Tomo 17- Folio 217- Resolución 239 - Poder Judicial de la Provincia

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SALA CIVIL PRIMERA
Resolución N°: 239
Folio: 217
Tomo: 17
En la ciudad de Santa Fe, a los
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días del mes de Octubre del año dos mil quince, se
reunió en Acuerdo Ordinario la Sala Primera de la Cámara de Apelación en lo Civil y
Comercial de Santa Fe, integrada por los Dres. Aidilio G. Fabiano, Abraham L. Vargas y
Norah S. Echarte, para resolver el recurso de apelación deducido por el actor (v. fs. 279),
contra la sentencia de fecha 13.09.2013 (v. fs. 275/278 vto.), dictada por el titular del
Juzgado de Primera Instancia de Distrito en lo Civil y Comercial de la 11ma. Nominación
de esta ciudad, en los autos caratulados “MICHELLI, JUAN RAMON C/ SANCOR
COOP. DE SEG. LTDA. S/ ORDINARIO” (Expte. Sala I N° 13 – Año 2014),
concedido, libremente y con efecto suspensivo, a fs. 282. Acto seguido el Tribunal
estableció el orden de votación conforme con el estudio de los autos -Dres. Fabiano, Vargas
y Echarte- y se planteó para resolver las siguientes cuestiones:
1era.: ¿Es ella justa?
2da.: En su caso, ¿qué pronunciamiento corresponde dictarse?
Determinado el orden de votación en cuya virtud éstos pasan a estudio, a la primera
cuestión, el Dr. Fabiano dijo:
1. Antecedentes
Por sentencia de fecha 13.09.2013 (v. fs. 275/278 vto.), el A quo resolvió rechazar la
demanda, con costas a la actora. Para así decidir, consideró que se había acreditado en la
causa que la señora Broin era diabética, cuando menos, desde el año 1993; que lo era al
momento de la contratación; que ésa fue la causa de su muerte, lo que determina la
preexistencia de la enfermedad, y que ello no fue declarado ante la aseguradora al momento
de contratar -sin entrar a juzgar la buena o mala fe con que lo haya hecho-, todas cuestiones
que justifican adoptar la decisión de desestimar el reclamo pretendido.
Contra dicho pronunciamiento, se alza el apoderado del actor a fs. 279, deduciendo
recurso de apelación, el que es concedido, libremente y con efecto suspensivo, a fs. 282.
2. Agravios
Radicados los autos en esta sede, se le corre traslado al apelante (v. fs. 290), quien
levanta dicha carga procesal a fs. 292/295 vto., a cuyos términos me remito, brevitatis
causae.
3. Contestación de agravios
Corrido el traslado pertinente para contestar los agravios expresados, la contraria lo
hace mediante libelo que corre glosado a fs. 298/299 vto., quedando los presentes en estado
de ser resueltos.
4. Análisis
4.1. Sobre el deber de buena fe y la obligación de informar
La buena fe es factor primordial en la relación de asegurador y asegurado. Si bien
dicho principio gravita sobre todo el campo de los negocios jurídicos, respecto del seguro
tiene preeminencia traducida en el recordado aforismo "uberrimae bona fidei".
En este campo, la exigencia de la buena fe se manifiesta de manera extrema y hasta
desconocida en los demás contratos, ya que se expresa de modo dominante en el llamado
“período pre-contractual” cuando el asegurado todavía no lo es. No se trata de una
obligación nacida de contrato que no existe todavía; es, más bien, una carga legal del
asegurado y, como tal, no genera a favor del asegurador prestación susceptible de ejecución
forzada. La ley establece con precisión el efecto de su incumplimiento: la nulidad "ex tunc"
de la relación contractual.
Tal obligación de informar tiene por objeto que se el asegurando transmita a su cocontratante (asegurador) lo que sabe y, a su vez, formule las aclaraciones que sean menester
para evitar un consentimiento viciado y la consecuente nulidad del contrato (v. Stiglitz,
Rubén, Temas relativos al contrato de seguros, LL, 29.08.2011, p. 1; LL 2011-E-755).
