Historia del Trabajo Social en Colombia

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HISTORIA DEL TRABAJO SOCIAL EN COLOMBIA: DE LA DOCTRINA
SOCIAL DE LA IGLESIA AL PENSAMIENTO COMPLEJO*
Por: Profesora Gloria Leal L. y Profesor Edgar Malagón B.
1. ESTADO DEL ARTE A NIVEL LATINOAMERICANO.
El presente artículo se deriva de un esfuerzo por perfeccionar el proyecto de
investigación “Historia del Trabajo Social en la Universidad Nacional de
Colombia”, elaborado en el marco del programa de investigación sobre la
historia de los saberes en la Facultad de Ciencias Humanas de esta
universidad. Con tal intención y tomando en cuenta la escasez de la
producción bibliográfica sobre el tema para Colombia y para la Universidad,
se decidió llevar el levantamiento bibliográfico a nivel Latinoamericano lo que
permitió redimensionar la formulación del problema de investigación. La
conclusión más interesante de este ejercicio es que la reflexión sobre la
historia del Trabajo Social en el contexto latinoamericano, tiene que
replantearse
pues
presenta
varias
incongruencias
importantes.
La primera de tales incongruencias consiste en leer la historia de la profesión
en el surgimiento de un dispositivo de ayuda inspirado en la caridad de corte
cristiano católico y centrado en la atención de los pobres, llamado Asistencia
Social. Tal idea hace creer que la acción filantrópica voluntaria, traída con el
proceso de conquista y colonización generó las así llamadas “protoformas”
del Trabajo Social. En Colombia este equívoco conduce a pensar que los
inicios del Trabajo Social datan de principios del siglo XX, cuando en realidad
la primera escuela se fundó solo hasta en 1936. Es posible que las
organizaciones filantrópicas hubieran alcanzado una cierta presencia a
principios del siglo pasado, pero esto sólo representa una de las sinergias
que posteriormente condujeron a la fundación de las primeras escuelas de
Trabajo Social en Latinoamérica y en el país.
La segunda inconsistencia está relacionada con un encuadre sesgado que
condujo a desestimar los desarrollos que tuvo el Trabajo Social antes de
1970 por considerarlos bajo la influencia del ideario católico,
“asistencialistas”, funcionalistas y comprometidos con la perpetuación del
sistema. Tal descalificación, ha sido una constante en la literatura existente
sobre la historia del Trabajo Social Latinoamericano, lo que ha producido que
este período no haya sido investigado y que las publicaciones sobre el mismo
sean escasas.
Una tercera incongruencia, resultado directo de la anterior, consiste en la
construcción de periodizaciones mesiánicas en las cuales el pensamiento
elaborado entre los setenta y los noventa se muestra como el completo y
verdadero Trabajo Social. Según una de estas:…la Asistencia Social más
próxima a la beneficencia, es una acción puntual tendiente a paliar las
emergencias sociales. El asistente social es el protagonista de la acción que
trabaja para las personas con necesidades materiales las que son receptoras
pasivas, espectadoras de lo que aquel hace. La creación de asociaciones
institucionalizó el Servicio Social como profesión, con una acción más
sistematizada más técnica fundada en el reconocimiento de los derechos
sociales de las personas a ser atendidos por el estado en sus necesidades.
Repite, en buena, medida, la acción asistencialista de atender lo inmediato.
El profesional sigue siendo un dador, un mero facilitador de recursos, un
solucionador de problemas...Tanto la Asistencia Social como el Servicio
Social al considerar las personas como objetos reproducen la ideología
dominante a través del control que llevan a cabo sobre lo cotidiano de esas
personas… El Trabajo Social en la acepción que le dio la
reconceptualización, en tanto trabaja con las personas más que centrarse en
el problema, puso en énfasis en la realidad en donde este se produce, en el
cómo los sujetos vivencian sus problemas y en el cómo interviene en la
acción liberadora de sus situaciones (Kisnerman, 1998: 91).
Esta visión impide identificar, interpretar y estimar las significaciones del
pensamiento y de los saberes que participaron en la construcción del Trabajo
Social. La descalificación del ideario católico por ejemplo, no permite valorar
la importancia ética y política que tuvo la doctrina social de la Iglesia, tal vez
una de las expresiones más progresistas del catolicismo, ni entender el papel
que esta pudo cumplir en la formación de los trabajadores sociales y en el
ejercicio de la profesión. Deriva en que la literatura existente sobre la historia
del Trabajo Social Latinoamericano no alcance a leer su desarrollo disciplinar,
pues se encuentra construida en una concepción que lo impide: por un lado
aparece la mitificación de la llamada praxis social, dominante en las
discusiones que intentaban definir el carácter del Trabajo Social, y que
ocasionó el desdeño por lo que en su momento se llamó investigación
“especulativa” o de “escritorio”; por otro, la destitución de lo construido antes
de los setenta hizo invisible lo propio del Trabajo Social, velando la
posibilidad de deslindar un campo particular de investigación. Esto derivó
hacia un énfasis excesivo por lo interdisciplinario que también sirvió como
estrategia elusiva frente a los interrogantes sobre el campo disciplinar,
posición reforzada desde el paradigma de la totalidad marxista, tan insistido
en los años de la reconceptualización.
No obstante también debe reconocerse que el debate sobre lo disciplinar es
de muy reciente aparición y que tal vez constituya uno de los últimos
referentes para interpretar la historia del Trabajo Social latinoamericano y
colombiano. Sin embargo, una vez apareció tomó la forma de una hipótesis
desafortunada, según la cual esta transición implicaría una supuesta
desaparición de la profesión en aras del desarrollo disciplinar, considerado
como superior. En realidad lo que parece existir a partir de los ochenta es la
configuración de dos líneas de desarrollo para el Trabajo Social, paralelas y
relacionadas, con sus propias autonomías pero igualmente válidas: La
profesión consolidada en algo más de 65 años y la disciplina que empieza a
constituirse en una inquietud intelectual a partir de los años setenta del siglo
pasado.
Por lo anterior resulta muy razonable la posición de Nidia Alywin, trabajadora
social chilena, profesora de la Universidad Católica de Chile quien afirma
que:
Lo que sucede en el Trabajo Social a mi parecer, es que los elementos
negativos se destacaron tanto en la literatura y la docencia en el momento de
la reconceptualización, que llegaron a influir más que los positivos. Y esa
situación no ha cambiando hasta hoy. Dudo que haya otra profesión que se
cuestione tanto a sí misma y que presente en forma tan descalificadora el
pasado profesional...Las respuestas que la reconceptualización buscó
alejaron este proceso de la práctica profesional. En parte ella refleja la
desvalorización de la práctica profesional que compartían los
reconceptualizadores, impulsada en gran medida por los cientistas sociales
que se desempeñaban como docentes en las escuelas de Trabajo Social, los
que lógicamente no la conocían...Cabe preguntarse en que medida estas
narrativas del pasado que se construyeron durante la recnceptualización son
adecuadas a la realidad que pretenden describir y reflejan con justicia los
esfuerzos profesionales del pasado...El desconocimiento de las
potencialidades y logros de la práctica del Trabajo Social condujo ver solo
sus carencias y limitaciones. (Alywin, 1999:14).
La interpretación de la historia del Trabajo Social latinoamericano se inicia en
la década de los setenta, como una de las expresiones de un movimiento
académico y político que intentaba renovar los encuadres filosóficos, teóricos
y metodológicos de la profesión, conocidos como “La Reconceptualización”.
Este movimiento se originó en Chile y Argentina hacia mediados de los
sesenta y luego se extendió por todo el continente latinoamericano. Con el
auspicio de organizaciones académicas como el Centro Latinoamericano de
Trabajo Social CELATS y la Asociación Latinoamericana de Escuelas de
Trabajo Social ALAETS se dio comienzo a las investigaciones y
publicaciones sobre este aspecto. Sin embargo, transcurridos 34 años, el
volumen bibliográfico sobre la historia del Trabajo Social no es muy extenso.
En este esfuerzo se alcanzaron a identificar 35 publicaciones que se
clasifican en trece libros, cuatro capítulos de libros, quince artículos en
revistas y tres artículos en Internet.
El análisis sobre el estado del arte de la historia del Trabajo Social
Latinoamericano pone en evidencia la necesidad de releer esta en una
perspectiva más interpretativa y menos ideológizante. Una investigación
sobre el tema tendría que hacerse cargo de reexaminar los eventos
acaecidos antes de los setenta, realizar un balance de las tensiones
ocurridas en los años setenta y ochenta y mirar las perspectivas que se han
ido construyendo recientemente, así como las sinergias sociales que
explicarían tales desarrollos, empezando por el caso de Colombia. Este
esfuerzo también permitiría comprender el contexto en el cual se inscribe la
historia del Trabajo Social en la Universidad Nacional de Colombia y entender
sus avances. Los resultados de tal investigación se propondrían al conjunto
de los programas académicos nacionales y latinoamericanos de Trabajo
Social para impulsar una mirada distinta sobre el tema. Una investigación en
este sentido no es menor ni puramente académica. Podría ser vital dado que
las dificultades para delimitar un campo disciplinar específico (el objeto de
investigación, de estudio o de conocimiento) del Trabajo Social están
relacionadas con la destitución conceptual y filosófica de lo que le es propio.
Los conceptos de carencia, necesidad, altruismo, ayuda, filantropía e
intervención entre otros, fueron duramente castigados por la influencia de la
reconceptualización, siendo los propios trabajadores sociales quienes por
esta vía y sin notarlo hicieron invisibles las muy interesantes posibilidades de
investigación disciplinar en torno de estas expresiones de la sociedad.
Mientras tanto, en Estados Unidos dos prestigiosas universidades adelantan
ambiciosos programas de investigación sobre la caridad:
…Un estudio de la universidad Johns Hopkins estableció que durante 1999 el
49% de los norteamericanos se ofrecieron como voluntarios para actividades
cívicas y el 73% donó dinero a las instituciones de caridad. Las
donaciones sumaron 190 mil millones de dólares, o sea, un tercio del
presupuesto federal o el 2,1% del ingreso nacional. Otro estudio de la
universidad de Boston sobre donaciones mostró cómo el enorme
enriquecimiento propiciado por la informática ha generado un nuevo tipo de
filántropo muy generoso pero muy gerencial. Los “baby boomers” han donado
41 billones de dólares después de realizar estudios evaluativos sobre la
experiencia, transparencia, eficiencia y resultados de las organizaciones
caritativas. El estudio también mostró que la competencia por las gigantescas
donaciones ha originado el surgimiento de consorcios filantrópicos de riesgo,
es decir, empresas de mercado que hacen donaciones pero también ofrecen
talento empresarial, experiencia en marketing, relaciones públicas,
tecnología, administración financiera y comercial a las organizaciones
caritativas que buscan benefactores. (Malagón, 2003:20)
2. UN ENCUADRE PARA PENSAR LA HISTORIA DEL TRABAJO SOCIAL
Señaladas las ambigüedades que tienen las aproximaciones realizadas a la
historia del Trabajo Social latinoamericano y colombiano, nacidas de una
cierta dificultad para diferenciar el Trabajo Social de los entornos que lo han
construido, resulta necesario proponer ahora, algunas reflexiones que ayuden
a precisar el significado atribuido a la idea de historia del Trabajo Social.
