UNA REFLEXION DE VIDA DE UN MAPUCHE JOSE COLIMAN DEDICATORIA Con todos mis cariños te brindo estos pequeños escritos que es una parte de mis andanzas, desde el inicio de mi vida. Y espero que entiendas bien mi letra y me puedas comprender. Lo he escrito por ser vos, como sos, conmigo aunque no haya mucha comprensión; pero por el hecho de brindarme cariño es algo grande para mí, y eso me ha hecho sentirme con un poco más de fuerza en los peores momentos que estaba viviendo, aunque hasta aquí sigo un poco inseguro de seguir adelante, ya que muchas cosas que yo había deseado no pudieron ser como yo lo había deseado. Pero tendré que conformarme simplemente con tus cariños y apoyos que me brindás. Y si hubiera algunas partes que no entendés o te surgieran algunas preguntas, no tenés más que preguntarme. Gracias por el cariño y apoyo que me brindás cada día que pasa. Nunca podré olvidar de todo esto. Seguirás estando grabada en un rinconcito de mí. CAPITULO 1 MI INFANCIA Mi padre nunca nos envió al hospital, cuando estuve enfermo de la sarampión y la paperas, o algunos gripe, el mesmo me curaba con yuyos medicinal. Y si mi madre nos hubiera conocido y nos hubiera criado y si hubiera crecido al lado de mi madre y padre habría sido otra persona. Quizás no hubiera sido el que soy hoy. Hasta dónde llegaré de la forma que me siento hoy? Cómo creés que éramos nosotros en aquellos tiempos como mapuches y huérfanos de madre? Vivir en el campo es distinto a lo de la ciudad. Donde nací y me crié, en el campo, en Aucapán fue una vida distinta a la de hoy. Creo que hemos pasado alegría, tristeza y hambre; pero no era porque faltaba para comer. Creo que mi padre nunca nos hizo faltar la comida, porque él siempre trajo algo. Pero sentimos hambre, porque no conocimos la madre, que algunas veces hemos extrañado. Hoy los jóvenes ya no saben respetar a los padres. No les obedecen. Serán muy pocos los que siguen siendo como en esa época. Siguen unidos a los padres, sin desobediencia. Dichosos son aquellos que tienen la madre y el padre; pero algunos no los saben cuidar y respetar. Mi padre nos enseñó que teníamos que respetar a los cercanos; pero no sé si eran familia verdadera. Visita que iba, teníamos que tratarla de tío o tía, y sino, abuelo o abuela. Estos eran aparte de la familia legítima. Pero yo no conocí mi madre; me habría gustado conocerla y crecer con la calor de la madre que lo podría brindar todos los días. Simplemente la conocí por medio de una foto que había en esos tiempos. En esa época anterior no se conocía la escuela o la palabra escuela. Eran todos analfabetos. Mi padre aprendió a leer y escribir cuando iba al servicio militar en Las Lajas. Pero sabían respetar al padre y a la madre. Hoy los hijos pasan a ser padre, y el padre, hijo. Nosotros muchas veces jugando, alguno quedaba llorando cuando nos descubría me padre: nos azotaba, al que tenía la culpa, y al inocente. Todos ligábamos parejo. Así nos criamos. Nunca contestábamos a papá o levantarle la voz, porque si no, más azotes ligábamos. Pero así sabíamos respetar al padre. Nunca lo desobedecíamos. Siempre hacíamos lo que papá decía. Creo que cuando mi madre falleció, al poco tiempo salió a trabajar en la estancia, mi padre. Tal vez el dejarnos solos, o el irse a trabajar ha sido un poco para ahuyentar las penas que sentía. Y para no escuchar llorar a los hijos y escucharnos decir mamá cuando llorábamos. Y en esos tiempos, la gente era muy dejada. Un poco, creo que porque no había un medio de movilidad. No dentraba ningún vehículo, porque no había una ruta, había simplemente un camino de carro. Tampoco existían los alumbrados que hoy hay. Los que iban a Junín de los Andes con carro (a lo derecho) o a caballo, cortando campo, porque así nos hacía más cerca la distancia. Y así, la gente se preocupaba muy poco para registrar a los hijos cuando nacían, y así pasaba el tiempo. Cuando el próximo nacía, recién registraban el primer hijo. Así nos pasó a nosotros. A Alicia no la habían registrado. Cuando ella nació, recién me registraron a mí, y mi madre estaba esperando otro hijo. Creo que hemos sido muy seguidos. Esperaban que éste naciera, y entonces recién la iban a registrar a Alicia. Ella, creo que tenía meses cuando mi madre murió. Y mi hermana Margarita hizo de segunda madre, para cuidarnos a nosotros que éramos los más chicos. Ya cuando falleció mi madre, mi padre ya no se preocupó por registrarla a Alicia. Cuando papá ya salió a trabajar en la estancia Lolén nosotros nos quedamos solos; pero creo que Lorenza nos cuidaba un poco, también. Y la finada abuela Linquimán nos visitaba siempre. Ella esperaba a sus hijos, le llevaran cosas. Y ella sacaba de ahí galletitas dulces, fruta, y así nos llevaba para nosotros, que éramos los nietos que habíamos quedado huérfanos de madre. Y mi padre, antes de salir, como trabajaba de lunes a sábado, los domingos sabía estar con nosotros. Nos hacía bastante pan y torta frita, y nos los dejaba. No sé lo que haríamos: jugaríamos, correríamos poray, comeríamos cuando sentíamos hambre. Un día, me recuerdo, estábamos jugando. No sé cómo, me caigo, me habrán empujado o no, en el fogón que teníamos. Me fui a enterrar la mano en la ceniza caliente. Me quemé la mano. Pero creo que me curaron con yuyo la quemadura. Cuando papá llegó el sábado a la tarde yo estaba quemado en las dos manos, pero una de mis manos fue una quemadura más grave, porque de ésta hoy me quedó la cicatriz. Pero mi padre me curó con un yuyo que sirve para las quemaduras. Pero creo que los mayores han ligado algunos azotes por no tener un poco más de cuidado conmigo, que era el más chico. Pero yo me pregunto como pasaríamos la semana? Quedaríamos jugando, comeríamos poray, sentiríamos tristeza, por no tener la madre que nos cuide y nos brinde cariño? Parte de mí cuando murió mi madre; tal vez, tendría un año, o algo así. Yo estaría consciente de que mi madre había muerto y no la iba a ver nunca más? Me acuerdo que había mucha gente, y a mí me tenían en brazos; pero no recuerdo bien quién era. Sólo recuerdo que estaba llorando. Hasta el final, jugábamos, hasta cansarnos en la tarde. Creo que fuimos muy miedosos. Lo que nos causaba miedo era la noche, y al escuchar cantar algunos pájaros nocturnos, para nosotros esos pájaros eran parte de los demonios. Pero cuando fui más grande, me gustaba jugar con los murciélagos. Yo agarraba una caña de colihue, le ponía nylon blanco en la punta de la caña y me iba atrás de la huerta. Me ponía a observar los murciélagos en la tarde; y, poray, pasaba alguno volando, y le amagaba como para derribarlo. Y se enfurecían. Pero poray, se perdían un rato y luego aparecían con otro, ya, y se hacían dos o poray, tres. Para mí, era como si fueran a buscar más refuerzos. Pero al final me daba miedo y me iba. Esto de jugar a la tarde me hacía mal, porque cuando me quedaba sentado en la noche me daba sueño y me quedaba dormido sentado, y poray, hablaba sobre-dormido o me levantaba dormido como un sonámbulo. Papá siempre nos retaba porque nos decía que no sirve jugar a la tarde, porque a uno lo acompañan a jugar los demonios. Creo que mi padre tenía razón. La gente de antes tenía secretos para todo, en mi origen, no? Los padres preparaban a sus hijos a lo que ellos anhelen hacer sus hijos, depende de lo que desean hacer sus hijos, los preparaban, los curaban pero con una parte de animales o pájaros silvestres. Como en mi caso, a nosotros nos hacían comer carne de zorrino cuando éramos chicos. Esto era para prevenir cualquier enfermedad, para que no fuéramos enfermizos. También los preparaban para que los hijos sean jinetes, cosa que ningún potro arisco los baje del lomo del animal. Como antes abundaban los caballos salvajes, él para andar entre gente extraña que practicaban hechicerías por más que le den de comer alimentos hualichos, mal, hechicerías, cosa que al ingerir esa comida con contenido maligno, no lo pueda ingerir en el estómago, no puede recibir esa comida, para que la vomite en el acto, para esto el guitre tiene el remedio, porque el guitres por más que coma carne envenenada, al comerla el estómago no la recibe; el guitre los devuelve todo, así a este pájaro no lo pueden envenenar. Así también el padre de Emilio, tiene la costumbre, la creencia, así a Emilio le hicieron un remedio de un pájaro. Según el padre, por si un día el hijo tenía que alegar con algún funcionario, por ejemplo para que no le ganen en palabras aunque lo estuviera en un apuro, él ya estaba preparada por las creencias de nuestra cultura. Culebra así estuviera en un alegato, él no va a estar ahí tartamudeando porque las palabras se le van aflorando en las mesmas lenguas, es como si tuviera sus propias leyes, por eso hoy Culebra tiene más leyes o cuando tiene que discutir con algún comisario le mete más palabras que tiene que callarse, porque le mete más leyes. Es como que le brotaran las palabras de la boca. Así es Culebra para los alegatos. Desde chico cayó enfermo. Como antes, en esa época, no se conocían médicos ni la palabra hospital, los que se caían enfermos los curaba la médica yuyera, también llamada machi. Acudían al machi cuando estaban graves, pero cuando era enfermedad pasajera, como el resfrío, curaban los mesmos padres con yuyos medicinales y si era necesario guardaba reposo con el cuidado de los padres, pero cuando ellos ya no podían combatir la enfermedad, acudían a las médicas o machi. Así fue que Culebra le pusieron ese apodo que hoy tiene. Emilio cayó enfermo cuando era niño debido de la enfermedad, posiblemente ha estado grave según dicen que pasaba arrollado estando en cama, pero bien arrollado que parecía una culebra o víbora. Cuando se arrollaba, desde entonces le pusieron Culebra. Hoy todos lo conocen por Culebra. Hasta los policías de Junín. Solo que la mala costumbre de afanar animales no se le ha quitado ahora. Culebra ya casi no puede porque está ya viejo y no tiene la fuerza que tenía antes, pero siguen los hijos que llevan las mesmas ideas y las artimañas del padre. Casi nadie trabaja. Todos se han casado siendo tan jóvenes de 12 o 18 años, ya casados y siguen aumentando las familias, siguieron el mesmo camino del abuelo y seguirán mientras vivan en Aucapán afanándoles los animales a los vecinos para poder darles de comer a los hijos. Las mujeres cada vez se llenan más de hijos y seguirán en la pobreza y el afano hacia los vecinos pero creo que hay que hacer algo antes de esto. Mi padre creo que nunca tuvo problemas como para decir que alguna vez Antonio Colimán ha estado preso. Aún no hay motivo ni por borrachera, me dijo que nunca tuvo problemas. Sí los ha tenido pero con algunos envidiosos como Secundino Colimán, por ejemplo con los pocos animales que tenía mi padre, ovejas y chivos, al andar Secundino por el campo los encontraba a los pocos animales de mi padre y los corría con el perro que él tenía dejándolos al frente de la casa. Como así algunos de los perros que tenía mi padre, Secundino los mataba con los perros adiestrados para matarles a los perros que tenía mi padre. Pero era todo por envidia. Como él tenía la dicha, mi pastoreo! Pero mi padre nunca hizo mal, al contrario, él hacía favores al que necesitaba y esto de ver que siempre le corrían los animales con los perros, el nunca buscó la revancha, solo los veía cómo le corrían los animales. El solo en su pensamiento pensaba y decía... total Futa Chau (padre grande) está mirando, está viendo. Mi padre fue un poco temeroso de Dios. Él al señalar los pocos animalitos que habían en el año de aumento, el primero que los señalaba al cortarles las orejas, al salir sangre la sacaba con los dedos y frotaba la tierra como ofrenda de agradecimiento a Futa Chau (Dios) por los animalitos que le dio durante el año, el mesmo hacía en mayo cuando soltaba los carneros y el catrón antes de juntarlo con las cabras, si era el carnero. Agarraba una o dos ovejas, las mejores, las ataba más al carnero pero debía ser muy de mañana, para ese día él se levantaba de madrugada, hacía un fueguito y la pipa con tabaco y elevaba unas plegarias ante Futa Chau, y ahí después le sacaba un poco de sangre a la oveja y al carnero y las ofrendaba a Dios para que haiga mejores animalitos, para los machos los reproductores que engendren bien, para así que haiga mejor animalitos en el año. Este era uno de los agradecimientos ante Dios por el aumento... así soltaba al carnero con la oveja. Y al catrón (el chivo macho, el reproductor) con la chiva. Algo parecido hacía en la cordillera, antes de empezar a juntar piñones le agradecía a Futa Pehueñ. Kuse Pehueñ (el pino viejo) él agarraba un piñón, lo pelaba y lo mascaba un poco y los devolvía escupiéndolo. Los piñones deshechos era un agradecimiento que le daba a los pinos araucarias y el respeto ante el árbol araucaria, después de esto recién podíamos recoger los piñones; y prepararnos para hacer el campamento donde nos íbamos a quedarnos por unos días, pero siempre lo hacía antes de acamparnos entre los pinacerías en la Cordillera. Era una de las formas de ser de mi padre, pero todo lo hacía en agradecimiento en palabras mapuches, esa era su costumbre que tenía Antonio Colimán, mi padre. Y era colaborador con la policía que llegaba en la casa. Mi padre estaba solo, todavía solo con los hijos, siempre llegaban los policías cuando salían de recorrida a conseguir caballos y de paso que los acompañara y a veces se quedaban alojados o cuando había denuncias los policías aparecían en esa época no había ruta, solo camino de carro, a pesar con todo la humildad que reinaba en el hogar, la puerta siempre estaba abierta para el que llegara. Como así con la policía. Aunque una dueña de casa no existía, Antonio Colimán sólo con sus hijos y al llegar una persona extraña, ellos sus hijos estaban presentes pero después saludaban a todos, en un momento a otros se desaparecían todos, no quedaba ni uno solo, o se habrían escondido? Nosotros éramos tan vergonzosos, no nos dábamos con personas extrañas, porque para nosotros el Huinca los que habían llegado. Otra que mi padre nos tenían enseñado que no debíamos estar metidos en conversaciones de mayores y también cuando se les servía comida a las visitas que esa comida era solo para la visita no para los chicos de la casa o cuando le hacían asado para el que estaba de visita, nosotros no teníamos que comer junto con la visita, por más que tuviéramos hambre. Así mi padre siempre acompañaba a los policías y les pasaba caballos para que se dirigieran donde debían ir o en veses tenía que irlos a buscar donde Culebra (Emilio Huayquifil) por hurto de animales que cuando lo descubrían o cuando sacaban los animales en el rodeo de las ovejas y chivas los rastreaban, así los descubrían. Esto comentaba mi padre Antonio Colimán. Había un poblador en Nahuel Mapi, un tal Queupán, tenía muchos animales en la cordillera y estos animales se cuidaban solos en plena cordillera. Para personas que no conocían la realidad, era como si los animales no tuvieran un dueño o alguien que los cuide para que no se lo afanen. Pero en realidad estos animales no estaban solos, porque en realidad había uno que los cuidaba, más que no lo veían. Todos creo que decían que a Queupán no se le podía robar a los animales porque tenían un diablo que le cuidaba los animales en la cordillera. Que los animales no estaban solos. Todos creo que comentaban, pero nadie le creía. Y un día Emilio Huayquifil ,llamado Culebra de apodo, creo que dijo: dicen que a Queupán no se le puede robar un animal, pero qué? me va a hacer éste, yo le voy a ir a buscar un animal, a mí que! me va a hacer el diablo, y Culebra se preparó para dirigirse a la cordillera donde estaban los animales. Se dirigió de a caballo con un lazo a agarrar un potro. Llegó donde estaban las caballadas, se saca el lazo y agarra un potro y lo ata en el pegual y los trae de tiro y Culebra contento porque le había ido a robarle un animal al que no se le podía robarle ningún animal. Y a lo mejor riéndose del dueño o del cuidador,el diablo, total él no le tenía miedo al diablo. Diciendo qué me va a hacer este! pone en el pegual el animal y vuelve para la casa de él, asegurado el consumo. Contento Culebra venía por el camino en la noche, como siempre lo había hecho de noche, venía por el camino y en una de esas se le asusta el caballo, y se le venía asustando pero la sorpresa! se le aparece una luz o