Peregrinación a Santuarios de Umbría y Alto Lacio 2. ASÍS Segundo día – Domingo 1 de mayo (II) Santa María de los Ángeles. espués de haber hablado de San Francisco, veamos ahora más detenidamente los lugares visitados en este día. En otro boletín hablaremos de las visitas de este día 1 de mayo, por la tarde. D Basílica de Santa María de los Ángeles La basílica está a muy pocos metros del hotel donde nos alojábamos. Tiene una planta rectangular, dividida en una nave central y dos laterales, flanqueadas por diez capillas Se construyó entre 1569 y 1679 encerrando a una pequeña iglesia del siglo IX, la Porciúncula, el lugar más sagrado para los franciscanos. Fue aquí donde el joven Francisco de Asís encontró su vocación y renunció al mundo para vivir en la pobreza entre los pobres y comenzó el movimiento franciscano. La basílica de Santa María de los Ángeles, junto a otros lugares franciscanos de Asís, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000. Nave con la Porciúncula. Conforme vastas cantidades de peregrinos se acercaban a Asís para recibir el «Perdón de Asís», el pequeño espacio de la Porciúncula fue completamente inadecuado para albergar a todos estos peregrinos. Creció la necesidad de construir una iglesia que incorporara la Porciúncula. Los edificios alrededor del santuario se demolieron por orden del papa Pío V (15661572), excepto la Ermita del Tránsito, la celda en la que había muerto San Francisco. La construcción de la basílica comenzó el 25 de marzo de 1569. Esta majestuosa iglesia, la 7.ª en tamaño de la Cristiandad, fue diseñada en un marcado estilo manierista prefigurando el Barroco por dos famosos arquitectos, Galeazzo Alessi y Vignola. La notable cúpula, que descansa sobre un tambor octogonal con ocho ventanas y cornisas, se acabó en 1667. La construcción de la iglesia finalmente acabó en 1679. Se añadió un campanario en 1684. Se pretendió al principio que tuviera otra torre idéntica, pero nunca se construyó. Santa María de los Angeles, de noche. El 15 de marzo de 1832 la nave central, una parte de una nave lateral y el coro se cayeron durante un violento terremoto. La cúpula evitó la destrucción, pero quedó con una amplia grieta. El ábside y las capillas laterales quedaron en pie. La reconstrucción de la basílica comenzó en 1836 por el arquitecto Luigi Poletti y se acabó en 1840. Remodeló la fachada en un estilo neoclásico. Entre 1924 y 1930 se devolvió a esta fachada su estilo pre-barroco original por Cesare Bazzani. La estatua dorada de la Madonna degli Angeli («Virgen de Santa Maria de los Angeles, procesión el día de llegada. los Ángeles»), obra del escultor Colasanti, se colocó en la parte alta de la fachada en 1930. El 11 de abril de 1909, la iglesia fue alzada por el papa Pío X al rango de «basílica patriarcal y capilla papal». Descripción La basílica tiene una planta rectangular, dividida en una nave central y dos laterales, flanqueadas por diez En la puerta de Santa María de los Angeles. capillas laterales, con un transepto en el extremo, y un largo coro en un ábside semicircular, destacando de la planta. La Porciúncula queda situada directamente debajo de la cúpula. La iglesia tiene 126 metros de largo, 65 de ancho y la cúpula tiene 75 de alto. La nave y los pasillos laterales se reconstruyeron en estilo dórico neoclásico por Luigi Poletti. El ábside alberga un precioso coro de madera, tallado por los hermanos franciscanos a partir de 1689, la cátedra papal, con bajorreliebes de E. Manfrini, y el altar papal. La capilla del tránsito, la celda en la que murió san Francisco, aún se conserva. Está situada bajo el coro, contra las columnas de la derecha de la cúpula. La Porciúncula Interior de la Porciúncula. La chiesetta (iglesita) de Porciúncula (en italiano, «pequeña porción») es el lugar más sagrado para los franciscanos. San Francisco recibió esta pequeña iglesia, datada del siglo IX, de los monjes benedictinos. La iglesia está exquisitamente decorada por artistas de diferentes periodos. Sobre la entrada hay un fresco