Articulo - Consejo de la Juventud de España

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OBJOVI. Observatorio Joven de Vivienda en España
EMANCIPACIÓN JUVENIL Y APOYO INTERGENERACIONAL
Mireia Mascarell i Xavier Roigéi
La importancia de la familia y el fortalecimiento de los vínculos intergeneracionales
La emancipación juvenil ha sido analizada desde puntos de vista muy distintos, que insisten en las
dificultades del proceso de partida de los hogares de origen. Se han señalado diversas causas para explicar
este retraso en la emancipación juvenil: factores socioeconómicos (elevado paro juvenil, retraso en el acceso
al primer trabajo), alargamiento de la etapa escolar, razones de comodidad (la emancipación supone rebajar
el nivel de vida) y, sobretodo, las dificultades de acceso a la vivienda como consecuencia de su
encarecimiento. Pero estas razones, sin duda determinantes, no explican del todo el porqué los jóvenes se
quedan cada vez más años en la casa paterna. Porque si bien es cierto que en las encuestas la mayoría de
los jóvenes manifiestan deseos de emanciparse, también la mayoría se declaran satisfechos en la residencia
paterna. La mayor permisividad de que disfrutan en casa de sus padres permite un cierto relajamiento de las
relaciones domésticas, de manera que los jóvenes de ahora aceptan más la convivencia familiar que las
generaciones precedentes. No son sólo las razones estrictamente económicas las que explican que se
marche más tarde de casa: no deja de ser paradójico, en este sentido, que quienes retrasan más su partida
del hogar paterno son quienes tienen una mejor posición económica.
Hace unos años, un artículo de Bozon (1995) señalaba la necesidad de reformular el concepto de
emancipación juvenil, señalando que más que una ruptura, la emancipación debe entenderse como un
proceso negociado que no sólo concierne a los jóvenes, sino también a los padres y otras personas con las
que conviven. Así, Bozon indicaba la existencia de muchas etapas transitorias, de frecuentes retornos de los
jóvenes tras su partida, y de la existencia de toda una serie de intercambios económicos y afectivos que
inciden en las decisiones sobre la emancipación.
La idea de Bozon es que la emancipación debe contemplarse dentro del conjunto de relaciones de apoyo
familiar que se dan en el interior de las familias. Más que una ruptura, la emancipación se inscribe como una
reorganización de las relaciones intergeneracionales, unas relaciones que en contra de lo que con frecuencia
se indica siguen siendo más sólidas que nunca, y muchos autores (como Gulllestad y Segalen, 1997, por
ejemplo) insisten en que incluso se han hecho más intensas en Europa, como consecuencia del
alargamiento de la vida (lo cual provoca más años de coexistencia en común de las generaciones) y del
incremento de las necesidades de asistencia (más ancianos y mejores cuidados). En los países del sur de
Europa este relativo fortalecimiento de los lazos intergeneracionales tiene que ver también con la crisis del
estado del bienestar y con las carencias de la asistencia pública, lo cual comporta el recurso necesario a la
familia para soportar los problemas generados por la mayor debilidad del bienestar en los países del sur de
Europa. Así, la familia y las relaciones intergeneracionales aparecen como un recurso que permite soportar
los problemas generados por la falta de prestaciones a la infancia (déficit de guarderías, incompatibilidad de
horarios escolares y laborales, falta de compensaciones a la natalidad), el déficit de asistencia a los ancianos
o a circunstancias familiares particulares. Entre estas situaciones, y en relación al tema que nos ocupa,
destacan las dificultades para el acceso a la vivienda, para la partida de la casa paterna, para la inserción
laboral o para la creación de nuevas parejas o familias, circunstancias en las que se ponen en marcha
diversos mecanismos de colaboración familiar psicológica, económica y afectiva (Roigé, 1998).
