Colimán. Una Reflexión de Vida

Anuncio
UNA REFLEXION DE VIDA DE UN MAPUCHE
JOSE COLIMAN
DEDICATORIA
Con todos mis cariños te brindo estos pequeños escritos que es una parte de
mis andanzas, desde el inicio de mi vida. Y espero que entiendas bien mi letra
y me puedas comprender. Lo he escrito por ser vos, como sos, conmigo
aunque no haya mucha comprensión; pero por el hecho de brindarme cariño es
algo grande para mí, y eso me ha hecho sentirme con un poco más de fuerza
en los peores momentos que estaba viviendo, aunque hasta aquí sigo un poco
inseguro de seguir adelante, ya que muchas cosas que yo había deseado no
pudieron ser como yo lo había deseado. Pero tendré que conformarme
simplemente con tus cariños y apoyos que me brindás. Y si hubiera algunas
partes que no entendés o te surgieran algunas preguntas, no tenés más que
preguntarme.
Gracias por el cariño y apoyo que me brindás cada día que pasa. Nunca podré
olvidar de todo esto. Seguirás estando grabada en un rinconcito de mí.
CAPITULO 1
MI INFANCIA
Mi padre nunca nos envió al hospital, cuando estuve enfermo de la sarampión y
la paperas, o algunos gripe, el mesmo me curaba con yuyos medicinal.
Y si mi madre nos hubiera conocido y nos hubiera criado y si hubiera crecido al
lado de mi madre y padre habría sido otra persona. Quizás no hubiera sido el
que soy hoy. Hasta dónde llegaré de la forma que me siento hoy?
Cómo creés que éramos nosotros en aquellos tiempos como mapuches y
huérfanos de madre?
Vivir en el campo es distinto a lo de la ciudad. Donde nací y me crié, en el
campo, en Aucapán fue una vida distinta a la de hoy. Creo que hemos pasado
alegría, tristeza y hambre; pero no era porque faltaba para comer. Creo que mi
padre nunca nos hizo faltar la comida, porque él siempre trajo algo. Pero
sentimos hambre, porque no conocimos la madre, que algunas veces hemos
extrañado.
Hoy los jóvenes ya no saben respetar a los padres. No les obedecen. Serán
muy pocos los que siguen siendo como en esa época. Siguen unidos a los
padres, sin desobediencia. Dichosos son aquellos que tienen la madre y el
padre; pero algunos no los saben cuidar y respetar.
Mi padre nos enseñó que teníamos que respetar a los cercanos; pero no sé si
eran familia verdadera. Visita que iba, teníamos que tratarla de tío o tía, y sino,
abuelo o abuela. Estos eran aparte de la familia legítima. Pero yo no conocí mi
madre; me habría gustado conocerla y crecer con la calor de la madre que lo
podría brindar todos los días. Simplemente la conocí por medio de una foto que
había en esos tiempos.
En esa época anterior no se conocía la escuela o la palabra escuela. Eran
todos analfabetos. Mi padre aprendió a leer y escribir cuando iba al servicio
militar en Las Lajas. Pero sabían respetar al padre y a la madre.
Hoy los hijos pasan a ser padre, y el padre, hijo. Nosotros muchas veces
jugando, alguno quedaba llorando cuando nos descubría me padre: nos
azotaba, al que tenía la culpa, y al inocente. Todos ligábamos parejo. Así nos
criamos. Nunca contestábamos a papá o levantarle la voz, porque si no, más
azotes ligábamos. Pero así sabíamos respetar al padre. Nunca lo
desobedecíamos. Siempre hacíamos lo que papá decía.
Creo que cuando mi madre falleció, al poco tiempo salió a trabajar en la
estancia, mi padre. Tal vez el dejarnos solos, o el irse a trabajar ha sido un
poco para ahuyentar las penas que sentía. Y para no escuchar llorar a los hijos
y escucharnos decir mamá cuando llorábamos.
Y en esos tiempos, la gente era muy dejada. Un poco, creo que porque no
había un medio de movilidad. No dentraba ningún vehículo, porque no había
una ruta, había simplemente un camino de carro. Tampoco existían los
alumbrados que hoy hay. Los que iban a Junín de los Andes con carro (a lo
derecho) o a caballo, cortando campo, porque así nos hacía más cerca la
distancia.
Y así, la gente se preocupaba muy poco para registrar a los hijos cuando
nacían, y así pasaba el tiempo. Cuando el próximo nacía, recién registraban el
primer hijo. Así nos pasó a nosotros. A Alicia no la habían registrado. Cuando
ella nació, recién me registraron a mí, y mi madre estaba esperando otro hijo.
Creo que hemos sido muy seguidos. Esperaban que éste naciera, y entonces
recién la iban a registrar a Alicia. Ella, creo que tenía meses cuando mi madre
murió.
Y mi hermana Margarita hizo de segunda madre, para cuidarnos a nosotros
que éramos los más chicos.
Ya cuando falleció mi madre, mi padre ya no se preocupó por registrarla a
Alicia.
Cuando papá ya salió a trabajar en la estancia Lolén nosotros nos quedamos
solos; pero creo que Lorenza nos cuidaba un poco, también. Y la finada abuela
Linquimán nos visitaba siempre. Ella esperaba a sus hijos, le llevaran cosas. Y
ella sacaba de ahí galletitas dulces, fruta, y así nos llevaba para nosotros, que
éramos los nietos que habíamos quedado huérfanos de madre.
Y mi padre, antes de salir, como trabajaba de lunes a sábado, los domingos
sabía estar con nosotros. Nos hacía bastante pan y torta frita, y nos los dejaba.
No sé lo que haríamos: jugaríamos, correríamos poray, comeríamos cuando
sentíamos hambre.
Un día, me recuerdo, estábamos jugando. No sé cómo, me caigo, me habrán
empujado o no, en el fogón que teníamos. Me fui a enterrar la mano en la
ceniza caliente. Me quemé la mano.
Pero creo que me curaron con yuyo la quemadura. Cuando papá llegó el
sábado a la tarde yo estaba quemado en las dos manos, pero una de mis
manos fue una quemadura más grave, porque de ésta hoy me quedó la
cicatriz.
Pero mi padre me curó con un yuyo que sirve para las quemaduras. Pero creo
que los mayores han ligado algunos azotes por no tener un poco más de
cuidado conmigo, que era el más chico. Pero yo me pregunto como
pasaríamos la semana? Quedaríamos jugando, comeríamos poray,
sentiríamos tristeza, por no tener la madre que nos cuide y nos brinde cariño?
Parte de mí cuando murió mi madre; tal vez, tendría un año, o algo así.
Yo estaría consciente de que mi madre había muerto y no la iba a ver nunca
más? Me acuerdo que había mucha gente, y a mí me tenían en brazos; pero no
recuerdo bien quién era. Sólo recuerdo que estaba llorando.
Hasta el final, jugábamos, hasta cansarnos en la tarde. Creo que fuimos muy
miedosos. Lo que nos causaba miedo era la noche, y al escuchar cantar
algunos pájaros nocturnos, para nosotros esos pájaros eran parte de los
demonios.
Pero cuando fui más grande, me gustaba jugar con los murciélagos. Yo
agarraba una caña de colihue, le ponía nylon blanco en la punta de la caña y
me iba atrás de la huerta. Me ponía a observar los murciélagos en la tarde; y,
poray, pasaba alguno volando, y le amagaba como para derribarlo. Y se
enfurecían. Pero poray, se perdían un rato y luego aparecían con otro, ya, y se
hacían dos o poray, tres. Para mí, era como si fueran a buscar más refuerzos.
Pero al final me daba miedo y me iba.
Esto de jugar a la tarde me hacía mal, porque cuando me quedaba sentado en
la noche me daba sueño y me quedaba dormido sentado, y poray, hablaba
sobre-dormido o me levantaba dormido como un sonámbulo. Papá siempre nos
retaba porque nos decía que no sirve jugar a la tarde, porque a uno lo
acompañan a jugar los demonios. Creo que mi padre tenía razón.
La gente de antes tenía secretos para todo, en mi origen, no? Los padres
preparaban a sus hijos a lo que ellos anhelen hacer sus hijos, depende de lo
que desean hacer sus hijos, los preparaban, los curaban pero con una parte de
animales o pájaros silvestres. Como en mi caso, a nosotros nos hacían comer
carne de zorrino cuando éramos chicos. Esto era para prevenir cualquier
enfermedad, para que no fuéramos enfermizos. También los preparaban para
que los hijos sean jinetes, cosa que ningún potro arisco los baje del lomo del
animal. Como antes abundaban los caballos salvajes, él para andar entre gente
extraña que practicaban hechicerías por más que le den de comer alimentos
hualichos, mal, hechicerías, cosa que al ingerir esa comida con contenido
maligno, no lo pueda ingerir en el estómago, no puede recibir esa comida, para
que la vomite en el acto, para esto el guitre tiene el remedio, porque el guitres
por más que coma carne envenenada, al comerla el estómago no la recibe; el
guitre los devuelve todo, así a este pájaro no lo pueden envenenar.
Así también el padre de Emilio, tiene la costumbre, la creencia, así a Emilio le
hicieron un remedio de un pájaro. Según el padre, por si un día el hijo tenía que
alegar con algún funcionario, por ejemplo para que no le ganen en palabras
aunque lo estuviera en un apuro, él ya estaba preparada por las creencias de
nuestra cultura. Culebra así estuviera en un alegato, él no va a estar ahí
tartamudeando porque las palabras se le van aflorando en las mesmas
lenguas, es como si tuviera sus propias leyes, por eso hoy Culebra tiene más
leyes o cuando tiene que discutir con algún comisario le mete más palabras
que tiene que callarse, porque le mete más leyes. Es como que le brotaran las
palabras de la boca. Así es Culebra para los alegatos.
Desde chico cayó enfermo. Como antes, en esa época, no se conocían
médicos ni la palabra hospital, los que se caían enfermos los curaba la médica
yuyera, también llamada machi. Acudían al machi cuando estaban graves, pero
cuando era enfermedad pasajera, como el resfrío, curaban los mesmos padres
con yuyos medicinales y si era necesario guardaba reposo con el cuidado de
los padres, pero cuando ellos ya no podían combatir la enfermedad, acudían a
las médicas o machi. Así fue que Culebra le pusieron ese apodo que hoy tiene.
Emilio cayó enfermo cuando era niño debido de la enfermedad, posiblemente
ha estado grave según dicen que pasaba arrollado estando en cama, pero bien
arrollado que parecía una culebra o víbora. Cuando se arrollaba, desde
entonces le pusieron Culebra. Hoy todos lo conocen por Culebra. Hasta los
policías de Junín. Solo que la mala costumbre de afanar animales no se le ha
quitado ahora. Culebra ya casi no puede porque está ya viejo y no tiene la
fuerza que tenía antes, pero siguen los hijos que llevan las mesmas ideas y las
artimañas del padre. Casi nadie trabaja. Todos se han casado siendo tan
jóvenes de 12 o 18 años, ya casados y siguen aumentando las familias,
siguieron el mesmo camino del abuelo y seguirán mientras vivan en Aucapán
afanándoles los animales a los vecinos para poder darles de comer a los hijos.
Las mujeres cada vez se llenan más de hijos y seguirán en la pobreza y el
afano hacia los vecinos pero creo que hay que hacer algo antes de esto.
Mi padre creo que nunca tuvo problemas como para decir que alguna vez
Antonio Colimán ha estado preso. Aún no hay motivo ni por borrachera, me dijo
que nunca tuvo problemas. Sí los ha tenido pero con algunos envidiosos como
Secundino Colimán, por ejemplo con los pocos animales que tenía mi padre,
ovejas y chivos, al andar Secundino por el campo los encontraba a los pocos
animales de mi padre y los corría con el perro que él tenía dejándolos al frente
de la casa. Como así algunos de los perros que tenía mi padre, Secundino los
mataba con los perros adiestrados para matarles a los perros que tenía mi
padre. Pero era todo por envidia. Como él tenía la dicha, mi pastoreo! Pero mi
padre nunca hizo mal, al contrario, él hacía favores al que necesitaba y esto de
ver que siempre le corrían los animales con los perros, el nunca buscó la
revancha, solo los veía cómo le corrían los animales. El solo en su
pensamiento pensaba y decía... total Futa Chau (padre grande) está mirando,
está viendo. Mi padre fue un poco temeroso de Dios. Él al señalar los pocos
animalitos que habían en el año de aumento, el primero que los señalaba al
cortarles las orejas, al salir sangre la sacaba con los dedos y frotaba la tierra
como ofrenda de agradecimiento a Futa Chau (Dios) por los animalitos que le
dio durante el año, el mesmo hacía en mayo cuando soltaba los carneros y el
catrón antes de juntarlo con las cabras, si era el carnero. Agarraba una o dos
ovejas, las mejores, las ataba más al carnero pero debía ser muy de mañana,
para ese día él se levantaba de madrugada, hacía un fueguito y la pipa con
tabaco y elevaba unas plegarias ante Futa Chau, y ahí después le sacaba un
poco de sangre a la oveja y al carnero y las ofrendaba a Dios para que haiga
mejores animalitos, para los machos los reproductores que engendren bien,
para así que haiga mejor animalitos en el año. Este era uno de los
agradecimientos ante Dios por el aumento... así soltaba al carnero con la oveja.
Y al catrón (el chivo macho, el reproductor) con la chiva. Algo parecido hacía
en la cordillera, antes de empezar a juntar piñones le agradecía a Futa Pehueñ.
Kuse Pehueñ (el pino viejo) él agarraba un piñón, lo pelaba y lo mascaba un
poco y los devolvía escupiéndolo. Los piñones deshechos era un
agradecimiento que le daba a los pinos araucarias y el respeto ante el árbol
araucaria, después de esto recién podíamos recoger los piñones; y
prepararnos para hacer el campamento donde nos íbamos a quedarnos por
unos días, pero siempre lo hacía antes de acamparnos entre los pinacerías en
la Cordillera. Era una de las formas de ser de mi padre, pero todo lo hacía en
agradecimiento en palabras mapuches, esa era su costumbre que tenía
Antonio Colimán, mi padre.
Y era colaborador con la policía que llegaba en la casa. Mi padre estaba solo,
todavía solo con los hijos, siempre llegaban los policías cuando salían de
recorrida a conseguir caballos y de paso que los acompañara y a veces se
quedaban alojados o cuando había denuncias los policías aparecían en esa
época no había ruta, solo camino de carro, a pesar con todo la humildad que
reinaba en el hogar, la puerta siempre estaba abierta para el que llegara. Como
así con la policía. Aunque una dueña de casa no existía, Antonio Colimán sólo
con sus hijos y al llegar una persona extraña, ellos sus hijos estaban presentes
pero después saludaban a todos, en un momento a otros se desaparecían
todos, no quedaba ni uno solo, o se habrían escondido? Nosotros éramos tan
vergonzosos, no nos dábamos con personas extrañas, porque para nosotros el
Huinca los que habían llegado. Otra que mi padre nos tenían enseñado que no
debíamos estar metidos en conversaciones de mayores y también cuando se
les servía comida a las visitas que esa comida era solo para la visita no para
los chicos de la casa o cuando le hacían asado para el que estaba de visita,
nosotros no teníamos que comer junto con la visita, por más que tuviéramos
hambre. Así mi padre siempre acompañaba a los policías y les pasaba caballos
para que se dirigieran donde debían ir o en veses tenía que irlos a buscar
donde Culebra (Emilio Huayquifil) por hurto de animales que cuando lo
descubrían o cuando sacaban los animales en el rodeo de las ovejas y chivas
los rastreaban, así los descubrían.
Esto comentaba mi padre Antonio Colimán.
Había un poblador en Nahuel Mapi, un tal Queupán, tenía muchos animales en
la cordillera y estos animales se cuidaban solos en plena cordillera. Para
personas que no conocían la realidad, era como si los animales no tuvieran un
dueño o alguien que los cuide para que no se lo afanen. Pero en realidad estos
animales no estaban solos, porque en realidad había uno que los cuidaba, más
que no lo veían. Todos creo que decían que a Queupán no se le podía robar a
los animales porque tenían un diablo que le cuidaba los animales en la
cordillera. Que los animales no estaban solos. Todos creo que comentaban,
pero nadie le creía. Y un día Emilio Huayquifil ,llamado Culebra de apodo, creo
que dijo: dicen que a Queupán no se le puede robar un animal, pero qué? me
va a hacer éste, yo le voy a ir a buscar un animal, a mí que! me va a hacer el
diablo, y Culebra se preparó para dirigirse a la cordillera donde estaban los
animales. Se dirigió de a caballo con un lazo a agarrar un potro. Llegó donde
estaban las caballadas, se saca el lazo y agarra un potro y lo ata en el pegual y
los trae de tiro y Culebra contento porque le había ido a robarle un animal al
que no se le podía robarle ningún animal. Y a lo mejor riéndose del dueño o del
cuidador,el diablo, total él no le tenía miedo al diablo. Diciendo qué me va a
hacer este! pone en el pegual el animal y vuelve para la casa de él, asegurado
el consumo. Contento Culebra venía por el camino en la noche, como siempre
lo había hecho de noche, venía por el camino y en una de esas se le asusta el
caballo, y se le venía asustando pero la sorpresa! se le aparece una luz o sea
lo alcanza esa luz y se le sienta, pasa atrás el potro y se le corta la soga de la
sidera, y el miedo que le produjo Culebra al ver la luz que le había alcanzado,
ahí recién pudo creer Culebra que era verdad que decían la gente que
Queupán no le podían robarle, porque tenía un diablo el que le cuidaba los
animales.
