PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA OLGA SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, EN LA INAUGURACIÓN DE LA CÁTEDRA EDUARDO A. ELIZONDO, QUE LE CONFIERE EL INSTITUTO TECNOLÓGICO Y DE ESTUDIOS SUPERIORES DE MONTERREY, EN LA SALA MAYOR DE RECTORÍA, CAMPUS MONTERREY DEL MISMO INSTITUTO, EN LA CIUDAD DE MONTERREY, NUEVO LEÓN, MÉXICO, EL 28 DE OCTUBRE DE 2005. Excelentísimo señor rector del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Don Rafael Rangel Sostman, Excelentísimas e ilustres autoridades, Ilustrísimo claustro de profesores, Queridos alumnos, Señoras y Señores: Para quien siente que durante toda su vida ha intentado realizar con mucha alegría y disposición su trabajo, sin considerar meritos excepcionales en ello; para quien, como su servidora, vive apasionada desde hace muchos años por el fascinante y complejo mundo del Derecho; para quien ama y aprecia tanto esta ciudad, este Instituto, pilar no solo de su desarrollo sino del desarrollo comprenderán, nacional, un motivo es, de como inmensa satisfacción haber sido distinguida con la conferencia inaugural de esta Cátedra. Me honra en muchos sentidos. Primero, porque me permite referirme –frente a tan distinguido auditorio– a Don Eduardo Elizondo Lozano, como el gran jurista y ser humano que fue, como la persona íntegra, profesional, ética, competente, como el hombre de visión humanística y prospectiva, como el excelente ciudadano, como el hombre de ejemplo que, a partir de hoy, habrá de perpetuarse en el pensamiento de 2 quienes tengan el honor, como hoy me corresponde, de participar en esta Cátedra. Me honra también porque proviene de este Instituto con el que comparto desde antes, pero hoy más que nunca por lo que a continuación expresarles, habrán la misión de que permitirme tiene y la perspectiva de futuro en la que ha centrado su plan a 2015. Como lo señaló el señor rector del sistema ITESM, al crear esta Cátedra: Don Eduardo plasmó con su ejemplo de vida “el perfil del egresado que nos está pidiendo la sociedad: una persona íntegra, ética, de visión humanística, profesional, competente y ciudadana”. 3 En ese corresponder tenor, a quisiera tan tratar enorme de distinción perfilando un cúmulo de ideas en torno de los objetivos de esta Cátedra y destacando también algunos de los valores que persigue: integridad, práctica profesional y enseñanza del derecho. Pretendo hacerlo desde una visión que tiene como punto de partida mirar al derecho en prospectiva, pues me parece que es deber de quien inicia cualquier evento de este tipo, no ocuparse de tratar un tema en particular ni agotarlo, sino dejar esbozados los grandes temas que pueden surgir de este esfuerzo que hace el TEC al instituir la Cátedra Elizondo. Precisamente por ello he decidido tratar, con su venia, algunos de los temas que 4 considero son los temas que debemos, en algunos casos continuar, en algunos iniciar su discusión. Me parecen los temas de frontera en el campo del derecho, me parecen, además, temas de gran actualidad presente, pero sobre todo futura. Permítanme realizar una entonces disertación la libertad que, más de que académica, pretende ser reflexiva sobre los puntos de disciplinas contacto que tienen entre que diversas ver con lo jurídico, pero también con lo estrictamente humano: las relaciones entre derecho y moral, derecho y economía, derecho y política, y sobre todo sobre el modelo de derecho que tenemos, sobre el derecho que enseñamos, sobre el derecho que queremos, 5 o mejor, sobre el que queremos tener y sobre el tipo de jurista que requiere ese modelo de ciencia jurídica. La he titulado EL DERECHO EN PROSPECTIVA. Explorar las fronteras, traspasar los límites. Y he querido signarla con una frase muy ilustrativa de un gran filósofo francés, uno de los mejores literatos, quizá uno de los escritores con mayor sensibilidad social, a quien solían llamar Víctor Hugo: “El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.” Víctor Hugo. No importa quiénes seamos, no importa dónde vivamos, ni a qué nos dediquemos, 6 todos tenemos unos límites... a veces reales, a veces imaginarios. Muchos de nosotros nos contentamos con vivir dentro de esos límites; otros están obligados a ello. Pero, afortunadamente, muchos otros, cada vez más, necesitan romper esos límites, atravesarlos para salir fuera, aunque lo que les espere fuera sea algo desconocido. Porque, precisamente para los valientes, el futuro es oportunidad. Esta Cátedra fue creada tomando como ejemplo la vida de un gran Neoleonés llamado Eduardo Elizondo, para vincular la cuestión jurídica a todos los campos del quehacer humano, para desarrollar el tema de texto y contexto, para acercar los 7 opuestos que en la vida parecen irreconciliables. Con esa perspectiva de futuro y con esos lineamientos de la Cátedra, hoy quisiera plantear, poner delante de ustedes, los que considero son los principales retos del derecho en el presente, no a manera de proferir o pronosticar, no mediante predicción, sino vistos en prospectiva. Por ello, una cuestión inicial es aclarar a qué me refiero cuando utilizo el término prospectiva y en que sentido lo aplico. Pues bien, siguiendo el concepto de Agustín Merello,1 un investigador argentino 1 Tello, Ma. Elena y Miklos, Tomás. Planeación prospectiva. Una estrategia para el diseño del futuro Prospectiva, teoría y práctica. (Nota 18, p. 42). Ed. Limusa, México, 2002. 