de Johann Friedrich Overbeck (1829) que representa a San Francisco recibiendo de Cristo y la Virgen la indulgencia, conocida como el «Perdón de Asís». La pared lateral del lado derecho muestra fragmentos de dos frescos de artistas umbros desconocidos. El aus- Capilla del Tránsito. tero interior está decorado en un simple estilo gótico con frescos de los siglos XIV y XV. La obra más destacada es el fresco en seis partes en el ábside de esta pequeña iglesia, pintado por Ilario da Viterbo (1393). En la parte posterior, por encima de la entrada, hay un fresco que representa la Crucifixión de Pietro Perugino. El Tránsito La Capilla del Tránsito —Cappella del Transito— es la pequeña habitación en la que murió san Francisco el 3 de octubre de 1226. Era una pequeña cabaña que servía de primitiva enfermería. Está decorada en el exterior por el fresco del Tránsito obra de Domenico Bruschi (1886). En el interior, sobre el pequeño altar, está la cuerda de San Francisco. Tras el altar, hay una estatua de terracota de San Francisco obra de Andrea della Robbia (h. 1490). Sobre los muros hay un fresco de Giovanni Spagna (1520), representando a los primeros seguidores de San Francisco, con sus nombres encima de cada retrato (Ruffino, Leone, Masseo y Egidio). La cripta Se construyó una nueva cripta detrás del altar entre 1965 y 1970. Durante las excavaciones de encontra- Crucifijo de San Francisco. Con Alberto, en la entrada de Santa María de los Angeles. ron cimientos de las pequeñas cabañas originales, rodeando a la Porciúncula. El altar de la cripta descansa sobre un enorme tronco de árbol con muchas ramas, esculpido por Francesco Prosperi. Tras el altar hay un tabernáculo en bajorrelieve hecho con terracota, obra de Andrea della Robbia, expresando con una extrema delicadeza las emociones de las figuras. La sección superior incluye San Francisco recibiendo los estigmas, la Coronación de María (con los ángeles Escudo de San Francisco. músicos), San Jerónimo el penitente; la inferior muestra la Anunciación, la Natividad y la Adoración de los Magos. La Rosaleda y la Capilla de la Rosa Se entra en la Rosaleda a través de la sacristía. Son los últimos restos del antiguo bosque en el que San Francisco y sus frailes vivieron. Aquí hablaba con las Rosaleda. Estatua de bronce obra de V. Rossignoli (1916). Santuario de Rivotorto. tórtolas, invitándolas a alabar al Señor. Las palomas habían anidado desde tiempos inmemoriales en las manos de la estatua de san Francisco en esta rosaleda. Según la tradición —afirmada por vez primera a finales del siglo XIII— una noche san Francisco, sintiendo la tentación de abandonar este estilo de vida, rodó desnudo entre las espinas de las zarzas en un intento de superar la duda y la tentación. En contacto con su cuerpo, las zarzas se transformaron en rosas silvestres sin espinas. Desde entonces la variedad de Rosa canina assisiensis se ha cultivado en este jardín. Desde la Rosaleda se entra en la Capilla de la Rosa. Era la celda en la que San Francisco descansó y pasó el resto de la noche en oración y penitencia. Aquí encontró también a San Antonio de Padua. Después de su muerte se construyó una capilla en el siglo XIII, ampliada en el XV por San Bernardino de Siena. Fue decorada entre 1506 y 1516 con una serie de frescos de varios pintores, entre los que estaba Tiberio d’Assisi, representando la primitiva comunidad franciscana y los primeros santos de la orden, el milagro de las rosas y la concesión de la indulgencia. fuerza a su animal de carga, insultando a los hermanos. Francisco, que no se apegaba a nada, dejó el lugar donde se habían vivido los tiempos más hermosos del franciscanismo. “San Francisco se recogía con los suyos en un lugar cercano a la ciudad de Asís, llamado Rivotorto. Había allí una choza abandonada; en ella vivían los más valerosos despreciadores de las grandes y lujosas viviendas, y a su resguardo se protegían de los aguaceros, pues, como decía el Santo: “antes se sube al cielo desde una choza que desde un palacio”. Todos