Patrimonio natural marítimo vasco

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 CASTRO URANGA, Raúl; CHUST PETERS, Guillem (AZTI):
“Patrimonio natural marítimo vasco”, Itsas Memoria. Revista de
Estudios Marítimos del País Vasco, 6, Untzi Museoa-Museo
Naval, Donostia-San Sebastián, 2009, pp. 557-562.
Patrimonio natural marítimo vasco
Raúl Castro Uranga, Guillem Chust Peters
AZTI-Tecnalia. Itsas Ikerketa Saila / Unidad Investigación Marina
El Mare Vasconum, que a partir de nuestra zona costera adyacente se extiende por el golfo de Bizkaia a todo el Océano, constituye un patrimonio natural cambiante e intervenido que conviene conocer, gestionar y respetar. Así, en este capítulo pretendemos exponer tres ideas básicas: nuestro entorno natural marino, su compleja dinámica paisajística y el enfoque necesariamente integrador de
cualquier planteamiento al respecto.
EL MARCO LITORAL
Todo nuestro territorio presenta un origen ligado al mar por lo que bajo el término patrimonio
natural marítimo podemos incluir desde las rocas que conforman los montes y acantilados de nuestra geografía hasta las móviles arenas de nuestras playas. También abarca aquellos fósiles de organismos marinos conspicuos en canteras, fachadas y pavimentos, junto a concheros correspondientes
a cuevas prehistóricas y huesos que yacen bajo terrenos ganados al mar. Incluso cabe reconocer la
imborrable tradición ballenera grabada en los escudos de nuestras villas marineras. El pescado fresco
o en conserva esencial a nuestra singular tradición culinaria, así como los caladeros y recursos vivos
asociados, aún contribuyen al sustento y al ocio en nuestra convulsa sociedad contemporánea.
El abrupto paisaje de la costa vasca, fruto de la perenne acción del oleaje, la marea, la lluvia y el
viento continúa bajo las aguas, allí donde el mar constituye su elemento esencial. Conviene considerar por una parte el continuo efecto de la erosión y el transporte sedimentario y por otra los cambios a escala geológica del clima y la escorrentía asociada; así como los desplazamientos ligados a
la tectónica de placas. En este sentido destaca el registro del flysch que aflora en la rasa mareal
situada entre Zumaia y Deba, recientemente declarada como biotopo protegido y que constituye un
referente de ámbito mundial en el que podemos interpretar sesenta millones de años de historia de
la Tierra.
Así, todo el espacio marítimo-terrestre aparece esculpido por procesos naturales de corto, medio
y largo plazo que podemos apreciar siguiendo la ruta costera del camino de Santiago:
La inmensa planicie aquitana, bruscamente interrumpida por el cañón submarino de Capbretón y
el estuario del Adour que morfológicamente corresponde a su continuidad continental pirenaica,
aparece bordeada por las turísticas playas de Las Landas y Anglet.
Los afloramientos rocosos entre la señorial Biarritz y la popular Hendaia cobijan en su seno a la
abrigada bahía de San Juan de Luz y la encauzada desembocadura del Bidasoa. Estas dos últimas
deben su configuración actual a un hijo de la comarca: el insigne ingeniero Ramón Iribarren. En continuidad con aquellos, la rada de Higuer –entre el islote Amuitz y las peñas gemelas alineadas con el
palacio Abadie– constituye el último refugio del mero cantábrico además de un lugar de referencia
para el viajero salmón navarro, por lo que debiera gozar de un grado de protección equiparable al de
las marismas interiores de Txingudi ya que juntos constituyen un hito de máximo interés naturalístico en un entorno transfronterizo extensamente urbanizado.
