El Senado, zangoloteado impunemente Duro viacrucis del artículo 56 Con respeto y afecto sincero a don Manuel Humberto Cota Jiménez, cuyo oficio político seguirá contribuyendo al desarrollo del estado ERNESTO ACERO C. Tepic, Nayarit. Agosto 08 de 2012. La frase se le atribuye al ex presidente Adolfo López Mateos: “El estado ideal del hombre es el de senador”. La frase se refería asimismo a la enorme posibilidad que se abría desde el Senado para hacer amigos. La verdad es que cualquiera de los cargos públicos en México debería servir para hacer amigos. Es por eso que se suele decir que en política, “haz amigos en la subida, porque los vas a ocupar en la bajada”. El aforismo es valioso, y es que se debe tener en cuenta que en política la subida nadie la garantiza, pero la bajada la garantizan todos. Pero dejemos la digresión para otro momento y entremos al tema central. Solamente en dos casos alude el texto constitucional federal al concepto Pacto Federal. Se trata del artículo 2 y del 41. En el primer caso se hace uso del término para definir la unicidad e indivisibilidad de la nación mexicana. En el caso del cuadragésimo primer artículo, se hace uso del término para evitar posibles contravenciones de las Constituciones locales a lo estipulado en el Pacto Federal. El Senado de la República cumple funciones cruciales en el contexto del Pacto Federal. Una de ellas es la de equilibrar el Poder en el mismo Poder Legislativo, integrado por la Cámara de Diputados y la de Senadores, que hacen en su conjunto el Congreso General. La Cámara de Diputados representa a la población de cada una de las entidades federativas en tanto el Senado a los estados federados, de manera paritaria. Se trata de equilibrar la toma de decisiones en la Cámara de Diputados, en donde los estados con mayor población podrían construir acuerdos para hacer mayoría y obtener provecho de ello; se trata de una especie de check and balance endógeno. El criterio de paridad de la representación de los estados sirve para reconocer la misma importancia a cada uno de los estados que integran el Pacto Federal. De esa manera, los diputados representan a la población en tanto que los Senadores a cada una de las entidades que integran la Federación. El Senado entra en una fase de estabilización como la que conocemos en la actualidad, en 1933, tras la reforma publicada en el DOF el 29 de abril de ese año; era “Presidente Substituto Constitucional” de la República, Abelardo L. Rodríguez. En esa ocasión se establece todo un cronograma que definía la ruta hacia un Senado con legisladores de seis años y cuya elección coincidiría con la de Presidente de la República (lo que se logra hasta 1940). De ese cronograma no nos vamos a ocupar por ahora dado que el tema central es otro, el de la naturaleza representativa del Pacto Federal, por el Senado. La integración del Senado empezó a sufrir cambios drásticos y sobre todo atentatorios a su naturaleza representativa, como ya lo he señalado, a partir de la reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el lunes 15 de diciembre de 1986, durante el gobierno de Miguel de la Madrid. La reforma ‘delamadridista’ se dio en el artículo 56 y en el 18 de los Transitorios de la Ley Fundamental. En el artículo 56 se estableció que la Cámara de Senadores se renovaría “por mitad cada tres años”. Para proceder a ese ajuste se reformó el transitorio decimo octavo, en el que se especificó que los senadores que se eligiesen para las LIV y LV legislaturas habrían de durar en funciones del primero de septiembre de 1988 “al 31 de octubre de 1994” (sic), en tanto que los que se eligiesen para la LIV Legislatura (“que serán los nombrados en segundo lugar”, sic) habrían de durar “en funciones del 1o. de septiembre de 1988 al 31 de octubre de 1991” (sic). Cabe aclarar, en favor de los lectores rigurosos, que la fecha de conclusión del encargo de Senador era y es el 31 de agosto y no el 31 de octubre, detalle en el que por lo visto, nadie reparó en su momento. De esta manera, en 1988 el Senado se integró con la mitad de los senadores (32), los que habrían sido votados en primera fórmula, por seis años. La otra mitad (32) duraría en el cargo solamente tres años. De esa manera se daba inicio a un proceso para que cada tres años fuese elegido un Senador para seis años, por cada entidad federativa. Sobre la base de lo expuesto, en el caso particular de Nayarit (estado que tomamos como ejemplo de lo ocurrido en el resto de las entidades federativas) se eligió en 1988 como Senador para seis años (1988-1994) a Emilio M. González y al doctor Julián Gascón Mercado para tres (1988-1991). En 1991 se eligió ya para seis años, a Salvador Sánchez Vázquez (1991-1997). En 1993, siendo Presidente de la República Carlos Salinas de Gortari (ya casi por salir del cargo), se dispuso que los estados tendrían cuatro senadores. En ese año (con