Esta luz había venido a quitarle el animal que le había robado, esa luz es un
espíritu llamado en idioma mapuche "anchi mallén". Es un chico o de estatura
de un chico los que alumbran es el cabello.
El siempre lo hacía de noche, cuando iba a afanar animales porque era una de
las costumbres que tenía de afanarles animales en el rodeo en la noche a los
vecinos. Por eso muchas veces aparecía la Policía que en esas épocas
estaban en la costa del río Malleo, muy cerca del puente actual del mesmo río.
De ahí iban hasta Aucapán, y al no encontrarlo al Culebra ellos, los policías, se
quedaban en la casa de mi padre hasta que lograban detenerlos para luego
traerlo a Junín.
Mi padre fue siempre muy servicial hacia la Policía y ellos siempre llegaban en
la casa por este motivo, para acompañarlos siempre a la Policía les agarró
bronca, odio Culebra hacia mi padre por acompañar siempre a la Policía
cuando llegaban a Aucapán. Culebra no hallaba cómo desquitarse un poco
debido de la bronca que sentía Culebra hacia mi padre. En esa época creo que
teníamos cerrado con cerco de palo una parte del lugar donde mi padre cortaba
pasto para el invierno (no recuerdo muy bien ya que en esa época yo era muy
chico) pero si recuerdo que en esa época llegó una ayuda de poste alambre y
varillas para alambrar una parte del lugar. El que quisiera cerrar fue una ayuda
de la Provincia. Creo que el gobernador era Sapag. Mi padre aceptó esa ayuda
y retiró postes de ciprés, alambres hizo y después varillas y con eso cerró el
contorno del lugar. Una parte que hasta hoy está ese alambrado. Y mi padre
cerró un poco hacia arriba quedando cortado el camino. En esa época mi padre
ya estaba con nosotros. Ya no salía a trabajar, ya estaba más continuo con
nosotros. Así un día en la noche, aunque no sé la hora que habrá sido, como
teníamos un solo dormitorio, ahí dormíamos todos, mi padre también. Yo
estaba durmiendo, me despierto por la voz de una persona que llamaba afuera.
Como mi padre se encontraba también durmiendo le contesta desde adentro
"quién es?" y una vos de hombre responde en medio de la oscuridad afuera
gente de Pilo Lil! Mi padre vuelve a preguntar quién es... gente de Pilo Lil. A
quién buscaba, dice mi padre. "Me puede acompañar a encontrar el camino
porque me quedé arrinconado ahí en el alambrado y no pude encontrar el
camino!"... mi padre sin salir para afuera les vuelve a responder "de adentro por
donde se quedó arrinconado, siga más arriba, orillando el alambrado vas a
llegar al fin del alambrado y vas a volver a entrar en el mesmo camino" le
responde a la persona que decía que era uno del paraje de Pilo Lil, pero este
siguió insistiendo y pedía que lo acompañen a encontrar el camino. Pero como
la persona seguía insistiendo y pedía que lo acompañen a encontrar el camino,
tuvo que levantarse mi padre a indicarle mejor. Como era una persona de Pilo
Lil tuvo que salir a atenderlo y la sorpresa de mi padre el que se hacía pasar
por gente de Pilo Lil al salir afuera lo reconoce que el que se hacía pasar por
gente de Pilo Lil era Culebra (Emilio Huayquifil), se hacía pasar por gente de
Pilo Lil. Eso solo para que mi padre pueda salir afuera y de esa forma poderlo
pelearlo. Aunque no sé muy bien. Tal vez al salir mi padre afuera, lo ha recibido
con un garrotazo con un rebenque en la cabeza pero no lo logró, porque mi
padre lo madrugó. Le manoteó el rebenque que le había dirigido hacia la
cabeza de mi padre pero al agarrarle el rebenque le quitó. Tal vez le ha dado
un golpe de puño, le logró quitarle el rebenque y el cuchillo, y al encontrarse
desarmado Culebra tuvo que disparar. Mi padre sin darse cuenta de que podría
andar de a caballo o podría tener el caballo atado cerca, Culebra dispara, cruza
el arroyo, monta a caballo y se dispara, huye, se sube arriba de la barda. Ahí
se detiene Culebra, de ahí lo insultaba a mi padre. Después de subir Culebra,
vuelve a entrar mi padre en el dormitorio y se acostó de nuevo.
Y en medio de la oscuridad se escuchaban los insultos de Culebra esperando
que mi padre le siga a perseguirlo pero mi padre sentía temor por nosotros que
éramos todos indefensos, lo peor, todos chicos.
Ya a la mañana se levanta mi padre, le corta el rastro y le encuentra el rastro
del caballo donde lo había dejado atado, mi padre se lamentaba de no darse
cuenta de que Culebra tenía el caballo atado del otro lado del arroyo y mi padre
le decía en la mañana, nos decía que lo iba a seguir, pero sintió temor por
nosotros de que Culebra pegue la vuelta y se desquite con nosotros o que
podría haber andado traendo algún compañero. ¿Por qué? Alguna intención
tenía Culebra con mi padre. Claro que él tenía odio hacia mi padre, lo
detestaba todo por ser colaborador con la Policía que muchas veces
necesitaban de mi padre, por ejemplo caballos, aunque ellos andaban de a
caballo pero ellos iban de la costa del Malleo y los animales, los caballos
necesitaban hacerlos descansar, para luego seguir o volver, por eso ellos
llegaban en la casa y mi padre les pasaba caballos o les conseguía algún otro
caballo así para que hagan descansar el caballo que andaban traendo
montado. Y a la vez ellos, la Policía, necesitaban donde pasar la noche. Pero
ahí en la humilde casa que teníamos, ahí había un lugar donde pasar la noche
y comida hecha por mi padre, torta frita o pan amasado por mi padre. Para que
luego puedan seguir sus funciones que debía hacer la policía o si necesitaban
un guía o compañero como testigo. Ahí estaba mi padre, Antonio Colimán
dispuesto para servir, para los que necesitara la Policía, pero ahora había
sufrido un atropello a domicilio. Mi padre solo por el señor Emilio Huayquifil el
que tantas veces lo habían ido a buscar preso por afanarles animales a los
vecinos, muchas veces acompañado a los policías para ubicarlo a Culebra
(Emilio Huayquifil). Y ahora el odio que sentía hacia mi padre lo iba a traer a
media noche a atropellar a mi padre solo. Solo con sus hijos esa noche sintió
temor mi padre por sus hijos, vamos a suponer que mi padre lo hubiera seguido
en medio de la oscuridad cuando Culebra lo desafiaba con insultos desde la
lejanía de la casa! Si hubiera salido mi padre y si Culebra hubiera tenido otro
compañero, esa noche mientras mi padre salía en persecución de Culebra y el
otro compañero o Culebra mesmo hubiera vuelto? Aprovechando la ausencia
de mi padre que hubiera ido solo para desquitarse con nosotros que estábamos
todos acostados? No habríamos tenido cómo defendernos esa noche. Lo peor
era que nosotros éramos todos chicos en esos momentos, no íbamos a tener
quién nos defienda, nos proteja. Ese fue el temor que tuvo mi padre, por eso no
lo siguió, dejó que lo siga desafiando desde lejos con insultos como un
cobarde. Pero lo mejor le quitó el rebenque y el cuchillo que andaba traendo.
Para el otro día cuando mi padre le corta el rastro se dio cuenta que Culebra
había estado hachando el alambre en dos sectores como queriendo de cortar
el alambre.
Ese fue el atropello que tuvo mi padre por ser colaborador ante la Policía. Pero
Culebra nunca quitó la mala costumbre de afanar.
Y otra vez, pero esta vez mi padre ya había fallecido, hacía meses que mi
padre ya no estaba más con nosotros. Como nosotros le cuidamos también los
animales de la cuñada de mi padre, él los trajo en la casa cuando ella le falleció
el Hermano único y para que ella no quedara sola, claro que ella tenía un hijo
pero era muy chico como para que pueda ayudarla a la madre. El día del
velatorio del hermano yo le cuide los animales y mi padre se compadeció de la
cuñada porque había quedado sola y le consultó con la señora, la hermana de
esta así los trajeron a los animales. Así empezamos a cuidarlos a los animales,
los juntamos con los nuestros y los cuidamos todos juntos. Como la costumbre
que teníamos, era en la tarde el llegar todos los animales en el rodeo, chivas,
ovejas los dejábamos todo contado y si faltaba alguno ya sabíamos. Así
también le contábamos en la mañana antes de largarlos al campo.
Así una mañana nos dimos cuenta de que algo había ocurrido en la noche
porque estaban los animales todos desparramados de un lado a otro. Así
fuimos al rodeo como así Delia, la cuñada de mi padre al contar todos los
animales nos faltó uno, un chivo que era de Delia. Le cortamos rastros por la
salida del rodeo, así encontramos un rastro raro, lo empezamos a seguir y nos
dimos cuenta que era un rastro de una persona. El rastro de Culebra, era ya
conocido porque él, al dentrar en el rodeo a afanar él nunca pisaba bien sino él
siempre pisaba en la punta del pie. Así solía caminar quedando el rastro similar
a un rastro de caballo. El que no conocía el rastro podía creer que es un rastro
de caballo. Nadie le tomaría importancia al ver un rastro así, pero en realidad
era el rastro de Culebra, esta era una de sus astucias que tenía Culebra. Delia
mandó a buscar otro tipo para que nos ayudara a seguir el rastro, así lo
seguimos pero Culebra tenía la costumbre de no volver por el camino sino que
iba buscando las bardas, los piedreros tratando de esconder el rastro. Él podía
hacer unos kilómetros más antes de cortar camino. Lo empezamos a seguir. En
medio de todo esto empezamos a ver dónde lo había degollado, donde le sacó
todas las vísceras y seguimos con la búsqueda del rastro por donde lleva al
animal carneado. Dimos unas medias vuelta, ya empezamos a acercar en la
casa de Culebra. Ya cada vez nos aseguramos que podía ser Culebra. Así
salimos más o menos al frente de donde viven pero del lado de arriba. Justo
dentro de un camino ancho y esa mañana habían bajado ramas a la rastra,
taparon todo el rastro. Ahí perdimos el rastro, no logramos de volver a
encontrar más el rastro sin poder llegar hasta la mesma casa de Culebra,
siguiendo el rastro. Esa era la otra costumbre que tenía Culebra, afanaba
animales y algunos de los criados se encargaba de tapar el rastro a primeras
horas de la mañana, y justo en ese camino donde siempre bajaban ramas las
rastras. Nos fuimos a ver a Culebra pero él como siempre ocultando hasta en el
carácter de la forma que atendía a la gente que lo había rastreado. Creo que
no lo denunciaron a Culebra en esa época. Otra que se perdió el rastro antes
de llegar en la casa donde vive Culebra pero fue él. Yo tendría unos 8 a 10
años, quiere decir que Culebra siempre afanó durante su vida y sigue, ahora
son los hijos que siguen con las mesmas costumbres y artimañas del padre. Es
como el zorro y esto nunca se va a terminar mientras sigan estando los
Culebras.
Así, iba siendo más grande, y un día mi padre nos juntó a los seis y nos dijo
que se iba a buscar una mujer, como para esposa. Y nos pidió que la
respetáramos como tía, y la tratáramos de tía.
Llegó ese día. Una tarde, ensilló dos caballos, y en la noche nos dejó bien
aconsejados y nos dejó todos acostados y se fue. Sentimos que cerraba la
tranquera del alambrado y nosotros nos levantamos todos. Mi hermano Ricardo
tenía una guitarra de madera que él mesmo había hecho. Se puso a tocarla; no
sé lo que tocaba. Pero nosotros nos pusimos a bailar contentos porque ya no
íbamos a estar solos, e íbamos a tener quién nos haga la comida.
En una de ésas, escuchamos que abrió la tranquera. Urgente, nos fuimos a
acostar en la cama. Llegaron. Nosotros, haciéndonos todos los que estábamos
dormidos.
Al otro día, nos levantamos y al rato se levantó mi padre y la nueva señora. La
presentó. Nosotros, todos contentos.
Pasaron los días, y nosotros chochos, estábamos. Regalón. No faltaba la
comida, almuerzos, comíamos pan o torta frita a toda hora. Como todos los
chicos, por más que no tengan hambre, ellos siempre comen.
Duró poco la alegría. Con el correr del tiempo ya se iba cansando con nosotros.
Porque duraban muy poco el pan y la torta frita, y tenía que estar amasando a
cada momento. Y ya nos empezó a mezquinar la comida, y a racionarnos el
pan o la torta, y empezó a dar a horario.
Mi padre dejó de trabajar en la estancia, y empezó a organizarce para trabajar
en nuestra tierra. Empezamos a sentir hambre. Ricardo, con los animales.
Segundo, ayudándole a papá a arar la tierra de a caballo. Y yo, en la huerta
con mis hermanas y mi madrastra, que le decíamos tía: buscar leña al hombro,
en tiempo de la parición, amamantar a los corderitos y a los chivitos que
abandonaba la madre, o alguno que no tenía leche para darles la mamá y a la
cría.
Así seguimos trabajando todos los días. Hacíamos todo lo que papá ordenaba.
Creo que nunca hicimos lo que papá nos decía que no hagamos. Siempre
hacíamos lo que él decía que hiciéramos. Y yo seguía a la par de los más
grandes, siempre haciendo lo que papá decía, aunque mi capacidad de trabajar
no me acompañaba, porque era tan chico y no tenía suficiente fuerza. Pero
hacía lo que podía.
Y así fui creciendo. Cada vez más capacitado para trabajar, pero siempre con
hambre. Y esto de trabajar como los grandes, llegaba la tarde, me sentaba y
me quedaba dormido enseguida. En veces, me daba pesadilla, o me levantaba
sobre-dormido o hablaba. Esto fue a medida que iba creciendo, antes de los
diez años; pero cansancio, nunca sentía.
Mi vida había cambiado. Antes de ir a la escuela, ayudaba en el corral a
amamantar los corderitos y los chivitos y hasta tuvimos una ternera que se le
había muerto la madre. A ésta le dábamos leche con una mamadera. Nos
servía de compañía para jugar. Esta ternera fue creciendo cada vez más, y
después se acostumbró mal. Cuando fue grande se convirtió en un peligro.
Hasta a mi madrastra la atropelló cuando estaba ordeñando las vacas.
Nosotros tuvimos la culpa, de haberla enseñado mal.
Mi padre se enojó mucho y nosotros fuimos azotados todos, por haber
enseñado mal a la ternerita cuando era chiquita. Porque nos gustaba y nos
divertíamos jugando. Hacíamos como que estábamos peleándola, y ésta
respondía, y así se acostumbró mal.
Volvía de la escuela al medio día, y volvíamos al corral, ya que esta tarea con
los animalitos era tres veces en el día: de mañana, al mediodía y a la tarde.
Este trabajo era en octubre, noviembre y diciembre, hasta que los animalitos
que no tenían madre pudieran comer pasto.
Mi padre, cuando volvía del campo después de recorrer y ver los animales, nos
avisaba dónde había chivas paridas. Había chivas que tenían dos chivitos. Los
llamábamos "melliceros". Y hasta tuvimos una que tuvo tres chivitos. Estuvo
tirada varios días en el corral; estaba flaca, y con el mesmo peso no era capaz
de caminar o pararse. Yo pensé que se iba a morir; le daba pasto y hojas de
álamo. Comía así tirada. Un día, al verla tirada tanto día, se me ocurrió darle
piñón. Le daba en mi mano, y una vez que comía, seguía comiendo. Todos los
días le llevaba diez o quince piñones en mi bolsillo. Y así, empezó a
recuperarse, hasta que se levantó. Según dicen, el piñón tiene muchas
vitaminas. A cualquier animal flaco lo puede hacer levantar.
Fueron tres chivitos. Mi padre le puso una seña en la nariz a los tres, para
reconocerlos cuando fueran grandes, para ver si iban a salir trilliceras.
Todas las que parían en el campo teníamos que traerlas al corral. Los chivitos
recién nacidos tenía que traerlos en brazos. Y después de toda esta tarea,
volvíamos a la huerta.
Se trabajaba más en primavera. Se emparejaba la tierra, y ya venían las
pariciones de los animales. En esto, ya trabajábamos todos: hacer la huerta,
abonar, regar. Para sembrar mayor cantidad, se hacía arando la tierra con dos
yuntas de caballos y un arado fabricado artesanalmente, que se llama arado de
chancho. En esto se ocupaba mi padre y mi hermano Segundo. Sembraban
avena, trigo, centeno, arvejas, habas. Y después, venía la cosecha. Y Ricardo,
que era el mayor, se dedicaba solamente a cuidar los animales.
Cuando Ricardo cumplió creo que 17 años, y al poco tiempo salió en busca de
trabajo. Acá, ya hubo una rotación: Segundo pasó a cargo de los animales y yo
seguía con la huerta y acompañaba a mi padre a arar la tierra. Tenía que
montar a caballo y el otro que vaya a la par, y así tiraban parejo el arado. Y mi
padre dirigiendo el arado, días enteros. Descansábamos al medio día, y
después seguíamos, cosa que me aburría arriba del caballo todo el día, vuelta
y vuelta. Me llegaba a quedar dormido arriba del caballo. Sólo sentía el azote
por mi espalda del arriador que manejaba mi padre, ya que yo, al quedarme
dormido, el caballo salía fuera del surco y el arado desviaba. Y ahí era donde
yo ligaba el azote por mi espalda con el arriador. Aquí, tendría 8 o 9 años.
Creo que me empezaron a enseñar a andar a caballo cuando tenía entre 4 y 5
años. Me acuerdo que teníamos el Colorado y el zaino. Y con este zaino
aprendí a andar a caballo. Primero me hacían subir, y después me andaban
trayendo de tiro el caballo, y así aprendí a andar, hasta que empecé solo.
