La poesia en la accion humanitaria es

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Payasos sin Fronteras
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Payasos Sin Fronteras
La poesía en la acción humanitaria
No sabré decirlo en los mismos términos que el poeta Joan Maragall, pero
creo que él prefería las palabras a los actos, porqué las primeras permiten
mayor libertad y, por tanto, facilitan el acto poético. Aún teniendo en cuenta
su valiosa experiencia y su inestimable criterio permitidme que, aunque lo
dijera uno de nuestros mas preciados poetas, diga que pienso que no era del
todo exacto, pues hay una excepción; el payaso.
El payaso consigue trasladar la poesía a la acción con unos resultados
excepcionales, que ninguna agrupación de palabras podría conseguir jamás.
Y esta deriva natural del payaso hacia la poesía en acción y la proximidad de
un conflicto tan sangrante como fue el de la antigua Yugoslavia fueron los
factores que dieron a luz a Payasos Sin Fronteras.
También contribuyó el hecho de que la reacción en clave emocional no
requiriese para transformarse en acto de ninguna estructura logística
especialmente sofisticada. Un hecho espontáneo, surgido del corazón, poesía
que hace reír, regalada a las niñas y a los niños que sufrían la erupción de
violencia de los adultos en los Balcanes. Algo tan absolutamente posible
provocó un efecto dominó y una cadena de compañías de payasos empezaron
a frecuentar el escenario de conflicto haciendo reír a grandes y a pequeños.
Hay quien dice que si no hubiera habido una guerra a la cuál se podía ir en
coche los payasos sin fronteras quizá hoy no existirían.
En los Balcanes, desde mi
punto de vista, también se
empezó a producir un
giro dentro del mundo de
la acción humanitaria. La
costumbre era entonces la
de entender la ayuda
como un bloque de
actividades dirigido a
satisfacer las necesidades
materiales de la población
afectada. En aquel caso,
la proximidad cultural de la gente que sufría el desastre bélico nos adentró
más en los sentimientos de las personas, y sin llevarnos al estado de shock
que nos produjo la segunda guerra mundial tuvimos que ensayar y volver a
hacer paralelismos con nosotros mismos. Imaginábamos nuestros parques de
atracciones herrumbrados y abandonados, nuestro transporte público
desarticulado, nos veíamos sin comer, pasando el día con unos cuantos cafés
La poesía en la acción humanitaria. Artículo de Carlos Requena – Gerente - Mayo 2010
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largos, pensando en una cotidianeidad violenta donde cada día las noticias
terribles nos pueden sacudir y hacer que perdamos un poco más de nuestro
precario equilibrio emocional. La empatía viajaba mucho más rápido, es una
vergüenza decirlo, a una velocidad mucho mayor que en África por ejemplo.
“Suministrar” alegría ya no parecía una frivolidad.
Aquel funcionario de Naciones Unidas que en 1999 me increpó en Tirana
diciéndome “allí arriba ya hay suficiente circo para que vayáis vosotros”,
cuando le pedía transporte hasta Kukes para acceder a Kosovo y para que los
payasos pudieran llegar y dar ilusión a la infancia albano-kosovar;
probablemente hoy seria más difícil de encontrar un personaje así, porqué
ahora casi todo el mundo sabe que nosotros regalamos porciones de circo y
de payaso de verdad, no del “circo” del que hablaba él.
A finales de los noventa los payasos sin fronteras ya hacían, intuitivamente,
sin buscar un marco científico en el que apoyarse, aquello que ahora se
entiende mucho mejor en el ámbito de los conflictos y las catástrofes
naturales. Se les ha intentado llamar terapeutas de la risa, o se les ha
encasillado erróneamente en marcos psicológicos específicos, pero en
realidad la organización de los payasos sin fronteras está integrada por
payasos o profesionales del circo que tienen un circuito bien establecido en
sus lugares de origen y que brindan una parte de su tiempo al año para
regalar espectáculos a la infancia mas desdichada del planeta.
Nacieron como payasos “desfronterizados”, como payasos que generaban un
movimiento, y es por eso que los que estábamos implicados en este sueño
intentamos mantener esta idea, evitando despersonalizar el nombre para
convertirlo en una cosa-organización más. Impedimos que una vez más la
organización se coma a las personas y en este caso a las payasas y payasos,
ya que si esto llega a suceder este proyecto único habrá desaparecido.