sus hijos y hermanos vivían en aquel lugar con su Padre, padeciendo mucho y careciendo de todo, privados muchísimas veces hasta del alivio de un bocado de pan, contentos con los nabos que mendigaban trabajosamente de un lado a otro por la llanura de Asís. Aquel lugar era tan exageradamente reducido, que malamente podían sentarse ni descansar. Con todo, no se oía por eso murmuración o queja alguna; antes bien, con ánimo sereno y espíritu gozoso, conservaban la paciencia”. (Tomás de Celano, Vida Primera, 42) Rivotorto Una choza junto a un riachuelo Fue el lugar donde se vivió la primavera franciscana. Después que San Francisco de Asís consiguió la aprobación del Papa Inocencio III de su regla, regresó a su ciudad natal. Se estableció junto con otros once hermanos en un establo en las afueras de Asís. Desde allí podían visitar a los leprosos, ir a la iglesia y trabajar en Asís. Un día llegó un lugareño metiendo a la Rivotorto —“río con revueltas”— es un riachuelo que nace por debajo del camino de Asís a Panzo, en la falda del Subasio, y desemboca en el Ose, catorce kilómetros más abajo. De los varios arroyos que surcan la llanura asisana es el único que merece ese nombre, por sus retorcidos meandros. A mitad del recorrido, en Llegada a Rivotorto. medio de la llanura, lo cruzaba mediante un puentecillo el antiguo camino de Asís hacia Cannara y Roma, que las inundaciones hacían a veces impracticable. En ese cruce precisamente había un tugurio abandonado, tres paredes de piedra cubiertas de palos y ramas, tal vez refugio y lugar de descanso para campesinos y viandantes que a diario circulaban por allí. Su estado debía de ser lamentable, pues los biógrafos dicen que estaba completamente abandonado y olvidado de todos. Allí se refugió Francisco con sus primeros hermanos y allí permanecieron más de dos años, desde el 16 de abril de 1228 hasta una fecha incierta entre 1210 y principios de 1211, antes de la conversión de Santa Clara. Y ese fue el escenario de algunos episodios importantes, como la llegada de los once primeros compañeros de San Francisco, la redacción de la primera Regla, la reparación de la cercana iglesia de San Pedro de la Espina, fray “mosca”, la visión del carro de fuego, el fraile que se moría de hambre por exceso de ayuno, el paso del emperador Otón camino de Roma, etc. reparado la iglesia antes de tener compañeros. Por eso, al referirse a Francisco moribundo en el palacio del obispo, dice que pidió ser trasladado a Santa María, pues deseaba entregar su alma allí donde “como se ha dicho, conoció claramente por primera vez el camino de la verdad”. Y en la segunda no duda en asegurar que en aquella iglesia “tuvo su origen la Orden de los hermanos menores y en ella, al crecer el número, como en cimiento firme, se levantó su noble edificio”. San Buenaventura, que depende en buena parte de Celano, escribe también que el santo amó con pre- Cuna de la Orden Aunque se suele decir que la cuna de la Orden es Santa María de la Porciúncula, tal afirmación se basa en un error del biógrafo fray Tomás de Celano, que estaba convencido de que el Santo había vivido allí y había Iglesia de Rivotorto. Los tugurios de Rivotorto. ferencia a Santa María , “pues aquí empezó humildemente, aquí progresó en la virtud y aquí terminó felizmente el curso de su vida”. Y en otro momento dirá que “este es el lugar en que San Francisco, por inspiración divina, dió comienzo a la Orden de los hermanos menores”. Y al referirse al traslado de Rivotorto a la Porciúncula, asegura que lo hizo “movido por la gracia divina, con el fin de que allí donde por los méritos de la Madre de Dios tuvo su origen la Orden de los Menores, recibiera también, con su auxilio, un renovado incremento”. Tales afirmaciones, sin embargo, caen por su propio peso, pues del análisis de los hechos contados por ellos mismos y por otros biógrafos y testimonios resulta que Francisco se empezó a interesar por la iglesia de Santa María cuando ya vivía en Rivotorto con sus primeros compañeros y que fueron estos los