LA FUNCIÓN SIMBÓLICA GÉNESIS DEL

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LA FUNCIÓN SIMBÓLICA GÉNESIS DEL DESARROLLO CULTURAL
Un análisis a las formas de conocimiento a partir de la definición de Ernst Cassirer,
...el hombre es un animal simbólico
Solo el hombre, eslabón intermedio entre el mundo animal y el mundo divino, tiene la facultad
de establecer la diferencia entre lo real y lo posible. Esta diferencia se construye gracias a la
naturaleza simbólica de la conciencia. No se trata de una diferencia metafísica, sino
epistemológica. Aquí, se pone el acento en el proceso de conocimiento, es decir en cómo se
conoce, antes que en el contenido del objeto de conocimiento...
I.- INTRODUCCIÓN
El lenguaje articulado es una característica específica que diferencia al Homo sapiens de
otras especies. Mediante él, el hombre es capaz de interpretar, explicar y ordenar la realidad
en un conjunto de imágenes y símbolos. Es decir, el sujeto transforma la realidad concreta
en un conjunto de representaciones abstractas, los símbolos, que le permiten construir un
sistema de comunicación entre hombres, entre culturas, entre el sujeto y sus dioses, entre
individuo y naturaleza. En suma, gracias a la capacidad de simbolizar el hombre conoce y
transforma el mundo en el que vive.
En la historia de la humanidad el problema del lenguaje ha sido tratado desde diferentes
perspectivas y por diversos autores. En este trabajo realizaremos un análisis a la Filosofía de
las formas simbólicas de Ernst Cassirer, donde se realiza un análisis a las diferentes formas
de expresión de la conciencia. El filósofo, renuncia a todo contenido metafísico y extiende la
Crítica de la razón pura de Kant a una crítica de la cultura o, lo que es lo mismo, del lenguaje.
De esta manera, para el autor lenguaje y conocimiento se construyen a partir de la
experiencia humana traducida en la construcción de las diferentes formas simbólicas entre
ellas: el mito, el lenguaje y la ciencia.
1
Desde esta perspectiva, el conocimiento ontológico1, del ser de los objetos, se extiende a
toda forma de expresión cultural. Así, en toda forma simbólica subyace la posibilidad de
realizar un análisis al Ser de los objetos. Este análisis determina la posibilidad de existencia
de todo fenómeno cultural; cuyo punto de partida, se inicia con la relación entre mito y
lenguaje misma que trasciende explicaciones lógico teóricas. Es decir que en toda
interpretación o explicación de la realidad subyace una interpretación lógico – teórica del
proceso de conocimiento.
Como resultado del análisis ontológico de la realidad, de la cultura, del sujeto se establece un
sistema tripartito y circular entre mito – lenguaje – logos. Se trata de un sistema de relaciones
interdependientes. Donde, por una parte, en lugar de buscar condiciones de existencia
particulares se busca identificar la acción particular de cada una de estas formas de
expresión de la conciencia. Por otra parte, busca aclarar de qué modo se complementan y se
condicionan mutuamente. De esta manera, la conciencia es el médium entre realidad y
lenguaje, entre lenguaje y mito, entre lenguaje y logos. Se trata de un saber objetivo2 antes
que metafísico. Así, la filosofía se presenta como el instrumento aglutinador de las diferentes
formas de expresión de la conciencia, se presenta como un metalenguaje, como el lenguaje
1
Ontología: Según su etimología griega, ciencia del ser, es decir, la ciencia del ente en cuanto tal,
disciplina fundamental de la metafísica en general. En cuanto a la materia (...) La ontología contempla
el ente (lo óntico) no bajo un aspecto determinado (por ejemplo bajo el de su utilizabilidad técnica),
sino enfocándolo en sí mismo, en cuanto tal, en su entidad, es decir, bajo el horizonte más extenso y
universal del ser. (...) La ontología es pura contemplación que se basta a sí misma, es teoría en el
sentido más auténtico. (...) La ontología pregunta por los primeros principios del ente (...) por su
posibilidad y su realidad. (...)
Kant sustituye la ontología por la filosofía trascendental: la
ciencia de las condiciones de la posible objetividad de los objetivos viene a ocupar el puesto de la
doctrina de la entidad de todo lo que es. [Breve diccionario de filosofía, Max Müller, Alois Halder.
Ed. Herder 1976]
2
Objetividad: En contextos generales de teoría del conocimiento, la objetividad se refiere sobre todo
al hecho de disponer de razones comprobables y discutibles por todos, en las que se apoya una creencia
que se considera verdadera; en filosofía de la ciencia, la objetividad es, junto con la racionalidad y
el carácter metódico, una de las principales características de la ciencia o del conocimiento
científico.
Expresa el ideal de la investigación científica, en tanto reconocimiento público de los
hechos como científicos llevado a cabo por la comunidad científica. En este caso, se entiende como
predominio del conocimiento del objeto o de la realidad, más allá de todo prejuicio o interés
particular. En filosofía de la ciencia, ya que se reconoce la imposibilidad de acceder al objeto sin la
mediación de la teoría o de algún tipo de interpretación, la objetividad se hace equivaler a la
intersubjetividad, no exenta de cierta acusación de relativismo...
[En, Diccionario de filosofía en
CD-ROM. 1996. ed Herder S.A., Barcelona. Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu].
Según Kant, “...la objetividad no es un estado de cosas primigenio y no susceptible ya de seguir
siendo desintegrado, sino que es un problema originario de la razón (...) asignamos el atributo de la
objetividad a una determinada combinación de contenidos, la consideramos como expresión del ser cuando
tenemos razones para suponer que la forma que esta combinación adopta no es simplemente una forma
fortuita y caprichosa, sino una forma necesaria y de validez general.” [En Cassirer, E. Kant Vida y
doctrina pg. 177]
2
de los lenguajes, como el discurso de los discursos, como una interpretación totalizadora de
la realidad, como la filosofía de las formas simbólicas.
