Educación Formal, No Formal e Informal y sus parecidos de familia

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Educación Formal, No Formal e Informal y sus parecidos de familia
Graciela Cardarelli – Lea Waldman, septiembre 20091
UN BREVE MARCO HISTÓRICO
La complejidad de la sociedad actual y el surgimiento de nuevas tecnologías de todo tipo, ha
propiciado la necesidad del conocimiento –la sociedad del conocimiento– más allá de los muros
escolares. Así se han ido desarrollado procesos de enseñanza a distancia, campus virtuales
universitarios y otros espacios de aprendizaje, y en general las denominadas formas alternativas y
flexibles de educación.
Paralelamente, en las últimas décadas se verifica un desajuste entre la rapidez con que las
tecnologías y los cambios que en ellas se producen se incorporan a distintos niveles de la sociedad,
constatándose al mismo tiempo la lentitud con que la educación las incorpora y se adapta a dichos
cambios. La preocupación radica en como dotar de funcionalidad educativa a los diferentes
fenómenos sociales y culturales que se constatan en la sociedad, tratando de cerrar las brechas
socioeconómicas y educativas entre estratos sociales.
Tal corriente de pensamiento se expresó en ideas y prácticas vinculadas a los términos “sociedad
educativa”, “comunidades de aprendizaje”, “pedagogía social”, “pedagogía cotidiana”, “animación
sociocultural”, y otros.
Las perspectivas mencionadas– que incluyen concepciones y referencias vinculadas con la
educación “no formal” e “informal”- , tienden a poner en evidencia la ampliación del espacio
educativo más allá de lo escolar. Colocan su énfasis en un tipo de educación que es permanente y
propia de una sociedad con medios de comunicación, con redes, con la preeminencia de
organizaciones de la sociedad civil, y con re-posicionamientos del rol de la familia.
La educación permanente, es una de las fuentes que brindó aportes importantes al
desarrollo y la sistematización de lo que se denomina educación no formal e informal.
Surge entre especialistas y animadores de la Educación de Adultos, en espacios fuera de los
ámbitos tradicionalmente escolares, vinculados a realidades económico- sociales
concretas. La noción se fue extendiendo de manera apreciable, dejando de ser exclusiva de
una “edad determinada”, ampliándose mas allá de ello, con el convencimiento que los
sistemas educativos en muchos casos y por diversas circunstancias no son suficientes.
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Este trabajo es parte de un documento mayor, que se utiliza en la Cátedra de Educación No Formal, de la
Facultad de Educación de la Universidad Católica Argentina.
Graciela Cardarelli – socióloga - y Lea Waldman – Lic. en Ciencias dela Educación, son titular y adjunta
respectivamente de dicha Cátedra. Graciela Cardarelli es consultora de la Fundación Kellogg en Proyectos de
Desarrollo Local con énfasis en Juventud en Perú , Bolivia y Eduador, consultora de UNICEF , de PNUD y
de otras organizaciones de la sociedad civil en Argentina en temáticas de evaluación social, desarrollo local y
educación no formal dirigidas aespecialmente a la niñez y adolescencia. Es también docente en la Maestría
en Políticas Sociales de la UBA, en el Posgrado de Organizaciones sin Fines de Lucro de la Universidad San
Andrés y en el posgrado virtual de Educación Infantil de FLACSO, junto con Lea Waldman, quien también
es consultora de UNICEF, de OMEP y de varias instituciones gubernamentales y privadas, especialmente
vinculadas al desarrollo infantil y a las experiencias comunitarias desarrolladas en esta temática.
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La definición de educación permanente, surgida fundamentalmente a partir de la década de
los 60 en América Latina, y que puede sintetizarse como “proceso educativo continuo e
inacabable que se prolonga a lo largo de la vida” siempre enmarcó una síntesis entre la
educación escolar y los nuevos retos educativos que ya se perfilaban de forma global. La
educación permanente no sólo defendía (y defiende) la ampliación de la educación escolar
sino que también aboga por un sentido formativo que se prolonga en el tiempo y en otros
espacios sociales, como los propios del tiempo libre, de las esferas laborales, de la
comunidad, etc.
