Viaje al Barroco

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Viaje al Barroco
uis Domenech Girbau
Las notas que siguen son las impresiones de
un viaje realizado al Barroco Alemán. Creo
que su publicación sólo se justifica a modo
de guía para los que deseen visitar una cultura arquitectónica sobre la que existe menos
información que de otras épocas más conocidas de la historia de la arquitectura.
El Barroco Alemán forma parte de esas etapas de gran creación arquitectónica que, con
la del Art Nouveau al frente, han sido objeto
de revisión desde el campo de la arquitectura contemporánea.
La arquitectura moderna. en su doble dimensión crítica y de proyecto, ha ido adquiriendo, en los últimos años, confianza en sí misma a la hora de realizar estos análisis, ya
que sus armas analíticas (estructuralismo,
ciencias antropológicas, etc.1 la salvan, en
principio, de un acercamiento mimético o
contaminador y, en cambio, le permiten un
buceo en profundidad de donde extraer consecuencias en cierto modo aplicables al momento actual.
Lo antedicho habría que matizarlo convenientemente, pero en esta breve introducción
sólo intento señalar que el Barroco Alemán
es una de las etapas arquitectónicas que últimamente han sido examinadas con gran cariño. Es difícil justificar por qué. Quizá porque fue, en su época, una arquitectura muy
mediatizada, como la actual: al papel que
hoy día ejercen el consumo, la publicidad,
la cultura de masas, como elementos que se
interfieren entre el producto arquitectónico
y su usuario, correspondía, en el barroco,
toda la estructura montada para sostener al
Catolicismo tambaleante ante la embestida
del Protestantlsmo.
Había entonces que vender Catolicismo, santos, papas, jaculatorias, como ahora hay que
vender pisos de lujo, Dodges. coca-colas, y,
en esto sí que la coincidencia es sorprendente, no había que reparar en los medios.
Toda la técnica del escenógrafo, del yesero,
del pintor, puesta al servicio de un resultado final.
A partir de aquí, lo único que cuenta es la
potencia creadora, la habilidad sintáctica, los
recursos cromáticos. El Barroco Alemán, en
este aspecto, presenta un altísimo nivel.
Al terminar el viaje uno tiene la sensación,
rara en otros trayectos, pero tan agradable
cuando se produce, de no haberse dejado
cosas por ver. El ambiente barroco, gracias
a la concentración de obras, va empapando
lentamente. La comprensión llega a hacerse
totalizadora. Es un viaje, en suma, muy aagradecido.. Ello se debe, además de la concentración de obras indicada, a que las comunicaciones por carretera sean fáciles y cómodas y a la obligada alternancia entre autopista y carretera local. lo que si por una part e representa ahorro de tiempo, por otra favorece el conocimiento del país, del paisaje,
del clima, y permite al final una síntesis que
ayuda mucho a la comprensión del fenómeno arquitectónico global.
El viaje puede hacerse en unos 10 días. El
marco geogrtífico es espléndido, y a través
de Baviera, Franconia, Baden-Württemberg, se
realiza de una manera suave el traspaso en-,
tre campo y ciudad. La gran ciudad sólo se
intuye en algunos momentos (cercanlas de
FranMurt), e i n c l u s ~Munich parece .anclada
en un tranquilo provincialismo histórico, aun
a despecho del ajetreo y del salto tecnológico que han representado para ella los ÚItimos Juegos Olímpicos.
Es, pues, una ruta ideal para. recorrer en
automóvil, esco lendo ciudades [Munich,
Ulm, Bayreuthl fonde exlsten buenos h o t e
les, como centro de operaclón, desde las que
radialmente se pueden ir realizando las abarrocass excurslones diatjas, para volver a
pernoctar en ellas. Como he dicho antes, estas ciudades son tranquilas y bastante abu-,
rridas. En este sentldo, .es recomendable el
.
viaje en grupo, como fue mi caso, para ocupar mejor las últimas horas del día.
La similitud formal que existe entre muchas
de las obras que se visitan produce una confusión posterior al tratar de distinguirlas
unas de otras, si bien esto no preocupa demasiado, pues aparte de los conocidos aleadersn Neumann, Asam, etc., el barroco alemán es un fenómeno popular, global y en
la lenta sensación de sumergirse en su mundo estriba su mayor encanto.
El ritmo del viaje debe ser pausado, a un
promedio de tres o cuatro horas diarias
como máximo, ritmo, por otra parte, impuesto por la serenidad del paisaje y el ambiente de peregrinación, que necesariamente flota en la mayoría de lugares que se visitan.