sea lo alcanza esa luz y se le sienta, pasa atrás el potro y se le corta la soga de la sidera, y el miedo que le produjo Culebra al ver la luz que le había alcanzado, ahí recién pudo creer Culebra que era verdad que decían la gente que Queupán no le podían robarle, porque tenía un diablo el que le cuidaba los animales. Esta luz había venido a quitarle el animal que le había robado, esa luz es un espíritu llamado en idioma mapuche "anchi mallén". Es un chico o de estatura de un chico los que alumbran es el cabello. El siempre lo hacía de noche, cuando iba a afanar animales porque era una de las costumbres que tenía de afanarles animales en el rodeo en la noche a los vecinos. Por eso muchas veces aparecía la Policía que en esas épocas estaban en la costa del río Malleo, muy cerca del puente actual del mesmo río. De ahí iban hasta Aucapán, y al no encontrarlo al Culebra ellos, los policías, se quedaban en la casa de mi padre hasta que lograban detenerlos para luego traerlo a Junín. Mi padre fue siempre muy servicial hacia la Policía y ellos siempre llegaban en la casa por este motivo, para acompañarlos siempre a la Policía les agarró bronca, odio Culebra hacia mi padre por acompañar siempre a la Policía cuando llegaban a Aucapán. Culebra no hallaba cómo desquitarse un poco debido de la bronca que sentía Culebra hacia mi padre. En esa época creo que teníamos cerrado con cerco de palo una parte del lugar donde mi padre cortaba pasto para el invierno (no recuerdo muy bien ya que en esa época yo era muy chico) pero si recuerdo que en esa época llegó una ayuda de poste alambre y varillas para alambrar una parte del lugar. El que quisiera cerrar fue una ayuda de la Provincia. Creo que el gobernador era Sapag. Mi padre aceptó esa ayuda y retiró postes de ciprés, alambres hizo y después varillas y con eso cerró el contorno del lugar. Una parte que hasta hoy está ese alambrado. Y mi padre cerró un poco hacia arriba quedando cortado el camino. En esa época mi padre ya estaba con nosotros. Ya no salía a trabajar, ya estaba más continuo con nosotros. Así un día en la noche, aunque no sé la hora que habrá sido, como teníamos un solo dormitorio, ahí dormíamos todos, mi padre también. Yo estaba durmiendo, me despierto por la voz de una persona que llamaba afuera. Como mi padre se encontraba también durmiendo le contesta desde adentro "quién es?" y una vos de hombre responde en medio de la oscuridad afuera gente de Pilo Lil! Mi padre vuelve a preguntar quién es... gente de Pilo Lil. A quién buscaba, dice mi padre. "Me puede acompañar a encontrar el camino porque me quedé arrinconado ahí en el alambrado y no pude encontrar el camino!"... mi padre sin salir para afuera les vuelve a responder "de adentro por donde se quedó arrinconado, siga más arriba, orillando el alambrado vas a llegar al fin del alambrado y vas a volver a entrar en el mesmo camino" le responde a la persona que decía que era uno del paraje de Pilo Lil, pero este siguió insistiendo y pedía que lo acompañen a encontrar el camino. Pero como la persona seguía insistiendo y pedía que lo acompañen a encontrar el camino, tuvo que levantarse mi padre a indicarle mejor. Como era una persona de Pilo Lil tuvo que salir a atenderlo y la sorpresa de mi padre el que se hacía pasar por gente de Pilo Lil al salir afuera lo reconoce que el que se hacía pasar por gente de Pilo Lil era Culebra (Emilio Huayquifil), se hacía pasar por gente de Pilo Lil. Eso solo para que mi padre pueda salir afuera y de esa forma poderlo pelearlo. Aunque no sé muy bien. Tal vez al salir mi padre afuera, lo ha recibido con un garrotazo con un rebenque en la cabeza pero no lo logró, porque mi padre lo madrugó. Le manoteó el rebenque que le había dirigido hacia la cabeza de mi padre pero al agarrarle el rebenque le quitó. Tal vez le ha dado un golpe de puño, le logró quitarle el rebenque y el cuchillo, y al encontrarse desarmado Culebra tuvo que disparar. Mi padre sin darse cuenta de que podría andar de a caballo o podría tener el caballo atado cerca, Culebra dispara, cruza el arroyo, monta a caballo y se dispara, huye, se sube arriba de la barda. Ahí se detiene Culebra, de ahí lo insultaba a mi padre. Después de subir Culebra, vuelve a entrar mi padre en el dormitorio y se acostó de nuevo. Y en medio de la oscuridad se escuchaban los insultos de Culebra esperando que mi padre le siga a perseguirlo pero mi padre sentía temor por nosotros que éramos todos indefensos, lo peor, todos chicos. Ya a la mañana se levanta mi padre, le corta el rastro y le encuentra el rastro del caballo donde lo había dejado atado, mi padre se lamentaba de no darse cuenta de que Culebra tenía el caballo atado del otro lado del arroyo y mi padre le decía en la mañana, nos decía que lo iba a seguir, pero sintió temor por nosotros de que Culebra pegue la vuelta y se desquite con nosotros o que podría haber andado traendo algún compañero. ¿Por qué? Alguna intención tenía Culebra con mi padre. Claro que él tenía odio hacia mi padre, lo detestaba todo por ser colaborador con la Policía que muchas veces necesitaban de mi padre, por ejemplo caballos, aunque ellos andaban de a caballo pero ellos iban de la costa del Malleo y los animales, los caballos necesitaban hacerlos descansar, para luego seguir o volver, por eso ellos llegaban en la casa y mi padre les pasaba caballos o les conseguía algún otro caballo así para que hagan descansar el caballo que andaban traendo montado. Y a la vez ellos, la Policía, necesitaban donde pasar la noche. Pero ahí en la humilde casa que teníamos, ahí había un lugar donde pasar la noche y comida hecha por mi padre, torta frita o pan amasado por mi padre. Para que luego puedan seguir sus funciones que debía hacer la policía o si necesitaban un guía o compañero como testigo. Ahí estaba mi padre, Antonio Colimán dispuesto para servir, para los que necesitara la Policía, pero ahora había sufrido un atropello a domicilio. Mi padre solo por el señor Emilio Huayquifil el que tantas veces lo habían ido a buscar preso por afanarles animales a los vecinos, muchas veces acompañado a los policías para ubicarlo a Culebra (Emilio Huayquifil). Y ahora el odio que sentía hacia mi padre lo iba a traer a media noche a atropellar a mi padre solo. Solo con sus hijos esa noche sintió temor mi padre por sus hijos, vamos a suponer que mi padre lo hubiera seguido en medio de la oscuridad cuando Culebra lo desafiaba con insultos desde la lejanía de la casa! Si hubiera salido mi padre y si Culebra hubiera tenido otro compañero, esa noche mientras mi padre salía en persecución de Culebra y el otro compañero o Culebra mesmo hubiera vuelto? Aprovechando la ausencia de mi padre que hubiera ido solo para desquitarse con nosotros que estábamos todos acostados? No habríamos tenido cómo defendernos esa noche. Lo peor era que nosotros éramos todos chicos en esos momentos, no íbamos a tener quién nos defienda, nos proteja. Ese fue el temor que tuvo mi padre, por eso no lo siguió, dejó que lo siga desafiando desde lejos con insultos como un cobarde. Pero lo mejor le quitó el rebenque y el cuchillo que andaba traendo. Para el otro día cuando mi padre le corta el rastro se dio cuenta que Culebra había estado hachando el alambre en dos sectores como queriendo de cortar el alambre. Ese fue el atropello que tuvo mi padre por ser colaborador ante la Policía. Pero Culebra nunca quitó la mala costumbre de afanar. Y otra vez, pero esta vez mi padre ya había fallecido, hacía meses que mi padre ya no estaba más con nosotros. Como nosotros le cuidamos también los animales de la cuñada de mi padre, él los trajo en la casa cuando ella le falleció el Hermano único y para que ella no quedara sola, claro que ella tenía un hijo pero era muy chico como para que pueda ayudarla a la madre. El día del velatorio del hermano yo le cuide los animales y mi padre se compadeció de la cuñada porque había quedado sola y le consultó con la señora, la hermana de esta así los trajeron a los animales. Así empezamos a cuidarlos a los animales, los juntamos con los nuestros y los cuidamos todos juntos. Como la costumbre que teníamos, era en la tarde el llegar todos los animales en el rodeo, chivas, ovejas los dejábamos todo contado y si faltaba alguno ya sabíamos. Así también le contábamos en la mañana antes de largarlos al campo. Así una mañana nos dimos cuenta de que algo había ocurrido en la noche porque estaban los animales todos desparramados de un lado a otro. Así fuimos al rodeo como así Delia, la cuñada de mi padre al contar todos los animales nos faltó uno, un chivo que era de Delia. Le cortamos rastros por la salida del rodeo, así encontramos un rastro raro, lo empezamos a seguir y nos dimos cuenta que era un rastro de una persona. El rastro de Culebra, era ya conocido porque él, al dentrar en el rodeo a afanar él nunca pisaba bien sino él siempre pisaba en la punta del pie. Así solía caminar quedando el rastro similar a un rastro de caballo. El que no conocía el rastro podía creer que es un rastro de caballo. Nadie le tomaría importancia al ver un rastro así, pero en realidad era el rastro de Culebra, esta era una de sus astucias que tenía Culebra. Delia mandó a buscar otro tipo para que nos ayudara a seguir el rastro, así lo seguimos pero Culebra tenía la costumbre de no volver por el camino sino que iba buscando las bardas, los piedreros tratando de esconder el rastro. Él podía hacer unos kilómetros más antes de cortar camino. Lo empezamos a seguir. En medio de todo esto empezamos a ver dónde lo había degollado, donde le sacó todas las vísceras y seguimos con la búsqueda del rastro por donde lleva al animal carneado. Dimos unas medias vuelta, ya empezamos a acercar en la casa de Culebra. Ya cada vez nos aseguramos que podía ser Culebra. Así salimos más o menos al frente de donde viven pero del lado de arriba. Justo dentro de un camino ancho y esa mañana habían bajado ramas a la rastra, taparon todo el rastro. Ahí perdimos el rastro, no logramos de volver a encontrar más el rastro sin poder llegar hasta la mesma casa de Culebra, siguiendo el rastro. Esa era la otra costumbre que tenía Culebra, afanaba animales y algunos de los criados se encargaba de tapar el rastro a primeras horas de la mañana, y justo en ese camino donde siempre bajaban ramas las rastras. Nos fuimos a ver a Culebra pero él como siempre ocultando hasta en el carácter de la forma que atendía a la gente que lo había rastreado. Creo que no lo denunciaron a Culebra en esa época. Otra que se perdió el rastro antes de llegar en la casa donde vive Culebra pero fue él. Yo tendría unos 8 a 10 años, quiere decir que Culebra siempre afanó durante su vida y sigue, ahora son los hijos que siguen con las mesmas costumbres y artimañas del padre. Es como el zorro y esto nunca se va a terminar mientras sigan estando los Culebras. Así, iba siendo más grande, y un día mi padre nos juntó a los seis y nos dijo que se iba a buscar una mujer, como para esposa. Y nos pidió que la respetáramos como tía, y la tratáramos de tía. Llegó ese día. Una tarde, ensilló dos caballos, y en la noche nos dejó bien aconsejados y nos dejó todos acostados y se fue. Sentimos que cerraba la tranquera del alambrado y nosotros nos levantamos todos. Mi hermano Ricardo tenía una guitarra de madera que él mesmo había hecho. Se puso a tocarla; no sé lo que tocaba. Pero nosotros nos pusimos a bailar contentos porque ya no íbamos a estar solos, e íbamos a tener quién nos haga la comida. En una de ésas, escuchamos que abrió la tranquera. Urgente, nos fuimos a acostar en la cama. Llegaron. Nosotros, haciéndonos todos los que estábamos dormidos. Al otro día, nos levantamos y al rato se levantó mi padre y la nueva señora. La presentó. Nosotros, todos contentos. Pasaron los días, y nosotros chochos, estábamos. Regalón. No faltaba la comida, almuerzos, comíamos pan o torta frita a toda hora. Como todos los chicos, por más que no tengan hambre, ellos siempre comen. Duró poco la alegría. Con el correr del tiempo ya se iba cansando con nosotros. Porque duraban muy poco el pan y la torta frita, y tenía que estar amasando a cada momento. Y ya nos empezó a mezquinar la comida, y a racionarnos el pan o la torta, y empezó a dar a horario. Mi padre dejó de trabajar en la estancia, y empezó a organizarce para trabajar en nuestra tierra. Empezamos a sentir hambre. Ricardo, con los animales. Segundo, ayudándole a papá a arar la tierra de a caballo. Y yo, en la huerta con mis hermanas y mi madrastra, que le decíamos tía: buscar leña al hombro, en tiempo de la parición, amamantar a los corderitos y a los chivitos que abandonaba la madre, o alguno que no tenía leche para darles la mamá y a la cría. Así seguimos trabajando todos los días. Hacíamos todo lo que papá ordenaba. Creo que nunca hicimos lo que papá nos decía que no hagamos. Siempre hacíamos lo que él decía que hiciéramos. Y yo seguía a la par de los más grandes, siempre haciendo lo que papá decía, aunque mi capacidad de trabajar no me acompañaba, porque era tan chico y no tenía suficiente fuerza. Pero hacía lo que podía. Y así fui creciendo. Cada vez más capacitado para trabajar, pero siempre con hambre. Y esto de trabajar como los grandes, llegaba la tarde, me sentaba y me quedaba dormido enseguida. En veces, me daba pesadilla, o me levantaba sobre-dormido o hablaba. Esto fue a medida que iba creciendo, antes de los diez años; pero cansancio, nunca sentía. Mi vida había cambiado. Antes de ir a la escuela, ayudaba en el corral a amamantar los corderitos y los chivitos y hasta tuvimos una ternera que se le había muerto la madre. A ésta le dábamos leche con una mamadera. Nos servía de compañía para jugar. Esta ternera fue creciendo cada vez más, y después se acostumbró mal. Cuando fue grande se convirtió en un peligro. Hasta a mi madrastra la atropelló cuando estaba ordeñando las vacas. Nosotros tuvimos la culpa, de haberla enseñado mal. Mi padre se enojó mucho y nosotros fuimos azotados todos, por haber enseñado mal a la ternerita cuando era chiquita. Porque nos gustaba y nos divertíamos jugando. Hacíamos como que estábamos peleándola, y ésta respondía, y así se acostumbró mal. Volvía de la escuela al medio día, y volvíamos al corral, ya que esta tarea con los animalitos era tres veces en el día: de mañana, al mediodía y a la tarde. Este trabajo era en octubre, noviembre y diciembre, hasta que los animalitos que no tenían madre pudieran comer pasto. Mi padre, cuando volvía del campo después de recorrer y ver los animales, nos avisaba dónde había chivas paridas. Había chivas que tenían dos chivitos. Los llamábamos "melliceros". Y hasta tuvimos una que tuvo tres chivitos. Estuvo tirada varios días en el corral; estaba flaca, y con el mesmo peso no era capaz de caminar o pararse. Yo pensé que se iba a morir; le daba pasto y hojas de álamo. Comía así tirada. Un día, al verla tirada tanto día, se me ocurrió darle piñón. Le daba en mi mano, y una vez que comía, seguía comiendo. Todos los días le llevaba diez o quince piñones en mi bolsillo. Y así, empezó a recuperarse, hasta que se levantó. Según dicen, el piñón tiene muchas vitaminas. A cualquier animal flaco lo puede hacer levantar. Fueron tres chivitos. Mi padre le puso una seña en la nariz a los tres, para reconocerlos cuando fueran grandes, para ver si iban a salir trilliceras. Todas las que parían en el campo teníamos que traerlas al corral. Los chivitos recién nacidos tenía que traerlos en brazos. Y después de toda esta tarea, volvíamos a la huerta. Se trabajaba más en primavera. Se emparejaba la tierra, y ya venían las pariciones de los animales. En esto, ya trabajábamos todos: hacer la huerta, abonar, regar. Para sembrar mayor cantidad, se hacía arando la tierra con dos yuntas de caballos y un arado fabricado artesanalmente, que se llama arado de chancho. En esto se ocupaba mi padre y mi hermano Segundo. Sembraban avena, trigo, centeno, arvejas, habas. Y después, venía la cosecha. Y Ricardo, que era el mayor, se dedicaba solamente a cuidar los animales. Cuando Ricardo cumplió creo que 17 años, y al poco tiempo salió en busca de trabajo. Acá, ya hubo una rotación: Segundo pasó a cargo de los animales y yo seguía con la huerta y acompañaba a mi padre a arar la tierra. Tenía que montar a caballo y el otro que vaya a la par, y así tiraban parejo el arado. Y mi padre dirigiendo el arado, días enteros. Descansábamos al medio día, y