CIENCIA Y RELIGIÓN: EL GRAN DEBATE Alumno: ROSALES, Maria Beatriz Escuela: Escuela de Comercio "Martín Zapata", Mendoza Profesor Guía: GIMENEZ, Sergio Mario “La ciencia sin religión está coja; La religión sin ciencia está ciega.” Albert Einstein INTRODUCCIÓN Los diversos accesos a la verdad objetiva y la búsqueda sincera de la verdad exigen un respeto mutuo entre la ciencia y la religión. Una parte de ese respeto consiste en que no se pretenda resolver los problemas metafísicos o teológicos, o negar su legitimidad, mediante el método de la ciencia experimental; o en su contrapartida, que la fe pretenda explicar fenómenos físicos con conceptos fundados en la filosofía o religión, generando la posibilidad de que ambas sumen en la búsqueda de la verdad su rol objetivo. Abordaremos la crítica que se ha presentado a través de la historia, reconociendo los errores que cada una concede. Mostraremos las facetas metodológicas que cada perspectiva esgrime. Concluyendo en los espacios que se deben otorgar como vía para el diálogo entre ambas Por lo tanto, estamos ante un análisis descriptivo de la temática, dándole una visión dialogal, en el que se defiende la argumentación. UN ROSTRO CON DOS FACETAS Y UNA MIRADA La humanidad necesitó millones de años para descubrir la rueda, miles para pasar de la rueda al coche, necesitó pocas décadas para pasar del coche a la nave espacial. Ahora los progresos científicos se cuentan por semanas… ¿Hasta dónde vamos a llegar? La ciencia nace de la curiosidad del hombre y de la necesidad subyacente de asumir la responsabilidad de encontrar respuestas a los misterios que nos rodean. Por ello, la ciencia siempre ha sido contraria a la religión cuyo mensaje es tan cómodo como claro: todo tiene su explicación en Dios, el creador. Solo basta con tener fe. Precisamente por este motivo la religión tiene una ventaja que no tiene la ciencia: la de procurar la felicidad del hombre haciendo de su ingenuidad una virtud. El caso Galileo sigue siendo el ejemplo paradigmático de la presunta oposición entre ciencia y religión. En 1609-1610 Galileo realizó los grandes descubrimientos astronómicos que le hicieron famoso, utilizando el telescopio. Habiendo logrado la aceptación papal de Maffeo Barberini para el desarrollo de su postura heliocéntrica, precedida por Copérnico y otros, desarrolla su teoría con vehemencia; otorgando pruebas visibles. Lo que finalmente es desautorizada teológicamente, por el mismo papa y amigo, porque decía que su doctrina era contraria a los pasajes de la Sagrada Escritura.; Y absuelta por Juan Pablo II en la década de los ’90. En la actualidad sabemos que ni la Tierra ni el Sol están quietos ni en el centro del universo, y que sólo podemos observar y medir movimientos relativos de unos cuerpos con respecto a otros, aunque tiene sentido seguir diciendo que la Tierra no está quieta y que gira alrededor del Sol. Hoy en día la búsqueda de la verdad parece oscurecida ya que por una parte, todo el mundo esta de acuerdo con que las ciencias progresan en un modo espectacular (antropología, lógica, ciencias naturales, etc.), pero 1 por otra parte parece muy difícil precisar en qué consiste la verdad científica, porque nada nos asegura si el hombre ha progresado en humanidad. ¿Somos más respetuosos, más solidarios o más reflexivos que los hombres de otros siglos? Aquí las cosas no están tan claras. Siguen las guerras, tenemos armamentos suficientes para destruir varias veces el planeta. La ciencia no lo ha solucionado todo. El progreso técnico empujó al hombre a tener más pero no a ser más. La ciencia le otorga poder al hombre, un poder que se puede volver contra sí mismo (armas nucleares, químicas…). Desde el 6 de agosto de 1945, fue evidente que la ciencia no solo podía resolver problemas sino que también podía crear problemas nuevos mucho más graves que los anteriores como la destrucción atómica. La clonación genética no escapa a ello. ¿Es ético o no clonar seres vivientes para favorecer la vida humana? La bioética surge así como nueva disciplina para tratar de explicar otro “gran problema” de la humanidad racional. Han surgido en el hombre contemporáneo actitudes de difusa desconfianza respecto de los grandes recursos cognoscitivos del ser humano. Se conforman con verdades parciales y provisionales, sin intentar hacer preguntas radicales sobre el sentido y el fundamento último de la vida humana, personal y social. Ha caído la esperanza de poder recibir de la filosofía respuestas definitivas a tales preguntas. Lo más urgente hoy en día es llevar a los hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad y su anhelo de un sentido último y definitivo de la existencia. La filosofía es una disciplina que establece un diálogo indirecto entre la ciencia y la religión ya que la ciencia suscita inevitablemente dilemas filosóficos que la superan, aún en el fundamento epistemológico del método científico y las cuestiones del sentido de la existencia humana o de la ética. Por su parte, los filósofos