Creo que la mejor época para realizar el
viaje es a finales de verano, cuando los
atardeceres en Wies o al borde del Main
en Vierzehnheiligen son inenarrables.
El Barroco Alemán es una de las arquitecturas más agradecidas a la hora del reportaje
gráfico. El predominio del color blanco en
los interiores y la calidad de la luz, casi
siempre indirecta, permiten un alto rendimiento al fotógrafo amateur. si bien a última
hora de la tarde el fotómetro, en los interiores, no da más de sí.
Tanto pequeñas iglesias. como palacios. están abiertos hasta las seis de la tarde. Actualmente se hallan en obras el Castillo de
Bruchsal, con la célebre escalera de Neumann, y el convento de Neresheim, del mismo arquitecto, siendo imposible la visita a
ambas obras.
Del cucú electrónico a las corales de Bach
La ruta barroca empieza al dejar Suiza. y el
traspaso es muy notorio. Abandonamos un
mundo que por conocido y tópico no deja de
sorprender. Es la mezcla extraña de perfección técnica con el populismo rústico y el
guillermotellismo que lo disfraza todo: desde casas y relojes, hasta las personas, en
su atuendo y su comportamiento. Así, al
lado de la última gasolinera suiza vimos un
pequeño parque en donde, con un grafismo
post-bauhausiano, el viajero podía desarrollar
un completo y rápido programa de ejercicios gimnásticos. Eso sí, los instrumentos,
pesas, potros, etc., eran troncos =naturales.
cortados rústicamente y que, una vez utilizados, el usuario colocaba con el mayor esmero en la pila correspondiente. Una vez
m6s hemos pasado por Suiza perplejos de
su civismo, de su planiflcación, de su aburrimiento y, en cierto modo, cerrilismo, de
su escondido y disciplinado espíritu militar
y hormlgueril.
Ya en Suiza la biblioteca de St. Gallen nos
introduce súbitamente en el Barroco: en un
aséptico monasterio, en un piso cualquiera,
sin ninguna repercusión exterior que varíe
el monótono ritmo de las ventanas, existe
una de las mejores bibliotecas barrocas. En
ella se plantea y resuelve totalmente el problema del Barroco: la creacldn de una atmósfera total, de irreal evocación, en la que
los medios constructivos, el programa funcional, todo está sujeto a este resultado final
basado en la sugerencia. Escultura y arquitectura se funden, muebles y paredes son un
todo, techos planos se transforman mediante
sutiles efectos pictóricos en bóvedas de gran
profundidad espacial. La ilusión, el relativismo, son los conceptos arquitectónicos predominantes.
En la primera parte del viaje, esta atmósfera
irreal esta teñida de un encantador esplritu
popular. Los colores rojo y verde. claro de
las iglesias de Bertoldshofen, Rottenbuch,
Oberammergau, etc., sus coros con celosías
recortadas, las Inocentes representaciones
escultóricas confundidas entre los exvotos
de la última guerra, todo tiene un único ori-
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El primer día, de carácter tan bucólico, lo
finalizamos en Wies, obra de Dominikus Zimmermann y en cuya ejecución empleó los
últimos años de su vida, viviendo en un pabellón contiauo
. a la construcción.
El emplazamiento de la iglesia, en el fondo
de un valle, es perfecto. Su cubierta de pizarra mezcla su perfil con las cárdenas montañas del fondo y sobre estos tonos oscuros
emerge la fachada lateral en colores crema,
con referencias sutiles a órdenes clásicos;
leves ondulaciones resaltan su carácter plano y unas ventanas de elegantísimo diseño
se dibujan sobre ellas. Zimmermann es el
más refinado de los arquitectos barrocos y
su arquitectura es intimista. cálida, en tono
menor.
En Munich, la primera obra a visitar. por estar situada en el mismo centro, es la iglesia de San Juan Nepomuceno, obra de los
hermanos Asam. Los Asam, más que arquitectos, son escultores y escenógrafos. Traspuesto el pórtico de entrada en el que se
advierte relación con Bernini, el espectador
debe abandonar su condición de tal, y convertirse en participante de una gran representación teatral. El escenario lo invade todo.
Las imágenes de Cristo, la Trinidad, etc., flotan a distintas alturas iluminadas por luces
de origen oculto.
La nave es estrechísima y a media altura
circula una balaustrada que con sutilísimas
inflexiones curvas lucha por ensanchar el
espacio. El baldaquino se dispara a toda altura y su fuga es continuada en la pintura
de la bóveda. Todo está destinado a producir una im~resiónsobre los fieles: la del
Poder y la ' ~ l o r i ade lo Divino.
