el renacimiento español

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HISTORIA DEL ARTE: 9.1: RENACIMIENTO ESPAÑOL
EL RENACIMIENTO ESPAÑOL
En España hay que esperar a finales del siglo XV para advertir la recepción de las
innovaciones renacentistas importadas de Italia. El desarrollo de la monarquía autoritaria, las
riquezas que llegaban de América y la lucha contra la Reforma son los tres principales rasgos que
determinan este arte español, unido principalmente a la nobleza y al alto clero, que imitaron los
palacios y fundaciones italianas. El fuerte interés por lo italiano y la falta de artistas en España
propició la llegada tanto de artistas como de obras de arte italianas que, sin embargo, no
gustaron a las clases populares, más acostumbradas al arte gótico y mudéjar.
En ARQUITECTURA pueden definirse tres etapas o estilos arquitectónicos sucesivos:
a) El estilo plateresco (finales del siglo XV y primer tercio del siglo XVI), así llamado
porque la abundante decoración de algunos de sus edificios recuerda a la minuciosa labor de los
orfebres o plateros, se caracteriza por la combinación elementos propios del gótico tardío
(nervaduras, pináculos, blasones) con otros de origen clásico (grutescos, medallones, guirnaldas,
veneras, almohadillados, frontones, arcos de medio punto, órdenes arquitectónicos). El
monumento más representativo de esta etapa es la fachada de la Universidad de Salamanca (h.
1525), de Enrique Egas, aunque también deben destacarse el Colegio de Santa Cruz en
Valladolid, de Lorenzo Vázquez y la escalera dorada que Diego de Siloé realiza en la catedral
de Burgos.
b) El estilo purista (segundo tercio del siglo XVI) muestra una depuración del plateresco y
una mayor asimilación del clasicismo a través de los crecientes contactos con Italia. Los edificios
presentan menos elementos decorativos y se estructuran en función de los órdenes clásicos.
Entre ellos destacan la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, de Rodrigo Gil de
Hontañón; la Catedral de Granada, de Diego de Siloé; y, sobre todo, el Palacio de Carlos V en
la Alhambra de Granada, proyectado por Pedro Machuca como un gran bloque cuadrado de dos
pisos en el que se inscribe un sobrio patio circular adintelado.
c) El estilo herreriano o escurialense (último tercio del siglo XVI), debe su nombre a
Juan de Herrera, arquitecto responsable (junto a Juan Bautista de Toledo) del conjunto
monumental más importante de todo el Renacimiento español: el Monasterio de San Lorenzo del
Escorial (1563-1586), encargado por el rey Felipe II en las cercanías de Madrid para
conmemorar la victoria de los españoles sobre los franceses en la batalla de San Quintín (1557).
Los arquitectos elegidos por el monarca idearon una planta que aludiera al martirio del santo
español San Lorenzo (que había sufrido martirio y muerte sobre una parrilla) y optaron por
aplicar al edificio un estilo «desornamentado» (caracterizado por el contraste visual de
volúmenes geométricos, la rigurosa simetría, el empleo puntual de motivos clasicistas, el
contraste entre el paramento de granito y las cubiertas de pizarra, y el coronamiento de las
torres con chapiteles de inspiración flamenca) que expresa a la perfección los ideales de
fortaleza, austeridad y misticismo religioso que Felipe II quería proyectar como imagen de la
monarquía española. El conjunto engloba las funciones de monasterio, iglesia, palacio, panteón
real y centro de cultura (su biblioteca fue durante mucho tiempo una de las más importantes
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del mundo). La influencia de El Escorial se prolongó, más allá del Renacimiento, en varios
edificios del primer barroco español.
En la ESCULTURA, del proceso de introducción de las formas italianas fue similar al de la
arquitectura, en primer momento conviven las formulas góticas y las renacentistas, pero las
influencias italianas (en especial miguelangelescas) se intensifican durante el siglo XVI. Como
resultado, la escultura española tienen un fuerte carácter realista, buscando la belleza ideal típica
del renacimiento italiano, pero manteniendo una gran expresividad propia del gótico peninsular.
Hay un predominio absoluto de la temática religiosa ya que las obras que más se realizaron
fueron sepulcros, sillerías de coro y retablos.
El primer tercio del s XVI se caracteriza por la llegada de obras y artistas italianos, como
Domenico Fancelli, autor del sepulcro de los RRCC, o Pietro Torrigiano. También hubo
importantes autores españoles, como Diego de Siloé, quien supo combinar con maestría la
delicadeza italiana y la expresividad española en el retablo de la capilla del Condestable en
Burgos; Bartolomé Ordoñez o Damian Forment. El segundo tercio del s XVI es el momento
de máximo esplendor de las formas renacentistas. Destacan ahora dos escultores de la escuela
castellana que anuncian el posterior desarrollo de la imaginería barroca en madera tallada y
policromada: Alonso Berruguete, autor de retablos y tallas exentas de gran expresividad, como
El Sacrificio de Isaac; y Juan de Juni, creador de un teatral Santo Entierro. El último tercio del
siglo esta condicionado por la llegada de escultores italianos contratados para la decoración del
monasterio de el Escorial. De entre todos ellos destacan León y Pompeyo Leoni con obras
como Carlos V dominando al Furor, y los grupos funerarios de Carlos V y Felipe II, con sus
respectivas familias, para el presbiterio de la iglesia del Monasterio del Escorial.
En lo que se refiere a la PINTURA, en ESPAÑA, las innovaciones renacentistas italianas
comienzan a fundirse con la poderosa herencia de la pintura hispano-flamenca a finales del siglo
XV, tal como refleja la obra de Pedro Berruguete (Auto de Fe), pintor palentino formado en
Italia. Ya en pleno siglo XVI, la influencia de Leonardo y Rafael se deja sentir profundamente en el
pacense Luis de Morales (Piedad) o el valenciano Joan de Joanes (La Última Cena). Sin
embargo, hay que esperar al último tercio del siglo XVI para encontrar un pintor de proyección
internacional: Domenico Theotocopuli, conocido como El Greco (1541-1616) por su origen
cretense. Formado en Venecia y Roma, El Greco se instala en Toledo hasta su muerte,
desarrollando una pintura heredera del vivo cromatismo veneciano y de la estilización manierista
romana (alargamiento y retorcimiento de las figuras, composiciones complejas, ausencia de
profundidad espacial). Entre sus obras predominan los retratos y las escenas religiosas de tintes
místicos (El Expolio, El entierro del conde de Orgaz, Adoración de los Pastores), aunque no faltan
ejemplos de cuadros mitológicos (Laocoonte) y paisajes (Vista de Toledo).
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