La discusión inicial está relacionada con el concepto de Trabajo Social. Es
muy importante establecer que se va a entender por tal asunto, pues cuando
se aborda su historia resulta fácil confundirlo con formas de acción social
espontánea, con organizaciones caritativas de orientación religiosa o laica, o
con la prestación de ciertos servicios sociales a cargo del Estado o de
organizaciones no gubernamentales. Este aspecto se hace crítico cuando se
tiene en cuenta que en épocas pasadas, al Trabajo Social también se le
denominó asistencia social o servicio social.
Hoy día el concepto de Trabajo Social plantea una doble discusión: aquello
que significa como profesión y aquello que significa como disciplina.
…Antes que nada, debe decirse que representan dos lógicas de pensamiento
que informan prácticas diferentes y autónomas para interpretar y actuar en el
contexto de las relaciones sociales carentes. Lo profesional está marcado por
la intervención de tales relaciones con el propósito de materializar
imperativos éticos o valores sociales sobre la vida humana digna contenidos
en conceptos como calidad de vida, bienestar humano, progreso o desarrollo
social. Tales imperativos o valores sociales por lo general tiene la fuerza y el
respaldo de lo jurídico. Los Derechos Humanos constituyen una muy buena
ilustración. No se discutirá por ahora las concepciones, teorías, estilos
estrategias o metodologías para la intervención. Bastará con decir que en lo
profesional la ciencia entendida como conocimiento teórico y metodológico
acumulado, se encuentra subordinada a lo ético. Representa un medio, entre
muchos otros, para hacer eficiente una práctica que busca afectar el
sufrimiento humano porque es inmoral. Dentro de tales medios se encuentra
la investigación social de vocación diagnostica o evaluativa. Es una
investigación subordinada a los fines de la intervención, no a los problemas
del conocimiento, que indaga sobre lo particular de la carencia o sobre el
impacto de la intervención, cuyos resultados son abandonados tan pronto se
han definido los objetivos de la intervención o se han ajustado los proyectos
sometidos intervención.
Lo disciplinar se define en la práctica de la investigación básica. Es decir una
investigación autónoma en cuanto que surge de una confrontación, continua,
paciente, meditada con el acumulado teórico, con el propósito de identificar
en el mismo vacíos, inconsistencias o divergencias, es decir, problemas de
investigación válidos. La actividad disciplinar busca resolverlos, para lo cual
se sirve de los métodos y procedimientos cuantitativos o cualitativos de
indagación social. (Malagón 2001: 13-14)
La importancia de esta precisión para la discusión sobre la historia del
Trabajo Social es doble. En primera instancia, significa que el Trabajo Social
como profesión y disciplina se ha construido desde siempre en espacios
académicos consciente y especialmente concebidos para tal propósito. Es
decir que el Trabajo Social “no se da silvestre”. No brota espontáneamente
en escenarios de extrema pobreza o de sufrimiento humano como sucede en
ocasiones, con la acción social voluntaria caritativa o solidaria. Su aparición
demanda un esfuerzo social académico complejo orientado por la finalidad de
producirla. Debe concebirse un programa de formación invocado por una
concepción, así sea incipiente, del Trabajo Social. Tiene que contarse con un
grupo de académicos identificados con tal aspiración. Debe proveerse toda la
base material y organizativa necesaria, es decir una sede, aulas, personal de
apoyo, etc. Así, pensar la historia del Trabajo Social conduce en primer lugar
a mirar los escenarios académicos que han hecho posible su aparición y
consolidación. Sin este criterio, se estaría inclinado a leer la historia del
Trabajo Social en cualquier evento relacionado con la pobreza, el sufrimiento
o las acciones altruistas que la sociedad emprende para reducir tales
condiciones.
Por ejemplo, podría pensarse que la historia del Trabajo Social en
Inglaterra surge en la figura del inspector de pobres que desde principios del
siglo XVII se encargaba de aplicar en su respectiva parroquia, las leyes
isabelinas de pobres, esto es, recibir la solicitud del pobre que demandaba
socorro; investigar sus condiciones; decidir si era merecedor o no de ayuda,
si debía ser colocado en el hospicio o en el asilo, ofrecido al mejor postor o
recibir ayuda en su propia casa; recaudar el impuesto para los pobres fijado
sobre las tierras y las casas, así como los diezmos de todos los habitantes, y
llevar un registro de lo que recibía y pagaba. (Friedlander, 1979: 19) O bien
podía creerse, que Trabajo Social derivó de la tradición construida por la gran
cantidad de organizaciones caritativas laicas o religiosas que fueron
surgiendo en Inglaterra y que terminaron agrupándose en 1868, por
recomendación del reverendo Henry Solly, en la Sociedad para la
organización del socorro caritativo y la represión de la mendicidad y que un
año después cambió su nombre al más conocido de Sociedad para la
Organización de la Caridad (Charity Organization Society ó COS)
(Friedlander, 1979: 44). También se podría pensar que el Trabajo Social
inglés surgió de las diversas expresiones que tuvo el ideario reformista
británico, como el movimiento cartista que en 1844 abrió en Rochdale la
primera tienda cooperativa de la cual eran dueños los propios trabajadores; o
de la acción de los sindicatos (trade unions) que por la misma época
organizaron planes de ayuda mutua en casos de enfermedad, accidente,
desempleo, invalidez y ancianidad (Friedlander, 1979: 40); o del socialismo
cristiano que patrocinó asociaciones cooperativas entre trabajadores de
diversas industrias e impulsó la educación de adultos fundando entre otros “el
Colegio para Trabajadores” en 1854 en la parte oriental de Londres
(Friedlander, 1979: 41); o de las ideas socializantes de Robert Owen, quien
patrocinó una comunidad industrial modelo que proporcionaba casas con
jardines, buenas condiciones sanitarias, campos de juego a bajo precio,
tiendas cooperativas que vendían al costo, una biblioteca y servicios
recreativos para los trabajadores y sus familias (Friedlander 1979: 40); o la
sociedad Fabiana que desde 1883 defendió el sufragio femenino, la
legislación laboral, y mejoras en la vivienda y en la educación. Sin el criterio
aludido, también podría creerse que el Trabajo Social inglés se originó en las
investigaciones sociales sobre las formas de ayuda que existían en
Inglaterra, emprendidas desde mediados del siglo XIX, como la realizada por
Edwin Chadwick, entonces secretario de la comisión de la ley de pobres, que
versaban sobre la salud y las condiciones sanitarias de la clase trabajadora,
publicada en 1842 y punto de partida de un movimiento en favor de la
salubridad pública; los artículos que Henry Mayhew escribió sobre “El trabajo
en Londres y el pobre londinense” publicados en 1849 en el diario Morning
Chronicle, y que despertaron la conciencia social e impulsaron la aparición
de filántropos como Octavia Hill; o en la encuesta social más importante
realizada por un hombre de negocios acomodado llamado Charles Booth,
quien en 1886 contrató un grupo de entrevistadores y emprendió la
averiguación como empresa privada.
Fue esta una investigación por oficios que indagaba sobre las condiciones de
vida y de trabajo, el número de horas de la jornada laboral y el salario
percibido. El estudio abarco a las personas desamparadas y a miles de
familias de trabajadores con empleo. Los resultados, que fueron publicados
anualmente, demostraron que una tercera parte de la población londinense
estaba viviendo por debajo de la línea de pobreza, desmintieron la teoría de
que la pobreza era culpa del individuo, y demostraron que el sufrimiento era
causado por salarios insuficientes, habitaciones inadecuadas y ambiente
deprimente e insalubre y que las medidas tomadas por las leyes de pobres
no eran la solución.(Friedlander, 1979: 47-48)
Todo lo anterior puede haber influido en el surgimiento del Trabajo Social
inglés, pero no equivalen a su historia. Esta no se inicia con la aparición de
las acciones caritativas laicas o religiosa, ni con el desarrollo de alguno de
estos eventos. Si la historia del Trabajo Social tiene que interpretarse desde
el surgimiento y consolidación de los espacios académicos que lo producen,
puede plantearse que en el caso de Inglaterra ésta realmente se inicia con la
fundación, en el año de 1884 en el distrito londinense de White Chapel de
una casa universitaria de rehabilitación que fue denominada Toynbee Hall, en
honor a un graduado de Oxford que acudió al llamado que el pastor Barnet,
párroco de White Chapel, un barrio muy pobre de Londres, le hiciera a
estudiantes de Cambridge y Oxford para que fueran a vivir a la parroquia y
para que contribuyeran a investigar la pobreza, a concebir soluciones y
reformas sociales que la aliviaran, y a formar a las personas interesadas en
ayudar a los pobres.
La casa universitaria de rehabilitación Toynbee Hall tenia tres objetivos: 1)
La educación y el desarrollo cultural de los pobres; 2) información para los
estudiantes y otros residentes de la casa sobre las condiciones de los pobres
y la necesidad urgente de hacer reformas sociales y 3) Despertar el interés
general en los problemas sociales, sanitarios y en la legislación social. El
propósito básico de la casa de rehabilitación era poner a hombres y mujeres
educadas en contacto con los pobres para beneficio mutuo, de modo que a
través del trabajo y de los estudios comunes pudieran ejercer una influencia
cultural más allá de las enseñanzas de materias especiales. La casa ofrecía
no solo clases para adultos y niños. Toynbee Hall brindo a la gente de ese
distrito oportunidades educativas hasta entones inaccesibles para ella. La
actitud de “dama de la abundancia”, llena de superioridad que predominaba
en las sociedades caritativas fue sustituida por un espíritu de cooperación y
aprendizaje por parte tanto de los instructores como de los trabajadores que
asistían a conferencias y discusiones de grupo. (Friedlander, 1979: 47)
La diferenciación entre profesión y disciplina tiene una segunda implicación
para pensar la historia del Trabajo Social, pues demanda aclarar en que
momentos, bajo que condiciones y porqué razones surgieron una y otra. En
el país, por ejemplo, la construcción de la profesión se inicia en 1936 con la
fundación del primer programa académico de Trabajo Social en Bogotá,
anexo al colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, mientras que el
desarrollo disciplinar parece iniciarse con muchas vacilaciones sólo en la
década de los setenta del siglo XX.