El impacto recibido es enorme. En su pequeñez, esta iglesia es uno de los interiores
más impresionantes que recuerdo. Pienso, al
margen, que los recuerdos más impresionantes en los viajes arquitectónicos, suelen proceder de interiores reducidos.
Recuerdos tormentosos
Por la noche acudimos a la célebre cervecería. Las caras congestionadas, los himnos y
los gritos continúan siendo los mismos. Una
de las figuras de este museo viviente nos
habla de Orden, de Autoridad, de Disciplina.
Intermedio Rococó
El Amalienburg es un palacete Rococó en el
parque de Nymphenburg. En él las avenidas
con setos y árboles definen una estructura
y, en los fondos, de perspectiva, como esculturas, están los pabellones. Amalienburg
posee una escala doméstica muy agradable,
pese a su adscripción al modelo de VersaIles. En los dos extremos de sus alas, las
dependencias para perros de caza y para cocinas suponen una sorpresa: lo popular y
lo rústico elevado a una categoría de diseño
excepcional, insólita. En el centro, los tópicos salones empalmados en serie, la fuga
de puertas, lámparas y espejos, posee una
calidad fuera de lo común. En estos salones
vemos, por primera vez, el uso de espejos
en sustitución de los cristales de falsas ventanas. El despiece de estos espejos produce
un efecto caleidoscópico de gran importancia en la percepción espacial de estos interiores.
Nuestro acercamiento al mundo Rococó se
completa con la visita al museo de carrua-
,
jes: el poder de sugerencia de éstos es
grande, y se nos aparecen sin ninguna dificultad los grandes príncipes y electores en
carrozas de ceremonias, o el joven hereen el elegante coche negro, de finas y
eadas ballestas y delgados ribetes doracapota de hule, en su equivalencia al
ton Martina o al =Lotus. de hoy. Al final
de la sala está un trineo lujoso con unos
zuecos fijos, forrados de pieles para alojar
los pies. Un mascarón representando una sirena, todo dorado, emerge del asiento y
sosteniendo un farol avanza hacia el misterioso camino.
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r*.
Los grandes ríos europeos son el elemento
que da cierto carácter común a países bien
distintos. Al Rhin, Danubio, Main, uno se los
va encontrando en todas partes. Antes de
llegar al Danubio, donde visitaremos Ingolstadt y Weltenburg, pasamos por el palacio
de Schleissheim, en donde encontramos la
primera de la larga serie de escalinatas, las
cuales constituyen un característico elemento tipológico barroco.
Las escaleras barrocas, generalmente del
tipo imperial, son importantes como monumentos, en sí mismas, ya que, en la mayoría de los casos, es posible la contemplación de su alzado lateral. Pero además la escalera imperial es el elemento que introducido en el espacio barroco hace a éste dinámico, a medida que uno varía el sentido
de marcha o cambia de nivel, en una dilatación espacial cuyos confines ya no están en
la arquitectura, sino en los celajes pintados
de las bóvedas.
Una vez ascendida la gran escalera de
Schleissheim, la entrada al gran sa16n es impresionante. Por encima del dintel de la puerta y como rehundida en el muro, existe una
de las mayores telas pintadas que conozco.
La duplicidad entre lo que se ve a través de
la puerta real y lo representado en el cuadro
es inquietante, y más cuando el interior del
salón es de una gran estaticidad, con sus
ventanas reales simétricas a falsas ventanas
con espejos. El salón es actualmente empleado como sala de conciertos.
Cruzamos Ingolstadt, con un gran ejemplo
de iglesia-salón: han desaparecido las naves,
el techo es completamente plano, ganando
superficie para el gran mural que lo recubre.
El coro es el Único elemento volumétrico
contundente, que al estar tratado con los
mismos materiales y colores que el resto de
las superficies planas cobra un valor ambiguo.
Borromini de lejos
Seguimos el Danubio. Casi siempre la situación de los monasterios o abadías, junto al
río, viene precedida por el efecto sorpresa
de doblar un recodo y forzar la curva por la
preponderancia de un acantilado. Sobre uno
de éstos se alza Weltenburg. Su apariencia
no es muy espectacular y su posible calidad arquitectónica queda bastante oculta por
la infinidad de puestos de medallas, exvotos,
souvenirs, que nos recuerdan otros monasterios de nuestro país.