Es en este contexto en el que se acuñan en la literatura pedagógica ciertos conceptos que
son claves en el marco de las ciencias de la educación, ya que se han querido utilizar para
deslindar estas otras educaciones, que acontecen fuera del ámbito áulico “oficial”
En este sentido nos referimos a lo que entendemos por educación formal, no formal e
informal, distinciones terminológicas que, con el tiempo y a pesar de sus posibles
confusiones de significado, han sido aceptadas ampliamente, aunque creemos que merecen
una revisión.
Según J. Trilla (1993) el término «educación no formal» se usa por primera vez en la
International Conference on World Crisis Education que se celebró en Virginia (USA) allá
por 1967. El documento que sirvió de base para asentar los objetivos de este Congreso fue
elaborado bajo la supervisión de Philip Coombs por la Oficina de Planeamiento de la
Educación de la UNESCO, que el mismo dirigía. Ahora bien. como las aportaciones al
mencionado congreso no se publicaron hasta algunos años más tarde el uso de la expresión
“educación no formal” siguió postergada.
Los aportes que allí se plantearon no fueron publicados hasta el año 1971 y fue recién en
1975, con la publicación del libro de P. Coombs y M. Ahmed, cuando se comenzaron a
deslindar los sentidos y significaciones de lo que se entendería por educación formal, no
formal e informal.
En este marco se estimó que la educación no formal pretende dar cuenta de los fenómenos
educativos “propios de las formas educativas no convencionales”.
En la década del 60, en América Latina, emerge el pensamiento de Paulo Freire, pedagogo
brasilero (1921-1997), como una propuesta crítica de denuncia hacia los problemas sociales
que afectan sobre todo a los sectores sociales mas desposeídos.
Utilizó una metodología novedosa en alfabetización de adultos, poniendo el acento en
aprender a leer el mundo, promoviendo la toma de conciencia de lo que en él acontece.
Crea los Círculos de Cultura Popular que se expanden por todo el país y si bien sus ideas
surgen de las prácticas realizadas con adultos, van mas allá, siendo sus principios
pensados, discutidos e implementados en foros y emprendimientos educativos de diversa
índole.
El pensamiento de P. Freire se inserta en las corrientes de la pedagogía crítica, lo que
significa, tomar como punto de partida, problematizar y transformar a la educación en una
herramienta al servicio del cambio social en Latino-América.
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Los aspectos conceptuales y metodológicos que desarrolla, son la base teórica de la
propuesta de Educación Popular, concepción dinámica que adquiere sentido en el seno de
una sociedad, contexto histórico, político y social determinado.
Actualmente, uno de los legados principales de P. Freire se refiere a que el proceso
educativo debe nutrirse de la realidad, reflexionar en la adecuación de la metodología a
emplear y articular con la práctica.
Así mismo se pone de relieve los procesos de reflexión - acción como una unidad
indisoluble en el proceso de enseñanza- aprendizaje; considera que negar cualquiera de
estos dos aspectos lleva a un modo erróneo de captar la realidad.
Piensa que uno de los propósitos educativos esenciales es aprender a reflexionar e
interpretar el mundo que ha tocado vivir. Más allá de las intencionalidades de cambio
político que sustentaron sus desarrollos teóricos y pedagógico/didácticos, las metodologías
que refieren al proceso de enseñanza aprendizaje son, hasta la fecha, aplicadas en distintos
ámbitos de la educación formal y no formal. Brasil es un exponente de esta praxis.
PRINCIPALES DEFINICIONES
Autores como Antonio Colom Cañelas (Universidad de las Islas Baleares y miembro
Académico de l’Institut d’Estudis Catalans (2005), consideran que la diferencia más
determinante que se da entre educación formal y no formal es, sorprendentemente, de
carácter jurídico y no pedagógico.