En definitiva, el dolo o error en la inejecución de la obligación de informar
constituyen vicios de la voluntad contractual, en los términos de los arts. 926 –error
inducido por culpa- y 931 –dolo- del Código Civil.
En tal sentido, “el asegurador debe conocer todas las circunstancias que influyen en
la apreciación del riesgo” … “y esa información debe ser muy amplia y comprender las
circunstancias accesorias que influyan en la justa apreciación del riesgo” (v. CNCiv., Sala
C, 25.06.2007, “Silva c/ Ibáñez”, RCyS, 2008-584).
4.2. La reticencia y el seguro de vida
El art. 5 de la Ley Nro. 17.418 sigue el criterio más severo, al considerar causa de
nulidad del contrato la reticencia -aún de buena fe-, recogiendo en ese precepto el supuesto
del puro error consistente en la desarmonía entre la situación real de riesgo y la situación
aparente deducida de la declaración del asegurado, aunque éste no hubiese incurrido en
culpa ni mala fe.
En tal sentido, la declaración del asegurado es reticente cuando la circunstancia
influyente sobre el riesgo es "omitida", "declarada de forma incompleta" o “de manera
confusa”, siendo falsa cuando la circunstancia es declarada de un modo que no corresponde
a la realidad (v. CNCom, Sala A, 13.05.2008, "Farchi c/ HSBC La Buenos Aires"; ídem,
14.08.2007, “Córdoba, Silvia Alicia y otros c/ Nación Seguros de Vida S.A."; ídem,
31.08.2006, "Farías, Mauro Leonardo c/ Caja de Seguros S. A."; Sala B, 30.06.1988,
"Sucesión de Jorge Risso Patron c/ Círculo Cerrado S. A.", entre otros).
Es que “[l]a imposibilidad que, en principio, tiene el asegurador de conocer la
existencia de circunstancias influyentes en las apreciaciones del riesgo, hace que deba
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confiar en las declaraciones del asegurable o asegurando. Pero la confianza depositada en la
declaración veraz del asegurando puede ser quebrantada. La infracción a la expectativa del
asegurador abre un capítulo a la reticencia y a la falsa declaración, que como institutos que
vician la voluntad del asegurador, pueden llegar a alcanzar los mismos efectos, aunque
conceptualmente se diferencien. En la reticencia, el asegurando silencia la verdad,
omitiendo circunstancias relevantes. En cambio, la falsedad en la manifestación implica
una declaración distinta de la realidad. Acontece que la información, reticente o falsa,
suministrada por el asegurado con abstracción de la mala o buena fe con que haya sido
emitida, vicia el consentimiento del asegurador, quien al aceptar la propuesta, motiva que
quede perfeccionado un contrato sobre un riesgo -materia u objeto- distinto del verdadero.
Es que cuando la información es reticente o falsa, la descripción realizada por el
asegurando es desnaturalizada, deformada, con abstracción de la buena o mala fe con que
se haya obrado. Es indiferente que la información silencie total o parcialmente las
circunstancias o las enuncie erróneamente o hasta ambiguamente. La importancia de la
cuestión reside en la circunstancia de que el contrato de seguro habrá de formarse sobre la
base de una propuesta del asegurando integrada, además, por ser declaración (información)
del estado de riesgo. De allí que quepa afirmar que la reticencia es un capítulo
inescindiblemente vinculado a la información suministrada por el asegurando al tiempo del
perfeccionamiento del contrato, lo que significa que carece de aplicación a las
circunstancias sobrevininentes” (v. Cám. Apel Civ. y Com., Santiago el Estero, 04.08.2003,
“Silva, Edgardo R. c/ Caruso Compañía Argentina de Seguros s/ Cumplimiento de
Contrato”, Id Infojus: FA03220226).