Una vez atravesado alguno de los históricos vados del Bidasoa (Behobia u Hondarribia) Los
bellos acantilados de Jaizkibel y Ulía aparecen interrumpidos por la bocana del puerto de (los)
Pasajes –con su singularísimo faro de la Plata– llegando hasta la punta Mompás donde se abre la
ensenada de la Zurriola. A partir de su coronación es posible abarcar con la mirada los valles de los
ríos Oiartzun y Urumea, que si bien discurren en su tramo final entre zonas industriales y urbanas,
descienden de cabeceras boscosas situadas al pie de las peñas de Aia y del macizo de las Cinco
Villas.
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La celebérrima bahía de la Concha surge al abrigo de la cadena costera formada por los montes
Urgull, Igeldo y Mendizorrotz, como emblema y esencia de la ciudad de Donostia-San Sebastián.
A partir de allí, la boca de Orio y los peñascos de Moiarri-Ubiri-San Antón-Aizpurupe se encuentran
en contacto submarino con el extenso banco sumergido de Kostarrenkala, que desde la playa de
Zarautz se extiende prácticamente uniforme hasta el borde del cañón submarino antes mencionado.
Dichos relieves circundan por su parte a otros arenales más reducidos, como el de Santiago de Zumaia
en cuya duna se asienta la casa familiar y el museo-taller de nuestro afamado pintor Ignacio Zuloaga.
Posteriormente surgen los policromados acantilados de la ruta del flysch (Algorri-Aitzuri), que
partiendo de la impresionante playa de Itzurun enlaza a través de la boca del Deba con los oscuros
arrecifes ricos en fósiles de Mutriku-Siete Playas.
El punto de encuentro con Bizkaia se sitúa en el pequeño arenal de Ondarroa-Saturraran, cuyos
singularísimos riscos encuadran un pujante puerto pesquero y acogen en su seno un mosaico de
intereses contrapuestos en cuanto a usos del espacio marítimo-costero.
Después llegan los acantilados de Mendexa, Lekeitio e Ispaster, con el arenal exterior de Sagustan
y los interiores del Karraspio –en el que destaca el islote de San Nicolás–, Ea y Ogeia.
El hito del majestuoso peñón de Ogoño confiere un encanto especial al pueblo de Elantxobe y a
la vecina playa de Laga, sirviendo además de atalaya a la isla de Izaro. Ésta por su parte enmarca el
arenal de Laida-Mundaka y su excepcional rompiente, en continuidad con las extensas marismas
interiores de Urdaibai. Aquí, la Reserva de la Biosfera constituye un laboratorio en el que cotidianamente se pone a prueba la difícil convivencia de nuestra sofisticada sociedad actual con su sencillo
entorno natural.
Tras los taludes del cabo Matxitxako surgen los singularísimos peñascos de Aketz y Gaztelugatxe,
visibles también desde la playa de Bakio.
Posteriormente los acantilados de Basorda e islote Villano se extienden hasta La bahía de Plentzia.
Al pasar, las inútiles instalaciones de la central de Lemoiz –desmantelada sin llegar a funcionar– contratan con el coqueto puerto de Armintza.
Dejando atrás los cantiles y playas de Barrika, Sopelana y Getxo llegamos al intervenido Abra y ría
de Bilbao, ejemplo paradigmático de alteración humana del espacio litoral que nos invita a reflexionar sobre la reversibilidad de nuestro modelo de desarrollo.
Por último, los acantilados de Luzero y Kobaron enmarcan la playa de Arena y su continuidad en
las marismas de Pobeña, cuyo valle alberga una importante refinería y sus chimeneas parecen alzarse como signos de exclamación al respecto de la cuestión planteada en el punto anterior.
Para contrastar aspectos oceanográficos y de fauna marina asociada puede consultarse la Guía de
la Biodiversidad marina del golfo de Bizkaia (Gobierno Vasco, 2006).
