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UNIVERSIDADE TUIUTI DO PARANÁ
CURSO DE ESPECIALIZAÇÃO EM LÍNGUA, LITERATURA E TRADUÇÃO EM ESPANHOL
Norma Regina Bonato Iskandar
El OFICIO DE TRADUCIR EN LA EDAD MEDIA
(El caso de la Escuela de Traductores de Toledo)
Trabalho apresentado ao curso
de Especialização em língua,
literatura e tradução em espanhol,
sob orientação da Profª Teresita Campos
Curitiba-Paraná
Julho/2013
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El OFICIO DE TRADUCIR EN LA EDAD MEDIA: El caso de la Escuela de
Traductores de Toledo
Ya se sabe que el movimiento de traducción fue uno de los elementos
diseminadores del conocimiento en general entre los diferentes pueblos de diferentes
culturas e idiomas. La Edad Media es un ejemplo puntual de ese hecho. La recepción de
la filosofía griega antigua por los árabes y su respectiva transmisión al Occidente
ocurrió porque los árabes crearan centros de traducciones como, por ejemplo, la Casa de
la Sabiduría de Bagdad, en el siglo IX. El resultado de ese trabajo causó una verdadera
revolución cultural en el Medievo. Todos los campos del saber se beneficiaran: la
filosofía, la medicina, la astronomía, las matemáticas, la teología, la literatura y muchos
otros.
No era un trabajo fácil, pues en aquella época eran extremamente precarios los
diccionarios, la velocidad de comunicación, los recursos disponibles, y, lo más
interesante, la pequeña cantidad de conocedores de otros idiomas y culturas. En la
misma Escuela de Toledo, algunas obras eran traducidas letra por letra, muchas veces,
sin el sentido original del texto traducido. En cambio, no se puede negar la cantidad de
informaciones culturales que el texto cargaba. El perfeccionamiento de las técnicas de
traducción fue en sí mismo un avanzo para el oficio de traducir y precisión para
transportar una obra de un idioma para otro con el máximo posible de fidelidad al texto.
Junto con el movimiento de traducciones, aumentó el número de libros en las
bibliotecas, fue valorizada la profesión de copista, las transcripciones de textos se
multiplicaran. Además de traducir, y no era raro que el traductor tuviese que “crear,
inventar” nuevas palabras enriqueciendo, así, el idioma. Como la historia lo demuestra
los traductores han brindado un gran servicio a la historia del pensamiento.
Europa Occidental entró en la Edad Media en grandes dificultades que
impidieran la producción intelectual del continente. Los tiempos eran confusos y se
perdió el acceso a los tratados científicos de la antigüedad (en griego), quedando
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solamente las compilaciones resumidas y deturpadas que los romanos habían traducido
para el latín.
Sin embargo, con el inicio del Renacimiento en el Siglo XII, se renovó el
interés por la investigación de la naturaleza. La ciencia que se desarrolló en ese período
áureo
de
la
filosofía escolástica enfatizaba
la lógica y
abogaba
el empirismo,
entendiendo la naturaleza como un sistema coherente de leyes que podrían ser
explicadas por la razón.
Sea en España o en el no sur de Italia, los traductores europeos van producir
un considerable
espolio de traducciones que permitirán avanzos importantes en
conocimientos en diversas áreas y que sería el germen de la evolución intelectual
europea de los siglos siguientes.
El conocimiento de los clásicos griegos se
salvó (la iglesia mediante sus
cruzados y la inquisición se encargó de quemar todas las ideas herejes que no iban de
acuerdo con la fe de la cristiandad) gracias a que los árabes tradujeron los escritos
griegos a su lengua y los resguardaron en sus bibliotecas. De esta forma, los árabes
juegan un papel relevante en la historia de la traducción e influyeron notablemente en
la historia del mundo.
Cuando los árabes iniciaron su expansión conquistadora lograron asentarse en la
península ibérica, trayendo consigo sus libros y conocimientos a ciudades como Toledo
en España.
Entre los textos traducidos en la antigüedad que sobrevivieron con una larga
tradición hay que mencionar la traducción del Antiguo Testamento al griego, realizada
por los judíos de Alejandría. Conocida por el nombre de Versión de los setenta, el
nombre proviene de una tradición según la cual setenta sabios fueron encargados
simultánea y separadamente de la traducción, resultando las setenta versiones finales
idénticas palabra por palabra. Eso el sentido de que nos da una idea del valor canónico,
que se atribuyó desde la antigüedad a esta traducción.