que empezaron a restaurarla. Dicha restauración, como resulta de un documento de la primera mitad del siglo XIII conservado en el Sacro Convento de Asís, debió de durar hasta el 2 de agosto de 1215, fecha de la nueva consagración de la Porciúncula. Ermita para retiro de frailes santos (siglos XIII-XIV) El tugurio, según una constante tradición y antiguos testimonios documentales, estaba en el lugar que hoy Lugar de oración en los tugurios de Rivotorto. Uno de los tugurios en el interior de la iglesia de Rivotorto. ocupa el convento, santuario y parroquia de San Francisco o Santa María de Rivotorto. Giotto, antes de 1304, lo representó en la basílica superior de Asís dividido en tres cuerpos, tal como se conserva ahora. Eso significa que el edificio actual ya existía a finales del siglo XIII, pero sería un error identificarlo con el tugurio primitivo habitado por Francisco y sus primeros compañeros. Al menos podemos asegurar que las dos habitaciones laterales (una cocina a la izquierda y un dormitorio a la derecha) fueron añadidas con posterioridad, pero no después del siglo XIII. Seguramente fue poco después de la canonización del Santo, cuando cada lugar habitado o visitado por él empezó a ser objeto de devoción y meta de peregrinos. Entonces el tugurio se convirtió en santuario y en ermita. Restos de una cerca de piedra en la esquina del edificio hacen suponer además la existencia de un huerto junto a la casa. Una lápida con inscripción gótica de la primera mitad del siglo XIV recuerda que allí, “junto a Rivotorto”, vivieron el Beato Gil de de Asís, que podría ser el tercer compañero de Francisco, o fray Gil de Capoccio, muerto en 1270, fray Conrado de Offida, que murió en 1306, y un cierto Nicolás de Sebenic, que no hay que confundir con San Nicolás Tavelic de Sebenico, martirizado en Jerusalén en el 1391. Antiguos cronistas del Sacro Convento de Asís aseguran que fr. Nicolás, en el año 1315, figuraba en los libros de administración como “vicario de Rivotorto”, y a él le atribuyen la lápida conmemorativa, que dice así: “Aquí, junto al río sinuoso, el Beato Gil de Asís y fr. Conrado de Offida Piceno descansaron en Dios muchas veces”. Alguien, más tarde, añadió en el margen inferior, en letra más pequeña por falta de espacio: “Igualmente fr. Nicolás de Sebenic, dálmata”. La inscripción apareció mientras se excavaban dentro del tugurio los cimientos para los pilares de la iglesia, entre 1597 y 1600. En una carta del siglo XVII los frailes de la Porciúncula confirman que en el actual santuario, anteriormente, nunca había habido más de un fraile. Esa es la razón por la que el nombre de Rivotorto no aparece nunca entre los conventos franciscanos antes del siglo XVII. Capilla (1455) y después iglesia de Santa María de Rivotorto (s. XVII) El eremitorio quedó abandonado por causa de las continuar guerras, que obligaron a la población asisana Bajando a San Damián. a refugiarse en las ciudades y castillos, hasta que el 12 de junio de 1455, el asisano fray Francisco Saccardino, o Saccardo, franciscano Conventual del Sacro Convento de Asís, obtuvo permiso del vicario general de la diócesis, D. Francisco Vitali, “para edificar una capilla, iglesia o majestad, con altar adecuado para celebrar la Misa, en el condado de Asís, en el paraje llamado Ponticelli (Puentecillo) de Rivotorto”.. Se dice edificar, pero fue, en realidad, una restauración de la ermita y transformación del oratorio (la parte central) en una iglesia dedicada a Santa María. Los archivos notariales asisanos demuestran que los antepasados de Saccardo, aunque vivían en Asís, tenían propiedades en los alrededores del tugurio, al menos desde los tiempos de fray Conrado de Offida y de fr. Nicolás de Sebenic. A Saccardo no le preocupaba tanto la vida eremítica cuanto la restauración y conservación de una reliquia del pasado, en trance de desaparecer, sobre todo después de las catastrófica destrucción de la ciudad trece años antes. Esa misma preocupación la tendrá, 35 años después, el ministro general