Es decir, se entiende la educación formal como aquella que concluye con titulaciones
reconocidas y otorgadas según las leyes educativas promulgadas por los Estados, desde los
diplomas de enseñanza primaria o básica hasta la titulación de doctor. Es la propia de los
sistemas educativos reglados jurídicamente por el Estado y en consecuencia la que
mayoritariamente se imparte en centros o instituciones docentes. Hoy en día, esta última
característica espacial, no puede ser tomada como un elemento definidor o de distinción en
relación con la educación no formal, ya que se dan casos de enseñanzas regladas que se
imparten a distancia desde los niveles primarios hasta los universitarios.
En consecuencia la educación no formal sería, por el contrario, la que no viene
contemplada en las legislaciones estatales de educación; es decir, que su responsabilidad no
recae directamente en los ordenamientos jurídicos del Estado.
El autor citado incluye como un ejemplo de educación no formal, el caso de los postgrados
o maestrías universitarias de educación “no formal”, que si bien se llevan a cabo en
instituciones educativas oficiales como puedan ser las propias universidades, su marco legal
no es definido por la legislación ministerial sino por la Universidad misma.
Expresa que “Tener en cuenta cualquier otra variable nos lleva a la confusión, pues la
educación formal o no formal acepta múltiples aspectos comunes como pueda ser el
espacial, el profesional, el sistemático o por el contrario la flexibilidad, la racionalidad, la
planificación, lo evaluativo, etc. Efectivamente, ambos tipos de educación pueden tener
finalidades profesionales, ser racionales –estar pre-pensadas– ser sistemáticas y ordenadas,
con objetivos por conseguir, ser flexibles y basarse, por ejemplo en climas no autoritarios o
en metodologías agradables, ser objeto de evaluación y de planificación, etc.”
De ahí la confusión de significados de tales terminologías. La formalidad o no formalidad
educativa no se refiere a características de índole pedagógica ya que si intentásemos
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distinguir lo que significa una “pedagogía formal” de otra “pedagogía no formal”, no
llegaríamos a conclusión alguna. Puede haber procesos educativos no formales que son
mucho más rígidos o sistematizados que las prácticas escolares más usuales; por ejemplo,
lo que sucede con las academias que ayudan a superar los exámenes, los múltiples
programas de formación en la empresa , los programas de apoyo escolar , que implican
reglas, tiempos y objetivos de logro preestablecidos.
El autor ofrece ejemplos pedagógicamente muy formalizados pero que, paradójicamente,
son propios de la educación no formal, por lo que deduce que la concepción formal o no
formal no depende de variables pedagógicas, siendo en todo caso el argumento jurídico el
que usualmente sirve para discriminar ambos tipos de educación.
Por otra parte, la denominada “educación informal” no atiende a ningún tipo de proceso o
regla pedagógica, ya que se concibe como la educación que el individuo recibe sin
depender de ninguna opción o característica educativo-pedagógica; es por tanto un tipo de
educación en la que no interviene ninguno de los aspectos que abrazan las ciencias de la
educación.
“Diríamos que es una educación etérea, con influencias desconocidas pero que el propio
ambiente, el vivir cotidiano, el contacto con la gente, o el desarrollo de actividades que
nada tienen que ver con la educación, aportan sin embargo, procesos de aprendizaje útiles
para desarrollar con mayor eficacia nuestra vida. Podríamos decir pues que la «educación
informal» es lo “desconocido pedagógico”, de tal manera que si llegáramos a saber como se
influye informalmente en la formación de las personas, dejaría de existir la educación
informal pues al conocer su forma de actuación podría aplicarse en los ámbitos formales y
no formales de la educación.”
En la clasificación internacional estándar, el término “educación” es definido como
“comunicación organizada y sostenida diseñada para producir aprendizaje”. Esto refleja
un punto de vista institucional, el cual es restrictivo e implica una definición que le
concede poca importancia a las formas espontáneas, extra escolares de aprendizaje. Hoy
nadie discute la evidencia de que las personas continúan aprendiendo a partir de sus
expectativas y trayectoria de vida y son capaces de absorber y acumular conocimiento e
ideas, a menudo pasivamente, viendo programas de televisión, visitando museos,
observando el comportamiento de sus padres, grupos de iguales, amig@s, etc. Parecería
que este tipo de aprendizaje es adquirido al azar, y así no siempre cae dentro del campo del
educador y aún menos del planificador. Se piensa en la educación con más frecuencia como
una secuencia de experiencias de aprendizaje, preparadas anticipadamente para el beneficio
de los y las alumno/as.
