LA ARQUITECTURA DE LOS SANTUARIOS DE LA VIRGEN DE CORTES EN ALCARAZ Y DEL CRISTO DEL SAHÚCO EN PEÑAS DE SAN PEDRO. José Sánchez Ferrer El santuario de la Virgen de Cortes en Alcaraz. El santuario de la Virgen de Cortes es el de origen más antiguo de todos los cristianos provinciales. La tradición fecha el hallazgo-aparición de la imagen en 1222, a cuya época puede pertenecer perfectamente la estilística de la talla. En los primeros tiempos se construyó un oratorio y poco después la primera ermita, seguramente pequeña. Al tiempo que la devoción a esta Virgen crecía, lo hacía su santuario; la primitiva pequeña ermita fue sustituida por otra mayor de estilo gótico; en ella, tras la cabecera, se hallaba la sacristía, recinto que encerraba el lugar donde la tradición había situado la carrasca de la aparición y en un lateral se levantaba una lonja de piedra sobre la que se construyeron habitaciones para hospedaje de peregrinos. El ascenso imparable de la devoción a lo largo del siglo XVI demandó la ampliación del templo; por un documento perdido, pero que se conoce porque el padre Pérez de Pareja lo transcribió en su libro1, se tienen noticias de una gran obra comenzada en 1596; para realizarla se recogieron limosnas en el territorio jurisdiccional de la ciudad, en las Cinco Villas del conde de Paredes y en el Campo de Montiel; probablemente, en ella se utilizó, al menos en parte, como nave el cuerpo de la ermita gótica precedente, la anterior sacristía se convirtió en nave del crucero -quedando el enclave de la encina en el lado del evangelio- y el crucero se cubrió con una cúpula semiesférica; se construyeron un nuevo presbiterio, otra sacristía, habitaciones para el cabildo eclesiástico y una dependencia para el concejo; según el fraile franciscano antes mencionado, también se obró el camarín y se abrieron capillas. Pero no hubo dinero suficiente para acabar la ermita, que quedó precariamente cubierta durante cien años. El padre Pareja escribe que “por los años de mil seiscientos noventa y ocho determinaron echarle bovedas, pues estaba con la techumbre antigua de madera, para lo que se hizo una nueva recolección de limosnas, solo de la Jurisdiccion de Alcaraz, y de algunas que avia reservadas en el Santuario. Con estos fondos la bovedaron, imitando tanto la de la Capilla Mayor (la que tambien enluzieron y perfeccionaron) que parece estan todas hechas de una mano”. Estas obras debió comenzarlas Pedro Palacios Carriazo porque deben ser las que indica en su declaración como testigo de la defensa, realizada en mayo de 1710, incluida en un grueso expediente en el que se recoge el proceso judicial que se siguió contra el hermano Salvador de Reina 2, ermitaño o santero del santuario de Cortes y arrendador de su dehesa, al ser acusado en 1701 por un esclavo del santuario, Joseph de la Cruz, de conato del pecado de sodomía con él; acusación de la que fue absuelto en agosto de 1710, tras estar encarcelado nueve años. Este arquitecto, maestro de cantería que había conseguido por entonces el encargo de remodelar la alcaraceña iglesia de San Miguel declaró que a su cargo había corrido la construcción del cuerpo, arcos y estribos de la iglesia del santuario, obra que sabía que había importado más de veinte mil reales y que hubiese acabado si no hubieran encarcelado al hermano. He podido documentar que estuvo trabajando allí desde 1697 hasta 1701. 1 PÉREZ DE PAREJA, Fray Esteban. Historia de la Primera Fundación de Alcaraz. Libros I y II. Impreso por Joseph Thomas Lucas. Valencia, 1740. Pág. 269 y ss. 2 A. M. de Calasparra. Carpeta “Criminal contra el hermano Salvador de Reyna”. 1709. 1 Las obras debieron ser continuadas por Diego Gutiérrez, quien tuvo que ser el constructor del abovedamiento, ya que en 1729 firmaba el contrato de terminación de la iglesia. Es muy probable que Gutiérrez fuese, como era el anterior, un maestro trasmerano, a la vista de la semejanza de las bóvedas de Cortes con otras provinciales levantadas por arquitectos de esta procedencia. Pocos años después, el que desde 1664 había sido el retablo principal fue trasladado al lugar de la aparición, al mismo sitio donde hoy puede verse, y en su lugar se instaló el hermoso retablo y la bella embocadura del camarín que hoy lucen en el presbiterio, obra contratada en 