
justiciables. Y es precisamente frente a una violación de algún derecho constitucional en
dichos grados de conocimiento que los ciudadanos pueden optar, como último camino, a la
protección reforzada que brinda el proceso de amparo.
En el supuesto anotado previamente, la pretensión constitucional de amparo tendrá como
sustrato fáctico lo acontecido en el proceso o procedimiento de que se trate y como
fundamento jurídico el contenido esencial del derecho constitucional vulnerado. Entonces,
y partiendo de dicha pretensión, si el demandante del amparo demuestra en la prosecución
del proceso su aseveración subjetiva y liminar, tendrá que estimarse la pretensión en
sentencia definitiva, teniendo que volver las cosas en el proceso o procedimiento de que se
trate, al estado en que se encontraban antes de la violación constitucional.
Lo anterior implica que demostrada la existencia de una violación constitucional dentro de
un proceso o procedimiento, la sentencia estimativa se tendrá que proyectar de manera
positiva frente a dicha violación; es decir, tendrá que buscar la forma de que las cosas
vuelvan al estado en que se encontraban precisamente hasta antes de la violación, y esto se
logra únicamente invalidando las actuaciones procesales o procedimentales sobrevenidas
con posterioridad a la violación.
En efecto, la vía procesal idónea para que se restablezca el orden constitucional es la
invalidación de los actos procesales acaecidos con posterioridad a la violación, sean estos
constitutivos de procesos o procedimientos completos o sólo parte de los mismos, ya que
ésto dependerá de la etapa en que se dio la violación y de la naturaleza del proceso o
procedimiento.
En virtud de lo anterior, el efecto reflejo lógico es la reposición de todo lo actuado e
invalidado, pues el primer dispendio jurisdiccional o administrativo "desaparece" del
mundo jurídico. Y tal invalidez, en conclusión, viene determinada por tres caracteres
esenciales. A saber: (a) es estructural, puesto que la violación constitucional que la genera
debe de concurrir en el momento del nacimiento del acto o, en último término, al momento
del desarrollo de sus efectos; (b) es radical, puesto que no cabe su convalidación en sede
constitucional como si se tratase de una nulidad ordinaria; y (c) no es automática, puesto
que requiere de la sentencia declarativa de amparo para surtir efectos concretos.
4. Por último hay que teorizar sobre el principio reconocido en el artículo 11 de la
Constitución y conocido jurídicamente como "non bis in idem".
Desde un plano doctrinario, hay que decir que el principio se derivó de la "en quis ob idem
crimen pluribus legibus reus fierete"; sin embargo, como se acotó, es conocido hoy día
simplemente como "non bis in idem", el cual se refiere a la prohibición de ser juzgado dos
veces por una misma causa. Ahora bien, no obstante la claridad formal del enunciado, ha
sido muy áspero lograr consenso en relación a su real significado -punto de vista esencial-.
Y es que se advierte que tal principio -vinculado indiscutiblemente con el derecho a la
seguridad individual- está conformado esencialmente en el artículo 11 inciso 1° de la
Constitución salvadoreña por dos vocablos que le dan su significado: "enjuiciado" y
"causa".
En efecto, toda la discusión y la crítica ha girado en torno de la correcta formulación
semántica del principio para el establecimiento real de su significado. Sobre el vocablo
"enjuiciado", las distintas constituciones y leyes procesales del mundo han utilizado
nombres diferentes para aludir al destinatario del principio: "perseguido judicialmente",
"procesado", "encausado", "juzgado" etc.; nombres que a su vez poseen un significado
técnico variable o, en el peor de los casos por uso vulgar, son usados sin alusión técnica
alguna. Y sobre el vocablo "causa", también han aparecido frases diferentes para indicar el
objeto del principio: "delito", "hecho", etc.
Corresponde pues, prescindiendo de filigranas semánticas, establecer su real significado. Si
se quiere garantizar, sin hipocresías, un verdadero Estado de Derecho y si se quiere evitar
sinrazones en la aplicación práctica del principio, hay que decir que el vocablo "enjuiciado"
se refiere a la operación racional y lógica del juzgador a través de la cual se decide
definitivamente el fondo del asunto de que se trate; y la frase "misma causa" se refiere a la
identidad absoluta de pretensiones.
Entonces, lo que este principio pretende cuando en términos generales se traduce en un
"derecho a no ser juzgado dos veces por una misma causa..", es establecer la prohibición de
pronunciar más de una decisión definitiva respecto de una pretensión; decisión que, por
lógica, ataca su contenido esencial afectando -también en forma definitiva- la esfera
jurídica del "procesado".
