A.1 Objetivos generales del Proyecto

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Objetivos generales del Proyecto
Ubicación curricular.
Esta primera parte de las dos en que se divide el actual Proyecto Docente
desarrolla las asignaturas de Lógica I y Lógica II incluidas en el Plan de estudios de la
Licenciatura de Filosofía. La normativa vigente les concede carácter troncal
asignándoles 6 créditos a cada una, cuatro teóricos y dos prácticos en ambos casos.
La traducción de créditos a horas de docencia se realiza teniendo en cuenta
que 1 crédito equivale a 10 horas. De éstas, 40 tienen carácter teórico y el resto, unas
20, carácter práctico. La adecuación de estas normas generales al calendario
académico conduce a estructurar la docencia según la tabla que se ofrece a
continuación:
[1]
Estructura de la docencia de Lógica I y Lógica II
Horas
Horas presenciales
Trabajos académicamene
dirigidos
Créditos
6
60
Créd. Teóricos
4
40
40
Créd. Prácticos
2
20
5
15
Presentación
Esto hace que la docencia de tipo presencial que debe ser programa de
manera explícita abarque unas 45 horas lectivas repartidas de manera más o menos
ideal en 15 semanas.
En el apartado dedicado al desarrollo del Programa se establecerá un modelo
en el que se indica el contenido de las distintas sesiones del curso. Esto incluye
aquellas que son de carácter teórico y también las de carácter práctico. Finalmente se
harán algunas sugerencias acerca de posibles actividades complementarias a incluir
en el apartado de trabajos académicamente dirigidos.
El problema de la Lógica en la Licenciatura de Filosofía.
Todo proyecto que pretenda desarrollar la docencia de las asignaturas de
Lógica I y II en la Licenciatura de Filosofía hereda, se quiera o no, un severo problema
que parece imposible ignorar. La sensación de que la Lógica constituye en la
actualidad un obstáculo dentro del currículum de Filosofía ha ido en aumento en los
últimos años hasta alcanzar niveles que a mi juicio resultan alarmantes. Y no pienso
ahora en un problema de buena o mala imagen, sino en las consecuencias prácticas
que la difusión de este planteamiento está teniendo.
La modificación de la normativa por la cual se permite no contar aquellas
convocatorias a las que el alumno no concurre ha provocado que sean cada vez
menos los alumnos que deciden presentarse a las mismas en el primer año de carrera.
Esto ha ido creando unas listas de matrícula claramente desproporcionadas en
relación al tamaño real de los grupos –alumnos que asistente regularmente a clase-, y
un problema de programación de la docencia de difícil solución. Es típico, además,
abandonar el seguimiento de estas asignaturas desde la primera de ellas, Lógica I,
entendiendo que la segunda, Lógica II, queda automáticamente descartada. El
resultado de todo ello es la aparición de grupos muy números de alumnos de últimos
cursos de Licenciatura que tienen pendiente alguna de ellas o ambas y que
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Objetivos generales del Proyecto
difícilmente encuentran un horario adecuado que les permita cursar, en realidad por
vez primera, estas asignaturas. Un recurso cada vez más común consiste en servirse
de los huecos legales que posee la actual legislación para servirse de convalidaciones
ficticias obtenidas en programas de intercambio como puede ser el Programa
Erasmus.
Es fácil entender el efecto que este problema tiene sobre el resto de las
asignaturas y programas del Área de Lógica y Filosofía de la Ciencia. La creencia, a
veces fomentada de manera explícita, de que la Lógica constituye condición necesaria
y tránsito obligado para seguir con aprovechamiento cualquier otra asignatura de las
que se imparten en el Área, tiene como consecuencia una evidente disminución de la
matrícula en asignaturas optativas entendidas como afines a la Lógica. El hecho de
que el problema surja durante el primer año de la Licenciatura, en el que no hay
asignaturas optativas, hace que sea difícilmente corregible esa impresión de
dependencia.