Y así pasábamos los tres hermanos que éramos por este trabajo. Yo me quedé
hasta el final, y en tiempo invierno, a acarrear leña al hombro. Y esto también
les tocó a todos, en esta época. No teníamos bueyes, porque los novillos que
crecían, los vendía todos, mi padre. Y así nunca tuvimos bueyes. En los últimos
años recién, dejó novillos para amansar, y así tuvimos bueyes y carro para
acarrear leña en el verano para el invierno, y recién nos cambió un poco la
vida, porque dejamos de hombrear leña.
En ese tiempo nevaba mucho en el invierno. Y me acuerdo que una vez fuimos
con mi hermano Segundo a cortar leña verde de ñire. Nevaba con viento
blanco; yo ya no aguantaba del frío, la ropa mojada ya se me estaba
escarchando. Le dije a mi hermano que iba a volver para la casa, y así me
puse a hacer un atado de leña y me fui. Ese día, casi me entumí del mesmo
frío que hacía. Y la nieve caída llegaba hasta mi rodilla. Así volví.
En el verano era un poco más distinto, ya que se usaba muy poca leña. Un día,
recuerdo que iba por un caminito en busca de leña y recordé a mi hermano
Ricardo, que estaba ausente; y para mí, ya era mucho tiempo que ya había
pasado que se había ido en busca de trabajo, y sin tener noticias de él. Pero no
era tanto; harían unos 8 o 9 meses que se había ido. Pero para mí era mucho
tiempo que había pasado. Siempre me ponía triste y poray, lloraba solo
andando por el campo cuando pensaba en mi hermano Ricardo, que se había
ido de casa. Para mí era como que ya no lo iba a ver nunca más. Fue cosa de
chico cuando extraña a un hermano.
O acompañaba a mi padre a cortar leña y a acarrearla con carro. En uno de
estos viajes, fuimos a buscar leña por la zona del cerro Aucapán donde con el
tiempo adquirimos la veranada. Veníamos con el carro cargado de leña en
tiempo verano; veníamos cruzando por una ladera bastante fulera. En una de
esas, se nos dio vuelta el carro cargado con leña. Yo no pude sostener la
rueda. Cuando se levantó tuvimos que descargar todas las leñas para poder
parar el carro. Yo estaba más asustado. Pero al final logramos pararlo de
nuevo, y volvimos a cargarlo con leña con mi padre, hasta que llegamos con la
leña en la casa. Todo para que a mi madrastra no le faltara leña.
Recuerdo también un día de verano; hacía calor. Esto fue antes que
tuviéramos carros y bueyes. Mi padre me pidió que fuera a buscar leña. Yo
creo que tendría unos ocho años; más, creo que no tenía. Tenía fiaca para salir
con el calor que hacía, pero mi padre me retó, y otra que nunca lo
desobedecimos a mi padre. Yo salí con mala gana, me fui por un caminito,
llorando. Caminé bastante, y me senté en un coirón que había en la orilla del
caminito. Estaba llorando, y en una de ésas, sentí algo en mi espalda, que se
había movido. Me sorprendí, y urgente giro mi mano atrás de la espalda y toco
algo: algo como un bulto. Me asusté. Quiero sacar mi camisa para sacudirla,
para ver qué bicho era. En ese momento salta, y se mete en un charcao. Era
una lagartija. El susto que me di. Se me fue la flojera, dejé de llorar; me olvidé
que había estado llorando. Urgente fui a buscar leña.
De a poco fue cambiando la vida. Ya fue más aliviado. Poray, íbamos a la
cordillera, en marzo y abril, en tiempo de los piñones. Mi madrastra también iba
a juntar piñones y mi padre iba a sacar leña. Carriábamos leña, y a la vez
traíamos leña para el invierno. Y también juntábamos leña en la veranada.
También cortábamos pasto para el invierno. Lo dejábamos secar, y después lo
carriábamos en la parva, donde acumulábamos el pasto para el invierno. Así
teníamos pasto para forrajiar a los animales flacos, las vacas y las ovejas
cuando nevaba mucho.
Algunos vecinos iban a comprar pasto. En esto de repartirle pasto a los
animales también tenía que empezar temprano. Había que cuidar que los
animales grandes no fueran a quitarle el pasto a las ovejas. Lo sabíamos tener
todo aparte, y después pisotear la nieve para que se aplaste en forma de
caminito, para poder sacar las ovejas en el faldeo, donde había menos nieve.
Cuando nevaba en la noche, al otro día en la mañana teníamos que hacer
levantar una por una a las ovejas, ya que al quedarse echadas en la noche, y
con la nieve se les aplastaba la lana; y la oveja no se levanta: puede quedarse
echada, sin tratar de levantarse, porque la mesma nieve que le aplasta la lana
la sostiene. Todos estos eran los trabajos con las ovejas en tiempos de
invierno.
Al poco tiempo se casó mi hermana Cecilia. En los tiempos de escuela en
primavera, siempre hacía mucho frío en la mañana. Y siempre yo con Alicia
parábamos a calentar las manos y a tomar café con leche. Me encantaba pasar
a ver a mi hermana; con un poco de vergüenza, pero pasaba.
Y después, nació mi primer sobrino. Me encantaba jugar con él. Tenía un
andador, y lo abrigaba bien, y lo sacaba afuera para jugar. Pasaba horas
enteras con mi sobrinito jugando, me divertía con él. Y cuando al poco tiempo
nació mi otro sobrino, ya tenía dos para divertirme con ellos. Y así, se
acostumbraron tanto conmigo.
Antes de esto, mi hermana Cecilia siempre iba a ver a papá, y le iba a pedir si
yo podía ir a ayudarlos en algún trabajo que tenía que hacer, o poray, para
acompañarla, y de paso para que yo acompañara a mis sobrinos que se
estaban acostumbrando tanto conmigo.
Cecilia creo que me quería mucho, y fue mi hermana querida que tuve. A mí
me encantaba cantar, por ejemplo, zamba - algunas, de los Chalchaleros - y
anotaba en un cuaderno las canciones que me encantaban. Y así, me ponía a
cantar con mi hermana Cecilia. Ella siempre me pedía que la acompañara,
cuando se quedaba sola. Porque con el tiempo, el marido puso un boliche de
campo, tipo ramo general, donde se compraba cuero, lana de oveja y de chivo.
Mi cuñado se había asociado con uno de Junín de los Andes, que lo proveía de
la mercadería y donde él entregaba todos los cueros y lanas. Por esa razón, se
quedaba siempre sola mi hermana.
Al tiempo mi padre se enfermó podando los álamos. Le agarró una pulmonía. Y
mi hermano Ricardo que ya había vuelto de pasear, cuando llegó el llamado
para la revisación médica a los 19 años para el servicio militar.
Mi padre salió en busca de él, porque no sabíamos nada de él ni dónde
trabajaba. Lo encontró en San Martín de los Andes, por la parte de Lolog. Así
volvió, y Ricardo tuvo que volver después porque papá después de mejorar,
volvió a caer enfermo.
Pero antes de volver a caer enfermo creo que soñó una mañana temprano.
Nos hizo levantar a todos, nos llevó atrás de la huerta y hizo un fueguito. Se
preparó la pipa con tabaco y a nosotros nos puso en círculo alrededor del
fueguito y empezó a rogarle a Dios pero en la idioma mapuche. Pero yo no me
acuerdo qué fue lo que le pidió a Dios. Recién venía aclarando. Yo creo que le
pidió a Dios porque él se iba a ir y a nosotros los seis nos iba a dejar para
siempre. Para que nos quedemos bien y para que Dios nos proteja y sigamos
siendo sanos, libres de cualquier enfermedad, ya que nos iba a dejar huérfanos
a todos.
¿Papá habrá soñado que iba a ser entregado como un cordero a los
demonios? Yo no me di cuenta para qué nos había hecho levantar tan
temprano a todos, ya que nunca lo había hecho antes. Sólo mi madrastra sabía
lo que papá había soñado.
Siempre cuando se ponía a beber unos tragos de vino, nos hacía sentar y nos
aconsejaba cómo teníamos que ser. Principalmente a mí y a Segundo que
éramos los menores de los varones.
Parece que mi padre se ponía un poco triste o quizás le preocupaba algo al
vernos a nosotros dos, los menores. También nos decía que algún día cuando
saliéramos a trabajar que teníamos que ser voluntarios en el trabajo, no estar
charlando en el trabajo, en presencia del capataz, y no agarrar cosas que no
fueran de uno.
Me ha servido de mucho estos consejos que un día me daba mi padre. Así he
sido desde que salí a trabajar hasta el final. Esto me ha servido, y por ser así
he andado bien y me han tomado aprecio; me han llegado recomendaciones
hacia el patrón.
También nos habló de mi madrastra. Qué debíamos hacer con ella, cuando mi
padre muriera. Él sabía cuándo iba a morir, pero nunca le habló a mi madrastra
acerca de los hijos que estábamos a media vida. Digo media vida, porque esto
de pasar el día con hambre, comer al horario racionado solamente para vivir y
pasar el día trabajando de sol a sol, comíamos poco. No era porque nos faltara
la mercadería, si esto hacía mi madrastra era para no estar cocinando a cada
momento, por ejemplo, pan o torta frita.
Mi padre nunca le dijo "no hagas pasar hambre a mis hijos" o "aumentale las
comidas, porque ellos trabajan todos los días". Nunca le dijo. Pero no sé por
qué. Quizás la amaría mucho o a lo mejor no lo quería hacerle pasar mal rato,
por eso le dejaba que ella haga lo que quiera.
Tal vez mi padre ha estado triste y solo, cansado de seguir viviendo solo y ver
crecer a los hijos sin la madre. Y por haber encontrado una mujer después de
haber vivido tan solo, que se transformó en la compañera, por esos motivos la
amó tanto que nunca le dijo nada y la siguió amando hasta el final como su
esposa.
Después de pasar día y noche sin ningún consuelo hasta tuvo que salir a
trabajar en la estancia, para no ver llorar a los hijos que se habían quedado sin
madre y poder olvidar un poco quesea trabajando en las estancias, tratando de
mantenerse ocupado para no pensar. Tal vez ha sido muy triste para mi padre.
Siguió; pero de pronto volvió a caer enfermo. Mi padre nunca quiso ir al
hospital, siempre acudiendo con los médicos yuyeros, para buscarles remedio
siempre iba el abuelo Rañinqueo, que era el marido de la madre de mi padre.
Yo creo que en esto para buscarle remedio a mi padre tendría que haber sido
otro, o un extraño. Esta médica ha sabido el motivo de la enfermedad de mi
padre y que lo tenían en el juego entre los demonios. Pero por ser el marido de
mi abuela, el abuelo no ha querido decir nada el motivo de la enfermedad de mi
padre. Porque si no, iba a ir en contra de la mesma señora.
Pero, ¿quién podría haber imaginado que mi abuela practicaba la hechicería, y
que estaban jugando con Ñanco? Y perdió con Ñanco. Tuvo que entregar la
propia vida, y con esto no fue suficiente porque no alcanzaba a pagar y tuvo
que entregar el único hijo que tenía al poder de Ñanco: el demonio lo agarró a
mi padre. Y lo llevó. ¿Pero quién de nosotros podía haber imaginado de esto, lo
que estaba sucediendo con mi padre? Ni mi madrastra; solo por el sueño supo
que iba a morir mi padre. Y ya cuando lo tenía agarrado el diablo, el demonio
quiso decir la verdad por el motivo que iba a morir.
El poder maléfico fue más fuerte que mi padre: no lo dejó hablar para que
nosotros no supiéramos el motivo de la muerte de mi padre. Sólo alcanzó a
decir: la familia son los peores brujentos. El demonio le quitó la palabra para
que no sé supiera... pero para mí fue suficiente con esa palabra que alcanzó a
decir mi padre para saber porqué murió y cómo. No en el instante, ya que yo
era sólo un niño.
La muerte de mi abuela.
Y al poco tiempo supe también las palabras que dijo la abuela, madre de mi
padre. Pero a mí no me dijeron, ya que esta palabra la tenían guardada como
un secreto. Y la siguen teniendo las personas que escucharon esta palabra de
mi abuela: "huehue neu ta Ñancu" ("Me ganó Ñanco").
Se había mejorado de vuelta mi padre. Una mañana me dijo "Alfre, por qué no
vas a dejar a tu hermano Ricardo al crucero. Agarrá dos caballos y llevá tu
hermano".
Le dijeron a Ricardo si querés trabajar de vuelta, podés salir. Total yo ya estoy
bien. Pero él no sabía que la madre ya había muerto en el hospital, y no sabía
que esa noche él también iba a morir. Ensillé el caballo y lo llevé hasta la ruta
en el crucero que queda 12 kilómetros. Pero antes de salir llega Audilio
Rañinqueo avisando que la madre de mi padre había muerto en el Hospital.
De todos modos lo llevé a mi hermano a la ruta y volví. Habré hecho unos 2 o 3
kilómetros; iba por la ruta, lo que no sé cómo miré el cielo en una de esas vide
un bulto como si viniera dando vuelta del cielo, era una cosa chiquita. Creo que
detuve el caballo, y me quedé parado mirándolo. Cada vez se hacía más
grande algo que venía caendo, dando vuelta. Era algo que no lo podía
distinguir. Lo seguí mirando y casi cae en el suelo y se separa. Eran dos
Ñanco, que es la águila pecho blanco, le decimos Ñanco; que venían de muy
alto los dos agarrados y se separaron. Ahí recién yo lo conocí que eran dos
ñanco. Uno agarró se fue volando por una dirección y el otro se fue por otra
dirección. Yo creo que Dios me ha mostrado algo en esos dos pájaros. Yo no
me di cuenta de la seña que me habían dado los pájaros. Nosotros los del
campo como mapuches siempre tuvimos fijeza en el ñanco. Por ejemplo,
cuando la gente iba de viaje a caballo siempre se fijaron de este pájaro. Poray
siempre había en cualquier parte del camino, sentado en algún árbol o en una
piedra o cerro un ñanco que le estaba anunciándole si iba a andar mal o bien
depende en qué condición esté; mejor dicho, en qué posición puede estar
sentado el ñanco. Así ellos sabían durante la ida o vuelta, ya iban sabiendo de
cómo iban a andar bien o mal.
La muerte de mi padre.
Los dos ñanco era la seña, un anuncio pero yo no me di cuenta. No supe en
ese momento qué era esa seña, que iba a pasar. Sólo cuando llegué en la casa
papá estaba en la cama, ya inconsciente a pesar de que en la mañana estaba
tan bien de salud, hablándole al hijo mayor que él estaba bien y si quería salir a
trabajar nuevamente podría salir. Así me ordenó que yo vaya a dejar mi
Hermano al crucero, sin saber lo que iba a suceder en la noche. Pero sí sabía
que él iba morir pronto, pero no el día o la hora.
Cuando llegué lo vi tirado en la cama. Parecía que quería hablar pero estaba
inconsciente, se agarraba la frente como si sintiera dolor pero en forma como
de latido. Esto es lo que yo me tomo de parecer. Le acaricié la frente, lo toqué,
le hice a un lado la mano pero estaba inconsciente. Antes de esto, creo que
quiso decir la verdad de lo que él sabía, pero el demonio que ya lo tenía, ya
estaba apoderado de él. El mesmo diablo le quitó la palabra, así evitando la
divulgación que podría dar mi padre. Lo único que alcanzó a decir fueron sus
últimas palabras: "los parientes son los peores brujentos" fue la única palabra
que dio mi padre.
Así me quedé sentado hasta que yo también me quedo dormido. Me hizo
despertar la Hermana de mi madrastra pero el sueño me vencía, mientras ya
llegaba la hora de la muerte de mi padre. Yo seguía en el dormitorio donde
estaba mi padre y a la una y media falleció mi padre. Quise llorar; fui a avisarle
a mi Hermano Segundo que estaba en la cocina que papá había muerto, fui
casi llorando. Pero mi Hermano me dijo "no llores debemos tener fuerza". Así
pude sostenerme, pero esa palabra fue para mí algo de alivio como si el
espíritu de mi padre haya sido: que debíamos tener fuerza. Pero en realidad
fue la palabra de mi Hermano Segundo.
Esa noche fue algo distinto, para mí no fue una noche normal, ya que el aire
era algo distinto. Hacía frío, pero algo raro había esa noche.
Salimos a avisarle a mi Hermana Cecilia, que vivía cerca. Y estaba casada. En
el corral donde teníamos el rodeo, donde alojaban todas las noches las ovejas
y los chivos, había dos pájaros nocturnos que para nosotros son parte de los
demonios. Estaban como enojados. Gritaban, qué miedo me dio, parecía que
los pelos se me habían puesto de punta. Son pájaros que no se ven. Dicen que
de casualidad se puede verlos en la noche, según dicen son pájaros blancos,
"pilhuit", pero son parte de los demonios
Llegamos y le avisamos que papá había muerto y volvimos. Ya habíamos
quedado solos. Huérfanos del todo, sin saber que hacer. Lo único unirnos más
nosotros mesmos, ya que yo era el más chico de los varones pero creo que
tenía menos de diez años.
Después del sepelio estaban todos reunidos la casa. Estaba el tío Lucio, el
Hermano de la finada mi madre, que está hoy en Aucapán. Secundino Colimán
ya estaba pensando de llevar alguno de nosotros, el más chico de los varones.
A él lo tratábamos de abuelo, pero que no es abuelo legítimo, sólo por respeto.
Él dijo: "!Qué van a hacer estos chicos! ¡No saben todavía cuidar los animales!