En efecto, el principio "non bis in idem", en esencia, está referido a aquel derecho que tiene
toda persona a no ser objeto de dos decisiones que afecten de modo definitivo su esfera
jurídica por una misma causa, entendiendo por "misma causa" -aunque no tengamos una
definición natural- una misma pretensión: eadem personas (identidad de sujetos), eadem res
(identidad de objeto o bien de la vida) y eadem causa petendi (identidad de causa: sustrato
fáctico y fundamento jurídico); es decir que está encaminado a proteger que una pretensión
no sea objeto de doble decisión jurisdiccional definitiva, en armonía con la figura de la cosa
juzgada y la litispendencia.
Toda esta reyerta teórica ha sido recogida a lo largo y ancho de la jurisprudencia
constitucional. Por ejemplo, en el amparo 109-98, resolución de las once horas del día
veintitrés de abril de mil novecientos noventa y ocho, se estableció que "la prohibición del
doble juzgamiento significa, pues, la prohibición de la duplicidad de decisiones respecto de
un mismo hecho y en relación a una misma persona; y específicamente en el área judicial,
la inmodificabilidad del contenido de una resolución estatal que decide de manera
definitiva una situación jurídica determinada, salvo los casos expresamente exceptuado por
la ley.."; para luego remarcar que el non bis in idem "adquiere sentido y contenido en
cuanto pone fin a una contienda o controversia de manera definitiva...".
En conclusión, también de acuerdo a nuestra construcción jurisprudencial, una misma
pretensión puede verse sujeta a varios procesos, siempre y cuando en los anteriores no haya
habido un pronunciamiento jurisdiccional definitivo relativo al fondo; ahora bien, es
oportuno aclarar que, bajo el supuesto de que los procesos a que está siendo sometida una
misma pretensión sean simultáneos, tendrá entonces que operar la figura de la
litispendencia en aplicación directa del non bis in idem.
En efecto, nuestra Constitución, como se ha dicho, en su artículo 11 inciso 1° parte final
dice que ninguna persona "... puede ser enjuiciada dos veces por la misma causa." Tal
disposición se establece como garantía que rodea con efecto concreto el derecho a la
protección jurisdiccional a través del proceso de la misma naturaleza, y que busca
principalmente revestir de seguridad jurídica a aquéllos que se siguen en contra de una
persona, con la finalidad de evitar duplicidad de decisiones sobre el fondo de la
controversia, es decir, entendiendo por "ser enjuiciada dos veces" de acuerdo a nuestra
Constitución el ser objeto de una doble decisión simultánea o sucesiva, con carácter
definitivo, sobre el fondo "de la misma causa", que quiere decir la misma pretensión:
identidad absoluta de sujetos, objeto y causa.
5. Concretando las anteriores consideraciones al caso su bjudice, es pertinente retomar las
problemáticas relativas al fondo, cuales eran: (a) si la autoridad que destituyó al Magistrado
del Tribunal Supremo Electoral, doctor Eduardo Benjamín Colindres tiene facultades para
hacerlo; y (b) si al mencionado doctor se le ha "enjuiciado dos veces por la misma causa".
(a). Respecto del primer supuesto, hay que traer a consideración el apartado teórico relativo
a los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, en específico, lo establecido en el punto
2.5 del romano II, ya que ahí se estableció, en síntesis, que podía perfectamente
interpretarse, en atención al origen político del nombramiento de los Magistrados que
conforman dicho Tribunal, que la autoridad competente para nombrar a éstos funcionarios
del Estado, de conformidad a sus potestades constitucionales, tiene también la competencia
para decidir sobre su destitución, lo cual implica que la Asamblea Legislativa es la
autoridad investida de competencia para destituir a un Magistrado del Tribunal Supremo
Electoral, por las causas también advertidas y bajo el procedimiento señalado en ese punto
del romano II de la presente decisión.
Teniendo de nuevo claro lo anterior, se tendría que estimar la pretensión constitucional del
doctor Colindres en este punto si se verifica que fue otra instancia la que procedió a su
destitución. Ahora bien, consta en este expediente judicial, específicamente a fs. 9, que la
autoridad que destituyó al Magistrado del Tribunal Supremo Electoral fue la Asamblea
Legislativa, a través del Acuerdo Legislativo trescientos cuarenta y ocho tomado en la
Sesión Plenaria celebrada el día dos de julio de mil novecientos noventa y ocho.
