Tema 6. El gótico

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EL GÓTICO.
1. Marco espacial y temporal.
El
gótico
como
fenómeno artístico y cultural se
extiende
por
Europa
septentrional, occidental y
meridional (ver el mapa de las
principales
catedrales)
coincidiendo con el renacer de
las ciudades desde mediados
del S. XI. Es etapa de
formación de monarquías que
caminan hacia propuestas
autoritarias que triunfarán
cuando el gótico alcance su
etapa flamígera en el S. XV.
Quiere esto decir que el marco
temporal
debemos
circunscribirlo al periodo de
desarrollo del estilo artístico
(segunda mitad del S. XIIfinales del S. XV) aunque hay
lugares en los que se prolonga
más en el tiempo (Inglaterra,
hasta finales del XVI).
Estamos pues en la plena y
baja Edad Media y ello nos permitiría distinguir un periodo de plenitud para la cultura
urbana gótica (S. XII y XIII), un periodo de crisis (S. XIV) y uno de recuperación
(segunda mitad del XV).
2. La nueva sociedad urbana.
A partir del S. XII las ciudades volvieron a crecer. En unos casos eran ciudades
antiguas que tras prolongado letargo cobraban fuerza animadas por el crecimiento
económico y demográfico. En otras ocasiones eran de nueva creación, junto a un
castillo, un monasterios o en las rutas comerciales. Salvo las de los Países Bajos, Norte
de Italia y París que podían contar con 50.000 habitantes, eran de pequeño tamaño.
Aunque las causas del crecimiento fueron de diferente índole, destacamos tres: la
emigración de campesinos, bien porque las nuevas técnicas agrícolas hacían innecesario
su trabajo en el campo, bien por deseo de huir de la servidumbre señorial; las mejores
condiciones de vida que ofrecía la ciudad, donde eran considerados hombres libres; el
propio desarrollo del comercio a través del mercado urbano al que acudían los
campesinos del entorno a vender y comprar. La sociedad urbana era variada pero al
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habitante de la ciudad se le llamó burgués porque así se designaba a los que vivían en el
burgo o barrio de comerciantes y artesanos. Entre ellos había claras diferencias: los
había muy ricos (propietarios de talleres, grandes mercaderes) que controlaban el
gobierno urbano; en principio éste estuvo formado por una asamblea con todos los
vecinos, pero el crecimiento de la población impedía convocarlos a todos y se sustituyó
por un ayuntamiento presidido por un alcalde. Con el paso del tiempo el ayuntamiento
quedó en manos del grupo de burgueses ricos; la mayoría estaba formada por artesanos
y tenderos modestos y por los que se dedicaban al servicio doméstico: el escalón
inferior era para los pobres y marginados. En las ciudades europeas la mayoría de la
población era cristiana, pero abundaban los judíos viviendo en sus barrios (juderías) y
en la península Ibérica, musulmanes viviendo en las morerías. La fisonomía urbana
venía determinada por la presencia de murallas cuyas puertas se cerraban por la noche.