Yo lo voy a llevar quiero que me pasen uno de los chicos! Para que me ayuden
a cuidarle los animales." Gracias a Dios estaba el tío Lucio. Él dijo: "No. Ellos
son bastante grandecitos, ya se pueden cuidar solos, y cuidar los animales."
Ricardo era ya un adulto, pero si no hubiera sido por el tío, quizá a lo mejor
Ricardo hubiera aceptado, y a mí, por ser el más chico, me habría llevado
Secundino. Y con el correr del tiempo me habrían eliminado con más facilidad.
Cuando mi padre ya estaba enfermo y mi abuela también, ya estaba
anunciado. Un día yo iba a buscar un poco de leña y justo lo encuentro a mi tío
Lucio. Estuvimos charlando y me preguntó de mi padre. Yo le comenté del
estado de salud, pero me dijo, como en broma: "no sé quién va a morir; abrió la
puerta del hotel... no sé si va a ser tu abuela o tu padre."
Según dicen que se sentía el cerro negro; creo que se llamaba cerro la ballena,
pero los pobladores de la zona lo llamaban "el hotel".
Dicen que se sintió como quien abre una puerta de la casa, algo así como un
crujido. Pero yo no lo sentí; mi tío y otro poblador, lo han sentido.
Según los que saben, dicen que este hotel abre la puerta cuando alguien va a
morir. Pero este alguien, tal vez tiene que ser quien ha practicado la
hechicería... desgraciadamente ha caído en brujería mi padre, pero por la
madre y los dos murieron... si yo hubiese podido, o hubiera sido más grande,
habría tratado de que mi padre no muriera de esta manera, por medio de la
brujería. Yo creo que podría haber habido alguna forma para que mi padre no
fuera entregado a los espíritus maléficos.
Quizás habría sido la hija, no mi padre; sí o sí tenía que morir uno, ya que mi
abuela había perdido en la jugada con Ñanco. Con su propia vida de mi abuela
no fue suficiente ya que la deuda no la podía pagar con su vida. Tuvo que
entregar su hijo para poder pagar.
Este poder, mi abuela lo dejó a su hija Matilde y el anuncio que me dieron los
dos pájaros: tal vez mi abuela ha ido por el camino ancho y mi padre por el
camino angosto, aunque fue entregado por los demonios.
Mi madrastra estuvo un año más en la casa, pero en separado. Y después,
volvió a su respectivo lugar, ya que mi padre no tuvo ningún hijo con ella. Había
tenido uno, pero falleció a pocas horas de su nacimiento. La dejamos ir por el
trato que nos dio durante nuestra niñez.
Así fue que quedamos solos y Ricardo asumió la responsabilidad como el
mayor de los hermanos.
Seguimos solos. Yo ayudando a mi Hermana Cecilia; cuando ella me
necesitaba, ahí estaba yo o mi cuñado.
Y al tiempo, mi Hermano Ricardo se llevó una mujer, que la había conocido en
Junín de los Andes cuando él trabajaba. Descendiente chilena. La llevó a la
casa como su esposa.
Seguimos yendo a la veranada que nos dejó mi padre, llevando todos los
animales en tiempo de verano. De ahí, yo venía a la escuela. Así fue que
quedamos solos y Ricardo asumió la responsabilidad como el mayor de los
hermanos. En tiempo de invierno, me pidió de vuelta mi Hermana Cecilia, y así
seguí ayudándola y acompañando a mi sobrino. A final, seguí quedándome con
ella.
Al poco tiempo, salió Segundo en busca de trabajo y Ricardo seguía cuidando
los animales y yo lo ayudaba. Pero después salió nuevamente Ricardo a
trabajar y yo quedé al cuidado de los animales. Pero yo ya había venido a la
casa de mi Hermana Cecilia. De ahí salía todas las mañanas a ver los animales
y contarlos.
Mis sobrinitos se acostumbraron tanto conmigo que para salir tenía que salir
escondido, porque si ellos me veían que yo me iba ellos quedaban llorando, o
diciendo "tío Alfredo, no te vayas, tío no te vayas". Pero yo tenía que volver, y
salir sin que ellos dos me vieran salir, yo mesmo le decía a mis
sobrinos..."bueno, me voy, chau", y ellos dos se me ponían a llorar. Mi
Hermana Cecilia me retaba diciéndome "por qué los hacés llorar, si sabés que
ellos no quieren que te vayas?", pero yo lo decía simplemente para que me
digan "tío no te vayas".
Un día viernes me invita para la señalada de Secundino, el portero de la
escuela. Me conseguí el caballo de mi cuñado a Cecilia, para el sábado. Ella
también estaba invitada para la señalada, pero no fue porque justo llegó el
marido que había andado para Junín de los Andes.
Yo fui el sábado en la mañana. Empezó la señalada de los corderos. A medida
que iban trabajando en el corral, corría la bebida alcohólica: vino, caña fuerte y
dulce. Y yo, poray aceptaba la caña dulce. Terminó el trabajo del corral, y con
el portero de la escuela, Julio, salimos en busca de la tropilla en el campo, para
iniciar la marcación.
Volvimos con la tropilla. Empezó la marcación de los potros. Terminó la
pialada. Se largó a todas las tropillas. Para esto, ya era casi de medio día.
Descansamos un rato a comer el asado que ya se estaba cocinando en el
asador al fogón. Después del asado terminamos con la marcación y la
señalada de los terneros; seguía circulando la caña dulce y fuerte. Yo ya
estaba bastante ebrio, casi más bebía caña dulce, ya casi no me acuerdo.
Cuando terminó el trabajo con los terneros, me perdí. Solo me acuerdo cuando
ya estaban bailando la gente en la ramada; me dieron ganas de bailar, saqué
una mujer para bailar. Yo nunca había bailado. Debido a la ebriedad saqué
coraje en bailar, así empecé a bailar chamamé. Me pierdo nuevamente. A la
tarde me pongo consciente nuevamente, desensillo el caballo, y lo dejo en un
cuadro como para quedarme. Me pierdo nuevamente; entre me acuerdo
nuevamente que agarro el caballo y lo ensillo para irme. Voy a la ramada a
despedirme y me quedo nuevamente. El caballo pasó atado en el palenque,
ensillado. Recobro mi consciencia nuevamente: yo estaba durmiendo en una
banco. ¡Por supuesto, la señora de Secundino estaba atenta para atenderme!
Me invita un poco de vino; tal vez, ya me había dado alguna dosis.
Al día me voy a fijar: el caballo estaba en el palenque. "Me quiero ir". La señora
del portero de la escuela me dice: "vos que andás de a caballo por qué no me
llevás el nene por delante"... Le digo "bueno". Y Marcelina, la señora de
Secundino, me dice..."por qué te vas a ir? Quedate toda la tarde, total hoy es
domingo. Te podés ir recién a la tarde."
Ella no quería que me fuera, todavía, porque le faltaba darme otra dosis para
asegurarme bien. Pero no me quedé.
Monto caballo, llevo el nene por delante de la señora Josefina, llegamos a la
casa de ella y me dice: "me voy a acostar a dormir, porque anoche no dormí
nada"... y se fue a dormir. Yo me quedé con la hija Zulema. Ella me dice:
"vamos a probar la puntería".
Pone un tarrito en el poste del alambrado y empezamos a tirarle piedras a ver
quién lo voltiaba primero. En ese momento se me quiere como nublarme la
vista, cada vez fue peor, ya empiezo a ver como un hormigueo en la visualidad,
ya se me apareció algún tiritón la cabeza, cada vez fueron más seguido. Me
asusto y le digo a Zulema: "por qué no me das un poco de agua?" Se me vino
enseguida en la mente que con agua me podría pasar. Pero fue imposible.
Cada vez fueron más seguido los tiritones.
Y ya se me empezó a girar del costado por el lado izquierdo mi cabeza. Estaba
muy asustado. Cuando ya estaba mi cabeza bien torcida, perdí el conocimiento
y no supe más nada. Sólo después me puse consciente, pero ya iba llegando
mi Hermana Cecilia. Yo estaba sentado afuera y Josefina también estaba
afuera y Zulema estaba conmigo.
Josefina dice que yo caigo, me revuelco y empiezo a golpiarme y despedía
espuma por la boca. Dice que me quiso agarrar pero le dio miedo porque yo la
miraba, con una mirada sorprendente como si mis ojos se hubieran agrandado.
Estaba sentado, me dolía la cabeza. Me fue a buscar mi Hermana, me llevó e
hizo que me acostaran en la cama y me dio unos genioles. Me quedé dormido;
no sé si dormí todo el día y toda la noche. Yo nunca esto pregunté.
Este fue mi primera convulsión como si fuera epilepsia. Este fue debido a la
dosis maléfica que me dio la señora de Secundino. Pero faltaba que darme
alguna dosis todavía; por esa razón ella quería que yo me quedara ese
domingo. Entonces, así ella me daba el resto así ya como para eliminarme.
Con esto ella me quiso eliminar debido a la envidia que siempre existió con
nosotros por el lugar de la tierra y los animales. Ellos siempre quisieron que
nosotros no tuviéramos nada. En esto intentaron pero no pudieron y buscaron
la forma de cómo eliminarnos a los tres varones que somos.
Siguieron insistiendo por medio de los demonios, el poder maléfico que ellos
tienen. Pero así hemos tenido diferente dificultad los tres hermanos que somos,
han estado apunto de lograrlo, pero no han podido gracias a Dios, y el ruego
que pidió mi padre antes que muriera hacia Dios.
Así estamos hoy luchando siempre tentados por los demonios.
Seguí estando en la casa de mi Hermana Cecilia. La seguí acompañando y
ayudando en algo, y acompañando a mis sobrinitos a jugar, a sacarlos un rato
afuera, ya que mi Hermana Cecilia siempre tenía trabajo haciendo telares.
Mucho tiempo no tenía para cuidar los hijos. Yo estaría por cumplir los 15 años.
Hasta hoy la recuerdo, aunque ya no está, pero vive en mi recuerdo. Sólo Dios
sabrá por qué murió, aunque pienso que se suicidó.
Cuando cumplí los años, salí en busca de trabajo.
Así seguí hasta que cumplí los 16 años. Un día le dije a mi Hermana: voy a ir a
Junín de los Andes a sacar mi documento y a la vez voy a ir hasta la estancia
Cerro de los Pinos a verla a Margarita que estaba trabajando en esa estancia.
Pero mi pensamiento era de ir a buscar trabajo, total ya tenía mi documento pero esto no le dije a Cecilia Y tuve la suerte que conseguí trabajo en el vivero.
Estuve más contento que nunca. Volví al campo porque era sábado.
A mi Hermana Cecilia no le había dicho nada, en respecto de mi pensamiento.
Lo único que le había dicho que la iba a ver a Margarita. Cuando regresé, volví
más contento a avisar a Cecilia. Le dije: "encontré trabajo en el vivero. Voy a
salir a trabajar". Me dice: "para qué vas a salir? No ten van a pagar casi nada.
Te van a pagar muy poco."
Para mí era importante salir a trabajar. Ya dejaría de depender de alguien. Pero
mi Hermana no quería que yo saliera, ya que yo era una parte de la compañía
que ella tenía, y a la vez yo era muy chico como para salir, para ella. Pero yo
quise salir. "Voy a salir. Ya conseguí trabajo. Quiero hacer mi vida trabajando."
Ya no me podía detener, porque tenía que estar el día lunes a primera hora en
la estancia, para empezar a trabajar.
Preparé mis pocas ropas y una frazada, y un matroncito laboreado que tenía mi
cuñado, que me lo prestó ya que era un recuerdo de la madre que tenía, y volví
el mesmo sábado a la tarde para Junín de los Andes, para irme el domingo
para la estancia, para poder estar el lunes a primera hora.
Empecé a trabajar, me destinaron en el repique. Ahí estuve realizando mis
primeros trabajos ordenado por un capataz.
Después, en el invierno, me sacaron y me llevaron a forestar en el campo.
Fuimos a Lago Espejo en San Martín de los Andes a forestar pero estuvimos
poco, porque empezó a nevar mucho. Estuvimos forestando y reponiendo
plantas de pino.
Regresamos a la estancia y volví en el vivero, en el repique de plantines de
pino.
Y al poco tiempo, a comienzos de la primavera, me cambiaron de trabajo, y me
pusieron en el tambo. A las 5 de la mañana tenía que ir llegando con las vacas
para ordeñarlas. A las 8 de la mañana tenía que estar repartiendo la leche en
un carrito tirado por un caballo, 8 y media todo repartida la leche, a las 9 horas,
retirar la carne en la carnicería para la cocina de los peones y para la patrona
de Margarita.
El primer día de trabajo en el tambo me pasaron un caballo moro y la montura y
el carrito y los lecheros de 10 litros cada uno. Agarro el moro, lo ensillo y lo ato
al carro. Yo pensé que era un caballo que lo podía atar al carro y dirigirlo con la
rienda, yo subiendo arriba del carro; pero no era así.
Resulta que este caballo había que montarlo y recién atarlo al carro. Pero el
capataz no me dijo nada respecto del caballo, cómo tenía que hacer o qué
maña tenía. Yo no le pregunté tampoco acerca del caballo. Sólo me dio
órdenes, lo que debía hacer. El moro sale disparando; más con el ruido del
carro, más disparaba. Se dirigió hacia una tranquera, se desató el carro y el
moro siguió disparando.
Yo estaba asustado. Justo los carneadores estaban en el matadero. Uno de
ellos montó a caballo y lo siguió al moro hasta que lo alcanzó y lo agarró y me
lo trajo.
En ese momento aparecía el capataz. Recién ahí me dijo cómo tenía que
manejarme con el moro, y como yo estaba acostumbrado, seguí continuando la
tarea.
Después de las 9 horas, iba a trabajarles a la señorita Michel y Jaqueline, que
eran las hermanas del patrón principal. Una de ellas era la patrona de
Margarita. Yo tenía que trabajar en jardinería. Tres veces por semana, limpiarle
los gallineros, llevar leña cortada todas las mañanas, y a la tarde cuando tenían
que salir a cabalgar las señoritas, tenía que buscarles los caballos que tenían
ellas. Eran todos los trabajos que tenía que hacerles.
Pero una mañana fui a buscar las vacas, las ordeñé a todas; ya tenía la leche
en los lecheros. Quise atar al moro en el carrito de reparto, y se me asusta
nuevamente. Desgraciadamente se me desata el carro de la montura de la
sidera, pegó un barquinazo. Se me destaparon los lecheros, vuelca la leche,
me quedó muy poca leche en cada lechero.
Estuve muy asustado. Yo pensé que me iban a echar del trabajo.
Llevé la poca leche que me quedó, pero no me alcanzaba para repartirle a
todos. No hallaba qué hacer. Lo único que pensaba era que me iban a despedir
del trabajo por lo ocurrido. Pero no se me ocurrió de avisarle a las señoritas, a
la patrona de Margarita; tampoco a ella le dije nada.
Fue mi peor error no haberle consultado a mi Hermana. Fui a avisarle al patrón
y a pedir la renuncia, porque yo pensé que me iban a echar del trabajo, y esto
yo no quería: prefería pedir la renuncia, antes que me echen del trabajo.
Pedí la renuncia, volví le avisé a la señorita Michel, ella me dijo: "pero por qué
no me avisaste primero a mí, antes de avisarle al patrón, si con eso nomás, no
te iban a despedir? Eso a cualquiera le puede suceder": Con todo lo que me
dijo la señorita, me había arrepentido, pero ya era tarde.
Me dice la señorita: "Voy a hablar con don Andrés, a ver si te pueden dejar de
vuelta". Y justo iba pasando al frente el patrón, el señor Andrés. Sale al cruce la
señorita para pedirle que me dejen, a pesar de haber pedido la renuncia por
miedo a que me echaran del trabajo.
Habla con el patrón, y él dice que ya no podía cambiar de opinión, porque ya
había nombrado otro. Ya era tarde, ya no había más remedio que irme. Todo
por haber sentido miedo a que me echaran.
Fueron mis primeros errores por no tener experiencia. Pero eran mis primeras
salidas a poder ganarme la vida y empezar a ganarme el primer dinero de mi
vida trabajando. Me pagaron la liquidación, me despedí de mi Hermana
Margarita. Volví a preparar mi poca cosa, la ropa, y me fui a otro rumbo.
Volví a Junín de los Andes. Intenté encontrar trabajo en el vivero Nonthué en
Chapelco Chico. Volví al repique, pero esta vez ya yo más capacitado para
trabajar, y con un poco de conocimiento en viveros. También fueron trabajos de
repique y en invierno a forestar y reponer.
Estuvimos yendo al Lago Huechulafquen a reponer plantas. En Chapelco Chico
pasé varios inviernos y veranos. En ese lugar, también estuvimos forestando y
reponiendo.
Una tarde de sábado, volvíamos al pabellón después del trabajo a descansar.
Algunos de mis compañeros se adelantaron, y yo iba con otro compañero. Por
momentos, se me quería como nublarme la vista. No le había tomado
importancia. Seguí caminando, pero cada vez era más frecuente. Poray, veía
como hormigueros que se movían; ya se me aparecían algunos tiritones en mi
cabeza, como queriendo girar del lado izquierdo.
Ya me empecé a asustar, ya empezaba a empeorar. No le dije a ninguno de
mis compañeros que iban conmigo. Les dije que se adelantaran. Me quedé
sentado. Ya, esta vez, se me empezó a tiritar la cabeza y empezó a girar
tiritando del lado izquierdo. Yo quería sostener mi cabeza, pero era imposible.
Parecía que mi cabeza era otra. Quedó bien torcida.