En los países del sur de Europa pervive una ideología familista que se ha visto reforzada por la menor
atención pública que ha recibido la familia por parte del Estado. Esta ideología se sustenta en la existencia de
redes de solidaridad familiar, en las cuales el papel de familiares y parientes es básico para garantizar el
soporte, la cohesión y, en definitiva, el bienestar de la sociedad. De hecho, en España, las familias nunca han
dejado de ser las proveedoras directas de gran parte de los servicios sociales y, gracias a su ejercicio, la
consecución del Estado de bienestar ha estado fuertemente influenciada por determinadas asunciones
respecto a la familia y a las responsabilidades de género y generacionales. Así, la unidad familiar sigue
siendo hoy la principal seguridad social para los miembros del grupo, especialmente para los hijos e hijas que
han optado, ya sea de forma voluntaria o no, por permanecer en el hogar. Estos países, marcados por la
fortaleza de la institución familiar y de las relaciones intergeneracionales, configuran un modelo propio, en el
que la regulación y la organización de la cobertura de bienestar recaen en la familia y no en el estado. De esta
manera, la familia se convierte en co-gestora de las políticas sociales y constituye la fuente principal de
provisión de las necesidades de los grupos sociales (Parella, 2000). La familia no sólo constituye una unidad
económica y de prestaciones de atención que recibe pasivamente los cambios acaecidos en el resto de las
esferas sociales -mercantil, estatal y comunitaria sino que impacta de forma directa y condiciona a dichas
esferas.
En este contexto cultural, el grupo familiar se convierte en una red de recursos fundamental para el individuo.
A través de las relaciones que se crean entre los miembros, se canalizan diversas formas de ayuda y soporte
-que pueden incluir desde la transferencia de bienes y servicios hasta el cuidado de personas dependientes, y que se suelen activar en momentos críticos para la vida individual o colectiva (crisis económicas,
migraciones, etc.) y también en determinadas etapas del ciclo de vida. De esta manera, preparados para
activarse cuando sea preciso, los lazos familiares funcionan como una especie de familia extensiva, que se
pone de manifiesto desarrollando una diversidad de estrategias económicas, residenciales y afectivas,
susceptibles de cambiar en función de las posibilidades de cada grupo, de sus necesidades de fuerza de
trabajo, de la organización de sus miembros y de los aspectos coyunturales de carácter socioeconómico,
demográfico y hasta político.
Emancipación y acceso a la vivienda, un momento clave en el apoyo entre generaciones
La emancipación juvenil se presenta como uno de esos momentos clave en que el entorno familiar y social se
pone en funcionamiento. Cuando hablamos de la emancipación, asociamos de forma instantánea este
concepto con la idea de independencia, pero debido en parte a esta arraigada tradición familista, este
momento suele adquirir una nueva dimensión en la que la familia tomará, una vez más, un rol principal en su
desarrollo. En los estudios sobre emancipación juvenil se entiende que uno se emancipa cuando se dan
diversas condiciones, ya sean a la vez o de forma progresiva, como la independencia económica, el dominio
de un espacio autónomo, el establecimiento de una relación de pareja o, menos explícitamente, en términos
de conceptualización cultural. Los análisis llevados a cabo en poblaciones juveniles han puesto de manifiesto
que la emancipación se lleva a cabo de forma progresiva, es un proceso, una evolución, que en cada caso se
producirá de una forma diferente y tendrá también implicaciones diversas sobre el entorno social en el que se
desarrolle. La emancipación es un deseo que se acrecienta a medida que uno se hace mayor, y que se
sustenta en la voluntad de adquirir independencia económica y desligarse del control parental. La
emancipación es, al mismo tiempo, causa y consecuencia del proceso de crecimiento personal. Así, social y
culturalmente se vive como uno de los ritos de paso de estatus más importantes a través del cual se
desarrolla la transición a la edad adulta, y que suele conllevar la modificación de las relaciones familiares.
Aunque, como señalábamos antes, no son sólo razones de tipo estrictamente económicas las que explican
que se marche tarde de casa, parece evidente que las condiciones de trabajo y del mercado de la vivienda
están actuando como obstaculizadores para aquellos que deciden dar el paso y emanciparse. A estos dos
elementos primordiales cabe sumarles aún un tercer factor determinante. Al contrario de lo sucede en otros
países del entorno europeo, donde los jóvenes se van antes por razones de estudios o para convivir en
pareja, en el Estado español la tendencia mayoritaria consiste en irse de casa en el momento del matrimonio
(Roigé, 1997). En España, estos jóvenes que deciden emanciparse por la vía de formalizar su relación de
pareja se encuentran con la necesidad de adquirir una vivienda que, cada vez más, se encuentra fuera del
alcance de sus posibilidades económicas (Mascarell, 2000). La- escasez de un parque de viviendas de
alquiler en el mercado, sumado a la poca incidencia de los planes de vivienda social en las zonas urbanas
más densamente pobladas, está provocando un absoluto colapso a los procesos de emancipación de los
jóvenes, que tendrá también consecuencias demoledoras sobre el ritmo de formación de nuevos núcleos
familiares y los índices de natalidad.