En su interior, diferentes barrios con calles estrechas y solo en ocasiones empedradas, se
agrupaban en parroquias; las casas eran de madera, muy juntas y fácil pasto de los
frecuentes incendios; destacaban algunos edificios como la catedral, el ayuntamiento, la
lonja y algunos palacios; en general, el ambiente era insano careciéndose de
alcantarillas, recogida de basuras, etc, con lo que la propagación de enfermedades
(como la peste) era sencilla. En cuanto a la organización económica, el control de la
ciudad lo ejercía el gremio. Se trataba de una asociación de artesanos de un mismo
oficio. Los artesanos eran los encargados de elaborar productos a mano en pequeños
talleres situados en la vivienda del propietario; era frecuente que los talleres de un
mismo oficio se agruparan en la misma calle exponiendo sus productos a la venta. Cada
gremio elaboraba un estatuto que especificaba normas del oficio y derechos y
obligaciones de los asociados; también controlaban la producción, distribuían las
materias primas, determinaban el número de trabajadores, velaban por la calidad de los
productos y establecían los precios; además, con las cuotas que se pagaban atendían a
los enfermos, huérfanos y viudas. Como nadie podía ejercer sin asociarse al gremio,
conviene saber que estas instituciones estaban dominadas por los maestros de taller, con
lo que resulta necesario conocer las tres categorías de artesanos que componían dichos
talleres: el maestro era el dueño del taller, de las herramientas y de la materia prima y
receptor de los beneficios y las pérdidas. La propiedad pasaba de padres a hijos; el
oficial era el trabajador experto receptor de un salario que podía convertirse en maestro
si superaba una prueba (la obra maestra) cuyo jurado lo componían los maestros, poco
proclives a permitir que un nuevo taller aumentara la competencia; el aprendiz trabajaba
en lo que fuera, no cobraba pero recibía cama y comida en el mismo taller.
3. Cultura y arte urbanos.
La cultura experimentó profundos cambios en relación a la etapa del románico.
El crecimiento de la población y las necesidades de la burguesía derivó en un auténtico
furor constructivo; la Iglesia dejó de ser la única cliente de obras de arte y las urbes se
llenaron de lonjas, mercados, atarazanas, consulados, ayuntamientos, hospitales y
palacios; los aislados monasterios rurales ya no eran adecuados y aparecieron nuevas
órdenes religiosas que levantaron sus conventos en las ciudades (franciscanos,
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dominicos, carmelitas, agustinos, etc). Muy significativo fue el nacimiento de las
universidades. Surgieron de uno de los dos tipos de escuelas que aparecieron en la
ciudad: las municipales, creadas por los ayuntamientos y destinadas a la burguesía y las
catedralicias que también podían depender de un obispo y que fueron el germen de la
universidad cuando maestros y estudiantes decidieron organizarse en corporación o
universidad; como era muy larga la duración de los estudios, acabaron acudiendo nobles
y burgueses ricos estudiando las siete artes liberales: Trívium (gramática, retórica y
dialéctica) y Cuadrivium (aritmética, astronomía, geometría y música). Gracias a este
desarrollo, las lenguas vulgares (castellano, catalán, francés, inglés) acabaron
sustituyendo al latín floreciendo una literatura vernácula (Chanson de Roland, Divina
Comedia); destacó también la novela de caballería (Amadís de Gaula, Tirant lo Blanc);
como la mayoría de la población no sabía leer la literatura se transmitía oralmente a
través de los juglares. No faltó tampoco la crítica a la sociedad feudal (Roman de
Renart) y los cuentos jocosos (Decamerón de Boccaccio, el Libro del Buen Amor del
Arcipreste de Hita o los Cuentos de Canterbury de Chaucer).