El interior de Weltenburg, obra de los Asam,
constituye una versión local de la planta
centrada berniniana o borrominiana. Solamente en el altar se destapa la escenografía germánica y el típico haz de luz de fuente oculta Ilumina enfáticamente una imagen
de San Jorge.
La referencia al Barroco romano nos hace reflexionar sobre la diferencia fundamental entre éste y el alemán: la lntroducci6n del color blanco en los interiores. Hecho lmportantísimo para la valoración del contraluz,
La Biblioteca de St. Gallen.
lglesla en Wies. de Domlnikus Zimmermann.
iglesia de San Juan Nepomuceno, obra da los harmanos Asam.
para la diferenciación de planos, para una
clara definición espacial. La sensibilidad de
la arquitectura actual, post-racionalista, creo
que se halla muy próxima a este descubrimiento.
En la pequeña iglesia de María Steinbach
las referencias a Borromini vuelven a presentarse: la fachada de la capilla presenta
un juego de cornisas curvas, de capiteles deformados en planta y alzado, cuya única diferencia con Sant'Agnese es este indefinible
sobredimensionado rural y el gopular cromatismo que lo envuelve. .,,
Los pájaros de Steinhausen
Cerca de María Steinbach está ~ttobeuren,
cuya iglesia, a manera de gran basílica, colocada en una plataforma elevada sobre el
pueblo, tiene aspecto de iglesia meridional.
napolitana o española. Sin embargo, en su
interior recobramos la atmósfera del aHochbarock*, sus yeserías blancas, sus estucos
imitando mármol ( j o son mármol auténtico?].
A ambos lados del presbiterio, limitando el
espacio entre éste y el deambulatorio, hay
dos órganos labrados en madera, compuestos en una volumetría vertical contundente,
rematada con los tubos de plata correspondientes, y con entrepaños de una delicada
escultura policroma. Mientras escuchamos
las notas que se desgranan del órgano, en
una estructura perfectamente fugada, esca.
lonada, una nota persiguiendo a otra, penetramos otra vez en el gran descubrimiento barroco: la relatividad. *El espacio no es
nada sin los cuerpos., decía Leibniz.
Vistos desde el interior, los ventanales bajo
la gran cúpula de Ottobeuren son verdaderos huecos labrados en la pared, pero a través de cada uno de ellos divisamos otro
ventanal pintado en el plafón de fondo, s61o
que ligeramente desplazado. El punto de vista ideal, pues, para admirar este paisaje arquitectónico es múltiple, dinámico, contradictorio.
La práctica de unos cuantos días de viajar
por esta ruta apartada de las grandes ciudades, nos hace apreciar las pequeñas fondas
alemanas, donde aún no han aparecido la
fórmica ni las patas inclinadas de hierro y
donde, en la atmósfera oscura de madera y
uretonas, podemos tomar deliciosas sopas
y monumentales platos de achoucroutes y
salchichas Imposibles de digerlr sin la Jarra
de cerveza. Prohibido tomar café.
Steinhausen, obra de Zimmermann, es anterior a Wies y, sln tener el encanto melancólico de aquélla, posee una madurez equilibrada. La planta oval origina un gran espacio unitario, el cual, partiendo de centros
elípticos, por lo tanto ambiguos, inicia una
interminable fuga hasta el infinito. A este
respecto la doble hilera de pilastras, utilizada comúnmente en el Barroco, para cerrar
perimetralmente el espaclg, es de una gran
efectividad: las sutiles superposiciones de
los fustes estriados en mil tonalidades de
blanco impiden toda determinacidn de la pared final.
En la bóveda, la fuga es prodigiosa graclas
a la continuidad entre el remate de los arcos y una balaustrada pintada, que funciona
como primer término de frondosas avenidas
y fuentes pintadas en aquélla.
con
En alguna parte de esta balaustrada pintada
'Om0
abanaparece de repente un
donado al azar, de inquietante Presencia:
unas esculturas de pajar0 plcoteando a otro*
o de escarabajo libando una flor, lascuales#
al ser descubiertas en su Increíble realismol
que H1tchcOck hubis
producen un
ra
para
el
de
una secuencia clnematogr6flca.
En Wolfegg la lglesla es pequeíía. Lo m6s
sobresaliente es el juego magistral de curvas superpuestas a distintos nlveles en la
parte aei coro y -en la entrega de éste contra las paredes laterales de la iglesia.