8 dedicado al tema, a diferencia de otras vías de aproximación al futuro2, la prospectiva consiste en atraer y concentrar la atracción sobre el porvenir imaginándolo a partir del futuro y no del presente. “La prospectiva no busca adivinar el futuro, sino que pretende construirlo.” Anticipa la configuración de un futuro deseable, para luego, desde ese futuro imaginado, reflexionar sobre el presente insertándose en él de una manera más real, más eficaz, que oriente nuestras acciones hacia ese futuro objetivado. Entre sus características encuentran: la visión principales holística, se la consideración de variables cualitativas, las 2 Como la preferencia, la predicción, el pronóstico o la previsión. Vid. Tello, Ma. Elena y Miklos, Tomás. op. Cit,, p. ***. 9 relaciones dinámicas, la creatividad y la participación.3 Anticipo, desde ahora, que no intentaré, de ninguna manera, responder a la pregunta de ¿cómo será el derecho en el futuro?; sino proporcionar elementos que nos permitan responder más bien a las preguntas ¿cómo podría ser el derecho en el futuro? ó ¿cómo podríamos lograr que ese derecho del futuro fuera? Trataré prospectiva, de poner porque la al derecho en prospectiva se interesa en la evolución, cambio y dinámica de los sistemas sociales, y precisamente intentaré mostrar las relaciones del derecho 3 Tello, Ma. Elena y Miklos, Tomás. op. Cit, p. ***. 10 con otras disciplinas, desde una perspectiva que toma como punto de partida la teoría de los sistemas sociales. Trataré de mostrar como en esas fronteras, en los límites interdisciplinarios, se encuentra la veta más interesante de estudio de nuestra disciplina. Pero permítanme antes exponer una razón más para ver al derecho en prospectiva. En días recientes, comencé un somero acercamiento –el trabajo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación cada vez me obliga a tener esa clase de acercamientos con los libros– a uno que me viene pareciendo formidable. El autor es, a mi parecer, connotados uno de de los nuestros filósofos días: más Stephen Toulmin, se titula Regreso a la Razón. El 11 debate entre la racionalidad y la experiencia y la práctica personales (sic) en el mundo contemporáneo4. Como verán, desde el título se advierte que viene como anillo al dedo a la Cátedra y a mí, como decimos Ustedes y Yo, me cayó del cielo. En ese libro, Toulmin señala que los intelectuales de este siglo (entre los que no incluye a los juristas, pero me tomo la libertad de incluirlos) “han heredado un conjunto de problemas sobre la idea de racionalidad y sus relaciones con las ideas de necesidad y certeza”; pero que tienden a hacer caso omiso a la idea de racionalidad, o a “la posibilidad de vivir, como en los 4 Toulmin, Stephen. Regreso a la razón. El debate entre la racionalidad y la experiencia y la práctica personales en el mundo contemporáneo. Ediciones Península. Barcelona, 2001. 12 tiempos premodernos, sin necesidades ni certezas absolutas.” Hay en estos tiempos –y por eso he citado a Toulmin– un espíritu casi Jacobino que exige certezas en todos lados, que recrimina la posibilidad de siquiera argüir, razonar, de manera distinta a la formal. Sin entender que la vida humana es residencia de la fragilidad, que la vida cotidiana está llena de incertidumbre y que el mundo se transforma con millones de seres humanos inmersos en ese proceso. Ante esas realidades palmarias, el derecho requiere de transformaciones que incidan en la vida de las personas de una manera benéfica, favorecedora, humanitaria. 13 Las normas jurídicas ya no pueden ser ni expresión de intereses de parte, ni formulación de concepciones universales e inmutables que alguien pueda imponer los demás deban acatar. Todos y los principios que se refieren a la libertad y a la justicia entran en contacto con los casos reales de la vida y deben guiar la aplicación que de la ley hacen legisladores, jueces (cuya función, lo digo desde ahora, es completamente distinta de la de actuar como simples portavoces de la ley), y en general todos los operadores jurídicos. Requiere (nuestro modelo de ciencia jurídica) de esa creatividad premoderna, llena de erudición, de humanismo totalizador, caleidoscopico de la vida, que 14 transmitía también individualidad y que un sentido difícilmente de podrá recuperarse en épocas como la nuestra, en la que no cuentan las diferencias entre las personas, sino las generalidades, los elementos comunes a todas. Requiere, en fin, de esa interdisciplinariedad humanista de la Antigüedad Clásica que privilegió la abstracción teórica y la deducción lógica. Esa interdisciplinariedad se viene dando –y ahora retomo mi punto de partida– en los límites de las disciplinas, en esos espacios de apertura y/o clausura de cada sistema, en esos espacios de intercambio, de osmosis