Sintetizando lo antes mencionado y con el objetivo de aclarar los diferentes ámbitos,
espacios o categorías educativas, se ha venido calificando al hecho educativo con tres
nomenclaturas diferentes, pero a su vez íntimamente ligadas: informal, formal y no formal.
La Educación Informal, (al azar, suplementaria, incidental, espontánea...) incluye
actividades educativas no estructuradas. En la educación informal, se produce un
aprendizaje “al azar”, en un proceso de osmosis entre las personas y el ambiente. La
mayoría del conocimiento y destrezas que adquirimos a lo largo de la vida, lo hacemos en
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un ambiente no estructurado, por medio precisamente de este tipo de educación. Algunos
ejemplos son: el aprendizaje del idioma propio, de valores culturales, de actitudes y
creencias generales, de modelos de conducta de una sociedad determinada, que son
transmitidos por la familia, iglesias, asociaciones, miembros relevantes de la sociedad, los
medios de comunicación de masas... Tal educación es obtenida por medio de una
combinación de observación, imitación y emulación de miembros específicos de la
sociedad.
Educación Formal (escolar), que se diferencia de la educación no formal en que es
mayoritariamente impartida en instituciones (escuelas) por docentes con contratos
permanentes dentro del marco de una currículo determinado. Este tipo de educación se
caracteriza por su uniformidad y una cierta rigidez, con estructuras verticales y horizontales
(clases agrupadas por edad y ciclos jerárquicos) y criterios normanizados por los estados
Educación No Formal (muchas veces considerada como extraescolar), incluye todas las
formas de instrucción, promovidas conscientemente por el agente educativo (ya sea
profesor, animador, monitor, bibliotecario...), siendo la “situación de aprendizaje” buscada
por ambas partes (emisor y receptor, en la nomenclatura tradicional).
Coombs y sus colaboradores propusieron una definición de educación no formal que ha
sido ampliamente aceptada: “Cualquier actividad educacional organizada fuera del
sistema formal establecido cuyo propósito es servir a clientelas identificables y objetivas
de aprendizaje”
La mayoría de los especialistas la define como: “El conjunto de medios e instituciones que
generan efectos educativos a partir de procesos institucionales, metódicos y diferenciados,
que cuentan con objetivos pedagógicos previa y explícitamente definidos, desarrollados
por agentes cuyo rol educativo está institucional o socialmente reconocido, y que no
forman parte del sistema educativo graduado o que, formando parte de él, no constituyen
formas estricta y convencionalmente escolares”
Esta educación se diseña para ser universal, secuencial, estandarizada e institucional y
garantizar una cierta medida de continuidad (al menos para aquellos que no son excluidos
del sistema)
Se reconoce, asimismo que durante los años setenta, coincidiendo con un significativo
incremento de la población de los países empobrecidos, la educación no formal tuvo un
papel muy relevante como recurso formativo dirigido a amplios colectivo de la población
que detentaba una deficiente o nula escolarización. De este modo la educación no formal
fue adquiriendo progresivamente un carácter complementario o suplementario de la
educación escolar
En la actualidad, sin embargo, esta apreciación no es unánime y el análisis de diferencias y
semejanzas entre la educación informal, formal y no formal ha originado amplios debates
que han derivado en posturas diversas. Mientras que para algunos esta distinción esta
basada en una visión simplista de la realidad que concibe los tres ámbitos como
subsistemas encontrados y opuestos, para otros, es necesario y conveniente utilizar esa
triple distinción sólo como recurso de utilidad clasificatoria, ya que aprecian suficientes
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razones contextuales, metodológicas, o de intención educativa, que
integración..
justifican su
Lo que si hacen estas definiciones es establecer las principales características de la
educación no formal, que la diferencia de las otras categorías:
- Organizada y estructurada (de otro modo sería clasificada como informal) pero al margen
del organigrama del sistema educativo graduado y jerarquizado.