Dos escuelas llegaron a coexistir en el tiempo: una primera de traductores al
latín, que tuvo su máximo desarrollo en el siglo XII bajo la protección de Don
Raimundo de Sauvetat, arzobispo de Toledo entre 1124 a 1152, impulsó un ambicioso
proyecto de traducciones del árabe al latín, y ocasionalmente del hebreo. Las
traducciones realizadas durante este período fueron fundamentalmente filosóficas,
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aunque también las hubo de carácter científico. Las primeras se centraron en los
comentaristas de Aristóteles. Entre ellos, destacan Alejandro de Afrodisias (s. II-III
d.C.), el hispanojudío Avicebrón (s. XI) y los árabes Al-Farabi (872-950), del que se
tradujeron, entre otros, un tratado sobre las ciencias y un comentario al De naturale
auditu; Avicena (980-1037), cuyas doctrinas estudiaron filósofos como Sto. Tomás de
Aquino, Roger Bacon y Duns Escoto, y el más grande de los filósofos árabes, Averroes
(1126-1198), de gran influencia entre los escolásticos y en las universidades europeas.
Gracias a su labor, en las universidades europeas comenzaron a conocerse el
aristotelismo neoplatónico.
Las lenguas presentes en la Península Ibérica entonces eran el árabe, el romance,
el hebreo y el latín de la Iglesia. Algunos de los traductores más relevantes de este
período compatibilizaron muchas veces su actividad traductora con la de canónigos o
deanes de la catedral. Gracias al trabajo en equipo de estos traductores, Toledo
desempeñó un papel clave en la difusión por el mundo cristiano de los saberes
filosóficos y científicos de la antigüedad clásica griega, así como de los autores
hispanomusulmanes e hispanojudíos.
Entre los numerosos traductores que trabajaron en Toledo durante la época del
arzobispo Don Raimundo se pueden citar a Abelardo de Bath, Herman el Alemán,
Alfredo de Sareshel, Daniel de Morlay, Roberto de Chester y los tres más
sobresalientes: Gerardo de Cremona (Gherardus Cremonensis), nacido en Lombardía,
llegó a Toledo a mediados del siglo XII donde más tarde sería canónigo de la Catedral.
Después de aprender el árabe, y apoyándose en sus conocimientos científicos, abordó la
traducción de 71 obras, la mayor parte de astronomía. La riqueza de las fuentes le
permitió traducir también obras de alquimia y geomancia; Domingo Gundisalvo
(Dominicus Gundissalinus), canónigo de la catedral y arcediano de Segovia, concentró
sus actividades en la traducción -a un perfecto latín- de obras filosóficas, sobre todo las
relacionadas con el aristotelismo neoplatónico de Al-Farabi y Avicena; y Juan Hispano
(Iohannes Avendehut Hispanus), arcediano de Cuéllar y más tarde deán de la Catedral
de Toledo, cuya actividad traductora abarcó obras de filosofía, astrología, matemáticas y
medicina.
Tras el apogeo alcanzado en la época “Raimundiana”, la Escuela de Traductores
disminuyó su ritmo de actividad durante la primera mitad del siglo XIII. En este
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período, sin embargo, apareció un elemento nuevo de vital importancia: la utilización
del romance castellano como lengua de llegada de las traducciones. Se tradujo por
primera vez un texto al castellano, y no al latín, el Psalterio, traducido por Herman el
Alemán de su original hebreo.
También se tradujeron el Corán y los Salmos del Antiguo Testamento; y una
segunda de traductores al romance, que promovió Alfonso X el Sabio.
Su labor consistió en dirigir y seleccionar a los traductores y obras, revisar su
trabajo, fomentar el debate intelectual e impulsar la composición de nuevos tratados. Se
rodeó de sabios musulmanes y judíos, fue mecenas de eruditos y trovadores y a él se
debe, en gran parte, el florecimiento de la cultura en esta época. Bajo su reinado la
Escuela alcanzó su culminación.
El Rey Sabio sustentó su política cultural en la piedra angular de las
traducciones, que, centradas fundamentalmente en la astrología y la astronomía, se
extendieron al Corán, el Talmud y la Cábala. Un ejemplo de esta búsqueda se encuentra
en su General Estoria que refleja sus esfuerzos por esclarecer las partes morales,
religiosas, y el legado filosófico del hombre, mientras que señala también el camino de
pensamiento para las generaciones futuras.
También se puede decir que Alfonso preparó el camino para el movimiento
humanista y también hacía diversos proyectos en todas las disciplinas, por eso su casa
real se llenó de estudiosos, pintores, escritores, escultores, científicos y músicos. Así,
esa población transformó su residencia en una editorial grande, así como un centro
cultural de España.