A lo largo del tiempo los fenómenos geomorfológicos vienen influyendo notablemente en el
devenir de nuestra propia historia. Así, tras el asentamiento romano en Oiasso, enclave costero situado al abrigo de Jaizkibel y Aaiko Harria; el origen gascón de nuestra navegación comercial aparece
ligado a las limitaciones de calado en el puerto de Baiona. En época medieval su bocana sufre importantes desplazamientos –de Vieux-boucau a Capbretón– lo que fuerza a numerosos emprendedores
locales a probar fortuna en otros puntos abrigados del litoral cantábrico (Hondarribia, Pasajes, San
Sebastián…). Sólo tras diversos avatares históricos, en 1578 Luis de Foix abre el actual canal de entrada al puerto de Baiona, si bien los dragados de mantenimiento continúan hoy en día.
Por su parte los modernos puertos comerciales de Pasajes y Bilbao se desarrollan a partir de los
albores del siglo XX. Su relación con el patrimonio marítimo no queda exenta de conflictos.
A raíz de las teorías higienistas desarrolladas en paralelo a la revolución industrial, el océano
adquiere una importancia capital como fuente de salud, ocio y bienestar. Así, centros balnearios
como Biarritz, San Sebastián, Zarautz, Mundaka, Bakio o incluso Getxo o Portugalete en su momento, basan su atractivo turístico en un eminente carácter marinero. Primero son las familias acomodadas quienes oficializan el veraneo en la zona, antes de popularizarse como consecuencia del desarrollo económico y social del estado del bienestar. En la actualidad es la generación del surf la que
llega a alcanzar un papel mediático importante. Así, el litoral deja de ser considerado únicamente
como lugar propicio para actividades productivas y comerciales y pasa a convertirse también en un
espacio de encuentro y disfrute. El oleaje ya no es sólo un factor de riesgo sino también de oportu-
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nidad. Este nuevo enfoque de la cultura marítima nos permite avanzar en la comprensión de la compleja realidad del espacio litoral.
EL PAISAJE MARÍTIMO
Nuestra percepción inmediata del mar surge del contraste entre una costa abrupta y una lámina de
agua uniforme en apariencia. Siendo en superficie un reflejo del cielo, una observación más serena
nos permite apreciar infinitos matices. El espacio constituye la esencia de la atmósfera mientras que,
a simple vista, el océano se extiende plano hacia el horizonte. En una dársena es el color de las aguas
y la presencia de embarcaciones, reflejos e irisaciones lo que llama nuestra atención; mientras que en
una costa abierta la vista se dirige primero hacia la inmensidad en busca de algún hito hasta detenerse en la rompiente de la orilla. Al acercarnos, si la trasparencia del agua lo permite, son el fondo
y los organismos que flotan o nadan los que centran nuestra mirada.
De todo ello surge una primera constatación: el mar es un medio cambiante, en el que destacan la fuerza del oleaje y el vaivén de la marea. El efecto combinado de ambas crea un espacio de transición característico: la franja litoral. Ésta es muy distinta en un estuario –marisma vegetada–, en una playa arenosa –a la que se asocia de forma natural una duna–, en una rasa rocosa –en la
que tienden a depositarse los guijarros arrastrados por el mar–, en un acantilado activo o en un muelle, un dique o un canal artificial. Existen además múltiples combinaciones de dichos elementos, a las
que hay que añadir posibles incrustaciones y recubrimientos de organismos vivos (algas e invertebrados), arribazones y diversas infraestructuras e instalaciones generadas por la actividad humana.
Aparte de piezas aisladas y una burda visión de conjunto fruto de sondeos manuales y artes de
pesca tradicional, hasta épocas relativamente recientes esos eran los únicos paisajes marítimos conocidos. Pero el desarrollo relativamente reciente de la escafandra autónoma y los modernos medios de
muestreo en aguas profundas nos están permitiendo descubrir nuevas perspectivas del espacio marino. Así, disponemos de una cartografía completa de los fondos de nuestra plataforma hasta 100 m
realizada mediante sonda de haz múltiple.
En todo momento debemos tener en cuenta que el paisaje es un término que evoca la escala
humana del territorio e incluye por tanto la relación de nuestras actividades con su funcionamiento
natural. A modo de ejemplo podemos citar dos casos bien distintos: por una parte la ocupación del
espacio costero ligado al desarrollo urbano de Donostia-San Sebastián y, por otra, los cambios en el
uso del suelo registrados en las marismas de Urdaibai.