Perdí el conocimiento. No supe más nada. Al rato recobré mi conciencia. Yo
estaba tirado, me había revolcado en la tierra. Me levanté asustado. Para mí
era como si hubiera estado tirado mucho rato. Me levanté, agarré las
herramientas y me fui, pero mi boina la dejé tirada. No me acordé, me fui en
cabeza asustado, me sentía un poco mal.
Así llegué de regreso a donde vivíamos. Mis compañeros ni se imaginaron lo
que me había sucedido en el camino. Llegué y les comenté. Creo que vine al
otro día al hospital de Junín de los Andes. Me dieron simplemente pastillas.
Pero no me acuerdo muy bien esta parte.
Así seguí. Durante la semana andaba muy bien, de lunes a viernes; pero
llegaba el sábado otra vez; algunas veces, pude controlarme yo mesmo para
que no me diera, pero otras veces no lograba controlarme; así, aunque me
quedara inmóvil sin hacer ningún movimiento algunas veces pude lograr. Así,
una tarde sábado ya salíamos del trabajo, en esta época de invierno, habíamos
hecho un campamento del lado de arriba, por el lado del cerro Chapelco, ya
que ahí nos quedaba más cerca para forestar. Lo único que llevábamos eran
plantines del vivero.
Ese otro día, había estado trabajando en el vivero. Yo regresaba al
campamento de arriba. Quedaba bastante alejado del vivero. Nos fuimos
después de trabajar. Yo iba con otro. Se me empezó a nublarme la vista y a lo
lejos unos tiritones y veía como hormigueros. Yo sabía lo que me iba a pasar.
Lo único que hice fue sentarme en una piedra. Me quedé inmóvil; rogaba a
Dios para que me pueda pasar, para que no me diera la convulsión. Así pude
lograr, hasta que se me pasaron los mareos y pude lograr. Así traté varias
veces y lo logré. Pero otras veces no.
Así seguí trabajando. Una vez por mes iba a Junín de los Andes o salía cada
dos meses cuando cobraba, y una vez al año iba para Aucapán a visitar mis
hermanos, pero primero pasaba, y ahí me quedaba, en la casa de mi Hermana
Cecilia.
CAPITULO 2
LA DESPEDIDA Y EL SUICIDIO
De ahí, iba a verlo a Ricardo, aunque iba una vez en el año; pero para el 24 de
diciembre era seguro que iba a estar. Cecilia me esperaba y mis sobrinitos, ese
día. Ellos ya tenían sus fechas para esperarme. Mis sobrinitos, creo que ya
empezaban a estar alertas el 24 en la mañana, cuando veían llegar algún
vehículo.
Creo que decían: "ahí viene el tío Alfredo! Ahí viene el tío Alfredo!". En una de
ésas, aparecía yo y ellos salían corriendo a recibirme contentos porque yo
había llegado.
Así siempre me esperaron; hasta que un día, dejé de ir. Ahí pasaron varios 24
y yo no aparecí. Un día pasé la Navidad con ellos y para el año nuevo fuimos a
la costa del río Aluminé en Pilolil, a comer un asado y a juntar un poco de
cerezas, y al mesmo tiempo, estuvimos pescando.
Ellos andaban en una camioneta y me pasaron a dejar en el crucero. Me
esperaron hasta que me alzó un turista que pasaba por esa ruta. Volví ese día,
porque tenía que estar la tarde para hacerle un asado a mi patrón para sus
invitados.
Así, ese día volví de regreso a mi trabajo. Y mi hermana estaba contenta.
Antes de la Navidad, me esperaba más que nunca, porque pensaba hacer un
baile para el 24, mi Hermana Cecilia. Y ella me esperaba para yo poder estar
en ese baile. Así pasamos en conjunto y alegres. Pero ¿yo cómo me podía
imaginar lo que iba a suceder con el transcurso del día? Sólo Dios sabía.
Para mí fue una despedida para siempre. El marido de ella no quería hacer
baile, pero como era el antojo de ella, él aceptó, y más que Cecilia quería que
yo estuviera. Yo creo que llegué el 23 a la tarde. Cuando llegué, ella no estaba
en la casa. Los chicos estaban solos. Cuando llego, salieron los chicos a
recibirme, ya que ellos estaban esperándome, como siempre lo hicieron.
Me recibieron, me dijeron: "pase, tío". Les pregunto: "y tu mamá?" "Se fue a
donde la tía Lorenza a invitarla porque vamos a hacer baile. La mamá te estaba
esperando para que estuvieras en el baile". Más tarde llegó ella. Contenta! "Te
estaba esperando. No sabía cómo mandarte avisar. Vamos a hacer un baile y
yo quería que vos estuvieras", me dijo contenta.
Pasamos todos alegres. Hasta que volví al trabajo, y a los pocos días yo
estaba en el vivero en la mañana, fue el hijo del capataz, me fue a ver en el
trabajo, avisándome que me buscaba la policía.
Yo me asusté. Lo primero que me pregunté, dije "pero para qué me va a buscar
la policía si yo no he hecho nada. No tienen nada que buscarme".
Noticia del fallecimiento.
Así fui a ver el policía que me buscaba, medio asustado sin saber por qué me
buscaba. Lo saludé al policía. Tenía un papel en la mano. Me sorprendí cuando
lo vide. Me dice: "te traigo malas noticias. Tenés que ser fuerte", me dijo,
"falleció tu hermana". "?Mi hermana?", le pregunté. "Sí", me dice. "Pero no
puede ser, si hace unos pocos días estuve con ella y estaba bien, no estaba ni
enferma, al contrario, estaba contenta. No puede ser, deben estar
equivocados", le digo.
"No", me dice, "Anoche falleció en el hospital". "Pero, no puede ser!". "Sí", me
dijo. Yo sin poder creer el papel que tenía en la mano era el comunicado que
habían recibido de Junín de los Andes de la comisaría hacia San Martín de los
Andes.
Lo leo; me hizo leer, yo sin poder creer, lo hice leer, pero no podía creer,
porque habían pasado tan pocos días que yo había estado con ella. Todavía,
mi Hermana me esperaba más que nunca para así yo poder estar en el baile
que iban a iniciar para Navidad. Estaba tan contenta. Todavía fuimos a Pilolil a
buscar cerezas, a comer un asado, anduvimos todos contentos, y más encima
me dejaron en el crucero, se fueron hasta que me alzaron.
Parecía una mujer que iba a vivir mucho, aún y morirse tan pronto.
Dicen los testigos, el que la vio ese día antes del fallecimiento que estuvo
lavando la ropa de los chicos y después atendió un turista que no podía cruzar
el arroyo, pero como ellos tenían un vado para el vehículo, le dio permiso para
que el turista cruzara el arroyo sin problemas.
Creo que cuando el turista cruzó, ella volvió como jugando con los dos chicos,
y corriendo. Ella estaba tejiendo un telar de dos plazas laboreadas para
entregar en la Rural. Lo dejó medio terminado. Y después, no la vieron más,
según el portero de la escuela.
Lo único, después, cuando se sintió mal mandó los dos chicos que fueran a la
posta sanitaria para que el enfermero fuera a verla, ya que se sentía muy mal.
Así fue el enfermero y la encontró mal, muy mal. Urgente la llevó a Junín de los
Andes, al hospital. Creo que pasó en al casa de la tía Claudina Linares a dejar
los chicos encargados, y de ahí al hospital.
Creo que la tía le preguntó si no había tomado algo. Creo que dijo que no había
tomado nada. Así la derivaron al hospital y el marido estaba en Junín de los
Andes, ya hacía varios días y ella estaba sola con los chicos en el campo.
Y así no pudo pasar la noche. Falleció esa noche en el hospital. En la autopsia
que le hicieron los médicos creo que dijeron que le habían encontrado un
líquido blanco en el estómago, pero que no pudieron saber lo que podría haber
sido o qué podría haber tomado.
Hasta ahí llegó mi pobre Hermana Cecilia. Hizo una despedida, sin saber. A lo
mejor, tendría sueños, o se habría guiado por el sueño. Pero lo lamentable es
que desapareció, dejó dos chiquitos, uno, más grandecito que el otro; quedaron
huérfanos de madre desde chiquitos, sin poder conocer bien la madre.
Quedaron como yo; con el tiempo, la conocieron solamente por medio de la
foto.
Lo único que no le pude avisar a Segundo que estaba en San Martín de los
Andes, trabajando. Yo sabía que estaba ahí, pero no sabía dónde mesmo
trabajaba.
Llegué en Junín de los Andes de los Andes, fui en la casa del tío Emilio
Cahuinpán y me dice que en la casa la habían velado hasta que la llevaron al
campo. Hice un radiograma para Bariloche, para avisarle a Margarita.
Encontré una camioneta que salía para esa y me fui. Llegué en el campo ya la
gente estaba reunida. Mis sobrinitos estaban jugando como si no hubiera
sucedido nada con la madre. Ellos estaban creídos que la madre estaba en el
hospital, pero no se daban cuenta de que la madre era la que estaban velando
en una mesa.
Ellos me decían: "la mamita está en el hospital", pero sin darse cuenta que la
madre estaba ahí ya muerta. Ellos estaban conscientes de que la habían
llevado al hospital, pero no se dieron cuenta que la madre había fallecido, y que
la madre era la que estaba en la mesa rodeada de velas prendidas.
Fue muy triste para mí cuando mis sobrinitos, con los que me encantaba
compartir los juegos y los sabía sacar en el andador horas enteras jugando con
ellos, y en esos momentos lo único que decían mis sobrinitos ya huérfanos de
madre "la mamita está en el hospital", sin darse cuenta que la madre estaba
ahí ya con un sueño eterno.
También con ellos había envidia; creo que también lucharon los hechiceristas
con ellos.
Pero acá ella murió por una razón, no por una enfermedad. Hubo un motivo:
creo que hasta podría decir que hubo unos culpables por la desaparición de mi
Hermana Cecilia, pero ya no importa. Sólo sé porqué murió; esto quedará en
mí. Odio no puedo sentir con esta persona, la que haya sido culpable por el
suicidio de mi Hermana.
Sólo sé que fue así, aunque me hayan dicho "no fue así", pero yo digo "sí".
Después de mi intento de suicidio, he podido comprender qué sienten las
personas antes de cometer el error contra su vida. Cómo se siente en ese
momento? Ahora ya lo sé, aunque yo le pueda contarle alguna persona, pero
no me van a poder comprender porque no lo han vivido, el suicidio de mi
Hermana.
Ella al estar sola con los dos chicos y ya varios días, empezó a sentir angustia,
mucha depresión debido de que pensaba tanto para ella; al fin, encontró la
solución de quitarse la vida tomando una doble dosis de yuyo, un remedio que
le había dado un señor que lo llamaban profesor para no quedar más
embarazada.
Acudió con este remedio, ya que a lo mejor el profesor ya le habría dicho
acerca de este remedio que no tenía que tomar más de lo recetado. Y ella,
sabiendo, acudió con éste.
Pero no pensó en ese momento de los hijitos que eran tan chicos, ya que la
mente estaba en otro lado. Sólo reaccionó después de haber tomado el
remedio, que tenía los chiquitos, y se arrepintió de morir; pero ya era tarde.
Estaba arrepentida y pensó de acudir urgente con los médicos, pero no les dijo
lo que había tomado, porque era un secreto que tenían ellos dos, como
matrimonio.
Hoy más que nunca puedo saber el motivo qué fue lo que sintió en ese
momento? y por qué lo hizo? En esto hubo motivo. Pero yo no quise hacer
nada por la muerte de mi Hermana. Podría haber hecho algo, pero no quise.
No quise perjudicar a nadie. Mi Hermana ya había muerto, ya no había
remedio.
Pero hasta hoy la recuerdo; sólo algunos dolores grabados han quedado dentro
de mí mente, cuando cantábamos juntos, cuando yo era un pibe creo que
éramos alegres, en esa época. La extrañé mucho cuando ya no estaba,
aunque estaban mis sobrinos. Pero para mí ya no era igual que cuando ella
estaba. Ella siempre me esperaba para la Navidad.
Creo que podemos saber mejor que nadie aquellos que hemos pasado por este
intento, pero hemos podido sobrevivir; los que hemos estado ya al borde de la
muerte, pero gracias a Dios hemos vuelto. Cuántas personas no habrá en el
mundo, que algunos consiguieron la muerte, otros no, porque Dios no ha
querido, han podido lograr volver.
Todos los que se han suicidado y los que han intentado tienen un por qué. Pero
todos por diferentes motivos. Pero siempre la soledad ha sido más fuerte que la
fuerza para seguir adelante. La falta de comprensión en la familia, depresión,
angustia, soledad van incluidos en esta decisión que uno toma en esos
momentos. Aunque unas personas le digan "no estás solo", o "estamos
nosotros", no es suficiente. Más, si no lo comprenden. Cuántas personas no
habrá en el mundo que se sienten solos, a pesar de estar rodeados de sus
seres queridos, sin embargo, se sienten solos o solas? Por qué? Qué les
faltará a estas personas? Una persona, por más que diga la verdad no lo
comprenden, o no lo escuchan lo que dice. Mientras más dice la verdad, menos
lo comprenden; mejor no decir la verdad o decir mitad de la verdad, para que lo
puedan entender quesea un poquito.
Mi Hermana tomó esta decisión por el motivo de depresión y soledad, ya que
había pasado por lo menos una semana y el marido no aparecía, y al estar sola
ha empezado a pensar, en la mente se le ha cruzado de todo hasta que tomó
esta decisión. Pero si yo hubiera estado en ese momento, no se habría sentido
sola, y no se habría quitado la vida.
Pero sólo yo sé por qué ocurrió esto, después de haber estado tan bien y
contenta, pero sólo tendré que resignarme y sólo Dios sabe por qué...
La sepultamos en Aucapán y yo tuve que volver al trabajo a pedirle permiso un
mes a mi patrón para poder acompañar a mis dos sobrinos en los peores
momentos. Los acompañé y traté de hacerles comprender que ya la madre ya
no estaba en el hospital. Porque ellos siempre me decían "la mamita está en el
hospital".
Tuve que tratar de hacerles saber la verdad y que ya la madre ya no estaba
que no la iban a ver nunca más, que se vayan olvidando de decir que la madre
estaba en el hospital.
Así, con mi compañía pudieron seguir adelante solos, sin la madre hasta que,
de a poco, fueron dejando las palabras que pronunciaban siempre.
Después de un mes volví al trabajo en Chapelco Chico. Seguí en ese vivero. Al
año siguiente, volví en la mesma fecha, en diciembre. Mis sobrinos seguían
siendo los mesmos de siempre, esperándome en esa fecha, y mi cuñado.
Pero para mí ya no era igual, ya que todo había cambiado. Me sentía aburrido,
extrañaba algo, ya no sentía como en otra época, aunque mis sobrinos me
recibían como siempre.
Faltaba la presencia de Cecilia, el cariño que siempre me había brindado ya no
estaba: eso extrañaba. Poray, me ponía un poco triste de no ver más a mi
Hermana, la que siempre me esperaba.
Quedé de volver el año siguiente, pero no volví. Y mis sobrinos creo que
seguían esperándome pero no fui más.
CAPITULO 3
LOS TRABAJOS
Al poco tiempo renuncié de Chapelco Chico y estuve varios días en Junín de
los Andes y después me fui a Cerro Bandera, a trabajar en la fábrica de
bentonita. Ahí estuve poco tiempo, renuncié de nuevo. Volví a Junín de los
Andes. De ahí, estuve viviendo en al casa de la tía Claudina hasta que
encontré trabajo en Corfone. En el vivero, estuve un mes trabajando. Ya no
daba más ahí en Junín de los Andes por no tener donde vivir.
Mi tía seguía siendo la mesma de siempre, pero mi prima hay días que me
parecía que yo la estorbaba, o hay día que andaban con un carácter que no me
caía bien. Eso me hacía sentir muy mal. Anduve mal psicológicamente. Sólo
me sentía bien cuando estaba trabajando, no hallaba la hora de salir de Junín
de los Andes.
Un día me enteré que iban a llevar gente al lago Lolog, hablé con el capataz,
pero me dijo que ya estaba completo la gente que iban a llevar. Pero me
prometió que me iba a tener en cuenta para otro lado, en caso si llevaran más
gente para trabajar.
Así, un día escuché comentarios de los compañeros de trabajo. Volví a hablar
con el capataz, me dijo "justamente te tengo anotado en la lista Colimán, a las
dos de la tarde sale el camión para Pucará. Tenés que traer plato, algunos
cubiertos y frazada." Qué alegría sentí en ese momento. Sentí como un alivio,
de poder dejar de ver a mi prima, de soportar ese carácter que muchas veces
me hacía sentir tan mal, que para mí me sentía como si estuviera de más o un
estorbo.
Llegó esa tarde y me fui a Pucará a trabajar. Ya había llegado de nuevo la
alegría. Así estuve dos meses sin salir.
Ahí conocí a Arturo. A veces llevábamos mercadería a una familia que era muy
pobre. Por eso le llevábamos un poco de harina, yerba, azúcar, fideos, para
que fuéramos atendidos mejor. Otra que no éramos conocidos. Fuimos con
esperanza de encontrar una mujer, porque había dos grandes: la Licha, la
mayora y la Rosa, la menora. Iban los Gendarmes de Huahum por interés de
las mujeres por eso nos dijeron los que conocían a esa familia que era un
peligro. Pero ese día no había gendarmes. Nos fuimos a hacernos conocidos
de ellos para volver en otra ocasión. Nos atendieron bien y nos dijeron que
fuéramos cuando deseemos, nomás, que la puerta estaba abierta.
