La representación representación del delespacio espacioen enlala pintura del pintura del Museo MuseoThyssen-Bornemisza Thyssen-Bornemisza EN LOS ALBORES DEL TRAMPANTOJO Capítulo 2. Jan Van Eyck, Díptico de la Anunciación (14331435). Óleo sobre tabla. 38,8 x 23,2 cm Se puede considerar a Van Eyck como el primer pintor del Renacimiento en los Países Bajos y posiblemente el más grande de dicho periodo. Aunque Giorgio Vasari dijera de él que descubrió la pintura al óleo, más bien lo que hizo fue utilizarla de manera magistral, tanto técnica como pictóricamente. Toda la obra de Van Eyck está teñida de una gran espiritualidad, incluso cuando trata temas profanos, como es el caso de El matrimonio Arnolfini. Como dice Faggin: "Todos los objetos tocados por el pincel de Van Eyck parecen abandonar las escorias de su accidentalidad terrena y brillar con una vida purísima, inaccesible al decaimiento y a la muerte. El misticismo medieval deja de existir para él: para Van Eyck, las apariencias corpóreas no representan ya negación o límite, sino punto de llegada y salvación" [1]. Jan Van Eyck, Díptico de la Anunciación (c. 1435-1441), Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. Esta obra representa el misterio de la Anunciación de acuerdo con el evangelio de san Lucas (1, 26-38), en el que el arcángel san Gabriel es enviado por Dios a la casa de María en Nazaret para anunciarle que concebirá del Espíritu Santo un hijo varón que reinará por los siglos de los siglos y será llamado Jesús, Hijo de Dios, al tiempo que le hace saber que su pariente Isabel está ya en el sexto mes de su embarazo, a pesar de que todo el mundo la creía estéril. María acepta humildemente la decisión divina. Las dos figuras mezclan el naturalismo renacentista con ciertas reminiscencias del estilo gótico. Lo primero es evidente por la contundente presencia de los personajes representados, la diferenciada personalidad y la naturalidad de sus poses y de sus actitudes: el arcángel con la mano levantada emitiendo su mensaje y la Virgen, interrumpida en su lectura, escuchando y haciendo suyo dicho mensaje, expectante en cuanto a su consumación. A transmitir este sentimiento contribuye la proximidad de la paloma Fig. I.2.1: Jan van Eyck, Tapas del Políptico del Cordero Místico (1432) con las figuras de San Juan Bautista y San Juan Evangelista Gante, Iglesia de San Bavon. 1 del Espíritu Santo, pocas veces representada tan cerca de la Virgen. Por otro lado, los rasgos góticos son, en primer lugar, el hecho de que las figuras imiten esculturas en nichos, como en los retablos y en las fachadas de las catedrales, luego la curva que presentan las dos figuras, especialmente la de la Virgen, y finalmente el tratamiento de los pliegues de las vestiduras. Más adelante veremos que no es seguro que estas tablas formaran un díptico en origen, pero lo que sí es evidente en cualquier caso es que fueron concebidas para ser vistas más o menos como están expuestas en el Museo Thyssen-Bornemisza. Creo que Van Eyck hizo bien en escoger esta disposición de las tablas para representar la Anunciación. Así cada personaje tiene su espacio propio, como ocurre en muchos otros ejemplos de obras que representan este mismo tema. Así es en el caso de Gentile Bellini, pintor italiano, mientras que esto no sucede en el caso de Jan de Beer, que es flamenco, como Van Eyck, y cuyas obras veremos más adelante. Fig. I.2.2: Jan van Eyck, Tapas del tríptico San Miguel y el donante; Madona entronizada; Santa Catalina (antes de 1433), Dresde, Gemäldegalerie. Con esta disposición de las tablas, el diálogo se produce al enfrentar las dos figuras. Ese conocido diálogo, que en otras obras se soluciona con las filacterias, como ocurre en La Anunciación de Jan de Beer de la Colección Thyssen-Bornemisza [2], en éstas se integra perfectamente en la arquitectura de los nichos que alojan las figuras, como si de sendos letreros esculpidos en la piedra se tratase. A partir de este planteamiento, el artista consigue una simetría espacial, tanto entre las dos figuras como entre los espacios que las alojan. En este sentido iguala los personajes del arcángel San Gabriel y de la Virgen, aspecto más frecuente entre los pintores italianos que entre los pintores flamencos al representar este misterio, como veremos más adelante al analizar las obras citadas más