WP20-2008 ORDEN PUBLICO SOCIETARIO - CEDEF

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CEDEF
Law & Finance
Working Paper, Nº 20 / 2008
Orden público societario: … ¿estás ahí?
(Con especial referencia a las nulidades absolutas, normas imperativas y derechos
inderogables de los socios)
Por:
PABLO AUGUSTO VAN THIENEN
Director
Iván Di Chiazza
Colaboradores
Florencia Paolini de Vidal
Miguel La Vista
1
INDICE
I. PRELIMINAR. …………….…………………………………………….………………..………….………….
4
II. ORDEN PÚBLICO SOCIETARIO: … ¿ESTAS AHÍ? …………………….………………….……………....
5
III. ALGUNAS NOCIONES DE ORDEN PÚBLICO: ¿BORDA O LLAMBÍAS? …..…………………………
6
IV. EL ORDEN PÚBLICO Y LA SOCIEDAD COMO CONTRATO. ..……………………..……………..….
8
V. NORMAS DE ORDEN PÚBLICO Y NORMAS IMPERATIVAS: DIFERENCIAS. ..…..…….…………..
9
VI. ORDEN PÚBLICO: IMPERATIVIDAD E IRRENUNCIABILIDAD. ……..……………………………...
11
a)
Acciones ordinarias de voto plural. ………….……………………………………………………………
12
b)
Asambleas ordinarias y extraordinarias. ………………………………………………………………….
14
c)
Paridad de trato y capitalización de reservas. …………………………………………………………….
14
VII. ORDEN PÚBLICO: NULIDAD ABSOLUTA E IMPRESCRIPTIBILIDAD. ……….…………………….
VIII. ORDEN PÚBLICO: IMPRESCRIPTIBILIDAD E IRRENUNCIABILIDAD. …………………..………...
IX. DEROGACIÓN DE DERECHOS SOCIETARIOS: NULIDADES Y PRESCRIPCIÓN. ………………….
15
16
17
X. PRESCRIPCIÓN Y DEBER DE DILIGENCIA. …………………………………….…………………………
18
XI. LOS DERECHOS DE LOS SOCIOS SON DEROGABLES. ………………….……………………………...
19
2
Abstract
Existe entre nosotros tres creencias:
Que los accionistas de una anónima o los socios de una sociedad
limitada poseen derechos inderogables.
Que la ley de sociedades 19.500 (t.o. 22.903) posee normas de orden
público.
Que la violación a las normas de la ley de sociedades conlleva la
nulidad absoluta del acto jurídico.
Desde la perspectiva del régimen de nulidades proponemos analizar
la autonomía contractual societaria buscando revertir estos tres
postulados.
La ley 19.550 posee normas de tipo imperativas y normas de tipo
dispositivas. Dentro de las primeras coexisten las normas que tutelan
intereses patrimoniales y aquellas que protegen un llamado: orden
público. A éstas últimas podemos catalogarlas como: normas imperativas
(de orden público).
Atento el interés jurídico tutelado, las normas de orden público no
pueden ser derogadas por contrato. Hasta aquí llega la autonomía de las
partes.
Siendo esto así, la cuestión de fondo es saber qué normas de la ley
de sociedades son imperativas y cuáles de orden público. Esta distinción
es vital para comprender el marco contractual (art. 21 del C. Civil).
Detectado el orden público parece que la idea de derechos
inderogables se hace añicos.
Está claro que los derechos patrimoniales de los socios pueden ser
derogados por dos vías bien precisas: (i) por acuerdo de partes en el
estatuto, renuncia o transacción, o (ii) por acto ilícito.
¿Derechos inderogables?
Esperamos que estas reflexiones sean de utilidad.
3
I.
Preliminar.
La evidencia empírica acredita que en
los fallos que han decretado la nulidad absoluta
de aumentos de capital en sociedades anónimas
y de responsabilidad limitada, el argumento
central del veredicto ha sido el siguiente: la
decisión social afecta el orden público societario,
lesiona derechos inderogables de los accionistas,
o violenta el régimen societario. Esta evidencia
prueba, también, que muchos de estos fallos
adhieren a las enseñanzas de los profesores
HALPERIN, ZALDÍVAR y OTAEGUI.
Incluso se ha llegado a sugerir la
imprescriptibilidad de la acción de nulidad
frente a un aumento de capital simulado y
fraudulento. Parece que esta clase de negocios
deben ser repudiados por el sistema con la
máxima pena: la nulidad absoluta1.
Quienes piensan de esta manera caen
en el siguiente silogismo: el aumento de capital
fraudulento es violatorio del orden público por
lesionar derechos inderogables de los socios
violentando de esa forma el régimen societario.
Siendo esto así corresponde a los jueces de la
Nación decretar la nulidad absoluta, insanable
e
imprescriptible.
Nos
preguntamos:
¿corresponde?
Desde la doctrina judicial del caso
Abrecht hasta nuestros días, cada vez que un
tribunal necesita declarar la nulidad absoluta
de un aumento de capital termina recalando en
este mismo lugar: dado que existe un orden
público societario los socios poseen derechos
inderogables. Partiendo de esta premisa los
tribunales llegan a la siguiente conclusión: hay
ilícitos societarios que llevan, decididamente, a
la nulidad absoluta del acto jurídico colegiado.
Parece que esa nulidad imprescriptible
alcanzaría, incluso, a los cuasidelitos.
Todos sabemos que el caso Abrecht
(piedra angular sobre la cual se edificó la tesis
de la nulidad absoluta e imprescriptible) no fue
otra cosa que una maniobra fraudulenta urdida
por los socios mayoritarios con la única
finalidad de desbaratar derechos patrimoniales
de dos socios minoritarios (los hermanos Pablo
y Karina) abusando aquellos de la estructura
1
Vid., NISSEN, Ricardo. Aumento del capital social
y orden público comprometido. LL, 1997-A-1023
jurídica societaria. Aquel desbaratamiento de
derechos se materializó a través de un aumento de
capital (a la par). En aquella sentencia el juez
preopinante Dr. Alberti invocó al artículo 4030 del
Código de Vélez2.
Conciente el juez Alberti de que el plazo
de caducidad del artículo 251 LSC era demasiado
escueto para avalar un fraude de tamaña
envergadura, y teniendo especialmente en cuenta
el perfil familiar y sucesorio del conflicto, no tuvo
otra opción que decidir extra muros aplicando a un
conflicto societario el régimen de prescripción del
digesto civil3. Basta repasar los motivos que
inspiraron aquel fallo para notar la equidad de la
sentencia.
Así las cosas, todos quienes precisan
perforar el exiguo plazo de caducidad del artículo
251 LSC echan mano al orden público en base a la
doctrina de este Leading Case.
Lo interesante del fallo Abrecht es que
detuvo la inercia de la doctrina Pereda. En efecto, la
misma sala D -que había levantado una valla de
contención contra la impugnación de aumentos de
capital al amparo de la doctrina de la no
justiciabilidad– consideró en Abrecht que aquel
principio debía ceder cuando el aumento de capital
no es otra cosa que un instrumento formal dirigido
a causar un daño; o sea, desatendiendo el interés
social4.
2
Si bien el juez Alberti sostuvo en su sentencia que la
materia patrimonial no escapa al orden público, no
descuidó un detalle: la acción para promover la
demanda de nulidad de la asamblea está sujeta a un
plazo de prescripción. Aún cuando se advierte cierta
contradicción en el fallo puesto que frente a la violación
del orden público no hay sanación posible, ni
confirmación; la tesis de la prescriptibilidad (vrg., art.
4030 del C. Civil) recibió la crítica de NISSEN; hoy
seguida por muchos. Ob.cit.
3
Dado los intereses involucrados en aquella causa
(derechos patrimoniales) y la particularidad de las
relaciones personales y societarias el juez Alberti se vio
forzado a emitir un fallo de equidad superador. Estaba
en juego el derecho de los socios Pablo y Karina a la
legítima hereditaria violentada por la organización de un
patrimonio familiar bajo la técnica jurídica societaria.
4
Interés social entendido en la versión de Tulio
Ascarelli como el interés común de todos los accionistas
y como el elemento causal del acto jurídico colegiado
(asamblea). La doctrina Pereda no es un caso aislado y
ha sido ratificada por los autos Lagarcué SA c. Banco
Galicia y Buenos Aires SA, sala C; Finkelstein c. Sauler
SA, sala C; Gowland c. ITA, sala B; Bellini c. SISA, sala
B y Mourín López c. Editorial Molina SA; Larocca c.
Argentina Citrus SA, sala E; ente otros
4
Frente a un aumento de capital
irracionalmente dañoso, abusivo o fraudulento
(léase: carente de causa lícita) aquel se convierte
en materia justiciable y la acción de nulidad
queda fuera del plazo de caducidad de tres
meses del artículo 251 LSC.
Ahora bien, como estamos hablando de
orden público y de derechos inderogables
parece que la nulidad del aumento es de tipo
absoluta, y como tal, la acción no estaría
sometida a plazo de prescripción alguno5.
Todos sabemos que los negocios nuloabsolutos
son inconfirmables (argumento del artículo
1058 del Código Civil).
En síntesis, los actos jurídicos
colegiados que tengan por objetivo una causa
extrasocietaria y fraudulenta agrediendo el
orden público societario y lesionando derechos
inderogables de los socios son actos jurídicos
nuloabsolutos; y por ende, imprescriptibles. Este
tipo de ilícitos se rigen por las normas del
Código Civil.