- Diseñada y planificada para un grupo meta identificable (organizada para lograr un
conjunto específico de objetivos de aprendizaje)
- En general se define como “no institucionalizada”, llevada a cabo fuera del sistema
educacional establecido y orientada a estudiantes que no están oficialmente matriculados en
la escuela. Sin embargo en algunos casos el aprendizaje se lleva a cabo en un
establecimiento escolar al que asisten estudiantes que no están matriculados; en otros sobre
todo en los últimos años, son ofertas extra curriculares que la propia escuela ofrece y al que
asisten alumnos de ese mismo establecimiento escolar, fuera del horario normatizado.
Lo que ya es universalmente aceptable es que educación y aprendizaje ya no son
considerados como sinónimos de “escolaridad”, aun cuando la mayoría de la población
continúa equiparando educación con escuela.
En las definiciones circulantes se parte de considerar que toda acción educativa va más
allá de los límites espaciales y temporales de la escuela y de la escolaridad. Teniendo en
cuenta que la educación se entiende como la formación integral de la persona, muchas
veces se habla de la Educación no formal (y su vinculación con término auto educación,
“aprender a aprender”), como aquella que complementa, amplia y / o satisface las
necesidades educativas no cubiertas por la formal y en la implantación de innovaciones que
buscan la mejora en sus procesos.
En general, al menos en América Latina y en particular en la Argentina, la “idea” de
educación no formal inspiró procesos concretos de trabajos socioeducativos con niños,
niñas, adolescentes y adultos en condiciones de pobreza y vulnerabilidad. Se les brindan
desde diversos ámbitos públicos y privados
experiencias compensatorias,
complementarias, o sustitutas de aquellos espacios educativos a los que los más pobres no
tienen acceso por diversas causas. Entre ellas podemos mencionar la falta de oferta en el
campo de la educación inicial, que ha originado la implementación de jardines maternales
y de infantes comunitarios, que están adquiriendo una progresiva institucionalización
Asimismo hoy nos enfrentamos al hecho de que los contenidos curriculares en el campo
educativo deben responder a grupos heterogéneos entre los que podemos destacar,
población urbana y rural, campesinos, privados de libertad, mujeres, étnias, población
migrante, entre otras. Ello también exige la construcción y aplicación de sistemas para el
monitoreo y evaluación de los resultados que los diversos programas producen tanto en
relación a logros de aprendizaje como en el impacto en el nivel de vida de los
participantes.
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Coherente con una visión amplia de la Educación Permanente, el objetivo de la misma debe
estar enfocada a ofrecer respuestas a través de la creación de múltiples y variadas
oportunidades de aprendizajes, a la valoración de los saberes y de la cultura de los jóvenes
y adultos, al contexto territorial, así como al conjunto de aprendizajes que van más allá de
las áreas del conocimiento relacionadas con el desarrollo de actitudes a través de procesos
formativos vinculados a la participación ciudadana, la generación de empleo, trabajo y
capital social y productivo, etc. .
EDUCACIÓN Y HETEROGENEIDADES
A la vez que se hacen más porosas las fronteras entre las tres modalidades educativas, se
pone en evidencia la heterogeneidad de los destinatarios de las mismas y los diferentes
problemas que atraviesan los adultos, niños y jóvenes de los sectores más pobres en sus
trayectorias educativas.
Para caracterizar los atributos de esta población suele utilizarse el concepto de “Población
en situación educativa de riesgo” (Sirvent ,2004), que refiere a la probabilidad estadística
de un conjunto de población de quedar marginado de la vida social, política o económica,
según el nivel de educación formal alcanzado en las actuales condiciones sociopolíticas y
económicas impuestas. El término “de riesgo” hace referencia a una probabilidad
estadística de marginalidad presente y futura o de exclusión social que perjudica a una gran
parte de la población.