Si la historia del Trabajo Social debe leerse en los escenarios académicos
que lo construyen, un segundo criterio indica que tal reflexión en estricto
sentido consiste en interpretar tres asuntos básicos: primero, las visiones,
concepciones o paradigmas con los cuales se ha producido el Trabajo Social;
segundo, los cambios o rupturas en tales visiones que entregan los
referentes para elaborar las periodizaciones o etapas correspondientes; y
tercero, las sinergias sociales que explicarían la aparición de los escenarios
académicos y los cambios o rupturas en los paradigmas. Las concepciones,
visiones o paradigmas pueden clasificarse en los cuatro grupos siguientes: 1.
Las visiones epistemológicas, que se refieren a la forma como los centros
académicos han concebido al Trabajo Social en diversos momentos. En este
plano se busca interpretar el nivel de reflexividad o de conciencia que la
construcción del Trabajo Social ha producido sobre sí mismo, para lo cual los
referentes contenidos en los conceptos de profesión y disciplina son
imperativos 2. Las visiones éticas, que aluden a los tres siguientes aspectos:
a. las discusiones que presentan los programas de formación sobre ética
social, o sea, sobre los deseables de calidad de vida, progreso o desarrollo
que son consonantes con alguna postulación sobre la dignidad humana y
sobre las formas de organización social que se consideran ideales para
alcanzar tales aspiraciones; contiene los criterios desde los cuales se definen
los problemas sociales y los sustentos que legitiman la intervención del
Trabajo Social. b. Las ideas sobre el altruismo social o la ética de la ayuda a
los carentes; consideran las discusiones existentes sobre las relaciones de
bienestar social o los dispositivos de ayuda como la Política Social, la
autogestión, la asistencia social, la seguridad social y el bienestar laboral. c.
la ética profesional o la normatividad que regula las relaciones con los
carentes. 3. Las visiones teóricas, se refieren a la forma como los escenarios
académicos presentan el conocimiento acumulado por las ciencias sociales
en cuanto a paradigmas y articulaciones con el trabajo social. 4. Las visiones
metodológicas, que miran las concepciones técnicas y procedimientos que
orientan la intervención y el papel asignado a los carentes o el saber que se
les atribuye.
En la perspectiva planteada, la historia del Trabajo Social es, en primera
instancia una historia de las diferencias. Quiere decir esto, que los diversos
territorios socio geográficos en los cuales se ha construido el Trabajo Social
le imprimen peculiaridades y significaciones distintas a las visiones y
concepciones en las cuales se ha desarrollado el Trabajo Social. Así, el
período de la reconceptualización, que fue fundamental en el acontecer del
Trabajo Social latinoamericano, parece no existir o estar muy atenuado en el
Trabajo Social norteamericano y Europeo. Mientras en los inicios del primero
fue preponderante la Doctrina Social de la Iglesia, en el segundo lo fueron las
corrientes psicoanalíticas.
Interpretar la historia del Trabajo Social a través del análisis de las visiones
o paradigmas que lo han construido, seguramente ayudará a neutralizar los
sesgos personalistas, los intereses laudatorios y las tentaciones difamatorias,
riesgos que podrían estar presentes en aproximaciones muy empíricas,
anecdóticas, institucionales o centradas en personajes. Es probable que
existan otras formas de leer la historia del Trabajo Social. Por ejemplo, desde
el ejercicio profesional, desde la organización gremial, desde su significación
social. Sin embargo, la opción planteada parece constituir el entronque
fundamental que permitiría referenciar esas otras historias
3. Aproximaciones a la historia del Trabajo Social en Colombia 1
La historia del Trabajo social en Colombia, según los criterios planteados, se
puede dividir en tres grandes períodos: la Pre reconceptualización, la
Reconceptualización y la pos-reconceptualización. Es una hipótesis que
obedece a la lógica sencilla de ordenar la descripción en torno de un evento
crucial que establece un antes y un después. Para el caso del Trabajo Social
en Colombia, ese acontecimiento fue la reconceptualización, es decir, un
empeño académico orientado por el ideario marxista que intentó construir un
Trabajo Social nuevo que ya no obedeciera a la lógica del capital sino a la
emancipación socialista.
3.1. La Pre-reconceptualizacion 1936-1970.
Este período se encuentra totalmente orientado hacia la construcción
profesional pero admite tres sub períodos. Al primero podría llamársele
filosófico para denotar la prevalencia que tuvo la discusión ética y el ideario
católico en la conformación del Trabajo Social. El segundo es de transición,
pues si bien continúa el predominio de la racionalidad ética, existe un
esfuerzo significativo por darle un sustento metodológico más consistente a la
intervención. Un tercer momento contiene un cambio radical en las visiones
que construían al Trabajo Social pues perdió presencia la dimensión ética y
se entronizó el estudio de las ciencias sociales y humanas y los métodos
sistemáticos de intervención.
3.1.1. Período filosófico. 1936-1952.
Se inicia en el año de 1936 con la fundación de la primera escuela de Trabajo
Social anexa a la Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
La escuela empezó labores en 1937 y fue aprobada por el gobierno nacional
mediante Resolución 317 de 1940. Tuvo el auspicio de la Unión Católica
Internacional de Servicio Social (UCSIS), la curia de Bogotá y la gestión de
doña María Carulla Soler, trabajadora social bogotana, graduada en la
primera promoción de la Escuela de Asistencia Social de Barcelona España,
quien obtuvo de monseñor José Vicente Castro Silva, rector del Colegio
Mayor de Nuestra Señora del Rosario, el patrocinio del claustro universitario
para la fundación de la escuela. Los estatutos fueron firmados en 1935 por el
comité directivo en el que figuraban los nombres de monseñor Castro Silva y
los doctores Rafael Escallón, Jorge Cavalier y Tomas Rueda Vargas. Las
clases se iniciaron en abril de 1936 con veinte alumnas matriculadas y un
grupo de 10 señoras oyentes interesadas en obras sociales como Lorencita
Villegas de Santos, Elvira Echeverry de Vélez y Emilia de Gutiérrez entre
otras. Como profesores participaron los doctores Jorge Bejarano, Rafael
Barberi, Jorge Camacho Gamba, Enrique Enciso, Héctor Pedraza, Hernán
Vergara, Rafael Escallón, Carlos Holguín, Guillermo Nanetti, Olga Lucía
Reyes, y Francisco de Abrisqueta y los monseñores Ernesto Solano y Carlos
Romero, este último también capellán del plantel. Después de veinte años de
labores durante los cuales graduó 95 trabajadores sociales la escuela
clausuró sus actividades. (Federación, 1983)
El análisis de los planes de estudio del período (Ver Martínez y otros, 1981;
Asociación, 1963) permite realizar las siguientes consideraciones iniciales
sobre las concepciones en que fueron formadas las trabajadoras sociales de
la época. En lo epistemológico puede señalarse que no aparecen cursos
destinados a dar cuenta del carácter, sentido o historia del Trabajo Social. Es
probable que en ese momento solo existiera una conciencia filosófica
incipiente del mismo, construida desde una práctica basada en el uso de
técnicas y procedimientos de vocación doméstica, que de todas maneras sí
hablan de una total e irreflexiva opción por la intervención y cuya orientación
ética era explícita. El plan de estudios de la escuela anexa a la Universidad
del Rosario de Bogotá contenía, en el primer año las asignaturas de Religión,
Ética y Filosofía y en el segundo Religión, Liturgia, Doctrina Social y Ética. La
escuela anexa a la Normal Antioqueña de Señoritas contemplaba los años
primero y segundo un curso de Moral, y uno de Doctrina social. En la
escuela del Colegio Mayor de Cultura Femenina de Cundinamarca también
se hacía en el primer año un curso de Moral, en el segundo otro, y uno de
Doctrinas sociales. Es difícil precisar por ahora el contenido menudo de tales
discusiones, pero parece posible afirmar que remitían a una variedad muy
progresista del ideario católico denominado Doctrina Social de Iglesia,
contenida en las encíclicas papales Rerum Novarum de León XIII de 1841 y
Quadragésimo Anno de Pio XI de 1931, concebidas para contrarrestar la
influencia del marxismo y la lucha emancipatoria socialista.
Decía la encíclica Rerum Novarum en algunos de sus planteamientos:
Los aumentos recientes de la industria y los nuevos caminos por los que van
las artes, el cambio obrado en las relaciones mutuas de amos y jornaleros, el
haberse acumulado las riquezas en unos pocos y empobrecido la multitud, la
mayor confianza de los obreros en sí mismos y la unión más estrecha con
que unos y otros se han juntado y finalmente la corrupción de las costumbres
han hecho estallar la guerra.” (...) “A aumentar el mal vino la voraz usura; la
cual, aunque más de una vez condenada por sentencia de la Iglesia sigue
siempre bajo diversas formas, la misma de su ser, ejercida por hombres
avaros y codiciosos. Júntase a esto que la producción y el comercio de todas
las cosas está casi todo en manos de pocos, de tal suerte, que unos cuantos
hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre la multitud innumerable de
proletarios un yugo que difiere poco del de los esclavos.2
Esto significa que la formación inicial de los trabajadores sociales no fue tan
conservadora ni retardataria como pudiera pensarse, así la Iglesia Católica
de la época desarrollara una acción política de esta naturaleza, la moral
caritativa fuera la ética dominante desde el punto de vista de los dispositivos
sociales de ayuda, o la prédica parroquial de púlpito insistiera en equiparar a
los liberales y al comunismo con el demonio.
En el plano teórico, y contra lo que pudiera creerse, la presentación del
conocimiento científico tuvo gran importancia. Se organizó en torno de tres
temas: el psicosociológico, el jurídico y el médico. Son destacables los cursos
de Economía política y Social en los programas de la escuela del Colegio
del Rosario, del Mayor de Cundinamarca y la Normal Antioqueña de
Señoritas, pues permiten pensar en la existencia de cátedras que impulsaban
una formación progresista. Sin embargo, no se notan puntos de entronque
con algo que pudiera considerarse particular del Trabajo Social, el cual,
siendo el área fundamental que está muy desdibujado. Solo se asoma en la
asignaturas de Beneficencia, Asistencia Pública y Política Social, y en los
cursos de Organización de las obras sociales y Caso Social, que son de cuño
metodológico.