Llegamos a la parte más occidental del área
del Barroco: Zwiefalten, obra de Fischer. Sin
llegar a la maestría de Neumann o Zimmermann, las obras de Fischer producen una
sensación de potencia, con merma de la sutileza que caracteriza a los anteriormente
nombrados. En Zwiefalten hay que admirar
la efectividad de los enormes capiteles que
rematan los pares de columnas y que son
la pantalla sutil de reflexión de la típica luz
de foco desconocido; por debajo de aquéllos, la barandilla de la galería se adelanta
en doble curvatura hacia la nave provocando
sinuosidad del espacio, la cual será conti''13~ada
luego en las líneas maestras de comWsición de la pintura de la bóveda.
Otra jornada de peregrinación nos remacha
unas características del Barroco, que a medida que transcurre el viaje vemos ejemplificadas con mayor maestría: la función de la
doble pared interior como expansión del espacio, la utilización de los frescos pintados
para ahoradar. las bóvedas y dejar otra vez,
cómo no, que el espacio fluya en la interminable fuga de objetos. Es un sueño de
imágenes policromas, una atmósfera repleta
de aorganismos pulsantes~.como decía Guarino Guarini al interpretar matemáticamente
su visión del espacio arquitectónico. En mi
sueño particular permanecen también. cual
extraño retoque final, los pájaros de Steinhausen.
Ulm
Al llegar a Ulm, recobramos un paisaje urbano que hacía días no veíamos: el de la
trada por los bombarciudad alemana des
deos, con su catedra, gótica milagrosamente
en pie y pésimamente reconstruida. Esta
imagen tópica acompañada siempre del fondo de las anodinas construcciones amodernasa de los años cincuenta, no tiene nada
que ver con el último rincón de Ulm que se
ha conservado en su primitiva esencia. La
orilla del Danubio, con sus callejuelas sinuosas, en donde encontramos precedentes de
lo que nos admira en Neumann y los Asam:
la fusión entre arquitectura y pintura, la confusión entre imagen y realidad. Hay un grupo de casas en las que es imposible distinguir entre ventanas verdaderas y falsas. En
este gigantesco atrompe I'czil., las escenas
costumbristas y religiosas, las parejas de
enamorados que parecen buscar la sombra
que les proporciona una cortina magistralmente pintada, los perros y gatos dibujados
en actitud de saltar a la calle, todo es un
admirable juego de engaño.
A pocos kilómetros de Ulm esta Wiblingen,
antiguo monasterio convertido en universidad. Tras la eficiente muralla de laboratorios
y aulas de un diseño amade in Maldonados,
se encuentra la biblioteca barroca, cuya calidad ambiental llega a superar a la de Saint
Gallen. El dinamismo espacial es considerable, provocado sobre todo por la curvilínea
galería y por el efecto de superposición en
movimiento que producen una serle de esculturas de color blanco, de tamaño natural,
diseminadas por la sala, proyect6ndose sobre
los increíbles tonos verdes Y- rojizos
de la
biblioteca.
Breve paso por Günzburg: Zimmermann agota lasúltimas posibilidades del interiorismo
barroco, elcoro se curva y se pliega en yesos color rosa y dorado, englobando todos
10s elementos
arquitectónicos y diluyéndose
en tenues celosías que servfan para oc"]tar
a 10s poderosos electores cuando acudían a
siempre del puelosoficios divinos,
blo. Es casi imposible no recoger la sugerencia e imaginarse las corales desgranadas
lentamente por los rústicos labriegos, utlllzando una mezcla de simbolos místicos y
de ingenuas referencias a la tierra, a la Iluvia y a los cultivos.
I
1
.
Los grandes monumentos del Valle del Main
Dejamos el valle del Danubio y nos encaminamos hacia el norte, hacia el valle del
Main. Allí encontraremos cuatro obras de
gran envergadura: Würzburg, Pommersfelden,
Banz y Vierzehnheiligen.
Würzburg es la obra cumbre de Neumann,
en la que su mecenas Schonborn le concede
plena libertad de acción. El, en contrapartida. se ve obligado a responder a esta confianza y a demostrar que los años de estudios que le han pagado en París no han sido
en vano. Neumann representa el punto álgido de la arquitectura barroca alemana, recogiendo por una parte la tradición espontánea
del cromatismo y de la escenografía del Barroco primitivo (la llamada escuela del Vorarlberg] y fundiéndolo, por otra parte, con
las influencias recibidas en París, en cuanto
a claridad compositiva, a utilización de órdenes arquitectónicos, y a un uso caso exhaustivo de las relaciones sintácticas. El
conjunto de Würzburg puede visitarse por
partes: el exterior y los jardines, la iglesia
y el interior del palacio con la célebre escalera y las pinturas de Tiepolo.