después seguíamos, cosa que me aburría arriba del caballo todo el día, vuelta y vuelta. Me llegaba a quedar dormido arriba del caballo. Sólo sentía el azote por mi espalda del arriador que manejaba mi padre, ya que yo, al quedarme dormido, el caballo salía fuera del surco y el arado desviaba. Y ahí era donde yo ligaba el azote por mi espalda con el arriador. Aquí, tendría 8 o 9 años. Creo que me empezaron a enseñar a andar a caballo cuando tenía entre 4 y 5 años. Me acuerdo que teníamos el Colorado y el zaino. Y con este zaino aprendí a andar a caballo. Primero me hacían subir, y después me andaban trayendo de tiro el caballo, y así aprendí a andar, hasta que empecé solo. Y así pasábamos los tres hermanos que éramos por este trabajo. Yo me quedé hasta el final, y en tiempo invierno, a acarrear leña al hombro. Y esto también les tocó a todos, en esta época. No teníamos bueyes, porque los novillos que crecían, los vendía todos, mi padre. Y así nunca tuvimos bueyes. En los últimos años recién, dejó novillos para amansar, y así tuvimos bueyes y carro para acarrear leña en el verano para el invierno, y recién nos cambió un poco la vida, porque dejamos de hombrear leña. En ese tiempo nevaba mucho en el invierno. Y me acuerdo que una vez fuimos con mi hermano Segundo a cortar leña verde de ñire. Nevaba con viento blanco; yo ya no aguantaba del frío, la ropa mojada ya se me estaba escarchando. Le dije a mi hermano que iba a volver para la casa, y así me puse a hacer un atado de leña y me fui. Ese día, casi me entumí del mesmo frío que hacía. Y la nieve caída llegaba hasta mi rodilla. Así volví. En el verano era un poco más distinto, ya que se usaba muy poca leña. Un día, recuerdo que iba por un caminito en busca de leña y recordé a mi hermano Ricardo, que estaba ausente; y para mí, ya era mucho tiempo que ya había pasado que se había ido en busca de trabajo, y sin tener noticias de él. Pero no era tanto; harían unos 8 o 9 meses que se había ido. Pero para mí era mucho tiempo que había pasado. Siempre me ponía triste y poray, lloraba solo andando por el campo cuando pensaba en mi hermano Ricardo, que se había ido de casa. Para mí era como que ya no lo iba a ver nunca más. Fue cosa de chico cuando extraña a un hermano. O acompañaba a mi padre a cortar leña y a acarrearla con carro. En uno de estos viajes, fuimos a buscar leña por la zona del cerro Aucapán donde con el tiempo adquirimos la veranada. Veníamos con el carro cargado de leña en tiempo verano; veníamos cruzando por una ladera bastante fulera. En una de esas, se nos dio vuelta el carro cargado con leña. Yo no pude sostener la rueda. Cuando se levantó tuvimos que descargar todas las leñas para poder parar el carro. Yo estaba más asustado. Pero al final logramos pararlo de nuevo, y volvimos a cargarlo con leña con mi padre, hasta que llegamos con la leña en la casa. Todo para que a mi madrastra no le faltara leña. Recuerdo también un día de verano; hacía calor. Esto fue antes que tuviéramos carros y bueyes. Mi padre me pidió que fuera a buscar leña. Yo creo que tendría unos ocho años; más, creo que no tenía. Tenía fiaca para salir con el calor que hacía, pero mi padre me retó, y otra que nunca lo desobedecimos a mi padre. Yo salí con mala gana, me fui por un caminito, llorando. Caminé bastante, y me senté en un coirón que había en la orilla del caminito. Estaba llorando, y en una de ésas, sentí algo en mi espalda, que se había movido. Me sorprendí, y urgente giro mi mano atrás de la espalda y toco algo: algo como un bulto. Me asusté. Quiero sacar mi camisa para sacudirla, para ver qué bicho era. En ese momento salta, y se mete en un charcao. Era una lagartija. El susto que me di. Se me fue la flojera, dejé de llorar; me olvidé que había estado llorando. Urgente fui a buscar leña. De a poco fue cambiando la vida. Ya fue más aliviado. Poray, íbamos a la cordillera, en marzo y abril, en tiempo de los piñones. Mi madrastra también iba a juntar piñones y mi padre iba a sacar leña. Carriábamos leña, y a la vez traíamos leña para el invierno. Y también juntábamos leña en la veranada. También cortábamos pasto para el invierno. Lo dejábamos secar, y después lo carriábamos en la parva, donde acumulábamos el pasto para el invierno. Así teníamos pasto para forrajiar a los animales flacos, las vacas y las ovejas cuando nevaba mucho. Algunos vecinos iban a comprar pasto. En esto de repartirle pasto a los animales también tenía que empezar temprano. Había que cuidar que los animales grandes no fueran a quitarle el pasto a las ovejas. Lo sabíamos tener todo aparte, y después pisotear la nieve para que se aplaste en forma de caminito, para poder sacar las ovejas en el faldeo, donde había menos nieve. Cuando nevaba en la noche, al otro día en la mañana teníamos que hacer levantar una por una a las ovejas, ya que al quedarse echadas en la noche, y con la nieve se les aplastaba la lana; y la oveja no se levanta: puede quedarse echada, sin tratar de levantarse, porque la mesma nieve que le aplasta la lana la sostiene. Todos estos eran los trabajos con las ovejas en tiempos de invierno. Al poco tiempo se casó mi hermana Cecilia. En los tiempos de escuela en primavera, siempre hacía mucho frío en la mañana. Y siempre yo con Alicia parábamos a calentar las manos y a tomar café con leche. Me encantaba pasar a ver a mi hermana; con un poco de vergüenza, pero pasaba. Y después, nació mi primer sobrino. Me encantaba jugar con él. Tenía un andador, y lo abrigaba bien, y lo sacaba afuera para jugar. Pasaba horas enteras con mi sobrinito jugando, me divertía con él. Y cuando al poco tiempo nació mi otro sobrino, ya tenía dos para divertirme con ellos. Y así, se acostumbraron tanto conmigo. Antes de esto, mi hermana Cecilia siempre iba a ver a papá, y le iba a pedir si yo podía ir a ayudarlos en algún trabajo que tenía que hacer, o poray, para acompañarla, y de paso para que yo acompañara a mis sobrinos que se estaban acostumbrando tanto conmigo. Cecilia creo que me quería mucho, y fue mi hermana querida que tuve. A mí me encantaba cantar, por ejemplo, zamba - algunas, de los Chalchaleros - y anotaba en un cuaderno las canciones que me encantaban. Y así, me ponía a cantar con mi hermana Cecilia. Ella siempre me pedía que la acompañara, cuando se quedaba sola. Porque con el tiempo, el marido puso un boliche de campo, tipo ramo general, donde se compraba cuero, lana de oveja y de chivo. Mi cuñado se había asociado con uno de Junín de los Andes, que lo proveía de la mercadería y donde él entregaba todos los cueros y lanas. Por esa razón, se quedaba siempre sola mi hermana. Al tiempo mi padre se enfermó podando los álamos. Le agarró una pulmonía. Y mi hermano Ricardo que ya había vuelto de pasear, cuando llegó el llamado para la revisación médica a los 19 años para el servicio militar. Mi padre salió en busca de él, porque no sabíamos nada de él ni dónde trabajaba. Lo encontró en San Martín de los Andes, por la parte de Lolog. Así volvió, y Ricardo tuvo que volver después porque papá después de mejorar, volvió a caer enfermo. Pero antes de volver a caer enfermo creo que soñó una mañana temprano. Nos hizo levantar a todos, nos llevó atrás de la huerta y hizo un fueguito. Se preparó la pipa con tabaco y a nosotros nos puso en círculo alrededor del fueguito y empezó a rogarle a Dios pero en la idioma mapuche. Pero yo no me acuerdo qué fue lo que le pidió a Dios. Recién venía aclarando. Yo creo que le pidió a Dios porque él se iba a ir y a nosotros los seis nos iba a dejar para siempre. Para que nos quedemos bien y para que Dios nos proteja y sigamos siendo sanos, libres de cualquier enfermedad, ya que nos iba a dejar huérfanos a todos. ¿Papá habrá soñado que iba a ser entregado como un cordero a los demonios? Yo no me di cuenta para qué nos había hecho levantar tan temprano a todos, ya que nunca lo había hecho antes. Sólo mi madrastra sabía lo que papá había soñado. Siempre cuando se ponía a beber unos tragos de vino, nos hacía sentar y nos aconsejaba cómo teníamos que ser. Principalmente a mí y a Segundo que éramos los menores de los varones. Parece que mi padre se ponía un poco triste o quizás le preocupaba algo al vernos a nosotros dos, los menores. También nos decía que algún día cuando saliéramos a trabajar que teníamos que ser voluntarios en el trabajo, no estar charlando en el trabajo, en presencia del capataz, y no agarrar cosas que no fueran de uno. Me ha servido de mucho estos consejos que un día me daba mi padre. Así he sido desde que salí a trabajar hasta el final. Esto me ha servido, y por ser así he andado bien y me han tomado aprecio; me han llegado recomendaciones hacia el patrón. También nos habló de mi madrastra. Qué debíamos hacer con ella, cuando mi padre muriera. Él sabía cuándo iba a morir, pero nunca le habló a mi madrastra acerca de los hijos que estábamos a media vida. Digo media vida, porque esto de pasar el día con hambre, comer al horario racionado solamente para vivir y pasar el día trabajando de sol a sol, comíamos poco. No era porque nos faltara la mercadería, si esto hacía mi madrastra era para no estar cocinando a cada momento, por ejemplo, pan o torta frita. Mi padre nunca le dijo "no hagas pasar hambre a mis hijos" o "aumentale las comidas, porque ellos trabajan todos los días". Nunca le dijo. Pero no sé por qué. Quizás la amaría mucho o a lo mejor no lo quería hacerle pasar mal rato, por eso le dejaba que ella haga lo que quiera. Tal vez mi padre ha estado triste y solo, cansado de seguir viviendo solo y ver crecer a los hijos sin la madre. Y por haber encontrado una mujer después de haber vivido tan solo, que se transformó en la compañera, por esos motivos la amó tanto que nunca le dijo nada y la siguió amando hasta el final como su esposa. Después de pasar día y noche sin ningún consuelo hasta tuvo que salir a trabajar en la estancia, para no ver llorar a los hijos que se habían quedado sin madre y poder olvidar un poco quesea trabajando en las estancias, tratando de mantenerse ocupado para no pensar. Tal vez ha sido muy triste para mi padre. Siguió; pero de pronto volvió a caer enfermo. Mi padre nunca quiso ir al hospital, siempre acudiendo con los médicos yuyeros, para buscarles remedio siempre iba el abuelo Rañinqueo, que era el marido de la madre de mi padre. Yo creo que en esto para buscarle remedio a mi padre tendría que haber sido otro, o un extraño. Esta médica ha sabido el motivo de la enfermedad de mi padre y que lo tenían en el juego entre los demonios. Pero por ser el marido de mi abuela, el abuelo no ha querido decir nada el motivo de la enfermedad de mi padre. Porque si no, iba a ir en contra de la mesma señora. Pero, ¿quién podría haber imaginado que mi abuela practicaba la hechicería, y que estaban jugando con Ñanco? Y perdió con Ñanco. Tuvo que entregar la propia vida, y con esto no fue suficiente porque no alcanzaba a pagar y tuvo que entregar el único hijo que tenía al poder de Ñanco: el demonio lo agarró a mi padre. Y lo llevó. ¿Pero quién de nosotros podía haber imaginado de esto, lo que estaba sucediendo con mi padre? Ni mi madrastra; solo por el sueño supo que iba a morir mi padre. Y ya cuando lo tenía agarrado el diablo, el demonio quiso decir la verdad por el motivo que iba a morir. El poder maléfico fue más fuerte que mi padre: no lo dejó hablar para que nosotros no supiéramos el motivo de la muerte de mi padre. Sólo alcanzó a decir: la familia son los peores brujentos. El demonio le quitó la palabra para que no sé supiera... pero para mí fue suficiente con esa palabra que alcanzó a decir mi padre para saber porqué murió y cómo. No en el instante, ya que yo era sólo un niño. La muerte de mi abuela. Y al poco tiempo supe también las palabras que dijo la abuela, madre de mi padre. Pero a mí no me dijeron, ya que esta palabra la tenían guardada como un secreto. Y la siguen teniendo las personas que escucharon esta palabra de mi abuela: "huehue neu ta Ñancu" ("Me ganó Ñanco"). Se había mejorado de vuelta mi padre. Una mañana me dijo "Alfre, por qué no vas a dejar a tu hermano Ricardo al crucero. Agarrá dos caballos y llevá tu hermano". Le dijeron a Ricardo si querés trabajar de vuelta, podés salir. Total yo ya estoy bien. Pero él no sabía que la madre ya había muerto en el hospital, y no sabía que esa noche él también iba a morir. Ensillé el caballo y lo llevé hasta la ruta en el crucero que queda 12 kilómetros. Pero antes de salir llega Audilio Rañinqueo avisando que la madre de mi padre había muerto en el Hospital. De todos modos lo llevé a mi hermano a la ruta y volví. Habré hecho unos 2 o 3 kilómetros; iba por la ruta, lo que no sé cómo miré el cielo en una de esas vide un bulto como si viniera dando vuelta del cielo, era una cosa chiquita. Creo que detuve el caballo, y me quedé parado mirándolo. Cada vez se hacía más grande algo que venía caendo, dando vuelta. Era algo que no lo podía distinguir. Lo seguí mirando y casi cae en el suelo y se separa. Eran dos Ñanco, que es la águila pecho blanco, le decimos Ñanco; que venían de muy alto los dos agarrados y se separaron. Ahí recién yo lo conocí que eran dos ñanco. Uno agarró se fue volando por una dirección y el otro se fue por otra dirección. Yo creo que Dios me ha mostrado algo en esos dos pájaros. Yo no me di cuenta de la seña que me habían dado los pájaros. Nosotros los del campo como mapuches siempre tuvimos fijeza en el ñanco. Por ejemplo, cuando la gente iba de viaje a caballo siempre se fijaron de este pájaro. Poray siempre había en cualquier parte del camino, sentado en algún árbol o en una piedra o cerro un ñanco que le estaba anunciándole si iba a andar mal o bien depende en qué condición esté; mejor dicho, en qué posición puede estar sentado el ñanco. Así ellos sabían durante la ida o vuelta, ya iban sabiendo de cómo iban a andar bien o mal. La muerte de mi padre. Los dos ñanco era la seña, un anuncio pero yo no me di cuenta. No supe en ese momento qué era esa seña, que iba a pasar. Sólo cuando llegué en la casa papá estaba en la cama, ya inconsciente a pesar de que en la mañana estaba tan bien de salud, hablándole al hijo mayor que él estaba bien y si quería salir a trabajar nuevamente podría salir. Así me ordenó que yo vaya a dejar mi Hermano al crucero, sin saber lo que iba a suceder en la noche. Pero sí sabía que él iba morir pronto, pero no el día o la hora. Cuando llegué lo vi tirado en la cama. Parecía que quería hablar pero estaba inconsciente, se agarraba la frente como si sintiera dolor pero en forma como de latido. Esto es lo que yo me tomo de parecer. Le acaricié la frente, lo toqué, le hice a un lado la mano pero estaba inconsciente. Antes de esto, creo que quiso decir la verdad de lo que él sabía, pero el demonio que ya lo tenía, ya estaba apoderado de él. El mesmo diablo le quitó la palabra, así evitando la divulgación que podría dar mi padre. Lo único que alcanzó a decir fueron sus últimas palabras: "los parientes son los peores brujentos" fue la única palabra que dio mi padre. Así me quedé sentado hasta que yo también me quedo dormido. Me hizo despertar la Hermana de mi madrastra pero el sueño me vencía, mientras ya llegaba la hora de la muerte de mi padre. Yo seguía en el dormitorio donde estaba mi padre y a la una y media falleció mi padre. Quise llorar; fui a avisarle a mi Hermano Segundo que estaba en la cocina que papá había muerto, fui casi llorando. Pero mi Hermano me dijo "no llores debemos tener fuerza". Así pude sostenerme, pero esa palabra fue para mí algo de alivio como si el espíritu de mi padre haya sido: que debíamos tener fuerza. Pero en realidad fue la palabra de mi Hermano Segundo. Esa noche fue algo distinto, para mí no fue una noche normal, ya que el aire era algo distinto. Hacía frío, pero algo raro había esa noche. Salimos a avisarle a mi Hermana Cecilia, que vivía cerca. Y estaba casada. En el corral donde teníamos el rodeo, donde alojaban todas las noches las ovejas y los chivos, había dos pájaros nocturnos que para nosotros son parte de los demonios. Estaban como enojados. Gritaban, qué miedo me dio, parecía que los pelos se me habían puesto de punta. Son pájaros que no se ven. Dicen que de casualidad se puede verlos en la noche, según dicen son pájaros blancos, "pilhuit", pero son parte de los demonios Llegamos y le avisamos que papá había muerto y volvimos. Ya habíamos quedado solos. Huérfanos del todo, sin saber