El tratamiento de lo metodológico le imprimió a la intervención una vocación
familiar-doméstica. El encargo más importante para el Trabajo Social
consistió en proteger el orden familiar reforzando los papeles convencionales
atribuidos a la mujer-madre mediante su calificación técnica en el desempeño
de actividades hogareñas instrumentales. Las asignaturas de Caso y Visita
Social, Higiene general y de la Mujer, Primeros Auxilios, Puericultura,
Modistería, Costura, Dibujo, Juguetería y Economía doméstica ilustran este
punto. También la orientación de las prácticas estudiantiles que en el caso de
la escuela del Rosario en Bogotá se desarrollaban durante el tercer año en
los secretariados sociales y jardines infantiles de barrios obreros como Las
Cruces, La Perseverancia y El Centenario en Bogotá.
Los estudiantes resolvían problemas económicos y morales de todo orden,
buscaban la manera de proporcionar trabajo al que de él carecía, enseñaban
el valor del dinero y la manera como debía ser distribuido en el presupuesto
familiar. Organizaban clases de enseñanzas prácticas sobre alimentación de
la familia y su papel en la salud; el vestido y modo de confeccionarlo;
cuidados de la casa; maneras de hacer cosas útiles que embellecieran el
hogar; cuidado de los niños; enfermería casera; deberes para con los
miembros de la familia y maneras de tratarlos. Organizaban clases de
lectura, escritura y nociones de Aritmética. También ayudaban para que la
mujer contribuyera con el presupuesto familiar sin que tuviera que alejarse
del hogar con perjuicio de los hijos. Con este objeto organizaban cursos
sobre industrias caseras tales como modistería, marquetería, repujado en
cuero, tejidos en lana, trabajo en fique y muchos otros. (Martínez, 2000:171)
En síntesis se podría afirmarse que en este subperíodo el Trabajo Social se
concibe únicamente como profesión, es decir, una forma de intervención
social centrada en lo doméstico con una orientación ético-católica explícita.
El surgimiento del Trabajo Social en Colombia hizo parte del interés político
expansionista de la Iglesia Católica Romana que para la época buscaba
contrarrestar la influencia del ideario marxista y el avance de la lucha
socialista. Con tales fines desplegó al menos tres frentes que fueron: la
evangelización doctrinaria a través de la prédica parroquial y la acción
misionera, la organización de relaciones de ayuda o Bienestar Social como la
Asistencia Social informada por la ética caritativa o una modalidad de la
Autogestión denominada “Obrerismo” basada en la Doctrina Social de la
Iglesia y un frente académico centrado en la discusión filosófico teológica
dentro del cual se originó la Unión Católica Internacional de Servicio Social
fundada en Brúcelas en 1925. La UCISS tenía como propósitos estudiar a la
luz de los principios católicos, las cuestiones científicas y prácticas del
Servicio Social3, desarrollar el Servicio Social con el objeto de contribuir a la
realización de un orden social en el mundo moderno, promover la creación de
escuelas de Servicio Social y de grupos católicos de acción social en
diversos países promoviendo sus relaciones mutuas y representar en el
terreno internacional oficial o privado el punto de vista católico en lo que
concierne al Servicio Social. (Martínez y otros, 1981:38)
Patrocinó la creación del primer programa de Trabajo Social en el país y de
siete más en América Latina entre 1929 y 1939, a través de la escuela
católica chilena Elvira Matte de Cruchaga, que fue designada sede del
secretariado de la Unión para el continente con el encargo de fomentar el
Servicio Social Católico. En un balance de su labor la EEMC anotaba: “En
diez años tenemos ya un grupo de ocho escuelas católicas: Santiago,
Montevideo, Río de Janeiro, Sao Paulo, Lima, Bogotá, Buenos Aires y
Caracas. Somos en verdad una fuerza en el conjunto total de diez escuelas
existentes en América del Sur. Esperamos que el Señor ayude nuestros
esfuerzos para hacer extensiva a los demás países americanos los beneficios
del Servicio Social Católico”.4
Doña María Carulla interpretó con mucha claridad el sentimiento católico que
impulsó el surgimiento de los primeros programas de Trabajo Social. Decía
en una entrevista realizada en Abril de 1975: La situación de Colombia es
bastante confusa. La población pasó de un plano de servilismo a uno ya
industrializado, pero los trabajadores desconocen sus derechos y sobre todo
falta un gran sentimiento de caridad cristiana en las relaciones humanas. Las
encíclicas papales si bien son conocidas aún no han sido encarnadas, todo lo
cual crea un clima propicio a las ideas anarquistas y comunistas por lo cual
es necesario que la iglesia tome conciencia para inducir a las gentes sencillas
a responder al momento histórico. (Martínez y otros, 1981:38)
Es probable que doña María se refiriera a los agudos conflictos de clase que
se expresaron bajo la forma de grandes huelgas sindicales surgidas en los
enclaves capitalistas de las compañías bananeras y petroleras
norteamericanas durante la década de los años veinte. La primera se hizo
contra la Tropical Oil Company, pues las condiciones de trabajo eran
desastrosas. En 1923, 40.81% de los trabajadores empleados enfermaron,
había pocos hospitales, y mientras los trabajadores colombianos ganaban $
1,50 al día sin alojamiento ni comida, los extranjeros en los mismos puestos
ganaban $ 3,50 más alojamiento y comida. El 8 de octubre de 1924 más de
cincuenta obreros se declararon en huelga y dos días después el paro se
hizo total. El movimiento fue organizado por Raúl Eduardo Mahecha, activista
socialista. La negativa de la compañía a negociar llevó a los trabajadores a
las vías de hecho. Destruyeron los rieles del ferrocarril, obligaron a los
trabajadores renuentes a solidarizarse con el paro y organizaron un ejercito
popular. La ciudad de Barrancabermeja estaba en manos de Mahecha, y
grupos de obreros se paseaban por las calles disparando revólveres al aire.
En enero de 1927 hubo otra huelga contra la Tropical Oil Company
ocasionada por un aumento salarial muy bajo. De nuevo Mahecha, quien
para la época editaba un periódico comunista en Barranca, asesoró el
movimiento.
La huelga duró veinte días y convocó a unos 5.000 obreros. María Cano e
Ignacio Torres Giraldo, líderes comunistas, viajaron a apoyar el movimiento.
La Compañía se negó a negociar y el 21 de Enero la policía disparó contra
los trabajadores. Hubo dos muertos y ocho heridos. El gobierno declaró el
estado de sitio y Mahecha y otros líderes fueron encarcelados y deportados.
El 4 de Noviembre de 1928 se produjo una huelga contra la United Fruit Co.
causada por la negativa de la compañia a cumplir con la legislación laboral
vigente, pues mediante un sistema de contratistas evadía pagar el seguro
colectivo, la provisión de servicios sanitarios, el suministro de vivienda y otros
beneficios de ley. El movimiento fue liderado por comunistas y anarquistas
entre los que se destacó Mahecha. La United, con el aval del gobierno
rechazó las solicitudes de los trabajadores. A finales del mes las fuerzas
militares habían apresado a más de 400 huelguistas y al inspector de trabajo
regional, quien encontró las peticiones obreras razonables y declaró la
huelga legal. El 4 de diciembre los trabajadores bloquearon las líneas férreas
para evitar que los trenes cargados con fruta llegaran a puerto, y obligaron a
que el general Cortes Vargas abandonara un tren cargado con prisioneros
que fueron liberados. Al día siguiente el gobierno declaró el estado de sitio y
autorizó disparar contra la multitud. El 6 de diciembre a la 1:30 un pelotón del
ejército entró en la plaza de Ciénaga, leyó la declaración del estado de sitio,
dio 5 minutos para que la multitud se dispersara y disparó. Después comenzó
el reino del terror. Los huelguistas en su huida quemaron y saquearon los
edificios de la compañía, por lo cual el general Cortes Vargas los declaró
malhechores y los persiguió como a tales. Se ha calculado que el ejército
masacró de 1000 y 1500 personas. Cincuenta y cuatro participantes en la
huelga fueron juzgados en consejos de guerra y 31 fueron condenados a
prisión. (Urrutia, 1983: 224-231)
3.1.2. Período de transición: 1952-1960
Este período se inicia con un hecho de gran significación. Se trata del
decreto gubernamental 1572 del 1 de Julio de 1952 del Ministerio de
Educación Nacional, que reglamenta la Ley 25 del 27 de Octubre de 1948
sobre escuelas de Servicio Social, en el cual se establecen orientaciones
académicas universales para la formación de trabajadores sociales. De tal
decreto se destacan el artículo 1° que define el carácter de las escuelas de
Servicio Social, el 4° en el cual se establece que todas las escuelas de
Servicio Social existentes en el país, cualquiera que sea la entidad de la que
dependan, someterán su plan de estudios y organización a la supervisión de
los ministerios de Educación e Higiene, y el 6° que define un plan de estudios
general de tres años. Su análisis permite realizar las siguientes hipótesis
sobre las orientaciones en que se formaron los trabajadores sociales de la
época. (Ver Asociación, 1963)
El plan fue pensado para formar en la intervención social, entendida como un
esfuerzo procesal de cambio que ahora buscaba lo familiar en vez de lo
doméstico, se extendía hacia formas de organización más públicas como los
grupos sociales y las comunidades de diverso orden y se sustentaba en el
manejo de métodos de acción social apropiados para este fin. Es por esto
que lo más novedoso consistió en el esfuerzo epistemológico que se hizo
para identificar un área de formación específica en “Servicio Social”, en la
cual se entregaba un concepto del mismo y se instauraban las cátedras de
Caso, Grupo y Comunidad, estructura curricular metodológica que
acompaña desde entonces la enseñanza del Trabajo Social.
A esta área se le asignaron un total de 408 horas, el doble de lo programado
para Derecho y legislación y Medicina Social temas de gran importancia en
esos momentos. Contenía las asignaturas de Fundamentos del Servicio
Social, Origen Histórico y métodos, Caso Social, Servicio social de Grupo,
Organización de la comunidad, Administración en Servicio Social, Nociones
de Servicio Social especializado y Estadística e Investigación Social.
En el plan de estudios básico de 1952, la profesión, es decir, el énfasis
conferido a la intervención social, continúa dominada por la educación ética
explícita a través de dos áreas. La de Filosofía Social, contenía los cursos de
Doctrinas sociales, Doctrina social católica, Economía Social, Sociología y
Antropología, con un total de 180 horas. La de Formación religiosa y moral
tenía 216 horas, intensidad equivalente a la Derecho y legislación, y un poco
mayor que la correspondiente a Medicina social. Las asignaturas fueron
Moral General, Moral Familiar, Etica Profesional, con 36 horas cada una y
Cultura Religiosa con 108 horas, es decir, tres veces más de lo programado
para cualquiera de las asignaturas del área, cuatro veces más con respecto a
las materias de menor intensidad, y 36 horas por encima de cátedras de gran
importancia como Sociología, Legislación del Trabajo, Higiene Alimentaría,
Origen Histórico del Servicio Social, Caso Social o Estadística e
Investigación Social, con 72 horas cada una.
