Historia de la Filosofía 1 CEUTA Y MELILLA CONVOCATORIA JUNIO 2008 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTOR: Qurtuba editores S. L. Opción A Términos o expresiones. Platón interpreta el alma principalmente en dos sentidos: el alma como aquello que permite a los seres vivos realizar actividades vitales; y, en el caso del alma humana, como el principio divino e inmortal que nos faculta para alcanzar el verdadero conocimiento y realizar acciones buenas. Asimismo, distingue tres tipos o partes del alma: racional, irascible y apetitiva o concupiscible. La parte racional nos permite alcanzar el conocimiento y la vida buena; además, nos vincula con el mundo divino y está dotada de un destino inmortal. La irascible es donde se sitúan la voluntad y el valor. Por último, el alma concupiscible es la responsable de las pasiones, placeres y deseos sensibles. Pero el alma no solo se orienta a conocer la verdad del mundo inteligible (episteme), sino que también percibe el mundo sensible, es decir las cosas espacio-temporales, las entidades corporales, que —para un autor con una concepción del mundo esencialmente dualista— se trata de una forma de conocimiento inferior, denominado opinión o doxa. La opinión se divide a su vez en dos especies o tipos de conocimiento: la conjetura, que es el conocimiento que tenemos de las cosas cuando vemos sus sombras o reflejos; y la creencia, que es el conocimiento que tenemos de las cosas cuando las percibimos directamente y nos formamos un juicio de ellas. Para Platón, el conocimiento sensible, al basarse en el material que los sentidos proporcionan, es siempre mudable, confuso, y hasta contradictorio y, por tanto, puede inducirnos a error y no permitirnos edificar algo duradero. Temática y posición filosófica. No es de extrañar que estos temas se desarrollen en la República (en griego politeia, que trata de los asuntos de la polis o ciudad), el diálogo más extenso en el período de madurez del autor, que sintetiza sus grandes temas: el hombre, la sociedad, la justicia, la virtud, la verdad, el conocimiento, el bien, la educación, etc. En particular, el texto extraído del libro VI de la República establece una comparación entre el alma y la vista. Al igual que los ojos ven, el alma comprende. Los ojos pueden ver las cosas sensibles iluminadas por la luz del Sol, mientras que el alma alcanza la verdad que brilla en las Ideas y que procede de la Idea del Bien. Cuando la vista se fija en la oscuridad, no alcanza a percibir nada claro, de la misma manera que cuando el alma se empeña en mirar hacia el lugar inadecuado, esto es, hacia el mundo sensible. La teoría de las Ideas de Platón —concepción ontológica del mundo—, a pesar de no encontrarse formulada explíci© Oxford University Press España, S. A. tamente en ninguna obra, es básica para comprender a fondo el análisis del conocimiento —concepción epistemológica— que realiza el filósofo ateniense en este texto. Platón distingue dos modos de realidad: una, a la que llama inteligible, y otra a la que llama sensible. La realidad inteligible, constituida por las Ideas o esencias, representa el verdadero ser de las cosas y es inmaterial, eterna y ajena al cambio. A la vez, constituye el modelo o arquetipo de la otra realidad, la sensible. Esta otra realidad comprende los entes materiales del mundo, que no son más que una copia de la realidad inteligible y, por tanto, es corruptible: sometida al cambio, esto es, a la generación y a la destrucción. La teoría de las Ideas permite entender la teoría del conocimiento platónico que aparece en varios de sus diálogos y fue planteada inicialmente en los diálogos Menón y Fedón. En Menón aparece la teoría de la reminiscencia (anamnesis). Según esta teoría, el alma, al ser inmortal, lo ha conocido todo en su existencia anterior por lo que, cuando creemos conocer algo, lo que realmente ocurre es que el alma recuerda lo que ya sabía. Aprender es, por lo tanto, recordar. El contacto con la sensibilidad y el ejercicio de la razón serían los instrumentos que provocarían ese recuerdo en el que consiste el conocimiento. Pero el planteamiento maduro aparece en el libro VI de la República, donde Platón hace corresponder los distintos niveles y grados de realidad con los distintos niveles de conocimiento. Como vimos, fundamentalmente distingue entre dos modos de conocimiento: la doxa o conocimiento sensible y la episteme o conocimiento inteligible. La episteme es el verdadero