Las sucesivas modificaciones de la normativa referida al Tercer Ciclo ha ido
provocando un claro aumento de la interdependencia de los cursos que se ofrecen
dentro de un mismo programa de Doctorado. La necesidad de cursar un cierto número
de créditos de entre de los cursos que se ofrecen en un determinado programa hace
que sea el conjunto de los cursos que lo integran lo que determina en muchas
ocasiones la decisión final del alumno. La presencia de cursos poco atractivos actúa
ahora como factor disuasorio que afecta a la viabilidad de todo el programa llegando
en muchas ocasiones a suponer su definitiva pérdida. Es cierto que los cursos de
tercer ciclo explícitamente dedicados a la Lógica nunca van a gozar de grandes
números de matrícula, pero sí es al menos deseable que no actúen como elementos
disuasorios en las decisiones de futuros doctorandos.
Como se puede ver, nos enfrentamos a un problema que no es sólo de imagen
o popularidad, cuyas consecuencias prácticas son evidentes y que afecta, además, a
todo el Área de conocimiento que comparte suerte con el grupo tradicional formado
por las asignaturas de Lógica. Se trata, además, de un problema que surge en el
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primer curso de Licenciatura pero que prolonga sus efectos hasta el Tercer Ciclo,
tendiendo entonces sus efectos más dramáticos.
No es de extrañar que esta situación esté teniendo como consecuencia la
paulatina aparición cinturones sanitarios que intentan paliar las consecuencias
negativas que la presencia de la Lógica tiene en el natural proceso de captación de
alumnos a lo largo de la Licenciatura.
Las razones que han llevado a esta situación no son, pese a lo que pueda
parecer, muy difíciles de identificar. El diseño del currículum de Filosofía mantiene,
aún a pesar de sus sucesivas reformas, un modelo que corresponde a una concepción
completamente obsoleta de la Lógica. En el lugar que correspondía a una asignatura
relacionada con los problemas generales de la Teoría del Conocimiento o la
Epistemología tradicional ha habido que situar los contenidos de la moderna Lógica
formal siendo el resultado el que todos conocemos. La orientación propedeútica y
normativa que le pudiera corresponder a la Lógica tradicional ha desaparecido, pero
no así su función o lugar dentro de los estudios de Filosofía. Se espera de la Lógica
formal contemporánea un papel similar en la formación de los alumnos, algo que
manifiestamente resulta imposible de satisfacer.
Estamos ante un caso en el que conocer el problema no ayuda mucho a la
hora de ofrecer una solución. El marco legal vigente parece difícilmente modificable
mientras que volver a los contenidos de la vieja Lógica resulta científicamente
inaceptable. En el entretanto nos vemos obligados a defender con herramientas
inapropiadas proyectos con los que no nos sentimos del todo comprometidos. Es
cierto que aún es posible atrincherarse en el valor propedeútico de la Lógica y que de
hecho muchos son muchos los profesionales que así lo hacen. Entendida de este
modo, la Lógica debería ofrecer una serie de técnicas y recursos cognitivos destinados
a distinguir los buenos argumentos de los malos. A identificar falacias allí donde las
hubiere y a actuar, en definitiva, como tribunal de la razón. La propia evolución de la
disciplina ha hecho inviable esta posición normativa. La evidencia de que no siempre
seguimos las mismas reglas lógicas en procesos argumentativos correctos o
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Objetivos generales del Proyecto
aceptables, y la intensa crítica que las Lógicas No-Clásicas han hecho de todos y cada
uno de los principios del modelo o canon clásico, nos impide sostener esta posición
desde el interior de la propia Lógica. Más aún que desde fuera, siendo aún frecuente
que se reclame de la Lógica esa función normativa aunque sólo sea para criticarla a
continuación.
El resultado evidente de este modo de ver las cosas es un tipo de asignatura
instrumental en la que rara vez se alcanzan los objetivos propuestos. La prolija
descripción de los rudimentos y técnicas característicos de la Lógica Clásica,
presentados con el fin de pasar luego a comprobar su utilidad en dominios prácticos,
ocupan todo el curso impidiendo que se aborde lo que se supone que sería su
justificación: su rendimiento como instrumento de análisis. La sensación de inutilidad,
pérdida de tiempo, cuando no engaño manifiesto, es habitual entre los alumnos que
reciben su formación bajo este planteamiento.