interdisciplinaria, pues, es a partir del estudio de los sistemas hacia “el exterior”, que surge la distinción entre el sistema y su 15 “entorno”. Es a partir de la noción que del derecho tienen otras disciplinas y que de ellas tiene el derecho que surge esta distinción a la que me refiero. Desde entonces, se habla de sistemas abiertos y cerrados; siendo este último un caso extremo para el cual el entorno no tiene significado alguno.5 Por tanto, podemos establecer las relaciones entre sistemas, nos dice la teoría de Luhmann, partiendo de la distinción explícita entre el sistema de abierto o cerrado respecto de su entorno. Este binomio (sistema abierto-cerrado) que inicialmente se consideró como si se 5 Luhmman, Niklas, Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general, Barcelona, Anthropos, 1991, p. 13. 16 tratara de polos opuestos, hoy día se concibe como una relación de gradación. Raz sostiene que todos los sistemas jurídicos pueden ser considerados abiertos, ya que dan fuerza vinculante a normas que no pertenecen al mismo.6 En esa tesitura, puede afirmarse que, a mayor número de normas “ajenas” que el sistema legal “acoja”, mayor grado de apertura tendrá, lo cual aplica no solo para los intercambios con otros sistemas, diversos a los jurídicos, sino también entre sistemas jurídicos diversos. El término que Luhmann usa para calificar la gradación de apertura de un sistema es el de autorreferencia. Un sistema es autorreferencial si entabla relaciones 6 García Castillo, Tonatiuh. Consideraciones en torno a la relación de dos sistemas jurídicos no independientes. UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2004. 17 consigo mismo, pero también si las diferencia (esas relaciones) frente a su entorno. Los sistemas mantiene se constituyen mediante conservación de la la y se creación y diferencia con su entorno, y utilizan la idea de fronteras o límites para asegurar dicha diferencia. Esta diferencia es premisa para la función autorreferencial. Por tanto, a pesar de lo paradójico que pueda parecer, la diferencia confiere unidad a lo diferente7. Hechas estas precisiones teóricas que tienen por único objeto ayudarnos a clarificar lo que a continuación se expone, trataré de referirme brevemente a cada uno de los campos en los que el derecho 18 encuentra interacción con otra disciplina y que, a mi modo de ver, en la teoría actual encuentran espacios de discusión muy amplios y fértiles sin duda. Derecho y economía. La invención de las disciplinas, un cambio que se originó en el siglo XVII, y que puso en juego factores tanto institucionales como intelectuales, implementación, solo de alcanzó gradual su punto álgido en el siglo XX.8 La reciente aparición de la Economía como disciplina independiente y con metodología y agendas propias, separada de la filosofía, el derecho y la historia, es un ejemplo claro de ello. 7 Luhmman, Niklas, op. Cit,, p. 40. “Intelectualmente, la utilización por parte de Descartes de la geometría como modelo de conocimiento proporcionó las consignas de este cambio; institucionalmente, la división del trabajo en profesiones y gremios le dio alas.” Toulmin, op. Cit. P. 56. 8 19 El análisis económico del derecho es un método de análisis del derecho surgido en EE.UU. a partir del modelo del realismo jurídico (que, como sabemos, instruye a los estudiosos del derecho a ocuparse de la ley tal como funciona en la práctica haciendo uso de las ciencias sociales). Postula que, al ser la economía una de las ciencias sociales a la que pueden recurrir los abogados, es posible aplicar los conceptos económicos para explicar legales, derecho no y sólo esclarecer a mercantil, los cuestiones las asuntos como cuestiones el anti monopólicas o el derecho fiscal, en los que el vínculo entre las disciplinas jurídica y económica es obvio; sino también respecto a una amplia gama de actividades de no mercado que van desde los asuntos de 20 responsabilidad civil hasta los asuntos familiares y penales. La interdisciplinariedad propuesta por el Análisis Económico del Derecho prácticamente propone la aplicación, hasta las últimas consecuencias, de los métodos de la Economía, sin discriminar factores éticos, ni cuestiones sociológicas. Lo que, en opinión de muchos, en última instancia convertiría al Derecho en una mera rama de la Ciencia Económica. La apuesta del Análisis Económico no apela propiamente Interdisciplinariedad, a sino una a una Pluridisciplinariedad en extremo, que no pretende ninguna función conciliadora y se 21 desarrolla a pesar y a veces en contra del discurso dogmático del Derecho. Derecho y política. El derecho y la política solían correr de la mano en nuestro país, muy aparejados. El sistema de partido casi único que privaba en los poderes de la unión y los distintos niveles de gobierno, comenzaba sin embargo, a mostrar visos de debilitamiento y la realidad política del país exigía cambios en nuestro sistema constitucional. En síntesis, comenzábamos a darnos cuenta de que nuestras instituciones, algunas muy añejas y tradicionales, estaban siendo superadas por una realidad social