que hacer. Lo único unirnos más nosotros mesmos, ya que yo era el más chico de los varones pero creo que tenía menos de diez años. Después del sepelio estaban todos reunidos la casa. Estaba el tío Lucio, el Hermano de la finada mi madre, que está hoy en Aucapán. Secundino Colimán ya estaba pensando de llevar alguno de nosotros, el más chico de los varones. A él lo tratábamos de abuelo, pero que no es abuelo legítimo, sólo por respeto. Él dijo: "!Qué van a hacer estos chicos! ¡No saben todavía cuidar los animales! Yo lo voy a llevar quiero que me pasen uno de los chicos! Para que me ayuden a cuidarle los animales." Gracias a Dios estaba el tío Lucio. Él dijo: "No. Ellos son bastante grandecitos, ya se pueden cuidar solos, y cuidar los animales." Ricardo era ya un adulto, pero si no hubiera sido por el tío, quizá a lo mejor Ricardo hubiera aceptado, y a mí, por ser el más chico, me habría llevado Secundino. Y con el correr del tiempo me habrían eliminado con más facilidad. Cuando mi padre ya estaba enfermo y mi abuela también, ya estaba anunciado. Un día yo iba a buscar un poco de leña y justo lo encuentro a mi tío Lucio. Estuvimos charlando y me preguntó de mi padre. Yo le comenté del estado de salud, pero me dijo, como en broma: "no sé quién va a morir; abrió la puerta del hotel... no sé si va a ser tu abuela o tu padre." Según dicen que se sentía el cerro negro; creo que se llamaba cerro la ballena, pero los pobladores de la zona lo llamaban "el hotel". Dicen que se sintió como quien abre una puerta de la casa, algo así como un crujido. Pero yo no lo sentí; mi tío y otro poblador, lo han sentido. Según los que saben, dicen que este hotel abre la puerta cuando alguien va a morir. Pero este alguien, tal vez tiene que ser quien ha practicado la hechicería... desgraciadamente ha caído en brujería mi padre, pero por la madre y los dos murieron... si yo hubiese podido, o hubiera sido más grande, habría tratado de que mi padre no muriera de esta manera, por medio de la brujería. Yo creo que podría haber habido alguna forma para que mi padre no fuera entregado a los espíritus maléficos. Quizás habría sido la hija, no mi padre; sí o sí tenía que morir uno, ya que mi abuela había perdido en la jugada con Ñanco. Con su propia vida de mi abuela no fue suficiente ya que la deuda no la podía pagar con su vida. Tuvo que entregar su hijo para poder pagar. Este poder, mi abuela lo dejó a su hija Matilde y el anuncio que me dieron los dos pájaros: tal vez mi abuela ha ido por el camino ancho y mi padre por el camino angosto, aunque fue entregado por los demonios. Mi madrastra estuvo un año más en la casa, pero en separado. Y después, volvió a su respectivo lugar, ya que mi padre no tuvo ningún hijo con ella. Había tenido uno, pero falleció a pocas horas de su nacimiento. La dejamos ir por el trato que nos dio durante nuestra niñez. Así fue que quedamos solos y Ricardo asumió la responsabilidad como el mayor de los hermanos. Seguimos solos. Yo ayudando a mi Hermana Cecilia; cuando ella me necesitaba, ahí estaba yo o mi cuñado. Y al tiempo, mi Hermano Ricardo se llevó una mujer, que la había conocido en Junín de los Andes cuando él trabajaba. Descendiente chilena. La llevó a la casa como su esposa. Seguimos yendo a la veranada que nos dejó mi padre, llevando todos los animales en tiempo de verano. De ahí, yo venía a la escuela. Así fue que quedamos solos y Ricardo asumió la responsabilidad como el mayor de los hermanos. En tiempo de invierno, me pidió de vuelta mi Hermana Cecilia, y así seguí ayudándola y acompañando a mi sobrino. A final, seguí quedándome con ella. Al poco tiempo, salió Segundo en busca de trabajo y Ricardo seguía cuidando los animales y yo lo ayudaba. Pero después salió nuevamente Ricardo a trabajar y yo quedé al cuidado de los animales. Pero yo ya había venido a la casa de mi Hermana Cecilia. De ahí salía todas las mañanas a ver los animales y contarlos. Mis sobrinitos se acostumbraron tanto conmigo que para salir tenía que salir escondido, porque si ellos me veían que yo me iba ellos quedaban llorando, o diciendo "tío Alfredo, no te vayas, tío no te vayas". Pero yo tenía que volver, y salir sin que ellos dos me vieran salir, yo mesmo le decía a mis sobrinos..."bueno, me voy, chau", y ellos dos se me ponían a llorar. Mi Hermana Cecilia me retaba diciéndome "por qué los hacés llorar, si sabés que ellos no quieren que te vayas?", pero yo lo decía simplemente para que me digan "tío no te vayas". Un día viernes me invita para la señalada de Secundino, el portero de la escuela. Me conseguí el caballo de mi cuñado a Cecilia, para el sábado. Ella también estaba invitada para la señalada, pero no fue porque justo llegó el marido que había andado para Junín de los Andes. Yo fui el sábado en la mañana. Empezó la señalada de los corderos. A medida que iban trabajando en el corral, corría la bebida alcohólica: vino, caña fuerte y dulce. Y yo, poray aceptaba la caña dulce. Terminó el trabajo del corral, y con el portero de la escuela, Julio, salimos en busca de la tropilla en el campo, para iniciar la marcación. Volvimos con la tropilla. Empezó la marcación de los potros. Terminó la pialada. Se largó a todas las tropillas. Para esto, ya era casi de medio día. Descansamos un rato a comer el asado que ya se estaba cocinando en el asador al fogón. Después del asado terminamos con la marcación y la señalada de los terneros; seguía circulando la caña dulce y fuerte. Yo ya estaba bastante ebrio, casi más bebía caña dulce, ya casi no me acuerdo. Cuando terminó el trabajo con los terneros, me perdí. Solo me acuerdo cuando ya estaban bailando la gente en la ramada; me dieron ganas de bailar, saqué una mujer para bailar. Yo nunca había bailado. Debido a la ebriedad saqué coraje en bailar, así empecé a bailar chamamé. Me pierdo nuevamente. A la tarde me pongo consciente nuevamente, desensillo el caballo, y lo dejo en un cuadro como para quedarme. Me pierdo nuevamente; entre me acuerdo nuevamente que agarro el caballo y lo ensillo para irme. Voy a la ramada a despedirme y me quedo nuevamente. El caballo pasó atado en el palenque, ensillado. Recobro mi consciencia nuevamente: yo estaba durmiendo en una banco. ¡Por supuesto, la señora de Secundino estaba atenta para atenderme! Me invita un poco de vino; tal vez, ya me había dado alguna dosis. Al día me voy a fijar: el caballo estaba en el palenque. "Me quiero ir". La señora del portero de la escuela me dice: "vos que andás de a caballo por qué no me llevás el nene por delante"... Le digo "bueno". Y Marcelina, la señora de Secundino, me dice..."por qué te vas a ir? Quedate toda la tarde, total hoy es domingo. Te podés ir recién a la tarde." Ella no quería que me fuera, todavía, porque le faltaba darme otra dosis para asegurarme bien. Pero no me quedé. Monto caballo, llevo el nene por delante de la señora Josefina, llegamos a la casa de ella y me dice: "me voy a acostar a dormir, porque anoche no dormí nada"... y se fue a dormir. Yo me quedé con la hija Zulema. Ella me dice: "vamos a probar la puntería". Pone un tarrito en el poste del alambrado y empezamos a tirarle piedras a ver quién lo voltiaba primero. En ese momento se me quiere como nublarme la vista, cada vez fue peor, ya empiezo a ver como un hormigueo en la visualidad, ya se me apareció algún tiritón la cabeza, cada vez fueron más seguido. Me asusto y le digo a Zulema: "por qué no me das un poco de agua?" Se me vino enseguida en la mente que con agua me podría pasar. Pero fue imposible. Cada vez fueron más seguido los tiritones. Y ya se me empezó a girar del costado por el lado izquierdo mi cabeza. Estaba muy asustado. Cuando ya estaba mi cabeza bien torcida, perdí el conocimiento y no supe más nada. Sólo después me puse consciente, pero ya iba llegando mi Hermana Cecilia. Yo estaba sentado afuera y Josefina también estaba afuera y Zulema estaba conmigo. Josefina dice que yo caigo, me revuelco y empiezo a golpiarme y despedía espuma por la boca. Dice que me quiso agarrar pero le dio miedo porque yo la miraba, con una mirada sorprendente como si mis ojos se hubieran agrandado. Estaba sentado, me dolía la cabeza. Me fue a buscar mi Hermana, me llevó e hizo que me acostaran en la cama y me dio unos genioles. Me quedé dormido; no sé si dormí todo el día y toda la noche. Yo nunca esto pregunté. Este fue mi primera convulsión como si fuera epilepsia. Este fue debido a la dosis maléfica que me dio la señora de Secundino. Pero faltaba que darme alguna dosis todavía; por esa razón ella quería que yo me quedara ese domingo. Entonces, así ella me daba el resto así ya como para eliminarme. Con esto ella me quiso eliminar debido a la envidia que siempre existió con nosotros por el lugar de la tierra y los animales. Ellos siempre quisieron que nosotros no tuviéramos nada. En esto intentaron pero no pudieron y buscaron la forma de cómo eliminarnos a los tres varones que somos. Siguieron insistiendo por medio de los demonios, el poder maléfico que ellos tienen. Pero así hemos tenido diferente dificultad los tres hermanos que somos, han estado apunto de lograrlo, pero no han podido gracias a Dios, y el ruego que pidió mi padre antes que muriera hacia Dios. Así estamos hoy luchando siempre tentados por los demonios. Seguí estando en la casa de mi Hermana Cecilia. La seguí acompañando y ayudando en algo, y acompañando a mis sobrinitos a jugar, a sacarlos un rato afuera, ya que mi Hermana Cecilia siempre tenía trabajo haciendo telares. Mucho tiempo no tenía para cuidar los hijos. Yo estaría por cumplir los 15 años. Hasta hoy la recuerdo, aunque ya no está, pero vive en mi recuerdo. Sólo Dios sabrá por qué murió, aunque pienso que se suicidó. Cuando cumplí los años, salí en busca de trabajo. Así seguí hasta que cumplí los 16 años. Un día le dije a mi Hermana: voy a ir a Junín de los Andes a sacar mi documento y a la vez voy a ir hasta la estancia Cerro de los Pinos a verla a Margarita que estaba trabajando en esa estancia. Pero mi pensamiento era de ir a buscar trabajo, total ya tenía mi documento pero esto no le dije a Cecilia Y tuve la suerte que conseguí trabajo en el vivero. Estuve más contento que nunca. Volví al campo porque era sábado. A mi Hermana Cecilia no le había dicho nada, en respecto de mi pensamiento. Lo único que le había dicho que la iba a ver a Margarita. Cuando regresé, volví más contento a avisar a Cecilia. Le dije: "encontré trabajo en el vivero. Voy a salir a trabajar". Me dice: "para qué vas a salir? No ten van a pagar casi nada. Te van a pagar muy poco." Para mí era importante salir a trabajar. Ya dejaría de depender de alguien. Pero mi Hermana no quería que yo saliera, ya que yo era una parte de la compañía que ella tenía, y a la vez yo era muy chico como para salir, para ella. Pero yo quise salir. "Voy a salir. Ya conseguí trabajo. Quiero hacer mi vida trabajando." Ya no me podía detener, porque tenía que estar el día lunes a primera hora en la estancia, para empezar a trabajar. Preparé mis pocas ropas y una frazada, y un matroncito laboreado que tenía mi cuñado, que me lo prestó ya que era un recuerdo de la madre que tenía, y volví el mesmo sábado a la tarde para Junín de los Andes, para irme el domingo para la estancia, para poder estar el lunes a primera hora. Empecé a trabajar, me destinaron en el repique. Ahí estuve realizando mis primeros trabajos ordenado por un capataz. Después, en el invierno, me sacaron y me llevaron a forestar en el campo. Fuimos a Lago Espejo en San Martín de los Andes a forestar pero estuvimos poco, porque empezó a nevar mucho. Estuvimos forestando y reponiendo plantas de pino. Regresamos a la estancia y volví en el vivero, en el repique de plantines de pino. Y al poco tiempo, a comienzos de la primavera, me cambiaron de trabajo, y me pusieron en el tambo. A las 5 de la mañana tenía que ir llegando con las vacas para ordeñarlas. A las 8 de la mañana tenía que estar repartiendo la leche en un carrito tirado por un caballo, 8 y media todo repartida la leche, a las 9 horas, retirar la carne en la carnicería para la cocina de los peones y para la patrona de Margarita. El primer día de trabajo en el tambo me pasaron un caballo moro y la montura y el carrito y los lecheros de 10 litros cada uno. Agarro el moro, lo ensillo y lo ato al carro. Yo pensé que era un caballo que lo podía atar al carro y dirigirlo con la rienda, yo subiendo arriba del carro; pero no era así. Resulta que este caballo había que montarlo y recién atarlo al carro. Pero el capataz no me dijo nada respecto del caballo, cómo tenía que hacer o qué maña tenía. Yo no le pregunté tampoco acerca del caballo. Sólo me dio órdenes, lo que debía hacer. El moro sale disparando; más con el ruido del carro, más disparaba. Se dirigió hacia una tranquera, se desató el carro y el moro siguió disparando. Yo estaba asustado. Justo los carneadores estaban en el matadero. Uno de ellos montó a caballo y lo siguió al moro hasta que lo alcanzó y lo agarró y me lo trajo. En ese momento aparecía el capataz. Recién ahí me dijo cómo tenía que manejarme con el moro, y como yo estaba acostumbrado, seguí continuando la tarea. Después de las 9 horas, iba a trabajarles a la señorita Michel y Jaqueline, que eran las hermanas del patrón principal. Una de ellas era la patrona de Margarita. Yo tenía que trabajar en jardinería. Tres veces por semana, limpiarle los gallineros, llevar leña cortada todas las mañanas, y a la tarde cuando tenían que salir a cabalgar las señoritas, tenía que buscarles los caballos que tenían ellas. Eran todos los trabajos que tenía que hacerles. Pero una mañana fui a buscar las vacas, las ordeñé a todas; ya tenía la leche en los lecheros. Quise atar al moro en el carrito de reparto, y se me asusta nuevamente. Desgraciadamente se me desata el carro de la montura de la sidera, pegó un barquinazo. Se me destaparon los lecheros, vuelca la leche, me quedó muy poca leche en cada lechero. Estuve muy asustado. Yo pensé que me iban a echar del trabajo. Llevé la poca leche que me quedó, pero no me alcanzaba para repartirle a todos. No hallaba qué hacer. Lo único que pensaba era que me iban a despedir del trabajo por lo ocurrido. Pero no se me ocurrió de avisarle a las señoritas, a la patrona de Margarita; tampoco a ella le dije nada. Fue mi peor error no haberle consultado a mi Hermana. Fui a avisarle al patrón y a pedir la renuncia, porque yo pensé que me iban a echar del trabajo, y esto yo no quería: prefería pedir la renuncia, antes que me echen del trabajo. Pedí la renuncia, volví le avisé a la señorita Michel, ella me dijo: "pero por qué no me avisaste primero a mí, antes de avisarle al patrón, si con eso nomás, no te iban a despedir? Eso a cualquiera le puede suceder": Con todo lo que me dijo la señorita, me había arrepentido, pero ya era tarde. Me dice la señorita: "Voy a hablar con don Andrés, a ver si te pueden dejar de vuelta". Y justo iba pasando al frente el patrón, el señor Andrés. Sale al cruce la señorita para pedirle que me dejen, a pesar de haber pedido la renuncia por miedo a que me echaran del trabajo. Habla con el patrón, y él dice que ya no podía cambiar de opinión, porque ya había nombrado otro. Ya era tarde, ya no había más remedio que irme. Todo por haber sentido miedo a que me echaran. Fueron mis primeros errores por no tener experiencia. Pero eran mis primeras salidas a poder ganarme la vida y empezar a ganarme el primer dinero de mi vida trabajando. Me pagaron la liquidación, me despedí de mi Hermana Margarita. Volví a preparar mi poca cosa, la ropa, y me fui a otro rumbo. Volví a Junín de los Andes. Intenté encontrar trabajo en el vivero Nonthué en Chapelco Chico. Volví al repique, pero esta vez ya yo más capacitado para trabajar, y con un poco de conocimiento en viveros. También fueron trabajos de repique y en invierno a forestar y reponer. Estuvimos yendo al Lago Huechulafquen a reponer plantas. En Chapelco Chico pasé varios inviernos y veranos. En ese lugar, también estuvimos forestando y reponiendo. Una tarde de sábado, volvíamos al pabellón después del trabajo a descansar. Algunos de mis compañeros se adelantaron, y yo iba con otro compañero. Por momentos, se me quería como nublarme la vista. No le había tomado importancia. Seguí caminando, pero cada vez era más frecuente. Poray, veía como hormigueros que se movían; ya se me aparecían algunos tiritones en mi cabeza, como queriendo girar