¿Es jurídicamente cierto que los socios
de una SRL o los accionistas de una SA poseen
derechos inderogables en el marco de la ley
19.550?
¿Podemos hablar de un orden público
societario?
Adelantamos nuestra opinión en sentido
negativo. A continuación los fundamentos:
II
Orden público societario… ¿estás ahí?
Todavía, no lo hemos encontrado.
No somos originales con el título de este
ensayo. El profesor de la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos
Aires, Doctor Adrián PAENZA lo ha expresado así
respecto de las matemáticas en su conocido best
seller “Matemática… ¿estás ahí?” Tanto el profesor
PAENZA como nosotros sabemos que ella existe y
está ahí. PAENZA nos invita a entrar en contacto
con ella, aceptarla, conocerla y entenderla.
En cambio, nosotros, partimos de otro
lugar. Sabemos que los artículos 3, 19, 21, 502, 794,
872 y 953 del Código Civil reconocen de manera
expresa o implícita un orden público; lo que no
sabemos a ciencia y verdad es el alcance de esa
noción. Ya no se trata de saber que un año luz
equivale a 9.460.000.000.000 kilómetros de
distancia sino, tratar de conocer algo mucho más
complejo y oscuro: el orden público. Y éste se torna
mucho más esquivo cuando queremos encontrarlo
en el ámbito societario.
5
Así lo sostuvo el juez a quo en Block c.
Frigoríficos Block SA. Criterio confirmado por la
alzada. En efecto, en uno de los párrafos más
salientes del fallo de 1º instancia pude leerse lo
siguiente: en la especie, se ha acreditado que las
nulidades asamblearias integraron una maniobra
fraudulenta encuadrable en el primer tipo de fraude
(…) que tiene por finalidad transgredir la ley; y en
particular el orden público. Por ello la nulidad
acusada no resulta encuadrable entre los supuestos
previstos por la norma societaria (art. 251LSC) ni
en el fraude a los acreedores previsto en el artículo
961 del C. Civil; sino, entre las nulidades absolutas
previstas en el artículo 1047 del C. Civil, por
tratarse de un negocio jurídico contrario al orden
público. (…) cuando el actor demuestra que el vicio
apuntado puede ser calificado como gravoso para el
orden público, es posible demandar la nulidad que,
por ende, es imprescriptible (conf. CNCom., sala D
Abrecht c. Cacique Camping SA) Así, si las normas
de orden público son aquellas que inspiran el
mantenimiento de la organización social, la mora,
las buenas costumbres y las instituciones de derecho
privado, no caben dudas que (…) los vicios
apuntados configuran un supuesto de nulidad
absoluta por fraude (…)
¿Existe un orden público… societario?
Todos sabemos que dentro del ámbito de
nuestra ciencia hay demasiadas ramas que han
nacido con este estigma. Hemos leído y escuchado
en forma reiterada frases que aluden al orden
público laboral, al orden público tributario, al
orden público concursal, al orden público
administrativo, al orden público ambiental, al
orden público del consumidor, al orden público
familiar y al orden público sucesorio. Incluso se
habla de un orden público económico; esto último
para justificar el dictado de normas de emergencia
vejatorias de los más elementales derechos
patrimoniales.
En el terreno del derecho mercantil y
específicamente dentro del derecho de los
contratos no habría suficiente espacio para el
orden público (salvo los contratos en masa)
poniéndose en entredicho la aplicación de esta
noción a nuestra rama: el derecho societario.
5
Para saber si un acto jurídico es nulo de
nulidad absoluta por violación al orden público
debemos entrar en contacto con esta noción
escurridiza para analizar si corresponde atacar
con la máxima sanción legal aquellos negocios
jurídicos que atentan contra derechos de los
socios. Por lo tanto, como primer paso,
corresponde captar este concepto.
Un dato a tener en cuenta es que la
comisión reformadora del ‘83 derogó
expresamente del artículo 251 LSC la referencia
que hacía este dispositivo a las norma de orden
público. Esto permite sacar una primera
conclusión: la remisión al orden público
generaba demasiada incertidumbre en el
delicado ámbito de las nulidades societarias;
siendo aconsejable su derogación6. Otro dato
que no puede pasar inadvertido por el lector es
que esa misma comisión eliminó la nulidad
absoluta del artículo 271 LSC. Así la reforma dio
cuenta de que la celebración de contratos entre
partes relacionadas no es un acto nuloabsoluto
por más perjudicial, fraudulento, leonino y
abusivo que sean los términos contractuales.
Este ejemplo nos da una pauta de óptimo rango
interpretativo: el interés jurídico tutelado por el
artículo 271 LSC no es de orden público.
Actuar de manera infiel, en interés
contrario, violando descaradamente el principio
de lealtad y buena fe que debe gobernar toda
relación contractual no implica lesionar el
orden público … societario.
Orden público societario… ¿ estás ahí?
III.
Algunas nociones de orden público:
¿Borda o Llambías?
Las palabras del profesor Gervasio
COLOMBRES adquieren para este trabajo,
plena vigencia: “Lo primero que es menester decir
del concepto jurídico de orden público es que no ha
sido logrado. Múltiples fueron las tentativas hechas
para precisarlo. Se recurrió a afanosas teorizaciones
que quedarán en el mejor de los casos como inútiles
incursiones intelectuales. Pero si éste fuera el único
saldo de tantos intentos frustrados, en él mi
6
A pesar de ello la comisión reformadora de la ley
de sociedades volvió a incorporar esta noción dentro
del texto refundido del nuevo artículo 251. Muestra
elocuente de nuestra posiciones pendulares en este
tema agregando confusión e incertidumbre.
observación se agotaría. Sin embargo, ello no es así. La
cuestión es más grave, porque la presencia por demás
asidua de la idea de orden público en el derecho
contemporáneo, ha comportado para la dogmática
jurídica una perturbación demasiado seria como para
que pueda ser olvidada. A sus conjuros el progreso
científico padeció la más cruel lesión que le fuera dado
soportar; lesión a la certeza jurídica que parece ser la
moda de nuestro siglo legislativo, judicial y científico.
Sentencias judiciales, libros doctrinarios, tribunas
políticas, discusiones parlamentarias, texto legales,
donde quiera se pretendía condenar de alguna manera el
derecho de nuestra época; allí aparecía el orden público
en su conceptuación imposible, vaga y difusa”7.
Veamos
intelectuales:
algunas
de
esas
incursiones
Para MARTINEZ RUIZ el orden público
involucra el conjunto de principios superiores
inherentes a la organización del Estado y la
familia, rectores del orden moral y buenas
costumbres, que la voluntad individual debe
respetar con prohibición de convenir cuanto pueda
transgredirlo8.
MOSSET
ITURRASPE,
citando
a
CARBONIER, nos enseña que el orden público es
el querer vivir de la Nación y que por esta razón el
Estado reprime las convenciones particulares
dirigidas a atentar contra sus intereses esenciales.
Para este autor existe un orden público de
protección donde se enrolan las normas tuitivas
del consumidor, del inquilino, del arrendatario
rural, de los usuarios, del trabajador; entre otras
disposiciones legales9.
En el caso de la ley 13.246 de
arrendamiento rural la presencia del orden público
es innegable: “Los preceptos de esta ley son de orden
público, irrenunciables sus beneficios e insanablemente
nulos y carentes de todo valor cualquier cláusula o pacto
en contrario o actos realizados en fraude a la misma”.
Podemos coincidir que semejante orden público de
protección es una exageración; pues no vemos
cuáles pueden ser los principios superiores
inherentes a la organización del Estado y la familia
que merezcan semejante tutela en el marco de un
contrato de arrendamiento rural. Ahora bien, el
7
Vid COLOMBRES., Gervasio. El orden público en
el código de comercio. JA-1964-II.
8
Vid., MARTINEZ RUIZ. El orden público y sus
características generales. JA-92-739.
9
Vid., MOSSET ITURRASPE, Jorge. Contratos
simulados y fraudulentos. Ed., Rubinzal – Culzoni.
Tomo II.2001. Pag., 113 y sgtes.
6
Estado así lo ha considerado y de esta forma el
Parlamento entendió que el arrendamiento
rural merecía un grado de protección superior a
otros contratos de arrendamiento o alquiler
celebrados entre mercantiles.
El
profesor
Guillermo
BORDA
entendió al orden público como aquellas
cuestiones que responden a un interés general o
colectivo, por oposición a las cuestiones de
orden privado, en los cuales sólo está
involucrado un interés particular10.
DE LA FUENTE adhiere a la definición
desarrollada por BORDA por considerar que
dicha definición es amplia cubriendo y
abarcando todos los supuestos donde hay un
interés público involucrado más allá de los
intereses superiores que hacen a la esencia de la
sociedad. Este autor explica que la concepción
de BORDA es la receptada por Vélez que
contrapone a la noción de orden público la
noción de interés particular. Por lo tanto el
orden público es sinónimo de interés general
por opuesto a interés particular o individual.
Todo lo que no es interés particular es de orden
público. DE LA FUENTE cita como ejemplo de
ello los artículos 19 párrafo 2º, 21 y 872 del
Código Civil11.
La posición mayoritaria representada
por los profesores Raymundo SALVAT y
Joaquín LLAMBÍAS restringen, y a la vez
elevan, la noción de orden público criticando
severamente la posición de BORDA. Para estos
autores la crítica a la doctrina amplia pasa por
que BORDA considera normas de orden
público a todas aquellas leyes que son de
interés público, interés general o bien común.