La ciudad de San Sebastián se desarrolla en el último siglo tras el derribo de sus murallas que
coincide en el tiempo con la llegada del ferrocarril del Norte (1863). Toda su parte llana (Parte Vieja,
Centro, Ondarreta, Gros, Amara, Loiola e Ibaeta) ocupa arenales y marismas litorales históricas, de
forma que su frente marítimo actual corresponde a un difícil equilibrio logrado a lo largo de los años.
Constituye por tanto un ejemplo singular de urbanismo adaptado a los procesos costeros y es fruto
de un continuo diálogo entre la ciudad y el mar (Clara Stella Vicari Aversa, 2008).
Destaca por su relevancia el efecto que en la expansión urbana tiene el temporal desencadenado
en la madrugada del día de los Santos Inocentes del año 1951. Éste rompe el muro de costa del frente marítimo del barrio de Gros, dando al traste con los planes inmobiliarios que pretendían ocuparlo
en su totalidad. Durante medio siglo pervive una minúscula playa encajada en la escollera, que es
notablemente ampliada en 1995 mediante la construcción del nuevo espigón del Kursaal y la alimentación con arena procedente de la cala Asabaratza (Jaizkibel).
Por su parte, en el caso de Urdaibai la desecación histórica de la marisma para uso agrícola
mediante la construcción de muros, drenajes y compuertas (Gogeascoechea y Juaristi, 1997) que
ilustra la Figura 1, tras su abandono da paso de nuevo al asentamiento natural de la vegetación de
marisma característica de dicho hábitat.
En la fotografía aérea de 2002 pueden apreciarse además los acúmulos de arena consecuencia de
los vertidos realizados desde 1973 por la empresa Astilleros de Murueta tras el dragado del canal
principal para sacar al mar barcos de mayor calado.
Se plantea por tanto en la actualidad la conveniencia de comprender y considerar los procesos naturales de cara a una correcta gestión del litoral, sabiendo que mientras los elementos característicos del
espacio costero (rasas, playas, marismas y acantilados) sólo se dan en él, nuestras múltiples actividades
podríamos realizarlas en otros lugares, con un coste ecológico y económico sensiblemente menor.
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Figura 1. Cambios en el uso del suelo en San Cristóbal
(Urdaibai fotos aéreas de 1956 y 2002)
¿QUIEN LLEVA EL TIMÓN?
El litoral se presenta como un espacio abierto al que cualquier persona puede acceder amparada por
su carácter de condominio marítimo-terrestre. Sin embargo, desde un primer momento la servidumbre de tránsito del territorio circundante aparece condicionada por elementos particulares, naturales
o de interés general que limitan su uso y disfrute a paseantes, bañistas, navegantes, surfistas y pescadores. En este sentido, los principios de sensatez y sensibilidad debieran permitirnos, sin necesidad
de asumir riesgos innecesarios, conjugar nuestro derecho legítimo con el de los demás. Para ello
debieran fomentarse únicamente aquellas iniciativas empresariales, individuales o públicas que, respetando el medio natural y la propiedad privada, no quepa desarrollarlas en otro ámbito.
Siempre conviene garantizar la salvaguarda efectiva del notable patrimonio marítimo
apuntado en este libro: conocerlo, compartirlo y compatibilizarlo con las demandas actuales
de nuestra sociedad constituyen requisitos fundamentales para su correcta valorización.