1738 en nueve mil reales de vellón por el hasta ahora desconocido tallista Juan de Mata. El dorado del camarín y de la sacristía lo hizo Gabriel Mira en 1776-77. La redecoración de la sacristía y del camarín se efectuó en el último cuarto del siglo XIX, en tiempos del capellán don Pablo Aguirre. El santuario de la Virgen de Cortes está sobre una elevación desde la que se domina la dehesa de Cortes, cubierta de arbolado. En la actualidad el conjunto está formado por la iglesia y una serie de edificaciones de uso diverso que se le han ido añadiendo a lo largo del tiempo. Una buena parte de ellas, las adosadas al muro del lado del Evangelio, se habilitaron como convento en 1978. En 1979 se levantó la hostería actual y se construyó una nueva puerta de entrada al recinto del santuario. Desde siempre, estas arquitecturas adosadas fueron proclives a numerosas reparaciones y ampliaciones -especialmente a lo largo de los siglos XIX y XX-, que generalmente fueron poco afortunadas en cuanto al aspecto artístico se refiere. Es muy interesante el estudio geotécnico3 que se realizó a raíz de la restauración de 1985 porque ha dado a conocer las causas del continuo deterioro de las modernas edificaciones que se fueron construyendo en torno al núcleo de la iglesia. El informe concluye que únicamente lo que era el recinto del antiguo santuario se encuentra bien asentado sobre una capa tectónica de calidad, encontrándose el resto de las construcciones sobre placas que se hayan en continuo, aunque muy lento, deslizamiento. La fachada principal es una edificación fruto de la reforma llevada a cabo tras el incendio ocurrido en 1946 y enmascara totalmente el muro del templo y la entrada del mismo, si bien la buena articulación de los volúmenes arquitectónicos puede apreciarse perfectamente por encima de su tejado. Está formada por dos cuerpos: el inferior es un pórtico con trece arcos de medio punto, el central significado como acceso; el segundo se desarrolla sobre el inferior y mantiene la estructura de arquerías de medio punto con largo balcón corrido ante ellas. La parte del segundo cuerpo que se adosó a la cabecera del templo dejó sin luz a la ventana del transparente del camarín. El aspecto que presenta hoy el interior de la iglesia, tanto en la distribución como la disposición de las estancias y de los elementos arquitectónicos más significativos, no debe diferir mucho del que tuviese tras la consecución de las obras del primer cuarto del siglo XVIII, aunque con posterioridad tuvo modificaciones de poca consideración y sufrió deterioros importantes, sobre todo como consecuencia del incendio mencionado. La restauración efectuada en 1985 le devolvió en gran parte la apariencia original. La planta es rectangular con nave única de cuatro tramos con pequeñas capillas laterales -que se abren a la nave a través de altas arquerías y están comunicadas unas a 3 GRACIA, P. de. Estudio de Causas e Informe sobre la Patología Estructural que presenta el Santuario de Nuestra Señora de Cortes. Madrid, abril de 1986. Sus conclusiones fueron publicadas por SANGÜESA GARCÍA, Mª. J. “Santuario de Nuestra Señora de Cortes. Alcaraz.” en la Rev. Anales nº 12. Centro de la U.N.E.D. de Albacete. Albacete, 1993. Págs. 113-148. 2 otras por medio de estrechos vanos-, transepto y ábside rectangular al que se abre un cuadrado camarín. En el último tramo tiene coro alto y sobre la puerta principal -abierta en el penúltimo tramo y al lado del Evangelio- y sobre la que comunicaba la iglesia con el relicario -estancia hace pocos años demolida por sus precarias condiciones de seguridad- se encuentran sendas tribunas sobre estructuras de madera que presentan balaustradas de madera torneada y canecillos y ménsulas talladas en la línea del siglo XVII. Es extraño, pero característico de este templo, el pronunciado escalonamiento que presenta. La zona más baja es la ocupada por los dos tramos finales; la siguiente la forman los dos tramos restantes y el transepto y a ella se accede subiendo tres gradas; la más alta se halla constituida por el presbiterio, al que se llega tras subir cinco gradas. Las bóvedas de la nave son de cañón con lunetos y se hallan ornamentadas con placas de formas apiramidadas y base triangular en su superficie y florones vegetales en las claves; el