Al decir de Stiglitz, “la reticencia o falsa declaración (relevante) importa una
alteración del riesgo, o sea del objeto o materia sobre la que se contrata y,
consiguientemente, se modifica el premio por la contraprestación prometida por el
asegurador, el que técnicamente ha sido calculado en consideración al riesgo declarado” (v.
Stiglitz, Rubén, ob. cit., p. 11).
Resulta evidente, entonces, que debe mediar una adecuada relación de causalidad
entre los antecedentes omitidos o falsamente declarados y el riesgo realizado para tornar
operable el art. 5 de la Ley de Seguros; de lo contrario, dicho precepto resulta inaplicable.
4.2.1. La relevancia de lo señalado radica en que si el asegurador es informado sin
reticencia o falsedad, ve abierta su posibilidad de elegir libremente entre no contratar o
hacerlo sobre la base de otros contenidos contractuales. De ello se desprende la vital
importancia de que el asegurado ponga en conocimiento del asegurador, sin reservas, todas
las circunstancias que puedan influir en la apreciación del riesgo en cuestión (v., en este
sentido, CNCom, Sala C, 30.03.2007, "Salas, María de Carmen c/ Caja de Seguros S. A.";
19.03.2011, “Boggio, Maximiliano c/ MetLife Seguros de Vida s/ Ordinario”, Id Infojus:
FA11130185).
En ese orden de ideas, el asegurador debe conocer todas las circunstancias que sean
capaces de influir en la apreciación del riesgo asegurado, si no fuese así, su actividad se
haría imposible por excesivamente onerosa y porque no estaría en condiciones de establecer
por sus propios medios, por substancial que sea la diligencia aplicada, todos los elementos
de hecho que le permitirían apreciar el riesgo, de ahí que las informaciones de antecedentes
en este caso, deban ser lo más completas posible para que el asegurador pueda hacer el
examen y clasificación del riesgo (v. CNCom, Sala A, 06.04.2010, "Aranda, Oscar Jacinto
c/ Mercantil Andina Cía. de Seguros S. A. s/ Ordinario").
4.2.2. La prueba de la reticencia
Ahora bien, la reticencia que determina la nulidad del contrato de seguro de vida o
que habilita el incumplimiento de la cobertura asumida, no requiere solamente de la
ocultación de información relevante, sino que también se necesita que se acredite que esta
omisión hubiese impedido el contrato o hubiera modificado sus condiciones (v. arg. art. 5
de la Ley Nro. 17.418).
En tal dirección, la prueba de la reticencia pesa sobre el asegurador (v. CNCom,
Sala A, 12.11.2009, "Oyarzun Pérez de Cóppola, María C. c/ S. M. G. Cía. Arg. de Seg.
S.A. s/ Ordinario"; Sala B, 05.04.1990, “Molina de Rombola, Elisa c/ El Comercio Cía. de
Seguros S. A. s/ Ordinario”, Sala C, 26.12.1984, "Soto, Roque c/ San Lorenzo Cía. de
Seguros", Id Infojus: FA90130315), resultando, no obstante, la interpretación de la prueba
de tal circunstancia restrictiva, inclinándose, en caso de duda, a favor del asegurado (v., en
este sentido, Cám. Apel. Civ. y Com., Santiago del Estero, 11.03.1999, “Abraham, Edic A.
c/ Caruso Compañía de Seguros S. A. s/ Cumplimiento de Contrato”, Id Infojus:
FA99220261).
A ello, debe agregarse que, tal circunstancia no puede acreditarse por cualquier
medio probatorio, sino que, por mandato legal, tiene que surgir del juicio de peritos (v. art.
5 citado).
En este sentido, el art. 5 de la Ley Nro. 17.518 reproduce la exigencia del antiguo
art. 498 del Cód. Com., en cuanto a que la reticencia debe ser previamente apreciada por el
"juicio de peritos" que determinen si el contrato se "hubiese impedido" o "modificado sus
condiciones, si el asegurador hubiese sido cerciorado del verdadero estado del riesgo", de lo
que se sigue que, en nuestro positivo, ese dictamen pericial es indispensable y no puede ser
sustituido por otros medios de prueba (v. Cám. Nac. Apel. Civ. y Com. Fed., Capital
Federal, Sala I, 30.03.1990, “Estado Nacional -Ministerio Economía Sec. de Int. Marit.- c/
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Prudencia Cía. Argentina de Seguros Generales S. A. s/ Cobro de Australes”, Id Infojus:
FA90030150).