Por lo antes expuesto, sin mayor fundamentación es simple constatar que en este punto no
ha existido ninguna violación que trascienda al ámbito constitucional de parte de la
Asamblea Legislativa, por lo que habrá que desestimar la pretensión constitucional de actor
relativa a este aspecto.
(b). Respecto del supuesto de que el doctor Eduardo Benjamín Colindres ha sido enjuiciado
por la Asamblea Legislativa dos veces por una misma causa, es indispensable hacer un
recuento histórico.
Dicha Asamblea, a través de la emisión del Decreto Legislativo Número ochocientos
noventa y nueve, de fecha veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y seis, cesó
por primera vez como Magistrado Propietario del Tribunal Supremo Electoral al doctor
Eduardo Benjamín Colindres. Con posterioridad, dicho doctor promovió amparo ante esta
Sala (44-C-96) por violación a su derecho de audiencia, ya que consideró que en la Sesión
Plenaria donde se decidió aquella destitución no fue oído y vencido conforme a la
Constitución.
El anterior amparo le fue concedido el cuatro de noviembre de mil novecientos noventa y
siete, básicamente porque esta Sala determinó que la Asamblea Legislativa no aplicó
directamente el artículo 11 de la Constitución, realizando un procedimiento sin el respeto
del derecho constitucional procesal de audiencia de que es titular el doctor Colindres.
La consecuencia natural y lógica de dicha sentencia, reconocida por este tribunal la
existencia de un agravio personal y directo al actor, fue la de reparar el daño causado,
restaurando las cosas al estado en que se encontraban antes de la ejecución del acto
violatorio de derechos, restableciendo al agraviado en el pleno uso y goce de sus derechos
violados; es decir, invalidar el Acuerdo Legislativo a través del cual se le destituyó al
mencionado doctor y además reinstalarlo en el cargo que ocupaba, precisamente por la
invalidez del acuerdo y por ser un cargo de elección secundaria a plazo.
Luego de lo anterior, y fungiendo de nuevo el doctor Colindres como Magistrado del
Tribunal Supremo Electoral, la Asamblea Legislativa el dos de julio de mil novecientos
noventa y ocho, a través del Decreto Legislativo trescientos cuarenta y ocho, destituyó de
nuevo al referido magistrado, argumentando la persistencia de las razones que habían
originado el Decreto ochocientos noventa y nueve. Ante esta situación, el doctor Colindres
promovió el presente amparo porque considera, entre otra causa, que se le ha enjuiciado dos
veces por la misma causa.
Abstracción hecha del posible tracto sucesivo de las causales invocadas en el Decreto
trescientos cuarenta y ocho justificativas de la destitución del doctor Colindres, esta Sala
para decidir sobre este punto, quiere volver a establecer los efectos de una sentencia que
concede el amparo; efectos ya relacionados en el punto 3 del romano II de la presente
decisión.
Veamos: se ha dicho que demostrada la existencia de una violación constitucional dentro de
un proceso o procedimiento, la sentencia estimativa tendrá que buscar la forma de que las
cosas vuelvan al estado en que se encontraban precisamente hasta antes de la violación, y
esto se logra únicamente invalidando las actuaciones procesales o procedimentales
sobrevenidas con posterioridad a la violación.
En efecto, se estableció que la vía procesal idónea para que se restablezca el orden
constitucional es la invalidación de los actos procesales o procedimentales acaecidos con
posterioridad a la violación, sean estos constitutivos de procesos o procedimientos
completos o sólo parte de los mismos, ya que ésto dependerá de la etapa en que se dio la
violación.
En virtud de lo anterior, se vuelve a afirmar que el efecto reflejo lógico es la reposición de
todo lo actuado e invalidado, pues el primer dispendio jurisdiccional o administrativo
"desaparece" del mundo jurídico.
Por lo anteriormente expuesto, se establece afirmativamente que los efectos de la sentencia
del cuatro de noviembre de mil novecientos noventa y siete que concedió en esa
oportunidad el amparo al doctor Colindres, fueron los de invalidar el procedimiento
seguido en esa ocasión por la Asamblea Legislativa, es decir que como resultas de dicho
amparo dejó de tener existencia jurídica el Acuerdo Legislativo ochocientos noventa y
nueve, porque este fue invalidado.
Entonces, siendo este el panorama jurídico para la fecha en que se dicta el nuevo acuerdo
de destitución, es evidente que, para esa época, no existe dentro del mundo jurídico ningún
acuerdo legislativo que decida sobre los hechos alegados por los diputados en los
considerandos de su Acuerdo Legislativo trescientos cuarenta y ocho, puesto que el anterior
fue invalidado como efecto de la sentencia que concedió el amparo en el expediente 44-C96.