del lado izquierdo. Ya me empecé a asustar, ya empezaba a empeorar. No le dije a ninguno de mis compañeros que iban conmigo. Les dije que se adelantaran. Me quedé sentado. Ya, esta vez, se me empezó a tiritar la cabeza y empezó a girar tiritando del lado izquierdo. Yo quería sostener mi cabeza, pero era imposible. Parecía que mi cabeza era otra. Quedó bien torcida. Perdí el conocimiento. No supe más nada. Al rato recobré mi conciencia. Yo estaba tirado, me había revolcado en la tierra. Me levanté asustado. Para mí era como si hubiera estado tirado mucho rato. Me levanté, agarré las herramientas y me fui, pero mi boina la dejé tirada. No me acordé, me fui en cabeza asustado, me sentía un poco mal. Así llegué de regreso a donde vivíamos. Mis compañeros ni se imaginaron lo que me había sucedido en el camino. Llegué y les comenté. Creo que vine al otro día al hospital de Junín de los Andes. Me dieron simplemente pastillas. Pero no me acuerdo muy bien esta parte. Así seguí. Durante la semana andaba muy bien, de lunes a viernes; pero llegaba el sábado otra vez; algunas veces, pude controlarme yo mesmo para que no me diera, pero otras veces no lograba controlarme; así, aunque me quedara inmóvil sin hacer ningún movimiento algunas veces pude lograr. Así, una tarde sábado ya salíamos del trabajo, en esta época de invierno, habíamos hecho un campamento del lado de arriba, por el lado del cerro Chapelco, ya que ahí nos quedaba más cerca para forestar. Lo único que llevábamos eran plantines del vivero. Ese otro día, había estado trabajando en el vivero. Yo regresaba al campamento de arriba. Quedaba bastante alejado del vivero. Nos fuimos después de trabajar. Yo iba con otro. Se me empezó a nublarme la vista y a lo lejos unos tiritones y veía como hormigueros. Yo sabía lo que me iba a pasar. Lo único que hice fue sentarme en una piedra. Me quedé inmóvil; rogaba a Dios para que me pueda pasar, para que no me diera la convulsión. Así pude lograr, hasta que se me pasaron los mareos y pude lograr. Así traté varias veces y lo logré. Pero otras veces no. Así seguí trabajando. Una vez por mes iba a Junín de los Andes o salía cada dos meses cuando cobraba, y una vez al año iba para Aucapán a visitar mis hermanos, pero primero pasaba, y ahí me quedaba, en la casa de mi Hermana Cecilia. CAPITULO 2 LA DESPEDIDA Y EL SUICIDIO De ahí, iba a verlo a Ricardo, aunque iba una vez en el año; pero para el 24 de diciembre era seguro que iba a estar. Cecilia me esperaba y mis sobrinitos, ese día. Ellos ya tenían sus fechas para esperarme. Mis sobrinitos, creo que ya empezaban a estar alertas el 24 en la mañana, cuando veían llegar algún vehículo. Creo que decían: "ahí viene el tío Alfredo! Ahí viene el tío Alfredo!". En una de ésas, aparecía yo y ellos salían corriendo a recibirme contentos porque yo había llegado. Así siempre me esperaron; hasta que un día, dejé de ir. Ahí pasaron varios 24 y yo no aparecí. Un día pasé la Navidad con ellos y para el año nuevo fuimos a la costa del río Aluminé en Pilolil, a comer un asado y a juntar un poco de cerezas, y al mesmo tiempo, estuvimos pescando. Ellos andaban en una camioneta y me pasaron a dejar en el crucero. Me esperaron hasta que me alzó un turista que pasaba por esa ruta. Volví ese día, porque tenía que estar la tarde para hacerle un asado a mi patrón para sus invitados. Así, ese día volví de regreso a mi trabajo. Y mi hermana estaba contenta. Antes de la Navidad, me esperaba más que nunca, porque pensaba hacer un baile para el 24, mi Hermana Cecilia. Y ella me esperaba para yo poder estar en ese baile. Así pasamos en conjunto y alegres. Pero ¿yo cómo me podía imaginar lo que iba a suceder con el transcurso del día? Sólo Dios sabía. Para mí fue una despedida para siempre. El marido de ella no quería hacer baile, pero como era el antojo de ella, él aceptó, y más que Cecilia quería que yo estuviera. Yo creo que llegué el 23 a la tarde. Cuando llegué, ella no estaba en la casa. Los chicos estaban solos. Cuando llego, salieron los chicos a recibirme, ya que ellos estaban esperándome, como siempre lo hicieron. Me recibieron, me dijeron: "pase, tío". Les pregunto: "y tu mamá?" "Se fue a donde la tía Lorenza a invitarla porque vamos a hacer baile. La mamá te estaba esperando para que estuvieras en el baile". Más tarde llegó ella. Contenta! "Te estaba esperando. No sabía cómo mandarte avisar. Vamos a hacer un baile y yo quería que vos estuvieras", me dijo contenta. Pasamos todos alegres. Hasta que volví al trabajo, y a los pocos días yo estaba en el vivero en la mañana, fue el hijo del capataz, me fue a ver en el trabajo, avisándome que me buscaba la policía. Yo me asusté. Lo primero que me pregunté, dije "pero para qué me va a buscar la policía si yo no he hecho nada. No tienen nada que buscarme". Noticia del fallecimiento. Así fui a ver el policía que me buscaba, medio asustado sin saber por qué me buscaba. Lo saludé al policía. Tenía un papel en la mano. Me sorprendí cuando lo vide. Me dice: "te traigo malas noticias. Tenés que ser fuerte", me dijo, "falleció tu hermana". "?Mi hermana?", le pregunté. "Sí", me dice. "Pero no puede ser, si hace unos pocos días estuve con ella y estaba bien, no estaba ni enferma, al contrario, estaba contenta. No puede ser, deben estar equivocados", le digo. "No", me dice, "Anoche falleció en el hospital". "Pero, no puede ser!". "Sí", me dijo. Yo sin poder creer el papel que tenía en la mano era el comunicado que habían recibido de Junín de los Andes de la comisaría hacia San Martín de los Andes. Lo leo; me hizo leer, yo sin poder creer, lo hice leer, pero no podía creer, porque habían pasado tan pocos días que yo había estado con ella. Todavía, mi Hermana me esperaba más que nunca para así yo poder estar en el baile que iban a iniciar para Navidad. Estaba tan contenta. Todavía fuimos a Pilolil a buscar cerezas, a comer un asado, anduvimos todos contentos, y más encima me dejaron en el crucero, se fueron hasta que me alzaron. Parecía una mujer que iba a vivir mucho, aún y morirse tan pronto. Dicen los testigos, el que la vio ese día antes del fallecimiento que estuvo lavando la ropa de los chicos y después atendió un turista que no podía cruzar el arroyo, pero como ellos tenían un vado para el vehículo, le dio permiso para que el turista cruzara el arroyo sin problemas. Creo que cuando el turista cruzó, ella volvió como jugando con los dos chicos, y corriendo. Ella estaba tejiendo un telar de dos plazas laboreadas para entregar en la Rural. Lo dejó medio terminado. Y después, no la vieron más, según el portero de la escuela. Lo único, después, cuando se sintió mal mandó los dos chicos que fueran a la posta sanitaria para que el enfermero fuera a verla, ya que se sentía muy mal. Así fue el enfermero y la encontró mal, muy mal. Urgente la llevó a Junín de los Andes, al hospital. Creo que pasó en al casa de la tía Claudina Linares a dejar los chicos encargados, y de ahí al hospital. Creo que la tía le preguntó si no había tomado algo. Creo que dijo que no había tomado nada. Así la derivaron al hospital y el marido estaba en Junín de los Andes, ya hacía varios días y ella estaba sola con los chicos en el campo. Y así no pudo pasar la noche. Falleció esa noche en el hospital. En la autopsia que le hicieron los médicos creo que dijeron que le habían encontrado un líquido blanco en el estómago, pero que no pudieron saber lo que podría haber sido o qué podría haber tomado. Hasta ahí llegó mi pobre Hermana Cecilia. Hizo una despedida, sin saber. A lo mejor, tendría sueños, o se habría guiado por el sueño. Pero lo lamentable es que desapareció, dejó dos chiquitos, uno, más grandecito que el otro; quedaron huérfanos de madre desde chiquitos, sin poder conocer bien la madre. Quedaron como yo; con el tiempo, la conocieron solamente por medio de la foto. Lo único que no le pude avisar a Segundo que estaba en San Martín de los Andes, trabajando. Yo sabía que estaba ahí, pero no sabía dónde mesmo trabajaba. Llegué en Junín de los Andes de los Andes, fui en la casa del tío Emilio Cahuinpán y me dice que en la casa la habían velado hasta que la llevaron al campo. Hice un radiograma para Bariloche, para avisarle a Margarita. Encontré una camioneta que salía para esa y me fui. Llegué en el campo ya la gente estaba reunida. Mis sobrinitos estaban jugando como si no hubiera sucedido nada con la madre. Ellos estaban creídos que la madre estaba en el hospital, pero no se daban cuenta de que la madre era la que estaban velando en una mesa. Ellos me decían: "la mamita está en el hospital", pero sin darse cuenta que la madre estaba ahí ya muerta. Ellos estaban conscientes de que la habían llevado al hospital, pero no se dieron cuenta que la madre había fallecido, y que la madre era la que estaba en la mesa rodeada de velas prendidas. Fue muy triste para mí cuando mis sobrinitos, con los que me encantaba compartir los juegos y los sabía sacar en el andador horas enteras jugando con ellos, y en esos momentos lo único que decían mis sobrinitos ya huérfanos de madre "la mamita está en el hospital", sin darse cuenta que la madre estaba ahí ya con un sueño eterno. También con ellos había envidia; creo que también lucharon los hechiceristas con ellos. Pero acá ella murió por una razón, no por una enfermedad. Hubo un motivo: creo que hasta podría decir que hubo unos culpables por la desaparición de mi Hermana Cecilia, pero ya no importa. Sólo sé porqué murió; esto quedará en mí. Odio no puedo sentir con esta persona, la que haya sido culpable por el suicidio de mi Hermana. Sólo sé que fue así, aunque me hayan dicho "no fue así", pero yo digo "sí". Después de mi intento de suicidio, he podido comprender qué sienten las personas antes de cometer el error contra su vida. Cómo se siente en ese momento? Ahora ya lo sé, aunque yo le pueda contarle alguna persona, pero no me van a poder comprender porque no lo han vivido, el suicidio de mi Hermana. Ella al estar sola con los dos chicos y ya varios días, empezó a sentir angustia, mucha depresión debido de que pensaba tanto para ella; al fin, encontró la solución de quitarse la vida tomando una doble dosis de yuyo, un remedio que le había dado un señor que lo llamaban profesor para no quedar más embarazada. Acudió con este remedio, ya que a lo mejor el profesor ya le habría dicho acerca de este remedio que no tenía que tomar más de lo recetado. Y ella, sabiendo, acudió con éste. Pero no pensó en ese momento de los hijitos que eran tan chicos, ya que la mente estaba en otro lado. Sólo reaccionó después de haber tomado el remedio, que tenía los chiquitos, y se arrepintió de morir; pero ya era tarde. Estaba arrepentida y pensó de acudir urgente con los médicos, pero no les dijo lo que había tomado, porque era un secreto que tenían ellos dos, como matrimonio. Hoy más que nunca puedo saber el motivo qué fue lo que sintió en ese momento? y por qué lo hizo? En esto hubo motivo. Pero yo no quise hacer nada por la muerte de mi Hermana. Podría haber hecho algo, pero no quise. No quise perjudicar a nadie. Mi Hermana ya había muerto, ya no había remedio. Pero hasta hoy la recuerdo; sólo algunos dolores grabados han quedado dentro de mí mente, cuando cantábamos juntos, cuando yo era un pibe creo que éramos alegres, en esa época. La extrañé mucho cuando ya no estaba, aunque estaban mis sobrinos. Pero para mí ya no era igual que cuando ella estaba. Ella siempre me esperaba para la Navidad. Creo que podemos saber mejor que nadie aquellos que hemos pasado por este intento, pero hemos podido sobrevivir; los que hemos estado ya al borde de la muerte, pero gracias a Dios hemos vuelto. Cuántas personas no habrá en el mundo, que algunos consiguieron la muerte, otros no, porque Dios no ha querido, han podido lograr volver. Todos los que se han suicidado y los que han intentado tienen un por qué. Pero todos por diferentes motivos. Pero siempre la soledad ha sido más fuerte que la fuerza para seguir adelante. La falta de comprensión en la familia, depresión, angustia, soledad van incluidos en esta decisión que uno toma en esos momentos. Aunque unas personas le digan "no estás solo", o "estamos nosotros", no es suficiente. Más, si no lo comprenden. Cuántas personas no habrá en el mundo que se sienten solos, a pesar de estar rodeados de sus seres queridos, sin embargo, se sienten solos o solas? Por qué? Qué les faltará a estas personas? Una persona, por más que diga la verdad no lo comprenden, o no lo escuchan lo que dice. Mientras más dice la verdad, menos lo comprenden; mejor no decir la verdad o decir mitad de la verdad, para que lo puedan entender quesea un poquito. Mi Hermana tomó esta decisión por el motivo de depresión y soledad, ya que había pasado por lo menos una semana y el marido no aparecía, y al estar sola ha empezado a pensar, en la mente se le ha cruzado de todo hasta que tomó esta decisión. Pero si yo hubiera estado en ese momento, no se habría sentido sola, y no se habría quitado la vida. Pero sólo yo sé por qué ocurrió esto, después de haber estado tan bien y contenta, pero sólo tendré que resignarme y sólo Dios sabe por qué... La sepultamos en Aucapán y yo tuve que volver al trabajo a pedirle permiso un mes a mi patrón para poder acompañar a mis dos sobrinos en los peores momentos. Los acompañé y traté de hacerles comprender que ya la madre ya no estaba en el hospital. Porque ellos siempre me decían "la mamita está en el hospital". Tuve que tratar de hacerles saber la verdad y que ya la madre ya no estaba que no la iban a ver nunca más, que se vayan olvidando de decir que la madre estaba en el hospital. Así, con mi compañía pudieron seguir adelante solos, sin la madre hasta que, de a poco, fueron dejando las palabras que pronunciaban siempre. Después de un mes volví al trabajo en Chapelco Chico. Seguí en ese vivero. Al año siguiente, volví en la mesma fecha, en diciembre. Mis sobrinos seguían siendo los mesmos de siempre, esperándome en esa fecha, y mi cuñado. Pero para mí ya no era igual, ya que todo había cambiado. Me sentía aburrido, extrañaba algo, ya no sentía como en otra época, aunque mis sobrinos me recibían como siempre. Faltaba la presencia de Cecilia, el cariño que siempre me había brindado ya no estaba: eso extrañaba. Poray, me ponía un poco triste de no ver más a mi Hermana, la que siempre me esperaba. Quedé de volver el año siguiente, pero no volví. Y mis sobrinos creo que seguían esperándome pero no fui más. CAPITULO 3 LOS TRABAJOS Al poco tiempo renuncié de Chapelco Chico y estuve varios días en Junín de los Andes y después me fui a Cerro Bandera, a trabajar en la fábrica de bentonita. Ahí estuve poco tiempo, renuncié de nuevo. Volví a Junín de los Andes. De ahí, estuve viviendo en al casa de la tía Claudina hasta que encontré trabajo en Corfone. En el vivero, estuve un mes trabajando. Ya no daba más ahí en Junín de los Andes por no tener donde vivir. Mi tía seguía siendo la mesma de siempre, pero mi prima hay días que me parecía que yo la estorbaba, o hay día que andaban con un carácter que no me caía bien. Eso me hacía sentir muy mal. Anduve mal psicológicamente. Sólo me sentía bien cuando estaba trabajando, no hallaba la hora de salir de Junín de los Andes. Un día me enteré que iban a llevar gente al lago Lolog, hablé con el capataz, pero me dijo que ya estaba completo la gente que iban a llevar. Pero me prometió que me iba a tener en cuenta para otro lado, en caso si llevaran más gente para trabajar. Así, un día escuché comentarios de los compañeros de trabajo. Volví a hablar con el capataz, me dijo "justamente te tengo anotado en la lista Colimán, a las dos de la tarde sale el camión para Pucará. Tenés que traer plato, algunos cubiertos y frazada." Qué alegría sentí en ese momento. Sentí como un alivio, de poder dejar de ver a mi prima, de soportar ese carácter que muchas veces me hacía sentir tan mal, que para mí me sentía como si estuviera de más o un estorbo. Llegó esa tarde y me fui a Pucará a trabajar. Ya había llegado de nuevo la alegría. Así estuve dos meses sin salir. Ahí conocí a Arturo. A veces llevábamos mercadería a una familia que era muy pobre. Por eso le llevábamos un poco de harina, yerba, azúcar, fideos, para que fuéramos atendidos mejor. Otra que no éramos conocidos. Fuimos con esperanza de encontrar una mujer, porque había dos grandes: la Licha, la mayora y la Rosa, la menora. Iban los Gendarmes de Huahum