conocimiento, dado que es el único que versa sobre el ser y, por lo tanto, que es infalible. El conocimiento verdadero lo ha de ser de lo universal, de la esencia, de aquello que no esta sometido a la fluctuación de la realidad sensible; ha de ser, por lo tanto, conocimiento de las Ideas. Contexto histórico-cultural y filosófico. La filosofía nació en Grecia en torno al siglo VI a. C. favorecida por la peculiar concepción de la religiosidad griega, donde no existían libros sagrados, ni casta sacerdotal, ni dogmas de fe y en la que, incluso dioses y hombres se encontraban sometidos a la moira (o destino) que «adjudicaba a cada uno su parte». Los dioses eran seres con las mismas pasiones y deseos que los humanos, pero inmortales. De este modo, las prácticas religiosas estaban muy vinculadas a la vida pública (la plegaria, el sacrificio y la purificación) y se practicaban cultos que, por ejemplo, pregonaban la inmortalidad y la transmigración de las almas y concebían el cuerpo como una espeHistoria de la Filosofía 2 CEUTA Y MELILLA cie de cárcel para el alma. Una teoría que nos recuerda plenamente a Pitágoras y a Platón en su concepción del alma. En el mundo griego, la religión se identificaba con la mitología, cuya divulgación estuvo, sobre todo, en manos de los poetas. El mito, por tanto, era una narración en la que fenómenos naturales y sociales eran explicados por la intervención caprichosa de los dioses y hombres heroicos. Así, el mito para los griegos constituye un paradigma, un modelo de comportamiento ofrecido a los hombres. Desde esta perspectiva, el poeta griego no se diferenciaba mucho del oráculo. Como él, era una especie de médium que conocía el destino. El mito pretendía reflejar una situación intemporal, que formaba parte del pasado, del presente y del futuro. Platón, por ejemplo, utilizaba el mito como parte de su método de conocimiento, pues, para él, el conocimiento no se adquiría de un modo innato, sino que requería de un método que condujera al hombre desde sus estadios más bajos (la opinión) hasta el más alto (el verdadero conocimiento). Dicho método era la dialéctica y su tercera parte era el mito, una herramienta que desempeñaba dos funciones: mostrar la distancia entre las Ideas y las cosas, y, a la vez, ofrecer la ligazón definitiva entre ambas, facilitando la comprensión al auditorio. En el siglo V a. C., la sociedad griega alcanzó su apogeo y Atenas, vencedora de las guerras médicas, representaba el esplendor cultural y político de la democracia (cosmopolita y comercial) y había dejado atrás a la vieja sociedad aristocrática y agrícola. La acrópolis de Atenas —que los persas destruyeron—, fue reconstruida y engrandecida bajo el gobierno de Pericles. El siglo V a. C. también representó en Atenas la culminación de la tragedia griega y del género histórico. La tragedia se originó en torno al culto a Dionisos, cuya evolución, ya con Sófocles y Eurípides, adquirió la forma clásica de personajes y coro con que la conocemos hoy. Herodoto y Tucídides fundaron, por otra parte, el saber histórico, como seña de identidad colectiva del pueblo. En ese contexto nació Platón. El filosofo vino al mundo en Atenas en el 427 a. C., en el seno de la más alta aristocracia. Tomó parte a los 18 años en la última etapa de la guerra del Peloponeso, que terminó con la derrota de Atenas ante Esparta y con la instauración del régimen oligárquico de los 30 tiranos. Así, al período de auge cultural, político y económico de la Atenas del siglo V a. C., le sucedió una época de crisis que concluyó con la pérdida definitiva de la hegemonía de Atenas y el sometimiento al imperio macedónico de Alejandro. Inclinado en un principio hacia la política, su amistad con Sócrates, a quien acompañó en los últimos años de su vida, le hizo orientarse definitivamente hacia la filosofía. Tras la muerte de su maestro en 399 a. C. —condenado a muerte por la recién instaurada democracia ateniense— Platón decidió refugiarse en Megara. Hacia 390, Platón visitó las ciudades del sur de Italia, donde tomó contacto con el pitagorismo, y en Sicilia y trabó amistad con el joven Dión, cuñado del tirano de la ciudad, © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2008 Dioniso I, a quien intentó influir en su gobierno. Con el fracaso de su primera aventura política, Platón regresó a Atenas (387 a. C.) y abrió una escuela, la Academia, en la que se dedicó durante veinte años a la enseñanza. Por dos veces más regresó de nuevo a