Héctor Serrano Barquín - Universidad Autónoma del Estado de

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FELIPE S. GUTIÉRREZ
Una crónica diferente, la colección de dibujos
del maestro institutense: un registro grafico
de la segunda mitad del siglo XIX1
Héctor Serrano Barquín
Cronista de la Facultad de Arquitectura y Diseño
Cuando este maestro de la asignatura de pintura y dibujo del otro Instituto
Literario del Estado de México radicaba en Toluca, realizó una abundante crónica
visual de su tiempo a través de dibujos, algunos de los cuales fueron retocados en
acuarela. Con el mismo cuidado de un cronista literario, Gutiérrez (1824-1904)
documentó la vida cotidiana, las cumbres y los paisajes -urbanos y naturales- que
le correspondió atestiguar durante su estancia en el instituto, hoy UAEM, de
aproximadamente 1848 a 1854; otros dibujos fueron hechos posteriormente, pero
la mayoría corresponde a escenas de Zinacantepec y Toluca. Vista en conjunto,
esta colección de 161 dibujos, algunos de los cuales fueron trazados en ambas
caras de papel, representa uno de los trabajos artísticos y documentales de
mayor extensión e interés del siglo XIX de nuestro país. Este patrimonio cultural se
puede apreciar hoy en día en el Museo Felipe S. Gutiérrez de esta ciudad,
habilitado para que la sociedad mexiquense y su sector cultural rindan homenaje,
desde 1993, al pintor texcocano.
Contratado por el director del Instituto Científico y Literario, Felipe Sánchez
Solís, al finalizar la primera mitad del siglo XIX, Felipe S. Gutiérrez se asimiló al
claustro académico y es considerado uno de los 60 institutenses de mayor
relevancia como lo señala el Profr. Inocente Peñaloza, al decir de él que:
"egresado de la Academia de San Carlos, Gutiérrez fue también uno de los
retratistas más destacados del siglo XIX".
Antes de la década de los cuarenta del siglo XIX, Felipe S. Gutiérrez inició
sus estudios formales de arte2 y al inscribirse en la prestigiada e ilustrada
Academia de las Bellas Artes de San Carlos, estableció ahí una fuerte relación
con el maestro catalán Pelegrín Clavé. Sin haberse graduado aún, fue
contratado por el citado director del entonces Instituto Literario del Estado de
México, para iniciar dicha cátedra en la ciudad de Toluca, que era la joven
capital estatal hacia 1848.3
Esta asignatura es antecesora de otras ahora contenidas en los currícula de
las actuales licenciaturas en artes plásticas, diseño gráfico y arquitectura de
nuestra universidad.
UAEM. Sucesivas Aproximaciones de Nuestra Historia. Crónicas de la Universidad Autónoma del
Estado de México. Tomo III. Toluca, México, 2002, pág. 105-111
2 Véase Inocente Peñaloza, Quienes fueron los institutenses, Toluca, UAEM, 2000, p.23
3 Raúl Arturo Díaz Sánchez, establece que en 1848 el ingreso de Gutiérrez a dicho Instituto Literario
(véase Raúl Arturo Díaz Sánchez, Esperanza Garrido et al., Felipe S. Gutiérrez, pasión y destino.
Toluca, IMC, 1993, p. 58); sin embargo en la colección Historia del arte mexicano (Tomo X, p. 1429)
Elisa García Barragán establece que dicho ingreso fue en el año de 1850.
1
Antes, Gutiérrez había expuesto en varias ocasiones en dicha academia y
llegaron a ser premiadas obras suyas de temas religiosos y otras de inclinación
idealista-nazarena.4
Al poco tiempo Felipe Gutiérrez se consolidó como artista reconocido
dentro y fuera de la academia. Prolífico pintor, logró importantes avances en el
manejo veraz de la figura humana y en la composición "moderna" de sus obras,
por lo que desarrolló variados temas religiosos e históricos, perfeccionando
paralelamente el retrato como el género que más reconocimientos le brindó.