arriba. Fig. I.2.3: Tablas de La Anunciación en la disposición que les correspondería si fueran las alas de un tríptico. Sin embargo, quizá la característica más peculiar de esta obra sea que el artista ha utilizado la pintura para representar la escultura, una escultura que, en la época en que la obra se realizó, todavía estaba ligada a la arquitectura, si tomamos en consideración cómo se integraba la decoración escultórica en las catedrales. Cada "estatua" tiene su propio pedestal y su propio nicho, todo ello encerrado en un marco. Las estatuas y los pedestales están realizados en grisalla, es decir, en una gama de blancos y grises, imitando el alabastro. Los nichos están constituidos por dos partes: una es la parte pintada, que consiste en un fondo plano de un negro brillante, que imita el mármol de 2 Lieja y que actúa como superficie reflectante, y en unas molduras góticas imitando piedra. La otra parte está integrada por unas sencillas molduras talladas en la madera, que constituyen el marco de cada tabla a la vez que el del nicho. En esta segunda parte, el marco es real en cuanto a la forma, aunque está pintado imitando mármol rojo con sus vetas, con lo cual se completa la arquitectura del nicho. Este marco, a pesar de estar perfectamente integrado en la ficción pictórica del nicho, no por eso deja de redundar en el hecho de que, aunque parezcan esculturas en un nicho arquitectónico, en realidad son pinturas. Fig. I.2.4: Esquemas infográficos de las basas del díptico de La Anunciación de Jan Van Eyck. Creo que lo más asombroso de esta obra tiene lugar cuando el espectador se da cuenta de que se trata de dos tablas con marco y de cómo, a partir de ellas, el pintor las ha transformado completamente hasta convertirlas en dos nichos con estatuas. Ya en las tapas del Políptico del Cordero Místico, que terminó para la iglesia de San Bavón en Gante en 1432, Van Eyck había pintado las figuras de San Juan Bautista y San Juan Evangelista como si fueran estatuas en nichos arquitectónicos góticos sobre pedestales octogonales (Fig. I.2.1), por cierto debajo de una exquisita Anunciación. Así podemos considerar estas figuras como un precedente del díptico que nos ocupa, si bien en la obra de Gante los nichos son clásicos, es decir, dos semicilindros cubiertos por un cuarto de esfera cada uno, mientras que en la obra que estamos analizando los nichos tienen el fondo plano. Fig. I.2.5: Esquemas infográficos de las basas del díptico de La Anunciación de Jan Van Eyck. Existe otro precedente más directo por tratarse del mismo tema y resuelto de manera similar: las tapas del altar de María con el Niño entronizada conservado en la Gemäldegalerie de Dresde y que, según Erwin Panofsky [3], fue pintado antes de 1433 (Fig. I.2.2). En esta obra, las figuras se disponen de igual forma que en la del Museo Thyssen-Bornemisza, también en sendos nichos arquitectónicos de fondo plano, aunque más altos y más profundos, y también sobre pedestales octogonales. La paloma del Espíritu Santo se sitúa igualmente muy cerca de la cabeza de la Virgen. Aparte de estas dos, existe una tercera Anunciación de mano de Van Eyck, que está en el Museo del Hermitage en San Petersburgo. En la obra del Museo Thyssen-Bornemisza los pedestales octogonales muestran, aparte de las tres caras de delante, una cara a la derecha en escorzo, mientras que en el políptico de Gante están vistos totalmente de frente y en el díptico de Dresde lo están desde un 3 punto situado en el medio de ambos, ya que se ven escorzadas la cara derecha del que corresponde a San Gabriel y la cara izquierda del que corresponde a la Virgen. Pero no sólo eso, sino que en la obra del Museo, además, las caras oblicuas del lado derecho de ambos pedestales tienen en la representación, sobre la tabla, una anchura algo mayor que las caras oblicuas del lado izquierdo. A esto hay que añadir el hecho de que los reflejos de ambas figuras sobre el fondo se ven también a la derecha de las mismas. Todos estos datos juntos sólo pueden significar una cosa y es que los dos pedestales están vistos desde un punto situado más a la derecha de su cara lateral derecha, pues sólo de esta manera podrá verse ésta y sólo así se podrán ver las caras oblicuas del lado derecho más anchas que las del lado izquierdo, de tal manera que se pueden ver los reflejos a la derecha