Pero si algo hemos de destacar, es el arte gótico. La catedral gótica será el
símbolo del poder y riqueza de las ciudades, además del edificio más representativo,
más allá de la interesante obra civil del periodo. Las nuevas técnicas arquitectónicas le
dieron un aspecto muy distinto del de la catedral románica. La clave del cambio estuvo
en la aparición del arco ojival; su forma (dos centros frente a uno del de medio punto),
confería al edificio mayor flexibilidad, pudiéndose elevar la altura sin necesidad de
modificar la anchura; las bóvedas sintieron su impacto cuando además de los dos arcos
formeros y los dos perpiaños que forman los cuatro arcos básicos, se añadieron dos más
en diagonal cruzándose en la clave de la bóveda; la bóveda de crucería había nacido y
con ella la posibilidad de eliminar parte del muro: efectivamente, ahora se necesitaba
exclusivamente un arco (el arbotante) que trasladara el empuje lateral de la bóveda
hacia el exterior donde quedaría contrarrestado por los contrafuertes. El muro grueso
del románico dejó de tener función y fue sustituido por ventanal con vidriera
cumpliéndose la doble obsesión del arquitecto: la elevación y la luz. Este nuevo
esqueleto determinó
la aparición de un
creciente número de
nervios en la bóveda
(de
crucería
a
terceletes y de ésta a
estrellada),
un
cambio
en
las
cabeceras que serán
ahora poligonales e
incluso una nueva
forma de la planta:
la cabeceras se
ampliaron
para
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alojar el coro y el transepto disminuyó de tamaño situándose hacia el centro del
edificio. Los arcos también evolucionaron desde el ojival al carpanel, conopial, tudor y
mixtilíneo. Hemos descrito de forma sintética el modelo de catedral del gótico francés
muy influyente en Castilla en los siglos XII y XIII (Chartres, Reims, Amiens, Notre
Dame, Burgos, Toledo, León), pero durante el siglo XIV, siglo de crisis económica,
demográfica, política y religiosa, se comenzó a construir de otra forma. Ahora las naves
alcanzan todas igual altura y desaparece el juego exterior de arbotantes y contrafuertes;
especialmente significativas son las obras del gótico catalán (Catedrales de Barcelona,
Gerona, Palma de Mallorca e iglesia barcelonesa de Santa María del Mar). Durante el
S. XV, con Italia en pleno Renacimiento, se desarrolla un estilo que mezcla tradiciones
locales con los influjos flamenco e italiano. Es el gótico flamígero, con muchas
variantes regionales en diferentes tipos de edificios (Catedral de Tours, Ayuntamiento
de Lovaina, Lonja de Valencia, Iglesia de S. Juan de los Reyes en Toledo, etc), pero con
el elemento decorativo ocultando la estructura del edificio; especialmente significativo
fue el desarrollo del gótico en Inglaterra durante este siglo y el siguiente, con el uso del
arco Tudor, las bóvedas de abanico y edificios de decoración desbordante como la que
aparece en la cubierta de la Capilla de Enrique VII en la abadía de Westminster.
También se aprecian cambios sustanciales en las artes plásticas. La escultura en relieve
siguió apareciendo en fachadas de las iglesias pero con cambios: mayor naturalismo,
mayor narratividad y cambio de temas, frente al Juicio Final aparecen ahora temas del
Nuevo Testamento y relacionados con la Virgen; aparecieron nuevos soportes como
retablos y sepulcros y en estatua, tanto la Virgen con el Niño como el Crucificado son
tratados de forma más humana y natural. En cuanto a la pintura, el siglo XIII hereda el
carácter lineal de la miniatura y pintura románicas, pero durante el siglo XIV y
principios del XV se produce una auténtica revolución estética: por una parte, en Italia,
las escuelas de Siena y Florencia se plantearon, la primera, transformar la estética
bizantina (Simone Martini) y la segunda romper radicalmente con ella; en esta tarea
destacó Giotto, que en sus obras (frescos de la Capilla Scrovegni) consigue introducir el
paisaje eliminando los fondos oro y rompe con la inexpresividad bizantina haciendo
participar a los personajes de la tragedia de los temas. Por otra parte, en Borgoña, Jean
de Berry y Felipe el Atrevido, crean una corte elitista reuniendo poetas, filósofos,
miniaturista y pintores; es la etapa del gótico internacional en la que se mezclan el
realismo y el afán de evasión (Martirio de San Dionisio de H. de Bellechose) al tiempo
que el contacto con Países Bajos permitió la aparición de escultores como Sluter que
introdujo las formas de la antigüedad clásica (Moisés del pozo de Champmol). Pero
podemos hablar de Renacimiento en la pintura europea si planteamos la gran
transformación que en el siglo XV se produce en Países Bajos al introducir sus pintores
la técnica del óleo y llegar mediante intuición a las construcciones perspectivas, el
claroscuro, el volumen y al dominio de la representación de las telas; así aparece en las
obras de Van Eyck, Van der Weyden, Van der Goes, etc.
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