Después de una permanencia interrumpida en distintas ocasiones, se
estableció en Toluca cerca de 10 años; posteriormente, Gutiérrez inició por el
Bajío un recorrido por varias poblaciones mexicanas con objeto de reunir fondos
para financiar sus estudios en Europa. Luego de visitar ciudades de los Estados
Unidos, con lo que se inició su proceso de influencia o tendencia internacionalista,
se estableció un tiempo en Roma practicando el dibujo del desnudo femenino y
en general, la figura humana en diversas variantes de la pintura. Posteriormente,
viajó por otras capitales europeas consolidando su técnica e incrementando su
propio acervo pictórico y actualizando su visión sobre las artes plásticas.
En 1880 fue llamado a fundar la Academia de Bellas Artes de Colombia e
inició varios recorridos por Sudamérica. Con frecuentes regresos a México,
Gutiérrez alternó su producción pictórica con la crítica de arte y escribió uno de
los primeros tratados técnicos de pintura de este país5 hecho por un mexicano.
Una de sus pinturas La cazadora de los Andes, de 1874, alcanzó celebridad por
ser, tal vez la primera obra de desnudo femenino completo exhibida en público
en México, aparentemente dentro de una sala reservada para obra de
extranjeros en San Carlos.6
Artista muy prolífico, también cultivó temas costumbristas y una gran
cantidad dentro del género religioso, incluidos los puristas. Justino Fernández
consideró obras suyas (San Bartolomé y San Jerónimo, slf) unas de las mejores de
este género en el siglo XIX.
Se muestra la relevancia de Felipe S. Gutiérrez dentro de la plástica del
país, a través de algunas exposiciones de arte mexicano en el extranjero que
incluyeron obras de su autoría: en 1884 en Nueva Orleáns y Filadelfia,7 en 1889 en
París, así como un siglo después en Nueva York, Los Ángeles y San Antonio en la
Más de 100 años después, el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UAEM publico un
manuscrito inédito del maestro español Pelegrín Clavé que corresponde a un compendio de
lecciones practicas para sus discípulos (véase Pelegrín Clavé, Lecciones estéticas, México, UAEM,
1950 y Felipe S. Gutiérrez, Tratado de dibujo y la pintura, con un apéndice de los diversos caracteres
de las escuelas antiguas y modernas, México, Tipografía Literaria de F. Mata, 1895).
5 Afirmación de Raúl Arturo Díaz Sánchez, biógrafo y bisnieto de Felipe S. Gutiérrez.
6 Véase Justino Fernández, El arte del siglo XIX en México, Instituto de Investigaciones Estéticas,
UAEM, 1967, p.79. Por otra parte, durante el lapso 1875-1876 una comisión de la Academia de San
Carlos selecciono y envió a la exposición internacional de Filadelfia, Estados Unidos, otro importante
óleo suyo de tema religioso: San Sebastián (ver Eduardo Báez, op. Cit., vol. 1867-1907, pp. 224 y 241)
7 Raúl Arturo Díaz Sánchez, op. Cit.
4
controvertida exposición "México esplendores de treinta siglos" promovida -y
promotora- de la administración salinista, misma que fue presentada por Octavio
Paz. Recibió también diversos premios de la Academia de San Carlos, entre 1850 y
1858 mediante tres obras religiosas y/o nazarenas así como con una neoclásica;
posteriormente, en 1874, 1887 y 1899 Gutiérrez aparece en las listas de premiados
como expositor externo de esa academia. En 1862 recibió un reconocimiento de
la academia de manos del presidente Benito Juárez.
Individualmente expuso al menos en San Francisco, Nueva York, Santa Fe
de Bogotá y otras capitales sudamericanas. En la cuidada publicación México en
las colecciones internacionales, de 1993, que reunió el trabajo de importantes
historiadores de arte, sobre obra plástica de los más importantes artistas
mexicanos que se conserva en el extranjero, a Gutiérrez se le dedica un capítulo
completo, que incluye las imágenes de varios óleos suyos que se conservan en
instituciones de Colombia.
Un artículo del crítico A. Norton publicado en 1872 en el New York Sunday
Times8 manifiesta "este hombre es un genio, es un demonio. Entre nosotros sólo
Elliot pudo haber competido con él en ciertas carnaciones, pero era muy
amanerado. Hoy nadie se aproxima siquiera a Gutiérrez, y por otra parte, la
rapidez y vigor de su ejecución son maravillosos". En esta ciudad estadounidense,
donde Felipe S. Gutiérrez estableció un taller, cultivo una cercana amistad con el
poeta colombiano Rafael Pombo, que seguramente marcó su trabajo como
escritor y lo invitó a su país, motivándole para dejar numerosos y valiosos
testimonios.
