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Firmemos la paz con la Tierra
Firmemos la paz con la Tierra
La humanidad tendrá que afrontar una disminución del 5% al 20% del PIB mundial si no se contrarresta el
cambio climático. Para cambiar de rumbo es preciso edificar sociedades del conocimiento donde se aúnen la
lucha contra la pobreza y las inversiones en investigación.
KOICHIRO MATSUURA
La especie humana, el planeta y las sociedades saben ahora que pueden perecer. La crisis ecológica que padece la
humanidad no es, evidentemente, la primera de su historia, pero sí es la que ha cobrado mayores proporciones a escala
mundial. ¿Qué hacemos para preservar el futuro de la Tierra y la biosfera? ¿Qué desafíos hemos de afrontar? ¿Qué
soluciones debemos proponer? Todos estos interrogantes se han tratado en la sesión de los Diálogos del Siglo XXI,
organizada por Jérôme Bindé en la Unesco y dedicada al tema ¿Qué porvenir para la especie humana? ¿Qué futuro para
el planeta?,a la que acudieron unos quince especialistas de primer plano.
En primer lugar, tenemos el cambio climático y el calentamiento del planeta, cuya temperatura podría aumentar entre
1,5 y 5,8 grados centígrados de aquí al año 2100. Ese calentamiento puede poner en peligro a muchas regiones del
mundo y provocar catástrofes como el anegamiento de algunos estados insulares y regiones costeras por las aguas del
mar, o la multiplicación de las tormentas tropicales.
En segundo lugar, tenemos que afrontar el problema de la desertificación padecida por una tercera parte de las tierras
del globo. A finales del siglo XX, este fenómeno afectaba a mil millones de personas en 110 países y, de aquí al 2050,
esa cifra podría duplicarse y alcanzar los dos mil millones.
Por otra parte, la deforestación sigue en aumento, aun cuando es bien sabido que los bosques primarios y tropicales
albergan la mayor parte de la biodiversidad del planeta, contribuyen a contrarrestar el cambio climático y frenan el
deterioro de los suelos.
La contaminación de la atmósfera, el agua, los océanos y los suelos, así como la contaminación química e invisible,
ponen en peligro al conjunto de la biosfera. El Banco Mundial estima que en Asia la contaminación atmosférica se
cobra cada año un tributo de 1.560.000 vidas humanas.
Tampoco podemos olvidar la crisis mundial de los recursos hídricos. En el 2025, dos mil millones de habitantes de la
Tierra padecerán de escasez de agua y, a mediados del presente siglo, esa cifra ascenderá a tres mil millones.
Por último, cabe señalar que la biodiversidad peligra en su conjunto. En efecto, las especies se extinguen a un ritmo cien
veces más rápido que el índice natural medio y, de aquí al 2100, la mitad de ellas podrían haber desaparecido. Ahora
bien, la biodiversidad es fundamental para el ciclo de la vida, la salud del ser humano y la seguridad alimentaria de la
población mundial.
Esta situación puede entrañar graves riesgos de guerras o conflictos y exige soluciones a nivel mundial. El desarrollo
sostenible nos atañe a todos y es la condición esencial para luchar contra la pobreza, sobre todo porque son los más
desfavorecidos los que más van a padecer las consecuencias de las futuras sequías y catástrofes naturales.
Hoy, nos hemos percatado de que la guerra contra la naturaleza es una guerra mundial. Esto se pone de relieve en el
reciente informe Stern sobre las consecuencias económicas del cambio climático. Según ese informe, la humanidad
tendrá que prepararse para afrontar una disminución del 5% al 20% del PIB mundial a no ser que se tomen desde ahora
mismo medidas para contrarrestar el cambio climático. ¿Resulta demasiado caro, pues, el desarrollo sostenible? En
realidad, lo que nos lleva a la ruina es la inercia. A este respecto, Javier Pérez de Cuéllar ha formulado en los Diálogos
del Siglo XXI una advertencia clara en estos términos: "¿Cómo es posible que sepamos lo que ocurre y que no podamos
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ni queramos remediarlo?".
Desde ahora mismo, es necesario que sepamos responder con osadía y clarividencia a toda una serie de problemas
difíciles. En el futuro, no podrán contraponerse el desarrollo sostenible y el desarrollo a secas, o la lucha contra la
pobreza y la preservación de los ecosistemas. Será necesario luchar en todos los frentes a un tiempo.