por interés de las mujeres por eso nos dijeron los que conocían a esa familia que era un peligro. Pero ese día no había gendarmes. Nos fuimos a hacernos conocidos de ellos para volver en otra ocasión. Nos atendieron bien y nos dijeron que fuéramos cuando deseemos, nomás, que la puerta estaba abierta. Volvimos un domingo a la tarde. Arturo se había enamorado con la Licha. Pero al final era pura ilusión. Fuimos dos veces, y a la tercera vez, antes de llegar el domingo uno de los compañeros de trabajo nos dijo que a la familia Fuentes los habían desalojado, y que había un camión que estaba cargando las pocas cosas, y que la casa de madera ya no estaba. Con Arturo no pudimos creer, porque pensamos que podía ser una broma que nos hacían para ver cómo podíamos reaccionar al saber. Pero no pudimos creer. Llegó el domingo y con Arturo nos preparamos. Llevamos de todo un poco, ya que andábamos necesitados con Arturo. Pensábamos que un día de esas idas las íbamos a invitar a las dos para salir a caminar, así íbamos a separar a las dos Hermanas. Una vez que yo separara una, esa iba a ser para mí, y la otra para Arturo. Por eso habíamos empezado a ir los domingos. Ibamos por un caminito que había entre los bosques. Una tarde de sábado después que dejamos de trabajar, íbamos con la duda. Si llegaban a estar nos pensábamos alojar hasta el domingo. Pero al llegar cerca, la sorpresa. Y con la sorpresa que nos llevamos cuando íbamos llegando: no vimos ninguna casa. La casa que tenían no se veía. Nos acercamos más, nos encontramos con la muestra de donde estuvo la casa de madera. Ahí se quedaron los dos enamorados un rato, detenidos, casi inmóviles. A mí me bajó un poco de tristeza. No los alcanzamos ni a despedir. Ya no teníamos nada que hacer en ese lugar. Nos habían dejado sin mujer. Ya no teníamos dónde pasar el domingo. Eran las únicas mujeres solteras que habíamos encontrado. Volvimos un poco tristes, y más en la noche, lo único que empezamos a sentir fue un poco de miedo al dentrar en una zona boscosa y muchos quilantales porque teníamos un poco de temor por los leones que podrían cruzar justo es zona. Seguimos bajando. Llegamos a la ruta que había, porque vinimos por todo el caminito sobre los bosques. Al llegar en la ruta, había un puente que podría cruzar justo esa zona. Traíamos las cosas que habíamos llevado a esa familia. Con un poco de tristeza que tenía, le dije a Arturo para qué vamos a volver con las cosas. Mejor las arrojamos acá, que las lleve el arroyo. Un poco apenado debido a la desilusión no quise volver con la poca mercadería que le habíamos llevado. Por no encontrarlos, no quise volver. La arrojamos en el arroyo. Seguimos hasta que llegamos de vuelta a Pucará con un poco de desilusión. Ya no teníamos dónde salir a pasear. Un día, estando en Pucará con un poblador de ese lugar, un tal Catalán, que también trabajaba en el vivero, me invitó para ir a la hostería de Huahum. Era un domingo. Antes de volver compramos una botella de coñac y cinco litros de vinos. Por el camino, destapamos la damajuana y seguimos bebiendo por el camino. Veníamos por la zona de Chachín. También destapamos la botella de coñac. Antes de llegar, me dijo que para que llegue llena la botella, le íbamos a echar un poco de vino. Y la llenó de vuelta. Llegamos a lo de su casa. Empezamos a tomar coñac y después vino. Cenamos, y le seguimos dando al vino. Era casi medianoche. Me apuré en irme, el pabellón está cerca, es decir donde vivíamos todo los demás del personal. Me fui. Estaba bastante bien para irme, ya que al otro día teníamos que trabajar. Me fue por una ruta de tierra, toda boscosa, lo único que se veía era la oscuridad que me guiaba. Recuerdo bien que estaba bien cuando me fui, pero después no recuerdo muy bien. Recuerdo que me acompañaba una persona en ese momento, para mí era una persona. Llegué al lugar de las materas, que era una casita apartada de donde vivíamos, pero que la utilizábamos para hacer fuego en el piso, para poder secar la ropa o calzado, ya que es un lugar donde llueve mucho en invierno aunque no nieva nunca. Muchas veces teníamos que secar la ropa mojada a fuerza del calor del fogón. Cuando llegué yo podría decir que he estado soñando, durante esa noche oscura mientras caminaba. Es como si después hubiera despertado y estaba solo, o algo así. Llegué. Para mí era una persona. Me senté, estábamos charlando un rato. El fogón estaba ardiendo. De un momento a otro reaccioné y me di cuenta que estaba solo. Dije entre mí: "pero con quién estuve hablando, entonces"? Me dirigí al dormitorio a preguntarle a Cheuquepán. Que era encargado de la cuadrilla. Me dijo que no había estado hablando conmigo. Otra que yo me acosté hace rato, me dijo. Para mí era una persona con quien estuve charlando. Sólo cuando reaccioné, no había nadie. La persona, de un momento a otro, había desaparecido. Me dejó pensando, esa noche. A la mañana me desperté con una descompostura de estómago debido a las bebidas mezcladas. Vomité todo lo que había bebido y comido, y esa mañana amanecí mal. De todos modos salí a trabajar. Estábamos sacando plantas y clasificando y podando y curando y haciendo atados de 50 plantines de pino. Ya no soportaba el frío. Peor no era tanto el frío que hacía, a pesar que teníamos fuegos. Pero igual yo sentía frío. Seguí trabajando hasta las diez de la mañana. El capataz, don Carrillo, parece que se dio cuenta de que yo andaba mal. Me dijo: "Colimán, andá a la cocina. Nomás, hacé fuego y hacéte el almuerzo", me dijo. Fui a la cocina a preparar el almuerzo para todos. Como cocinero no había, yo siempre tenía que ir a hacer el almuerzo, o hacer torta frita o pan. A veces, nos turnábamos para cocinar. Ahí en la casa, según los que han estado anterior han dicho que siempre se escuchan pasos como quien baja la escalera. Y también han visto como que alguien anda en las noches como seres humanos. Según decían ellos, que era el dueño de ese lugar que se levantaba y salía a recorrer el lugar propio. Pero el que era dueño de ese lugar había fallecido ya hace varios años y estaba sepultado en ese lugar. Muy cerca de la casa, estaba el cementerio. Pero algunos que lo conocieron en vida han dicho que es él, que sale a recorrer en las noches. Para mí que un muerto no puede salir a caminar en las noches, sino son los espíritus que toman la forma de un ser humano, o que utilizan la imagen de alguien que ya ha muerto. Es como si tomaran la forma o el rostro de alguien que ya ha muerto. Estos son algunos que practican la hechicería o que han hecho un pacto con los espíritus, con los demonios según estos espíritu. Por más que haya muerto el dueño, se podría decir el amo, el espíritu nunca abandona el lugar. Siempre va a andar rondando el lugar, o poray toma la forma del cuerpo y rostro de quien ha sido el dueño. Quizá haya sido éste el que me acompañó, y con el que estuve charlando, por haber sido dañado o embrujado con el vino que me han invitado en aquel día. Entonces, ese es el motivo: que cuando bebía vino es como que me perseguían los demonios. Y de ser tentado por los espíritus malignos. Así seguí en ese trabajo, hasta que el capataz del vivero, don Carrillo, me dijo que me iban a trasladar a Lolog, donde había otro capataz, don Carlos Parada. Muchos dicen que es malo y que la gente no le dura. Pero es buen tipo. Solamente hay que saberlo llevar, me dijo don Carrillo. Me trasladaron en Octubre. Llegué a Lolog, lo conocí al nuevo capataz, pero con el poco tiempo me tomó bien, porque yo siempre fui voluntario en el trabajo, no faltaba ni fallaba. Así me tomó aprecio, don Parada. Al final, era un tipo buenísimo, como me dijo don Carrillo. A los dos meses, me vine a San Martín de los Andes a comprar algunas cosas que me faltaban. Ahí pasé el invierno, y en octubre me trasladaron en Lolog. Ahí seguí. Una vez en el mes venía a San Martín de los Andes a comprar, venía el sábado a la tarde y al otro día a la tarde volvía para Lolog, para estar el lunes. Seguí ahí hasta que llegó el llamado para la revisación médica para el servicio militar. Fui a Neuquén. Mi número de sorteo salió número bajo, por eso no me tocó. Así, un día sábado a la tarde vine a San Martín de los Andes. Pasé en la hostería Villa los Robles a ver mi tía Rosa Cahuinpán, como siempre la sabía a pasar a visitar de pasada. Recibí noticia de mi Hermano Ricardo. Así, un día paso el sábado a la tarde y me avisa que mi Hermano Ricardo estaba internado en el hospital de San Martín de los Andes de los Andes Así lo fui a ver y lo encontré muy mal. No podía darse vuelta en la cama. Estaba paralítico y los médicos no le encontraban ninguna enfermedad.Ricardo casi paralítico. De ahí me vine a Junín de los Andes a visitar a mi tía Claudina, ya que hacía vario tiempo que no la veía. Ella me comentó que había una médica yuyera en Malleo y que yo porqué no hacía un intento con esa médica, a lo mejor ella lo podría curar, ya que los doctores no le encontraban ninguna enfermedad a mi Hermano. Lo visité de vuelta a mi Hermano, y le comenté de lo que me había dicho la tía. Pero le dije que tendría que pedir la alta, y que vuelva a la casa. Yo regresaría a mi trabajo, a pedir permiso, unos 25 días o un mes para poder acompañar a mi Hermano y buscarle remedio para que se mejore, ya que la internación no le hizo bien. Lo operaron de un costado de una de las piernas, ya que se le había aparecido un en forma de grano pero era como una hinchazón. Le cortaron, dicen que le sacaron pura agua, pero no tuvo mejoría. Me fui a Aucapán. Así me dieron permiso. Me fui a Aucapán y se fue conmigo Alicia. Llegamos en la tarde, encontré mi Hermano en la cama, pero no fue capaz de estar levantado. Aguantó posiblemente un minuto; la pierna no le daba para estar levantado. Se acostó de nuevo, ya que la tenía inflamada. Hasta un pie lo tenía redondo. Esto no le permitía estar parado. Al encontrar mi Hermano tan mal, le digo: "?tenés caballo, acá?" Adentro del cuadro, del alambrado, me dijo que estaba el caballo del que dejó mi padre, el que ensillaba mi padre. Entonces, le digo a mi Hermano: "mañana voy a ir a Malleo a buscarte remedio." Le pedí una botellita blanca a mi cuñada. Le dije que orine un poco en la botellita. Es lo que siempre piden los médicos yuyeros. "Para llevarle a la médica", le dije.Salí de acaballo en busca de remedio en la médica yuyera. Al otro día salí en la madrugada de acaballo en busca de remedio para mi Hermano. Pero antes de salir le dije a mi Hermano que tuviera fe en el remedio, en la médica que lo iba a curar. Así salí; llegando en Malleo, iba galopando despacio por la ruta. En una de ésas, se me tropieza el caballo, se me cae de punta y yo salí despedido del caballo. Me caigo más adelante de donde se me cayó el caballo. Me levanté, le agarraba la rienda al caballo, le pego un azote al caballo, y acomodé la montura. Monté caballo de vuelta y salí. Crucé por la zona de la escuela, justo encuentro un poblador de ese lugar, le pregunté si no había algún caminito a la cortada para poder llegar hasta la costa. Me dijo que sí, me indicó más o menos el rumbo que tenía que tomar para poder llegar; agarrando la cortada, me quedaba más cerca. Crucé por una ladera y me pierdo, y salgo justo en un risquero, mejor dicho, en un rincón rodeado de cerros. No tenía una salida para poder cruzar de a caballo. Volví, subí más arriba hasta que pude salir de ese lugar. Yo nunca había andado por esos lugares, pero pude cruzar y al final llego. Ya eran casi las doce del medio día, cuando me ubiqué en la casa de doña Domitila. Ella era la médica. Así, al final llegué. Sujeto el caballo en el palenque, golpié la mano para que me escuche, salió una mujer de edad. "Buenos días", le dije. "Buenos días, desmonte", me dijo. Aún no sabía todavía quién era esa mujer; si era la médica o no. "Pase adelante", me dijo. Y pasé, pero ya adentro me retó un poco. Me dijo si yo era huinca, porque le había hablado en castellano, y la saludé, me dijo en la idioma mapuche. Cam huinca ta imi, cam paisanu sugu que lay mi, mari mari ñaña piquiy ta che Huinca ta imi?, me dijo: usted es blanco gringo que no sabes hablar en paisano mapuche. "Buenos días, ñaña, dice la gente ñaña, se la trata a una mujer mayor de edad, o una hermana mayora" me dijo. Le pedí disculpa por no haberla saludado en mapuche. También le hice entender que yo siempre anduve con gente que algunos no saben hablar, y que siempre anduve en la ciudad y donde siempre hablé en castellano, qué sacaba de hablarle en mi idioma, sí no van a entender. Al final, cuando uno se encuentra con gente en el campo que siempre utilizan su idioma mapuche, uno, ya acostumbrado de andar con gente que no entienden en mapuche, solamente en castellano, uno también se acostumbra. Cuando uno llega en el campo, también sigue hablando en castellano. Porque uno ya está acostumbrado. Cada día va utilizando menos la idioma de uno, en mapuche. Después que le expliqué, recién me preguntó cuál era mi motivo de la visita. Entonces le comenté de mi hermano que estaba enfermo y que había estado internado en el hospital, pero que no tuvo mejoría y que los médicos no le encontraron ninguna enfermedad, y que andaba en busca de remedio. "Le trajiste la agua, como le llaman?", me dijo. "Sí", le dije, y le entregué el frasco transparente de orín de mi hermano. Me pidió que la acompañe a la orilla del río, y fuimos los dos. Lo miró contra el sol, y me pidió que el orín lo tire en el agua del río. Así lo hice, y volvimos a la cocina. Le comenté de lo sucedido en el camino. Me dijo: el poder maléfico que había en la casa de mi padre, o sea, el diablo, el demonio, como le queramos llamar, no quería que yo saliera en busca de remedio. Dice que se enojó mucho, el demonio, porque no quería que yo mejore a mi hermano, por eso me atajó en el camino. Me dijo: "te habían atajado en el camino." Entonces, empezó a preparar remedio para mi hermano. Me dio un litro de remedio para tomar, y medio litro para que se frotara en la pierna, la que tenía inflamada y morada. Y éste era el remedio contra, para maleficios, me dijo. Si le va a hacer bien el remedio. "Claro que no se va a notar enseguida. Hay que esperar una semana. Si ven que le está haciendo bien el remedio, vení nuevamente. Te voy a dar más remedio, hasta que se mejore", me dijo. Pegué la vuelta. Había dejado vario tiempo de andar a caballo. Ese día anduve un día de acaballo, buscando la mejoría de mi Hermano mayor. A la salida anduve bien, aunque el demonio me atajó por el camino. Me voltió el caballo para que no siguiera. Pero llegué. A la ida anduve bien, pero a la vuelta ya no daba más arriba del caballo. Un cansancio... la cintura, mi pierna, no daban más. Me faltarían unos diez kilómetros para llegar de vuelta. Me desmonté porque no daba más del cansancio. Estuve un rato desmontado. Cuando quise montar caballo, no podía del mesmo dolor y cansancio. Parecía una persona de 80 o 90 años para montar caballo. Pero al final, pude montar a caballo. Me fui despacito hasta que pude llegar. Así llegué en la noche de vuelta, le entregué el remedio a mi Hermano, le comenté lo que me dijo la médica. Iban pasando los días. Ya casi cumplía una semana que estaba tomando el remedio mi Hermano. Empezó a notarse que le estaba haciendo bien el remedio. Ya podía darse vuelta en la cama, porque anterior, no podía ni darse vuelta. Sabía estar inmóvil en la cama. No podía darse vuelta, porque el cuerpo lo tenía casi paralítico. Pero por lo menos empezó a girar el cuerpo y ya le estaba quedando muy poco remedio. Hice otro viaje de acaballo. Ahí ya anduve mejor. Me dio más remedio y me dijo que cuando se le terminara el remedio, le iba a hacer cambio de remedio, y me dijo que nos iba a visitar personalmente. Así lo hizo. Pero anterior, cuando me dio el primer remedio, me dijo que tomara el remedio y que yo lo viera a mi tío Lucio, como era evangélico, que lo fuera a ver y lo unja a mi Hermano, y le dije: mi Hermano, si te vienen a ungir, como dijo la médica, tenés que dejarte que te unjan, pero tenés que tener fe en Dios para que te mejore. Así fue el tío Lucio Cahuinpán, lo ungió y los reprendió a todos los espíritus malignos. Y siguió tomando remedio. Mi Hermano Ricardo no es creyente de la religión evangélica. A los pocos días fue la médica, la doña Domitila a hacerle la visita, para verlo personalmente. Ella era médica, pero a la vez evangélica, por