La producción pictórica de Gutiérrez es muy característica de la
academia, ya que muestra oficio y conceptualización; así evidencia la formación
predominantemente europeizante que en ella se inculcaba, por lo que dio
importancia capital a la teorización y construcción académicas de las obras
plásticas.
El espíritu de la época en un país carente aún de proyecto nacional
definido y con la frágil estabilidad socioeconómica que le caracterizó, reforzó la
inclinación de Gutiérrez por las normas occidentales vigentes en ese momento, lo
que inserta gran parte de su obra dentro de una tendencia internacionalista y
cientificista injustamente, durante el auge de la Escuela Mexicana de Pintura después del primer tercio del siglo XX-, a este personaje, al igual que a Velasco o
a Cordero, se le tachó de poco "nacionalista" y europeizado.
LOS DIBUJOS Y LOS ESCRITOS
Felipe S. Gutiérrez no sólo hacía crónica y documentaba su época por
medio de dibujos. Aliado de literatos como José Martí e Ignacio M. Altamirano
publicó diversos artículos sobre crítica a temas artísticos, describió sus
innumerables viajes, así como un libro sobre pintura, por lo que ahora nos resulta
8
Ibidem, p. 65, aquí se señala que Gutiérrez radicó en Nueva York durante 1871 y 1872.
obligada la pregunta ¿por qué surge en un artista plástico decimonónico una
particular obsesión por registrar, documentar o hacer crónica? Gutiérrez dejó
cerca de 2 000 páginas escritas y publicadas9 en sus Impresiones de viaje, su
Tratado del dibujo y la pintura y en varias críticas de arte, que también son
crónicas de las exposiciones de San Carlos y una especie de registro y crítica del
avance de la enseñanza artística en México, que formaron parte de medios
impresos como El diario del hogar, La revista universal o La libertad, que eran
publicaciones sumamente prestigiadas a nivel nacional.
Al ser Gutiérrez un artista prolífico y un apasionado de la pintura,
especialmente de la figura humana, por qué había de distraerse escribiendo,
cuando bien sabía que lo suyo era la pintura. Además no aspiraba encumbrarse
como literato y respecto a sus Impresiones de viaje, no tenía "pretensiones de
presentarla como una obra literaria (...), sin (que tuviera) adornos"10 poéticos, es
decir, el autor privilegiaba el hecho de documentar más que el de escribir. Éstas
serían pues lecturas para las personas que: "conocerán de una manera real los
lugares descritos y entrarán en pleno conocimiento de las costumbres"10 así como
de obras maestras del arte europeo, lo que define una de sus motivaciones: viajar
intensamente y describir esa experiencia, ya sea por medio de dibujos o de esas
crónicas o "cartas" de viaje. Asimismo, dejaría en Impresiones de viaje registros de
los ambientes intelectuales y artísticos que eran frecuentes para él y que
preservarían su propia imagen de hombre ilustrado.
Por otra parte, la abundante producción dibujística de Gutiérrez, aun la
que pudiera considerarse estudio o boceto para otra obra posterior, o bien, cierto
tipo de ejercicios académicos, carece, en sentido estricto, de finalidad artística
en su factura. Entre otros aspectos, esta obra adolece de composición armónica
y preciosista, que eran premisas muy académicas. Ya sea que en un mismo dibujo
trazó varios personajes o escenas distintas, que en otros, las escalas y tamaños
resultan diferentes, no obstante que se trata de una misma porción de papel. Esto
remite a la realización de crónicas de costumbres11 y tipos populares, mediante
una forma de registro que consiste primero en observar con criterios estético e
histórico, luego fijar esos conocimientos o tradiciones y, finalmente, asegurarse de
legarlas a la memoria colectiva.