exactitud, el viernes 3 de septiembre de 1993), se publicó en el DOF otra reforma al artículo 56 de la Ley de Leyes, para establecer que serían tres los senadores por cada entidad federativa “electos según el principio de votación mayoritaria relativa” y el otro sería asignado “a la primera minoría”. En esa misma fecha fue publicada la reforma al tercero de los transitorios, mediante lo cual se elegirían dos senadores de mayoría relativa y uno de primera minoría, para las Legislaturas LVI y LVII. Es por eso que de 1994 a 1997, fueron senadores Salvador Sánchez Vázquez (elegido desde 1991), Álvaro Vallarta, José Luis Medina y Ernesto Navarro. Los primeros, electos por mayoría relativa y el último por la vía de la primera minoría. Por otra parte, Vallarta, Medina y Navarro, electos para un período de seis años. Cuatro Senadores por entidad federativa, pero preservando la naturaleza representativa del Pacto Federal. La serie de modificaciones al artículo 56 de la Constitución, hasta aquí, lo que reflejan en un método de prueba y error aplicado a las reglas de integración del Senado. A pesar de eso, la representación de los estados de la Federación se mantenía intacta. La reforma constitucional profanadora del Pacto Federal viene después, durante el gobierno de Ernesto Zedillo. Es evidente que la concepción de la naturaleza del Senado no ha merecido ni siquiera un poco de seriedad y profundidad para los reformadores de los últimos tiempos. Con toda razón, Fray Servando Teresa de Mier reflexionaba en torno a la holganza intelectual que sobreviene cuando se deja opinar a quienes sueltan la lengua con todo desparpajo. Decía Fray Servando: “…Llámense cien hombres, no digo de los campos, ni de los pueblos donde apenas hay quien sepa leer, ni que existen siquiera en el mundo angloamericano, de México mismo, de esas galerías háganse bajar cien hombres, pregúnteseles qué casta de animal es república federada, y doy mi pescuezo si no responden treinta mil desatinos”. Eso no es de ayer, sino de hoy. A partir de 1997, irrumpen en el Senado los partidos por la vía de la representación proporcional. Es por eso que, a partir de la LVII Legislatura (de 1997 a 2000), cada una de las entidades federativas se queda solamente con tres senadores (96 en total), pero el Senado se integra ya desde entonces con 128 Senadores. Esto es, 64 representando a los estados por mayoría relativa y otros 32 por primera minoría; pero 32 de ellos representando a los partidos, no a los estados. Esto como consecuencia de otra reforma al artículo 56 de la Carta Magna publicada en el DOF el jueves 22 de agosto de 1996, siendo Presidente de la República Ernesto Zedillo. Eso significó que el Senado ya no se renovaría por mitad cada tres años (norma que se establece desde la Constitución de 1824, aunque la renovación por mitad era de dos años dado que el periodo senatorial era de cuatro), pero más importante aún, se incorporaba el germen que agravia el sentido del Pacto Federal en cuanto a la representación de los estados federados. En la citada reforma de 1996 se estableció que el Senado se integraría por 128 Senadores. Sesenta y cuatro de ellos a partir de la elección por la vía de la mayoría relativa y 32 más por el principio de primera minoría: por ambas vías sumaban 96 escaños senatoriales. Y he aquí el quid de la cuestión que nos ocupa, y que se localiza en el segundo párrafo del citado precepto y que se mantiene como texto vigente de la Constitución, resultado del epicúreo reformismo citado: “Los treinta y dos senadores restantes serán elegidos según el principio de representación proporcional, mediante el sistema de listas votadas en una sola circunscripción plurinominal nacional”. Hasta la reforma de 1993, el Senado mantenía la representación igualitaria de los estados en el Senado de la República. Es hasta 1996 que se incorpora la “representación proporcional” al Senado, cuando el Pacto Federal queda hecho trizas. Y es que a partir de esa reforma, se incorpora a los partidos como integrantes del Pacto Federal, en algunos casos con mayor presencia que los mismos estados de la República. Actualmente los estados integrantes del Pacto Federal tienen tres senadores, dos por mayoría relativa y uno más por la vía de la primera minoría, pero los partidos han logrado integrarse al senado con números muy por encima de esos tres, como en el caso del PAN, el PRI, el PRD, el PT y el PVEM (ver cuadro anexo). NÚMERO DE SENADORES POR PARTIDO Partido Cantidad 11 6 4 4 2 4 1 Total 32 Nota: elaboración propia con datos obtenidos del portal del Senado de la República (http://www.senado.gob.mx/). PAN PRI PRD PT MC PVEM PNA La figura de la representación proporcional fue incorporada al sistema de representación en la Cámara de Diputados bajo la premisa de que convenía integrar a fuerzas políticas con representación significativa, pero insuficiente para ganar por