En dicho sentido resulta esencial aclarar al contribuyente el interés y la viabilidad de cada proyecto en el marco de la planificación general: sólo resulta aceptable aquello que, tras ser sometido a la
comprensión, contraste y debate público mediante la integración de perspectivas sociales, geográficas, ecológicas y económicas comunes alcanza un consenso suficiente a nivel local, comarcal y regional. Partiendo de la premisa de que lo que no son cuentas son cuentos, cualquier inversión pública
de carácter territorial, monetaria o de bienes y servicios litorales requiere ser ponderada y evaluada a
corto, medio y largo plazo. Para ello resulta imprescindible detallar todos los costes y beneficios asociados mediante el establecimiento y seguimiento de unos indicadores adecuados a cada etapa del
ciclo de vida de la actividad, infraestructura o instalación prevista.
La normativa derivada de la Ley de Costas incluye en nuestro caso el Plan Territorial Sectorial del
Litoral del País Vasco, que regula la ocupación y los diversos usos del dominio público marítimoterrestre y su área de influencia. Sin embargo, debido en gran parte a la compartimentación y descoordinación administrativa, no se ha conseguido hasta la fecha superar el principal escollo existente
para la ordenación costera: el sistema litoral es un continuo y cualquier sectorización perjudica la imprescindible visión de conjunto. En este sentido la todavía innovadora Directiva de Aguas
y la aún más reciente sobre Estrategia Marina Europea inciden en un aspecto tan crucial.
Hasta la fecha los principales impactos en el paisaje costero proceden de la ocupación urbana,
industrial y por infraestructuras de transporte y saneamiento de las márgenes de los estuarios;
ampliándose en casos concretos a zonas de abrigo litoral: Higuer (encauzamiento de la desembocadura del Bidasoa, puertos de Hendaia y Hondarribia y urbanización litoral), Zurriola (encauzamiento y
urbanización), Agiti (piscifactoría), Orio (encauzamiento y urbanización), Zarautz-Getaria-Zumaia
(carretera, defensa costera y portuaria y urbanización), Deba-Mutriku (defensa, encauzamiento,
urbanización y vías de comunicación), Ondarroa-Lekeitio (ídem), Bermeo-Bakio (carretera, defensa,
encauzamiento y urbanización, Basorda-Lemoiz (instalación energética), Getxo-Santurtzi-ZierbenaMuskiz (defensa, encauzamiento, industria, urbanización y vías de comunicación).
En ese sentido, por su carácter eminentemente costero las infraestructuras portuarias consituyen
un importante factor a tener en cuenta en la ordenación del frente marítimo y su gestión no puede
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prescindir de todo lo dicho hasta ahora. La planificación del transporte marítimo y su íntima relación
con la logística intermodal y las vías de comunicación terrestre requiere por tanto partir de un enfoque global hasta llegar a concretizarse espacialmente en diálogo con el territorio, el urbanismo y el
paisaje litoral. En este sentido, las dificultades actuales ligadas a la crisis económica debieran servir de
acicate para un profundo replanteamiento a escala del Arco Atlántico de una cuestión tan básica
como la conectividad de zonas industriales y comerciales a través de una estrategia regional que priorice e integre desde los principales focos de comercio intercontinental un sistema coherente de puntos de intercambio y puertos de cabotaje íntimamente relacionados.
Por su parte la pesca constituye otra actividad con especial incidencia en el ámbito marítimo. Pese
a la estricta regulación basada en el consejo científico acumulada a lo largo del tiempo, la mayor parte de nuestros recursos pesqueros muestran evidentes síntomas de agotamiento. Además, el impacto de los artes asociado a la moderna mecanización y mejora de las condiciones de navegación y
detección ha dejado su huella en los fondos blandos de toda la plataforma, llegando incluso a alcanzar durante la última década las grandes profundidades oceánicas.
La acuicultura se postula en algunos foros como una oportunidad de reconversión, pero conviene
valorar que por su efecto concentrador el impacto directo sobre el litoral puede resultar aún más evidente.
La explotación y el depósito de hidrocarburos (gas y petróleo) en el litoral y mar abierto constituyen otro ejemplo singular de interacción entre las ciencias marinas y la industria, por lo que conviene
incidir en su compatibilidad con otros usos del espacio marítimo.