También será imprescindible encontrar nuevas modalidades, más sobrias, de desarrollo y consumo, porque la
humanidad "ya no vive de las rentas de la naturaleza, sino de su capital", como ha señalado Haroldo Mattos de Lemos
en los Diálogos del Siglo XXI. Evidentemente, no se trata de detener el crecimiento económico, sino más bien de
modificarlo, tal como ha propuesto Mustafa Tolba, procediendo con la mayor rapidez posible a su
desmaterialización,esto es, a la reducción del consumo de materias primas en cada sector de la producción. Asimismo,
será necesario sensibilizar más a la opinión pública mundial a los posibles efectos devastadores del calentamiento
climático, en el marco de la observancia de las medidas prescritas por el protocolo de Kioto.
Será conveniente también promover el derecho al acceso a agua salubre y potable. Para ello, será necesario establecer
las bases éticas de una gobernanza de los recursos hídricos que permita, a la vez, controlar y administrar mejor la
demanda de agua, así como economizar, tratar y reciclar este preciado elemento, mejorando su calidad.
Por su parte, la Unesco lleva a cabo una dinámica labor en múltiples frentes con vistas a promover políticas sostenibles
en materia de recursos hídricos, fomentar la educación en este ámbito e impulsar la protección de la biodiversidad a
escala mundial, en especial por conducto de su red mundial de reservas de biosfera. Éstas se han convertido en
auténticos laboratorios de experimentación para la conservación de los ecosistemas y la utilización racional de los
recursos naturales en el plano local.
Nuestra organización lleva también a cabo múltiples actividades en los países del sur para contribuir a la formación de
especialistas, habida cuenta de la escasez aguda de encargados de adoptar decisiones y de profesionales competentes
con una conciencia clara de los nexos existentes entre los recursos hídricos, la pobreza, la salud, la cultura y el
desarrollo. A la hora de reflexionar sobre el medio ambiente y adoptar políticas ambientales, se suelen olvidar los
aspectos educativos y culturales. Sin embargo, la educación y la cultura son dos elementos clave del desarrollo
sostenible.
En el marco de la reforma del sistema de las Naciones Unidas, se ha iniciado un amplio debate sobre la gobernanza del
medio ambiente a escala mundial, así como sobre la necesidad de coordinar mejor la labor de todos los organismos que
componen este sistema. Estoy plenamente convencido de que es necesario solucionar el problema de fragmentación de
que suelen adolecer las actividades de esos organismos. No obstante, en nuestros esfuerzos por mejorar la coordinación
debemos tratar de apoyarnos en aquellos mecanismos ya existentes que funcionan correctamente.
La Unesco está participando activamente en este debate. Su función viene impuesta por el mandato que tiene asignado
en los campos de la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación. Deseo recordar que, con respecto al medio
ambiente, la organización se encarga de la ejecución de cuatro importantes programas científicos internacionales
relativos a los océanos, el agua, las ciencias geológicas y el hombre y la biosfera. En esta tarea, coopera plenamente con
la ONU y el programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El éxito cosechado por ONU-Agua, un
mecanismo que agrupa a la Unesco y otras 23 instituciones y organismos del sistema de las Naciones Unidas, constituye
un buen ejemplo de cooperación fructífera. Además, la Unesco encabeza la coordinación del programa mundial de
evaluación de los recursos hídricos y de las actividades del decenio de las Naciones Unidas de la educación para el
desarrollo sostenible.
Poner un término a la guerra contra la naturaleza exige, hoy en día, una nueva solidaridad con las generaciones
venideras. Cabe preguntarse si no será necesario que la humanidad acuerde un nuevo pacto, esto es, una suerte de
contrato natural de codesarrollo con el planeta y de armisticio con la naturaleza.
Si queremos firmar la paz con la Tierra, tenemos que saber cómo hacer prevalecer una ética del futuro. Toda herida o
mutilación que inflijamos al planeta la padeceremos de rechazo sus habitantes. Para cambiar de rumbo es preciso que
edifiquemos sociedades del conocimiento en las que se aúnen la lucha contra la pobreza y las inversiones en la
educación, la investigación y la innovación, estableciendo así los cimientos de una verdadera ética de la responsabilidad.
KOICHIRO MATSUURA, director general de la Unesco
La Vanguardia
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