De acuerdo con SALVAT y LLAMBÍAS
semejante concepción del orden público implica
que toda norma jurídica calificaría de orden
público puesto que el legislador siempre está
inspirado en una finalidad de bien común y de
interés general. Sostienen estos autores que si
seguimos a pie juntillas la postura de BORDA
llegamos a la conclusión de que las normas
dispositivas o supletorias también serían de
orden público puesto que, sin duda, el Estado
las dicta teniendo en mira el bien común.
10
Vid., BORDA, Guilermo. Concepto de ley de
orden público. LL, 58-97.
11
Vid., DE LA FUENTE, Horacio. El orden público
y el control constitucional de las leyes. LL,
29.11.2004.
Es por ello que tanto SALVAT como
LLAMBÍAS jerarquizan la noción de orden público
expresando que es el conjunto de principios
fundamentales de orden político, filosófico,
económico, moral, y algunas veces religioso, cuya
observancia se considera esencial para la existencia
y conservación de la organización social12. Ergo,
califican como normas de orden público las que
establezcan la vigencia de aquellos principios. Esta
visión restringida es seguida por BUDANO ROIG,
CAPITANT y LAURENT; entre otros civilistas13.
El orden público nos enfrenta entonces a
dos escuelas: (i) la tesis amplia de BORDA donde
orden público es sinónimo de interés general o
interés común y, (ii) la tesis restringida de
LLAMBIAS donde el orden público es un conjunto
de principios superiores, incluso, al propio orden
jurídico14.
Parece que esos principios de rango
superior justifican sacrificar la libertad de las
convenciones o los derechos individuales por algo
superador y unificador de la comunidad
integrante del Estado. Esta forma de entender al
orden público está expresamente reconocido en el
Código de Vélez: las convenciones particulares no
pueden dejar sin efecto las leyes en cuya observancia
estén interesados el orden público…
La
dificultad
por
capturar
conceptualmente la noción de orden público con
un criterio universal, ha generado algunas
alternativas: las de quienes, por una parte, agrupan
por categoría las disposiciones que revisten ese
carácter, la de quienes intentan nuevos elementos
que permitan precisar el perfil de tan imprecisa
noción, y la de quienes contribuyen a enunciar
supuestos y enriquecer el concepto. En esta última
opción se enrolan quienes al referirse a la
preponderancia y supremacía de un interés
público y a la consiguiente interferencia de normas
imperativas en el derecho privado, invocan
12
Vid., SALVAT. Tratado de Derecho Civil. Parte
General. T.I – 168. LLAMBÍAS. Tratado de Derecho
Civil. Parte General. T.I-158
13
Vid., BUDANO ROIG, Antonio. Imperatividad y
orden público. ED, 117-873
14
La doctrina y jurisprudencia se plantean dudas casi
insuperables acerca del concepto de orden público, sus
clases, fuentes y efectos jurídicos; y no han logrado
precisar las diferencias que existen entre conceptos
afines, como ser: orden público, leyes de orden público,
imperatividad e irrenunciabilidad. Vid., DE LA
FUENTE, Horacio. Ob.cit.
7
exigencias de bien general, concepciones
morales, seguridad del tráfico, tutela de la
familia, de los económicamente más débiles,
como elementos condicionantes de un derecho
privado forzoso que aún así, continúa siendo
derecho privado15.
Sólo la búsqueda de un orden
superador puede justificar poner un límite a la
fórmula consagrada en el artículo 1197 del
Código Civil. Esto significa que, salvo orden
público, la autonomía negocial adquiere la
fuerza de imperativismo normativo. Dicho esto,
las normas de imperativo legal que sólo tienen
por objeto proteger intereses privados de
carácter patrimonial pueden ser interpretadas y
suplidas por normas de imperativo contractual.
El imperativismo legal cede frente al
imperativismo contractual.
Quienes participan de la teoría amplia
entienden que toda norma imperativa es de
orden público, mientras que, quienes participan
de la teoría restringida hacen una clara
distinción entre normas imperativas y normas
de orden público.
Esta distinción es importante pues
permite al lector tomar nota de las diferentes
posturas interpretativas que uno puede adoptar
frente a una determinada norma o negocio
jurídico. Creemos necesario tomar partido por
una de las dos escuelas. Decididamente nos
enrolamos detrás de la doctrina LLAMBÍAS.
IV.
El orden público y la sociedad como
contrato
Si creemos que existen derechos
inderogables de los socios, y un orden público
societario que los ampara; notamos –con
profunda preocupación- que los alcances de
esta doctrina judicial y autoral pone en jaque
algo mucho más profundo que la mera
impugnación de actos ilícitos: la posibilidad de
15
Puede consultarse STIGLITZ, Rubén. Objeto,
causa y frustración del contrato. Ed., Depalma. Bs
As. 1992. Este autor cita a ENECCERUS y VON
THUR quienes al examinar los límites de la
autonomía privada y alude a los existentes respecto a
la configuración interna de las relaciones crediticias,
expresamente menciona a las normas imperativas
que tienen por objeto defender la parte que la ley
estima más débil. Vid., nota 89, página 48.
repensar la ley de sociedades desde una
perspectiva contractual. Está claro que el orden
público es la contracara del artículo 1197 del
Código Civil.
HALPERÍN y ZALDÍVAR concibieron la
ley de sociedades 19.550 desde una perspectiva
institucionalista. Congruentes con su época
entendieron la ley de sociedades en estos términos:
el amparo del orden público constituye uno de los
criterios generales que inspiran el régimen de la ley de
sociedades comerciales. El institucionalismo aflora a
través de su articulado concretando de ese modo una
evolución que rebasa los estrechos límites de las
concepciones contractualistas y que ajusta la actividad a
los intereses de la comunidad en que la sociedad
anónima se desenvuelve.
ZALDÍVAR explica que el sistema
institucional no aparece expresamente adoptado
en nuestra ley de sociedades, ni mencionado en la
exposición de motivos, porque una ley no tiene
porqué hacer declaraciones de orden doctrinario (sic).
Explica este autor que la circunstancia de haber
receptado la moderna filosofía nos obligan a conceptuar
a la sociedad comercial, en nuestro derecho positivo,
como una institución16. Nuestras palabras sobran: se
advierte en el espíritu de este autor un inocultable
orden público… societario.
Aún cuando a esta altura de la evolución
del derecho societario la oxidada teoría del
institucionalismo se encuentra hoy en franca
retirada en un mundo donde se concibe a la
sociedad como técnica contractual o jurídica
destinada a satisfacer el interés común de los
socios, llama la atención que la jurisprudencia
mercantil vernácula, y alguna doctrina con fuerte
predicamento entre nosotros continúe insistiendo
con la noción de orden público societario
haciéndonos creer que el régimen de sociedades de
la ley 19.550 es algo más que un mero contrato
plurilateral de organización.
Esta corriente de opinión insiste en que los
sujetos partícipes de un contrato plurilateral gozan
de derechos inderogables; entre ellos, el derecho
de voto, el derecho de suscripción preferente, el
derecho de receso, el derecho de acrecer, el
derecho al dividendo, el derecho de asistir a las
asambleas, el derecho a liquidar la sociedad, el
16
El lector interesado puede consultar ZALDIVAR,
Enrique. Filosofía y principios de nuestra ley de
sociedades comerciales. LL, 1975-D-556. También
puede consultarse FARGOSI, Horacio. Intereses de la
Nación comprometidos. La información. T XXX. 1641.
8
derecho a que la acción circule libremente, entre
muchos otros derechos políticos, económico y
patrimoniales. Por lo tanto, cualquier acto
jurídico tendiente a derogar estos derechos cae
bajo las garras de la nulidad absoluta.
De la mano de esta inderogabilidad se
preanuncia el orden público societario.
Orden público societario… ¿estás ahí?
V.
Normas de orden público y normas
imperativas: diferencias
La noción de orden público está
íntimamente ligada a dos institutos: (i) la
imperatividad de las normas y (ii) la
irrenunciabilidad de los derechos. Ahora bien, es
preciso hacer una aclaración previa: mientas las
normas de orden público son, necesariamente
imperativas, las normas imperativas no son,
necesariamente, de orden público.
Partiendo del orden público concebido
tanto por BORDA como por LLAMBIAS parece
que en el ámbito societario muy pocas son las
normas que tienen esa llaga y muy pocos los
derechos del socio considerados inderogables.
Cualquiera sea la escuela donde usted
se enrole no hay duda que el artículo 18 de la
ley 19.550 es una clara disposición imperativa
de orden público tendiente a proteger un
interés general, reafirmando la moral media de
nuestra comunidad: prohibir la formación de
sociedades con objeto ilícito17. En igual sentido
podríamos coincidir en que el artículo 17 de la
ley 19.550 es una norma imperativa de orden
público pues castiga con nulidad a las
sociedades atípica. Está claro que el interés
tutelado con este dispositivo es evitar la
constitución de sujetos de derecho no
reconocidos por el sistema de Derecho. Lo
mismo podríamos decir del artículo 20 de la
LSC18.
17
Ídem para las sociedades con objeto lícito pero
con actividad ilícita. El interés general tutelado lleva
a la nulidad absoluta de la sociedad pudiendo ser
liquidada a pedido de parte o de oficio. Se aplican a
estos casos el artículo 1047 del Código Civil.