eso pidió que se lo unjan a mi Hermano. Así, de a poco empezó a mejorar. Empezó a moverse en la cama y a darse vuelta. Después, ya empezó a caminar. La inflamación, la hinchazón de la pierna se le empezó a bajar. La moradura se le fue yendo, hasta que se le desapareció. Pero la parte de la pierna casi paralítica, cuando se empezó a mejorar se le fue poniendo como si hubiera sido una quemadura, se le empezó a cambiar la piel. Ya empezó a caminar más firme, pero con bastón. Así empezó a andar, hasta que un día, cuando se encontró mejor, me pidió que le agarrara el caballo que estaba en el cuadro y lo ensillara. "Voy a tratar de andar un poco a caballo, a ver si puedo." Así, le di el caballo ensillado, lo ayudé a montar, anduvo en el cuadro un rato de a caballo, tratando de probar la fuerza, la energía. Después de haber estado tanto día postrado en la cama, idéntico a un paralítico sin poder moverse, así anduvo recobrando toda la fuerza. Vio que ya podía andar de acaballo, después de haber estado tan mal casi tres meses. Volver a caminar firme, andar de acaballo. Ya estaba bastante bien. Después que se mejorara, tenía que ir a Malleo para que le den unos remedio hasta curarse bien, según le había dicho la médica. Pero él, después que se mejoró bien, se olvidó de seguir tomando remedio, de ir personalmente a ver a la médica, como le había dicho. Pero Ricardo ya no le tomó más importancia, total ya se había mejorado. Yo así estuve un mes, hasta que vide mi Hermano recuperado de la enfermedad maligna, y ya volví de regreso a Lolog. Así estuve un tiempo más trabajando. Ya casi cumplía los 19 años. Un día, andaba recorriendo por la zona de bosque el Capataz donde estabamos trabajando. Le avisé de mis pensamientos, de mis decisiones, le comenté que quería renunciar, quería cambiar de trabajo, porque en los que yo trabajaba era en tiempo invierno a forestar y a hacer reposiciones, y en primavera, podar, plantar limpiar todos los contornos de las plantitas de pino, y en verano hacer desmonte limpieza. Voltear árboles de lengas, de ahí, sacar leña, poste, varilla, rollizo, andar trabajando con la motosierra. Eran todos los trabajos. Pero yo quería aprender a trabajar en la construcción, cambiar de trabajo. Pero al avisarle al capataz, don Carlos Parada, él casi no quería que yo me fuera de ahí. Me dijo: "Por qué te vas, Colimán?" Le dije: "Quiero aprender a trabajar en la construcción, cambiar de trabajo". "Y dónde te vas", "Me voy a ir a Neuquén". "Bueno, pero si llegás a andar de vuelta, vení. Trabajo, vas a tener", me dijo. El no quería que yo me fuera, porque él me había tomado tanto aprecio, a pesar que me habían recomendado tan mal que a él no le duraba gente para trabajar, que era muy mañoso; pero conmigo no fue así. Así renuncié. Fui para el campo en Aucapán a ver mi Hermano y mis sobrinos, los hijos de la finada Cecilia. Volví. Estuve un día en Junín de los Andes, y en la noche me fui a Neuquén en busca de nuevo trabajo. CAPITULO 4 LA CIUDAD Yo no conocía Neuquén. Había andado en la ciudad, pero cuando era niño. Cuando fuimos a pasear con los demás chicos, alguno de Atreuco y nosotros de Aucapán. Pero anduvimos en colectivo. Salíamos todos los días. Y después, fui de vuelta para la revisación médica. Fui a parar en el barrio Bouquet Roldán. Llegué ahí porque yo iba con un tal Urrutia, de Junín de los Andes, y iba otro más. Pero me dijo que nos bajáramos, cuando se bajara el policía que iba acompañando al hijo. Se bajaron unos pocos en el batallón donde se iba a hacer la revisación, pero yo y Urrutia seguimos más adelante. El tampoco conocía en Neuquén, y no tenía familiares en ésa. Yo tenía la tía Juana Colimán, pero no sabía dónde vivía. Cuando se bajó el policía, Chandía con el hijo, nosotros dos también bajamos, sin saber dónde o qué rumbo tomar. Solo teníamos una esperanza: la del policía. Así fue. Nos bajamos, y el policía nos preguntó: "muchachos, ustedes dónde se van a quedar". Yo le digo: "No sé. Tendremos que ubicar algún hospedaje. Yo tengo mi tía que vive acá, pero no sé dónde vive. Otra que no conozco, acá". Me dice: "no se hagan problema. Yo los voy a llevar en una casa amiga. Ahí les voy a conseguir para que se queden". Nos llevó, y nos quedamos en esa casa. Pasamos el día, yo salí a caminar el primer día el martes, agarré la mesma calle y me fui por toda la vereda, pasé por la terminal, seguí y volví por la mesma, porque tenía miedo de salir en otra cuadra y perderme, o si me desorientaba. Ese era mi temor. Por eso recorría la mesma vereda, hasta llegar de vuelta. Había dos pibas, una era la mayora, la otra, la menora. No recuerdo el nombre. La más grande era tremenda, como todas de la ciudad. Éramos bastante vergonzosos, y Urrutia, a pesar de ser del pueblo, era bastante vergonzoso. Nos decía cualquier cosa, o lo veía un poco avergonzado, ahí. Ella aprovechaba decirnos travesuras, nos poníamos más colorados que pavo de chacra, como está el dicho. Nos buscaba de una o otra forma, delante de la madre. Pero cuando estaba el padre, se sabía comportarse como una señorita tranquila. El miércoles a la noche, viajó de vuelta Urrutia, y yo me quedé hasta el viernes. Cuando se despidió de todos Urrutia, dice la piba: "me vas a dar un beso?", le dijeron a Urrutia, y él se puso más colorado. Era peor que los criados en el campo. Pero lo pasamos bien, la estadía con esa familia, gente buenísima. Lo único, bien pícara la chica más grande. Llegué a las seis de la mañana en Neuquén. Esta vez, la segunda que iba a Neuquén a buscar trabajo, sabía más o menos qué colectivo urbano tenía que tomar para poder llegar al Barrio Progreso. Así ubiqué el Ñandú. Subo y le pregunto si pasaba cerca de la comisaría Tercera. Me dijo una cuadra antes: "?entonces, cuando lleguemos cerca?", le digo al colectivero. Así me avisó y me indicó la comisaría. Me fui directo a la Tercera. Llego y pregunto de la familia Ranquimán. Justo había un policía que los conocía. Él me indicó bien. Vivía cerca de la Tercera, mi tía Juana Colimán. Así llegué como paracaidista, justo andaba a fuera, cuando llego. Me vio repente la tía, más contenta cuando me vio. Ella estaba chocha, porque yo había llegado. Lo conocí a mi tío, el marido de la tía Juana. Yo quería salir al otro día que había llegado, pero mi tío me dijo que no. Que descansara una semana, que él me iba a ayudar a buscar trabajo. Él trabajaba en una empresa de construcción. Y cerca, había tres empresas. Así pasaron los días, las semanas. Salimos con mi tío, me mostró esas tres empresas constructoras, donde yo podía buscar trabajo. Así llegó el lunes. Yo salí en busca de trabajo. Pasé en una: no había vacante. Me fui en la otra. Ahí, me dejaron esperanzado. Iban a tomar gente para trabajar, pero no tenían orden todavía. Así, me dejaron esperando para dentro de una semana. Me fui en la última empresa, que era Riva. Llego, paso en la oficina. Justo faltaba un ayudante. Estaba un delegado de los obreros, reclamando que debían tomar un ayudante, porque no podía ser que un oficial albañil estuviera trabajando de ayudante. El delegado hizo el reclamo y salió de ahí dentro. Yo, buscando trabajo de ayudante albañil, me tomaron todos los datos. Pero faltaba una. Mi tío Ranquimán me había avivado anterior, por si me preguntaban de la libreta de fondo de empleo. Así fue. Ya me tenían anotado todos mis datos. Al final, me preguntaron si tenía la libreta de empleo. Le dije que no. Otra, que era la primera vez que buscaba trabajo de una empresa. Me dijo: "ah, no, dice, si no tenés la libreta no te podemos tomar", me dice. "Pero si compro la libreta en blanco, no puedo entrar?" "Ah, sí - me dice - Si compra la libreta, sí. Presentate en la oficina que queda en la calle tal", me dijo. Ya había encontrado trabajo. Volví contento el primer día de la semana que había salido a buscar trabajo. Le comenté a mi tío contento, que tenía que comprar una libreta ese mesmo día. A la tarde me acompañó en la UOCRA. Ahí tenían libretas para vender en blanco; compré una. A la vuelta, me mostró dónde estaba la oficina donde tenía que presentarme al otro día, en la mañana. Así volvimos con mi tío al otro día. El martes en la mañana me presenté con la libreta en blanco en la oficina. Entregué la libreta, y me preguntaron si podía empezar a trabajar en la tarde. Le dije que sí, así ya a la tarde del martes estaba trabajando. También me valió de haberme avivado de decirle de comprar la libreta. Mi tío Ranquimán me ayudó en esa. Ya estaba trabajando y era la primera vez que iba a cobrar quincenal. En ese tiempo mi tío vivía en una casita precaria. El terreno era fiscal. Con el tiempo, se anotó mi tía Juana en el plan de vivienda. Como ella tenía un solo hijo, tenía menos probabilidad de ser beneficiada con una vivienda. Entonces, hizo un arreglo conmigo: ella me iba a pasar como que yo estaba viviendo como permanente con ella, como sobrino. Entonces, pidió mi documento y lo presentó con el del hijo, así para tener más rápido la vivienda, ya que unos años atrás se había anotado pero no tuvo suerte de poder tener una vivienda del plan. Y esta vuelta, buscó de otra forma, ya incluyéndome a mí. Tuvo suerte: adquirió una vivienda. Y en el lugar que vivían, mi tío me había dicho que comprara; que renunciara del trabajo y que con la liquidación me comprara una casilla prefabricada y que la instalara detrás de la casita de ellos, ya que había un lugar bastante grande. Pero al final, no compré la casilla, pero sí renuncié al trabajo. Cuando estaba todavía trabajando; un día empezaron con las reuniones en el obrador. Así, eran varios delegados de diferentes empresas. Empezaron a pedir aumento salarial. Y yo, en esos tiempos, antes primero me empezaron a visitar los Testigos de Jehová, a mí y al hijo de mi tía. A ella lo visitaba una mujer también de la mesma religión. Pero había un compañero de trabajo que venía a ser como un pastor; y él me empezó a invitar para el Culto, que era un pequeño lugar donde hacían reuniones los evangélicos. El mesmo me pasaba a buscar en la casa de mi tía, donde ella vivía anterior, en el Barrio el Progreso, en los días de reuniones. Me pasaba a buscar como era, un compañero de trabajo. Aceptaba la invitación a las reuniones evangélicas. Así renuncié con los Testigos de Jehová. Empecé a ir con los evangélicos. Primero, empecé como probando. Y después, ya me pusieron en el coro. En esa época, yo salía de mi trabajo, me lavaba un poco y me iba para la reunión. En vese, me iba en el urbano en el Ñandú al Barrio Bouquet Roldán. Ahí se hacían las reuniones. Me sentía bien; me encontraba otras personas. Era algo diferente. Poray, cuando esperaba el colectivo para irme a la reunión, cuando no pasaba enseguida, porque pasaba casi cada 10 minutos, el Ñandú, cuando no pasaba enseguida para mí era una pérdida de tiempo. Entonces, me iba al trote; así, parecía que llegaba más rápido que estar esperando el colectivo. Así, al poco tiempo, la jefa de Coro iba a ir por unos días para Bariloche. Como se hacía una reunión donde nos juntábamos todos los del Coro, hacíamos ensayo de Coro. En esas reuniones la jefa de Coro, Rosita Ranquimán, era la sobrina de mi tío Ranquimán. Dijo que era muy necesario que hubiera un subjefe de Coro, y "por ser más responsable, me gustaría que fuera el Hermano José, si él acepta", dijo. Los evangélicos, todos los que concurren en la Iglesia de la mesma religión se tratan de Hermano o Hermana. Y acepté. Hacíamos ensayo de Coro los sábados a la tarde. Me compré una guitarra. Yo acompañaba con mi guitarra. Así, seguí. También hicimos una peregrinación desde el Barrio hasta Centenario, caminando. Una vez al mes íbamos a la vigilia a Centenario. Yo ya me había convertido en otra persona. Ya no era el mesmo. Era otro, así me sentía. Continué, pero en el trabajo siguieron con el pedido del aumento salarial. Hicieron una huelga. Se juntaron todos los obreros de diferentes empresas. No hubo respuesta del gobernador Felipe Sapag. Hicieron huelga de hambre, se hizo olla popular. Esta, sentados en la avenida San Martín. Todos los días nos presentábamos en el obrador, como siempre. De ahí, nos juntábamos con la de Nisalco y Devi. Nos íbamos caminando hasta el centro. Pero un día se unieron más obreros de otras empresas, los de agua pesada. No pudieron llegar a Neuquén los de Piedra del Aguila. El último día se unieron con los obreros las señoras, los hijos, todos; y sin respuesta. Pero una mañana, íbamos casi llegando al centro, la Casa de Gobierno toda reforzada con policía. Seguimos adelante pero antes de llegar, me sorprendió las mujeres y los hijos, algunos obreros volvieron corriendo, gritando, yo no entendía nada, porque iba casi al medio de las filas de los obreros. La policía nos estaba esperando con bombas lacrimógenas y balas de goma. Empezaron a reprimir. Hubieron algunos obreros heridos. Cayeron muchos detenidos. Así, agarraban a los que podían, y yo con otros nos disparamos. Pero a uno lo agarraron al final. Nos fuimos siempre esquivando. Yo, de tanto esquivar, cansado siempre esquivando de los policías, me dio ganas de beber alguna bebida alcohólica. Pero no tenía, no me alcanzaba el dinero como para comprar un litro de vino. Le pedí prestado a mi compañero, para completar lo que me faltaba. Así compré un litro de vino y me dirigí para la barda para no pasar cerca de la comisaría, la Tercera. Me quedé sentado, destapé la botella y me puse a beber. Yo, en esa época, había dejado la bebida alcohólica. Más cuando empecé a ir en la Iglesia, ya hacía tiempo que había dejado de beber. Pero ese día volví con la bebida, por la mesma sed que sentía. Pero no tenía sed de agua, sino de algo alcohólica. Así empecé a tomar, pero me puse ebrio enseguida; habré tomado medio litro. Ya cuando noté que me estaba agarrando la bebida, dejé de beber y me fui donde vivía. Ya en esta época, yo me había ido de la casa de mi tía. Estaba viviendo en la casa del pastor evangélico. Pero, ¿cómo tuve que beber yo, ya convertido en la religión? Y más, tenía que llegar en la casa del pastor, y con olor a vino. Llegué, pasé directo al dormitorio. Ya era pasado del mediodía. Me dijo el pastor: "yo pensaba que te habían llevado preso, Hermano José", me dijo. "No, le dije, pero faltó poco. Lo agarraron a uno de mis compañeros, con los que me disparé de la policía", le dije, tratando de que no se diera cuenta de que había bebido vino. No me dijo nada, el pastor. Estuve un rato en la cama; creo que dormí un rato, no recuerdo muy bien. Pero el día pasó, llegó el jueves y fui a la reunión a la tarde en la Iglesia. Llego, y no me imaginaba lo que me esperaba en la reunión. Quiero unirme con los demás coros como siempre, y me dijeron: "Está suspendido, Hermano José, por algunas semanas". Y me decaí más de lo que estaba. Así empecé. Ya no podía juntarme con los coristas cuando cantaban coros, alabanzas. Eso extrañaba, no hallaba la hora de unirme de vuelta con los del coro. Ya no era el subjefe de coro ni pertenecía del coro, en ese momento. Todo por haber bebido, y lo que no debía hacer. Ya estaba suspendido, ya no era el mesmo que un día se había cambiado, o que se encontraba diferente. Había vuelto a lo de anterior. Y un día, en la reunión, uno de los del coro dijo que "es muy necesario que el Hermano José vuelva al coro", le dijo al pastor. Así, me volvieron a integrar al coro, pero para mí yo ya no era el mesmo. Había cambiado de ser, ya estaba diferente. Seguí nuevamente, pero ya no era el mesmo. Ya empecé a fallar. Seguí bebiendo. Me volvieron a suspender. De a poco, me fui alejando hasta que no fui más. Hoy los gremialistas inician la huelga por pedir algún aumento salarial. Pero si los decretan ilegal, los que pierden son los trabajadores. Algunos, hasta pierden el trabajo por haberse unido, o pierden los días que ha durado la huelga. Y ellos no pierden nada. Como esa huelga que se hizo pidiendo aumento salarial; y los solteros que trabajaban no tenían ningún beneficio, simplemente por apoyar a los compañeros. Y perder los días caídos. No ganamos la huelga. Perdimos todo ese día que duró la huelga. Continuamos trabajando de vuelta: trabajé un tiempo más y renuncié en diciembre, después de ya estar un año, y en enero vuelvo a buscar trabajo en otra empresa. Me fui en Devi Construcciones. No había vacante, pero encontré un contratista para ir a Piedra del Aguila. Esta vez, fuimos a la villa de Piedra