CLASE 3 HERDER Y SPINOZA J. G. HERDER, Gott, einige

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Programa de Pós-Graduação em Direito da PUC Rio
Programa de Pós-Graduação em Filosofia da PUC Rio
Curso Spinoza e os alemães
SPINOZA EN EL PENSAMIENTO ALEMÁN:
DE LA ILUSTRACIÓN AL ROMANTICISMO
JIMENA SOLÉ
CLASE 3
HERDER Y SPINOZA
J. G. HERDER, Gott, einige Gespräche, Gotha, 1787. Edición critica: J. G. Herder, Werke,
Volumen V, Deutscher Klassiker Verlag, Frankfurt am Main, 1993. Cito según las páginas
de esta edición. La traducción al español es mía.
(a) Spinoza como un fanático de la existencia de Dios
1)
Que no es un ateo, queda claro en cada página; la idea de Dios es para él la primera de
todas y la última, podría decirse que es la única idea de la cual él hace depender el
conocimiento del mundo y de la naturaleza, la conciencia de sí mismo y de todas las
cosas que lo rodean, su ética y también su política. Sin el concepto de Dios, su alma no
es capaz de nada, ni siquiera de pensarse a sí misma, y le es casi inconcebible que los
hombres no logren aprehender a Dios más que como una consecuencia, por decirlo así,
a partir de otras verdades, o incluso a partir de observaciones sensibles, dado que toda
verdad al igual que toda existencia depende de la verdad eterna, de la infinita y eterna
existencia de Dios. Este concepto se ha vuelto tan presente para él, tan inmediato e
interior, que yo lo consideraría más bien un fanático de la existencia de Dios que un
escéptico o un enemigo de ella. Es en el conocimiento y en el amor a Dios que hace
descansar toda la perfección, la virtud y la beatitud del hombre. (…) Puede ser que se
haya equivocado acerca de la idea de Dios; pero cómo es posible que los lectores de sus
obras hayan podido decir, que él niega la idea de Dios y que demuestra el ateísmo, me
es incomprensible. (pp. 701-702)
1
(b) La sustancia de Spinoza como fuerza originaria
2)
THEOPHRON. (…) ¿Sabe ahora cuál es el concepto intermedio entre espíritu y materia,
que Spinoza buscó en vano para escapar del dualismo cartesiano?
PHILOLAUS. Fuerzas sustanciales. Nada es más claro que esto y nada brinda al sistema
spinoziano una unidad más bella. Si su divinidad posee en sí infinitos atributos, cada uno de
los cuales expresa un ser eterno e infinito de maneras infinitamente diversas, entonces ya
no debemos postular solo dos atributos, pensamiento y extensión, que no tendrían nada en
común. Dejamos de lado por completo la escandalosa e inapropiada palabra atributo y
afirmamos, que la divinidad se revela en fuerzas infinitas de infinitas maneras. (p. 709)
3)
El mundo no adquiere su unidad ni a través del espacio y el tiempo ni por la mera
agrupación exterior de las cosas; sino que la adquiere a través de su propio ser, por el
principium de su existencia misma, pues en todo el mundo, pero profundamente conectadas
entre sí, actúan únicamente fuerzas orgánicas. En el mundo que nosotros conocemos, la
facultad de pensar ocupa el primer puesto; a ella la siguen millones de otras facultades de
afección y fuerzas eficientes. Pero Él, lo absolutamente independiente, es fuerza en el
sentido más elevado y propio de la palabra, es decir, es la fuerza originaria de todas las
fuerzas, órgano de todos los órganos. Sin Él, nada de todo esto es pensable, sin él ninguna
de las fuerzas actúa, y todas las fuerzas íntimamente conectadas lo expresan en cada
limitación, forma y aparición; lo expresan a él, que es lo absolutamente independiente, la
fuerza originaria y total, a través de la cual ellas mismas existen y actúan. (p. 710)
(c) Spinozismo no es panteísmo
4)
Su ser infinito, sumamente real es tan diferente al mundo mismo como difieren entre sí
lo absoluto de la razón y lo indeterminado de la imaginación. Ninguna parte del mundo
puede, por lo tanto, ser una parte de Dios, pues el ser supremo es, según su propio
concepto, indivisible (p. 713)
2
(d) Spinozismo no es fatalismo: la sabiduría de la necesidad
5)
¡Protectora, bella necesidad, bajo cuyo reinado que se extiende por todos lados, vivimos!
Ella es la hija de la suprema sabiduría, la hermana gemela de la potencia eterna, la madre
de todos los bienes, de toda felicidad, seguridad y orden. (p. 724)
6)
Su esencia suprema, que posee todas las perfecciones del modo más perfecto, no puede
carecer de la perfección más excelente, esto es, del pensamiento; pues de lo contrario
¿cómo sería? Según el sistema de Spinoza, todo es por él y en él, de modo que las ideas y
modos de pensar en creaturas limitadas pensantes son simplemente representaciones y
consecuencias reales de un ser superior, el cual, según él, es el único que merece el nombre
de existente en sí y por sí. (p. 725)
7)
Pues un poder desordenado, carente de normas, ciego, jamás puede ser el supremo; ni
tampoco puede ser el modelo o el prototipo de la verdad interior y de la regularidad acorde
a leyes eternas, que a pesar de que somos seres limitados observamos en la creación, si ella
misma no conoce estas leyes y no las ejerce como su naturaleza eterna y propia. (p. 727)
8)
No conozco ningún pensador que haya explicado más profundamente la servidumbre de la
voluntad humana ni que haya definido la libertad de la voluntad de un modo más excelente
que Spinoza. La libertad humana tiene como su fin propio, nada menos que la libertad de
Dios mismo, nada menos que transformarnos en amos de nuestras pasiones y de nuestro
destino, mediante una especie de necesidad interior, esto es, mediante conceptos adecuados,
que únicamente el entendimiento y el amor de Dios nos pueden conceder. (p. 741)
3
EL SPINOZISMO COMO ALTERNATIVA FILOSÓFICA
9)
Quien fuera capaz de mostrarme las leyes naturales, de qué manera, según su necesidad
interna, a partir del cruce de fuerzas eficientes actúan, viven, operan en determinados
órganos y no en otros, nuestras apariciones de las denominadas creaturas no vivientes y
vivientes, minerales, plantas, animales y hombres, habría despertado en mí la más bella
admiración, amor y veneración hacia Dios. Mucho más que aquél que me predica desde el
claustro del consistorio divino que tenemos los pies para andar, los ojos para ver, etc. (p.
737)
10)
«Los conceptos ortodoxos de la divinidad ya no son para mí; no puedo sacarles provecho.»
Ni yo tampoco, luego de que se me han quitado algunos obstáculos que me impedían
comprender a Spinoza. El ser ocioso, que se encuentra sentado fuera del mundo y se
contempla a sí mismo, tal como se ha contemplado desde toda la eternidad, una vez que
hubo concluido con el plan del mundo, no es para mí. […] «Hen kai pan. Todo y uno. No
conozco otra cosa.» Ni yo tampoco. (pp. 739-740)
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