conventual fray Francisco Sansón de Brescia, al recomendar que “se mantenga la antigua devoción de Rivotorto”. En 1508, el ministro general colocaba en el “convento” de Rivotorto a fray Antonio de Asís. Años más tarde, en 1586, el custodio del Sacro Convento, de quien dependía el lugar, decidió la rehabilitación de la capilla, que había quedado de nuevo abandonada. Pero fue el ministro general conventual fr. Felipe Gesualdi quien emprendió la tarea de construir una iglesia más grande que contuviera al santuario, animado tal vez por lo que se hacía entonces en la cercana Porciúncula. Junto a la iglesia se construyó un conventito de dos plantas, con seis celdas y las dependencias más necesarias. Cuatrocientos años después de San Francisco, Rivotorto volvía a ser habitado de nuevo por una comunidad de frailes. En el año 1654, fray Miguel Ángel Catalano, futuro ministro general, empleó el rico patrimonio familiar heredado en 1647 en ampliar el convento añadiéndole un gran claustro. Una antigua planta de la iglesia, publicada en 1693 por Fr. Carlos Rainiero de Rimini demuestra que la iglesia no tenía otra función que la de proteger de la intemperie la humilde y preciosa reliquia franciscana, puesto que la capilla de Saccardo ocupaba el centro de la nave de la Iglesia, de planta cuadrada. Un devastador terremoto arrasó iglesia y convento en 1854, pero la “majestad” o capilla, de la que algunas viejas fotos muestran su aspecto externo e interno, quedó intacta. Sobre ella, el P. Bernardo Tini levantó la iglesia actual, de estilo neogótico. En 1925–1926 se eliminó de las paredes el revestimiento que las cubría, dejando al descubierto los muros de piedra del primitivo tugurio y ermita. Hoy este santuario, tan importante para la historia franciscana, es uno de los menos visitados de Asís, a Caminando hacia San Damián. En San Damián. Claustro de San Damián. pesar de que los documentos y la tradición demuestran claramente que en este humilde lugar nació la Orden de los hermanos Menores y dió sus primeros pasos, en la mayor sencillez, humildad y pobreza. Iglesia de San Damián “La primera obra que emprendió San Francisco al sentirse libre de la mano de su padre carnal fue la construcción de una casa al Señor; pero no pretende edificar una nueva: repara la antigua, remoza la vieja. No arranca el cimiento, sino que edifica sobre él, dejando siempre, sin advertirlo, tal prerrogativa para Cristo... Habiendo regresado al lugar donde, según se ha dicho, fue construida antiguamente la iglesia de San Damián, la restauró con sumo interés, en poco tiempo, ayudado por la gracia del Altísimo. Este es el lugar bendito y santo en el que felizmente nació la gloriosa Religión y la eminentísima Orden de señoras pobres y santas vírgenes por obra de San Francisco, unos seis años después de su conversión”. (Tomás de Celano, Vida primera, 18). Francisco, repara mi Iglesia San Damián, a un kilómetro apenas de Asís, por debajo de Santa Clara, a mitad de la bajada hacia la llanura y rodeado de olivares, es uno de los lugares más sugestivos, importantes y llenos de recuerdos de los orígenes franciscanos. Fue aquí donde Cristo crucificado invitó a Francisco a “reparar la Iglesia, que amenaza ruina”, al comienzo de su conversión. Aunque ahora el famoso crucifijo de San Damián, el más conocido y reproducido en nuestro tiempo, desde el siglo XIII se conserva en la Basílica de Santa Clara. San Francisco tardó dos años en reparar la iglesia (1206-1208), antes de irse a vivir con sus primeros compañeros al tugurio de Rivotorto (12081210). Hacia el otoño de 1211, unos meses después de su conversión, santa Clara de Asís y sus primeras compañeras —entre ellas su propia hermana, Santa Inés de Asís— se trasladaron a San Damián, y aquí fundaron el monasterio de Santa María de San Damián, el primero de la Orden de las Hermanas Clarisas. Composición del Cántico del hermano Sol Al volver del monte de la Verna, con los estigmas de la Pasión de Cristo en sus carnes, Francisco permaneció en San Damián casi dos meses, en