tramo central del transepto se halla cubierto con ciega cúpula semiesférica sobre pechinas; el ábside, que es más estrecho que la nave, se cubre con bóveda de aristas -ahora con superficies lisas- y a cada lado del mismo se abre una amplia puerta; la del lado de la epístola da paso a la escalera de subida al camarín, en la que desemboca la que parte de la sacristía; la del evangelio permite acceder a una escalera -obrada hace pocos años- que conecta con la que, partiendo desde el pórtico de la fachada principal, lleva a la estancia del relicario. El santuario del Cristo del Sahúco en Peñas de San Pedro. Tras la mínima construcción, quizás simplemente un humilladero, que albergó la imagen en el comienzo de su devoción se construyó, entre 1676 y 1693, la que se puede considerar la primera ermita y cuyo emplazamiento creo que se corresponde con el del actual presbiterio del santuario4. Posteriormente se edificaron el camarín y la sacristía nueva, luego el cuerpo de la nave con la fachada de los pies y las torres y, finalmente, el atrio. El Santuario quedó formado por la sucesión, siguiendo un eje axial de penetración, del atrio, nave, presbiterio y camarín, ocupando las sacristías -una propiamente dicha, la otra relicario y ambas corredores de acceso al camarín- posiciones laterales a las dos últimas piezas. Cuando en 1768, tras fases anteriores, el clero de Peñas se hizo cargo de la administración del santuario debió concebirse el proyecto de construir un nuevo templo que sustituyese a la pequeña ermita. Seguramente se pensó en la demolición de la obra hasta entonces existente -incluso puede que no sea ajeno a ello el que el interior del camarín estuviese todo construido y ensamblado en madera y, por tanto, que fuera desmontable-, pero el proyecto no se podía ejecutar de una vez porque, aunque eran abundantes, las limosnas no permitían emprenderlo totalmente; ello obligaría a plantear prioridades. El clero debió acordar la construcción del camarín en primer lugar con el fin de proporcionar a la imagen un escenario más rico y suntuoso que el del sencillo retablo en el que estaba colocada. Esta provisionalidad explicaría el exterior arquitectónicamente más humilde de todos los camarines provinciales -lo que contrasta fuertemente con el interior, que muestra a uno de los de mayor riqueza ornamental-, modestia con la que ha llegado a nuestros días, ya que el proyecto quedó inconcluso y solamente se edificó el cuerpo de la nave. Por ello, al exterior, la fábrica presenta dos 4 SÁNCHEZ FERRER, J. El Santuario del Cristo del Sahúco (Estudio de su historia, etnología y arte). I. E. Albacetenses. Albacete, 1991. SÁNCHEZ FERRER, J. “Notas acerca de la primera ermita del Cristo del Sahúco”. Rev. AL-BASIT nº. 41. I. E. Albacetenses. Albacete, diciembre de 1997. 3 cuerpos extraordinariamente diferenciados; uno, neoclásico -formado por la nave, portada y torres-, levantado con buenos materiales y un aparejo de sillares, mampostería y ladrillos; el otro, mucho más bajo, formado por una estructura simple con tejado a dos aguas, de aspecto rústico y mal acabado, que alberga el presbiterio y el camarín. Por tanto, la imagen es la de un edificio sin unidad, sin elementos de conexión armónica entre sus dos partes, de tal manera que el visitante pude creer que la totalidad del templo es el primer cuerpo. La nave tiene diecinueve metros de longitud y siete de anchura, nueve teniendo en cuenta la profundidad de los altares laterales. Está cubierta con bóveda de cañón, a unos doce metros del suelo, con arcos fajones cajeados y lunetos, en los que abren seis ventanas semicirculares y dos cuadradas, al exterior capialzadas, que proporcionan bastante luz al interior. La bóveda está contrarrestada por gruesos muros y contrafuertes que no se aprecian al exterior por haberse realizado el cerramiento por su línea externa. El espacio interno entre ellos se cerró con anchos arcos de medio punto, o estrechas bóvedas de medio cañón, y se aprovechó para instalar altares laterales. La estancia se halla compuesta de cuatro tramos limitados por pilastras cajeadas con basa y capitel de inspiración clásica, con ábaco de ovas y pequeñas volutas, cóncavo al exterior y saliente en los extremos con respecto al arquitrabe; éste está formado por platabandas y