Y así desde esta organización movimiento reivindicamos la frescura y la
simplicidad de las cosas más obvias, las que tenemos delante de las narices y
que tanto nos cuesta reconocer; como por ejemplo decir que reír
inocentemente es necesario. Y es que de vez en cuando se escucha la voz de
alguien que pregunta por los criterios de prioridad en los escenarios de
desastre y dice “¿Acaso no es más importante dar de comer o curar que
enviar payasos a hacerles reír?” Como si la respuesta a una crisis humanitaria
fuera una cadena de montaje fordiana y las personas, por el hecho de ser
víctimas, fueran máquinas o miembros de una especie animal muy lejana en
la genealogía. Si los miembros de la especie humana acomodados tenemos
un compromiso con aquellos que sufren el resultado debe ser integral y debe
llegar a las emociones. Hace falta algo más que recibir comida, atención
médica y techo para sentirse reconocido como miembro de la humanidad.
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Así pues desde esta reacción espontánea y creyendo que no hay pensamiento
más profundo que la poesía, y no hay mayor poesía que el acto, los payasos
sin fronteras practican un modelo de acción humanitaria muy especial, que
sin afán de querer ser mejor que ningún otro si que merece ser considerado
como un elemento importante dentro de los contextos de los que hablamos.
El payaso o la payasa, no es un ser que interpreta, sino alguien que da su
payaso, que se regala a la infancia que sufre, y lo hace desde una óptica
cómica, pluriversal, inocente y optimista.
El hecho cultural
diferencial
no
imposibilita su trabajo
ni lo devalúa porque
el payaso fundamenta
su comicidad en la
contraposición entre
causa y efecto, en el
ataque a la lógica y el
sentido común del
homo sapiens sapiens.
Hay que tener en
cuenta, eso si, no
ofender a las sensibilidades locales y llevar al payaso más amable
descartando la faceta más transgresora y provocadora que funciona en
nuestros países de origen. De este modo, teniendo en cuenta estos parámetros
más bien simples, las entradas de payasos son composiciones de caídas,
engaños atávicos, bromas transoceánicas, basadas en lo gestual e ingenuo.
Son embrollos sin texto que se entienden y hacen reír a lo largo y ancho del
mundo, son la defensa inocua pero irrefutable del paria, de ese paria que en
el fondo es la humanidad entera. El payaso en una situación de conflicto es la
reacción emocional más optimista delante de la tragedia, es sentimiento
propio, nada de interpretación, es comicidad a la vez que proyección en la
alteridad y por esa razón amor.
La cosa es así; se trata de disparates que hacen reír a niños y niñas (no
confundir con infantilismo mal entendido, ñoño y ridículo) que culminan en
el estallido de la risa; un momento de inconsciencia absoluta, y por ello de
eternidad inconmensurable, imposible de medir, aunque quepa en tres
segundos, y aunque no se pueda pesar, ni tenga sentido hacerlo, esos
disparates son medio, fin, impacto, indicador, fuente de verificación, objetivo
específico, general, resultado inesperado. Es cierto sin embargo que
alrededor de la risa se genera todo un tejido transversal que se convierte en
una mina inagotable de hallazgos, algo que por otro lado suele suceder con
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las cosas infinitas; el intercambio de saberes femeninos entre payasas y
mujeres maltratadas por el conflicto de Irak, los espectáculos mixtos con
niños albaneses y serbios en Kosovo, acciones a uno y otro lado de Gaza,
experiencias conjuntas entre artistas que gozan del payaso en España y en
Mozambique, la construcción de espacios públicos en lugares insólitos como
los campos de desplazados del Kivu (República del Congo), la comunicación
emocional transgeneracional en los espectáculos realizados después del
terremoto de Haití.
Desde ese hecho inofensivo de ocupar el espacio público para disfrute y ocio
de una población atemorizada, a demostrar que la mujer también tiene su
autoridad pública, a enseñar a poblaciones enfrentadas que sus hijos son
igual de preciosos cuando ríen, son muchas las maneras a través de las cuáles
una payasa o un payaso pueden adentrarse en problemáticas esenciales que
no se pueden abordar con facilidad de otro modo.
Evidentemente los payasos sin fronteras tampoco son la clave para
solucionar los problemas del mundo, ni lo pretenden, si bien es cierto que
hay mucha gente que piensa que eso es imprescindible. Sólo intentan
demostrar que en la acción humanitaria y en la cooperación hay que tener en
cuenta valores que hasta no hace mucho eran menospreciados e ignorados,
que es necesario acercarse más y saber que no todo se puede medir; la
intuición, las emociones y la espontaneidad también cuentan. Llorar y reír
para aquellos que viven en el infortunio es vital, en lo relativo al llanto ya
tienen suficiente aprovisionamiento de él, y lo que necesitan urgentemente es
reír, y verse a ellos mismos riendo, transcendiendo el drama para hacerse
fuertes ante él.
Barcelona, 10 de mayo de 2010
Carlos Requena Amadas
Gerente de Payasos sin Fronteras
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