Por otro lado, los hechos justificativos de esta nueva decisión -como se mencionó- no están
delimitados en relación a los que originaron la primera cesación, por lo que tampoco es
viable considerar que este nuevo Acuerdo de destitución tiene la misma base fáctica que el
anterior; parecieran más bien reflejar un tracto sucesivo que estancamiento temporal.
No obstante lo anterior, habiendo interpretado que el principio non bis in idem no significa,
bajo ninguna circunstancia, que no pueda volverse a conocer sobre unos mismos hechos
cuando el procedimiento donde se conocieron la primera vez fue invalidado, es evidente
que este nuevo "procesamiento" por invalidez sobrevenida de uno anterior -donde, se
insiste, aparentemente se decidió el mismo sustrato fáctico pues no están determinados los
hechos con precisión-, no vulnera el citado principio, ni la figura procesal de la cosa
juzgada porque precisamente desapareció la decisión que había establecido de manera
definitiva la situación del Magistrado Colindres.
En términos simples, no es cierto que la Asamblea Legislativa haya emitido dos acuerdos
sobre un mismo caso, en primer lugar, porque no se ha comprobado que el caso tenga la
misma base fáctica, más bien pareciera ser ésta de tracto sucesivo; y, en segundo lugar, bajo
el supuesto que se trata de los mismos hechos, porque el primer Acuerdo fue invalidado
dejando al sustrato fáctico de la petición de destitución sin decisión jurídica definitiva que
afecte la esfera jurídica de los intervinientes.
En conclusión, con la emisión del Acuerdo Legislativo trescientos cuarenta y ocho se ha
dictado una decisión definitiva sobre unos hechos respecto de los cuales no existe ningún
tipo de pronunciamiento, sea porque nunca la ha habido -bajo el supuesto del posible tracto
sucesivo anotado-, sea porque la primera decisión respecto de ellos fue invalidada por
sentencia anterior de esta Sala; teniendo, entonces, que desestimar también la pretensión del
actor en este punto.
En efecto, el dato objetivo es que en el caso sub judice si bien existía una decisión
definitiva sobre la situación del doctor Colindres, esta fue invalidada, por lo que el Acuerdo
Legislativo trescientos cuarenta y ocho se emite sin vulnerar el non bis idem, ya que solo
existe a la fecha una decisión que decide y afecta la situación jurídica del doctor Colindres,
pues sólo a través de la misma fue cesado en sus funciones.
POR TANTO: A nombre de la República, y en aplicación de los artículos 32 al 35 de la
Ley de Procedimientos Constitucionales y artículos 11 y 131 de la Constitución, esta Sala
FALLA: (a) declárase que no ha lugar el amparo solicitado por el doctor Eduardo Benjamín
Colindres contra providencias de la Asamblea Legislativa; (b) condénase en costas
procesales al demandante; y (c) Notifíquese.---TENORIO---HERNANDEZ VALIENTE--MARIO SOLANO---O. BAÑOS---PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES
MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---J ALBERT ORTIZ---RUBRICADAS.
VOTO EN CONTRA DOCTOR JOSE ENRIQUE ARGUMEDO
La Asamblea Legislativa no tiene más atribuciones que las que le señala la misma
Constitución según el Art. 131 No. 38. Así, los Arts. 131 No. 16, 131 No. 37, 186, 192 y
196, tratan sobre desconocer al Presidente de la República, destitución de Jefes de
Seguridad Pública o de Inteligencia del Estado, de Magistrados de la Corte Suprema de
Justicia, de Fiscal General, Procurador General de la República y Procurador para la
defensa de los Derechos Humanos, así como Magistrados de la Corte de Cuentas de la
República; pero no existe un artículo que trate sobre destitución de miembros del Tribunal
Supremo Electoral.
Estoy de acuerdo con mis compañeros Magistrados que el derecho a la estabilidad laboral
de ninguna manera supone inamovilidad, pero debe darse la remoción con estricta
observancia de la Constitución. A falta de regulación la aplicación del Art. 236 Cn. es la
única vía para separar del cargo a un miembro del Tribunal Supremo Electoral, lo cual no
se ha hecho en este caso.
Es de consignar, que el Fiscal de Corte, consideró que se daba violación constitucional en
el procedimiento.---E. ARGUMEDO.---PROVEIDO POR EL SEÑOR MAGISTRADO
QUE LO SUSCRIBE.---J ALBERT ORTIZ.---RUBRICADAS.
AS023198.99
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