la primavera de 1225, en espera de trasladarse a Rieti para una operación ocular. Sin embargo no pudo ver a Clara, pues ambos estaban entonces muy enfermos, y el santo residía fuera de la clausura, con los frailes que se ocupaban de las necesidades de las hermanas, en una Un rincón de San Damián. habitación a la derecha de la entrada de la iglesia. Era, probablemente, la misma donde estuvo viviendo con messer Pedro, el cura de San Damián, después de su conversión. Fue allí donde compuso el famoso Cántico del Hermano Sol, o de las Criaturas, en medio de una gran tribulación por causa de sus enfermedades, y sin poder soportar la luz por una grave infección ocular. En San Damián. Cuna de la Orden de las Clarisas Al día siguiente de su muerte, el 4 de octubre de 1226, los restos mortales del Santo fueron trasladados a Asís, pasando por San Damián, así Santa Clara y sus hermanas pudieron darle el último adiós y, de paso, fueron testigos del prodigio de los estigmas, que pudieron ver y besar, ya que, para la ocasión, se quitó la reja Un momento de descanso. de la clausura, la misma que se conserva ahora, como reliquia, en el monasterio de Santa Clara. La fundadora de las Clarisas vivió en San Damián 42 años. El lugar, por tanto, fue escenario de la mayor parte de su vida. Aquí rezó, sufrió, se mortificó, practicó la caridad con las hermanas, gozó de las visitas de San Francisco y de los papas Gregorio IX e Inocencio IV, que le aprobó la Regla y presidió sus funerales. Aquí también tuvo ocasión de experimentar repetidas veces la gracia del Señor, como aquella visión de la Pasión del Señor un viernes santo, o aquella otra que le permitió seguir desde su lecho, donde yacía enferma unos meses antes de su muerte, la Misa de Nochebuena de la Basílica de San Francisco, motivo por el cual es ahora patrona de la televisión. Su intercesión fue eficaz para muchas personas y, sobre todo, para la entera ciudad de Asís, a la que libró en dos ocasiones de las tropas sarracenas enviadas por el emperador a conquistarla. Los asisanos aún lo recuerdan agradecidos y cada año, en el mes de junio, bajan al santuario, con las autoridades al frente, a celebrar la fiesta del Voto. Clara murió en San Damián el 11 de agosto de 1253, a los 60 años de edad. Su cuerpo fue llevado enseguida a la iglesia de San Jorge, donde había estado el de San Francisco antes de ser trasladado a su Basílica. Poco después, por orden del Papa, la iglesia fue demolida y transformada en Basílica y monasterio de Santa Clara. A cambio de dicha iglesia, las clarisas entregaron a los canónigos de San Rufino, sus legítimos propietarios, la iglesia de San Damián. Un convento franciscano Poco más tarde, a finales del s. XIII o principios del XIV, el ex-monasterio de damianitas se convirtió en un convento franciscano dependiente del Sacro Convento de Asís. Por último, en el siglo XV fue cedido a los frailes de la Observancia, y fue entonces cuando se construyeron el claustro, el pórtico de entrada, el rosetón y otras partes del convento, que dan al conjunto su aspecto actual. Desde el punto de vista artístico, hay que destacar unos frescos de Tiberio de Asís, discípulo del Perugino en el claustro y, en la iglesia, la Virgen con el Niño del ábside, del siglo XII, algunos frescos del s. XIV que recuerdan la conversión de San Francisco y el conflicto con el padre, y un Cristo crucificado en talla de madera. Eremitorio de las Cárceles En un plano del Eremitorio de las Cárceles podrían señalarse los siguientes enclaves: Pequeño claustro colgado en el aire, que da a la iglesia del siglo XIV y al refectorio, y desde el que se domina el valle. Iglesia del s. XIV, que da acceso a la capillita de Santa María, del siglo XIII. Coro de los frailes. Pasadizo hacia la gruta de San Francisco y la misma gruta. Frescos. Puente que conduce a las grutas de los compañeros de San Francisco. Capillita en la que está sepultado Bernabé Manassei. Corredor. Refectorio. Bajada a las cuevas, en Las Cárceles. El yermo de las Cárceles es un