Se ha dicho que “la reticencia prevista en el art. 5° de la ley de seguros 17.418 debe
ser establecida por „juicio de peritos‟, el que es esencial para acreditar su importancia y no
puede ser suplido por otros medios de prueba” (v. CSJN, “Prichard, John W. c/ Minerva
Compañía de Seguros”, LL 1982-D-130; Cám. Nac. Apel. Com., Sala D, 28.02.2001, “M.,
N. I. c/ Tagle Star Internacional Life Ldt.”, LL 2001-D-209; DJ 2001-2-843).
De ello se sigue que nos encontramos frente a una prueba ineludible, irremplazable
e insustituible, cuya omisión torna improcedente la nulidad del contrato de seguro, aunque
se prueben por otros medios los hechos que la constituyen.
Así, y aún cuando se dé como probado el hecho constitutivo de la reticencia a partir
de, por ejemplo, una pericia médica, ella sola es insuficiente para determinar la incidencia o
relevancia que ese hecho, en sí mismo, habría tenido en la celebración del contrato de haber
sido a ese momento conocido por la aseguradora.
4.2.3. El caso concreto
En los autos de marras, se arrimaron, como medios probatorios relevantes, la
confesional de la actora (v. fs. 128/129); la documental acompañada (v. fs. 49; 55/56; 104;
132/140 vto.; 177/212; etc.); las testimoniales recibidas de los profesionales médicos que
asistieron a la tomadora del seguro (v. fs. 82/vto.; 84/vto.; 86/vto.; 92/vto.; 130 y 223/vto.);
la prueba pericial médica (v. 225/247) y la contable (v. fs. 213/vto.).
De acuerdo a dichas probanzas, se advierte que el actor reconoce la preexistencia de
la enfermedad de la tomadora del seguro (v. posiciones 1 y 2) y confiesa que los datos
suministrados al momento de la contratación fueron reseñados por él y no por aquélla,
quien, luego, firmó la declaración jurada (v. posición 3) [rectius: mandato gratuito]. A su
vez, de la historia clínica y el certificado de la clínica Paez Allende (v. fs. 49) surge que, por
lo menos, desde el año 1993, la tomadora sufría de diabetes tipo II, circunstancia que es
corroborada por la pericial médica obrante a fs. 225/247. En esta última, también se
advierte que dicha enfermedad se vincula con el cuadro con el que la fallecida ingresó al
nosocomio, lo que luego es afirmado por las distintas testimoniales de los profesional de la
salud. Finalmente, en la pericial contable de fs. 213/vto., el técnico concluye que “las
pólizas se emiten en general, como contratos de adhesión en donde los tomadores se
encuentran con pólizas definidas por la aseguradora a las que adhieren conforme sus
solicitudes originales” … “en este caso el Anexo „G‟ de esta póliza bajo el título
preexistencias manifiesta „No se cubrirán los beneficios que sean consecuencia de
condiciones preexistentes a la fecha de inicio de la vigencia de la póliza para cada
asegurado. Se entiende por condiciones preexistentes aquellas enfermedades diagnosticadas
o tratadas con anterioridad al inicio de la vigencia de la póliza para cada asegurado”.
De la lectura de dichas probanzas se advierte que el actor –hoy apelante-, al
responder el cuestionario de declaración jurada de salud -en una suerte de mandato gratuito,
en los términos del art. 1946 del CCiv., tal como lo sostuvo el A quo-, omitió comunicar
que la tomadora padecía de una enfermedad preexistente de cierta entidad, y por la que
recibía tratamiento desde hacía, mínimamente, 15 años.