Una forma de cohonestar la función tradicional de la Lógica con posiciones
epistemológicamente más razonables pasa por entender esta disciplina no como
tribunal de la razón, sino como herramienta de análisis conceptual. El modelo que
alienta esta posición alternativa es el que suministra el relativo éxito que la Lógica
modal ha tenido en el análisis de nociones propias de la filosofía tradicional. Este éxito
ha demostrado que las técnicas de análisis formal pueden ser empleadas
provechosamente en el estudio de problemas filosóficos sin comprometerse con
posiciones epistemológicamente fuertes. Es decir, sin tener que defender la validez
universal de este o aquel sistema lógico particular y sin tener que renunciar, por tanto,
ningún recurso de los muchos disponibles. Pese a que esta forma de entender el
posible futuro de la Lógica no es en sí incorrecta –en cualquier caso no ha agotado
aún todas sus posibilidades- no sirve para dar respuesta al problema que nos ocupa.
Para mostrar el rendimiento de la Lógica, entendida ahora como el conjunto de todas
las técnicas formales disponibles, como herramienta de análisis hace falta un volumen
de conocimientos referidos exclusivamente a la Lógica que vuelven a reproducir el
problema que se tenía en la posición anterior, si no los agravan. De nuevo nos vemos
ante la perspectiva de agotar el curso con una serie de técnicas, rápidamente dirigidas
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a las Lógicas No-Clásicas y toda su variedad de recursos, que impiden discutir
siquiera un ejemplo de los que supuestamente justifican el valor de esta opción.
Nos encontramos ante un problema que tiene a rearmarse cada vez que
creemos haber hallado una posible solución. La justificación que podemos encontrar
para dotar de interés los contenidos de la Lógica contemporánea en el lugar que se le
asigna en el currículum de Filosofía, exige que empleemos la totalidad del tiempo
disponible en rudimentos previos que impiden alcanzar los contenidos que justifican su
interés. Prescindir de esos rudimentos formales supone, por otra parte, alejarse por
completo de los estándares impuestos por la comunidad científica.
Una opción entre otras posibles.
Intentar dar una solución al problema de la Lógica en la Licenciatura de
Filosofía no es algo que pueda esperarse de un trabajo de esas características. No
obstante, tampoco cabe ignorarlo sin más. Todo Proyecto docente, por el mero hecho
de serlo, afecta y se ve afectado por la situación existente. Las consideraciones que
quiero hacer explícitas ahora son el resultado de mi propia experiencia a lo largo de
varios años de docencia efectiva en las asignaturas de Lógica I y Lógica II. Intentan
resumir la tendencia que progresivamente se ha ido mostrando más efectiva a la hora
de combatir el desinterés y la hostilidad entre el alumnado al cual se dirigen. No cabe
suponer que representen la solución, sino a lo sumo, una forma, entre otras, de
invertir la tendencia predominante durante los últimos años.
En primer lugar, hay que ser conscientes de que los estudiantes a los que
impartimos docencia son estudiantes de Filosofía. Con frecuencia hemos venido
interpretando que esa es razón suficiente para suponer, en el mejor de los casos, una
cierta distancia frente a la metodología y contenidos de nuestras asignaturas. No es
raro oír quejas en este sentido. El resultado suele ser el reforzamiento manifiesto de la
corriente de opinión que ve el lugar de la Lógica fuera de la Licenciatura de Filosofía.
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Objetivos generales del Proyecto
Y no me refiero a la conveniencia de tener algún tipo de presencia o relación con
licenciaturas distintas a la de Filosofía, sino a la tendencia que justifica nuestra
inadecuación curricular en la Licenciatura de Filosofía en nuestros propios
comentarios.