El palacio, externamente, es notable por su
emplazamiento respecto al parque que lo rodea, con el clásico juego barroco de perspectivas, ejes radiales, plazas, jardines con
setos recortados en formas arquitectónicas,
formando pérgolas, arcos, etc.
La iglesia está encerrada en el ala lateral
del palacio, de forma que su estructura interior, complejísima, no se manifiesta en fachada, sino que a través de las ventanas de
ésta aparece el sistema de bambalinas, andamios, etc. que sostiene la estructura interior que creó Neumann.
El espacio interior de la iglesia está definido
fundamentalmente por una potente cornisa
curva que la recorre a media altura, distinguiéndose incluso cromáticamente del resto
de elementos. lo cual acentúa la impresión
de estar flotando en el espacio. Pilares y dinteles forman detrás de esta cornisa un complejo entretejido, en el que hay más de razonamiento intelectual que de emoción.
En la escalera imperial de Würzburg, el impacto inicial es de índole espacial: la escalera surge del suelo apoyándose en los pilares del inmenso bosque del hall, de forma
que, a poco de su recorrido, es posible pasar por debajo de ella. El alzado lateral de
este primer tramo es de gran habilidad de
diseño pues resuelve el difícil problema de
cortar pilares a distintas alturas mediante
un plano Inclinado.
La ascensión por la escalera es obllgadamente pausada gracias a la desproporción
entre huella y contrahuella. A los pocos peldaños el espacio se va abriendo paulatinamente. Una vez más, el monocromatismo
típico del Barroco Alemán, en este caso un
color gris blanco, matiza el efecto de superposición de un plano de balaustrada sobre
otro. El cambio de dirección en el rellano
significa la inmersión en el ambiente de las
pinturas de Tiepolo. Nunca con mayor propiedad se podría hablar de integraclón de arquitectura, pintura y escultura: desde los
tramos inferiores de la escalera el trozo visible de techo pintado sólo es un fondo, una
lejana bóveda celeste, pero una vez en el
rellano superior este firmamento corresponde a las, ahora ya visibles, escenas que se
producen a lo largo de la entrega de la bóveda con la cornisa de la pared. Ahora es
cuando podemos contemplar la genial teoría
compositiva de Tiepolo, cuando tras sus flguras y nubes aparecen insinuadas agreslvas
diagonales, fugas que culminan en focos solares que asimismo irradian rayos de luz
transparente. La dinhmlca de la composlclón
se complementa con un cromatismo genlal:
hay una extraña dialdctica entre reallsmo
crornátlco y tonalidad dominante Impuesta
subjetivamente por el pintor, a la manera
de los films de los grandes directores americanos donde, por encima de los colores de
las cosas, existe el color de la película. El
borde entre cornisa y bóveda es un .tour de
forcem para despistar al espectador: las ropas, los animales, pasan de ser pintados a
esculpidos y flotando en el aire se superponen al orden arquitectónico de la pared. El
propio Neumann, pintado por Tiepolo en un
testero de la composición, contempla impávido la escena apoyado en un perro dogo
alemán.
El viaje a Pommersfelden es plácido, entre
campos de trigo y grandes plantaciones de
lúpulo. El palacio, en su exterior, tras su aspecto imponente tiene un amable carácter
rural. Sobre todo, es notable el espacio situado entre el palacio propiamente dicho y
el pabellón de caballerizas, opuesto a aquél.
del más puro estilo barroco, sinuoso, en el
que, tras la fachada laminar rematada por
una elegante balaustrada, se agolpan los primarios volúmenes que alojaban las cuadras.
A la caída de la tarde, cuando ya refresca,
aparecen por los caminos rebaños de vacas
que obligan a los vehículos a adaptarse a
su paso.
Banz y Vlerzehnheiligen
Estas dos obras están una frente a la otra,
discurriendo el río Main entre medio.
Banz posee una silueta impresionante, con
macizas construcciones y grandes faldones
de cubierta rodeando la torre de la iglesia.
Una vez traspuesta la entrada, ante el patio
de honor, se alza una de las escaleras exteriores más sutiles de imaginar. con dos brazos simétricos curvos que van subiendo alargándose en suaves rellanos, creando secuencias donde siempre aparecen, como término
de referencia visual, los remates gigantescos en forma de piña de la balaustrada.