Nuestro autor define las formas simbólicas como resultado de un proceso de conocimiento y
transformación de la realidad en la conciencia. Donde se relacionan impresiones sensibles y
pensamiento puro (para el caso de la ciencia) por una parte, y por la otra, se relacionan las
impresiones sensibles con el carácter emotivo y volitivo del sujeto (para el caso del mito). Es
decir, que la representación o imagen del objeto no es algo que se imprime en la conciencia,
más al contrario se trata de una construcción proceso de reflexión y evaluación de las
impresiones sensibles. En ambos casos el lenguaje se presenta como el eje articulador de la
relación, del proceso de transformación. El lenguaje es el punto de articulación entre mito y
logos.
Toda vez que la realidad se construye a partir de la relación sujeto - objeto. Es posible
advertir que la función de las formas simbólicas no consiste en trasladar el mundo exterior al
mundo interior, o proyectar el mundo interior hacia fuera, más al contrario se trata de
construir una explicación de la realidad. De esta manera, se construye una realidad simbólica
en la que se inscriben tanto sujeto como objeto de conocimiento. Se trata de una red de
significaciones que forman parte de un movimiento dialéctico en el que se construye un
universo cultural, artificial y simbólico que permite al sujeto conocer e interactuar con los
fenómenos naturales, con el cosmos, con sus dioses, consigo mismo. Consiguientemente, la
naturaleza de las formas simbólicas expresa una constante acción reflexiva y activa sobre la
realidad, ellas forman parte de un proceso inacabado de separación y aproximación entre lo
exterior y lo interior se trata de una construcción autónoma de la conciencia caracterizada por
la ausencia de límites preexistentes entre conciencia y realidad. La ulterior delimitación entre
sujeto y objeto de conocimiento se produce por medio del proceso de objetivación que
consiste en separar el objeto de la realidad e inscribirlo en una nueva realidad, en una
realidad simbólica.
II. LA FUNCIÓN SIMBÓLICA DEL LENGUAJE
En el contexto general de La filosofía de las formas simbólicas el lenguaje articulado es el
punto de articulación entre el pre-lenguaje mítico, concreto y presentativo, y el pos-lenguaje
científico, abstracto, representativo, vacío y puramente significativo. De esta manera, la
3
función del lenguaje es particular y general a la vez, en sí mismo sirve para todo, no tiene un
destino especial o particular en el campo del conocimiento. Mediante él, es posible expresar
emociones, necesidades básicas o las más altas teorías que explican la realidad. Se
presenta como el instrumento que hace posible el paso del mito al logos, es en él y a través
de él que se realiza el tránsito de lo abstracto a lo concreto, de lo puramente mítico a lo
estrictamente científico. Entre mito y logos se crea un interlenguaje que forma parte
constitutiva de ambas formas de pensamiento, sin embargo, no pertenece ni se identifica con
ninguno. Es mito-lógico.
La configuración de las formas simbólicas, forma parte de un proceso evolutivo en el que el
homo sapiens se separa de sus parientes más cercanos, los monos. La característica
esencial que permite la transformación del primate en un animal simbólico radica en la
construcción y desarrollo del lenguaje articulado. De esta manera la construcción de
imágenes y símbolos a la vez que separan al hombre de su naturaleza animal, se constituyen
en el eje articulador entre el sistema receptor y el sistema efector. Es decir, que entre causa
y efecto, entre estímulo y respuesta, existe un proceso reflexivo producido por el símbolo.
Por tanto, el lenguaje se presenta
“... como eslabón intermedio [de] algo que podemos señalar como sistema simbólico.
Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los
demás animales el hombre no solo vive en una realidad más amplia sino, por decirlo
así, en una nueva dimensión de la realidad. Existe una diferencia innegable entre las
reacciones orgánicas y las respuestas humanas. En el caso primero, una respuesta
directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es
demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de
pensamiento. [...] ...El hombre ... ya no vive solamente en un puro universo físico, sino
en universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de
este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre
complicada de la especie humana. [...]. El hombre no puede ya enfrentarse con la
realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara ...”
[Cassirer, 1945, p. 47. El subrayado es nuestro]
Por tanto , es posible afirmar que el lenguaje simbólico se presenta como algo añadido al
sujeto, como algo externo a la naturaleza, como un elemento artificial que niega, transforma
el origen animal del hombre. En efecto, el lenguaje simbólico modifica tanto la conducta
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como, aquello que llamamos, conciencia. Toda vez que la función simbólica del lenguaje se
construye en la conciencia y desarrolla el intelecto mediante la construcción de imágenes
abstractas de la realidad, se establecen diferencias entre mito y ciencia, entre conocimiento
concreto y conocimiento abstracto, entre símbolo y signo, entre lo general y lo particular, etc.
Así, hombre se constituye dentro de una realidad simbólica que a la vez que le separa del
mundo de las impresiones sensibles, propias del reino animal, es atrapado en un mundo de
imágenes y símbolos que forman parte de su autodeterminación. De esta manera, toda vez
que el hombre se enfrenta a la posibilidad de ampliar su universo simbólico, sufre
modificaciones en su pensar, su sentir, su actuar.
La diferencia entre lenguaje emotivo y conceptual, entre signo (señal) y símbolo, entre
conocimiento concreto y abstracto marca la diferencia entre el mundo humano y el mundo
animal.