que requería un nuevo diseño institucional en muchas de ellas. Un diseño institucional 22 que favoreciera la nueva realidad del pluralismo. Haciendo un ejercicio autocrítico, es justo decir que el Poder Judicial de la Federación era una de ellas. La existencia de una institución pública que se encargara de dar solución a los conflictos constitucionales, ya fuera entre entidades públicas o privadas, era una necesidad apremiante en esa dinámica de cambios que se venían sucediendo. Darle una nueva conformación al Poder Judicial de la Federación era más que necesario. En ese contexto se inscribe la reforma al sistema de justicia constitucional de 1994. A partir de esa reforma, la justicia político 23 constitucional, comenzó a definir de manera más clara las relaciones generales entre el derecho y la política, entre las instituciones jurídicas y las instituciones políticas. Comenzó así un proceso de reversión del fenómeno de politización de la justicia que fue una constante derivada del régimen imperante9 hacia otro que, en opinión de algunos, va en sentido contrario. Es decir, en el sentido de afirmar que en lugar de politización de la justicia tenemos ahora una judicialización de la política.10 9 Adam Przeworsky (citado por Fix Fierro, Héctor. “Poder Judicial”. Transiciones y diseños institucionales, María del Refugio González y Sergio López Ayllón, editores, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas [Serie Doctrina Jurídica No. 3], México, 1999, p. p. 170 y 171), considera como característica esencial de un régimen autoritario el que en ellos “…alguien tiene la capacidad efectiva de impedir resultados (outcomes) políticos que pudieran ser altamente adversos a sus intereses… El aparato de poder autoritario tiene la capacidad de impedir que ocurran ciertos resultados políticos al ejercer no sólo control ex ante sobre la sociedad, sino también el control ex post” Traducción del mismo Fix Fierro. Sobre la “legitimidad revolucionaria” del régimen político mexicano ver Cossío, José Ramón. Dogmática Constitucional y Régimen Autoritario. Biblioteca de ética, filosofía del derecho y política núm. 71, Fontamara, México, 1998. 10 Para Fix Fierro, op. cit., ambos son movimientos paralelos y correlativos. “Sin embargo, la eficacia y la legitimidad de los Tribunales en tales condiciones dependen de que su poder, que globalmente es político se ejerza de manera apolítica en cada caso individual. p. 170, 171. Ver al respecto la interesante discusión sucitada en Nexos. Mayo y agosto de 2005. 24 Cualesquiera de los dos extremos (judicialización de la política o politización de la justicia) no son del todo deseables en un sistema democrático. Sin embargo, el equilibrio, el punto medio entre ambos, sólo se alcanza si el sistema judicial ofrece condiciones que favorezcan un equilibrio entre poderes que impida la actuación arbitraria del Estado. En México hemos vivido un tránsito de lo singular a lo plural, mediante la incorporación y posterior ejercicio de un nuevo sistema de control constitucional que, quizá requiera aspectos, pero resultados y revisarse que en ha en sido muchos fértil consecuencias. A en esa 25 revisión, entre tantas cosas más, está llamada a partir de hoy esta Cátedra. Derecho y moral. La relación más amplia entre derecho y moral se define como: EL DERECHO QUE DEBERÌA SER DE ACUERDO CON LOS PRINCIPIOS DE LA MORAL O DE LA JUSTICIA. El concepto de un derecho tal como debería ser de acuerdo con los principios de la moral es la expresión de la exigencia moral de estructurar el derecho según estos principios y el destinatario principal de esta exigencia es quien tiene competencia para sancionar el derecho positivo. 26 Para Ralf Dreier11, la cuestión de la relación entre derecho y moral es una cuestión de política jurídica y de metodología jurídica; el problema principal que plantea reside en el hecho de que en la sociedad actual hay una pluralidad de morales (e ideologías), lo cual hace pensar en una visión empírica y una visión normativa de la cuestión. Empíricamente hay que saber cuales concepciones morales realmente existentes son efectivamente transformadas y transformables en derecho positivo y de que manera se realiza ello; normativamente cabe preguntarse cuales son las concepciones morales que deben ser transformadas en derecho positivo y de que manera. 11 Dreier, Ralf. “Derecho y Moral”, en Garzón Valdés, Ernesto (comp.). Derecho y Filosofía. Ed. Fontamara, México, 1999. 27 La primera cuestión puede ser respondida por una teoría empírica de la política jurídica, de la praxis administrativa y de la decisión judicial; la segunda, por las correspondientes teorías normativas. Ambas cuestiones se complican por el hecho de que en un Estado democrático de derecho no existe ninguna desobediencia cuya justificación no pueda ser intentada, cosa que por lo general sucede, invocando el derecho positivo, especialmente los derechos fundamentales y los principios constitucionales. Derecho y grupos vulnerables. 