Volvimos un domingo a la tarde. Arturo se había enamorado con la Licha. Pero
al final era pura ilusión. Fuimos dos veces, y a la tercera vez, antes de llegar el
domingo uno de los compañeros de trabajo nos dijo que a la familia Fuentes los
habían desalojado, y que había un camión que estaba cargando las pocas
cosas, y que la casa de madera ya no estaba. Con Arturo no pudimos creer,
porque pensamos que podía ser una broma que nos hacían para ver cómo
podíamos reaccionar al saber. Pero no pudimos creer. Llegó el domingo y con
Arturo nos preparamos. Llevamos de todo un poco, ya que andábamos
necesitados con Arturo. Pensábamos que un día de esas idas las íbamos a
invitar a las dos para salir a caminar, así íbamos a separar a las dos Hermanas.
Una vez que yo separara una, esa iba a ser para mí, y la otra para Arturo. Por
eso habíamos empezado a ir los domingos. Ibamos por un caminito que había
entre los bosques. Una tarde de sábado después que dejamos de trabajar,
íbamos con la duda. Si llegaban a estar nos pensábamos alojar hasta el
domingo. Pero al llegar cerca, la sorpresa. Y con la sorpresa que nos llevamos
cuando íbamos llegando: no vimos ninguna casa. La casa que tenían no se
veía. Nos acercamos más, nos encontramos con la muestra de donde estuvo la
casa de madera. Ahí se quedaron los dos enamorados un rato, detenidos, casi
inmóviles.
A mí me bajó un poco de tristeza. No los alcanzamos ni a despedir. Ya no
teníamos nada que hacer en ese lugar. Nos habían dejado sin mujer. Ya no
teníamos dónde pasar el domingo. Eran las únicas mujeres solteras que
habíamos encontrado.
Volvimos un poco tristes, y más en la noche, lo único que empezamos a sentir
fue un poco de miedo al dentrar en una zona boscosa y muchos quilantales
porque teníamos un poco de temor por los leones que podrían cruzar justo es
zona.
Seguimos bajando. Llegamos a la ruta que había, porque vinimos por todo el
caminito sobre los bosques. Al llegar en la ruta, había un puente que podría
cruzar justo esa zona. Traíamos las cosas que habíamos llevado a esa familia.
Con un poco de tristeza que tenía, le dije a Arturo para qué vamos a volver con
las cosas. Mejor las arrojamos acá, que las lleve el arroyo. Un poco apenado
debido a la desilusión no quise volver con la poca mercadería que le habíamos
llevado. Por no encontrarlos, no quise volver. La arrojamos en el arroyo.
Seguimos hasta que llegamos de vuelta a Pucará con un poco de desilusión.
Ya no teníamos dónde salir a pasear.
Un día, estando en Pucará con un poblador de ese lugar, un tal Catalán, que
también trabajaba en el vivero, me invitó para ir a la hostería de Huahum. Era
un domingo. Antes de volver compramos una botella de coñac y cinco litros de
vinos. Por el camino, destapamos la damajuana y seguimos bebiendo por el
camino. Veníamos por la zona de Chachín. También destapamos la botella de
coñac. Antes de llegar, me dijo que para que llegue llena la botella, le íbamos a
echar un poco de vino. Y la llenó de vuelta. Llegamos a lo de su casa.
Empezamos a tomar coñac y después vino. Cenamos, y le seguimos dando al
vino. Era casi medianoche. Me apuré en irme, el pabellón está cerca, es decir
donde vivíamos todo los demás del personal. Me fui. Estaba bastante bien para
irme, ya que al otro día teníamos que trabajar. Me fue por una ruta de tierra,
toda boscosa, lo único que se veía era la oscuridad que me guiaba. Recuerdo
bien que estaba bien cuando me fui, pero después no recuerdo muy bien.
Recuerdo que me acompañaba una persona en ese momento, para mí era una
persona.
Llegué al lugar de las materas, que era una casita apartada de donde vivíamos,
pero que la utilizábamos para hacer fuego en el piso, para poder secar la ropa
o calzado, ya que es un lugar donde llueve mucho en invierno aunque no nieva
nunca. Muchas veces teníamos que secar la ropa mojada a fuerza del calor del
fogón.
Cuando llegué yo podría decir que he estado soñando, durante esa noche
oscura mientras caminaba. Es como si después hubiera despertado y estaba
solo, o algo así.
Llegué. Para mí era una persona. Me senté, estábamos charlando un rato. El
fogón estaba ardiendo. De un momento a otro reaccioné y me di cuenta que
estaba solo. Dije entre mí: "pero con quién estuve hablando, entonces"?
Me dirigí al dormitorio a preguntarle a Cheuquepán. Que era encargado de la
cuadrilla. Me dijo que no había estado hablando conmigo. Otra que yo me
acosté hace rato, me dijo. Para mí era una persona con quien estuve
charlando. Sólo cuando reaccioné, no había nadie. La persona, de un momento
a otro, había desaparecido.
Me dejó pensando, esa noche. A la mañana me desperté con una
descompostura de estómago debido a las bebidas mezcladas. Vomité todo lo
que había bebido y comido, y esa mañana amanecí mal.
De todos modos salí a trabajar. Estábamos sacando plantas y clasificando y
podando y curando y haciendo atados de 50 plantines de pino.
Ya no soportaba el frío. Peor no era tanto el frío que hacía, a pesar que
teníamos fuegos. Pero igual yo sentía frío. Seguí trabajando hasta las diez de
la mañana. El capataz, don Carrillo, parece que se dio cuenta de que yo
andaba mal. Me dijo: "Colimán, andá a la cocina. Nomás, hacé fuego y hacéte
el almuerzo", me dijo.
Fui a la cocina a preparar el almuerzo para todos. Como cocinero no había, yo
siempre tenía que ir a hacer el almuerzo, o hacer torta frita o pan. A veces, nos
turnábamos para cocinar. Ahí en la casa, según los que han estado anterior
han dicho que siempre se escuchan pasos como quien baja la escalera. Y
también han visto como que alguien anda en las noches como seres humanos.
Según decían ellos, que era el dueño de ese lugar que se levantaba y salía a
recorrer el lugar propio.
Pero el que era dueño de ese lugar había fallecido ya hace varios años y
estaba sepultado en ese lugar. Muy cerca de la casa, estaba el cementerio.
Pero algunos que lo conocieron en vida han dicho que es él, que sale a
recorrer en las noches. Para mí que un muerto no puede salir a caminar en las
noches, sino son los espíritus que toman la forma de un ser humano, o que
utilizan la imagen de alguien que ya ha muerto. Es como si tomaran la forma o
el rostro de alguien que ya ha muerto.
Estos son algunos que practican la hechicería o que han hecho un pacto con
los espíritus, con los demonios según estos espíritu. Por más que haya muerto
el dueño, se podría decir el amo, el espíritu nunca abandona el lugar. Siempre
va a andar rondando el lugar, o poray toma la forma del cuerpo y rostro de
quien ha sido el dueño.
Quizá haya sido éste el que me acompañó, y con el que estuve charlando, por
haber sido dañado o embrujado con el vino que me han invitado en aquel día.
Entonces, ese es el motivo: que cuando bebía vino es como que me
perseguían los demonios. Y de ser tentado por los espíritus malignos.
Así seguí en ese trabajo, hasta que el capataz del vivero, don Carrillo, me dijo
que me iban a trasladar a Lolog, donde había otro capataz, don Carlos Parada.
Muchos dicen que es malo y que la gente no le dura. Pero es buen tipo.
Solamente hay que saberlo llevar, me dijo don Carrillo.
Me trasladaron en Octubre. Llegué a Lolog, lo conocí al nuevo capataz, pero
con el poco tiempo me tomó bien, porque yo siempre fui voluntario en el
trabajo, no faltaba ni fallaba. Así me tomó aprecio, don Parada. Al final, era un
tipo buenísimo, como me dijo don Carrillo.
A los dos meses, me vine a San Martín de los Andes a comprar algunas cosas
que me faltaban. Ahí pasé el invierno, y en octubre me trasladaron en Lolog.
Ahí seguí. Una vez en el mes venía a San Martín de los Andes a comprar,
venía el sábado a la tarde y al otro día a la tarde volvía para Lolog, para estar
el lunes.
Seguí ahí hasta que llegó el llamado para la revisación médica para el servicio
militar.
Fui a Neuquén. Mi número de sorteo salió número bajo, por eso no me tocó.
Así, un día sábado a la tarde vine a San Martín de los Andes. Pasé en la
hostería Villa los Robles a ver mi tía Rosa Cahuinpán, como siempre la sabía a
pasar a visitar de pasada.
Recibí noticia de mi Hermano Ricardo.
Así, un día paso el sábado a la tarde y me avisa que mi Hermano Ricardo
estaba internado en el hospital de San Martín de los Andes de los Andes Así lo
fui a ver y lo encontré muy mal. No podía darse vuelta en la cama. Estaba
paralítico y los médicos no le encontraban ninguna enfermedad.Ricardo casi
paralítico.
De ahí me vine a Junín de los Andes a visitar a mi tía Claudina, ya que hacía
vario tiempo que no la veía. Ella me comentó que había una médica yuyera en
Malleo y que yo porqué no hacía un intento con esa médica, a lo mejor ella lo
podría curar, ya que los doctores no le encontraban ninguna enfermedad a mi
Hermano.
Lo visité de vuelta a mi Hermano, y le comenté de lo que me había dicho la tía.
Pero le dije que tendría que pedir la alta, y que vuelva a la casa. Yo regresaría
a mi trabajo, a pedir permiso, unos 25 días o un mes para poder acompañar a
mi Hermano y buscarle remedio para que se mejore, ya que la internación no le
hizo bien. Lo operaron de un costado de una de las piernas, ya que se le había
aparecido un en forma de grano pero era como una hinchazón. Le cortaron,
dicen que le sacaron pura agua, pero no tuvo mejoría.
Me fui a Aucapán.
Así me dieron permiso. Me fui a Aucapán y se fue conmigo Alicia. Llegamos en
la tarde, encontré mi Hermano en la cama, pero no fue capaz de estar
levantado. Aguantó posiblemente un minuto; la pierna no le daba para estar
levantado. Se acostó de nuevo, ya que la tenía inflamada. Hasta un pie lo tenía
redondo. Esto no le permitía estar parado.
Al encontrar mi Hermano tan mal, le digo: "?tenés caballo, acá?" Adentro del
cuadro, del alambrado, me dijo que estaba el caballo del que dejó mi padre, el
que ensillaba mi padre.
Entonces, le digo a mi Hermano: "mañana voy a ir a Malleo a buscarte
remedio." Le pedí una botellita blanca a mi cuñada. Le dije que orine un poco
en la botellita. Es lo que siempre piden los médicos yuyeros. "Para llevarle a la
médica", le dije.Salí de acaballo en busca de remedio en la médica yuyera.
Al otro día salí en la madrugada de acaballo en busca de remedio para mi
Hermano. Pero antes de salir le dije a mi Hermano que tuviera fe en el remedio,
en la médica que lo iba a curar.
Así salí; llegando en Malleo, iba galopando despacio por la ruta. En una de
ésas, se me tropieza el caballo, se me cae de punta y yo salí despedido del
caballo. Me caigo más adelante de donde se me cayó el caballo. Me levanté, le
agarraba la rienda al caballo, le pego un azote al caballo, y acomodé la
montura.
Monté caballo de vuelta y salí. Crucé por la zona de la escuela, justo encuentro
un poblador de ese lugar, le pregunté si no había algún caminito a la cortada
para poder llegar hasta la costa. Me dijo que sí, me indicó más o menos el
rumbo que tenía que tomar para poder llegar; agarrando la cortada, me
quedaba más cerca.
Crucé por una ladera y me pierdo, y salgo justo en un risquero, mejor dicho, en
un rincón rodeado de cerros. No tenía una salida para poder cruzar de a
caballo. Volví, subí más arriba hasta que pude salir de ese lugar. Yo nunca
había andado por esos lugares, pero pude cruzar y al final llego. Ya eran casi
las doce del medio día, cuando me ubiqué en la casa de doña Domitila. Ella era
la médica. Así, al final llegué. Sujeto el caballo en el palenque, golpié la mano
para que me escuche, salió una mujer de edad. "Buenos días", le dije. "Buenos
días, desmonte", me dijo. Aún no sabía todavía quién era esa mujer; si era la
médica o no. "Pase adelante", me dijo. Y pasé, pero ya adentro me retó un
poco. Me dijo si yo era huinca, porque le había hablado en castellano, y la
saludé, me dijo en la idioma mapuche. Cam huinca ta imi, cam paisanu sugu
que lay mi, mari mari ñaña piquiy ta che Huinca ta imi?, me dijo: usted es
blanco gringo que no sabes hablar en paisano mapuche. "Buenos días, ñaña,
dice la gente ñaña, se la trata a una mujer mayor de edad, o una hermana
mayora" me dijo.
Le pedí disculpa por no haberla saludado en mapuche. También le hice
entender que yo siempre anduve con gente que algunos no saben hablar, y
que siempre anduve en la ciudad y donde siempre hablé en castellano, qué
sacaba de hablarle en mi idioma, sí no van a entender. Al final, cuando uno se
encuentra con gente en el campo que siempre utilizan su idioma mapuche,
uno, ya acostumbrado de andar con gente que no entienden en mapuche,
solamente en castellano, uno también se acostumbra. Cuando uno llega en el
campo, también sigue hablando en castellano. Porque uno ya está
acostumbrado.
Cada día va utilizando menos la idioma de uno, en mapuche.
Después que le expliqué, recién me preguntó cuál era mi motivo de la visita.
Entonces le comenté de mi hermano que estaba enfermo y que había estado
internado en el hospital, pero que no tuvo mejoría y que los médicos no le
encontraron ninguna enfermedad, y que andaba en busca de remedio.
"Le trajiste la agua, como le llaman?", me dijo. "Sí", le dije, y le entregué el
frasco transparente de orín de mi hermano. Me pidió que la acompañe a la
orilla del río, y fuimos los dos.
Lo miró contra el sol, y me pidió que el orín lo tire en el agua del río. Así lo hice,
y volvimos a la cocina.
Le comenté de lo sucedido en el camino. Me dijo: el poder maléfico que había
en la casa de mi padre, o sea, el diablo, el demonio, como le queramos llamar,
no quería que yo saliera en busca de remedio. Dice que se enojó mucho, el
demonio, porque no quería que yo mejore a mi hermano, por eso me atajó en
el camino. Me dijo: "te habían atajado en el camino." Entonces, empezó a
preparar remedio para mi hermano. Me dio un litro de remedio para tomar, y
medio litro para que se frotara en la pierna, la que tenía inflamada y morada. Y
éste era el remedio contra, para maleficios, me dijo. Si le va a hacer bien el
remedio. "Claro que no se va a notar enseguida. Hay que esperar una semana.
Si ven que le está haciendo bien el remedio, vení nuevamente. Te voy a dar
más remedio, hasta que se mejore", me dijo.
Pegué la vuelta. Había dejado vario tiempo de andar a caballo. Ese día anduve
un día de acaballo, buscando la mejoría de mi Hermano mayor. A la salida
anduve bien, aunque el demonio me atajó por el camino. Me voltió el caballo
para que no siguiera. Pero llegué. A la ida anduve bien, pero a la vuelta ya no
daba más arriba del caballo.
Un cansancio... la cintura, mi pierna, no daban más. Me faltarían unos diez
kilómetros para llegar de vuelta. Me desmonté porque no daba más del
cansancio. Estuve un rato desmontado. Cuando quise montar caballo, no podía
del mesmo dolor y cansancio. Parecía una persona de 80 o 90 años para
montar caballo. Pero al final, pude montar a caballo.
Me fui despacito hasta que pude llegar. Así llegué en la noche de vuelta, le
entregué el remedio a mi Hermano, le comenté lo que me dijo la médica. Iban
pasando los días. Ya casi cumplía una semana que estaba tomando el remedio
mi Hermano. Empezó a notarse que le estaba haciendo bien el remedio. Ya
podía darse vuelta en la cama, porque anterior, no podía ni darse vuelta. Sabía
estar inmóvil en la cama. No podía darse vuelta, porque el cuerpo lo tenía casi
paralítico.
Pero por lo menos empezó a girar el cuerpo y ya le estaba quedando muy poco
remedio. Hice otro viaje de acaballo. Ahí ya anduve mejor. Me dio más remedio
y me dijo que cuando se le terminara el remedio, le iba a hacer cambio de
remedio, y me dijo que nos iba a visitar personalmente. Así lo hizo. Pero
anterior, cuando me dio el primer remedio, me dijo que tomara el remedio y que
yo lo viera a mi tío Lucio, como era evangélico, que lo fuera a ver y lo unja a mi
Hermano, y le dije: mi Hermano, si te vienen a ungir, como dijo la médica, tenés
que dejarte que te unjan, pero tenés que tener fe en Dios para que te mejore.
Así fue el tío Lucio Cahuinpán, lo ungió y los reprendió a todos los espíritus
malignos. Y siguió tomando remedio. Mi Hermano Ricardo no es creyente de la
religión evangélica.
A los pocos días fue la médica, la doña Domitila a hacerle la visita, para verlo
personalmente. Ella era médica, pero a la vez evangélica, por eso pidió que se
lo unjan a mi Hermano. Así, de a poco empezó a mejorar. Empezó a moverse
en la cama y a darse vuelta. Después, ya empezó a caminar. La inflamación, la
hinchazón de la pierna se le empezó a bajar. La moradura se le fue yendo,
hasta que se le desapareció.
Pero la parte de la pierna casi paralítica, cuando se empezó a mejorar se le fue
poniendo como si hubiera sido una quemadura, se le empezó a cambiar la piel.