Desde esta perspectiva se asume que el pasaje por la educación formal, además de
constituir un derecho, permite apropiarse de determinados instrumentos intelectuales que
ayudan a enfrentar el mundo y la vida de manera diferente, más allá de los
cuestionamientos que puedan realizarse a la calidad educativa El concepto de Nivel
Educativo de Riesgo se asocia con la noción revisada de alfabetismo que hace referencia a
la compleja red de conocimientos que un ciudadano necesita para analizar crítica y
autónomamente los hechos de su entorno barrial, municipal, nacional e internacional. Ser
alfabeto en la actualidad, supera ampliamente la adquisición de los instrumentos básicos de
la lectura y la escritura.
No puede dejarse de mencionar que pese a las lábiles fronteras entre la educación formal,
no formal e incluso informal, los proyectos educativos actuales apelan siempre a la idea
de construcción de esfuerzos sistemáticos de apertura de espacios de participación
colectiva de las familias y las comunidades en la gestión de los centros/proyectos
educativos de todo tipo.
Sin embargo, las evidencias demuestran que las capacidades que tienen las comunidades
para participar en acciones colectivas no es la misma en todos los contextos, sino que varía
en función de determinadas condiciones sociales, históricas y culturales específicas. Por lo
tanto, la participación real de las familias en instancias o programas educativos es siempre
el resultado de un encuentro entre las posibilidades y estímulos ofrecidos desde las políticas
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públicas o gubernamentales y las características sociales y culturales de las comunidades,
las cuales son extremadamente variables y diferenciadas.
En particular, las políticas que se proponen movilizar a la población beneficiaria e
institucionalizar su participación en los asuntos educativos, especialmente formales (a
veces bajo el rótulo de “educación parental”), surgen de la propia incapacidad del servicio
público para implementar controles eficaces y eficientes de la calidad de los procesos y
productos escolares. Los clásicos mecanismos encargados del control escolar (la función de
inspección y supervisión escolar) no funcionan cuando se trata de establecimientos situados
en territorios muy alejados de los centros administrativos urbanos. Por lo general, en los
procesos educativos de niños y adolescentes, quienes son más interpelados para
"participar" (sería necesario definir en qué) son los grupos sociales más subordinados y por
lo tanto excluidos de recursos estratégicos de conocimientos y poder de decisión, que les
permitan constituir una demanda calificada.
Aunque en el plano teórico y en el propio ámbito legal pueden no existir diferencias
significativas de objetivos entre la educación formal y no formal, la práctica demuestra al
menos 3 tipos de heterogeneidades prevalecientes:
1. Aquella que implica la segmentación económico- social y espacial propia de la
educación formal, que reproduce el conocido criterio de “escuelas pobres para pobres” y
produce experiencias educativas de “segundo orden” para la población más carenciada,
tanto en términos de calidad, como de legitimidad socio institucional (y a veces legal)
2. La que refiere al enorme abanico de proyectos y experiencias, en general escasamente
evaluadas, que responden también a instituciones diversas con intencionalidades propias:
empresas, universidades o centros educativos, organizaciones de la sociedad civil, cultos,
sector público, etc.
3. Por último, una heterogeneidad transversal es la que involucra los ciclos de vida de los
sujetos “beneficiarios”. En efecto, ningún análisis serio de la educación no formal puede
ignorar los condicionantes ideológicos, religiosos, culturales, pedagógicos y de gestión que
están detrás de la concepción de cada categoría etárea- poblacional: niños y niñas,
adolescentes, jóvenes, adultos, adultos mayores. Para estos grupos, la oferta educativa
suele ser singular, segmentada y separada de las trayectorias globales de vida de las
personas
También debe considerarse que la educación formal y no formal, a pesar de su disyuntiva
jurídica, pedagógicamente tienden cada día más a entremezclarse,
a utilizar
planificaciones, evaluaciones, técnicas y materiales similares y mostrar modelos de
actuación de docentes y orientadores muy parecidos. Por ello nos encontramos con
procesos educativos casi igualmente “formalizados” en ambos casos.