Si la producción pictórica y dibujística del retratista mexiquense no fuera
tan abundante (en relación con todo el tiempo dedicado a la pintura),
pensaríamos que escribió por entretenimiento, pero cuando vemos que la mayor
parte de sus escritos son relatos sobre la sociedad de su tiempo en diferentes
lugares y que otra parte corresponde a sus observaciones sobre los avances
artísticos de alumnos y profesores de la Academia de San Carlos, es decir, el
Hasta hace unos 30 años, sus descendientes conservan un baúl con correspondencia y objetos
personales, según testimonio del bicentenario Raúl Arturo Díaz Sánchez de 1997.
10 Prologo de Gutiérrez al vol. I de Impresiones de viajes…, op. cit
11 En términos generales y existiendo traslapes inevitables, se puede considerar que la colección
podría clasificarse en: paisaje natural y urbano=80 piezas (49%); costumbrista y figura humana=49
(divididos en 46 personajes de la vida cotidiana y tres academias que representan 29% del total);
retrato=36 obras (22%)
9
devenir académico y artístico de nuestro país, a uno le resulta extraño que
además, él haya conservado tal cantidad de dibujos y que se trata tan sólo de
una parte de sus registros a lápiz que se han conservado.
Es incuestionable que Gutiérrez deseaba dejar a la posteridad sus
observaciones y descripciones con un amplio sentido de responsabilidad que, al
parecer, nadie le había pedido, ya que los dibujos no fueron conservados por
Gutiérrez para ser vendidos.
Como él no impartió clases en San Carlos y rechazó ofrecimientos de
cátedras en instituciones como el Colegio Nicolaíta de Morelia, es de suponer que
su colección de dibujos no constituiría tampoco su material didáctico, Por otra
parte, no puede considerarse material de trabajo pictórico, puesto que si
sumáramos los dibujos de paisaje y los de escenas costumbristas, serían los
géneros menos desarrollados por Gutiérrez en su producción "profesional" en óleo.
Por el contrario, la figura humana en sus variantes de retrato, temas religiosos y
desnudos ocupan la mayor parte de su obra pictórica, de la que pudo vivir con
cierta holgura y comodidades.
El interés de Felipe Gutiérrez por documentar su época gráfica que
literariamente puede aportar criterios para el análisis de ciertos aspectos
sincréticos, entre el arte europeizante y el costumbrismo mexicano, están
presentes en su labor dibujística. En el proyecto para la Galería Nacional de Bellas
Artes se aclara su vehemencia por documentar y conservar imágenes,
principalmente las referidas a la "actualidad" de su época. Si consideramos el
énfasis que el artista puso en esta temática, entenderemos que no fue gratuito
que él mismo registrara o consignara en sus dibujos esos elementos, que tienen
que ver con los comportamientos sociales, las costumbres -no sólo las populares- e
incluso la vestimenta de las clases medias y altas mexicanas del siglo XIX, desde
un enfoque relativamente artístico; la referencia es sólo a su producción
dibujística y no así a las obras que él pretendía, formaran parte de la mencionada
galería, donde se conservarían piezas acabadas de gran calidad. Este proyecto
difería sustancialmente de lo que hoy entenderíamos como museo tradicional
para la promoción de las obras referentes al contexto nacional y con sentido de
patrocinio oficial, con otra dinámica de funcionamiento.
En el Museo Felipe S. Gutiérrez, la colección de dibujos en referencia se
compone de 186 imágenes.12 De ellas, 161 piezas contienen por una cara y 25
están dibujadas por anverso y reverso. Aproximadamente la mitad de ese total
corresponde a paisajes -naturales en su mayoría, sólo unos cuantos son urbanos-;
un tercio corresponde a grupos de diferentes personas o figura humana en
diversas actitudes, temas o escenarios, pero predominante en su pertenencia al
género costumbrista, según la propia definición del autor.13 Dentro de este
Existen pocos dibujos que están clasificados por el autor como “escenas costumbristas de…” o
“costumbre d…”, “indios” de tal poblado. El resto de los dibujos carecen de clasificaciones como
“paisajes de” o “retrato de”, por lo que de acuerdo con sus propias definiciones, Gutiérrez si precisa
el género de aquellos dibujos.