Ya empezó a caminar más firme, pero con bastón. Así empezó a andar, hasta
que un día, cuando se encontró mejor, me pidió que le agarrara el caballo que
estaba en el cuadro y lo ensillara. "Voy a tratar de andar un poco a caballo, a
ver si puedo." Así, le di el caballo ensillado, lo ayudé a montar, anduvo en el
cuadro un rato de a caballo, tratando de probar la fuerza, la energía.
Después de haber estado tanto día postrado en la cama, idéntico a un
paralítico sin poder moverse, así anduvo recobrando toda la fuerza. Vio que ya
podía andar de acaballo, después de haber estado tan mal casi tres meses.
Volver a caminar firme, andar de acaballo. Ya estaba bastante bien.
Después que se mejorara, tenía que ir a Malleo para que le den unos remedio
hasta curarse bien, según le había dicho la médica. Pero él, después que se
mejoró bien, se olvidó de seguir tomando remedio, de ir personalmente a ver a
la médica, como le había dicho. Pero Ricardo ya no le tomó más importancia,
total ya se había mejorado.
Yo así estuve un mes, hasta que vide mi Hermano recuperado de la
enfermedad maligna, y ya volví de regreso a Lolog. Así estuve un tiempo más
trabajando. Ya casi cumplía los 19 años.
Un día, andaba recorriendo por la zona de bosque el Capataz donde
estabamos trabajando. Le avisé de mis pensamientos, de mis decisiones, le
comenté que quería renunciar, quería cambiar de trabajo, porque en los que yo
trabajaba era en tiempo invierno a forestar y a hacer reposiciones, y en
primavera, podar, plantar limpiar todos los contornos de las plantitas de pino, y
en verano hacer desmonte limpieza. Voltear árboles de lengas, de ahí, sacar
leña, poste, varilla, rollizo, andar trabajando con la motosierra. Eran todos los
trabajos.
Pero yo quería aprender a trabajar en la construcción, cambiar de trabajo. Pero
al avisarle al capataz, don Carlos Parada, él casi no quería que yo me fuera de
ahí. Me dijo: "Por qué te vas, Colimán?" Le dije: "Quiero aprender a trabajar en
la construcción, cambiar de trabajo". "Y dónde te vas", "Me voy a ir a Neuquén".
"Bueno, pero si llegás a andar de vuelta, vení. Trabajo, vas a tener", me dijo. El
no quería que yo me fuera, porque él me había tomado tanto aprecio, a pesar
que me habían recomendado tan mal que a él no le duraba gente para trabajar,
que era muy mañoso; pero conmigo no fue así.
Así renuncié. Fui para el campo en Aucapán a ver mi Hermano y mis sobrinos,
los hijos de la finada Cecilia. Volví. Estuve un día en Junín de los Andes, y en
la noche me fui a Neuquén en busca de nuevo trabajo.
CAPITULO 4
LA CIUDAD
Yo no conocía Neuquén. Había andado en la ciudad, pero cuando era niño.
Cuando fuimos a pasear con los demás chicos, alguno de Atreuco y nosotros
de Aucapán. Pero anduvimos en colectivo. Salíamos todos los días. Y después,
fui de vuelta para la revisación médica. Fui a parar en el barrio Bouquet Roldán.
Llegué ahí porque yo iba con un tal Urrutia, de Junín de los Andes, y iba otro
más. Pero me dijo que nos bajáramos, cuando se bajara el policía que iba
acompañando al hijo. Se bajaron unos pocos en el batallón donde se iba a
hacer la revisación, pero yo y Urrutia seguimos más adelante. El tampoco
conocía en Neuquén, y no tenía familiares en ésa.
Yo tenía la tía Juana Colimán, pero no sabía dónde vivía. Cuando se bajó el
policía, Chandía con el hijo, nosotros dos también bajamos, sin saber dónde o
qué rumbo tomar. Solo teníamos una esperanza: la del policía. Así fue. Nos
bajamos, y el policía nos preguntó: "muchachos, ustedes dónde se van a
quedar". Yo le digo: "No sé. Tendremos que ubicar algún hospedaje. Yo tengo
mi tía que vive acá, pero no sé dónde vive. Otra que no conozco, acá". Me dice:
"no se hagan problema. Yo los voy a llevar en una casa amiga. Ahí les voy a
conseguir para que se queden". Nos llevó, y nos quedamos en esa casa.
Pasamos el día, yo salí a caminar el primer día el martes, agarré la mesma
calle y me fui por toda la vereda, pasé por la terminal, seguí y volví por la
mesma, porque tenía miedo de salir en otra cuadra y perderme, o si me
desorientaba. Ese era mi temor. Por eso recorría la mesma vereda, hasta llegar
de vuelta.
Había dos pibas, una era la mayora, la otra, la menora. No recuerdo el nombre.
La más grande era tremenda, como todas de la ciudad. Éramos bastante
vergonzosos, y Urrutia, a pesar de ser del pueblo, era bastante vergonzoso.
Nos decía cualquier cosa, o lo veía un poco avergonzado, ahí. Ella
aprovechaba decirnos travesuras, nos poníamos más colorados que pavo de
chacra, como está el dicho.
Nos buscaba de una o otra forma, delante de la madre. Pero cuando estaba el
padre, se sabía comportarse como una señorita tranquila.
El miércoles a la noche, viajó de vuelta Urrutia, y yo me quedé hasta el viernes.
Cuando se despidió de todos Urrutia, dice la piba: "me vas a dar un beso?", le
dijeron a Urrutia, y él se puso más colorado. Era peor que los criados en el
campo. Pero lo pasamos bien, la estadía con esa familia, gente buenísima. Lo
único, bien pícara la chica más grande.
Llegué a las seis de la mañana en Neuquén. Esta vez, la segunda que iba a
Neuquén a buscar trabajo, sabía más o menos qué colectivo urbano tenía que
tomar para poder llegar al Barrio Progreso. Así ubiqué el Ñandú. Subo y le
pregunto si pasaba cerca de la comisaría Tercera. Me dijo una cuadra antes:
"?entonces, cuando lleguemos cerca?", le digo al colectivero.
Así me avisó y me indicó la comisaría. Me fui directo a la Tercera. Llego y
pregunto de la familia Ranquimán. Justo había un policía que los conocía. Él
me indicó bien. Vivía cerca de la Tercera, mi tía Juana Colimán. Así llegué
como paracaidista, justo andaba a fuera, cuando llego. Me vio repente la tía,
más contenta cuando me vio. Ella estaba chocha, porque yo había llegado. Lo
conocí a mi tío, el marido de la tía Juana.
Yo quería salir al otro día que había llegado, pero mi tío me dijo que no. Que
descansara una semana, que él me iba a ayudar a buscar trabajo. Él trabajaba
en una empresa de construcción. Y cerca, había tres empresas. Así pasaron
los días, las semanas. Salimos con mi tío, me mostró esas tres empresas
constructoras, donde yo podía buscar trabajo.
Así llegó el lunes. Yo salí en busca de trabajo. Pasé en una: no había vacante.
Me fui en la otra. Ahí, me dejaron esperanzado. Iban a tomar gente para
trabajar, pero no tenían orden todavía. Así, me dejaron esperando para dentro
de una semana. Me fui en la última empresa, que era Riva. Llego, paso en la
oficina. Justo faltaba un ayudante. Estaba un delegado de los obreros,
reclamando que debían tomar un ayudante, porque no podía ser que un oficial
albañil estuviera trabajando de ayudante. El delegado hizo el reclamo y salió de
ahí dentro. Yo, buscando trabajo de ayudante albañil, me tomaron todos los
datos.
Pero faltaba una. Mi tío Ranquimán me había avivado anterior, por si me
preguntaban de la libreta de fondo de empleo. Así fue. Ya me tenían anotado
todos mis datos. Al final, me preguntaron si tenía la libreta de empleo. Le dije
que no. Otra, que era la primera vez que buscaba trabajo de una empresa. Me
dijo: "ah, no, dice, si no tenés la libreta no te podemos tomar", me dice. "Pero
si compro la libreta en blanco, no puedo entrar?" "Ah, sí - me dice - Si compra
la libreta, sí. Presentate en la oficina que queda en la calle tal", me dijo.
Ya había encontrado trabajo. Volví contento el primer día de la semana que
había salido a buscar trabajo. Le comenté a mi tío contento, que tenía que
comprar una libreta ese mesmo día. A la tarde me acompañó en la UOCRA.
Ahí tenían libretas para vender en blanco; compré una. A la vuelta, me mostró
dónde estaba la oficina donde tenía que presentarme al otro día, en la mañana.
Así volvimos con mi tío al otro día. El martes en la mañana me presenté con la
libreta en blanco en la oficina. Entregué la libreta, y me preguntaron si podía
empezar a trabajar en la tarde. Le dije que sí, así ya a la tarde del martes
estaba trabajando. También me valió de haberme avivado de decirle de
comprar la libreta. Mi tío Ranquimán me ayudó en esa.
Ya estaba trabajando y era la primera vez que iba a cobrar quincenal. En ese
tiempo mi tío vivía en una casita precaria. El terreno era fiscal. Con el tiempo,
se anotó mi tía Juana en el plan de vivienda. Como ella tenía un solo hijo, tenía
menos probabilidad de ser beneficiada con una vivienda. Entonces, hizo un
arreglo conmigo: ella me iba a pasar como que yo estaba viviendo como
permanente con ella, como sobrino.
Entonces, pidió mi documento y lo presentó con el del hijo, así para tener más
rápido la vivienda, ya que unos años atrás se había anotado pero no tuvo
suerte de poder tener una vivienda del plan. Y esta vuelta, buscó de otra forma,
ya incluyéndome a mí.
Tuvo suerte: adquirió una vivienda. Y en el lugar que vivían, mi tío me había
dicho que comprara; que renunciara del trabajo y que con la liquidación me
comprara una casilla prefabricada y que la instalara detrás de la casita de ellos,
ya que había un lugar bastante grande. Pero al final, no compré la casilla, pero
sí renuncié al trabajo.
Cuando estaba todavía trabajando; un día empezaron con las reuniones en el
obrador. Así, eran varios delegados de diferentes empresas. Empezaron a
pedir aumento salarial. Y yo, en esos tiempos, antes primero me empezaron a
visitar los Testigos de Jehová, a mí y al hijo de mi tía. A ella lo visitaba una
mujer también de la mesma religión.
Pero había un compañero de trabajo que venía a ser como un pastor; y él me
empezó a invitar para el Culto, que era un pequeño lugar donde hacían
reuniones los evangélicos. El mesmo me pasaba a buscar en la casa de mi tía,
donde ella vivía anterior, en el Barrio el Progreso, en los días de reuniones.
Me pasaba a buscar como era, un compañero de trabajo. Aceptaba la
invitación a las reuniones evangélicas. Así renuncié con los Testigos de
Jehová. Empecé a ir con los evangélicos. Primero, empecé como probando. Y
después, ya me pusieron en el coro.
En esa época, yo salía de mi trabajo, me lavaba un poco y me iba para la
reunión. En vese, me iba en el urbano en el Ñandú al Barrio Bouquet Roldán.
Ahí se hacían las reuniones. Me sentía bien; me encontraba otras personas.
Era algo diferente. Poray, cuando esperaba el colectivo para irme a la reunión,
cuando no pasaba enseguida, porque pasaba casi cada 10 minutos, el Ñandú,
cuando no pasaba enseguida para mí era una pérdida de tiempo. Entonces, me
iba al trote; así, parecía que llegaba más rápido que estar esperando el
colectivo.
Así, al poco tiempo, la jefa de Coro iba a ir por unos días para Bariloche. Como
se hacía una reunión donde nos juntábamos todos los del Coro, hacíamos
ensayo de Coro. En esas reuniones la jefa de Coro, Rosita Ranquimán, era la
sobrina de mi tío Ranquimán. Dijo que era muy necesario que hubiera un
subjefe de Coro, y "por ser más responsable, me gustaría que fuera el
Hermano José, si él acepta", dijo. Los evangélicos, todos los que concurren en
la Iglesia de la mesma religión se tratan de Hermano o Hermana. Y acepté.
Hacíamos ensayo de Coro los sábados a la tarde. Me compré una guitarra. Yo
acompañaba con mi guitarra. Así, seguí. También hicimos una peregrinación
desde el Barrio hasta Centenario, caminando. Una vez al mes íbamos a la
vigilia a Centenario.
Yo ya me había convertido en otra persona. Ya no era el mesmo. Era otro, así
me sentía.
Continué, pero en el trabajo siguieron con el pedido del aumento salarial.
Hicieron una huelga. Se juntaron todos los obreros de diferentes empresas. No
hubo respuesta del gobernador Felipe Sapag.
Hicieron huelga de hambre, se hizo olla popular. Esta, sentados en la avenida
San Martín. Todos los días nos presentábamos en el obrador, como siempre.
De ahí, nos juntábamos con la de Nisalco y Devi. Nos íbamos caminando hasta
el centro. Pero un día se unieron más obreros de otras empresas, los de agua
pesada. No pudieron llegar a Neuquén los de Piedra del Aguila. El último día se
unieron con los obreros las señoras, los hijos, todos; y sin respuesta.
Pero una mañana, íbamos casi llegando al centro, la Casa de Gobierno toda
reforzada con policía. Seguimos adelante pero antes de llegar, me sorprendió
las mujeres y los hijos, algunos obreros volvieron corriendo, gritando, yo no
entendía nada, porque iba casi al medio de las filas de los obreros. La policía
nos estaba esperando con bombas lacrimógenas y balas de goma.
Empezaron a reprimir. Hubieron algunos obreros heridos. Cayeron muchos
detenidos. Así, agarraban a los que podían, y yo con otros nos disparamos.
Pero a uno lo agarraron al final. Nos fuimos siempre esquivando. Yo, de tanto
esquivar, cansado siempre esquivando de los policías, me dio ganas de beber
alguna bebida alcohólica. Pero no tenía, no me alcanzaba el dinero como para
comprar un litro de vino. Le pedí prestado a mi compañero, para completar lo
que me faltaba.
Así compré un litro de vino y me dirigí para la barda para no pasar cerca de la
comisaría, la Tercera. Me quedé sentado, destapé la botella y me puse a
beber. Yo, en esa época, había dejado la bebida alcohólica. Más cuando
empecé a ir en la Iglesia, ya hacía tiempo que había dejado de beber.
Pero ese día volví con la bebida, por la mesma sed que sentía. Pero no tenía
sed de agua, sino de algo alcohólica. Así empecé a tomar, pero me puse ebrio
enseguida; habré tomado medio litro.
Ya cuando noté que me estaba agarrando la bebida, dejé de beber y me fui
donde vivía. Ya en esta época, yo me había ido de la casa de mi tía. Estaba
viviendo en la casa del pastor evangélico. Pero, ¿cómo tuve que beber yo, ya
convertido en la religión? Y más, tenía que llegar en la casa del pastor, y con
olor a vino.
Llegué, pasé directo al dormitorio. Ya era pasado del mediodía. Me dijo el
pastor: "yo pensaba que te habían llevado preso, Hermano José", me dijo. "No,
le dije, pero faltó poco. Lo agarraron a uno de mis compañeros, con los que me
disparé de la policía", le dije, tratando de que no se diera cuenta de que había
bebido vino.
No me dijo nada, el pastor. Estuve un rato en la cama; creo que dormí un rato,
no recuerdo muy bien. Pero el día pasó, llegó el jueves y fui a la reunión a la
tarde en la Iglesia. Llego, y no me imaginaba lo que me esperaba en la reunión.
Quiero unirme con los demás coros como siempre, y me dijeron: "Está
suspendido, Hermano José, por algunas semanas".
Y me decaí más de lo que estaba. Así empecé. Ya no podía juntarme con los
coristas cuando cantaban coros, alabanzas. Eso extrañaba, no hallaba la hora
de unirme de vuelta con los del coro. Ya no era el subjefe de coro ni pertenecía
del coro, en ese momento. Todo por haber bebido, y lo que no debía hacer.
Ya estaba suspendido, ya no era el mesmo que un día se había cambiado, o
que se encontraba diferente. Había vuelto a lo de anterior. Y un día, en la
reunión, uno de los del coro dijo que "es muy necesario que el Hermano José
vuelva al coro", le dijo al pastor. Así, me volvieron a integrar al coro, pero para
mí yo ya no era el mesmo. Había cambiado de ser, ya estaba diferente.
Seguí nuevamente, pero ya no era el mesmo. Ya empecé a fallar. Seguí
bebiendo. Me volvieron a suspender. De a poco, me fui alejando hasta que no
fui más.
Hoy los gremialistas inician la huelga por pedir algún aumento salarial. Pero si
los decretan ilegal, los que pierden son los trabajadores. Algunos, hasta
pierden el trabajo por haberse unido, o pierden los días que ha durado la
huelga. Y ellos no pierden nada.
Como esa huelga que se hizo pidiendo aumento salarial; y los solteros que
trabajaban no tenían ningún beneficio, simplemente por apoyar a los
compañeros. Y perder los días caídos. No ganamos la huelga. Perdimos todo
ese día que duró la huelga.
Continuamos trabajando de vuelta: trabajé un tiempo más y renuncié en
diciembre, después de ya estar un año, y en enero vuelvo a buscar trabajo en
otra empresa.
Me fui en Devi Construcciones. No había vacante, pero encontré un contratista
para ir a Piedra del Aguila.
Esta vez, fuimos a la villa de Piedra del Aguila. Recién se iniciaba la villa,
haciendo los pabellones, empezamos a trabajar para la empresa Constructora
Argentina, oficina central en Cipolletti. Había otras empresas, pero que hacían
trabajos distintos. Nosotros hacíamos todas las partes del baño. Las paredes,
revoque, azulejado, hacía el mesmo que nos llevó a trabajar. Pero acá eran
casi todos bolivianos.