18
Puede consultarse OTAEGUI, Julio. Invalidez de
actos societarios. Ed., Ábaco de Rodolfo de Palma.
Bs As 1978.
El catedrático español EMBID IRUJO es
muy claro al respecto: el único límite a la autonomía
de la voluntad en el ámbito del derecho societario radica
en que no se pueden constituir sociedades atípicas19.
Podríamos decir con certeza que el
régimen de tipicidad societaria hace a los máximos
intereses del Estado como comunidad organizada.
No hay duda que dicha técnica jurídica permite a
los miembros integrantes de nuestra comunidad
reducir sus costes transaccionales generando
eficiencias para el mercado. Muy difícil y muy
costoso sería promover y dinamizar la economía
patria
con
múltiples
sociedades
atípicas
funcionando. La incertidumbre jurídica elevaría
los costes transaccionales tornando ineficiente el
sistema aún cuando podamos creer (desde la
escuela económica liberal austríaca de von Hayek)
que la propia fuerza del mercado terminaría
seleccionando los tipos más eficientes, descartando
a los otros.
No hay duda que desalentar la
constitución de sociedades con objeto ilícito, o la
constitución de sociedades con objeto lícito pero
ejerciendo actividad ilícita, o sociedades con objeto
prohibido hacen a los intereses supremos del
Estado como comunidad organizada; sin duda
hacen a la moral y a las buenas costumbres como
principios superiores. Estos son principios en los
que usted y nosotros nos sentimos unidos e
identificados. Todos compartimos la idea de que
no es bueno dejar actuar en el tráfico sociedades
con objeto ilícito o prohibido. Esta forma de
compartir es lo que nos da la idea de comunidad
de intereses y que, ni usted, ni nosotros, podemos
derogar.
Está claro que dentro del catálogo de
normas que integran la ley 19.550 conviven: (i)
normas imperativas; (ii) normas imperativas (de
19
Vid., Autonomía de la voluntad, estatuto social y
derecho de las sociedades de capital. RDCO. 1999. 32205. En nuestro entorno comienzan a surgir de manera
reciente algunas posturas doctrinarias tomando nota de
esta realidad. El lector interesado puede consultar
GAGLIARDO, Mariano. Autonomía contractual vs
estatutos. ED, 184-189; ESCUTI, Ignacio. Libertad
societaria e interpretación progresista. LL, 2006-C1292; BAKMAS, Iván. Sociedades anónimas y orden
público. LL, 2001-E-1397; ODRIOZOLA, Carlos. La
sociedad anónima actual. ED, 24 de febrero de 2004,
mismo autor. Limitación a la voluntad contractual
expresada en el estatuto social ¿por qué no?
ALEGRÍA, Héctor. El futuro del derecho societario.
Academia Nacional de Derecho. 2002. Córdoba.
9
orden público) y (iii) normas supletorias o
dispositivas.
Dentro de las normas imperativas (de
orden público) se encuentran las referidas a la
tipicidad societaria y las que hacen a la
organización de la persona jurídica. Dentro de
esta categoría de normas podríamos afirmar
que todos aquellos elementos configuradores
del tipo quedan fuera de la autonomía
contractual no pudiendo ser derogadas20.
Ejemplo lo encontramos en algunos institutos
societarios: 1) el capital social, 2) la
representación del capital en acciones o cuotas,
3) la asamblea como órgano de gobierno, 4) el
directorio como órgano de administración, 5) el
régimen de limitación de responsabilidad; 6) la
liquidación de la sociedad por pérdida total del
patrimonio; 7) el régimen de reorganización
societaria vía fusión, escisión o transformación;
8) el régimen de disolución y liquidación; entre
otros dispositivos21.
Nadie puede negar que el capital social
constituye un elemento esencial del tipo pues
hace al patrimonio neto mínimo de retención
que el sistema jurídico exige como atributo de
la personalidad y del régimen de limitación de
responsabilidad. Lo mismo ocurre con las
acciones o cuotas que representan dicho capital
y con los órganos societarios necesarios para el
funcionamiento del ente. Nadie podría
válidamente constituir una sociedad sin capital
social; o con capital pero sin acciones; o con
capital y acciones pero sin asamblea o sin
directorio. Ninguno de estos elementos
tipificantes pueden ser
derogados por
autonomía contractual. Ellos son de orden
público. No importa la escuela donde nos
enrolemos (BORDA o LLAMBIAS) el intento
por derogarlos dará lugar a la nulidad absoluta.
Nos animamos a decir que este tipo de
normas son imperativas (de orden público) y
que su violación da lugar a una nulidad
20
Ilustra esto que decimos el artículo 10 de la Ley
de Sociedades Anónima española que niega a la
autonomía de la voluntad derogar normas que hagan
a los principios configuradores del tipo.
21
Respecto del régimen de limitación de
responsabilidad considerado elemento tipificante de
las sociedades de capital, creemos que nada impide a
los accionistas de una SA o socios de una SRL
constituirse en codeudores solidarios, liso, llano y
principales pagadores respecto de los pasivos
sociales en la etapa de liquidación social voluntaria.
absoluta,
inconfirmable
e
imprescriptible
pudiendo cualquier interesado solicitar la nulidad
del acto; incluso el Ministerio Público. Los
supremos intereses del Estado hacen que se
imponga esta persecución (Vid., art. 1047 C. Civil).
Ahora bien, que reconozcamos que existen
normas de orden público en la ley de sociedades
no significa que la ley 19.550 sea de orden público;
y menos, que podamos hablar de un orden público
societario.
Para nosotros la ley de sociedades posee
un extenso catálogo de normas imperativas; más
no por ello de orden público. Así por ejemplo, que
la acción ordinaria goce de voto es una indiscutida
norma imperativa, que la acción circule libremente
es una evidente norma imperativa, que el aumento
de capital dentro del quíntuplo se resuelva por
asamblea ordinaria no hay duda que es un
imperativo estatutario y legal, que los dividendos
deban ser declarados como resultado de un
balance del ejercicio aprobado por la asamblea y
calculado sobre ganancias líquidas y realizadas es
absolutamente imperativo, que el patrimonio de
retención deba reducirse cuando las pérdidas
consumen la totalidad de las reservas y más de la
mitad del capital es necesario, que las acciones de
voto plural no pueden poseer más de 5 votos es
así; nos guste o no; que el aumento de capital
confiere el derecho de preferencia y acrecer es
insoslayable; que las acciones se rescatan con cargo
a reservas es forzoso; que el síndico tiene
responsabilidad por control de legalidad sobre los
actos de gestión es incuestionable; que el director
no puede representar al accionista en la asamblea
no puede eludirse; que la gestión se aprueba por
asamblea, renuncia o transacción … y la larga lista
continúa…
Ahora bien, está claro y surge palmario
que en los artículos 96, 186, 188, 194, 206, 220.2,
234, 235, 239, 275, 294 entre tantos otros
dispositivos de la ley 19.550 subyace un fin tuitivo
de intereses particulares. Si estamos de acuerdo
con esta forma de interpretar la ley, parece que el
orden público comienza a desencajar aún cuando
nos enrolemos detrás de BORDA.
Si los intereses en juego son, en esencia,
derechos privados y patrimoniales de los
accionistas donde poco y nada tiene que ver la
seguridad del tráfico, ni la protección de los
débiles, ni los principios configuradores del tipo,
no hay mucho espacio para el orden público y
menos para la inderogabilidad de esos derechos;
10
aún cuando las normas sean claramente
imperativas. Insistimos, aún cuando nos
enrolemos en la tesis restringida de LLAMBÍAS
o en la tesis amplia de BORDA el orden público
no cuaja en muchas de las normas imperativas
de la ley 19.550.
Si usted comparte esta forma de
interpretar el derecho de sociedades llegará a la
fácil conclusión de que aquellos intereses
particulares no tipificantes pueden ser
derogados; ya sea por un acto voluntario lícito
o por actos ilícitos.
La derogación de un derecho
patrimonial a causa de un ilícito o de un
cuasidelito está fuertemente atada al régimen
de prescripción. Los derechos privados de
naturaleza patrimonial son derogables por dos
caminos: (i) por el método contractual o, (ii) por
el método delictual. En este último supuesto
nace a favor del perjudicado un crédito para
reclamar el bien tutelado por la norma
imperativa violada; a tal efecto el beneficiario
de la norma debe ejercer ese derecho dentro de
un plazo fijado por ley.
De esta forma queda descartada la idea
de que en nuestra ley 19.550 existen derechos
inderogables. Esta frase nos suena a cliché. Cierta
doctrina y jurisprudencia del fuero la viene
repitiendo desde hace un largo tiempo.
Creemos que es hora de revisarla.
Orden público societario… ¿estas ahí?
VI.
Orden
público:
irrenunciabilidad
imperatividad
e
Mientras el orden público está
íntimamente ligado a la imperatividad y a la
irrenunciabilidad, lo ajeno a ese orden (o sea el
interés privado) juega otro partido: está
íntimamente ligado a la renunciabilidad; aún
cuando el interés privado esté tutelado por
normas imperativas.
Lo ajeno al orden público puede estar
ligado a normas imperativas o a normas
supletorias. Ambas tienen en común que
pueden ser dejadas de lado por los interesados
a través de una declaración unilateral
(renuncia) o declaración de voluntad común
(contrato). En ambos casos habrá un acto
voluntario lícito. El titular del derecho tutelado
por la norma imperativa elije ceder esa protección
en interés de un acuerdo común.