Pero entre todos sus proyectos y pasiones, una de las motivaciones principales
de Alfonso detrás de la creación de una colectividad de académicos fue definir,
promover el
castellano. Señala Julio César Santoyo:
Gracias al mecenazgo de Alfonso X, la Escuela de Traductores de
Toledo conoció durante la segunda mitad del siglo XIII un nuevo período de esplendor.
El nuevo mecenas real deseaba poner las traducciones al alcance del vulgo. Con tal fin,
potenció la realización de versiones en lengua romance, lo que contribuyó a la
consolidación del castellano como lengua científica, a su triunfo literario y a una
secularización de la cultura, al desvincular la idea del saber de la lengua latina. “
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Las dos escuelas tuvieron el mismo método de trabajo: las obras árabes eran traducidas
a lengua vulgar o romance por un sabio, generalmente hebreo, y un clérigo cristiano se
encargaba de traducir esta versión al latín. En esta época, coexistían dos tendencias
claras de traducción: la traducción literaria para los textos religiosos y la traducción más
libre para el resto de textos.
La escuela de Toledo en España:
Toledo fue la primera gran ciudad musulmana conquistada por los cristianos, en
1085. Existían allí bibliotecas y sabios conocedores de la cultura que los árabes habían
traído del Oriente y de la que ellos mismos habían diseminado en la Península Ibérica.
La ciudad se convierte en la mediadora cultural entre el Oriente y el Occidente porque
poseía una importante comunidad de doctos hebreos y con la llegada de intelectuales
cristianos europeos se formó un ambiente propio para la erudición.
Toledo es el punto de encuentro entre cristianos, hebreos y musulmanes; todos
ellos trabajan en la traducción de los textos griegos y árabes. En esta comunidad mixta
todos se encuentran empeñados en un esfuerzo colectivo de comunicación, no obstante
las divergencias religiosas y políticas.
El nombre de Escuela de traductores de Toledo designa en la historiografía,
desde el siglo XIII, a los distintos procesos de traducción e interpretación de textos
clásicos greco-latinos alejandrinos, que habían sido vertidos del árabe o del hebreo a la
lengua latina sirviéndose del romance castellano o español como lengua intermedia, o
directamente a las emergentes “lenguas vulgares”, principalmente al castellano.
Los indicios históricos indican que las traducciones eran hechas por equipos, no
se mencionaba el verdadero traductor, pero en las obras de autoridades científicas se
hacían constar los nombres tanto del traductor, -el jefe del equipo – como del autor del
original.
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Por su parte, D. Ramón Menéndez Pidal, en su estudio en la obra España y la
introducción de la ciencia árabe en Occidente, expone:
Si por escuela se entiende un conjunto orgánico de maestros, escolares, aulas y
bedeles, no existió la Escuela de Traductores, ni nadie pensó que pudiera existir, pero
sí hubo escuela toledana en el sentido de un conjunto de estudiosos que se continúan en
un mismo lugar, en unas mismas bibliotecas, con unos mismos procedimientos,
trabajando en un mismo campo, el de la ciencia árabe.
En Toledo había ricos fondos bibliográficos, donde se encontraban los restos
de la gran biblioteca de Al-Hakarn II, el califa bibliófilo de Córdoba, y la numerosa
población judía de Toledo, que sirvió de intermediario cultural entre las comunidades
cristiana y musulmana. La actividad de los traductores de Toledo se desarrolló sobre
materias y obras diversas: religión, filosofía, medicina, astronomía, matemáticas,
astrología, agricultura, física y literatura. Las obras religiosas fueron también
traducidas: la Biblia, el Corán, el Talmud y la Misná.
También en el terreno puramente literario se desarrolló la actividad de los
Traductores de Toledo: los apólogos y cuentos orientales de origen indio, Calila y
Dimna y el Sendebar, fueron traducidos directamente al castellano, siguiendo un camino
diferente para su transmisión (por el latín) que en el resto de Europa. Las mismas obras
de Alfonso X son producto del trabajo en equipo de los miembros de la Escuela de
Toledo, aunque el rey tuviese una mayor intervención personal como director y
corrector.
Hubo un cambio de status de los traductores judíos, del siglo XII para el XIII.
En el siglo XII, era esencial que los traductores estuviesen asociados a la Iglesia,
aquellos que no se convertían al cristianismo eran simplemente intermediarios, con el
propósito de dar una versión oral en vernáculo de los textos árabes, Ya en el siglo XIII
los traductores judíos practicaban su profesión abiertamente.