pronunciada cornisa que corre sobre los capiteles a lo largo de todo el muro y que actúa de destacado cuerpo intermedio entre pilastras y fajones y entre cuerpo bajo y cuerpo de luces. En el primer tramo, contando desde la puerta principal, se levanta un coro a casi seis metros de altura del suelo. El segundo y cuarto tramos tienen una capilla-altar lateral en cada lado y el tercero una capilla-altar en el lado derecho y en el opuesto la puerta lateral del templo. Para acceder al presbiterio hay que subir cinco gradas; esto y el gran desarrollo del paño que se levanta sobre el arco toral dan idea de la considerable diferencia de altura que hay entre los dos cuerpos arquitectónicos de la iglesia. A las torres se penetra por pequeñas puertas que se abren por su cara oriental al muro que cierra los pies de la iglesia. La torre septentrional tiene habilitado el abovedado recinto del primer cuerpo para baptisterio y no se comunica con el resto de la torre. En la meridional está ubicada la escalera que conduce al coro y al resto de su desarrollo; para alcanzar el cuerpo de campanas hay que cruzar el coro y acceder a la puerta de la escalera que al mismo conduce y que se halla practicada en la torre al norte. Entre ambas torres se levantó una sencilla portada. No se sabe con seguridad la fecha de comienzo de este cuerpo de la iglesia. Debió sustituir a una nave anterior de cuya amplitud no tengo referencias, pero de la que hay que pensar que sería pequeña. Conozco una serie de noticias que documentan algunas características de esta construcción que, probablemente, fue obra de los franciscanos para ampliar o transformar la inicial ermita. Es probable que hacia mediados de 1792 ya se hubiese derribado la vieja nave y se estuviese construyendo la nueva porque entre el 17 de marzo de dicho año y el 25 de agosto de 1793 se hicieron obras en el santuario por valor de 49.063 reales y 11 maravedíes. La documentación no indica en qué consistían, pero esta alta cantidad de dinero sólo pudo ser absorbida por el convento o por la iglesia, o por ambos edificios, ya que el camarín hacía años que se había pagado. Teniendo en cuenta que el clero de Peñas no tenía ninguna comunidad numerosa viviendo en el convento, es lógico pensar que el dinero se invirtiese en la cimentación y en la construcción de las partes bajas de la nave. 4 La obra fue realizándose de forma discontinua porque tengo testimonios documentales que informan sobre frecuentes interrupciones. Los de 1800 y 1801 fueron años de gran actividad constructiva y la obra debió avanzar extraordinariamente; en el libro de cuentas se anotaba una data de 83.889 reales y 13 maravedíes por los gastos efectuados en la obra de la iglesia desde el 17 de marzo de 1800 hasta el 28 de noviembre de 1801, con un periodo de trabajo de sesenta y ocho semanas. No he encontrado noticias sobre el tracista, pero por diferentes razones creo que fue Lorenzo Alonso Franco. a).- La obra del santuario posee las mismas características que muestran los brazos del crucero que dicho maestro hizo en la iglesia parroquial de las Peñas: el mismo sistema de proporciones y de huecos, similares pilastras, idénticos capiteles y parecidos vanos ovalados; elementos todos que aparecen en otras construcciones suyas ejecutadas en la provincia. Además, en la nave del santuario del Sahúco se abrieron cuatro vanos semicirculares que son semejantes a los que este maestro diseñó para otras iglesias, como, por ejemplo, las parroquiales de Santiago, en Jumilla (Murcia), San Bartolomé, en El Pozuelo, San Bernabé, en Pétrola, San Dionisio, en Fuenteálamo, Santa Quiteria, en Higueruela, y San Andrés, en Carcelén. b).- La estancia del arquitecto en Peñas dirigiendo la construcción de los brazos del crucero de su parroquial coincide con los años finales del siglo XVIII, que es la época en la que se documenta el comienzo de la nave del Sahúco. c).