Es un hecho que, hoy por hoy, la docencia de las asignaturas de Lógica, y con
ello los profesionales que se ocupan de ella, sólo encuentran acomodo, salvo
excepciones, en Facultades de Filosofía y Letras. Esto no supone que debamos
resignarnos a ocupar una posición marginal a causa de la manifiesta distancia con
respecto a los intereses del público al que tenemos que dirigirnos. No es cierto que los
estudiantes de filosofía manifiesten, sólo por hecho de serlo, hostilidad a los
contenidos de la Ciencia. Si así fuera no se explicaría el relativo éxito del que gozan la
Filosofía de la Ciencia o la Historia de la Ciencia entre esos mismos estudiantes. Este
dato es relevante en la medida en que algunos de los episodios que son tratados en
esas asignaturas pertenecen propiamente al dominio de la Lógica o las Ciencias
formales, en general. La única manera de encajar esta observación dentro de los
planteamientos vigentes es atribuir el éxito de dichas especialidades a la ausencia en
ellas de contenidos técnicos o formales explícitos. Pero no creo que esta sea la única
opción posible para interpretar los hechos. Buena parte del éxito de la Historia y la
Filosofía de la Ciencia responde a su capacidad para narrar con considerable eficacia
episodios fundamentales en el desarrollo de las ideas que forman nuestro patrimonio
intelectual. Son capaces, al mismo tiempo, de analizar la relevancia epistemológica de
las diversas aportaciones de la Ciencia moderna y de mostrar su incidencia en el curso
de los acontecimientos. ¿Hay algo en este planteamiento que exija dejar de lado los
detalles formales cuando sean necesarios? Ciertamente que no.
¿Puede la Lógica sacar partido de los factores que parecen ligados al éxito de
otras asignaturas de su misma área de conocimiento? Para que fuera así, sería
necesario incorporar en sus contenidos esa relevancia epistemológica y capacidad de
incidir sobre la historia intelectual de una época que poseen los contenidos de las
asignaturas que me han servido de modelo. Ciertamente que no es muy difícil hallar
problemas de gran impacto epistemológico entre aquellos que pertenecen
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Presentación
propiamente a la disciplina de la Lógica. De hecho, todos sabemos que es gracias a
ellos que la Lógica posee aún una cierta buena prensa entre los más variados círculos
científicos. ¿Qué razón hay para que no nos ocupemos de ellos?
Buena parte de esos resultados, si no todos, forman parte de lo que
tradicionalmente se ha venido a denominar metalógica. Ese sólo nombre ha servido en
multitud de ocasiones para posponer su presentación a los contenidos íntegros de un
curso de Lógica alejándola así de cualquier posible solución. Pero si se analiza con
detalle el tipo de conocimientos básicos que son precisos para desarrollar con cierta
competencia ciertos hechos elementales de la metateoría de la Lógica Clásica, se
observa que estos no ocupan, ni mucho menos, la totalidad de los cursos a los que se
refiere este Proyecto. ¿Con qué contenidos compite en realidad la metateoría de la
Lógica Clásica? Una porción considerable de los cursos de Lógica I y II está dedicada
a la resolución del tipo de ejercicios que hemos acabado por reconocer
convencionalmente bajo el rótulo de Problemas. Lo normal es encontrar ahí casos de
traducción del lenguaje ordinario a algunos de los formalismos estudiados junto con
ejercicios de cálculo, normalmente Deducción Natural, aunque ya no es extraño
encontrar en los manuales al uso ejercicios de Tablas Analíticas o Cálculo de
Secuentes.
Es muy complejo entender las causas que han llevado a que este tipo de
ejercicios adquieran la relevancia que en la actualidad poseen. Especialmente cuando
tampoco nos hemos cuidado lo suficiente de que estos tengan un atractivo intrínseco,
o de que su resolución pueda ser vista como la puesta en práctica de una habilidad
cognitiva útil en situaciones reales de cierto interés. La norma es que la batería de
ejercicios que solemos acompañar al desarrollo de un curso de Lógica elemental
carezcan de la suficiente motivación como para hacer de ellos un elemento relevante
en la formación de nuestros alumnos. El efecto suele llegar, incluso, a ser el contrario,
reforzando la impresión de que la Lógica, lejos de ser una herramienta útil en
situaciones prácticas, es sólo un divertimento inaplicable en la mayoría de las
situaciones. Pese a que mi opción no pasa por dotar de un mayor contenido al tipo de
problemas que todos conocemos, he de reconocer que ese es un trabajo que quizá
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Objetivos generales del Proyecto
debamos tomar en serio mas adelante. Los intentos por presentar la Lógica como una
herramienta de cálculo de una utilidad parecida a la de la aritmética elemental –
copiando usos y maneras típicos en ese género- han fracasado. Sin embargo, no
estoy del todo seguro de que no existan situaciones prácticas en las que la Lógica,
incluso la elemental, pueda ser entendida instrumentalmente con cierto éxito. Pero en
este caso son otras disciplinas las que tal vez tiene más que decir y que demandarnos.