“Señales y símbolos corresponden a dos universos diferentes (...) una señal es una
parte del mundo físico del ser; un símbolo es una parte del mundo humano del
sentido. Las señales son operadores; los símbolos designadores. Las señales (...),
poseen (...), una especie de ser físico o sustancial; los símbolos poseen únicamente
un valor funcional.” [Cassirer, 1945, p. 57. El subrayado es nuestro]
Un signo o señal es un estímulo, modifica la conducta del hombre y del resto de los
animales; estímulo que puede ser natural o artificial. Es natural cuando vemos en el horizonte
la amenaza de lluvia, ante este signo hombres y animales modifican su comportamiento. Es
artificial cuando existe la intención de comunicar algo, sin embargo esta intención puede ser
consciente o inconsciente. Es conciente cuando el que emite la señal busca una respuesta
de su receptor, como por ejemplo las señales del tránsito que previenen, alertan al conductor
en la carretera. Es inconsciente cuando el investigador recoge los indicios –señales- dejadas
por un ladrón. De esta manera un signo o señal es la expresión de lo particular, su expresión
se relaciona de un modo único y fijo con la cosa a la que se refiere. Su aplicación trasciende
todo el reino animal; claro está, con sus respectivas restricciones...
A diferencia del mundo animal, la naturaleza humana se activa y progresa a partir de la
constante creación y renovación de imágenes y símbolos que desarrollan en el hombre tanto
la inteligencia como la imaginación simbólica. Una vez que se activa la función simbólica, el
5
hombre ingresa en un constante proceso de aprendizaje y construcción simbólica que
determina la vida del sujeto, e inician el proceso de construcción y desarrollo cultural. De esta
manera, el hombre nace vive, se desarrolla y muere en el lenguaje. Se trata de un acto de
creación que a la vez que produce satisfacción produce frustración porque el hombre se
vuelve presa de su propia creación. Es decir, mediante el lenguaje el hombre se ve envuelto
en un sistema de normas y leyes que determinan su desarrollo particular y cultural. En última
instancia el animal simbólico esta sujeto a un sistema de señales, signos, símbolos e
imágenes, en una palabra está sujeto al lenguaje.
Toda construcción simbólica es una construcción cultural. Por lo tanto, la cultura se expresa
por medio de un conjunto o más bien mediante un sistema de símbolos. Así, en toda
construcción simbólica/ cultural lo importante es observar como se relaciona el objeto con el
símbolo que le representa. Aquí, no importa el material con el que se construye el símbolo,
sino el sistema de relaciones que establece con la realidad, es decir cómo se explican las
diferentes manifestaciones de la realidad social, natural y/o cultural. Se trata de encontrar el
significado y sentido que, en última instancia determinan el carácter específico de la cultura,
del signo, así como su valor intelectual o moral.
El símbolo es un instrumento de conocimiento por doble partida, toda vez que es a través de
la cultura, de las construcciones simbólicas, es posible conocer la naturaleza interna del
sujeto. De esta manera, toda construcción simbólica trasciende la naturaleza tanto del sujeto,
como del objeto al que representa. Por otra parte, las construcciones simbólicas forman parte
de la identidad cultural, mediante ellas, la cultura expresa su carácter particular y específico.
Así cada cultura desarrolla para sí un sistema de imágenes y símbolos con los que se
identifica, a la vez que establece un diálogo entre culturas, aspecto este último que expresa
el carácter universal, variable y particular de la capacidad del sujeto de crear símbolos. Así,
toda construcción simbólica forma parte del patrimonio de una cultura, de una época histórica
o de la humanidad en su conjunto. Por medio del símbolo se imprimen en el sujeto
características morales, éticas, políticas, religiosas, etc., que en su conjunto determinan la
identidad de un pueblo, de una cultura.
“Una de las mayores prerrogativas del simbolismo humano es la aplicabilidad
universal, (...) Un símbolo humano no se caracteriza por su uniformidad sino por su
variabilidad. No es rígido o inflexible sino móvil.” [Ibid, p. 63]
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Desde épocas pretéritas a la fecha, la función simbólica del lenguaje, en tanto que facultad
universal del sujeto, determina el carácter particular en la cultura. Aunque resulta difícil
establecer su origen cronológico; es un hecho que su origen esta íntimamente relacionado a
las construcciones míticas que explican ordenan e interpretan la realidad. Así el lenguaje
articulado “la palabra mágica” permite el acceso al mundo humano y cultural. Mediante el
símbolo el hombre supera la dependencia sensible del signo.
Toda construcción simbólica es un proceso reflexivo sobre la realidad. Reflexión que se
produce dentro de la relación entre estímulo y respuesta, se trata del acto reflexivo sobre el
proceso de acción y reacción, Mediante este proceso construye un sistema de relaciones
que, -aunque de manera inconsciente como es el caso del mito-, desarrollan la capacidad de
simbolizar. Toda mirada reflexiva sobre la realidad permite separar, abstraer aquellas
características que se repiten constantemente y representarlas mediante un conjunto de
imágenes y símbolos, mediante la construcción de unidades de conocimiento mediante la
construcción de conceptos y mitos que explican la realidad. Se tarta del primer paso en el
proceso de conocimiento que permite clasificar los objetos de acuerdo a características
comunes y diferenciales.
Todo símbolo constituido por el sujeto y la cultura forma parte de una compleja red de
relaciones entre imágenes y símbolos, entre el mundo de las impresiones sensibles y el
mundo de las representaciones abstractas. En última instancia, este sistema de relaciones
determina la eficacia y función del pensamiento simbólico. De esta manera, a la vez que el
símbolo crea nuevas realidades, nuevas formas de interpretación de la realidad; éste
adquiere significación y sentido de acuerdo a la realidad en que se inscribe.