En lo científico, el plan conserva el predominio de lo jurídico y lo médico, pero
en una perspectiva más social y cercana a la intervención. El área de
Derecho y legislación, con 216 horas, presentaba las asignaturas de
Constitucional, Administrativo, Civil, Penal, Tribunal de Menores, Legislación
del Trabajo y Criminología. El de Medicina Social, con 198 horas,
contemplaba los cursos de Higiene General y social, Puericultura, Higiene
femenina, Higiene mental, Nociones de psiquiatría, Primeros Auxilios,
Enfermería, Nociones de bacteriología e Higiene Alimenticia, que se
destacaba pues tenía casi el 40% de la intensidad asignada al área. Tomó
forma el área de Psicología con 144 horas asignadas a las cátedras de
Psicología general, infantil y de la Adolescencia. Las disciplinas sociales
asomaron pero como una forma de filosofía social, es decir, subordinadas a
la discusión ética. Por esta razón, los cursos de Sociología, Antropología y
Economía Social aparecieron en el área de Doctrinas sociales y solo
sumaban 126 horas, 72 de las cuales le pertenecían a la Sociología.
La opción disciplinar no estuvo siquiera intuida. Solo aparece un curso de
Investigación Social y estadística con 72 horas, dentro del área de Servicio
Social, es decir, como herramienta auxiliar para el ejercicio de la profesión.
3.1.3. Período científico: 1960-1970.
Este período se inicia con dos acontecimientos de significación académica
para el Trabajo Social. El primero ocurre en 1959 cuando la Asociación de
Escuelas de Servicio Social, creada en 1951, y el Ministerio de Educación
Nacional solicitaron a la embajada de los Estados Unidos los servicios de la
doctora Cecilia Bunker, trabajadora social de Puerto Rico, para analizar el
pensum. Tal estudio originó otro plan de estudios básico que empezó a
funcionar en 1960 en el Colegio Mayor de Cundinamarca. El segundo evento
sucede en Junio de 1963 cuando se realiza el primer seminario de
Facultades y Escuelas de Servicio Social convocado por la Asociación
Colombiana de Universidades, del cual surge otro pensum básico. En el
seminario participaron la Universidad Bolivariana de Medellín, que envió
como delegados a Mercedes Echavarría de Rojas y Martha Ospina; La
escuela de Servicio Social de Cali cuyas delegadas fueron Saray Colman y
María Eugenia García, la escuela de Servicio Social de Cartagena,
representada por Josefina Suárez y el R. P. Ruben Castro, la Escuela de
Servicio Social de Pamplona representada por Josefina Muñoz y sor Ligia
Melo; la Pontificia Universidad Javeriana, que envió al R. P. Jorge Betancur,
S. J. y a Ruth Pizano de Vela y el Colegio Mayor de Cundinamarca,
representado por Ligia Neira y Magdalena Fernández. Fueron asesoras Alicia
Rico de Pinzón, Helena Menderos de González, Nina Chávez de Santacruz,
Martha Godinho y Willard Dodge.
Las consideraciones y conclusiones que realizaron las escuelas en el
seminario expresaron una conciencia muy definida sobre la vocación del
Trabajo Social como profesión, es decir, como una forma de intervención
social basada en el conocimiento científico, a la que se le atribuye la
capacidad cambiar las relaciones sociales indeseables, ahora denominadas
disfuncionales, desadaptativas o problemas sociales, para satisfacer las
exigencias académicas de la época sobre la objetividad científica y la
neutralidad valorativa. Este giro sepultó la discusión ética sobre la vida
buena, inevitable e indispensable en toda propuesta de cambio planeado, o
en cualquier ilusión de progreso o desarrollo social. Así, la profesión ganó
cierta presencia académica y perdió identidad como forma acción política,
pero creó las tensiones necesarias para iniciar la construcción disciplinar. 5
El plan de estudios recomendado se caracterizó por el gran predominio de la
razón científica con respecto a la formación ética, la hegemonía de las
ciencias humanas y sociales, la desaparición de la enseñanza médicojurídica y la consolidación de una estructura curricular específica del Trabajo
Social alrededor de los métodos de Caso, Grupo y Organización de la
comunidad. El informe final del seminario decía:
La docencia de la profesión de Servicio Social, ha vivido un fuerte proceso
de maduración en los últimos diez años. Por tanto el pensum establecido en
1952 como básico para la preparación profesional ha sido superado
ampliamente... La celeridad de los cambios de estructuras en los países en
proceso de desarrollo, plantea un reto a los profesionales del Servicio Social,
como positivos agentes de cambio y adaptación... El objetivo general de
toda preparación profesional debe ser el de formar personal capaz de
comprender e interpretar la realidad social con alto dominio de una técnica
que garantice su idóneo desempeño...El Servicio Social es una profesión
eminentemente práctica y dinámica que impone un enfoque hacia la
realidad social del país y una preparación tal, que asegure su efectiva
participación a alto nivel, en la planeación, orientación y ejecución de los
programas sociales. Por tanto los objetivos de formación deben: 1°. Prepara
profesionales con pericia y responsabilidad para trabajar con individuos,
grupos y comunidades en estados de desadaptación social y en procesos
de cooperación y desarrollo. 2°. Desarrollar la capacidad del estudiante para
analizar objetiva y sistemáticamente la realidad social; sacar conclusiones
valederas del estudio de esta realidad y movilizar recursos humanos y de
cualquier otra índole para el logro del mejor estar individual y colectivo. 3°.
Procurar el crecimiento integral del alumno, con base en el conocimiento de
sí mismo y en su capacidad de asimilación y sistematización de
conocimientos. 4°. Proveer liderato, en campos tales como Administración,
Planificación e Investigación Social. (Asociación 1963: 1-2)
El Seminario propuso una estructura general para un plan de estudios básico,
pero no alcanzó a discutir los contenidos de las asignaturas, lo que quedó
como compromiso para una reunión posterior. Sin embargo, el curriculum
vigente en 1962 en el colegio Mayor de Cundinamarca, surgido de la consulta
con la doctora Bunker y recomendado por el Ministerio, interpretó el
ambiente del Seminario. Este plan redujo la formación ética a dos cursos de
Moral general y Familiar que sumaban 4 horas semanales, mientras que creó
el área de Estudios de la sociedad con las asignaturas de Introducción a la
sociología, Sociología de la familia, de la Vida rural, Urbana, Doctrinas
sociales, Instituciones básicas del Estado y sus funciones, Movimientos
sociales y políticos contemporáneos, Economía y su relación con el Bienestar
Social, Estructura de la Nación, Problemas sociales colombianos y
Antropología cultural, las cuales sumaban 28 horas semanales, es decir, seis
veces más que la intensidad destinada a la formación ética. También creó el
área de Estudios del hombre que incluía las asignaturas de Psicología
general, Desarrollo de la personalidad, Aspectos médico-sociales de la
enfermedad, Psicopatología y Psiquiatría para Trabajadores Sociales con un
total de 20 horas semanales, o sea, cuatro veces más que lo dedicado a al
formación ética. Perfeccionó el área de Trabajo Social, distinguiendo la
discusión filosófica de la metodológica. En la primera ubicó los cursos de
Historia del Servicio Social, Problemas Sociales, Bienestar Social y Ética
Profesional, con un total de 10 horas semanales, y en la segunda las
cátedras de Trabajo social de Caso, Trabajo social de Grupo, Organización
de la comunidad, Actividades para grupos en Servicio Social, Métodos de
educación popular aplicables al Servicio Social, Métodos y técnicas de acción
social, Introducción a la supervisión, Administración de Servicios Sociales,
Campos de aplicación y planeamiento económico y social, con un total de 40
horas semanales. O sea que en conjunto el área de Trabajo Social tenía
una intensidad nueve veces por encima de la asignada a la formación ética.
El plan eliminó las áreas médica y jurídica. Solo consideró los cursos de
Información médica para Trabajadores Sociales con 4 horas, y Derecho
Familiar y de protección social con 4 horas. Bosquejó el tema de la
investigación con los cursos de Estadística, Investigación Social, Encuesta
Social y Tesis que sumaron 12 horas semanales, si bien, su baja intensidad y
dispersión dentro del plan hacen pensar que se concibió como un
instrumento al servicio de la intervención y que la opción disciplinar
continuaba siendo una intuición.
En síntesis, puede afirmarse que durante este período el Trabajo Social
continuó entendido como una profesión, es decir, una forma de intervención
social, pero ahora fundamentada en las ciencias sociales y humanas que por
sus exigencias de neutralidad valorativa hicieron invisible lo más propio y
fundamental de la profesión, lo que debe ser plenamente consciente y
debatido, esto es, su orientación ética e intencionalidad política.
Durante los 18 años que abarca esta época se fundaron ocho escuelas. En
1953 la escuela de Servicio Social de Cali, en 1961 la Facultad de Trabajo
Social de la Universidad Javeriana, cerrada en 1971 para reprimir un
movimiento estudiantil y profesoral de protesta propiciado por la
reconceptualización; en 1963, la Escuela de Servicio Social de la Universidad
Femenina de Santander; en 1964, el Departamento de Trabajo Social de la
Universidad de Caldas; en 1965 se organizó el Consejo Nacional para la
Educación en Trabajo Social CONETS, que recogió la experiencia de la
Asociación de Escuelas y Facultades de Trabajo Social fundada en 1951; en
1966 se creó la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de la Salle y se
trasladó como carrera anexa de la Facultad de Sociología de la Universidad
Nacional de Colombia (ver adelante) el programa del Colegio Mayor de
Cundinamarca ,fundado en 1946; y en 1969 se abrió la sección de Trabajo
Social de la Universidad de Antioquia, se creó la Facultad de Trabajo Social
de la Universidad Externado de Colombia y reinició labores la Facultad de
Trabajo Social del Colegio Mayor de Cundinamarca.
