Tema 7. El Renacimiento italiano

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EL RENACIMIENTO ITALIANO.
1. Marco espacial y cronológico.
El título del tema nos
invita a desarrollar contenidos de
arte. Es por ello que el marco
temporal vendrá determinado por
los periodos artísticos con los que
definimos los acontecimientos que
al respecto se dan en los siglos XV
y XVI en Italia, es decir, partimos
de un periodo que abarca desde
finales del S. XIV hasta finales del
siglo XV y que se conoce como
Quattrocento; Florencia será la
capital de la nuevas formas
artísticas y solo al final de la
centuria extenderá su influjo al
resto de la península. Desde
finales del S. XV y durante las tres
primeras décadas del XVI, se
instala el llamado Cinquecento o
Clasicismo; la capital del arte se traslada a la Roma papal, tras los graves sucesos que
vive Florencia al final del Quattrocento y surgen escuelas artísticas periféricas de entre
las que destaca la escuela veneciana. Aproximadamente desde la tercera década del XVI
hasta final de siglo se desarrolla el Manierismo, que algunos autores lo incorporan al
Renacimiento aunque se trata de un estilo distinto al del anterior Clasicismo. El espacio
es Italia, con esa múltiple división en pequeños estados apetecidos por las grandes
potencias europeas del momento, especialmente España, Francia y Austria.
2. El Quattrocento florentino: Humanismo y arte.
El Humanismo es una corriente cultural que alcanzó su plenitud en el s. XV y
principios del XVI; tiene que ver por lo tanto, con la etapa de esplendor del gobierno de
los Medici en Florencia y la etapa romana del Clasicismo con el mecenazgo de Julio II a
la cabeza. Podemos destacar algunas características del movimiento: frente al espíritu
medieval teocéntrico, los humanistas se preocuparán por el ser humano, al que
consideran centro del mundo; se inspiraron en los textos de la antigüedad clásica,
muchos de los cuáles llegaron a Italia tras la caída de Constantinopla en poder de los
turcos (1453), estudiándolos directamente en latín y griego sin traducciones medievales;
defendieron los humanistas la búsqueda de la verdad a través de la razón y la
experiencia pretendiendo alcanzar un conocimiento enciclopédico sin desdeñar ninguna
rama del saber. Los Medici de Florencia, banqueros que gobernarán la ciudad durante
varias generaciones, convertirán la urbe en centro cultural de estudios clásico-paganos
actuando de mecenas de literatos, pensadores y artistas; potenciarán la fundación de la
Academia Platónica de donde saldrán autores como Pico della Mirándola, Nicolás
Maquiavelo, o el propio fundador, Marsilio Ficino. Este ansia por saber del Humanismo
fue un estímulo para las ciencias, así Nicolás Copérnico desarrolló la teoría
heliocéntrica mientras que autores como Vesalio o Luis Vives avanzaban en el campo de
la medicina. La corriente pudo difundirse por Europa gracias a dos hechos
fundamentales: la invención de la imprenta por Gutenberg hacia 1440 que permitió
eliminar las copias a mano y abaratar el precio de los libros y la aparición de las
academias, en las que los más curiosos podían estudiar desvinculándose del control de
la Iglesia.
En cualquier caso, el Quattrocento pasa a la Historia
por alumbrar un nuevo estilo artístico. Durante la primera
mitrad del s. XV, convivieron en Florencia ideas estéticas
herederas de la tradición medieval, cuyos representantes sería
pintores como Fra Angelico o Masolino, con ideas
renovadoras representadas por cuatro grandes creadores del
llamado Renacimiento: en arquitectura destacó la obra de
Brunelleschi porque tanto en la cúpula de la catedral de
Florencia como en las iglesias de S. Lorenzo y el Santo
Spirito, recuperó, reinterpretándolos, los principios formales
del arte clásico; los arcos de medio punto, los órdenes columnarios clásicos, las bóvedas
de cañón, los frontones, pero sobre todo, introdujo el sentido de proporción en el
edificio basándose en la medida humana y oponiendo a la verticalidad del gótico la
horizontalidad clásica. Algo después, Alberti tradujo los diez libros de arquitectura de
Vitruvio e introdujo tipologías arquitectónicas romanas como puede
verse en Santa María Novella o el palacio Ruccellai; este palacio
transformaba el modelo que ya había impuesto Michellozzo en el
palacio Medici-Ricardi, pero conservaba la forma cúbica y la
distribución de las fachadas en tres cuerpos. En escultura hay que
destacar dos figuras: por una parte, Ghiberti, en las terceras puertas
del baptisterio de Florencia nos dejó una propuesta en la que la
disminución del tamaño, del bulto y de la precisión de las figuras según se alejaban del
primer plano, sugería la tercera dimensión en el relieve; por otra parte,
Donatello recuperó las formas clásicas en todas las artes escultóricas, el
relieve, la estatua erguida (S. Jorge, David) y la ecuestre (condottiero
Gattamelata). En pintura apareció la enorme figura de Masaccio. En
los frescos de la capilla Brancacci de Florencia, aplicó los
procedimiento ensayados por arquitectos y escultores para trasladar la
tercera dimensión al muro, distinguió entre colores
cálidos y fríos para acentuar o atenuar la distancia y
jugó con la luz para sugerir el volumen mediante el
claroscuro; tras él, multitud de pintores de ese siglo
se colarán a través de las puertas que el abrió.