Entre mito y lenguaje existe una relación de interdependencia, ambas formas de expresión
se determinan y evolucionan mutuamente. Es difícil establecer en que momento se separan y
en que momento se complementan, puesto que cada vez que observamos el desarrollo de la
cultura encontramos que su constructor, el hombre, esta dotado simultáneamente de la
función simbólica así como de la función mitopoyética. La relación de estas facultades
esencialmente humanas permite ordenar y explicar el caos de las impresiones sensibles, a la
vez que en toda explicación particular de la realidad encontramos el sello particular, la
cualidad específica que diferencia a una cultura de otra.
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Los primeros estadios de explicación mítica de la realidad se caracterizan por el tipo de
relación que se establece entre imagen y objeto. Se trata de la primera función del lenguaje
que transforma e identifica la imagen con el objeto. Se inicia así el principio mítico de magia
por analogía donde todo cambio que ocurre en la imagen ocurre también al objeto. Esta
característica de identidad entre imagen y objeto permite observar que la conciencia mítica
desconoce el mundo de las representaciones abstractas, o mejor se desconoce a sí misma;
porque muy a pesar de que ella vive y se desarrolla en un mundo de representaciones
abstractas renuncia a ellas y se identifica con un mundo de representaciones concretas.
Es el caso del rito, en él observamos el acto de representación de un hecho presente que
nos remonta al pasado, que establece un sistema de comunicación entre el hombre y sus
dioses, así como la inauguración y renovación del tiempo. Esta forma de representación
abstracta e ideal busca transformar la naturaleza, en esta búsqueda el mitante identifica
plenamente la relación entre imagen y objeto, esto es entre eficacia del acto ritual y
transformación de la realidad. Así en toda acción ritual que busca modificar la conducta del
sujeto o la acción de la naturaleza se deben seguir cuidadosamente los pasos suficientes y
necesarios que permiten establecer un sistema de comunicación con su universo míticodivino. Mediante el rito la conciencia mítica establece una relación directa, verdadera,
concreta entre el hombre y sus dioses, entre hombre y naturaleza. Así el culto es un
instrumento que transforma y domina la naturaleza, se trata de un proceso físico y espiritual
que transforma la conciencia del sujeto, a la vez que modifica la relación espiritual del
hombre con sus dioses, con la naturaleza. De esta manera, mediante el rito se modifican las
condiciones físicas y espirituales de su entorno, es decir que tanto el hombre como la
naturaleza comparten el mismo espacio espiritual, ambos tienen forman parte de una unidad
indivisa en la que se complementan mutuamente.
La relación entre imagen y objeto, entre el todo y la parte trasciende todas las esferas de la
conciencia mítica. Es decir, mediante la relación de identidad, imagen – objeto se establece
un diálogo entre hombre y naturaleza, así la idea de hombre se construye en comunión con
su entorno, con el cosmos, con la naturaleza. Entre hombre y naturaleza existe una relación
de mutua complementariedad, entre ambos se establece un diálogo físico y espiritual. De
esta manera se establece un sistema de comunicación entre hombre y naturaleza, entre el
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hombre y divinidad, entre presente y pasado; relación que se traduce en un mundo de
representaciones concretas, de imágenes y símbolos que actúan sobre el sujeto y
determinan tanto sus actos como la vida en general.
En este mundo de ritos e imágenes propios de la conciencia mítica, la característica esencial
es la relación de identidad que se establece entre imagen y objeto. Aquí están presentes las
diferentes formas de representación plástica expresadas en caretas, danzas, vestidos, etc.,
así como también la representación espiritual de la naturaleza expresada en elementos como
la tierra, el incienso, el fuego, etc. Todos estos elementos representan, se identifican con una
parte de la realidad, con una parte del ser, es más son el ser, son la divinidad real y operante
que transforma la realidad. Mediante esta relación de identidad entre imagen y objeto todo
acto de transformación y explicación de la realidad sucede en la conciencia gracias a un
proceso reflexivo que actúa sobre las impresiones sensibles, sobre la realidad empírica y las
transforma en potencia lógica, en lenguaje. Así las impresiones sensibles devienen en
representaciones abstractas que para la conciencia mítica contienen la esencia del objeto, de
ahí que pueda practicarse la magia por analogía. Sin embargo, esta relación de identidad
entre imagen y objeto que ocurre en la conciencia se despliega hacia fuera y transforma
concretamente las costumbres de una cultura, determina un sistema de normas y leyes
sociales, políticas, religiosas, económicas, etc.
La palabra mágica, el lenguaje, es un instrumento de conocimiento que transforma la
conciencia como la realidad en que vive y se desarrolla el sujeto. Esta característica propia
de las formas simbólicas es mediata antes que inmediata, es decir resulta de un proceso de
reflexión en la conciencia. Así toda forma de expresión de la conciencia transforma, encubre
la realidad del objeto e impide aquello que quisiéramos ver, el ser del objeto, su esencia, su
pertenencia cierta esfera del ser.
“Así, los sonidos del lenguaje se esfuerzan por ‘expresar’ el carácter subjetivo y
objetivo, el mundo ‘interno’ y ‘externo’; pero lo que retienen no es la vida y la plenitud
individual de la existencia misma, sino tan solo su abreviatura muerta”. [Cassirer,
1925, p. 12]
9
III. LENGUAJE Y FILOSOFÍA
De esta manera el lenguaje presenta el contenido de las diferentes formas simbólicas el arte,
la ciencia y el mito como una ficción, porque cada una de ellas imprime cualidades diferentes
a un mismo objeto, así la descripción, enumeración de las cualidades difiere de la esencia
del objeto. Evidentemente podemos discurrir sobre las diferentes cualidades del rojo, desde
la perspectiva científica se encuentra en un lugar específico del espectro fotomagnético, para
el arte es la expresión de ciertas emociones humanas o naturales, para el mito formará parte
de un significado interno propio de una forma de expresión principal. Sin embargo, ninguna
de estas formas de expresión de la conciencia nos pone de manera clara y específica en
relación con la esencia, con el carácter ontológico del color rojo por tanto cada una de las
formas simbólicas realizan un proceso reflexivo, filosófico, metafísico, ontológico sobre la
esencia del fenómeno, construyendo así una representación abstracta de un fenómeno
concreto. Por tanto la filosofía se convierte en el eje articulador que explica la realidad, sea
desde una perspectiva científica, mítica o artística, la reflexión sobre el objeto es el
instrumento principal que permite especular sobre la esencia del objeto, que como dijimos
líneas arriba se logra solo mediante el metalenguaje, mediante el lenguaje de los lenguajes,
mediante el lenguaje filosófico. Porque la filosofía es esencialmente reflexión ilumina
diferentes áreas de conocimiento.