la vía de la mayoría relativa. En el caso del Senado de la República la figura de acceso a esa instancia denominada “primera minoría”, no contraviene el principio de paridad en la representación de los estados en el Senado de la República y abre esa instancia a las expresiones minoritarias. El Senador de primera minoría mantiene la representatividad de su estado en el que contiende en el proceso electoral. No es el caso de la representación proporcional para el Senado de la República, pues los senadores no representan a la población sino a las entidades federativas, por lo que los partidos no deben integrarse al Senado. La solución del problema es relativamente sencilla. Solamente se debe desaparecer el acceso al Senado por la vía de la Representación Proporcional y a esto no se deben anteponer criterios chambistas de los dirigentes de los partidos. No se trata pues, de recurrir a criterios cuentachilistas, sino a los de la representatividad de los integrantes del Pacto Federal. No se trata de ahorrar dinero, sino de restablecer la naturaleza misma del Senado de la República que ha sido vulnerada. Naturalmente que desaparecer la representación proporcional que beneficia a los partidos y vulnera el Pacto Federal, no va ser una tarea tan sencilla, pues aunque parezca increíble, en sentido opuesto hay quienes han planteado que haya mucho más senadores que los que actualmente existen. Uno de esos casos es el del panista Hiram Escudero Álvarez, quien en diciembre de 1988 presentó una inextricable iniciativa a fin de aumentar ¡a seis!, el número de escaños por entidad federativa, o sea, ¡un Senado integrado por 192 senadores!. Hoy, que se enriquece el debate (aunque sea por razones coyunturales) en torno a la viabilidad del modelo político del país, conviene retomar la propuesta de desaparecer la representación proporcional como vía de acceso al Senado. La figura de primera minoría cumple con la necesidad de abrir el Senado a las expresiones minoritarias y en cierto modo consiste en una forma de representación proporcional. Hoy, la representación proporcional en el caso del Senado convierte a los partidos en una especie de integrantes del Pacto Federal, solamente que en algunos casos como si estos fuesen súper entidades federativas. Eso debe cambiar. Conviene también aprovechar el ánimo que se percibe por desaparecer escaños en la Cámara de Diputados, tal y como lo ha propuesto Enrique Peña Nieto, quien seguramente asumirá la Presidencia de la República el primero de diciembre. Esto último asunto que, de darse, debe considerar la posible desaparición, en forma alícuota, de asientos en la Cámara de Diputados que hoy se ocupan por la vía de la representación proporcional y por la de mayoría relativa. Esto es, de lo que se trata es de no afectar la proporcionalidad de la representación en la Cámara de Diputados. Para eso conviene desaparecer una parte de escaños que hoy existen para representación de mayorías relativas en los distritos, y otra parte de la representación proporcional. Se ha sugerido desaparecer cien diputaciones. Aplicando el método que aquí se enuncia, tendrían que eliminarse 60 diputaciones de mayoría relativa y 40 de representación proporcional. Esto es, la Cámara de Diputados se integraría por 240 diputados electos por mayoría relativa y 160 asignados por la vía de la representación proporcional: 400 en total. De esa manera no se afectaría el actual modelo, puesto que la eliminación de cien diputaciones tendría efectos cuantitativos pero no necesariamente cualitativos en cuanto a la correlación de fuerzas. Naturalmente, desaparecer las 60 diputaciones de mayoría relativa tendría como consecuencia la modificación de la cartografía electoral del país, por lo menos en cuanto al número de distritos por cada entidad federativa, aunque no en el caso de las circunscripciones plurinominales. Algunas entidades verían reducido el número de sus diputados (como en el caso de Nayarit, que podría volver a tener solamente dos distritos electorales federales, o sea, dos diputados federales); en tanto, las circunscripciones plurinominales verían reducirse de 40 a 32 los escaños correspondientes a cada una de ellas. Como sea, lo que podemos proponer como corolario es la necesaria reforma del Poder Legislativo que, de darse, debe procesarse tanto para el caso de la Cámara de Diputados como la de Senadores. En realidad, los argumentos que se han esgrimido para reducir el número de diputados federales no parecer soportar un análisis riguroso. No es el caso de la representación proporcional que beneficia a los partidos en la Cámara de Senadores. En el caso del Senado de la República, la reforma se hace imperativa e impostergable en aras de restaurar su naturaleza representativa del Pacto Federal, que solamente puede garantizarse con la representación senatorial paritaria de los estados y no de los partidos.