Al contrario de Banz, el exterior de Vierzehnheiligen es más vulgar, con una entrada disimulada en la fachada lateral. Por ello. es
aún mayor el contraste con el interior, en
el que son muchas las cosas a admirar: la
inte¡igente destrucción de la planta basilical
convirtiendo el esoacio alaraado en esoacio
centrado, mediante la creacyón de una' nueva estructura interior de pilares y bóvedas
ovaladas; el tratamiento funcional de la decoración, vertida hacia el altar central de los
-Catorce Santos., de tal modo que el espacio intermedio entre el muro exterior y la
estructura interior de pilares es de un blanco desnudo y arlstado; el uso que desde
cualquier punto de observación se hace del
altar central como -primer t6rmlnon. destacando siempre su agudo y escultórlco perfil
sobre los fondos más arquitectónicos; el cromatismo suave de blancos, verde pastel y
amarillo, colores estos últimos increíbles, no
repetidos hasta la aparición de la pastelerla
de dulces baratos americanos.
Bayreuth antes de Wagner
Son dos jornadas densas las de estas cuatro Iglesias y palacios. Al flnal de ellas el
descanso en Bayreuth se hace necesarlo y
agradable. Esta ciudad se ha puesto toda
ella al servicio del que acude a oír a Wagner. Por ello no es difícil encontrar antiguas
mansiones cerca de la ciudad convertidas en
hoteles, y en éstos perdura aún un trato entre exquisito y anacrónico, como consecuencia tanto del nivel social y cultural del cllente como de la extraña categoria del personal
de servicio: nunca en m1 vida habla presenciado una actuación de mayordomo, al mlsmo tlempo tan servicial y tan dl~na.
Los cuartos de baño son las plezas más cu.
rlosas de estos hoteles: en unas estanclas
de más de 20 m2 se yuxtaponen una serle de
aparatos que cumplen funclones lnlma Ina.
bles en nuestra slmpllflcada vida actuaf
interior de la oscura .Gran Sinagoga. el hi
con el pasado vuelve a recogerse y en. -.
cementerio judío las lajas de piedra brillando
al sol despiden el mismo lamento, el mismo
terror, que los ojos de Kafka.
Las callejuelas del centro de Praga, las de
los anticuarios, galerías de arte, conducen
todas a la gran plaza de la ciudad vieja. Esta
tiene forma muy irregular: en su extremo
Oeste existe una terraza-bar al aire libre
desde donde se asiste al toque de horas del
gigantesco reloj medieval con s u despliegue
de figuras en movimiento, y desde donde se
divisa uno de los alzados más perfectos de
la plaza: la antigua iglesia de la Virgen de
Tyn y las casas medievales del lado este.
A la caída del sol, conforme se atraviesa la
plaza y ésta va abriéndose por su parte norte, refulgen los cristales de las buhardillas
que coronan los edificios y a contraluz el gigantesco monumento dedicado a Juan de
Huss adquiere una majestuosa silueta oscura.
Por la noche la vida de la ciudad decae, desaparecen las colas y los tranvías, y como
si se quisiera continuar con la tradición consoiradora. los ióvenes de Praaa
" - acuden a
-. lu~Qares secreto; de diversión donde los extr;
jeros son introducidos tras prglijo examen ,
~ u e d e nbailar con las últimas anovedades.
de los Beattles. En uno de estos lugares, situado en un patio, al aire libre, de un grupo
de antiguas casas, la animación es enorme.
Numerosas hileras de bancos reúnen alrededor de jarras de cerveza una variedad de gent e que grita y discute. En el rincón oscuro
del patio, entre los árboles se puede distinguir claramente una forma pétrea que emerge de un alero: es el Golem, el monstruo
legendario.
Bayreuth posee un teatro barroco íntimo por
sus dimensiones, en el que se representaba
ópera en el escenario, o bien bailes u otros
espectáculos en la platea. Su interior, en dorados y azules, es un inmenso mueble en el
que uno se imagina, colocadas en impecable
orden, las figuras de nobles, damas y lacayos sosteniendo los candelabros que iluminaban la escena
El triunfo de la geometría: Kappel
A medida que desde Bayreuth la carretera se
va acercando a la frontera checoslovaca, el
paisaje pierde el carácter de campo civilizado que tenía. La ruta se ondula en suaves
pendientes y desde lejos aparece la inconfundible silueta de Kappel, que recuerda la
de una iglesia eslava. Lo más sorprendente
de ella es que la radicalidad de la planta, en
su esquema triangular. no se traduce en un
exterior primario y mecanicista, sino que
éste cobra una gran complejidad desde los
distintos puntos de observación, que son muchos, ya que la iglesia se yergue solitaria
tre inmensos campos de cereales.