Es precisamente en este momento crítico cuando las redes de parentesco se manifiestan de forma más
visible para atenuar las dificultades de acceso a la vivienda, ya que una de las funciones más importantes de
la familia es dar apoyo emocional, logístico y económico a sus miembros cuando éstos lo necesiten. Es así
como la partida de casa se acaba convirtiendo en un asunto que afecta e implica a toda la familia, que
empieza a movilizar sus recursos para ayudar a la nueva pareja, especialmente en los primeros momentos,
cuando la adquisición de la vivienda es el objetivo central a alcanzar.
La movilización de ayuda familiar aparece como un recurso estratégico de primer nivel, que podrá conducirse
a través de mecanismos diversos según las necesidades del joven y el nivel de implicación de la familia en el
proceso de emancipación. Evidentemente, no todas las familias se encuentran en disposición de movilizar
los mismos recursos económicos ni humanos. En algunos casos, los menos, la intervención familiar puede
suponer el factor determinante que permita a los jóvenes acceder a la compra de la vivienda, pero en la
mayoría de los casos lo que suele suceder es que la ayuda de los parientes suponga un impulso en un
momento crucial del proceso. En este sentido, la ayuda económica, ya sea a través de la donación o el
préstamo de dinero, se convierte en una de las formas más importantes de apoyo intergeneracional. El dinero
recibido permitirá a la nueva pareja el acceso a la propiedad o bien la constitución de un fondo de ahorro para
completar ese proceso. Cada vez con más frecuencia, las ayudas económicas entre padres e hijos pueden
significar la posibilidad definitiva de que éstos se conviertan en propietarios, un proceso que quizás hubiera
quedado obstaculizado si se hubiera tenido que pasar por los circuitos bancarios ordinarios. En este sentido,
también se puede utilizar la fórmula del aval bancario, de manera que los padres responden ante la
institución económica como garantes de la devolución del préstamo solicitado. Esta estrategia se usa cada
vez más, debido a la precariedad de los contratos de trabajo y a la inestabilidad financiera entre la juventud.
Así mismo, aunque se trate de uno de los sistemas menos deseados para los que inician la vida fuera del
hogar familiar, también se constata que en algunos casos la titularidad de la vivienda recae sobre sus
progenitores, lo que da a pensar en dos posibles situaciones. Puede tratarse de una cesión de la vivienda por
un tiempo determinado o bien suponer un adelanto de la herencia bajo la fórmula del establecimiento de un
alquiler muy bajo o a menudo inexistente. La donación entre personas vivas sería la forma jurídicamente
correcta para llevar a cabo esta cesión, pero los altos costes patrimoniales que se derivan de su ejecución se
tornan disuasorios para la mayoría de las familias. De hecho, las estrategias familiares que mejor funcionan
son las que se desarrollan fuera del control estatal, lo cual es un dato definitivo para afirmar que,
actualmente, los requisitos legales y jurídicos implementados por el Estado están actuando más como
obstáculos que como incentivos para los procesos de emancipación. Así, la fórmula del préstamo
interpersonal, a un tipo de interés bajo o nulo, donde no se tiene en cuenta la solvencia de los receptores ni si
éstos podrán devolver el dinero, es uno de los recursos más utilizados.
Una vez que la familia y el entorno del joven han puesto en juego toda su imaginación y recursos disponibles,
entran en funcionamiento otras opciones que vendrán a completar las estrategias familiares desarrolladas.
Junto con la emancipación, y especialmente con el matrimonio, se empiezan a recibir bienes y servicios de
distinta procedencia, ampliando la red a los parientes más alejados, los amigos, o los compañeros de trabajo,
entre otros. Estas transferencias se realizan, normalmente, a través de los regalos o de la contribución en
especies, ayudando a pintar la casa, hacer pequeñas reparaciones, etc. Los regalos, por ejemplo, pueden
llegar a convertirse en una de las entradas de recursos a los hogares más importante, como sucede con los
presentes de boda, que ayudan en gran medida al equipamiento del nuevo hogar.