Inicialmente los atlas, bases de datos y cartografía recopilaban las observaciones celosamente
guardadas por navegantes y fueron complementadas por los frecuentes varamientos de organismos
marinos. Más tarde el levantamiento de cables transoceánicos aportó interesentes especímenes que
permitieron mejorar el conocimiento de la fauna bentónica, lo que unido al desarrollo de los modernos equipos de muestreo hace posible hoy en día afrontar el estudio de los fondos duros, esenciales
para una descripción completa de los hábitats marinos. De forma complementaria, la pesca científica, las campañas oceanográficas y los avistamientos coordinados desde plataformas de oportunidad
deben facilitar el análisis integrado del ecosistema pelágico, el más característico del medio marino
ya que incluye su tercera dimensión.
Por último, las tecnologías emergentes permiten vislumbrar la potencialidad del océano como
soporte para nuevas fuentes de energía e incluso generador por sí mismo; pero una vez más la compleja compatibilidad de usos y el difícil empalme con el delicado entramado costero constituyen retos
aún por resolver.
El litoral es la zona natural de encuentro entre la tierra y el mar. Sin embargo, no se trata en sí de
una línea fija e inmutable ya que tanto la marea y los temporales como los procesos geomorfológicos
y el registro geológico muestran la necesidad permanente de adaptación a unas circunstancias variables a escala espacial y temporal. Así, por ejemplo, el nivel medio del mar no refleja sino un cálculo
aproximativo de lo que cabe esperar en una perspectiva generacional. A este respecto, el cambio climático producido o agravado por nuestra incesante actividad está permanentemente de actualidad
desde que se ha constatado que el consumo exponencial de combustibles fósiles viene afectando al
clima terrestre. Sin embargo, centrándonos en el litoral y como hemos expuesto anteriormente este
efecto inducido puede considerarse menor con respecto al notable impacto directo de nuestra ocupación y explotación en curso.
La costa nos ofrece un atractivo indudable por lo que tendemos a asentarnos en ella. En la actualidad, ante la crisis abierta en el mercado inmobiliario, las nuevas tendencias propuestas para la gestión del espacio litoral debieran permitirnos apuntar un cambio de tendencia con el fin de lograr una
actitud ejemplarizante de disfrute de nuestro entorno sin necesidad de transformarlo. Incluso cabría
plantear en el horizonte 2018, año fijado por la vigente Ley de Costas para la caducidad de numerosas concesiones administrativas en domino público marítimo-terrestre, una decidida acción en aras
a la recuperación de los singulares ecosistemas litorales.
Numerosas son las instancias implicadas en la gestión y protección eficaz de nuestro patrimonio
natural marítimo, lo cual requiere una acción coordinada y decidida. Así, a modo de ejemplo, la simple aplicación de la normativa vigente exigiría un sistema integrado de actuación entre los diversos
servicios de ámbito administrativo civil e incluso militar. Pero el gobierno del espacio marítimo en
general y en particular la preservación de nuestro patrimonio litoral sólo resultará factible si cuenta
con la concienciación y actitud responsable de cada usuario: arrantzale, bañista, científico, consumi-
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dor, deportista, emprendedor, funcionario, navegante o simple lector interesado: tu compromiso
resulta indispensable.
BIBLIOGRAFÍA
AZTI: Guía de la biodiversidad marina del golfo de Bizkaia, elaborada para la Dirección de Biodiversidad y Participación Ambiental del Gobierno Vasco y publicada por su Servicio Central de Publicaciones, Vitoria-Gasteiz,
2006. Disponible en internet.
GOGEASCOECHEA, Arantza y JUARISTI, Joseba: “Aprovechamientos históricos y privatización de las marismas
de Urdaibai”, en Lurralde, nº 20, 1997, pp. 169-189.
VICARI AVERSA, Clara Stella: San Sebastián: un continuo diálogo entre la ciudad y el mar, Colegio Oficial de
Arquitectos Vasco-Navarro, San Sebastián, 2008.
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