Amor - Universidad de Granada

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Amor
Francisco A. Muñoz y Marcelo Lorente Lindes
Define el sentimiento altruista experimentado por una persona hacia otra, que se
manifiesta en desear su presencia y compañía, gozar con lo que es bueno para ella y
sufrir con lo que es malo. Por extensión se puede aplicar a un amplio espectro de
relaciones afectivas, desde el mutuo cariño de los cónyuges hasta el deseo no
correspondido, pasando por las relaciones fraterno-filiales, las familiares en general, sin
olvidar el sentimiento de amistad (de la propia palabra derivará amicus-a), e incluso puede
darse entre grupos como el de la familia, etc. Hay abundantes frases que ejemplarizan
este uso: amor mío, amor maternal, amor entre marido y mujer, amor al prójimo, amor a la
patria, amor a la humanidad, su gran amor es..., hacer el amor, con mil amores, amor
propio, amor con amor se paga, por el amor de Dios, etc., y en otras muchas ocasiones
es reemplazada por «querer» y «cariño», lo que no hace sino confirmar su amplia
presencia social.
Su origen etimológico es incierto (su equivalentes griegos eran eros y philia), hay
quien le supone un origen etrusco, por lo que se ha dicho que era un préstamo hecho a la
lengua de los antiguos romanos para significar una realidad desconocida para ellos. Otros
apuntan que podría provenir de un vocablo expresivo perteneciente a la lengua popular
como amma, palabra del lenguaje infantil de los niños para referirse a su madre y que
vendría a equivaler a nuestra «mama». Este posible origen de la lengua familiar y
expresiva explicaría las dificultades que encontramos a la hora de reconstruir su
procedencia.
Aunque se reconoce que la atracción interpersonal y el amor siempre han estado
presentes, han sido algo difícil de definir, quizás por la propia complejidad personal y
social que se encuentra en conductas emocionales y afectivas como la simpatía, la
atracción, la admiración hacia determinadas personas, la pasión amorosa, la afiliación, la
amistad, etc. Quizás también por ello han estado relegados al campo sentimental y
privado, y los investigadores sociales lo han considerado tradicionalmente como temas
menores y superficiales.
Finalmente, no podía ser de otra forma, se reconoce la necesidad que tenemos las
personas de establecer fuertes vínculos con los demás, (relaciones interpersonales), la
supervivencia de las personas y de la especie depende justamente de estas relaciones
que están integradas en el proceso de socialización. A pesar de que su definición siga
teniendo algunas dificultades, en los últimos años estos fenómenos han sido motivo de
investigación de científicos sociales y particularmente de psicología social.
El amor se define entonces como el intenso deseo por la unión con otra persona,
así está asociado a un estado de profunda excitación emocional y fisiológica, al éxtasis y
a la realización. El amor pasional va asociado a la ternura, la intimidad, sentimientos
sexuales, regocijo (en su caso dolor), ansiedad, alivio, altruismo, celos,etc. En definitiva
una serie de sentimientos positivos hacia la persona amada (hasta la idealización que
puede convertirse en un problema), expresiones físicas de afecto (besos, abrazos,
caricias, etc.), acciones de ayuda (en sus obligaciones, trabajo, regales, etc.) y aceptación
de sus aspectos negativos (que pasan a un segundo plano).
Si bien el sentimiento parece universal no lo son sus manifestaciones, que varían
de una cultura a otra, dándoles mayor o menor relevancia, dotándole de unas normas
para su realización que asimismo han variado a lo largo del tiempo y el espacio. En el
Banquete, Platón habla de amor (eros) como una vía ascendente de contemplación,
conocimiento, que conduce a reconocer la belleza de todos lo cuerpos. Partiendo de esta
fuente, elaboraciones posteriores han estereotipado lo que se ha llamado el amor
platónico en el que, por encima de las «mundanas» cualidades físicas, a la persona
amada se le otorgan y suponen unas altas cualidades. Sin embargo este significado hasta
cierto punto no tiene continuidad en tiempos posteriores ya que, según parece, eran
pocos los rasgos de cariño y ternura que se atribuían, más bien lo consideraban un mal
del que era necesario huir, así no es raro que lo caractericen como un estado patológico
en el que el afectado debe considerarse como un auténtico enfermo. En este sentido,
podemos comprobar la concepción del amor como enfermedad en la tragedia Hipólito de
Eurípides, en el poeta latino Lucrecio, en su De rerum natura, pero no sólo en obras de
tipo literario sino también de contenido científico como son los tratados médicos de la
antigüedad, que plasman una auténtica sintomatología de este padecimiento del corazón
junto con su correspondiente terapéutica, así lo observamos en Galeno, Erasístrato, Rufo
de Efeso, por citar algunos.