En tal dirección, se ha sostenido que “La culpa o negligencia del asegurador no
puede invocarse para exculpar la ocultación de antecedentes de importancia, cuando no es
verosímil que el asegurado los hubiese olvidado o los ignorase. Aunque medie culpa o
negligencia del asegurador, el asegurado no queda liberado de su deber de informar con
veracidad el estado de riesgo” (v. Cám. Nac. Apel. Com., Capital Federal, Sala B,
30.06.1988, “Sucesión de Jorge Risso Patrón c/ Círculo Cerrado S. A. de Ahorro para Fines
Determinados s/ Ordinario”, Id Infojus: FA88130469).
En cualquier caso, y con sustento en el “onus probandi incumbit actori”, la regla
general en materia probatoria establece que el que alega un determinado hecho o acto es
quien debe probarlo.
En el sublite, negada por la demandada la actuación de buena fe del actor (v. fs. 33
vto.), recaía sobre éste la carga probatoria de acreditar la versión de sus dichos, es decir,
que comunicó la existencia de la enfermedad pero que no se consignó en la declaración
jurada, lo que impide dar curso a su reclamo.
Y es que la accionada demostró, a partir de la pericial contable, que, de haber
declarado el actor la situación que transitaba su madre, hubiese sido procedente la exclusión
de la cobertura (v. anexo G de las condiciones generales de contratación y fs. 213 vto.),
dando cumplimiento a lo establecido en el art. 5 de la Ley de Seguros.
4.2.4. No resulta trascendente, en el caso, la modalidad de contratación y que se
tratase de un contrato de adhesión, toda vez que, como se sostuvo supra, las preguntas
formuladas en la declaración jurada de salud de fs. 104 no dan margen a confusión o error
de la parte “débil” que amerite una mayor rigurosidad a la hora de evaluarlas.
A partir de ello, también cabe rechazar los agravios sustentados en el principio de
buena fe contractual y en la modalidad contractual, corriendo, conforme los argumentos
vertidos supra, igual suerte el relativo a las costas.
4.2.5. Por las razones expuestas, y si mi voto es compartido por mis distinguidos
colegas, cuanto corresponde es rechazar el recurso de apelación intentado por el apoderado
del actor, con costas al vencido, conforme el criterio objetivo de la derrota (v. arg. art. 251
CPCyC).
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Así voto.
El Dr. Vargas expresó, a su vez, iguales razones en parecidos términos y votó, por
lo tanto, en igual sentido.
A la primera cuestión, la Dra. Echarte dijo:
Habiendo tomado conocimiento de estos autos y existiendo votos totalmente
concordantes de dos jueces, de conformidad al art. 26 de la Ley 10.160 y a la jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia, me abstengo de emitir opinión.
A la segunda cuestión, los Dres. Fabiano y Vargas manifestaron sucesivamente
que, de acuerdo a las consideraciones precedentes, cuanto corresponde es rechazar el
recurso de apelación intentado por el apoderado del actor, con costas al vencido, conforme
el criterio objetivo de la derrota (v. arg. art. 251 CPCyC).
A la segunda cuestión, la Dra. Echarte dijo:
Conforme al criterio sustentado al tratar la cuestión anterior, me abstengo de emitir
opinión.
Por todo ello, la SALA PRIMERA DE LA CAMARA DE APELACION EN LO
CIVIL Y COMERCIAL DE SANTA FE, RESUELVE: 1) Rechazar el recurso de
apelación intentado por el apoderado del actor, con costas al vencido, conforme el criterio
objetivo de la derrota (v. arg. art. 251 CPCyC). 2) Los honorarios de Alzada se liquidarán
en la proporción establecida en el artículo 19 de la ley 6.767, modificada por la Ley 12.851,
oportunidad en que se correrá vista a la Caja Forense.
Insértese, hágase saber, bajen.
Concluido el acuerdo, firmaron los Señores Jueces de Cámara por ante mí, que
certifico.
FABIANO
VARGAS
ECHARTE
(En abstención)
PENNA
(Secretaria)
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