- Está constatado documentalmente que el clero de Peñas, que regentaba ambas obras, la parroquial y la de la ermita, empleaba los mismos artistas y materiales en ellas. Por tanto, estilística, cronología y criterio de los gestores permiten atribuir a Lorenzo Alonso el proyecto de la edificación de la que se está tratando. Lo que se hizo en El Sahúco está en la línea neoclásica de este autor y sigue un modelo muchas veces repetido por él, basado en la recreación un tanto fría del clasicismo, en la austeridad decorativa interior y exterior y en la diafanidad espacial. No conozco más testimonios documentales sobre la obra de la nave hasta 1810; ese año se pagaron 49.383 reales, 6 maravedíes y 2 cuartos de otro. Probablemente, tras este pago se produjo una nueva suspensión del trabajo hasta finales de 1813. En 1816 debió prácticamente acabarse la nave, con la excepción de pequeños detalles y del acabado decorativo final. Hacia 1861 se construyeron los dos sencillos retablos neoclásicos de los altares laterales y en 1879 se labró el rococó de la Virgen de los Dolores. Finalmente, en 1887, la información sobre “Cien reales pagados à un maestro de obras traido de Monovar para hacer el presupuesto y plano de la obra de la iglesia” pone de manifiesto el deseo que se tenía de concluir el templo; anhelo que se estrelló contra el signo de los tiempos y ya no fue posible conseguir. Hoy, la silueta del santuario es el elocuente exponente de ello. El bello camarín tiene planta ochavada con un radio de algo menos de cuatro metros y medio. El octógono no es regular porque se alternan lados mayores y menores. Está totalmente construido de madera, pintada, estucada y dorada. Las ocho caras tienen tapadas sus aristas por pilastras cajeadas de quebrada sección que cabalgan sobre plintos, también cajeados. Los frentes de las pilastras, enmarcadas en blanco, están decorados con rocallas, tarjas y guirnaldas doradas sobre fondo jaspeado en verde; sobre ellas corre un doble entablamento quebrado, complejamente articulado y con rica decoración. La bóveda es también octogonal, apuntada y de casquetes; los nervios, que prolongan las pilastras, se unen en una clave circular; son dorados, perfilados en blanco y con decoración de medias bolas doradas sobre jaspeado verde. Los cuatro casquetes 5 que se corresponden con los lados mayores del octógono están decorados con afiligranadas y complejas rocallas, los otros cuatro tienen ornamentación de rocallas doradas de diferente tamaño y espejos. En las dos caras laterales perpendiculares al eje longitudinal de la iglesia están practicados, respectivamente, el transparente y el vano que lo hace posible. La primera cara está abierta por un amplio ventanal arqueado que comunica con el presbiterio y a cuyo través se visualiza la imagen que está colocada sobre un altar interior. El tercio externo del vano es de medio punto y jambas paralelas; el resto está abocinado y capialzado y las jambas son, por ello, oblicuas. La profusa decoración, en consonancia con todo lo demás, está constituida por rocallas enlazadas que encierran una serie de elementos alusivos a la Pasión que, en unión a otros situados en varios paramentos, forman un sencillo programa iconográfico. En las dos caras paralelas al eje longitudinal de la iglesia se obraron sendas puertas que realizó el carpintero Bartolomé Guerrero en 1779, y su ornamentación tiene gran semejanza con las puertas de los canceles de la iglesia de Peñas. La que se abre al sur comunica camarín y vieja sacristía, la que lo hace al norte es la otra entrada al camarín y a ella se llega a través de la sacristía nueva. Son puertas perfectamente armonizadas con el resto del conjunto y magníficamente rematadas por una gran rocalla con un anagrama en su interior (el de María en una y el de Cristo en la otra), florones y un frontón triangular con adornos rocallescos cubierto por corona real. Por último, las cuatro caras restantes del camarín son idénticas y están formadas cada una por un zócalo, de la misma altura que el plinto de las pilastras, y un panel; en cada una de ellas aparecen superpuestos dos espejos enmarcados por rocallas de abigarrada talla, el inferior es de mayor tamaño y porta incorporado en su parte inferior un candelabro de dos velas cuyas luces, al igual que las de la lámpara que cuelga de la clave, debían reflejarse en todos los espejos, completando así la parafernalia propia del barroco y de su vestidura rococó. Los primeros testimonios documentales sobre su construcción son de 1769 y hay otros que indican que quedó prácticamente concluído diez años después. La traza la realizó Gregorio Sánchez y la ejecución, talla y ensamblaje, Ignacio Castell. 6