Esto quiere decir que obviar una norma
imperativa derivará en ilícito sólo cuando se
lesiona el interés tutelado por la norma violada.
Vale decir, sin que el beneficiario de la norma
preste su consentimiento22. La omisión de una
norma supletoria o dispositiva jamás puede
generar ilícito alguno.
En el contexto del contrato plurilateral
societario las normas imperativas tienen por
finalidad tutelar derechos políticos y económicos
en el entendimiento de buscar un equilibrio de
poderes entre mayorías compactas y minorías
dispersas. Está claro que estas normas tuitivas de
derechos patrimoniales nada tienen que ver con el
régimen societario o tipicidad. Un ejemplo puede
ser útil para dar cuenta de esto que decimos: las
asambleas unánimes (con el voto afirmativo del
100% del capital social emitido) pueden
lícitamente obviar normas imperativas tuitivas de
intereses particulares23. A los jueces de la Nación
sólo les interesa intervenir frente a la derogación
de derechos inconsultos sin que el accionista
(beneficiario de la norma imperativa) haya
prestado su consentimiento mediante el voto24.
Incluso, el director o síndico que son
quienes están a cargo de velar por la legalidad de
los actos societarios, poco podrá hacer para revisar
o cuestionar la ilicitud de aquel acto jurídico si
quienes forman la voluntad social del órgano de
gobierno han prestado su consentimiento
mediante el voto. No habría responsabilidad civil
por mala gestión ni violación de la ley -como
requisito necesario para que prospere la acción
social de responsabilidad, la acción social
minoritaria o la acción ut singuli (arts. 274, 275 y
276 LSC)- pues los dueños del capital han
dispuesto sobre sus derechos patrimoniales y
sobre el interés social.
22
Nos preguntamos: ¿es ilícito que el acreedor
prendario se quede con la propiedad del bien si el
deudor le presta su consentimiento? Decididamente NO.
Hay una norma imperativa que lo protege y el deudor
decide renunciarla prestando su libre consentimiento
para formar un acuerdo de voluntad común.
23
Sólo podrá atacarla aquel accionista que demuestre
vicio en su voto; el directorio, el síndico o el órgano de
contralor. Vale la pena recordar que la jurisprudencia
del foro no admite las nulidades relativas en sólo interés
de la ley. Tampoco lo admite el Código de Vélez.
24
O prestado el consentimiento con el voto viciado (art.
251 LSC)
11
El imperativismo normativo del
régimen societario juega un rol disuasivo de
conductas opresivas y oportunistas dentro del
propio
sistema
plurilateral
contractual,
evitando así que las mayorías ejerzan derechos
de una manera impropia.
La íntima relación entre orden público,
imperatividad normativa e irrenunciabilidad de
derechos está expresamente consagrada en el
Código Civil mediante el juego de los artículos
19, 21 y 872. Veamos:
Artículo 19: La renuncia general de las
leyes no produce efecto alguno; pero podrán
renunciarse los derechos conferidos por ellas con tal
que solo miren al interés individual…
Artículo 21: las convenciones particulares
no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya
observancia estén interesados el orden público. O
sea, la imperatividad de orden público.
Artículo 872: las personas capaces de hacer
una renuncia pueden renunciar a todos los derechos
establecidos en su interés particular, aunque sean
eventuales o condicionales; pero no a los derechos
concedidos (…) en miras del orden público, los
cuales no son susceptibles de ser objeto de una
renuncia. En línea con el artículo 19, la
irrenunciabilidad del orden público.
renunciar a los derechos establecidos… en nuestro
interés individual (sic).
Quien
presta
su
consentimiento
renunciando al derecho que le otorga la norma
imperativa está obrando lícitamente si el interés
tutelado es de naturaleza particular e individual y
no ofende al orden público. Esto que decimos
coincide con lo expresado por el artículo 18 del
Código de Vélez: los actos prohibidos son de ningún
valor (…) si la ley no designa otro efecto para el caso de
contravención.
Es precisamente esta combinación entre
imperatividad e irrenunciabilidad la que restringe
al máximo la autonomía pues la norma de orden
público se impone. Así las cosas nos preguntamos:
¿podríamos constituir una SA con capital social y
sin acciones como fracción ideal?, ¿podríamos
prescindir de la asamblea como órgano de
gobierno? La respuesta negativa es obvia porque
tanto la asamblea (órgano de gobierno) como las
acciones (fracción ideal del capital representado en
títulos o cuentas escriturales) hacen a la tipicidad y
función organicista de la persona jurídica. Son
elementos esenciales del negocio y el interés
tutelado en este caso es de orden público o,
siguiendo a BORDA de interés público.
Algunos ejemplos pueden ser útiles para
explicar mejor nuestra opinión:
a) Acciones ordinarias de voto plural
imperatividad
Vemos
como
e
irrenunciabilidad juegan, en la estructura del
instituto del orden público, un rol esencial.
Están unidos por un cordón umbilical. Se
alimentan el uno del otro. Todo lo opuesto a los
intereses particulares.
Si prestamos atención al artículo 21
notaremos que Vélez facultó a los particulares
dejar de lado normas imperativas o
prohibitivas, siempre que no esté en juego el
orden público, la moral o las buenas
costumbres. Esto quiere decir que los
particulares están autorizados por la ley a
obviar normas imperativas si se ponen de
acuerdo a través de una declaración de
voluntad común; y sólo en supuestos donde los
derechos involucrados representen intereses
particulares:
esto
lo
denominamos
la
imperatividad contractual.
Esta interpretación del artículo 21
coincide con el artículo 872 que nos autoriza a
Si una asamblea extraordinaria reunida
con carácter de unánime con la presencia de la
totalidad del capital social emitido decide crear
acciones con derecho a 10 votos cada una, no hay
duda que dicha decisión ha obviado una norma
imperativa: el artículo 216 LSC. Nos preguntamos:
¿es esta norma imperativa?, ¿estamos frente a un
negocio jurídico con objeto prohibido?, ¿se ha
violado la tipicidad?, ¿se lesionó el régimen
societario?, ¿está en juego el orden público?
Está claro que la decisión de emitir
acciones ordinarias de 10 votos es un acto jurídico
nulo con los efectos y alcance de los artículos 953 y
1044 del Código25. Ahora bien, dependiendo del
carácter (sólo imperativo) o (imperativo de orden
público) que le asignemos al artículo 216 LSC
llegaremos a diferentes resultados: dependiendo
25
Nulidad implícita. Al juez le bastará cotejar las
condiciones de emisión con el artículo 216 LSC para
declarar la nulidad.
12
del carácter asignado a la norma la asamblea
será nuloabsoluta o nulorelativa (tal como lo
define el profesor OTEAGUI).
Para nosotros la única manera de poder
precisar con certeza si estamos ante una
nulidad absoluta o una relativa es, detectando
el interés jurídico tutelado, o si se quiere, la ratio
legis detrás de la norma26.
Explorando un poco aquel interés
jurídico que el artículo 216 LSC intentaría
tutelar, notamos que ningún orden público está
involucrado.
En
efecto,
para
nosotros
este
dispositivo sólo nos está diciendo que el socio
titular de acciones de 5 votos podrá retener el
control político del ente aún cuando su
participación en el capital social se reduzca al
16,16% + una acción. O sea, la norma busca
poner un techo a ese piso en aras de un
pretendido equilibrio de poderes. En nuestra
opinión la prohibición de acciones de voto
plural en exceso de los 5 votos no hace a la
esencia del tipo ni a los principios
configuradores de la sociedad; ni al régimen
societario; y menos al orden público sino que
pretende tutelar un simple equilibrio entre
poder político, capital y riesgo. Aquí el
legislador consideró útil tutelar un interés difuso
de quienes participan libremente del contrato
asociativo. No hay duda que la limitación a 5
votos nada tiene que hacer con el orden público
de LLAMBÍAS y menos con el interés público
de BORDA. La emisión de este tipo de acciones
y la estructuración del capital social y el poder
político en la sociedad mercantil es materia
ajena al interés público y al orden público. A
través del artículo 216 el legislador fijó una
norma imperativa que puede ser válidamente
dejada de lado por los sujetos interesados a
través de otra norma imperativa: el contrato de
suscripción de acciones. Más aún, el interés
26
En cuanto a los actos nulos o anulables no es
posible predecir si a ellos corresponde una nulidad
absoluta o relativa, siendo menester descubrir,
previamente, si es un interés público o privado el
que resguarda la sanción de nulidad. Vid.,
LLAMBÍAS, Joaquín. Tratado de Derecho Civil,
Parte General, Tomo II, p. 623, Ed., Abeledo Perrot, Bs As 1980) Similar línea argumental
desarrolló el juez Rotmann sobre el carácter de
norma imperativa (de orden público) o no del
artículo 239 LSC. Vid., CNCom., sala D., Bona,
Gaspare c. Cilsa SA.
social puede perfectamente justificarlo.
Llegamos a la conclusión de que una
norma imperativa se convierte en supletoria o
dispositiva por elección unánime de los
contratantes. ¿Qué significa esto? Que la norma
será imperativa –generando un derecho a reclamar
la nulidad- si algún accionista minoritario
estuviere disconforme con la emisión de acciones
ordinarias de 10 votos debiendo invocar, a tal
efecto, que dichas acciones lesionan el interés
social. Aquí vemos el carácter disuasivo de la
imperatividad. Ahora bien, no tenemos ninguna
duda de que para impugnar la voluntad social el
socio
disconforme
deberá
proceder
con
inmediatez: le restan 90 días para promover la
demanda27.