Pienso en concreto en aquellas que guardan relación con la elaboración de algoritmos
–programación- o con simplificación de procedimientos de gestión de recursos.
Mi opción, parece claro, consiste en reducir al máximo el tiempo dedicado a
adquirir pericia en el uso de cálculos para emplearlo en la exposición de algunos de
los resultados más relevantes dentro de la metateoría de la Lógica Clásica. El objetivo
último es conectar esos resultados con las corrientes generales del pensamiento de
las que nace la Lógica que ahora conocemos. Con ello se intentará dotar de relevancia
histórica a sus contendidos intentando dar razones que expliquen por qué la Lógica ha
estado asociada de forma tan íntima a algunos de los momentos más intensos de la
evolución de las ideas en el siglo xx. El modo de conectar la Lógica con la historia real
no se lleva a cabo de manera exclusiva, ni siquiera principal, mediante la inclusión de
capítulos específicos. Este recurso suele dar lugar a la postergación sistemática de
sus contenidos. Lo que se ha intentado es verter suficientes datos de tipo histórico
como para que esa conexión pueda ser vista y entendida en todo momento. Muchas
veces son sólo pistas o ligeras alusiones que luego se completan con sugerencias
bibliográficas oportunas mientras que otras se trata de comentarios más completos de
tipo muy general.
Para que la incorporación de contenidos metateóricos pueda servir como
solución al problema que he descrito más arriba, no basta con que sepamos conectar
esos resultados con el curso general de los acontecimientos. Hace falta, además, que
seamos capaces de mostrar su relevancia filosófica. Esto se puede obtener mediante
una doble vía. En primer lugar, se intentará presentar los hechos de la Lógica, siempre
que sea posible y no suponga optar por posiciones excesivamente marcadas, como
hechos brutos y no como invenciones convenientes. Sé que esta elección escora todo
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Presentación
el proyecto hacia posiciones realistas, o en cualquier caso, hacia posiciones
psicologistas, si aún aceptamos las divisiones que tradicionalmente se han venido
reconociendo en este punto. Pero se trataría sólo de mostrar de qué modo el objeto
de la Lógica, es decir, la incidencia de la estructura en los procesos inferenciales,
puede ser visto perfectamente como un tipo de conducta humana a cuya evidencia
difícilmente podemos escapar. El estudio de esa habilidad para reconocer aspectos
formales en la validación de ciertas inferencias sería así un análisis de un hecho
cognitivo básico y no como la descripción de una serie de recetas útiles para pensar
bien. Mi objetivo será el hecho de la Lógica más que la presentación de un canon que
defender de los posibles ataques. Esto explica que la presentación de las decisiones
fundamentales que determinan la construcción de la Lógica Clásica sea acompañada
de justificaciones que hacen de ellas opciones entre otras posibles, razonables en
principio gracias a su mayor simplicidad.
La segunda vía a través de la cual pretendo dotar de una mayor relevancia
filosófica a los contenidos de estas asignaturas depende del planteamiento anterior.
Muchos de los resultados básicos de la metateoría clásica están asociados a efectos
sorprendentes cuando no directamente contraintuitivos. Pienso, por ejemplo, en la
relación existente entre Compacidad y modelos no-estándar, o la que hay entre los
Teoremas de Löwenheim-Skolem y la paradoja de Skolem. Este tipo de fenómenos
indican la fuerte carga epistemológica que estos resultados poseen. Siguiendo esa
línea y aprovechándonos de la considerable interdependencia que existe entre buena
parte de los resultados metateóricos típicos resulta posible traducir, y sin mucho
esfuerzo, lo que parecen simples teoremas abstractos –y lo son- a resultados que
limitan o dan forma a nuestra capacidad cognitiva para reconocer rasgos estructurales
en la inferencia. De este modo se logra, sin violencia, ver en la metateoría clásica un
análisis crítico del conocimiento formal que resulta, sin duda, mucho más atractivo
para la formación de nuestros alumnos. Pienso, por otra parte, que existen buenas
razones para apoyar este enfoque distintas a las que ahora esgrimo, centradas sobre
todo en consideraciones pedagógicas. Sea como fuere no entraré en ello.