3.2. La re conceptualización. 1970-1990.
Puede considerarse como un período de crítica y transformación radical de
las visiones con que se formaban los trabajadores sociales. Se inició en
Chile y Argentina hacia mediados de los años sesenta e impactó de lleno los
planes de estudio de Trabajo Social en el país en los inicios de los setenta. El
ideario marxista fue predominante. Desde allí se inició un cuestionamiento
profundo apasionado y vertical del Trabajo Social. Se analizó su articulación
con el modo de producción capitalista, el papel ideologizante de las ciencias
sociales, en particular de la sociología funcionalista, y su influencia en la
construcción de un Trabajo Social adaptativo que ubicaba los problemas
sociales en los individuos y no en las estructuras sociales capitalistas; se
develó el carácter fetichista del positivismo, se criticaron los excesos del
método científico y sus exigencias de neutralidad valorativa, al igual que los
métodos de Trabajo Social por solipsistas, funcionalizantes, ineficientes,
asistencialistas y aislacionistas. También a las organizaciones de Bienestar
Social por ser agencias del sistema que imponían desde la visión de la clase
dominante los proyectos de desarrollo social que convenían al capital:
La ideología desarrollista es una manifestación de otra fase de la ideología
dominante que se esconde bajo las ideas de modernización,
democratización, mejoramiento, desarrollo técnico y planificación que
incorpora al individuo en los procesos del cambio controlado o desarrollo
socio económico, donde el trabajador social actúa como un agente neutral de
la contradicción dominadores versus dominados para reducir los conflictos
que esta contradicción genera, mediante la promoción de funciones y
aptitudes positivas hacia el cambio que permita la posibilidad de superar el
estado de subdesarrollo de los países atrasados a partir del establecimiento y
obligatoriedad de los modelos exógenos de desarrollo implantados por los
países dominantes a los nuestros, para favorecer sus tentáculos de poder
imperialista. (Faleiros, 1974: 33)
Las objeciones más o menos radicales que durante este período se le
hicieron al Trabajo Social impulsaron un gran esfuerzo académico de
profesores y estudiantes en el estudio y comprensión del ideario marxista
especialmente, en la búsqueda de redefiniciones epistemológicas, teóricas y
metodológicas para el Trabajo Social y en la construcción de nuevas
relaciones pedagógicas. También generaron cambios caóticos en los planes
de estudio, desorganización de las rutinas académicas, dolorosas
confrontaciones y en el caso de la Universidad Javeriana de Bogotá el cierre
de
los
programas
de
Trabajo
Social
y
Sociología.
La reconceptualización fomentó y profundizo la reflexión sobre el carácter y
sentido del Trabajo Social. Se redefinió como una forma de acción política
emancipatoria, centrada en la concientización, organización y movilización
de los sectores populares, lo que permitiría la construcción de una nueva
sociedad y la solución real de los problemas sociales. Tal concepción
replanteó el sentido del cambio que propiciaría la intervención de la profesión.
De la funcionalización adaptativa de los desviados se pasaba a la
transformación revolucionaria de las estructuras sociales. También el papel
del trabajador social, que de agente del sistema se transformó en intelectual
orgánico o pedagogo del marxismo. Dentro de esta visión se discutió, ahora
si conscientemente, un estatuto disciplinar o la identificación de un objeto de
conocimiento ligado inicialmente al estudio de la política social, y se le
señalaron nuevas tareas para la investigación, la que adquirió una presencia
importante en los planes de estudio y una cierta autonomía con respecto a la
intervención en lo que se dio por llamar la sistematización de experiencias.
El curriculum favoreció el estudio del pensamiento marxista. Su criticidad se
convirtió en una ética radical de clase postulada contra la neutralidad
valorativa, la teoría ideologizante, el Estado Colombiano, el capitalismo
nacional y el imperialismo norteamericano, y en favor de la ilusión socialista
que interpretaba mejor las viejas ideas sobre la democracia, la igualdad, la
solidaridad, la dignidad humana y lo que en su momento se consideró el
verdadero carácter, sentido y dirección del Trabajo Social. Se excluyeron los
cursos de sociología funcionalista, se desestimó el estudio de lo subjetivo, se
minimizaron las asignaturas de psicología y se privilegió la historia, el
materialismo dialéctico y la economía política.
La reconceptualización propició la búsqueda de métodos que superarán la
triada del Caso, Grupo y Comunidad. Se propuso un método único pensado
desde una lógica de la intervención, y se estudiaron la Pedagogía de la
Liberación, la Investigación Temática de Paulo Freire y la Investigación
Acción Participativa como estrategias de concientización. El espíritu de la
época y la iniciación de profesores y estudiantes en la discusión de los
paradigmas que circularon, transformaron las relaciones pedagógicas que se
hicieron muy participativas y democráticas. También generaron la
descalificación fácil, apasionada e injusta de todos aquellos profesores o
estudiantes que resultaban ubicados o intuidos como representantes del
sistema.
En resumen podría decirse que la reconceptualización intentó construir al
Trabajo Social como una profesión revolucionaria. Se presumía que los
trabajadores sociales, sin dejar sus cargos en las organizaciones del
Bienestar Social, podrían subvertir el sistema desde dentro, aprovechando
las fisuras que existieran. Sin embargo, las exigencias funcionalizantes del
mercado laboral, una de las expresiones mas imperativas del capital,
deshicieron esta propuesta académica y mostraron que su principal equívoco
consistía en atribuirle a una profesión más bien modesta las enormes,
complejas y peligrosas tareas de las organizaciones políticas revolucionarias.
Muchos egresados tan pronto se emplearon abandonaron los ideales de la
reconceptualización, no sin frustración, desaliento y culpa. Los que insistieron
perdieron los puestos de trabajo y sus nombres fueron incluidos en listas
negras que circulaban entre los empleadores. Algunos se radicalizaron e
ingresaron a la lucha armada. La Reconceptualización con todos sus
equívocos, tuvo enorme significación en el desarrollo filosófico y teórico del
Trabajo Social. Permitió una gran cualificación de profesores y estudiantes,
tendió puentes de comunicación con otras profesiones y disciplinas, pero por
sobre todo creó una conciencia epistemológica que desde entonces ha
intentado dar cuenta del Trabajo Social
La influencia que tuvo el ideario marxista en las décadas de los años 60 y 70
y una aparente cercanía entre la lucha revolucionaria y el carácter y
propósitos de la profesión pueden explicar el surgimiento e influencia de este
período. Para esos momentos el encuadre crítico y emancipatorio que el
Marxismo hace del modo de producción capitalista constituía el paradigma
dominante, y los esfuerzos por construir el socialismo eran esperanzadores.
La población rusa estaba entre las mejor alimentadas y educadas del mundo
y las revoluciones chinas y cubanas marchaban. Por su parte, el Trabajo
Social parecía entender mejor que otras disciplinas y profesiones las
aspiraciones y compromisos de la lucha revolucionaria y las angustias de los
excluidos. Reclamaba para si una vocación “práctica” antes que académica o
teórica, se encontraba en contacto permanente y directo con la pobreza y el
sufrimiento de los sectores populares, hacía una clara opción en favor de
estos buscando mejorar sus condiciones de vida y su ejercicio poco
remunerativo, exigía compromiso y sacrifico. Los profesores y estudiantes
que recién llegaban al escenario teórico de la lucha de clases encontraron
en ésta, la mejor forma de redefinir al Trabajo Social.
Durante este período se fundaron cinco escuelas. En 1971 se abrió la
Facultad de Trabajo Social de la Universidad Tecnológica del Chocó, y la
protesta de profesores y estudiantes que buscaban una transformación en los
planes de estudio que permitiera incluir las ideas de la reconceptualización
precipitó el cierre del programa de la Javeriana. En 1973 inició labores la
facultad de Trabajo Social de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla y
en 1974, la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Metropolitana en la
misma ciudad. En 1977 se expidió la ley 53 que reguló el ejercicio de la
profesión, y en 1981, el Decreto 2833 reglamentario de esta ley. En 1984 se
fundaron las facultades de Trabajo Social de la Universidad Mariana de Pasto
y de la Fundación Universitaria Montserrate de Bogotá.
3.3. La Pos-reconceptualización (1990- ? )
La disolución del bloque socialista europeo, la relegación ideario marxista en
el contexto académico, su mejor comprensión por los profesores de Trabajo
Social y las perentorias señales del mercado laboral, propiciaron que
después de veinte años los centros académicos entendieran que la profesión
de Trabajo Social no podía convertirse en una práctica revolucionaria sino a
costa de su desaparición. Entonces se inició con incertidumbre,
culpabilización y a veces sin mucha conciencia un proceso complejo que hoy
día tiene al menos tres direcciones.
La primera es la vuelta a la simple formación profesional dentro de los
modelos funcionalizantes pero actualizados con las exigencias y avances
propios del capitalismo del tercer milenio. Las teorías del caos y la
complejidad, la visión sistémica de primer y segundo orden con sus
desarrollos en terapia familiar, la discusión ambientalista, la informática, la
gerencia social y la planificación estratégica alternan con los tradicionales
cursos de antropología, sociología, economía, psicología, ciencia política y la
enseñanza de los métodos de caso, grupo y comunidad. Sin embargo,
algunas opiniones formadas en la Reconceptualización aún se resisten a
considerar el Trabajo Social como una práctica funcionalizante y han
objetado
la
cercanía
entre
formación
y
mercado.
La segunda busca explicar las diferencias entre el ámbito profesional y el
disciplinar e iniciar la formación de trabajadores sociales investigadores. Se le
han opuesto la dificultad para entender las diferentes formas de pensamiento
que dominan una y otra. Se cree que la disciplina se resuelve en la
investigación diagnóstica que exige la práctica profesional, sin autonomía ni
distancia entre ellas, y que plantear lo contrario es un contrasentido o una
escisión equívoca. O bien se piensa que el hacer disciplinar autónomo
desdibuja el carácter “práctico” del Trabajo Social convirtiéndolo en una forma
teorizante similar a la Sociología. Se vacila ante la idea de formar
investigadores desde el pregrado o frente a los debates que demanda
clarificar la pertinencia disciplinar o definir el objeto de estudio.
La tercera agrega a la formación profesional y disciplinar una visión crítica del
sistema que incluye al propio Trabajo Social y por lo tanto produce
contradicciones. Muestra que se puede ser revolucionario no por ser
trabajador social, sino por la fuerza de un compromiso personal con la utopía
de la humanidad como especie solidaria y admite la contradicción como
herramienta pedagógica valiosa y estrategia política legítima para que el
sujeto crítico encuentre formas de supervivencia en el mundo capitalista.
Las anteriores hipótesis pueden ser útiles para debatir la historia del Trabajo
Social latinoamericano que parece tener los mismos movimientos y avatares.
También para analizar las diferencias y similitudes de su desarrollo en otros
continentes. Es decir que en la interpretación de la historia del Trabajo Social
existe un programa de investigación disciplinar interesante, amplio y
complejo, que se corresponde con una de las expresiones de su objeto.
4. El Trabajo Social en la Universidad Nacional de Colombia.
El programa de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Colombia se
inició en el año de 1966 como resultado de un convenio establecido entre la
Universidad, el Ministerio de Educación y el Colegio Mayor de Cundinamarca.