Contrariamente, en el otro extremo del planeta y casi coetáneamente -siglo IV a.C.Mo Zi escribió un libro titulado Política del amor Universal en el que, como su propio
nombre indica, la política, el arte de gobernar, debía estar regida por el amor a los
súbditos, a los congéneres. Hasta cierto punto propuestas similares fueron realizadas por
los filósofos pitagóricos en el mundo griego antiguo, aunque hayan sido más reconocidos
por sus teorías matemáticas y secundariamente musicales.
El cristianismo ha desarrollado en muchos episodios a lo largo de su historia la
importancia del amor, desde el canónico amarás al prójimo como a ti mismo a la sentencia
de Jesús amaos los unos a los otros como yo os he amado siempre. Las características
de este amor descansan ante todo en el altruismo y la filantropía como conductas
garantes de alcanzar el bienestar y la felicidad. Sin embargo este amor, como todo el del
mundo antiguo y medieval, es más cognitivo que emocional, desprovisto de los aspectos
pasionales y carnales, aunque esto no le resta importancia por su inmensa capacidad de
potenciar la comunidad de las personas.
Siglo más tarde, el amor romántico, inalcanzable, supuso un nuevo enfoque que,
años después tendría gran repercusión no sólo en las descripciones de las novelas sino
también como modelo de conducta real. Un salto cualitativo de enorme entidad fue el
paso dado por algunos poetas cortesanos de Provenza que inventaran lo que se ha dado
en llamar amour courtois donde la persona amada se convertirá en un objeto de culto,
emparentado con la devoción a un dios. En el amor cortés la voluntad de la mujer
adquirirá rasgo de la ley, dando lugar a episodios a medio camino entre lo grotesco y lo
dramático en una extraña mezcla de barbarie y delicadeza como la del amante caído en
desgracia ante su dama que se deja arrancar una uña para recuperar sus favor, o las
conocidas justas en las que los caballeros estaban dispuestos a descalabrar a su
adversario por el «honor» y «buen nombre» de sus amadas. Algo más tarde se extenderá
a toda Europa marcando toda una forma de ser conocida en la historia con el nombre de
«caballerescas». También con el amor cortés se inicia lo que podríamos llamar una
«educación sentimental» del hombre, lo que parece que había faltado hasta entonces.
Este amor ha conservado su vigencia hasta nuestros días, también porque se ha
producido una cierta adaptación en la que los aspectos más estridentes han sido
aparcados, se ha producido lo que podríamos llamar un cierto aburguesamiento del amor,
en el que ha pasado a ser expresión de nuevos grupos sociales emergentes. Finalmente
se estimó la salida y fin más natural del amor es el matrimonio, al cual se considera como
el «sumum» de la felicidad en la época moderna.
La forma de amor y de vida en pareja, a pesar de ser la dominante, ha sido
contestada por diversos grupos de la izquierda tradicional, o simplemente críticos con las
costumbres. Algunos teóricos del comunismo soviético, que consideraron al amor como
un resto fósil de época burguesa, y las corrientes contestatarias de los años 60, abogaron
por un amor libre sin los encorsetamientos sociales y legales de la sociedad tradicional.
Este amor libre se convirtió en una bandera entre los movimientos «hippies», también
opuestos a las guerras, particularmente a la del Vietnam, que hicieron de la frase haz el
amor y no la guerra un lema que caracterizó una generación entera y cuyos ecos todavía
resuenan. Asimismo grupos que anteriormente eran considerados como marginales
(colectivos de homosexuales y lesbianas) comenzaron a abogar por una definición más
amplia y abierta del amor, dando cabida a parejas homosexuales, superando de esta
forma al amor heterosexual.