28 Poco a poco, hemos ido construyendo sobre la base de la injusticia los pilares de nuestra sociedad, pero desde los niveles más bajos. Clamamos por la injusticia en lo social y devotamente la practicamos en lo individual. Pedimos verdad y transparencia a los gobiernos, y en nuestras vidas solemos usar la mentira como divisa de intercambio con suma facilidad. Demandamos derechos sociales y aún no hemos terminado de hacer realidad los derechos individuales; nos encontramos frente a una nueva generación de derechos, en los que el interés colectivo y los derechos difusos son la constante, pero no hemos podido darle al interés individual su justa dimensión. Pedimos igualdad y constantemente discriminamos, incluso, a nosotros mismos. 29 Esas relaciones, esas incongruencias en nuestro sistema jurídico y las formas más eficaces de resolverlas, son temas sobre los que el derecho debe discutir seriamente y pronto. El derecho que queremos, la teoría del Estado que requerimos. Considero que ha quedado suficientemente agotado, para los efectos pretendidos al inicio de esta cátedra, la descripción del Estado con el que contamos y el modelo de derecho que tenemos. Por ello, considero que, en atención a su tiempo, debemos enfocarnos al modelo de derecho que queremos tener, lo cual, como señalé desde iniciotambién requiere alguna mención sobre el tipo de jurista que requiere ese modelo de ciencia jurídica y obviamente sobre el modelo educativo que es necesario 30 comenzar a fortalecer. Pues del modelo de teoría del Estado que adoptemos depende fundamentalmente el modelo de teoría de derecho que pudiéramos llegar a construir. Por tanto, me parece que el modelo de teoría del Estado que nos conviene adoptar es el del Estado Constitucional y Democrático de Derecho, en oposición al tradiconal modelo enunciado simplemente como Estado de Derecho, del que fundamentalmente lo diferencia el constitucionalismo. Nos dice Luis Prieto Sanchís12 que el constitucionalismo representa un fenómeno cultural y político, propio del mundo moderno, que hace efectivos los postulados de la filosofía ilustrada y liberal: libertad igualdad y fraternidad. Ello se debe, entre 12 Prieto Sanchís, Luis. Constitucionalismo y Positivismo. Biblioteca de Ética, Filosofía y Política. Núm. 60. Fontamara, México, 1997. 31 otras cosas, a que alude a un modelo de organización jurídica, a un Derecho existente o que pretende existir. Pero por constitucionalismo no sólo debe entenderse cualquier sistema político dotado de un texto más o menos solemne o rígido llamado Constitución o Ley Fundamental13, ni siquiera cuando en dicho texto se diseñe un régimen basado en la separación de poderes, el respeto a las libertades públicas o el gobierno representativo14. Por el contrario, la idea de constitucionalismo, debe usarse como noción superadora del Estado de Derecho legislativo, es decir, como contraposición al modelo del liberalismo decimonónico, pues su rasgo más 13 Sobre la distinción entre Constituciones normativas, nominales y semánticas, vid. K. Lowenstein, 1969, p. 218 y s. 14 MacCormick, N. Legal Reasoning and Legal Theory. Oxford, University Press. 1994, p. 200. 32 sobresaliente reside en la existencia de un procedimiento efectivo de control de constitucionalidad de leyes.15 En el constitucionalismo, la constitución ya no tiene por objeto sólo la distribución formal del poder entre los distintos órganos estatales, sino que está dotada de un contenido material, singularmente principios y derechos fundamentales, que condicionan la validez de las normas inferiores: la Constitución en términos rigurosos “es fuente del Derecho en el sentido pleno de la expresión, es decir, origen mediato e inmediato de derechos y 15 Troper, M. “Le probleme de l’interpretation en la theorie de la supralégalité constitucionelle”, en Recuil d’etudes en hommage á Charles Eisemann. Cujas, Paris, 1988, p. 62. 33 obligaciones, y no sólo fuente de las fuentes”.16 A partir de esta afirmación se ha podido decir que “el conflicto entre derecho y moral se desplaza al ámbito del Derecho positivo”,17 pues el papel que desempeñaba en otros tiempos el Derecho natural respecto del soberano, lo desempeña ahora la Constitución respecto del legislador. Con el constitucionalismo el legislador deja de ser el dueño absoluto del Derecho y el juez sale de la disyuntiva entre ser “boca muda” o “juez legislador”; con lo que la moral ya no penetra en el derecho exclusivamente a través de las decisiones 16 Rubio, F. “La Constitución como fuente del derecho” en La Constitución española y las fuentes del Derecho. Vol. I, Instituto de Estudios Fiscales. Madrid, 1979, p 62. 