Siracusa, tentado por la oportunidad de poner en marcha un gobierno de filósofos, hasta que el asesinato de Dión le hizo renunciar definitivamente a la práctica política. A partir del 361 a. C., dejó casi por completo la dirección de la Academia. Sus últimos años estuvieron dedicados a escribir. Al compás de su vida, la obra de Platón, casi toda ella en forma de diálogos, se dividió en cinco períodos (juventud, transición, madurez, período crítico y vejez) que reflejan la evolución de sus pensamientos. Platón parte exponiendo el pensamiento de su maestro Sócrates, y paulatinamente se independiza, proponiendo sus propias doctrinas (entre ellas, la más importante, la de las Ideas) y recurriendo al mito para embellecerlas; posteriormente se sumerge en una etapa crítica en la que, con pesimismo, cuestiona todas sus teorías previas; finalmente abandona las cuestiones metafísicas y se dedica a la cosmología y la historia. En este recorrido se observa su intención de superar los obstáculos trazados por la sofística: el relativismo y escepticismo imposibilitaban la búsqueda de la verdad y la ciencia y, por tanto, de la filosofía. Platón quería encontrar algo permanente e inmutable que escapara al carácter de las cosas sensibles, pues solo así podría sentarse un saber estable y duradero: la ciencia. La respuesta la encontró en su dualismo ontológico: si bien las cosas sensibles nacían y morían, cambiaban y se componían de múltiples partes, la especie de la cosa era permanente y una y la misma en todas las cosas de la especie. Aunque un caballo muera, su esencia sigue presente en otros caballos. A esta cualidad inmutable llamó Platón Idea, que quiere decir figura, lo visible. La Idea no puede verse con los ojos del cuerpo sino con los del alma, con la inteligencia. Así, la teoría de las Ideas recoge toda la herencia de los primeros filósofos griegos y el pensamiento de Sócrates. El inmovilismo del Ser de Parménides fue tomado para construir un mundo de Ideas permanente e inmutable, aunque múltiple, ya que eran muchas las Ideas que lo poblaban, a diferencia del Ser unitario parmenídeo. Del pitagorismo, tomó la inmortalidad del alma y el preludio matemático en el acercamiento a las Ideas. Por su parte, el espíritu de Sócrates empapó toda la filosofía de Platón, pues influyó en su concepción del saber como conocimiento de lo universal, la defensa del intelectualismo moral y el interés en cuestiones de tipo ético-político. Por otro lado, el mundo de las cosas sensibles recogió los caracteres de movilidad, materialidad y relatividad propios de Heráclito, del atomismo y de la sofística, respectivamente. En el diálogo se desgranan los temas relativos a la justicia y se expone cuáles son las clases sociales que componen la ciudad y cuáles las partes del alma humana, con sus correspondientes virtudes propias, algo necesario pues, para Platón, la justicia debía buscar la armonía del conjunto social o individual. Historia de la Filosofía 3 CEUTA Y MELILLA Relación con la filosofía aristotélica. La temática de este texto es epistemológica a la vez que ontológica. Trata de las respuestas platónicas a las preguntas «¿qué es la realidad?», «¿cómo se puede conocer?» Platón responde que la realidad son los objetos iluminados por la luz del Sol (el mundo de las Ideas o esencias que se opone al mundo sensible) que el alma —la razón— observa (intelige). Para Aristóteles, en cambio, las cosas físicas sí son auténticos seres —la realidad— y no solo un reino de sombras. Aristóteles suponía que los objetos del mundo sensible no estaban separados de las esencias y por tanto, que era posible y se debía conocer la realidad a partir de ellos. Valoración personal y actualidad. Se puede valorar positivamente el esfuerzo platónico por encontrar un conocimiento cierto y riguroso sobre una realidad inmutable. La división de la realidad en dos ámbitos independientes, propuesta por Platón, fue asimilada por el cristianismo y CONVOCATORIA JUNIO 2008 durante casi ocho siglos no fue puesta en duda, al tratarse de la doctrina oficial. Esta división, que hace depender la realidad sensible de una trascendente, de mayor importancia y perfección, ha lastrado el avance de la humanidad, tanto en lo social como en lo científico, ya que dio paso a la escolástica, que solo permitía un razonamiento a partir de la verdad revelada por Dios, sin promover cambios sociales en un mundo que, suponía, no tenía ninguna importancia y no se podía conocer. De