antiguo eremitorio en el monte Subasio, a cinco kilómetros de Asís y a ochocientos metros de altura, en el centro de un verde bosque. Es un santuario que ha crecido a lo largo de los siglos en torno a la gruta de San Francisco y a la capillita de Santa María, del tiempo del Santo. Aquí se retiraba Francisco de cuando en cuando para dedicarse a la contemplación y en períodos de más intensa oración junto con sus primeros seguidores. Junto a la iglesia del siglo XIV que se asoma al minúsculo claustro pensil, está el pequeñísimo Oratorio dedicado a Santa María en el que el Santo se reunía con sus compañeros para la oración en común. Contiguo a ambas iglesitas está el coro antiguo de los frailes, como también el refectorio excavado en parte en la roca. Por encima de éste hay un pequeño corredor con las celdas de los frailes, que se agarra al monte y que expresa bastante bien en su desnuda e intacta simplicidad aquel espíritu de pobreza que, unido a la vida ejemplarísima de Francisco, ha continuado floreciendo en la Orden minorítica. Por un estrecho pasillo se sube a la gruta de Francisco excavada en la roca. Más adelante un puente conduce al bosque donde pueden verse todavía las grutas de Fr. León y de otros compañeros del Santo. Imagen de San Francisco, en la roca. En Las Cárceles. El Santuario del Eremitorio de las Cárceles está en la montaña en las cercanías de Asís. El edificio anclado en la roca del monte, ha sido ampliado a lo largo de los siglos, con la fantástica inventiva y creatividad de los pobres. El conventito emerge entre la masa de verdor intenso del bosque y el perfume de las plantas, como un nido de águilas que se abre hacia el valle laborioso, con una arquitectura espléndida por su sobriedad y sencillez de líneas, engarzado suavemente en la naturaleza al servicio del espíritu y de la vida. El nombre de «Cárceles» le viene de los hórridos tugurios, semejantes a cárceles, en los que un tiempo los ermitaños y después Francisco y los suyos llevaban una vida austera, como segregados del mundo. Este lugar venerable y sagrado, de infinita belleza, nos hace descubrir lo inclinado que era el Santo, por naturaleza, a la oración intensa, a la soledad y al espíritu de contemplación. «Se encarceló», dicen de Francisco los testigos más antiguos de la Orden. Cuando Francisco llegó aquí por primera vez sólo había cuevas naturales en el corazón del espeso bosque. Estas han impuesto su gusto y el estilo arquitectónico a las construcciones, respetadas con veneración a lo largo de los siglos. El Eremitorio en este pliegue de la roca nos hace descubrir de modo excepcional la creación, la naturaleza, las obras de Dios como revelación de su amor. Francisco vibraba de alegría contemplando la naturaleza, con los ojos sumergidos en el verdor y la mente absorta en Dios; aquí y en la dulcísima campiña umbriana contemplaba las maravillas del Señor; y le gustaba meterse entre las rocas hablando con gozo a las alondras y a todos los animales. Sobre el antiguo Eremitorio, San Bernardino de Siena (siglo XV) hizo construir un minúsculo convento, una obra maestra de sencillez franciscana y de perfecta armonía. Desde esta terraza la vista se extiende ansiosa por el bosque increíblemente verde a la búsqueda de las cuevas de los primeros discípulos del Santo y de todos aquellos hombres que han subido aquí arriba, a esta soledad llena de Dios y rica de gran silencio. Centenares de frailes a lo largo de los ocho siglos de historia franciscana se han detenido aquí para Otra perspectiva de Las Cárceles. hacer acopio de energía, gracia y luz para llevar a cabo una inmensa empresa: transformar el mundo con la levadura revolucionaria del Evangelio y de la pobreza, para ser dadores generosos de riquezas espirituales a todos. Helos aquí... nos parece verlos aún, recogidos en oración en la semioscuridad de sus humildes grutas entre el verde de las hayas y el lucir límpido de las carrascas, en este mar de silencio profundo, roto únicamente por el respirar de la naturaleza. En el claustrillo