Gundisalvo o Domingo Gonzalvo traductor de al-Fárabi, de Avicena y de
Algacel fue el fundador de la Escuela de Toledo, en aproximadamente 1180. Con el
judío Aben Dawud o Avenhut tradujo la Fons Vitae, de lbn Gabirol, y el tratado De
ánima, de Avicena. Juan de Sevilla o Johanes Hispalensis, otro miembro de la Escuela,
fue traductor de las obras del matemático al-jarizmí, a quien también tradujo en Toledo
un inglés: Adelardo de Bath. En 1143 terminan una traducción del Corán, encargada por
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Pedro el Venerable, abad de Cluny, Herman el Dálmata, el inglés Roberto de Chester y
el judío español Pedro de Toledo. Otro extranjero que acudió a la ciudad del Tajo,
atraído por sus fondos bibliográficos, fue el lombardo Gerardo de Cremona (1114-87),
que en Toledo tradujo a Ptolomeo y su Almagesto, además de otros libros de astronomía
y aritmética, siempre en colaboración con los traductores españoles.
Los estudiosos extranjeros siguen yendo a Toledo a principios del s. XIII y
trabajando en sus fondos bibliográficos: Alfredo de Sarehel, que traduce el
pseudoaristotélico Liber Vegetalium, que sirvió a Rober Bacon; el famoso Miguel
Scoto, que tradujo a Aristóteles, los comentarios de Avicena y libros de astronomía. El
clérigo español Marcos traduce a Galeno y el Corán en esta misma época. Herman
Alemán y Álvaro de Oviedo, son los últimos representantes de los traductores latinos
de Averroes.
La posición ocupada por el traductor en la estructura de poder de la sociedad y la
relación entre poder y conocimiento enseñaba el tipo de abordaje y creatividad de las
traducciones.
Además de Toledo, existieron núcleos de traductores como el de Tarazona,
impulsado por el obispo Miguel y dedicado a la traducción de textos científicos, que
aportaron versiones de obras originalmente escritas por autores hindúes o persas y de las
que existían traducciones árabes. Gran parte de este mérito se debe a la orden de Cluny1,
que contribuyó a tejer una red cultural que enlazaba lugares como Ripoll, Barcelona,
Sahagún, Osma, San Millán o Silos, y que mediante traducciones de textos latinos
aportó obras científicas de gran importancia.
Teoría de la traducción
Por supuesto que había una teoría de la traducción y que esta teoría sirviera de
orientación. En la Edad Media no hubo una reflexión sobre la traducción que nos
pueda aclarar los principios fundamentales ni tampoco la estrategia por la que se basó
y, esta ausencia pudo haber sido un factor negativo para los traductores, muchas veces
1
Cluny es, en el siglo XI, el instrumento más eficaz en la consecución de la paz y en la reforma
gregoriana. La red de Cluny difunde los principios de la reforma contra los vicios de la Iglesia ligada a los
estados feudales. Cluny fue el origen de muchos teólogos, moralistas, poetas e historiadores.
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desorientados por la falta de una correspondencia precisa entre una lengua antigua y una
moderna.
La falta de una reflexión sistemática sobre la traducción en un período tan
amplio en el que tanto se tradujo, el hecho de que los traductores se valieran de unas
pocas ideas e instrumentos y de muy escasa preparación para su trabajo, es la realidad
de la época.
Eso se explica por dos razones: una es la ausencia de autonomía de las lenguas
en relación con el latín. Pero, cómo iba a escribirse una teoría de la traducción en un
período en el que los tratados gramaticales y retóricos de las lenguas vulgares se
consideraban bajo la tutela del latín. Y la otra es que, la traducción no tenía una
especificidad, no era un ejercicio autónomo, muy diferenciado de la glosa o del
comentario.
En la traducción medieval la enarratio asume un poder creativo pues no es
simplemente una reproducción. Puede rehacer el texto primitivo
recepción y transmisión
e influir en la
de este texto. La paráfrasis exegética es la forma más
característica que puede rehacer el texto en algunos niveles, del estilo a la estructura.
Estas teorías prescriptivas consideraban que el lenguaje era un simple vehículo
neutral que servía para etiquetar realidades objetivas comunes a todos. Por lo tanto,
desde este punto de vista, no existían los anisomorfismos, es decir, asimetrías culturales,
pragmáticas y lingüísticas que afectan a cualquier par de comunidades y que hacen
imposible que el texto original y el texto traducido sean iguales.
Estas mismas teorías también postulaban que existía una traducción única para
cada texto original. Desde esta perspectiva, todo texto original tendría una sola
significación objetiva.