hecho, actualmente, en ninguna postura filosófica se observa un desprecio de lo sensible como el que ha manifestado Platón. Sin embargo, es posible establecer relaciones entre el tema de este texto y la fenomenología de Husserl, que distingue entre esencias y hechos. Los hechos pertenecen al mundo natural o empírico y se ajustan o refieren a las esencias. Las esencias (eidos) no son seres u objetos reales, sino ideales que no tienen existencia en el mundo natural sino en el ideal. Por su parte, Heidegger rescata la diferencia entre el conocimiento del ser frente al conocimiento del ente. Opción B Términos o expresiones. En el texto, Santo Tomás realiza un paralelismo entre razón especulativa (de uso teórico) y razón práctica (que regula y ordena la acción) para tratar de demostrar que el precepto de la ley natural es único. Al igual que lo primero que comprende la razón especulativa es el ser («el ente»), la razón práctica capta «el bien». Y al igual que en aquella existe un primer principio de toda demostración, evidente e indemostrable —el principio de no-contradicción— en esta existe un primer principio que es el bien, del que se deriva el primer precepto moral de la ley natural. Por ello dice: «como el ser es lo primero que cae bajo toda consideración, así el bien es lo primero que aprehende la razón práctica, ordenada a la operación, puesto que todo agente obra por un fin, el cual tiene naturaleza de bien». Esta ley natural única, inmutable, indeleble y universalmente válida es la que sirve de criterio para evaluar todos los actos morales del hombre, pues todos los demás preceptos, es decir órdenes o reglas de la ley natural se fundan en este, igual que todas las demostraciones toman como base el citado principio lógico. Santo Tomás concreta, en el segundo párrafo, el bien que expresa la ley natural, aclarando que sus mandatos coinciden con las inclinaciones naturales del ser humano; pues el orden de los preceptos de la ley natural es paralelo al orden de las inclinaciones naturales. Temática y posición filosófica. Las «sumas» eran obras enciclopédicas muy habituales en el apogeo de la escolástica y la Suma teológica de Santo Tomás es, sin duda, la más importante en el género. Se trata de una obra grandiosa, semejante a una «gran catedral de conceptos», en la que Tomás de Aquino resume sus ideas © Oxford University Press España, S. A. filosóficas y teológicas, realizando una síntesis magistral de cristianismo y aristotelismo. La cuestión 94 de la primera parte de la Suma teológica pertenece a la ética, tema que Santo Tomás desarrolla después de estudiar los problemas relacionados con Dios y la creación. El concepto central tratado en el texto es el de ley natural, un precepto práctico (es decir, moral), dictado por la razón y orientado al bien común. Dado que la ética tomista se fundamenta en la teología, la ley natural no es sino una proyección de la ley eterna en la razón humana. Dicha ley constituye el criterio básico de la moralidad, ya que permite determinar el valor ético de la conducta humana. Se denomina «natural» porque se trata de una ley basada en la inclinación natural que posee el hombre hacia el bien. Como depende de la propia naturaleza humana, que es el alma racional, dicha ley no es un hábito, sino un acto de la razón. Es, además, única, inmutable e indeleble, esto es, no puede abolirse ni desaparecer del corazón del hombre, valiendo universalmente para todos los seres humanos. Estas características se refieren solo a los primeros principios y preceptos de la ley natural; en cambio, los preceptos secundarios de la ley natural sí pueden variar, pues su aplicación suele depender de determinadas circunstancias concretas. Los primeros principios en el ámbito de la filosofía teórica, constituyen el punto de partida y fundamento de toda demostración lógica y matemática. Se trata de verdades evidentes e indemostrables. Tanto Aristóteles como Tomás de Aquino ponen como ejemplo el principio de nocontradicción: «es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo». En la filosofía práctica, el primer principio se concreta y es el primer y único precepto de la ley natural: «Se debe obrar y proseguir el bien y evitar el mal». En este senHistoria de la Filosofía 4 CEUTA Y MELILLA tido, Santo Tomás señala que el primer principio de la ley natural, consecuentemente de la razón práctica, equivale al principio de no-contradicción, que constituye el fundamento de la razón teórica, cuyo