Pasada esta primera generación de artistas, desde
mediados de siglo aparecen grandes talleres en Florencia
donde se perfeccionan las técnicas y los artistas buscan
sintetizar la herencia medieval con las nuevas formas. Es
el caso de Mantegna y sus estudios de perspectiva,
Uccello y su preocupación por el espacio, Piero della
Francesca y la luz, Boticelli y la síntesis entre tradición y
modernidad, el escultor Della Quercia y sus estudios anatómicos o las novedades
introducidas por Verrochio en la escultura ecuestre o Perugino en la adecuación de la
perspectiva cónica. Tras la crisis que vive Florencia con la irrupción del monje
Savonarola y la consiguiente caída de los Medici, la capital del arte se traslada a Roma,
donde los Papas ejercerán ahora de mecenas en la nueva etapa del Cinquecento o
Clasicismo.
3. El Clasicismo.
Cronológicamente el Clasicismo es el periodo que abarca desde la irrupción de
artistas en Florencia como Miguel Ángel y Leonardo que acabarán
trabajando en la Roma papal hasta la década de 1520-30, en la que
acontecimientos como el inicio de la Reforma protestante o el
saqueo de Roma por las tropas imperiales de Carlos V, alumbren una
nueva etapa que llamamos Manierismo. Debemos entender el
Clasicismo desde una doble óptica: por una parte se trata de la
conversión en código de las experiencias dispersas del s. XV
efectuada en pintura por Leonardo, en arquitectura por
Bramante y en escultura por Miguel Ángel; por otro lado, es un
intento definitivo de conciliar el modelo pagano del que parte
la estética renacentista con la sociedad cristiana en la que se
vive y para la que se trabaja. Bramante nos dejará en el
Tempietto de S. Pietro in Montorio un ejercicio de composición
arquitectónica donde se sintetizan las experiencias del
Quattrocento y se concilia el modelo de tholos pagano con el de
martyria cristiano. Leonardo será el encargado de codificar en
pintura; tanto en la Virgen de las Rocas como en la Última Cena,
sintetiza los procedimientos perspectivos basados en la pirámide
visual y en la luz, además de situar en primer plano las escenas e
integrar en ella a todos los personajes mediante gestos y
actitudes y tratar de señalar que el aire difumina los
contornos mediante la técnica del sfumato. Miguel Ángel
dejará en su propuesta de La Piedad, una imagen en la que
el idealismo y la composición piramidal se equilibran con
el realismo. Si a estos codificadores añadimos la enorme
figura de Rafael, que en los frescos de la Estancias del
Vaticano resume los logros de sus colegas, tenemos el panorama básico del Clasicismo
casi completo. Faltaría añadir a Giorgione y al primer Tiziano en Venecia y a Durero en
Alemania. El problema de la estética impuesta por estos creadores estuvo en lo poco
proclives que son los artistas a seguir reglas. El propio Miguel Ángel, romperá en el
Moisés, en los frescos de la Capilla Sixtina o en los tardíos esclavos, esas normas que él
mismo defendió; salvo él y Tiziano el resto de los clasicistas desaparecerá en esa década
en la que los acontecimientos históricos cambiarán la mentalidad de la sociedad
cristiana de la época.
4. El Manierismo.
Es el estilo que invade Italia y luego Europa desde el año 1530 hasta finales del
s. XVI. Algunos autores defienden que el término deriva del hecho de que,
desaparecidos los grandes autores del Clasicismo o por haber caído esta estética en
desuso, muchos artistas comenzaron a trabajar “a la
maniera” de los del Alto Renacimiento pero
transformando el estilo. Pero lo que mejor define la
obra de pintores escultores y arquitectos del
momento es la capacidad de tomarse licencias o
libertades en relación a los códigos formales de la
etapa anterior y ello acaba derivando en
características que podemos resumir en: 1. Los arquitectos se toman
libertades buscando contrastes violentos de luces y sombras
atreviéndose a utilizar distinta proporción en columnas de un mismo
orden en un mismo cuerpo o utilizando el orden gigante. La obra
veneciana de Sansovino o Palladio es característica de esto. 2. Los
escultores abandonan las composiciones
piramidales y buscan la inestabilidad de la
línea diagonal o la espiral, como la obra de
Gianbologna o bien juegan con los efectos de
la falta de pulido final ( “non finito” de la
Pietá Rondanini de Miguel Ángel). 3. Los
pintores rompen con los códigos de
representación derivados de las propuesta de
Leonardo: los colores pierden intensidad y se
vuelven ácidos desleídos en blanco, el tema
central se descentra, algunos personajes entran en contacto con el
espectador y pierden la relación con la escena, el canon de proporción
se alarga, las posturas se retuercen, se anula la idea de profundidad al
agolparlo todo en el primer plano, etc; puede verse en pintores florentinos como Del
Sarto, Pontormo, Rosso, en venecianos como Tintoretto o Veronés y en España en la
magnífica obra de El Greco.
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