Desde esta perspectiva el lenguaje se presenta como el instrumento de conocimiento que
permite conocer, explicar y ordenar la realidad a cada una de las formas simbólicas. En el
lenguaje se expresa la forma de pensamiento propia de cada una de las formas de expresión
de la conciencia, se expresa la diferencia específica entre mito, arte y ciencia. Así, mediante
el lenguaje articulado conocemos una estructura de pensamiento, la estructura de las formas
simbólicas, independientemente de la naturaleza o de la forma del objeto, por tanto mediante
el lenguaje conocemos la estructura del pensamiento mítico o científico antes que la realidad,
en sí misma.
El criterio de verdad inherente a cada una de las formas simbólicas no se encuentra en el
exterior, en el objeto, sino en la significación intrínseca de la representación simbólica. Esto
es en la conciencia. Así, el mito, el arte y la ciencia son reflejo de la conciencia, dependen de
la fuerza con que las impresiones sensibles transforman y modifican la conciencia. Esta
transformación resulta de un proceso reflexivo conciente o inconsciente sobre las
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impresiones sensibles, sobre la realidad, sobre el objeto, de donde deviene una
interpretación propia y particular de cada una de las formas simbólicas. Es decir que la
conciencia muestra, explica, ordena la realidad de acuerdo al universo simbólico en el que se
inscriben las diferentes áreas de conocimiento.
De esta manera, un mismo objeto adquiere diferente significación de acuerdo al universo
simbólico en el que se inscriba, esto es según participe de representaciones míticas,
científicas o artísticas. Esta característica de percepción de los objeto también se extiende a
las diferentes formas de expresión cultural. Así, un mismo nombre, un mismo objeto adquiere
diferente significación y sentido de acuerdo al universo simbólico en el que se inscribe, es
decir que tanto las formas simbólicas como la cultura imprimen sobre el objeto diferentes
características consideradas esenciales y significativas para una cultura específica, para un
área específica de conocimiento. Así, las construcciones lingüísticas están determinadas por
el universo simbólico en el que se inscribe el objeto, esto en las diferentes formas simbólicas
como el arte, la ciencia, el mito, así como en las diferentes formas de expresión cultural. Es
al interior de este universo que los objetos se clasifican, se nombran, se ordenan se explican
y adquieren significación y sentido específico en cada una de las formas de expresión de la
conciencia de acuerdo al tipo y forma de conocimiento. Para el caso de la cultura la
significación del objeto depende de su relación con las construcciones míticas, de la posición
que tiene la cultura frente al cosmos, frente al mundo, frente a la realidad. De esta manera
tanto las formas simbólicas como la cultura estructuran el lenguaje de acuerdo a la forma de
pensamiento (abstracto / concreto), a la percepción de las determinaciones temporales y
espaciales, en una palabra el lenguaje es una construcción cultural.
“En consecuencia, las formas simbólicas especiales no son imitaciones, sino órganos
de la realidad, puesto que solo por medio de ellas lo real puede convertirse en objeto
de captación intelectual y, como tal, resultar visible para nosotros”. [Ibid, p. 14]
Así desde un punto de vista filosófico la verdad es relativa antes que absoluta, toda vez que
el mito, el arte y la ciencia brillan con luz propia, se explican, ha sí mismos mas no con
referencia de a este o aquel objeto. Se trata de una construcción autónoma del espíritu
expresada por medio del lenguaje. El lenguaje se presenta como la construcción mental del
mundo objetivo, el lenguaje no pertenece a ningún área específica de conocimiento en sí
mismo sirve para todo.
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IV.- LA DIMENSIÓN SIMBÓLICA DEL ESPACIO
Tanto el hombre como los animales desarrollan su existencia en función a relaciones
espaciales y temporales. Sin embargo, la percepción de estas categorías de conocimiento no
es la misma para el conjunto de la vida orgánica. En el mundo animal (incluido el sujeto)
existen diferentes niveles de percepción espacial. En los niveles inferiores (organismos
unicelulares) el espacio es puramente sensible, se trata de una relación inmediata entre el
aparato receptor y el efector, entre estímulo y respuesta. En este primer nivel de relación
entre vida orgánica y espacio, las características sensibles y adaptativas del organismo se
modifican en función al hábitat en que se desarrollan. Modificaciones que responden al
carácter evolutivo y adaptativo de la vida orgánica.
En niveles superiores de evolución, allí donde existe un desarrollo del sistema nervioso, la
interacción con el medio se traduce en un proceso de estímulo respuesta, aquí toda
modificación del medio se traduce en una modificación de la conducta del individuo (claro
que a la larga estas modificaciones pueden influir en el organismo en general). Se trata de
organizar las impresiones sensibles, en la conciencia, para producir una respuesta, misma
que en el reino animal se conoce con el nombre de instinto.