34 legales, sino difusamente que en aparece una mucho simbiosis más entre Constitución y jurisdicción, es decir, entre los valores y principios constitucionales y la racionalidad práctica de su interpretación y aplicación. En resumen, el constitucionalismo, representa tal vez la fórmula política menos complaciente con quienes ejercen el poder, sometiendo su actuación a múltiples condiciones formales y sustanciales; de manera que ninguna norma o decisión es válida ni, mucho menos, justa por el simple hecho de proceder de autoridad legítima, si no resulta conjunto 17 además de congruente principios Dreier, R. “Derecho y Moral” en Derecho y Filosofía. Barcelona, 1981, p. 74. y con el reglas E. Garzón Valdéz (compilador). Ed. Alfa. 35 constitucionales. Incluso, en su sentido más amplio, el constitucionalismo se opone al despotismo en cualquiera de sus formas. El constitucionalismo ofrece una opción factible para la realización de los ideales de justicia, para dar respuesta, al menos, a muchas de las concepciones que sobre la justicia se han hecho:18 la justicia como título (en relación con la propiedad); como derechos (en la que quedaría incluida la concepción de justicia como derechos humanos); como equidad (como condición de bienestar); como eficiencia (Posner); como mérito (Sadursky y la remuneración); como crítica (Marx y la explotación); como democracia, etcétera. 18 Vid. Campbell, Tom. La justicia. Los principales debates contemporáneos. Tr. Silvina Álvarez. Gedisa, Barcelona, 2002. 36 Además, dentro del constitucionalismo, los papeles de los integrantes del Estado están perfectamente delimitados: El papel del legislador en el Estado constitucional.19 El constitucionalismo envuelve completamente la legislación en una red de vínculos jurídicos que debe ser recogida por los jueces, ante constitucionales. todo El por los “legalismo”, jueces por el contrario, se preocupa por la autonomía del legislador y por eso exige que el control de la jurisdicción sobre el legislador discurra dentro de límites compatibles con tal autonomía.| 19 Me apoyo absolutamente, como dice el dicho, en los hombros del gigante: Zagrebelsky, Gustavo. El derecho dúctil. Ley, derecho, justicia. 5ª ed. Trotta, Madrid, 2003. 37 Aunque la vieja concepción de ley como instrumento de autogobierno popular haya caído en descrédito bajo los embates de la crítica realista, sigue siendo verdad que en democracia esta concepción es menos infundada e ilusoria que en cualquier otro régimen. Por ello, en tanto que expresión de derechos democráticos, a la ley debe reconocérsele un valor en sí misma, con independencia de sus contenidos y de sus vínculos de derivación a partir de los preceptos constitucionales. La ley, para valer, no requiere ninguna legitimación de contenido o sustantiva, aun cuando puede deslegitimarse por contradecir la constitución. En otras palabras, la ley vale en líneas de principio porque es ley, no por lo que disponga. 38 El reconocimiento de la legislación como función originaria y no derivada depende necesariamente de que la Constitución se conciba no como un sistema cerrado de principios, sino como un contexto abierto de elementos, cuya determinación históricoconcreta, dentro de los límites de elasticidad que el texto permite, se deja al legislador. El legislador debe resignarse a ver sus leyes tratadas como “partes” del derecho, y no como “todo el derecho”. Pero puede pretender, tanto de los jueces como de la Corte constitucional, que se mantengan abiertas las posibilidades de ejercitar su derecho a contribuir políticamente a la formación del ordenamiento jurídico. Si este 39 derecho no se respetase, tal vez tendríamos un Estado más constitucional, pero desde luego ya no un Estado constitucional democrático. El papel del juez en el Estado constitucional. Por su parte, los jueces tienen una gran responsabilidad en la vida del derecho desconocida en los ordenamientos del Estado de derecho legislativo. En la práctica de la aplicación judicial, el carácter evidencia “razonable” en sus del dos derecho se momentos: la categorización de los casos a la luz de los principios aplicable y al la búsqueda caso20. Es de la regla razonable la 20 Según la esquematización de N. MacCormirk, On Reasonableness, en Ch. Perelman y R. Vander Elst (coords.), Les notions de contenu variable en droit, , cit., pp.131 ss., se trata de la razonabilidad como cuestión de hecho y de la razonabilidad como cuestión de derecho. Pero la correspondencia no es perfecta, al tratarse de una distinción construida en el seno de la perspectiva positivista y, por tanto, del dualismo hechoderecho. 40 categorización de los hechos que toma en cuenta todos los principios implicados; es razonable a regla, individualizada en el marco de las condiciones limitadoras del derecho como ordenamiento que responde a las exigencias del caso. “Se debe reconocer que el necesario carácter razonable de la ley21, es decir, la relación de tensión entre el caso y la regla22, introduce inevitablemente un elemento de equidad en la vida del derecho. Elemento, que el positivismo jurídico hubiera querido eliminar en nombre del valor absoluto de una voluntad cualquiera, con tal que estuviese revestida con la forma legislativa.” 21 Sobre las técnicas a través de las cuales la razonabilidad impone sus buenas razones en la aplicación del derecho, Ch. Perelman, “Le raisonnable en droit el le déraisonnable en droit”, en Archives de Philosophie du Droit, 1978, pp. 35 ss. Citado por Zagrebelsky, op. cit. 22 Para los fines de lo dicho en el texto, es muy significativo el concepto de “proporcionalidad” que no es más que una variación y una precisión del concepto de “razonabilidad” que encuentra general aplicación en todos los campos del derecho, incluido el control de constitucionalidad de las leyes. 