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Objetivos generales del Proyecto
Supongo que hay muchas críticas que pueden hacerse a este intento de elevar
la tensión filosófica y epistemológica que rodea a la exposición de los contenidos de la
Lógica elemental. De ellas voy a mencionar dos que me parecen de especial
importancia. La primera aludiría a la excesiva atención que este proyecto vendría a
prestar a los contenidos y aspectos filosóficos de la Lógica. Con ello se daría a
entender la existencia de algún tipo de incompatibilidad esencial entre el rigor propios
de la Lógica y el carácter especulativo característico de la Filosofía. Sin embargo, el
Proyecto integrado por los capítulos que vienen a continuación no desatiende, o la
menos esa es mi intención, ninguna de las exigencias de rigor que son deseables en
Lógica. Tampoco es un curso de Filosofía de la Lógica. En realidad, esa confusión
dañina entre Lógica y Filosofía sólo se produce cuando se hace uso de la Lógica para
defender o apoyar tesis filosóficas previamente adquiridas. Es cierto que en ese caso
podemos asistir a las distorsiones más aberrantes, pero considero muy difícil llegar a
nada perjudicial cuando quien habla siempre en primer lugar es la Lógica. Por otra
parte, intentar marginar de esta ciencia toda consecuencia de tipo general o filosófico,
por el sólo hecho de serlo, sólo indica una inmadurez justificada por el deseo de dejar
claro, como si aún hubiera dudas, el carácter científico de la Lógica. Los que hoy
consideramos padres fundadores de nuestra disciplina no tuvieron especial
inconveniente en extenderse en el tipo de consecuencias que con el tiempo hemos
llegado a eliminar de nuestra práctica habitual. Tanto es así que muchos de ellos han
pasado a ocupar lugares relevantes dentro de lo que parece una nueva forma de
recuperar parte del espíritu de lo que antaño se denominó Filosofía Natural.
La segunda crítica es por fortuna más concreta. Siempre se ha dado por
supuesto que los contenidos de la metateoría clásica son complejos y requieren una
gran abstracción. Esto es cierto en general, pero no basta para justificar su eliminación
de los contenidos reales de nuestras asignaturas –una especie de prurito obliga a
incluirlos en todo Proyecto docente, pero sin auténtico ánimo de considerar su
desarrollo-. El problema consiste, en realidad, en el grado de detalle al que deseemos
llegar en la exposición de tales contenidos. Es cierto que no siempre será posible o
conveniente tratar con la misma profundidad unos resultados y otros. Pero eso no
supone que ninguno de ellos resulte asequible al nivel intelectual o formación real de
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los estudiantes a quienes se dirigen. El programa específico que se detalla en las
páginas que siguen muestra perfectamente esas diferencias mostrando un énfasis
variable ajustado a lo que cabe esperar de un primer contacto con la Lógica.
La actitud que muchas veces adoptamos frente a los problemas que supone
impartir las asignaturas de Lógica I y II en la Licenciatura de Filosofía es la de escoger
sólo aquellos contenidos que pueden ser descritos sin merma alguna del detalle
prometiendo para cursos de especialidad experiencias más fuertes. Léase, resultados
con mayor relevancia epistemológica y filosófica. Difícilmente podemos esperar que
esta actitud suscite la aparición de grandes vocaciones por la Lógica. La opción que
he defendido en estas líneas es la contraria. Probemos a describir del mejor modo
posible los resultados que nos han supuesto fama y reconocimiento dejando el detalle
para aquellos que deseen entender en toda su extensión aquello que antes han
aprendido a valorar.
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