Como se dice popularmente, "el casado casa quiere", así que procurar a la nueva pareja un espacio
autónomo donde formar su núcleo familiar y desarrollar su ciclo vital se vuelve una prioridad para todos. La
transmisión de la herencia entre generaciones es, sin ninguna duda, una de las mejores opciones para
procurar este bien indispensable a las nuevas familias, pero debido al incremento de la esperanza de vida,
este momento suele producirse en etapas familiares más avanzadas, cuando la familia de origen ya ha
resuelto el acceso a la propiedad. En cambio, la disposición de una residencia secundaria sí que parece estar
desempeñando un papel importante en las estrategias de apoyo intergeneracional. Muchas residencias
secundarias se están convirtiendo en viviendas principales para estos jóvenes que se emancipan y que se
ven obligados a desplazarse a zonas geográficamente periféricas, lo que está produciendo una redistribución
de la población sobre el territorio y el consecuente envejecimiento en algunas áreas urbanas centrales.
La movilización de la ayuda familiar, algo más que un recurso estratégico
Se puede afirmar, por tanto, que la familia continúa siendo, hoy en día, la unidad básica de prestación de
servicios, la principal institución suministradora de asistencia en aspectos tan diversos como la gestación, la
crianza, el cuidado de la salud, la manutención o el alojamiento de sus miembros. Junto con el deseo de
otorgar un mayor valor a la autonomía personal, no deja de ser paradójico que cada vez se incrementen más
las necesidades de asistencia y la dependencia hacia los otros, lo que sitúa a la familia en una interrelación
constante con el Estado y se concreta en las políticas sociales de los estados del bienestar (Gulllestad y
Segalen, 1997; Finch, 1989). Así, no es extraño que las relaciones de parentesco tiendan a reactivarse en
situaciones en que la coyuntura social es desfavorable. Por su funcionalidad y adaptabilidad, las estrategias
familiares siguen siendo hoy la mejor forma de dar resolución a los problemas de los jóvenes para acceder a
la vivienda, provocados por el progresivo encarecimiento de los inmuebles y la debilidad de un estado del
bienestar aún incipiente. Mientras ésta sea la tónica que condicione los patrones de formación de las nuevas
familias, el parentesco seguirá siendo el recurso estratégico más versátil y mejor adaptado a la modernidad.
Bibliografía
BOZON, M. (1995) “L’art et la manière de quitter la maison”, en Population & Societés. París: I.N.E.D.
FINCH, Janet (1989) Family Obligations and Social Change. Cambridge: Polity Press.
FLAQUER, Lluís; BRULLET, Cristina (2000) "Polítiques familiars a Catalunya: una primera aproximació" en
Revista Catalana de Sociologia, nº 12, pp. 141-153.
GULLESTAD, Marianne; SEGALEN, Martine (1997) Family and Kinship in Europe. London: Pinter.
MASCARELL, Mireia (2002) "La casa: un afer de família a l'Hospitalet dels noranta" en Quaderns d'estudi del
Centre d'Estudis de l'Hospitalet, nº 18, pp. 85-125.
PARELLA, Sònia (2000) "La relació entre política familiar i estructura social: el cas espanyol" en Revista
Catalana de Sociologia, nº 12, pp. 111-139.
ROIGÉ, Xavier (1997) "¿Tanto está cambiando la familia? Transformaciones y continuidades en el
parentesco" en Revista de Occidente, nº 199, pp. 90-111.
ROIGÉ, Xavier (1998) "Les xarxes de parentiu" en GINER, S. (dir.) La societat catalana. Barcelona: Institut
d'Estadística de Catalunya, pp. 417-441.
i Xavier Roigé Ventura. Profesor titular de Antropología Social y Cultural en la Universitat de Barcelona. Autor de diversos libros y
artículos sobre las transformaciones y la historia de la familia, las relaciones intergeneracionales y las culturas del parentesco en
España. Coordinador de la Red Temática de Estudios sobre la Familia.
Mireia Mascarell Llosa. Licenciada en Antropología Social por la Universitat de Barcelona. Postgrado en Familia y Bienestar Social.
Miembro del Grupo de Estudios sobre Familia y Parentesco de la Universitat de Barcelona.
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