de las figuras. Todo lo cual da que pensar, pues en un artista que maneja la perspectiva con tanta maestría no puede tratarse de un error, máxime cuando las basas de las "estatuas" de las otras dos obras de Van Eyck citadas, realizadas con anterioridad a la que nos ocupa, están representadas con toda propiedad. Fig. I.2.6: Maestro de la Leyenda de Santa Lucía, Grisallas exteriores del Tríptico de la Piedad (c. 1475), Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. Una explicación posible al hecho de que los pedestales están vistos desde el lado derecho es que estas dos tablas pudieran haber formado parte de un conjunto más amplio que un díptico. No se trataría de un tríptico del que estas dos tablas constituyesen la tapa, pues ambas tablas deberían corresponder a la parte izquierda del conjunto para que el hecho de que se viese la cara lateral derecha de los dos pedestales tuviera un sentido. Un dato que avalaría la hipótesis del tríptico es el hecho de que la pintura sea una grisalla, técnica que solía utilizarse para las tapas de los trípticos cerrados, si bien el hecho de que el anverso está pintado imitando mármol podría incitar a pensar que se trata simplemente de un díptico, como se sugiere en el catálogo de la Colección [4]. Sin embargo, podría tratarse simplemente de una parte del lateral izquierdo de un retablo fijo, es decir, que no se abriría como los polípticos y cuyo reverso fuera visible desde algunos puntos, pero no lo suficiente como para constituir un retablo de dos caras, como La Maestá de Duccio, por ejemplo (cap.I, 1). Fig. I.2.7: Francesco de la Cossa, Retrato de un hombre con una sortija (c. 1472-1477), Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza. Si se tratase realmente de un díptico, ¿por qué representar las figuras vistas desde el lado derecho? Sería más lógico que estuvieran vistas ambas totalmente de frente, como en la tapa del tríptico de Gante, en cuyo caso las imágenes reflejadas quedarían tapadas por las propias figuras, o desde un punto intermedio, como en el tríptico de Dresde, en el que se observarían 4 infográficos que restituyen la perspectiva (Fig. I.2.4) y (Fig. I.2.5), en los que podemos ver que las líneas oblicuas de ambos laterales proporcionan, en sus respectivas intersecciones, lo que serían los dos puntos de distancia que, al unirlos, dan como resultado la línea del horizonte. Como sabemos, estos puntos equidistan del punto principal, que es donde han de fugar las líneas perpendiculares al plano del cuadro. En los esquemas vemos que esto último no sucede, si bien estas líneas en profundidad son excesivamente cortas. Aun así, está claro que no van a fugar en ningún caso al punto medio del segmento limitado por los puntos de distancia. Otra cosa que sucede es que la línea del horizonte está sensiblemente más alta en la figura de la Virgen que en la de san Gabriel. Estas imprecisiones en la perspectiva no obstan para que, vistas las dos figuras tal como se muestran en el Museo Thyssen-Bornemisza, dé la sensación de estar realizadas desde un punto de vista común y para ser contempladas de esa manera. las imágenes reflejadas, una a la derecha de la figura de la izquierda y la otra a la izquierda de la figura de la derecha. La posibilidad de que el díptico fuese a tener una ubicación concreta en la que sólo pudiera ser mirado desde el lado derecho no parece tener mucho sentido, máxime si tenemos en cuenta que por su pequeño tamaño podría haber sido un díptico devocional portátil. Pero el hecho de que las radiografías hayan demostrado que estas dos tablas estuvieron en su momento unidas por bisagras, ya desaparecidas, no tiene por qué significar que en su origen fuese creado como un díptico devocional portátil. Cabe pensar que la conformación del díptico pudo haberse debido a un uso de las tablas antiguo, aunque posterior a la función prevista originalmente para sus imágenes. Por otra parte, si las dos tablas hubieran sido las tapas de un tríptico faltaría la tabla central, la cual tendría, como es lógico, el doble de anchura que éstas y la misma altura, pero entonces en el reverso de ambas tablas tendrían que aparecer escenas que completasen la que aparecería en la tabla central. Panofsky parece apuntarse a la hipótesis del tríptico, aclarando que "Jan Van Eyck había decidido, por razones desconocidas, convertir