Por ejemplo, en la naturaleza tanto el animal cazador como la víctima actúan de acuerdo a la
modificación de las impresiones sensibles. El animal que es acechado por su depredador,
percibe el peligro gracias a la asociación de olores, colores, sabores, etc. que se imprimen en
los sentidos y afectan directamente en el olfato, oído, vista (recordemos que el sentido del
gusto está íntimamente relacionado con el del olfato, es el caso de las serpientes). De la
eficacia en la asociación de estímulos sensibles dependerá la vida de la presa. Por otra
parte, también en el animal cazador se relacionan diferentes impresiones sensibles que
identifican a la presa, modifican su organismo producen mayor o menor cantidad de
percepciones olfativas, táctiles, visuales, etc. En consecuencia, este nivel de percepción se
presenta como el espacio de la acción. En él, las modificaciones del medio actúan sobre la
conducta del animal que las percibe.
Frente al espacio de la acción, se encuentra el espacio simbólico. Punto de inflexión entre el
mundo animal y el mundo humano. Se trata de un espacio abstracto, allí la relación entre
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estímulo y respuesta esta mediatizada por un proceso mental en el que las impresiones
sensibles se organizan y transforman en representaciones abstractas. Así el paso de lo
concreto (impresión sensible) a lo abstracto (representación simbólica) permite organizar y
explicar el caos de las impresiones sensibles.
Para el hombre, la percepción del espacio es simbólica porque deviene de un proceso
reflexivo sobre las impresiones sensibles. Sin embargo, existen diferentes grados que
caracterizan a este proceso, en un primer momento las representaciones simbólicas están
determinadas por la fuerza con que las impresiones sensibles se apoderan de la conciencia.
En esta etapa la respuesta a los estímulos es casi inmediata, si bien existe un proceso de
abstracción este se presenta solamente cuando las condiciones del medio se repiten.
Los primeros pasos que realiza la conciencia para transformar la realidad ocurren en la
interacción sujeto - espacio. Entre espacio y conciencia se produce una relación simbiótica
que se traduce en la construcción del espacio mítico; al que llamaremos concreto porque
busca solucionar intereses y necesidades inmediatas. Es decir, la percepción del espacio
para la conciencia mítica es subjetiva, resulta de una mezcla de sentimientos, percepciones y
emociones; el espacio es humanizado, tiene características propias de la naturaleza humana
y divina (es de recordar que en un principio tanto animales, lugares, montañas, como
fenómenos naturales tienen carácter antropomórfico).
“En el pensamiento mítico el espacio y el tiempo jamás se consideran como formas
puras o vacías sino como grandes fuerzas misteriosas que gobiernan todas las cosas,
que gobiernan y determinan no solo nuestra vida mortal sino también la de los dioses.”
[Cassirer, 1945, p. 89]
La relación entre las percepciones sensibles y el carácter emotivo del sujeto, construyen las
primeras manifestaciones del espacio simbólico, abstracto que abre las puertas a la cultura.
Sin embargo, en este estadio seguimos atrapados en el mundo de las percepciones
sensibles porque este proceso de construcción simbólica está íntimamente relacionado con
emociones y sentimientos. De esta manera, en toda interpretación y explicación de la
realidad se combinan o confunden sentimientos y emociones con fenómenos naturales, con
el origen del hombre o los animales, con el origen de la vida y el cosmos.
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Si bien, es una característica de nuestra época de asociar el pensamiento mítico con lo
irracional, lo irreflexivo, o fabuloso; nosotros creemos lo contrario. Pensamos que en todo
proceso de construcción mítica se expresa, aunque de manera inconsciente, el carácter
racional de la naturaleza humana. Es decir, en toda construcción mítica subyace una
construcción lógica del pensamiento. Por tanto, se trata de explicar esta forma lógica que
determina la estructura pensamiento mítico para reivindicar su vigencia y presencia a lo largo
de la historia de la humanidad.
La presencia de la razón en el mito es un tema ampliamente estudiado tanto por la filosofía,
como por diferentes ciencias humanas y sociales. Si observamos al pensamiento mítico con
los ojos de la razón es posible advertir en él grandes dosis de razonamiento lógico. Es claro
que tanto el mito como la ciencia buscan explicar la realidad, sin embargo lo hacen por
caminos diametralmente opuestos. Así el mito centrará su interés en el sujeto, creará dioses
y demonios que comparten características humanas, sean físicas o subjetivas, como la
bondad, la maldad, etc. De esta manera, observamos que toda asociación entre impresión
sensible y sujeto necesita de un proceso analítico y reflexivo. Si bien en el mito la explicación
de la realidad responde a una necesidad, no se trata de una necesidad orgánica sino
simbólica. Una vez que se crea un sistema de conexiones lógicas entre el hombre y la
realidad, ya nada en el mundo está libre de ser conocido y explicado por medio de símbolos.
El desarrollo de la conciencia simbólica del espacio, trasciende la interpretación concreta,
sensible y presentativa del pensamiento mítico a una interpretación abstracta, teórica y
representativa del pensamiento científico. El espacio científico al igual que el espacio mítico,
se inicia con la reflexión sobre el acaecer cósmico. En ambos casos la noción de espacio
deviene de la asociación entre tiempo y espacio. Así, la conciencia mítica mediante la
constante observación del cielo, del acaecer cósmico identifica aquellos fenómenos que se
repiten constantemente, como el movimiento de los astros, y los traslada al espacio físico, al
espacio cultural, allí mediante la interacción entre movimiento cósmico, espacio físico y el
carácter emotivo y volitivo del sujeto se construye un espacio simbólico en el que se
construye y desarrolla la cultura. Mediante este proceso de esquematización se crea un
orden cósmico único y sistemático.