Pero duró poco el trabajo, porque se terminó lo que teníamos que hacer. Pero
antes de terminar el contrato, el contratista tuvo que viajar a Neuquén, porque
dijo que se le habían perdido las herramientas de azulejar, que las habían
hurtado. Así, viajó una semana antes.
Se terminó el día del contrato y él no aparecía. Pero el capataz nos dio trabajo
una semana más. Pero la empresa constructora se hacía responsable de
pagarnos la semana de trabajo. Terminamos los revoques de las paredes, y ya
finalizamos el trabajo de una semana.
Y el contratista no aparecía. Tuve que hacerme cargo de entregar todas las
cosas que nos habían pasado: una casilla, colchones, frazadas, elementos de
cocina, como platos, cubiertos. Como yo era el primero de los últimos que
habían ingresado a trabajar, entregué todo y nos fuimos de regreso a Neuquén.
Resulta que él vivía en una casita precaria de madera que no tenía número, y
vivía adentro de la manzana. Lo ubiqué. Y yo lo tenía por argentino. Al final era
boliviano, porque él sabía hablar en quechua. Cuando se juntaba con los
demás bolivianos se ponían a hablar en su idioma, y yo sin poder entender.
Fui a verlo, le pregunté cuando iba a ir para Cipolletti, para que me puedan
pagar la liquidación y la quincena. Hice un viaje anterior a Cipolletti; no pude
cobrar la quincena y la liquidación, porque tenía que estar el contratista para
que nos puedan pagar. Pero él no se hacía presente. Cuando yo lo iba a ver en
la casa me decía "tal día iba a ir a Cipolletti". Y yo viajaba para allá, para
esperarlo en la oficina. Lo esperaba hora y hora. Llegaba la tarde y él sin
hacerse presente; y yo ya me estaba quedando sin dinero entre la ida y vuelta
en vano, y sin poder cobrar.
Cuando recién lo empecé a ir a verlo en la casa, yo siempre lo traté con buena
palabra. Pero siguieron pasando los días, y a mí ya se me estaba terminando la
paciencia. Poray invitaba a los demás bolivianos para que también puedan
reclamar para que les puedan pagar. Pero estos llegaban y se ponían a hablar
quechua. Y yo me quedaba sin poder entender.
Pero a la salida les daba una buena pasada a los demás, para que reclamen
con seriedad. También les dije que deben reclamar, porque no podía ser yo
solamente el que reclame, porque ellos también tenían que cobrar. Al final lo
iba a ver yo, furioso. Fue el último día. Le di el último plazo porque si no llegaba
a viajar, nos íbamos a arreglar de otra forma. Porque no podía estar viajando
todos los días a Cipolletti y allá estarlo esperando, le dije.
Y él me amenazó que en cualquier momento me iba a encontrar poray en la
calle. Y que ahí él se iba a desquitar conmigo. Y yo le dije que no le tenía
miedo. Y sí, le dije, en cualquier momento. Cuando usted quiera. Yo siempre
ando solo, y siempre ando en este barrio. Yo te voy a esperar en Cipolletti.
Pero quiero que viaje. Pero si no lo hacés a la buena, a la mala igual vas a
tener que ir, le dije. Y me fui.
Al otro día me fui de vuelta a Cipolletti. Pero esta vez apareció en la oficina. Yo
lo estaba esperando. Llegó y pasó en la oficina. Demoró un poco. De ahí, nos
llamaron y pasamos. Me preguntó el contador, me dice: "cuantos días lo dejó
solo este señor?", me dijo el ingeniero. Le contesté: "una semana antes que se
terminara el contrato, él viajó a Neuquén. Y él dijo que se le habían perdido las
herramientas. Desde entonces, estuvimos trabajando solos hasta que
terminamos el trabajo, y de ahí estuvimos una semana más.
"Pero no se presentó hasta que nos fuimos de ahí. Incluso, ni se presentó para
entregar las cosas a cargo".
"Pero cómo dice este señor que los dejó solos solamente tres días?" "No,
miente. Desde que se vino de Piedra y se fue a Neuquén no ha vuelto ni para
entregar las cosas a cargo", le dije al ingeniero. Y los otros bolivianos me
dejaron que yo solo dé las explicaciones.
Le pagaron a él para que nos pague a nosotros delante del contador y el
ingeniero. Así me pudo pagar y a los otros. Pero por mí pudieron cobrar. Por mi
reclamo. Aunque me costó, pero cobré la liquidación y la quincena.
El contratista, lo que pensaba hacer era ir Cipolletti, cobrar todo y en condición
de irlo a pagar a Neuquén una vez que haya cobrado todo, fugarse con todo el
dinero y dejarnos plantados a nosotros sin pagarnos ningún centavo. Pero yo le
gané de mano.
De la amenaza que me dio, nunca me atajó por la calle. Yo poray circulando
por la calle lo sabía ver, o lo cruzaba por la calle, cuando andaba por ese Barrio
Progreso. Pero nunca me dijo nada.
Y después estuve trabajando con otro contratista, pero esto en el Barrio Nuevo,
donde estuvieron las tres empresas donde empecé a trabajar.
Me fui de la casa de mi tío. Fui a parar en otro lugar.
En la época que me veía convertido como un evangélico, había aprendido a
cómo comportarme. De ahí me había quedado, creo, esto de humillarse
cuando alguien es atropellado. Sólo déjalo en la mano de Dios, como Jesús
cuando fue crucificado. Él dijo "Perdónelos Padre, no saben lo que hacen", esta
fue la palabra de Jesús cuando lo estaban castigando, cuando lo azotaban.
Seguí trabajando en esa pequeña empresa constructora. Después, abandoné.
Me dediqué a trabajos particulares. Seguí viviendo en el Barrio Progreso, y
después me fui a trabajar en el Barrio Alta Barda. Ampliaciones de vivienda.
Acá me fui con otro, un chileno que también vivía en el barrio.
Ibamos en la mañana, y volvíamos a la tarde. Y estando en el barrio Progreso,
me ofrecieron para cuidar una vivienda que estaba en construcción, pero que le
faltaba un poco para la terminación. En esta me mudé. Yo me alejé de este
Barrio Progreso. Me pagaban para cuidar como sereno. Pero era muy poco lo
que ganaba. Seguí yendo en Alta Barda a trabajar, pero ya me quedaba muy
retirado para volver.
Lo conocí a Carlos Jiménez. Él, en ese tiempo, vivía en un barrio cerca del
Puente Neuquén. Él iba a trabajar con yeso en Alta Barda, haciendo
terminaciones en una cabaña. Él tenía dos hijastras. Nos hicimos amigos, con
Carlos, y poray él me pedía si lo podía ayudar. Lo sabía ayudar; así, él me
empezó a enseñar cómo se preparaba el yeso, y cómo había que pasarlo en
las paredes. Que esto reemplazaba el fino que se hace muchas veces. Pero
esto, ya es de cal y cemento y arena fina, y ahí se hace el fino. En cambio el
yeso se hace con un poquito de cemento y agua. Tiene que estar bien líquido y
ser rápido para trabajar, porque aguanta unos minutos y después ya se
endurece.
Carlos me enseñaba todo esto. Me enseñaba cómo tenía que hacer. Así,
siempre me pasaba a ver, o poray, pasaba con las dos hijastras. Un día,
estando ahí me fue a ver y él me comentó. Me dijo: "vos sabés que me salió un
trabajo para Loncopué para trabajar por tanto. "hay que hacer revoque
fratachado. Le pagan 200 pesos", me dijo. Yo, en este tiempo, ya no tenía
trabajo. Solamente el poco dinero que me pagaban por cuidar esa cabaña que
estaba en construcción. "Necesito un compañero. Qué te parece si vamos? Te
animás? Total, vamos a ganar o a perder. De paso, podemos ir a conocer a
Loncopué", me dijo. "Te animás a tirar la cuchara?" "Puedo intentar, así puedo
aprender bien", le dije.
La señora de Carlos me dijo que si yo aceptaba para ir como compañero de
Carlos, era mucho mejor, antes de Ornelio. La señora de Carlos, no quería que
fuera Ornelio. Mejor que fuera yo en lugar de él. Ella me decía que bebía
mucho, y simplemente se iban a dedicar a la joda, en vez del trabajo, según
ella.
A mí me gustaba la ida a Loncopué, porque estaba dentro de mi deseo, de mi
pensamiento de seguir conociendo lugares, pero trabajando. Así acepté, pero
quería probar una semana, y si no, pegaba la vuelta. Abandoné donde estaba y
tomé el rumbo a ese nuevo destino.
Antes de irme a Loncopué, encontré un trabajito en la estación servicio de la
calle San Martín. Al mediodía me sabía ir a almorzar en la casa que cuidaba.
Había ido ese día, volví a las dos de la tarde.
Siempre tomaba el rumbo a lo derecho para llegar más rápido o si había alguna
cuadra tipo baldío yo lo cruzaba a lo derecho. Ese día yo iba casi llegando; iba
por cerca del Barrio Islas Malvinas, había un terreno baldío. Casi unas cuadras
agarré, lo iba cruzando a lo derecho para que me quede más cerca. Hacía
calor. Empecé a sentir mareos, cada vez era peor. Al mirar veía como
hormigueros en la visualidad.
Pero no le tomé mucha importancia, seguí caminando, pero ya se me
aparecían algunos tiritones en mi cabeza. Pero no intenté nada como para que
me pase. Pero yo sabía lo que me iba a suceder. Con el mesmo movimiento
me dieron más tiritones más seguido, ya se me empezó a girar mi cabeza,
tiritando del lado izquierdo. Seguí caminando y no supe más.
Sólo recuerdo después: estaba sentado en una casa desconocida, en una silla
y afuera. No entendía nada cómo había llegado en esa casa. No sé. Había un
hombre y una mujer y varios chicos. La mujer me empezó a hablar; me contó
cómo yo había llegado. Según ella me dijo que yo iba caminando, justo ella
andaba afuera caminando, justo me vio en el momento cuando yo me caí en el
suelo.
Dice que me veía moverme en el suelo y ella me quedó mirando, dice, y con el
transcurso del minuto, dice que dejé de moverme. Y ella me había seguido
mirando, a ver si me veía levantarme, pero dice que no me levanté. Va a
avisarle al marido diciéndole ella: venía un hombre caminando y se cayó. Y no
se ha levantado, no se habrá muerto?, le dije a mi marido, decía esta señora.
Y dice que fueron a verme, yo estaba tirado. Yo tal vez estaría resollando (no
recuerdo bien esta parte de lo que me contó esta señora, de qué condición yo
estaba). Según dice que me llevaron entre los dos. Así me hicieron sentar
hasta que pude reaccionar bien. Sólo me latía la cabeza.
Me quedé un rato más en esa casa, hasta que pude recomponerme bien y me
fui a presentarme donde trabajaba y le comenté de lo sucedido en la venida,
pero volví a la casa no me encontraba en condición para trabajar y un poco
desorientado, con un poco de dolor de cabeza.
Con esa gente, esa familia, con el tiempo había pensado de haberlos ido a
visitar pero con dinero, para darle las gracias a pesar que no me conocían pero
tuvieron la gentileza de llevarme hasta la casa de ellos sin conocerme.
Estuve un rato hasta poderme recuperar un poco, como para poder salir a la
calle y presentarme en el trabajo, para que no dijeran que había fallado, sin
saber por qué.
Aún le agradezco a esa familia por ser solidarios como todo ser humano que
deberían ser, pero son pocos los que son.
CAPITULO 5
EN LONCOPUE
Así llegamos con Carlos a Loncopué. Eran varias viviendas. Había que
hacerles revoque, y todas las partes de aberturas. Llegamos el día viernes. Nos
ubicamos en una de las casas para terminar.
Y también había ido otro más. Este era de Cipolletti.
Así empezamos el lunes a hacer los revoques. Fue mi primer día que empecé
a intentar a revocar. Tiraba la cucharada de mezcla y se me caía todo. Para
mejor, la primera mano había que hacerla a las paredes, porque era todo de
cerámica. "Darle una chiliada", como decimos, es darle una mano de concreto
bien líquido, y después recién la mezcla más espesa.
Cuando empecé a revocar la parte de abajo, empecé más o menos bien; pero
cuando ya iba más arriba, cada vez se me hizo más difícil porque al tirar el
material hacia la pared, se me caía sobre mi cabeza, en mi cuerpo. Otra que
era la primera vez que empecé a trabajar como medio oficial albañil. Yo
siempre anduve trabajando como ayudante, y ese día ya me había largado solo
como corajeando.
Salía a las doce del medio día. Yo salía más revocado que revocar las paredes.
Los otros albañiles que también estaban revocando, se habían reído de mí al
verme todo revocado hasta mi pelo lleno de mezcla. Pero menos Carlos: él
sabía bien que yo recién me estaba iniciando.
Lo que no tenía era práctica. Me faltaba más soltura en la muñeca de mi mano.
Al tener la muñeca blanda, entonces uno hace girar bien la mano con la
cuchara albañil con mezcla hacia la pared. Entonces, al llegar la mezcla en la
pared, queda pegada, no se cae. Pero a medida que iban pasando los días, ya
iba poniéndome más práctico.
Pero ya estaba iniciando lo que una vez pensé, y me llevó a renunciar en
Corfone porque ya estaba un poco acobardado de estar días enteros carriando
postes, leña, amontonando en el cargadero. No había guantes que aguantaran
con las cáscaras del ñire, o poray cuando nos tocaba cargar los camiones que
llegaban para cargarlos con leña, o con poste.
Y mi mano ya con la piel gastada, parecía que ya iba a sangrar, y con la calor
me parecía una quemadura. Me llegaba a arder la piel de mi mano. Alguna vez
tuvimos guantes de cuerina, pero se gastaban enseguida y se rompían.
Seguimos trabajando. Teníamos cuenta corriente en una carnicería para sacar
carne, pero también sacábamos otras mercaderías, y en otro mercadito, que
con el tiempo, el dueño de éste, con el correr del tiempo me ofreció trabajo. En
este mercadito sacábamos, además, mercadería a cuenta de la empresa a la
que le hacíamos trabajos.
Por lo tanto empecé a hacerme conocido con el dueño del mercadito, con don
Rolando Palma y la señora, Juana Fuentes. Así seguimos. Los sábados en la
noche poray íbamos al baile, cuando llegaba algún conjunto, y de paso,
haciéndonos conocidos con la gente de esa zona.
Al poco tiempo Carlos agarró un trabajo para renovar un almacén y hacerle una
ampliación, para poner una fábrica de chacinados, y renunciamos en el trabajo.
Empezamos un trabajo nuevo. Carlos alquiló una casa. Podríamos decir, un
tipo salón; pero una sala. No tenía ninguna división.
Ahí fuimos a vivir. Se unió el otro con nosotros dos, el de Cipolletti.
Empezamos a trabajar. Sacamos el techo, tiramos algunas paredes y volvimos
a levantar paredes, a hacer el techo de nuevo. Hicimos la ampliación para la
fábrica de chacinados.
Después, el de Cipolletti se fue. Quedamos los dos, con Carlos, y él, a los
pocos días, tomó dos de la zona.
Seguimos trabajando. Un día fui en un bar que había, ahí dentro iban muy poca
gente; casi más, gente del campo. Fui una tarde, me puse a tomar cerveza.
Después, tomé otra bebida. Cuando me di cuenta, ya me estaba agarrando la
bebida.
Creo que estaba un poco ebrio. Agarré, me fui, iba caminando por la calle y
justo pasa la recorrida. Me desconoció. Para el móvil. Me dijo: "acompáñeme a
la comisería". Me subieron arriba del móvil y me llevaron a la comisaría. Me
tomaron declaración. Me dijeron que me iban a dejar demorado por
averiguación de antecedentes. Así, me dejaron toda la noche.
Y estando ahí, en una celda cerca de la guardia, me pareció escuchar la voz de
la señora de Carlos.
Era una mujer que hablaba. Estaba preguntando dónde estaba alquilando
Carlos Jiménez. Y después, no escuché más la voz de esa mujer que hablaba.
Yo decía, pensaba, cómo puede ser que sea la mujer de Carlos que haya
llegado, decía en mí. Pero la venida de la señora de Carlos no estaba prevista.
Carlos nunca dijo "voy a traer mi familia".
En la mañana, me sacaron afuera para cortar un poco de leña, y después me
pusieron a barrer la vereda. En una de ésas, apareció el dueño del mercadito
donde nosotros ante sacábamos mercadería, cuando teníamos cuenta
corriente.
Apareció y me dice: "Eh, petiso! Te equivocaste de hotel! Allá está el hotel!",
me dijo, porque él también era el dueño del Hotel Pire Rayen, el mejor hotel
que había en esos tiempos en Loncopué.
"Qué te pasó? Por qué te trajeron?", me dijo don Palma. Y le comenté porqué
me tenían en la comisaría y después me preguntó dónde estaba trabajando.
Le dije dónde, y qué estábamos haciendo. "Pero ahora, ya estoy fallando", le
dije. "No te hagás problema. Si te quedás sin trabajo, yo te doy trabajo. Y
cuánto te están pagando?", me dijo. "Tanto", le digo. "Bueno - me dice - pero si
te llegás a quedar sin trabajo, ya sabés. Yo te pago tanto, te doy donde vivir y
te doy la comida. Así, ya sabés. Si me necesitas, yo vivo allá", me dijo, y pasa a
la guardia. Y al rato, me largaron. Me habían hecho averiguación de
antecedentes.
Agarré y me fui.
Seguir
Volver
Descargar