El contrato fue firmado en 1965 por Daniel Arango Ministro de Educación
Nacional de la época, y el rector de la Universidad José Félix Patiño. El
acuerdo señalaba que:
…a) de acuerdo con las exigencias modernas y las necesidades del país se
hace preciso procurar que los estudios de Servicio Social tengan
proyecciones más amplias en los aspectos investigativos y sociológicos; b)
Que la escuela de Servicio Social de Bogotá funciona actualmente como
establecimiento dependiente del colegio Mayor de Cultura Femenina de
Cundinamarca, por lo cual y con el objeto de procurarle el mejor cumplimiento
de sus fines, se considera indispensable incorporarla a la Universidad
Nacional, … convienen en celebrar el contrato que se consigna en la
siguientes cláusulas: Primera. La Universidad se obliga para con el Gobierno
a organizar dentro de la Facultad de Ciencias Sociales los estudios de
Servicio Social. Segunda. La universidad incorporará los cursos que
actualmente funcionan en la escuela de Servicio Social del colegio Mayor de
Cultura Femenina de Cundinamarca. Tercera. La universidad tendrá a su
cargo la orientación y dirección de la carrera de Servicio Social que en esta
forma se organiza y que en tal razón tendrá libertad para adoptarlos planes
de estudio y programas de cada uno de los cursos que se hayan de seguir”6
El marco general que explica este traslado podría encontrarse en la
importancia que adquirió en las décadas de los años 50 y 60 la visión
desarrollista que veía en la planificación social indicativa la principal
estrategia para superar las condiciones de atraso, pobreza y “subdesarrollo”
de los países capitalistas periféricos, en la dirección que mostraban la
economías capitalistas hegemónicas entendidas como “desarrolladas”. Era
la respuesta al reto planteado por el éxito que en ese entonces tenía la
planificación centralizada adelantada en países que intentaban construirse
como socialistas. Es decir que las mismas tensiones entre Capitalismo y
Socialismo que en los 30 originaron los primeros programas académicos de
Trabajo Social con el encargo neutralizar la influencia del ideario marxista por
la vía de la Doctrina Social de la Iglesia, se reeditaban ahora en un escenario
que enlazaba al Trabajo Social con un saber científico social emergente en el
país, el cambio social planificado, la Alianza para el progreso y el Desarrollo
de la Comunidad.
En 1965 la profesora María Cristina Salazar, quien con el profesor Orlando
Fals Borda gestionaron con mucho énfasis y en diversas instancias
académicas y gubernamentales el traslado del programa de Trabajo Social a
la Universidad Nacional, interpretaba estas circunstancias y explicaba dentro
de ese marco las razones del traslado. En una ponencia presentada al III
Congreso Nacional de Servicio Social realizado en Cali entre el 17 y el 22 de
julio, afirmaba que en Colombia y en el contexto latinoamericano empezaban
a vislumbrase los elementos de una sociedad futura que exigían una
reflexión constante sobre lo que Mannheim denominaba la planificación
democrática, que contestara a las preguntas sobre los derroteros del cambio
y las responsabilidades de la planificación.
“Estas preguntas y otras semejantes, la filosofía de servicio al país que
hemos venido infundiendo en la facultad de Sociología desde su fundación y
el establecimiento en ella de la sección de Trabajo Social nos ha llevado a
una serie de reflexiones que nos ayude a aclarar las funciones y
complementariedades de los trabajadores sociales y los sociólogos en una
sociedad en vías de desarrollo. El esfuerzo por dilucidar los procesos de
desarrollo del país exigen un esfuerzo conjunto en que deben participar con
las mismas prerrogativas aunque quizás con diferentes enfoques tanto los
trabajadores sociales como los sociólogos. Una Sociología “pura”,
desinteresada del cambio social, no parece factible dentro de las estructuras
de un país subdesarrollado. En este sentido surge un interrogante que no
pretendemos responder en esta ponencia: será posible lograr una síntesis
entre la Sociología y el Trabajo Social, podrá ser más eficaz nuestra
participación en el cambio del país si fijamos una serie de metas comunes
para las dos profesiones tales como el servicio del país, la concepción
científica de los procesos de transformación social la colaboración
interdisciplinaria de los programas de desarrollo social? La realidad social del
país las situaciones infrahumanas en las que viven muchos millares de
colombianos, la velocidad del cambio, exigen ante todo, la contribución de los
profesionales del campo social y hacen que el reto que tenemos por delante
alcance proporciones gigantescas” (Salazar, 1965: 1)
Trabajo Social llega a la Universidad Nacional con treinta años de tradición
académica. Vale recordar que para la época ya existían en el país nueve
programas de Trabajo Social, y que el programa del Colegio Mayor de
Cultura Femenina de Cundinamarca tenía 20 años de funcionamiento. Su
ingreso en la facultad de Ciencias Humanas se hace en condiciones de
excepción administrativa como programa adscrito al Departamento de
Sociología enfocado exclusivamente en la docencia condición que conservó
hasta el año de 1985 cuando se creó el Departamento de Trabajo Social.
El ingreso a la Universidad no transformó sustancialmente las orientaciones y
visiones propias del subperíodo científico, último tramo de la prereconceptualización. La universidad reforzó la hegemonía de la racionalidad
científica sobre la ética que, a pesar de haber sido suprimida de la formación
de los trabajadores sociales emergía una y otra vez como un antecedente
sospechoso para el fundamentalismo positivista de la época. La recién
fundada Facultad de Ciencias Humanas y en especial el Departamento de
Sociología no daban espacio ni acomodo completo a las raíces altruistas y
bondadosas que continuaron originado la práctica del Trabajo Social. Por
eso, los interrogantes sobre su objeto de conocimiento, campos teóricos,
fundamentos científicos y la acción preferente con los pobres, que corrían
aparejados con los señalamientos de voluntarismo, empirismo y
pragmatismo, con frecuencia se convertían en dudas sobre las razones que
justificaban su presencia en la Universidad.
También reforzó la formación centrada en la intervención. Con más fuerza
ahora que la Sociología estaba tan cercana, reclamando para sí y por
principio la tarea de la investigación social científica y dejando para otros el
encargo mas bien enrarecido, prosaico y subordinado de las “aplicaciones”.
Esta cercanía también enfatizó la visión sociológica funcionalista, mientras
que en el plano de los métodos de intervención no se fue más allá de el
tratamiento convencional del caso, el grupo y la comunidad. Podría decirse
que hasta el año de 1974 el traslado a la Universidad tan solo extendió y
profundizó los encuadres y concepciones que surgieron de las reformas
curriculares de principios de los años sesenta. De hecho, un buen número de
los profesores que estaban vinculados con el Colegio fueron contratados
como profesores de la Universidad.
La reforma al plan de estudios adelantada en 1974 buscaba interpretar las
preocupaciones y aspiraciones que la reconceptualización le planteaba al
Trabajo Social. Este período encontró en la Universidad Nacional espacios,
escenarios y debates que favorecieron su radicalización, como fueron el
carácter público de la Universidad, su vocación crítica, la vigencia académica
del marxismo, y la existencia de organizaciones político estudiantiles fuertes,
muy formadas conceptual y filosóficamente como la Juventud Comunista, La
Juventud Patriótica, El MOIR y el troskysmo. Desde 1970 el plan de estudios
que se había adoptado con el traslado del Colegio Mayor de Cundinamarca
se convirtió en el objeto central de crítica de un gran número de estudiantes
y profesores pues reproducía un Trabajo Social alinderado con la burguesía,
cuyos intereses se expresaban en la sociología funcionalista, el solipsismo de
la psicología, el reformismo de las teorías desarrollistas, la neutralidad de la
ciencia positivista o el idealismo de algunas posiciones culturalistas. La
reforma del 74 buscaba lo contrario, es decir, formar trabajadores sociales
que se hicieran cargo de la emancipación popular subvirtiendo el capitalismo
desde su interior, aprovechando las fisuras que mostraban las
organizaciones del bienestar. Algunas asignaturas del área profesional,
como las prácticas fueron mitificadas. Se les atribuyó ser fuente y validación
de la teoría y escenarios del trabajo emancipatorio.
Se convirtieron en emblemáticas las experiencias de trabajo con
comunidades populares o de base que exploraban nuevos métodos de
concientización como la investigación temática y la Investigación Acción
Participativa. La reforma que en el año 1974 adelantó la sección de Trabajo
Social del Departamento de Sociología no se sustrajo al equívoco
fundamental de la reconceptualización, es decir, confundir el ejercicio
profesional con la práctica política emancipatoria. Sin embargo, la
reconceptualización también inició el proceso de construcción disciplinar bajo
la forma de una reflexión intensa sobre el carácter, sentido, objeto, campos y
métodos de investigación e intervención que cristalizó en 1985 con la
creación del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias
Humanas, veinte años después del traslado del Colegio _Mayor de
Cundinamarca. Podría decirse que la reconceptualización produjo en la
Universidad Nacional de Colombia un desarrollo disciplinar del Trabajo Social
tan importante que permitió su constitución como unidad académica
autónoma
en
la
Facultad
de
Ciencias
Humanas.
El Acuerdo 75 del año 1985 del Consejo Superior Universitario, consignado
en el Acta número 22 del 28 de Agosto de 1985 decía que:
CONSIDERANDO:
Que la historia del Trabajo Social en Colombia deja ver una rápida
transformación de esta disciplina que la ha llevado a pasar de un estado
inicial, marcado por el asistencialismo sin mayores aportes teóricos e
investigativos a la situación actual, particularmente en la Universidad
Nacional , caracterizada por un desarrollo teórico y metodológico en las áreas
de su conocimiento y en los procedimientos de su intervención profesional;
Que el campo del saber asumido por el Trabajo Social: el conocimiento de las
políticas de desarrollo y de Bienestar Social en correspondencia con las
necesidades individuales y colectivas de la población, desarrollando procesos
y modalidades de intervención social no es sumido por ninguna otra unidad
académica de la universidad;
Que existe la necesidad inaplazable de contribuir al estudio y tratamiento de
los problemas sociales del país a través de proyectos específicos de
desarrollo e intervención social y que la Universidad puede contar con una
entidad que permita el cumplimiento de esta tarea;
Que existe una considerable presencia de la investigación en lo que hoy es la
carrera de Trabajo Social, la cual da contornos distintivos a la calidad del
conocimiento que busca y a su aplicación;
Que posee una planta docente capaz de desarrollar el campo de
conocimiento que ha definido;
Que Trabajo Social como disciplina tiene una considerable presencia y
reconocimiento tanto en la Universidad como fuera de ella, en el área de
planeación, prestación y evaluación de servicios y organización y desarrollo
comunitario,
ACUERDA
Artículo 1: Crease el Departamento de Trabajo Social de la Facultad de
Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia –Sede Bogotá
con las siguientes secciones:
1.