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De esta manera, se construye una interpretación geométrica y esquemática del espacio en la
conciencia. Gracias a ella es posible ver el espacio como una totalidad; consecuentemente,
diferentes relaciones de un objeto dentro de esa totalidad. Ahora es posible ver el objeto
desde diferentes perspectivas. Este objeto bien puede ser la construcción de la Chacana o
Cruz Andina.
Toda cultura se identifica con la creación de un espacio simbólico propio. Así, en toda
cosmogonía es posible observar características propias y específicas para cada cultura; a la
vez que determina su posición en la totalidad. De esta manera, la tierra se transporta al cielo,
se trata del paso de un espacio concreto en el que vive el sujeto a un espacio abstracto en el
que se desarrolla toda producción simbólica o cultural. El espacio mítico, concreto y
presentativo de la astrología dará lugar al espacio científico, abstracto y representativo de la
astronomía.
Por tanto, la concepción simbólica del espacio se presenta como un elemento fundamental
para la construcción del lenguaje simbólico. Entre espacio concreto y espacio abstracto
existe una relación de continuidad, análoga a la relación entre signo y símbolo. Así, la
astrología se presenta como una forma mítica y concreta que organiza tanto el espacio como
la vida política y moral del sujeto; de ella deviene la astronomía que transforma el espacio
físico, concreto del mito en un espacio simbólico, geométrico, abstracto rico en
interpretaciones.
V. LA DIMENSIÓN SIMBÓLICA DEL TIEMPO
Según Kant “... el espacio forma parte de nuestra experiencia externa y el tiempo de nuestra
experiencia interna.” [Ibd, p.71]
El tiempo no es un objeto, es un proceso, es una creación de la conciencia; se origina con la
percepción de fenómenos que se repiten constantemente en el acaecer cósmico. Por medio
de la observación y separación de fenómenos como el movimiento del sol y de los astros, la
presencia de luz y oscuridad, el cambio de las estaciones y el movimiento de los astros, así
como la transformación de la naturaleza; la conciencia creó para sí (para explicar estos
cambios) diferentes unidades de conocimiento que explican la dimensión temporal. De esta
manera, todo proceso orgánico se desarrolla y explica en el transcurrir del tiempo.
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Toda explicación se realiza en función al presente, es decir, que primero nos ubicamos en un
punto fijo del tiempo, el presente, y a partir de él, explicamos tanto el pasado como el futuro.
El presente con relación al pasado está en íntima relación con la memoria. Desde el
punto de vista puramente orgánico o biológico, existe una relación de igualdad entre memoria
y herencia, ambas cumplen la misma función orgánica. Se trata de un proceso evolutivo en el
que la transformación de un rasgo fisiológico o anatómico, se repite constantemente.
Desde una perspectiva antropológica, la memoria es un proceso complejo de reconocimiento
e identificación de eventos. Se trata de un proceso creador y constructivo que separa, ordena
y relaciona eventos ocurridos en diferentes unidades de tiempo. Este sistema de relaciones
es
análogo a la dimensión espacial; toda vez que organiza, relaciona series de
acontecimientos singulares con los que se construyen esquemas. Mediante ellos, es posible
recordar organizar y sistematizar el conocimiento. Así, la memoria funciona como un sistema
de clasificación que incentiva, desarrolla y promueve el proceso de conocimiento en el sujeto.
De esta manera, la memoria simbólica no es la mera repetición de eventos, sino todo un
proceso de reconstrucción y organización en íntima relación con la imaginación. La
imaginación es un instrumento para recordar.
La memoria simbólica, permite realizar el salto del pasado al futuro. Toda construcción
cultural sea política, religiosa o económica se proyecta hacia el futuro. Toda vez que el
hombre vive constantemente asediado por angustias, temores y esperanzas en relación a
sus recuerdos; vive más en el futuro o en el pasado que en el presente. En la medida en que
el hombre se proyecta hacia el futuro, crea para sí mismo y su cultura un futuro simbólico.
Esta construcción simbólica forma parte del desarrollo y existencia del sujeto, es el motor que
impulsa la cultura y el desarrollo de la humanidad.
El futuro no se refiere a algún acontecimiento, sino que forma parte del mundo ideal, del
mundo de las representaciones simbólicas que transforman el mundo construido por el
hombre. En general, en la cultura este futuro simbólico se expresa en la construcción de
sistemas religiosos, políticos, económicos, etc., en tanto que en lo particular se expresa en la
creación de un mito constitutivo. Es decir en el autoconocimiento del sujeto y su proyección
al futuro, a la cultura; en saber lo que uno es y lo que uno espera de la vida.
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“La idea teórica del futuro (...) resulta un imperativo de la vida humana que alcanza
mucho más allá de las necesidades prácticas e inmediatas del hombre y que en su
forma más alta supera los límites de la vida empírica. Es el futuro simbólico del hombre
que corresponde a su pasado simbólico y guarda estricta analogía con él.” [Ibid, p. 89]
VI._ CONCLUSIÓN
Toda construcción simbólica propia de la naturaleza humana, permite establecer la diferencia
entre realidad y posibilidad. Esto quiere decir, que animales y dioses no están en condiciones
de crear símbolos. Por una parte, el reino animal se encuentra inmerso en un mundo de
impresiones sensibles; aquí el paso entre estímulo y respuesta es inmediato. Por otra, en la
esfera de lo divino todo pensamiento es un acto de creación; es decir que dios no puede
pensar sin crear aquello que piensa. Por tanto, dios desconoce el concepto de posibilidad,
para él todo pensamiento es un acto de su creación.