La emisión de acciones ordinarias de 10
votos será nula (art. 1044), prescriptible (art. 1048),
confirmable (art. 1059), y por ende, renunciable las
acciones y derechos emergentes de esa nulidad
(art. 18, 21 y 872)28. Atento el especial ámbito
dentro del cual nos estamos moviendo (derecho
27
Sólo podrá exceder el plazo de caducidad si el actor
acredita que la emisión de tales acciones es producto de
un fraude societario, de una simulación ilícita, de falsa
causa, engaño, error. En estos caso la nulidad será
relativa siendo de aplicación un plazo de prescripción
específico (vid., arts. 4023, 4030 del C. Civil o art.
847.3 del C. Comercio).
28
La nulidad de un acto es relativa cuando el acto
simplemente no está de acuerdo alas prescripciones de
la ley sin que esta irregularidad implique violación de
los principios fundamentales del ordenamiento jurídico
que conforman lo que se llama el orden público. En
cambio, es absoluta la nulidad cuando el acto es
violatorio del orden público, o sea de las reglas básicas
del ordenamiento jurídico, de la moral y buenas
costumbres. Esta clasificación tiene por lo visto una
razón de verdadero fundamento, aunque en algunos
casos sea dudosa la distinción por la falta de un
concepto unitario de orden público que es la base de la
distinción, encarando algunos la diferencia según cuál
sea el interés protegido por la ley violada: cuando se
protege un interés privado tenemos una nulidad relativa.
En cambio la nulidad es absoluta cuando la ley sanciona
con la ineficacia a un acto porque está protegido el
interés colectivo. Habría que admitir que la nulidad es
absoluta cuando la violación es tan tremenda que
conmueve los cimientos del orden del orden
comunitario. En cambio, en los demás casos el orden
público cede ante el interés jurídico de los particulares
de conservar el acto, manteniendo su validez mediante
la convalidación del mismo por confirmación. Vid.,
AGLIANO, Humberto. Clasificación de las nulidades.
ED, 143-879
13
societario), observamos que las acciones
ordinarias de 10 votos surgen de un acto
jurídico colegiado que expresa la voluntad del
ente fijando las condiciones de emisión siendo
de aplicación a este tipo de nulidades el
especial plazo del artículo 251 LSC29. No
encontramos elementos convincentes para creer
que la nulidad del acto jurídico colegiado deba
ir por cuerda del Código Civil, ni estamos
frente a una nulidad absoluta30.
b) Asambleas ordinarias y extraordinarias
Dejar de lado el artículo 234 y 235
aprobando por asamblea ordinaria materias
propias de la extraordinaria no es otra cosa que
la violación de una norma imperativa; más no
de orden público. Con esto queremos decir que
una asamblea ordinaria podría con el voto
unánime del capital en circulación dejar de lado
esa norma imperativa (relacionada con la
competencia del órgano) pues el efecto de que
dicha asamblea sea ordinaria o extraordinaria
es incoloro ya que estando presente el 100% del
quórum y votando por la afirmativa el 100% del
capital social con derecho a voto a nadie se
perjudica: ¿se perjudica a la ley?
Es doctrina pacífica de nuestros
tribunales que la nulidad por la nulidad misma
y que persigue el cumplimiento de meros
pruritos formales en sólo defensa de la ley debe
ser rechazada. Tengamos presente que en el
ámbito de los actos nulorelativos -que es el caso
que estamos analizando - el artículo 1048 del
Código Civil rechaza el pedido de nulidad … en
el sólo interés de la ley31.
Es claro que los artículos 234 y 235 de la
LSC tutelan intereses privados patrimoniales de
los sujetos involucrados en el ente social; aún
cuando en esas normas se pretenda ver un
elemento tipificante. En nuestra opinión el
quórum y mayoría previsto en la ley para el
tratamiento y aprobación de determinados
temas es una fórmula que pretende otorgar a
29
Aún cuando el objeto sea prohibido (vid., artículo
953 del Código Civil).
30
Aquí no se aplica el régimen ordinario de
prescripción del artículo 4023 del Código Cicil, ni el
plazo de cuatro años o tres años del artículo 847.3 y
848.1 del Código de Comercio.
31
Esta norma confirma la idea de que los actos
nuloabsolutos pueden ser anulados en el sólo interés
de la ley. Vemos cómo el interés público y/o el
orden público involucrado imponen la nulidad.
las minorías un eficaz derecho de veto. Lejos están
estas normas de querer tutelar un orden público, la
seguridad del tráfico, la protección de los más
débiles. Consideremos por un momento que una
asamblea ordinaria decide con el voto afirmativo
del 60% del capital en circulación aprobar temas
correspondientes a la extraordinaria. Nos
encontramos frente a un acto viciado en uno de sus
elementos: la competencia. Ahora bien, los
accionistas titulares del 40% podrán confirmar
dicho acto ilícito renunciando a ejercer el derecho
de impugnación o, en su defecto, transando. En
definitiva el artículo 235 LSC ha sido consagrado
en interés particular de la minoría, y son ellos
quienes optan por renunciar a ese derecho, tal
como lo autoriza expresamente el artículo 872 del
Código Civil. Decididamente no estamos ante una
nulidad absoluta, inconfirmable e irrenunciable.
En otras palabras, la renuncia al derecho
tutelado por la norma imperativa se puede lograr
por cuatro vías: (i) por renuncia, (ii) por acuerdo
de partes, (iii) por voto en la asamblea, o (iv) por el
no ejercicio del derecho de impugnación.
Si la norma imperativa busca tutelar
intereses propios que pueden ser transados y
renunciados por el sujeto beneficiario no
encontramos razón suficiente para negarle al
accionista la opción de renunciar mediante un
acuerdo de voluntad común dirigida a crear,
modificar o extinguir derechos y obligaciones.
c) Paridad de trato y capitalización de reservas
Que la paridad de trato debe respetarse
cuando se capitalizan reservas, utilidades u otras
cuentas del balance parece imponerse por
disposición del artículo 189 LSC; ahora bien, la
violación a ese derecho paritario no deriva en una
nulidad absoluta. Está claro que dicho dispositivo
no tiene por objetivo tutelar un orden público, ni
un interés público, sino que busca proteger en
esencia, derechos patrimoniales. Siendo esto así se
aplican íntegramente los artículos 21 y 872 del
Código Civil. Ni siquiera el principio de trato
igualitario hace a la configuración del tipo, ni
puede ser confundido con las normas tendientes a
tutelar el funcionamiento del ente societario.
Con estos ejemplo hemos intentando
acreditar que las normas imperativas de la ley
19.550
buscan
tutelar
intereses
privados
patrimoniales esencialmente renunciables y
transables; aún cuando resulte difícil digerir la
idea de que una sociedad pueda emitir acciones de
14
voto plural más allá de 5 votos por acción, se
capitalicen dividendos a favor de ciertas
acciones o, se aumente capital más allá del
quíntuplo por asamblea ordinaria. Nada de esto
vulnera principios configuradores del tipo.
Incluso preguntamos: ¿podrían los
socios pactar en el estatuto que el aumento del
capital se apruebe por asamblea ordinaria hasta
el
décuplo?;
¿podría
una
asamblea
extraordinaria reformar los estatutos e
incorporar dicha cláusula por unanimidad?,
¿será esa cláusula nula conforme el artículo 245
in fine?, ¿qué dirá la Inspección General de
Justicia frente a semejante herejía jurídica?32
Orden público societario… ¿estás ahí?
VII.
Orden público: nulidades absolutas e
imprescriptibilidad
Aquí entramos de lleno el tema más
urticante de las nulidades. Junto con la
imperatividad y la irrenunciabilidad de las
normas de orden público aparece en escena la
severidad de la sanción.
La protección del interés público o del
orden público deriva en dos efectos: (i) limitar
al máximo la autonomía de la voluntad y, (ii)
lograr la imprescriptibilidad de la acción para
solicitar la impugnación del acto; aún …en
protección de la ley.
La tutela de aquel interés hace que el
acto celebrado por los particulares (sea nulo o
anulable) deba ser castigado con la máxima
pena: la nulidad absoluta.
Tan trascendente para el interés del
Estado es la protección de este orden que dicha
nulidad puede ser solicitada por cualquier
interesado; siendo carga funcional de los
magistrados dictarla cuando la detectan (art.
1047 CCiv.). El acto violatorio del orden público
amplía el elenco de sujetos interesados en
declarar la nulidad. De esta forma el
codificador pone en manos de la comunidad
32
Es bueno recordar aquí que las nulidades de los
actos jurídicos sólo pueden ser declaradas por los
jueces de la Nación. Si un juez se enterara de esta
flagrante violación al artículo 188 LSC ¿podría
declarar la nulidad absoluta del acto actuando de
oficio como Ministerio Público?
organizada velar por este orden público cargando
sobre los jueces con la máxima responsabilidad
funcional, pues tienen la misión de declararla de
oficio si tomaran conocimiento de ello.
La gravedad de la violación implica que el
acto jurídico puede ser declarado nulo en
cualquier momento. En efecto, los actos
nuloabsolutos no están sujetos a plazo de
prescripción alguno, ni pueden ser confirmados, ni
saneado su vicio. De esta forma los actos
nuloabsolutos nacen con una debilidad congénita
muy grave: pueden ser atacados por cualquier
interesado y en cualquier momento. Así, con esta
fórmula, se busca desalentar conductas violatorias
del orden público. El supremo interés del Estado,
la moral y las buenas costumbres, lo exigen33.