13 Esta imagen fue publicada en la portada de la Gaceta de Turismo de noviembre de 1974.
12
subtotal, existen personajes notables y amigos de clases media y alta y, por otra
parte, individuos del pueblo que en conjunto reflejan tradiciones, así como los
oficios, los tipos y la vestimenta de la época, que tanto interesaron a Gutiérrez.
Otros 36 dibujos representan estudios para retratos y el resto muestra temas
aislados, como los históricos, entre otros.
Dentro de la colección también existen 14 dibujos acuarelados que, en
forma permanente, se exhiben en las salas del museo Gutiérrez, 107 piezas en
papel –otras cinco se encuentran en el Museo Velasco- y 49 se resguardan en
bodega, junto con dos diplomas presidenciales no cuantificados en las cifras
anteriores, pero que formaron parte del mismo lote que adquirió el gobierno
estatal. Una de las razones por las que se encuentra en bodega esa cantidad de
dibujos es porque los trazos se han desvanecido, son frágiles o resultan de menor
interés que el resto de la colección.
Tres momentos predominan en esta colección: un primer periodo de 1850 a
1854, otro correspondiente a los recorridos por el interior del país de 1862 a 1867 y
otro, que también se presenta en formato diferente, que corresponde a sus
recorridos internacionales de 1868 a 1873 y tal vez, a un breve lapso posterior. Sin
considerar los trabajos mutilados, los formatos en 1972 eran tres: 17 x 21 cm (de 70
fojas), 17 x 27 cm (de 92 fojas) y otro de 30 x 41 cm, que parcialmente
corresponden a los tres periodos mencionados.
De las muchas ausencias en el museo, está la de un dibujo acuarelado que
representa la festividad de los Judas un sábado de gloria, probablemente en
1852, que ya no pertenece a la colección, así como otro dibujo en formato
pequeño, que hasta hace unos años, pertenecía a la colección del Dr. José Luis
Pérez de Salazar, en la ciudad de México. Sin embargo, de 1972 a la fecha deben
ser más los dibujos que se dispersaron, ya que la colección llegó a exhibirse en
lugares tan distantes como Monterrey, Nuevo León, además de que se expuso en
varias ocasiones en el centro del país y en otras tantas se promovió su venta.
El armado de las piezas de este rompecabezas complejo está por
realizarse. Por ahora, sólo una sección de este acervo dibujístico es más
reconocible que el resto. Una de esas partes corresponde a las visitas de Felipe S.
Gutiérrez a Zinacantepec.
Al dejar la colección en cierto desorden, como lo demuestran las
diferencias cronológicas entre anversos y reversos de hasta siete y nueve años, es
probable que Gutiérrez quisiera preservar sus escenas sin orden o numeración
lógica. Al parecer, sólo le interesaba la imagen sin identidades ni huellas. Estos
dibujos, eran pues, las piezas sueltas de un gran rompecabezas que él desdibujó
deliberadamente. Sin embargo, el desorden cronológico en la encuadernación
de la colección no demerita el registro global de la época en el que el autor
eliminó la identidad de la mayoría de los personajes que aparecen en ella, es
decir, desdibujó la historia personal o afectiva contenida dentro de los trazos de
los dibujos para dejar sólo una documentación sin detalles. Al encuadernar los
dibujos en carpeta de piel, sin eliminar bocetos para dejar aquellos dibujos de
mayor calidad, o bien, suprimir elementos que en su opinión demeritaran el
trabajo meramente artístico, el pintor indica que no tenía interés en conservar los
dibujos para su venta, sino como material de museo, como resultado de su
conciencia histórica, o bien, como recuerdos para él y su familia.
Esta colección de dibujos, resulta pues, un curioso antecedente del acervo
del Colegio de Cronistas de la UAEM debida a este peculiar escritor, pintor,
cronista y catedrático institutense; por ello se invita, a partir de este comentario, a
conocer este interesante grupo de dibujos que se encuentra en el Museo Felipe S.
Gutiérrez, junto a óleos importantes que pertenecen a nuestra universidad. No
obstante lo mutilado, los faltantes y la connotación indescifrable del contenido de
muchos de estos maravillosos dibujos, esta crónica visual es única en nuestro
contexto cultural y sin duda, seguirá revalorándose con el paso del tiempo.
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