Solo el hombre, eslabón intermedio entre el mundo animal y el mundo divino, tiene la facultad
de establecer la diferencia entre lo real y lo posible. Esta diferencia se construye gracias a la
naturaleza simbólica de la conciencia. No se trata de una diferencia metafísica, sino
epistemológica. Aquí, se pone el acento en el proceso de conocimiento, es decir en cómo se
conoce, antes que en el contenido del objeto de conocimiento. Recordemos que, a lo largo
de la historia de la humanidad, el problema del conocimiento ha inquietado a filósofos y
científicos quienes se preguntan constantemente si ¿es posible conocer?, ¿cómo se
conoce?, etc. Desde esta perspectiva, toda reflexión sobre la distinción entre posibilidad y
realidad se orienta a la posibilidad de conocer el objeto, a la posibilidad de existencia del
objeto, en última instancia, en el método con el que nos aproximamos al objeto. Entonces, el
lenguaje simbólico es el instrumento que permite el ingreso a un mundo de múltiples
posibilidades y no menos realidades.
Según Kant, el entendimiento humano “... es (...) discursivo (...) depende de dos
elementos heterogéneos; no podemos pensar sin imágenes, ni podemos intuir sin
conceptos. Conceptos sin intuiciones son vacíos, intuiciones sin conceptos son ciegos”
[Cassirer, 1945, p, 91. El subrayado es nuestro].
Esto quiere decir que, por una parte, todo pensamiento se realiza por medio de imágenes
intuitivas que se construyen a partir de impresiones sensibles. Por otra parte, toda imagen
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intuitiva crea un recuerdo, una imagen mental. Mediante el proceso de la memoria se crea un
esquema, allí la imagen intuitiva se transforma en concepto, adquiere un sentido y finalmente
forma parte de un universo de imágenes y símbolos que contribuyen a desarrollar la facultad
de pensar del ser humano. En una palabra, el intelecto humano es un laboratorio en el que
se extrae el contenido esencial (pensamiento abstracto) de la naturaleza física de las
impresiones sensibles (pensamiento concreto). Se trata de un procesador de símbolos en el
que confluyen, según la definición de Saussure, imagen y concepto; forma y contenido.
El símbolo no posee un existencia física o sensible, posee un sentido; esto es una existencia
ideal o abstracta. De esta manera, se abre la posibilidad de hablar en ausencia del material
sensible, de elaborar un discurso irreal o fantástico. Aquí lo importante es el
desenvolvimiento de la fantasía mítica o científica.
Sin embargo, la historia de la humanidad demuestra que esto no siempre ha sido así. Los
primeros homínidos no conocían la diferencia entre símbolo y objeto, entre cosa y signo; para
ellos tanto la imagen del objeto como el objeto posee poderes mágicos. Ambos, imagen y
objeto forman parte de una unidad indiferenciada por tanto, no distinguen entre realidad y
posibilidad. Viven en un solo plano, en el plano de lo real.
La diferencia entre imágenes simbólicas y objetos, entre realidad y posibilidad abre las
puertas del pensamiento simbólico. Mediante él, la humanidad ingresa en un mundo de
imágenes y símbolos que hacen posible la construcción y el desarrollo de la cultura. A partir
de ese momento, el hombre es creador y destructor a la vez; es decir, a la vez que crea un
sistema simbólico en el que nace, se desarrolla y muere; crea un sistema de represión,
sometimiento y destrucción tanto para la naturaleza como para su propia imaginación. De
esta manera, es posible afirmar que el hombre vive en dos dimensiones, en la dimensión de
lo real, de lo sensible; frente a la dimensión de lo posible.
Esta posibilidad de crear símbolos abre las puertas del pensamiento, de la imaginación, de la
cultura; esta presente en toda acción humana. Así, el pensamiento científico, toda vez que
busca predecir el futuro, trabaja dentro de un universo de posibilidades: la hipótesis, y su
posterior demostración: las tesis y teorías. De esta manera, vemos que el mundo de la
ciencia es el mundo de lo posible. La ciencia crea un conjunto de imágenes ideales
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(abstractas) que buscan explicar la realidad. Por ejemplo, mediante la construcción de una
teoría que explica el comportamiento de los gases ideales, con la aplicación de una fórmula
que contiene elementos constantes como la presión atmosférica, la temperatura, la humedad
del ambiente, la densidad del gas. Con solo realizar ciertas variaciones en los datos
constantes de la fórmula es posible explicar el comportamiento de los gases reales en
condiciones de humedad y temperatura particulares. Por tanto, la realidad se explica
mediante la construcción de objetos ideales (irreales) por la existencia de la posibilidad de
conocimiento.
Análogamente, esta característica de la conciencia (la capacidad de crear imágenes
simbólicas) está presente tanto en la ciencia, como en el mito; tanto en sistemas políticos,
como religiosos; tanto en la construcción de sistemas éticos como económicos. La
construcción de símbolos, así como el pensamiento simbólico forman parte de un proceso
inacabado, aquí símbolo y pensamiento existen en el pleno momento de su desarrollo,
existen siempre que tengan la posibilidad de existir, existen siempre que alguien haga uso de
ellos. Claro aquí lo interesante es que gracias a la posibilidad, se explica la realidad; y cada
una de estas formas de explicar la realidad, más que explicar crean realidades diferentes o
una realidad aparte solo para el sujeto. Así, cada vez que me acerco unos pasos en dirección
al horizonte, este se aleja unos pasos. ¿Para qué sirve la utopía?, para eso sirve, para
caminar. De esta manera todo mito, toda posibilidad de acción hace lugar a lo posible.
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Datos del autor:
Nombre:
Roberto Agustín Hinojosa Paniagua,
Ocupación:
Egresado de la carera de filosofía UMSA
Investigador Instituto de Investigaciones Bolivianas (IEB) UMSA
Dirección:
Av Ecuador # 2166 MC. 1-C
Correo electrónico:
[email protected]
Teléfono:
2416163/ cel. 70571679
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