41 La forma actual de asegurar la autonomía e independencia de los jueces no es más que el perfeccionamiento de la aspiración positivista a una aplicación exacta de la ley, es decir, no alterada por influencias de ningún género, llevada a cabo por un cuerpo estatal compuesto de “etres inanimés”. A la magistratura constitucional corresponde necesariamente una posición dual: una especialísima y dificilísima posición de intermediación entre el Estado (como poder político-legislativo) y la sociedad (como sede de los casos que plantean pretensiones en nombre de los principios 42 constitucionales), que no tiene paralelo en ningún otro tipo de funcionarios públicos. Agotado el tema del modelo de Estado y derecho que propongo por modelo, estoy convencida de que, de acuerdo al derecho que queramos tener, tendrá que ser el derecho que queramos enseñar. Algunas cuestiones sobre la enseñanza del derecho. Primeramente quiero hablar de los problemas a que nos enfrentamos como país cuando la enseñanza del derecho es deficiente. No hemos medido el impacto de la enseñanza defectuosa en la impartición 43 de justicia, pero los efectos perceptibles indican que es de mucha consideración23. La estructura del sistema jurídico ha cambiado de forma notable en las últimas décadas, tanto en México como en otros países.24 Siguiendo a Miguel Carbonell en la obra de su autoría “La enseñanza del derecho”, podemos decir que la extensión y progresiva implantación del modelo constitucional ha supuesto interiores y exteriores para del Estado mutaciones el sistema jurídico. 23 Diego Valadéz, ***** Para el caso mexicano conviene revisar López-Ayllón, Sergio, Las transformaciones del sistema jurídico y los significados sociales del derecho en México. La encrucijada entre tradición y modernidad, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1997; López-Ayllón, Sergio y Fix-Fierro, Héctor, “¡Tan cerca tan lejos! Estado de derecho y cambio jurídico en México (1970-1999)”, Boletín Mexicano de Derecho Comparado, México, núm. 97, enero-abril de 2000; Fix-Fierro, Héctor y López Ayllón, Sergio, op cit, nota 2. 24 44 Al interior del sistema ha cambiado, entre otras cosas, la noción tradicional de validez y las técnicas por medio de las cuales los jueces interpretan el ordenamiento jurídico. En este modelo que describimos, la Constitución condiciona la validez del resto de normas del ordenamiento. Sólo habiéndose colmado los requisitos (formales y materiales) impuestos por esta se puede afirmar la validez de una norma jurídica o, en su caso, negarla. La validez material tiene que ver con el grado de coincidencia entre contenidos constitucionales y legales, mientras que la formal se refiere a los procedimientos de creación normativa previstos en la propia Carta Magna. 45 Esta característica del Estado Constitucional necesariamente se proyecta en la forma de entender y enseñar el derecho, puesto que no habiendo modelo alguno que pueda jactarse de estar libre de vicios, nuestros sistemas educativos deben integrar la educación a la conciencia y no sólo al intelecto. Nuestros estudiantes han de tener a la mano instrumentos suficientes para elaborar posturas relativas al sistema normativo y a sus contenidos pero también deben ser capaces de denunciar sus fallas En consecuencia, los profesores no deben simplemente enseñar el derecho como es, sino atender a las prescripciones que en términos de validez emanan de la 46 Constitución25. La crítica del derecho positivo y, más concretamente, del derecho vigente, es una función de primera importancia. Para que la judicatura pueda actuar sobre las normas habiendo recogido los vectores imprescindible de opinión, que se sepamos hace cómo manifestar nuestras ideas. A modo de conclusión. El fin de las certezas, como he dicho, es la realidad que nos circunda y con la que debemos construir nuestra teoría del derecho. Cito literalmente a Zagrebelsky: “A las concepciones de la interpretación que admiten el recurso a los principios (sean estos de derecho natural o de derecho constitucional) se le objeta generalmente, en nombre de la certeza del 25 Carbonell, Miguel. La enseñanza del derecho. Ed. Porrúa. México, 2004. p. 12 47 derecho, que abrirían el camino al arbitrio de los intérpretes, autorizados a introducir puntos de vista cambiantes en la reconstrucción de las reglas jurídicas y en su aplicación. Lo que puede aparecer como arbitrio de los intérpretes y falta de certeza en el derecho ni depende en absoluto, en lo fundamental de una u otra concepción de la interpretación del derecho, sino de condiciones mucho más de fondo en las que el derecho esta llamado a operar. En el Estado liberal de derecho, no se sentía la agudeza de estos problemas y la interpretación podía reducirse a la búsqueda del significado de las normas queridas por el legislador. El derecho podía permitirse ser esencialmente un derecho “por reglas”, por cuanto ya estaba resuelto el