del Aguila. Recién se iniciaba la villa, haciendo los pabellones, empezamos a trabajar para la empresa Constructora Argentina, oficina central en Cipolletti. Había otras empresas, pero que hacían trabajos distintos. Nosotros hacíamos todas las partes del baño. Las paredes, revoque, azulejado, hacía el mesmo que nos llevó a trabajar. Pero acá eran casi todos bolivianos. Pero duró poco el trabajo, porque se terminó lo que teníamos que hacer. Pero antes de terminar el contrato, el contratista tuvo que viajar a Neuquén, porque dijo que se le habían perdido las herramientas de azulejar, que las habían hurtado. Así, viajó una semana antes. Se terminó el día del contrato y él no aparecía. Pero el capataz nos dio trabajo una semana más. Pero la empresa constructora se hacía responsable de pagarnos la semana de trabajo. Terminamos los revoques de las paredes, y ya finalizamos el trabajo de una semana. Y el contratista no aparecía. Tuve que hacerme cargo de entregar todas las cosas que nos habían pasado: una casilla, colchones, frazadas, elementos de cocina, como platos, cubiertos. Como yo era el primero de los últimos que habían ingresado a trabajar, entregué todo y nos fuimos de regreso a Neuquén. Resulta que él vivía en una casita precaria de madera que no tenía número, y vivía adentro de la manzana. Lo ubiqué. Y yo lo tenía por argentino. Al final era boliviano, porque él sabía hablar en quechua. Cuando se juntaba con los demás bolivianos se ponían a hablar en su idioma, y yo sin poder entender. Fui a verlo, le pregunté cuando iba a ir para Cipolletti, para que me puedan pagar la liquidación y la quincena. Hice un viaje anterior a Cipolletti; no pude cobrar la quincena y la liquidación, porque tenía que estar el contratista para que nos puedan pagar. Pero él no se hacía presente. Cuando yo lo iba a ver en la casa me decía "tal día iba a ir a Cipolletti". Y yo viajaba para allá, para esperarlo en la oficina. Lo esperaba hora y hora. Llegaba la tarde y él sin hacerse presente; y yo ya me estaba quedando sin dinero entre la ida y vuelta en vano, y sin poder cobrar. Cuando recién lo empecé a ir a verlo en la casa, yo siempre lo traté con buena palabra. Pero siguieron pasando los días, y a mí ya se me estaba terminando la paciencia. Poray invitaba a los demás bolivianos para que también puedan reclamar para que les puedan pagar. Pero estos llegaban y se ponían a hablar quechua. Y yo me quedaba sin poder entender. Pero a la salida les daba una buena pasada a los demás, para que reclamen con seriedad. También les dije que deben reclamar, porque no podía ser yo solamente el que reclame, porque ellos también tenían que cobrar. Al final lo iba a ver yo, furioso. Fue el último día. Le di el último plazo porque si no llegaba a viajar, nos íbamos a arreglar de otra forma. Porque no podía estar viajando todos los días a Cipolletti y allá estarlo esperando, le dije. Y él me amenazó que en cualquier momento me iba a encontrar poray en la calle. Y que ahí él se iba a desquitar conmigo. Y yo le dije que no le tenía miedo. Y sí, le dije, en cualquier momento. Cuando usted quiera. Yo siempre ando solo, y siempre ando en este barrio. Yo te voy a esperar en Cipolletti. Pero quiero que viaje. Pero si no lo hacés a la buena, a la mala igual vas a tener que ir, le dije. Y me fui. Al otro día me fui de vuelta a Cipolletti. Pero esta vez apareció en la oficina. Yo lo estaba esperando. Llegó y pasó en la oficina. Demoró un poco. De ahí, nos llamaron y pasamos. Me preguntó el contador, me dice: "cuantos días lo dejó solo este señor?", me dijo el ingeniero. Le contesté: "una semana antes que se terminara el contrato, él viajó a Neuquén. Y él dijo que se le habían perdido las herramientas. Desde entonces, estuvimos trabajando solos hasta que terminamos el trabajo, y de ahí estuvimos una semana más. "Pero no se presentó hasta que nos fuimos de ahí. Incluso, ni se presentó para entregar las cosas a cargo". "Pero cómo dice este señor que los dejó solos solamente tres días?" "No, miente. Desde que se vino de Piedra y se fue a Neuquén no ha vuelto ni para entregar las cosas a cargo", le dije al ingeniero. Y los otros bolivianos me dejaron que yo solo dé las explicaciones. Le pagaron a él para que nos pague a nosotros delante del contador y el ingeniero. Así me pudo pagar y a los otros. Pero por mí pudieron cobrar. Por mi reclamo. Aunque me costó, pero cobré la liquidación y la quincena. El contratista, lo que pensaba hacer era ir Cipolletti, cobrar todo y en condición de irlo a pagar a Neuquén una vez que haya cobrado todo, fugarse con todo el dinero y dejarnos plantados a nosotros sin pagarnos ningún centavo. Pero yo le gané de mano. De la amenaza que me dio, nunca me atajó por la calle. Yo poray circulando por la calle lo sabía ver, o lo cruzaba por la calle, cuando andaba por ese Barrio Progreso. Pero nunca me dijo nada. Y después estuve trabajando con otro contratista, pero esto en el Barrio Nuevo, donde estuvieron las tres empresas donde empecé a trabajar. Me fui de la casa de mi tío. Fui a parar en otro lugar. En la época que me veía convertido como un evangélico, había aprendido a cómo comportarme. De ahí me había quedado, creo, esto de humillarse cuando alguien es atropellado. Sólo déjalo en la mano de Dios, como Jesús cuando fue crucificado. Él dijo "Perdónelos Padre, no saben lo que hacen", esta fue la palabra de Jesús cuando lo estaban castigando, cuando lo azotaban. Seguí trabajando en esa pequeña empresa constructora. Después, abandoné. Me dediqué a trabajos particulares. Seguí viviendo en el Barrio Progreso, y después me fui a trabajar en el Barrio Alta Barda. Ampliaciones de vivienda. Acá me fui con otro, un chileno que también vivía en el barrio. Ibamos en la mañana, y volvíamos a la tarde. Y estando en el barrio Progreso, me ofrecieron para cuidar una vivienda que estaba en construcción, pero que le faltaba un poco para la terminación. En esta me mudé. Yo me alejé de este Barrio Progreso. Me pagaban para cuidar como sereno. Pero era muy poco lo que ganaba. Seguí yendo en Alta Barda a trabajar, pero ya me quedaba muy retirado para volver. Lo conocí a Carlos Jiménez. Él, en ese tiempo, vivía en un barrio cerca del Puente Neuquén. Él iba a trabajar con yeso en Alta Barda, haciendo terminaciones en una cabaña. Él tenía dos hijastras. Nos hicimos amigos, con Carlos, y poray él me pedía si lo podía ayudar. Lo sabía ayudar; así, él me empezó a enseñar cómo se preparaba el yeso, y cómo había que pasarlo en las paredes. Que esto reemplazaba el fino que se hace muchas veces. Pero esto, ya es de cal y cemento y arena fina, y ahí se hace el fino. En cambio el yeso se hace con un poquito de cemento y agua. Tiene que estar bien líquido y ser rápido para trabajar, porque aguanta unos minutos y después ya se endurece. Carlos me enseñaba todo esto. Me enseñaba cómo tenía que hacer. Así, siempre me pasaba a ver, o poray, pasaba con las dos hijastras. Un día, estando ahí me fue a ver y él me comentó. Me dijo: "vos sabés que me salió un trabajo para Loncopué para trabajar por tanto. "hay que hacer revoque fratachado. Le pagan 200 pesos", me dijo. Yo, en este tiempo, ya no tenía trabajo. Solamente el poco dinero que me pagaban por cuidar esa cabaña que estaba en construcción. "Necesito un compañero. Qué te parece si vamos? Te animás? Total, vamos a ganar o a perder. De paso, podemos ir a conocer a Loncopué", me dijo. "Te animás a tirar la cuchara?" "Puedo intentar, así puedo aprender bien", le dije. La señora de Carlos me dijo que si yo aceptaba para ir como compañero de Carlos, era mucho mejor, antes de Ornelio. La señora de Carlos, no quería que fuera Ornelio. Mejor que fuera yo en lugar de él. Ella me decía que bebía mucho, y simplemente se iban a dedicar a la joda, en vez del trabajo, según ella. A mí me gustaba la ida a Loncopué, porque estaba dentro de mi deseo, de mi pensamiento de seguir conociendo lugares, pero trabajando. Así acepté, pero quería probar una semana, y si no, pegaba la vuelta. Abandoné donde estaba y tomé el rumbo a ese nuevo destino. Antes de irme a Loncopué, encontré un trabajito en la estación servicio de la calle San Martín. Al mediodía me sabía ir a almorzar en la casa que cuidaba. Había ido ese día, volví a las dos de la tarde. Siempre tomaba el rumbo a lo derecho para llegar más rápido o si había alguna cuadra tipo baldío yo lo cruzaba a lo derecho. Ese día yo iba casi llegando; iba por cerca del Barrio Islas Malvinas, había un terreno baldío. Casi unas cuadras agarré, lo iba cruzando a lo derecho para que me quede más cerca. Hacía calor. Empecé a sentir mareos, cada vez era peor. Al mirar veía como hormigueros en la visualidad. Pero no le tomé mucha importancia, seguí caminando, pero ya se me aparecían algunos tiritones en mi cabeza. Pero no intenté nada como para que me pase. Pero yo sabía lo que me iba a suceder. Con el mesmo movimiento me dieron más tiritones más seguido, ya se me empezó a girar mi cabeza, tiritando del lado izquierdo. Seguí caminando y no supe más. Sólo recuerdo después: estaba sentado en una casa desconocida, en una silla y afuera. No entendía nada cómo había llegado en esa casa. No sé. Había un hombre y una mujer y varios chicos. La mujer me empezó a hablar; me contó cómo yo había llegado. Según ella me dijo que yo iba caminando, justo ella andaba afuera caminando, justo me vio en el momento cuando yo me caí en el suelo. Dice que me veía moverme en el suelo y ella me quedó mirando, dice, y con el transcurso del minuto, dice que dejé de moverme. Y ella me había seguido mirando, a ver si me veía levantarme, pero dice que no me levanté. Va a avisarle al marido diciéndole ella: venía un hombre caminando y se cayó. Y no se ha levantado, no se habrá muerto?, le dije a mi marido, decía esta señora. Y dice que fueron a verme, yo estaba tirado. Yo tal vez estaría resollando (no recuerdo bien esta parte de lo que me contó esta señora, de qué condición yo estaba). Según dice que me llevaron entre los dos. Así me hicieron sentar hasta que pude reaccionar bien. Sólo me latía la cabeza. Me quedé un rato más en esa casa, hasta que pude recomponerme bien y me fui a presentarme donde trabajaba y le comenté de lo sucedido en la venida, pero volví a la casa no me encontraba en condición para trabajar y un poco desorientado, con un poco de dolor de cabeza. Con esa gente, esa familia, con el tiempo había pensado de haberlos ido a visitar pero con dinero, para darle las gracias a pesar que no me conocían pero tuvieron la gentileza de llevarme hasta la casa de ellos sin conocerme. Estuve un rato hasta poderme recuperar un poco, como para poder salir a la calle y presentarme en el trabajo, para que no dijeran que había fallado, sin saber por qué. Aún le agradezco a esa familia por ser solidarios como todo ser humano que deberían ser, pero son pocos los que son. CAPITULO 5 EN LONCOPUE Así llegamos con Carlos a Loncopué. Eran varias viviendas. Había que hacerles revoque, y todas las partes de aberturas. Llegamos el día viernes. Nos ubicamos en una de las casas para terminar. Y también había ido otro más. Este era de Cipolletti. Así empezamos el lunes a hacer los revoques. Fue mi primer día que empecé a intentar a revocar. Tiraba la cucharada de mezcla y se me caía todo. Para mejor, la primera mano había que hacerla a las paredes, porque era todo de cerámica. "Darle una chiliada", como decimos, es darle una mano de concreto bien líquido, y después recién la mezcla más espesa. Cuando empecé a revocar la parte de abajo, empecé más o menos bien; pero cuando ya iba más arriba, cada vez se me hizo más difícil porque al tirar el material hacia la pared, se me caía sobre mi cabeza, en mi cuerpo. Otra que era la primera vez que empecé a trabajar como medio oficial albañil. Yo siempre anduve trabajando como ayudante, y ese día ya me había largado solo como corajeando. Salía a las doce del medio día. Yo salía más revocado que revocar las paredes. Los otros albañiles que también estaban revocando, se habían reído de mí al verme todo revocado hasta mi pelo lleno de mezcla. Pero menos Carlos: él sabía bien que yo recién me estaba iniciando. Lo que no tenía era práctica. Me faltaba más soltura en la muñeca de mi mano. Al tener la muñeca blanda, entonces uno hace girar bien la mano con la cuchara albañil con mezcla hacia la pared. Entonces, al llegar la mezcla en la pared, queda pegada, no se cae. Pero a medida que iban pasando los días, ya iba poniéndome más práctico. Pero ya estaba iniciando lo que una vez pensé, y me llevó a renunciar en Corfone porque ya estaba un poco acobardado de estar días enteros carriando postes, leña, amontonando en el cargadero. No había guantes que aguantaran con las cáscaras del ñire, o poray cuando nos tocaba cargar los camiones que llegaban para cargarlos con leña, o con poste. Y mi mano ya con la piel gastada, parecía que ya iba a sangrar, y con la calor me parecía una quemadura. Me llegaba a arder la piel de mi mano. Alguna vez tuvimos guantes de cuerina, pero se gastaban enseguida y se rompían. Seguimos trabajando. Teníamos cuenta corriente en una carnicería para sacar carne, pero también sacábamos otras mercaderías, y en otro mercadito, que con el tiempo, el dueño de éste, con el correr del tiempo me ofreció trabajo. En este mercadito sacábamos, además, mercadería a cuenta de la empresa a la que le hacíamos trabajos. Por lo tanto empecé a hacerme conocido con el dueño del mercadito, con don Rolando Palma y la señora, Juana Fuentes. Así seguimos. Los sábados en la noche poray íbamos al baile, cuando llegaba algún conjunto, y de paso, haciéndonos conocidos con la gente de esa zona. Al poco tiempo Carlos agarró un trabajo para renovar un almacén y hacerle una ampliación, para poner una fábrica de chacinados, y renunciamos en el trabajo. Empezamos un trabajo nuevo. Carlos alquiló una casa. Podríamos decir, un tipo salón; pero una sala. No tenía ninguna división. Ahí fuimos a vivir. Se unió el otro con nosotros dos, el de Cipolletti. Empezamos a trabajar. Sacamos el techo, tiramos algunas paredes y volvimos a levantar paredes, a hacer el techo de nuevo. Hicimos la ampliación para la fábrica de chacinados. Después, el de Cipolletti se fue. Quedamos los dos, con Carlos, y él, a los pocos días, tomó dos de la zona. Seguimos trabajando. Un día fui en un bar que había, ahí dentro iban muy poca gente; casi más, gente del campo. Fui una tarde, me puse a tomar cerveza. Después, tomé otra bebida. Cuando me di cuenta, ya me estaba agarrando la bebida. Creo que estaba un poco ebrio. Agarré, me fui, iba caminando por la calle y justo pasa la recorrida. Me desconoció. Para el móvil. Me dijo: "acompáñeme a la comisería". Me subieron arriba del móvil y me llevaron a la comisaría. Me tomaron declaración. Me dijeron que me iban a dejar demorado por averiguación de antecedentes. Así, me dejaron toda la noche. Y estando ahí, en una celda cerca de la guardia, me pareció escuchar la voz de la señora de Carlos. Era una mujer que hablaba. Estaba preguntando dónde estaba alquilando Carlos Jiménez. Y después, no escuché más la voz de esa mujer que hablaba. Yo decía, pensaba, cómo puede ser que sea la mujer de Carlos que haya llegado, decía en mí. Pero la venida de la señora de Carlos no estaba prevista. Carlos nunca dijo "voy a traer mi familia". En la mañana, me sacaron afuera para cortar un poco de leña, y después me pusieron a barrer la vereda. En una de ésas, apareció el dueño del mercadito donde nosotros ante sacábamos mercadería, cuando teníamos cuenta corriente. Apareció y me dice: "Eh, petiso! Te equivocaste de hotel! Allá está el hotel!", me dijo, porque él también era el dueño del Hotel Pire Rayen, el mejor hotel que había en esos tiempos en Loncopué. "Qué te pasó? Por qué te trajeron?", me dijo don Palma. Y le comenté porqué me tenían en la comisaría y después me preguntó dónde estaba trabajando. Le dije dónde, y qué estábamos haciendo. "Pero ahora, ya estoy fallando", le dije. "No te hagás problema. Si te quedás sin trabajo, yo te doy trabajo. Y cuánto te están pagando?", me dijo. "Tanto", le digo. "Bueno - me dice - pero si te llegás a quedar sin trabajo, ya sabés. Yo te pago tanto, te doy donde vivir y te doy la comida. Así, ya sabés. Si me necesitas, yo vivo allá", me dijo, y pasa a la guardia. Y al rato, me largaron. Me habían hecho averiguación de antecedentes. Agarré y me fui. Seguir Volver