En esta teoría se puede encuadrar el fenómeno cultural de la Escuela de
Traductores de Toledo que era el más amplio marco cultural en el que se realizó una
transmisión de saberes científicos, religiosos y filosóficos. Fueron dos períodos bien
definidos: mientras que en el primero, durante el siglo XII, los traductores e intérpretes
se encargaron de trasladar a Europa obras de ciencia, filosofía y religión del árabe al
latín, así como obras de origen oriental, en el segundo período, a lo largo del siglo XIII,
se dedicaron a traducir tratados de astronomía, alquimia, física y matemáticas.
Pocos eran los que dominaban la lengua de origen y la latina. Por ello era
necesario que un judío, probablemente, realizara un borrador intermedio en castellano,
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que a veces se hacía de manera oral. Este borrador era traducido al latín generalmente
por cristianos.
Esas traducciones eran literales y estaban llenas de errores, entre ellos, calcos
morfosintácticos.
En segundo lugar, las teorías descriptivas. Más tarde se comprobó que la
traducción era un proceso más profundo y complicado y para nada mecánico. Tras
numerosos estudios lingüísticos, se llegó a la conclusión de que esa antigua manera de
traducir tan sistemática y literal dejaba algunas cuestiones sin resolver.
Las etapas de traducción en la Escuela de Toledo según Mohamed El-Madkouri
Maataoui (2006).
Se puede resumir en dos etapas:
Primera etapa:
Se traducía al latín, y había un equipo de dos personas: un judío que sabía árabe y un
castellano que sabía latín.
Lectura en árabe y traducción oral en castellano (judío)
Se escribe en castellano la versión oral: son borradores, y a veces esta fase no se
hacía.
Traducción al latín de la versión en castellano.
Tipos de errores frecuentes:
Adiectio: añadir cosas
Detractatio: omisión de cosas, ya sea por desconocimiento o por ser un problema de
traducción
Transmutatio: cambiar El orden de párrafos o ideas
Immutatio: quitar una cosa y poner otra
Segunda etapa:
Se traducía al castellano o romance. Se mantiene la forma de traducir de la primera
etapa, pero se amplían los equipos:
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Arabista (judio)
Romancista
Ayuntador o compilador
Emendador o corrector
Capitulador, el que divide en apartados
Glosador o comentarista
Miniaturista, aquel que decoraba los códices
Los indicios históricos indican que las traducciones eran hechas por equipos, no
se mencionaba el verdadero traductor, pero en las obras de autoridades científicas se
hacían constar los nombres tanto del traductor, -el jefe del equipo – como del autor del
original.
Las condiciones de traducción, las posibilidades y variedades que ofrecía cada
empresa eran muy variadas. Posiblemente el traductor comenzaba su primera traducción
por encargo, trabajaba deprisa y sin tiempo para las revisiones. Aprovechaba las ayudas
que se le prestaban, como una traducción ya existente en una lengua vecina, un
comentario con paráfrasis, un escriba a quien dictar su traducción y alguien que
impidiera que se detuviese en algún pasaje difícil. El traductor seguía el manuscrito sin
preocuparse demasiado de cuestiones textuales porque a él no se le pide que critique el
texto que ha de traducir.
A partir del siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, la actividad de
traducción ha expandido mucho y las reflexiones teóricas en este ámbito dejaran de ser
obra de autores para pasar a ser el tema de estudios de los lingüistas. Es entonces
cuando se pasa a una visión más abierta en la que se entiende la traducción como un
proceso en el que hay que tener en cuenta diversos factores y en el que lo importante es
hacer efectiva la comunicación en detrimento de la literalidad.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ÁNGEL GONZÁLES. Palencia. Don Raimundo y los traductores de Toledo:
Madrid, 1942
DELISLE, Jean; WOODSWORTH, Judith (Org.). Os tradutores na história.
Tradução de Sérgio Bath. São Paulo: Editora Ática, 1988.
GARCIA YEBRA,V. En torno a la traducción: Teoría. Crítica. Historia:
Madrid. Gredos, 1988.
JULIO CÉSAR, Santoyo. La traducción medieval en la península ibérica, siglos IIIXV, publicado en 2009.
MAATAOUI, Mohamed el-Madkhouri. Escuelas Y técnicas de traducción en la Edad
Media. Revista electrónica de estudios filológicos, n. 11, julio 2006.
RAMÓN MENÉNDEZ, Pidal. España, eslabón entre la Cristiandad y el Islam.
Madrid: 1956.
REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA.TRADUCCIONES MEDIEVALES
Glosarios latino españoles de la Edad Media Anejo XXII. 1967.
VILLACROSA, J. Milas. El literalismo de los traductores de la corte de Alfonso el
Sabio. Al Andaluz. Granada: 1933.
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