También la educación formal se contamina de materias y contenidos que hasta hace sólo
unas décadas eran propios de la educación no formal, tales como la educación para la salud,
la educación ambiental, la educación para el trabajo, para la equidad de género, etc.
Asimismo, no es menor el hecho ya mencionado de que asistimos a propuestas de
educación no formal que se realizan en ámbitos formales de educación, tal como sucede
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con las actividades denominadas extraescolares que se realizan en escuelas de enseñanza
primaria y en los centros de secundaria.
Con respecto a la denominada educación “informal”, casi siempre atribuida a la familia, al
ambiente más próximo de crianza y presencia social y a los medios de comunicación, es
necesario también preguntarse el porqué de su denominación como “informal”, cuando
muchas veces representan espacios de socialización que a esta altura del proceso
civilizatorio tienen una racionalidad educativa (¿intencionalidad?) tácita o manifiesta, que
suele implicar objetivos e inducciones a determinadas creencias y prácticas, inducidas por
los medios y por la oferta de servicios existente.
LA NECESIDAD DE UNA REVISION CONCEPTUAL Y OPERATIVA
Una revisión somera de los significados de la educación formal, no formal e informal, nos
demuestra que si bien un ejercicio diferenciador entre estos tres universos de la educación
contribuye a organizar más claramente ciertos campos conceptuales y de aplicación de
experiencias educativas, éstos no sólo son contrapuestos, sino que se ínter penetran y se
complementan.
Por un lado surge la necesidad que la labor de la escuela se desarrolle fuera de ella, en
otros ámbitos sociales o cívicos, pues el derecho a la educación conlleva una necesidad
plural y permanente. La complejidad social, el desarrollo incesante de la innovación
tecnológica, la necesidad de nuevos conocimientos que a su vez pronto quedan obsoletos,
ha hecho que la sociedad actual requiera de formas más flexibles y constantes de
educación.
Por ello una comprensión adecuada del fenómeno de la “no formalidad” educativa tendría
que basarse en la continuidad y complementariedad entre la escuela oficial y los procesos
educativos que se dan en los ámbitos más diversos de la sociedad y enrolarse en el campo
de la educación permanente como derecho ciudadano. Asistimos a una complejización
social tal que se puede afirmar que ninguna institución puede por si sola dar la
formación que se necesita.
Asimismo, es necesario revisar la clásica asociación entre procesos educativos no
formales y baja calidad de las ofertas. Esta asociación tiene sus raíces en el surgimiento,
especialmente desde los 90, de los comedores infantiles y comunitarios, las asociaciones de
desocupados, las cooperativas de trabajo, etc. Estas iniciativas populares no solo se
ocuparon de “dar de comer” o contribuir generar empleo, sino de la educación, en tanto
alfabetizaron a niños y adultos, brindaron apoyo escolar, enseñaron oficios, ofrecieron
cuidado y estimulación a los más pequeños.
Muchas de estas organizaciones contaron con algún apoyo estatal, otras desarrollaron sus
actividades “a espaldas” del sector gubernamental. Algunas desarrollaron actividades
calificadas, otras realizaron acciones de gran precariedad pedagógica. Ignorar esta
realidad, no reconociendo la presencia de una suerte de “sistema de educación no formal
para pobres”, es cerrar los ojos ante una realidad que exige ser evaluada y legitimada, para
que adopte criterios de calidad y equidad universalmente reconocidos.
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El desafío teórico y práctico vinculado a estos temas es descubrir diferencias y similitudes,
convergencias y contradicciones, rupturas y “continum” de los procesos educativos
integrales , considerando que el universo de experiencias desarrolladas en Argentina y
América Latina puede ofrecernos un laboratorio muy interesante para reflexionar sobre los
diferentes procesos de formación de capital humano y su relación con el desarrollo social y
personal de la población, priorizando- pero no segregando- a quienes, por su situación de
exclusión social, permanecen cautivos de ofertas educativas “de segunda”, sean estas
formales o no formales.
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