problema de los valores fundamentadores. Así pues, la causa de la falta de certeza en los procesos de aplicación del derecho no radica en una mala disposición mental de los juristas, sino en el agotamiento de un cuadro de principios de sentido y de valor compartidos por la generalidad. Al faltar un único y seguro “horizonte de expectativas”, en orden a los resultados de las operaciones de interpretación, los caminos de la 48 jurisprudencia terminarán bifurcándose y, en muchos casos se perderá también la posibilidad de distinguir el “principal” de los “desviados”. Aunque todo ello comporta efectos negativos para la certeza del derecho, hay que tener claro que éstos no son una anomalía, sino la consecuencia de los sistemas jurídicos actuales… No sólo es dudoso que la certeza, como fijeza del ordenamiento en todas sus partes, pueda ser hoy un objetivo realista. También es dudoso que sea deseable. La certeza descargaría sobre el legislador una tarea insoportable de incesante modificación del derecho vigente, una tarea que se desarrolla, en cambio, en la labor silenciosa soterrada de las salas de los tribunales y de los estudios de los juristas.” El derecho, como disipador de las certezas debe ser un instrumento que, como lo propone esta cátedra, sea propagador de valores. De esos valores milenarios, pero que 49 han sido olvidados, de esos valores a los que paradójicamente les hemos invertido la polaridad. Porque hoy pareciera que, como señalaba recientemente un político italiano: quien cumple la ley vive tristemente y quien se burla de la ley es más feliz. Paradójico, reitero, pero de ninguna manera normal, ni tolerable. Porque es indicativo de que no hemos llevado a cabo un proceso de verdadera permeabilidad de las reglas que nos rigen. Porque es indicativo de que no hemos creado eso que llamamos “cultura de la legalidad”; pero sobre todo es indicativo de que no nos satisface el cumplimiento del derecho, de que no asumimos que es el medio de convivencia por antonomasia y que no 50 hemos podido infundir en las generaciones que nos sucederán eso que, de tan fundamental, lo hemos vuelto accesorio. Sin el derecho como motor de cualquier transformación social, nuestro cambio no tiene rumbo. Sin él, la economía, la política, la administración pública, nuestra vida social, son simples cuestiones amorfas; sin él, las frases son huecas, las acciones de gobierno inútiles y la promoción de ellas estéril. Sin un derecho sabio, que incorpore a su feudo el valor de la intuición y en particular de la intuición femenina, esa intuición que aporta una riqueza diversa a la 51 estrictamente académica o profesional, que supera el positivismo más puro, el kelsenianismo más acendrado, no puede haber armonía. Como dice Manuel Atienza: “Frente al concepto positivista del derecho como un edificio, como una realidad preestablecida por el legislador o por los jueces (el derecho como conjunto de normas), Fuller pone énfasis en que el derecho es una empresa, una actividad; no el edificio construido, sino el edificio en construcción, o, mejor, la empresa de construir un edificio. Es, en este sentido, muy sugerente la imagen que utiliza en una parte de sus obras26 para criticar a Kelsen: la de una carretilla en la que lo que 26 Fuller, **** 52 cuenta no es solamente que se trate de un objeto con ciertas características formales, con cierta estructura (ese sería el enfoque kelseniano), sino también el contenido, lo que se transporta de un lado a otro; y la dirección, la finalidad de la actividad que se lleva a cabo con ese utensilio.”27 Ese atrevería derecho a distinto, calificarlo, nos audaz, me traerá esa armonía a la que se requiere abrir paso para lograr los acuerdos urgentes que no solo el país, sino el mundo requiere de manera apremiante. Esa armonía inaplazable en los terrenos humanos, pero particularmente en el 27 Atienza, Manuel y Ferrajoli, Luigi. Jurisdicción y argumentación en el Estado constitucional de derechos. Serie Estado de Derecho y Función Social. Carbonell, Miguel, Orozco Henriquez, Jesús y Vázquez Rodolfo (Coordinadores), UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2005. 53 político y económico. Esa armonía urgente que es fuente de riqueza y que también conlleva cierta dosis de belleza, porque escapa a las limitantes de la lógica tajante que divide al derecho y a la política de la moral, por más que muchos insistan en que están inevitablemente separadas. Esa armonía que impide la aplicación a rajatabla del derecho, sin argumentación y sin sensibilidad. Esa armonia que esta noche propicia el legado de Don Eduardo Elizondo, al permitirme proponerles la generación de un derecho verdaderamente útil, sobre el que nos pongamos de acuerdo. Un derecho que todos los juristas compartan en cuanto 54 fundamentación, creencias y actitudes. Esta noche solo me he atrevido, esa es la palabra, a proponer puntos de partida, debatibles o no, que ustedes pueden suscribir o no; pero que yo presento con mucho respeto en esta cátedra, en perspectiva de futuro, porque sé que esta cátedra lo tiene. Muchas, muchas gracias por todo. 55