- -
Evocación de Praga
Todo viaje al Barroco centroeuropeo debería
pasar por cualquiera de las dos ciudades clave, Viena y Praga, en donde el estilo, además
de manifestarse en obras arquitectónicas
concretas, se palpa en su sentido más urbano. más ambiental. Este fuerte contenido,
quizá más ambiguo en Praga que en Viena.
donde son más expresivos los aspectos de
trazado barroco, hace posible una rápida lectura de la ciudad a nivel de evocación, mucho más adecuado en este artículo que el
descriptivo, y que merecería por SU extensión todo un artículo aparte.
Praga tiene una geografía definida por la cornisa, en la que se alza el castillo
Hradcany,
y por el río Moldava, que articula los distintos barrios y que con sus puentes y accesos
a las antiguas puertas de muralla provoca
una incidencia monumental considerable en
un tejido bastante continuo. Dado que la Ilegada desde Occidente se produce casi siempre por la parte superior de esta cornisa, la
vista insospechada sobre la ciudad es de una
emoción indefinible. La bruma no logra ocultar los campanarios negros- de grandes cúpulas y pináculos. Todos los recuerdos que
uno relaciona con Praga acuden a la mente.
La ciudad está tan absorta, tan cerrada en
sí misma. aue uno cree trasDoner la historia
y entrever'a Tycho Brahe en sus primeras
elucubraciones espaciales. Pero más que imaginarse a los grandes filósofos, a los músicos, uno cree entender desde estas alturas,
o más tarde en las callejuelas, un mundo
más amplio: el de la ciudad de los oficios
(buhoneros, prestamistas, hojalateros, funámbulosl. Una ciudad llena de vidas anónimas,
con un leve dejo de tristeza y temor: temor
a los vivos v muertos.. a los turcos.
- - - - - al---- . Goiem, a los sóldados d e Wallenstein, que despues de sus victorias contra los protestantes
paseaban sus orgullosos uniformes por el barrio frívolo de Mal6 Strana. Praga era la ciu.
dad de los mensajes misteriosos, la ciudad
de los susurros. amorosos o de coniura.
siempre sobrevol~dos.sobre todo 10s primeros. ~ o un
r miedo a una fuerza su~erior.
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Una vez se ha descendido del Hradcany y
se recobra la conciencia de la actual condición de la ciudad, Praga se convierte en algo
que trunca toda posible evocación y hace difícil el retorno al pasado. S610 la inmensa
calidad de ciertos trozos de ciudad permiten
una reconstrucción fiel.
Del barrlo judio no quedan apenas vestlgios,
y las pocas slnagogas son obleto de una explotación turfstlca anacrónlca por parte de
sefioras ochentonas. De todas formas, en el
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Recuperación del Sur
*
@esde Praga. el punto más lejano de nuestro viaje, iniciamos el regreso al Sur no sin
Pasar antes Por la ruta de 10s monasterios
austriacos a orillas del Danubio, en la ruta
de Viena a Salzburg. De éstos, visitamos dos
con características bien distintas: Melk, monasterio situado en 10 alto de una Pequeña
ciudad a modo de recinto amurallado y cuya
planta de forma alargada cuelga una de sus
Puntas sobre el acantilado que mira al Danubio. En este punto existe la célebre .Serliana., Único momento en que se rompe la
muralla del monasterio Para poder contemplar el Paisaje- El resto del conjunto es macizo, pesado, con un cierto resabio escurialense. En contraste con Melk, St. Florian,
sobre todo en su patio interior, recobra la
ligereza meridional y un cromatismo casi veneciano. De este patio con su recortado jardín de oscuros cipreses y con sus bellísimos
palacios de enormes ventanales que lo circundan, sobresale la escalera principal que
conduce a la biblioteca. Inscrita en la fachada de colores ocre y blanco, los tramos inclinados y sus balaustradas introducen un
sutil calado superficial detrás del cual se repite una vez m6s el espectáculo espacial de
las obras barrocas: cuando tras la subida de
los dos primeros tramos se llega al rellano
final, retrasado del plano de fachada, el calado de ésta, a contraluz, es un diafragma
delicado a través del cual retornamos al patio. La quietud de éste, como la de tantas
tardes de nuestro viaje, permanecerá largo
tiempo en nuestro recuerdo.
L. D. G.
1:
La iglesia de Vierzehnheiiigen.
iglesia de Kappel: planta triangular.
El monasterio de Melk.
El monasterio de St. Florian.
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