objetivo es conocer el ente que significa «lo que es» o «lo que existe». En la filosofía de Santo Tomás, todos los entes participan en mayor o menor grado, en función de su esencia, del Ser, del ente por excelencia, Dios, en tanto que son seres creados, «criaturas», pues por sí mismos no pueden existir. Contexto histórico-cultural y filosófico. Tomás de Aquino vivió en el siglo XIII, época caracterizada por el despertar de Europa tras los «siglos oscuros» de la Alta Edad Media. Los avances técnicos y las buenas cosechas propiciaron un gran auge económico, que se tradujo en un incremento del comercio, un aumento de la población y un resurgimiento de las ciudades, sobre todo, en Francia, los Países Bajos e Italia, si bien el sistema de producción siguió siendo básicamente agrícola. Políticamente, comenzaron a consolidarse las grandes monarquías europeas, destacando entre todas ellas, por su poder, el reino de Francia. También se observa un grave enfrentamiento entre el imperio y el papado por ver cuál de los dos se alzaba con la hegemonía. El sistema de organización social siguió siendo feudal, estando dividida la sociedad en tres estratos sociales, vinculados entre sí por relaciones de vasallaje: la nobleza, el clero y el campesinado. A pesar de ello, los burgueses, es decir, los habitantes de las ciudades, dedicados sobre todo a la artesanía y al comercio, mantuvieron un espíritu de relativa independencia, pues las ciudades solían tener un gobierno autónomo. El crecimiento urbano estuvo unido a un resurgir de la cultura: floreció el arte gótico, con la construcción de las grandes catedrales y en pintura y escultura se trató de imitar más detalladamente la realidad natural. En el ámbito religioso se fundaron, a principios del siglo XIII, las órdenes mendicantes: franciscanos y dominicos —orden a la que perteneció Santo Tomás— que ocuparon la mayor parte de las cátedras de las primeras universidades europeas, entre las que destacaban las de Oxford y París, donde Santo Tomás ejerció como profesor. Las enseñanzas impartidas en ellas se basaban en el comentario y la discusión de los © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA JUNIO 2008 textos de diversas autoridades filosóficas, jurídicas, médicas o religiosas, como Aristóteles, Avicena, la Biblia o los escritos de los Padres de la Iglesia. Este saber, impartido en las aulas universitarias de la Baja Edad Media, constituye el segundo gran período de la filosofía cristiana, tras la patrística, es decir, la filosofía elaborada por los primeros Padres de la Iglesia, como San Agustín, quienes sintetizaron la religión católica y la filosofía platónica. Si en los inicios de la Edad Media, el pensamiento cristiano se caracteriza, a grandes rasgos, por su intento de conciliar la fe cristiana con la filosofía platónica (y en esta dirección destaca la obra de San Agustín, que acentúa la coincidencia de la filosofía y de la teología en la búsqueda de una verdad única, Dios), el pensamiento cristiano del final de la Edad Media, presenta como rasgo principal la recepción, a través de los pensadores árabes y judíos, de la filosofía de Aristóteles y su adaptación a la religión cristiana. En esta función, destaca la figura de Santo Tomás, para quien uno de los temas fundamentales es la diferenciación de los ámbitos de la filosofía y de la teología, de la razón y de la fe. Relación con la filosofía aristotélica. La influencia más importante en el pensamiento de Santo Tomás es la de Aristóteles y en este fragmento de su Suma teológica, en el que se refiera a la ética, es posible rastrear algunos conceptos aristotélicos: la teoría del ser y sus predicamentos o categorías, la naturaleza como fundamento de la moral (ética eudaimonista); la virtud moral basada en hábitos operativos que actúan para el bien, la división entre razón teórica y práctica o el establecimiento de un fin para la conducta humana que ordena la conducta moral. Valoración personal y actualidad. Tras un rechazo inicial, la filosofía de Santo Tomás se convirtió en la doctrina oficial de la Iglesia católica y su definición de ley natural influyó en los siglos venideros. Aunque Kant criticó la concepción tomista de ética porque para él esta no podía fundamentarse en la consecución de un fin, lo cierto es que las ideas sobre moral y ética de Tomás de Aquino son los precedentes más antiguos de los derechos humanos y universales actualmente reconocidos y en vigencia. Historia de la Filosofía 5