pensil, está el pozo de S. Francisco; al lado está el refectorio excavado también en la roca. Éste también parece expresar materialmente la alegría de poder compartirlo todo con los frailes y parece señalar la inefable presencia de Dios entre cuantos se reúnen en su nombre. Aquí pobreza, mortificación, fortaleza y oración parecen tomar cuerpo y hacerse visibles. Doquiera que Francisco podía conseguir una pequeña iglesia para orar, el Santo la quería al estilo de la Porciúncula y siempre dedicada a la «Madre de toda bondad». Junto a la iglesita hay un pequeño coro en el que los frailes podían salmodiar leyendo en el único breviario que tenían y permanecer en silencio pensando en Dios y amándolo. ¡Esta es la gruta del Santo! Verdaderamente Francisco había puesto su nido en la roca y casi prisionero en este hueco de piedra se sumergía cada vez más profundamente en la meditación de la pasión de su Señor y, mientras sus manos se agarraban a la roca, se hacía más fuerte el recuerdo de la muerte de Cristo. Para Francisco la piedra es Cristo y él recordaba cómo las piedras se partieron a la muerte del Señor. Por la noche, quebrantado por las penitencias y los ayunos se tendía sobre la desnuda piedra. Aislada junto al convento está la Capillita de la Magdalena, el oratorio que guarda los restos del B. Bernabé Manassei de Terni, muerto en 1477, que se supone fue el primero que ideó los Montes de Piedad para hacer frente a la difusión de la usura. Un puente une el Eremitorio con la otra parte del bosque. Aquí la mirada se detiene sobre el secular acebo y parece escuchar de nuevo las palabras del Santo lleno de amor hacia los pájaros: «Hermanos míos alados, debéis alabar mucho a vuestro Creador y amarlo siempre, porque os dio las plumas para vestiros y las alas para volar... os hizo nobles entre las otras criaturas Patio en el Eremitorio de Las Cárceles. y os concedió vivir en la limpidez del aire... vosotros no sembráis ni segáis, y, sin embargo, él os protege y os gobierna sin solicitud alguna por vuestra parte». Y ellos daban signos de alegría extendiendo el cuello y alargando las alas... después los bendijo dándoles licencia para que se fueran. La garganta de esta montaña no es cerrada; dos inmensas aristas se abren hacia la llanura umbriana. Parecen extenderse como dos brazos poderosos para abrazar al mundo, como Francisco y los suyos que, vigorizados en el espíritu, bajaban entre los hermanos para anunciarles a todos el amor, la ternura y la misericordia de Dios. Pero lo más importante de Las Cárceles es, quizás, el bosque y las grutas, los cuales escapan a cualquier descripción válida. Allí es necesario ir personalmente para mirar y admirar asombrados dónde y cómo vivieron los primeros hermanos franciscanos. Acontecimientos relacionados con el Eremitorio l Francisco quería que los hermanos viviesen no sólo en las ciudades sino también en los eremitorios (2 Cel 71). l A Francisco le asaltó una angustiosa duda sobre si debía entregarse del todo al ejercicio de la oración o ir a predicar por el mundo. Como no acertaba a ver con claridad cuál de las dos alternativas debería elegir, llamó a dos de sus compañeros y los envió al hermano Silvestre, que a la sazón se encontraba en un monte cercano a la ciudad de Asís (parece referirse al eremitorio de Las Cárceles) consagrado de continuo a la oración, y a la santa virgen Clara, para que les encarecieran que averiguasen la voluntad del Señor sobre el particular (LM 12,1-2; Flor 16). l Como lugar para la oración y la contemplación, conviene recordar aquí en Las Cárceles la Regla para los Eremitorios, compuesta por Francisco con base en una experiencia que, al parecer, se originó en España (2 Cel 17. 178; RegEr). l La tentación de fray Rufino, poéticamente contada por las Florecillas, tiene lugar «en un bosque» del monte Subasio (Flor 29). l Francisco, enfermo y casi ciego, va en busca de la consolación de fray Bernardo, quien se encontraba en un bosque orando. Se presume que este bosque era el de Las Cárceles (Flor 3). l