pueden recurrir a las diversas tradiciones religiosas para dar respuestas adecuadas. Éstas sirven al científico, no para avanzar en sus investigaciones en sentido estricto, sino para ayudarlo a resolver las preguntas que todo ser humano se plantea. Y, sobre todo, las teologías pueden aprovechar a su vez el trabajo filosófico suscitado y fecundado por las ciencias. La filosofía pretende ir más allá de las ciencias y más que ciencia se plantea como una forma de sabiduría. La sabiduría debe ser siempre buscada y nunca es plenamente alcanzada. La filosofía se postula como una rama del saber, una ciencia que pretende decir algo definitivo acerca de lo real. Y es desde esta perspectiva, un dialogo racional de características deductivas, estimulado por la fe y basado en la lógica de sus afirmaciones. Finalmente las ciencias y las religiones son magisterios que imparten conocimientos, que no se invaden unos a otros, pero que no por ello están absolutamente separados. Steven Weinberg, físico estadounidense, dice que “hay una teoría definitiva en la que pueden saberse todas las irregularidades de la naturaleza pero también siempre habrá un misterio sin resolver”. Hay millones de preguntas que quedan sin responder cuando aplicamos solo las leyes de la física y la única manera de librarse de estas preguntas es no formularlas y es allí cuando la religión se hace presente. Pero eso iría en contra de un criterio de racionalidad crítica: uno no ha de cejar en su búsqueda de nuevos argumentos siempre que quede algo que argumentar ¿Cuán necesario es comprender el mundo que nos rodea si ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos? ¿Cuánto tiempo necesitaremos para explicar el capítulo diminuto que en la gran película del universo ocupa la humanidad? La ciencia está obligada a construir caminos para alcanzar la desconocida meta, la religión sutilmente, permitirá o no que ello sea así. Por otro lado, la capacidad argumentativa es la base de la ciencia, y supone autorreflexión, sentido de la evidencia, capacidad de valorar los distintos conocimientos, capacidad de planificar experimentos para contrastar las hipótesis e interpretar los resultados de esos experimentos. Cuando un científico, siguiendo su intuición, se pone a la búsqueda de una explicación lógica y verificable de un fenómeno determinado, confía desde el principio que encontrará una respuesta, y no se detiene ante los fracasos. La religión se manifestará levantando o bajando el pulgar, pero nada podrá hacer para detener la decisión ya tomada. CONCLUSIÓN Carácter innegable le da la verdad a ambos saberes. Teniendo en este sentido común, su estandarte y talón de Aquiles, como una asíntota progresiva que no los deja descansar, y en su horizonte final al hombre a quien sirve. La ciencia busca liberar al hombre del saber subjetivo y hacerles conocer la realidad tal cual es, realidad que no es producto de la mente humana sino que se supone que existe fuera de nosotros, nos ha liberado de las supersticiones y nos ha permitido conocer el mundo. A pesar de los beneficios que brinda la ciencia siempre 2 quedan estas preguntas por hacerse: ¿la ciencia tiene un progreso indefinido? ¿Su método es infalible? ¿Es objetiva? ¿Hace feliz al hombre, confiriéndole sentido a su existencia? La ciencia, como toda actividad humana debe estar orientada por valores éticos. De lo contrario puede llevar a una manipulación del hombre, como en el caso de fecundación artificial, la clonación y la posibilidad de que los embriones conseguidos en los laboratorios sean conservados en secreto, comercializados o sometidos a experimentos. Entonces, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de forma auténticamente científicas en sintonía con los valores morales, nunca será realmente contraria a la fe porque un buen científico en su investigación siempre llega a la hipótesis de Dios porque no puede explicar todo lo que la naturaleza le proporciona. Los científicos con sus investigaciones nos ofrecen un progresivo conocimiento del universo en su conjunto con sus complejas estructuras atómicas y moleculares. El camino realizado por ellos ha alcanzado metas que siguen asombrándonos. El científico es muy consciente de que la verdad, incluso cuando atañe a una realidad limitada del mundo o del hombre, nunca termina, remite a algo que siempre está por encima del objeto inmediato de los estudios, a los interrogantes que abren acceso al Misterio… pero digan lo que digan la ciencia, a pesar de sus errores, es búsqueda de verdad y junto con la fe constituyen las dos alas por la que el espíritu humano se eleva a la contemplación de la verdad. Se trata de una invitación a no tener miedo, a arriesgar un tipo de pensamiento que este a la altura de la dignidad de la persona y de este modo poder formular la ética auténtica que la humanidad necesita con urgencia. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: 9 FERNANDO ONETTO: “Un tiempo para pensar”. 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