Política
y
2.
Metodología
de
Intervención
3. Proyectos de Desarrollo Social.
Bienestar
del
Trabajo
Social.
Social.
El plan de estudios del 74 permaneció vigente, con modificaciones menores,
hasta 1992, año en el que se reformó por segunda vez. El nuevo plan de
estudios buscaba recoger las orientaciones de la reforma propuesta por el
rector Antanas Mockus y los intensos debates que se venían dando desde
1988 en torno a la reconceptualización. Buscaba resolver tres compromisos
formativos que expresaban el nivel de conciencia epistemológica y política
que se había alcanzado durante este período. En primer lugar, se quiso
retomar la formación de Trabajadores sociales para la intervención de la
problemática social en los términos que proponía el sistema a través de las
organizaciones del Bienestar Social. Es decir, recuperar la función profesional
que se había refundido en el imaginario emancipatorio de la
reconceptualización. En segundo lugar, se quería profundizar la formación de
trabajadores sociales en la investigación disciplinar, práctica que con
muchas dudas se había iniciado desde principios de los 80, especialmente en
el tema de la política social y a través de ejercicios llamados
“Sistematización de experiencias”. En tercer lugar, se aspiraba a continuar
con la formación critica que se había heredado de la reconceptualización,
pero ahora asumida como una dimensión del sujeto, independiente, y
contradictoria con su formación como Trabajador Social. La reforma despertó
resistencia en algunos profesores y estudiantes que creían traicionada la
causa que la reconceptualización le había definido al Trabajo Social,
innecesaria la diferenciación entre profesión y disciplina, o inconscientes
entre
formación
profesional,
disciplinar
y
crítica.
No obstante, el Departamento logró consolidar consensos muy importantes
en torno de esta reforma e inscribirse en este último período en las logicas
mencionadas, si bien con diversos niveles de desarrollo.
PROYECCIÓN DE TRABAJO SOCIAL EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL
DE COLOMBIA 7
Desde su creación el Departamento se ha proyectado en la gestión
académica y administrativa dentro y fuera de la Universidad, y ha participado
en la creación de posgrados y en cursos de contexto, publicaciones,
extensión e investigación.
Docentes de esta unidad académica han estado en la Vicerrectoría de
Bienestar del nivel nacional en la universidad, en la Vicedecanatura de
Bienestar, en la Dirección del Centro de Estudios Sociales y en la secretaría
académica de la Facultad de Ciencias Humanas, en la organización del
Programa Interdisciplinario de Apoyo a la Comunidad (PRIAC), que originó la
División de Extensión de la Universidad, sede Bogotá, en la coordinación de
la División de Extensión de esta sede, del PRIAC y del Programa Iniciativas
por la Paz, en el Consejo Nacional para la Educación en Trabajo Social
(CONETS), y en la dirección de la Revista que éste edita.
Por otro lado, el área curricular de Trabajo Social y la investigación del
profesorado propiciaron la creación del grupo Mujer y Sociedad en el año de
1986 y del Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo, adscrito al
Departamento de Trabajo Social. La gestión y dirección académica de
Trabajo Social fue fundamental para la creación en 1994 del Fondo de
Documentación Mujer y Género, y para proveer una infraestructura logística,
académica y administrativa para la organización y puesta en marcha de la
Escuela de Género, Mujer y Desarrollo, la cual cuenta con dos programas de
postgrado en el campo de los estudios de Género. La participación de
Trabajo Social en esta temática obedece a la prevalencia de la composición
femenina en la comunidad académica y profesional de Trabajo Social, y a la
alta presencia de mujeres en los proyectos de desarrollo social en los
campos de la familia, menor, salud y educación, entre otros.
Puede afirmarse que la ubicación del Trabajo Social en la esfera reproductiva
constituyó una condición objetiva para que la interpretación de la dinámica de
las relaciones de género y entre los géneros se nutriera de los desarrollos de
la investigación en Trabajo Social. Así mismo, la organización de los
programas de Especialización en Planeación del Desarrollo con perspectiva
de Género, y de Maestría en Estudios de Género con énfasis en Mujer y
desarrollo, tuvo un significado relevante para el fortalecimiento académico de
Trabajo Social, e incidió en el desarrollo de procesos de investigación y
extensión que enriquecieron la docencia en las asignaturas del pregrado.
Trabajo Social también ha participado en el desarrollo de varios cursos de
contexto. En la última década, el área curricular ha ofrecido cuatro cursos
con esta modalidad: “La cuestión femenina”, producto el trabajo colegiado del
Grupo Mujer y Sociedad y de la Escuela de Género, “Comunidad,
participación y democracia”, a raíz del trabajo conjunto con profesores e
integrantes del Programa Interdisciplinario de Apoyo a la Comunidad
(PRIAC); “Desplazamiento forzoso en Colombia” en alianza con la Facultad
de Derecho y el curso “Desarrollo, Participación y Territorio” en coordinación
con el Campo de Acción Institucional Espacio y Territorio.
Desde 1998 el Departamento de Trabajo Social publica una revista anual, la
cual contiene temáticas especializadas. El primer número se centró en el
tema de familia, el segundo en la metodología de intervención, el tercero en
el estudio de las políticas sociales, el cuarto y el quinto en la relación entre
las disciplinas sociales y el Trabajo Social, el sexto en las nuevas dinámicas
sociales en los ámbitos local y global y el séptimo en desplazamiento y
derechos humanos. La mayor parte de sus artículos fueron elaborados por
profesoras y profesores del Departamento de Trabajo Social a partir de su
trabajo de investigación y docencia y de las y los estudiantes de la carrera.
También la revista acoge aportes hechos por trabajadoras sociales de otras
universidades del país y del exterior. Esta publicación es utilizada como
fuente de consulta bibliográfica en la docencia, la investigación y en el
ejercicio profesional.
El Departamento de Trabajo Social, se ha interesado en establecer un
diálogo e intercambios continuos con la comunidad académica internacional.
Entre 1992 y 1995 se estableció un intercambio de profesores con la
Universidad del Estado de California en Sacramento.
Además, el programa mantiene vinculación periódica con la Escuela de
Trabajo Social de la Universidad de Jerez de La Frontera (España) que en la
fecha cuenta con un convenio con el propósito de estimular y fortalecer el
intercambio docente, investigativo y estudiantil para realizar proyectos de
investigación comparada entre la Universidad de Sevilla, la Universidad de
Jerez de La Frontera y la Universidad Nacional, sobre la Historia del Trabajo
Social. También Se mantiene un intercambio docente con la Escuela de
Trabajo Social y Ciencias Sociales de la Universidad Pablo de Olavide de
Sevilla España, y en el marco del Programa de Cooperación entre las
Universidades Iberoamericanas y la Oficina de Relaciones Interinstitucionales
(ORI) de la Universidad Nacional de Colombia, se están sentando las bases
para formular un convenio en el campo del Trabajo Social Familiar y los
programas y Servicios de Bienestar Social en ambos países.
Además hay convenios con las Escuelas de Trabajo Social de Universidades
de Alemania, Austria, España, Perú, México y Colombia a partir de las
experiencias de intercambio iniciadas con Gaby Franger-Huhle, Trabajadora
Social y profesora de Fachhochschule Coburg University of Sciences de
Alemania. Y se participa de la Red Alfa II, con el propósito de lograr un
intercambio académico e investigativo sobre la formación de profesionales en
Trabajo Social y el fortalecimiento de los estudios sobre refugiados,
migrantes, desplazados, derechos humanos, racismo, sexismo, exclusión y
xenofobia. También se han realizado intercambios académicos con los
programas de estudio de Trabajo Social de la Universidad de la Habana
(Cuba) y con la Universidad de la Sorbona y Laval (Canadá).
Finalmente debe anotarse que el Departamento elaboró la propuesta de un
postgrado en Trabajo Social con énfasis en Familia y Redes Sociales. Esta
proyecto se alimentó de los debates realizados sobre la formación de
postgrado en Trabajo Social en las asambleas del Consejo Nacional para la
Educación en Trabajo Social. Para tal efecto se conformó una comisión
integrada por las profesoras del área de Teoría y Metodología de Trabajo
Social, y especialmente quienes trabajan en el área de Familia. El postgrado
parte de los desarrollos alcanzados por la investigación y la intervención
profesional en éste campo. El proyecto se presentó al Consejo de Facultad
de Ciencias Humanas en su sesión del 1 de abril de 2004, acta no.07; la
propuesta fue evaluada positivamente por el mismo. Se tuvieron en cuenta
las observaciones y se va a presentar nuevamente al Comité de Facultad
para continuar con los trámites.
* Este artículo aparece publicado en Cuatro décadas de compromiso
académico en la construcción de la Nación. Universidad Nacional de
Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, 2006. Editores Mauricio Archila,
François Correa, Ovidio Delgado, Jaime Eduardo Jaramillo. Grupo de
Reflexión Interdisciplinaria de la Facultad de Ciencias Humanas.
1- Con este mismo título se publicó un artículo escrito por el profesor Edgar
Malagón en la revista Trabajo Social # 3, Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá 2001, del cual se toman con algunas variaciones, las ideas
planteadas
en
esta
tercera
parte
del
presente
trabajo.
2- “Rerum Novarum”. Ediciones Paulinas, Lima 1977 pp. 3, 4, 5. En
Manrique, M. “De Apostoles a Agentes de Cambio”. Celats, Lima, 1982. p. 43.
3-Para la época la profesión era nombrada con el término Servicio Social
4-Escuela de Servcio Social Elvira Matte de Cruchaga. “Memoria 1930-1940”.
Zig Zag, Chile. En Manrique, M. “De apóstoles a agentes de cambio”
CELATS,
Perú,
1982,
pag.
94.
5- Los conceptos de disfunción y desadaptación social proceden del discurso
Estructural Funcionalista. En Trabajo Social se les utilizó para señalar que los
problemas sociales se originaban en acciones de los individuos y no en las
formas estructurales de organización social, con lo cual estas quedaban a
salvo
de
cualquier
cuestinamiento.
6- Borrador mecanografiado del contrato suscrito entre el Ministerio, la
Universidad y el colegio Mayor. Archivo de Facultad de Ciencias Humanas
de
la
Universidad
Nacional
de
Colombia,
Bogota,
1965.
7-Tomado de “Informe de autoevaluación”. Departamento de Trabajo Social,
Universidad Nacional de Colombia, 2006, pags., 15-19.
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