En lo que respecta a los aspectos filosóficos y ontológicos del amor, sorprende
cuanto menos que un sentimiento tan importante y capital en la vida humana haya
recibido tan poca atención por las gentes que se dedican al pensamiento, intelectuales,
filósofos, científicos, etc. Destaquemos entre los «clásicos» Del amor de Sthendal que nos
informa acerca de los diferentes tipos de amor vigentes en su tiempo y algunas frases
dispersas en multitud de obras que reproducen los tópicos del tema; el filósofo alemán
Arthur Schopenhauer que dedicará una obra, ciertamente meritoria, al problema, pero
desde una vertiente pesimista; Wilhelm Reich y su Revolución sexual; Erich Fromm y El
arte de amar; y en otros muchos autores como Foucault, Marcuse, Ortega y Gasset con
una recopilación de artículos titulada Estudios sobre el amor, etc.
En la actualidad las ciencias sociales otorgan un papel cada vez mayor al amor,
con ello no hacen sino reconocer la amplia presencia en diversos procesos sociales de
este sentimiento de carácter inmensamente positivo -que incluye la compresión de las
imperfecciones de los demás- a veces cargado de fuertes emociones y excitación
fisiológica, ya sea en la necesidad y el cuidado (ética del cuidado) del otro, la confianza, el
compromiso, la tolerancia, en el deseo apasionado del otro, los sentimientos sexuales, el
regocijo, la ternura, intimidad, idealizaciones de la otra persona (amor platónico), felicidad,
etc.
A pesar de que ya hemos dado suficientes pistas, podríamos preguntarnos ¿por
qué nos enamoramos? Una línea de razonamiento descansaría en la propia evolución de
nuestra especie en la que garantizar el éxito en la búsqueda de parejo -y de esta forma
garantizar la reproducción y supervivencia- es un asunto de orden capital, ya que en él se
juega toda forma de vida su propia supervivencia: sin duda la química de nuestros
organismos (hormonas, feromonas, etc.) ayudan a que todo funcione un poco mejor. Por
otro lado lo hacemos cuando pensamos que hemos encontrado la persona adecuada
sobre la cual proyectar nuestros sentimientos de acuerdo con nuestro aprendizaje,
nuestra cultura y gustos particulares. Todo ello se da en unas condiciones en las que
además conseguimos cierta excitación emocional y, por qué no, sexual.
Desde la perspectiva de la investigación para la paz, y sintonizando con todos los
componentes individuales y sociales positivos que comporta el amor se han realizado
diversas aproximaciones al papel que debe jugar en la creación de condiciones de paz.
Por ello, los pacifistas y noviolentos queremos recuperarla, cada vez más, como virtud
pública, e incluso política, ya que, por un lado, todas sus connotaciones son de paz y, por
otro, sus proyecciones hacia todas las esferas de la vida no traerían sino ventajas. En
este sentido queremos resaltar la propuesta realizada por Kenneth Boulding en su estudio
sobre el poder, que propone reconocer un poder integrativo noviolento cuyas
características serían las de favorecer la presencia de propuestas y acciones que
supongan un beneficio social, y cuya base principal sería el amor.
En fin, hay muchas y buenas razones para potenciar el amor.
Bibliografía:
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BOULDING, Kenneth (1993), Las tres caras del poder. Barcelona, Paidós.
FROMM, Erich (1967), El arte de amar: una investigación sobre la naturaleza del
amor. Buenos Aires, Paidós.
GARCÍA GUAL, Carlos (2001), Platón. El Banquete. Madrid, Alianza Editorial.
MARCURSE, Herbert (1968), Eros y civilización. Barcelona, Seix Barral.
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ORTEGA Y GASSET, José (1973), Estudios sobre el amor. Madrid, Revista de
Occidente.
SCHOPENHAUER, Arthur (1991 red. 1999), El amor, las mujeres y la muerte.
Madrid, Edaf.
Si citas el artículo, cita la fuente:
MUÑOZ, Francisco A. y LORENTE LINDES, Marcelo. Amor. En: LÓPEZ MARTÍNEZ,
Mario (dir.), et al. Enciclopedia de Paz y Conflictos: A-K. Edición especial. Editorial
Universidad de Granada, 2004. Pp. 25-27.
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