las hojas exteriores del tríptico en una imagen devocional independiente" [5]. Reproducimos una fotografía (Fig. I.2.3) que nos informa sobre la que hubiera sido la relación de ambas tablas en la improbable disposición que según Panofsky les correspondió en origen. Esta obra se podría calificar de trampantojo, pues posee elementos que redundan de forma muy contundente en la corporeidad de las figuras, como queriendo hacer que se salgan del plano de la pintura. El primer factor que contribuye a este fin es el hecho de que las figuras, tratadas en grises, se recortan sobre un fondo negro. El elemento que más parece venirse hacia el espectador en la tabla de la izquierda es el ala del arcángel San Gabriel. A este efecto ayudan, además del escorzo conseguido con la posición de las plumas, la modulación del volumen con la luz y la sombra, el claroscuro, principalmente el efecto producido por la sombra arrojada sobre el marco del nicho, así como las zonas de luz, de las que la más clara se localiza en el borde del ala, que es la parte más próxima al observador. A su vez el cuerpo del arcángel arroja sombra sobre el ala, lo que hace que la figura se despegue aún más del fondo. He tenido ocasión de realizar alguna lectura más sobre este tema, descubriendo mi coincidencia con algunos autores en lo que he dicho hasta aquí y otras cosas que digo más adelante. En las lecturas nuevas he descubierto otras posibilidades planteadas por sus autores, alguna muy forzada, como la consideración de que se trata, sin duda, de un díptico, pero para ser abierto en ángulo, y que Van Eyck pintó las figuras y sus reflejos en la superficie del fondo de los nichos de acuerdo con el ángulo de apertura, aduciendo para ello que las últimas rectificaciones que hizo el pintor debieron ser realizadas cuando las tablas ya estaban unidas formando el díptico (Hand, J. O.; Metzger, C. A. y Spronk, R.: Prayers and Portraits. Unfolding the Netherlandish Dyptich. National Gallery of Art, Washington, p. 74). Esta suposición se contradice absolutamente a sí misma, ya que en ese caso la imagen reflejada del ángel debería verse a su izquierda, aún con mayor motivo que en el caso de que el punto de vista estuviese situado entre las dos figuras. En la tabla de la derecha, la sombra que la figura arroja sobre el marco es también determinante para hacerla sobresalir y en ella el elemento más saliente es el libro que sostiene la Virgen, debido a la sombra que arroja sobre el manto, así como a la luz que ilumina el canto del libro y el fragmento visible de la página por la que está abierto. Aparte de estos aspectos más vigorosos en el efecto, en las dos figuras se desarrolla toda una gama de grises hacia el negro por una parte y hacia el blanco por otra, las llamadas medias tintas, que ayudan a modelar los cuerpos, resaltando las partes más cercanas, a Dejando a un lado la discusión de si se trata o no de un díptico en origen, he realizado los esquemas 5 lo que contribuye el uso de los brillos, y dejando en último plano las más alejadas. Los mantos que ambos personajes portan son terreno abonado para desplegar toda una gama de claroscuro, pues la multitud de pliegues proporciona un sinfín de orientaciones y términos a la superficie de la tela. Completa el efecto de corporeidad el hecho de que ambas figuras se reflejan en la superficie negra del fondo, la cual actúa como un espejo, si bien negro, ampliando la profundidad, al tiempo que esa superficie adquiere consistencia, carta de naturaleza, lo que hace a las "estatuas" aún más corpóreas y más sobresalientes. Obsérvese también que las sombras arrojadas, tanto sobre el suelo como sobre las molduras de los nichos, no tienen unos bordes claramente definidos. Esto quiere decir que la luz que se representa es una luz difusa, cosa por otra parte muy natural, ya que la luz en los Países Bajos, donde Van Eyck realizó toda su obra, es, con mucha frecuencia, una luz difusa. Por último, la moldura inferior de los pedestales octogonales está pintada sobre la primera moldura real del marco del nicho, lo que hace sobresalir a éste de dicha moldura, contribuyendo al efecto total de un volumen que se despega del plano de la tabla y avanza hacia el espectador. Aunque este último detalle ayuda indudablemente a la impresión de trampantojo que producen las tablas y sólo se detecta