El nudo gordiano de los actos
nuloabsolutos es la incertidumbre que genera para
quienes lo celebran: la imprescriptibilidad de la
acción.
Esto que decimos es el polo opuesto a las
nulidades relativas. Aquí los intereses tutelados no
pasan de ser meramente particulares y por tal
razón los derechos allí consagrados están sujetos a
prescripción y la acción de nulidad sólo puede ser
solicitada por las partes involucradas en el acto. El
texto del artículo 1048 CCiv es claro en este
sentido: la nulidad relativa no puede ser declara por el
juez sino a pedido de parte, ni puede pedir su
declaración el Ministerio Público en el sólo interés de la
ley, ni puede ser alegada sino por aquellos en cuyo
beneficio la han establecido las leyes.
Los actos nulorelativos son ilícitos por
violación de normas imperativas mientras que los
nuloabsolutos son ilícitos por violación de normas
imperativas (de orden público). Mientras las
normas imperativas tutelan derechos privados
patrimoniales, las normas imperativas (de orden
público) tutelan derechos de interés comunitario;
por esta razón los primeros son renunciables y
transables y los segundos no.
33
Si usted toma conocimiento de la existencia de una
sociedad con objeto ilícito denúnciela ya mismo para
que el poder del Estado a través de los jueces tome
cartas en el asunto. Ahora bien, si usted se enteró de que
una asamblea ordinaria de una SA aprobó temas que le
competen a la extraordinaria en flagrante violación al
artículo 235 LSC, no incurra en gastos innecesarios
pues el juez rechazará su denuncia por falta de
legitimación activa.
15
Es interesante analizar el artículo 96
LSC desde esta perspectiva. Sin duda este
dispositivo contiene dos intereses tutelables:
por un lado el orden público a través de la
necesaria liquidación y disolución del sujeto
carente de patrimonio de retención; y por otro,
un interés particular derivado del modo bajo el
cual los socios y la sociedad deciden revertir el
estado de disolución; ya sea mediante un
aumento de capital o su reintegro.
La imperatividad del artículo 96 no la
convierte en una norma de orden público. Será
de orden público, y por ende inderogable para
las partes, la necesaria liquidación del ente
jurídico si la situación patrimonial negativa no
se revierte. Es interés del Estado que las
personas jurídicas ideales cuenten con uno de
los atributos necesarios de la personalidad: su
patrimonio. Ante la ausencia de ese atributo
cualquier interesado podrá solicitar la
liquidación del ente, e incluso un juez podrá
pedirla de oficio si llegara a tomar
conocimiento de ello.
Ahora bien, el expediente jurídico
utilizado para sanear el patrimonio y sortear el
estado de liquidación social escapa al orden
público e ingresa en la esfera de los derechos
patrimoniales. La sociedad y sus accionistas
podrán elegir entre aumentar capital,
reintegrarlo o llevar a cabo una operación de
reducción a cero y simultáneo aumento. En
estos negocios jurídicos poco y nada tiene que
hacer el orden público34.
Orden público societario… ¿estás ahí?
VIII.
Orden público: imprescriptibilidad
irrenunciabilidad
e
Hemos visto que la acción de nulidad
de los actos nuloabsolutos es imprescriptible, que
dicha acción es irrenunciable y que puede ser
ejercida por cualquiera interesado en atacar su
validez.
34
Por ello rechazamos con énfasis la RG-IGJ 7/05
que dispone la no inscripción de la operación de
aumento de capital con simultánea reducción a cero.
Nuestro rechazo tiene que ver con: (i) falta de
competencia del órgano administrativo y, (ii)
exagerada tutela administrativa de derechos privados
patrimoniales.
Esto que decimos tiene íntima relación con
los llamados actos derogatorios de derechos. No
hay duda que los actos jurídicos nuloabsolutos
carecen de eficacia para derogar derechos. En
cambio, los actos nulorelativos poseen esa eficacia.
En efecto, los actos jurídicos lesivos de normas
imperativas protectoras de derechos particulares
tienen eficacia para derogar derechos particulares.
Esa eficacia derivará de dos situaciones bien
concretas: (i) consentimiento expreso contractual o
(ii) consentimiento tácito por renuncia a ejercer la
acción de nulidad dentro del plazo otorgado por la
ley para atacar el acto. Aquí el instituto de la
prescripción juega un rol vital pues permite
confirmar el acto con efecto saneatorio del vicio.
Paradójicamente, la doctrina acepta la
prescripción como un claro instituto de orden
público precisamente porque aquel tiene una
específica función social: generar certidumbre
entre los miembros integrantes del Estado como
comunidad organizada. Esa necesaria certidumbre
hace que los vicios del acto ilícito queden saneados
por omisión o silencio del titular del derecho:
beneficiario de la norma tuitiva.
Esta es la esencia de la prescripción
liberatoria: por sólo el silencio o inacción del acreedor,
por el tiempo designado por la ley, queda el deudor libre
de toda obligación. Para esta prescripción no es preciso
justo título, ni buena fe (art. 4017).
El propio Vélez consideró que todas las
acciones están sujetas a un plazo de prescripción;
salvo las enumeradas en el artículo 4019 del
Código.
Tengamos
presente
que
la
imprescriptibilidad de la acción de nulidad
absoluta es construcción autoral a partir de
interpretar en sentido opuesto el artículo 1058 del
Código que dice que la nulidad relativa puede ser
cubierta por confirmación, remitiendo así a los
artículos 1059 a 1065 del Código. Aún cuando el
Código nada dice sobre la imprescriptibilidad de la
acción de nulidad absoluta, aquella luce razonable
a la luz de los intereses tutelados: el orden público.
O sea, el principio que gobierna la
protección de los derechos bajo nuestro sistema es
la prescripción. Todas las acciones son
prescriptibles.
Siendo
esto
así
la
imprescriptibilidad debe ser leía con suma
restricción puesto que deriva en incertidumbre
jurídica; nos referimos en concreto a la presunta
imprescriptibilidad de la acción de nulidad cuando
los intereses en juego son indiscutiblemente ajenos
al orden público.
16
Existe una grave confusión entre
aquellos que creen ver en las nulidades
manifiestas, nulidades absolutas. Nada más
desacertado. Sin duda la cláusula que agrave
las condiciones de ejercicio del derecho de
salida lejos está de ser nuloabsoluta; si miramos
la nulidad desde la perspectiva del interés
jurídico tutelado (vid., artículo 245 in fine LSC).
Si partimos de la base de que nuestro
codificador aceptó la pérdida de la propiedad
(elemental derecho humano y constitucional)
por el mero transcurso del tiempo mediante la
figura de la usucapio (art. 4015) todo los demás
es pura conjetura.
Para nosotros el derecho de propiedad
consagrado en la Carta Magna encuentra si
correlativo equilibrio en el instituto de la
prescripción.
Orden público societario… ¿estás ahí?
IX.
Derogación de derechos
Nulidades y prescripción
societarios.
A esta altura resulta difícil hacerse a la
idea de que nuestro derecho societario ofrece a
los accionistas un nivel de cobertura tal que los
derechos privados y patrimoniales en él
tutelados sean inderogables al amparo de un
confuso y vago orden público societario.
Los derechos de los accionistas son en
esencia derogables por mutuo acuerdo, o por la
acción de terceros. Interesa aquí analizar la
derogabilidad de los derechos del socio por la
acción de terceros (la sociedad).
Ninguna duda cabe que la sociedad
puede, a través del órgano de gobierno, adoptar
decisiones en violación de la ley (imperatividad
legal); del estatuto o reglamento (imperatividad
contractual) llevando a cabo actos ilícitos con o
sin la intención de cuasar un daño. Dentro del
rango de ilicitudes la sociedad puede cometer
cuasidelitos societarios con la indisimulada
intención de perjudicar (vid., art. 1072 Código
Civil). Exactamente igual a cualquier otro sujeto
de derecho.
La sociedad, a través de sus accionistas
reunidos en asamblea podrá ejecutar actos
jurídicos de objeto prohibido, actos que
perjudiquen derechos de terceros, actos que se
opongan a las buenas costumbres y actos que
posean causa inmoral. Estos actos son reputados
nulos como si no tuviesen objeto. Así lo expresa el
artículo 953 del Código de Vélez.
Incluso la sociedad podría valerse del
engaño, del ardid, del dolo, de la violencia, de la
intimidación, del error, de la falsa causa y de la
simulación absoluta o relativa ilícita; entre otros
vicios de la voluntad para ejecutar el acto jurídico
ilícito derogatorio.
El aumento de capital diseñado con el
propósito de cometer estos delitos –daños a
terceros vía licuación de participaciones socialeses una clara forma ilícita de derogar derechos
patrimoniales de los accionistas. La duda que se
nos presenta es si estos derechos de propiedad o
de crédito pueden ser calificados de inderogables de
forma tal que la acción de nulidad se torne
imprescriptible bajo el argumento de que estas
maniobras dolosas ofenden un orden público.
Aún cuando el juez WILLAMS entendió –
y explicó sus razones- para aceptar que el plazo de
caducidad del artículo 251 LSC incluía tanto las
nulidades absolutas como las relativas; la doctrina
mayoritaria rechazó parcialmente esta tesis
aceptando que el plazo de caducidad sólo abarcaba
nulidades relativas y que las absolutas quedaban
bajo la órbita del Código Civil.