tras una atenta observación, no deja de ser algo ilógico que el pedestal tenga una parte, aunque sea pequeña, fuera del suelo que lo sustenta, ya que crea una sensación, si bien ligera, de inestabilidad. Por otra parte, obsérvense las sombras que arrojan los pedestales sobre el figurado suelo del nicho, las cuales contribuyen también al efecto corpóreo de las "estatuas". Puesto que estas sombras parten de donde el pedestal arranca sobre la moldura del marco de la que aparentemente sobresale, da la impresión de que incorpora dicha moldura al suelo, lo cual viene avalado por el hecho de que el pedestal no proyecta ninguna sombra sobre ésta como si sobresaliera de ella. Así que lo que finalmente sucede es que el artista ha considerado esa moldura del marco como parte del suelo y entonces el pedestal no sobresale, aunque al espectador atento le será inevitable tener esa primera impresión, al tiempo que sentir cierta inquietud debido al hecho de que la moldura ya no pertenece al plano de la tabla. El trampantojo se encuentra ya en la pintura helenística y pervive en algunos detalles de la pintura medieval, como en las cenefas con greca tridimensional con las que se decoraron algunos frescos. También Tadeo Gaddi, Ambrogio Lorenzetti y Giotto pintaron trampantojos en el primer tercio del siglo XIV. Una de las obras más importantes del primer Renacimiento es la capilla de la Santísima Trinidad, fingida en un muro de la iglesia de Santa Maria Novella (Florencia, c. 1427), obra de Masaccio. Éste sería, cronológicamente, el último trampantojo importante conocido antes de que Van Eyck pintase esta Anunciación. El reducido tamaño de estas tablas encaja bien con el aserto de Lawrence Wright de que el trampantojo funciona mejor en tamaños muy grandes o muy pequeños [6]. En este caso parece que así es. Hay otras obras en la Colección Thyssen-Bornemisza relacionadas con ésta de Van Eyck. En primer lugar, tenemos las grisallas exteriores del Tríptico de la Piedad del Maestro de la Leyenda de Santa Lucía (c. 1475) (Fig. I.2.6), que representan a San Pedro y a Santa Bárbara como estatuas en sendos nichos clásicos, como los del políptico de Gante (Fig. I.2.1), aunque sin las molduras trilobuladas en celosía. En ellas es evidente la influencia de Van Eyck. Otra obra de la Colección que me interesa relacionar con la que nos ocupa es el Retrato de un hombre de Francesco del Cossa (c. 1472-1477), por el efecto de trampantojo de la mano con la sortija, que avanza hacia el espectador saliendo del plano del cuadro (Fig. I.2.7). En este caso el efecto está conseguido también mediante el escorzo y el claroscuro, especialmente la sombra arrojada por la mano sobre el murete. Si ponderamos la profundidad que aparentan tener ambos nichos, desde el borde delantero del pedestal al que ahora aludía hasta la superficie negra reflectante, se le hace a uno cuesta arriba creer que el ala del arcángel que queda por detrás quepa realmente en el espacio que hay entre la estatua y el dicho fondo. En cualquier caso no podría tener la misma apertura que el ala que está en primer término, sino que tendría que estar más bien encogida. Pero quizá no deberíamos esperar de los arcángeles que desplieguen las dos alas de la misma manera a la vez. En el Prado existe un tríptico pintado por Vranke van der Stockt (Bruselas 1420-1495) en cuya tapa hay pintadas grisallas que simulan estatuas en nichos rectangulares, mucho más sencillos que los de Van Eyck, y que están apoyadas sobre basas rectangulares vistas desde un punto intermedio. [1] Faggin 1965. 6 [2] Cap. I, 4. [3] Panofsky 1998, p. 192. [4] Pita/Borobia 1994, p. 112. [5] Panofsky 1998, p. 192. [6] Wright 1985, p. 26. Bibliografía Angoso, Diana; Bernárdez, Carmen; Fernández, Beatriz; Llorente, ángel: Las técnicas artísticas. Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza-Akal, 2005. Faggin, Giussepe: Van Eyck. Buenos Aires, Editorial Codex, 1965. Mauriès, Patrick (ed.): Le trompe-l´oeil de l´Antiquité au XX°me siécle. París, Gallimard, 1996. Milman, Miriam : Le trompe-l´oil. Ginebra, Skira, 1982. Panofsky, Erwin: Los primitivos flamencos. Madrid, Cátedra, 1998. Pita, José Manuel; Borobia, María del Mar: Maestros antiguos del Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, 1994. Wright, Lawrence: Tratado de perspectiva. Barcelona, Stylos, 1985. 7