Así, la violación de la ley, tal como lo indica
el artículo 251 LSC no es toda violación; sino
alguna. Es decir, aquellas que no den pié a una
nulidad absoluta.
La pregunta es, si las nulidades absolutas
están ligadas a la imprescriptibilidad por razones
de orden público; no logramos ver cómo la acción
de nulidad por derogación (ilícita) de derechos
patrimoniales puede quedar sin plazo de
prescripción: ¿dónde está el orden público?
Incluso hemos visto que los derechos que
ampara el orden público son claramente
irrenunciables. Siendo esto así, aquel orden
público no encaja con el aumento de capital puesto
que nadie puede negarle al accionista damnificado
el derecho a transar, negociar y hasta renunciar a
sus legítimos derechos creditorios. Si esto funciona
así: ¿dónde están los derechos inderogables?
Es notorio pero el artículo 4030 del Código
otorga a la víctima de error, dolo o falsa causa, la
17
posibilidad de promover acción de nulidad
(relativa) dentro del plazo de dos años contados
desde que el vicio fuese conocido. De esta
forma el legislador concedió a la víctima de
error, dolo o falsa causa una suerte de
imprescriptibilidad de facto, puesto que será
carga del demandado probar el conocimiento
efectivo del vicio por el actor; ciertamente una
prueba diabólica. Aún así, frente al dolo, el
legislador no concedió la imprescriptibilidad.
¿Porqué razón deberíamos concederlo en el
ámbito de las nulidades societarias?
Insistimos con esto: los derechos
patrimoniales y privados pueden ser derogados
por dos vías: (i) por mutuo acuerdo y (ii) por la
acción ilícita de terceros. En este último
supuesto nace para el acreedor el legítimo
derecho a reclamar la nulidad del acto
amparándose en el derecho que le reconoce la
norma imperativa. Omitido el derecho de
crédito el sistema hace prevalecer la
certidumbre de los negocios mediante el
instituto de la prescripción liberatoria; aún
cuando el acto jurídico derogatorio tenga objeto
o causa ilícita.
El aumento de capital con miras a
perjudicar derechos de terceros, fundado en
una causa extrasocietaria, en una falsa causa y
con dolo no puede escapar a estos principios
fundamentales de nuestro sistema de Derecho.
Es tan relevante para el orden jurídico el
respeto y la protección de los derechos
patrimoniales; como también, que el titular del
derecho de crédito ejerza las acciones legales en
tiempo oportuno. Es cierto, el plazo de
caducidad del artículo 251 LSC no satisface un
mínimo de justicia y equidad frente al
cuasidelito societario; ahora bien, pregonar que
los derechos patrimoniales de los accionistas
son inderogables al amparo de un inexplicable
orden público societario, no nos convence, y a
esta altura, huele a naftalina.
Orden público societario… ¿estás ahí?
derecho que omite ejercerlo en tiempo oportuno.
Visto desde el lado del deudor, la prescripción no
sería otra cosa que un consuelo para quien no fue
agarrado a tiempo. Aún cuando esto luzca
antipático, lo cierto es que el sistema jurídico
castiga al acreedor moroso premiando al deudor a
través del instituto de la prescripción. La
prescripción no es otra cosa más que esto35.
Observamos que si los derechos de crédito
son titulizados (por incorporarse el acreedor a un
contrato societario) observaremos que los plazos
de prescripción se reducen estrepitosamente si lo
comparamos con el plazo decenal (vid., art. 846 del
Cod. Com.). Observamos que los reclamos que
deriven del contrato social y de las operaciones
sociales están sujetos a un plazo de prescripción de
tres años. O sea, por el sólo hecho de incorporarse
a una sociedad el acreedor pierde siete años (vid.,
art. 848.1 del Cod. Com.).
Y diremos más, si el acreedor pretende
atacar un acto colegiado aquel habrá perdido 9
años y 9 meses si comparamos el plazo de
caducidad del artículo 251 LSC con el 848.1 del
Cod.Com. El legislador ha sido muy mezquino a la
hora de fijar el plazo de caducidad y ha sido
precisamente esta actitud mezquina la que empujó
la interpretación jurisdiccional de que las
asambleas nulas por vicio en el objeto, en la causa
o en la forma escapan al régimen de caducidad
para regirse por la prescripción del código civil.
En línea con la reducción de plazos legales
para ejercer las acciones, la ley es muy severa
exigiendo a quienes adhieren al contrato
plurilateral de organización estar activos y
participativos en la vida societaria; vale decir,
obrar con la diligencia de un buen hombre de
negocios. No olvidemos que la affectio societatis –
como elemento esencial del contrato - se traduce
en colaboración activa.
El plazo de caducidad y prescripción son
inversamente proporcionales al deber de
diligencia. O sea, a mayor plazo menor diligencia y
a menor plazo mayor diligencia.
X.
Prescripción y deber de diligencia
35
Insistimos con este punto. El instituto
de la prescripción como el de la caducidad
sienta sus bases en el deber de diligencia del
titular del derecho de crédito. La prescripción
liberatoria (como la caducidad) no sería otra
cosa que una sanción legal para el titular de un
Vid., VAN THIENEN, Pablo – DI CHIAZZA, Iván.
Una compleja trama societaria (capitalización de
aportes irrevocables, privación del derecho de
preferencia, nulidad absoluta de asamblea, caducidad y
prescripción) Working Paper Nª9 CEDEF Law &
Finance.
18
En efecto, el plazo de caducidad del
artículo 251 LSC opera como un incentivo para
que los socios actúen de una manera prudente,
activa y diligente en la defensa de sus derechos
patrimoniales y en defensa de las normas que
hacen al correcto funcionamiento de la
sociedad. Los jueces no pueden salir en auxilio
de quienes pretenden ver en la estructura
societaria un juego infantil, o una mera
formalidad sin participar activamente de la
vida societaria.
A nuestro modo de ver la cosas el
titular de participaciones societarias no está
llamado a ser ignorante de sus derechos y
obligaciones, ni puede estar ajeno al estándar
de diligencia exigible a todo aquel que tiene a
su cargo el cumplimiento de deberes propios:
cuando mayor sea el deber de obrar con prudencia y
pleno conocimiento de las cosas, mayor será la
obligación que resulte de las consecuencias dañosas
(vid., art. 902). Incluso el titular de
participaciones accionarias no está ajeno al
principio consagrado en el artículo 1198 del
Código Civil donde los contratos deben
celebrarse obrando las partes con cuidado y
previsión.
La doctrina del orden público societario y
de la inderogabilidad de los derechos del socio
termina siendo abono para la negligencia y
tierra fértil para la desidia.
que uno analiza la cuestión societaria y
patrimonial advierte que vale la pena remover
estos dogmas para poner las cosas en su justo
lugar.
Está claro que si los tribunales están
revisando
sus
postulados
considerando
prescriptible la acción de impugnación de un
aumento de capital, la enseñanza que debemos
sacar de ello es que la derogación de los derechos
del socio es cuestión bastante cierta; aún cuando la
derogación sea consecuencia de un acto simulado,
doloso y fraudulento.
La doctrina de la nulidad absoluta,
insanable e imprescriptible frente a la derogación
de derechos por aumento de capital está cediendo
frente a la reciente jurisprudencia de los casos
“Khal, Amalia c. Degas SA” y “Quercia, Antonio c.
Rumbo Esperanza SRL”36. El primero sometió la
acción de impugnación al plazo de prescripción de
cuatro años del artículo 847.3 del Código de
Comercio. El segundo lo sometió al plazo bianual
del artículo 4030 del Código Civil37.
La sana doctrina está advirtiendo que ya
no hay espacio creíble para la tesis de los derechos
inderogables de los accionistas, y menos aún,
aceptar un orden público societario inexistente.
XI.
Los derechos de los socios son derogables
Hemos iniciado estas reflexiones
acudiendo a la doctrina del caso Abrecht y su
potencial expansión al ámbito contractual de la
sociedad. Sin duda, partir de una noción
publicista de la ley de sociedades produce
como efecto necesario ahogar la autonomía
contractual. Cuanto mayor sea el orden público
involucrado en la ley 19.550 y por ende la
imprescriptibilidad de las acciones en defensa
de derechos inderogables, menor será el espacio
para disponer de esos derechos.
Consideramos
interesante
aproximarnos a la autonomía contractual desde
la perspectiva de las nulidades societarias. Que
los derechos de los socios puedan ser
catalogados como inderogables por estar
involucrado un orden público societario es un
argumento demasiado fuerte como para
ponerlo en entredicho. Sin embargo a media
36
Vid., VAN THIENEN, Pablo – DI CHIAZZA, Iván.
Nota 36.
37
Ídem voto de Alberti en Abrecht c. Cacique Camping
SA. Es interesante señalar el caso Block. Aquí el juez a
quo expresó que: la caducidad de la acción invocada
por los demandados será rechazada por no resultar
aplicable la norma citada (art. 251 LSC), al tratarse de
una nulidad imprescriptible o, cuanto menos, sujeta al
plazo de 10 años del artículo 4023 del C. Civil. Nos
preguntamos: ¿siendo la nulidad absoluta por lesionar el
orden público, corresponde la confirmación del acto por
prescripción? La respuesta negativa se impone. Para
nosotros el fallo de 1º instancia posee una seria
contradictio.
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